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Un hombre para mi (Nick y tu)

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Un hombre para mi (Nick y tu) - Página 5 Empty Re: Un hombre para mi (Nick y tu)

Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 9:59 am




Capítulo 32



NIck se sentía casi como un niño atrapado con la mano en el tarro de las galletas prohibidas. Sentía aún una enorme vergüenza, a pesar de que ahora sólo estaban Red y él en el comedor. Pero Red sacudía la cabeza con una expresión que decía: «Me has decepcionado, chico.» Y no podía culparla. Había jugado con su sobrina. Era un claro abuso de confianza.
Todavía tenía que analizar todas las repercusiones de lo que acababa de ocurrir y estaba aún algo desconcertado. Iba a tener que casarse con la mujer equivocada. ¿Cómo diablos podía haberse confundido tanto?
—Deberías haberla conocido mejor antes de... decidir casarte con ella —dijo Red en un tono que reflejaba aún una gran decepción.
—Espero no sorprenderte si te digo que estoy totalmente de acuerdo contigo —asintió Nick.
—¿Por qué no esperaste entonces antes de hacer algo tan irreversible?
—No estoy seguro de haber tenido demasiada elección. Oh, podría haber salido disparado, pero empiezo a tener la impresión de haber caído en una trampa, como si ella lo hubiera planeado todo.
—¿No fue idea tuya acostarte con ella en el heno?
NIck creía que ya no iba a ruborizarse más, pero volvió a hacerlo.
—No volví aquí esta mañana para eso, desde luego. Me la encontré en la cuadra, empecé a enseñarle a montar como me pediste...
—Espera un momento, no te pedí que le enseñaras a montar a ella —le interrumpió Kathleen.
—Exacto, no era Amanda. Bueno, lo era, evidentemente, pero se había arreglado para parecer ____. Actuaba como ____. Incluso tenía ganas de aprender a montar, cuando sé que a ella no le gustan los caballos, y eso fue lo que probablemente me convenció de que la mujer con quién estaba era ______. Así que supongo que me falló tanto la vista como el sentido común.
—Bueno, son gemelas. Imagino que sería bastante fácil para una intentar hacerse pasar por la otra y conseguirlo —reconoció Kathleen.
—El caso es que estaba totalmente seguro de era ____ quién estaba en la cuadra esta mañana —dijo Nick con amargura—. Puede que hubiera un breve instante en que tuve una duda. Su atrevimiento me confundió, y le pregunte si era Amanda.
—Deduzco que no lo confirmó ni lo negó.
—No, de hecho, se enfureció Creí que era porque la llamé Amanda, pero puede que fuera porque descubrí por un instante su estratagema.
—Así que sedujiste a la hermana correcta —suspiro Kathleen—. O, por lo menos, eso creías.
—Asumo mis errores, Red, pero tengo que decirte que yo no la seduje. Era como una gata en celo que emitía todos los signos de que me deseaba. Si tenemos en cuenta lo que creía, no me resistí demasiado. Lo admito. Y tampoco estoy negando mi responsabilidad. Podría haber reunido la fuerza de voluntad necesaria para largarme de allí. Y no lo hice. Pero yo no empecé.
—Eso lo empeora aún más, ¿sabes?
—No sabes ni la mitad. Amanda ni siquiera me gusta. Pasé por alto todos sus malos rasgos, los atribuí al viaje, estaba convencido de que una vez se hubiera instalado aquí, sería muy distinta. Me atraía, es verdad, y mucho. Después de todo, es preciosa. Pero esperaba a decírselo hasta haber llegado aquí, porque su actitud respecto al viaje era demasiado infantil para mi gusto. Creía sinceramente que cambiaria, pero no que empeoraría.
—Lamento decirlo, porque es mi sobrina, pero por lo que sé, lo que has visto hasta ahora no mejorará nada. Mi hermano la malcrió sin remedio.
—¿Y a _____ no?
—No, Amanda era su preferida —explicó Kathleen—. A marina, la ignoraba por completo.
—¿Y por eso procura pasar desapercibida? ¿Por costumbre?
—No, creo que tiene que ver con que Amanda está celosa de ella. Empezó a contármelo, pero nos desviamos del tema para hablar de mi hermano.
—Ahora que lo pienso —dijo Nick, pensativo, con el ceño fruncido—, puede que me lo explicara la noche antes de llegar aquí. Tuve que sonsacárselo y, simplemente, no me lo creí dado que su aspecto era el de una solterona.
—¿Vas a decirme por qué _____ se toma tantas molestias para evitar los celos de su hermana?
—A eso iba —gruñó Nick ante la impaciencia de Kathleen—. Sostenía que Amanda podía ponerse tan celosa que, su sospechaba que a ella le gustaba un hombre, utilizaba sus encantos y trataba de robárselo sólo para fastidiarla.
—¿Sólo para fastidiarla? ¿Quieres decir sin intención de quedarse con él?
Nick se quedó inmóvil un momento.
—¡La muy arpía! —soltó—. ¿Crees que podría haberse tratado de esos esta mañana?
—¿Era virgen?
—Sí —confirmó, sonrojado de nuevo.
—Entonces, no. No me imagino que llegara tan lejos sólo para fastidiar.
—¿Y su comportamiento esta noche? No daba la impresión de querer casarse conmigo. Encaja, Red.
—Si ya hubiese perdido la inocencia con otro, estaría de acuerdo contigo —contestó Kathleen sacudiendo la cabeza—. Pero podría haber logrado el objetivo atrayendo tu interés sin llegar a ese extremo. Y, además, fingía ser _____. Si hubiese querido conquistarte, lo habría hecho como ella misma.
—Supongo que sí —suspiro Nick—. Lo que me lleva otra vez al «no lo entiendo». Es que ni siquiera le gusto.
—¿Estás seguro?
—Bueno, aparte de haber simulado esta mañana desearme con locura, sí, estoy bastante seguro.
—Los sentimientos de las mujeres no son siempre evidentes —observó Kathleen.
—Ya lo sé, pero cuando la emoción predominante que sueles percibir de una mujer es repugnancia, no hace falta ser un genio para adivinarlos.
—Pues me quedó con mi primera impresión.
—¿Cuál? —preguntó Nick.
—Que ha decidido usarte para cobrar su herencia —contestó.
—Pero ¿no valdría también en este caso lo que dijiste antes? ¿Qué no llegaría tan lejos, sino que trataría de conquistarme?
—Estaría de acuerdo si no fuera porque su único objetivo en este momento es volver a casa, con o sin marido, y este último caso, con mi consentimiento para casarse con quién quiera. Ahora bien, yo no voy a darle ese permiso, y puede que haya reunido el juicio suficiente para comprenderlo. Pero es más probable que sea pura impaciencia por su parte. Sabe que daría mi consentimiento para que te casaras con ella. No puede decir aún lo mismo de ningún hombre que haya conocido aquí. Así que casarse contigo sería el modo más rápido de volver a casa, y seducirte era sólo una forma de conseguirlo.
—Casarse conmigo no le va a servir para marcharse de aquí. —Nick había fruncido el ceño.
—Sí, yo lo sé y tú lo sabes —aseguró Kathleen—, pero me han advertido que Amanda no acepta un «no» por respuesta. Si no logra lo que quiere con lisonjas, es muy probable que recurra a otras tácticas menos agradables.
—¿Cómo fastidiarme sin cesar? —masculló Nick.
—O mancillar tu buena reputación —asintió Kathleen con una mueca—. Yo no lo descartaría después de ver el escandaloso atuendo que lucía esta noche.
—No hay escapatoria, ¿verdad?
—¿Para un hombre decente como tú? No.
Nick asintió y se puso de pie para marcharse.
—¿Cuándo empezará mi sentencia en el purgatorio?
—Este sábado será la barbacoa de tu padre. Me acabo de enterar hoy. Hablaré con el pastor para ver cuándo estaría disponible, o lo iré a ver al pueblo cuando volvamos el domingo. Tendrás que informar a tu padre.
—Dios mío...
—Lo siento, Nick. De veras.
—No tanto como yo.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 10:08 am



Capítulo 33



Nick no podía dormir. No le extrañaba. Necesitaba tomar un trago, pero Red no tenía nada fuerte en el rancho. Deseó que no viviera tan lejos del pueblo. Deseó no necesitar beber. De hecho, si le concedieran un deseo, pediría volver atrás en el tiempo y otra vez vivir ese día.
Había otra persona que tampoco conseguía conciliar el sueño. Desde la puerta del barracón contemplaba la casa y se preguntaba de quién sería la habitación en le que todavía había una luz encendida. Y, aunque la estuvo observando muchísimo rato, nadie se acercó a la ventana para darle una pista.
No podía quitarse esa sensación nauseabunda de encima. Le habían tendido una trampa. Lo habían utilizado. Lo sabía, pero eso no iba a sacarlo del pozo en el que estaba. A pesar de que Amanda no lo quería realmente, a pesar de que él había creído que hacia el amor con otra persona, la trampilla se cerraba. Porque ella era virgen. Porque, le gustara o no, le había arrebatado la virginidad y no era la clase de hombre que pudiera desentenderse de eso.
Spencer Evans sí lo haría, el muy bastardo. Ya lo había hecho antes, y volvería a hacerlo. No tenía ninguna moralidad digna de mención; le importaba un comino lastimar a alguien en su búsqueda de placer. Era una pena que Amanda no le hubiese tendido la trampa a él, aunque eso no le habría servido para casarse.
Nick descartó dormir algo esa noche y, cuando eran poco más de las doce, escribió una nota rápida a Lonny con instrucciones para el par de días siguientes y se marchó para tomar ese trago que tanto anhelaba. Tenía que ir a ver a su padre para darle la mala noticia, otra razón por la que deseaba emborracharse por completo antes.
La luna le facilitó las cosas. Iluminaba el paisaje con una suave tonalidad gris. No es que importara, porque, en cualquier caso, cabalgaba bastante a ciegas ya que sus pensamientos, y pesares, le absorbían demasiado para concentrarse en el camino. Pero tenía un caballo listo, que le condujo al pueblo, donde llegó hacia las cuatro de la madrugada.
La cantina Not Here no estaba abierta toda la noche, pero la O’Mally’s no cerraba nunca sus puertas, tanto si tenía clientes como si no. Claro que Nick no se plantearía nunca frecuentar el local de Spencer, aunque fuera el único abierto.
Cuando llegó a la O’Mally’s, los dos últimos clientes salían dando tumbos. Archie, el camarero, se puso de nuevo a leer una novela barata tras haber deslizado una botella y un vaso en dirección a Nick.
Harry Sue era la única chica que hacia el turno de noche en la cantina, y su apodo masculino obedecía a la abundancia de vello negro que le crecía en las piernas, algo que no podía ocultar el vestido hasta las rodillas que se veía a llevar para trabajar en el local. Eso no impedía que los hombres admiraran sus formas. Era bonita a pesar de todo, y le ofreció rápidamente cualquier servicio que pudiera desear, pero dejó en paz a Niick cuando éste rehusó.
Debería haber estado como una cuba al llegar el alba, lo había intentado sin duda, sin embargo, le estaba costando más de lo habitual, o puede que Archie le hubiera dado una botella bautizada. Harry Sue se había quedado cerca, por si Nick cambiaba de opinión sobre lo de echar un vistazo a su habitación, pero ahora dormía en una de las mesa porque éste no le había dado conversación ni nada que la mantuviera despierta.
Su sustituta llegaría pronto, y algunos de los vecinos del pueblo poco después, porque en la cantina O’Mally’s se servía café desde el alba hasta mediodía, aunque al mismo precio que el matarratas más barato. Nick no deseaba que nadie conocido lo viera allí; en cualquier caso, no iba a marcharse hasta que la bebida cumpliera su cometido y pudiera dejar de pensar.
Pero, por si su suerte no era ya bastante mala, Spencer Evans cruzo las puertas de vaivén junto con el amanecer. Para averiguar qué hacia Nick allí, sin duda. Sabía que tendría que haber guardado el caballo en la cuadra en lugar de limitarse a quitarle la silla y dejarlo atado fuera, donde podrían reconocerlo, pero no había creído que seguiría allí al llegar el día.
Archie levantó la cabeza al ver a Spencer. Pareció preocuparse, si bien no dijo nada. La mayoría de los propietarios del pueblo procuraban que los dos rivales abandonaran sus locales antes de que empezaran los puñetazos, pero Archie era sólo un empleado en la O’Mally’s, así que no le importaba que hubiera una pelea.
Era todavía terriblemente temprano para que Spencer estuviese levantado, siendo como era un ave nocturna. A Nick no le sorprendería que Spencer hubiese prometido uno o dos dólares a la mitad del pueblo si se le informaba de cuándo llegaba Nick. Parecía hacer acto de presencia demasiado a menudo, sin importar en qué establecimiento estuviese.
Pero esta vez Spencer no fingió pasar por allí. Se inclinó en la barra junto a nick, se echo el sombrero hacia atrás y preguntó sin rodeos:
—¿Qué haces aquí?
Nick no contestó, ni siquiera lo miró. Spencer masculló algo entre dientes.
—Yo también preferiría no tener esta conversación —dijo Spencer más alto—. Pero no voy a aparentar indiferencia en lo que se refiere a esta joven en concreto. ¿Te has marchado por fin del rancho? ¿Vas de camino hacia tu casa? ¿Puedo dejar de preocuparme porque trates de cortejarla mientras yo no estoy?
—Lárgate, Spencer —exclamó Nick.
—Estamos en un local público.
—Pues ve a hablar en público a otro rincón.
—Siempre has sido muy gracioso después de tomar unos tragos. Te ha rechazado, ¿verdad? Ya sabía yo que no serías de su agrado. —Spencer sonrió—. Ahogando las penas, ¿no?
Nick miró por fin a su enemigo. Era demasiado irónico que hubiera conseguido por una vez ganar el primer premio a Spencer y que resultara ser el que no quería. Y Spencer no había dejado nunca tan claro que quería la misma mujer. Siempre procuraba ocultar su interés. Su estilo era actuar con disimulo para ganar, para lograr un mayor efecto. Diablos, Spencer y Amanda se parecían mucho. No podía pensar en dos personas que se merecieran más entre sí. Era una lástima que Amanda no lo hubiera averiguado antes de conspirar para arruinarle la vida.
Por lo general, Nick habría echado en cara a Spencer que había ganado. Aunque no solía ganar cuando se trataba de mujeres por las que competían. A Spencer se le daba mejor hacer promesas que no tenía intención de cumplir. Pero a nick le hubiera gustado echárselo en cara por una vez. Ojo por ojo, eso era lo que Spencer habría hecho.
Sin embargo, si tenía en cuenta lo que había ganado, no se sentía en absoluto como un ganador. En esta ocasión, tanto él como Spencer iban a perder, y no le apetecía comentar por qué, cuando su único motivo para estar en esa cantina era beber lo suficiente para poder quitárselo de la cabeza.
—Te lo repito, Spencer, lárgate —se limitó a decir.
—Dame una respuesta directa y lo haré. Todavía está libre, ¿verdad?
—_____, sí.
—¿Quién diablos es _____? —exclamó Spencer.
Nick puso los ojos en blanco, aunque no le sorprendía nada que Spencer no reconociera el nombre. Sólo había tenido ojos para Amanda desde que la había visto por primera vez. Puede que ni siquiera supiera que tenía una hermana, que se le hubiera escapado del todo al estar tan concentrado en Amanda cuando se hicieron las presentaciones. Pero si se hubiera percatado dela presencia de Nick, habría sacado la misma primera impresión que Nick.
—La solterona —se limito a contestar por esa razón.
—Como si me importara un rábano —gruñó Spencer—. ¿Estás intentando provocarme aposta al no decirme lo que quiero saber o es que te gusta mi compañía?
nick no tenía ganas de contestarle porque estaba seguro de que ello supondría enzarzarse en una pelea. No era que no le apeteciera pelearse, por no había contado con eso porque no había esperado ver a Spencer en su viaje al pueblo. Y sería una estupidez luchar cuando él estaba medio borracho y Spencer no. Pero Spencer iba a oír lo de la boda en un par de días, cuando Red hablara con el pastor. Así que no había motivo para guardar silencio al respecto.
—Te diré qué vamos a hacer —sugirió con magnanimidad—. Consigue una botella y bebe hasta aquí. —Levantó su propia botella para mostrar que sólo le quedaba un acuarta parte del whisky—. Sólo entonces me plantearé comentarte mis males.
—Males, ¿eh? —Spencer rió, visiblemente relajado—. Supongo que esa respuesta me basta. Dejaré que sigas ahogando solo tus penas.
Spencer estaba a mitad de camino hacia la puerta cuando es probable que oyera farfullar a nick.
—Lo que tú digas.
Se detuvo, frunció el ceño, pareció darle vueltas a la cabeza unos instantes. Después, con un gesto enojado, regresó a la barra.
—Dame una botella de esa misma porquería —gruñó a Archie—, y si le cuentas a alguien que he tomado este matarratas de la O’Mally’s, te echaré del pueblo tan deprisa que no sabrás cómo ha sido.
nick observó sin demasiado interés cómo Spencer se tragaba la bebida que Archie le había lanzado. Se detuvo una vez para comprobar la cantidad, suspiro al ver que sólo estaba medio vacía, tragó un poco más y la dejó al lado de la botella de nick para medirla, gruñó porque todavía le sobraban unos centímetros y se los termino enseguida.
—Muy bien, cabrón, suéltalo ya —dijo cuando hubo acabado.
—Impresionante —comentó Nick—. ¿Y todavía tienes voz?
—¿Te lo tengo que sacar a golpes?
—Dado que los dos sabemos que así no lograrías nada, supongo que hoy estás de suerte porque voy a cumplir mi parte del trato, o quizá no lo estés. Lo que ha pasado te gustará tan poco como a mí, pero no es necesario que se entere todo el pueblo, así que será mejor que salgamos.
Archie suspiro, a todas luces decepcionado por perdérselo, pero siguió leyendo su novela cuando salieron de la cantina O’Mally’s. Nick avanzó hasta el centro de la calle. No quería que nadie lo oyera en caso de que terminara contando más de lo debido a causa del alcohol.
—Ya estamos bastante lejos —dijo Spencer con impaciencia a la vez que lo agarraba por el brazo—. Habla.
—No sé si sabes lo de la herencia que Amanda no puede tocar hasta que se case —asintió Nick.
—Creo que alguien lo mencionó.
—Bueno, no estaba dispuesta a esperar, por lo menos no lo suficiente para disfrutar de un noviazgo normal.
—Si me dices que te ha pedido que te cases con ella, te mato —exclamó Spencer.
—No, no me la pedido.
—Has tenido suerte de que no lo haya hecho.
—Me engañó para que le hiciera el amor y eso zanjó el asunto para Red —concluyó Nick.
El alcohol demoró la reacción de Spencer. Se quedó mirando a Nick cinco segundos enteros, lo que dio tiempo a éste para esquivar el primer golpe. Pero Spencer estaba demasiado furioso para correr el riesgo de volver a fallar y placó a nick en el suelo. Boca abajo, el alcohol hizo efecto a nick muy deprisa, y la cabeza empezó a darle vueltas.
—Cuidado si no quieres que te vomite encima —logro advertir.
Spencer se separó de un salto.
—Te reto. A mediodía.
—No seas idiota, a esa hora estaré durmiendo —dijo nick mientras se ponía de pie con cuidado—. ¿Habría estado ahogando mis penas, como tú dijiste, si la quisiera? No la quiero. Ya te dije que me engañó.
—¡Mentira! ¿Cómo no vas a quererla? —gritó Spencer.
—Quizá porque he estado mucho más tiempo con ella que tú y he visto su peor cara. Es bonita, sí, pero eso no compensa lo demás. Si le cortaras la lengua, podría ser soportable.
—No tiene gracia.
—No quería tenerla —contestó Nick—. Es una niña mimada, Spencer. Está muy malcriada. Y te la puedes quedar si consigues que se case contigo antes de que me lleven ante el altar.
—¿Lo dices en serio? —preguntó Spencer, que dejó de gruñir un momento.
Nick asintió y, acto seguido, deseó no haberlo hecho. Todavía le daba vueltas la cabeza.
—Red hablará con el pastor este fin de semana, en la barbacoa de mi padre el sábado o antes de volver al rancho al día siguiente —advirtió—. De modo que no tienes mucho tiempo. Sí, lo digo en serio. Si lo logras, tendrás mi eterna gratitud.
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Un hombre para mi (Nick y tu) - Página 5 Empty Re: Un hombre para mi (Nick y tu)

Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 1:05 pm



Capítulo 34



______ despertó aturdida y totalmente vestida aún, incluso llevaba puestos los zapatos. Supuso que habría dormido un poco, pero no demasiado. No había mirado el reloj antes de lanzar el último cuadro bajo la cama y de acurrucarse sobre ella.
Nunca había pintado a la luz de una lámpara, claro que tampoco lo había hecho con lágrimas en los ojos. No estaba contenta con el resultado: Nick, echado sobre un montón de heno y desabrochándose la camisa con una expresión tan sensual que no había duda de lo que estaba pensando, o de lo que iba a hacer.
Era una imagen que jamás olvidaría, aunque no la hubiese plasmado en un lienzo. Los detalles eran exactos, hasta la mancha marrón en una de las mangas y la pequeña cicatriz en forma de media luna sobre su ombligo. Se parecía tanto a él, que no podía mirarlo demasiado rato sin notar ese cosquilleo en el estómago. Pero no era un cuadro que pudiera enseñar a nadie, así que se quedaría bajo la cama.
Tendría que destruirlo, si bien no reunió fuerzas para hacerlo. Debería enrollarlo cuando se hubiera secado del todo y esconderlo donde Rita y Ella Mae no fueran a encontrarlo mientras limpiaban.
Todavía estaba sentada en la cama pensando en ello cuando la puerta se abrió sin avisar. Amanda era la única que entraba sin llamar y, por supuesto, allí estaba su hermana, apoyada en el marco. De nuevo, iba sólo medio vestida, aunque hoy llevaba una falda y la camisola blanca de encaje. Sujetaba un abanico, pero en ese momento no lo estaba usando.
Como era de esperar, sonreía con petulancia. De hecho, como no sólo contenía triunfo y risa, sino también el conocimiento de algo secreto, su sonrisa era mucho más petulante que de costumbre.
—¿Qué quieres, Amanda?
—Oh, nada en particular —contestó Amanda haciendo girar el abanico por la cinta que lo unía a su muñeca.
—Entonces cierra la puerta al salir, por favor.
—¿Cómo? ¿No me felicitas? Vendrás a la boda, ¿verdad?
Sólo le faltaba reírse. _____ se preguntó cómo su hermana lograba contenerse. Tal vez porque quería preparar el terreno para algo que le resultaba más gracioso aún.
Dado que ______ iba vestida y la cama estaba hecha, con sólo una arruga o dos en la colcha, Amanda no podía suponer que acababa de despertarse, lo que habría demostrado que había pasado muy mala noche. La sospecha de que Amanda había ido a desquitarse un poco más la despertó de golpe. Decidió atemperar un poco el regodeo de su hermana antes de que se desatara por completo.
—No me perdería tu boda por nada del mundo, Mandy. Llevo años esperando que llegara este día para poder llevar una vida normal, contigo fuera de ella.
—¿Prometes no llorar demasiado fuerte cuando avance por el pasillo para reunirme con él?
—Bueno, teniendo en cuenta que sólo ha faltado que le apuntaran a la cabeza con un revolver, puede que las lágrimas resultaran inadecuadas. Aunque no se puede considerar que se haya obligado a alguien a hacer algo si lo hubiera hecho de todos modos por su cuenta. Es algo que depende del momento en que ocurre. De modo que sí, creo que podré contenerme.
El tono despreocupado que _______ había conseguido adoptar provocó que Amanda torciera los labios, irritada.
—No trates de aparentar que no te importa.
—Ahí tienes otra cosa que depende del momento en que ocurre. Ayer por la mañana seguramente me habría importado. Esta mañana, no, me temo que no.
—¡Eres una mentirosa! Sabes que lo quieres. Si no, jamás te habrías revolcado con él en la cuadra.
La ordinariez de Amanda consiguió sonrojar a _____.
—Mira quién habla —exclamó—. La que ha tenido media docena de conquistas sórdidas o más. Pero ahora, por lo menos, no tendrás que poner sangre falsa en las sábanas, ya que has hecho creer a tu marido que él fue el primero en tocarte. Bravo, hermanita, eso ha sido genial, incluso para ti.
—No lo hice por eso. —El rubor había pasado de una hermana a otra—. No me importa nada lo que piense mi marido —se burló Amanda indignada—. El hombre que se case conmigo dará gracias de que lo acepte como esposo, sea virgen o no.
—Algo discutible, puesto que ya tienes futuro esposo —dijo ____.
—Sí, es cierto.
Amanda volvía a sonreír. Era un triunfo magnífico para ella, pero no el hecho de conseguir un marido deprisa, sin tener que peder tiempo en noviazgos, sino conseguir el marido que ______ había querido para ella. Era una forma espléndida de «desquitarse» de todos los desaires, resentimientos y celos que albergaba hacia su hermana.
Era probable que lo llevara a cabo, ya que eso le proporcionaría lo que anhelaba. Y si no podía engatusar a Nick, o fastidiarlo hasta conseguir que la llevara de vuelta a casa, encontraría la forma de regresar ella sola. Puede que él la siguiera. De hecho, era probable que lo hiciera, ya que la quería. Pero después de tener que molestarse unas cuantas veces en localizarla, se daría por vencido y ella tendría exactamente lo que en el fondo quería: su herencia y nadie ante quién tener que responder.
______ se levantó, se dirigió a la puerta para agarra el picaporte, lo que indicaba que iba a cerrarla tanto si Amanda estaba en medio como si no. Por desgracia, Amanda se apartó enseguida, pero para entrar en la habitación en lugar de salir al pasillo.
—Vete a regodear a otra parte, Mandy. No me interesa en absoluto.
Amanda empezó a abanicarse, a pesar de la agradable brisa que entraba por las ventanas abiertas y que circulaba con suavidad por la habitación.
—Hay una cosa que me intriga —dijo, ignorando por completo la indirecta para que se fuera—. ¿Por qué no dijiste la verdad ayer por la noche? ¿Eres demasiado noble para obligarle a casarse conmigo?
—No, me respeto un poco más que tú para...
—Yo me respeto muchísimo —la interrumpió Amanda—. Eres tú quién no lo hace, o no lucirías ese horrible aspecto de solterona.
El rubor volvió a las mejillas de ______, pero esta vez era de rabia.
—¿Sabes qué, Mandy? Tienes toda la razón —corroboró.
Se quitó las gafas, se las sujetó delante de la cara con ambas manos, las partió por la mitad y las echó a un lado. Después se quito las horquillas y sacudió la cabeza para soltarse el cabello.
Amanda no había esperado que su provocación obtuviera tales resultados. Se quedó quieta un instante, sorprendía, contemplando su propio reflejo.
—No te vas a mostrar por completo como eres—exclamó vacilante, un poco esperanzada—. Has llevado ese disfraz demasiado tiempo.
—Demasiado tiempo, es verdad. Y gracias por recordarme que ya no lo necesito. Ya tienes un marido en perspectiva. Creo que no corro peligro si empiezo a buscar uno para mí, ¿no te parece?
—Me parece —soltó Amanda—. Y no creas que no sé qué pretendes. Quieres recuperarlo, pero no podrás a no ser que le cuentes la verdad. ¿Por qué rayos no lo hiciste?
—Porque no me habría creído. Ya lo oíste en la cuadra. Todo el rato creía que estaba contigo. Quería estar contigo. Y cuando dejara de estar enfadado por el «supuesto» engaño, estaría encantado de conseguir a la mujer que ha deseado desde el principio.
—Sí que lo estaría, ¿verdad? —susurró Amanda, que dejó que su engreimiento aflorara de nuevo—. Ni siquiera le importaría que le mintiera. Seguramente estaría contento de que lo hiciera, si alguna vez se enterara. Es una lástima que tú también lo quisieras.
—Sí, lo es, pero por lo menos, me di cuenta de mi error antes de que fuese demasiado tarde. En realidad, tengo que darte las gracias por sacarme de ese apuro. Jamás creí que diría esto, puedes creerme.
Amanda pestañeo, con el ceño fruncido.
—¿De qué estás hablando? —preguntó a ____-—. ¿Qué apuro?
—El que provoqué con mi equivocación. Fui lo bastante tonta para creer que podría gustarle. No sabía que estaba convencido de que hacia el amor contigo. Si no hubieses mentido de ese modo, habría seguido estando loca por él.
—Maldita sea, ____*, ¿te crees que soy idiota? Sé que estás haciendo, pero no te saldrá bien. Te gustaba lo bastante para dejar que te hiciera suya en la cuadra. No intentes aparentar que ahora ya no.
—Sí, me gustaba, pero no habría dejado que me «hiciera suya», como tú dices, si no me hubiera dejado levar por mi primer contacto con la pasión. Habría querido estar segura de sus sentimientos antes, y ahora que lo estoy, no me casaría con él aunque tú, por alguna razón, no te convirtieses en su esposa —dijo _____.
—No te creo —replicó Amanda.
—Me importa un comino.
Amanda frunció los labios, lo que indicaba que ya no estaba segura de su valoración. ____ prosiguió con un argumento irrebatible.
—¿Sabes qué, ____**? Detesto decirlo, pero en esto nos parecemos mucho.
—Ni hablar —gruñó Amanda.
—Ya lo sé, a mí también me cuesta creerlo. —______ sonrió—. Pero lo que no sabes es que yo, como tú, no estoy dispuesta a ser plato de segunda mesa de ningún hombre. Y ahora, ¿podrías marcharte? Tengo que revisar todo mi guardarropa para ver si puedo salvar algo para mi «nueva» yo. ¿O quizá no te importaría prestarme un par de vestidos hasta que encuentre una costurera en el pueblo? Últimamente no te pones demasiada ropa, así que estoy segura de que no los echarías en falta.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 2:44 pm



Capítulo 35



Amanda cerró la puerta de golpe al salir.____- se sorprendió de tener ganas de sonreír. Si había aprendido algo de su hermana con los años, era a hacer una buena actuación, y acababa de hacer una digna de una profesional. Pero la cuestión era, ¿había funcionado? No es que fuera a cambiar nada, aparte de ahorrarle más regodeos de Amanda.
Amanda seguía queriendo un marido, y cuanto antes mejor. ______ sólo había eliminado una de las razones por las que aceptaba a Nick en ese papel. Las demás seguían siendo válidas: él quería, Kathleen le daba su consentimiento, la boda se celebraría pronto. Si nadie más llamaba la atención o captaba el interés de Amanda antes de la fecha que su tía fijara para la boda, se casaría con él.
_______ recogió las gafas rotas del suelo. Las observó un largo instante. Podría reemplazarlas. Tenía otro par. Pero ¿para qué? No era como si estuvieran en Haverhill, donde todos los días había hombres que visitaban a Amanda, y algunos de ellos podrían preferirla a ella.
Lo que sí necesitaba era un guardarropa nuevo. No había elegido colores apagados porque le gustaran, sino porque aumentaban su «invisibilidad». Pero había terminado con aquella farsa. Y si Amanda se sentía amenazada por volver a tener competencia, peor para ella.
Se quitó el vestido con el que había dormido y se puso una blusa blanca, al menos, era de un color neutro. En cuanto a la falda, detectó la falda de montar que le había dejado su tía, la que había llevado puesta la mañana anterior...
No iba a llorar otra vez. Tendría que dejar de lamentarse por su pérdida, y lo mejor era que empezara ya.
Todavía tenía que aprender a montar, pero no iba a permitir que él terminara de darle la lección. Además, por lo menos sabía lo elemental para preparar un caballo, lo que tal vez fuera la parte más difícil. No podía costar demasiado subirse a un caballo y mantenerse sobre él si casi todo el mundo cabalgaba en aquella parte del país. Estaba resuelta a aprender el resto sola.
Se puso la falda de montar y salió de su habitación. Ella Mae eligió ese momento para llegar, y tras llamar un momento, asomó la cabeza por la puerta.
—¡Caramba! —exclamó, al percatarse enseguida de que el cambio de aspecto de ____ era deliberado—. Ya era hora.
—Todas mis razones para esconderme han desaparecido —explicó _____, que había conseguido no sonrojarse.
Ya me he enterado —aseguro Ella Mae, con la voz teñida de indignación—. Tu hermana no podía dejar de alardear de ello mientras le recogía la ropa sucia ayer por la noche —aclaró, y después añadió, vacilante—: ¿Quieres que hablemos?
—No.
—Ya me lo imaginaba. Pero cuando te apetezca, ya sabes dónde encontrarme. ¿Te gustaría que te arreglase el peinado, o vas a llevar el pelo así, suelto?
—Me apetece llevarlo suelto, pero supongo que sería llegar un poco demasiado lejos en el sentido contrario.
—Tendré que cortarte el flequillo —advirtió Ella Mae—. No mucho. Así podrás recogértelo como ella cuando sea necesario.
—No me hagas el mismo peinado que a ella —pidió _______—. Todos esos tirabuzones son demasiado recargados para mi gusto.
Ella Mae no tardó mucho. Tenía mucha maña creando peinados que, aunque no estaban de última moda, favorecían mucho a la persona. Y satisfizo los deseos de ______ al no sujetarle los rizos largos hacia arriba, y recogiéndolos, en cambio, hacia atrás con una cinta azul. En cuanto al flequillo, sólo fueron necesarios unos tijeretazos, ya que lo tenía habituado a estar inclinado hacia los lados. El resultado fueron unos cuantos rizos sedosos cerca de las sienes y un aspecto totalmente distinto.
—Yo iría a hacerle una visita para presumir —sugirió Ella Mae—. Pero yo soy así. Tú eres demasiado buena para seguirle el juego.
_______ sonrió. Cuando las dos hablaban, no necesitaban decir su nombre.
—No va a ninguna parte y, además, ya sabe que he dejado de esconderme. Ahora mismo, tengo una cita con un caballo.
Esperaba que la cuadra volviera a estar vacía. El vaquero que se ocupaba de los caballos podía haber vuelto al trabajo, pero si todavía estaba enfermo, se pasaría la mayor parte del día descansando. Aún así, echó un vistazo al reloj antes de ir para allá, porque no estaba segura de que hora era. Alrededor de mediodía, a juzgar por la situación del sol.
Vio que Kathleen había llegado a almorzar, o tal vez hubiera acabado la jornada. Había dejado el caballo en el compartimiento, lo que indicaba que no volvería a utilizarlo. Lo estaba cerrando cuando oyó que _______ se acercaba y dirigió los ojos hacia ella.
—Me sorprende verte aquí —comentó Kathleen en un tono un poco tenso—. Pero por lo menos esta vez vas vestida como es debido.
—Soy _____.
—Sí, seguro.
______ se estremeció. No se lo había esperado. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido que convencer a alguien de cuál de las dos hermanas era.
Había olvidado, asimismo, lo irritante que podía ser si no se le ocurría algo que sólo supieran ella y la otra persona de modo que pudiera presentarlo como prueba de que era realmente ______. Se había encontrado en esa frustrante situación muchas veces con personas que insistían, enojadas, que era Amanda. Por suerte, había mantenido varias conversaciones en- privado con su tía y podía extraer alguna prueba de ellas. Y mencionó una.
—Cuando me dejaste esta falda, me dijiste que no hiciera caso si algún vaquero me tomaba el pelo por llevarla, que ellos lo llamaban en broma zahones de mujer —comentó—. Estoy segura de que estábamos solas cuando me lo dijiste.
—Sí. —Kathleen se relajó visiblemente—. Y tan lejos de la puerta que si alguien hubiera intentado oírnos a través de ella, no se habría enterado de nada. Así que eres tú. ¡Qué cambio tan asombroso!
—Quizá quieras susurrarme una palabra o un número, para asegurarte de no volver a dejar lugar a dudas.
—¿Ya no te pondrás las gafas? —preguntó Kathleen.
—No tenía intención de llevarlas después de que Amanda se casara, y es como si ya lo hubiera hecho.-
No había querido sacar ese tema concreto. Por suerte, Kathleen se limito a asentir y a dejarlo así.
Para que su tía pensara en otra cosa, ______ se apresuró a preguntar:
—¿Cómo iremos al pueblo cuando vayamos? Todavía no sé montar.
—Yo suelo ir el sábado para hacer las compras, paso la noche, voy a misa el domingo, hago algunas visitas y vuelvo a casa antes de mediodía. Sin embargo, como vosotras no sabéis montar, pasaremos mucho más rato en la carretera. Tengo una vieja carreta para traer provisiones que podríamos utilizar, pero como Spencer no se ha molestado en enviar a nadie a recoger su carruaje, podríamos usarlo para este viaje. Aunque los planes han cambiado un poco.
—¿Sí?
—Stuart ya está avisando a todo el mundo. Dará la barbacoa este sábado. Espero que asista casi todo el pueblo. Así que iremos primero a la finca de los Kinkaid y pasaremos por el pueblo el domingo al volver. De todas formas, tendremos que salir el sábado al amanecer, y no llegaremos hasta última hora de la tarde. Pero las fiestas de Stuart suelen durar hasta bien entrada la noche.
—Ya sé que es un fastidio. Y aprenderé a montar antes de que haya más viajes como éste. De hecho... —______ sonrió antes de añadir—: por eso estoy aquí.
—Nick no está aquí ahora para enseñarte —exclamó Kathleen con el ceño fruncido—. Se fue a ver a su padre. Puede que esté fuera un par de días. En realidad, no espero que vuelva antes de que partamos hacia la barbacoa. Pero como yo ya he terminado la jornada, ¿qué te parece si nos ponemos manos a la obra?
______ asintió, aliviada. Estaba dispuesta a aprender sola, pero la perspectiva era desalentadora.
Aparte de darle instrucciones sobre cómo manejar un caballo y montar, Kathleen estaba callada, incluso algo distraída. A _______ no le extrañaba. Su tía tenía muchas cosas en la cabeza, y la mayoría debían de guardar relación con Nick y Amanda.
Durante la lección, ______ se planteó si debía contar a su tía la verdad. Era probable que Kathleen la creyera, pero también podía ser que no. Ya le había explicado muchas cosas descabelladas sobre Amanda. Su último ardid podía costar demasiado de digerir encima de todo lo demás. Y, por esta parte, como Nick estaba convencido de que había hecho el amor con Amanda, se opondría, tal vez se negaría rotundamente, si Kathleen insistiera en que tenía que casarse con ella en lugar de con Amanda. Y tampoco quería obligar a ningún hombre a que se casara con ella. Además, ya no quería a Nick.
Aún así, creía que debería hacer le esfuerzo, no para hacer un favor a Nick, sino porque estaba sufriendo una injusticia que, en el fondo, era culpa suya. Podría haber detenido lo que había pasado ese día en la cuadra, pero no lo hizo. Y tal vez ahora estuviera contento de conseguir a Amanda, pero no lo estaría cuando ya se hubieran casado y ella empezará a insistir para que la llevara a Haverhill.
Sería lo correcto, tanto si la creían como si no. Sólo tenía que hacer que Kathleen entendiera que no se casaría con Nick, que no sería justo para él, ya que había creído que hacia el amor con otra persona. El error era suyo y se enfrentaría a las consecuencias.
Dios mío, era muy violento comentar ese tema con su tía. Al menos, no era urgente. Podía dedicar unos días a plantearse cuál sería la mejor forma de abordarlo. Tal vez después de la barbacoa. Y quizá tuviera suerte y Amanda encontrara a alguien en la fiesta que le conviniera más que Nick y confesara por su cuenta.
Distraída del mismo modo que Kathleen con pensamientos no deseados, _____ se sorprendió bastante cuando se encontró montada sobre la yegua, con las riendas en la mano.
—Muy bien, ha llegado la hora de probar. Vamos a dar un paseo —dijo su tía.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 2:52 pm




Capítulo 36



Unos golpes en la puerta despertaron a Nick. Las sombras de la habitación del hotel indicaban que le sol se había puesto hacia poco, pero que todavía no era noche cerrada. Se levantó de la cama totalmente vestido. Cuando se había arrastrado hasta ella, no estaba en condiciones de pensar en ponerse cómodo.
Los golpes no se habían detenido, a pesar de que había murmurado: «Ya voy.»
Tenía la sensación de saber quién estaba al otro lado. Casi lo había reconocido por al forma de llamar, por lo que abrió la puerta de golpe, enfadado. Tenía razón.
—Demonios... ¿Es que no puedo hacer nada en este pueblo sin que te enteres?
—No mucho —dijo su padre entre risas, mientras entraba con aire despreocupado en la habitación.
Nick cerró la puerta y se pasó una mano por la cara para intentar despejarse un poco. Fue un error. El dolor le golpeó las sienes y le recordó por qué había ido al pueblo.
—No tienes buen aspecto —comentó Stuart tras sentarse cómodamente en la única silla.
—Bebí demasiado.
—Ya me lo han dicho. Estoy esperando a oír el resto. ¿Y por qué no estás en la casa que tenemos aquí, en el pueblo? No la mantengo con personal incluido sólo de adorno.
—Quería ver la calle, y desde el hotel puedo —replicó Nick.
—¿Para qué? ¿Algo más que no sé, aparte de por qué estás aquí? —insistió Stuart.
—¿Vas a dejar que me despierte un poco antes de acosarme a preguntas?
—Supongo. —Stuart suspiró.
Nick se acercó a la ventana. Todavía anochecía; apenas quedaba gris en el cielo. Había una luz en la cuadra, calle abajo, donde Spencer guardaba el caballo. No lo había sacado en todo el día.
Tras su charla con Spencer, esperaba de verdad no tener que contar a su padre lo idiota que era. Pero tendría que haberse imaginado que alguien avisaría a Stuart de que estaba en el pueblo bebiendo hasta emborracharse. Y Spencer no había ido a Twisting Barb, como pensaba que haría. Podía haber decidido esperar a la barbacoa y cortejar allí a Amanda. O tal vez habría decidido que ya no le quería después de lo que Nick le había explicado. Era una posibilidad nada desdeñable.
Con Stuart delante y lleno de preguntas, no tenía sentido andarse por las ramas.
—Me caso —afirmó Nick sin rodeos.
—¿Con la quisquillosa? —supuso Stuart, y suspiró disgustado—. ¿Y viniste a celebrarlo al pueblo? ¿Por eso bebías?
—Nada de eso. —Nick sacudió la cabeza con una mueca—. No estoy lo que se dice contento.
—¿No? —preguntó Stuart, confundido, y después sonrió aliviado al suponer—: Ah, ¿has entrado en razón antes de que sea demasiado tarde? Entonces, da una excusa. Puede que lo entienda, y si no, peor para ella. No es como si no fuera a tener a casi todos los hombres del condado tras ella.
—No puedo dar una excusa, papá. Tal como están las cosas, tengo que casarme con ella.
—¿Tienes que hacerlo? —Stuart se incorporó; había adoptado una expresión de pura irritación—. ¿Qué has hecho?
—Una tontería.
—Eso ya lo había deducido, pero ¿cómo es que a ti te lo parece? Creía que estabas interesado por ella.
—Lo estaba cuando todavía creía que las cosas que no me gustaban de ella obedecían sólo al viaje. Pero no cambió una vez estuvo instalada; empeoró. Es una bruja maquinadora y manipuladora.
—Y una quisquillosa —añadió Stuart.
—Eso también —corroboró Nick.
—¿Y cómo es que has visto la luz? —preguntó el padre.
—Decidió utilizarme para cobrar su herencia. Como estaba segura de que Red me daría su consentimiento, me convertí en el medio más rápido para lograr su fin.
—Si me dices que te pidió que te casaras con ella y que tú aceptaste, te mato por tonto —gruñó Stuart.
—No —replicó Nick—. Ojalá hubiera sido así de directa, pero te dije que era manipuladora, ¿no? Me engaño para que hiciera el amor con ella y se aseguró después de que Red se enterara.
—Me lo temía. —Stuart suspiró de nuevo, y añadió—: No seas tan duro contigo mismo, hombre. Que te seduzca una muchacha así de hermosa es algo que le puede pasar al más pintado, supongo.
—Todavía no sabes lo peor.
—¿Hay más?
—Quizá no te haya dado cuenta —asintió Nick—. A mí me llevó un tiempo verlo, pero esas dos hermanas son gemelas.
—No —exclamó Stuart.
—Sí. Y yo creía que hacia el amor con _______. Amanda se arregló para parecer ella, fingió ser ella. Y le salió a la perfección. No tuve la menor sospecha; de verdad creía que era _____, hasta que anoche, durante la cena, bajó a contárselo a Red.
—Eso es repugnante. —Stuart se puso de pie de un salto—. Red no te consideraría responsable si supiera toda la historia. Vuelve y explícale que...
—Amanda era virgen, papá.
—¡La muy lagarta!
—Eso es lo yo pensé. Pero ahora tengo un rayo de esperanza. Si tengo suerte, mucha suerte, Spencer me sacará de este atolladero.
—¿Y por qué no empezaste por ahí? ¿Volvéis a ser amigos?
—Ni hablar —exclamó Nick.
—Entonces ¿volvéis a pelearos por la misma mujer? —supuso Stuart a continuación.
—No es ninguna pelea —aclaró Nick—. Es lo bastante tonto para quererla. Yo no.
—Pero ¿de qué te servirá eso? El daño ya está hecho —reflexionó Stuart con el ceño fruncido.
—Sí, pero lo sabe y todavía la quiere —contestó Nick—. Esta mañana vino a la cantina de O’Mally’s y no quiso irse hasta que le dije por qué me encontraba yo allí. Si hubiese estado algo más sobrio, seguramente habría callado. Con suerte, me alegraré de no haberlo hecho.
—Pero ¿acaso no insiste Red en que la chica se case contigo? —indicó Stuart.
—A Red le hace la misma gracia que a mí. Si Spencer convence a Amanda de que se case con él en lugar de conmigo, creo que Red le dará su consentimiento. Sabe que me engañó.
—Bueno, menudo alivio. —Stuart sonrió por fin—. Ya pensaba que tendría que pedir madera para construirte una casa.
—Dije si la convence —recordó nick con los ojos en blanco—. No es seguro, papá. Amanda podría mandar a Spencer al cuerno. Después de todo, ya tiene un marido en perspectiva. Y se tomó muchas molestias para atraparme.
—Sí, pero estás esperanzado —contestó Stuart—. Con eso me basta.
—Sólo que Spencer es muy bueno seduciendo, y diciendo a una mujer lo que quiere oír, sea cierto o no.
—Parece que esos dos están hechos el uno para el otro. —Stuart rió.
—No podría estar más de acuerdo —aseguró Nick.
Stuart se levantó para marcharse, aunque no era ésa su intención.
—¿Te importa que pida que nos suban algo de cena? —dijo.
—¿Te importa si paso? —respondió Nick—. De hecho, ¿por qué no me dejas que vuelva a dormir?
—No puedes estar cansado —protestó Stuart—. Has dormido todo el día.
—No. Me pasé en esa ventana casi toda la mañana, esperando que Spencer decidiera qué iba a hacer. No salió a caballo.
—¿Crees que se da por vencido? —Stuart volvía a fruncir el ceño.
—Dicho de ese modo, la respuesta es no. Jamás se da por vencido. Así que tal vez sólo esté esperando hasta la barbacoa, donde tendrá más fácil acceso a Amanda sin la vigilancia constante de Red.
—Y yo podría ayudar manteniendo a Red ocupada —sugirió Stuart, con una expresión más serena.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 3:04 pm



Capítulo 37



Fueron unos días frenéticos con la preparación de la gran barbacoa. Amanda intentaba aparentar aburrimiento. Al fin y al cabo, era una barbacoa «campestre». Pero _____- sabía que estaba entusiasmada, aunque ni la mitad que ella. Había ido a unos cuantos bailes en Haverhill con su hermana si bien, escondida tras sus gafas, no los había disfrutado. Esta fiesta tejana, sin embargo, era como un baile «de presentación en sociedad» para ella.
No hubo tiempo para encargar vestidos nuevos, aunque no habría sido adecuado ir con un vestido largo. Y ______ no había dicho en serio lo de tomar prestadas algunas prendas de Amanda, que consideraba demasiado recargadas para su gusto. Pero con la ayuda de Red, que le proporcionó un poco de encaje, Ella Mae hizo maravillas con uno de los viejos vestidos de color beige de ______, al que quitó el cuello alto y las mangas y añadió el encaje blanco al dobladillo y el nuevo canesú, más escotado. El vestido de Amanda era más elegante, pero el de _____ era más lindo gracias a su sencillez.
Red había ordenado a uno de sus hombres que llevara la miniatura del atracador del tren al sheriff en cuanto ______ la termino. Podrían habérsela entregado ellas mismas el domingo, al pasar por el pueblo, sin embargo, Red creía que no debían esperar ni siquiera unos días para informar al sheriff de algo tan importante. Todavía no sabían si el retrato iba a servir de algo para apresar al forajido, pero era probable que el sheriff estuviera también en la barbacoa, de modo que se lo podrían preguntar entonces.
El sábado por la mañana se habían levantado mucho antes del alba par tener tiempo de vestirse y tomar un desayuno rápido antes de salir. Lograron llegar al rancho de los Kinkaid poco después de mediodía. La mayoría de los vecinos del pueblo que iban a asistir ya había llegado, y algunos habían cabalgado toda la noche para no perderse nada.
Las chicas ya habían oído que el rancho de Stuart era grande, pero aún así les sorprendió su extensión. La casa principal dominaba la escena. Con las proporciones, aunque no el diseño, de una mansión, sobresalía amplia y alta entre los demás edificios que la rodeaban. La barbacoa se celebraba detrás de ella.
Se habían improvisado mesas con unos tablones largos de madera. Había un escenario y una zona de baile donde ya había músicos tocando, aunque nadie bailaba aún. Cerca de allí, se estaban cocinando reses enteras, que giraban despacio en unos asadores al tiempo que las rociaban con salsas. Un grupo de sirvientes hacia viajes de la casa a las mesas para llevar más y más comida, que tapaban enseguida con trapos a cuadros hasta que fuera la hora de comer. El aroma era fantástico.
En una de las cuadras, donde la mayoría de los invitados se encontraba entonces, se celebraba una doma de potros salvajes. Gritos, apuestas, risas y bromas resonaban en el aire, y todos parecían pasárselo muy bien excepto tal vez el vaquero que intentaba mantenerse a lomos del potro encabritado. Parecía peligroso. El vaquero no aguantaba mucho rato.
______ decidió evitar esa zona. Era demasiado estridente para su gusto. Le habían dicho que también habría una carrera de caballos, y quizás un concurso de tiro y una competición de lazos, lo que daba a los vaqueros muchas oportunidades de poner aprueba sus aptitudes, por ocio y no por trabajo.
Kathleen presentó a las chicas. Amanda empezó a divertirse, claro que ella siempre brillaba en las reuniones sociales, y no tardó demasiado en convertirse en la «reina de la barbacoa», por así decirlo. ___--- no envidiaba a su hermana por ello. Podía haber salido por fin del cascarón, claro que jamás tendría la confianza en sí misma de Amanda. Eso sí, sorprendía a mucha gente, que la había visto llegar al pueblo hacia una semana con un aspecto totalmente distinto. Pero los gemelos siempre eran una novedad.
El anfitrión apareció y, tras hacer que Kathleen se sonrojara con sus cumplidos (su tía se veía excepcionalmente atractiva con una blusa bordada y una falda con dos hileras de volantes), asumió las presentaciones.
Llegó Spencer, tan apuesto como siempre con su chaqueta negra y su corbata del Oeste. No tardó mucho en encontrar a Amanda o en monopolizar la conversación con ella. _____ se preguntó si Amanda le explicaría que iba a casarse con Nick. Seguramente no, porque disfrutaría flirteando con él.
Le pareció irónico haber imaginado siempre que al «ponerse al descubierto» cambiaria algo para ella, cuando, en cambio, parecía no haber cambiado nada. Sí, ahora era bonita. Pero eso seguía sin atraer a la gente hacia ella ni hacer que este evento social le resultara más divertido que otros a los que había asistido.
—No andes tan desgarbada —le dijo Amanda con impaciencia en un aparte—. Tienes una figura muy bonita, reálzala. Y deja de bajar la cabeza como si quisieras mirar por encima de la montura de tus ridículas gafas. Ya no las llevas puestas.
¿Amanda? ¿Ayudándola a lucir más? Pero antes de que ______ se muriera del susto, Amanda añadió:
—¿Cómo voy a competir contigo si sigues escondiéndote?
—No me estoy escondiendo —replicó _____.
—Por supuesto que sí —contestó Amanda—. Lo tienes muy arraigado porque lo has hecho durante mucho tiempo. Sé abierta, ____*. Deja que aflore la verdadera _____.
Después, Amanda se marchó indignada. ______ estaba asombrada: le había dado un consejo de hermana, aunque no sabía muy bien cómo tomárselo. Trató de adivinar el motivo oculto de Amanda, pero aparte del comentario sobre la «competencia», no pudo encontrar ninguno. Y lo de «competir» no colaba. Amanda iba a ser el centro de atención pasara lo que pasara. Su vivacidad, su gran confianza en sí misma, fruto de sus años de éxitos sociales, atraía a la gente hacia ella de forma natural.
_____ empezó pronto a recorrer la fiesta sola. Distraída por su decepción, se encontró junto a la cuadra sin darse cuenta. Una aclamación colectiva de la gente que todavía estaba allí reunida la devolvió a la realidad, a tiempo de ver cómo Nick aguantaba los envites a lomos de un potro encabritado.
Contuvo el aliento. Se agarraba con una sola mano. Tenía el otro brazo extendido hacia un lado, seguramente para conservar el equilibrio. El potro salvaje hacia todo lo posible para desmontarlo, dando coces, saltando en el aire, con una resolución despiadada.
______ cerró los ojos. No soportaría ver caer a Nick, pero sabía que lo haría. El potro era demasiado salvaje y estaba demasiado enfadado. Escucho a la gente para saber cuándo ocurría. Todos parecieron muy disgustados cuando cayó, como si hubieran esperado que Nick lo lograra.
—Ha perdido la concentración.
—Seguro que es culpa suya, la estaba mirando.
—Vaya momento de llegar.
______ echó un vistazo a su alrededor para averiguar de quién hablaban, pero la decena de hombres que tenía cerca la miraban a ella. Empezó a ponerse colorada y se volvió para marcharse.
—Pero si es la muchachita del Este que carga troncos. ¿Cómo está, señorita?
_____ gimió para sus adentros. Era Leroy, el hombre gigantesco. No había esperado volver a verlo nunca. Y la confundía con Amanda. Bueno, en realidad, no, pero no quería que él lo supiese.
—¿Nos conocemos? —le preguntó con una sonrisa—. Soy _____ Laton. ¿Quizá se refiere a mi hermana gemela?
Leroy arqueó una ceja para expresar sus dudas. Era bastante gracioso ver a un hombre tan corpulento procurando hacerse el escéptico.
—Gemela, ¿eh?
—Déjala, Leroy —exclamó Nick, que se acercó a ellos sacudiéndose aún de los pantalones el polvo de la caída.
_____ sintió alivio al percatarse de que sólo estaba polvoriento y que no tenía ni sangre ni señales de coces por ninguna parte. Y Leroy no pareció ofenderse demasiado.
—Das demasiadas órdenes para no dirigir aún el rancho, chico —dijo.
—Si mi padre no te advirtió que no te acercaras a los invitados, debería haberlo hecho —replicó NIck.
—Pues se da la casualidad que lo hizo.—Leroy rió—. Pero oí que ibas a intentar domar el potro que traje. Esperaba que ese animal saldara nuestra deuda.
—Si quieres que no veamos las caras, dímelo, Leroy.
—Todavía me lo estoy pensando.
—Dicen que bañarse estimula el pensamiento. ¿Por qué no lo pruebas? —sugirió Nick—. Mi padre instalo unas cuantas bañeras en el granero sur para los hombres.
—Ya lo sé. Entré en él por error y el muchacho que se encarga de las bañeras me miró un rato y agarró el rifle. Dijo que no iba a llenarlas todas otra vez, que sólo así podría limpiarme. Me dijo que me fuera a buscar un arroyo.
—No te ofendas, Leroy, pero todos agradeceríamos que lo hicieras.
—Es un olor adquirido. —Leroy sonrió—. Tardé años en perfeccionarlo. Me acerqué al potro salvaje hasta tenerlo al alcance de la mano porque no olió a una persona. Cuando deje de cazar, me bañaré.
—Mientras tanto, ¿nos disculpas si evitamos tu olor perfeccionado? —soltó Nick con los ojos en blanco.
—La mayoría de la gente lo hace —contestó Leroy al tiempo que se encogía de hombros.
Nick agarró a _____ del brazo para conducirla de vuelta a las mesas de comida. Marian había contenido el aliento durante buena parte de la conversación, y no sólo debido al hedor terrible de Leroy. La forma en que Nick había provocado a aquel hombre tan corpulento, como si no le tuviera miedo, le puso los nervios de punta.
—Si no querías mirar, ¿por qué te acercaste? —preguntó Nick de repente.
—¿Perdona? —exclamó _____.
—Tenias los ojos cerrados. ¿Te preocupaba que pudiera caerme?
—Claro que no —negó ella con remilgo—. Me había entrado una mota en los ojos. Y no me acerqué para verte. Deambulaba absorta en mis pensamientos.
—¿Algo interesante?
—¿Cómo?
—¿En tus pensamientos? —insistió Nick.
¿La estaba insultando? ¿Sugería que sus pensamientos solían ser aburridos? Puede. O quizá creyera que era Amanda. ¡Por supuesto! De otro modo, habría comentado algo sobre su cambio de aspecto. Y su pregunta habría sido un intento de coquetear con su futura esposa. Sin duda, esperaba que Amanda le dijera que él ocupaba sus pensamientos.
—Me han dicho que el pastor no vendrá —le comentó—. Se ve que su esposa no se encuentra muy bien y no ha querido dejarla sola en el pueblo.
Nick suspiro decepcionado. ¿Porque no había aprovechado la oportunidad de coquetear con él? ¿O porque tenía prisa por fijar la fecha de su boda?, se preguntó ____-.
Debería aclararle quién era, pero estaba demasiado enfadada porque la había confundido con Amanda de nuevo. Y estaba furiosa consigo misma por haber temido por él, no una, sino dos veces en el espacio de unos pocos minutos. Tenía que dejar de importarle lo que le ocurriera. Tanto si se casaba con Amanda como si no, lo había perdido.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 3:14 pm



Capítulo 38



Nick se apoyo en el tronco de un árbol, con el sombrero inclinado, mientras tomaba un whisky caliente. Una pareja se había acercado con platos de comida en la mano para sentarse a comer bajo el árbol, pero había ido a buscar sombra a otra parte al verle. No estaba de humor para estar con gente, y era probable que se notara.
La confusión le estaba dando dolor de cabeza. Observaba a las gemelas, seguro de saber cuál era cuál y, aún así, el error que había cometido aquel día en la cuadra era tan garrafal que no sabía si podría estar alguna vez seguro del todo. Amanda estaba exuberante; revoloteaba, animada, y Spencer la seguía como un cachorro extraviado. _____, en cambio, charlaba tranquila con algunas de las mujeres del pueblo; se mostraba recatada, riendo en voz baja y sonriendo con auténtico sentido del humor.
Hoy no tenía dudas sobre quién era quién. Era evidente que Spencer tampoco. Se había concentrado en Amanda en cuanto había llegado y no la había perdido de vista ni un momento. nick no sabía si Spencer tenía suerte al cortejarla, ni siquiera si seguía teniendo intención de hacerlo. Pero la estaba divirtiendo, y a ella le encantaba flirtear con él.
Amanda se mantenía alejada de Nick. Era una chica lista. Sabía que se merecía que la estrangulara por la trampa que le había tendido. No le conocía lo bastante para saber que nunca le haría daño a una mujer. Pero no dudaría en absoluto en decirle lo que pensaba de ella y de su maldita conspiración para llevarlo ante el altar.
—El otro día pensé que me tomabas el pelo cuando me dijiste que las hermanas Laton eran gemelas —comentó Lonny mientras se acercaba a Nick bajo el árbol—. Quiero decir que ya sé que los gemelos son parecidos, pero esas dos eran como la noche y el día, hasta ahora. ¿Cómo diablos las distingues?
—______ va de beige hoy.
—Sí, ya lo sé. Le dije que estaba muy bonita, y se puso colorada como un tomate. Pero ¿y si llevaran el mismo vestido?
—Habrías de fijarte en los gestos. _____ es tímida. Amanda, todo lo contrario.
—¿Y si las dos estuvieran calladas y se mostraran vergonzosas? —aventuró Lonny.
—Entonces no estarías de suerte.
Lonny lo miró con recelo porque casi había gruñido su respuesta. Pero considerando lo que había pasado, no era necesario que le explicaran que si una de las gemelas quería simular que era la otra, lo conseguía con mucha facilidad.
—Tiene que haber otra forma.—Lonny frunció el ceño pensativo antes de afirmar—: Seguro que sus padres no tenían dificultades para distinguirlas.
Nick se encogió de hombros y se terminó el whisky que había estado sujetando en la mano.
—Puede que no, pero sus padres tenían la ventaja de haber vivido con ellas desde el día que nacieron. Al resto de nosotros sólo nos queda adivinar, bien o mal.
—No pareces demasiado contento.
—¿Lo estarías tú? ¿Si la mujer con la que creías haber hecho el amor resultara ser la mujer equivocada?
Lonny pestañeó, y después, alardeó:
—¡Ya te dije que era Amanda ese día!
—Cállate, Lonny —gruñó Nick, y se marchó.
Se dirigió directo hacia ______. No estaba seguro de lo que iba a decirle, pero esa confusión lo estaba volviendo loco. Todavía creía, muy en el fondo, que había sido ella aquel día en la cuadra. Parecía tan adecuado hacer el amor con ella. Pero como todos los hechos, incluso la propia Amanda, decían otra cosa, sabía que estaba equivocado y no podía soportarlo.
No la alcanzó antes de que uno de los hombres del pueblo se la llevara a la pista de baile. Había unas cuantas parejas más bailando; también su padre, que lo hacia con Red. Y estaba Spencer, que usaba el baile como excusa para tener a Amanda entre sus brazos.
Nick contempló a las gemelas un rato y consiguió tranquilizarse. Uno podía distinguirlas. Sólo tenía que observarlas cuando no notaban que uno las miraba para detectar esas pequeñas cosas que las diferenciaba tanto entre sí.
A pesar de todo, eso no iba a sacarlo del lío en el que se había metido. Sólo Spencer podría hacerlo. Pero aunque Spencer consiguiera que Amanda se casara con él, ahora ya no tenía ninguna posibilidad con ______. No hacías el amor con una hermana y pedías después a la otra que se casara contigo.
Lonny se le acercó de nuevo, esta vez vacilante.
—Te debo una disculpa.
—Perdonado —dijo Nick distraídamente.
—¿No quieres saber por qué?
—Ya sé por qué, así que será mejor que te calles y no metas la pata.
—Gracias —suspiró Lonny—. ¿Tendrás que casarte con la mujer equivocada?
—Puede.
—¿No deberías advertir a Spencer que se alejara de ella? —sugirió Lonny.
—Ni hablar. Puedo haber estado ciego y sido idiota para no darme cuenta de que me estaban enredando, pero Spencer es la única esperanza que tengo ahora de salvarme de un matrimonio que no deseo. Sabe lo que ocurrió y aún así quiere a Amanda. Le deseo toda la suerte del mundo.
—Caramba, ¿por qué no me dijiste que querías que otra persona la conquistara? Yo te habría hecho ese favor encantado —exclamó Lonny.
—Por eso tan viejo de que desearía que se quedara con ella mi peor enemigo —contestó Nick, y entorno los ojos—. Es lo que estoy deseando. Lo que no haría es desearle algo así a un amigo. Es una mujer con la que es mejor no mezclarse, chico. Y tú vas a estar muy ocupado. No voy a volver al rancho de Red.
—¿Por este lío?
—No, porque ahora ya puedes encargarte de todo —contestó Nick.
—No te defraudaré, ni tampoco a Red. —Lonny irguió los hombros con algo de orgullo.
—Ya lo sé.
Aquel baile terminó. Lonny se marchó a buscar pareja para el siguiente y Nick siguió observando desde fuera. ____ parecía divertirse, los hombres esperaban para bailar con ella y algunos interrumpían impacientes antes de que cada baile concluyera. No iba a inmiscuirse porque no quería aguarle la diversión con su mal humor, pero debería haberse alejado de allí porque al final se enojó tanto que también él interrumpió un baile.
_______ estaba esperando entonces el cambio rápido de pareja, lo que era ventajoso para él. No le dio la oportunidad de negarse a bailar con él. Pero notó su cambio de actitud de inmediato, sólo que no estaba seguro de a qué se debía. Tensión, rabia o quizá sólo aversión.
—Relájate, no voy a pisarte —le dijo.
—¿No deberías estar bailando con Amanda? —inquirió _______.
—Ya tiene pareja —repuso Nick.
—Yo también tenía.
—Sí, pero ibas a bailar con un hombre famoso por dejarse llevar en la pista de baile y hacer dar vueltas a sus parejas y lanzarlas por los aires. Las mujeres que le conocen se esconden si ven que se acerca. Tú no lo sabías —soltó con una expresión muy seria.
—Bromeas, ¿verdad? —_____- lo miraba con los ojos entrecerrados—. ¿O de verdad tengo que darte las gracias?
Nick le sonrió y ella soltó una exclamación, pero sólo porque no había obtenido una respuesta directa. Incluso detectó el ligero movimiento de los labios que indicaba que en ellos se ocultaba una sonrisa.
—No sueltes una carcajada —dijo, todavía serio.
_____ rió, y su cambio fue inmediato. Su rigidez había desaparecido y le brillaban los ojos. Dios mío, que hermosa estaba cuando bajaba la guardia. Y la pista de baile estaba tan concurrida que nadie se daría cuenta si la sujetaba un poco más cerca de lo que debería. Lo que fue un error. Al olerla y tocarla, el deseo le embargó tan deprisa que las ganas de besarla casi se apoderaron de él. Pero la música terminó, y ______ recuperó su timidez.
—Gracias, ha sido un placer —dijo, y se alejó de él.
No se atrevió a decir nada en ese momento. No tenía que hacerlo. ______ se marchó de la pista, sin saber lo cerca que Nick había estado de ponerlos a ambos en evidencia.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 3:25 pm



Capítulo 39



Los cuatro hombres se quedaron detrás de la cuadra cuando la doma del potro salvaje terminó. No la habían visto, pero la gente que estaba allí había hecho tanto ruido que nadie los había oído llegar y atar los caballos.
Dos de ellos lanzaban dados en el suelo como excusa para estar allí, por si alguien se acercaba. Otro vigilaba desde la esquina del edificio. Y el cuarto estaba apoyado en la pared reponiéndose de una resaca. Había bebido demasiado la noche anterior y se había perdido incluso la explicación de por qué estaban allí.
—Tienes mucha suerte de que mi primo Billy consiguiera ese trabajo de limpieza en la oficina del sheriff con la esperanza de obtener información que te resultara útil —dijo Arnie Wilson mientras lanzaba los dados. Su granja era el sitio que utilizaban en la zona como escondrijo—. Creo que haría cualquier cosa para unirse a nosotros.
—Es demasiado joven —contestó John Bilks, que alzó los ojos hacia lo alto de la colina, donde estaba la gente—. Además, cuatro es un número par y va bien para repartir, cinco, no.
—Sí, pero se arriesgó mucho al robar ese cuadro de la mesa del sheriff —le recordó Arnie.
—Y nos hizo un buen favor —aseguró John—. Ya le di las gracias, ¿no?
—Venir aquí es una locura —se quejó Snake Donally cuando le tocaba lanzar los dados—. Hay mucha gente, y la mitad podría reconocerte, John.
—Nunca se probó que yo robara ese dinero, y no saben qué he hecho desde entonces —comentó John al tiempo que se encogía de hombros.
—Gracias a mi primo —refunfuñó Arnie.
—Dudo que ese cuadro fuera lo bastante bueno para que nadie te hubiera reconocido gracias a él —añadió Snake—. Billy dijo que era pequeño.
—Billy me lo tendría que haber traído para que lo hubiera sabido seguro, en lugar de destruirlo.
—Se imaginó que sería mejor asegurarse de que nadie más lo viera. —Arnie defendió así a su primo.
—Él me reconoció en el cuadro —añadió John.
—Es normal. Te conoce muy bien, y sabe que hicimos ese trabajo del tren.
—Pero el vaquero que se lo llevó al sheriff no dio ningún nombre —comentó Snake—. ¿Qué hacemos aquí entonces?
—Billy estaba presente mientras el sheriff buscaba el cuadro «perdido» y, cuando por fin abandonó la búsqueda, le oyó decir que tendría que ir a ver a esa tal _____ Laton para que le pintara otro —explicó Arnie.
—¿Y si contestaras a la pregunta de Snake? —soltó Dakota Jack con los ojos cerrados aunque eso no le aliviaba demasiado el dolor de cabeza. Era su pistolero más rápido, cuando no bebía—. Yo sólo lo he preguntado tres veces. ¿Qué coño hacemos en la finca de los Kinkaid?
—Si te hubieras despejado, ya habrías deducido por qué John quiere agarrar a la pintora.
—Deberíamos esperar a que se vaya a casa —sugirió Snake—. Aquí hay demasiada gente.
—Por lo que nadie se dará cuenta —dijo John—. En su casa, con solo unas cuantas personas a su alrededor, notarían antes que había desaparecido. Aquí, se imaginaran que está en otra parte.
—Eso no explica por qué quieres agarrarla.
—Para matarla, claro.
—Y una mierda. —Dakota Jack se enderezó y abrió los ojos.
—Tengo que hacerlo —insistió John—. Me pintó de memoria lo bastante bien para hacer carteles de búsqueda y captura. No le daré la oportunidad de pintar otro cuadro. Si me atrapan, no pasará mucho tiempo antes de que os pillen a los demás.
Dakota Jack no dijo nada más, pero sólo porque volvía a tener punzadas en la cabeza.
—Pero ¿cómo lograrás que baje hasta aquí? —quiso saber Snake.
—Tú lo harás. Hoy se te ve lo bastante limpio para unirte a la fiesta. Los vaqueros creerán que eres del pueblo. Los vecinos del pueblo, que eres uno de los vaqueros. Y como no has estado nunca en Trento, nadie te conocerá. Asegúrate de traer a la chica correcta. Según Billy, tiene una hermana gemela. Si traes a la que no es, te mataré a ti.

_____ no sabía qué pensar mientras volvía hacia la cuadra. Parecía desierta en ese momento. La carrera de caballos no empezaría hasta al cabo de una hora, o eso le habían dicho. Y la mayoría de los invitados comía o bailaba. Pero un hombre joven le había dicho que el seño Kinkaid quería que fuera un momento a la cuadra. Mencionó algo sobre una camada de cachorros. Después, el chico se había mezclado enseguida entre la gente antes de que ella pudiera preguntarle nada.
Había buscado a Nick y a su padre antes de bajar la colina, pero no los había visto. No es que pensara que iba a encontrarse con Nick, pues, en ese caso, se habría quedado arriba. Pero le habría gustado saberlo con certeza.
Seguramente Stuart iba a regalarle un cachorro. No había tenido nunca un animal de compañía. Su padre no había querido animales en casa. Hubo un gato que rondó unos cuantos años la parte trasera de su hogar y al que ella consideraba suyo. Lo había echado de menos cuando se marchó.
La idea de tener un animal de compañía propio era muy agradable. No creía que Kathleen fuera a oponerse. De hecho, era probable que Stuart se lo hubiese consultado antes. Esperaba que también le regalara uno a Amanda. No quería que su hermana tuviera otro motivo para sentir celos.
La cuadra estaba vacía de gente. Ambas puerta, la delantera y la trasera estaban abiertas de par en par, y en cada compartimiento había un caballo. No podía imaginar dónde se habría instalado una perra para dar a luz. Seguro que no en uno de los compartimientos, donde podría pisotearla un caballo.
—¿Señor Kinkaid? —preguntó.
—Aquí atrás —dijo alguien.
No reconoció la voz. Sonó apagada porque procedía de la parte posterior de la cuadra. Se dirigió hacia allí, vio de nuevo la luz del sol y soltó un grito ahogado al encontrarse un revólver que le apuntaba a la cara. Alguien la apartó de un golpe, pero no tuvo tiempo de sentir alivio porque una mano le tapó la boca y un brazo fuerte le rodeó el cuello y la inmovilizó.
—¿Por qué hiciste eso? —gruñó John Bilks.
______ lo reconoció en cuanto le miró a los ojos. Los atracadores del tren, los cuatro. ¿Habían ido para robar a los invitados? ¿Habían tenido ella y Stuart la mala suerte de encontrarse con ellos primero? Stuart podía estar herido, incluso muerto, tras ella. El brazo que le rodeaba el cuello no le daba demasiada libertad para mirar a su alrededor.
—Si le disparas aquí, tendremos a todo el mundo persiguiéndonos —explicó uno de los hombres a John.
______ también lo reconoció. Era el que le había pedido que fuera a la cuadra. El miedo la invadió entonces, y casi se le doblaron las rodillas. ¡Estaban allí por ella! Por lo del cuadro. Tenía que ser eso.
—Ya lo sé —contestó John con irritación—. Si yo fuera una mujer y me pusieran un revólver en la cara, gritaría.
—¿Cómo vas a matarla si no le disparas? —preguntó el que la sujetaba.
—Ya te lo dije, nada de disparar a una mujer —dijo la cuarta voz en tono amenazador—. Antes, te disparo yo a ti.
John iba a contestar, pero cambió de opinión. Era evidente que recelaba un poco de su último interlocutor, lo que alivió muchísimo a ______.
—Estoy de acuerdo contigo ahora que la he visto —comentó el de la voz perezosa.
—Nadie dijo que fuera tan bonita —intervino el que la sujetaba—. Tal vez podrías cortarle la mano para que no pinte más.
—Reconócelo, John, no puedes ser un forajido y esperar seguir siendo una persona anónima, no con unos ojos tan especiales como los tuyos. Puede que ella te haya pintado, pero cualquiera de las victimas a las que robaste podría identificarte. ¿Qué sentido tiene entonces?
A John empezaba a molestarle la oposición a sus planes.
—Es por los carteles de búsqueda y captura —gruñó—. Ahora mismo no hay ninguna cara en ellos. Me he propuesto que siga siendo así.
—Subidla a un caballo y salgamos corriendo de aquí. Ya comentaremos después qué vamos a hacer con ella.
—Viene alguien.
—Ya me encargo yo de eso. Marchaos.
—Grita y te partiré el cuello —le susurró al oído el hombre que la sujetaba mientras la arrastraba hacia un caballo—. No nos complacerá ni a ti ni a mí, sólo a John.
No gritó cuando le destaparon la boca el rato necesario para subirla a un caballo delante del hombre que la había estado sujetando. Pero se lo pataleó, frenéticamente. Él podía haberse marcado un farol para obligarla a guardar silencio. Se enfrentaba a la perspectiva de morir o de quedarse manca, y Dios sabía qué más, si no intentaba de algún modo evitar que la secuestraran. Eso fue lo que, al final, la decidió.
Abrió la boca para gritar a voz en cuello, pero le había dado vueltas demasiado rato. Volvía a tener la boca tapada, y se marchaban a galope. En pocos minutos estuvieron tan lejos que nadie podría oír sus gritos
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 3:43 pm

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Capítulo 40



Nick volvió en sí farfullando, tosiendo, incapaz de ver nada durante un instante. Cuando se movió, el dolor le recorrió la nuca y le recordó la explosión de dolor que lo había dejado sin sentido. Comprendió que le habían echado agua para reanimarlo cuando vio Leroy de pie unto a él con un cubo vacío en la mano.
—¿Es así cómo te cobras las deudas? —gruñó Nick—. ¿Acercándote a hurtadillas por detrás de un hombre y...?
—Te encontré tumbado, no te tumbe —soltó Leroy, que parecía algo ofendido.
—Perdona —masculló Nick mientras se incorporaba y se frotaba la nuca.
—Además —añadió Leroy—. Antes sólo bromeaba. Aquel día podrías haberme dejado tirado para que me pudriera, pero no lo hiciste. Supongo que estamos en paz.
—¿Viste quién me partió el revólver en la cabeza?
—No, pero yo que tú me dejaría de tanto palique y ensillaría. Hay huellas frescas de cuatro monturas, y uno de los caballos lleva a dos personas.
—Eso les reducirá velocidad.
—No creo —dijo Leroy, y se quitó algo de entre los dientes—. He visto a tu amiga venir hacia acá poco antes que tú, y ahora no está. Debe de pesar como una pluma.
Nick palideció, se puso de pie y se tragó un gemido mientras corría a buscar su caballo a la parte delantera de la cuadra. Agarró la primera silla que encontró. No era la suya.
—¿Quieres que te acompañe? —le preguntó Leroy.
—Si estás listo para cuando mi padre sepa que han secuestrado a _____. ¿Viste en qué dirección se fueron?
—Todavía no han intentado ocultar su rastro. Como se libraron con facilidad de ti, supongo que habrán pensado que tendrían un par de horas de ventaja sobre cualquiera que pudiera seguirlos.
Nick hizo una mueca al pensar con qué facilidad lo habían tomado por sorpresa.
—¿Es así? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —preguntó.
—Diría que cerca de una hora. Me imaginé que la chica y tú os estabais divirtiendo, así que no quise importunar demasiado pronto. Pero sentí curiosidad al ver que tardabais tanto en volver a aparecer —contestó Leroy.
Nick deseó que Leroy hubiese sentido curiosidad antes, Bueno, le hubiera gustado tenerla él también, porque así podría haber alcanzado a ______ antes de que llegara a la cuadra. No podía imaginar por qué se la habrían llevado. Si hubiera sido un solo hombre, no habría tenido implicaciones nefandas, ¿pero cuatro? Que lo dejaran fuera de combate significaba que no querían que nadie lo supiera.
—¿Tienes un revólver extra? —preguntó Nick—. Los míos están en la casa y no quiero perder más tiempo aquí del que sea necesario.
—¿Bromeas? —rió Leroy, y se abrió el abrigo de piel de oso.

Cabalgaban deprisa, pero también los hombres que estaban persiguiendo, así que no estaban acortando demasiado la distancia que los separaba. A medida que avanzaba el día, a Nick se le fue formando un nudo en el estómago. Cuanto más tardaran en rescatar a _____, más tiempo había para que le sucedieran cosas malas. Y después oscureció, lo que todavía los demoraba más.
Leroy había querido acampar para pasar la noche y seguir el rastro por la mañana, pero Nick no iba a detenerse hasta encontrar a _____ y saber que estaba bien. Era consciente de cometer una tontería, pues no podían seguir bien el rastro en la penumbra, incluso podían terminar perdiéndolo por completo. Pero habían llegado a campo abierto antes del anochecer, y esperaba que una hoguera delatara a los bandidos.
No fue así. Pero sí la luz de una ventana. El rastro les condujo directos hasta una granja situada en medio de la nada, a kilómetros de cualquier pueblo. Aparte de la luz de la casa, el lugar parecía abandonado, con las puertas del granero rotas, un porche combado y campos yermos. No era seguro que nadie viviera ahí de manera permanente, pero sí que su presa estaba ahí entonces.
Encontraron en el granero los cuatro caballos que habían seguido, desensillados y atados a un palo cerca de un viejo almiar de heno. Dejaron los caballos allí para avanzar hacia la casa sin ser vistos. Guardaban silencio. Los dos sabían qué hacer.
—Este sitio no está abandonado —dijo en vos baja Leroy al ver otro caballo—. Alguien vive aquí.
En cuanto terminó de hablar, el almiar de heno empezó a moverse. Los dos hombres lo miraron sólo un momento, pensaron que algún animal había encontrado cobijo debajo, aunque no sería salvaje porque los caballos, que estaban cerca, no se habían asustado. Se volvieron y empezaron a salir del granero. Un gemido apagado captó de nuevo la atención de Nick hacia el almiar, a tiempo de ver cómo una forma emergía del centro. La luz del granero era demasiado tenue para distinguir al principio qué era, hasta que vio la cabellera dorada. Maldijo entre dientes.
—Parece que la dejaron mientras iban a comer —observó Leroy en tono familiar—. ¿Por qué lo harían?
Nick corrió hacia ______, que había conseguido salir de debajo del heno.
—¿Estas bien? —susurró—. ¡Contéstame!
Pero _____ no podía responderle porque aún no le había quitado la mordaza.
—Estoy bien —pudo decir por fin—. Creo.
—¿Cómo que crees? —preguntó Nick, que empezó a zarandearla.
—No me noto las manos. Las he tenido atadas mucho rato.
Parte del nerviosismo de nick desapareció. Le desato las manos y, luego los pies. Era increíble que hubiera podido ponerse de rodillas para que supieran que estaba allí.
—¿Sabes quiénes son? —le preguntó Nick cuando por fin ella estuvo de pie.
—Los hombres que asaltaron el tren en que viajé. Se enteraron de que había pintado el retrato de unos de ellos. Querían asegurarse de que no haría ningún otro —contestó _____.
—¿Pero no te hicieron daño?
—No, todavía no. Bilks quería. Creo que los demás también. Pero hablaban de cortarme la mano. —Se estremeció al decirlo.
—Y estás a salvo —afirmo Nick después de abrazarla un momento.
—Ya lo sé —dijo _____ con un suspiro.
—¿Por qué la dejaron aquí? —intervino Leroy.
—El propietario de la granja no quería inquietar a su mujer con lo que acabaran haciéndome. Decidieron esperar hasta que ella se acostara para tomar la decisión final y me escondieron aquí con la advertencia de que no hiciera ningún ruido.
—Te sacaré de aquí en cuanto haya matado a esos cabrones —dijo Nick—. Espera aquí.
—¡No! —_____ le agarró y empezó a temblar—. No me dejes aquí sola. Permite que vaya contigo.
—No tardaré nada, _____*...
—¡No! No tienes idea de lo que he pasado al escuchar cómo esos hombres hablaban de matarme. Si no te quedas conmigo, me iré. ¡No voy a quedarme aquí sola ni un minuto más!
—Ya ha recuperado las agallas. —Leroy rió por lo bajo—. Ya me encargo yo de esos bandidos. Llévala a casa.
—Son cuatro, Leroy —le recordó Nick.
—Un juego de niños. —Leroy sonrió—. Tengo ganas de romper unas cuantas crismas—. ¿Crees que den recompensa por ellos?
—Es más que probable. El ferrocarril suele ofrecer una recompensa por cualquiera que haya perturbado el recorrido de unos de sus trenes para, así, disuadir a otros de actividades semejantes en el futuro.
—Pues déjame a mí esos tipos. Así me compensarías por los quinientos que me costaste.
—Son todos tuyos —concedió Nick con los ojos puestos en blanco.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 3:57 pm


Capítulo 41



Tras una experiencia tan angustiosa, _____- quería cabalgar directa a casa, por mucho que tardasen, sin detenerse para dormir. Nick no la complació. La alejó de la granja y de la subsiguiente violencia que iba a tener lugar en ella, pero después encontró un árbol solitario para acampar debajo y pasar el resto de la noche.
Cuando protestó porque no necesitaba descansar, Nick le había replicado: «Mi caballo, sí.»
No había tenido en cuenta que el caballo había cabalgado sin descanso medio día para encontrarla. Se arrepintió, como era de esperar, y no se quejó más.
Pero no conseguía relajarse. Le hubiera gustado tener la certeza de que aquellos hombres ya no podían hacer daño a nadie, de que ya no la perseguirían. Era posible que Leroy no lograra capturarlos a todos. Cuatro contra uno era... Bueno, con Leroy era casi una pelea igualada, incluso puede que algo a su favor. Tal vez debería relajarse, por lo menos en cuanto a eso.
Sin embargo, estar pasando la noche al aire libre en las llanuras de Tejas a solas con Nick Kinkaid era motivo suficiente para no relajarse.
—¿Crees que Leroy va a matarlos a todos? —preguntó _____ desde el otro lado de la pequeña fogata que Nick había preparado.
—Seguramente no matará a ninguno —contestó él—. Eso sería demasiado fácil. Basta con -entrar cuando duermen y dispararles con un rifle. Se requiere más habilidad para capturar forajidos y entregarlos vivos, y Leroy se enorgullece de ser hábil. Además, no correrá el riesgo por si la recompensa depende de que estén vivos.
____- todavía no podía creer que hubiera ido a recatarla. Con todos los hombres que había en la fiesta, no era necesario que Nick se ofreciera para la tarea.
—¿Hay alguien más buscándome?
—Nadie más lo sabe salvo mi padre, y puede que también Red —contestó él.
—Ah, así que tu padre te mandó a buscarme.
—No, yo le dije qué ocurría.
—Pero, ¿cómo lo supiste tú?
—Me fijé que ibas hacia la cuadra. Sentí curiosidad porque no pasaba nada allí en ese momento. Uno de ellos me atacó y me dejó sin sentido. Leroy me encontró un poco después y, entre los dos, lo dedujimos. No había tiempo de reunir una partida.
_____ asintió. Debería haber sabido que la razón de que hubiera ido no tenía que ver del todo con ella. Nick lo habría hecho con independencia de quién hubiera sido el secuestrado porque era de esa clase de hombres.
Estaba sentada muy acurrucada, abrazándose las piernas y con el mentón apoyado en las rodillas. Nick le había dado unas tiras de cecina, una comida que no llenaba demasiado, pero tenía que bastar. Ya se había disculpado por no haber ido preparado, dado que no había planeado ir a ninguna parte antes de tener ocasión de reponer sus provisiones. Las dos mantas que llevaba no servirían para taparlos a ambos a no ser que durmieran directamente sobre el suelo. Una idea poco atractiva. Y la hoguera, que sólo constaba de unas ramitas, no dudaría toda la noche, de modo que tendrían que taparse.
Nick había estado charlando para no pensar en que tiritaba. No hacia mucho frío, sino más bien fresco. Pero todavía llevaba el vestido sin mangas de la fiesta, y puede que temblar fuera también una reacción al hecho de que la hubiesen secuestrado. No podía evitar que le castañetearan los dientes.
—Ven aquí —dijo Nick al oír por fin el ruido.
—¿Por qué?
—Necesitamos dormir unas horas para poder salir temprano —explicó tras lanzarle una mirada impaciente—. Tenemos una manta para acostarnos encima y otra para taparnos, y refrescara más antes de que salga el sol.
Acurrucarse juntos para intercambiar calor corporal. Eso era lo que Nick estaba sugiriendo. Pero _____ tenía miedo de estar tan cerca de él. Ya había sido bastante difícil compartir el caballo con él. Y, aunque sus sentidos pudieran soportarlo, seguía siendo muy indecoroso. Nick era de su hermana. Bueno, pronto lo sería.
—No es nada personal —añadió Nick—. Sólo sentido común.
Dicho así, sería tonta si se negaba. ¿Tendría frío él también? Seguramente no. Sólo le ofrecía con generosidad su calor.
Se acercó a su lado del fuego y se echo junto a él, rígida como un palo. Oyó su suspiro antes de atraerla más hacia sí, contra su costado. Su brazo le servía de almohada. Le puso una mano encima de la que ella había descansado, vacilante, en su pecho. Sintió calor en ella enseguida y, poco después, en todo el cuerpo. Se durmió.
Y empezó a soñar, a tener pesadillas en las que revivía su captura y el miedo, veía a John Bilks afilando un hacha y conocía a la esposa del granjero. En el sueño, la mujer resultaba ser una bruja, y la jefa del grupo. Quería que cortaran las dos manos a _____.
_____ se sentó sobresaltada, soltó un grito ahogado y empezó a temblar. El grito despertó a Nick.
—¿Qué tienes? —preguntó, al tiempo que se incorporaba a su lado—. No te preocupes, me lo imagino.
La rodeó con los brazos y casi se la sentó en el regazo. Empezó a masajearle los hombros y la espalda, pero sus temblores no cesaban.
—No dejaré que nadie te haga daño, _____* —aseguró con voz tranquilizadora—. Estás a salvo, te lo juro.
—Ya lo sé —contestó ____—. Sólo ha sido un sueño.
—Olvídalo.
—Lo estoy intentando.
Pero no conseguía dejar de temblar. Ese día le habían pasado demasiadas cosas y ahora le estaban pasando factura. La calidez de Nick la envolvía. Eso debería haberla ayudado. Pero no temblaba de frío. Tampoco por él. El miedo que había sentido antes había regresado con el sueño y no la abandonaba.
Nick siguió acariciándola con suavidad para tratar de calmarla, pero no surtía efecto.
—Qué caray —oyó Nick que él decía justo antes de besarla.
Aquello surtió efecto. En su cabeza no había espacio para el miedo si la tenía ocupada en él. Tuvo la sensación de que su intención era precisamente distraerla. Sin embargo, como aquel día en la cuadra, su pasión creció con una rapidez asombrosa. Y la de también. Puede que su beso hubiese sido al principio otra forma de calmarla, pero pronto dejó de ser tranquilizante.
Le separo los labios con los suyos y la arrastró a la intimidad que le ofrecía. Había ansiado el sabor y el olor de Nick sin darse cuenta, pero su cuerpo lo sabía y estaba encantado hasta más no poder. La acostó sobre la manta sin dejar de besarla apasionadamente y se inclino sobre ella con una pierna sobre su cadera. Le puso una mano sobre un seno y sintió que el calor la invadía. No podía pensar, no quería pensar. Lo sujetó con fuerza, y en ese momento su único temor era que Nick entrara en razón y se detuviera.
No lo hizo. En todo caso, su beso se volvió más intenso, como si él también temiera que pudiera detenerlo en cualquier instante. Debería hacerlo. ____ sabía, en el fondo, que debería detenerlo, pero cada vez que esa idea intentaba aflorar, la desechaba. Y la mano de Nick seguía recorriendo sus caderas, piernas abajo. A pesar del impedimento de la falda y de las enaguas, su contacto la cautivaba.
Nick había dado con su piel desnuda bajo la falda, que subí mientras volvía sobre sus pasos para detenerse en la entrepierna. La expectación le aceleró el pulso, y el calor aumentó todavía más en su interior. Y, entonces, él la tocó donde esperaba, y en unos momentos sintió el mismo placer asombroso que le había proporcionado aquella otra vez. No se lo podía creer. Sólo tenía que tocarla...
¿Sabría Nick lo que había hecho? No estaba segura, pero su beso volvía a ser tierno mientras le bajaba de nuevo la falda y la acercaba hacia él para que durmiera. Su pulso se tranquilizo. El letargo se apoderó de ella. Durmió como un bebé.
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Un hombre para mi (Nick y tu) - Página 5 Empty Re: Un hombre para mi (Nick y tu)

Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 4:37 pm










Capítulo 42



______ habría podido jurar que se había despertado sonrojada. El recuerdo de lo que había ocurrido la noche anterior le vino de inmediato a la cabeza. Con las mejillas ardiendo, trató de no mirar a Nick, que estaba preparando el caballo para partir.
—Mira, ayer por la noche estabas alterada —comentó Nick, que de todos modos debió de percatarse de su rubor, pasados unos segundos—. Quería ayudarte, pero me temo que me dejé llevar un poco. Supongo que preferirás no hablar de ello, pero lo siento, ____*.
No sabía si estar agradecida o decepcionada. En cualquier caso, él tenía razón: comentar lo que había pasado entre ellos sería demasiado violento. ¿Se había dejado llevar? Debería haberse imaginado que sólo había sido eso, para él.
Cabalgaron sin tregua para llegar al rancho a media mañana, pero resultó que Kathleen y Amanda todavía no habían regresado. Seguramente creían que Nick llevaría a ____ de vuelta al rancho de Stuart cuando la encontrara. Así que nick se marchó para comunicar a la tía de _____ que ésta estaba en casa, y Kathleen llegó a última hora de la tarde. Pero sin Amanda.
______ no comentó la ausencia de su hermana. Bueno, Kathleen no le dio demasiada ocasión de hacerlo, porque no dejaba de preguntarle cosas. Quería saber todo lo que le había ocurrido. Y supuso que Spencer se había llevado el carruaje al pueblo y Amanda estaba esperando en el rancho de Stuart a que Kathleen enviara la carreta para recogerla.
Pero una vez ______ terminó de contar su historia, Kathleen empezó la suya.
—Tu hermana aprovecho la conmoción que provocó tu desaparición para marcharse con Spencer sin que nadie se diera cuenta.
—¿Se marchó con él? ¿Cuánto tiempo?
—Todavía no ha vuelto —contestó Kathleen.
—¿Toda la noche? —preguntó _____ con los ojos muy abiertos—. ¿Dónde habrán ido?
—Supongo que al pueblo, a casarse. Al principio pensé que Amanda podría haberlo convencido para que la trajera aquí, por el motivo que fuera, pero las huellas del carruaje señalan hacia el pueblo. Por la mañana iré con algunos hombres para que sepa que tiene mi consentimiento.
_____ decidió viajar con su tía al pueblo. Todavía quería comprar materiales de pintura, y suponía que sería adecuado felicitar a su hermana por su matrimonio. No le había sorprendido nada que Amanda hubiese plantado a ____- por Spencer. Lo había preferido desde el principio, ya que era el más desenvuelto y habituado a la ciudad de los dos. Pero podría haberlo dicho en lugar de escaparse con él.
Sin embargo, cuando llegaron al pueblo al día siguiente, les esperaba otra sorpresa. Corría el rumor de que Amanda había pasado la noche en la cantina, sin haberse casado. _____ no podía imaginar en qué estaría pensando su hermana, pero estaba demasiado dolorida de la cabalgada para averiguarlo de inmediato y decidió descansar en el hotel mientras Kathleen se enteraba de qué pasaba.
Nick alcanzó a Red antes de que llegara a la cantina. Había ido al pueblo para asegurarse de que se había librado de la boda. Le habían dicho que Amanda se había fugado con Spencer y había querido comprobarlo para poder volver a relajarse. Pero estaba abatido al descubrir que no se habían casado después de todo. Al parecer iban a hacerlo, si bien habían pospuesto la ceremonia debido a una discusión y todavía no habían hecho las paces. De todos modos, Amanda había pasado la noche en la cantina, si había sido o no en la cama de Spencer no importaba demasiado.
Red se enfadó al oír la noticia y fue a buscar refuerzos. El grupo que se dirigió a la cantina Not Here era bastante grande. El sheriff cumplió su parte e hizo salir a todos los clientes y los empleados de la planta baja. Sus ayudantes se apostaron en la entrada para impedir que nadie intentara ver lo que pasaba dentro, como si hubiera alguien que no se lo pudiera imaginar. Y una buena cantidad del personal de Red estaba cerca para reunir al resto de los participantes.
Nick se sentó y observó el espectáculo. Le sorprendió mucho, lo mismo que a Spencer poco después, que Red fuera a invitar a este último a su propia boda. Creía que al menos hablaría con él antes para tratar de convencerlo de que hiciera lo que era «correcto» para variar. Pero era evidente que Red había concluido que sería perder el tiempo, y que su rifle sería más contundente que cualquier palabra.
Fue así. A Spencer no le hizo falta preguntar por qué razón habían tomado su local. Cuando lo conducían escalera abajo, a empujones para ser exactos, empezó a reír al ver que Red le aguardaba junto al pastor.
—Estarás bromeando —le dijo.
—Me temo que no —contestó Red.
A continuación apareció Amanda en lo alto de las escaleras. Por lo menos esta vez iba totalmente vestida, para variar, aunque llevaba un atuendo ribeteado de rosa y negro demasiado extravagante para el mediodía, más propio de lo que las empleadas de Spencer lucían día y noche: vestidos de atardecer. La parecer había querido adaptarse al ambiente de un local tan elegante como aquél.
Ella no rió como Spencer. Cuando vio a Red junto a un hombre que sujetaba la Biblia en una mano, intentó de inmediato retroceder por el pasillo hacia las habitaciones de Spencer. Sin embargo, unos empleados de Red le bloquearon el paso a la vez que sacudían la cabeza. Así que, con un resoplido de indignación, bajó muy rígida las escaleras y se acercó a Red.
—Creía haberte dicho que no tenias voz ni voto en lo que yo hago —dijo Amanda con altivez a su tía—. Recuerdo haberlo dicho. Otras personas me oyeron decirlo. De modo que, ¿qué crees que haces aquí, aparte del ridículo?
Eso provocó unos cuantos gritos ahogados. Si había alguien que aún sentía lástima de Amanda, dejó de hacerlo. Pero Red no mordió el anzuelo, ni siquiera se sonrojó. Tampoco se enfadó. Puede que hubiese sido una decisión difícil de tomar, pero una vez tomada, tuvo el coraje de seguir adelante con ella.
—Estoy deshaciendo un entuerto, cielo —contestó a Amanda en un tono bastante tranquilo.
—No ha habido ningún entuerto —intentó insistir Amanda, pero Red no había terminado.
—Y estoy acabando también con una idea equivocada —dijo—. Cuando tu padre me nombró tu tutora, hizo que recayera en mí la decisión de con quién podías casarte. De ningún modo quería que tú tuvieras capacidad de decidir. Podríamos haberlo hecho de dos formas distintas. Podrías haberte tomado un tiempo para considerar las posibles opciones y habernos puesto después de acuerdo sobre un hombre que te conviniera, o yo podría haber repasado todas las posibilidades existentes y adecuadas, y tomado la decisión por ti. En cualquier caso, la decisión seguía siendo mía al final, y las circunstancias me han obligado a tomarla sin más consideraciones. Pero, por lo menos, he tenido en cuenta tus preferencias.
—¡No es verdad! —gritó Amanda—. ¿Me preguntaste algo? ¡No! O te habría dicho que nadie de los alrededores está a mi altura. Así que márchate a casa, tía Kathleen. Aquí no lograrás nada.
Red siguió sin enfadarse. Nick empezaba a sentir cierta irritación. Spencer apretaba los dientes por haber sido incluido en la referencia de Amanda a su «altura». Pero Red no iba a dejarse intimidar y echarse atrás.
—Puedes decirlo cuantas veces quieras, todo lo fuerte que desees o hasta que alguien te amordace —indicó a su sobrina—. Manifestaste tus preferencias cuando viniste al pueblo con Spencer Evans y te metiste en su cama. No hay condiciones ni salvedades al respecto. Ni una sola persona de las presentes, incluida yo, duda de que hayas elegido. Ahora haremos que sea legal.
—Hablando de que sea legal, sabes que no será valido a no ser que uno de los dos acepte, Red —señaló Spencer—. Es evidente que ella no lo hará, y te aseguró que ahora yo tampoco. Ha sido divertido, pero será mejor que te la lleves a casa. Da demasiados problemas.
—¡Cómo te atreves! —Amanda fulminó a Spencer con la mirada.
—¿Tiene alguien esa mordaza? Estaré encantado de hacer los honores —soltó Spencer.
Amanda se puso roja de ira. Era evidente que a Spencer le había molestado mucho su comentario acerca de que nadie allí estaba a su altura. La réplica de Spencer provocó algunas risas y toses contenidas, pero la mayoría de ojos se volvieron hacia Red para ver qué contestaba respecto a la cuestión legal que Spencer había planteado.
Si quien blandía el arma en la mano hubiese sido el padre de la chica, no habría habido dudas, pero «tutora» era un término del Este que la mayoría de los presentes desconocía porque había crecido en Tejas, donde las cosas eran mucho más simples. O bien una chica tenía familia u otros parientes para que cuidara de ella o bien estaba sola.
Red era pariente de Amanda, pero era un mujer, y nadie había oído entonces que una mujer hubiera dirigido una boda a punta de rifle. Cuando se trataba de «di sí, si no quieres morir», solía necesitarse que un hombre hiciera valer la amenaza. ¡Y Red ni siquiera estaba enfadada! Si por lo menos lo hubiese estado, tal vez...
—Yo hablaré por mi sobrina, Spencer.
—Yo hablaré por mi misma, gr-acias —replicó Amanda.
—Ya lo hiciste —respondió Red—. Ya no hace falta que respondas nada.
—Bueno, pues gracias a Dios que él no aceptará esta farsa —soltó Amanda que señaló con la cabeza a Spencer.
—Oh, ya lo creo que sí —contestó Red con un gran grado de confianza mientras levantaba el rifle, que hasta entonces apuntaba al suelo, hacia el pecho de Spencer— . Dirá su «sí, quiero» normalmente o lo dirá entre gritos, pero acabará diciéndolo.
—No vas a dispararme, Red, y tú lo sabes. —Spencer no se la había tomado en serio, incluso rió.
—Sí que lo haré —le contradijo Red—. No tratare de matarte. Tienes mi palabra. Pero no me molestaría demasiado abrirte unos cuantos agujeros en el pellejo. Esperemos que los perdigones no te destrocen ningún hueso.
Lo dijo con demasiada indiferencia. Spencer no la conocía lo bastante bien para saber si era un farol o no. Que hablara totalmente en serio era discutible. Lo que decidiría la respuesta de Spencer era si la creía o no.
Pero en el caso de Spencer, había otro factor decisivo: apreciaba demasiado su pellejo para que se lo agujerearan. Por muy remota que fuera la posibilidad, cualquier posibilidad bastaba, en especial cuando, a su modo de ver, un matrimonio podía terminarse con facilidad.
Aún así, los tuvo esperando casi cinco minutos antes de gruñir:
—Acabemos con esto. Y todos los que estáis aquí ya os podéis buscar otra cantina, porque no quiero volver a veros nunca por aquí.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 4:46 pm



Capítulo 43



______ tenía la impresión de que le dolía todo el cuerpo. Kathleen le había advertido que estaría dolorida después de la larga cabalgada hasta el pueblo, pero se había reído para sí. Al fin y al cabo, el último par de días había cabalgado largas distancias sin que se le quejaran los músculos. Pero no era lo mismo ir a sentadillas en el regazo de alguien que a horcajadas intentando conservar el equilibrio sobre el caballo.
Habría pasado el resto del día en al habitación del hotel si no hubiese tenido hambre. Y Ella Mae no estaba para ir a buscarle algo de comer. La doncella había preferido quedarse en el rancho, ya que no iban a llevar la carreta al pueblo y tampoco había aprendido nunca a montar.
También sentía curiosidad por lo que había pasado ese día. Kathleen no había vuelto aún al hotel a contárselo o, por lo menos, no había subido a su habitación. Teniendo en cuenta la hora que era, seguramente estaría cenando en el hotel y pensaría que ____ dormiría hasta el día siguiente.
La empleada del hotel que le había llevado el agua para el baño se había encargado además de los dos vestidos con los que había viajado y se los había devuelto planchados. Se puso uno de un color gris pálido con la falda. Sin la ayuda de Ella Mae, su cabello era, en cambio, una causa perdida. El único peinado que ____ había conseguido hacerse sola era el moño, que no le quedaba tan adusto con el nuevo corte del flequillo. Además, no quería impresionar a nadie; sólo le apetecía comer algo.
Al bajar las escaleras, sus movimientos eran un poco más rápidos pero aún muy rígidos. Esperaba encontrar a su tía en el comedor pero, si no, no se moriría por tener que cenar sola. Eso sí, su curiosidad podía más que ella, y era tan intensa como su apetito.
Tuvo suerte en ambas cosas. Bueno, en realidad no. Kathleen estaba en el comedor, pero no sola. nICK la acompañaba. _____ no había contado con eso y estuvo a punto de no reunirse con ellos. Si veía a NICK con el corazón roto por la perdida de Amanda, le daría una paliza.
Se sentó con toda la dignidad que le permitieron los músculos doloridos. Evitó mirar a NICK, aunque notaba sus ojos puestos en ella.
—¿La encontraste? —preguntó su tía a la vez que procuraba no prestar atención a NICK de momento.
—Sí —contestó ella.
—¿Y? —insistió ___.
—Ahora están casados —dijo Kathleen.
—¿De verdad? ¿No protestó Amanda?
—Claro que sí. Y él también. Pero las balas hacen que una persona cambie de opinión.
—¡Les disparaste!
Esa conclusión provocó una carcajada en Kathleen. Y también en NICK, en realidad, lo que llevo a ____ a mirarle. Sólo pudo ver buen humor, lo que no encajaba. ¿No debería estar desconsolado por haber perdido a Amanda ante otro hombre? Pero no parecía desconsolado, ni siquiera un poquito. Claro que tal vez se le daba muy bien ocultar sus sentimientos.
Sin embargo, había una cosa evidente: todavía no sabía que quien había estado con él en la cuadra aquel día había sido ella y no Amanda. Eso era algo que su hermana tampoco aclararía, tanto si se le presentaba la ocasión como si no, porque seguiría queriendo tener ese vinculo con él y poder regodearse de ello si _____ hubiera estado mintiendo al decir que ya no lo quería.
Se había distraído de la cuestión principal. Amanda estaba casada. Tanto si había sido por decisión propia como si no, ya no viviría más con ella, así que por fin podría ser ella misma. Debería ser un día de celebración. Sin duda. Era una lástima que hubiera tantas otras emociones que obstaculizaran su alegría.
—Siento haberme perdido la boda —dijo, y devolvió su atención a Kathleen.
—No te perdiste gran cosa. No fue lo que se dice una boda típica.
—Aún así, supongo que debería haber asistido en lugar de quedarme para cuidar unos músculos doloridos —insistió _____—. Después de todo, es mi hermana.
—Dudo que hubiera agradecido tu presencia, cielo.
Eso era cierto. Se le olvidaba que Amanda se había casado por fuerza, de modo que le habría molestado que ______ presenciara la ceremonia.
Por suerte, la camarera llegó para decirle qué había para cenar y no tuvo que hacer ningún comentario más sobre la boda. Por desgracia, la pareja infelizmente casada también llegó.
—¿Os importa si nos sentamos con vosotros? —preguntó Spencer mientras se acomodaba junto a NICK y tiraba de una silla de la mesa contigua para Amanda.
—Sí —contestó NICK sin rodeos.
—Lástima —dijo Spencer con una sonrisa tensa.
—¿No deberíais estar celebrando la noche de bodas? —especuló NICK, recostado—. ¿En privado?
—Eso ya lo hicimos ayer, ¿recuerdas? ¿O acaso me perdí la pretendida causa de la farsa que ha tenido lugar hoy?
Las palabras eran muy amargas, pero el tono no. _____ tuvo la impresión de que a Spencer no le disgustaba demasiado su nuevo estado marital. Era probable que si le habían tenido que obligar, hubiera sido porque Amanda le había enojado. Era algo que hacia con facilidad.
—Se cosecha lo que... —comenzó a decir NICK.
—Ahórrate el sermón, gracias —le interrumpió Spencer—. Pero quiero preguntar algo a Red. ¿De verdad me habrías disparado y habrías salpicado de sangre a todos los presentes, me habrías visto gritar y lo habrías vuelto a hacer si me hubiera seguido negando a cooperar?
—No llevas un rancho como yo si sientes aprensión cuando hay que disparar, Spencer. Sí, lo habría hecho. Y ahora deja que sea yo quién pregunte: ¿De veras creías que podrías seguir toda la vida arruinando la reputación de muchachas decentes sin tener que pagar por ello? Puede que el padre de Clare Johnson no tuviera agallas para pedirte cuentas, pero yo, sí.
—Detesto recordártelo, Red de verdad, pero la reputación de tu sobrina ya estaba arruinada.
—Bueno, eso lo sabemos todos. Y también que iba camino del altar antes de que tú te entrometieras.
—Tienes razón —Spencer rió, y luego dirigió su atención a ____. Como si no la hubiera visto hasta ese momento, dijo—: Vaya, vaya. La oruga salió por fin del capullo.
_____ no pudo evitar el rubor que él deseaba provocarle. Detestaba ser el centro de atención. Y Amanda no soportaba que lo fuera, de modo que su réplica no la sorprendió.
—Tenía miedo de competir conmigo —explicó Amanda—. Sabía que no tenía ninguna posibilidad. Pero ahora que el campo está libre, cree que puede seguirme los pasos.
—Pareces celosa, querida. —Spencer sorprendió con sus palabras a todo el mundo—. No es necesario. Sigues siendo más hermosa que ella.
—La belleza está en los ojos de quien mira —intervino NICK y, luego, añadió con ironía—: menos mal que Spencer es medio ciego.
Amanda farfulló indignada. Red intentó contener la risa. Spencer ni siquiera eso, y soltó una carcajada. _____ se quedó mirando a NICK, sin saber muy bien por qué había acudido en su auxilio, a no ser que sólo fuera una excusa para meterse con Spencer, que le había robado a Amanda. Eso era lo más probable, ya que desde el principio había notado que se caían mal.
Pero a Amanda no le gustó ser el blanco de una broma, y se volvió enfadada hacia NICK.
—Si hay alguien ciego aquí, ése...
—¿Por qué no recuerdas nuestra charla, querida? —la interrumpió Spencer—: Cuidado con esa lengua.
Amanda cerró la boca y se recostó con el ceño fruncido. _____ no se lo podía creer. Spencer había logrado ejercer cierta clase de control sobre su hermana. ¿Con amenazas? ¿O prometiéndole lo que quería? En cualquier caso, era sorprendente verlo. Ni siquiera su padre había tenido ese tipo de influencia sobre Amanda.
Y Spencer no podía haber sido más oportuno. _____ sabía muy bien lo que Amanda iba a revelar, por puro rencor. Ahora que estaba casada, le molestaba ver cómo ____ disfrutaba del grupo de pretendientes que debería ser suyo, y tenía los medios de imponer a su hermana un matrimonio. Por supuesto, nadie la creería a estas alturas, ni siquiera nick.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 4:53 pm



Capítulo 44



_____ no iba a volver al rancho Twisting Barb a caballo hasta que no le desaparecieran todos los dolores. Tampoco serviría una carreta, ni un carruaje, caso de que Spencer estuviera dispuesto a dejarlas de nuevo el suyo. Ambos transportes traqueteaban demasiado en los caminos de tierra. De modo que no estaba preparada para regresar el día siguiente, cuando Kathleen planeaba dirigirse a casa.
Su tía estuvo de acuerdo y lo arregló para que se alojara con el pastor y su familia. No había ninguna posibilidad de que se quedara con su recién casada hermana, aunque Amanda no hubiera vivido sobre una cantina.
_____ tenía que hacer muchas compras en Trenton, además de acudir a varias citas con una costurera para renovarse por completo el guardarropa. Todavía le quedaba dinero del viaje para pagar la mayoría de lo que necesitaba, pero su tía sugirió que esperara antes de gastarlo hasta que tuvieran noticias del abogado. Kathleen había enviado un telegrama a Albert Bridges para informarle de que se precisaban más fondos para cubrir las necesidades de ______, así como comunicarle el matrimonio de Amanda. _____ no podía obtener aún el grueso de su herencia, pero sí que podía disponer de ella para financiar sus gastos diarios. Kathleen no tenía que cubrir todas sus necesidades.
De hecho, se divirtió comprando y eligiendo diseños y materiales bonitos para sus vestidos. Hacia demasiado tiempo que no había encargado más que prendas ramplonas y feas, y cada vez había tenido una sensación de carencia, de resentimiento y, sobre todo, de desánimo. Lo había hecho por decisión propia, por necesidad a su modo de ver, pero no había sido divertido. Por fin, aquellos tiempos habían terminado.
Kathleen iba volver para recogerla la semana siguiente. La respuesta del abogado, cuando llegara, iría primero a manos de ______ para que ésta supiera cuándo se habían transferido los fondos al banco de Trenton. Hasta entonces, tenía que ser prudente, y se había limitado a elegir y a indicar a la costurera que esperara a empezar a trabajar hasta que llegara el dinero para pagarle.
Durante esa semana en el pueblo consiguió evitar encontrarse con Amanda. Su hermana no salía demasiado de su nuevo hogar, y _____ había oído que se lo pasaba muy bien por las noches en la cantina, como si fuese una especie de anfitriona del local. No tenía ni idea de si Amanda y Spencer se llevaban bien y, a pesar de su curiosidad, no haría una visita a Amanda para averiguarlo.
Claro que Amanda tampoco admitiría ningún problema si lo tuviera. En todo caso, aparentaría que su matrimonio había sido idea suya y que estaba contenta con él. Había corrido el rumor de que Spencer había bajado corriendo las escaleras mientras Amanda le lanzaba un jarrón, y que el resto de ese día había evitado a su esposa. Pero se había tratado de un incidente aislado. En su mayoría, ponían al mal tiempo buena cara en su matrimonio a punta de rifle.
La respuesta de Albert Bridges tardaba en llegar. Eso no preocupó a _____. Tal vez estuviera fuera de la ciudad y ni siquiera hubiera recibido aún el telegrama de Kathleen. Pero el viernes seguía sin tener noticias, y Kathleen iba a llegar al día siguiente para llevar a _____ de vuelta al rancho sin que hubiera logrado nada durante su semana en el pueblo, aparte de la compra de algunos materiales de pintura y de unas cuantas blusas de confección. Era probable que Amanda también se estuviera impacientando. Hasta que Albert no reconociera su matrimonio, no recibiría su herencia.
Su carta arribó unos treinta minutos antes de la hora de llegada prevista de Kathleen el sábado. Fue algo inesperado. Para recibirla entonces y por correo ordinario, Albert tendría que haberla enviado antes de que el telegrama de Kathleen obrara en su poder. Y el sobre era voluminoso, por lo que no sería una breve nota para enterarse de cómo les iba a las chicas.
Eso despertó la curiosidad de _____, pero la carta iba dirigida a Kathleen, de modo que no tenía derecho a abrirla. Puede que sólo fuera alguna formalidad legal o documentos que tenía que firmar, nada por lo que inquietarse. Se la quitó de la cabeza y empezó a recoger sus pertenencias en la casa del pastor, porque pasaría otra vez la noche en el hotel con su tía.
Kathleen llegó a la hora prevista. Y con ella, la mayoría de los peones del rancho, que iban a pasar su noche del sábado en el pueblo. nICK también había ido con algunos de los vaqueros de los Kinkaid por el mismo motivo. ____ había esperado no volver a verlo ahora que ya no trabajaba para su tía. No era que no soportara su presencia, sino que simplemente no quería. Y temía que pudiera prestarle atención a ella ahora que Amanda ya no estaba libre. No deseaba tener que manejar esa situación, ni explicarle por qué ya no lo quería. No lo quería. De verdad que no.
Quería un hombre que fuera suyo, sí, pero no quería ser plato de segunda mesa de ninguno. Todavía le dolía que Amanda hubiera ganado al final. Todavía le dolía que NICK ni siquiera supiera que había hecho el amor con ella.
Y no lo sabría nunca, a no ser que Amanda se tomara la molestia de confesar sus mentiras, lo que era bastante improbable. _____ no iba a decírselo a estas alturas, por supuesto. Podía haber intentado contarle la verdad si se hubiera visto obligado a casarse con Amanda, pero ahora que ése ya no era el caso, no tenía motivo para hacerlo, y sí muchos para no hacerlo. Principalmente, no quería que pensara que tenía la obligación de casarse con ella, ni que su tía tuviera que imponer otra boda a punta de rifle, porque ella no lo aceptaría.
—Me han dicho que no hubo respuesta telegráfica —dijo Kathleen cuando fue a la casa del pastor a recoger a ______—. Todo el pueblo lo sabe porque Eddy me lo gritó cuando bajaba por la calle.
_____ sonrió. Debía de costar mantener en privado los asuntos personales en un pueblo tan amigable, en que los mensajes se transmitían a gritos, y las últimas noticias y las habladurías podían oírse en todas las tiendas y las cantinas.
—Puede que por eso me entregaran esto hace un rato —contestó ____ a la vez que le daba la carta—. Ya que la mayoría del pueblo sabía que llegarías hoy.
—Sí —corroboró Kathleen, y apenas echó un vistazo a la carta antes de meterla en la alforja—. Suelen guardarme el correo en el pueblo si llega justo antes del fin de semana y me lo entregan el lunes si no aparezco. ¿Estás lista, cielo? NICK nos ha ofrecido la casa de los Kinkaid en el pueblo para que nos alojemos esta noche. Se ha detenido en ella para avisar al personal.
¿Estaba dispuesta a dormir en su casa o a volverlo a ver? No. Pero se limitó a asentir y a despedirse de la familia con la que había pasado la semana.
Montó en el mismo caballo que su tía hasta la casa de los Kinkaid, que estaba en el otro extremo del pueblo. Kathleen la dejó donde la costurera con el consejo de que le pidiera que empezará a trabajar en parte de su encargo, y quedaron que se reuniría después con ella en la tienda de al lado.
Encontró a Kathleen en uno de los bancos frente a la tienda leyendo la carta de Albert. No la interrumpió, sino que se limitó a sentarse a su lado y a sonreír a la gente que pasaba y la saludaba con el sombrero. Era un pueblo muy amigable, con una población predominantemente masculina, donde todo el mundo se conocía, de modo que se identificaba con facilidad a cualquier forastero.
Aunque no había escasez de mujeres, las que vivían allí ya estaban casadas en su mayoría. Lo que podría ser el motivo de que ______ hubiese recibido cuatro proposiciones de matrimonio durante su breve estancia y de que otros nueve hombres se hubieran presentado en casa del pastor con alguna que otra excusa para pasar algo de tiempo con ella.
Encontrar marido en Trenton sería mucho más fácil de lo que había creído. Pero en la actualidad no deseaba empezar a buscar. Lo que era culpa de NICK. Todas las emociones que no debería sentir entonces eran culpa suya. Y no parecía poder sacudirse de encima la rabia, o la decepción. Maldita sea.
Cuando por fin volvió a mirar a su tía, se la encontró con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados. No parecía cansada, más bien, daba la impresión de no querer enfrentarse a lo que acababa de leer.
—¿Pasa algo? —preguntó _____, vacilante.
—Depende de cómo te lo mires. Desde un punto de vista tejano, no. Aquí la gente se las arregla bien sin demasiado dinero y, de todos modos, nadie espera que una mujer lo tenga. Aquí los hombres no se casan con una mujer por su fortuna.
—Hay algún problema con la herencia de mi padre, ¿verdad? —____ se había quedado inmóvil.
Kathleen suspiró y abrió los ojos. Miró a ______ con una mueca.
—Podrías decirlo así. Parece que murió en la ruina.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 4:59 pm



Capítulo 45



_______ era ahora quien tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados. Se le había hecho un nudo en la boca del estómago al pasar tan deprisa de ser una rica heredera a ser pobre. Sin el menor aviso. Y es que no había habido ninguno. Su padre había actuado como de costumbre antes de emprender el último viaje. Sin duda habría habido alguna señal si hubiera perdido toda su riqueza.
—No dejes que eso te deprima, cielo. Aquí las cosas son muy distintas. Los hombres que quieran casarse contigo, te querrán a ti, no el dinero que podrías aportar al matrimonio.
—Eso lo entiendo, tía Kathleen. Lo que no entiendo es cómo mi padre pudo perder todo su dinero. Según su testamento, era rico, poseía muchos negocios y más propiedades de explotación, mucho más de lo que Amanda y yo sabíamos siquiera, y tenía además una importante cuenta bancaria.
—Ya lo sé, y todo eso era cierto, sin duda, cuando redactó el testamento. Era muy próspero en ese momento. Pero, al parecer, el último par de años contrajo demasiadas obligaciones financieras. Demasiadas mejoras de sus propiedades sin esperar a amortizarlas. Demasiadas compras con las que estaba seguro de obtener beneficios al venderlas, pero que no vendió. Parece que tenía previsto un periodo de expansión, pero no lo extendió a lo largo del tiempo suficiente. Empezó a vender con grandes pérdidas sólo para cubrir costes y, cuando aún no conseguía recuperar normalmente sus inversiones, comenzó, además, a solicitar préstamos.
—Pero nunca nos lo dijo.
—Claro que no. Todavía debía creer que podría recuperarse, y puede que fuera por esa razón que no actualizó nunca su testamento para reflejar todos estos cambios. El último viaje de negocios que hizo fue precisamente para pedir más dinero prestado.
—Entonces ¿todavía puede salvarse su patrimonio? —preguntO _____ esperanzada.
—Por desgracia, no. —Kathleen suspiró—. No queda nada que salvar. Cuando murió, hubo que venderlo todo para liquidar las deudas.
______ todavía no conseguía digerir la noticia. Era una sorpresa demasiado grande. En las semanas anteriores a su muerte, su padre se había ocupado de sus cosas como de costumbre, sin parecer preocupado, descontento o enfadado porque las cosas no le fueran bien.
Recordó una ampliación, cuando construyó una nueva zapatería, y ella y Amanda habían ido a la inauguración. Se había pasado semanas alardeando de que el negocio estaba en auge. No recordaba que hubiera mencionado ninguna otra mejora.
—¿No habría tenido Albert Bridges algún presentimiento al respecto? —preguntó _____—. ¿Por qué no nos advirtió?
—Oh, él lo sabía —dijo Kathleen, indignada—. El muy bastardo no tuvo agallas para decíroslo antes de que os marcharais de Haverhill. Bueno, menciona no querer lidiar con el histrionismo de Amanda, lo que supongo que es comprensible. Está todo en la carta, cielo. Esperaba que estuvierais bien instaladas aquí, conmigo, antes de tener que daros la noticia.
—¿Y el dinero que nos dio para el viaje?
—Era suyo. Un pequeño sacrificio a cambio de su cobardía. Son palabras suyas. Adelante, léela.
______ lo hizo. La carta no era en realidad demasiado larga. El grosor se debía a la contabilidad que se incluida de todas las propiedades que se habían vendido, de todas las deudas que se habían saldado. Su casa había sido lo último en ponerse a la venta, subastada a un precio ridículamente bajo para satisfacer a los últimos acreedores que quedaban.
—Tendré que cancelar el encargo que acabo de hacer a la costurera —admitió ____.
—No digas tonterías —replicó Kathleen, que puso los ojos en blanco—. No nos vamos a arruinar por unos cuantos vestidos. Y NICK ha dado un giro a mis finanzas con la ayuda que me ha prestado. Además, me ha conseguido bastantes contratos pequeños de venta de ganado en condados cercanos que no exigirán traslados importantes de reses. Desde el punto de vista económico, estoy como antes de que Frank muriese, y pronto la situación será aún mejor gracias a NICK._____ no comentó nada al respecto, ya que no le apetecía oír más lo bueno que era NICK Kinkaid. Ya sabía lo maravilloso que era. Si no, sus emociones no se habrían complicado tanto. Pero no quería oírlo.
—Y no es que carezcas de dinero para gastos personales —prosiguió Kathleen, pragmática—. O incluso de un medio para ganar dinero, en realidad.
—¿Quieres decir ponerme a trabajar? Sí, supongo que podría, aunque tendría que quedarme en...
—No, no. —Kathleen rió—. Me refiero a que puedes vender algunos de tus cuadros, si lo deseas. Lo creas o no, este pueblo anhela cosas así. Los pocos que Orvil, el propietario de la tienda, consigue transportar hasta aquí están prácticamente vendidos antes de que los descarguen. Por eso tiene materiales de pintura. Espera que alguien del pueblo se interese por esta afición y produzca algo que pueda venderse.
—¿Por eso estuvo tan contento de enseñarme dónde guardaba los materiales? —____ sonrió.
—Sin duda. ¿Te sientes algo mejor ahora?
De hecho, sí. No es que contara con su herencia para nada en particular. Sólo que estaba acostumbrada a estar rodeada de riqueza y no había esperado nunca quedarse sin ella. Tendría que empezar a pensar que no podía permitirse todo lo que pudiera necesitar, pero iría enfrentándose a ello a medida que ocurriera.
—Me adaptaré —afirmó—. Pero dudo que Amanda pueda.
Kathleen gimió al recordar a su sobrina, ya que no había caído en la cuenta.
—No, ha concedido demasiada importancia a su herencia —coincidió—. Aunque sólo Dios sabe por qué.
—Porque contaba con que le serviría para comprar un marido que la tratara como hacía papá.
—¿Te refieres a dejarle hacer lo que le parezca?
—Sí.
—Pero ya está casada —dijo Kathleen, pues le pareció prudente remarcarlo.
—No, si ella no se considera casada —replicó _____—. Por lo que sabemos, ya podría estar pensando en divorciarse.
—¿No la has visto desde esa noche en la cena? —preguntó Kathleen.
—No, he procurado evitarla.
—Pero Spencer tendría que aceptar el divorcio. —Kathleen fruncía el ceño.
—Amanda sabrá lograr que no piense en otra cosa, créeme. Pero eso es lo que podía tener planeado. Ahora se lo tendrá que replantear. No le gustará. No le gustará no tener otras opciones, tener que apañárselas con lo que ya tiene.
—Bueno, por lo menos ya está casada, y Spencer no es lo que se dice pobre. Tampoco es lo que se dice poco agraciado. Está en mejor situación de lo que cree.
—Ella no opinará así —advirtió _____.
—Lo sé —gimió de nuevo Kathleen—. Me parece que encargaré que le entreguen la carta depuse de que tú y yo nos hayamos ido del pueblo mañana. No tenemos por qué presenciar su histrionismo cuando se entere.
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Un hombre para mi (Nick y tu) - Página 5 Empty Re: Un hombre para mi (Nick y tu)

Mensaje por tefisasias Vie 16 Dic 2011, 6:39 am






Capítulo 46



Kathleen sólo estaba bromeando cuando dijo que entregaría la carta de Albert Bridges a Amanda después de que ______ y ella se hubiesen ido del pueblo. Su tía no era tan cobarde como había resultado ser Albert. Envió una invitación a la pareja recién casada para que cenara con ellos en casa de Nick esa noche. Pero, curiosamente, ambos rehusaron.
No tan curiosamente, en realidad. La noche del sábado era la mejor de todas para la cantina Not Here. Y lo cierto era que Amanda empezaba a ser la atracción principal del local, aunque no en cuanto a la diversión. Bueno, eso dependía de cómo se viera. Por el mero hecho de tener la lengua mordaz y venenosa había sido responsable de que toda la semana hubiera habido clientela superior a la habitual. Y sólo por hacer lo que se le daba mejor: insultar a los admiradores que no le interesaban.
Por asombroso que pareciese, los tejanos encontraban sus insultos divertidos. No importaba que supieran que era una mujer casada, los hombres seguían rodeándola, coqueteando con ella, haciendo lo imposible por captar su atención, escuchando todas sus palabras. Y nadie se ofendía cuando hería a algún vaquero en lo más vivo. La gente se partía de risa, incluso los hombres insultados consideraban un halago que se hubiese fijado en ellos.
Amanda se había adaptado de maravilla a esta vida nocturna subida de tono. Y, al decir de todos, se lo pasaba muy bien siendo la reina del local. Spencer lo consideraba un gran beneficio para el negocio, de modo que no se quejaba.
______ se maravillo al oír todo esto esa noche, durante la cena. Kathleen había ido de visitas esa tarde para enterarse de las últimas habladurías, así que no le sorprendió que tuvieran que cenar solos.
—No es la clase de vida que hubiera deseado para una de mis sobrinas, pero en el caso de Amanda, parece ser la clase de ambiente en el que puede desenvolverse mejor.
—Sí, pero me pregunto si ya se ha percatado de ello o si sigue dedicando sus energías a volver a «casa» —contestó _____.
Nick no había hablado demasiado aún. Ni siquiera había arqueado una ceja con la noticia de la herencia perdida. Claro que su herencia no tenía nada que ver con él, ahora que Amanda no podía ser suya. Aunque es probable que el dinero no le hubiese interesado nunca, ya que él era el heredero del rancho más importante de la zona.
Esa noche parecía algo distraído. ¿Tendría todavía el corazón roto? Puede. No iba a mostrarle compasión. Él tampoco se la estaba mostrando por su reciente pérdida.
—Iré a la cantina por la mañana, al salir de la iglesia, antes de marcharnos —indicó Kathleen.
—Todavía estarán durmiendo —comentó Nick.
—Pues tendrán que despertarse —contestó Kathleen—. Detesto dar malas noticias, pero en este caso no tengo demasiada elección.
—¿Quieres que me encargue yo? —sugirió Nick.
«Sí, claro, no desaprovecharás la oportunidad de volver a ver a Amanda», pensó _____, indignada. Kathleen considero incluso la oferta, pero sacudió la cabeza.
—No, es responsabilidad mía. —Y, luego, sonrió—. Iré con el tiempo justo para decir lo que hay que decir si no quiero salir después del anochecer. De este modo me evitaré buena parte del berrinche.
Lo cierto es que no hubo berrinche. Al principio, Amanda se tomó la noticia a broma. De acuerdo, apenas estaba despierta cuando la oyó. Pero cuando Kathleen aseguró que era verdad, se quedó tan conmocionada que apenas dijo nada más.
______ tenía dudas acerca de la conmoción de su hermana, ya que era típico que Amanda hiciera caso omiso de las cosas que no le gustaban. Era mucho más probable que se negara a creer que había perdido su herencia.
Kathleen dejó la carta a Spencer. Él se encargaría de que su esposa entendiera sus consecuencias, si quería tomarse la molestia.
Pero debió de explicarle la situación a Amanda, porque la llevó a Twisting Barb al día siguiente. Y la palabra «berrinche» no serviría para describir la «viva» reacción de Amanda.
Stuart y Nick también estaban en el rancho. Stuart se llevaba mucho mejor con Red desde la barbacoa y había ido esa tarde para decirle que en unos días se iría de viaje a Chicago. De hecho, había ido a cenar, ya que podía haber enviado a unos de sus hombres con el mensaje. Aunque ya no conducía el ganado hasta Chicago, se desplazaba a esa cuidad una vez al año para agasajar a los compradores. ______ supuso que Nick habría querido acompañarlo para dar una vuelta.
Estaban todos en el porche disfrutando del ocaso cuando Amanda y Spencer llegaron. Y, antes de haber bajado siquiera del todo del carruaje con la carta de Albert apretujada en la mano, Amanda chillaba a Kathleen:
—¡Es una sarta de mentiras!
_____ no pudo evitar suspirar. Se preguntó si alguien se daría cuenta si se marchaba sin que la vieran, cenaba pronto y se iba a dormir. No le apetecía nada tener que escuchar la incredulidad airada de su hermana. Claro que seguramente tendría que cerrar todas las ventanas de su habitación para no oírla. Amanda podía armar mucho escándalo.
—Siéntate Amanda —dijo Kathleen, que intentó así inyectar una pizca de calma—. Comprendemos tu incredulidad. A mí también me pareció increíble que Mortimer pudiera tomar tantas malas decisiones una tras otra.
—Entonces no tendrías que haber aceptado estas tonterías sin...
—¿Pruebas? —la interrumpió Kathleen, que aún trataba de conseguir la calma—. Las tienes en la mano. Se incluía una contabilidad detallada, ¿o no la leíste?
—¿Te refieres a estas cuentas falsificadas? —resopló Amanda—. No me estás escuchando, tai Kathleen. No estoy aquí porque me niegue a creer lo que esta carta da a entender. Estoy aquí porque sé que no es cierto. Dios mío, ¿crees que papá no hablaba nunca conmigo? Era a mí a quien contaba todos sus éxitos, tanto si quería oírlos como si no.
—Puede; pero ¿te habló alguna vez de sus fracasos? —contestó Kathleen—. ¿O se los callaba, demasiado avergonzado para que nadie supiera de ellos?
—Sigues sin escucharme —insistió Amanda—. Sus negocios estaban en auge. Eran rentables. No había costes ocultos que le fueran minando el patrimonio.
—Demasiadas mejoras pueden endeudar a cualquiera. Hizo demasiado en poco tiempo.
—¡No es verdad! —exclamó Amanda—. Ahí es donde está tu error. De haberlo conocido como crees, sabrías que estaba demasiado contento con sus beneficios para desperdiciarlos en mejorar las condiciones de trabajo de sus empleados. Pero hacia años que no lo veías, claro. ¿Cómo podrías saberlo? —concluyó Amanda con desdén.
—Me refería a los datos aportados —contestó Kathleen con rigidez.
—Yo te estoy proporcionando los datos. Si a sus empleados no les gustaba dónde trabajaban, podían irse a trabajar a otra parte. Se lo había oído decir cientos de veces. Hasta ______ se lo había oído decir. Y, por qué no, cuando había gente haciendo cola para trabajar para él porque pagaba muy bien, no porque proporcionara unas condiciones de trabajo ideales. En los últimos años, sólo abrió una zapatería nueva, y eso fue sólo porque al otro lado de la ciudad se había instalado un nuevo zapatero y papá no iba a dejar que le robara ninguno de sus clientes de toda la vida. Además, hasta esa tienda era próspera.
Kathleen debió de tener por fin ciertas dudas, porque se volvió hacia _____ para obtener su confirmación. ______ detestaba estar de acuerdo con su hermana en algo, pero en este caso se vio obligada a asentir.
—Es cierto que lo había dicho muchas veces —comentó—. Pagaba muy bien a sus empleados y, por eso, no le importaba si se quejaban de que sus tiendas fueran viejas y tuvieran corrientes de aire. Su filosofía era que la gente siempre necesitaría comprar zapatos, independientemente de adónde tuviera que ir a comprarlos. Tampoco recuerdo que mejora ninguna de sus zapaterías, aunque no lo habría notado porque no solía ir a esa parte de la cuidad.
—Yo sí —añadió Amanda—. Y estaban igual que siempre.
—Hubo también compras de propiedades que no dieron los resultados esperados —indicó Kathleen—. Y pidió muchos préstamos para compensarlo.
—¿Por qué tendría que pedir dinero prestado? Tenía más de setecientos mil dólares en el banco. Pero si te refieres a las propiedades relacionadas en esta contabilidad, resulta que conozco por lo menos una, el hotel Owl Roost, que papá nunca compró. —Amanda había levantado la carta que sostenía en la mano para dar énfasis a sus palabras—. Iba a hacerlo. Y Albert lo habría sabido. Después de todo, era su abogado. Pero alguien hizo una oferta superior y papá no estaba dispuesto a aumentar la suya. Era en una ciudad que no recibía demasiados visitantes, y aunque era un buen negocio al precio inicial, no lo era al posterior. Papá no compraba propiedades para especular...
—Tiene razón —la interrumpió _____ con un grito ahogado al recordarlo—. Ahora recuerdo el incidente. Papá se rió sobre ello durante la cena. Dijo que alguien quería montarse en su carro hacia el éxito, pero que sólo se estaba suicidando porque pagaba demasiado en lugar de encontrar buenos negocios. Al parecer, no era la primera vez que un comprador anónimo trataba de conseguir una de las propiedades en las que él estaba interesado. Unos meses después se felicitaba porque le comprador tonto seguía con lo mismo, y papá había empezado a mostrar interés en propiedades que sabía no eran un buen negocio, sólo para contribuir a que esa persona se cavara su propia tumba. Papá podía ser así de vengativo, siempre que no tuviera que rascarse el bolsillo.
Kathleen la miraba incrédula. _____ tampoco daba crédito a medida que caía en la cuenta de todas las implicaciones. Amanda les lanzó una mirada triunfante. Pero, por supuesto, eso no le bastaba.
—Os lo había dicho —tuvo que añadir.
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