Rainbow Candies (Harry Styles y Cadie Grey)

Miro el reloj con nerviosismo, las manecillas se mueven tan lento como mi cuerpo. Escucho como la enfermera habla con la maestra de la clase de cocina y le cuenta mi situación.
Espero inmóvil sentada en la camilla con la mirada de Harry fulminando mis huesos. Pareciera que odia mirarme.
Aun así no aparta los ojos.
—Cadie, ¿puedes ponerte de pie? Vamos a pesarte y a medirte —asiento sin interés, no me importa que me descubran porque no me van a detener. Pueden llenarme de comida hasta la garganta, pero la devolveré toda si es necesario.
Harry persigue cada uno de mis movimientos y eso me pone algo histérica. Le pido a la enfermera que saque a Harry de allí, que no soporto tenerlo cerca. Por la expresión de su rostro sé que mi comentario le ha dolido, pero es tarde para arrepentirse porque parece pensárselo mejor y su mirada se vuelve dura. Sale de la enfermería dando un portazo que retumba en las paredes de mi cráneo como el tambor de una orquesta infinita. Ese mismo ruido evita que escuche a la primera las indicaciones de la enfermera.
—Ponte derecha para medirte —me repite.
Lo hago y me empuja hasta la pared donde hay una huincha de medir pegada a la pared.
—Un metro sesenta y tres —murmura y me mira detenidamente. Recién se da cuenta de lo mucho que se acercaron las deducciones de Harry a la realidad.
Me lleva a la pesa y para el horror de ambas descubrimos que peso cuarenta y ocho kilos. Es lo más devastador que pude haber visto. Tenía que ser mentira.
Llevaba más de un mes sin comer nada excepto esos caramelos y sólo pesaba cuarenta y ocho kilos. Así mis padres nunca se fijarían en mí.
—Bueno, llamaré a tus padres para decirles que te lleven a un nutricionista y que cuiden de tus hábitos alimenticios —me dice la enfermera.
Es como si se lo dijera a alguien que pesa demasiado, percibo el doble sentido de su oración y me sorprendo al llegar a la conclusión de que me está diciendo que siga sin comer porque aún no soy lo suficientemente buena. Por supuesto, no me lo podía decir con claridad porque es algo que los demás considerarían como malo, así que ella me comienza a agradar.
La enfermera sale y veo que la maestra de cocina ya se fue al salón, pero que Harry sigue allí de brazos cruzados y con el ceño fruncido. No es fácil ignorarlo, merodea unos minutos por la puerta hasta que al final decide entrar.
—No soportas tenerme a tu alrededor —dice, cerrando la puerta con cuidado—. Que me haya dado cuenta de que estás enferma no quiere decir que esté pendiente de ti, tengo mejores cosas que hacer que estar preocupándome por alguien como tú —lo dice rápido y sin escrúpulos, soltando cada palabra con veneno.
Los demás nunca me han afectado, pero Harry logró estremecerme de pena por mí misma. Sin embargo, no lo demuestro.
—Nunca fue mi intención —respondo.
Sonríe de medio lado y baja la mirada, mete sus manos en los bolsillos de su pantalón y aguanta la risa. No comprendo que le sucede, así que me vuelvo a acostar en la camilla y me concentro en la ampolleta que cuelga del techo.
—No te ves muy preocupada, ¿tus padres saben sobre esto? —pregunta de repente. Me distrae de la luz de la ampolleta y me pongo a pensar en los verdaderos motivos por lo cual no como.
Mi madre fue bailarina de ballet en su juventud y ahora es maestra en una academia de esta ciudad. Mi padre es fotógrafo. Ambos tienen un concepto parecido de perfección, un concepto en el cual yo no estoy. Por lo tanto, trato de entrar en su círculo para entenderlos, aunque ellos parecen no darse cuenta de mis esfuerzos.
Supongo que dejando de comer y pareciéndome a lo que ellos están acostumbrados a ver día a día en sus trabajos me prestarán atención, así que no creo que esto los enfade.
Sin embargo, no le digo esto a Harry. Quedo en silencio y vuelvo mis ojos al techo.
—¿Acaso te dijeron gorda cuando pequeña? ¿O es algo patológico? —insiste Harry. Me siento de golpe y lo miro a los ojos, me cansan sus preguntas y son muy incómodas.
—¿No que tenías cosas más importantes que yo? Entonces, déjame en paz.
En ese momento, la enfermera entra y dice que nadie responde en mi casa y que mis padres no atienden sus celulares. Era obvio, no tienen tiempo para su hija.
Por un momento hago una mueca, pero como Harry me observa, disimulo una sonrisa y me disculpo.
—Están muy ocupados en el trabajo, no creo que deban molestarlos —Harry abre la boca para protestar, pero lo callo con una mirada amenazadora.
Me molesta el hecho de que se entrometa en mi vida, él no es más que el chico que me lanza papeles, un desconocido.
La enfermera le encarga a Harry ocuparse de mí por el día, protesto pero no me hacen caso. No sé que se propone Harry, mas no confío en él ni en nadie de esta escuela.
Cuando salgo de la enfermería, los pasillos están abarrotados de estudiantes que no reparan en mi presencia. Eso me gusta, ser ignorada por los demás. Si nadie se fija en mí, tengo la libertad de hacer lo que quiera. La única excepción es Harry, que me persigue como si fuera mi sombra por el pasillo hasta que llego a mi casillero.
En el camino, noto que nadie se detiene a saludarlo. Luce como un chico solitario y apático.
—La enfermera no sabrá si hiciste lo que ella te encargo o no, puedes dejarme sola —le digo, abriendo mi casillero y sacando unos libros para guardarlos en mi mochila.
—No lo entiendes —se limita a decir.
—Tienes razón, no lo entiendo. Hace unos minutos me dices que no te importo y ahora me cuidas. Definitivamente no te entiendo.
—Y es mejor que sigas sin entenderlo.
Harry me exaspera. Tiene unos lindos ojos y un cabello genial, se viste como los modelos que fotografía mi padre y es alto y delgado. Es como una bofetada en la cara, ya que es el hijo soñado de mis padres. En cambio yo soy patética, tengo el rostro cubierto de pecas y todo lo que uso me queda mal, mi cabello es desaliñado y sin brillo y no tengo nada de especial.
Cuando tengo mis cosas listas para la siguiente clase, le doy la espalda a Harry y me aparto lo más que puedo de él. Pero antes de si quiera doblar el pasillo, me agarra del brazo y tira de mí. Me quejo y lo golpeo en el brazo, pero al parecer no le hago ni un rasguño.
—¿Qué te sucede ahora? —le pregunto.
—No avances, viene el grupo de Amelia —apunta con el dedo a tres chicas entre las cuales distingo a la chica con la que choqué en la mañana. Al lado de sus amigas no se ve tan delgada, todas siguen el mismo patrón de cabello largo, ropa a la moda y tacones.
Al pasar por nuestro lado, de repente se detienen a la señal de la chica de al medio. Harry se tensa y ejerce más fuerza contra mi brazo.
—Hola, Harry ¿quién es ella? —la chica con la que choqué está al lado izquierdo de la que preguntó, ocultando la risa detrás de su mano aunque no comprendo que es tan divertido.
—Nadie —su respuesta es como un balde de agua de fría. Harry es la persona más cambiante que he conocido en mi vida.
La chica me mira de pies a cabeza y sonríe.
—Es muy guapa para ser nadie —suelto una carcajada con sarcasmo, no sé que les ha dado a todos hoy de fijarse en mí.
—Sigue siendo nadie. Si nos disculpas, tenemos que irnos, Amelia —suelta Harry en un tono amenazante.
—Un gusto en conocerte, Nadie —se acerca a mí y besa me mejilla como si fuera mi amiga de años. Me pongo a pensar que si no fuera por Harry, esta sería una mañana normal sin encuentros ni conversaciones con chicas que parecen sacadas de una revista.
Las tres chicas se van y el hambre vuelve a amenazar a mi estómago. Procuro no mostrar debilidad o una expresión acongojada, de lo contrario Harry se tomara más en serio la tarea asignada por la enfermera.
—No te acerques a Amelia, no conseguirás nada bueno de una amistad con ella —me advierte. Comienzo a creer que Harry es algo paranoico con respecto a las personas.
Él me deja en mi salón y me avisa que me estará esperando para almorzar juntos. Hago como que no escucho lo último y entro rápido a la clase.
Me siento al lado de un chico moreno, quien duerme con el rostro sobre la mesa. Toda la clase me la paso ideando formas de evitar a Harry cuando suene el timbre, pero no se me ocurre nada coherente. Mi cabeza parece estar llena de palomas que revolotean con mis ideas en sus alas, pasan tan deprisa que no consigo atrapar una y cuando quedan cinco minutos para el termino de la clase me desespero al punto de clavar mis uñas contra las palmas de mis manos.
—Hey, relájate —oigo de pronto. El chico que está a mi lado despertó de su siesta y me mira con preocupación. Este no es mi día.
—Lo siento.
—¿Qué sientes? No has hecho nada malo, pero te ves muy estresada y te harás daño en las manos si no te relajas —le hago caso y ahí se me ocurre una idea.
Él parece ser comprensivo, así que le cuento lo siguiente:
—No puedo relajarme, hay un chico que no deja de acosarme. Me amenazo con golpearme si no almorzaba con él —su expresión cambia de inmediato. Perplejo tartamudea un poco antes de preguntarme:
—¿Quién es ese estúpido?
—Se llama Harry, creo que su apellido es Styles.
Abre los ojos como plato sin poder creerlo. Tensa la mandíbula y aprieta las manos en puños.
—Oh, no lo hará otra vez —murmura. No tengo la menor idea de lo se refiere, pero parece estar de mi lado.
Apenas suena el timbre, se coloca a mi lado y me dice que Harry no me hará daño. Comienzo a dudar del plan y a preguntarme si es que Harry de verdad acosó a alguien en el pasado como para que este chico haya reaccionado de esa manera.
Los demás salen y cuando llega nuestro turno, vemos a Harry apoyado contra la pared frente a la puerta. Se ve más animado que en la mañana, pero cuando se acerca frunce el ceño y una actitud defensiva se apodera de él.
—Ella viene conmigo, Zayn —le dice, y en un solo movimiento me sujeta otra vez del brazo y me tira hacia él. Choco contra su pecho y me quejo, eso parece despertar algo dentro del chico moreno y se abalanza contra Harry.
Lo golpea en el ojo y cae al suelo, el maestro sale del salón y aparta a Zayn de Harry antes de que le lance otro golpe.
Me siento culpable, pero entiendo que es algo que debía pasar para que me dejara en paz.
—No volverás a dañar a nadie, Harry. Aléjate de ella —exclama Zayn.
Observo atónita como Harry se coloca de pie sin reclamar ni devolverle el golpe. Se acomoda la camiseta y la chaqueta que lleva puesta y algo hace que mis piernas flaqueen. Su ojo se pone morado de inmediato.
—No voy a dañarla, sino ayudarla. Así que no te metas en mis asuntos, Malik —Harry se ve tranquilo, como si nada hubiese pasado.
Me doy cuenta de que solo creo problemas para el resto, así que mientras discuten y se amenazan a través de miradas y el profesor intenta arreglar la situación, me escabullo y busco un lugar para esconderme toda la hora de almuerzo. Es mejor para todos que yo desaparezca aunque sea por unos minutos.