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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 6:53 am

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Un hombre para mi (Nick y tu) - Página 4 Empty Re: Un hombre para mi (Nick y tu)

Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 7:20 am


Capítulo 19



Red empezaba a bajar las escaleras para atender a sus otros invitados cuando comenzó el ruido. Se volvió, regresó a la habitación de sus sobrinas y se encontró con la doncella, que salía. Al verla, Ella Mae sacudió la cabeza.
—Es mejor que no se meta, señora —le advirtió—. Tendrían que haberlo hecho mucho antes. Será más fácil vivir con ellas después.
Red se mordió un labio. No costaba descifrar qué quería decir la sirvienta. El ruido era muy evidente, lo que le hacía difícil no intervenir.
—Pero ¿no se lastimarán?
—No más que dos gatos en un callejón. No saben pelear de verdad. Unos cuantos arañazos, quizás un cardenal, y mucho revolcones. No es la primera vez, señora.
—Entiendo.
Red no supo qué más decir, pero no lo entendía en absoluto. Quienes se peleaban al otro lado de la puerta no eran criaturas, eran mujeres adultas. Y aunque lo que había ocurrido frente a la casa dejaba claro que sus sobrinas, o una de ellas, al menos, iba a ser un problema, hasta entonces no había imaginado hasta qué punto.
Su hermano tenía toda la culpa. Sabía que Mortimer no sería un buen padre como no había sido un buen hermano. La clase de favoritismo que había ejercido desde su infancia no era normal. Había elegido a su hermana gemela para que fuera su fiel compañera, y ambos prestaban a Red la misma atención que si estuviese muerta, calvo cuando querían restregarle por las narices que no la admitían nunca en su pequeño círculo. Había crecido con ello, había odiado a su hermano por ello y había visto como volvía a suceder cuando nacieron sus hijas.
Fue la razón principal para que Red deseare irse de Haverhill, y para que se casase con Frank Dunn, que planeaba montar un rancho en el Oeste. No lo amaba. Había sido un medio para lograr un fin. Imaginó que trasladarse al Oeste la llevaría lo bastante lejos de su hermano para permitirse algo de paz y felicidad. Y así había sido. No tuvo más contacto con Mortimer y su familia. No quería tenerlo.
Había usado a Frank. No había una forma más suave de decirlo. Pero le había compensado siendo una buena esposa. No tuvo queja de ella y no la culpó por no darle ningún hijo. De hecho, no podía hacerlo porque un médico había dado a entender que la culpa era de Frank y no suya. Después de eso, Frank se había sentido algo culpable por no haberle dado hijos, pero la vida era así y la suya juntos había sido buena hasta su muerte.
Bueno, en realidad, más que buena, confortable. Y aunque otro hombre era capaz de acelerarle el corazón, sólo ella lo sabía.
Su corazón se había acelerado mucho la noche anterior cuando Stuart se había presentado y más o menos invitado él mismo a cenar. Pero había logrado superar la velada sin hacer el ridículo, cuando menos, no demasiado.
Red había soltado alguna que otra risita, lo que rara vez hacía. Había estado mucho más tímida. Y no se había sonrojado tanto desde que era joven. Pero nunca antes había estado a solas con Stuart. Siempre que lo había visto, había gente delante.
No había esperado que fuera a ser distinto la noche anterior cuando lo había invitado a él y a sus hombres a cenar mientras esperaban que llegara Nick. Pero no sabía que sus hombres no comían nunca con él, y que sólo él estaría sentado en el comedor cuando ella llegó para cenar, y empezó a portarse como una colegiala.
Sin embargo, lo más probable era que Stuart hubiera pensado que aquella conducta extraña obedecía a la culpa que sentía ella por haber alejado a su hijo los últimos tres meses sin que él se enterara, cuando todo el mundo sabía que lo estaba buscando. Stuart, por lo menos, no le hizo ningún comentario. Y no dio muestras de que lo hubiera decepcionado cuando le explicó por qué Nick estaba en su casa. De hecho, la regañó un poco por no haberle pedido ayuda cuando la necesitaba.
Había ofrecido a Stuart que durmiera en su casa cuando resultó evidente que Nick no iba a aparecer esa noche. Sus hombres se instalaron en el barracón, pero no cabía duda de que el ranchero más importante del condado no podía pasar la noche allí. Con él al otro lado del pasillo no había pegado ojo, claro. Y a la hora del desayuno se había esfumado aposta. No lo había vuelto a ver hasta que la sirvienta había ido a decirle que las chicas estaban llegando.
Y menuda sorpresa eran.
Eran gemelas, si bien no era probable que la gente se percatara de ello de inmediato. Recordaba que, de pequeñas, eran idénticas y era difícil distinguirlas. Pero ya no.
_____, pobre, había tenido que presentarse. A primera vista, Red la había tomado por una sirvienta. Pero enseguida se había dado cuenta de su error al examinarla mejor. Tenía un aspecto muy extraño con aquellas gafas; era una lástima que tuviera que llevarlas.
Amanda, en cambio era tan linda como cabía esperar. Ya de pequeñas, resultaba evidente que sus sobrinas serían unas bellezas, y en el caso de Amanda, había sido así. Su conducta, en cierto modo también era la esperada: el resultado de estar consentida sin remedio. Era asombroso lo mucho que se parecía a la hermana de Red. Y exactamente por lo que Red se había ido de casa. Se había negado a presenciar cómo el favoritismo de su hermano dividía a sus hijas como hizo con sus hermanas.
No había estado allí para verlo, pero era evidente que había ocurrido como ella había imaginado. Lo poco que había visto hasta aquel momento lo decía todo. Amanda se había convertido en una bruja malcriada. ______ se había convertido en una timorata sumisa. Bueno, tal vez no. Una timorata no solía pelearse como una tigresa...

Abajo, Stuart se partía de risa. Lo había hecho desde el tercer estrépito procedente del piso superior. El primero había sido sólo sorprendente, el segundo había sido curioso, pero el tercero era sin duda de una reyerta, y cada ruido posterior le provocaba otra carcajada.
Nick sabía muy bien qué divertía tanto a Stuart. Puede que la elegida de su padre para él no tuviera demasiadas luces, pero era linda y tranquila. Mientras que la mujer por la que él manifestaba interés estaba arriba rompiendo muebles y Dios sabía qué más, y podía gritar lo bastante fuerte para hacer saltar las vigas.
—Lo siento por la fea— comentó Stuart cuando recuperó el aliento.
—Sí, ya se nota— contestó Nick con sequedad, y después se sintió obligado a añadir—: Y ______ no es fea, sólo es ciega como un topo.
—Como sea, no podrá resistir mucho rato. La otra tiene muy mal genio. Lo vi por el modo en que golpeó esa puerta.
—¿Te sientes obligado a insultar a Amanda de ese modo sólo porque podría estar interesado por ella?— preguntó Nick con el ceño fruncido.
—¿La estaba insultando?— replicó Stuart con inocencia.
Nick dirigió una mirada de indignación a su padre, lo que le arrancó otra carcajada. Y aunque era posible que Stuart sólo quisiera chincharle, sus comentarios le habían preocupado. La solterona no le caía bien, pero tampoco quería que le hicieran daño.
Sin pensarlo más, se dirigió hacia las escaleras. Stuart lo llamó.
—Se requieren agallas para poner fin a una pelea entre mujeres. Una vez vi cómo las dos atacaban al hombre que lo intentaba. Casi le arrancaron los ojos.
¿Se suponía que eso iba a detenerlo? ¿En especial cuando Stuart reía de nuevo? Pero Red, que bajaba las escaleras entonces, le impidió pasar.
—No te entrometas— dijo al ver su mirada resuelta—. Me han dicho que es normal.
—¿Quién te lo dijo?
—Su doncella. Está arriba vigilando la puerta. Parece creer que las dos están de mejor humor después de desahogarse de este modo.
Red todavía parecía aturdida. Le rodeó los hombros con un brazo en un gesto comprensivo. Debía de estar pasándolo mal. Seguro que había esperado algo muy distinto. Trató de relativizarle la situación.

—Seguramente la sirvienta tiene razón. Ha sido un viaje terrible para ellas: asaltaron su tren, atracaron su diligencia, apareció un hombre en plena noche para intentar llevarme a mi casa a punta de revólver. Una cosa tras otra desde que su barco atracó, y proceden de una ciudad tranquila del Este donde nunca ocurre gran cosa. Cualquiera explotaría.
—No tienes que justificarlas.— Lo miró con curiosidad.
—Ya lo sé. Sólo intentaba que me sonara mejor a mí— contestó Nick.
Red lo contempló enojada, lo que hizo que se sonrojara un poco, Se suponía que quería consolarla a ella, no sentirse mejor él.
Los dos observaron más o menos a la vez que el ruido había cesado detrás de ellos. No del todo. Las chicas se estaban hablando. No se distinguía qué decían, pero eso significaba que ninguna de las dos estaba muerta.
—Hazte un favor, Red— comentó Nick muy en serio a su amiga—. Cásalas pronto y quítatelas de encima. Te lo aconsejo.
—¿Y piensas ayudarme a lograrlo?— le contestó Red con una sonrisa.
—Si sólo necesitaba desahogarse un poco, y si empieza a portarse como una dama que debería ser, puede que sí.
—¿Hablas en singular? No importa, me lo puedo imaginar.— Lo miró con tristeza y suspiró—. Esperemos que tengas razón.
Se preguntó por qué Red parecía triste de repente, pero prefirió no averiguarlo. Quizá fuera sólo su reacción en general ante aquel reencuentro con sus sobrinas. ¿Y quién podría culparla por estar tan decepcionada?
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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 8:58 am


Capítulo 20



En casa, ______ no se había detenido nunca a pensar en el ruido que Amanda y ella hacían cuando se atacaban mutuamente. Iban con cuidado de mantener esas peleas en privado. Y, como nadie había hecho nunca ningún comentario al respecto, había supuesto que nadie lo sabía.
La pelea de hoy no había podido evitarse. Casi había estallado en público, en el porche. Pero Amanda había entrado en razón y había esperado a que estuvieran solas.
Gracias a Dios, les habían dado habitaciones separadas. A pesar de todo, Amanda no se había quedado en la que le correspondía y las había seguido cuando su tía mostraba a ______ la suya. ______ supo entonces qué ocurriría, y estaba preparada. Ella Mae también lo sabía, y para impedirlo no se marchó cuando Kathleen lo hizo. Pero Amanda le pidió que saliera. Y en cuanto cerró la puerta, se abalanzó sobre ______.
Fue una de sus peleas más violentas. Las dos terminaron con mechones de pelo en las manos, piel bajo las uñas, marcas de dientes y un montón de cardenales. Aun así, y aunque pareciera mentira, ni una sola señal les estropeaba después la cara. Era casi una norma tácita entre ambas que las caras estaban prohibidas. Todos los demás cardenales podían ocultarse, pero las marcar faciales evidenciarían sus indignas refriegas. Además, arañar una cara era como arañar la otra cuando ambas eran idénticas.
No hubo ganadora. Rara vez la había. Sus peleas terminaban cuando ambas estaban agotadas, y como tenían similares condiciones físicas, solían agotarse más o menos a la vez. Ésta no fue distinta, y bastante pronto se fue reduciendo a insultos verbales, como ocurría casi siempre.
—Podrías, al menos, haber esperado a que nuestra tía te conociera un poco mejor antes de mostrarle lo bruja que puedes ser— dijo ______ mientras se subía a la cama.
—¿Por qué?— replicó Amanda, que se había dirigido directamente al espejo más cercano a examinarse la cara—. No pienso quedarme aquí el tiempo suficiente para conocerla nada.
—¿Y adónde irás?
—A casa, por supuesto.
—¿Con un marido a la zaga? ¿De veras crees que encontrarás aquí a alguien que se case contigo tan deprisa?
—No seas tonta— exclamó Amanda, vuelta hacia _______—. Aquí no hay nadie digno de mí.
—¿Entonces vas a renunciar a tu herencia?— concluyó _____.
—Mira que eres burra a veces, ____*. No, no he venido hasta aquí para renunciar a nada. La tía Kathleen estará contentísima de enviarnos de vuelta a casa, y con su consentimiento por adelantado para cualquier hombre con el que quiera casarme.
—¿Tantos dolores de cabeza piensas darle?
—Si es necesario— susurró Amanda.
______ sacudió la cabeza. No le sorprendería. Amanda pocas veces hacía las cosas sin un motivo.
—Por más que me gustaría verte marchar, no te engañes, algunas personas se toman en serio sus deberes, ____**.
—No me llames así. Amanda es mucho más sofisticado que ese apodo infantil.
—Pero te viene como anillo al dedo, hermanita del alma.
—¿Cómo tus intentos infantiles de ocultar que somos gemelas? ¿Esa clase de anillo?
______ sonrió cuando los labios de Amanda se torcieron de cólera. Había tardado muchos años en tener la piel lo bastante curtida para que los insultos de su hermana no le afectaran. Daba una impresión de indiferencia. Y se desquitaba lo mejor posible. Mientras no hubiera nadie más implicado, mientras fueran sólo las dos, ya no se dejaba intimidar. ____ sólo se echaba para atrás cuando alguien más corría el riesgo de atraer el despiadado interés de Amanda.
—¿Quieres volver a tener competencia?— contestó ____ con una mirada fingida de sorpresa—. ¿Ya no soportas ser el centro de atención? Caramba, pues por qué no lo habías dicho...
—Oh, cállate.
_______ debería sentirse un poco mejor, por haber ganado la ronda verbal en todo caso. Amanda se marchó enfadada. ___--- se recostó para esperar el baño prometido. Y sólo podía pensar en si Amanda habría oído cómo le presentaban a Stuart Kincaid.
Si era así, habría quitado a Nick de la lista de “empleados” y lo habría trasladado a la de “pendientes de recibir una herencia”. Y se propondría cautivarlo, atraerlo y amarrarle las emociones con un estrecho nudo que jamás soltaría. No porque lo quisiera, sino porque podía. Porque le encantaba manipular así a los hombres. Era algo que se le daba muy bien.
Por si eso no fuera preocupación suficiente, cuando bajó más tarde, _____ descubrió casi de inmediato que el altercado con su hermana no había pasado desapercibido, o más bien, sin ser oído. Su tía fue la primera en preguntarle si estaba bien. Podría haber pensado que se refería a su estado físico general tras el viaje si no hubiera sido porque parecía demasiado preocupada. Y, luego, Nick le preguntó discretamente lo mismo, y parecía igual de preocupado.
Para entonces se sentía tan violenta que estaba dispuesta a salir corriendo escaleras arriba y no volver a bajar nunca. Pero llegó el padre de Nick, que estaba fuera, y la miró de arriba abajo.
—Vaya, que me aspen— exclamó—. ¿Así que ganó usted? Bien hecho, jovencita.
Comprendió, avergonzada, que su suposición se basaba en la falta de cardenales visibles. No podía imaginar de dónde sacó el coraje para contestarle.
—No ganó nadie— aseguró.
—Es una lástima— se quejó Stuart, y añadió con brusquedad—: La próxima vez, gane. Eso hace que los cardenales merezcan la pena.
Rió. Medio histérica, pero aun así, rió. Y sintió que su vergüenza se desvanecía.
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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 9:09 am



Capítulo 21



_____ empezaba a percatarse de que en Tejas la gente podía ver las cosas de modo distinto que en el Este. Si se había avergonzado antes era sobre todo porque en Haverhill hasta los criados habrían desdeñado una conducta tan poco propia de una dama en dos jóvenes distinguidas. La gente de su edad se habría escandalizado. Su padre la habría regañado mucho y mimado a Amanda hasta que se sintiera mejor. Todo eso impedía a las chicas airear sus diferencias en público, lo que, a veces, ponía a prueba su paciencia al límite.
Pero aquí era muy distinto. En dos de los pueblos por los que había pasado, habían visto hombres que se peleaban en la calle. En uno, acababa de terminar un tiroteo. Aunque, con la abundancia de ladrones que había en la zona, no era extraño que la gente decente sucumbiera a sus instintos básicos. Si tenías diferencias, las resolvías con los puños o las armas. Bueno, por lo menos los hombres. Y, al parecer, las mujeres también podían hacerlo sin que se arquearan demasiadas cejas.
______ puso en orden estas ideas mientras escuchaba cómo Nick y su padre “se ponían al día”; no se veían desde hacía meses. Y Kathleen se había incorporado a los comentarios sobre los cuatreros, un atraco a un banco que había ocurrido a menos de setenta kilómetros, un tiroteo entre dos de los peones de Stuart, al que ambos sobrevivieron pero que les costó el empleo, y un ladrón de caballos al que una partida había llevado a la horca antes de que lo juzgaran.
Le fascinaba ver que a su tía todas esas cosas no le impresionaban en absoluto. Claro que Kathleen era una sorpresa en muchos sentidos.
No era tan vieja como ______ esperaba. Cuando menos, no lo parecía. Tenía el cabello tan pelirrojo como siempre. Lo llevaba recogido en una trenza. La blusa blanca y la sencilla falda marrón que vestía carecían de cualquier adorno. No lucía ninguna joya, ni siquiera una alianza que indicara que era viuda. Pero tenía una sonrisa maravillosa. ¿Quién necesitaba encaje y volantes con una sonrisa como aquella?.
Con su piel bronceada y su atuendo sencillo no iba nada a la moda, si bien era, de todos modos, una mujer atractiva. Bien formada, además, y de aspecto saludable. Kathleen, divertida, franca y relajada, porque Amanda todavía no había aparecido para crear tensiones, era una mujer con la que apetecía estar. _____ sintió alivio al ver que ya le gustaba muchísimo.
Sorprendentemente, volvieron a surgir tensiones sin la ayuda de Amanda cuando Spencer Evans llegó como había prometido a recoger el carruaje prestado, y tan tarde que Kathleen se vio obligada a invitarlo a cenar, así como a que se quedase a dormir. Ya no le restaban habitaciones vacías, dado que Stuart iba a pasar también esa noche allí, y las chicas y su doncella ocupaban habitaciones separadas.
—El barracón será perfecto, Red— aseguró Spencer mientras se ponía cómo en uno de los sofás.
A ______ le molestó que éste llamara Red a su tía. Poco importó que oyera después hacer lo mismo a Nick, y que comprendiera que era el apodo de Kathleen. El desenvuelto Spencer le cayó mal de inmediato porque era muy evidente que a Nick no le gustaba.
Kathleen era, sin embargo, una anfitriona gentil, a pesar de no conocer demasiado a Spencer. Stuart lo trataba como a un viejo amigo, pero pronto averiguaría que él trataba así a todo el mundo a no ser que le dieran motivos para no hacerlo. Nick apenas le dirigía la palabra, y viceversa, lo que tal vez fuera una suerte. La tensión entre ellos dos era palpable.
Y, si bien _____ solía agradecer que no le prestaran atención, como hacía Spencer, le resultaba bastante insultante que la ignorara de un modo tan rotundo, como si en realidad no la viera. La mayoría de los hombres la miraban, aunque apartaban los ojos de ella enseguida, pero Spencer se empeñaba en evitar dirigirle la mirada ni siquiera una vez.
Por suerte, Kathleen no había intentado presentarlos, después de que Spencer afirmara de inmediato que había conocido el día antes a su sobrina. Sobrina, no sobrinas. Pero Kathleen supuso que se refería a la que estaba presente. Aunque para ______ era evidente que había querido decir aquella cuya presencia estaba esperando ansioso.
Amanda bajó bastante tarde, tanto que Kathleen ya no podía posponer más la cena (la cocinera había enviado tres veces a su hija Rita con miradas y movimientos de cabeza que indicaban el comedor). Kathleen, nerviosa porque no estaba acostumbrada a tener tanta compañía ni a hacerla esperar cuando unos aromas tan apetitosos flotaban por la casa, condujo a todo el mundo al comedor.
Como era de esperar, por lo menos para _____, Amanda llegó en cuanto todos estuvieron sentados. Después de todo, las entradas majestuosas eran su punto fuerte, y le encantaba hacer esperar a la gente. Ella creía que merecía la pena esperarla. Por desgracia, la mayoría de los hombres coincidía con ella, y los presentes no eran ninguna excepción.
No podía negarse que Amanda lucía excepcionalmente bella. Llevaba los cabellos recién lavados y muy bien peinados. Ella Mae había tendido mucho tiempo para planchar uno de sus vestidos más bonitos. Y había dormido casi toda la tarde.
En cualquier caso, era todo sonrisas cuando anunció:
—Lamento haberles hecho esperar, caballeros. Pero comprenderán que tras un viaje tan horrendo, necesitaba un poco de descanso extra.
Spencer y Nick se habían levantado de golpe con una ridícula expresión de fascinación en la cara. Hasta Stuart se quedó algo boquiabierto al contemplar la maravilla que tenía delante. Sólo ____ observó cómo había excluido deliberadamente a su tía del saludo. Bueno, puede que Kathleen también se percatase de ello.
Amanda se dedicó entonces a atender a sus admiradores en el comedor. Estaba de lo más encantadora, lo que significaba que había decidido cautivar a todos lo hombres presentes, incluido el padre de Nick. Seguro que le parecería divertido que padre e hijo pelearan por ella.
Pero le aguardaba una sorpresa. Puede que Stuart admirara su belleza un momento, sin embargo, no pasó mucho rato antes de que fuera evidente que le interesaba más la comida que una mocosa lo bastante joven como para ser su hija.
_____ estaba cerca de él y le oyó susurrar a Kathleen:
—¿Te enfadarías si sobornara a tu cocinera para que se fuera a trabajar a mi casa, Red?
—Ya lo creo que sí.
—Ayer por la noche creí que había tenido suerte.— Frunció el ceño, aunque era obvio que estaba bromeando—. Pero hoy ya no puedo negarlo: pocas veces he comido mejor. ¿Seguro que te enfadarías?.
— No le puedes robar la cocinera a una mujer, sobre todo cuando esa mujer no sabe cocinar.
— Entonces supongo que tendré que venir aquí más a menudo —comentó tras una carcajada al oír su advertencia—. Espero que no te importe la compañía.
— En absoluto. Puedes venir siempre que quieras.
_____ se percató del rubor de su tía más o menos a la vez que comprendió que Stuart le gustaba. No sabía si él sería consciente de ello o no. Los signos eran sutiles, pero ahí estaban: el rubor de su tía cuando no se había dicho nada que lo provocara, las miradas encubiertas cuando creía que nadie la veía.
Dios mío, _____ esperaba que lo que sentía por Nick no fuera tan evidente. Puede que lo fuera, pero como nadie le prestaba atención, nadie, excepto Ella Mae, podría averiguarlo. Ella también se sonrojaba a menudo y sin motivo alguno, salvo por el hecho de que estaba sentada junto a Nick a la mesa.
Las rodillas les chocaban. Se daban codazos. ____ susurró disculpas cada vez, incluso cuando no era culpa suya. Pero él no parecía oírla de lo muy ocupado que estaba escuchando cada palabra que salía de los labios de Amanda. Le pisó un pie aposta. Con fuerza. ______ ni siquiera se dio cuenta de eso.
Cuando se servía el postre, Nick le dijo en un aparte:
—Si no supiera la poca coordinación que tiene, creería que me estaba atacando. ¿Por qué rayos se pone colorada? Sólo quería provocarla un poco.
Los hombres no la provocaban. No era la clase de mujer a la que nadie se sintiera cómoda provocando. Y, además, le había estado atacando porque era evidente que estaba haciendo el ridículo respecto a Amanda.
Se ahorró la contestación porque Amanda se percató de que había perdido la atención de Nick un momento y, como de costumbre, le dirigió el comentario siguiente para recuperarla. Algo que molestó mucho a Spencer, que había intentado captar la atención de Amanda en exclusiva. A él sí lo había conquistado.
Spencer había hablado de su cantina. A _____ el nombre le pareció extraño y se lo mencionó a Kathleen, que estaba sentada a su izquierda.
—¿Lo he oído bien? ¿Su local se llama de verdad Not Here?
—Sí— respondió Red.
—Pero eso significa “aquí no”. ¿No te parece un nombre extraño para una cantina?
—No más que otros. Aquí cuando se trata de poner nombres a las cosas, cuando más estrambótico mejor parece la idea.
—Ahora que lo dices— admitió _____—, supongo que he visto unos cuantos letreros más extraños aún durante el viaje, tanto que no podía imaginar qué clase de negocio anunciaban.
—En este caso —asintió Kathleen—, se había llamado No Tea Here. Descriptivo, al indicar que nos se servía té, aunque nada extraordinario. Creo que el viejo Evans sólo quería asegurarse de que los clientes no se confundieran sobre la clase de local que regentaba. Pero con los años una o dos letras se gastaron, la E y la A para ser exactos, y cuando pasó un pintor por el pueblo y recibió el encargo de pintar el letrero de nuevo, bebió demasiado antes de empezar a trabajar, y se marchó antes de que el señor Evans viera la obra terminada. Pero colgó el letrero nuevo de todas formas hasta poder encontrar a otro pintor.
—Lo que no ocurrió nunca —concluyó _____.
—Oh, pasaron más pintores por el pueblo. Uno de ellos hasta se estableció en él y sigue aquí. Sin embargo, para entonces la gente se había acostumbrado a Not Here. Resulta que incluso hay una lápida en el cementerio a nombre de un tal Andy con una alusión bastante divertida al Not Here. Habría sido una lástima cambiarlo después de que hubiera un consenso tan general.
—Sí, eso inmortalizaría el nombre, ¿verdad? —sonrió ____-.
—No es que nadie supiera quien era Andy —comentó Nick desde el otro lado—. Sólo era un desgraciado que iba de paso y se murió en la cantina cuando acababan de colgar el nuevo letrero. Entonces, al viejo Evans le tomaban el pelo por lo del nombre, y el marmolista local decidió sumarse a la broma con esa inscripción.
_____- volvió a sonrojarse. ¿Estaba escuchando su conversación en lugar de la de Amanda? En realidad, no era tan extraño si se paraba a pensarlo. Amanda podía embelesar a los hombres, pero lo hacía con su belleza, no con una personalidad brillante o una conversación interesante. Su conversación solía enseguida volverse aburrida ya que se centraba en sí misma
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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 9:21 am

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Capítulo 22




_____ recibió el nuevo día con una agradable sensación de optimismo. El sol brillaba con fuerza. Hasta el dormitorio le llegaba el olor a panecillos recién hechos. Le gustaba la casa donde iba a vivir y la habitación que se le había asignado. Era bastante grande, con muchas ventanas que ofrecían brisas suaves, y se hallaba en una esquina, con un lado que daba al barracón, a la cuadra y al jardín trasero de la casa, y el otro con una vista clara y panorámica hasta donde alcanzaba la vista.
Si encontraba los útiles correspondientes en Trenton, podría volver a pintar. Había espacio para un caballete, y mucha luz. Había abandonado ese pasatiempo placentero hacía varios años, cuando quiso colgar su mejor cuadro en el salón y su padre se había reído de la idea, para empezar después a menospreciar su talento, igual que Amanda. No había vuelto a tomar un pincel.
Pero ahora sólo estaba su hermana para burlarse de sus intentos y esperaba que no fuera así por mucho más tiempo. Tanto si Amanda lograba lo que deseaba y podía regresar a casa con el consentimiento de Kathleen para casarse con quien quisiera, como si aceptaba la primera propuesta de matrimonio que recibiera y arrastraba a su marido a casa con ella, ______ sospechaba que sería pronto, ya que Amanda no perdía el tiempo una vez había decidido algo. Lo que explicaba gran parte de su optimismo.
______ sabía que se acercaba el momento de dejar de alterar su aspecto natural y de empezar a llevar una vida normal. Eso era motivo de entusiasmo. Estaba muy cansada de aparentar, y de tener que insultar a los hombres para que la esquivaran. Había quemado todas las naves en casa y conseguido que todos los buenos partidos la despreciaran. Pero ahora podría empezar desde cero, si Amanda se marchaba lo antes posible.
Allí sólo había un hombre que la despreciara hasta entonces, y esperaba poder mantenerlo así. Era una lástima que resultara ser el único hombre que le había acelerado el pulso en toda su vida. Sin embargo, el resto de su optimismo guardaba relación con él. Podría entenderlo si se lo explicaba todo. Podrían empezar de nuevo, sin más pretensiones de por medio, siempre que Amanda no decidiera usarlo como medio para volver a casa.
Que estuviera entonces fascinado por Amanda no era el escollo gigantesco que parecía. La mayoría de los hombres jóvenes lo estaban hasta que se mostraba tal como era en realidad. Nick no parecía haber sucumbido aún por completo al hechizo de Amanda, ya que había podido prestarle atención a ella dos veces durante la cena de la noche anterior. Incluso la había provocado, o eso había dicho. Así que tal vez no había logrado que la despreciara del todo.
Todo ello pensaba _____ mientras se vestía para bajar, y no eran sino esperanzas pero, aun así, se sentía muy optimista. De hecho no podía recordar la última vez que había estado de tan buen humor.
Puede que hubiera estado más preocupada por su recibimiento de lo que había creído. Después de todo, Kathleen era hermana de Mortimer. Podría haber sido como él. Pero no lo era. En absoluto. Y todos los temores de _____ se habían desvanecido con la calurosa acogida que había recibido.
El gran comedor estaba vacío cuando llegó. Encontró la cocina, pero en ella sólo halló a Consuela, la cocinera: una mujer corpulenta de mediana edad a la que evidentemente le gustaba comer lo que cocinaba. Consuela era de ascendencia mexicana, pero había nacido y se había criado en Tejas, así que tenía el mismo acento perezoso que _____ había estado oyendo desde su llegada.
Consuela puso a _____ un plato lleno de comida en las manos sin el menor comentario; más comida de la que podía tomar de una solo sentada. Aun así, se sentó a la mesa de trabajo y procuró comerse buena parte.
—¿Llego tarde?
—Depende de lo que piense hacer —contestó la cocinera encogiéndose de hombros—. Si quiere desayunar con Red, tendrá que levantarse al amanecer. Aquí la jornada empieza pronto; estamos en un rancho de trabajo. Pero no tenemos horarios para las comidas. Sirvo a Red cuando se levanta y cuando viene hacia mediodía, si viene. No lo hace siempre. Y de nuevo al anochecer. Hay comida disponible en cualquier momento del día, así que venga a servirse cuando le apetezca.
La mujer parecía un poco avergonzada tras decir todo aquello. ______ supuso que no estaría acostumbrada a hablar tanto, o a que otra persona, a parte de Kathleen o de su hija Rita, le invadiera la cocina.
—Gracias —______ sonrió—. Trataré de levantarme antes para poder desayunar con mi tía. Creo que eso me gustará.
La mujer le devolvió la sonrisa. ______ tuvo la sensación de haber dicho lo correcto y de que acababan de aceptarla como miembro de la casa.
Amanda seguía durmiendo, por supuesto. Para ella era normal pasar doce horas en la cama, estuviera o no dormida. Lo llamaba “descansar para estar bella”. _____ imaginó que Stuart se habría ido ya a casa y que Spencer se habría marchado o se levantaría tarde debido a los horarios que tenía como propietario de una cantina. _______, al parecer, estaba haciendo lo que fuera que hacía para Kathleen, así que no esperaba verlo ese día.
Después de desayunar, salió. Empezaba a hacer calor; sin embargo, el tiempo era seco y soplaba una brisa agradable por el rancho que impedía que fuera demasiado incómodo… aún.
Una nube de polvo en el horizonte indicaba que alguien cabalgaba hacia el rancho. Esperaba que fuera Kathleen, pero cuando el caballo estuvo más cerca, vio que era uno de los peones. Esperó cerca de la cuadra, aunque el hombre no se dirigía hacia allí, sino directamente hacía el barracón, situado cerca. Al verla, la saludó con el sombrero, incluso le dedicó una sonrisa amable al pasar.
La sonrisa la animó a dirigirse a él y a presentarse antes de que desapareciera en el interior del barracón. No solía ser tan atrevida, pero iba a vivir allí y no quería aislarse de las demás personas que había en el rancho.
—Buenos días —saludó al peón cuando desmontaba—. Me llamo ______ Laton.
Él la miró de nuevo y esperó a que lo alcanzara.
—Lonny Judson —contestó—. Soy el capataz de Red, o pronto lo seré. Nick me está enseñando el trabajo.
Era un joven atractivo de unos veinticinco años, con los cabellos rubios y los ojos verdes. Llevaba una barba corta de un tono más oscuro que el pelo. Seguramente creía que le hacía parecer mayor y, con ello, más capaz para el trabajo para el que se estaba preparando. No era sí, pero los pocos peones que había visto el día antes, cuando llegaron, eran mucho más jóvenes, más de su edad, de modo que tal vez no importar.
—Encantado de conocerle, Lonny. ¿Sabe si mi tía vendrá a almorzar a casa?.
—Lo dudo. Esta noche se extraviaron unas cuantas reses. Lleva toda la mañana recorriendo la pradera para encontrarlas.
_______ se llevó una decepción. Esperaba tener una larga charla con su tía para conocerla mejor.
—¿Es normal que el ganado desaparezca de ese modo? —preguntó a Lonny.
—Sí, aunque no suele ir lejos, a no ser que reciba ayuda.
—¿Ayuda?
—Cuatreros —respondió él.
—¿Cuatreros?
—Perdone. —Lonny rió—. No trato con demasiadas personas del Este que puedan desconocer algunas de las palabras que usamos aquí. Los cuatreros son ladrones de ganado, en especial cuando le cambian las marcas para intentar ocultarlo. Ha habido hombres que han montado ranchos con ganado robado, aunque en la actualidad la mayoría de los ladrones busca beneficios rápidos y conduce a los animales al sur para venderlos al otro lado de la frontera, en México.
—¿Roban ganado a mi tía a menudo? —preguntó ______ con el ceño fruncido.
—No, su rebaño no es lo bastante grande para ser objeto de esa clase de operación, como sí ocurre con la finca de los Kinkaid. Detecta que falta una vaca y sale a buscarla. Los ranchos grandes, como el que posee el padre de Nick, tienen demasiadas cabezas para que nadie se percate de si faltan cien aquí o allá, de modo que los cuatreros suelen concentrarse en ellos.
—Pero es ilegal, ¿no?
—Sí —sonrió Lonny—. Sólo que no se persigue con tanta dureza como el robo de caballos. Todo depende del ranchero. Red ignora la pérdida si cree que el robo de la res ha servido para alimentar a alguna familia hambrienta. Pero si atrapa a verdaderos cuatreros que le reducen el rebaño, los conduce enseguida al sheriff. No es un delito capital, pero puede costar una larga temporada en la cárcel, de modo que los cuatreros suelen estar desesperados por conseguir comida o ser bandidos habituales.
—Bueno, gracias por la información, señor Judson. Se lo agradezco.
—Llámeme Lonny, por favor. Aquí no nos andamos con formalidades.
—Muy bien, Lonny. Pero no me gustaría que mi tía se quedara sin almorzar. ¿Cree que…?
—Tenemos un cocinero en la pradera —la interrumpió—. Su tía irá a tomar algo antes de acabar el día. No se preocupe por eso, pero si quiere ir a reunirse con ella en la pradera, le puedo ensillar un caballo.
—No, es que… Sí que me gustaría, pero todavía no he aprendido a montar.
—Carl ya se ha ido en la carreta de los víveres; si no, podría haber ido con él. Si quiere, puedo llevarla a la grupa. Hoy el rebaño no está demasiado lejos.
—Me encantaría, gracias. —_______ esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
—Deme unos minutos para cambiarme de ropa —pidió Lonny, que se había sonrojado cuando ______ le sonrió—. Todavía voy mojado de haberme caído al río, porque se me ha ocurrido cruzarlo para comprobar si había huellas del ganado extraviado al otro lado. Si no me hubiera dado miedo pillar un resfriado, habría dejado que el sol acabara de secarme. —Alzó los ojos al cielo, totalmente despejado—. Y no tendrá que permanecer todo el día en la pradera. Podrá volver con Carl. Él no se queda demasiado rato después de servir el almuerzo.
—Me parece muy bien.
—Será mejor que se ponga un sombrero de ala ancha y algo de manga larga —asintió Lonny—. No quisiera ser el culpable de que la queme el sol.
—Lo de la manga larga no es ningún problema, pero o creo que mis sombreros tengan la clase de ala a la que se refiere. ¿Servirá una sombrilla?
—Puede que sí —rió Lonny—, pero también es probable que los muchachos se rían tanto que no puedan trabajar. Por aquí no vemos damas montadas a caballo con sombrilla. Alguna de las mujeres de la casa podrá dejarle un sombrero. La recogeré delante de la casa en cinco minutos.
______ accedió y salió corriendo a buscar algo que la protegiera del sol. Consuela tenía un sombrero que podía dejarle. Lo había visto antes en un colgador, en la puerta trasera de la cocina. Le venía demasiado grande, pero por hoy le serviría.
Le apetecía la salida, incluso, mientras se cambiaba deprisa de blusa, se puso un poco nerviosa al pensar que podría encontrarse con Nick en la pradera. Sería una buena distracción porque no tenía nada que hacer hasta que averiguara en qué ocuparse en el rancho. También quería hablar con su tía de eso.
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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 9:40 am



Capítulo 23



El rebaño estaba cerca, así que el trayecto no era demasiado largo: menos de kilómetro y medio. Mañana podría estar mucho más lejos. Lonny explicó a _____- que el ganado se desplazaba mucho, de un abrevadero a otro, hacia el río y luego en dirección contraria. Era una suerte que estuviera cerca porque _____ tuvo que ir a sentadillas a la grupa del caballo de Lonny, y la postura era precaria, incluso enervante.
Al aceptar la invitación de Lonny, no había tenido en cuenta los problemas que le causaría la falda larga. Él tampoco. Pero se resistió a excusarse por eso. Se habría sentido muy desilusionada si hubiera tenido que hacerlo, así que decidió arreglárselas.
______ se sorprendió al ver el rebaño de Kathleen. Había oído más de una vez que era pequeño en comparación con otros, pero diseminado así para pastar, le pareció que contenía una cantidad enorme de cabezas de ganado.
En medio de él, había un animal extraño que le llamó la atención.
—¿Qué es eso? —preguntó.
Lonny no sabía a qué se refería, así que ella se lo señaló.
—Es Rally. —El capataz rió—. No se ven demasiados bisontes por aquí; ya no quedan demasiadas manadas. Pero esa hembra llegó un invierno, seguramente extraviada, y decidió quedarse. El ganado lo tolera porque no causa problemas. Lleva aquí tanto tiempo que puede que esté convencida de que es uno de ellos.
_______ siguió observándolo. Aquella bisonte era casi el doble de grande que las demás reses. Y fea. No había mejor palabra para describirla. Bueno, era fea en un sentido majestuoso. No había visto nunca nada parecido y…
Ocurrió demasiado rápido. Estaba montada la mar de bien y, de repente, la arrastraban por el suelo. No debería haber quitado la mano de la espalda de Lonny para señalar al bisonte. Debería haber prestado atención y ver que iban a cruzar una pequeña zanja.
No era muy ancha, pero debió de parecérselo al caballo, que decidió saltar y desmontar a ______ al hacerlo. Al menos había podido agarrar el brazo de Lonny al caer, aunque eso no le impidió aterrizar en el suelo. Sin embargo, Lonny fue rápido y le agarró el antebrazo sin soltarla, así que aunque ya no estuviera sobre el caballo, no cayó por completo al suelo. Recorrió un trecho arrastrada mientras él intentaba detener al caballo, que empezó a describir círculos debido a su peso, sumado al de Lonny, el cual se inclinaba hacia ella para sujetarla mientras la acercaba a un costado del animal.
______ estaba de espaldas con las piernas estiradas, de modo que cuando el caballo por fin se detuvo, lo más fácil era dejarla llegar al suelo. Fácil para él, pero estar sentada junto a las patas de un caballo no daba a _______ la impresión de estar fuera de peligro. Pero no se puso de pie. Estaba demasiado aturdida. Tenía el brazo como si se lo hubieran sacado del hombro. El sombrero enorme que llevaba le había resbalado hacia delante y descolocado las gafas, que tenía torcidas a mitad de la nariz. Y tosía del polvo que había levantado al arrastrar las botas por el suelo.
—Vaya, ha ido de poco —exclamó Lonny mientras desmontaba, como si la hubiese sacado del apuro.
Había evitado que se diera un buen trompazo, pero aún así se había caído y se había asustado muchísimo, de modo que todavía no se sentía demasiado agradecida.
—Tal vez debería sacrificar a ese caballo —logró gruñir a duras penas—. Hoy nos ha desmontado a los dos. Lo más seguro es que ahora se crea que eso tiene gracia.
Unas carcajadas le llegaron del otro lado; por desgracia, las reconoció y notó cómo el color le subía a las mejillas.
—Iba a preguntarle si estaba bien —exclamó Nick, al tiempo que alargaba la mano para ayudarla a levantarse—, pero si puede decir algo así, supongo que lo está.
____-- no le agarró la mano, no enseguida. Había salido de la nada. Bueno, había oído vagamente que otro caballo se les acercaba a toda velocidad. Pero eso significaba que la había visto caer, así que su vergüenza era total. Ya creía que era de lo más torpe. No tenía que reafirmar esa impresión.
Dedicó un momento a ponerse bien las gafas y el sombrero antes de aceptar su mano. Y él la levantó de un tirón. Por suerte le había alargado la mano izquierda, porque todavía tenía el brazo derecho resentido y habría gritado si Nick hubiera tirado de él así de fuerte. El caso es que se le volvió a descolocar el sombrero, esta vez hacia tras. Se le enredó en el moño y se lo deshizo, no del todo, pero lo suficiente para que ya no le sujetara con fuerza los cabellos.
Estaba a punto de chillar en ese momento pero, finalmente, al mirar a Nick y ver la gracia que le hacía, logró contenerse.
—He admirado su bisonte demasiado rato —se excusó, un poco tensa.
—No es mío —contestó Nick, que se había echado hacia atrás el sombrero—. Es de Red. Su tía permitió a Rally quedarse. Si yo hubiera estado aquí entonces, la habría llevado a casa para cenar.
Lonny empezó a reír por el doble sentido de nick. Si no lo hubiera hecho, a _____ se le habría escapado.
—Es demasiado fea para comérsela —señaló.
Eso hizo que ambos hombres rieran de nuevo.
—No hace falta que sea bonita —explicó Lonny—. Pero los ganaderos prefieren el ganado. La carne de bisonte es demasiado dura. Y Nick sólo bromeaba. Protege a Rally tanto como Red. Cree que si ese animal ha sobrevivido hasta ahora, se merece vivir el resto de sus días en paz.
A _____ le pareció que ese sentimiento era admirable, pero no iba a decirlo. Seguía enfadada con Nick por haberse reído de ella.
—¿Qué hace aquí? —preguntó por fin Nick a Lonny.
—Ha venido a ver a Red. ¿Ha vuelto ya?
—No, pero ya sabes cómo es. No se dará por vencida hasta encontrar esas vacas. ¿No la estabas ayudando?
—Tuve que cambiarme de ropa después de que una rama que flotaba en el río asustara a mi caballo y éste me tirara —aclaró Lonny, colorado por la mirada que le dirigía Nick—. Iré a dar otra vuelta.
______ se encontró de repente a solas con Nick. Había peones cerca, unos trabajaban con el ganado y otros estaban sentados alrededor de una hoguera, pero ninguno estaba lo bastante próximo para evitar que se sintiera a solas con él.
Estaba nerviosa, y ahora ya no sólo por la caída.
—¿Qué hacen? —preguntó para intentar que Nick le quitara los ojos de encima.
—Están marcando algunas de las terneras nuevas —contestó tras mirar en la dirección que ella había indicado con la cabeza.
—¿Puedo ir a verlo?
—Si soporta la peste.
______ arrugó la nariz. No había relacionado de inmediato el hecho de marcas las reses con chamuscar el pelo y la piel de los animales.
—No importa. Debería volver al rancho ya que mi tía no está aquí. ¿Llegará pronto el cocinero con la carreta? Lonny mencionó que podía volver en ella.
—Carl ya se ha ido. Llegó pronto, nos preparó una olla de chile con carne y se marchó para comprar queso fresco a unos de los granjeros de la zona.
—Supongo que podría volver andando-_______ dirigió la mirada en dirección al rancho con el ceño fruncido—. La casa no está demasiado lejos.
—¿Prefiere caminar más de un kilómetro a pedir que la lleve? —Nick sorprendido, arqueó una ceja.
La respuesta era que sí, pero no iba a crear una situación violenta diciéndolo. Por lo menos tenía una excusa para evitar un contacto tan estrecho con él, que sería superior a sus fuerzas. Estar así de cerca ya era bastante malo porque le recordaba el beso que dos noches atrás…
—Prefiero esperar un poco antes de subirme a otro caballo —admitió.
Nick sonrió, apaciguado.
—Montar a horcajadas detrás del jinete que lleva las riendas es una cosa, pero hacerlo a sentadillas es estar buscando caerse, como ha visto —explicó—. La mejor forma de aprender que un caballo no es tan peligroso como debe de pensar ahora es volver a montar uno de inmediato. La sentaré delante. Será imposible que caiga de entre mis brazos.
No esperó a que se negara de nuevo. Montó, acercó el caballo a ella y alargó la mano. ______ la observó, mientras se mordía un poco el labio. Sabía que tenía agallas para volver a montar. El problema no era ése. Lo que la asustaba eran sus propios deseos. Pero se imaginó caminando por la pradera, a través de cactus y matorrales, seguida de Nick que, a caballo, se reía de su supuesta cobardía, de modo que le agarró la mano para subirse a lomos del animal.
Nick la situó entre el arzón de la silla y él. Iban muy juntos. Lo sentía demasiado cerca: la pierna, sobre la que reposar las suyas, el pecho y los brazos que la rodeaban.
—Relájese —soltó, divertido por su rigidez—. No muerdo. Y no será mucho rato.
Salieron a galope. En realidad, era un movimiento fluido que no le hacía dar demasiados tumbos. Pero sólo podía pensar en él. Tenía el corazón acelerado, y no era por la cabalgada. Sabía muy bien que no volvería a caerse.
Nick la rodeaba con los brazos por ambos lados, uno tras la espalda y el otro por delante. La sujetaba con fuerza, seguramente para darle sensación de seguridad. En cierto momento, agitó las riendas y le rozó los senos con el brazo. Casi gritó y espero que él no se hubiera dado cuenta de lo que había hecho, o de lo que le estaba haciendo a sus deseos recién descubiertos.
—¿Le gusta estar aquí, ahora que ya está instalada? —le preguntó Nick.
—Me encanta —admitió, agradecida por la distracción—. Claro que hay pocas cosas de esta parte del país que no me gusten.
—¿De verdad?
Detectó asombro en su tono, lo que no era extraño. Había oído muchas quejas de Amanda, y lo más probable era que pensara que ella opinaba lo mismo pero que no lo manifestaba tanto.
—Sí, de verdad —contestó _______—. La geste es muy amable. Bueno, al margen del componente ilegal. Y el paisaje es espléndido. Los espacios abiertos son muy distintos de los del Este, y las puestas de sol son tan hermosas que me dejan sin habla.
—De acuerdo, la creo —soltó con una carcajada—. ¿Debo deducir que se lleva bien con Red?
—¿Cómo iba a ser si no? Es tan maravillosa como me dijo. Me ha hecho sentir en casa, como si siempre hubiese vivido con ella.
Nick había conseguido distraerla tanto que llegaron al rancho sin que se diera cuenta. Pero, en lugar de desmontar, el brazo de Nick le rodeó con fuerza la cintura para bajarla del caballo. A pesar de que se agachó al hacerlo, terminó rozándole el tórax y el pecho con el brazo antes de que tuviera de nuevo lo pies en el suelo. _____ insp-iró a fondo y el pulso se le aceleró de nuevo, al tiempo que sus pensamientos se dispersaban y notaba un cosquilleo en el vientre…
De repente se encontró en el suelo, junto al porche, y oyó que Nick le decía:
—Está ridícula con ese sombrero.
Era lo que necesitaba oír par que sus ideas y sus sentidos volvieran a la normalidad.
—Gracias por comentármelo —exclamó, indignada—. Habría usado una sombrilla, pero Lonny también dijo que estaría ridícula con ella. De hecho, no utilizó esas palabras. Él lo dijo de una forma más amable.
—Era broma —comentó Nick.
—Sí, seguro —contestó, y lanzó el sombrero al suelo lo más lejos que pudo.
Intentó ignorar las carcajadas de Nick mientras entraba muy tiesa en la casa. Peor aún, casi chocó con Spencer y Amanda, que salían del comedor.
Corrió escaleras arriba para no encontrárselos, pero no sin oír antes un aspaviento de Amanda.
—¿Tienes que marcharte tan pronto? —preguntó Amanda a Spencer.
—Ya me he quedado más de lo que debería, corazón. Pero no podía irme sin volver a verte.
______- se detuvo en lo alto de las escaleras para observar cómo se dirigían del brazo hacia la puerta principal. Parecían tomarse demasiadas confianzas para conocerse desde hacía tan poco, pero Amanda prescindía a veces de las formalidades cuando favorecía a alguien. Y Spencer era un candidato ideal para los favores de su hermana. Era atractivo y cortés, y era propietario. El hecho de que tuviera familia en el Este haría, asimismo, que Amanda lo considerara adecuado para casarse con él y llevárselo a casa si le fallaba el primer plan y no lograba exasperar lo suficiente a su tía para que la enviara a Haverhill con la herencia en las manos.
Tras ver su comportamiento la noche anterior, ______ no tenía ninguna duda de que Spencer estaba interesado por su hermana. Y hoy se había quedado para tener la oportunidad de ver a Amanda otra vez. Ahora tendría que cabalgar rápido para llegar al pueblo antes del anochecer, y tendría que dejar el carruaje en el rancho. Se olvidaba así de su excusa para ir hasta allí. Pero lo principal era que estaba claro que a Amanda le gustaba. Si se planteara casarse con él…
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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 12:18 pm

n él…


Capítulo 24



______ estaba sentada en una de las mecedoras del porche y observaba asombrada uno de los ocasos más extraordinarios que había visto. Durante el viaje había presenciado unos cuantos bonitos, pero ninguno podía compararse con la espectacular puesta de sol de ese día. Lo que había empezado de color rosa y pasado a naranja se había convertido en rojo vivo y cubría por completo el horizonte. Incluso el tamaño del sol, antes de desaparecer del todo, había sido el más grande que había visto nunca.
Sabía que su tía estaba en casa y que debería entrar para reunirse con ella, pero se resistía a perderse ni siquiera un momento de aquel ocaso. Así que se alegró cuando la puerta se abrió y, al volverse, vio que su tía se reunía con ella.
—Estas aquí —dijo Kathleen, y se sentó en la mecedora que había a su lado.
—¿Te puedo llamar tía Kathleen? —preguntó ______, vacilante—. Sé que tus amigos te llaman Red, pero tía Red me resulta extraño.
—Puedes llamarme como quieras, cielo. Aquí no somos nada ceremoniosos.
—Ya me he dado cuenta. De hecho, me gusta. No me retrasaré para la cena, ¿verdad?
—No, en absoluto. En todo caso, hoy cenaremos tarde —suspiró Kathleen.
Cuando había abierto la puerta, tenía el ceño fruncido y una expresión muy cansada. Se había sacudido ambas cosas de encima por un momento al ver a ______ allí y la había saludado con una sonrisa, pero volvía a parecer agotada.
—¿Pasa algo? —preguntó ______ casi con miedo; porque conocía los planes de su hermana.
—No —empezó a negar Kathleen pero, acto seguido, suspiró de nuevo—. Bueno, sí. Consuela acaba de echarme un rapapolvo. Me temo que tu hermana no le cae bien. Y mi sirvienta se niega a limpiarle la habitación, se niega a acercarse a ella, de hecho. He tardado treinta minutos en calmarla, y casi otros tantos en convencer a Consuela de que subiera una bandeja a Amanda, como tu hermana ha pedido, porque al parecer no quiere comer con nosotros esta noche. Por eso cenaremos tarde.
_____ se recostó en la silla y suspiró a su vez.
—No suelo dar explicaciones, pero eres de la familia, además de nuestra tutora, así que tienes derecho a saber algunas cosas sobre nosotras. En primer lugar, Amanda y yo no nos llevamos bien. Nunca lo hemos hecho y nunca lo haremos. Supongo que lo deducirías al oír ayer nuestra pelea. Me ha amargado la vida desde que tengo uso de razón.
—Porque era la preferida de Mortimer.
—Sí, y casi siempre me lo ha restregado por las narices a lo largo de mi vida. ¿Cómo lo...? —______ empezó la pregunta, pero se detuvo—. Da lo mismo. Estabas allí cuando éramos pequeñas y seguramente lo viste por ti misma.
—Ésa fue la razón principal de que me largara lo antes posible, cielo. No quería veros crecer con el mismo resentimiento que hubo entre mi hermana y yo.
—¿Tienes una hermana? —______ se mostró sorprendida.
—La tenía —la corrigió Kathleen—. Murió cuando teníamos catorce años. Éramos gemelas, y ella era la preferida de Mortimer, que sólo tenía dos años más que nosotras. Los tres deberíamos haber estado muy unidos. Pero ninguno de ellos parecía poder compartir sus sentimientos con más de una persona a la vez. Pronto establecieron una relación muy estrecha. Eran inseparables, lo hacían todo juntos y siempre me excluían. Y como en tu caso, me lo restregaban por las narices. No eran muy amables.
—Lo siento.
—No, soy yo quien lo siente, porque tenía miedo de que vivieras lo mismo con Mortimer, sólo que en una relación de padre a hija, y parece que fue así. No fue culpa tuya, por supuesto. Espero que no creyeras nunca que lo era.
—No. Bueno, puede que durante un año o dos, cuando era pequeña —admitió _____—. Mi madre me ayudó a superarlo. Siempre podía contar con ella, hasta que murió. Recuerdo que una vez me habló sobre grandes y pequeños corazones, y me contó que no todo el mundo tenía la suerte de tener uno grande donde cupiera mucha gente. Me aseguró que el mío lo era y que, por ello, yo era la afortunada.
—Me gustaba tu madre. —Kathleen sonrió—. Era una buena mujer. Y también la compadecía por estar casada con un hombre que no la amaba.
—Entonces ¿por qué se casó con ella?
—Nunca se lo pregunté —contestó Kathleen, al tiempo que se encogía de hombros—. Puede que por la misma razón por la que la mayoría de los hombres de buena posición se casa: para tener hijos y asegurarse de que tienen a quien dejar su riqueza. La decepcionó un poco que no resultara ser un marido ideal, pero se llevaba bastante bien con él, por lo que yo veía. No creo que la educaran para esperar un gran amor. Muchas mujeres creen que es más importante tener garantizado el porvenir, y por lo menos él era bueno en ese sentido.
—¿Te educaron a ti para esperar un gran amor?
—A mí me educaron para esperar cualquier cosa, cielo. —Kathleen rió—. Mi padre estaba dedicado por completo a los negocios. Era raro el día en que pasaba algo de tiempo con su familia. Dejó el cuidado de sus hijos totalmente en manos de su esposa y, si tengo que serte franca, no eran buenas manos. Si alguien tuvo la culpa de cómo era Mortimer, fue nuestra madre. Le enseñó que no necesitaba a nadie para tener éxito, y puede que sólo a otra persona para compartir sus triunfos. Creo que esperaba que esa "otra persona" fuera ella. Lo adoraba. Sin embargo, en eso la decepcionó.
—Pero ¿no es eso lo que enseñan a la mayoría de chicos? ¿Que pueden tener éxito en cualquier cosa si ponen el empeño suficiente?
—Por supuesto —coincidió Kathleen—. Y de haber sido eso lo único que ella le hubiese inculcado, podría haber acabado siendo muy distinto. Pero también lo mimó, lo malcrió, le hizo creer que no podía hacer nada mal.
—Lo mismo que él hizo con mi hermana —comentó ______.
—Y con la mía —asintió Kathleen.
—Todavía me asombra no haber oído hablar nunca de ella. Ni una mención en todos estos años.
—En realidad, a mí no me sorprende nada. Cuando murió, Mortimer se la borró del pensamiento. Creí que él y yo podríamos tener una relación más estrecha entonces. Pero no, una vez te excluía de su cariño, era para siempre.
—Creo que Amanda hizo algo parecido cuando nuestro padre murió. Creí que estaba conmocionada, pero más bien era como si hubiese eliminado todos sus recuerdos de él, de modo que no le importaba que ya no estuviera con nosotras.
—No dejes que eso te entristezca.
—¿Parezco triste? —______ parpadeó.
—Por un momento. Pero no lo estés. La persona a quien más quería Mortimer era él mismo. No se llora la muerte de alguien así. Podía parecer que amaba a mi hermana, y a la tuya, pero tras muchos años de reflexión, he llegado a dudar que las amara de verdad. Más bien eran como mascotas para él, cosas que necesitaba alimentar para que le entretuvieran. Podría estar totalmente equivocada, por supuesto —concluyó, y se encogió otra vez de hombros.
—¿Observaste alguna vez un parecido? —preguntó ______ con curiosidad.
—¿En qué?
—En los dos pares de gemelas. Tu hermana y tú. La mía y yo. Puede que no quisiera repartir su cariño entre dos personas que parecían idénticas.
—Detesto decirte esto, cielo, pero tú no te pareces demasiado a tu hermana.
______ se quedó mirando a su tía, que hizo una mueca por haberse mostrado tan sincera de modo tan poco halagüeño, y se echó a reír. Kathleen suspiró aliviada.
—Me alegro de que lo encuentres divertido. Lo siento. Creo que he metido la pata.
—No pasa nada, de verdad. —______ sonrió—. Iba a decírtelo de todos modos antes de que el tema de mi padre nos distrajera. No las necesito, ¿sabes? —comentó, a la vez que se deslizaba las gafas hacia lo alto de la nariz por costumbre.
—¿No? —Kathleen frunció el ceño—. Entonces ¿por que las llevas?
—Para que mi vida sea algo más llevadera. Amanda es muy celosa y no soporta la competencia de ningún tipo, en especial en lo que a los hombres se refiere. Así que me resulta necesario ocultar el hecho de que nos parecemos.
—¡Eso es una tontería! Podrías quitarle algún admirador, pero no puede esperar que todos los hombres que se cruzan en vuestro camino se dejen dominar por ella. Eso es imposible.
______ rió de nuevo, asombrada de poder encontrar divertido nada relativo a aquel tema. Sin embargo, el punto de vista de su tía era reconfortante. Y era agradable poder hablar de su problema con alguien que no fuera Ella Mae.
—Bueno, ésa es la cuestión. Amanda sí lo espera.
—¡Maldita sea! —interrumpió Nick, que doblaba la esquina y las vio en el porche—. No me digas que me he perdido la cena.
—No, en absoluto. —Kathleen se levantó—. Dios mío, no me había dado cuenta de que era tan tarde. Estaba charlando tan a gusto con mi sobrina que se me pasó el tiempo volando. Vamos adentro, muchachos. Consuela no está de humor para que dejemos que se le enfríe la comida.
_____ no siguió a su tía de inmediato. Necesitaba un momento para recobrar la compostura, ya que todos los sentidos se le habían disparado de emoción, y de alarma, en cuanto sonó la voz de _______. ¿Habría oído lo que comentaban antes de doblar la esquina?
Seguro que no. Estaban hablando en voz baja. Y, aunque estaba de pie junto a la puerta esperando a que ella entrara antes que él, su expresión era normal. Pero cambió...
—¿Dónde está el sombrero? —soltó con una sonrisa burlona.
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Un hombre para mi (Nick y tu) - Página 4 Empty Re: Un hombre para mi (Nick y tu)

Mensaje por Nani Jonas Miér 14 Dic 2011, 6:36 pm

perdon por no haber comentado enserio mil disculpas
pero ya regrese amo de cerdad tu nove debes
seguirla pronto plis
Nani Jonas
Nani Jonas


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Un hombre para mi (Nick y tu) - Página 4 Empty Re: Un hombre para mi (Nick y tu)

Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 8:02 am



Capítulo 25



La cena fue muy agradable esa noche, a pesar de que la comida estaba prácticamente fría. Kathleen parecía algo incómoda por eso, ya que su cocinera era famosa por servir sus creaciones a la temperatura perfecta, sin importar lo mucho que los comensales tardaran en sentarse a la mesa. Que no fuera así esa noche era la forma que tenía Consuela de informar a la familia de que no estaba contenta.
La causante de su disgusto no estaba allí para apreciarlo, claro. Pero _____ imaginaba que era muy probable que la comida que había tomado Amanda en su habitación estuviera mucho más fría. Su hermana había hecho una estupidez al insultar a la única cocinera de la casa. Claro que las opciones de su hermana habían sido limitadas, ya que Kathleen sólo tenía dos sirvientas.
Como Consuela era tan buena cocinera, la comida, aunque fría, seguía siendo sabrosa. Y la conversación entre los tres fluyó tranquila. Kathleen era habladora y explicó un poco lo que hacía durante el día. Sin duda no era la clase de trabajo que se esperaría de una mujer, decidir qué vacas había que dedicar a criar y cuáles había que llevar al mercado, alimentar a las terneras sin madre y recuperar los animales extraviados.
—Me gustaría ayudar —se ofreció ______—. Es decir, si crees que puedo ser útil. No me importa trabajar duro.
—No hay gran cosa adecuada para una dama. —Kathleen parecía un poco escéptica—. ¿No tienes ningún pasatiempo? ¿Leer, bordar, o algo así?
—Antes pintaba — contestó _____ con cierta timidez, porque no confiaba demasiado en su talento tras el escarnio de su familia—. Había pensado averiguar si en Trenton podría comprar los materiales que necesito para empezar. —Kathleen sonreía, así que añadió, un poco a la defensiva—: ¿No es buena idea?
—Al contrario. Veo que tenemos más cosas en común de lo que creía. Yo también había pintado. De hecho, los materiales tienen que estar aún por aquí, en alguna parte. Ya no tengo tiempo para eso, pero puedes buscarlos y usarlos.
—Me encantaría. Gracias. También me gustaría aprender a montar. Así podría ir contigo de vez en cuando, cuando sales a comprobar el ganado.
—¿No has montado nunca?
—Hasta hoy, y hoy no me fue demasiado bien, como debes de saber. Papá tenía dos coches y un carruaje para el verano, pero no caballos para montar, así que Amanda y yo nunca tuvimos ocasión de aprender.
—Bueno, tendremos que encargarnos de eso —comentó Kathleen, y miró a Nick—. ¿Te importaría enseñarle?
Nick dejó el tenedor, pero no contestó enseguida. Luego, dirigió una mirada y una sonrisa a _____.
—Claro, me encantará —aseguró—. Siempre que no me culpe si se cae unas cuantas veces mientras le coge el tranquillo.
______ fijó los ojos en él. Kathleen rió y dijo:
—Bromea. Se requiere mucho esfuerzo para caerse de un caballo cuando lo controlas, y no es necesario poner tanto esfuerzo en eso.
Cuando Nick también rió, ______ comprendió que Kathleen estaba bromeando con ella. Sonrió a su vez para demostrar que no le importaba. Pero no estaba nada acostumbrada a que bromearan con ella. Aunque era algo a lo que le gustaría acostumbrarse.
Seguía violenta, pero no por la broma, sino por la pausa de Nick antes de contestar. No quería enseñarle a montar. Eso era evidente, y no lo culpaba. Había logrado que él deseara evitarla.
Pero, al parecer, le costaba negarle algo a Kathleen. _____ podía entenderlo. Seguramente a ella le pasaría lo mismo. Kathleen era muy agradable; la clase de persona a la que nadie deseaba desilusionar.
______ tampoco quería que Nick le enseñara a montar, pero por otra razón. Cada vez le resultaba más difícil estar con él y aparentar indiferencia.
Pero no iba a insultarlo delante de Kathleen rechazando su oferta. Podría hacerlo cuando estuvieran solos, y seguro que le quitaría un buen peso de encima.
Estaban a media cena cuando Nick echó un vistazo a su alrededor y, algo sorprendido, preguntó:
—¿Y Amanda?
_____ casi rió. Tuvo la sensación de que acababa de notar que Amanda no estaba. Si era así, era un firme indicio de que todavía no estaba muy enamorado de ella.
—Se ha pasado casi todo el día descansando en su habitación y ha querido comer en ella también — se limitó a contestar Kathleen—. La pobre debía de estar realmente agotada del viaje para necesitar tanto descanso.
______ casi se atragantó. ¿La pobre? Se preguntó cuánto tiempo tardaría Kathleen en darse cuanta de que Amanda no tenía nada de pobre. Deseaba haber podido terminar de hablarle de su hermana. Kathleen se merecía alguna clase de advertencia antes de que la campaña de Amanda para lograr que la enviaran a casa con permiso para hacer lo que quisiera se volviera desagradable.
______ espera que Nick se marchara al acabar de cenar para poder pasar un poco más de tiempo a solas con su tía antes de que ésta se acostar. Aún era temprano. Podrían terminar su conversación. Sin embargo, resultó que ella los acompañó de vuelta al porche y, en cuanto estuvieron sentados, bostezó y anunció que se iba a dormir pronto.
_____ debería haber hecho lo mismo, pero eso habría sido otro insulto para Nick. También habría olido a cobardía, y prefería no añadir eso a las demás malas impresiones que le había dado.
Aún así, se sintió muy incómoda cuando la puerta se cerró y los pasos de Kathleen se alejaron. Esperaba que Nick no tuviera ganas de charlar. Claro que no. No se caían bien. ¿Por qué tendrían que hablar? En realidad, ¿por qué deberían estar juntos si no se caían bien? ¿Por qué no se iba Nick?
En el porche no había demasiada luz. No había ninguna lámpara encendida, ya que todavía no se habían apagado las del salón y algo de su luz salía por las dos ventanas que daban al porche.
Procuró no dirigir la mira a Nick. Era difícil. La vez que lo hizo, vio que éste tenía los ojos puestos en ella, en particular en sus labios. Quizás estaba absorto y no se daba cuanta de que la miraba fijamente. Pero, aun así, que la observara de ese modo le puso la carne de gallina.
—¿De qué es abreviatura Nick? —preguntó _____ por puro nerviosismo.
—¿Abreviatura?
—Es un apodo, ¿no?
—No, corazón, no se puede alargar más.
Captó el humor de su tono, lo que la irritó. Había sido un error natural. Ese nombre no solía ir solo. Y debería llamarle la atención sobre ese “corazón”, pero ella misma había oído lo habitual que era para el uso de esa palabra en la zona, lo mismo que los ancianos que la llamaban “nena” o el ferroviario que la llamó “bonita”. No significaba nada. No era una expresión de cariño.
—Gracias por aclarármelo —dijo con cierta frialdad.
—Ha sido un placer —contesto Nick
—Tuvo la sensación de que él se habría tocado la punta del sombrero si lo hubiera llevado puesto en lugar de sujetarlo en la mano. Le hubiera gustado volcarle la mecedora. Podía llegar a ser tan irritante… No, puede que ni siquiera fuera él, sino su reacción ante él, su nerviosismo, el hecho de desearlo cuando sabía que no podía tenerlo.
—Por cierto — comentó ______—, no es necesario que me enseñe a montar. Ya me las apañaré yo…
—Dije que lo haría —la interrumpió él.
Lo estaba sacando del atolladero. ¿No se daba cuenta?
—Sí, pero mi tía no debería haberle puesto en ese compromiso.
—No tiene importancia —contestó Nick, aunque su tono delataba impaciencia.
—Ya ha hecho bastante —señaló _____, más cortante ante su obstinación—. Y estoy segura de que tiene cosas mucho más importantes que hacer que perder el tiempo conmigo.
—He dicho que le enseñaré —exclamó con un tono mucho más alto de voz.
—No tiene que hacerlo —replicó _____ entre diente.
—¡Le enseñaré, caray!
—¡Muy bien, hágalo!
Enojada, se levantó para irse, y no iba a darle las buenas noches ni nada parecido. Era terco, exasperante y siempre tenía que llevar la contraria. Pero él se puso de pie a la vez, seguramente con la misma intención.
De modo que chocaron delante de la puerta. NIck la agarró por los hombros para evitar que se cayera, y empezó a extender los brazos para alejarla. Sin embargo, volvía a tener los ojos puestos en sus labios, permaneció así un largo instante y, de repente, tiró de ella hacia él.
La estaba besando. A ella. Esta vez no había ningún error. Llevaba las gafas en su sitio, los cabellos recogidos como siempre y uno de sus vestidos sosos y poco favorecedores.
Fue tan inesperado que se quedó inmóvil, asombrada, y dejó que los labios de Nick se movieran con excitación sobre los suyos. Pero no por mucho tiempo. El beso contenía demasiada pasión para no devolverlo, en especial cuando la rabia ya había despertado sus emociones. Era intercambiar una pasión por otra y el intercambio fue fluido...
La apartó de él, de modo bastante repentino.
—Eras tú la noche que Leroy nos encontró —dijo en tono acusador—. Fingiste ser tu hermana.
______ se puso tensa. ¿Sabía que eran gemelas? ¡Pero si su disfraz era muy bueno!
—¿Quién te dijo que éramos gemelas?
—No hacía falta que me lo dijera nadie, corazón. Eres tú quien lleva gafas, no yo.
¿Así que la había besado por eso? ¿Sólo para comparar ambos besos porque no estaba seguro de que fuera ella la otra noche y ahora creía que lo estaba? No era muy halagador, pero ella era la hermana que nunca recibía halagos. Debería haberse imaginado que no la besaría sólo porque deseara hacerlo.
—Yo nunca finjo adrede ser mi hermana —aseguró, más decepcionada de lo que quería admitir—. Esas bromas le gustan a Amanda, a mí no.
Nick pareció de repente muy avergonzado, a pesar de que resultaba difícil deducirlo de su cutis oscuro. Al parecer también estaba cohibido.
—Yo... Bueno... —empezó a decir antes de cerrar la boca para no meter la pata.
______ se dio cuenta de que estaba confundido porque no había admitido nada, sino que se había limitado a exponer un hecho. Menos mal. No quería que sospechara lo que sentía por él cuando él todavía tenía los ojos puestos en Amanda.
—No hace falta explicaciones —dijo _____—. Entiendo que fue un error. —Abrió la puerta para irse antes de que le fallara la voz, y añadió con brusquedad—: Sólo espero que no vuelva a ocurrir.
Oyó un golpe sordo contra la puerta cerrada. Le consoló un poco pensar que él le había lanzado el sombrero. Esperaba que se le hubiera quedado chafado. Le estaría bien por pisotear así sus emociones.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 8:10 am




Capítulo 26



Un portazo y unos gritos en el pasillo despertaron a ______ una hora antes del alba. Su hermana se había desmandado por algo.
En casa, ______ se habría dado la vuelta, se habría tapado las orejas con una almohada y habría procurado volver a conciliar el sueño. Pero estaba en una casa nueva. La gente que vivía en ella no estaba acostumbrada aún a las tácticas de Amanda. Así que salió de la cama con un suspiro de indignación y trató de encontrar la bata a oscuras.
—¡Necesito otra habitación! —gritaba Amanda en el pasillo—. La que me diste es intolerable. Ya es bastante malo que esta casa sea tan rústica como una cabaña de troncos, pero es que además es tan calurosa como un horno.
Al parecer, Kathleen había llegado para averiguar a qué obedecía todo aquel jaleo, porque su voz, aunque no alta, fue clara.
—No hay más habitaciones.
—¡Encuentra una! A no ser que quieras que duerma en el porche, donde puedan verme todos los vecinos.
—Al margen del hecho de que mi marido y yo solíamos hacer eso durante algún que otro período caluroso, no tenemos vecinos que estén lo bastante cerca para darse cuenta.
—Entonces ¿vas a obligarme a dormir en un porche? ¿Es así como piensas ejercer tu tutela? —preguntó Amanda.
Tras haber encontrado por fin la bata a oscuras, _____ llegó al estrecho pasillo que conectaba las habitaciones a tiempo para observar el rubor intenso de Kathleen, que había llevado una lámpara con ella. Amanda estaba allí de pie en ropa interior con las manos en las caderas, fingiendo estar furiosa.
—Estaría encantada de cederte mi habitación, pero no notarías demasiada diferencia —dijo Kathleen, que seguía intentando mantener la calma en su voz—. Todavía no te has adaptado a este clima más cálido. Recuerdo cómo fueron los primeros meses que pasé aquí. Llegamos en primavera y ese primer verano todavía construíamos el rancho. Fue horrible. Pero el verano siguiente el calor no fue tan terrible. Nos habíamos aclimatado.
—¿Por qué me cuentas eso? —preguntó Amanda—. La verdad es que me importa un comino.
______ suspiró exasperada. Ya debería ser inmune a la sensación de indignación por algo que había visto muchas veces antes, pero no lo era, por lo menos cuando afectaba a otras personas.
—¿Te has obligado a pasar la noche en vilo para poder despertar a toda la casa antes del alba? —preguntó cruzada de brazos a su hermana con sequedad—. Como ayer dormiste durante la mayor parte del día, supongo que no te habrá costado mucho, claro.
—¡No puedo dormir con este calor! —exclamó Amanda.
—Claro que puedes. Yo lo he hecho sin problemas. No ha sido una noche demasiado calurosa —replicó ______.
—¿Y cómo lo sabes si estabas dormida? —gritó Amanda.
Tras haber logrado lo que pretendía, que era despertar a Kathleen y predisponerla a sus desagravios, Amanda entró en su habitación con un portazo. Kathleen relajó los hombros, bien por alivio, bien por abatimiento; era difícil saber cuál de los dos era el motivo. ______- rodeó a su tía con un brazo y le pidió que la acompañara escaleras abajo.
—Pronto amanecerá —comentó—. No tiene sentido intentar volver a dormir. Preparemos un poco de café y acabemos la conversación que empezamos ayer por la noche.
—No sé prepararlo demasiado bien —admitió Kathleen, que de todos modos, asintió.
—Yo tampoco, pero una mañana me fijé cómo lo preparaba Nick. Entre las dos, nos saldrá algo que por lo menos pueda beberse.
No se podía, y ambas se rieron del resultado, lo que sirvió al menos para aliviar un poco la tensión de Kathleen. ______ sabía que Consuela llegaría pronto, así que abordó de inmediato el tema en cuestión.
—Lo que viste arriba fue, en su mayoría, si no todo, un montaje —empezó a aclarar.
—Estaba empapada en sudor —contestó Kathleen—. Y recuerdo lo mal que me sentí por no estar acostumbrada al calor los primeros meses que pasé aquí.
—Estaba empapada en agua — la corrigió ______—. En las sienes, la frente, el cuello y el pecho. Si la hubieras mirado de cerca, habrías visto que no había rastro de humedad en ninguno de los sitios donde normalmente se concentra el sudor. Aunque en realidad no importa. Era una representación en tu honor.
—¿Por qué?
—Para que la mandes a casa con tu consentimiento y ella pueda casarse con quien quiera.
—No puedo hacer eso. —Kathleen fruncía el ceño—. Aunque no la pedía, tengo la responsabilidad de asegurarme de que ningún cazador de fortunas ni ningún otro hombre de intenciones dudosas se aproveche de vosotras.
—Ya lo sé, pero eso no le importa a Amanda, ¿sabes? Es muy egocéntrica.
—¿Cómo lo era mi hermano?
—Sí. Pero a diferencia de tu hermano, puede ponerse muy desagradable si no logra lo que quiere. No quería venir aquí. Quiere regresar a casa. Y le molesta mucho tener que recibir permiso para casarse, cuando siempre esperó que nuestro padre le permitiera hacerlo con quien ella quisiera.
—¿Lo habría hecho?
—Es probable —asintió ______—. Bueno, le habría sido fácil, ya que todos los pretendientes que tenía en casa eran bastante aceptables para él. También le pone furiosa no poder disponer de su herencia hasta casarse. Lo habría hecho de inmediato sólo por eso si no hubiera necesitado tu consentimiento. No soporta que se le niegue nada.
—¿Así que el problema es que, según estipulaba el testamento de tu padre, se necesita mi consentimiento? Es una lástima que ninguno de sus pretendientes decidiera seguirla hasta aquí para poder conocerlo. Me da la impresión de que lo que mi hermano hubiera considerado aceptable no es por fuerza lo que a mí me lo parece.
—Es muy posible. La riqueza personal era el único criterio que él consideraba importante en un pretendiente. Igual que mi hermana, de hecho, por lo menos, ni siquiera mira a un hombre que no sea acomodado. Y algunos de sus pretendientes la habrían seguido hasta el fin del mundo si eso hubiera significado conquistarla. Se le da muy bien tener a los hombres pendientes de ella y evita que averigüen cómo es en realidad.
—¿Entonces va a venir alguno? —preguntó Kathleen—. Eso podría ser una solución.
—No. Hirió en lo más vivo al que se ofreció a venir. Y nos marchamos tan pronto después del funeral que los demás ni siquiera supieron que se iba de la ciudad.
—Bueno, aquí hay buenos hombres entre los que podrá elegir, y algunos son incluso bastante ricos —contestó Kathleen—. Así de pronto se me ocurren cuatro que podrían muy bien contar con mi aprobación. A uno ya lo conoce.
—¿Nick?
—Sí, puede que sea considerado el mejor partido de los alrededores.
No iba a resultarle fácil hablar sobre Nick y Amanda como pareja. Procuró ser imparcial al hacerlo, sin revelar sus sentimientos al respecto.
—No ha sido agradable con él, ya que tenía la impresión de que sólo era un empleado tuyo y eso hizo que no le prestara ninguna atención. Lo que no significa que él no esté loco por ella. La mayoría de los hombres que la conocen suelen estarlo. Y ahora que Amanda sabe que es más que eso, podría incluso considerarlo un último recurso.
—Es probable que a Nick le ofendiera mucho ser catalogado de “último recurso”.
—No se lo digas, por favor —pidió ____, que notó que se sonrojaba—. Yo no comparto esa opinión. Es sólo que Amanda no aceptará a ningún hombre de esta zona del país mientras esté decidida a obligarte a enviarla de vuelta a casa para poder hacer lo que le plazca. Pero si no lo haces, entonces sí, seguramente elegirá a un hombre de los alrededores para conseguirlo.
—¿Para conseguirlo? —repitió Kathleen.
—Si se casa con alguien de aquí, le fastidiará y le amargará la vida hasta que acceda a llevarla a Haverhill porque no se quedará aquí más tiempo del necesario.
—Detesto decirlo, cielo, pero sería muy extraño que un hombre dejara su hogar porque le convenga a su mujer. Yo rechacé media docena de proposiciones a la espera de un hombre que no quisiera quedarse en Haverhill; sabía que ninguno de los demás se plantearía nunca marcharse. No puede decirse que una esposa tenga opción en esa cuestión.
—Yo lo sé y tú lo sabes, pero Amanda ve las cosas sólo desde su punto de vista, y eso no incluye que le digan que no puede tener lo que quiere —dijo ______.
—Sí, pero se salía con la suya porque mi hermano se lo permitía. No es probable que un marido tolere esa clase de tonterías.
—Espero que tengas razón, tía Kathleen. De todas formas, compadezco al hombre de los alrededores que se case con ella. De hecho, compadezco a cualquier hombre que se case con ella, sea de donde sea. Es muy triste, pero no creo que pueda ser una buena esposa. No está hecha para hacer feliz a otra persona. Es demasiado egocéntrica.
—Es una lástima. Parece que le causaría un perjuicio a un hombre al permitirle casarse con ella.
______ gimió para sí. No había querido dar semejante impresión. Deseaba tanto como la propia Amanda que ésta se casara.
—No, si sabe qué esperar y la quiere de todos modos— sugirió.
—Supongo— aceptó Kathleen a regañadientes.
—No te he explicado todo esto para que pareciera que tu tarea era imposible —dijo ______ con un suspiro—, sino para advertirte de lo que te espera y evitar que te manipule para que hagas algo a tu pesar.
—Ya lo sé, cielo, y te lo agradezco. —Kathleen rió un poco—. Si no supiera que no puede ser, pensaría que darme la tutela de Amanda fue la forma de Mortimer de vengarse de mí por haber salido de su esfera de influencia. No le caía bien, y le gustaba restregarme por las narices lo inútil que me consideraba.
—Estoy segura de que no se murió antes de que Amanda estuviera casada sólo para fastidiarte.
—Ya lo sé. —Kathleen sonrió.
-______ le devolvió la sonrisa al comprender que su tía había querido aliviar un poco la tensión. Aún tenía que hacerle otra advertencia.
—Si tienes presente que lo que has visto hasta ahora no es nada en comparación con lo malo que puede llegar a ser, te será más fácil manejar la situación.
—¿Y tú? ¿No te importa tener que esperar a casarte para cobrar tu herencia?
—No he pensado mucho en ello, en realidad. Pero, en cualquier caso, no es algo que esperara tan pronto. Supongo que no veo el matrimonio como una forma de independencia, como Amanda.
—¿Tú no ansías volver a casa?
—No, no me importaría nada no volver a ver Haverhill. Además, me gusta Tejas. Puede que hubiera sido una buena colonizadora.
—Te entiendo. —Kathleen rió—. Tejas me gustó en cuanto desembarqué. Me alegra que esos percances que tuvisteis durante el viaje no influyeron negativamente en tu opinión.
—Yo no llamaría percances a un atraco al tren y a la diligencia pero, bien mirado… —______ sonrió antes de añadir—. Puede que fueran más apasionantes que aterradores, por lo menos son algo que jamás habría tenido ocasión de ver en casa.
—Es una lástima que tu hermana no opine lo mismo —comentó Kathleen al tiempo que sacudía la cabeza—. Es increíble que seáis tan distintas.
—En realidad, no. Ella es fruto de la indulgencia de nuestro padre. Yo, de su indiferencia.
—Lo siento. No, en realidad, diría que tú eres la afortunada. Puede que no te lo pareciera cuando crecías, pero estoy segura de que ahora ya te habrás dado cuenta de ello.
¿Afortunada? Todavía no. Pero pronto, a no ser que tuviera que retirarse y ver cómo Amanda se casaba con nick, como último recurso. Pero asintió por su tía. Ya había dado mucho que pensar a Kathleen. La advertencia había sido necesaria. Comentar su patética situación, no.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 9:16 am



Capítulo 27



Esa misma mañana ______ se dirigió a la cuadra. Tenía la intención de pedir al primer peón que se encontrara si le importaría enseñarle a montar. Cuando Nick fuera a verla para darle su lección impuesta, esperaba poder darle las gracias y decirle que ya le habían enseñado.
Le apetecía saber montar, incluso lo esperaba con cierta impaciencia. Estar tan aislada en el rancho tenía mucho que ver en eso. El carruaje de Spencer podía seguir ocupando espacio en la cuadra, ya que se había marchado demasiado tarde para llevárselo con él al pueblo, pero no estaba a su disposición, aunque hubiera sabido engancharle los caballos y conducirlo. Y desplazarse andando quedaba descartado también; de todos modos, no es que hubiera ningún sitio cerca al que valiera la pena ir.
Pero, a diferencia de su hermana, ______ ya tenía bastante claro que Tejas iba a ser su hogar para siempre, y por decisión propia. No había nada de Haverhill que echara de menos. Lo único que esa ciudad tenía para ella eran malos recuerdos, así que no deseaba en absoluto regresar, ni a ningún otro sitio del Este, en realidad. Prefería esta parte del país, a pesar del calor.
Los espacios abiertos, el paisaje agreste, el hecho de viajar días sin ver siquiera un poblado, la simpatía de la gente —si no se contaba el componente ilegal, por supuesto—… Todo ello podría ser aterrador, pero también excitante. Nunca sabías qué iba a pasar a continuación. La gente no sólo vivía, se adaptaba, se las arreglaba, se ayudaba entre sí. Sobrevivía.
Sí, se quedaría allí. Y tanto si terminaba viviendo en un pueblo o a un día de distancia de él como Kathleen, quería aprender las cosas que allí todo el mundo parecía dar por sabidas. Montar a caballo era lo primero de esa lista.
Para lograrlo hasta había tomado prestada una de las faldas de montar de su tía, o más bien eran pantalones. La prenda, de un cuero sin curtir, era tan ancha y holgada que parecía una falda cuando estaba de pie pero, una vez montada sobre una silla, se veía que eran unos pantalones muy anchos.
Se llevó una decepción al ver que la cuadra estaba vacía por completo, por lo menos de gente. Había cuatro caballos, dos de Spencer, y unos cuantos más en el establo junto a la cuadra. Decidió familiarizarse con los caballos ya que estaba ahí, y trató de conseguir que unos e dejara acariciar. Pero sacudía la cola sin hacerle caso. Intentó con otro, pero también la ignoró.
No se atrevía a acercarse más, porque los compartimentos eran muy estrechos y recordaba con claridad haber visto un caballo desbocarse en la calle cuando era pequeña. Había herido a coces y mordiscos a los cinco hombres que habían intentado controlarlo antes de que su propietario, furioso, lo sacrificara por fin de un disparo. Había oído cómo alguien comentaba lo imbécil que era aquel hombre, que el animal era tan rebelde porque él lo maltrataba. Ninguno de esos caballos parecía maltratado, pero aun así, le resultaba difícil obviar un recuerdo como aquél.
—Trae un dulce la próxima vez si quieres captar su atención.
_____ se volvió hacia la entrada de la cuadra. Mientras hablaba para intentar convencer al caballo, no había oído que alguien se acercaba. Y con la luz del sol que le llegaba desde atrás, el hombre era sólo una silueta oscura recortada contra la puerta de la cuadra, montado tranquilo a caballo, con el sombrero inclinado. Pero conocía esa voz; la conocía muy bien. El corazón ya empezaba a latirle más deprisa.
—Sólo me estaba presentando —explicó.
Rió y se adentró más, hasta que el brillo del exterior ya no impidió que le viera los rasgos.
—Eso está muy bien, salvo que, si no les das nada, les importa un comino, como ya habrás observado —dijo Nick.
—Sí. —______ sonrió—. Han intentado hacerme creer que en realidad no estoy aquí.
—Un regalo o dos y recordarán el sonido de tu voz y levantarán la cabeza cuando la oigan, de modo que no es buena idea favorecerlos a todos, a no ser que estés dispuesta a llenarte los bolsillos de dulces. De momento, concéntrate en el que vas a montar.
—¿Cuál es? —preguntó _____.
—Ninguno de éstos. Es una yegua que está en el establo, dócil, perfecta para una nueva amazona. ¿Estás preparada?
Era evidente que sí, dado el lugar donde la había encontrado. Y no iba a volver a discutir con él que no era necesario que le enseñara, así que contestó:
—Si no estás ocupado.
—Creo que Red tiene aún una vieja silla por aquí —asintió, y desmontó—. Es más pequeña que la que usan los peones, de modo que te irá bien.
Entró en el cuarto de los arreos y salió cargado con lo necesario.
—Sígueme —fue todo lo que dijo mientras se dirigía hacia la puerta lateral que daba directamente al establo.
Era una puerta dividida, cuya mitad superior ya estaba abierta. ______ se apartó cuando Nick lanzó una cuerda alrededor del cuello de uno de los caballos y lo condujo hacia el interior de un compartimento. Los otros dos caballos trataron de seguirlo. Dejó que uno lo hiciera, pero cerró la mitad inferior de la puerta para que no saliera la yegua. _____ dedujo que le daría la lección en el establo.
La yegua con la que tenía que familiarizarse no era demasiado bonita. Un animal manchado de gris, con la cola y la crin que podrían haber sido blancos en algún momento, si bien ahora tenían un tono gris amarillento. No era tan grande como los otros dos caballos, lo que era ideal para lo que se proponían: la distancia de la caída era menor.
Nick regresó pasados unos instantes y empezó a recoger el material que había dejado en el suelo.
—Presta atención —dijo sin mirarla—. Por si tuvieras que hacerlo tú misma. No es probable que eso suceda, ya que siempre hay por lo menos un peón que se ocupa de los caballos y de la cuadra.
—¿Y dónde está?
—Enfermo, o por lo menos lo estaba esta mañana cuando salimos. Por eso he vuelto.
Bueno, debería haberse imaginado que no había regresado por ella. En realidad, era probable que hubiese sentido verla en la cuadra al llegar, e incluso puede que creyera que lo estaba esperando. Qué vergüenza. Pero Nick no había mostrado indicios de que le causara ninguna molestia, y empezó a explicar a ______- todo lo que hacía.
Cuando hubo terminado, guardó silencio y la sorprendió al quitar todo lo que había colocado al caballo y volver a amontonarlo en el suelo.
—Ahora tú.
Una prueba. No se lo había esperado. Y tampoco había prestado total atención a lo que había, pero era culpa suya por querer que mirara desde tan poca distancia. A él no parecía importarle estar tan cerca de ella, pero a ella sí.
Había conseguido quitarse de la cabeza el beso que le había dado la noche anterior. No habría podido pegar ojo de no haberlo hecho. Y esta mañana, gracias a su hermana, había tenido otras cosas en que pensar. Pero ahora, al estar junto a él, tan cerca que podía incluso olerlo, era incapaz de pensar en otra cosa.
Nick había bebido un poco de vino en la cena. No demasiado, pero aun así, había gente que se volvía más atrevida, o idiota, tras tomar unos tragos. Ella evitaba todo tipo de alcohol, pues la llevaba a hacer tonterías. Amanda también, porque no soportaba no tener el control total de sus facultades. Pero había visto muchas veces a los pretendientes de Amanda volverse alborotadores, odiosos, incluso demasiado amorosos hasta el punto de tratar de robar besos delante de otras personas, simplemente porque tenían poca tolerancia al alcohol.
No creía que Nick tuviera tan poca tolerancia, pero el vino tal vez fuera el causante de su atrevimiento al querer comparar besos la noche anterior. Deseaba de todo corazón que no hubiese sido tan osado. Se había limitado a comprobar algo sin tener en cuenta que podría alimentar sus esperanzas para acabar por completo con ellas después.
¡Había descubierto su disfraz! Nadie lo había hecho antes. No sabía que era un disfraz, por supuesto. Creía que realmente necesitaba llevar gafas. Pero aun así, había visto más allá de ellas y deducido que Amanda y ella eran gemelas. Sabiendo eso, no era extraño que empezara a preguntarse a cuál de las dos había besado aquella noche junto a la hoguera, en especial cuando Amanda lo había ignorado por completo la mañana siguiente.
Podría haberle preguntado para aclarar su confusión. Debería haberle preguntado en lugar de tratar de averiguarlo por su cuenta comparando besos. Incluso puede que ella lo hubiese admitido. No habría habido motivo para no hacerlo puesto que ya sabía que eran gemelas. Había tenido razón, pero ¿y si se hubiera equivocado? ¿Se lo planteó en algún momento y pensó qué supondría para ella? ¡Y acusarla de fingirse Amanda, como si lo hubiese hecho aposta!
Puede que ahora no supiera qué pensar, o tal vez se sintiera aliviado por no haber cometido un error y haber besado a la hermana equivocada. Pero, gracias a Dios, los dos habían decidido no avergonzarse más mencionando ese beso. De hecho, hasta ese momento, él se comportaba como si no hubiese ocurrido.
A ______ le parecía muy bien; pero es que había ocurrido, y había sido tan bonito, tan increíblemente excitante… Su primer beso de verdad, por lo menos, el primero que le daban a ella y no porque la hubiesen confundido con su hermana. Era una comparación, de acuerdo. Por el motivo equivocado, de acuerdo. Pero, aun así, se lo habían dado a ella. Las dos veces había sido maravilloso, aunque el de la noche anterior había sido mucho más apasionado.
Era esa pasión lo que recordaba ahora. Si a ello se sumaban las emociones embriagadoras que siempre despertaba en ella cuando lo tenía cerca, no era extraño que no pudiera concentrarse en la tarea que tenía entre manos. Se encontró observándole los labios, las manos que la habían atraído hacia él, el modo en que el cabello se le rizaba alrededor del cuello, la forma en que la camisa se extendía sobre sus músculos tensos cuando se movía, cosas que no debería mirar. Pero no parecía poder evitarlo.
La prueba. ¿Qué iba primero? La manta. La recogió, la sacudió una y dos veces, y la situó sobre el lomo de la yegua. Tardó más de lo necesario en alisar las arrugas y colocarla bien, mientras trataba de estabilizar su respiración, que se estaba volviendo bastante irregular.
—No va su primer baile —oyó que decía tras ella con evidente impaciencia—. No tiene que estar perfecta.
Asintió, impidió que viera cómo se sonrojaba y alargó la mano hacia la silla. Pesaba más de lo que parecía aunque, con un poco de esfuerzo, la levantó del suelo. Sin embargo, dudaba poder llevarla hasta el lomo de la yegua.
nick debió de imaginar qué pensaba porque dijo:
—Tendrías que balancearla un poco para tomar algo de impulso.
Lo intentó, y acabó lanzándola por encima del animal. Nick soltó una carcajada. Rodeó incluso a la dócil yegua para recuperar la silla y llevársela con una sola mano.
—Por lo menos ya sabes que puedes levantarla —comentó con algo de humor todavía en la voz—. Procura no soltarla esta vez para impedir que se deslice hacia el otro lado. Y no golpees a la yegua con ella. A los caballos no les gustan las sillas, para empezar, pero aún menos que se las lancen encima.
¿La estaba provocando? Puede que no. E iba a hacérselo hacer otra vez, cuando ya había reconocido que era algo que seguramente ella no tendría que hacer nunca. Esta parte de la lección era “sólo por si acaso”. ¿O era su forma de vengarse por tener que enseñarle? Eso sí podía creerlo, de modo que irguió la espalda, resuelta a ensillar la yegua aunque le costara la vida.
Le costó dos intentos más. Cuando la silla aterrizó por fin donde debía, la sonrisa de triunfo de _____ fue radiante. La de Nick fue genuina, lo que la llevó a censurarse por haberle atribuido intenciones mezquinas sin motivo.
Su respiración era aún más dificultosa para entonces. Sudaba del esfuerzo. Pero eso no tuvo nada que ver con el temblor que sintió cuando Nick la tocó para girarla hacia la silla, que todavía había que sujetar al animal.
Nick debió de notar que se estremecía. Seguro que oía su respiración dificultosa, puede que incluso los latidos de su corazón, tan fuertes.
Aspiró y la soltó como si fuera un hierro candente.
—No hagas eso —indicó con brusquedad.
“Como si pudiera evitarlo”, quería gritar ______. Pero se alejó de él inspiró a fondo unas cuantas veces. No sirvió de nada. En su interior se había despertado algo que no conseguía calmar.
Y entonces le oyó hablar en voz baja, enfadado.
—Maldita sea, la invitación no podría ser más explícita aunque quisieras. Que no soy de piedra, oye. —Y se la llevó de vuelta a la cuadra.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 9:28 am




Capítulo 28



La lección no había terminado como ______ había creído al principio. Estaba sólo empezando. Ya no tenía nada que ver con los caballos. Pero no sabía eso cuando Nick la llevó a la cuadra, done hacía menos calor.
Por un momento, no veía nada. La rápida transición del sol radiante del exterior a la penumbra del interior daba a la cuadra un aspecto más oscuro del que tenía en realidad. Pero cuando sus ojos se adaptaron a la tenue luz, se encontró echada sobre un montón de heno en uno de los compartimentos vacíos, con el cuerpo de nick medio cubriendo el suyo, y su boca impidiendo cualquier objeción, aunque no pensaba hacer ninguna.
Estaba demasiado aturdida. Había pasado demasiado deprisa. Y ni siquiera estaba segura de por qué. Lo que había murmurado sobre invitaciones y piedras no tenía demasiado sentido para ella. Que a volviera a besar, tampoco. Habían acordado que el beso de la noche anterior era un error, o por lo menos, eso había supuesto ella. Y esta vez Nick no había bebido. Así que se le estaban acabando las razones que explicaran por qué quería besarla.
No sólo estaba haciendo eso. El beso era tan apasionado que al principio no se dio cuenta. Pero cuando le cubrió un seno con la mano, la anormal calidez que sintió fue la primera pista de que ya no había ninguna barrera de tela entre ambos. Tenía la blusa desabrochada, la camisola bajada.
El pánico fue su reacción inmediata al verse medio desnuda fuera de la intimidad de su dormitorio.
—¿Y si viene alguien? —dijo con voz entrecortada tras interrumpir un momento el beso.
—¿Te importa? A mí no.
Tuvo que pensárselo. ¿Cómo iba a pensar cuando todavía le acariciaba el seno? En realidad, si parara en aquel instante, se echaría a llorar. Y no era probable que nadie entrara a esa hora del día. No, tampoco le importaba. Si aparecía alguien, ya se preocuparía entonces.
Así que dejó que encontrara de nuevo sus labios. Le rodeó el cuello con los brazos, en una respuesta silenciosa. El beso se volvió más voraz mientras Nick exploraba a fondo la boca con la lengua. Estaba perdiendo otra vez el contacto con la realidad, atrapada en una oleada de sensaciones turbulentas muy alejadas e su escasa experiencia.
Las caricias de Nick se volvieron más atrevidas, algo bruscas. Oía que su respiración era tan irregular como la de ella. Tenía la sensación de que era prisionero de su propia pasión. Esperaba que la controlara mejor que ella.
Su boca descendió por su cuerpo, le chupó el cuello. Le hizo cosquillas, le disparó la sangre, provocó que quisiera enroscarse alrededor de su cuerpo. Bajó más aún y le rodeo un pecho con los labios. Sabía que Nick no tenía la boca tan caliente pero, aun así, sintió que la abrasaba. Temió que quisiera abarcar todo el seno con la boca. Imposible, no tenía los senos tan pequeños. Pero no daba la impresión de que Nick fuera a dejar de intentarlo.
Las sensaciones eran cada vez más profundas. Notó vagamente que le palpaba la falda y comprendió que quería quitársela. No tuvo suerte, así que atacó desde otro ángulo.
—Tendría que haber una ley que prohibiera llevar pantalones a las mujeres —gruñó cuando no pudo llegar demasiado arriba con la mano desde la parte inferior de la falda de montar.
A ______ le entraron ganas de reír y se sorprendió a sí misma al ceder a ellas.
—¿De verdad quieres desnudarte en una cuadra, sobre un montón de heno? —bromeó a continuación en un tono remilgado.
—Usa la imaginación. Sé que la tienes muy viva. Piensa que estás acostada sobre seda.
—¿Es eso un sí?
Ahora rió Nick, a carcajada limpia. Rodó por el suelo con ella hasta dejarla sentada a horcajadas sobre su cintura, con las rodillas dobladas a cada lado de su cuerpo, de modo que casi la tenía por completo al alcance de la mano. Se deslizo con rapidez de su blusa, la extendió en el heno a su lado. Le pasó la camisola por la cabeza y la prenda pasó a formar parte también de la manta que estaba preparando sobre el heno.
Pero al quitarle la camisola, le descolocó las gafas, que ella, sin pensarlo, puso en su sitio. Y Nick alargó también la mano hacia ellas. Su reacción fue también automática. Se echó hacia atrás para que no llegara.
—Quítatelas —dijo Nick.
—No.
Nick empezó a fruncir el ceño, pero sus senos lo distrajeron. Los cubrió ambos con las manos y se los acarició. _____- echó la cabeza hacia atrás y soltó un gemido irreprimible. Sentada a horcajadas sobre él, sentía un nuevo calor en lo más profundo de su ser.
—Levántate sin moverte de donde estás —pidió Nick con una voz más ronca de normal.
No quería perder el contacto de sus manos, pero no encontró motivo alguno para negarse. Sin embargo, no estaba segura de poder ponerse de pie porque temblaba. Lo consiguió, pero mientras miraba cómo empezaba a desabrocharse la camisa, casi se le doblaron las rodillas.
—Suéltate el cabello —ordenó nick a continuación.
Le obedeció enseguida. Se quitó las horquillas, sacudió la cabeza y una cascada dorada le cayó espalda abajo, por encima de los hombros, hasta la cintura.
—Sabía que sería así de largo, y hermoso. Se acabaron los moños. Si te veo con otro, yo mismo, en persona, te robaré las horquillas.
_____ sonrió al imaginarlo entrando a escondidas en su habitación para robar horquillas. En realidad, si estuviera en ella en ese momento…
—Desabróchate ese artilugio que llevas para que pueda quitártelo.
Inspiró de nuevo ya que resultaba que él se estaba desabrochando los pantalones al decir eso. Le costó un buen rato poder pensar con claridad para deducir que el “artilugio” se refería a la falda. La agarró con torpeza mientras los dedos le temblaban más aún. Y en cuanto Nick la vio desabrochada, se la bajó.
Se incorporó, se quitó la camisa y apenas dedicó un instante a añadirla a la manta improvisada. Apoyó la mejilla en el bajo vientre de ______ y la rodeó con los brazos. Le deslizó las manos espalda arriba y abajo, despacio, y siguió por las caderas para bajar más aún y quitarle así el culote.
Aunque el aire estaba quieto en los confines del compartimento cerrado, ____sintió un ligero escalofrío, ahí de pie, pero fue sólo un instante. Notaba el aliento cálido de Nick en la tripa, y su tórax caliente en los muslos. Le estaba levantando con cuidado una de las piernas para liberarlas de la ropa restante. Puso las manos en la cabeza de Nick y deslizó los dedos por su cabello. Era suave como el de un bebé y su tacto le proporcionó tanto placer que se dio cuenta de que había deseado hacer eso desde que lo había conocido.
Cuando Nick le levantó la otra pierna, perdió el equilibrio y se deslizó hacia abajo hasta que sus rodillas tocaron el suelo, una a cada lado de su cuerpo, como antes. Nick le puso una mano en la nuca y la atrajo de nuevo hacia él. Y mientras la besaba, consiguió de algún modo quitarle también las botas.
De repente, se encontró echada sobre la manta improvisada, y Nick le sonreía.
—Es seda, ¿verdad? —le preguntó él.
Habría contestado que sí. En realidad, habría estado de acuerdo con cualquier cosa en ese momento, pero no le salió la voz. Nick se veía tan juvenil con esa sonrisa, tan atractivo, que notó un cosquilleo en el vientre que la mareaba. Y él debió de notar lo que sentía porque su expresión se volvió tan sensual que _____ tuvo que contener el aliento.
Nick volvía a tener sus labios sobre los suyos, y con las manos, muy suaves al acariciarle la piel desnuda, exploraba los puntos a los que no podía llegar antes. _____ no cuestionó nada de lo que él hacía, y se limitó a aceptar el placer de sus caricias a la vez que se concentraba en cada instante, en cada nueva sensación para poder recordarla siempre. Pero pasaba todo tan deprisa, y estaba tan atrapada en las pasiones despertadas en ella que si recordaba algo sería el calor, la ansiedad y el asombro de que estuviera ocurriendo.
Nick dejó de besarla para poder contemplarla mientras deslizaba la mano hacia la parte inferior de su cuerpo. _____ vio turbación en su mirada, ¿o eran imaginaciones suyas? Pero parecía encantado ante la vista de sus extremidades desnudas, o acaso sorprendido, ya que la ropa que solía vestir no dejaba entrever sus formas. En cualquier caso, estaba asombrada de no sentir vergüenza porque Nick la mirara de esa forma. Bueno, puede que sintiera un poco.
Su mano siguió deslizándose muslo abajo y después subió por la parte interior hasta detenerse en la entrepierna. _____ soltó un grito ahogado, lo que provocó que Nick volviera a cubrirle la boca con los labios. Pero no era ese grito ahogado lo que había intentado tapar, sino los que sabía que iban a seguirlo cuando explorara con los dedos su interior. Los nervios de ______ reaccionaron ante el placer, y unos espasmos incontrolables la llevaron a arquear su cuerpo hacia el de Nick, que se acercó para contenerlos. De repente, la cubría por completo y, antes de que pudiera imaginar por qué, la estaba penetrando.
El dolor fue intenso, pero desapareció tan deprisa que no lo recordaría. Sentirlo en su interior, en cambio, y de modo tan profundo, lo compensaba, y le proporcionaba un placer que no habría imaginado nunca. No hizo nada más durante un largo instante para darle tiempo a adaptarse, tiempo que en realidad no necesitaba. Cuando por fin empezó a moverse, estaba más que preparada. Pero él seguía tratando de calmarla. Mientras descansaba un brazo bajo su nuca, le acercó la otra mano a la mejilla, la oreja, el cabello… y éste se le enganchó en las gafas y Nick se las quitó.
_____ no estaba segura de que no lo hubiera hecho aposta, aunque tal vez no. Su expresión de sorpresa podía deberse a tener las gafas en los dedos. Pero le estaba observando la cara mientras ambos permanecían inmóviles. Sabía que ella y Amanda eran gemelas, se lo había dicho, y aun así, se sentía más desnuda sin las gafas que sin la ropa.
—¿Puedes verme sin ellas? —le preguntó.
—Sí.
—Bien, porque quiero que veas lo mucho que estoy disfrutando.
El tono fue ronco, pero las palabras la afectaron muchísimo, eliminando toda su timidez y le recordaron que seguía estando dentro de ella.
—¿Entonces qué estás esperando? —dijo ella con una voz igual de ronca mientras le rodeaba el cuello con los brazos.
Nick inspiró pero, entonces, frunció el ceño un momento, confundido.
—¿Amanda?
______ no contestó. En ese momento estaba demasiado aturdida para pensar. Nick la penetraba una y otra vez, y en unos instantes la llevó hasta el éxtasis más sublime de su vida, con un placer que siguió recorriéndole el cuerpo hasta que él alcanzó el suyo unos momentos después.
Los dos volvían a estar inmóviles, respirando despacio mientras recuperaban la normalidad. _____ mantuvo alejados los pensamientos todo lo que pudo para intentar saborear lo que sin duda sería una experiencia única que jamás volvería a tener con él. Notó cómo la cólera aumentaba en su interior e intuyó que Nick podía sentir lo mismo. Tampoco parecía tener prisa en abordarlo. Sin embargo, entre ellos crecía la noción de que él creía que ella era Amanda. Y le había hecho el amor.
Nick se echó hacia atrás. La contempló un instante largísimo. Ahora, sin darse cuenta, ella le devolvía la mirada. Pero antes de que ninguno de los dos pudiera decir algo, oyeron una voz cerca de la entrada de la cuadra.
—¿Aún estás aquí, Nick? Hay que dar de comer a los caballos. Bueno, parece que tendré que…
El monólogo se detuvo, Era el peón enfermo, preocupado por los animales. Nick soltó un taco entre dientes cuando el peón añadió:
—Oh, no te había visto, Lonny.
—Vístete mientras me deshago de ellos —susurró Nick mientras agarraba su ropa y se la ponía—. Ya hablaremos de esto después.
¿Después? Si lo veía después, podría matarlo. Bueno, cuando le hubieran enseñado a disparar un arma.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 9:33 am




Capítulo 29



Nick no tuvo que preguntar a Lonny si había oído algo en la cuadra. La sonrisa que esbozaba era bastante fácil de descifrar. Envió al peón de vuelta a la cama y pidió a Lonny que lo acompañara afuera. Se detuvieron a medio camino entre la cuadra y el barracón.
—¿Qué estabas haciendo allí? —preguntó Nick.
—Lo mismo que tú. Bueno, quizá no.
La sonrisa de Lonny se convirtió en una carcajada crispante.
—Si has oído algo, no lo comentes.
—Claro —contestó Lonny—. Pero tengo que decirte que eres un cabronazo con suerte. Amanda es la chica más hermosa que he visto.
—Espera un momento. No es que sea asunto tuyo, pero estaba con _____.
—Ni hablar. ______ es demasiado mojigata y… Y…
—¿Una solterona?
—Hombre, ya que lo mencionas, pues sí. Además, oí que la llamabas Amanda.
—Fue un error —suspiró Nick—. Por un breve instante tuve alguna duda, pero no quise decirla en voz alta.
—¿Me estás diciendo que no podías distinguirla? Ahí dentro no estaba tan oscuro, y ellas no se parecen nada.
—En la forma de comportarse, no, por eso me confundí un momento. Pero de aspecto son idénticas, Lonny. Gemelas.
—Sí, claro —se burló Lonny.
_____ aprovechó ese momento para salir corriendo de la cuadra, sin darse cuanta de que estaban a un lado. Con la larga cabellera rubia que ondeaba a su alrededor, las mangas desabrochadas y una bota en cada mano, en aquel aspecto desaliñado había algo muy sensual, y también rabioso. Sí, estaba rabiosa. A Nick no se le había pasado por alto que lo había fulminado con la mirada. Era evidente que ella se había dado cuenta del error de él al llamarla Amanda.
¡Maldición! Tendría que explicárselo más tarde, y disculparse. Su atrevimiento lo había despistado. Y su impaciencia. No los había esperado de ella. Por supuesto, tampoco habría esperado de ella tanta pasión.
—Lo dicho —comentaba Lonny—. Era Amanda.
—¿No me oíste cuando te dije que son gemelas? —preguntó con sequedad Nick, que había puesto los ojos en blanco.
—¿No me oíste cuando te dije que “ni hablar!?
—De acuerdo, comprendo tus dudas. —Nick no pudo evitar sonreír al oírlo—. A mi también me llevó un tiempo darme cuenta. Esas ridículas gafas que le distorsionan los ojos desvían demasiado la atención, y nadie con un poco de decoro se la quedaría mirando el rato suficiente para percatarse de que el resto de sus rasgos son preciosos, e idénticos a los de Amanda. El problema es que a veces no puedes evitar preguntarte con cuál de las dos estás.
La noche anterior cuando la había besado, estuvo seguro de haber besado a la misma mujer a la que había besado noches antes junto a la hoguera. _____ lo había negado, incluso se había molestado por ello. Y él había estado seguro, había sentido incluso un gran alivio al acabar por fin con su confusión, pero su negativa había vuelto a confundirlo.
No le costaba aceptar que _____ hubiera intentado rescatarlo de Leroy aquella noche, y que lo hubiera hecho de modo tan rápido y espontáneo que había olvidado ponerse las gafas antes, y había sido perfectamente capaz de ver sin ellas. Lo que significaría que no tenía problema alguno en los ojos. De hecho, era probable que no pudiera ver nada con esas ridículas gafas, lo que explicaría su inaudita torpeza.
Nunca había acabado de ver claro que aquella noche hubiera sido Amanda. Era cierto que parecía ella. No había tenido razón para pensar otra cosa. Pero atribuirle un acto tan desinteresado resultaba extraño. Y, de hecho, era la única cosa buena que podía atribuirle. Sin embargo, no le costaba atribuir un- acto desinteresado a _____. Sí, había hecho todo lo posible por insultarle más de una vez, pero lo que había averiguado desde entonces le llevaba a reflexionar sobre eso. Sospechaba que su grosería podría haber sido deliberada, parte de esa cuestión de los celos de su hermana que le había contado a medias.
Ahora comprendía, por lo menos en buena medida, la cuestión de los celos que ____ había intentado explicarle sin darle detalles. No había tenido demasiado sentido en aquel momento, cuando se mostraba lo más fea que podía. Era inconcebible de Amanda estuviera celosa de ella. Pero eran gemelas. Una ocultaba su belleza, la otra la realzaba.
Por suerte, había formas de distinguirlas. Amanda siempre movía las manos para atraer la atención hacia su cara, sus senos. Cuando sonreía, no parecía nunca real. Si tenía sentido del humor, lo había perdido durante ese viaje que tanto le desagradaba. No le había oído decir nunca nada bueno sobre algo, si es que podía hacerlo. Sus ademanes eran distintos, lo mismo que su carácter, su tolerancia, su paciencia. Y siempre se quejaba. En realidad, puede que fuera exactamente lo que había dicho su padre: una quisquillosa. Su belleza le había impedido ver todo eso, pero lo veía con claridad si la comparaba con ____.
Seguía sin entender, sin embargo, el motivo del engaño. No tenía el menor sentido que una mujer tan hermosa como _____ quisiera ocultar su belleza. Pero no podía ocultar lo que había sentido hoy, un fuerte deseo por él ante el cual él había reaccionado del modo más primitivo.
Su reacción le sorprendía. Acostumbraba a controlar mucho mejor sus instintos más básicos. En realidad, jamás había perdido tanto el control. O quizá no había querido detener lo que sucedía entre ellos. Eso era mucho más probable. Era como el beso de la noche anterior, algo que no había podido evitar. Y cada vez que la había besado, ella había cedido, y le había dicho sin palabras que también lo deseaba.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 9:41 am




Capítulo 30



_____ siguió el ejemplo de su hermana y se pasó el resto del día en su habitación. Para no enfurecerse pensando, pidió a Rita que le ayudara a encontrar el material de pintura de Kathleen. Y tras haberlo logrado sin problemas, lo llevó todo a su habitación.
Cuando Nick se presentara para su charla prometida con “Amanda” no tendría suerte. Amanda estaba aplicando la vieja táctica de esconderse en su habitación, ya que creía que castigaba a los demás privándolos de su presencia.
_____ se escondía por una razón muy distinta. No quería ver a nick esperando a que su hermana apareciera, ni que le pidiera que convenciera a Amanda de que bajara. No le sorprendería que se lo pidiera. Pero no iba a averiguar, por lo menos ese día, lo mucho que se había equivocado en sus conclusiones.
Todavía no podía creer que hubiera hecho aquello. Dios mío, estaba tan eufórica por el hecho de que la deseara a ella, a ella y no a Amanda… Sin embargo, debería habérselo imaginado. Nick quería a Amanda desde el principio, y eso no iba a cambiar sólo porque ella fuera su hermana gemela.
Seguramente habría creído todo el día que había estado con Amanda, y lo peor de todo es que era culpa suya. Habría tenido fresco en la memoria lo que le había dicho la noche anterior, que a Amanda le gustaba engañar a la gente fingiendo se ella.
Debería advertir a Amanda que Nick tenía la impresión errónea de haber hecho el amor con ella. Pero entonces tendría que escuchar cómo su hermana se regodeaba de su virtud perdida, a pesar de que ella ya la hubiera perdido hacía mucho. _____ no soportaría eso, sumado a todo lo demás que le había ocurrido aquel día. Además, NIck se merecía que las dos hermanas rehusaran tener cualquier intimidad con él. Puede que así, en el futuro, el muy idiota prestara más atención a saber con quién estaba haciendo el amor.
Unas horas después de ponerse a pintar, empezó por fin a relajarse lo bastante para darse cuenta de lo que estaba plasmando. Le sorprendió. No pintaba a partir de esbozos porque, si bien esbozar se le daba muy bien, no le gustaba tanto como pintar. Además, pintaba igual de bien de memoria, así que no necesitaba hacer ambas cosas.
De hecho, no debería sorprenderle lo que había tomado forma en el lienzo. Aunque había intentado apartarlo de sus pensamientos, Nick seguía acechándolos. Así que encontrarse los rasgos básicos del rostro de Nick mirándola desde el caballete simplemente hizo que sacudiera la cabeza, indignada consigo misma.
Sin embargo, el parecido era bueno. No había perdido el talento debido a la falta de práctica. Tenía que retocar los ojos, no la forma, sino el color. Tenía que definir más el mentón para que se viera más fuerte. Tenía que oscurecer el tono de la piel para reflejar su bronceado. Y tendría que añadirle el sombrero, inclinado como solía llevarlo…
¿En qué estaba pensando? No iba a terminar un retrato de Nick. Quitó el lienzo, lo dejó detrás del caballete para no tener que verlo y lo reemplazó por otro en blanco. Tendría que ir con más cuidado, por lo menos hasta que pudiera reponer los materiales de Kathleen.
Sólo había cuatro lienzos grandes, dos de tamaño medio y una miniatura, y _____ no era una pintora lenta. Podía terminar un retrato de un tirón si se lo proponía, de modo que iba con cuidado, porque los materiales no le durarían mucho tiempo.
Se decidió por un tipo distinto de retrato, mientras que el recuerdo seguía siendo fresco, uno que le divertiría pintar. Aunque no divertiría a Amanda, si alguna vez llegaba a verlo.
Pintó lo que recordaba del asalto al tren, en particular, a Amanda sentada con una expresión de espanto y pólvora en la cara después de que le hubiesen disparado. Los pasajeros que la rodeaban estaban borrosos; lo habían estado entonces, así que los dejó de ese modo. Los dos atracadores que recorrieron el pasillo aparecían en la imagen; el que había disparado a Amanda, definido con más claridad. Aunque sólo le podía dibujar la mirada de la cara, ya que llevaba la otra mitad cubierta con un pañuelo, tenía unos ojos muy especiales, de color más dorado que castaño y de una forma muy redonda.
Empezó a sonreír antes de haber llegado a la mitad, y su estado a ánimo había mejorado muchísimo. A pesar de que el atraco no había sido nada divertido cuando tuvo lugar, la imagen de Amanda con la cara ennegrecida por el humo del disparo y silenciada por el susto era para morirse de risa. Después de todo, quizá se lo dejaría ver a Amanda cuando estuviese terminado.
Sonrió ante la idea, pero sabía que no lo haría. Amanda lo destruiría, igual que había destruido el último cuadro que _____ había pintado de ella y en el que no salía muy bien parada.
Le sorprendió ver que la luz perdía intensidad y se dio cuenta de que ya casi era de noche. Pero es que cuando pintaba, siempre parecía perder la noción del tiempo. Poco después, llamaron a la puerta.
—En quince mutuos se servirá la cena —oyó decir a Rita.
No pensaba ir al comedor, por lo menos esa noche, pero sí quería ver a su tía para decírselo antes de que bajara. Tomó las gafas. Sólo rehusaba ponérselas cuando pintaba. Siempre lo hacía en privado, claro, donde no la interrumpiera nadie, de modo que en realidad no importaba.
Antes de llegar a la puerta, volvieron a llamar. Supuso que era Rita de nuevo, para asegurarse de que la hubiera oído, pero cuando abrió, se encontró con Kathleen.
—Me han dicho que empezaste a pintar esta tarde —comentó su tía—. ¿Puedo ver tus progresos? ¿O prefieres esperar a terminar cada obra antes de que nadie vea en qué trabajas?
—No me importa —contestó _____ con una sonrisa tímida, y abrió un poco más la puerta.
—¡Oh, Dios mío! —La sorpresa de Kathleen al acercarse al caballete fue genuina—. ¿De verdad estuvo tan cerca el disparo?
—Le dispararon cuando no quiso darles el bolso por las buenas.
—Eso fue… muy valiente de su parte.
—No. —La pausa de su tía hizo que _____ esbozara una sonrisa—. Fue una estupidez porque eran cuatro hombres, nos estaban apuntando y nosotros no teníamos ninguna forma razonable de impedir el atraco. Tuvo suerte de que sólo quisiera asustarla.
—O de que fallara.
—Sí, también.
Kathleen tuvo que taparse la boca para disimular lo divertida que le parecía la descripción de la sorpresa de Amanda.
—Eres muy buena. Parece ella, a pesar e la pólvora.
—Una vez pasado el peligro, tiene gracia. Su expresión fue bastante divertida.
—Todavía lo es —aseguró Kathleen, que liberó su humor con una carcajada—. Me has impresionado, cielo. Al mirar este cuadro casi tengo la sensación de estar ahí y… ¡Dios mío!
—¿Qué?
—Acabo de darme cuenta: el atracador, creo que lo conozco. Madre mía, parece John Bilks, que trabajaba en la tienda del pueblo. Lo despidieron cuando faltó dinero de la caja. El propietario quería que lo detuvieran, pero no había pruebas de que hubiera sido él quien había robado el dinero. Poco después se marchó, y al parecer se ha convertido en atracador de trenes. Seguro que al sheriff le gustaría ver este cuadro.
—Me parece que Amanda se opondría a esos —contestó _____ con una sonrisa.
—¿Tú crees? —dijo Kathleen con los ojos entrecerrados, y ambas rieron. Pero, a continuación, sugirió—: ¿Tal vez una miniatura donde sólo se viera a John Bilks? Se la podemos dar al sheriff cuando vayamos al pueblo el sábado, y comprarte más lienzos cuando estemos allí. No hay duda de que eres una pintora mucho más rápida que yo. ¿Quedaban bastantes materiales para que trabajes hasta entonces por lo menos?
—Sí, yo…
______ no terminó. Kathleen se había movido hacia un lado para echar un vistazo al material que _____ había recuperado del trastero y vio el retrato a medio terminar de Nick, apoyado en la parte posterior del caballete.
—¡Dios mío! —exclamó Kathleen antes de volver a mirarla—. Tienes un talento sorprendente. Y lo haces de memoria, ¿verdad? Sí, claro. Increíble. Me alegro de que te guste. No tienes por qué ruborizarte. Le gustaría a cualquier joven de tu edad.
—No es eso —aclaró _____, que miraba al suelo—. Es que nadie había alabado antes mis cuadros. Mi padre insistía en que no tenía talento, que sólo perdía el tiempo…
—Lamento tener que decirlo, pero Mortimer era un mal nacido —la interrumpió Kathleen enfadada—. Estoy segura de que si decía algo así, era porque su “preferida” no tenía talento para el arte. ¿Verdad que no?
—No.
—Me lo imaginaba. Seguramente le ponía furioso que la eclipsaras en eso. Y tú deberías haberlo sabido. Mira este cuadro. Ya le has captado el alma, y eso que ni siquiera está terminado.
—Tiene una cara interesante —apuntó _____.
—Interesante, ¿eh? —Kathleen se echó a reír—. Supongo que podrías decirlo así. Venga, vamos. La cena nos espera. Bajemos antes de que Consuela mande una partida a buscarnos.
_____ no se movió. Habían charlado demasiado rato para alegar que tenía dolor de cabeza como había planeado. Pero no iba a sentarse a cenar con Nick, no esa noche, no hasta que no se le hubiesen pasado las ganas de dispararle al verlo por la conclusión que él había sacado.
—Ve tú, tía Kathleen. Creo que me iré a dormir pronto…
—Oh, vamos, tienes que comer. Y esta noche sólo estaremos las dos. Nick ya se ha excusado. Por alguna razón terminó pasando un buen rato en la cocina esta tarde y Consuela lo atiborró. No soporta tener a un hombre a su lado sin darle de comer.
—Bueno, supongo que podría comer algo.
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Mensaje por tefisasias Jue 15 Dic 2011, 9:52 am


Capítulo 31



Nick fue a cenar de todos modos. Iban por la mitad cuando entró, se sentó y preguntó qué había de postre. Kathleen le provocó un poco diciendo que su caballo pondría objeciones a la cantidad de comida que se zampaba. Bromearon uno con otro, riendo los dos en un tono desenfadado, hasta que Nick introdujo otro tema.
—¿Está enferma Amanda?
—No, es sólo que prefiere no acompañarnos —contestó Kathleen.
—No me digas que todavía necesita descansar del viaje —exclamó Nick.
—Puede. El calor no le ha sentado muy bien. Tú estás acostumbrado y apenas lo notas, pero...
—Lo noto. De todos modos, no ha hecho tanto calor últimamente, por lo menos no lo bastante para hacer languidecer a la señorita. Así que todavía hace aspavientos por estar aquí, ¿no?
Kathleen tosió. ____ se lo quedó mirando. Oírle dar así en el blanco no tenía sentido para ella, puesto que nunca había hablado con sorna de Amanda hasta entonces. Pero se olvidaba de que todavía debía estar enfadado con su hermana porque creía que le había gastado una de sus bromas esa mañana.
Se sorprendía a sí misma por lo bien que había conservado la calma desde que Nick había llegado. Mientras bromeaba con Kathleen y reía, se había portado como si esa mañana no hubiese ocurrido nada fuera de lo corriente, hasta que mencionó a Amanda. Entonces su tono había cambiado de repente.
La rabia que ______ sentía seguía latente bajo la superficie. No es que todavía quisiera matarlo. Sabía, por supuesto, que estaba siendo injusta. Desde el principio había sabido que quería a Amanda.
—Me alegro de que no me esperarais —dijo Amanda desde el umbral con una mala imitación del acento tejano—. Y no, no he estado haciendo aspavientos, cariño —añadió mirando a Nick mientras se abanicaba con energía—. Dios mío, no estarás aún enojado porque han interrumpido nuestra cita en la cuadra, ¿verdad?
_____ inspiró a fondo. ¿Cómo diablos se había enterado Amanda de eso? ¿Y por qué reafirmaba aposta la conclusión a la que había llegado Nick de que había hecho el amor con ella?
Nick se había sonrojado mucho, mientras que Kathleen lo miraba con los ojos desorbitados. Era la clase de escena que a Amanda le encantaba crear, pero, por una vez, quizá no fuera del todo deliberada, o planeada. Era evidente que había escuchado los comentarios poco halagadores de Nick sobre ella y se estaba vengando de él. No había entrado de inmediato, porque le debió de costar unos minutos controlar su rabia.
______ también se había ruborizado. Dios mío, eso significaba que Amanda había escuchado mucho más que la conversación que acababa de tener lugar en la mesa. Tenía que haber estado en la cuadra por la mañana. De otro modo, era imposible que supiera lo que había ocurrido allí.
Pero no había ninguna razón para que estuviera en la cuadra. No le gustaban los caballos, y no sabía conducir un carruaje aunque se le hubiera ocurrido escapar en el que todavía estaba en el rancho. No había nada que la atrajera a ese lugar, salvo Nick. O lo había visto volver y había decidido divertirse con él un rato par aliviar su aburrimiento. O, lo que era más probable, había estado mirando por la ventana de su habitación cuando estaban en el establo, vio cómo Nick la había llevado al interior de la cuadra, y la curiosidad la había impulsado a bajar a investigar por qué... Y los había visto haciendo el amor, y escuchando lo que Nick dijo.
Debió de parecerle divertidísimo que Nicksacara la concl usión equivocada. Puede que se hubiera pasado el día riendo y planeando cómo aprovechar mejor lo que sabía para lastimar a ______. Esta escenita no era en honor de Nick. A Amanda le traía sin cuidado lo que él pensara. Sólo era un instrumento, y perfecto, ya que Amanda sabía ahora que ____ lo quería para ella.
Era típico de Amanda. Estaba restregando a _____ por las narices que los hombres siempre la preferían a ella. También estaba escandalizando a Kathleen, lo que formaba parte de su plan actual. Y haría saber a _____ lo poco importante que era. No había terminado de mostrarle las consecuencias de no adorarla. No, _____ no tenía la menor duda al respecto.
Sintió náuseas Puede que hubiese querido matar a _____, pero no que el afán de venganza de Amanda cayera sobre él. Y era inútil decir la verdad. Amanda la llamaría mentirosa, y de hecho Nick también, ya que estaba muy seguro de con qué mujer había hecho el amor.
Amanda iba sólo medio vestida. _____ no se había dado cuenta al principio de que su hermana estaba haciendo otra declaración visual sobre el calor. Iba sin camisola y puede que también sin culote, a juzgar por la delgadez de la falda. Y llevaba la blusa desabrochada por delante más allá de los límites de la decencia. Era lo bastante fina para que se le transparentara la sombra de los pezones, aunque el escote pronunciado de la blusa estaba a punto de mostrarlos más aún. Era probable que hubiese bajado para impresionarlos con su atuendo, pero como estaba Nick, había encontrado una munición mejor.
_____ esperaba que Kathleen comprendiera que era otra interpretación en su honor, pero una mirada a su tía le indicó que se estaba recuperando de la impresión inicial y volvía a ruborizarse debido a la falta de ropa de Amanda.
—Comentaremos tus... actividades, cuando vayas vestida —exclamó Kathleen con severidad.
Amanda arqueó una ceja y se apoyó perezosamente en el marco de la puerta.
—Voy vestida, todo lo que puedo tolerar con este calor. Además, tu única obligación conmigo es dar tu consentimiento para que me case, tía Kathleen —añadió con una sonrisa tensa—. Mi conducta y mi modo de vestir no se incluyen en tu esfera de influencia, de modo que no tienes nada que decir sobre lo que hago. Sólo estoy aquí porque hay dinero de por medio.
—Estás aquí porque tu padre me nombró tu tutora —objetó Kathleen.
—Por si no te has dado cuenta, no soy una niña que necesite tutora.
—Pues podrías dejar de comportarte como si lo fueras. ¿O es ésta tu forma de llamar mi atención sobre el hecho de que ya has elegido con quién quieres casarte?
—¿Elegido? ¿Te refieres al vaquero aquí presente? —Amanda dirigió la mirada a Nick—. No pensabas en el matrimonio esta mañana, ¿verdad, cariño?
—Te lo puedo explicar, Red —dijo Nick, ruborizado de nuevo, tal vez porque Kathleen lo observaba con el ceño fruncido—. Fue una lección de equitación que se me fue de las manos.
—¿Una lección de equitación? —Amanda sonrió—. Es una forma bastante grosera de decirlo.
Nick ignoró la interrupción, a pesar de que un mayor rubor en sus mejillas indicaba que la había oído claramente. Pero se dirigió a Kathleen.
—Asumo toda la responsabilidad de mis acciones —le aseguró.
—Eso ya lo sé. —Kathleen suspiró—. No lo he dudado ni un segundo. Pero es que lamento que tengas que hacerlo en este caso.
Amanda iba a declinar cualquier relación posterior con Nick. ____ estaba segura de ello. Había preparado la escena para una de sus maquinaciones porque quería castigar a Nick por no adorarla sólo a ella, y él la había complacido al quedarse boquiabierto para que le echara por tierra su autoestima. Pero que Kathleen lo compadeciera la había llevado a cambiar de opinión, de momento.
_____- deseaba a menudo no saber cómo pensaba su hermana, pero lo sabía. Acababan de proporcionar a Amanda la forma de prolongar la agonía de todos ellos. Si Kathleen no quería en realidad que Nick se casara con Amanda, como sugería su último comentario, Amanda consideraría de repente que le convendría plateárselo, al menos por ahora, hasta que se presentara una opción mejor. Además, tendría la ventaja añadida de saber lo mucho que heriría a ____.
Amanda bostezó para demostrar que el tema la aburría, e incluso agitó la mano para recalcarlo.
—Me lo pensaré —comentó.
—Parece que ya lo has hecho —indicó Kathleen con rotundidad.
Amanda se limitó a reír y se dirigió con tranquilidad hacia las escaleras. Había hecho lo que había planeado y ahora iba a regodearse en privado.
El silencio que rodeó la mesa fue doloroso. _______ no podía soportarlo más tiempo y, tras musitar un «Permiso», se marchó también.
Salió justo antes de que se le saltaran las lágrimas. Era una tontería permitir que una de las escenas de Amanda la alterara. Ya debería estar acostumbrada. De hecho, esta vez no era realmente culpa de Amanda. Había hecho lo que siempre hacia, caldear los ánimos. Lo que le molestaba era saber que en esta ocasión Nick formaba parte de ello, y que estaba más fuera de su alcance que nunca.
Morir de un disparo habría sido un destino menos cruel par él que terminar con Amanda como esposa.
tefisasias
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