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''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
aiii espero que encuentra casa :)
ame la bb dijo papa !!!! los amos
sigue
ame la bb dijo papa !!!! los amos
sigue
andreita
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Awwww... me perdí un dia o dos y mira todo lo que me pierdo!!!
Lo hiceron *-* y las bebes le dijeron papá!!!
Que bueno que todo les este saliendo bien... :inlove:
¡Amo la nove, tienes que seguirla!
xoxo. Melanie
Lo hiceron *-* y las bebes le dijeron papá!!!
Que bueno que todo les este saliendo bien... :inlove:
¡Amo la nove, tienes que seguirla!
xoxo. Melanie
016melanie
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Diosss perdon x perderme!
Siguelaa
Me fascinaa esta nove!
Woww ya stuvieron juntos *-*
Siguelaaa
Amoo tu novee!
Siguelaa
Att: tu mega fiel lectora!
Siguelaa
Me fascinaa esta nove!
Woww ya stuvieron juntos *-*
Siguelaaa
Amoo tu novee!
Siguelaa
Att: tu mega fiel lectora!
Yhosdaly
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Estoy adaptando el capitulo...
Yhosdaly & Melanie; No se preocupen, lo bueno es que están de vuelta por acá :)
-Malas noticias... Faltan 2 o 3 capitulos para que la novela termine :'c
-Elizabeth
Yhosdaly & Melanie; No se preocupen, lo bueno es que están de vuelta por acá :)
-Malas noticias... Faltan 2 o 3 capitulos para que la novela termine :'c
-Elizabeth
-Lizz-
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
CAPÍTULO 8. |Parte Dos.|
Nada. Ésa era la respuesta. No había nada que no fuera demasiado pequeño, o demasiado lejano. Nada interesante.
Y no había nada que pudiera equipararse con Rose Cottage.
—Ojalá pudiera quedarme aquí —dijo ella.
—¿No te lo vendería?
—¿Te lo quedarías?
Él sonrió.
—No depende de mí, ¿no crees? Estamos hablando de tu casa, de tu elección, de un sitio para ti y para las niñas. Y supongo que todo lo que haré yo será venir a visitarte.
A _____ se le humedecieron los ojos y miró a otro lado.
—A menos que trabaje fuera durante la semana y venga los fines de semana. No me gusta ir y venir cada día, prefiero trabajar menos días.
—¿Quieres decir seis días en lugar de siete?
—¿Podemos empezar de nuevo?
Ella se mordió el labio inferior.
—Lo siento. Es sólo… Parece que nos estamos llevando muy bien, y parece que el futuro no tiene muy buena pinta y que no hay forma de cambiarlo.
Y las niñas estaban inquietas y aburridas.
—Vamos a dar un paseo con ellas —sugirió Joe—. Podemos llevar las mochilas.
El día anterior habían comprado unas mochilas para poder salir a pasear sin tener que llevar el carrito. Así que Joe llevó a Ava y, _____, a Libby.
Se las cambiaban todo el rato, como si ninguno de los dos quisiera establecer un lazo más cercano con una de las niñas. Siempre lo habían hecho así y ni siquiera lo habían hablado.
Pasearon por la orilla del río y Murphy aprovechó para olisquearlo todo.
—¿Alguno de estos establos pertenece a la casa?—preguntó él.
—Sí, todos. Era una granja, pero vendieron casi todo el terreno y se quedaron con la casa.
Él miró a su alrededor con curiosidad. Había muchos edificios grandes que podían servirles. Si encontraran alguno en venta, podría trabajar desde casa. No sólo él, sino con uno o dos miembros del equipo, montando una especie de oficina satélite. Conocía a más de uno a quien le gustaría la idea.
—Ven a ver el jardín —dijo ella, y lo guió por una verja.
Él había estado allí con el perro, pero nunca lo había visto con detenimiento. A medida que ella se lo enseñaba, comenzó a verlo con otros ojos.
—Tengo fotos con todos los rosales en flor —dijo ella—. Es impresionante.
A Joe no le cabía ninguna duda. Y recordó lo que ella le había dicho el día que se marchó de su lado.
«Quiero una casa, un jardín, tiempo para dedicarles a las plantas, para tocar la tierra con las manos y oler las rosas. Nunca nos detenemos a oler las rosas, Joe. Nunca».
Bueno, ella ya tenía el jardín, y las rosas. Al verla hablar sobre ello, él se percató de cómo había cambiado.
El brillo de su mirada, el calor de su piel, su vitalidad.
Una vida real, no sólo el aumento de adrenalina por haber conseguido otro logro laboral, sino verdadera satisfacción y felicidad.
Y lo que más le sorprendía de todo eso, era que él también lo deseaba.
—¿Por qué no te vas a pasar un día con Jane?
—¿Qué?
—Ya lo has oído. Yo cuidaré de las niñas.
—¿Estás seguro? —preguntó dubitativa.
—Sí, estaremos bien. ¿No confías en mí?
—Bueno, por supuesto que sí. Lo único es que no sé si sabes a lo que te estás ofreciendo.
—Al verdadero infierno, supongo, pero estoy seguro de que sobreviviremos.
_____ se lo pensó un instante y negó con la cabeza.
—No. Pero quedaré con ella para tomar un café —sugirió—. Además, también tiene un bebé y tiene que dejar y recoger a los otros en el colegio, y siempre está muy ocupada. Pero se lo preguntaré. ¿Cuándo pensabas que lo hiciera?
—Cuando tú quieras. ¿Mañana?
—La llamaré —dijo ella, y se puso en pie.
Dejó a Ava en el sofá, rodeada de cojines para que no se cayera, y aprovechó que Libby estaba dormida encima de Joe para llamar por teléfono.
—¿_____? ¿Cómo estás? ¡No me atrevía a preguntártelo!
—Bueno, bien… Mira, Joe se ha ofrecido a cuidar de las niñas para que podamos tomarnos un café. ¿Qué haces mañana?
—Nada que no pueda cancelar. Me muero por verte y porque me cuentes todo. ¿Dónde y cuándo?
—¿En The Barn? ¿A las diez y media?
—Estupendo. ¿Cuánto tiempo tendrás?
—Todo el que quiera. Me ha ofrecido el día entero, pero no quiero que una mala experiencia lo asuste de por vida.
—No, por supuesto que no. Chica lista. Muy bien, a las diez y media, y le diré a Pete que llegaré a casa sobre la una. Estará en casa, así que podrá quedarse con el bebé. ¿Te parece bien?
—Estupendo —dijo ella, y colgó con una sonrisa.
Regresó al salón y lo encontró tumbado en el suelo bocabajo, con Libby tumbada bajo su cabeza. Él le hacía pedorretas en la tripa y ella se reía.
—Ya está arreglado. He quedado con ella a las diez y media en un café. Regresaré sobre la una. ¿Te parece bien? —le preguntó ella al entrar.
—Muy bien. Nosotros estaremos estupendamente, ¿a que sí? —dijo él, sonriendo a la pequeña.
_____ no pudo evitar fijarse en su maravilloso trasero.
—¡Cuéntamelo todo! He estado muy preocupada por ti.
—No, sólo quieres que te cotillee —bromeó _____, sentándose con un café con leche y un trozo de tarta de chocolate.
—Bueno, por supuesto que sí —dijo Jane, y le robó una cucharada de tarta con la cucharilla del café—. Mmm. Riquísima.
_____ probó un trocito también.
—¿Y bien? —preguntó Jane.
—No lo sé. A veces creo que todo va bien, y otras…
Bueno, hace algunas trampas.
—¿Trampas?
—Sí. Pusimos unas normas. Dos semanas sin llamadas de teléfono, acceso a Internet, viajes a Londres ni trabajo nocturno. La mayor parte del tiempo ha estado bien. Pero trató de recuperar su teléfono. Llamó desde el mío. Supongo que para encontrarlo cuando sonara, pero yo lo tenía en silencio bajo mi almohada y lo pillé.
—Vaya.
—Sí. Y el fin de semana estuvimos buscando una casa para mí en Internet. A Joe no le hace mucha gracia que viva en casa de otro hombre, y quiere comprarme una —se encogió de hombros—. Pero no hemos encontrado ninguna que nos haya gustado por aquí. Él dice que estará en Londres, y yo quiero estar cerca de mis amigos.
Y ése es el problema, claro. No vivirá aquí. No puede, y menos trabajando tantas horas… Y yo no regresaré a Londres hasta que esté completamente segura de que él va en serio con todo esto. Se parece un poco a un régimen estricto. Se puede seguir durante unos días, pero después siempre hay algo que lo estropea.
—Como la tarta de chocolate —dijo Jane, mirándola con deseo.
_____ empujó el plato hacia ella y le dio el tenedor.
—Como la tarta de chocolate, o como una oportunidad maravillosa para comprar algo durante una crisis en el mercado financiero. Eso bastaría para que se fuera, lo sé. Y no sé si podría soportarlo. No quiero ser madre soltera, pero preferiría eso que estar cambiando de sitio continuamente.
—¿Y se lo has dicho?
—Sí, pero ¿qué puedo hacer?
Jane se encogió de hombros, tomó otro pedacito de tarta y se la devolvió.
—Mándame al cuerno si quieres, pero ¿de veras necesita trabajar? Para vivir, me refiero. ¿Para ganar dinero?
—No. Por supuesto que no. No necesitaría trabajar nunca más. Pero se volvería loco. Es un adicto a la adrenalina. No podría vivir sin el toma y daca.
—Hablando de eso… —dijo Jane con un brillo especial en la mirada—. Tienes cara de haber hecho el amor. ¿Deduzco que esa parte de la reconciliación ha ido bien?
_____ sintió que se ponía colorada.
—Eso no es asunto tuyo —le dijo a su amiga.
—Eso es un sí. ¡Me alegro!
—¿Por qué?
—¡Porque es el hombre más sexy del mundo! No me malinterpretes, adoro a Pete, pero Joe es un hombre muy sexy y sería una lástima…
—Eso es parte del problema, por supuesto. Si no estuviera estupendo y no hiciera el amor de maravilla, sería más fácil dejarlo.
—Pero no quieres dejarlo —dijo Jane—. Sólo quieres vivir con él en un sitio que no esté cerca del aeropuerto, para que no pueda marcharse. Tienes que encontrar la manera de que se quede contigo.
—¿Y cómo puedo hacer eso?
—¿Qué te parece si él trasladara su oficina aquí?
—¿Qué?
—Ya lo has oído. Mucha gente lo hace. O podría trabajar desde casa.
—Si pudiera trabajar desde casa, no estaría en Nueva York o en Tokio todo el rato.
—Ah, pero hay una gran diferencia entre querer y poder. Él puede trabajar desde casa, lo que pasa es que hasta ahora no ha querido hacerlo. Ésa es la clave. ¿Vas a comer más tarta?
—Deberías haberte pedido una porción —dijo ella, dándole el plato otra vez.
—No, estoy a dieta.
—Ya, claro. Entonces, ¿crees que debería encontrar una manera de que se quede en el país?
—Mmm. Aparte de esposarlo a la cama, que también es otra opción.
Ella se rió.
—Eres incorregible. Me encantaría verte otra vez —dijo—. Si no tuviera que mudarme enseguida. ¿Sabes que John regresa dentro de un mes y que tengo que encontrar otro sitio donde vivir?
—No —dijo Jane.
—Pues sí.
—No, no es cierto. Ha conocido a alguien. ¿No te lo ha dicho? A un chico de Chicago que tiene quince años menos que él y quiere que se mude a vivir allí para siempre. Pero está confuso.
—¿Respecto al chico?
—No. Sobre Murphy. Si no fuera por el perro, lo haría. Pero ya sabes cómo lo adora. Y a la casita también.
—Y si se queda allí, ¿qué piensa hacer con la casa?
Jane se encogió de hombros.
—Venderla, supongo. No lo sé. No he hablado con él, fue Pete quien contestó la llamada mientras yo estaba en el baño. Es todo lo que sé. Era muy tarde, probablemente por eso no te llamó. ¿Por qué no lo llamas?
—Puede —dijo ella—. Puede que lo haga. ¿Cuántas horas hay de diferencia con Chicago? ¿Seis?
—Algo así.
—Así que cuando llegue a casa, serán las siete de la mañana allí. Un poco pronto.
—Y a lo mejor quieres hablarlo con Joe.
—O no. A lo mejor prefiero presentarme con una solución concreta y ver qué dice. Es fácil hablar con él, en teoría, pero quizá consiga una respuesta más sincera si se ve obligado a tomar una decisión. Si veo que se siente acorralado, sabré que no funcionará.
«Por favor, que no sea así».
Nada. Ésa era la respuesta. No había nada que no fuera demasiado pequeño, o demasiado lejano. Nada interesante.
Y no había nada que pudiera equipararse con Rose Cottage.
—Ojalá pudiera quedarme aquí —dijo ella.
—¿No te lo vendería?
—¿Te lo quedarías?
Él sonrió.
—No depende de mí, ¿no crees? Estamos hablando de tu casa, de tu elección, de un sitio para ti y para las niñas. Y supongo que todo lo que haré yo será venir a visitarte.
A _____ se le humedecieron los ojos y miró a otro lado.
—A menos que trabaje fuera durante la semana y venga los fines de semana. No me gusta ir y venir cada día, prefiero trabajar menos días.
—¿Quieres decir seis días en lugar de siete?
—¿Podemos empezar de nuevo?
Ella se mordió el labio inferior.
—Lo siento. Es sólo… Parece que nos estamos llevando muy bien, y parece que el futuro no tiene muy buena pinta y que no hay forma de cambiarlo.
Y las niñas estaban inquietas y aburridas.
—Vamos a dar un paseo con ellas —sugirió Joe—. Podemos llevar las mochilas.
El día anterior habían comprado unas mochilas para poder salir a pasear sin tener que llevar el carrito. Así que Joe llevó a Ava y, _____, a Libby.
Se las cambiaban todo el rato, como si ninguno de los dos quisiera establecer un lazo más cercano con una de las niñas. Siempre lo habían hecho así y ni siquiera lo habían hablado.
Pasearon por la orilla del río y Murphy aprovechó para olisquearlo todo.
—¿Alguno de estos establos pertenece a la casa?—preguntó él.
—Sí, todos. Era una granja, pero vendieron casi todo el terreno y se quedaron con la casa.
Él miró a su alrededor con curiosidad. Había muchos edificios grandes que podían servirles. Si encontraran alguno en venta, podría trabajar desde casa. No sólo él, sino con uno o dos miembros del equipo, montando una especie de oficina satélite. Conocía a más de uno a quien le gustaría la idea.
—Ven a ver el jardín —dijo ella, y lo guió por una verja.
Él había estado allí con el perro, pero nunca lo había visto con detenimiento. A medida que ella se lo enseñaba, comenzó a verlo con otros ojos.
—Tengo fotos con todos los rosales en flor —dijo ella—. Es impresionante.
A Joe no le cabía ninguna duda. Y recordó lo que ella le había dicho el día que se marchó de su lado.
«Quiero una casa, un jardín, tiempo para dedicarles a las plantas, para tocar la tierra con las manos y oler las rosas. Nunca nos detenemos a oler las rosas, Joe. Nunca».
Bueno, ella ya tenía el jardín, y las rosas. Al verla hablar sobre ello, él se percató de cómo había cambiado.
El brillo de su mirada, el calor de su piel, su vitalidad.
Una vida real, no sólo el aumento de adrenalina por haber conseguido otro logro laboral, sino verdadera satisfacción y felicidad.
Y lo que más le sorprendía de todo eso, era que él también lo deseaba.
—¿Por qué no te vas a pasar un día con Jane?
—¿Qué?
—Ya lo has oído. Yo cuidaré de las niñas.
—¿Estás seguro? —preguntó dubitativa.
—Sí, estaremos bien. ¿No confías en mí?
—Bueno, por supuesto que sí. Lo único es que no sé si sabes a lo que te estás ofreciendo.
—Al verdadero infierno, supongo, pero estoy seguro de que sobreviviremos.
_____ se lo pensó un instante y negó con la cabeza.
—No. Pero quedaré con ella para tomar un café —sugirió—. Además, también tiene un bebé y tiene que dejar y recoger a los otros en el colegio, y siempre está muy ocupada. Pero se lo preguntaré. ¿Cuándo pensabas que lo hiciera?
—Cuando tú quieras. ¿Mañana?
—La llamaré —dijo ella, y se puso en pie.
Dejó a Ava en el sofá, rodeada de cojines para que no se cayera, y aprovechó que Libby estaba dormida encima de Joe para llamar por teléfono.
—¿_____? ¿Cómo estás? ¡No me atrevía a preguntártelo!
—Bueno, bien… Mira, Joe se ha ofrecido a cuidar de las niñas para que podamos tomarnos un café. ¿Qué haces mañana?
—Nada que no pueda cancelar. Me muero por verte y porque me cuentes todo. ¿Dónde y cuándo?
—¿En The Barn? ¿A las diez y media?
—Estupendo. ¿Cuánto tiempo tendrás?
—Todo el que quiera. Me ha ofrecido el día entero, pero no quiero que una mala experiencia lo asuste de por vida.
—No, por supuesto que no. Chica lista. Muy bien, a las diez y media, y le diré a Pete que llegaré a casa sobre la una. Estará en casa, así que podrá quedarse con el bebé. ¿Te parece bien?
—Estupendo —dijo ella, y colgó con una sonrisa.
Regresó al salón y lo encontró tumbado en el suelo bocabajo, con Libby tumbada bajo su cabeza. Él le hacía pedorretas en la tripa y ella se reía.
—Ya está arreglado. He quedado con ella a las diez y media en un café. Regresaré sobre la una. ¿Te parece bien? —le preguntó ella al entrar.
—Muy bien. Nosotros estaremos estupendamente, ¿a que sí? —dijo él, sonriendo a la pequeña.
_____ no pudo evitar fijarse en su maravilloso trasero.
—¡Cuéntamelo todo! He estado muy preocupada por ti.
—No, sólo quieres que te cotillee —bromeó _____, sentándose con un café con leche y un trozo de tarta de chocolate.
—Bueno, por supuesto que sí —dijo Jane, y le robó una cucharada de tarta con la cucharilla del café—. Mmm. Riquísima.
_____ probó un trocito también.
—¿Y bien? —preguntó Jane.
—No lo sé. A veces creo que todo va bien, y otras…
Bueno, hace algunas trampas.
—¿Trampas?
—Sí. Pusimos unas normas. Dos semanas sin llamadas de teléfono, acceso a Internet, viajes a Londres ni trabajo nocturno. La mayor parte del tiempo ha estado bien. Pero trató de recuperar su teléfono. Llamó desde el mío. Supongo que para encontrarlo cuando sonara, pero yo lo tenía en silencio bajo mi almohada y lo pillé.
—Vaya.
—Sí. Y el fin de semana estuvimos buscando una casa para mí en Internet. A Joe no le hace mucha gracia que viva en casa de otro hombre, y quiere comprarme una —se encogió de hombros—. Pero no hemos encontrado ninguna que nos haya gustado por aquí. Él dice que estará en Londres, y yo quiero estar cerca de mis amigos.
Y ése es el problema, claro. No vivirá aquí. No puede, y menos trabajando tantas horas… Y yo no regresaré a Londres hasta que esté completamente segura de que él va en serio con todo esto. Se parece un poco a un régimen estricto. Se puede seguir durante unos días, pero después siempre hay algo que lo estropea.
—Como la tarta de chocolate —dijo Jane, mirándola con deseo.
_____ empujó el plato hacia ella y le dio el tenedor.
—Como la tarta de chocolate, o como una oportunidad maravillosa para comprar algo durante una crisis en el mercado financiero. Eso bastaría para que se fuera, lo sé. Y no sé si podría soportarlo. No quiero ser madre soltera, pero preferiría eso que estar cambiando de sitio continuamente.
—¿Y se lo has dicho?
—Sí, pero ¿qué puedo hacer?
Jane se encogió de hombros, tomó otro pedacito de tarta y se la devolvió.
—Mándame al cuerno si quieres, pero ¿de veras necesita trabajar? Para vivir, me refiero. ¿Para ganar dinero?
—No. Por supuesto que no. No necesitaría trabajar nunca más. Pero se volvería loco. Es un adicto a la adrenalina. No podría vivir sin el toma y daca.
—Hablando de eso… —dijo Jane con un brillo especial en la mirada—. Tienes cara de haber hecho el amor. ¿Deduzco que esa parte de la reconciliación ha ido bien?
_____ sintió que se ponía colorada.
—Eso no es asunto tuyo —le dijo a su amiga.
—Eso es un sí. ¡Me alegro!
—¿Por qué?
—¡Porque es el hombre más sexy del mundo! No me malinterpretes, adoro a Pete, pero Joe es un hombre muy sexy y sería una lástima…
—Eso es parte del problema, por supuesto. Si no estuviera estupendo y no hiciera el amor de maravilla, sería más fácil dejarlo.
—Pero no quieres dejarlo —dijo Jane—. Sólo quieres vivir con él en un sitio que no esté cerca del aeropuerto, para que no pueda marcharse. Tienes que encontrar la manera de que se quede contigo.
—¿Y cómo puedo hacer eso?
—¿Qué te parece si él trasladara su oficina aquí?
—¿Qué?
—Ya lo has oído. Mucha gente lo hace. O podría trabajar desde casa.
—Si pudiera trabajar desde casa, no estaría en Nueva York o en Tokio todo el rato.
—Ah, pero hay una gran diferencia entre querer y poder. Él puede trabajar desde casa, lo que pasa es que hasta ahora no ha querido hacerlo. Ésa es la clave. ¿Vas a comer más tarta?
—Deberías haberte pedido una porción —dijo ella, dándole el plato otra vez.
—No, estoy a dieta.
—Ya, claro. Entonces, ¿crees que debería encontrar una manera de que se quede en el país?
—Mmm. Aparte de esposarlo a la cama, que también es otra opción.
Ella se rió.
—Eres incorregible. Me encantaría verte otra vez —dijo—. Si no tuviera que mudarme enseguida. ¿Sabes que John regresa dentro de un mes y que tengo que encontrar otro sitio donde vivir?
—No —dijo Jane.
—Pues sí.
—No, no es cierto. Ha conocido a alguien. ¿No te lo ha dicho? A un chico de Chicago que tiene quince años menos que él y quiere que se mude a vivir allí para siempre. Pero está confuso.
—¿Respecto al chico?
—No. Sobre Murphy. Si no fuera por el perro, lo haría. Pero ya sabes cómo lo adora. Y a la casita también.
—Y si se queda allí, ¿qué piensa hacer con la casa?
Jane se encogió de hombros.
—Venderla, supongo. No lo sé. No he hablado con él, fue Pete quien contestó la llamada mientras yo estaba en el baño. Es todo lo que sé. Era muy tarde, probablemente por eso no te llamó. ¿Por qué no lo llamas?
—Puede —dijo ella—. Puede que lo haga. ¿Cuántas horas hay de diferencia con Chicago? ¿Seis?
—Algo así.
—Así que cuando llegue a casa, serán las siete de la mañana allí. Un poco pronto.
—Y a lo mejor quieres hablarlo con Joe.
—O no. A lo mejor prefiero presentarme con una solución concreta y ver qué dice. Es fácil hablar con él, en teoría, pero quizá consiga una respuesta más sincera si se ve obligado a tomar una decisión. Si veo que se siente acorralado, sabré que no funcionará.
«Por favor, que no sea así».
-Lizz-
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Awooooo siguelaaaaa....
Espero que solucionen todo!
Siguela de verdad amo est nove!
Att: tu fiel lectora!
Espero que solucionen todo!
Siguela de verdad amo est nove!
Att: tu fiel lectora!
Yhosdaly
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
POR DIOS !
no te pido que la sigas , por que es tarde y mañana tengo colegio!
pero sino , no te salvas eh!
:P
no te pido que la sigas , por que es tarde y mañana tengo colegio!
pero sino , no te salvas eh!
:P
fernanda
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
awww me encanto
Mori con lo de un trasero maravilloso ya me imagino
Yo quiero que sean felices y por fin esten juntos
Y la nove ya se va a acabar que tristeza :(
Siguela pronto
Mori con lo de un trasero maravilloso ya me imagino
Yo quiero que sean felices y por fin esten juntos
Y la nove ya se va a acabar que tristeza :(
Siguela pronto
aranzhitha
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