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"Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
Hola soy maru, quisiera subir esta nove, esta muy buena hace unas horas la termine de leer y quisiera subirla(si quieren) adaptada a nick y tu les dejo la sinopsis.
El autora: Davidson Carolyn
SINOPSIS
OBLIGADOS A CASARSE
En cuanto llegó al Oeste, la señorita ____(tn)Carruthers tuvo que olvidarse de sus planes para conseguir tener una vida digna y tranquila. Y eso ocurrió cuando se vio casada con un exaltado vaquero por culpa de un matrimonio de conveniencia.
Nicholas Jonas, capataz de un rancho, estaba acostumbrado a que las cosas se hicieran a su manera. Así que no entendía por qué le estaba costando tanto hacer entender a su nueva y bella esposa del Este que él era el que mandaba.
PD: esta nove, es de romance y tiene un poco de intriga como toda nove,alguien quiere matar a uno de los personajes y creo que ya hable de mas... :lol:
La sigo??comenten
besos, byebye
El autora: Davidson Carolyn
SINOPSIS
OBLIGADOS A CASARSE
En cuanto llegó al Oeste, la señorita ____(tn)Carruthers tuvo que olvidarse de sus planes para conseguir tener una vida digna y tranquila. Y eso ocurrió cuando se vio casada con un exaltado vaquero por culpa de un matrimonio de conveniencia.
Nicholas Jonas, capataz de un rancho, estaba acostumbrado a que las cosas se hicieran a su manera. Así que no entendía por qué le estaba costando tanto hacer entender a su nueva y bella esposa del Este que él era el que mandaba.
PD: esta nove, es de romance y tiene un poco de intriga como toda nove,alguien quiere matar a uno de los personajes y creo que ya hable de mas... :lol:
La sigo??comenten
besos, byebye
Última edición por maru!! el Dom 22 Abr 2012, 6:31 pm, editado 1 vez
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
sisisisisisisisisisi!!!!!!!!!!!!!!...siiiiiiiiiiiiiiii!
SIGUELA ESTOY SEGURA Q ME ME VA A ENCANTAR!!!!!!!
ME LLAMO DEISY
SIGUELA PRONTO PORFA
ATT PRIMERA LECTORA :D
SIGUELA ESTOY SEGURA Q ME ME VA A ENCANTAR!!!!!!!
ME LLAMO DEISY
SIGUELA PRONTO PORFA
ATT PRIMERA LECTORA :D
Femme Fatale
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
AAAAH... bienvenida Deisy
dentro de un rato subo cap :D
dentro de un rato subo cap :D
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
ola soiii nueva lectora sigelaaaa porfazz
Invitado
Invitado
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
Este cap se lo dedico a Deisy y Jazaabi*(bienvenida) :D
chicas los cap son largos puede que aveces los suba x partes, aunque hoy lo voy a subir el cap entero :)
CAPITULO 1
El motivo de esta carta es anunciarle el desgraciado fallecimiento de su padre, Samuel Carruthers. Murió durante una inundación junto con su esposa Arnetta. Esperamos nos informe cuanto antes sobre qué hacer con la hija de los fallecidos, Theresa, de sólo cinco años.
Quedo a su disposición,
—Hasta Hades es mejor que este sitio en medio de la nada —susurró ella.
Sus palabras se fueron con el viento tan pronto como las pronunció, como si nunca hubieran existido. Pero habían sido reales, igual que la esbelta figura de la mujer que las había pronunciado y que seguía mirando con ojos incrédulos el árido paisaje de Forbes Junction.
El tren en el que había viajado se había detenido allí un momento para que ella pudiera bajarse. Segundos después, un sonoro silbato había marcado la puesta en marcha de los vagones. Miró en la dirección en la que se había alejado, ya no era más que una mancha en el horizonte y el humo de su locomotora se disolvía en el aire. El sol estaba en lo más alto y pegaba con fuerza. Recordó el calor que había pasado en el tren durante las últimas horas. Se había pasado toda la mañana abanicándose con un periódico doblado y limpiándose el sudor de la frente con su delicado pañuelo de encaje.
—Arizona, hasta el nombre suena abrasador —murmuró mientras levantaba un pie y se lo miraba.
Sus elegantes y caras botas estaban cubiertas de polvo. Miró después a su alrededor para decidir lo que podía hacer. Frente a ella, la puerta de la estación estaba abierta. Se imaginó que era su única oportunidad de refugiarse del sol.
La estación era pequeña. Se imaginó que no debía de usarse muy a menudo. Se agachó para recoger su bolso de viaje y dejó en el andén el gran baúl que contenía su ropa. La bolsa era pesada y lamentó haber metido en ella tantos libros.
—No entiendo para qué quieres llevarte todo eso —le había dicho Delilah—. De todas formas, no vas a quedarte el tiempo necesario para poder leerlos todos.
—¡Eso espero! —susurró entonces en medio del andén.
Suspiró, levantó la barbilla con determinación y fue hasta la puerta de la estación.
La sala estaba en penumbra y eso era lo único bueno que tenía, protegerla del sol. Todo estaba sucio. Una pequeña ventana en la parte trasera le daba algo de ventilación al lugar, aunque no la suficiente como para que pudiera refrescarse.
Se llevó la mano a los botones superiores de su traje. Le tentaba la idea de desabrocharlos. Pero no dejó que el calor la tentara y se acercó a la ventanilla vestida con todo el decoro que debía una mujer de su edad y condición.
—Perdone… —murmuró.
Sabía que el decoro y la dignidad eran las únicas armas para enfrentarse a su situación. Creía que esos valores conseguirían darle la fuerza que necesitaba entonces, igual que había pasado durante el largo viaje en tren.
—Sí, un momento —dijo alguien desde el otro lado del mostrador—. ¿Qué puedo hacer por usted? —le preguntó el encargado de la estación poniéndose entonces de pie.
Llevaba un almidonado uniforme que acentuaba aún más su delgadez. La miraba por encima de sus gruesas gafas, que llevaba bajadas sobre el puente de la nariz.
—Se supone que debía haber un vehículo aquí del rancho de los Carruthers para recogerme, pero no veo a nadie por ninguna parte. ¿Tiene usted algún recado para mí?
—Puede que sí y puede que no. Dígame para quién sería el mensaje, por favor.
—Soy _____(tn)Carruthers.
El hombre la miró con renovado interés, de arriba abajo, fijándose sobre todo en su moderno sombrero y en las curvas que se destacaban bajo su severo traje oscuro.
—Sí, está claro que se trata de usted —le dijo él—. Se parece a su padre mucho. En los ojos y también en el pelo.
—¿Eso cree? —repuso ella con algo de incredulidad.
—Sí. Su hermano va a venir a recogerla.
—¿Quién ha dicho que viene? —preguntó ella con algo de irritación.
—Su hermano —repitió el hombre. ____(tn) se quedó mirando a ese sujeto con el ceño fruncido.
—Yo no tengo ningún hermano —replicó con frialdad—. He venido para conocer a mi hermana, Theresa. No tengo ningún otro pariente en este pueblo —le aseguró ella.
Y era lo cierto, no tenía a nadie más. Pero tenía una hermana y ese hecho la había llenado de alegría. Susurró de nuevo el nombre de la niña, le gustaba hacerlo y saborear las sílabas que lo componían. Tenía sólo cinco años y era la hija de Samuel.
—Por cierto, le acompaño en el sentimiento. Fue una pena lo de su padre.
Ella asintió para darle las gracias. La noticia del fallecimiento de su padre había sido una gran sorpresa, pero se había recuperado pronto. Era difícil para ella sentir dolor por ese hombre. Para ella no era más que un recuerdo lejano, alguien en el que había preferido no pensar durante sus largos años de ausencia.
Recordó la carta que el abogado le había enviado para informarle de su deceso.
Su padre y la esposa de éste habían muerto por culpa de las inundaciones. Samuel y Arnetta Carruthers. Eran sólo dos extraños para ella, a pesar de que compartían el mismo apellido.
—¿Lo conocía usted bien? —le preguntó al hombre, dejándose llevar por un inesperado impulso.
—¿Cómo dice? ¿Que si conozco bien a quién? ¿A su hermano? Claro que lo conozco —repuso el jefe de estación con seguridad—. En Forbes Junction, todo el mundo conoce a Nick Jonas.
—No, me refería…
No llegó a terminar la frase y se apartó de la ventanilla. No entendía nada, pero sabía que de poco le iba a servir seguir preguntando a ese hombre.
Suspiró para calmarse. Se imaginaba que pronto llegaría alguien a la estación para recogerla. Y también muy pronto podría conocer por fin a la niña. Estaba deseando poder verla. Se ajustó nerviosa la chaqueta del traje y su gracioso sombrero.
—Estará aquí muy pronto. A no ser que se entretenga charlando con alguna mujer. Las tiene a todas revoloteando a su alrededor —le dijo el hombre antes de cerrar la ventanilla.
—¿Revoloteando? —repitió ella.
—Es mi hora del almuerzo —anunció la voz del hombre desde el otro lado de la ventanilla.
Eso le recordó que hacía mucho que no había comido nada, desde la hora del desayuno. Y entonces sólo había tomado un poco de pan que había sobrado de la noche anterior y un melocotón algo pasado.
Vio un espejo en una de las paredes de la estación y se acercó. Tenía ojeras bajo sus ojos azules y una mancha oscura en la mejilla izquierda. Su pelo se había encrespado y algunos rizos rebeldes se escapaban de su pequeño sombrero.
—¡Estoy hecha un desastre!
—No es para tanto.
Se dio la vuelta con la boca abierta al oír esas palabras y se giró hacia la puerta de la estación. Estaba indignada y furiosa. Se enfrentó al hombre que la miraba desde el umbral.
—¿Cómo ha dicho?
Sabía que con su aspecto tras el largo viaje no podía permitirse el lujo de mostrarse altanera con aquel desconocido, pero al menos podía hablarle con la arrogancia que una impertinencia semejante se merecía.
Él le sonrió mientras se quitaba su sombrero. Tenía las manos morenas y los dedos largos y finos. Ese hombre se estaba riendo de ella.
—No es para tanto —repitió el hombre con voz algo ronca y divertida—. Tengo que decirle que usted es el desastre más bonito que he visto en mucho tiempo.
Respiró profundamente para mantener la calma. Le irritaba lo directo que estaba siendo ese desconocido con ella. Con la cabeza muy alta, se dio media vuelta y le dio la espalda.
—Será mejor que no sea descortés con el hombre que lleva las riendas, señora —le susurró al oído.
Estaba justo detrás de ella. Podía sentir el calor de su cuerpo contra su espalda. Se enderezó, apenas podía moverse. El jefe de estación salió de su despacho.
—Hola, Nick. ¿Cómo estás? Tu hermana te ha estado esperando.
Cerró los ojos al oír sus palabras. Estaba perdiendo la paciencia con todo aquello.
—¡Yo no tengo ningún hermano! —le contestó poniendo énfasis en cada palabra.
No le importó mostrarse irritada frente a esos dos hombres.
El recién llegado tenía ventaja sobre la situación y se aprovechó de esa circunstancia. Agarró sus hombros y se inclinó sobre ella para hablarle nuevamente al oído. Pudo sentir su cálido aliento en el cuello.
—Gírese, señorita ______(tn). Estoy aquí para representar a su familia —le dijo.
Movió los hombros para intentar deshacerse de esas fuertes manos, pero no le sirvió de nada. Él, sin decirle nada, la hizo girar hasta que quedaron frente a frente. Estaba haciendo lo imposible por contener su enfado. Lo miró con frialdad y sin perder la compostura.
—No sé quién es usted —le dijo ella—. He venido desde Lexington para conocer a mi hermana pequeña. Se llama Theresa Carruthers. Estoy aquí esperando a que venga alguien desde el rancho para buscarme. No tengo nada que ver con usted.
—Ahí es donde se equivoca, señorita. Sí que tiene algo que ver conmigo, aunque sea poco. Aunque no se lo crea, somos parientes. Mi madre era Arnetta Carruthers y, desde su matrimonio con su padre, me convertí en su querido hermanastro.
La soltó entonces para dar un paso atrás y saludarla con fingida elegancia. Le habló después con algo de emoción en la voz, algo que no pudo o no supo interpretar.
—Bienvenida a casa, señorita ____(tn)Carruthers —le dijo con admiración en los ojos, mientras la miraba de arriba abajo—. Llevábamos mucho tiempo esperándola.
________(tn) se dio cuenta pronto de que el carromato no era mucho mejor que el tren.
—¿Suele usar este carro a menudo? —le preguntó mientras se agarraba con fuerza a su asiento.
—¿Le está costando mantenerse en su asiento? —replicó él mientras azuzaba a los dos caballos que tiraban del carromato.
Los animales comenzaron a trotar y ______(tn) tuvo que agarrarse con más fuerza aún.
—¿Es que no tiene una silla de paseo? Eso habría sido más adecuado para estos menesteres.
El vehículo daba tantos saltos que hasta su voz vibraba cuando hablaba.
—Una silla de paseo no tiene apenas espacio para transportar mercancía —le contestó él mirándola de reojo.
Se fijó en su rostro. La joven apretaba los labios y lo miraba con el ceño fruncido. Se dio cuenta de que ese trayecto iba a ser una especie de viaje de iniciación para ella. Estaba pálida, pero sus mejillas comenzaban a sonrojarse por culpa del calor y el sol.
Tiró un poco de las riendas para que los caballos se pararan. La miró y suspiró.
—Mire, hermanita…
—¡No soy su hermana! —replicó ella de mala manera y sin apenas mover los labios.
Se llevó la mano a la boca para esconder una sonrisa.
—Llámelo como quiera, señorita, pero el caso es que compartimos lazos familiares —le dijo él—. Eso es lo primero que quería dejar claro. Pero ahora lo importante es que vaya un poco más cómoda. No puede estar ahí al sol con toda esa ropa encima, está absorbiendo todo el calor. Sólo va a conseguir que le dé una insolación. Y si ocurre, de nada va a servirle venir a conocer a su hermana pequeña, no podrá serle de ayuda alguna a la niña.
Cuando él alargó la mano y ella se dio cuenta de que tenía intención de desabrocharle los botones, la joven se llevó las manos a la chaqueta para hacerlo ella misma. Aflojó la prenda, apartó las solapas y su garganta quedó expuesta.
Vio cómo cerraba los ojos aliviada en cuanto una leve brisa refrescó la piel que acababa de liberar.
Respiró profundamente y dejó que le llegara el aroma de las escasas plantas del desierto. Había algo de brisa y era una delicia sentirla sobre la piel. Estiró aún más el cuello para aprovechar su frescor.
Estaba disfrutando del momento y aliviando un poco su calor cuando sintió la mano de ese hombre agarrando una de sus muñecas.
Abrió atónita los ojos y parpadeó al encontrarse con la cegadora luz del sol. Vio entonces que él le estaba desabrochando los botones del puño de su chaqueta. Estaba demasiado confusa para decirle nada. Observó cómo doblaba su manga y la subía todo lo posible, casi hasta el codo. Después alargó aún más los brazos para desabrochar la otra muñeca.
_______(tn) no podía dejar de mirarlo. Se daba cuenta de que aquello era una falta total de respeto por parte de ese hombre, pero tampoco podía dejar de pensar en lo cerca que estaban sus cuerpos ni en la sensación de tener sus ásperas manos sobre su pálida piel. Tragó saliva e intentó recomponerse.
Sintió una sensación nueva en el estómago y se dio cuenta de que quizás no fuera sólo hambre lo que estaba sintiendo, sino un extraño interés por ese hombre.
Algo que ni ella misma conseguía entender.
—¿Se siente ahora mejor? —le preguntó en cuanto volvió a poner los caballos en marcha.
—Sí —murmuró ella.
—En cuanto lleguemos al rancho, será mejor que se quite las medias y todas las otras capas y capas de ropa que lleva bajo esas faldas —le sugirió él sin consideración.
Ella estiró la espalda y se enfurruñó de nuevo. Se sentía mejor y más fresca, pero no podía ni creer que él mencionara de manera tan ligera su ropa interior.
—¿Cómo dice? —replicó ella con frialdad—. No llevo ni más ni menos que cualquier otra dama.
—No va a encontrar esos corsés, enaguas ni combinaciones en un rancho de Arizona, señorita _______(tn) —le dijo él—. Las damas llevan aquí colores más claros y pocas capas de ropa para poder combatir el calor.
—Estoy de luto —anunció ella con firmeza.
Le costaba pronunciar las palabras. Le resultaba difícil sentirse de luto por un padre al que apenas recordaba, pero era una mujer que seguía de manera estricta las normas sociales y llevaba ropa negra y velo en su sombrero, igual que haría cualquier otra dama en sus circunstancias. Aunque tenía que reconocer que había acabado quitándose el velo al descubrir el calor que hacía en aquella incivilizada parte del país. No podía creerse que acabara de dejar que ese hombre, un absoluto desconocido, le desabrochara los puños de la chaqueta y le dijera cómo tenía que vestirse y qué prendas íntimas no debía ponerse.
La gota que colmó el vaso de su paciencia fue recordar sus ásperas manos sobre sus muñecas. Se dio cuenta de que era un hombre muy mandón y arrogante. No le gustaba nada y aún tenía demasiado calor. El sol apretaba con fuerza y le costaba mantener los ojos abiertos. También estaba cansada después del viaje y empezaba a dolerle todo el cuerpo por culpa del abrupto trayecto en carromato. Aquello era demasiado. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero usó toda la voluntad que le quedaba para no llorar delante de aquel desconocido.
—Ya hemos llegado —anunció él por fin. Levantó la vista y vio que pasaban en ese instante por una puerta con una señal colocada encima. El cartel anunciaba que aquellas tierras eran de los Carruthers. Pero se dio cuenta, al ver los edificios en la lejanía, de que aún tardarían un poco en llegar a su destino final.
Pasaron otros veinte minutos antes de que se detuviera finalmente el carro.
La casa principal se extendía en todas las direcciones, como si fuera una planta crecida en el desierto. Sus paredes estaban pintadas del color ocre de la tierra y había multitud de ventanas y puertas. El amplio tejado protegía y daba sombra, incluso había una zona de porche en el lado este de la casa. Vio a una mujer aparecer en una de las puertas.
Se estaba secando las manos en un delantal blanco y le sonrió para darle la bienvenida. Detrás de ella, la puerta semiabierta revelaba un interior en penumbra. Se moría de ganas de estar allí dentro, lejos del sol y de su sofocante calor.
Se movió en el asiento, preparándose para bajar. Al verla, el hombre que llevaba las riendas se puso en pie deprisa, saltó a tierra y fue a donde estaba ella para ayudarla. Ella se acercó más, apoyó las manos en sus fuertes hombros y dejó que él la tomara por la cintura para bajarla.
Era extraño verse por fin fuera del carro, aún le temblaban las piernas después del traqueteo del trayecto desde la estación.
—Por fin en tierra firme, ¿verdad, señorita? —comentó él mientras la miraba a los ojos.
Parecía poder adivinar lo que estaba sintiendo.
Se dio cuenta al tomarla en sus brazos para bajarla del carro de que era una mujer pequeña y delgada. Aunque pensó que quizás se redondeara algo más su cuerpo una vez estuviera libre de todos los corsés y refajos que llevaban las mujeres.
Ella se soltó en cuanto pisó el suelo. Se entretuvo observando los graciosos movimientos de sus amplias y susurrantes faldas y la elegancia con la que movía sus pies. Aunque nada le llamaba tanto la atención como el pequeño y ridículo sombrero que adornaba su cabeza.
—Gracias, señor… —le dijo ella esperando a que él se presentara por fin.
—Llámeme simplemente Nick —le pidió él por primera vez—. Por aquí no perdemos el tiempo con ese tipo de formalidades, hermanita.
Vio cómo ella se enderezaba al oírlo.
—Muy bien. Gracias, Nick.
La joven pareció rendirse y no insistió en el hecho de que no eran realmente hermanos.
—Pase, pase —le dijo la mujer desde la puerta, mientras se echaba a un lado para que _______(tn) pudiera entrar en la casa.
—María, aquí está la señorita _______(tn) —anunció Nick—. María es nuestra ama de llaves.
La mujer asintió.
—He estado esperándola. Seguro que está muy cansada y muerta de calor. Y también hambrienta, a no ser que este hombre se haya detenido a darle algo de comer en el pueblo. Viéndola, me da la impresión de que le vendría de maravilla sentarse en un lugar fresco, beber algo y descansar un poco —le dijo María.
La señora entró en la casa y _______(tn) la siguió. Llegaron a una sala bastante amplia. La decoración y los muebles eran sencillos, pero muy bellos.
Le costó ajustar la vista a la oscuridad de la casa, pero agradeció enormemente la bajada de temperatura. En las ventanas había ligeras cortinas blancas. Había también sofás y sillones de piel y alguna lámpara de pie para leer. Una gran chimenea ocupaba una de las paredes. A su lado había una mesa camilla con algunas sillas alrededor. Las paredes estaban encaladas de blanco y las adornaban varios
cuadros muy coloridos y algunos tapices.
Todo estaba en silencio y se sintió de repente muy a gusto y aliviada después del largo viaje. No había esperado encontrar tanta paz en ese lugar.
Detrás de ella, oyó algunas voces. Algunos hombres estaban descargando el contenido del carro.
—Lleva el equipaje de la señorita ______(tn) a la habitación de invitados —le dijo María a uno.
—Sólo he traído una bolsa de viaje y un pequeño baúl —explicó ella rápidamente.
Se había desentendido del baúl desde que el empleado del tren lo dejara en el andén de la estación. Y allí había permanecido hasta que Nick lo recogió y subió al carro con facilidad.
—No he traído muchas cosas conmigo —le dijo.
María estaba ocupada dirigiendo a los hombres.
—Entonces, ¿el resto de sus cosas llegarán más adelante? —le preguntó Nick desde la puerta.
—No —repuso ella mientras se quitaba el sombrero e intentaba controlar los rizos—. La verdad es que no pensaba quedarme mucho tiempo, no creo que vaya a necesitar más de lo que traigo.
El hombre frunció el ceño, separó un poco las piernas y apoyó las manos en sus caderas, desde donde colgaba la funda de un revólver.
—¿No? —preguntó él.
Ella levantó la barbilla con seguridad, como un desafío silencioso. Decidió dejarle muy claro desde el principio cuáles eran sus planes.
—Sólo he pensado quedarme el tiempo necesario para escuchar la lectura del testamento y hacer los trámites necesarios para llevarme a mi hermana de vuelta a Lexington conmigo.
Oyó un ruido a su espalda. No se había dado cuenta de que había alguien más en la habitación.
—¡No! —exclamó una niña con angustia.
Se dio la vuelta y vio a la pequeña asomando detrás de uno de los grandes sofás del salón.
—¡No quiero irme de aquí! No tengo que irme a Lexington con ella, ¿verdad, nissholas? —le preguntó la niña casi llorando.(aclaracion:tessie llama a nick mal osea q en vez de desirle nicholas le dice nissholas)
—Claro que no, Tessie —le aseguró él para tranquilizarla.
Cruzó la sala con dos grandes zancadas y se acercó a donde estaba la pequeña.
Observó cómo el hombre tomaba a la niña entre sus brazos y ésta se apretaba con fuerza contra su cuerpo y escondía la cabeza en su torso.
Él la miró de reojo. Estaba claro que no había comenzado con buen pie en ese sitio.
—Ésta es su hermana pequeña. Se llama Theresa, pero la llamamos Tessie. Es una pena que no haya tenido una primera impresión de usted algo más positiva —le dijo él sin remilgos.
Ella respiró profundamente y reflexionó sobre todo aquello. Se acercó un poco más a donde la niña estaba en brazos de su hermano. Vio cómo le temblaban los hombros a la pequeña y no pudo sino sentirse mal por ella.
—Theresa, ¿no quieres mirarme? He venido desde muy lejos para poder conocerte —le dijo ella con suavidad.
Alargó la mano para tocar la de la niña, la que rodeaba el cuello de Nick. La niña se estremeció.
—¡No! No quiero verte. ¡Dile que se vaya de aquí, Nissholas! —le pidió a su hermano de un grito.
—Señorita _______(tn), ¿quiere que la acompañe hasta su habitación? —sugirió María desde la puerta.
Se dio la vuelta y siguió al ama de llaves. Necesitaba salir de allí para que todos pudieran tranquilizarse.
—Buena idea —le susurró a la mujer.
Salió de la sala mirando de nuevo a la niña y pudo oír cómo volvía a suplicarle a su hermano con voz llorosa.
—Haz que se vaya de aquí, Nissholas —le pedía a su hermano.
Le parecía increíble la facilidad con la que se había convertido en enemiga de la pequeña.
—No va a quedarse mucho tiempo, cariño —le respondió él con su voz grave y fuerte—. No va a pasar nada, te lo prometo. Sólo es una damisela de ciudad que ha venido a ver cómo estamos. No va a estar aquí mucho tiempo —repitió con firmeza.
Apretó la boca al oír sus palabras. Se dio media vuelta y siguió a María por el pasillo.
—¡Qué sabrá él! —murmuró entre dientes—. Una damisela de ciudad. Ese hombre sería incapaz de distinguir a una verdadera dama entre una multitud. No he venido hasta este desierto perdido en medio de la nada para que me traten así. Ya veremos quién se sale con la suya…
FIN DEL 1ER CAP
chicas los cap son largos puede que aveces los suba x partes, aunque hoy lo voy a subir el cap entero :)
CAPITULO 1
Señorita _____(tn)Carruthers
Lexington, Estado de Kentucky
Lexington, Estado de Kentucky
El motivo de esta carta es anunciarle el desgraciado fallecimiento de su padre, Samuel Carruthers. Murió durante una inundación junto con su esposa Arnetta. Esperamos nos informe cuanto antes sobre qué hacer con la hija de los fallecidos, Theresa, de sólo cinco años.
Quedo a su disposición,
Oswald Hooper,
Ahogado.
Ahogado.
—Hasta Hades es mejor que este sitio en medio de la nada —susurró ella.
Sus palabras se fueron con el viento tan pronto como las pronunció, como si nunca hubieran existido. Pero habían sido reales, igual que la esbelta figura de la mujer que las había pronunciado y que seguía mirando con ojos incrédulos el árido paisaje de Forbes Junction.
El tren en el que había viajado se había detenido allí un momento para que ella pudiera bajarse. Segundos después, un sonoro silbato había marcado la puesta en marcha de los vagones. Miró en la dirección en la que se había alejado, ya no era más que una mancha en el horizonte y el humo de su locomotora se disolvía en el aire. El sol estaba en lo más alto y pegaba con fuerza. Recordó el calor que había pasado en el tren durante las últimas horas. Se había pasado toda la mañana abanicándose con un periódico doblado y limpiándose el sudor de la frente con su delicado pañuelo de encaje.
—Arizona, hasta el nombre suena abrasador —murmuró mientras levantaba un pie y se lo miraba.
Sus elegantes y caras botas estaban cubiertas de polvo. Miró después a su alrededor para decidir lo que podía hacer. Frente a ella, la puerta de la estación estaba abierta. Se imaginó que era su única oportunidad de refugiarse del sol.
La estación era pequeña. Se imaginó que no debía de usarse muy a menudo. Se agachó para recoger su bolso de viaje y dejó en el andén el gran baúl que contenía su ropa. La bolsa era pesada y lamentó haber metido en ella tantos libros.
—No entiendo para qué quieres llevarte todo eso —le había dicho Delilah—. De todas formas, no vas a quedarte el tiempo necesario para poder leerlos todos.
—¡Eso espero! —susurró entonces en medio del andén.
Suspiró, levantó la barbilla con determinación y fue hasta la puerta de la estación.
La sala estaba en penumbra y eso era lo único bueno que tenía, protegerla del sol. Todo estaba sucio. Una pequeña ventana en la parte trasera le daba algo de ventilación al lugar, aunque no la suficiente como para que pudiera refrescarse.
Se llevó la mano a los botones superiores de su traje. Le tentaba la idea de desabrocharlos. Pero no dejó que el calor la tentara y se acercó a la ventanilla vestida con todo el decoro que debía una mujer de su edad y condición.
—Perdone… —murmuró.
Sabía que el decoro y la dignidad eran las únicas armas para enfrentarse a su situación. Creía que esos valores conseguirían darle la fuerza que necesitaba entonces, igual que había pasado durante el largo viaje en tren.
—Sí, un momento —dijo alguien desde el otro lado del mostrador—. ¿Qué puedo hacer por usted? —le preguntó el encargado de la estación poniéndose entonces de pie.
Llevaba un almidonado uniforme que acentuaba aún más su delgadez. La miraba por encima de sus gruesas gafas, que llevaba bajadas sobre el puente de la nariz.
—Se supone que debía haber un vehículo aquí del rancho de los Carruthers para recogerme, pero no veo a nadie por ninguna parte. ¿Tiene usted algún recado para mí?
—Puede que sí y puede que no. Dígame para quién sería el mensaje, por favor.
—Soy _____(tn)Carruthers.
El hombre la miró con renovado interés, de arriba abajo, fijándose sobre todo en su moderno sombrero y en las curvas que se destacaban bajo su severo traje oscuro.
—Sí, está claro que se trata de usted —le dijo él—. Se parece a su padre mucho. En los ojos y también en el pelo.
—¿Eso cree? —repuso ella con algo de incredulidad.
—Sí. Su hermano va a venir a recogerla.
—¿Quién ha dicho que viene? —preguntó ella con algo de irritación.
—Su hermano —repitió el hombre. ____(tn) se quedó mirando a ese sujeto con el ceño fruncido.
—Yo no tengo ningún hermano —replicó con frialdad—. He venido para conocer a mi hermana, Theresa. No tengo ningún otro pariente en este pueblo —le aseguró ella.
Y era lo cierto, no tenía a nadie más. Pero tenía una hermana y ese hecho la había llenado de alegría. Susurró de nuevo el nombre de la niña, le gustaba hacerlo y saborear las sílabas que lo componían. Tenía sólo cinco años y era la hija de Samuel.
—Por cierto, le acompaño en el sentimiento. Fue una pena lo de su padre.
Ella asintió para darle las gracias. La noticia del fallecimiento de su padre había sido una gran sorpresa, pero se había recuperado pronto. Era difícil para ella sentir dolor por ese hombre. Para ella no era más que un recuerdo lejano, alguien en el que había preferido no pensar durante sus largos años de ausencia.
Recordó la carta que el abogado le había enviado para informarle de su deceso.
Su padre y la esposa de éste habían muerto por culpa de las inundaciones. Samuel y Arnetta Carruthers. Eran sólo dos extraños para ella, a pesar de que compartían el mismo apellido.
—¿Lo conocía usted bien? —le preguntó al hombre, dejándose llevar por un inesperado impulso.
—¿Cómo dice? ¿Que si conozco bien a quién? ¿A su hermano? Claro que lo conozco —repuso el jefe de estación con seguridad—. En Forbes Junction, todo el mundo conoce a Nick Jonas.
—No, me refería…
No llegó a terminar la frase y se apartó de la ventanilla. No entendía nada, pero sabía que de poco le iba a servir seguir preguntando a ese hombre.
Suspiró para calmarse. Se imaginaba que pronto llegaría alguien a la estación para recogerla. Y también muy pronto podría conocer por fin a la niña. Estaba deseando poder verla. Se ajustó nerviosa la chaqueta del traje y su gracioso sombrero.
—Estará aquí muy pronto. A no ser que se entretenga charlando con alguna mujer. Las tiene a todas revoloteando a su alrededor —le dijo el hombre antes de cerrar la ventanilla.
—¿Revoloteando? —repitió ella.
—Es mi hora del almuerzo —anunció la voz del hombre desde el otro lado de la ventanilla.
Eso le recordó que hacía mucho que no había comido nada, desde la hora del desayuno. Y entonces sólo había tomado un poco de pan que había sobrado de la noche anterior y un melocotón algo pasado.
Vio un espejo en una de las paredes de la estación y se acercó. Tenía ojeras bajo sus ojos azules y una mancha oscura en la mejilla izquierda. Su pelo se había encrespado y algunos rizos rebeldes se escapaban de su pequeño sombrero.
—¡Estoy hecha un desastre!
—No es para tanto.
Se dio la vuelta con la boca abierta al oír esas palabras y se giró hacia la puerta de la estación. Estaba indignada y furiosa. Se enfrentó al hombre que la miraba desde el umbral.
—¿Cómo ha dicho?
Sabía que con su aspecto tras el largo viaje no podía permitirse el lujo de mostrarse altanera con aquel desconocido, pero al menos podía hablarle con la arrogancia que una impertinencia semejante se merecía.
Él le sonrió mientras se quitaba su sombrero. Tenía las manos morenas y los dedos largos y finos. Ese hombre se estaba riendo de ella.
—No es para tanto —repitió el hombre con voz algo ronca y divertida—. Tengo que decirle que usted es el desastre más bonito que he visto en mucho tiempo.
Respiró profundamente para mantener la calma. Le irritaba lo directo que estaba siendo ese desconocido con ella. Con la cabeza muy alta, se dio media vuelta y le dio la espalda.
—Será mejor que no sea descortés con el hombre que lleva las riendas, señora —le susurró al oído.
Estaba justo detrás de ella. Podía sentir el calor de su cuerpo contra su espalda. Se enderezó, apenas podía moverse. El jefe de estación salió de su despacho.
—Hola, Nick. ¿Cómo estás? Tu hermana te ha estado esperando.
Cerró los ojos al oír sus palabras. Estaba perdiendo la paciencia con todo aquello.
—¡Yo no tengo ningún hermano! —le contestó poniendo énfasis en cada palabra.
No le importó mostrarse irritada frente a esos dos hombres.
El recién llegado tenía ventaja sobre la situación y se aprovechó de esa circunstancia. Agarró sus hombros y se inclinó sobre ella para hablarle nuevamente al oído. Pudo sentir su cálido aliento en el cuello.
—Gírese, señorita ______(tn). Estoy aquí para representar a su familia —le dijo.
Movió los hombros para intentar deshacerse de esas fuertes manos, pero no le sirvió de nada. Él, sin decirle nada, la hizo girar hasta que quedaron frente a frente. Estaba haciendo lo imposible por contener su enfado. Lo miró con frialdad y sin perder la compostura.
—No sé quién es usted —le dijo ella—. He venido desde Lexington para conocer a mi hermana pequeña. Se llama Theresa Carruthers. Estoy aquí esperando a que venga alguien desde el rancho para buscarme. No tengo nada que ver con usted.
—Ahí es donde se equivoca, señorita. Sí que tiene algo que ver conmigo, aunque sea poco. Aunque no se lo crea, somos parientes. Mi madre era Arnetta Carruthers y, desde su matrimonio con su padre, me convertí en su querido hermanastro.
La soltó entonces para dar un paso atrás y saludarla con fingida elegancia. Le habló después con algo de emoción en la voz, algo que no pudo o no supo interpretar.
—Bienvenida a casa, señorita ____(tn)Carruthers —le dijo con admiración en los ojos, mientras la miraba de arriba abajo—. Llevábamos mucho tiempo esperándola.
________(tn) se dio cuenta pronto de que el carromato no era mucho mejor que el tren.
—¿Suele usar este carro a menudo? —le preguntó mientras se agarraba con fuerza a su asiento.
—¿Le está costando mantenerse en su asiento? —replicó él mientras azuzaba a los dos caballos que tiraban del carromato.
Los animales comenzaron a trotar y ______(tn) tuvo que agarrarse con más fuerza aún.
—¿Es que no tiene una silla de paseo? Eso habría sido más adecuado para estos menesteres.
El vehículo daba tantos saltos que hasta su voz vibraba cuando hablaba.
—Una silla de paseo no tiene apenas espacio para transportar mercancía —le contestó él mirándola de reojo.
Se fijó en su rostro. La joven apretaba los labios y lo miraba con el ceño fruncido. Se dio cuenta de que ese trayecto iba a ser una especie de viaje de iniciación para ella. Estaba pálida, pero sus mejillas comenzaban a sonrojarse por culpa del calor y el sol.
Tiró un poco de las riendas para que los caballos se pararan. La miró y suspiró.
—Mire, hermanita…
—¡No soy su hermana! —replicó ella de mala manera y sin apenas mover los labios.
Se llevó la mano a la boca para esconder una sonrisa.
—Llámelo como quiera, señorita, pero el caso es que compartimos lazos familiares —le dijo él—. Eso es lo primero que quería dejar claro. Pero ahora lo importante es que vaya un poco más cómoda. No puede estar ahí al sol con toda esa ropa encima, está absorbiendo todo el calor. Sólo va a conseguir que le dé una insolación. Y si ocurre, de nada va a servirle venir a conocer a su hermana pequeña, no podrá serle de ayuda alguna a la niña.
Cuando él alargó la mano y ella se dio cuenta de que tenía intención de desabrocharle los botones, la joven se llevó las manos a la chaqueta para hacerlo ella misma. Aflojó la prenda, apartó las solapas y su garganta quedó expuesta.
Vio cómo cerraba los ojos aliviada en cuanto una leve brisa refrescó la piel que acababa de liberar.
Respiró profundamente y dejó que le llegara el aroma de las escasas plantas del desierto. Había algo de brisa y era una delicia sentirla sobre la piel. Estiró aún más el cuello para aprovechar su frescor.
Estaba disfrutando del momento y aliviando un poco su calor cuando sintió la mano de ese hombre agarrando una de sus muñecas.
Abrió atónita los ojos y parpadeó al encontrarse con la cegadora luz del sol. Vio entonces que él le estaba desabrochando los botones del puño de su chaqueta. Estaba demasiado confusa para decirle nada. Observó cómo doblaba su manga y la subía todo lo posible, casi hasta el codo. Después alargó aún más los brazos para desabrochar la otra muñeca.
_______(tn) no podía dejar de mirarlo. Se daba cuenta de que aquello era una falta total de respeto por parte de ese hombre, pero tampoco podía dejar de pensar en lo cerca que estaban sus cuerpos ni en la sensación de tener sus ásperas manos sobre su pálida piel. Tragó saliva e intentó recomponerse.
Sintió una sensación nueva en el estómago y se dio cuenta de que quizás no fuera sólo hambre lo que estaba sintiendo, sino un extraño interés por ese hombre.
Algo que ni ella misma conseguía entender.
—¿Se siente ahora mejor? —le preguntó en cuanto volvió a poner los caballos en marcha.
—Sí —murmuró ella.
—En cuanto lleguemos al rancho, será mejor que se quite las medias y todas las otras capas y capas de ropa que lleva bajo esas faldas —le sugirió él sin consideración.
Ella estiró la espalda y se enfurruñó de nuevo. Se sentía mejor y más fresca, pero no podía ni creer que él mencionara de manera tan ligera su ropa interior.
—¿Cómo dice? —replicó ella con frialdad—. No llevo ni más ni menos que cualquier otra dama.
—No va a encontrar esos corsés, enaguas ni combinaciones en un rancho de Arizona, señorita _______(tn) —le dijo él—. Las damas llevan aquí colores más claros y pocas capas de ropa para poder combatir el calor.
—Estoy de luto —anunció ella con firmeza.
Le costaba pronunciar las palabras. Le resultaba difícil sentirse de luto por un padre al que apenas recordaba, pero era una mujer que seguía de manera estricta las normas sociales y llevaba ropa negra y velo en su sombrero, igual que haría cualquier otra dama en sus circunstancias. Aunque tenía que reconocer que había acabado quitándose el velo al descubrir el calor que hacía en aquella incivilizada parte del país. No podía creerse que acabara de dejar que ese hombre, un absoluto desconocido, le desabrochara los puños de la chaqueta y le dijera cómo tenía que vestirse y qué prendas íntimas no debía ponerse.
La gota que colmó el vaso de su paciencia fue recordar sus ásperas manos sobre sus muñecas. Se dio cuenta de que era un hombre muy mandón y arrogante. No le gustaba nada y aún tenía demasiado calor. El sol apretaba con fuerza y le costaba mantener los ojos abiertos. También estaba cansada después del viaje y empezaba a dolerle todo el cuerpo por culpa del abrupto trayecto en carromato. Aquello era demasiado. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero usó toda la voluntad que le quedaba para no llorar delante de aquel desconocido.
—Ya hemos llegado —anunció él por fin. Levantó la vista y vio que pasaban en ese instante por una puerta con una señal colocada encima. El cartel anunciaba que aquellas tierras eran de los Carruthers. Pero se dio cuenta, al ver los edificios en la lejanía, de que aún tardarían un poco en llegar a su destino final.
Pasaron otros veinte minutos antes de que se detuviera finalmente el carro.
La casa principal se extendía en todas las direcciones, como si fuera una planta crecida en el desierto. Sus paredes estaban pintadas del color ocre de la tierra y había multitud de ventanas y puertas. El amplio tejado protegía y daba sombra, incluso había una zona de porche en el lado este de la casa. Vio a una mujer aparecer en una de las puertas.
Se estaba secando las manos en un delantal blanco y le sonrió para darle la bienvenida. Detrás de ella, la puerta semiabierta revelaba un interior en penumbra. Se moría de ganas de estar allí dentro, lejos del sol y de su sofocante calor.
Se movió en el asiento, preparándose para bajar. Al verla, el hombre que llevaba las riendas se puso en pie deprisa, saltó a tierra y fue a donde estaba ella para ayudarla. Ella se acercó más, apoyó las manos en sus fuertes hombros y dejó que él la tomara por la cintura para bajarla.
Era extraño verse por fin fuera del carro, aún le temblaban las piernas después del traqueteo del trayecto desde la estación.
—Por fin en tierra firme, ¿verdad, señorita? —comentó él mientras la miraba a los ojos.
Parecía poder adivinar lo que estaba sintiendo.
Se dio cuenta al tomarla en sus brazos para bajarla del carro de que era una mujer pequeña y delgada. Aunque pensó que quizás se redondeara algo más su cuerpo una vez estuviera libre de todos los corsés y refajos que llevaban las mujeres.
Ella se soltó en cuanto pisó el suelo. Se entretuvo observando los graciosos movimientos de sus amplias y susurrantes faldas y la elegancia con la que movía sus pies. Aunque nada le llamaba tanto la atención como el pequeño y ridículo sombrero que adornaba su cabeza.
—Gracias, señor… —le dijo ella esperando a que él se presentara por fin.
—Llámeme simplemente Nick —le pidió él por primera vez—. Por aquí no perdemos el tiempo con ese tipo de formalidades, hermanita.
Vio cómo ella se enderezaba al oírlo.
—Muy bien. Gracias, Nick.
La joven pareció rendirse y no insistió en el hecho de que no eran realmente hermanos.
—Pase, pase —le dijo la mujer desde la puerta, mientras se echaba a un lado para que _______(tn) pudiera entrar en la casa.
—María, aquí está la señorita _______(tn) —anunció Nick—. María es nuestra ama de llaves.
La mujer asintió.
—He estado esperándola. Seguro que está muy cansada y muerta de calor. Y también hambrienta, a no ser que este hombre se haya detenido a darle algo de comer en el pueblo. Viéndola, me da la impresión de que le vendría de maravilla sentarse en un lugar fresco, beber algo y descansar un poco —le dijo María.
La señora entró en la casa y _______(tn) la siguió. Llegaron a una sala bastante amplia. La decoración y los muebles eran sencillos, pero muy bellos.
Le costó ajustar la vista a la oscuridad de la casa, pero agradeció enormemente la bajada de temperatura. En las ventanas había ligeras cortinas blancas. Había también sofás y sillones de piel y alguna lámpara de pie para leer. Una gran chimenea ocupaba una de las paredes. A su lado había una mesa camilla con algunas sillas alrededor. Las paredes estaban encaladas de blanco y las adornaban varios
cuadros muy coloridos y algunos tapices.
Todo estaba en silencio y se sintió de repente muy a gusto y aliviada después del largo viaje. No había esperado encontrar tanta paz en ese lugar.
Detrás de ella, oyó algunas voces. Algunos hombres estaban descargando el contenido del carro.
—Lleva el equipaje de la señorita ______(tn) a la habitación de invitados —le dijo María a uno.
—Sólo he traído una bolsa de viaje y un pequeño baúl —explicó ella rápidamente.
Se había desentendido del baúl desde que el empleado del tren lo dejara en el andén de la estación. Y allí había permanecido hasta que Nick lo recogió y subió al carro con facilidad.
—No he traído muchas cosas conmigo —le dijo.
María estaba ocupada dirigiendo a los hombres.
—Entonces, ¿el resto de sus cosas llegarán más adelante? —le preguntó Nick desde la puerta.
—No —repuso ella mientras se quitaba el sombrero e intentaba controlar los rizos—. La verdad es que no pensaba quedarme mucho tiempo, no creo que vaya a necesitar más de lo que traigo.
El hombre frunció el ceño, separó un poco las piernas y apoyó las manos en sus caderas, desde donde colgaba la funda de un revólver.
—¿No? —preguntó él.
Ella levantó la barbilla con seguridad, como un desafío silencioso. Decidió dejarle muy claro desde el principio cuáles eran sus planes.
—Sólo he pensado quedarme el tiempo necesario para escuchar la lectura del testamento y hacer los trámites necesarios para llevarme a mi hermana de vuelta a Lexington conmigo.
Oyó un ruido a su espalda. No se había dado cuenta de que había alguien más en la habitación.
—¡No! —exclamó una niña con angustia.
Se dio la vuelta y vio a la pequeña asomando detrás de uno de los grandes sofás del salón.
—¡No quiero irme de aquí! No tengo que irme a Lexington con ella, ¿verdad, nissholas? —le preguntó la niña casi llorando.(aclaracion:tessie llama a nick mal osea q en vez de desirle nicholas le dice nissholas)
—Claro que no, Tessie —le aseguró él para tranquilizarla.
Cruzó la sala con dos grandes zancadas y se acercó a donde estaba la pequeña.
Observó cómo el hombre tomaba a la niña entre sus brazos y ésta se apretaba con fuerza contra su cuerpo y escondía la cabeza en su torso.
Él la miró de reojo. Estaba claro que no había comenzado con buen pie en ese sitio.
—Ésta es su hermana pequeña. Se llama Theresa, pero la llamamos Tessie. Es una pena que no haya tenido una primera impresión de usted algo más positiva —le dijo él sin remilgos.
Ella respiró profundamente y reflexionó sobre todo aquello. Se acercó un poco más a donde la niña estaba en brazos de su hermano. Vio cómo le temblaban los hombros a la pequeña y no pudo sino sentirse mal por ella.
—Theresa, ¿no quieres mirarme? He venido desde muy lejos para poder conocerte —le dijo ella con suavidad.
Alargó la mano para tocar la de la niña, la que rodeaba el cuello de Nick. La niña se estremeció.
—¡No! No quiero verte. ¡Dile que se vaya de aquí, Nissholas! —le pidió a su hermano de un grito.
—Señorita _______(tn), ¿quiere que la acompañe hasta su habitación? —sugirió María desde la puerta.
Se dio la vuelta y siguió al ama de llaves. Necesitaba salir de allí para que todos pudieran tranquilizarse.
—Buena idea —le susurró a la mujer.
Salió de la sala mirando de nuevo a la niña y pudo oír cómo volvía a suplicarle a su hermano con voz llorosa.
—Haz que se vaya de aquí, Nissholas —le pedía a su hermano.
Le parecía increíble la facilidad con la que se había convertido en enemiga de la pequeña.
—No va a quedarse mucho tiempo, cariño —le respondió él con su voz grave y fuerte—. No va a pasar nada, te lo prometo. Sólo es una damisela de ciudad que ha venido a ver cómo estamos. No va a estar aquí mucho tiempo —repitió con firmeza.
Apretó la boca al oír sus palabras. Se dio media vuelta y siguió a María por el pasillo.
—¡Qué sabrá él! —murmuró entre dientes—. Una damisela de ciudad. Ese hombre sería incapaz de distinguir a una verdadera dama entre una multitud. No he venido hasta este desierto perdido en medio de la nada para que me traten así. Ya veremos quién se sale con la suya…
FIN DEL 1ER CAP
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
sigelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa me
encanto muxo el primer capitulo sigela porfazzz
cuidate (:
encanto muxo el primer capitulo sigela porfazzz
cuidate (:
Invitado
Invitado
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
Woow nueva lectoraaaaaaaaaa
me encanta
me fascinaaaaaaa
esta super genialll
xfa siguelaaaaaaaaaa
sube capitulo
me encanta
me fascinaaaaaaa
esta super genialll
xfa siguelaaaaaaaaaa
sube capitulo
Miilet31
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
hola chicas dentro de un rato largo les subo cap
Demilory bienvenida :D
me alegro que les aya gustado el primer cap...
besos!! :D
Demilory bienvenida :D
me alegro que les aya gustado el primer cap...
besos!! :D
maru!!
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
el cap me encanto!!!!!!!!!!
sube porfa
pero si q estuvo largojaja me encanto gracias por subir
att deisy
sube porfa
pero si q estuvo largojaja me encanto gracias por subir
att deisy
Femme Fatale
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
CAPITULO 2
________(tn) miró con extrañeza la tortilla de maíz que tenía en su plato. Era el desayuno más inusual que le habían servido en su vida. Estaba acostumbrada a las galletas y el jamón que tomaba en casa.
—¡Coma, coma! —le dijo María desde la puerta—. He metido dentro huevos y carne para que tenga mucha energía. Suficiente para pasar toda la mañana sin hambre.
Sonrió a la mujer. Después, con determinación, cortó un pedazo de lo que le habían servido y se aventuró a probarlo.
—Acabo de hacer café —le dijo María.
El ama de llaves salió del comedor y regresó enseguida con la jarra del café.
—El señor Nick terminó su desayuno muy temprano hoy —le comentó mientras le llenaba la taza—. Ha salido a ver cómo van los potros recién nacidos.
—¿Dónde está Theresa?
Tenía que reconocer que aquel desayuno, fuera lo que fuera, estaba delicioso. No podía creer que hubiera estado a punto de no probarlo. La combinación de sus ingredientes era de lo más sabroso que había comido en su vida.
—Está con su maestra haciendo deberes —le contestó María.
La mujer se dispuso a limpiar la mesa y recoger los utensilios y platos que ya habían sido utilizados. Se detuvo después un instante para mirarla con amabilidad.
El pelo de _______(tn) era brillante y de un color entre dorado y rojizo. Rodeaba su cara toda una cascadas de rizos. Tenía los ojos azules y miraba todo lo que la rodeaba con gran interés. Sus rasgos eran simétricos y fuertes. El ama de llaves no pudo sino recordar en su rostro los rasgos de su padre. Se parecían mucho. La mujer, de origen mexicano, había trabajado para ese hombre durante los últimos veinticinco años y se sintió triste al recordarlo.
—Señorita ____(tn), me recuerda a su padre, ¿sabe? —le dijo con gentileza—. Él tenía el pelo del mismo color y también rizado. Era dorado a la luz del sol y rojizo como el fuego cuando estaba a la sombra —añadió con un suspiro—. Recuerdo con claridad el día que su madre se la llevó y cómo su padre la sostuvo por última vez en sus brazos. Sus cabezas estaban tan juntas que no podía distinguir qué rizos eran suyos y cuáles de su padre.
La miró con incredulidad al oír sus palabras.
—¿Se acuerda de mí? ¿Desde hace veinte años? No sabía que usted estuviera ya trabajando en esta casa entonces, María.
—Sí, aquí estaba. Su madre estaba siempre triste. No le hacía feliz vivir aquí. No le gustaba el sol, ni el calor seco, ni las lluvias de primavera. No dejaba de quejarse y siempre decía que quería volver a un sitio con hierba verde y brisas frescas —le contó la mujer suspirando.
—Ella siempre recordaba este sitio con angustia —le confesó ________(tn) apoyando los codos en la mesa y la barbilla sobre sus manos.
La verdad era que su madre solía quejarse de todo y con bastante frecuencia.
—¿Qué le parece a usted nuestro clima? —le preguntó María—. A lo mejor tiene algo de su padre en su interior y le gusta el sol y los espacios abiertos de estas tierras, como le gustaban a él.
Ella se encogió de hombros.
—Llevo poco tiempo aquí, no sabría qué decirle. La verdad es que ayer no empecé con demasiado buen pie. El viaje en tren me dejó agotada y el trayecto desde la estación en carreta fue duro, pero supongo que eran las horas más calurosas del día —le dijo con sinceridad—. Me da la impresión de que Nick me estaba intentando poner a prueba. A lo mejor quería que cambiara de opinión y no me quedara aquí.
María sonrió, parecía estar de acuerdo con ella.
—Sí… Parece que no han empezado bien las cosas. Pero la verdad es que necesitaba ir con la carreta, tenía que comprar algunas cosas en el pueblo y el pequeño coche de paseo no tiene apenas sitio para mercancía.
—Bueno, fuera como fuera. No creo que me quede aquí mucho tiempo —repuso ella con rapidez—. Me encargaré de avisar al señor Hooper cuanto antes para poder verlo y que me explique todo lo referente al testamento de mi padre. Después…
—Después me imagino que recogerá sus cosas y se irá por donde ha venido, damisela de ciudad —dijo una voz grave tras ella.
Ella se enderezó y todos sus músculos se tensaron al oírlo. Nick la miraba con complacencia desde la puerta y le entraron ganas de echarle encima la taza de café caliente. Pero simplemente le dedicó una mirada fría y llena de desdén.
—Sí, me iré por donde he venido, pero acompañada de mi hermana —le dijo con firmeza.
Él rió, parecía no creerse lo que acababa de decirle. Frustrada, se puso de pie con gran ruido de faldas y se giró para mirarlo de frente.
Nick la miró con detenimiento. Observó sus delicados zapatos, sus amplias faldas y el corpiño del vestido, abotonado desde su estrecha cintura hasta la barbilla. Su cabeza, inclinada a un lado, era como un capullo brillante y delicado que crecía por encima de las oscuras ropas de luto que llevaba. Su pelo refulgía con fuerza a la luz de la mañana y sus rizos le daban un aire más salvaje del que su indumentaria reflejaba.
Era demasiado bonita. Había llegado a esa conclusión después de pasarse en vela gran parte de la noche. Le gustaba hasta su respondona boca y los mohines que hacía cuando se sentía ofendida. Sus ojos estaban llenos de fuego. Era más de lo que podía soportar.
—Pensé que había oído con cristalina claridad lo que Tessie le dijo anoche —replicó él—. No tiene ningún deseo de salir de aquí y trasladarse al otro lado del país con usted. Éste es su hogar.
—Pero ella es mi hermana. Tanto como suya —le recordó ______(tn)—. No he venido hasta aquí para verla durante unos días y después irme sin ella.
Nick se acercó a ella. Olía a polvo, caballos y cuero. Le recordó lo que María le había dicho y lo que él había estado haciendo esa mañana.
—No arrugue su elegante nariz, señorita —le dijo él de mala manera—. Lo que huele es el fruto del trabajo honesto y de la tierra de Arizona. Claro que no creo que pueda reconocer ninguna de las dos cosas.
—Todo lo contrario —repuso ella—. Huele como los hombres que trabajan con caballos y eso es igual en Kentucky o Arizona. Estoy acostumbrada al olor de los establos.
—¿Sabe montar a caballo? —le preguntó él con los ojos entrecerrados e incredulidad.
Ella sonrió y lo miró con superioridad.
—He montado en caballos con los que usted nunca podría soñar. Los mejores del país —le dijo.
—Es una pena que no vaya a quedarse aquí el tiempo necesario como para probar lo que acaba de decirme —replicó Nick.
—He decidido ser benevolente con usted, ya que no sabe nada de mí ni de mis intenciones, excepto a la que se refiere a conseguir la guardia y custodia de mi hermana, por supuesto. Estoy siendo tolerante, pero será mejor que no vaya demasiado lejos, señor Jonas.
Apretó los puños con fuerza. Ese hombre conseguía sacarla de quicio. Escondió las manos en los bolsillos de su traje para que no viera hasta qué punto estaba consiguiendo enfurecerla.
Pero se dio cuenta de que a él no se le pasaba nada por alto. La miró con media sonrisa.
—Me temo que no tiene nada de tolerante en su cuerpo —le dijo él—. Sobre todo en lo que se refiere a mi persona.
Ella se encogió de hombros y le dio la espalda. Decidió salir de la habitación y dar así por terminada la discusión.
—¡Señorita ______(tn)! —exclamó él.
Consiguió que se parara en medio del amplio pasillo que conducía hasta el salón de la casa. Nick la había seguido hasta allí. Se dio cuenta de que era mejor enfrentarse a él. Suspiró y se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Sí?
Ella le hablaba con frialdad. Parecía muy enfadada.
—Oswald Hooper vendrá dentro de poco. ¿Le apetece reunirse con nosotros en la biblioteca?
Ella asintió. Esperaba que se diera cuenta tan pronto como fuera posible de que él era el que tomaba las decisiones allí y de que sus planes tendrían que cambiar.
La situación no tenía nada que ver con lo que ella habría esperado encontrar. No contaba con que él existiera y estuviera allí, pero estaba segura de que el testamento de su padre arreglaría las cosas y le daría la custodia de la pequeña.
—Avíseme cuando llegue —le pidió intentando aparentar frialdad.
Pero lo cierto era que le sudaban las manos y apenas podía respirar con tranquilidad. Esa misma mañana iba a tener que enfrentarse a los deseos de su padre y a algunos temas que iban a resultar conflictivos.
Siempre había soñado con tener una familia de verdad. Su madre había sido una mujer débil y enferma que pasaba mucho tiempo acostada en la cama o en el sofá. Algún tiempo después acabó sucumbiendo a una terrible neumonía sin oponer demasiada resistencia. Sus abuelos habían sido generosos con ella, pero de una manera muy distante y fría. Le habían proporcionado todas las comodidades del mundo y la educación necesaria para que se convirtiera algún día en una estupenda esposa y madre.
Pero no había sido suficiente. El mensaje del señor Hooper le había abierto los ojos y había sido por fin capaz de darse cuenta de lo solitaria y absurda que había sido su vida hasta ese instante. El saber que tenía una hermana de cinco años, alguien de su misma sangre, su familia, había sido todo un regalo del destino. Llevaba mucho tiempo soñando con tener a alguien y ese deseo fue el que consiguió sacarla de su casa y darle la fuerza para atravesar el país viajando sola.
La fría bienvenida que le había proporcionado la niña no había sido capaz de desilusionarla. Estaba decidida a hacerse con el corazón de la pequeña y conseguir que la quisiera. No había pensado en otra cosa durante la noche anterior.
—¿Estará en su dormitorio? —le preguntó Nick observándola con los ojos entrecerrados.
Sus palabras la sobresaltaron, había estado tan ensimismada en sus propios pensamientos que había olvidado que él aún estaba allí. Enderezó la espalda y levantó la cara. Lo miró y asintió con la cabeza.
—Le diré a María que vaya a buscarla.
Ella asintió de nuevo y se alejó de allí.
Él se quedó observándola mientras recorría el pasillo. No pudo evitar sonreír contemplando el gracioso y elegante balanceo de sus faldas y la manera en la que el pesado tejido dibujaba sus curvas.
—No puedo creerlo —susurró Nick en medio del silencio de la biblioteca.
Con las manos cerradas en un puño, se dirigió hasta la ventana. Estaba haciendo un esfuerzo tremendo para mantenerse en pie. Se quedó pensativa contemplando el jardín de la casa.
El hombre sentado frente a la mesa de despacho la observaba con preocupación. ______(tn) era la hija de su difunto amigo y Oswald Hooper ya había imaginado que reaccionaría como lo estaba haciendo. Hizo una mueca de desagrado. Estaba seguro de que cualquiera con dos dedos de frente habría tenido la misma reacción que estaba teniendo esa mujer. Creía que Samuel había actuado de manera irracional, ni él mismo lo comprendía.
—¿Ha sido idea suya? —preguntó ella entonces, rompiendo el silencio de la sala.
Nick no tuvo ninguna duda, sabía que _______(tn) estaba hablando con él. Apoyado de manera relajada en la pared, se pasó un dedo por el labio inferior mientras la miraba con detenimiento. La luz de la ventana recortaba su silueta. Tenía una figura esbelta y cubierta por capas y capas de pesados tejidos negros. Sus manos, apretadas en puños, y su pálido rostro rompían el oscuro conjunto.
Negó con la cabeza y maldijo entre dientes al hombre que había provocado esa situación. Después se enderezó y se acercó a la joven.
—Su padre no necesitaba de mi ayuda, _______(tn). Ideó este plan por sí mismo.
Vio cómo sus labios se movían casi de manera imperceptible. Tuvo que inclinarse para oír sus palabras.
—No puedo hacerlo —susurró .
Él se encogió de hombros.
—Pues no lo haga. Sólo tiene que subirse al carro de nuevo y la llevaré de vuelta a Forbes Junction. Allí podrá subirse al primer tren que la lleve hacia el este —le dijo él con firmeza—. Seguro que puede estar de vuelta en Lexington antes de que amanezca este mismo domingo —añadió con inocencia.
—Eso le encantaría, ¿verdad? —exclamó ella entre dientes—. ¡Le encantaría!
—No, claro que no, señorita —repuso él con exagerada educación.
Le gustaba cómo hablaba ella, su manera de pronunciar las palabras, su acento y la elegancia con la que hacía todo a pesar de estar fuera de sí. Sus ojos azules estaban llenos de ira y fuego, pero no dejaba de ser una dama.
—Supongo que preferiría la otra alternativa —sugirió ella con sequedad.
Durante un segundo, los ojos de Nick brillaron con intensidad. Cada vez le costaba más trabajo respirar y mantener la tranquilidad.
—Bueno, señorita, lo único que está claro es que no estoy en posición de decidir eso. Ni en un sentido ni en otro. Y estoy dispuesto a hacer lo que usted considere más oportuno y satisfacer sus deseos —le dijo él sin perder la calma.
Tenía que reconocer que era toda una tentación. Eso tenía que admitirlo. Nick estaba tan cerca de ella que podía ver las pequeñas líneas de expresión que rodeaban sus ojos. Le hubiera encantado golpear el suelo con el pie, darle un puñetazo en ese rostro que se reía de ella o soltarle las palabras malsonantes que había escuchado decir a algunos hombres en Lexington.
Pero se tragó las palabras antes de pronunciarlas y apretó aún más los puños para controlarse y no pegarle. En cuanto a sus pies… Eso era otra historia. Podía sentir cómo se movían sus dedos dentro de las apretadas botas de piel. Se morían por darle una patada en el empeine al impertinente hombre que la observaba en esos instantes con gesto divertido y que no dejaba de burlarse de ella.
Se movió rápidamente. Temía que él se diera cuenta de hasta qué punto estaba enfadada. Vio cómo Nick levantaba sorprendido las cejas y trataba de esconder una sonrisa cuando ella pisó con fuerza la alfombra.
—Mis deseos no tienen nada que ver con todo esto, señor Jonas —contestó ella—. Mi difunto padre ha demostrado en su testamento que no le importaban demasiado ni mis necesidades ni mis deseos.
—Señorita Carruthers, tenemos que seguir leyendo el testamento antes de que tome una decisión precipitada sobre la materia —le sugirió el abogado.
El hombre los miraba con preocupación. Parecía ansioso por seguir con la lectura de la última voluntad del difunto.
Ella lo miró. Casi se había olvidado de ese caballero. Abrió mucho los ojos al oírle hablar desde la mesa.
—¿Es que aún hay más?
Sólo habían pasado unos minutos desde que se leyeran los términos del testamento y ella había pasado ese tiempo completamente conmocionada por lo que acababa de escuchar. Le parecía horrible que su padre hubiera ligado su rancho, su capital en el banco y el destino de su hermana a unas condiciones tan absurdas.
A pesar de ser un documento legal, estaba escrito con claridad y no era complicado entenderlo. Podía recordar casi todas las palabras que acababan de leerle. Se le habían quedado grabadas en la memoria.
El abogado carraspeó y se ajustó sus anteojos.
—Sí, hay más —les dijo.
El hombre parecía estar muy incómodo con la situación. _______(tn) sabía que no se lo estaba poniendo demasiado fácil, pero las circunstancias no le permitían ser considerada.
El abogado la miró circunspecto, como si estuviera disculpándose de antemano por los contenidos del testamento.
—¡No puede hacer eso! —exclamó _______(tn) con angustia en su voz.
Oswald Hooper la miró con comprensión. Parecía entender perfectamente su disgusto, pero Nick era tan complaciente como el abogado.
—Pues parece que sí que puede —le dijo con una sonrisa amarga.
—No queda mucho más —intervino el abogado—. Especifica a continuación el legado que deja a alguno de los trabajadores del rancho y procedimientos legales que tendrían que llevarse a cabo para asegurar los derechos de la niña. Pero, bueno, ya han oído los dos el contenido principal, lo que les atañe personalmente. Una vez estén casados, las escrituras se modificarán legalmente para incluir sus nombres en ellas.
—Nick Jonas no tiene derecho a ella —replicó ella sin poder contenerse—. No es de su sangre.
—Su padre fue quien decidió los términos del testamento, señorita Carruthers —le recordó con amabilidad el abogado.
—No pienso hacerlo —murmuró ella con determinación.
—No tome una decisión precipitada, _______(tn) —le dijo Nick con su voz fuerte y profunda.
Las palabras atrajeron su atención y levantó la vista para mirarlo.
—Si renuncia a los términos del testamento, no tendré más remedio que obligarla a irse de aquí. Y entonces no podrá seguir en contacto con Tessie.
—¿Y con usted? ¿Qué va a pasar con usted?
Él se encogió otra vez de hombros. No parecía demasiado preocupado con la situación que acababa de revelarse.
—Bueno, supongo que me quedaré aquí y seguiré trabajando como administrador del rancho. Si no estoy equivocado, el testamento me deja esa opción.
—Podría interpretarse de esa manera —intervino el señor Hooper al ver que Nick lo miraba esperando su opinión profesional.
—Y tendrás a Theresa —agregó ella con amargura.
Nick asintió y repitió sus palabras.
—Y tendré a Theresa.
—No voy a permitir que eso ocurra —replicó ella levantando aún más la barbilla—. Haré todo lo necesario para evitarlo.
Le brillaban los ojos con determinación y apretaba la mandíbula con fuerza.
Nick se dio cuenta de que era toda una luchadora, pero estaba convencido de que no podría con él. Había conseguido enfurecerlo y estaba dispuesto a aceptar su desafío.
—Eso ya lo veremos —le dijo.
Se dio cuenta de que su padrastro, el viejo Samuel, estaría divirtiéndose si los veía desde el cielo. Siempre le decía que estaba deseando conocer a alguien que pudiera encararse a él, una mujer que fuera tan fuerte y testaruda como su hijastro. Y Nick acababa de darse cuenta de que esa persona era su propia hija.
FIN DEL CAP 2
Chicas les subi el capitulo 2 entero porque estube pensando y la nove es un poco larga asi que algunos cap los subo completos y otros a medias!!
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byebye
________(tn) miró con extrañeza la tortilla de maíz que tenía en su plato. Era el desayuno más inusual que le habían servido en su vida. Estaba acostumbrada a las galletas y el jamón que tomaba en casa.
—¡Coma, coma! —le dijo María desde la puerta—. He metido dentro huevos y carne para que tenga mucha energía. Suficiente para pasar toda la mañana sin hambre.
Sonrió a la mujer. Después, con determinación, cortó un pedazo de lo que le habían servido y se aventuró a probarlo.
—Acabo de hacer café —le dijo María.
El ama de llaves salió del comedor y regresó enseguida con la jarra del café.
—El señor Nick terminó su desayuno muy temprano hoy —le comentó mientras le llenaba la taza—. Ha salido a ver cómo van los potros recién nacidos.
—¿Dónde está Theresa?
Tenía que reconocer que aquel desayuno, fuera lo que fuera, estaba delicioso. No podía creer que hubiera estado a punto de no probarlo. La combinación de sus ingredientes era de lo más sabroso que había comido en su vida.
—Está con su maestra haciendo deberes —le contestó María.
La mujer se dispuso a limpiar la mesa y recoger los utensilios y platos que ya habían sido utilizados. Se detuvo después un instante para mirarla con amabilidad.
El pelo de _______(tn) era brillante y de un color entre dorado y rojizo. Rodeaba su cara toda una cascadas de rizos. Tenía los ojos azules y miraba todo lo que la rodeaba con gran interés. Sus rasgos eran simétricos y fuertes. El ama de llaves no pudo sino recordar en su rostro los rasgos de su padre. Se parecían mucho. La mujer, de origen mexicano, había trabajado para ese hombre durante los últimos veinticinco años y se sintió triste al recordarlo.
—Señorita ____(tn), me recuerda a su padre, ¿sabe? —le dijo con gentileza—. Él tenía el pelo del mismo color y también rizado. Era dorado a la luz del sol y rojizo como el fuego cuando estaba a la sombra —añadió con un suspiro—. Recuerdo con claridad el día que su madre se la llevó y cómo su padre la sostuvo por última vez en sus brazos. Sus cabezas estaban tan juntas que no podía distinguir qué rizos eran suyos y cuáles de su padre.
La miró con incredulidad al oír sus palabras.
—¿Se acuerda de mí? ¿Desde hace veinte años? No sabía que usted estuviera ya trabajando en esta casa entonces, María.
—Sí, aquí estaba. Su madre estaba siempre triste. No le hacía feliz vivir aquí. No le gustaba el sol, ni el calor seco, ni las lluvias de primavera. No dejaba de quejarse y siempre decía que quería volver a un sitio con hierba verde y brisas frescas —le contó la mujer suspirando.
—Ella siempre recordaba este sitio con angustia —le confesó ________(tn) apoyando los codos en la mesa y la barbilla sobre sus manos.
La verdad era que su madre solía quejarse de todo y con bastante frecuencia.
—¿Qué le parece a usted nuestro clima? —le preguntó María—. A lo mejor tiene algo de su padre en su interior y le gusta el sol y los espacios abiertos de estas tierras, como le gustaban a él.
Ella se encogió de hombros.
—Llevo poco tiempo aquí, no sabría qué decirle. La verdad es que ayer no empecé con demasiado buen pie. El viaje en tren me dejó agotada y el trayecto desde la estación en carreta fue duro, pero supongo que eran las horas más calurosas del día —le dijo con sinceridad—. Me da la impresión de que Nick me estaba intentando poner a prueba. A lo mejor quería que cambiara de opinión y no me quedara aquí.
María sonrió, parecía estar de acuerdo con ella.
—Sí… Parece que no han empezado bien las cosas. Pero la verdad es que necesitaba ir con la carreta, tenía que comprar algunas cosas en el pueblo y el pequeño coche de paseo no tiene apenas sitio para mercancía.
—Bueno, fuera como fuera. No creo que me quede aquí mucho tiempo —repuso ella con rapidez—. Me encargaré de avisar al señor Hooper cuanto antes para poder verlo y que me explique todo lo referente al testamento de mi padre. Después…
—Después me imagino que recogerá sus cosas y se irá por donde ha venido, damisela de ciudad —dijo una voz grave tras ella.
Ella se enderezó y todos sus músculos se tensaron al oírlo. Nick la miraba con complacencia desde la puerta y le entraron ganas de echarle encima la taza de café caliente. Pero simplemente le dedicó una mirada fría y llena de desdén.
—Sí, me iré por donde he venido, pero acompañada de mi hermana —le dijo con firmeza.
Él rió, parecía no creerse lo que acababa de decirle. Frustrada, se puso de pie con gran ruido de faldas y se giró para mirarlo de frente.
Nick la miró con detenimiento. Observó sus delicados zapatos, sus amplias faldas y el corpiño del vestido, abotonado desde su estrecha cintura hasta la barbilla. Su cabeza, inclinada a un lado, era como un capullo brillante y delicado que crecía por encima de las oscuras ropas de luto que llevaba. Su pelo refulgía con fuerza a la luz de la mañana y sus rizos le daban un aire más salvaje del que su indumentaria reflejaba.
Era demasiado bonita. Había llegado a esa conclusión después de pasarse en vela gran parte de la noche. Le gustaba hasta su respondona boca y los mohines que hacía cuando se sentía ofendida. Sus ojos estaban llenos de fuego. Era más de lo que podía soportar.
—Pensé que había oído con cristalina claridad lo que Tessie le dijo anoche —replicó él—. No tiene ningún deseo de salir de aquí y trasladarse al otro lado del país con usted. Éste es su hogar.
—Pero ella es mi hermana. Tanto como suya —le recordó ______(tn)—. No he venido hasta aquí para verla durante unos días y después irme sin ella.
Nick se acercó a ella. Olía a polvo, caballos y cuero. Le recordó lo que María le había dicho y lo que él había estado haciendo esa mañana.
—No arrugue su elegante nariz, señorita —le dijo él de mala manera—. Lo que huele es el fruto del trabajo honesto y de la tierra de Arizona. Claro que no creo que pueda reconocer ninguna de las dos cosas.
—Todo lo contrario —repuso ella—. Huele como los hombres que trabajan con caballos y eso es igual en Kentucky o Arizona. Estoy acostumbrada al olor de los establos.
—¿Sabe montar a caballo? —le preguntó él con los ojos entrecerrados e incredulidad.
Ella sonrió y lo miró con superioridad.
—He montado en caballos con los que usted nunca podría soñar. Los mejores del país —le dijo.
—Es una pena que no vaya a quedarse aquí el tiempo necesario como para probar lo que acaba de decirme —replicó Nick.
—He decidido ser benevolente con usted, ya que no sabe nada de mí ni de mis intenciones, excepto a la que se refiere a conseguir la guardia y custodia de mi hermana, por supuesto. Estoy siendo tolerante, pero será mejor que no vaya demasiado lejos, señor Jonas.
Apretó los puños con fuerza. Ese hombre conseguía sacarla de quicio. Escondió las manos en los bolsillos de su traje para que no viera hasta qué punto estaba consiguiendo enfurecerla.
Pero se dio cuenta de que a él no se le pasaba nada por alto. La miró con media sonrisa.
—Me temo que no tiene nada de tolerante en su cuerpo —le dijo él—. Sobre todo en lo que se refiere a mi persona.
Ella se encogió de hombros y le dio la espalda. Decidió salir de la habitación y dar así por terminada la discusión.
—¡Señorita ______(tn)! —exclamó él.
Consiguió que se parara en medio del amplio pasillo que conducía hasta el salón de la casa. Nick la había seguido hasta allí. Se dio cuenta de que era mejor enfrentarse a él. Suspiró y se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Sí?
Ella le hablaba con frialdad. Parecía muy enfadada.
—Oswald Hooper vendrá dentro de poco. ¿Le apetece reunirse con nosotros en la biblioteca?
Ella asintió. Esperaba que se diera cuenta tan pronto como fuera posible de que él era el que tomaba las decisiones allí y de que sus planes tendrían que cambiar.
La situación no tenía nada que ver con lo que ella habría esperado encontrar. No contaba con que él existiera y estuviera allí, pero estaba segura de que el testamento de su padre arreglaría las cosas y le daría la custodia de la pequeña.
—Avíseme cuando llegue —le pidió intentando aparentar frialdad.
Pero lo cierto era que le sudaban las manos y apenas podía respirar con tranquilidad. Esa misma mañana iba a tener que enfrentarse a los deseos de su padre y a algunos temas que iban a resultar conflictivos.
Siempre había soñado con tener una familia de verdad. Su madre había sido una mujer débil y enferma que pasaba mucho tiempo acostada en la cama o en el sofá. Algún tiempo después acabó sucumbiendo a una terrible neumonía sin oponer demasiada resistencia. Sus abuelos habían sido generosos con ella, pero de una manera muy distante y fría. Le habían proporcionado todas las comodidades del mundo y la educación necesaria para que se convirtiera algún día en una estupenda esposa y madre.
Pero no había sido suficiente. El mensaje del señor Hooper le había abierto los ojos y había sido por fin capaz de darse cuenta de lo solitaria y absurda que había sido su vida hasta ese instante. El saber que tenía una hermana de cinco años, alguien de su misma sangre, su familia, había sido todo un regalo del destino. Llevaba mucho tiempo soñando con tener a alguien y ese deseo fue el que consiguió sacarla de su casa y darle la fuerza para atravesar el país viajando sola.
La fría bienvenida que le había proporcionado la niña no había sido capaz de desilusionarla. Estaba decidida a hacerse con el corazón de la pequeña y conseguir que la quisiera. No había pensado en otra cosa durante la noche anterior.
—¿Estará en su dormitorio? —le preguntó Nick observándola con los ojos entrecerrados.
Sus palabras la sobresaltaron, había estado tan ensimismada en sus propios pensamientos que había olvidado que él aún estaba allí. Enderezó la espalda y levantó la cara. Lo miró y asintió con la cabeza.
—Le diré a María que vaya a buscarla.
Ella asintió de nuevo y se alejó de allí.
Él se quedó observándola mientras recorría el pasillo. No pudo evitar sonreír contemplando el gracioso y elegante balanceo de sus faldas y la manera en la que el pesado tejido dibujaba sus curvas.
—No puedo creerlo —susurró Nick en medio del silencio de la biblioteca.
Con las manos cerradas en un puño, se dirigió hasta la ventana. Estaba haciendo un esfuerzo tremendo para mantenerse en pie. Se quedó pensativa contemplando el jardín de la casa.
El hombre sentado frente a la mesa de despacho la observaba con preocupación. ______(tn) era la hija de su difunto amigo y Oswald Hooper ya había imaginado que reaccionaría como lo estaba haciendo. Hizo una mueca de desagrado. Estaba seguro de que cualquiera con dos dedos de frente habría tenido la misma reacción que estaba teniendo esa mujer. Creía que Samuel había actuado de manera irracional, ni él mismo lo comprendía.
—¿Ha sido idea suya? —preguntó ella entonces, rompiendo el silencio de la sala.
Nick no tuvo ninguna duda, sabía que _______(tn) estaba hablando con él. Apoyado de manera relajada en la pared, se pasó un dedo por el labio inferior mientras la miraba con detenimiento. La luz de la ventana recortaba su silueta. Tenía una figura esbelta y cubierta por capas y capas de pesados tejidos negros. Sus manos, apretadas en puños, y su pálido rostro rompían el oscuro conjunto.
Negó con la cabeza y maldijo entre dientes al hombre que había provocado esa situación. Después se enderezó y se acercó a la joven.
—Su padre no necesitaba de mi ayuda, _______(tn). Ideó este plan por sí mismo.
Vio cómo sus labios se movían casi de manera imperceptible. Tuvo que inclinarse para oír sus palabras.
—No puedo hacerlo —susurró .
Él se encogió de hombros.
—Pues no lo haga. Sólo tiene que subirse al carro de nuevo y la llevaré de vuelta a Forbes Junction. Allí podrá subirse al primer tren que la lleve hacia el este —le dijo él con firmeza—. Seguro que puede estar de vuelta en Lexington antes de que amanezca este mismo domingo —añadió con inocencia.
—Eso le encantaría, ¿verdad? —exclamó ella entre dientes—. ¡Le encantaría!
—No, claro que no, señorita —repuso él con exagerada educación.
Le gustaba cómo hablaba ella, su manera de pronunciar las palabras, su acento y la elegancia con la que hacía todo a pesar de estar fuera de sí. Sus ojos azules estaban llenos de ira y fuego, pero no dejaba de ser una dama.
—Supongo que preferiría la otra alternativa —sugirió ella con sequedad.
Durante un segundo, los ojos de Nick brillaron con intensidad. Cada vez le costaba más trabajo respirar y mantener la tranquilidad.
—Bueno, señorita, lo único que está claro es que no estoy en posición de decidir eso. Ni en un sentido ni en otro. Y estoy dispuesto a hacer lo que usted considere más oportuno y satisfacer sus deseos —le dijo él sin perder la calma.
Tenía que reconocer que era toda una tentación. Eso tenía que admitirlo. Nick estaba tan cerca de ella que podía ver las pequeñas líneas de expresión que rodeaban sus ojos. Le hubiera encantado golpear el suelo con el pie, darle un puñetazo en ese rostro que se reía de ella o soltarle las palabras malsonantes que había escuchado decir a algunos hombres en Lexington.
Pero se tragó las palabras antes de pronunciarlas y apretó aún más los puños para controlarse y no pegarle. En cuanto a sus pies… Eso era otra historia. Podía sentir cómo se movían sus dedos dentro de las apretadas botas de piel. Se morían por darle una patada en el empeine al impertinente hombre que la observaba en esos instantes con gesto divertido y que no dejaba de burlarse de ella.
Se movió rápidamente. Temía que él se diera cuenta de hasta qué punto estaba enfadada. Vio cómo Nick levantaba sorprendido las cejas y trataba de esconder una sonrisa cuando ella pisó con fuerza la alfombra.
—Mis deseos no tienen nada que ver con todo esto, señor Jonas —contestó ella—. Mi difunto padre ha demostrado en su testamento que no le importaban demasiado ni mis necesidades ni mis deseos.
—Señorita Carruthers, tenemos que seguir leyendo el testamento antes de que tome una decisión precipitada sobre la materia —le sugirió el abogado.
El hombre los miraba con preocupación. Parecía ansioso por seguir con la lectura de la última voluntad del difunto.
Ella lo miró. Casi se había olvidado de ese caballero. Abrió mucho los ojos al oírle hablar desde la mesa.
—¿Es que aún hay más?
Sólo habían pasado unos minutos desde que se leyeran los términos del testamento y ella había pasado ese tiempo completamente conmocionada por lo que acababa de escuchar. Le parecía horrible que su padre hubiera ligado su rancho, su capital en el banco y el destino de su hermana a unas condiciones tan absurdas.
A pesar de ser un documento legal, estaba escrito con claridad y no era complicado entenderlo. Podía recordar casi todas las palabras que acababan de leerle. Se le habían quedado grabadas en la memoria.
Es mi decisión que mi hija ______(tn) Carruthers se una con Nicholas Jonas, mi hijastro, en matrimonio para poder así asegurar la continuidad de la herencia que mi padre me dejó y que ésta siga en generaciones venideras. Por ello, concedo la custodia conjunta a _______(tn) y Nicholas de mi querida hija Theresa, para que pueda ser educada por su hermano y su hermana y reciba influencia de los dos. Siempre que _______(tn) y Nicholas vivan en esta propiedad, serán los copropietarios y guardianes legales de Theresa. Si deciden no acceder al mencionado matrimonio, ninguno de los dos heredará mis propiedades, sólo los artículos personales que se mencionan a continuación.
El abogado carraspeó y se ajustó sus anteojos.
—Sí, hay más —les dijo.
El hombre parecía estar muy incómodo con la situación. _______(tn) sabía que no se lo estaba poniendo demasiado fácil, pero las circunstancias no le permitían ser considerada.
El abogado la miró circunspecto, como si estuviera disculpándose de antemano por los contenidos del testamento.
Pero si deciden aceptar los términos de este testamento y no tienen descendencia durante los dos años posteriores al matrimonio, los dos perderían los derechos de herencia. En ese momento, la propiedad de todo pasaría a manos de mi hija Theresa. Nicholas Jonas podrá conservar su puesto de trabajo en el rancho y seguir viviendo en la casa durante tanto tiempo como desee, pero la custodia de la niña se encargará a un tutor hasta que cumpla veintiún años y pueda convertirse en propietaria absoluta.
—¡No puede hacer eso! —exclamó _______(tn) con angustia en su voz.
Oswald Hooper la miró con comprensión. Parecía entender perfectamente su disgusto, pero Nick era tan complaciente como el abogado.
—Pues parece que sí que puede —le dijo con una sonrisa amarga.
—No queda mucho más —intervino el abogado—. Especifica a continuación el legado que deja a alguno de los trabajadores del rancho y procedimientos legales que tendrían que llevarse a cabo para asegurar los derechos de la niña. Pero, bueno, ya han oído los dos el contenido principal, lo que les atañe personalmente. Una vez estén casados, las escrituras se modificarán legalmente para incluir sus nombres en ellas.
—Nick Jonas no tiene derecho a ella —replicó ella sin poder contenerse—. No es de su sangre.
—Su padre fue quien decidió los términos del testamento, señorita Carruthers —le recordó con amabilidad el abogado.
—No pienso hacerlo —murmuró ella con determinación.
—No tome una decisión precipitada, _______(tn) —le dijo Nick con su voz fuerte y profunda.
Las palabras atrajeron su atención y levantó la vista para mirarlo.
—Si renuncia a los términos del testamento, no tendré más remedio que obligarla a irse de aquí. Y entonces no podrá seguir en contacto con Tessie.
—¿Y con usted? ¿Qué va a pasar con usted?
Él se encogió otra vez de hombros. No parecía demasiado preocupado con la situación que acababa de revelarse.
—Bueno, supongo que me quedaré aquí y seguiré trabajando como administrador del rancho. Si no estoy equivocado, el testamento me deja esa opción.
—Podría interpretarse de esa manera —intervino el señor Hooper al ver que Nick lo miraba esperando su opinión profesional.
—Y tendrás a Theresa —agregó ella con amargura.
Nick asintió y repitió sus palabras.
—Y tendré a Theresa.
—No voy a permitir que eso ocurra —replicó ella levantando aún más la barbilla—. Haré todo lo necesario para evitarlo.
Le brillaban los ojos con determinación y apretaba la mandíbula con fuerza.
Nick se dio cuenta de que era toda una luchadora, pero estaba convencido de que no podría con él. Había conseguido enfurecerlo y estaba dispuesto a aceptar su desafío.
—Eso ya lo veremos —le dijo.
Se dio cuenta de que su padrastro, el viejo Samuel, estaría divirtiéndose si los veía desde el cielo. Siempre le decía que estaba deseando conocer a alguien que pudiera encararse a él, una mujer que fuera tan fuerte y testaruda como su hijastro. Y Nick acababa de darse cuenta de que esa persona era su propia hija.
FIN DEL CAP 2
Chicas les subi el capitulo 2 entero porque estube pensando y la nove es un poco larga asi que algunos cap los subo completos y otros a medias!!
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Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
NUEVA LECTORA....
ME ENCANTA SIGUELA...
SIGUELA...PLEASE
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#Ale
Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
CAPITULO 3:
Parte 1/3
—Sí, el señor Nick ha estado a cargo del rancho durante los dos últimos años. Y todas las mujeres solteras de la zona han estado persiguiéndolo desde entonces —le dijo María.
_______(tn) se quedó pensativa al oírlo.
—Seguro que le encanta tener toda esa atención —repuso después de un rato.
María se encogió de hombros y sonrió.
—Como a cualquier hombre joven. Las mujeres siempre lo han rodeado como moscas a la miel y ahora…
—¿Ahora qué?
—Ahora todo el mundo pensará que ha recibido el rancho en herencia, con lo que va a tener aún más pretendientes. No creo que siga soltero mucho tiempo más.
—¿Tiene Nick…?
No terminó la pregunta. Su educación no la dejaba inmiscuirse en un asunto tan delicado, pero la curiosidad había podido con ella.
María la miró con el ceño fruncido.
—Si hubiera venido a desayunar algo más temprano, podría habérselo preguntado usted misma —le contestó el ama de llaves con firmeza.
_______(tn) acarició con delicadeza los dobleces de la servilleta. Había llegado al comedor en el preciso instante en el que Nick y la señorita Olivia se levantaban de la mesa. De donde venía ella, las comidas eran siempre servidas a unas horas más civilizadas. Le parecía imposible que alguien pudiera tener apetito cuando todavía estaba amaneciendo.
Por otro lado, su experiencia con los criados no la había preparado para enfrentarse a personas como María, que hablaba con libertad y le decía todo lo que pensaba. Estaba claro que las cosas eran muy distintas allí.
Lexington estaba muy lejos de Forbes Junction, en todos los sentidos. Allí todo era mucho más informal. Miró sus propias ropas negras. Nick y Theresa ni siquiera iban de luto por sus padres. No pudo sino estremecerse al recordar lo lejos que estaba ese sitio de cualquier ciudad civilizada del este del país.
María la había dejado tan perpleja con su comentario que tardó en sobreponerse y contestarle como se merecía.
—No es el tipo de preguntas que una dama pueda hacer a un hombre. No es adecuado, María. Además, se lo he preguntado a usted. Por otra parte, el señor Jonas no el tipo de caballero con el que resulta fácil conversar, por si no se había dado cuenta.
El ama de llaves sacudió la cabeza con frustración.
—Después de todo, va a ser su marido. Creo que tiene derecho a preguntarle lo que quiera —le dijo la mujer—. Y yo le debo la misma lealtad al señor Nicholas que a usted.
Ella la miró sin comprender lo que acababa de decirle.
—No creo que nunca lo consiga —murmuró ella entre dientes.
La ronca voz de aquel hombre la sorprendió al entrar en el comedor.
—Pregunte lo que quiera, _______(tn). Mi vida es un libro abierto —le dijo Nick con exagerada amabilidad...
les dejo una parte del cap
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Parte 1/3
—Sí, el señor Nick ha estado a cargo del rancho durante los dos últimos años. Y todas las mujeres solteras de la zona han estado persiguiéndolo desde entonces —le dijo María.
_______(tn) se quedó pensativa al oírlo.
—Seguro que le encanta tener toda esa atención —repuso después de un rato.
María se encogió de hombros y sonrió.
—Como a cualquier hombre joven. Las mujeres siempre lo han rodeado como moscas a la miel y ahora…
—¿Ahora qué?
—Ahora todo el mundo pensará que ha recibido el rancho en herencia, con lo que va a tener aún más pretendientes. No creo que siga soltero mucho tiempo más.
—¿Tiene Nick…?
No terminó la pregunta. Su educación no la dejaba inmiscuirse en un asunto tan delicado, pero la curiosidad había podido con ella.
María la miró con el ceño fruncido.
—Si hubiera venido a desayunar algo más temprano, podría habérselo preguntado usted misma —le contestó el ama de llaves con firmeza.
_______(tn) acarició con delicadeza los dobleces de la servilleta. Había llegado al comedor en el preciso instante en el que Nick y la señorita Olivia se levantaban de la mesa. De donde venía ella, las comidas eran siempre servidas a unas horas más civilizadas. Le parecía imposible que alguien pudiera tener apetito cuando todavía estaba amaneciendo.
Por otro lado, su experiencia con los criados no la había preparado para enfrentarse a personas como María, que hablaba con libertad y le decía todo lo que pensaba. Estaba claro que las cosas eran muy distintas allí.
Lexington estaba muy lejos de Forbes Junction, en todos los sentidos. Allí todo era mucho más informal. Miró sus propias ropas negras. Nick y Theresa ni siquiera iban de luto por sus padres. No pudo sino estremecerse al recordar lo lejos que estaba ese sitio de cualquier ciudad civilizada del este del país.
María la había dejado tan perpleja con su comentario que tardó en sobreponerse y contestarle como se merecía.
—No es el tipo de preguntas que una dama pueda hacer a un hombre. No es adecuado, María. Además, se lo he preguntado a usted. Por otra parte, el señor Jonas no el tipo de caballero con el que resulta fácil conversar, por si no se había dado cuenta.
El ama de llaves sacudió la cabeza con frustración.
—Después de todo, va a ser su marido. Creo que tiene derecho a preguntarle lo que quiera —le dijo la mujer—. Y yo le debo la misma lealtad al señor Nicholas que a usted.
Ella la miró sin comprender lo que acababa de decirle.
—No creo que nunca lo consiga —murmuró ella entre dientes.
La ronca voz de aquel hombre la sorprendió al entrar en el comedor.
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Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
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SIGUELA...PLIS
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Re: "Obligados a Casarse" (Nick y tu) Adaptación.
CAPITULO 3
Parte 2/3
—Pregunte lo que quiera, _______(tn). Mi vida es un libro abierto —le dijo Nick con exagerada amabilidad—. Y no haga que María se sienta incómoda, por favor. Es muy leal a esta familia y me temo que está entre la espada y la pared.
—¿Me considera su familia? —le preguntó ella con incredulidad.
—Bueno, parece que María la considera parte de esta familia —repuso él—. Eso es todo lo que me importa.
—Así es —contestó la mujer deprisa—. Es la hija del señor Samuel, señorita ______(tn). Es parte de la familia, como si nunca se hubiera ido de aquí.
Sus palabras la emocionaron más de lo que hubiera querido admitir y se levantó de la mesa sonriendo al ama de llaves con labios temblorosos.
—Gracias, María —murmuró ella apoyando la mano en el hombro de la mujer al pasar a su lado.
Agachó la cabeza y pensó por un instante en el lugar que ocupaba en aquella casa. Le resultaba difícil sentirse a gusto allí. La única persona que había sido amable con ella durante los dos días anteriores había sido el ama de llaves, era imposible que se sintiera en casa. Nick la había recibido con frialdad y con malos modos. Tan pronto era brusco como se burlaba de ella.
Había sido especialmente difícil el día anterior, durante la lectura del testamento de su padre. Desde ese momento, Nick había estado más retraído y silencioso que nunca, estaba claro que la voluntad de su padrastro también lo había consternado a él.
Lo había sorprendido mirándola de vez en cuando, pero no había admiración ni amabilidad en sus ojos, sino algo más que no alcanzaba a descifrar. Estaba segura de que rezaba para que se fuera pronto de allí. Sabía que eso le haría feliz.
—________(tn).
Su voz la sacó de sus pensamientos y la devolvió de golpe a la realidad. Él estaba en el umbral de la puerta, con las manos en los bolsillos.
—¿Qué es lo que quiere saber de mí? —le preguntó con una sonrisa burlona que hizo que se le revolviera el estómago.
No podía hablar y simplemente negó con la cabeza. Estaba intentando controlarse y no dejar que fuera su ira la que la dominara a ella. Sabía que no era asunto suyo si él estaba con alguien o qué había hecho con su vida hasta ese instante. Decidió que era mejor concentrarse en los problemas que tenían entre manos y olvidarse de su pasado. Creía que quizá fuera a descubrir más de lo que quería saber.
Él se colocó el sombrero en la cabeza, cubriendo así su pelo oscuro y brillante. Tiró del ala del sombrero para protegerse la cara del sol y su mirada quedó escondida en la sombra.
—Ha perdido su mejor oportunidad de preguntar lo que quisiera —le dijo él—. La veo a la hora de la cena.
Se despidió de las dos mujeres con un gesto de su cabeza y salió del comedor. Ella se quedó deseando saber si tenía la suficiente fuerza para hacerle al menos una pregunta. Quería saber qué pensaba él de casarse con una mujer por conveniencia.
Le bastaba con pensar en ello para que se le acelerara el corazón. Le daba la impresión de que un hombre como Jonas no aceptaría de buena gana que nadie le obligase a hacer algo en contra de su voluntad. Sobre todo si se trataba de algo tan definitivo como un matrimonio. Un matrimonio que, por necesidad, iba a implicar también el nacimiento de un bebé.
_______(tn) estaba acostumbrada desde siempre a bañarse todos los días. Cuando Nick le sugirió que se fuera a bañar en el arroyo que estaba varios kilómetros al norte de la casa, ella le había contestado con silencio. No soportaba que le tomara el pelo como lo estaba haciendo.
La alternativa que le quedaba era acarrear cubos de agua caliente y fría con ayuda de otros. Después de tres días en el rancho, decidió que no le quedaba más remedio. Estaba harta de darse baños de esponja en su dormitorio, no era suficiente. Echaba de menos el lujo de sumergirse en agua caliente.
La bañera era grande y más larga de la que tenía en su casa.
—Casi podría tumbarme por completo aquí dentro —le dijo al ama de llaves mientras supervisaba el llenado de la bañera.
El cuarto de baño estaba al lado de la cocina, algo que le había llamado mucho la atención y le parecía bastante inadecuado.
Dos de los trabajadores del rancho llevaban cubos de agua caliente y los iban vaciando en la bañera. María llenó otros dos en la cocina con agua fría. Esos eran para que ella bajara después la temperatura del agua a su gusto. También dejaron al lado de la cocina otro con agua hirviendo por si el agua del baño se enfriaba antes de que terminara de asearse.
—Su padre necesitaba una bañera grande —le dijo María con una sonrisa—. Era un hombre alto y no le gustaba que las piernas le sobresalieran mucho por encima del agua.
—La verdad es que lo recuerdo un poco —repuso ella—. Entonces me parecía casi un gigante. Como si fuera todo piernas. Cambiaba cuando me tomaba en brazos. A veces creo recordar estar en sus brazos, pero después pienso que a lo mejor nunca pasó, que simplemente es algo que me gusta recordar. Creo que mis recuerdos y mis deseos se mezclan muchas veces en mi cabeza y no sé qué es real.
María se colocó detrás de ella para trenzar su abundante melena rizada.
—Le recogeré el pelo en alto para que pueda mantenerlo fuera del agua —le dijo mientras le hacía con habilidad una trenza que le sujetó después con una horquilla.
Dejó las manos sobre sus hombros y sacudió la cabeza entre suspiros. Estaba claro que sus palabras le habían traído muchos recuerdos del pasado.
—Creo que tenemos muchas imágenes en nuestras cabezas, señorita _________(tn). Si recuerda a su padre es porque él la quería mucho. No piense mal de él. Su padre sólo soñaba con que recibiera sus cartas y le contestara de vez en cuando. Nunca le reprochó que no lo hiciera.
—¿Me escribía cartas?
—Sí, mandaba una carta al mes. Estuvo esperando durante años a que usted le contestara, pero supongo que su madre o sus abuelos… Bueno, de nada vale lamentarse ahora, ya está hecho —le dijo la mujer—. Cuando Arnetta Jonas llegó al rancho, su vida cambió por completo. Creo que decidió que la había perdido a usted para siempre —añadió María mientras se inclinaba para comprobar la temperatura del agua—. Le he dejado toallas limpias en el taburete.
Se acercó de nuevo a ella para comprobar que la trenza estaba bien segura y el pelo no se soltaría. Tenía los ojos humedecidos por la emoción.
—Se parece tanto a su padre… —susurró la mujer mientras salía del cuarto de baño y cerraba la puerta tras ella.
Ella suspiró y se concentró en desvestirse. Lo hizo sin prisas, tenía muchos botones que desabrochar y mucho en lo que pensar. Le parecía increíble que su madre le hubiera ocultado tantas cosas. Si su padre de verdad le había escrito durante años, no entendía qué había pasado con todas esas cartas. Se quitó con cuidado las enaguas.
—Tiene razón, Nicholas Jonas —murmuró entre dientes—. Hace demasiado calor en este maldito lugar para llevar la ropa que una dama debe llevar —añadió mientras se desnudaba.
Se metió con cuidado en la bañera y suspiró feliz en cuanto sintió el aroma de las lilas a su alrededor. Era una delicia.
Le había parecido un lujo innecesario llevarse su propio jabón con ella en ese viaje, pero en ese instante le alegró haberlo hecho. Esa fragancia consiguió relajarla poco a poco, conseguir que se liberara de gran parte de la tensión que había ido acumulando durante los últimos días, además del polvo del desierto y del sudor.
—¿Todavía está aquí? —preguntó una voz infantil desde la puerta.
El picaporte chirrió cuando lo hizo girar la niña. _______(tn) se deslizó bajo las burbujas del baño, sorprendida por la invasión de su privacidad en un momento tan íntimo.
Theresa la miraba con ojos hostiles.
—Pensé que ya se habría sido —le dijo la pequeña mientras la miraba.
Estaba claro que no apreciaba su presencia allí y también parecía molestarle que se sintiera lo suficientemente a gusto y en casa como para tomarse un baño.
Eligió con cuidado sus palabras antes de hablar.
—He venido a verte, Theresa. No puedo irme hasta que nos conozcamos. Somos hermanas, ¿lo sabías?
La niña husmeó un poco el ambiente del cuarto de baño y entró de manera sigilosa. La miró después enfurruñada y con los brazos enjarra.
—No necesito ninguna hermana —le dijo con firmeza—.Ya tengo a Nissholas. Él es mi hermano.
—Lo sé —repuso ella con suavidad y midiendo sus palabras—. Pero todas las niñas necesitan una hermana, ¿sabes? Yo siempre soñé con tener una y, ahora que te he encontrado, me gustaría mucho poder llegar a conocerte.
—¿Por qué? —preguntó la niña con un gracioso gesto.
Intentó no sonreír al ver su mueca.
—Porque estoy segura de que eres una niña encantadora y sé que vamos a llegar a ser buenas amigas. Puedo enseñarte algunos juegos que sé —le dijo para despertar el interés de la pequeña.
—¿Juegos?
Theresa la miró con los ojos llenos de entusiasmo, pero sólo le duró unos segundos, después volvió a ponerse seria y a encogerse de hombros.
—He traído algunas cosas que pensé que te gustaría ver —le comentó mientras seguía enjabonándose.
Levantó una pierna y se limpió con una pequeña toalla. Era agradable sentir el tosco tejido contra su piel, por fin podía sentirse limpia.
Se quedaron unos instantes en silencio hasta que la niña habló intentando fingir falta de interés en el asunto.
—¿Qué es lo que ha traído?
Inclinó la cabeza y la miró por encima del hombro con gesto pensativo.
—Bueno, tengo combas para saltar y otros juguetes —le dijo mirándola de nuevo de reojo—. ¿Sabes saltar a la comba?
Theresa negó con la cabeza y se acercó un poco más a la bañera.
—¡Casi se me olvida! —exclamó ________(tn) fingiendo sorpresa—. También he traído un paquete que me enviaron desde Francia y que encontré en mi dormitorio de Lexington antes de venir. Lo vi y pensé que te gustaría.
—¿De Francia? —preguntó la niña con ojos como platos, mientras se sentaba encima del montón de toallas que había en el taburete—. La señorita Olivia me ha dicho que es un sitio que está al otro lado del océano.
Asintió y continuó lavándose. Quería parecer indiferente y conseguir así que la niña sintiera curiosidad.
—Claro que no sé si te van a gustar los juegos y cosas que he traído… Supongo que podríamos intentar saltar juntas a la comba —comentó mientras la miraba—. Pero, claro, a mí se me da muy bien y creo que a ti te resultaría difícil seguir mi ritmo y aprender a hacerlo bien.
—¡No, no! —replicó enseguida Theresa—. Yo aprendo muy rápido. Mi hermano Nissholas dice que soy muy lista —añadió poniéndose seria de repente—. Pero no sé si va a tener tiempo de enseñarme nada, mi hermano me ha dicho que va a irse muy pronto.
—Bueno… —comenzó ella.
Pero era demasiado tarde ya. La niña se había puesto en pie de un salto y había salido del cuarto de baño a la cocina sin despedirse ni mirar atrás.
—¿Dónde te habías metido, palomita? —le preguntó la grave voz de su hermano.
Pudo escucharlo a través de la puerta de la habitación, que había quedado medio abierta. Se sumergió de nuevo bajo el nivel del agua. Lo hizo tan deprisa que gran parte del agua se derramó.
—Estaba hablando con esa mujer —le dijo Theresa—. Está dándose un baño.
—¿Con la puerta abierta?
Pudo oí un tono divertido en la pregunta de Nick y su voz sonaba más cerca. Alargó la mano para agarrar las toallas que María le había dejado sobre el taburete.
—¿Está esperando a alguien? —le preguntó él desde el otro lado de la puerta—. Normalmente mantenemos el cuarto de baño cerrado cuando alguien lo está usando, ¿sabe? —le comentó Nick con ironía.
—Por favor, cierre la puerta —le pidió ella mientras cubría parte de su cuerpo con la toalla y se sentaba en la bañera para que sus piernas dobladas escondieran al menos sus pechos.
—¿Está segura de que no quiere compañía? —le preguntó Nick con tono burlón.
Estaba claro que estaba divirtiéndose mucho con todo aquello, pero ella se sentía avergonzada y muy incómoda.
—Por favor, Nick —insistió ella con un hilo de voz.
Él alargó el brazo, tomó el picaporte y cerró con gran ceremonia y sin ninguna prisa.
—No se retrase, vamos a desayunar —le dijo él—. Normalmente, María sirve sólo una vez el desayuno, para todos al mismo tiempo. Si llega más tarde, tendrá que hacerlo usted misma.
—Ojalá se le atragante el desayuno —murmuró ella mientras salía de la bañera y se envolvía en la toalla que aún agarraba con fuerza.
Los últimos rayos del sol bañaban de tonos rosas y naranjas el cielo, que ya comenzaba a oscurecer contra el horizonte. El porche daba al oeste y ________(tn) se sentó en el primer escalón. Dobló las piernas y las abrazó. Era un espectáculo impresionante. Estaba completamente ensimismada con la puesta de sol.
—¿No había visto nunca un atardecer? —le preguntó Nick con un tono algo burlón.
Ella se encogió de hombros y levantó la vista hacia el.
—He visto muchos —contestó ella.
—Daba la impresión de que éste era el primero que contemplaba —comentó Nick mientras señalaba el cielo.
Algunas espesas y siniestras nubes enmarcaban el atardecer y hacían la escena aún más espectacular.
—Es distinto —admitió ella después de un momento—. Aquí esta puesta de sol parece más potente, más espectacular. A lo mejor es por la cantidad de terreno que se puede divisar desde la casa, no lo sé. Parece que el horizonte está más lejos.
Apartó la vista del atardecer, que ya iba desvaneciéndose, y suspiró con desconsuelo.
—Habrá otro mañana a la misma hora —le dijo él, mientras se acercaba hasta donde estaba ella.
Andaba dando grandes zancadas y sus botas de vaquero retumbaban en el piso de madera. Con agilidad, se sentó a su lado y estiró sus largas piernas frente a él.
Lo observó de reojo, sin levantar la mirada. Llevaba unos pantalones bastante justos, sobre todo a la altura de sus muslos y sus pantorrillas. Parecían hechos a medida. Estaban desgastados y llenos de polvo. Eran unos simples pantalones de tela vaquera, como los que llevaban muchos hombres, pero en Nicholas Jonas eran algo más.
Pensó en todos los hombres que había conocido en su vida. Ellos nunca habrían llevado algo así. Esos caballeros encargaban a sastres su ropa de montar y se la hacían a medida, pero tenía que reconocer, muy a su pesar, que ninguno podría estar a la altura de ese hombre.
Había algo en él, una especie de seguridad y firmeza, que resultaban muy masculinas y que eran difíciles de describir. Llevaba una camisa de algodón, un pañuelo atado al cuello y el cinturón de cuero marcando bien su cintura. Los pantalones acentuaban la fuerza de su musculatura cuando caminaba, sobre todo a la altura de sus caderas. No pudo sino sonrojarse al recordar esa imagen.
Se había quedado boquiabierta una de las primeras veces que lo vio caminar por allí. Tenía un cuerpo muy masculino y fornido. Sus hombros eran anchos y sus brazos largos y esbeltos, pero sin dejar de ser musculosos. Las manos eran delicadas para ser las manos de un hombre, pero fuertes y seguras.
—________(tn)… —comenzó él consiguiendo sobresaltarla al oírlo tan cerca—. ¿Ha tomado alguna decisión ya? ¿Está planeando la boda?
Ella negó con la cabeza.
—No, aún no.
Nick la miraba con cinismo.
—¿Ya está echándose atrás?
—Ya le dije que haría todo lo que estuviera en mi mano, ¿no?
—¿Tan terrible es casarse con el capataz de un rancho? —preguntó él con frialdad.
—No sería el capataz si me caso con usted. Entonces sería el propietario.
—Bueno, sólo de la mitad. Su nombre también estaría en el título de propiedad. Seguro que eso hace feliz a sus abuelos, les encantará que tenga tierras.
Se encogió de hombros y volvió a fijarse en el horizonte, prefería no tener que mirarlo a él.
—No es lo que mis abuelos quieren para mí. Y menos aún lo que mi madre hubiera querido para su única hija.
—En otras palabras, podría tener más posibilidades en Lexington, ¿no? —intervino Nick.
—¿Y sus posibilidades aquí? ¿No había alguna otra mujer interesada antes de que llegara yo? —replicó ella devolviéndole la pregunta.
Él no respondió y eso hizo que se aventurara a mirarlo. Apretaba la mandíbula y contemplaba el paisaje con los ojos entrecerrados. Era un hombre difícil de entender y le era imposible interpretar sus pensamientos. Se arrepintió de haberle hecho la pregunta.
—Nadie que sea de su incumbencia —repuso Nick con sequedad.
—¿No le romperá el corazón si se casa con otra? ¿O es que hay más de una? —insistió ella.
Él negó con la cabeza sin dejar de mirarla a los ojos.
—Claro que no. La verdad es que no tengo tiempo para perderlo persiguiendo a mujeres —contestó él.
—María dice que no tiene que preocuparse por perseguirlas.
—María habla demasiado —replicó él con media sonrisa.
—No ha contestado mi pregunta. ¿Va a romperle el corazón a alguna joven de aquí si nos casamos?
Se quedó callado unos instantes y le dirigió una enigmática mirada.
—La mayor parte de las mujeres no tiene un corazón que pueda romperse con tanta facilidad.
Ella suspiró. Estaba costándole más de lo que había previsto conseguir una respuesta directa de ese hombre.
—¿Renunciaría a ella?
Nick sonrió de nuevo, ésa vez con desdén en el gesto.
—¿Importa acaso?
No pudo evitar sonrojarse.
—Bueno, no hay ninguna prisa, ¿no? —comentó ella después de un rato—. No tenemos que tomar ninguna decisión precipitada ni casarnos de inmediato. Porque si ya se está arrepintiendo o si tiene intención de…
—No me ha contestado, ________(tn) —la interrumpió él.
Nick le dedicó otra media sonrisa, pero esa vez sus ojos también participaron de ella y todo su rostro se iluminó. Se quedó absorta observando la transformación en su cara.
No pudo evitar preguntarse si su boca sería demasiado firme o si sus labios se suavizarían al besar los de una mujer. Pensó también en si sería tierno en sus caricias o si sus manos, endurecidas por el trabajo en el campo, serían demasiado toscas contra la suave piel de una dama. Su mente se inundó de esos secretos prohibidos, de las cosas que ocurrían entre un hombre y una mujer y sacudió la cabeza para no dejar que su mente se fuera por esos peligrosos derroteros. Se sentía muy confundida.
—Sí, sí que importa —le contestó ella por fin.
—Hasta los vaqueros tenemos sentido del honor —respondió él de mala manera—. No voy a salir de juerga por el pueblo después de que pasemos por el altar, Nick.
—Pero en realidad no quiere hacerlo, ¿verdad?
—Ya se lo he dicho, señorita. La oferta sigue en pie. Puedo meterla en el carro ahora mismo y llevarla hasta Forbes Junction para ir a ver al pastor de la iglesia. Pero, si tengo que ser sincero, lo mismo me daría hacer eso que llevarla hasta la estación para que volviera por donde ha venido. Puedo hacer esto sin usted. Puedo vivir con lo que gano con mi trabajo y seguir pendiente de mi hermana. Me gusta mi vida ahora mismo. Theresa y su bienestar son todo lo que me importa.
El corazón comenzó a latirle con fuerza en el pecho y se sintió más triste que nunca. Todos sus sueños de niña se habían echado a perder. Nunca conseguiría tener lo que deseaba. Nick Jonas no sentía nada por ella. No dejaba de burlarse de la situación y aceptaba con resignación su destino. No estaba segura de que ella fuera a ser capaz de conformarse con eso. Pero se dio cuenta de que no tenía otra opción.
—¿Podría casarse conmigo sin sentir nada por mí? —le dijo ella sin pensárselo dos veces y sin reflexionar en lo audaz e inapropiado de la pregunta.
Él sonrió de inmediato.
—No se preocupe, cariño, seguro que siento algo, ya lo verá…
Ella se puso en pie rápidamente y con torpeza. Se entretuvo alisando las arrugas de sus faldas para que él no viera que se había sonrojado.
—Todo esto es sólo un juego y un motivo de burla para usted, ¿verdad? —lo acusó ella.
Él se levantó y se encaró a ella. Era mucho más alto.
—No me gustan los juegos, _______(tn). Pero, tienes que tener algo muy claro —le dijo él tuteándola por vez primera—. Si te casas conmigo, no vas a tener motivo de queja. Te daré todas las atenciones que desees.
Sin que tuviera tiempo de recuperar el aliento, Nick se inclinó sobre ella, la tomó por los hombros y la acercó a su cuerpo con fuerza...
Que pasara?
se besaran o no?
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dedicado a MARHOT
espero que les guste el cap
Comenten!!!
byebye :D
Parte 2/3
—Pregunte lo que quiera, _______(tn). Mi vida es un libro abierto —le dijo Nick con exagerada amabilidad—. Y no haga que María se sienta incómoda, por favor. Es muy leal a esta familia y me temo que está entre la espada y la pared.
—¿Me considera su familia? —le preguntó ella con incredulidad.
—Bueno, parece que María la considera parte de esta familia —repuso él—. Eso es todo lo que me importa.
—Así es —contestó la mujer deprisa—. Es la hija del señor Samuel, señorita ______(tn). Es parte de la familia, como si nunca se hubiera ido de aquí.
Sus palabras la emocionaron más de lo que hubiera querido admitir y se levantó de la mesa sonriendo al ama de llaves con labios temblorosos.
—Gracias, María —murmuró ella apoyando la mano en el hombro de la mujer al pasar a su lado.
Agachó la cabeza y pensó por un instante en el lugar que ocupaba en aquella casa. Le resultaba difícil sentirse a gusto allí. La única persona que había sido amable con ella durante los dos días anteriores había sido el ama de llaves, era imposible que se sintiera en casa. Nick la había recibido con frialdad y con malos modos. Tan pronto era brusco como se burlaba de ella.
Había sido especialmente difícil el día anterior, durante la lectura del testamento de su padre. Desde ese momento, Nick había estado más retraído y silencioso que nunca, estaba claro que la voluntad de su padrastro también lo había consternado a él.
Lo había sorprendido mirándola de vez en cuando, pero no había admiración ni amabilidad en sus ojos, sino algo más que no alcanzaba a descifrar. Estaba segura de que rezaba para que se fuera pronto de allí. Sabía que eso le haría feliz.
—________(tn).
Su voz la sacó de sus pensamientos y la devolvió de golpe a la realidad. Él estaba en el umbral de la puerta, con las manos en los bolsillos.
—¿Qué es lo que quiere saber de mí? —le preguntó con una sonrisa burlona que hizo que se le revolviera el estómago.
No podía hablar y simplemente negó con la cabeza. Estaba intentando controlarse y no dejar que fuera su ira la que la dominara a ella. Sabía que no era asunto suyo si él estaba con alguien o qué había hecho con su vida hasta ese instante. Decidió que era mejor concentrarse en los problemas que tenían entre manos y olvidarse de su pasado. Creía que quizá fuera a descubrir más de lo que quería saber.
Él se colocó el sombrero en la cabeza, cubriendo así su pelo oscuro y brillante. Tiró del ala del sombrero para protegerse la cara del sol y su mirada quedó escondida en la sombra.
—Ha perdido su mejor oportunidad de preguntar lo que quisiera —le dijo él—. La veo a la hora de la cena.
Se despidió de las dos mujeres con un gesto de su cabeza y salió del comedor. Ella se quedó deseando saber si tenía la suficiente fuerza para hacerle al menos una pregunta. Quería saber qué pensaba él de casarse con una mujer por conveniencia.
Le bastaba con pensar en ello para que se le acelerara el corazón. Le daba la impresión de que un hombre como Jonas no aceptaría de buena gana que nadie le obligase a hacer algo en contra de su voluntad. Sobre todo si se trataba de algo tan definitivo como un matrimonio. Un matrimonio que, por necesidad, iba a implicar también el nacimiento de un bebé.
_______(tn) estaba acostumbrada desde siempre a bañarse todos los días. Cuando Nick le sugirió que se fuera a bañar en el arroyo que estaba varios kilómetros al norte de la casa, ella le había contestado con silencio. No soportaba que le tomara el pelo como lo estaba haciendo.
La alternativa que le quedaba era acarrear cubos de agua caliente y fría con ayuda de otros. Después de tres días en el rancho, decidió que no le quedaba más remedio. Estaba harta de darse baños de esponja en su dormitorio, no era suficiente. Echaba de menos el lujo de sumergirse en agua caliente.
La bañera era grande y más larga de la que tenía en su casa.
—Casi podría tumbarme por completo aquí dentro —le dijo al ama de llaves mientras supervisaba el llenado de la bañera.
El cuarto de baño estaba al lado de la cocina, algo que le había llamado mucho la atención y le parecía bastante inadecuado.
Dos de los trabajadores del rancho llevaban cubos de agua caliente y los iban vaciando en la bañera. María llenó otros dos en la cocina con agua fría. Esos eran para que ella bajara después la temperatura del agua a su gusto. También dejaron al lado de la cocina otro con agua hirviendo por si el agua del baño se enfriaba antes de que terminara de asearse.
—Su padre necesitaba una bañera grande —le dijo María con una sonrisa—. Era un hombre alto y no le gustaba que las piernas le sobresalieran mucho por encima del agua.
—La verdad es que lo recuerdo un poco —repuso ella—. Entonces me parecía casi un gigante. Como si fuera todo piernas. Cambiaba cuando me tomaba en brazos. A veces creo recordar estar en sus brazos, pero después pienso que a lo mejor nunca pasó, que simplemente es algo que me gusta recordar. Creo que mis recuerdos y mis deseos se mezclan muchas veces en mi cabeza y no sé qué es real.
María se colocó detrás de ella para trenzar su abundante melena rizada.
—Le recogeré el pelo en alto para que pueda mantenerlo fuera del agua —le dijo mientras le hacía con habilidad una trenza que le sujetó después con una horquilla.
Dejó las manos sobre sus hombros y sacudió la cabeza entre suspiros. Estaba claro que sus palabras le habían traído muchos recuerdos del pasado.
—Creo que tenemos muchas imágenes en nuestras cabezas, señorita _________(tn). Si recuerda a su padre es porque él la quería mucho. No piense mal de él. Su padre sólo soñaba con que recibiera sus cartas y le contestara de vez en cuando. Nunca le reprochó que no lo hiciera.
—¿Me escribía cartas?
—Sí, mandaba una carta al mes. Estuvo esperando durante años a que usted le contestara, pero supongo que su madre o sus abuelos… Bueno, de nada vale lamentarse ahora, ya está hecho —le dijo la mujer—. Cuando Arnetta Jonas llegó al rancho, su vida cambió por completo. Creo que decidió que la había perdido a usted para siempre —añadió María mientras se inclinaba para comprobar la temperatura del agua—. Le he dejado toallas limpias en el taburete.
Se acercó de nuevo a ella para comprobar que la trenza estaba bien segura y el pelo no se soltaría. Tenía los ojos humedecidos por la emoción.
—Se parece tanto a su padre… —susurró la mujer mientras salía del cuarto de baño y cerraba la puerta tras ella.
Ella suspiró y se concentró en desvestirse. Lo hizo sin prisas, tenía muchos botones que desabrochar y mucho en lo que pensar. Le parecía increíble que su madre le hubiera ocultado tantas cosas. Si su padre de verdad le había escrito durante años, no entendía qué había pasado con todas esas cartas. Se quitó con cuidado las enaguas.
—Tiene razón, Nicholas Jonas —murmuró entre dientes—. Hace demasiado calor en este maldito lugar para llevar la ropa que una dama debe llevar —añadió mientras se desnudaba.
Se metió con cuidado en la bañera y suspiró feliz en cuanto sintió el aroma de las lilas a su alrededor. Era una delicia.
Le había parecido un lujo innecesario llevarse su propio jabón con ella en ese viaje, pero en ese instante le alegró haberlo hecho. Esa fragancia consiguió relajarla poco a poco, conseguir que se liberara de gran parte de la tensión que había ido acumulando durante los últimos días, además del polvo del desierto y del sudor.
—¿Todavía está aquí? —preguntó una voz infantil desde la puerta.
El picaporte chirrió cuando lo hizo girar la niña. _______(tn) se deslizó bajo las burbujas del baño, sorprendida por la invasión de su privacidad en un momento tan íntimo.
Theresa la miraba con ojos hostiles.
—Pensé que ya se habría sido —le dijo la pequeña mientras la miraba.
Estaba claro que no apreciaba su presencia allí y también parecía molestarle que se sintiera lo suficientemente a gusto y en casa como para tomarse un baño.
Eligió con cuidado sus palabras antes de hablar.
—He venido a verte, Theresa. No puedo irme hasta que nos conozcamos. Somos hermanas, ¿lo sabías?
La niña husmeó un poco el ambiente del cuarto de baño y entró de manera sigilosa. La miró después enfurruñada y con los brazos enjarra.
—No necesito ninguna hermana —le dijo con firmeza—.Ya tengo a Nissholas. Él es mi hermano.
—Lo sé —repuso ella con suavidad y midiendo sus palabras—. Pero todas las niñas necesitan una hermana, ¿sabes? Yo siempre soñé con tener una y, ahora que te he encontrado, me gustaría mucho poder llegar a conocerte.
—¿Por qué? —preguntó la niña con un gracioso gesto.
Intentó no sonreír al ver su mueca.
—Porque estoy segura de que eres una niña encantadora y sé que vamos a llegar a ser buenas amigas. Puedo enseñarte algunos juegos que sé —le dijo para despertar el interés de la pequeña.
—¿Juegos?
Theresa la miró con los ojos llenos de entusiasmo, pero sólo le duró unos segundos, después volvió a ponerse seria y a encogerse de hombros.
—He traído algunas cosas que pensé que te gustaría ver —le comentó mientras seguía enjabonándose.
Levantó una pierna y se limpió con una pequeña toalla. Era agradable sentir el tosco tejido contra su piel, por fin podía sentirse limpia.
Se quedaron unos instantes en silencio hasta que la niña habló intentando fingir falta de interés en el asunto.
—¿Qué es lo que ha traído?
Inclinó la cabeza y la miró por encima del hombro con gesto pensativo.
—Bueno, tengo combas para saltar y otros juguetes —le dijo mirándola de nuevo de reojo—. ¿Sabes saltar a la comba?
Theresa negó con la cabeza y se acercó un poco más a la bañera.
—¡Casi se me olvida! —exclamó ________(tn) fingiendo sorpresa—. También he traído un paquete que me enviaron desde Francia y que encontré en mi dormitorio de Lexington antes de venir. Lo vi y pensé que te gustaría.
—¿De Francia? —preguntó la niña con ojos como platos, mientras se sentaba encima del montón de toallas que había en el taburete—. La señorita Olivia me ha dicho que es un sitio que está al otro lado del océano.
Asintió y continuó lavándose. Quería parecer indiferente y conseguir así que la niña sintiera curiosidad.
—Claro que no sé si te van a gustar los juegos y cosas que he traído… Supongo que podríamos intentar saltar juntas a la comba —comentó mientras la miraba—. Pero, claro, a mí se me da muy bien y creo que a ti te resultaría difícil seguir mi ritmo y aprender a hacerlo bien.
—¡No, no! —replicó enseguida Theresa—. Yo aprendo muy rápido. Mi hermano Nissholas dice que soy muy lista —añadió poniéndose seria de repente—. Pero no sé si va a tener tiempo de enseñarme nada, mi hermano me ha dicho que va a irse muy pronto.
—Bueno… —comenzó ella.
Pero era demasiado tarde ya. La niña se había puesto en pie de un salto y había salido del cuarto de baño a la cocina sin despedirse ni mirar atrás.
—¿Dónde te habías metido, palomita? —le preguntó la grave voz de su hermano.
Pudo escucharlo a través de la puerta de la habitación, que había quedado medio abierta. Se sumergió de nuevo bajo el nivel del agua. Lo hizo tan deprisa que gran parte del agua se derramó.
—Estaba hablando con esa mujer —le dijo Theresa—. Está dándose un baño.
—¿Con la puerta abierta?
Pudo oí un tono divertido en la pregunta de Nick y su voz sonaba más cerca. Alargó la mano para agarrar las toallas que María le había dejado sobre el taburete.
—¿Está esperando a alguien? —le preguntó él desde el otro lado de la puerta—. Normalmente mantenemos el cuarto de baño cerrado cuando alguien lo está usando, ¿sabe? —le comentó Nick con ironía.
—Por favor, cierre la puerta —le pidió ella mientras cubría parte de su cuerpo con la toalla y se sentaba en la bañera para que sus piernas dobladas escondieran al menos sus pechos.
—¿Está segura de que no quiere compañía? —le preguntó Nick con tono burlón.
Estaba claro que estaba divirtiéndose mucho con todo aquello, pero ella se sentía avergonzada y muy incómoda.
—Por favor, Nick —insistió ella con un hilo de voz.
Él alargó el brazo, tomó el picaporte y cerró con gran ceremonia y sin ninguna prisa.
—No se retrase, vamos a desayunar —le dijo él—. Normalmente, María sirve sólo una vez el desayuno, para todos al mismo tiempo. Si llega más tarde, tendrá que hacerlo usted misma.
—Ojalá se le atragante el desayuno —murmuró ella mientras salía de la bañera y se envolvía en la toalla que aún agarraba con fuerza.
Los últimos rayos del sol bañaban de tonos rosas y naranjas el cielo, que ya comenzaba a oscurecer contra el horizonte. El porche daba al oeste y ________(tn) se sentó en el primer escalón. Dobló las piernas y las abrazó. Era un espectáculo impresionante. Estaba completamente ensimismada con la puesta de sol.
—¿No había visto nunca un atardecer? —le preguntó Nick con un tono algo burlón.
Ella se encogió de hombros y levantó la vista hacia el.
—He visto muchos —contestó ella.
—Daba la impresión de que éste era el primero que contemplaba —comentó Nick mientras señalaba el cielo.
Algunas espesas y siniestras nubes enmarcaban el atardecer y hacían la escena aún más espectacular.
—Es distinto —admitió ella después de un momento—. Aquí esta puesta de sol parece más potente, más espectacular. A lo mejor es por la cantidad de terreno que se puede divisar desde la casa, no lo sé. Parece que el horizonte está más lejos.
Apartó la vista del atardecer, que ya iba desvaneciéndose, y suspiró con desconsuelo.
—Habrá otro mañana a la misma hora —le dijo él, mientras se acercaba hasta donde estaba ella.
Andaba dando grandes zancadas y sus botas de vaquero retumbaban en el piso de madera. Con agilidad, se sentó a su lado y estiró sus largas piernas frente a él.
Lo observó de reojo, sin levantar la mirada. Llevaba unos pantalones bastante justos, sobre todo a la altura de sus muslos y sus pantorrillas. Parecían hechos a medida. Estaban desgastados y llenos de polvo. Eran unos simples pantalones de tela vaquera, como los que llevaban muchos hombres, pero en Nicholas Jonas eran algo más.
Pensó en todos los hombres que había conocido en su vida. Ellos nunca habrían llevado algo así. Esos caballeros encargaban a sastres su ropa de montar y se la hacían a medida, pero tenía que reconocer, muy a su pesar, que ninguno podría estar a la altura de ese hombre.
Había algo en él, una especie de seguridad y firmeza, que resultaban muy masculinas y que eran difíciles de describir. Llevaba una camisa de algodón, un pañuelo atado al cuello y el cinturón de cuero marcando bien su cintura. Los pantalones acentuaban la fuerza de su musculatura cuando caminaba, sobre todo a la altura de sus caderas. No pudo sino sonrojarse al recordar esa imagen.
Se había quedado boquiabierta una de las primeras veces que lo vio caminar por allí. Tenía un cuerpo muy masculino y fornido. Sus hombros eran anchos y sus brazos largos y esbeltos, pero sin dejar de ser musculosos. Las manos eran delicadas para ser las manos de un hombre, pero fuertes y seguras.
—________(tn)… —comenzó él consiguiendo sobresaltarla al oírlo tan cerca—. ¿Ha tomado alguna decisión ya? ¿Está planeando la boda?
Ella negó con la cabeza.
—No, aún no.
Nick la miraba con cinismo.
—¿Ya está echándose atrás?
—Ya le dije que haría todo lo que estuviera en mi mano, ¿no?
—¿Tan terrible es casarse con el capataz de un rancho? —preguntó él con frialdad.
—No sería el capataz si me caso con usted. Entonces sería el propietario.
—Bueno, sólo de la mitad. Su nombre también estaría en el título de propiedad. Seguro que eso hace feliz a sus abuelos, les encantará que tenga tierras.
Se encogió de hombros y volvió a fijarse en el horizonte, prefería no tener que mirarlo a él.
—No es lo que mis abuelos quieren para mí. Y menos aún lo que mi madre hubiera querido para su única hija.
—En otras palabras, podría tener más posibilidades en Lexington, ¿no? —intervino Nick.
—¿Y sus posibilidades aquí? ¿No había alguna otra mujer interesada antes de que llegara yo? —replicó ella devolviéndole la pregunta.
Él no respondió y eso hizo que se aventurara a mirarlo. Apretaba la mandíbula y contemplaba el paisaje con los ojos entrecerrados. Era un hombre difícil de entender y le era imposible interpretar sus pensamientos. Se arrepintió de haberle hecho la pregunta.
—Nadie que sea de su incumbencia —repuso Nick con sequedad.
—¿No le romperá el corazón si se casa con otra? ¿O es que hay más de una? —insistió ella.
Él negó con la cabeza sin dejar de mirarla a los ojos.
—Claro que no. La verdad es que no tengo tiempo para perderlo persiguiendo a mujeres —contestó él.
—María dice que no tiene que preocuparse por perseguirlas.
—María habla demasiado —replicó él con media sonrisa.
—No ha contestado mi pregunta. ¿Va a romperle el corazón a alguna joven de aquí si nos casamos?
Se quedó callado unos instantes y le dirigió una enigmática mirada.
—La mayor parte de las mujeres no tiene un corazón que pueda romperse con tanta facilidad.
Ella suspiró. Estaba costándole más de lo que había previsto conseguir una respuesta directa de ese hombre.
—¿Renunciaría a ella?
Nick sonrió de nuevo, ésa vez con desdén en el gesto.
—¿Importa acaso?
No pudo evitar sonrojarse.
—Bueno, no hay ninguna prisa, ¿no? —comentó ella después de un rato—. No tenemos que tomar ninguna decisión precipitada ni casarnos de inmediato. Porque si ya se está arrepintiendo o si tiene intención de…
—No me ha contestado, ________(tn) —la interrumpió él.
Nick le dedicó otra media sonrisa, pero esa vez sus ojos también participaron de ella y todo su rostro se iluminó. Se quedó absorta observando la transformación en su cara.
No pudo evitar preguntarse si su boca sería demasiado firme o si sus labios se suavizarían al besar los de una mujer. Pensó también en si sería tierno en sus caricias o si sus manos, endurecidas por el trabajo en el campo, serían demasiado toscas contra la suave piel de una dama. Su mente se inundó de esos secretos prohibidos, de las cosas que ocurrían entre un hombre y una mujer y sacudió la cabeza para no dejar que su mente se fuera por esos peligrosos derroteros. Se sentía muy confundida.
—Sí, sí que importa —le contestó ella por fin.
—Hasta los vaqueros tenemos sentido del honor —respondió él de mala manera—. No voy a salir de juerga por el pueblo después de que pasemos por el altar, Nick.
—Pero en realidad no quiere hacerlo, ¿verdad?
—Ya se lo he dicho, señorita. La oferta sigue en pie. Puedo meterla en el carro ahora mismo y llevarla hasta Forbes Junction para ir a ver al pastor de la iglesia. Pero, si tengo que ser sincero, lo mismo me daría hacer eso que llevarla hasta la estación para que volviera por donde ha venido. Puedo hacer esto sin usted. Puedo vivir con lo que gano con mi trabajo y seguir pendiente de mi hermana. Me gusta mi vida ahora mismo. Theresa y su bienestar son todo lo que me importa.
El corazón comenzó a latirle con fuerza en el pecho y se sintió más triste que nunca. Todos sus sueños de niña se habían echado a perder. Nunca conseguiría tener lo que deseaba. Nick Jonas no sentía nada por ella. No dejaba de burlarse de la situación y aceptaba con resignación su destino. No estaba segura de que ella fuera a ser capaz de conformarse con eso. Pero se dio cuenta de que no tenía otra opción.
—¿Podría casarse conmigo sin sentir nada por mí? —le dijo ella sin pensárselo dos veces y sin reflexionar en lo audaz e inapropiado de la pregunta.
Él sonrió de inmediato.
—No se preocupe, cariño, seguro que siento algo, ya lo verá…
Ella se puso en pie rápidamente y con torpeza. Se entretuvo alisando las arrugas de sus faldas para que él no viera que se había sonrojado.
—Todo esto es sólo un juego y un motivo de burla para usted, ¿verdad? —lo acusó ella.
Él se levantó y se encaró a ella. Era mucho más alto.
—No me gustan los juegos, _______(tn). Pero, tienes que tener algo muy claro —le dijo él tuteándola por vez primera—. Si te casas conmigo, no vas a tener motivo de queja. Te daré todas las atenciones que desees.
Sin que tuviera tiempo de recuperar el aliento, Nick se inclinó sobre ella, la tomó por los hombros y la acercó a su cuerpo con fuerza...
Que pasara?
se besaran o no?
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dedicado a MARHOT
espero que les guste el cap
Comenten!!!
byebye :D
maru!!
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