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''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
jajajajajajaj josé esta loco!! SEGILA!!
Invitado
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Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
CAPÍTULO 7. |Parte Dos.|
—En la tienda a lo mejor no —convino él—. Pero más tarde.
—Está bien. Olvida la ropa interior.
Él hizo una mueca y se rió.
—¿Qué más necesitas?
—Pantalones, tops… No tardaré mucho.
—No soy tan ingenuo. ¿Por qué no me llevo a las niñas y te dejo sola una hora o así? Puedes llamarme cuando termines y vendré a pagar.
—¡No tienes que pagar! —protestó ella.
—_____*, eres mi esposa. Y estaré encantado de pagar tu ropa. Acabo de pagar cientos de miles de libras por pasar tiempo contigo. No creo que un top o un par de pantalones vayan a marcar mucha diferencia.
Oh, cielos. _____ había pensado que el trato con Yashimoto había sido un poco precipitado y empezaba a darse cuenta de lo mucho que él había invertido en su relación.
—Lo siento. No era mi intención que hicieras eso.
—_____*, está bien. Estoy contento. Fue una buena decisión. Y estamos hablando de un recorte de beneficios, más que de un déficit, así que olvídalo. Y ahora, ¿mi teléfono, por favor?
—Ah, sí —ella metió la mano en el bolso y sacó su teléfono.
De pronto, se preguntó si Joe había sugerido aquello para conseguir que le diera el teléfono.
—No. Confía en mí.
¿Lo había dicho en voz alta?
—Lo siento. De acuerdo, seré todo lo rápida que pueda. No las dejes solas.
Él la miró y se volvió, desapareciendo entre la multitud y dejándola sola, sintiéndose vacía y desorientada.
«Vamos, _____», se dijo. «Organización. Primero, la ropa interior, después un top y luego los pantalones».
Entró en un establecimiento y comenzó a comprar.
—¿Cuánto tiempo puede tardar, niñas? —preguntó él, agachado delante de sus hijas y tratando de entretenerlas—. Dijo que no tardaría mucho.
Sonrió y Ava estiró la mano.
—Pa-pa —dijo ella, y él sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
—Oh, niña lista.
Entonces, la pequeña dijo:
—Mamá —y él se dio cuenta de que sólo estaba balbuceando.
«Tonto». Claro que sólo estaba balbuceando. Se puso en pie y miró a su alrededor. ¿Qué podía hacer para entretenerlas? Vio una librería y entró con ellas, dispuesto a comprar libros que pudieran chupar, morder y tirar por el suelo, pero entonces, vio los libros de cocina.
Libros para idiotas. Libros para gente que nunca había usado una espumadera. Gente como él.
Quería cocinar para _____. Encontraría un libro fácil, buscaría una receta y, de camino a casa, pararían en el supermercado. Así podría cocinar para ella.
Pescado. A ella le encantaba el pescado. ¿Atún fresco? Echó un vistazo a los libros, encontró uno que parecía prometedor, buscó una receta de atún y vio que no se tardaba nada en prepararlo. Vuelta y vuelta en la plancha y ya estaba. Podía servirlo con ensalada y patatas.
Compró el libro, colgó la bolsa detrás del carrito y sacó su teléfono.
_____ estaba comunicando. Maldita fuera. Bueno, le daría un minuto. A lo mejor estaba tratando de llamarlo.
Estaba a punto de meter el teléfono en el bolsillo cuando empezó a sonar. Contestó inmediatamente.
—¡Estabas hablando! —dijo ella, en tono acusador.
Él suspiró.
—Tú también. Intentaba llamarte. Las niñas empiezan a estar inquietas.
—Oh, lo siento. Ya he terminado.
_____ le explicó dónde estaba y Joe miró el plano del centro comercial para ir a buscarla. De camino, pensó en que quizá _____ tuviera alguna justificación para pensar que había usado el teléfono para asuntos de trabajo, porque sí había llamado a Andrea Pero sólo a ella, y había hablado menos de tres minutos.
Así que no podía negárselo, porque _____ tenía razón. Él la había engañado, y su esposa hacía bien en no confiar en él.
La encontró junto a una caja, con un montón de ropa en la mano. Esperándolo.
—Lo siento —dijo ella.
Joe se sintió un poco culpable.
—No te preocupes —contestó—. Bueno, ¿y qué te has comprado?
_____ no sabía qué ponerse.
De camino a casa, Joe había pasado por el supermercado y había comprado algunas cosas mientras ella y las niñas lo esperaban en el coche.
—¿Qué es eso? —preguntó ella.
Él sonrió.
—La cena. Voy a cocinar para ti.
—¿De veras?
—No te preocupes, no lleva ajo —prometió.
Ella soltó una carcajada.
—Lo siento. ¿Qué vamos a cenar?
—¡Ajá! Yo cocinaré. Lo único que tienes que hacer es ponerte guapa y dejar que te atienda.
Así que allí estaba, desnuda en su habitación, después de ducharse y de ponerse un poco de maquillaje.
Había oído que Joe había encendido la chimenea en el salón, y cuando bajó para buscar algo para las niñas, se dio cuenta de que había puesto la mesa de la cocina.
Así que no pasaría frío si se ponía uno de los tops que había comprado.
¿El de encaje que llevaba una camisola debajo? ¿O el de seda con bordados?
Se decidió por el de encaje y eligió la ropa interior a juego. Sólo se había comprado un par de pantalones, pero le quedaban tan bien que estaba encantada con ellos. Se los puso, se miró en el espejo y pestañeó.
Estaba muy diferente. Su aspecto era femenino y elegante. Se miró por última vez, se puso los zapatos de tacón y bajó al piso inferior.
Él estaba sentado a la mesa, hojeando una revista.
Al verla, se quedó boquiabierto.
—¡Vaya! —dijo él. Se puso en pie y se acercó a _____, sin dejar de mirarla—. Date la vuelta —le pidió.
Ella giró y se detuvo de nuevo frente a Joe, mirándolo a los ojos. Esos ardientes ojos azules.
—¿Voy bien? —preguntó.
Él esbozó una sonrisa.
—Oh, creo que sí —contestó él, con una voz un poco áspera, igual que cuando estaba excitado.
Sus palabras alcanzaron a _____ como una bola de fuego, afectando todo su cuerpo. Él permaneció mirándola unos segundos y después dio un paso atrás, sonrió, y sacó una silla para ella.
—¿Quiere sentarse, señora?
—Gracias.
Ella sonrió, y se rió al ver que él colocaba una servilleta sobre su regazo con una floritura. Después, se acercó a los fogones y puso la plancha a calentar. Esperó a que saliera humo y colocó dos filetes sobre ella.
_____ olisqueó el aire. ¿Atún? Sintió que le rugía el estómago y buscó los platos. Ah. Joe estaba sacándolos del horno, junto con un cuenco con patatas. Después puso un poco de mantequilla y un poco de cebolleta cortada sobre ellas. Sacó el filete y lo colocó a un lado del plato. Se acercó a la mesa y dejó el plato frente a ella con otra floritura.
—¿Ensalada, señora?
—Gracias. Murphy, a tu cama, esto no es para ti.
Joe, siéntate.
—No estoy seguro de que esas palabras no me rebajen a la misma categoría que al perro —dijo él con ironía.
Ella se rió.
—Por supuesto que no. Buen chico.
Joe se sentó frente a ella. Al momento se puso en pie otra vez, encendió la vela que había en el centro de la mesa y bajó la intensidad de la luz.
—Mejor —dijo él, y le dio las patatas—. No llevan ajo.
—¿Y chile?
—Un poco, chile dulce y lima marinada. No debería estar picante.
No estaba picante. Estaba delicioso y perfectamente cocinado. Cenaron con un vino rosado y tomaron un postre de chocolate en tarrina individual, decorado con fresas frescas y servidas con un Cabernet que era el complemento perfecto.
—Joe, ha sido fabuloso —dijo ella, empujando el plato con una sonrisa.
Para su sorpresa, él se sonrojó y le dedicó una sonrisa.
—Gracias. Sólo he seguido las instrucciones.
—No, has hecho mucho más que eso. Te has tomado la molestia de hacerlo bien, y ha sido maravilloso. Gracias.
—Ha sido un placer ¿Te parece bien si tomamos el café en el salón?
—Sería estupendo.
—Entonces, ve a sentarte.
—¿Y qué hacemos con este lío?
—¿Qué? No pasa nada. Vamos, fuera de aquí. Cargaré el lavavajillas mientras hierve el agua, si así te quedas contenta. Ahora, ¡fuera!
Ella obedeció y se fue al salón con Murphy. Echó otro tronco en el fuego y se sentó a esperarlo en el sofá.
Murphy estaba olisqueando algo que había sobre la mesa, y ella lo empujó con el pie y se acercó a ver qué era lo que estaba investigando.
¿Trufas? Ella tomó una para pasar el rato. Después llegó Joe con una bandeja y le dio a Murphy una galleta para que se la comiera junto al fuego.
—Pensé que así se mantendría alejado del chocolate.
—Lo hará. Pero sólo mientras se la esté comiendo.
—Bueno, tendremos que terminárnoslo primero —dijo él. Se sentó a su lado y le dio la taza de café—. Toma…
Abre la boca.
Le puso una trufa sobre la lengua.
—Mmm. Son deliciosas —dijo ella, mientras se la comía y se reía a la vez.
Él colocó el brazo sobre el respaldo del sofá, justo detrás de ella, y sonrió.
—Oh, cariño. ¿Te has bebido las dos copas de vino? —bromeó él.
—No, no —contestó ella, recuperando la compostura—. Atrevido.
—Pues una. ¿Qué te ha parecido?
—Estupendo. Está muy rico. Seguro que no estaba en las ofertas.
Él se rió.
—No exactamente. Pero merecía la pena —le acarició la mejilla—. ¿Sabes?, esta mañana pensé que estabas guapísima, pero ahora…
Le acarició el cuello, y deslizó el dedo por el escote.
—Joe.
Él retiró la mano y se enderezó, sentándose en su lado del sofá y agarrando la taza de café.
_____ se inclinó hacia delante y agarró otra trufa.
Él dijo:
—Es mi turno —y abrió la boca. Lo justo para que cuando ella dejara el chocolate en su boca, sus labios le rozaran los dedos y él aprovechara para besarla.
Ella se fijó en sus ojos, ardientes y peligrosos, y sintió que el deseo invadía su cuerpo.
Él le agarró la mano, retirándola de sus labios y colocándola sobre su corazón. _____ podía sentir su latido bajo la palma, y la tensión de los músculos de su torso.
Lo deseaba.
Allí mismo. Esa noche.
—¿Joe? —susurró.
Joe estaba mirándole la boca, le brillaban los ojos y ella podía notar su pulso en la base del cuello. Levantó la vista y la miró fijamente.
—Llévame a la cama.
-Lizz-
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
OH por fin va a pasar algo mas entre esos dos y joe tan tierno que hasta cocino para la rayis :arre:
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
lorenitajonas
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
CAPÍTULO 08
—¿Estás segura?
—Sí.
Joe respiró hondo, la miró con los ojos entornados, se puso en pie y le tendió la mano para levantarla. Ambos se miraron a poca distancia, pero sin tocarse.
—No tienes que hacerlo.
—Lo sé.
Joe cerró los ojos y dijo algo que ella no pudo oír, después se volvió.
—Tenemos que recoger esto y sacar al perro.
—Yo lo haré.
—No. Lo haremos los dos. Tardaremos menos —lo colocó todo en la bandeja y la llevó a la cocina. Murphy iba tras él, así que le abrió la puerta para que saliera mientras guardaba la leche en la nevera.
Joe entró de nuevo con el perro, agarró las trufas y miró a _____ a los ojos.
—Éstas me las llevo —le dijo.
Fue como si la trasladara a otra época y a otro lugar, cuando él llevaba bombones a la cama y se los daba, uno a uno, mientras hacían el amor.
Todavía recordaba su sabor.
—No me mires así o perderé el control —dijo él con una sonrisa.
_____ se volvió y salió de la cocina, apagando la luz y esperando que él la siguiera.
Oyó que se despedía del perro, que cerraba la puerta y que se acercaba a ella por detrás.
—¿En tu habitación o en la mía?
—En la mía. Está más lejos de la de las niñas.
Sólo un poco, pero _____ no estaba segura de poder controlarse cuando él le hiciera el amor.
Ella encendió la luz, pero Joe llevó una vela y la puso sobre la cómoda, junto a las trufas. La encendió y apagó la luz. Ella lo agradeció, porque de pronto se le ocurrió que no la había visto desnuda desde que habían nacido las niñas, y entre los estragos de la lactancia, la cicatriz de la cesárea y que había ganado peso, quizá necesitara acostumbrarse a la nueva _____.
Pero al parecer, Joe no tenía prisa por quitarle la ropa. Le acarició el cabello y la besó en los labios con delicadeza, moviendo la cabeza de un lado a otro, haciendo que el deseo se apoderara de ella.
«Joe, bésame», suplicó en silencio, y como si la hubiera oído, él le sujetó el rostro con las manos y le acarició los labios con la lengua para que los separara.
Ella reaccionó como era de esperar, separó los labios permitiendo que él introdujera la lengua y explorara el interior de su boca, volviéndola loca.
—_____*, te deseo —susurró él.
—Yo también… Por favor, Joe. Ahora.
Y sin más dilaciones, él se quitó la ropa. Todo menos los calzoncillos. Y esa prenda no ocultaba su potente erección. Al verla, a _____ se le secó la boca. Había pasado mucho tiempo. Estaba temblando, sentía tanto deseo que apenas podía moverse, pero no lo necesitaba. Él estaba allí, acariciándola y quitándole la ropa a la vez. Primero el top, y después el sujetador.
Al verlo, cerró los ojos un instante y murmuró:
—Menos mal que no me enseñaste esto en la tienda.
Ella soltó una risita.
—Hay más —le dijo.
Él gimió y le bajó los pantalones.
Le acarició el vientre con la palma de la mano y, con un dedo, estiró del elástico de sus braguitas.
—¿Qué es esto? —preguntó él.
—Pensé que te gustarían.
—Vas a matarme —susurró Joe, y la abrazó, de forma que sus cuerpos entraron en contacto por primera vez.
Ambos suspiraron y se acomodaron, hasta que él levantó la cabeza y la miró a los ojos.
—_____*… Tengo que hacerte el amor ahora mismo, o me moriré. Lo prometo. Te deseo con locura.
Sus ojos eran como el fuego y su pecho se movía con cada respiración. La luz de la vela iluminaba sus músculos y volvía su piel de color dorado, mientras él la tomaba en brazos y la tumbaba sobre la cama.
Se acostó a su lado, sin dejar de mirarla a los ojos.
Después, la acarició por todo el cuerpo y siguió el recorrido de sus manos con la mirada. El borde del sujetador, la línea de su escote, los senos… Y jugueteó con sus pezones hasta que ella estuvo a punto de gritar de placer.
—Quiero probarte —murmuró él—. Todos los días veo cómo maman las niñas y…
Ella también lo deseaba. Se desabrochó el sujetador y permitió que él introdujera uno de los pechos en su boca.
La leche empezó a fluir por el pezón y él la probó con la lengua. Después, cerró los labios sobre su seno y succionó con fuerza.
Ella gimió y permitió que el deseo la invadiera por dentro. Él levantó la cabeza. Se miraron fijamente durante un instante y, después, Joe le retiró la ropa interior con desesperación, antes de quitarse la suya y colocarse sobre ella para separarle las piernas.
—____* —susurró.
Y entonces, la penetró. Ella sintió como si una tormenta se formara en su interior. La sensación era desbordante y provocó que alcanzara el clímax con rapidez.
Él atrapó sus gemidos con la boca y los mezcló con el grito de placer que salió de su pecho. Después, la colocó de lado y la abrazó. Sus cuerpos seguían unidos y sus corazones latían con fuerza. Cuando, por fin, ella abrió los ojos, él la estaba mirando maravillado, y con las pestañas llenas de lágrimas.
—Te quiero —le susurró al oído, y la abrazó con más fuerza, acariciándole la espalda despacio, una y otra vez, hasta que se quedó dormida.
La había echado mucho de menos.
Nunca se lo había dicho, no le había contado el infierno que había pasado en el último año. Bueno, le había contado algunas cosas, pero nada parecido a lo que escondía en su corazón.
Pero ella había regresado, y él se aseguraría de no volver a fallarle.
Se le estaba durmiendo el brazo, pero no quería molestarla. Disfrutaba teniéndola entre sus brazos, y no estaba seguro de cómo se comportaría ella cuando se despertara.
¿Distante? ¿Arrepentida?
Esperaba que no fuera así.
Entonces, ella se movió, abrió los ojos y sonrió.
—Hola.
—Hola —contestó él, y la besó en los labios—. ¿Estás bien?
—Mmm. ¿Y tú?
—Sí, estoy muy bien.
—Se me ha dormido la pierna.
—Y a mí se me va a caer el brazo.
—Te dolerá.
—Ajá.
Ella sonrió.
—Una, dos y tres…
Él se movió y se quejó un poco, después, se rió y la atrajo de nuevo hacia sí. Permanecieron tumbados, con los dedos entrelazados y las cabezas apoyadas en la misma almohada.
—¿Mejor?
—Mmm. ¿Joe?
—¿Sí?
—Te quiero.
—Oh, _____* —él se acercó más a ella y la besó—. Yo también te quiero.
—Bien —murmuró ella.
Segundos más tarde, había vuelto a quedarse dormida.
Él sonrió. Bromearía sobre aquello al día siguiente.
Se acurrucó contra ella y se durmió.
Las niñas la despertaron. ____* abrió los ojos y pestañeó.
Era de día y oía que la voz de Joe provenía de la habitación de las pequeñas. Salió de la cama y se puso la bata.
—Hola, amorcitos míos —dijo nada más entrar en la habitación.
—¿Yo estoy incluido en eso? —preguntó Joe, vestido únicamente con la ropa interior.
Ella se rió.
—Puede ser. ¿Cuánto tiempo llevan despiertas?
—Unos minutos. Les he cambiado el pañal y les he dado un biberón de zumo, pero creo que quieren que su mamá les dé algo más sustancioso.
—Estoy segura. Vamos, pequeñas. ¿Queréis ir abajo a decirle hola a Murphy?
Sacó a Ava de la cuna y se la entregó a Joe. Después tomó a Libby en brazos y la besó.
—Hola, pillastre. ¿Vas a portarte bien hoy?
—Probablemente no, si es como su hermana —dijo él, y la llevó al piso inferior—. Esta mañana voy a poner la valla para la escalera.
—Por favor. No me gustaría que pasara nada. ¡Hola, Murphy! ¿Cómo estás? ¿Has encontrado algo de comer?
—Estoy seguro de que lo ha intentado —dijo Joe—. ¿A que sí, bribón?
Murphy movió el rabo y ella se rió.
—Es un pelota, ¿verdad que sí? A ver, Libby, ve con papá.
—Papá —dijo la niña, y ambos se quedaron paralizados.
—¿Estoy soñando? —preguntó _____.
Él se rió y se encogió de hombros.
—Entonces yo también. Ayer tuve la sensación de que Ava decía «papá», pero luego decidí que estaba balbuceando.
—¡Papá! —dijo Ava desde el parque, agarrándose al borde y sonriendo a Joe.
_____ sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Saben decir «papá» —susurró ella, y se llevó la mano a la boca.
Él tragó saliva y sonrió.
—Bueno, chicas. ¿Quién os ha enseñado eso? —dijo él, y puso la pava al fuego.
Habían desayunado, se habían duchado y se habían vestido. Joe intentaba no pensar en que no podía llevarse a _____ a la cama otra vez. A menos que las niñas se echaran la siesta por la tarde, claro.
—¿Quieres que busquemos casa? —sugirió él.
—Claro. Si traigo el ordenador, podemos hacerlo aquí. Tenemos wi-fi —se marchó un instante y regresó con un ordenador portátil—. Muévete —le dijo a Joe, y se sentó en el sofá junto a él.
Introdujo la contraseña y él se enfadó consigo mismo por haberla memorizado sin pensarlo. Diablos, ella tenía motivos para no confiar en él.
—Muy bien. Ya estoy dentro de la página de una de las mejores inmobiliarias. ¿Qué estamos buscando, y por cuánto? —preguntó ____-.
—Yo no pondría un tope. Empieza por la más cara y ve bajando.
—¿De veras?
—Bueno, sí. ¿Por qué no? ¿Quieres vivir en un sitio horrible?
—¡No! ¡Quiero vivir en un sitio normal! —contestó ella.
Joe suspiró.
—Pues pon una zona que te guste y veamos lo que hay.
Nada. Ésa era la respuesta. No había nada que no fuera demasiado pequeño, o demasiado lejano. Nada interesante.
—¿Estás segura?
—Sí.
Joe respiró hondo, la miró con los ojos entornados, se puso en pie y le tendió la mano para levantarla. Ambos se miraron a poca distancia, pero sin tocarse.
—No tienes que hacerlo.
—Lo sé.
Joe cerró los ojos y dijo algo que ella no pudo oír, después se volvió.
—Tenemos que recoger esto y sacar al perro.
—Yo lo haré.
—No. Lo haremos los dos. Tardaremos menos —lo colocó todo en la bandeja y la llevó a la cocina. Murphy iba tras él, así que le abrió la puerta para que saliera mientras guardaba la leche en la nevera.
Joe entró de nuevo con el perro, agarró las trufas y miró a _____ a los ojos.
—Éstas me las llevo —le dijo.
Fue como si la trasladara a otra época y a otro lugar, cuando él llevaba bombones a la cama y se los daba, uno a uno, mientras hacían el amor.
Todavía recordaba su sabor.
—No me mires así o perderé el control —dijo él con una sonrisa.
_____ se volvió y salió de la cocina, apagando la luz y esperando que él la siguiera.
Oyó que se despedía del perro, que cerraba la puerta y que se acercaba a ella por detrás.
—¿En tu habitación o en la mía?
—En la mía. Está más lejos de la de las niñas.
Sólo un poco, pero _____ no estaba segura de poder controlarse cuando él le hiciera el amor.
Ella encendió la luz, pero Joe llevó una vela y la puso sobre la cómoda, junto a las trufas. La encendió y apagó la luz. Ella lo agradeció, porque de pronto se le ocurrió que no la había visto desnuda desde que habían nacido las niñas, y entre los estragos de la lactancia, la cicatriz de la cesárea y que había ganado peso, quizá necesitara acostumbrarse a la nueva _____.
Pero al parecer, Joe no tenía prisa por quitarle la ropa. Le acarició el cabello y la besó en los labios con delicadeza, moviendo la cabeza de un lado a otro, haciendo que el deseo se apoderara de ella.
«Joe, bésame», suplicó en silencio, y como si la hubiera oído, él le sujetó el rostro con las manos y le acarició los labios con la lengua para que los separara.
Ella reaccionó como era de esperar, separó los labios permitiendo que él introdujera la lengua y explorara el interior de su boca, volviéndola loca.
—_____*, te deseo —susurró él.
—Yo también… Por favor, Joe. Ahora.
Y sin más dilaciones, él se quitó la ropa. Todo menos los calzoncillos. Y esa prenda no ocultaba su potente erección. Al verla, a _____ se le secó la boca. Había pasado mucho tiempo. Estaba temblando, sentía tanto deseo que apenas podía moverse, pero no lo necesitaba. Él estaba allí, acariciándola y quitándole la ropa a la vez. Primero el top, y después el sujetador.
Al verlo, cerró los ojos un instante y murmuró:
—Menos mal que no me enseñaste esto en la tienda.
Ella soltó una risita.
—Hay más —le dijo.
Él gimió y le bajó los pantalones.
Le acarició el vientre con la palma de la mano y, con un dedo, estiró del elástico de sus braguitas.
—¿Qué es esto? —preguntó él.
—Pensé que te gustarían.
—Vas a matarme —susurró Joe, y la abrazó, de forma que sus cuerpos entraron en contacto por primera vez.
Ambos suspiraron y se acomodaron, hasta que él levantó la cabeza y la miró a los ojos.
—_____*… Tengo que hacerte el amor ahora mismo, o me moriré. Lo prometo. Te deseo con locura.
Sus ojos eran como el fuego y su pecho se movía con cada respiración. La luz de la vela iluminaba sus músculos y volvía su piel de color dorado, mientras él la tomaba en brazos y la tumbaba sobre la cama.
Se acostó a su lado, sin dejar de mirarla a los ojos.
Después, la acarició por todo el cuerpo y siguió el recorrido de sus manos con la mirada. El borde del sujetador, la línea de su escote, los senos… Y jugueteó con sus pezones hasta que ella estuvo a punto de gritar de placer.
—Quiero probarte —murmuró él—. Todos los días veo cómo maman las niñas y…
Ella también lo deseaba. Se desabrochó el sujetador y permitió que él introdujera uno de los pechos en su boca.
La leche empezó a fluir por el pezón y él la probó con la lengua. Después, cerró los labios sobre su seno y succionó con fuerza.
Ella gimió y permitió que el deseo la invadiera por dentro. Él levantó la cabeza. Se miraron fijamente durante un instante y, después, Joe le retiró la ropa interior con desesperación, antes de quitarse la suya y colocarse sobre ella para separarle las piernas.
—____* —susurró.
Y entonces, la penetró. Ella sintió como si una tormenta se formara en su interior. La sensación era desbordante y provocó que alcanzara el clímax con rapidez.
Él atrapó sus gemidos con la boca y los mezcló con el grito de placer que salió de su pecho. Después, la colocó de lado y la abrazó. Sus cuerpos seguían unidos y sus corazones latían con fuerza. Cuando, por fin, ella abrió los ojos, él la estaba mirando maravillado, y con las pestañas llenas de lágrimas.
—Te quiero —le susurró al oído, y la abrazó con más fuerza, acariciándole la espalda despacio, una y otra vez, hasta que se quedó dormida.
La había echado mucho de menos.
Nunca se lo había dicho, no le había contado el infierno que había pasado en el último año. Bueno, le había contado algunas cosas, pero nada parecido a lo que escondía en su corazón.
Pero ella había regresado, y él se aseguraría de no volver a fallarle.
Se le estaba durmiendo el brazo, pero no quería molestarla. Disfrutaba teniéndola entre sus brazos, y no estaba seguro de cómo se comportaría ella cuando se despertara.
¿Distante? ¿Arrepentida?
Esperaba que no fuera así.
Entonces, ella se movió, abrió los ojos y sonrió.
—Hola.
—Hola —contestó él, y la besó en los labios—. ¿Estás bien?
—Mmm. ¿Y tú?
—Sí, estoy muy bien.
—Se me ha dormido la pierna.
—Y a mí se me va a caer el brazo.
—Te dolerá.
—Ajá.
Ella sonrió.
—Una, dos y tres…
Él se movió y se quejó un poco, después, se rió y la atrajo de nuevo hacia sí. Permanecieron tumbados, con los dedos entrelazados y las cabezas apoyadas en la misma almohada.
—¿Mejor?
—Mmm. ¿Joe?
—¿Sí?
—Te quiero.
—Oh, _____* —él se acercó más a ella y la besó—. Yo también te quiero.
—Bien —murmuró ella.
Segundos más tarde, había vuelto a quedarse dormida.
Él sonrió. Bromearía sobre aquello al día siguiente.
Se acurrucó contra ella y se durmió.
Las niñas la despertaron. ____* abrió los ojos y pestañeó.
Era de día y oía que la voz de Joe provenía de la habitación de las pequeñas. Salió de la cama y se puso la bata.
—Hola, amorcitos míos —dijo nada más entrar en la habitación.
—¿Yo estoy incluido en eso? —preguntó Joe, vestido únicamente con la ropa interior.
Ella se rió.
—Puede ser. ¿Cuánto tiempo llevan despiertas?
—Unos minutos. Les he cambiado el pañal y les he dado un biberón de zumo, pero creo que quieren que su mamá les dé algo más sustancioso.
—Estoy segura. Vamos, pequeñas. ¿Queréis ir abajo a decirle hola a Murphy?
Sacó a Ava de la cuna y se la entregó a Joe. Después tomó a Libby en brazos y la besó.
—Hola, pillastre. ¿Vas a portarte bien hoy?
—Probablemente no, si es como su hermana —dijo él, y la llevó al piso inferior—. Esta mañana voy a poner la valla para la escalera.
—Por favor. No me gustaría que pasara nada. ¡Hola, Murphy! ¿Cómo estás? ¿Has encontrado algo de comer?
—Estoy seguro de que lo ha intentado —dijo Joe—. ¿A que sí, bribón?
Murphy movió el rabo y ella se rió.
—Es un pelota, ¿verdad que sí? A ver, Libby, ve con papá.
—Papá —dijo la niña, y ambos se quedaron paralizados.
—¿Estoy soñando? —preguntó _____.
Él se rió y se encogió de hombros.
—Entonces yo también. Ayer tuve la sensación de que Ava decía «papá», pero luego decidí que estaba balbuceando.
—¡Papá! —dijo Ava desde el parque, agarrándose al borde y sonriendo a Joe.
_____ sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Saben decir «papá» —susurró ella, y se llevó la mano a la boca.
Él tragó saliva y sonrió.
—Bueno, chicas. ¿Quién os ha enseñado eso? —dijo él, y puso la pava al fuego.
Habían desayunado, se habían duchado y se habían vestido. Joe intentaba no pensar en que no podía llevarse a _____ a la cama otra vez. A menos que las niñas se echaran la siesta por la tarde, claro.
—¿Quieres que busquemos casa? —sugirió él.
—Claro. Si traigo el ordenador, podemos hacerlo aquí. Tenemos wi-fi —se marchó un instante y regresó con un ordenador portátil—. Muévete —le dijo a Joe, y se sentó en el sofá junto a él.
Introdujo la contraseña y él se enfadó consigo mismo por haberla memorizado sin pensarlo. Diablos, ella tenía motivos para no confiar en él.
—Muy bien. Ya estoy dentro de la página de una de las mejores inmobiliarias. ¿Qué estamos buscando, y por cuánto? —preguntó ____-.
—Yo no pondría un tope. Empieza por la más cara y ve bajando.
—¿De veras?
—Bueno, sí. ¿Por qué no? ¿Quieres vivir en un sitio horrible?
—¡No! ¡Quiero vivir en un sitio normal! —contestó ella.
Joe suspiró.
—Pues pon una zona que te guste y veamos lo que hay.
Nada. Ésa era la respuesta. No había nada que no fuera demasiado pequeño, o demasiado lejano. Nada interesante.
-Lizz-
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
awwww Joe que amor eres :arre: en serio es tan lindo y por fin va a pasar algo entre ellos son tan lindos
Vamos siguela no seas mala :(
Vamos siguela no seas mala :(
aranzhitha
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
awwww Joe que amor eres :arre: en serio es tan lindo y por fin va a pasar algo entre ellos son tan lindos
Vamos siguela no seas mala :(
Vamos siguela no seas mala :(
aranzhitha
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! :cheers:
TIENES QUE SEGUIRLA POR FAVOR! :x
TIENES QUE SEGUIRLA POR FAVOR! :x
fernanda
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
HASTA QUE AL FIN LO HICIERON UUU
HEH JOE SABIAS QUE LA LECHE MATERNA ES MUY SALUDABLE??
HEH JOE SABIAS QUE LA LECHE MATERNA ES MUY SALUDABLE??
berenice_89
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