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''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Muero x q la rayis y jeo vuelvan a ser pareja!!
Siguelaaa de verdad q me encanta tu noveee!!
Siguelaaa plsss
RogaditO
Att: tu fiel lectora!
Siguelaaa de verdad q me encanta tu noveee!!
Siguelaaa plsss
RogaditO
Att: tu fiel lectora!
Yhosdaly
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
CAPITULO 5 |Parte Dos|
—Podemos buscar en Internet —dijo _____, y notó que a Joe le cambiaba la cara.
—¿En Internet?
—Mmm… Hay en el estudio. Es de John, pero me deja que lo utilice. Me escribe frecuentemente y yo le contesto contándole cómo van las cosas y le mando fotos de Murphy y de las niñas.
¿Las niñas? ¿Le enviaba fotos de las niñas a John Blake? Joe trató de dejar de pensar en él y de centrarse en el fondo del asunto.
En la casa había ordenador con acceso a Internet.
Lo que significaba que podía mirar su correo electrónico, estar en contacto con sus compañeros y empleados y mantenerse al tanto de lo que sucedía en el mercado financiero. Antes de que se volviera loco por la falta de información.
—Buena idea —dijo él—. Vamos a poner el lavavajillas y después le echaremos un vistazo.
—Claro.
Ella se acercó al fregadero y echó los restos de la comida en el triturador, después se volvió para recoger otras cosas y se chocó con Joe, que llevaba un plato y una sartén.
—Huy —dijo él con una sonrisa, retirando la sartén a un lado.
Joe sintió los senos de _____ contra su torso y vio que ella lo miraba sorprendida.
—Tranquila —murmuró él, y dejó la sartén y el plato otra vez en la mesa.
Después, negándose a perder el suave contacto, la rodeó con los brazos y la atrajo hacia sí.
—¿Joe? —susurró ella.
Ese susurro fue todo lo que él necesitaba para saber lo mucho que _____ lo deseaba y, sin esperar a que le hiciera otra invitación, inclinó la cabeza, cerró los ojos y la besó.
Ella no podía permitir que lo hiciera.
No podía…
Seguro que sabía a ajo. ¿Cómo podía notarlo después de haber comido paella también? No lo sabía, pero pensó en el comentario sobre que no importaba porque no iba a besar a nadie.
Pero Joe la estaba besando como si su vida dependiera de ello y, de pronto, a _____ ya no le importaba el ajo, sólo besarlo también, sentir la fuerza de sus brazos alrededor del cuerpo, su respiración contra la piel del rostro, su miembro erecto contra su cuerpo…
Joe metió la mano bajo su jersey y le acarició un pecho.
—_____*, te deseo —susurró él, mordisqueándole el cuello y provocando que se volviera loca.
Ella no podía detenerlo. No podía hacerlo, porque necesitaba aquello tanto como él.
O eso pensaba, hasta que oyó que una de las niñas estaba llorando. De pronto, Joe dejó de ser su prioridad y ella sintió que la pasión se desvanecía para dar paso al instinto maternal.
—Joe —dijo ella, volviendo la cabeza hacia un lado.
Él se quejó y apoyó la cabeza sobre su hombro.
—No, _____*. No me detengas, por el amor de Dios, por favor.
—Las niñas —dijo ella.
Él se quedó quieto un instante, después suspiró y se separó de ella, ligeramente sonrojado y con un brillo de deseo en la mirada.
—Más tarde —cerró los ojos y se volvió.
—No, Joe. No creo que sea buena idea. Me voy a la cama.
—¡No!
—Sí. Lo siento. No… Todavía no estamos preparados.
Él resopló y _____ se marchó escaleras arriba sin esperar a que dijera nada más.
—No está preparada, Murphy. ¿Qué te parece?
Murphy movió el rabo y miró a Joe, él suspiró y le acarició las orejas.
—Sí, estoy de acuerdo. Tonterías, ¿verdad? ¿Qué voy a hacer si nunca llega a estar lista, Murphy? Me estoy volviendo loco. Esta situación me está volviendo loco.
Joe se sirvió el vino que quedaba en la botella y lo miró taciturno. ¡Si tuviera algo que hacer allí!
Algo más apasionante que llevarse a su mujer a la cama y hacerle el amor hasta que no pudiera ni hablar ni respirar, sólo gritar y lloriquear de deseo.
Maldijo en voz alta y decidió encender el televisor.
Nada. Incluso las noticias eran aburridas. Estaba a punto de tirar el mando a distancia por la ventana cuando _____* apareció en la puerta, vestida con su pijama de gatos y la bata. Iba descalza y estaba muy atractiva, aunque parecía vulnerable.
Él deseó besarle los pies, meterse sus dedos en la boca y chupárselos uno a uno.
—¿Es seguro que entre?
Él suspiró.
—Sí, pasa tranquila. Lo siento. Es sólo… Ha pasado mucho tiempo.
Ella asintió y se sentó en la silla que había frente a él.
—No estoy siendo justa contigo, ¿verdad? No estás acostumbrado a esto y debes de estar muy aburrido.
—Así es. No puedo hacer nada, excepto pensar en ti y preguntarme qué hice mal.
—Nada. No hiciste nada. Ése fue el problema, Joe. Continuaste como siempre, y me arrastraste. Y no fue suficiente.
—Era suficiente para mí. Me encantaba trabajar contigo, ver tu capacidad para organizar y solucionar las cosas. No me di cuenta de lo que tenía hasta que te perdí.
Ella suspiró.
—Joe, si quieres que esto funcione, tendrás que dejar de pasar tantas horas en la oficina, lo sabes, ¿verdad? Y sobre todo, el tiempo que pasas fuera. No es compatible con la vida familiar.
—Mi familia se las arregló. Mi padre trabajaba las mismas horas que yo.
—¡Y murió de un ataque al corazón a los cuarenta y nueve años! Sólo te faltan once años, Joe. Tus hijas estarán empezando secundaria. Y yo seré viuda a los cuarenta y cuatro. No es algo que me apetezca demasiado.
Cielos. ¿Once años? ¿Sólo? No le extrañaba que su madre hubiera buscado otro hombre con quien compartir su vida. Ahora sólo tenía sesenta y dos años y estaba muy activa. Y su marido había muerto demasiado joven.
¿Era eso lo que le esperaba a él?
—Lo hago por nosotros —dijo él.
Pero sus palabras sonaban vacías y ella negó con la cabeza.
—No. Lo haces por ti, porque puedes, porque te motiva el éxito, pero hay otras formas de tener éxito, Joe… Hay otras cosas que puedes hacer.
—¿Como cuáles?
—¿Ser un buen padre para tus hijas? ¿Disfrutar de tu vida? Tener algún hobby, o hacer algún tipo de deporte. No sólo correr. Eso es una actividad solitaria que haces para no pensar. ¿Te apetece echar una partida de ajedrez? —preguntó ella, de pronto.
—Sí, ¿por qué no? Aunque lo más seguro es que te gane.
—Lo dudo. He estado practicando. Juego con John cuando está aquí.
«Otra vez John».
—¿Te gana?
—No muy a menudo.
Joe sonrió y aceptó el reto.
—Tráelo —le dijo a _____.
Oh, cielos. Ella reconocía esa mirada.
Bueno, al menos no sería aburrido. _____ sacó las fichas del ajedrez, abrió la mesa de café, convirtiéndola en tablero, se guardó un peón blanco y uno negro en cada puño y se los mostró a Joe.
—La derecha —dijo él.
Ella abrió la mano derecha y suspiró.
—Está bien, tú empiezas —dijo ella, y le dio las fichas blancas.
A partir de ahí, todo fue de mal en peor, porque le costaba mucho concentrarse.
—¡Jaque!
Ella miró el tablero con incredulidad. ¿Qué diablos le había pasado?
Movió la reina, él se comió su alfil y repitió:
—¡Jaque!
¿Otra vez? Ella miró el tablero, consciente de que Joe tenía las manos entre las rodillas, la espalda recta y el rostro demasiado cerca de ella.
—¿Estás seguro de que quieres hacer eso? —miró el tablero, murmuró unas palabras y se apoyó en el respaldo—. Está bien.
—Ay, cariño —dijo él, moviendo su última ficha—. Me temo que ya sabes que es jaque mate.
—¡Maldita sea! —exclamó _____—. Se me había olvidado lo bueno que eras.
—Lo tomaré como un cumplido —dijo él con una sonrisa.
Después, colocó las fichas de nuevo.
—Oh, no —dijo ella, riéndose—. Esta noche no. Estoy cansada y no puedo concentrarme. Mañana echaremos otra partida. En serio, es hora de irse a la cama —lo miró a los ojos—. Joe, ¿por qué no te acuestas temprano?
—¿Para estar a unos metros de ti y pensar en ti? No creo. Ha pasado más de un año, _____*. Eso es mucho tiempo.
Y entonces, a _____ se le ocurrió que durante ese año él podía haberse liado con otra mujer. O con varias. ¿Y quería saberlo?
Sí.
—¿Has tenido…? ¿Ha habido…? —se calló, incapaz de pronunciar las palabras.
Pero Joe la entendió y suspiró con cara de incredulidad.
—¿De veras piensas eso de mí? _____, estamos casados. Puede que no haya sido el mejor marido, pero cumplo mis votos. No he mirado, ni tocado, ni pensado en otra mujer desde que te conocí. Y, desde que me dejaste, he pensado en poco más. Así que perdóname por no querer ir arriba a acostarme a pocos metros de ti.
Ella se sonrojó, se puso en pie y se dirigió a la puerta.
—Lo siento. No quería ser tan insensible. Y por si sirve de algo, yo también te he echado de menos.
—¡_____*! ¡_____, espera!
_____ se detuvo y él se acercó para estrecharla entre sus brazos.
—Lo siento. Estoy de mal humor porque te echo de menos. En estos momentos me siento como un león enjaulado, y lo pago con quien tengo a mano. Y resulta que eres tú. Y es una estupidez, porque lo único que quiero es abrazarte…
Y, sin decir nada más, la abrazó contra su pecho y apoyó la cabeza en la de ella. _____ podía escuchar el latido de su corazón y sentir la tensión que emanaba de su cuerpo, pero sabía que él no la besaría, ni la tocaría, ni haría nada que ella no quisiera, porque la amaba.
—Oh, Joe —suspiró ella, abrazándolo también—. Siento que sea tan difícil.
—No tiene por qué serlo. Podrías regresar conmigo.
—Eso ya lo hemos hablado —le recordó, y se soltó de su abrazo—. No voy a regresar hasta que me demuestres que has cambiado. Y, hasta el momento, no lo has hecho.
—Está bien. Mañana iremos a Londres, pasaremos por la oficina para que haga unas llamadas y vea qué puedo hacer. Y también me gustaría pasar a ver a mi madre.
¡Su madre! ¡Por supuesto! Ella la echaba de menos.
Linda Jonas era la mujer más parecida a una madre que tenía en aquellos momentos, y sabía que ella apoyaría la idea de que Joe trabajara menos horas. Después de todo, había perdido a su marido demasiado joven y no querría que a su hijo le pasara lo mismo.
Además, adoraba a los bebés.
—¿Se lo has contado ya?
—No. ¿Cómo iba a hacerlo? No tengo teléfono —dijo Joe con ironía.
—Podías haber utilizado el teléfono fijo para eso.
—Pero no tengo su número.
—Deberías saberte el número de tu madre —lo regañó.
Él se encogió de hombros.
—¿Por qué? Lo tengo en mi teléfono. Lo único, es que ya no tengo mi teléfono, porque me lo han confiscado.
—Te lo daría si creyera que puedo confiar en ti —replicó ella.
—Será mejor que lo guardes —repuso Joe, y la besó en los labios—. Vete a la cama, _____*. Te veré por la mañana y conseguiremos solucionarlo.
Si ella pudiera creerlo...
—Podemos buscar en Internet —dijo _____, y notó que a Joe le cambiaba la cara.
—¿En Internet?
—Mmm… Hay en el estudio. Es de John, pero me deja que lo utilice. Me escribe frecuentemente y yo le contesto contándole cómo van las cosas y le mando fotos de Murphy y de las niñas.
¿Las niñas? ¿Le enviaba fotos de las niñas a John Blake? Joe trató de dejar de pensar en él y de centrarse en el fondo del asunto.
En la casa había ordenador con acceso a Internet.
Lo que significaba que podía mirar su correo electrónico, estar en contacto con sus compañeros y empleados y mantenerse al tanto de lo que sucedía en el mercado financiero. Antes de que se volviera loco por la falta de información.
—Buena idea —dijo él—. Vamos a poner el lavavajillas y después le echaremos un vistazo.
—Claro.
Ella se acercó al fregadero y echó los restos de la comida en el triturador, después se volvió para recoger otras cosas y se chocó con Joe, que llevaba un plato y una sartén.
—Huy —dijo él con una sonrisa, retirando la sartén a un lado.
Joe sintió los senos de _____ contra su torso y vio que ella lo miraba sorprendida.
—Tranquila —murmuró él, y dejó la sartén y el plato otra vez en la mesa.
Después, negándose a perder el suave contacto, la rodeó con los brazos y la atrajo hacia sí.
—¿Joe? —susurró ella.
Ese susurro fue todo lo que él necesitaba para saber lo mucho que _____ lo deseaba y, sin esperar a que le hiciera otra invitación, inclinó la cabeza, cerró los ojos y la besó.
Ella no podía permitir que lo hiciera.
No podía…
Seguro que sabía a ajo. ¿Cómo podía notarlo después de haber comido paella también? No lo sabía, pero pensó en el comentario sobre que no importaba porque no iba a besar a nadie.
Pero Joe la estaba besando como si su vida dependiera de ello y, de pronto, a _____ ya no le importaba el ajo, sólo besarlo también, sentir la fuerza de sus brazos alrededor del cuerpo, su respiración contra la piel del rostro, su miembro erecto contra su cuerpo…
Joe metió la mano bajo su jersey y le acarició un pecho.
—_____*, te deseo —susurró él, mordisqueándole el cuello y provocando que se volviera loca.
Ella no podía detenerlo. No podía hacerlo, porque necesitaba aquello tanto como él.
O eso pensaba, hasta que oyó que una de las niñas estaba llorando. De pronto, Joe dejó de ser su prioridad y ella sintió que la pasión se desvanecía para dar paso al instinto maternal.
—Joe —dijo ella, volviendo la cabeza hacia un lado.
Él se quejó y apoyó la cabeza sobre su hombro.
—No, _____*. No me detengas, por el amor de Dios, por favor.
—Las niñas —dijo ella.
Él se quedó quieto un instante, después suspiró y se separó de ella, ligeramente sonrojado y con un brillo de deseo en la mirada.
—Más tarde —cerró los ojos y se volvió.
—No, Joe. No creo que sea buena idea. Me voy a la cama.
—¡No!
—Sí. Lo siento. No… Todavía no estamos preparados.
Él resopló y _____ se marchó escaleras arriba sin esperar a que dijera nada más.
—No está preparada, Murphy. ¿Qué te parece?
Murphy movió el rabo y miró a Joe, él suspiró y le acarició las orejas.
—Sí, estoy de acuerdo. Tonterías, ¿verdad? ¿Qué voy a hacer si nunca llega a estar lista, Murphy? Me estoy volviendo loco. Esta situación me está volviendo loco.
Joe se sirvió el vino que quedaba en la botella y lo miró taciturno. ¡Si tuviera algo que hacer allí!
Algo más apasionante que llevarse a su mujer a la cama y hacerle el amor hasta que no pudiera ni hablar ni respirar, sólo gritar y lloriquear de deseo.
Maldijo en voz alta y decidió encender el televisor.
Nada. Incluso las noticias eran aburridas. Estaba a punto de tirar el mando a distancia por la ventana cuando _____* apareció en la puerta, vestida con su pijama de gatos y la bata. Iba descalza y estaba muy atractiva, aunque parecía vulnerable.
Él deseó besarle los pies, meterse sus dedos en la boca y chupárselos uno a uno.
—¿Es seguro que entre?
Él suspiró.
—Sí, pasa tranquila. Lo siento. Es sólo… Ha pasado mucho tiempo.
Ella asintió y se sentó en la silla que había frente a él.
—No estoy siendo justa contigo, ¿verdad? No estás acostumbrado a esto y debes de estar muy aburrido.
—Así es. No puedo hacer nada, excepto pensar en ti y preguntarme qué hice mal.
—Nada. No hiciste nada. Ése fue el problema, Joe. Continuaste como siempre, y me arrastraste. Y no fue suficiente.
—Era suficiente para mí. Me encantaba trabajar contigo, ver tu capacidad para organizar y solucionar las cosas. No me di cuenta de lo que tenía hasta que te perdí.
Ella suspiró.
—Joe, si quieres que esto funcione, tendrás que dejar de pasar tantas horas en la oficina, lo sabes, ¿verdad? Y sobre todo, el tiempo que pasas fuera. No es compatible con la vida familiar.
—Mi familia se las arregló. Mi padre trabajaba las mismas horas que yo.
—¡Y murió de un ataque al corazón a los cuarenta y nueve años! Sólo te faltan once años, Joe. Tus hijas estarán empezando secundaria. Y yo seré viuda a los cuarenta y cuatro. No es algo que me apetezca demasiado.
Cielos. ¿Once años? ¿Sólo? No le extrañaba que su madre hubiera buscado otro hombre con quien compartir su vida. Ahora sólo tenía sesenta y dos años y estaba muy activa. Y su marido había muerto demasiado joven.
¿Era eso lo que le esperaba a él?
—Lo hago por nosotros —dijo él.
Pero sus palabras sonaban vacías y ella negó con la cabeza.
—No. Lo haces por ti, porque puedes, porque te motiva el éxito, pero hay otras formas de tener éxito, Joe… Hay otras cosas que puedes hacer.
—¿Como cuáles?
—¿Ser un buen padre para tus hijas? ¿Disfrutar de tu vida? Tener algún hobby, o hacer algún tipo de deporte. No sólo correr. Eso es una actividad solitaria que haces para no pensar. ¿Te apetece echar una partida de ajedrez? —preguntó ella, de pronto.
—Sí, ¿por qué no? Aunque lo más seguro es que te gane.
—Lo dudo. He estado practicando. Juego con John cuando está aquí.
«Otra vez John».
—¿Te gana?
—No muy a menudo.
Joe sonrió y aceptó el reto.
—Tráelo —le dijo a _____.
Oh, cielos. Ella reconocía esa mirada.
Bueno, al menos no sería aburrido. _____ sacó las fichas del ajedrez, abrió la mesa de café, convirtiéndola en tablero, se guardó un peón blanco y uno negro en cada puño y se los mostró a Joe.
—La derecha —dijo él.
Ella abrió la mano derecha y suspiró.
—Está bien, tú empiezas —dijo ella, y le dio las fichas blancas.
A partir de ahí, todo fue de mal en peor, porque le costaba mucho concentrarse.
—¡Jaque!
Ella miró el tablero con incredulidad. ¿Qué diablos le había pasado?
Movió la reina, él se comió su alfil y repitió:
—¡Jaque!
¿Otra vez? Ella miró el tablero, consciente de que Joe tenía las manos entre las rodillas, la espalda recta y el rostro demasiado cerca de ella.
—¿Estás seguro de que quieres hacer eso? —miró el tablero, murmuró unas palabras y se apoyó en el respaldo—. Está bien.
—Ay, cariño —dijo él, moviendo su última ficha—. Me temo que ya sabes que es jaque mate.
—¡Maldita sea! —exclamó _____—. Se me había olvidado lo bueno que eras.
—Lo tomaré como un cumplido —dijo él con una sonrisa.
Después, colocó las fichas de nuevo.
—Oh, no —dijo ella, riéndose—. Esta noche no. Estoy cansada y no puedo concentrarme. Mañana echaremos otra partida. En serio, es hora de irse a la cama —lo miró a los ojos—. Joe, ¿por qué no te acuestas temprano?
—¿Para estar a unos metros de ti y pensar en ti? No creo. Ha pasado más de un año, _____*. Eso es mucho tiempo.
Y entonces, a _____ se le ocurrió que durante ese año él podía haberse liado con otra mujer. O con varias. ¿Y quería saberlo?
Sí.
—¿Has tenido…? ¿Ha habido…? —se calló, incapaz de pronunciar las palabras.
Pero Joe la entendió y suspiró con cara de incredulidad.
—¿De veras piensas eso de mí? _____, estamos casados. Puede que no haya sido el mejor marido, pero cumplo mis votos. No he mirado, ni tocado, ni pensado en otra mujer desde que te conocí. Y, desde que me dejaste, he pensado en poco más. Así que perdóname por no querer ir arriba a acostarme a pocos metros de ti.
Ella se sonrojó, se puso en pie y se dirigió a la puerta.
—Lo siento. No quería ser tan insensible. Y por si sirve de algo, yo también te he echado de menos.
—¡_____*! ¡_____, espera!
_____ se detuvo y él se acercó para estrecharla entre sus brazos.
—Lo siento. Estoy de mal humor porque te echo de menos. En estos momentos me siento como un león enjaulado, y lo pago con quien tengo a mano. Y resulta que eres tú. Y es una estupidez, porque lo único que quiero es abrazarte…
Y, sin decir nada más, la abrazó contra su pecho y apoyó la cabeza en la de ella. _____ podía escuchar el latido de su corazón y sentir la tensión que emanaba de su cuerpo, pero sabía que él no la besaría, ni la tocaría, ni haría nada que ella no quisiera, porque la amaba.
—Oh, Joe —suspiró ella, abrazándolo también—. Siento que sea tan difícil.
—No tiene por qué serlo. Podrías regresar conmigo.
—Eso ya lo hemos hablado —le recordó, y se soltó de su abrazo—. No voy a regresar hasta que me demuestres que has cambiado. Y, hasta el momento, no lo has hecho.
—Está bien. Mañana iremos a Londres, pasaremos por la oficina para que haga unas llamadas y vea qué puedo hacer. Y también me gustaría pasar a ver a mi madre.
¡Su madre! ¡Por supuesto! Ella la echaba de menos.
Linda Jonas era la mujer más parecida a una madre que tenía en aquellos momentos, y sabía que ella apoyaría la idea de que Joe trabajara menos horas. Después de todo, había perdido a su marido demasiado joven y no querría que a su hijo le pasara lo mismo.
Además, adoraba a los bebés.
—¿Se lo has contado ya?
—No. ¿Cómo iba a hacerlo? No tengo teléfono —dijo Joe con ironía.
—Podías haber utilizado el teléfono fijo para eso.
—Pero no tengo su número.
—Deberías saberte el número de tu madre —lo regañó.
Él se encogió de hombros.
—¿Por qué? Lo tengo en mi teléfono. Lo único, es que ya no tengo mi teléfono, porque me lo han confiscado.
—Te lo daría si creyera que puedo confiar en ti —replicó ella.
—Será mejor que lo guardes —repuso Joe, y la besó en los labios—. Vete a la cama, _____*. Te veré por la mañana y conseguiremos solucionarlo.
Si ella pudiera creerlo...
-Lizz-
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
~ElizabethLovesJotabe escribió:CAPITULO 5 |Parte Dos|
—Podemos buscar en Internet —dijo _____, y notó que a Joe le cambiaba la cara.
—¿En Internet?
—Mmm… Hay en el estudio. Es de John, pero me deja que lo utilice. Me escribe frecuentemente y yo le contesto contándole cómo van las cosas y le mando fotos de Murphy y de las niñas.
¿Las niñas? ¿Le enviaba fotos de las niñas a John Blake? Joe trató de dejar de pensar en él y de centrarse en el fondo del asunto.
En la casa había ordenador con acceso a Internet.
Lo que significaba que podía mirar su correo electrónico, estar en contacto con sus compañeros y empleados y mantenerse al tanto de lo que sucedía en el mercado financiero. Antes de que se volviera loco por la falta de información.
—Buena idea —dijo él—. Vamos a poner el lavavajillas y después le echaremos un vistazo.
—Claro.
Ella se acercó al fregadero y echó los restos de la comida en el triturador, después se volvió para recoger otras cosas y se chocó con Joe, que llevaba un plato y una sartén.
—Huy —dijo él con una sonrisa, retirando la sartén a un lado.
Joe sintió los senos de _____ contra su torso y vio que ella lo miraba sorprendida.
—Tranquila —murmuró él, y dejó la sartén y el plato otra vez en la mesa.
Después, negándose a perder el suave contacto, la rodeó con los brazos y la atrajo hacia sí.
—¿Joe? —susurró ella.
Ese susurro fue todo lo que él necesitaba para saber lo mucho que _____ lo deseaba y, sin esperar a que le hiciera otra invitación, inclinó la cabeza, cerró los ojos y la besó.
Ella no podía permitir que lo hiciera.
No podía…
Seguro que sabía a ajo. ¿Cómo podía notarlo después de haber comido paella también? No lo sabía, pero pensó en el comentario sobre que no importaba porque no iba a besar a nadie.
Pero Joe la estaba besando como si su vida dependiera de ello y, de pronto, a _____ ya no le importaba el ajo, sólo besarlo también, sentir la fuerza de sus brazos alrededor del cuerpo, su respiración contra la piel del rostro, su miembro erecto contra su cuerpo…
Joe metió la mano bajo su jersey y le acarició un pecho.
—_____*, te deseo —susurró él, mordisqueándole el cuello y provocando que se volviera loca.
Ella no podía detenerlo. No podía hacerlo, porque necesitaba aquello tanto como él.
O eso pensaba, hasta que oyó que una de las niñas estaba llorando. De pronto, Joe dejó de ser su prioridad y ella sintió que la pasión se desvanecía para dar paso al instinto maternal.
—Joe —dijo ella, volviendo la cabeza hacia un lado.
Él se quejó y apoyó la cabeza sobre su hombro.
—No, _____*. No me detengas, por el amor de Dios, por favor.
—Las niñas —dijo ella.
Él se quedó quieto un instante, después suspiró y se separó de ella, ligeramente sonrojado y con un brillo de deseo en la mirada.
—Más tarde —cerró los ojos y se volvió.
—No, Joe. No creo que sea buena idea. Me voy a la cama.
—¡No!
—Sí. Lo siento. No… Todavía no estamos preparados.
Él resopló y _____ se marchó escaleras arriba sin esperar a que dijera nada más.
—No está preparada, Murphy. ¿Qué te parece?
Murphy movió el rabo y miró a Joe, él suspiró y le acarició las orejas.
—Sí, estoy de acuerdo. Tonterías, ¿verdad? ¿Qué voy a hacer si nunca llega a estar lista, Murphy? Me estoy volviendo loco. Esta situación me está volviendo loco.
Joe se sirvió el vino que quedaba en la botella y lo miró taciturno. ¡Si tuviera algo que hacer allí!
Algo más apasionante que llevarse a su mujer a la cama y hacerle el amor hasta que no pudiera ni hablar ni respirar, sólo gritar y lloriquear de deseo.
Maldijo en voz alta y decidió encender el televisor.
Nada. Incluso las noticias eran aburridas. Estaba a punto de tirar el mando a distancia por la ventana cuando _____* apareció en la puerta, vestida con su pijama de gatos y la bata. Iba descalza y estaba muy atractiva, aunque parecía vulnerable.
Él deseó besarle los pies, meterse sus dedos en la boca y chupárselos uno a uno.
—¿Es seguro que entre?
Él suspiró.
—Sí, pasa tranquila. Lo siento. Es sólo… Ha pasado mucho tiempo.
Ella asintió y se sentó en la silla que había frente a él.
—No estoy siendo justa contigo, ¿verdad? No estás acostumbrado a esto y debes de estar muy aburrido.
—Así es. No puedo hacer nada, excepto pensar en ti y preguntarme qué hice mal.
—Nada. No hiciste nada. Ése fue el problema, Joe. Continuaste como siempre, y me arrastraste. Y no fue suficiente.
—Era suficiente para mí. Me encantaba trabajar contigo, ver tu capacidad para organizar y solucionar las cosas. No me di cuenta de lo que tenía hasta que te perdí.
Ella suspiró.
—Joe, si quieres que esto funcione, tendrás que dejar de pasar tantas horas en la oficina, lo sabes, ¿verdad? Y sobre todo, el tiempo que pasas fuera. No es compatible con la vida familiar.
—Mi familia se las arregló. Mi padre trabajaba las mismas horas que yo.
—¡Y murió de un ataque al corazón a los cuarenta y nueve años! Sólo te faltan once años, Joe. Tus hijas estarán empezando secundaria. Y yo seré viuda a los cuarenta y cuatro. No es algo que me apetezca demasiado.
Cielos. ¿Once años? ¿Sólo? No le extrañaba que su madre hubiera buscado otro hombre con quien compartir su vida. Ahora sólo tenía sesenta y dos años y estaba muy activa. Y su marido había muerto demasiado joven.
¿Era eso lo que le esperaba a él?
—Lo hago por nosotros —dijo él.
Pero sus palabras sonaban vacías y ella negó con la cabeza.
—No. Lo haces por ti, porque puedes, porque te motiva el éxito, pero hay otras formas de tener éxito, Joe… Hay otras cosas que puedes hacer.
—¿Como cuáles?
—¿Ser un buen padre para tus hijas? ¿Disfrutar de tu vida? Tener algún hobby, o hacer algún tipo de deporte. No sólo correr. Eso es una actividad solitaria que haces para no pensar. ¿Te apetece echar una partida de ajedrez? —preguntó ella, de pronto.
—Sí, ¿por qué no? Aunque lo más seguro es que te gane.
—Lo dudo. He estado practicando. Juego con John cuando está aquí.
«Otra vez John».
—¿Te gana?
—No muy a menudo.
Joe sonrió y aceptó el reto.
—Tráelo —le dijo a _____.
Oh, cielos. Ella reconocía esa mirada.
Bueno, al menos no sería aburrido. _____ sacó las fichas del ajedrez, abrió la mesa de café, convirtiéndola en tablero, se guardó un peón blanco y uno negro en cada puño y se los mostró a Joe.
—La derecha —dijo él.
Ella abrió la mano derecha y suspiró.
—Está bien, tú empiezas —dijo ella, y le dio las fichas blancas.
A partir de ahí, todo fue de mal en peor, porque le costaba mucho concentrarse.
—¡Jaque!
Ella miró el tablero con incredulidad. ¿Qué diablos le había pasado?
Movió la reina, él se comió su alfil y repitió:
—¡Jaque!
¿Otra vez? Ella miró el tablero, consciente de que Joe tenía las manos entre las rodillas, la espalda recta y el rostro demasiado cerca de ella.
—¿Estás seguro de que quieres hacer eso? —miró el tablero, murmuró unas palabras y se apoyó en el respaldo—. Está bien.
—Ay, cariño —dijo él, moviendo su última ficha—. Me temo que ya sabes que es jaque mate.
—¡Maldita sea! —exclamó _____—. Se me había olvidado lo bueno que eras.
—Lo tomaré como un cumplido —dijo él con una sonrisa.
Después, colocó las fichas de nuevo.
—Oh, no —dijo ella, riéndose—. Esta noche no. Estoy cansada y no puedo concentrarme. Mañana echaremos otra partida. En serio, es hora de irse a la cama —lo miró a los ojos—. Joe, ¿por qué no te acuestas temprano?
—¿Para estar a unos metros de ti y pensar en ti? No creo. Ha pasado más de un año, _____*. Eso es mucho tiempo.
Y entonces, a _____ se le ocurrió que durante ese año él podía haberse liado con otra mujer. O con varias. ¿Y quería saberlo?
Sí.
—¿Has tenido…? ¿Ha habido…? —se calló, incapaz de pronunciar las palabras.
Pero Joe la entendió y suspiró con cara de incredulidad.
—¿De veras piensas eso de mí? _____, estamos casados. Puede que no haya sido el mejor marido, pero cumplo mis votos. No he mirado, ni tocado, ni pensado en otra mujer desde que te conocí. Y, desde que me dejaste, he pensado en poco más. Así que perdóname por no querer ir arriba a acostarme a pocos metros de ti.
Ella se sonrojó, se puso en pie y se dirigió a la puerta.
—Lo siento. No quería ser tan insensible. Y por si sirve de algo, yo también te he echado de menos.
—¡_____*! ¡_____, espera!
_____ se detuvo y él se acercó para estrecharla entre sus brazos.
—Lo siento. Estoy de mal humor porque te echo de menos. En estos momentos me siento como un león enjaulado, y lo pago con quien tengo a mano. Y resulta que eres tú. Y es una estupidez, porque lo único que quiero es abrazarte…
Y, sin decir nada más, la abrazó contra su pecho y apoyó la cabeza en la de ella. _____ podía escuchar el latido de su corazón y sentir la tensión que emanaba de su cuerpo, pero sabía que él no la besaría, ni la tocaría, ni haría nada que ella no quisiera, porque la amaba.
—Oh, Joe —suspiró ella, abrazándolo también—. Siento que sea tan difícil.
—No tiene por qué serlo. Podrías regresar conmigo.
—Eso ya lo hemos hablado —le recordó, y se soltó de su abrazo—. No voy a regresar hasta que me demuestres que has cambiado. Y, hasta el momento, no lo has hecho.
—Está bien. Mañana iremos a Londres, pasaremos por la oficina para que haga unas llamadas y vea qué puedo hacer. Y también me gustaría pasar a ver a mi madre.
¡Su madre! ¡Por supuesto! Ella la echaba de menos.
Linda Jonas era la mujer más parecida a una madre que tenía en aquellos momentos, y sabía que ella apoyaría la idea de que Joe trabajara menos horas. Después de todo, había perdido a su marido demasiado joven y no querría que a su hijo le pasara lo mismo.
Además, adoraba a los bebés.
—¿Se lo has contado ya?
—No. ¿Cómo iba a hacerlo? No tengo teléfono —dijo Joe con ironía.
—Podías haber utilizado el teléfono fijo para eso.
—Pero no tengo su número.
—Deberías saberte el número de tu madre —lo regañó.
Él se encogió de hombros.
—¿Por qué? Lo tengo en mi teléfono. Lo único, es que ya no tengo mi teléfono, porque me lo han confiscado.
—Te lo daría si creyera que puedo confiar en ti —replicó ella.
—Será mejor que lo guardes —repuso Joe, y la besó en los labios—. Vete a la cama, _____*. Te veré por la mañana y conseguiremos solucionarlo.
Si ella pudiera creerlo...
SIN palabras!! De pana ame este capi!!!
X dioss me encanta como escribes!
Siguelaaaa!!!!!
Porfiss de verdad me encanta!!
Ahhhh iban a estar juntosss porque las niñas lloraron??? -.-
Siguelaaa
Quiero que todo se arreglee!
Y que los 2 lo confiesen SE AMAN!
Siguelaa
Att: tu fiel lectora! :D
Yhosdaly
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Yhosdaly escribió:
SIN palabras!! De pana ame este capi!!!
X dioss me encanta como escribes!
Siguelaaaa!!!!!
Porfiss de verdad me encanta!!
Ahhhh iban a estar juntosss porque las niñas lloraron??? -.-
Siguelaaa
Quiero que todo se arreglee!
Y que los 2 lo confiesen SE AMAN!
Siguelaa
Att: tu fiel lectora! :D
Oh, que bien que te guste la novela; Pero no es mía es de 'Caroline Anderson' (:
-Lizz-
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Me encanto el cap !
lo ame!
por dios ya quiero que vuelvan !
lo ame!
por dios ya quiero que vuelvan !
fernanda
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
quiero que entre joe y la rayis ya pase algo :(
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
lorenitajonas
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
ya la rayis & joe Tienen que estar juntos!!
plis siguelaa!
plis siguelaa!
☎ Jimena Horan ♥
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
la amo la amo la amo
quiero que ya vuelvan tambien :)
quiero que ya vuelvan tambien :)
andreita
Re: ''Dos Pequeños Milagros'' (Joe & [tn])
Me gusta merodeando por el foro y me la encontré como no la vi antes en fin siguela
Suzzey
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