Rainbow Candies (Harry Styles y Cadie Grey)

Harry me envía un mensaje de texto en el que dice: “Tenemos que hablar”.
Esa frase no significa nada, siempre la ponen en las películas o la escucho salir de las bocas de las parejas, así que no sé de qué tenemos que hablar, a menos que se refiera a mis problemas alimenticios o a mi nueva “actitud”.
No creo que deba preocuparse tanto, si lo sigue haciendo terminará por fastidiarme. No es que yo vaya a tirar chicos al basurero, unirme a una pandilla o convertirme en una chica bravucona. Harry no comprende que no me importan los demás, si voy a ser mala no será con ellos, sino conmigo misma. De esa forma sé que los dañaré, así seré mala.
Porque, ¿qué cosa le dolerá más a mis padres ahora que lo saben: ver que puedo solucionar esto sin su ayuda, o que continúo tal cual?
Solucionar mis problemas indicaría que tienen un peso menos encima, por más dolidos que se vayan a sentir, al menos su hija volvería a la normalidad. En cambio, el perder control sobre mí los enloquecerá. Y eso es lo que quiero.
Así que de esa forma me convertiré en la villana.
Guardo el celular en mi bolsillo, hoy no fui a clases y seguramente la mitad de la escuela ya debe saber lo que me sucedió. Estaba preparada para aceptar las burlas, era valiente en ese sentido, pero no las miradas. Podían gritarme todo lo que quisieran, pero que no me miraran con pena.
Mi celular vuelve a sonar, lo saco del bolsillo y me tiro a mi cama para contestar. Pero era otro mensaje.
“Ve al centro comercial a las 4”
Harry va en serio con lo de hablar. Miro la hora en el mismo celular y me doy cuenta que sólo quedan una hora.
Sin embargo, me preparo de inmediato, me siento claustrofóbica encerrada en mi cuarto y además, mi madre salió a trabajar. No tenía caso que se preocuparan si a final de cuentas seguiría sola entre cuatro paredes.
Me coloco mis zapatillas y una chaqueta para ocultar mis brazos, de pronto siento vergüenza de que los demás me vean así. Bajo a toda velocidad y salgo de la casa, me dirijo al centro comercial a pie, ya que odio tomar el autobús.
Tardo media hora, y espero afuera de las tiendas a que Harry llegue. Tal vez parezco una chica solitaria, pero no me importa, ya nada logra alterarme. Es como si me convirtiera en un trozo de metal inerte y afilado para lastimar a quien se acerque, y la idea no me molesta tanto, es lo que más se acerca mi estado.
A lo lejos, un grupo de chicas camina con bolsas de ropa en las manos, las reconozco enseguida, son el grupo de Amelia.
Escucho la voz de Harry en mi cabeza, diciéndome que no me acerque a ella, las mismas palabras con las que todos me han dicho que no me involucre con él. Dudo un momento, no sé si saludarlas o ignorarlas, estoy en medio de su camino.
No, hoy no quiero desafiar mi suerte, así que camino y entro a una tienda de mascotas y me escondo detrás de las jaulas de los hámsteres.
Cuando estoy segura de que ha pasado un buen rato, salgo otra vez a los pasillos del centro comercial y miro la hora en mi celular, son las 4.
—Que puntual —escucho de pronto. Me volteó y me encuentro con Harry, que brilla con luz propia. No sé si es mi idea o de verdad se arregló, tal vez sean alucinaciones mías y él siempre se vista así, sólo que no me había dado el trabajo de apreciar su estilo con detención.
—¿De qué querías hablar? —le pregunto con sequedad. Él hace una mueca ante mi tono de voz, no se esperaba mi reacción tan distante.
—Quiero contarte una historia, pero necesito que vayamos a un lugar más calmado —me dice. No puedo evitar bufar.
—Y no se te ocurre mejor lugar que un centro comercial —me sorprendo a mí misma ante el sarcasmo que utilicé.
—Vamos, rápido. Estás cambiando más de prisa que la anterior, si no te cuento lo que en verdad sucede, puede que te pierda para siempre también.
Sus palabras me asustan, es como si fuera una clase de hechicero o algo que ha embrujado a una persona, ¿de qué está hablando Harry?
Sin embargo, a pesar de mi notoria consternación, le sigo y me doy cuenta que nos dirigimos a una tienda de vestidos. Cada minuto que pasa quedo más confundida de lo que estaba.
Entramos y una empleada nos atiende. Pero se turba al ver a Harry y retrocede unos pasos. Su impresión pasa de su rostro al mío, que me mira con una mezcla de pena y lástima.
—¿Otra vez por aquí, chico?
—Otra vez por aquí. Soy un caso perdido, ¿no lo crees? —le responde Harry con un aire decepcionado.
—Eso lo sabes tú. ¿Y? ¿Tienes en mente algún vestido?
—El rojo, definitivamente a ella le vendrá el rojo.
Mi cabeza comienza a dar vueltas y por primera vez sé que no se trata por la comida. Escucho decir a Harry sobre un vestido rojo, pero yo quiero protestar y gritar que sería mejor uno verde.
Recuerdo los caramelos de arcoíris, amarillos, verdes, azules, naranjas, rosados, rojos.
Odio el rojo, no soporto el rojo.
Porque Harry es rojo, él es como ese color, vivo, apasionado, alguien que no teme ser él mismo.
Pero no digo nada, me limito a guardar silencio y esperar junto a Harry a que la mujer regresé de buscar un vestido.
Y finalmente, saco la voz.
—Harry, quiero uno verde —le susurro.
—No, esta vez será rojo. Después, será arcoíris, y cuando menos te des cuenta, será del color de una hamburguesa.
Su voz en baja, ronca, casi como una caricia. No entiendo, me estoy volviendo loca o estoy a punto de desmayarme otra vez. Pero sé que no es ninguna de las dos, porque mis piernas están firmes y me siento fresca.
De pronto, siento una presión en mi mano y me doy cuenta de que Harry me la aferra con la suya con fuerza. Parece temer a que desvanezca o que me escape. Pero no lo haré, por más que odie la idea del rojo, no iré a ninguna parte porque me gusta sentir su piel contra la mía.
Y recaigo en que algo anda mal.
Nunca me ha gustado el contacto con la gente, tampoco que sean mis amigos por mucho tiempo ni que se preocupen por mí. Eso lo he dejado claro en la escuela y todos parecen respetarlo al ignorarme, pero Harry hizo oídos sordos y se acercó a mí.
Y, a pesar de ponerle trabas en el camino, terminó estando a mi lado en los momentos más humillantes de mi enfermedad.
Y de la nada comenzaba a gustarme que me tomara de la mano.
Sé lo que significa eso, también comprendo en lo que significará más adelante y los problemas que me causará, mas no lo evito y dejo que siga así, a mi lado.
Entrelazo mis dedos con los de Harry y él me corresponde. Nunca, ni cuando comenzó a preocuparse por mí, pensé en la alternativa de que podría enamorarme de él.
Queda mucho tiempo para descubrir si en realidad es eso, así que prefiero pensar que es efecto de la idealización que tengo de él, como un chico perfecto y sin problemas sin miedo de demostrarle a los demás su personalidad.
La empleada vuelve con una caja alargada y se la entrega a Harry.
—Ya sabes donde están los probadores… —le dice la mujer. Se da media vuelta para atender a un grupo de amigas que acaba de entrar, pero antes de dejarnos, dice—: Buena suerte esta vez.
Decido no hacer preguntas, Harry me dijo que lo contaría todo y confío en su palabra.
—Entra y pruébatelo, cuando estés lista, me avisas.
El vestido es de un rojo demasiado intenso y no comprendo por qué Harry ha dicho que me quedaría. Ni siquiera cuando me lo coloco y noto que me queda suelto de cintura y busto cambio de opinión, sería mejor uno verde.
—Ya, Harry —digo en voz alta.
Él corre la cortina del probador y entra con el semblante serio. Nos miramos un par de segundos, hasta que llega el momento de las respuestas:
—¿De qué querías hablar? —insisto.
—De ti, de mi, de las personas, de los colores, de ese vestido, de caramelos, de muchas cosas que tú ves todos los días, pero que no les prestas la suficiente atención como para pensar por qué están allí o por qué son así —su mirada es penetrante, y me percato demasiado tarde de un detalle que antes ya sabía, pero que con sus palabras me ha iluminado.
Sus ojos son verdes.
Y con eso no puedo dejar de mirarle y escuchar lo siguiente como si mi vida dependiera de ello.
—Te he traído aquí porque quiero que decirte algo… y es primordial que lo sepas antes de que seas esa “chica mala” que quieres ser —intento protestar y decirle que tenemos conceptos distintos de maldad, pero el me calla con sus ojos verdes y prosigue—: Te contaré porque Zayn me odia tanto, y porque la escuela también. Esta vez, la verdad.
Respiro hondo, la ansiedad me da hambre.
Encerrados en el probador, en un espacio tan disminuido, separados del resto del mundo por una cortina azul, me siento como en la sala de cocina de la escuela, donde podemos conversar y ser nosotros mismos sin las miradas ajenas que nos perturban.
—Lo primero que tienes que entender es que Zayn me odia —eso ya lo sabía, pero no digo nada porque debe ser algo de suma importancia en lo que me contara—. Él me odia por amar a alguien.
—¿Cómo? —le pregunto desconcertada. Se refriega los ojos y se masajea la sien, después alza la mirada y el verde esmeralda impacta contra mí y me hace perder la noción de lo que pasa por unos segundos.
—Zayn amaba… ama a una chica a la cual yo le hice daño. Por eso intenta alejarte de mí. Y sé que esa chica también lo intentará o ya lo ha intentado, las he visto conversar —hago memoria y al mirar de nuevo en sus ojos, comprendo a quien se refiere.
—Amelia… —murmuro, pero Harry parece concentrado en seguir con el relato.
—Hace dos años, Amelia y yo fuimos novios. Nada especial para mí, era una chica como tú, débil y desprotegida que sólo buscaba ser aceptada, supongo que por eso aceptó encantada la cita que le pedí la primera vez que le hablé.
“Ella no me importaba, era algo pasajero. Pero había alguien a quien sí le importaba Amelia, y ese era Zayn. Supongo que no se entrometió en nuestra relación para no hacer pasar un mal rato a Amelia”.
Zayn regañándome, Amelia advirtiéndome… todo eso vino a mi cabeza de golpe.
—Después de un tiempo Amelia cambió. Ya no era esa chica dulce y tímida, encontró nuevas amigas y se adaptó a ellas, se transformó en lo que es ahora. Y eso me molestó porque sabía que era mi culpa. ¿Cuántas veces le dije que no era suficiente para mí, y aun así no la boté? Al final cedió a mis expectativas y de un día para otro era una chica frívola, superficial y apática. Como el resto de las chicas que hay en la escuela.
“Y ahí fue cuando terminamos. Ya no quería estar con ella porque no era divertido. Y Zayn se enfadó muchísimo, le había dejado el camino libre hacia Amelia, pero no era la misma chica de la que él se enamoró, y desde allí que me odia”.
Respiro despacio, desenvolviendo las palabras que me ha dicho Harry para que mi cabeza las entienda. Cuando creo que Harry acabó, me siento incómoda, pero de un momento a otro él vuelve a retomar la historia y continúa hablando, así que me quedo quieta escuchando el final del relato:
—Lo peor fue que después Amelia supo que Zayn la amaba desde antes de ser así. Se esforzó por volver a ser la Amelia tímida y real, pero no lo consiguió. Terminó por quedar encantada de Zayn, pero sin podérselo decir. Por eso ella también me odia en cierto punto, porque es consciente de que la cambié. Y también los demás, ya que se dan cuenta de que, quien se acerqué a mí termina mal.
Y concluye. Baja la cabeza y mira un punto indefinido en sus zapatos. No sé que decir, su historia no me conmueve pero me hace ver la realidad, del por qué me advierten que Harry no es bueno.
—¿Por qué el vestido rojo? ¿De dónde conoces a la empleada? —le pregunto impaciente. Él levanta la cabeza y sus ojos están cristalizados. Muerdo mi lengua por ser tan insensible, debí suponer que este es un tema difícil para Harry.
Sin embargo, él me sonríe y es como si mi mundo se iluminara.
—Esa es otra historia, pero que también está relacionada con lo que te acabo de contar. Aún no estás preparada para escucharla. De momento, sólo te puedo decir que el rojo te queda estupendamente y que deberías comprarte ese vestido.
Admiro por unos minutos su valentía, mientras yo me desmayo y causo problemas, él lleva sobre los hombros la culpa de un amor que no pudo ser entre dos personas.
Me acerco a él, como tantas veces he hecho ignorando las advertencias de los demás, y lo tomo por sorpresa al abrazarlo. Harry me estrecha y esconde su rostro en mi cuello, sin llorar pero con el sentimiento allí.
Como cuando nos dimos las manos, su contacto me gusta, es cálido y siento que me protegiera.
—Harry, ¿recuerdas que tú estarías ahí cuando yo te necesitara? —él asiente aún con la cabeza sobre mi hombro—. Bueno, pues yo te digo lo mismo: Cuando estés mal, no dudes en acudir a mí —me separo un poco y le aparto el flequillo rizado que cubre parte de sus ojos—. Olvidaré mis problemas y estaré allí sólo para ti, ¿de acuerdo? Sé que soy “débil”, pero eso no quiere decir que no pueda cargarte sobre mis hombros cuando tú ya no puedas más.
Y sonrío como sólo lo hago cuando estoy con Harry. Él lo hace también y vuelve a abrazarme, mientras me susurra:
—Siento tener que contarte esto, pero no quería que fuera demasiado tarde y que, por mi culpa, dejarás de ser la maravillosa chica que eres.
Eso hace que mi corazón sangre, ¿qué chica soy? ¿La que no come o la Cadie de antes?
Niego con la cabeza y Harry se da cuenta.
—No, esta no soy yo, todavía no me conoces en realidad. No siempre he estado enferma.
—Genial —dice Harry con alegría reprimida—. Eso quiere decir que tengo que descubrir a la verdadera Cadie, estoy dispuesto a hacer el sacrificio.
Reímos un buen rato, reímos de todo y de nada a la vez, se siente bien tener a alguien contigo cuando más lo necesitas, pero lo mejor es que sé que él también me necesita y que yo estaré encantada de ayudarlo cuando llegue el momento.