Re: Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA)

por **aranzhitha** Lun 30 Abr 2012, 9:47 pm

siguela!!!

por **andreita** Mar 01 Mayo 2012, 10:01 am

massssssssssss

por **aranzhitha** Mar 01 Mayo 2012, 10:25 am

siguela!!!

por **berenice_89** Mar 01 Mayo 2012, 9:40 pm

SIGUELA¡¡

por **berenice_89** Mar 01 Mayo 2012, 10:33 pm

ES QUE EL AMOR DUELE

por **andreita** Miér 02 Mayo 2012, 1:44 pm

quiero a joe y la rayis juntos

por **chelis** Miér 02 Mayo 2012, 2:16 pm

PORFIIISSSS

por **ElitzJb** Miér 02 Mayo 2012, 8:51 pm

mis niñas discúlpenme la tardanza las abandone
espero q no allan sufrido mucho x la espera
aqui estoy de nuevo y les regalare 2 capitulos
para q se contenten conmigo okis

Segunda parte
Rojo y Rosado

Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 12 76685335

Pero sigo sin entender porqué lo haces –repliqué–. Digo, porque debe causarte alguna satisfacción especial, no puedo entender si es placer, o hambre o algo más, tienes la oportunidad de salir casi todas las noches con nosotros, incluso puedes acostarte con tus victimas y beber su sangre, con los chicos podrías hacer casi lo mismo, entonces, ¿qué es tan especial de ser un Succubus?
–Es diferente, pero no creo que lo entiendas –espetó Nick.

Oh por favor, nick, sólo dime lo que sea que tengas que decirme y yo luego sabré si entiendo, te he dicho que puedo escuchar cualquier cosa –lo reñí–. No me gusta nada lo haces.
–No tengo nada especial con ninguna de mis víctimas, tampoco voy a enamorarme de esas mujeres –alegó él.
Me alimoné, nick acababa de responder a la verdadera pregunta que quería hacer y no me atrevía, porque yo sólo tenía miedo de que nick sintiera algo especial con alguna de esas mujeres.
Sentí que él acarició mi rostro de forma suave y delicada.
–Te quiero, _______ –confesó–. Si tengo a una chica tan hermosa conmigo, ¿por qué iba a gustarme alguna otra?
Me besó, debía admitir que ya echaba de menos sus besos, correspondí a ese húmedo beso, ineludiblemente lo rodeé con mis brazos y él me rodeó la cintura, lo que permitía que el beso fuera más vehemente.
Cuando rescindí de besarlo me sentí satisfecha, dos chicos me habían dicho te quiero en una sola noche, eso era bueno. Lo que ahora estaba mal es que no conseguía evadir la comparación entre nick y... Joe, y me daba vergüenza confesarme a mi misma cuál de los besos me había gustado más, ¿los de Nick o los de Joe? Ni siquiera me respondí a misma, no quería pensar en eso.
Nick y yo conservamos la compostura, continuamos abrazados mirándonos a los ojos.
–¿Tú deberías confesarme algo? –preguntó de pronto él.
Momentáneamente estuve más intranquila que nunca.
–¿Cómo qué? –comenté hecha un manojo de nervios.
–No lo sé, sólo pregunto –algo me decía que él sabía mucho.
–¿Lo sabes? –demandé tratando de probar su respuesta.
–¿Qué cosa? ¿Que te acostaste con Joe? –reparé en que él trataba de no parecer furioso, pero sí lo estaba.
–¿Qué? No, yo no –tartamudeé–. Yo no me acosté con él.
–_______, no soy estúpido. Esa noche no estuviste en tu habitación y a la madrugada te vi salir de su cuarto con su ropa puesta –me delató.
–No pasó nada –mentí por segunda vez.
–Ah ¿no? Vaya, debo ser muy malpensado entonces –siseó con sarcasmo–. ¿Qué me dices de esto?
Él desdobló la bufanda de mi cuello que lo mantenía oculto.
–Desde esa noche has utilizado bufanda, y ha de ser casualidad que aún esa cicatriz se vea reciente –prosiguió hablando con ironía.
¿Y ahora que digo? Pensé, ya me descubrió.
–Nick, no significó nada, nada pasa con Joe –dije.
Para mí significó mucho –espetó nick–. Significó que optaste tener sexo con él antes de que conmigo, sin mencionar que él me lleva ventaja en muchas cosas, quizás debería emborracharte una noche a ver qué tal me va.
Sonreí de forma forzada. Bueno, Nick llevaba ventaja en una cosa, Nick me había besado antes que Joe, pero nunca de forma tan apasionada. Pero que paradójico que Nick pensara que Joseph era competencia para él, Joe era guapísimo y todo pero nunca más volvería a pasar nada entre nosotros, o la próxima vez quizás sí me arrepentiría.
–Joe no es ninguna competencia para ti –quise mantenerlo sosegado en ese aspecto–. Como dije antes... Nunca sería pareja de un tipo como él.
Nick reanudó a besarme pero esta vez de forma más feroz, mordía mis labios con tal arrebato que me fue arduo seguirle el paso. Acaricié su espalda mientras nos besábamos y él entrelazó sus dedos en mi cabello.
De camino de vuelta a nuestra guarida no desistimos de besarnos.

Transcurrió una semana y no lo noté, el tiempo parecía pasar muy rápido cuando uno lo disfrutaba, salir todas la noches con tus amigos a coquetear y morder cuellos se me hacía fantástico, Nick y yo manteníamos la relación a besos y coqueteos incesantes, Joe no desertaba de ser el mismo chico, a veces distante, a veces no tanto, siempre seductor, gracioso y tan sexy como patán.
Debido a que éramos perseguidos por vampiros poderosos y un pueblo entero de cazadores y hechiceras, teníamos moderación al salir, durante el día pasábamos la mayor parte del tiempo durmiendo y descansando de las noches demoledoras y salvajes que solíamos pasar, Alan dejó el colegio y Nick y Adolph trabajaban sólo en ocasiones para mantenerse furtivos de los Zephyrs, y una que otra vez Nina salía con sus pelucas de colores y su vestimenta sensual, ella continuaba con Alan a pesar de que me había confesado que ahora le tenía menos confianza por haberle ocultado que era hijo de vampiros mayores durante tanto tiempo. Todo caminaba al corriente, esa noche yo estaba sedienta y ninguno pensaba salir, únicamente Joe quien estaba engalanándose frente al pequeño espejo y peinaba su mono cabello hacía atrás.
–¿Adónde vas? –le pregunté.
–¿No es obvio? La noche es joven, voy a divertirme. ¿Quieres venir? –me ofreció Joe.
No titubeé en absoluto, me apetecía beber sangre esa noche.
–Claro –sonreí de júbilo.
Hice esperar a Joe quince minutos en el automóvil mientras yo me arreglaba sensual y provocativa, además me debatía entre ponerme labial rojo o brillo color rosa.
Le di un beso de despedida a Nick que dudó en dejarme ir.
Subí al vehículo con mi bolsito de maquillaje.
–¿Cómo me veo? –pregunté a Joe mientras yo al mismo tiempo examinaba mi maquillaje en el espejo retrovisor.
–Preciosa –manifestó con una media sonrisa con los labios cerrados.
Me sorprendió un poco que dijera aquello.
–No aceleres todavía, déjame ponerme el labial –largué–. ¿Qué dices? ¿Rojo o brillo rosa?
–Rojo –contestó sin divagaciones ni vacilación.
Ojeándome en el espejito de mi estuche de cosméticos empecé a aplicarme el labial.
Joe había estado mirando directo al frente pero ahora volvió su mirada hacía a mí, me observó con detenimiento, yo notaba su mirada clavada en mí y me puse nerviosa, aunque con cierta malicia terminé de pintar mis labios de manera tentadora y flemática, cuando acabé de hacerlo miré a Joe para enseñarle mi trabajo.
–¿Qué tal? –recalqué exponiéndole mis labios como si me dispusiera a besar a alguien.
Me impresionó ver que Joe tragaba saliva y estaba extraño, sacudió su cabeza como si intentara librarse de algunos pensamientos y volvió su vista hacia al frente.
–Intentas provocarme, ¿cierto? –expresó en modo de broma refiriéndose a que me quedaba muy bien el tono de labial, sonrió y encendió el motor.
Largué una risita.
–Oops, me descubriste –bromeé también.
Los dos reímos por lo bajo.
Condujo hasta otro night-club, caminé junto a él al entrar pero me cogió desprevenida ver que había demasiados vampiros. Los vampiros abundaban en cada rincón, eran muy pocos los humanos que estaban ahí, y además ya estaban acompañados con otros vampiros. Sería muy difícil cazar en un lugar como aquel.
Eché un vistazo a mi alrededor y conseguí ver a esa mujer, alta, voluptuosa, con cuerpo envidiable, cabello largo, atuendo erótico, mucho más descubierto que el mío, y sus labios en tono granate. Deborah, la tal Deborah Russel con la que Joe se acostaba. Sin darme cuenta fruncí el ceño al verla.
La mujer tenía la vista fija en Joseph y se paseaba meneando sus caderas. Me volví a ver a Joe, quien casi estaba baboseando al mirar el cuerpo de la mujer vampiro.
–Hola, guapo –le susurró Deborah al oído de Joseph después de que estuvo cerca de nosotros.
Posteriormente ella lo besó en los labios, provocándolo, excitándolo, incitándolo, y besó el resto de su cara, ella tenía el control sobre él.
–Hola, preciosa –alegó él con sus labios adheridos a los de Deborah.
Una sensación extraña en el pecho me atacó, fruncí el ceño todavía más.
–Gracias por venir esta noche, de verdad estaba aburrida –la voz de Deborah hipnotizaba a Joe como el sisear de una víbora. Deborah era una víbora–. ¿A tu acompañante le importaría si nos perdemos un rato?

Al menos tenía claro que YO era su acompañante.
–No, a ella no le importará –rebatió Joe y se abrió paso entre las personas para irse con su diabla.
Casi abrí la boca de par en par por la indignación. Halé el brazo de Joe antes de dejarlo marchar.
–¿Me dejarás aquí? –interpelé incrédula.
–Diviértete –sonrió y se largó.
Con la boca abierta y el ceño fruncido lo maldije en voz baja.
Es un sucio. ¿Me trajo para dejarme sola? Él sabía que iba a encontrarse con su diabla y aun así me trajo, ¿para qué? Para hacerme ver como se marchaba al infierno con esta mujer. En un lugar donde además se me hacía imposible conseguir beber sangre.
Es un majadero, un ridículo, un idiota, un tarado, un imbécil, un puto patán, un maldito. Repetía yo en mi mente. ¿No era lógico que estuviera enojada? Por supuesto que sí, ¿ahora que iba a hacer yo sola en ese lugar? ¿Ligar con vampiros? ¿Bailar en el tubo? Por favor.
Quise tomar el auto y marcharme pero Joe tenía las llaves y no sabía a dónde rayos se había metido, y tampoco quería interrumpir su escena de sexo con su diabla, o tal vez si quería, por un momento la idea de dejarlo frío mientras intimidaba con Deborah me divertía.
Puedo irme caminando, pensé. Pero luego suprimí esa posibilidad, no sabía cómo llegar a casa y además estaba algo lejos.
–Maldita sea –me quejé en voz baja, pero estaba con vampiros, ellos podían escucharme.
–¿Qué te sucede, hermosa? –me habló un vampiro.
Cuando giré para mirarlo únicamente vi su tronco bajo una camisa blanca. Era un hombre altísimo, di una ojeada hacia lo alto y hallé su rostro, el hombre medía más de dos metros, era gigante, apuesto pero algo mayor para mí, lo ignoré y fui a sentarme en la barra.
Gran parte de la noche estuve maldiciendo a Joe, estaba enojada y furiosa. Joe se las va a ver conmigo. Gruñí.
Preparada para salir del lugar y tomar un taxi me levanté de la silla alta dispuesta a marcharme y abandonar al puto de Joseph Jonas, di un par de zancadas y sentí que alguien me halaba del brazo, me volví a mis espaldas, casi doy un salto por el susto y el asombro, de nuevo Darius Ross aparecía inesperadamente. ¿Y ahora qué? Me dije.
–¿Otra vez tú? –mi voz revelaba mi tediosa desgana.
–Si estás irritada porque tu compañero te abandonó puedes andarte con tu mal humor a otro lado –rezongó.
–Eso es lo que estoy haciendo, me largo –la furia se me escapaba de las manos, no era para tanto, ¿o si? Suspiré resignada–. De acuerdo, ¿ahora qué quieres?
–Sólo vine a acompañarte, ¿es que no puedo? –me preguntó con más confianza de la que debería–. Más aun cuando tu amante te ha abandonado.
Me reí a carcajadas, me reí como nunca lo había hecho, me retorcí de la risa.
–¡Oh sí! ¿Mi qué? ¿Mi amante? Es lo más absurdo que he oído en toda mi vida, ¿Joe? ¿Mi amante? Qué cosas dices. ¿En qué has estado pensando últimamente, Darius? –hablé entre risas.
–Como sea. Lo que tú digas –me siguió la corriente y eso me molestó–. Ahora dime, ¿por qué le preguntaste a Joe sobre mí si te dije que no me mencionaras a nadie?
Se desdibujó mi sonrisa y le eché un atisbo lleno de asombro.
–¿Cómo sabes eso? –atiné a decir.
–Te dije que te vigilo, siempre te merodeo como sabrás –Darius contestó.
–¡Oh! eso asusta –concreté fingiendo una voz grave.
¿Cuántas cosas habrá visto? Era peligroso que ese Darius supiera tanto de mí.

por **ElitzJb** Miér 02 Mayo 2012, 9:03 pm

Capítulo 11: Primera Parte
“Who Framed Roger Rabbit?”

Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 12 Lujuriaa

El aroma a cigarrillo y a alcohol asaltaba el aire, la música con exagerado volumen zumbaba entre las paredes y atiborraba el interior de mi cabeza. Sentí la sequedad de mis labios cuando los humedecí con mi lengua, mi pecho vibraba al ritmo de las ondas sonoras de la música electrónica y las risotadas de las personas y los vampiros, divisé la asonancia ahogada de algunos besos por debajo de las voces y Darius tenía una inmutada expresión de zozobra.
–Como sea, gracias por venir pero yo me voy –taconeando hice el intento de marcharme, evitando el ineludible contacto con la multitud vampírica del club.
–Créeme, no me parece que quieras irte sola a mitad de la noche –atendí a la lúgubre voz de Darius a mis espaldas.
–¿Qué es eso? ¿Una amenaza? –me giré para hablarle–. Tomaré un taxi y abandonaré a Joe con su mujer diabla.
–No seas obstinada, quédate –insistió afectuosamente Darius–. ¿No quieres tomar algo?
–Un poco de sangre estaría bien como entrada –rezongué con amargura.
–Siéntate, no voy a consentir que rondes por ahí en medio de la noche, esperaremos a Joe –instó él una vez más–. Puedes pedir una copa de Bloody Mary y cerrar el hocico.
Inauditamente me persuadió de quedarme, no obstante, lo que restó de la noche no hice más que quejarme del tozudo de Joe y maldecirlo hasta que relativamente me agobié.

–Ya vamos a cerrar, señorita –me avisó un vampiro camarero mientras frotaba un pañuelo sobre la barra.
–¡Vámonos! –resonó el bramido de Joe que codeaba entre los vampiros dando trancos hasta la salida.
–¡No iré contigo a ninguna parte! –le contradije–. Lo siento, pero me voy con Darius.
–¿Con quién? –cuestionó Joe interrumpiendo impetuosamente su andar.
Busqué con la mirada a Darius y él se había desvanecido entre los espectadores vampiros.
–¿En dónde se metió? –pregunté para mí misma en voz alta mientras examinaba la sala con sagacidad.
Joe largó una risotada con amargura.
–Qué lástima, parece que tu amigo te ha abandonado, entonces vendrás conmigo –escuché decir a Joe. Se orientó hasta el aparcamiento, yo avancé tras él–. Quien te viera. La infanta nenita poniéndole cuernos a Nick
.
–¿Qué? ¡Yo no engaño a nick! –exclamé abrumada de cólera–. Pero ¿sabes qué? Yo no tengo por qué darte explicaciones a ti.
–¡Oh nick, Oh Darius! –se burló Joe haciéndome una mala imitación y levantando un poco su camiseta por debajo del chaleco y manoseando su abdomen con perspicacia de forma burlona, socarrona y satírica.
En otros momentos podría haberme desternillado a carcajadas pero la furia se acrecentó y se encendió como una chispa.
–¿Por qué no te vas con tu diabla y me dejas en paz? Eres insoportable, Joseph Jonas –mis gritos resonaron en el vacío aparcamiento.
Sin perder la serenidad Joe continuó caminando hasta el Chevy Impala y rebuscaba las llaves en sus bolsillos.
–¿Mi diabla? Sí que eres graciosa –espetó encolerizado y con astucia– Mira quién habla de insoportable.
–No entiendo para que me trajiste si ibas a darme un gran plantón con un montón vampiros –reclamé en voz alta.
–¡Pues no perdiste el tiempo! –me acusó frunciendo el ceño, discutía con los dientes apretados, estaba furibundo, irascible y rabioso como perro.
–Adiós, me voy. Tomaré un taxi –lo reté.
Di la vuelta zarandeando mi cabello para irme con dignidad, oí taconeo de mis zapatos haciendo eco y de sopetón los brazos de Joe me rodearon y me aventaron con fuerza hacia el auto, mi espalda impactó dolorosamente contra el metal del automóvil y los cristales de las ventanas ocasionaron un ruido desapacible. A pesar de que sentí el dolor agudo atravesando mi espalda mi furia era mayor.
–Debes estar ardido porque algo no funcionó bien en tu noche de sexo –lo provoqué.
El ademán de enojo en su rostro se hizo más riguroso. Tenía los rasgos endurecidos, los dientes apretados, la mandíbula rígida, el ceño fruncido, me miraba con odio, había fuego en su mirada. Su respiración era intranquila, posó ambas manos en el vehículo a cada lado de mi cuerpo, haciendo una barrera que no me permitía escabullirme.
–Eres tan pervertida –siseó prensando los dientes con más dureza.
Me intimidó, parecía que realmente perdería el control.
Supe que ambos estábamos por saltar en pedazos, queríamos estallar, gritarnos con tanta fuerza como para que el resto del planeta escuchara, queríamos insultarnos de modo indecente y queríamos devorarnos.
Con la misma brutal furia Joe me atrapó con sus labios, me besó con tanta efusión e intensidad que mi cuerpo se debilitó, mis labios tiritaban envueltos en una oleada de delectación, con sus labios separó los míos y su lengua rebuscó con desenfreno adentrarse en mi boca, me embistió con su cuerpo para apretarse más contra mí, un gemido gutural salió de mi garganta. Tracé el contorno de sus labios con mi lengua, me aferré a su cuerpo, me enardecí de un segundo a otro, me sentía abatida y fundiéndome en sus brazos, el cuerpo de él tocaba mío proporcionándome calor e incitándome con vivacidad, tomó entre sus dientes mi labio inferior y me suministraba mordidas minuciosas y satisfactorias. El sabor de sus labios era dulce, nunca el whisky me había agradado tanto como en ese momento, en sus labios el sabor del licor se asemejaba al aderezo que le proveía la dulzura a la fiereza y crueldad de su boca. Todo mi labial rojo estaba siendo despintado por las huellas de sus besos, manchando sus labios y saturando los míos con ese impalpable sabor a pecado.
Respiramos jadeantes al terminar de devorar nuestros labios.
–No te pases de listo, vete a la mierda –dije sin aliento.
Sí, me gustaba hacerme rogar, no iba a dejar de lado mi disgusto sólo porque sus labios fueran tan provocativos y porque su cuerpo estuviera más equipado que el de un dios griego en cuestión.
En mi segundo intento por marcharme forcejeé para zafarme de sus sustanciosos brazos bien proporcionados.
Joe, sosteniéndome con un brazo mientras abría la puerta trasera del vehículo me mantuvo a su costado. No iba a dejar que una chica histérica como yo se saliera con la suya, me enganchó con pujanza a su cuerpo, y como un macho bruto me arrojó al asiento trasero del auto.
La malicia que él despertaba en mí era impropia. Yo en lo más profundo amaba con todo mi ser que él se comportara tan hombre, tan masculino, tan deseable, tan seductor, tan apetecible. Me hacía delirar y trepidar como una pequeña presa asustada. Porque yo era su dispuesta víctima.
Él de forma furiosa se adentró en el asiento trasero y se subió sobre mi cuerpo.
–¿Por qué no le dices a nick que te acompañe a casa? –dijo lleno de sarcasmo.
–¿Acaso estás celoso?
–Sí, maldita sea, ¡estoy celoso! –gritó antes de tomar de nuevo mis labios.
Que imposible resultaba pensar cuando Joseph Jonas acababa de confesarte que estaba celoso. Mi corazón no dejaba de latir apresurado como si estuviera a punto de aventurarme a lanzarme de un avión sin paracaídas, como si me hallara al borde de la muerte en una arriesgada aventura.
Su pecho comprimía el mío y me concentré en sentir sus latidos sobre mi corazón, sus labios humedecían los míos con fiereza, bestialidad y necesidad acumulada, y sus manos se lanzaron al más osado ataque de satisfacción.
Perdí la cabeza por el sólo hecho de sentirlo tan cerca, de contemplar su rostro, de oír su voz, de apreciar su calor, de auscultar los latidos de su corazón, de percibir su aliento golpeando mi piel, de tener su peso sobre mi cuerpo, de ver a través de sus ojos herméticos. Él era el tipo de hombres de los que deberían tener una etiqueta de: advertencia: "soy comestible". Porque sí lo era, era tan atractivo y perfecto.
Cuando sentí que tocaba lentamente mi abdomen arqueé mi espalda para recibirlo y mi cuello para que él lo besara. Sus labios recorrieron mi yugular y los escalofríos me estremecían como atormentantes sacudidas.
En apuros percibí que posaba sus manos en el escote delantero de mi vestido dispuesto a arrancarlo.
–¡Con cuidado! –lo detuve–. No quiero tener que llegar a casa desnuda.
Esbozó una sonrisa ardiente y con circunspección deslizó los tirantes de mi vestido hacia abajo. Jadeé con desesperación por respirar. El entorno estaba perfecto, a pesar de ser la parte trasera de un automóvil era lo suficientemente amplio y los vidrios eran tan oscuros que la intimidad rebosaba. De hecho, si no fuera por el descontrol reprimido podríamos haber ambientado el espacio con el aire acondicionado y alguna sensual melodía en la radio.
Tiré de la corbata de Joe, me moría por sacársela y dejarlo a torso desnudo. Él se sacó el chaleco de un modo veloz, desabotonó las empuñaduras de su camisa, le ayudé a sacar esa corbata en un santiamén y a mandar volando algunos botones de su camisa. Era sólo para mi, sólo mío, única y exclusivamente mío.
Él respiraba de forma audible sobre mi cuello, era hermoso. Deslizó mi vestido por mi cuerpo hacia abajo hasta que me tuvo para él en ropa interior.
Yo estaba perdida, me tenía atrapada en su irreversible trampa, había caído otra vez como una insulsa. Porque cuando me seducía la idea de caer en su trampa era atrayente. Él había ganado este juego una vez más, y tal vez me gustaba que él tuviera la delantera, quizás la recompensa sería compartida después de todo.
Con las manos temblorosas Joe abrió el botón de sus pantalones.
Le regresé un beso impetuoso, alocado, y precipitado; lo oí gemir, ese sonido fue verdaderamente estimulante.
–Se mía, ______ –susurró.
Por Dios, sus manos se aferraban tan fuerte a mí, su cabello entre mis dedos era tan suave, su piel tan exquisita. El roce de su abdomen sobre el mío me llevaba al punto de querer perder el juicio.
–Si, Joe –respondí obediente entre gemidos.
–Necesito... –balbuceó Joseph.
Él ni siquiera había terminado de hablar cuando un complaciente dolor erizó mi cuello, me había mordido, sus dientes habían atravesado mi garganta y me enloquecía sentir que cada gota de mi sangre estaba siendo engullida por ese vampiro, ésa fue la gota que rebosó el vaso. Lo que faltaba para volverme completamente desquiciada y sedienta de él. Su hermoso cuello estaba apetecible y a la vista, mis instintos bestiales me incitaban, me llamaban, me dominaban. Sentí mis afilados colmillos enardecer, yo también precisaba probar un poco de él antes de volverme loca de placer. Entreabrí mis labios y besé su cuello, preparándolo para dar la primera mordida al tiempo que sentía
mí sangre fluir desde mi cuerpo hasta el suyo. Como un estallido mi boca pudo catar el suculento sabor de su sangre y cada uno de sus secretos bajo tierra. No frenamos hasta saciarnos, hasta que la debilidad invadió nuestro organismo.
Utilizó semejante furor para despojarme de mi ropa interior y con violencia sentí todo su calor en mis adentros, yo era suya una vez más, sus movimientos eran rápidos y sus embestidas fuertes. Dije su nombre y él dijo el mío, tenía todo su aroma sobre mi piel, y el éxtasis que me invadía era paradisiaco.

–Sí –concluyó Joe.
Los dos nos quedamos tumbados inmóviles, singularmente se movía mi pecho expandiéndose y contrayéndose perceptiblemente con considerable rapidez, luchaba por recuperar el aire y Joe también.
–¿Te lastimé? –jadeó.
Negué con rapidez.
Él me besó con delicadeza, yo rodeé su pecho con mis brazos rogando para no tener que separarme de él jamás.
–Te amo, Joe –admití con una voz apenas audible interrumpida por jadeos.
Necesitaba un alto. ¿De donde había salido eso? ¿Lo amo? ¿Cómo que lo amo? ¿Por qué dije tal cosa? Yo no lo amo, ¿verdad? Me debatía yo aterrada y avergonzada.
Él guardó silencio durante segundos, a regañadientes oía su respiración.
–Eso no es cierto –rebatió con más calma.
Podía esperar que me insultara, que se riera de mí, que me correspondiera, que me besara, incluso quizás que me diera las gracias, pero él en lugar de eso me llamaba mentirosa cuando yo le declaraba que lo amaba. Mi rostro se sonrojó tanto como el suyo, él se veía resplandeciente y apuesto con ese tono escarlata en sus labios hinchados.
–¿Cómo puedes saber si no es cierto? –interrogué temerosa.
–Lo sé. Después de haberte acostado conmigo irás a darte un revolcón con Nick –fundamentó en un susurro mientras devolvía sus pantalones a su lugar.
–Yo no duermo con Nick, yo no he estado con nadie más, tú eres el único, Joe –dije tímidamente.
–Escúchame, ________, tú no me amas, yo no te amo. Tú y yo sólo tenemos sexo, nada más –alzó la voz colocándose su guardacamisa de color negro y rebuscando en la oscuridad el resto de sus prendas–. Vístete, nos vamos.
Sabía que era muy bueno para ser cierto.
Se echó sobre los hombros su camisa y colgó la corbata en su cuello, bajó del vehículo para entrar al asiento del conductor. Tanteé en la oscuridad del auto para encontrar mi indumentaria perdida, volví a colocarme la ropa y tomé mi par de zapatos de tacón en mis manos.
La mirada que me dirigió Joe desde el asiento de adelante por el espejo retrovisor casi pasa desapercibida, pero yo miré sus ojos fuliginosos bajo las sombra de sus cejas espesas. Descalza di un salto desde el asiento trasero hasta el del copiloto, sujetando mis zapatos en mi mano derecha y apoyando mi mano izquierda sobre el hombro de Joe para no perder el equilibrio. Joseph apretó el volante e introdujo la llave en el contacto hasta que el motor hizo ese sonido que indicaba que ya estaba encendido. Traté de poner bajo control mi maraña de cabello peinándolo con mis dedos y el auto aceleró.

Comenzaba a amanecer, las vías emprendían a atestarse de habitantes, la luz se filtraba intrascendentemente por las negras ventanas del Chevy, Joe encendió la radio justo cuando sonaba “Roses” de Outkast y elevó todo el volumen permitido para el coche, mis oídos estaban aturdidos pero eso era lo necesitábamos los dos, no hablarnos, no escucharnos, no mirarnos. Me mantuve en silencio todo el camino, oyendo a todo volumen algunas rolas de Muse, Panic! At the Disco y Black Eyed Peas y mirando desatenta por la ventana, sumergida en mis pensamientos aunque de vez en cuando le lanzaba un atisbo por el rabillo del ojo a ese inmortal sentado a mi lado.

Al bajar del vehículo la luz solar lastimó mis ojos y mi piel, pero aun así sentía vergüenza de entrar a casa de ese modo, probablemente estaba despeinada, con el maquillaje corrido, con una reciente marca de colmillos en mi cuello, con mi aspecto desaliñado y con un deseado vampiro que caminaba a mi lado con su camisa sin abotonar y arremangada hasta los codos, con la corbata desanudada aún colgando de su cuello, con los labios hinchados y manchas de labial en el rostro.
Para mi alivio los chicos dormían cuando entramos a casa, Joe sin hablar fue a ducharse y yo vi que Nick estaba tumbado en el sofá, dormido como un ángel, el cabello le caía en el rostro y llevaba puesta ropa incómoda y sus pesadas botas. Parecía tan tierno que no pude evitar acurrucarme a su lado y besar su mejilla mientras esperaba por mi turno de utilizar la tina. Sin darme cuenta me había quedado dormida a su lado.

q tengan una linda noche
no creo q mañana les pueda subir capitulos ok Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 12 3619577255

Tentación y Seduccion I y II temporada Joe Jonas & Tu (TERMINADA) - Página 12 3619577255

MUCGAS GRACIAS X TODOS SUS COMENTARIOS LOS APRECIO MUCHO :P

por **DanieladeJonas** Miér 02 Mayo 2012, 9:18 pm

awww le dijo a Joe que lo amaba...pero parece que ninguno de los 2 se la

creyo hahaha.... nonono tiene que dejar a Nick y estar con Joe!!! y quien

es ese Darius?? esperare el siguiente capitulo con ansias!!!

por **berenice_89** Jue 03 Mayo 2012, 8:32 am

JOE LA AMA¡¡¡PERO QUE PASA CON NICK???

por **aranzhitha** Jue 03 Mayo 2012, 11:37 am

awwww le dijo que lo ama :arre:
Joe es un patan como le dice que solo es sexo y que ella se revuelca con Nick :x
me cae mal Joe no lo entiendo :o
Nick es muy lindo y creo que se merece mas a la rayita que Joe
Pero awww ya no se que pensar
Siguela!!!!

por **andreita** Vie 04 Mayo 2012, 3:04 pm

la verdad no entiendo a nadie en esta nove
jajajajjaa
joe dice que la queria pero ahora dice que no la quiere
y la rayis
quiere a joe
peor porqu eno termina con nick???

por **andreita** Vie 04 Mayo 2012, 3:04 pm

la nove esta genial

por **andreita** Vie 04 Mayo 2012, 3:05 pm

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