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PIEZAS — HARRY POTTER (TITULO PROVISIONAL)

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PIEZAS — HARRY POTTER (TITULO PROVISIONAL) Empty PIEZAS — HARRY POTTER (TITULO PROVISIONAL)

Mensaje por capuki Miér 24 Nov 2021, 11:44 pm

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Titulo:

PIEZAS — HARRY POTTER (TITULO PROVISIONAL)





Autor

Capuki






Adaptacion:

Esta novela es una adaptación/fanfinction de la saga de Harry Potter obra de J. K. Rowling. La mayoría de los personajes y ubicaciones son propios de nuestra maravillosa autora, cualquier otro personaje adicional es de mi autoría. Dudas sobre cualquier aspecto estaré feliz de contestar en mi cuenta de Ig: @_capuki 








Genero:

Drama, Ficción, Romance






Contenido:

Mínimo de lenguaje mal sonante 






Advertencia:

El Harry Potter en el titulo solo hace referencia al fandom, no es la pareja de nuestra protagonista a quien mas adelante conocerán 
capuki
capuki


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PIEZAS — HARRY POTTER (TITULO PROVISIONAL) Empty Capítulo 1: La preferencia en los colores

Mensaje por capuki Sáb 26 Mar 2022, 7:50 pm

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— Bien mamá, papá. Esto es por ustedes.
Se dice a sí misma.

Debido a la repentina decisión de sus padres de mudarse a la patria de su progenitor. Bien. Decir que fue un capricho de ellos el mudarse tan repentinamente a otro continente era injusto de su parte, todo surgió debido al trabajo de su padre, quien había sido retransferido a la sede de Londres. Regresando a casa. 

Gracias a la diosa Selene que se las habían arreglado para permanecer el tiempo necesario para terminar su año escolar, de lo contrario habría perdido el año y lo hubiera tenido que repetir. De igual manera, asistió medio mes antes a la revalidación de las materia por mera formalidad, para asegurarse de que no tendría mayor problema al incorporarse, la dejaron tomarse la primera semana de clases para averiguar qué materia optativa elegiría.
Por otro lado, la familia de su padre, quienes a lo largo de su vida no tuvieron mucho interés en formar una relación estrecha con su madre, sus hermanos o ella. Específicamente sus abuelos. Quienes de vez en cuando mandaban postales por su cumpleaños o navidad, como quien le manda a un conocido una carta por cortesía. Era de su saber que su amada madre nunca fue bien vista a los ojos de su abuela, y su abuelo, su abuelo no tenía nada en particular en contra de progenitora, su comportamiento a diferencia al de su abuela era una cortes distancia.
Quizás tenía algo que ver en cómo sus padres se conocieron mientras la mujer realizaba un viaje junto a sus amigos para probar algo llamado ayahuasca en su país natal, México. Raymond Slorah, en aquel entonces un joven inefable que, gracias a una comisión, a la que en un principio se negó rotundamente y sin más opción por ser un subordinado de inexperimentada trayectoria, se vio en la penosa obligación de viajar lejos de su hogar. Por supuesto quedo enamorado no solo por su belleza morena, sino que la vivacidad, el carisma y la inteligencia con la que su ahora esposa contestaba, alguien que no tenía miedo de exponerse tal cual era.
Andra Monclova no era la mujer convencional que la familia de su esposo hubiera querido para él. No era una bruja; ni mestiza ni nacida de muggles, mucho menos una sangre pura.
Por otro lado, las hermanas de su padre eran las que mejor habían acogido a Andra como parte de esa familia. Laetitia y Russet Slorah desde siempre habían tenido una relación distante con su madre por sus diferentes opiniones en respecto a casi todo y el que aceptaran tan abiertamente a la mujer del mayor de los Slorah, fue el clavo en el ataúd. El poco agrado de la mujer parecía algo injustificado, quizá había una razón más que la madre de Ianna se negaba a admitir como verdad. De alguna forma tenía que encontrar la manera de poner la mejor de sus caras en las cenas que se acordaron tener periódicamente. Ianna, de poder escoger escogería no asistir. Pero desistía de dejar a su madre a la deriva con el penoso apoyo de su padre y sus hermanos menores.
Ahora con su entrada a Hogwarts, sentía pesar en su pecho.
Por otro lado, la familia de Andra en un principio no habían estado tan felices por la relación de la menor de sus hijos, la inestabilidad de la misma, entre una y otra comisión que se le asignaban al joven inefable pasaban meses, meses en los cuales a la menor se le veía decaída y triste. A los padres de la chica no les parecía que fuera un mal chico o que tuviera malas intenciones, pero a nadie le gustaría ver a su pequeña con ojos cansados y llorosos, su niña, a la que casi siempre se le veía optimista. Una semana era suficiente para que luciera nuevamente una radiante sonrisa. Les causaba un gran dolor y disgusto.
El disgusto acabo cuando Raymond pudo conseguir un puesto de planta y dieron estabilidad a su relación, pocos fueron los meses que se necesitaron para que se comprometieran. A la vista de la gente, ninguno de los dos parecía querer pasar un minuto más lejos el uno del otro. Toda la familia estuvo feliz de recibirlo con brazos abiertos y dos meses después del anuncio de su compromiso, se celebró la boda en un pequeño evento para los más cercanos a la pareja.
Agitando levemente su cabeza salió de sus pensamientos, lista para salir de su solitario compartimiento, el cual no tuvo que compartir con nadie en todo el transcurso. Le pareció raro en un principio que nadie quisiera el ultimo compartimiento.
El expreso se había detenido hacía ya varios minutos atrás, prefirió aguardar un poco para no tener que enfrentarse con el embotellamiento de estudiantes en los pasillos del vagón hasta la salida. El roce con personas desconocidas era algo que prefería evitar si tenía opción de hacerlo.
Ya con su uniforme puesto, contando con la singular carencia de insignia o color alguno que la pudiera establecer como parte de una de las casas del colegio como al resto de la población estudiantil en los pasillos, sin problema pasaría por uno de los de segundo año.
Su altura no era la gran cosa para su edad, de no ser por la anatomía de una joven desarrollada que se escondía debajo de la túnica, la podrían confundir por una de segundo, tenía las vagas esperanzas de crecer unos buenos diez centímetros o quizá cinco, sino era mucho pedir, para el final del año.
Se deslizo perezosamente entre las puertas.
La idea de llamar la atención por ser nueva no le atraía mucho. Una cara era fácil de olvidar entre el mar de gente. Estaba segura que la población era la suficiente como para que alguien no recordara a la mayoría de los que vivían y convivían bajo los techos de Hogwarts. Aun así, su paranoia maquinaba a una velocidad incalculable las posibilidades de que alguien la notara, no era como si ella tuviera algo que ocultar, de hecho, su vida y rutina eran bastante sencillas, aburridas. Las películas sobre muertes predestinadas y caminos que solo te llevan a roma, habían hecho florecer en ella, desde su más tierna edad, esa pequeña parte que lo sobre pensaba todo. No era que todo la asustara, sino que, más bien era un estado constante de alerta en el que era casi imposible tomarla por sorpresa o asustarla.
Como quiera que fuese, no estaba dispuesta a recibir más atención de la necesaria por el momento estaba tratando averiguar qué hacer con el cumulo de emociones que se agolpaban incesantes contra su pecho, casi siempre se sentía agobiada, sofocada y últimamente le costaba conciliar el sueño. En cuanto pudiera prepararía una poción para el sueño.
Al salir del vagón noto como la gran mayoría de los estudiantes iban en la misma dirección en el andel, supuso que, por aquel poco iluminado camino era por donde se llegaba hasta el castillo. En cambio, un reducido grupo – en comparación al que se había ido – conformado en su totalidad de niños que no sobre pasaban los doce años se encontraban agrupados cerca de un hombre extremadamente alto y algo voluptuoso, con una densa barba negra que por la luz de la farola relucía con destellos castaños.
— Los de primer año me acompañaran al embarcadero y nuevos ingreso vengan por sus instrucciones. — Alzo la voz entre el barullo de los más pequeños.
Mientras más acercaba para escuchar sus indicaciones más tenía que alzar la barbilla para ver al gran hombre a la cara, casi logro los ciento ochenta grados con ella, un grupo de chicos de más o menos de su edad lo acompañaban.
Todos hablaban entre todos, a excepción de ella. Los menores hablaban con, quienes ella suponía, habían sido compañeros de compartimento, ya desde ese momento se formaban pequeños grupitos de amigos que probablemente se vieran afectados tras la selección de las casas.
Se sintió un poco más cómoda con la idea de no haber hablado con nadie durante su viaje, más que con la señora del carro de las golosinas para comprar un poco de lo que fuese. Cualquier persona que llegara a conocer le causaba un inmediato interés y siempre quería saber y escuchar más sobre ello, lo que derivaba en un rápido laso amistoso/afectivo por parte de ella. Fueron más de las veces que Ianna podía contar con los dedos de sus manos en las que había platicado en única ocasión con una persona para no saber más de ellas. Le causaba inquietud y también, vergüenza. Tener que admitir frente a alguien que durante las noches se preguntaba por aquellas personas y su bienestar, por sus constantes preocupaciones sentía que a veces podía dar un poco de pena a los ojos de otros.
Llego hasta el gran hombre con el baúl y unas cuantas maletas más flotando detrás de ella.
— Hola, soy Ianna Slorah. Nuevo ingreso. — dijo con voz seria.
Ianna a pesar de que tenía un significativo número de primas y primos, casi ninguno vivía cerca. Los veía espontáneamente en viajes que sus familiares realizaban de improvisto, simplemente en algún momento del día aparecían frente a su puerta para pasar el fin de semana con el resto de la familia. Así que, en general, se crio entre adultos, tenía una buena soltura para entablar conversaciones con ello, desde pequeña fue así. Por lo mismo la primera impresión que solía dar era un aspecto serio y pacífico
En cambio, con los de su edad llegaba a ser reservada y recelosa. No siempre, pero ahora estaba en una país desconocido en el cual solo conocía al profesorado de la única vez de su anterior visita para rendir exámenes de revalidación.
 — Oh, sí. Ava Ianna Slorah Monclova, estas en mi lista. Los botes están todos llenos, este año estamos al tope con la matrícula de los de primer año así que no podrás hacer con nosotros el tradicional recorrido, tendrás que tomar un carruaje hasta el castillo. — el semigigante se movió incómodo.
Ianna le sonrió ligeramente en respuesta.
El mayor se aclaró la garganta llamando la atención del trio que hacía apenas un momento hablaban con él, ladeo la cabeza repentinas veces esperando que le entendieran y ciertamente el pelirrojo del grupo no se enteraba bien de que quería decir con toda aquella mímica.
— Ah. Puedes ir con nosotros, vamos todos al mismo lugar — musito tras un leve empujón en su espalda por parte de la castaña a su lado.
— Por cierto, yo soy Hermione Granger y ellos son Harry Potter — miro al chico de gafas redondas y cabello azabache desordenado — y él, Ron Weasley — dijo miro al otro chico a su lado, al pelirrojo. Era más alto que sus dos amigos al igual que más delgado.
De haberlo visto su abuela materna no habría pensado más de una vez para sentarlo a la mesa, sirviéndole lo que sea que fuese la comida del día. Alegaría que el muchacho estaba en los huesos y que necesitaba más comida para seguir creciendo.
La azabache sonrió nostálgica. Pasaría una larga temporada hasta que pudiera verla de nuevo.
— Ianna Slorah, por favor llámenme Ianna. De lo contrario alguien flotara.
Dio un paso más cerca del trio, automáticamente su equipaje se desplazó tras de ella.
El pelirrojo, Ron se recordó, la miraba con el entrecejo fruncido, sus ojos azules reflejaban la interrogante ¿debía preocuparse por aquellas palabras?
Hermione no dijo nada ni la miro de una manera específica, solo atino a pensar que la chica era un poco rara, aun así, le tomaría la palabra y la llamaría por el nombre que les había pedido. Fuera de eso le parecía una buena chica, agradable. Ciertamente también se sentía curiosa respecto a la azabache.
No era tan común que alguien se uniera a la matricula, principalmente porque está siempre estaba llena y muy rara vez alguien se marchaba.
A pesar de los recientes acontecimientos en el campeonato de la copa de los tres magos el año pasado, Hogwarts seguía siendo un prestigioso colegio entre la comunidad mágica europea, pero era innegable esperar que se perdieran integrantes del alumnado por la cautela de alguno de los padres, aquellos que eran contados y creían en las palabras de el-niño-que-vivió.
Las palabras de su mejor amigo no eran poca cosa y después de que la nota redactada por Rita Skeeter saliera en El Profeta un días después tras el trágico día en el que Harry Potter apareció con el cuerpo inerte del campeón de Hufflepuff, Cedric Diggory, en medio del campo. Harry gritaba que había a moco tendido que el que no debe de ser nombrado había vuelto. Por su puesto Rita no perdió el tiempo de sacar un primer plano de la desgarradora escena.
La castaña pensó en que de necesitarlo aquella reportera vendería su propio riñón por una nota jugosa.
— Oh, puedes dejar aquí tu equipaje alguien se encarga de llevarlo todo más tarde hasta el castillo.
Los chicos se despidieron del semigigante por su nombre, nombre que Ianna repitió varias veces asegurándose de que se le quedase gravado.
El trio comenzó a andar por el andel hasta que este se convirtió en un camino de tierra rodeado de frondosos árboles y pinos, un poco más allá un carruaje emprendía camino por el sendero que se habría frente a ellos. El clima frio de un día cualquiera en septiembre hizo que Ianna ajustara más su túnica contra sí con una mano.
Ianna vislumbro por el rabillo del ojo como el chico de gafas observaba con una mirada anhelante a alguien dentro del carruaje que segundos atrás emprendía su camino al castillo. No dijo nada, tampoco dio más vuelta, aunque le interesaba, pero el chico no era su amigo no conocía de escasos cinco minutos.
Refunfuño, el camino estaba enlodado por el húmedo ambiente y sus zapatos nuevos de charol negro, que su madre compro con especial ilusión, se empezaban a ensuciar. Los tres chicos que la acompañaban vestían informal y ella llevaba su uniforme. Pensó en la posibilidad de regresar y sacar sus botas para la lluvia. Desistió de la idea cuando un nuevo carruaje se aproximó a ellos.
No noto cuando un chico de cabello castaño oscuro que cargaba una planta repleta de furúnculos, las manos le picaban por pincharlos.
— Neville, hola. — saluda el chico de lentes distraídamente.
— Chicos, hola. — regreso el saludo.
Ianna detalla cada una de sus facciones; bonitos ojos azules, nariz recta que terminaba en una pequeña punta redonda adorable, y mejillas sonrosadas por el frio.
Frio que cada vez era más notable.
El cielo a cada minuto que pasaba perdía su tono claro, el manto oscuro de la noche se desplazaba lentamente hasta que unas pocas estrellas empezaban a brillar tintineantes.
La azabache dejo que el grupo de amigos hablara amenamente. Ella por su parte fue hasta el carruaje y subió de un salto, tomo asiento en el lado opuesto al de la chica rubia que ya se encontraba ahí, leyendo una revista, se acurruco en el ángulo del carruaje buscando que en cuanto emprendieran camino hacia el castillo, el aire no fuera mucho problema para su ligero atuendo.
El uniforme además de ser conformado por la falda, la blusa y la capa, tenía extras con el chaleco y un suéter de algodón. Ella, envalentonada y dispuesta a aclimatarse a su nuevo entorno decidido que la capa era el suficiente cobijo adicional que necesitaba hasta llegar al castillo. Además, estaba el hecho de que Ianna odiaba como le quedaban los chalecos, su madre y primas continuamente trataban de convencerla sobre lo bien que le lucían de maravilla, no se la tragaba.
Podría usar un hechizo para calentarse, estaba prácticamente en los terrenos del colegio no tendría mayor problemas si no se equivocaba. Claro, si tan solo los hubiera practicado como su padre advirtió poco antes de que terminara el año escolar.
Ianna se sobre saltó cuando la rubia de aspecto gentil frente a ella habló por primera vez desde que el carruaje llegó.
— No estás loco, yo también los veo. — la rubia bajó su revista dejándola gentilmente sobre su regazo y posó su mirada sobre Harry, quien parece pasmado por la visión de aquellas creaturas que le resultan un poco inquietantes. Harry, desde que tenía recuerdo alguno, los carruajes siempre se habían movido por sí mismos, en algún momento supuso que se movían por algún hechizo o que, en su defecto, estaban encantados. Nunca pregunto, solo lo asumió.  — Estas tan cuerdo como yo — suelta con un tono enigmático.
Desvía su mirada a la creatura.
En primera instancia a Ianna no le pareció raro, después de todo ya estaba acostumbrada.
La primera muerte que presencio y fue consiente en su vida, fue la de su bisabuela. Una mujer ya mayor y bastante longeva para no ser una bruja. En el ajetreo del momento todos se olvidaron de la infante en el infructuoso intento de hacer algo por la desvaneciente vida de la matriarca. Y ella, desde una esquina, fue una espectadora.
Una memoria que para una niña de apenas seis años debería ser apenas un borrón.
Los chicos no dijeron más y subieron.
— Los presento, Lunati... — la castaña callo apenas fue consciente de sus palabras — Luna Lovegood — completo abochornada — Neville Longbottom ella es Ianna Slorah.
Un silencio incomodo se instauro entre los presentes, la rubia parecido no notarlo.
Hermione, intento el ambiente — Y... ¿Tus padres han estudiado en Hogwarts?
— Oh, no. Mi padre estudio en Durmstrang y mi madre es una no-mag. Pero puede que sí, algún pariente lejano estudiara aquí o algo parecido, la verdad casi no tengo contacto con mi familia paterna así que no lo sé a ciencia cierta.
— ¿De verdad? Un amigo mío estudia allí.
Beauxbatons y Durmstrang, además de Hogwarts, los tres colegios considerados para la educación de los hermanos Slorah.
Beauxbatons, quedo fuera por la distancia “— Demasiado lejos —“dijo Andra.
Durmstrang, estuvo cerca de ser descartado por las misma razón, pero al ser el alma-mater del señor Slorah, se reconsidero.  Hasta que el hombre tuvo que confesarle a su esposa el tenebroso pasado del actual director.  Mi hija no estudiara artes oscuras bajo la administración de un supremacista de sangre, eximido o no. protesto con éxito la mujer.
Al final, Hogwarts fue el elegido. Después de todo, estaba relativamente cerca del que, ahora, era su hogar.
La castaña pregunto por el collar de la rubia. — Es un dije, para alejar a los nargles. Tengo hambre. Ojalá que haya pudin.
— ¡Pudin! ¿Creen que tengan de chocolate? — Preguntó la azabache a sus acompañantes.
Ianna intrigada por la extraña mención de las desconocidas creaturas pregunto todo lo que pudo durante la duración del viaje hasta el castillo. 



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Harry, Hermione y Ron esperaban junto a Ianna en el pasillo hasta que los de primer año arribaran al castillo. Luna, se había ido para reunirse con Giny, la pequeña hermanita de Ron, al comedor. Donde algunos ya se reunían con sus amigos, para ponerse al día con todo lo ocurrido durante sus vacaciones de verano.
Mientras algunos otros, como Neville, habían ido a buscar a sus jefes de casa para entrar a sus salas comunes e ir a sus dormitorios a cambiarse por sus uniformes y dejar unas cuantas cosas que llevaban a la mano. Neville pidió, encarecidamente con su tímida voz a la chica, que no tocara los forúnculos de su nueva planta con la barita, y tras frustrar unos cuantos intentos el castaño se escabullo hasta la torre de Gryffindor prometiendo regresar para antes de que la ceremonia de la selección de las casas empezara.
La azabache sonrió con picardía manteniendo su mirada en la silueta que se perdía por el pasillo tenuemente iluminado. Los forúnculos le causaban una tentación bizarra de picarlos hasta hacerlos explotar, al igual que como lo hacía con el embalaje de burbujas.
Ianna noto como algunos chicos al pasar junto a ellos, miraban fijamente a Harry mientras se susurraban cosas al oído, unos pocos hablaban intencionalmente más fuerte cosas que ella no lograba comprender. Sus rostros denotaban desagrado, molestia y angustia. El aludido los ignoraba deliberadamente, él sabía, él lo sentía. Hostilidad.
Para ella pudo pasar por desapercibido de no ser por la manera en la que se marcaba la vena en su cuello pues su rostro se mostraba apacible a la vista de sus amigos, probablemente ellos también lo notaban.
Por supuesto, la azabache no entendió él porque del comportamiento de los que miraban al chico con miradas acusatorias. Pero no iba a preguntar. Apenas se conocían, no quería incomodarlo, quizás más tarde. Ya habría tiempo de ello más adelante.
Dejo el tema en paz y volvió a escuchar atentamente la narrativa de la castaña sobre su llegada al colegio; el viaje en bote. Rememoro el transcurso del paseo, como el lento y el arrullador movimiento del agua contra la madera del bote que no pudo hacer que su emoción mermara ni un poco, probablemente una imagen y una sensación que nunca podría olvidar. Ianna se prometió a sí misma intentar el siguiente año tomar el recorrido en bote hasta el castillo, si es que Hagrid tenía cupo para uno más y de no ser el próximo año, lo intentaría hasta graduarse.
— ¿A qué casa esperas pertenecer?
— No sé, cualquier casa en verdad es buena
Lo que sabía de las casas era solo lo que pudo encontrar en las viejas paginas amarillentas de aquel libro que le presto la vecina de sus abuelos, el nieto de la señora al parecer pertenecía a una de las casas y estaba ya en su último año. Sabía de sus fundadores y los valores que cada uno de estos apremiaban en sus aprendices. Se sentía un poco identificada con todas, con algunas más que con otras, no tenía una que fuera su favorita.
Imparcial, algo que en muchas ocasiones la llevo a ser la mediadora entre sus amigos, evitaba a los juicios sin antes tener una primera experiencia con las personas, su madre muchas veces se enojó con ella porque aquello la llevaba a ser tan confiada con desconocidos.  
— Cualquiera es bueno, menos Slytherin. — soltó con sorna el pelirrojo.
— No lo sé. No conozco a nadie de esa casa.
— No has escuchado de el-que-no-debe-ser-nombrado
— Por supuesto que sí, pero también he escuchado de Merlín. En cuanto a Gryffindor, te estoy conociendo y no me está gustando la forma en la que juzgas a toda una casa entera por unos cuantos. Formar precipitadamente juicios por tus suposiciones no es bueno ni para la mente, ni para las relaciones.
La mujer ya algo mayor aporto unos cuantos datos que, por la naturaleza de su procedencia, no se encontraban en aquel viejo libro. Lo que se decía de los miembros de la casa de las serpientes eran apenas un puñado de cosas buenas, se le conocía principalmente por la cantidad de magos oscuros que había albergado entre sus muros, la práctica de las artes oscuras, también porque la mayoría de los hijos de las familias sangre pura terminaban en esa casa y la notable minoría, casi nula, de los hijos nacidos de no mágicos.
Como quiera que fuese a los ojos de la muchacha no era suficiente razón para meter a todos en el mismo saco.
Su propio padre formo parte de un colegio en el que las artes oscuras era algo común y se profesaba abiertamente la segregación de los hijos nacido de no magos. Aun así, se caso con una no mágica y la tuvieron a ella y a sus dos pequeños hermanos.
Ron se movió incómodo.
— Es ella. Ella es la profesora McGonagall, se encarga de llevar a los de primer año a la selección. Ve con ella, nosotros iremos a ponernos los uniformes. — señalo la castaña.
Una mujer de cabello canoso entró y detrás de ella un montón de niños, los mismos que había visto arremolinarse alrededor de Hagrid más temprano esa noche. Todos miraban en diferentes direcciones, maravillados de las vistas del castillo bajo el velo de la noche, sutilmente iluminado por el fuego de los candiles. Concibiendo un ambiente encantado.
Ianna se despidió de ellos con un leve asentimiento, esperaba que llegaran a tiempo para ser recibida en la casa de los leones en caso de que el sombrero así lo decidiera.
— Profesora McGonagall. Disculpe, soy de nuevo ingreso.
— Oh, por supuesto. En un momento más nos dirigiremos al comedor donde primero tendrán lugar la selección de las casa, después de unas palabras del director, el banquete será servido. Y, por último. Cuando el banquete termine el prefecto de su casa la guiara en un breve recorrido hasta su habitación y el resto de la semana el mismo le enseñara sobre el colegio y la asistirá en todo lo que necesite. Señorita…
— Slorah, Ianna Slorah.
La joven pensó con cansancio que aquel día probablemente había sido en el que más había repetido su propio nombre. — Bien, en un momento más entraremos al comedor, mientras tanto esperara junto al resto. Usted será la última en tomar la selección.
La profesora McGonagall los guio hasta una sala que parecía no tener mayor uso que el ser usado para la espera, pidió con una voz calmada y firme, digna de la jefa de la casa de los leones, que todos aguardaran en la sala hasta que todo estuviera listo y se les llamar para que ingresaran al gran comedor. Los dedos de Ianna se enroscaron con una fuerza de la que apenas consciente, sus uñas ligeramente largas se enterraron en la palma de sus manos dejando impresas en ellas medias lunas. Podría haberse hecho sangrar y aun así no notarlo, más allá de la propia adrenalina era la tolerancia de su cuerpo al dolor.
Pocos minutos después, la puerta de aquel salón fue nuevamente abierta. Se les guio a través de pasillos y escaleras que parecían no tener fin hasta las grandes puertas de madera que se abrieron para ellos dejando la vista cuatro hileras de mesas de madera repletas de estudiantes ataviados en sus túnicas con distintivos colores que los reconocían como miembros de una de las cuatro casas, los colores no parecían revolverse sino más bien, todos se encontraban dónde correspondía, pensó en lo diferente que habría sido aquella escena de llevarse a cabo en su antiguo colegio, un mar de coleres sin sentido. El techo, por su parte, mostraba el cielo nocturno salpicado de estrellas y adornado por el cálido resplandor de las velas flotantes.
Esperaba que esas velas sobre sus cabezas estuvieran encantadas, de otra manera quitar la cera de la ropa sería un verdadero problema.
Aun así. Definitivamente, si pudiera elegir estar en cualquier otro lugar en este preciso momento no cambiaría nada.
Los menores empezaron a avanzar en dos filas siguiendo a la profesora por el sendero que se formaba entre dos de las largas mesas, por un lado, los pliegues interiores de las capas de los ocupantes eran amarillas y la los de la mesa contraria, eran rojas, ningún color en todas las mesas se entremezclaban. Con cada paso que daba sentía como su corazón ascendía por su garganta preparándose para que en cualquier momento fuera expulsado, acompañado del latido ensordecedor en los oídos.
El pavor que sintió cuando abordo al expreso era una fracción apenas significante con el que sentía en ese momento. Se había prometido no ponerse en extremo nerviosa, cosa que no llevaba bien, sus piernas se sentían de gelatina, lo único que permanecía neutro era su rostro. Agraciadamente, la túnica la cubría lo suficiente para no hacer notar el temblor de sus piernas, en el peor de los casos pisaría el dobladillo y caería de bruces en el piso con todos esos ojos que, aunque no especialmente a ella, les prestaban atención. Definitivamente el peor de los casos.
Su habitual torpeza hacía parte de su rutina tropezarse con cualquier relieve, por supuesto que las caídas de bruces también era algo común.
Gracias a que también tendía a divagar en sus pensamientos bastante seguido sufrió momentos bastante bochornoso y por demás, dolorosos.
Recordó, en aquella vez en la que había visto por primera vez al que poco tiempo después se convertiría en su novio. Fue el primer día de su segundo año de estudios medios en el colegio, de alguna extraña manera se vio envuelta entre el equipaje de sus compañeros de curso y distraída en su propio mundo, sus pies se enredaron entre cuero, tela y madera. Poco supo de si misma hasta que se encontró tirada sobre su espalda, el aire empezó a faltarle y por más que intentara inhalar sus pulmones no se llenaban, en cambio solo le dolía intentarlo.

Las risas por la hilarante caída no se hicieron esperar de quienes se percataron, casi como si lo estuvieran esperando. Gradualmente se fueron apagando cuando los responsables de grados más avanzados se dieron cuenta de cómo la cara de la chica perdía el color y jadeaba de manera en la que algunos no podrían olvidar su desesperación.

Su alivio llego en forma de una botella de agua sostenida por las manos el chico con el que tras el incidente empezó una amistad.

— Slorah Ava Ianna

El sonido de su nombre en el aire la saco de recuerdos que se esforzaba por que fueran borrosos.

La profesora McGonagall sostenía en alto un sombrero de cuero, se veía un tanto desgastado por el pasar del tiempo y entre los pliegues del mismo se lograba vislumbrar lo que parecían ser los surcos de cejas, ojos y una boca. Puso un pie delante del otro en grandes pasos sin que llegaran a ser zancadas, disimulando no mirar el piso buscando evitar cualquier relieve que la pudiera hacer tropezar.
Tomo asiento en el banquillo de madera enfrente de todos, apretó sus manos en puños sobre el regazo de sus piernas en un esfuerzo de hacerlas dejar de temblar.
La mujer le dedico una sonrisa cálida que me resulto reconfortante. Suspiro y el sombrero decenio sobre su cabeza.
— No eres de aquí, eh. — El sombrero emitió un chasquido parecido a quien saborea algo — Eres amable con quienes lo son contigo, un gran temple para afrontar las críticas y, no es fácil hacerte enojar. Quien lo haga, ha de tener cuidado. Eres justa e imparcial sin importar lo personal. Ansiosa de beber de todas las fuentes del saber, no tienes miedo de decir la verdad y arriesgar, son pocos tus miedos. Tu ambición y determinación te llevara lejos, tu ingenio te ayudara a conseguirlo. Astuta cual serpiente. Ya veo, tu casa será… ¡Slytherin!

El comedor se sumió en aplausos por parte de todos los presentes al igual que como había sucedido con todos los chicos anteriores a ella. Los leones que la acompañaron durante un momento antes de la ceremonia se sintieron un poco decepcionados, la ligera esperanza que fuera parte de la casa de los leones se esfumo. La chica cuanto menos les había parecido interesante.

Ron pensó que lo más adecuado sería no volver hablar con ella, después de todo las dos casas tenían una enemistad y rivalidad tan antigua que incluso una chica que venía prácticamente del otro lado del mundo seria alcanzada, Harry se sintió un poco intrigado su primera impresión fue buena, en el poco rato que compartieron con ella se mostró atenta y respetuosa a lo que cualquiera de los tres le dijera, no fue hasta que el pelirrojo generalizo sobre la casa de las serpientes que, tal vez, vislumbro un poco de su carácter, a pesar de que él compartía la opinión con su amigo sobre los Slytherin sentía que hubiera reaccionado de la misma manera con cualquiera de las otras casas. Hermione y Neville por su parte se atendrían a lo que pasara de ese punto en adelante.

Con el toque de la barita de la profesora McGonagall el interior de su túnica adquirió una tonalidad verde esmeralda y sobre el lado izquierdo del pecho, apareció el escudo con una serpiente en él.

Se levanto con dilación del banquillo de madera, sin premura. Un movimiento sigiloso y cargado de enigma, casi vanidoso. Mas por precaución que por verdadera vanidad, no sería la primera vez en la que su túnica o la falda se le quedara atorada con un clavo, una astilla o entre las uniones de la madera.

Cuando llegó a la mesa de su casa tomo lugar a lado de un chico de ojos violetas que le sonríe abiertamente.

A quien identificó como el director, nombra a los profesores que darán las ciertas materia y a quienes se integran como nuevos docentes, con cada uno de ellos una breve ola de aplausos se alza. Cuando creyó concluida la tediosa presentación de la plantilla de profesores, una mujer bajita de tez clara y cabello corto arremolinado, vestida completamente de rosa. De pies a cabeza. La toma de la palabra le pareció mal educada pues fue brusca y desesperada por dejar su poder bien claro, poder que quería, pero no le correspondía.

 Impaciente por el banquete y fastidiada de que sus ojos se saturaran de tanto rosa, entorno los ojos, el chico a su costado bufo divertido con su gesto.  
Si el rosa estuviera patentado demandarían a esa mujer por reclamo de propiedad intelectual. 

— El progreso solo por progresar no puede continuar. Hay que preservar lo preservable, perfeccionar lo que se debe perfeccionar y eliminar las practicas que deberían prohibirse — dijo con su voz chillona y falsa suavidad, suelta una risita que le causó incomodidad. Se dio vuelta y vuelve detrás de la alargada mesa hasta su asiento. Ianna miro de soslayo a la mesa de los Gryffindors en busca de Harry, Hermione y Ron, ellos parecían estar tan incomodaos como ella. Y sí, parecen incluso molestos.

“Oh, genial. Una maldita conservadora vestida de rosa. Esto no se ve bien”.




Creturitas del señor, esto es, desde hace muchísimo tiempo, mi primera obra. Sean Gentiles.
No suelo escribir mucho por mis actividades en la universidad.
capuki
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