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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 8:30 am



Capítulo 10



Cuando estaban a un día de distancia de Trenton, Nick empezó a preguntarse si estaba preparado para volver a hablar con su padre. Si llegaba cabalgando a Trenton seguro que tendría lugar un enfrentamiento. Por eso estuvo mucho rato pensando si debería enviar a las mujeres al pueblo con Will o acompañarlos.
Si no iba con ellos, tendría que explicar por qué, y fue eso lo que al final le decidió. Además, tres meses fuera de casa eran tiempo suficiente, más que suficiente, para que Stuart se hubiese calmado. Ahora podrían discutir la cuestión del matrimonio con tranquilidad, de modo racional, sin que ninguno de los dos perdiera los estribos... Bueno, eso esperaba.
Un día más y Stuart sabría que había vuelto al condado. Y él averiguaría si su padre iba a mostrarse razonable respecto a sus sueños ambiciosos de fundar el mayor imperio ganadero de la zona, a costa de Nick.
Las mujeres estaban instaladas en otro hotel y pronto cenarían. Nick salió para ir a alguna cantina ya que todavía no tenía apetito. El sol se había puesto, o cuando menos los últimos tintes rojos desaparecerían del cielo en cuestión de minutos. Se acercaba una tormenta pero, con un poco de suerte, ya habría escampado por la mañana. No quería ninguna demora llegados a ese punto.
Casi no vio a ______, que estaba de pie entre las sombras del porche observando cómo las nubes de lluvia se acercaban del oeste. Se volvió para ver quién estaba detrás de ella y se giró de nuevo sin hacerle caso. Le irritó un segundo que le hiciera así el vacío y, después, soltó un suspiro mental de alivio ya que en realidad no le apetecía hablar con ella.
—¿Es mi tía... buena gente? —preguntó _____.
Nick se detuvo en lo alto de los peldaños del porche y se inclinó el sombrero hacia atrás. Había nerviosismo en esa pregunta. Si hubiese sido tan brusca como en sus comentarios habituales, habría fingido no oírla y se habría ido. Además, lo que le preguntaba le pareció extraño, si se tenía en cuenta que Red era pariente de ella, no suyo.
—¿Qué clase de pregunta es ésa?
—Bueno, mi padre tenía muchos defectos y ella es su hermana —contestó _____.
—¿Su padre no era buena gente?
—Es cuestión de opinión, y de a quién le pregunte. Amanda le diría que era la mejor persona del mundo.
Se volvió un poco, pero no para mirarlo, sino para poder verlo de reojo. Nick tuvo la impresión de que estaba dispuesta a ignorarlo de nuevo.
—¿Y usted no?
—No era malo ni nada de eso. Sí, supongo que era buena persona en un sentido general. Pero la pregunta era sobre mi tía —le recordó.
—¿No se han comunicado con ella desde que se traslado al Oeste?
—No, y apenas la recuerdo de antes de que se fuera —contestó ______ mientras sacudía la cabeza.
—Bueno, pues es encantadora. No se me ocurre una sola persona que la conozca y no la aprecie.
—¿De veras?
Parecía una niña asustada pidiendo que la tranquilizaran un poco. A pesar de toda la antipatía que le tenía, y era mucha, no pudo evitar sonreír y decirle lo que necesitaba oír.
—Sí, de veras. Es bondadosa, generosa en extremo. Sería capaz de dar hasta lo que no tiene si creyera que alguien lo necesitaba. Y no me sorprendería que estuviera tan nerviosa por conocerlas como usted por conocerla a ella. Nunca tuvo niños. Aunque ya no puede decirse que usted sea una niña...
Le vino a la cabeza una imagen de aquel seductor cuerpo femenino saliendo de su habitación la pasada noche. No, sin duda no era una niña.
—¿Y su marido? —quiso saber _______—. Recuerdo que mi padre mencionó una vez que se había mudado al Oeste justo después de casarse.
Nick sintió un momento de inquietud porque no le gustaba dar malas noticias. Y no podía evitar asombrarse de que la falta de comunicación de la familia Laton fuera tal que la muchacha no se hubiera enterado aún de eso.
Red y su hermano deberían de haberse mantenido cuando menos en contacto a lo largo de los años. Desde luego, desde que conocía a Red, ésta jamás había mencionado tener familia en ninguna parte. Tampoco es que eso fuera raro porque mucha gente iba al Oeste precisamente para olvidar lo que dejaba atrás.
Para quitarse el tema de encima, quizá fue un poco más directo de lo necesario.
—Su tío murió el año pasado. Su tía lleva el rancho sola desde entonces.
—Dios mío, no tenía ni idea.
—¿No lo conocía? —aventura Nick al ver que la joven no se entristecía.
—No, no recuerdo haberlo visto nunca. Una vez lo mencionaron. —Se interrumpió, con el ceño fruncido mientras trataba de recordar—. Creo que fue mi madre quién lo dijo, que Kathleen se había casado con Frank Dunn para poder irse de Haverhill. Recuerdo haber pensado entonces que debía de tener muchos deseos de ver más mundo.
«O muchos deseos de alejarse de su pequeño rincón del mundo», pensó Nick.
Podría muy bien haber habido un distanciamiento entre los dos hermanos. Eso explicaría por qué ninguno de ellos se había mantenido en contacto con el otro. Pero seguían siendo familia, y la única que les quedaba, puesto que Red se había convertido ahora en tutora de sus hijas.
—Bueno, tendrá mucho tiempo para preguntarle al respecto —indicó Nick—. Mañana por la noche estaremos en Trenton, y a última hora del día siguiente, en el rancho.
Cuando se le ocurrió que estaba teniendo una conversación normal con la solterona, se sonrojó un poco. Pero como ya había oscurecido por completo, y aunque todavía podía vela porque sus ojos se habían adaptado a la oscuridad, no la distinguía con claridad, de modo que era fácil olvidar que era la hermana cascarrabias con una imaginación muy viva.
La lluvia llegó poco después, con un chaparrón que llenó el porche de una neblina que apremio a los dos ocupantes a entrar.
«En fin, despídete de encontrar una cantina agradable esta noche», pensó Nick.
En la reducida y bien iluminada recepción, tuvo el tiempo suficiente para ver cómo _____ se ajustaba las gafas sobre la nariz y se marchaba haciendo aspavientos sin decir otra palabra. Se acabó la normalidad. Se había impuesto su grosería. Ni siquiera le dio las buenas noches.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 8:38 am



Capítulo 11



Al entrar en Trenton a última hora de la tarde siguiente, Nick trató de ver el pueblo a través de los ojos de un desconocido, como Amanda lo vería. Era un pueblo de buen tamaño, mayor que la mayoría de los que habían visitado las mujeres en su viaje hasta allí. Había crecido mucho desde que su padre se había instalado en la zona.
La calle principal original era ahora mucho más larga. Se habían añadido dos manzanas a la derecha, con tres manzanas a la izquierda, y dos más adelante. Y el pueblo seguía creciendo, a pesar de no haber indicios de que el ferrocarril fuera a llegar a él. Pero tenía una línea de diligencias, con rutas que lo conectaban con Waco en el norte y Houston en el sur, y había pasajeros a quienes les gustaba lo que veían en Trenton y decidían quedarse en lugar de seguir el viaje.
El rancho de los Kincaid era en parte responsable de ese crecimiento, a pesar de estar situado a unos quince kilómetros al oeste del pueblo. Stuart podría haber montado su propia tienda en el rancho para satisfacer las necesidades de su gran número de trabajadores, pero prefirió apoyar al pueblo. También había una amplia selección de agricultores establecidos al este del pueblo, y un aserradero a un solo día de distancia.
Líneas rectas, calles amplias, árboles plantados tiempo atrás y de un tamaño decente ahora, no había demasiado que el pueblo no ofreciera. Tres hoteles, cuatro casas de huéspedes, dos restaurantes —además de los tres comedores de los hoteles abiertos al público—, una tienda general y muchas otras especializadas en productos concretos como zapatos, armas, sillas de montar, muebles, joyas e incluso unas cuantas de modas. Tres médicos habían abierto consulta, y también había dos abogados, un dentista, dos carpinteros y otras personas con ocupaciones diversas. Para divertirse había cuatro cantinas, dos de ellas consideradas salas de baile, un teatro y varios burdeles en las afueras del pueblo.
Era, en esencia, un pueblo tranquilo. Stuart no aprobaba que sus hombres fueran demasiado escandalosas, ni tampoco los propietarios de las cantinas, y si bien los vaqueros armaban jarana los fines de semana, ésta era más sana que destructiva, y muchos de ellos iban a una de las dos iglesias del pueblo los domingos por la mañana.
De vez en cuando había algún tiroteo en las calles, pero las más de las veces, el sheriff intervenía e intentaba disuadir a los contrincantes, casi siempre con éxito. Era una lástima que se jubilara el mes siguiente. Había mantenido la paz en Trenton muchos años y había resultado reelegido cuatro veces.
Nick había esperado causar cierta conmoción al entrar en el pueblo. El distanciamiento de su padre y su marcha habrían desatado el cotilleo entre los vecinos. Los vaqueros de Red habían vuelto con la noticia de que Stuart había contratado no a uno, sino a tres rastreadores para encontrarlo y, por supuesto, ninguno de ellos había descubierto dónde se había escondido.
Así que le sorprendió, incluso le perturbó, cuando la diligencia Concord, mucho mayor que la que solía cruzar el pueblo, atrajo más la atención que él. De hecho, esa diligencia había causado tal revuelo que cuando se detuvieron frente al hotel Albany, nadie le había reconocido aun cabalgando a su lado.
Pero entonces le llegaron de todas partes los saludos y los comentarios esperados, mientras la gente empezaba a agruparse frente a la entrada del hotel.
—¿Eres tú, Nick?
—¿Dónde estabas?
—¿Sabe tu padre que has vuelto, chico?
—¿Dónde te habías metido?
—Me dijeron que esa potranca lloró toda una semana cuando la dejaste plantada.
—¿Significa esto que te vas a casar con ella’
—¿Nos invitarás a la fiesta?
—¿Dónde has estado?
Nick no contestó a ninguna de las preguntas, ató el caballo a la barandilla que había delante del hotel y abrió la puerta de la diligencia. Amanda bajó primero, y eso acalló bastante a la gente. Se lo había imaginado. Trenton no veía muchas mujeres tan bonitas como Amanda Laton. Casi se oyó un grito ahogado antes del silencio.
Amanda solía quejarse una o dos veces todos los días al acabar el viaje. No podía culparla. Una mujer delicada como ella debía de agotarse con facilidad de tanto viajar. Pero se contuvo ante la presencia de un público tan numeroso e incluso sonrió al ver aquella acogida. Muchos de los hombres se la quedaron mirando y seguramente se enamoraron de ella en lo breves instantes que tardó en entrar con gracia en el hotel.
Nick no se separó de ella, pero sólo para evitar la nueva ronda de preguntas que iba a iniciarse sin duda en cuanto Amanda desapareciera. Al menos, se dijo a sí mismo que fue por eso que la tomó del brazo y la condujo dentro, y no porque quisiera reivindicarla con sutileza para él. Sin embargo, se había percatado de que hasta Spencer Evans había salido al porche de su cantina para observar la conmoción. Nick esperaba que siguiera allí. Ya tenía bastantes cosas en la cabeza para tener un enfrentamiento con su viejo enemigo.
Spencer y él se conocían desde hacía mucho. Toda la vida, en realidad, ya que habían nacido el mismo año. Por un breve período de tiempo, medio verano por lo menos, se habían llevado bien, claro que entonces eran demasiado jóvenes para haber descubierto ya que se caían mal.
La competencia se interpuso en lo que podía haberse convertido en amistad. Nick suponía que era bastante natural, ya que tenían la misma edad y más o menos el mismo peso y estatura. Muy pronto empezaron a competir por todo. Las tareas de la escuela, la pesca, la caza, el tiro, las carreras, fuera lo que fuera, cada uno de los dos quería ser el mejor. Pero Spencer resultó ser un mal perdedor, y había empezado muchas de las primeras peleas.
Poco tiempo después ya no necesitaban una excusa demasiado buena para pelearse, ya que las luchas se habían convertido en otra forma más de competencia entre ellos. Por aquel entonces destrozaban el aula con tanta frecuencia que las autoridades del pueblo decidieron abandonar la pequeña escuela a favor de la iglesia, con la esperanza de que tendría una influencia más tranquilizante en los chicos. No fue así, aunque, al menos, aguardaban a pelearse en el cementerio, a la salida.
Podrían haber superado esas tendencias, haber llegado a ser amigos algún día y haberse reído de sus travesuras infantiles. Todo era posible. Pero cuando crecieron lo bastante para empezar a fijarse en las chicas...
Wilma Jones fue la primera que les gustó a los dos. Seis peleas más tarde y después de que Spencer grabara una noche “Te amo, Wilma” en todas las tablas de la casa de ella, los Jones volvieron al Este y se llevaron a su hija con ellos.
Ágatha Winston fue la segunda muchacha en la que ambos se fijaron de nuevo a la vez. Tenían entonces dieciséis años, y sus peleas se estaban volviendo un poco más sangrientas. Aggie se interpuso entre ambos en una de ellas y acabó con la nariz rota. Nick sospechaba, con un gran sentimiento de culpa, que el puñetazo había sido suyo, pero jamás estuvo del todo seguro. Después de eso, Aggie se negó a hablar con ninguno de los dos, y seguía sin hacerlo, a pesar de que ahora estaba casada y tenía sus hijos.
El problema, sin embargo, fue Clare Johnson. Se había desarrollado tarde, o tal vez no le habían prestado atención porque era un par de años menor que ellos. Pero era una chica muy agradable, que ayudaba siempre a los niños más pequeños en la escuela. Aspiraba a ser maestra algún día.
Nick se encaprichó de ella poco después de cumplir diecisiete años; la primera —y la última vez— que se interesó en serio por una chica. La llevó de picnic, la invitó a acompañarle mientras pescaba, bailó con ella todas las piezas en la fiesta tras levantar el granero de los Wilk, y estaba seguro de que había sido el primero en robarle un beso por lo coloradísima que se puso. Nunca se le habría ocurrido llegar más lejos. Era una buena chica, de esas que uno cortejaba despacio y después se casaba con ella.
En aquella ocasión intentó mantener su interés en secreto. No la llevaba a sitios donde Spencer fuera a darse cuenta; Spencer era demasiado engreído para ir a levantar graneros, así que Nick estaba seguro de que no sabía nada de lo del baile. Pero Spencer también cortejaba en secreto a Clare sin que Nick lo supiera, hasta que fue demasiado tarde. Y Spencer no respetaba las normas: no se detuvo en un beso.
Sedujo a Clare y, después, el muy canalla se jactó de ello para que Nick supiera que había perdido. No tuvo en cuenta que arruinaría la reputación de Clare con su fanfarronería, o no le importó. Para él era más importante ganar.
Después de eso, las peleas se intensificaron. Nick y Spencer no podían estar en la misma habitación sin intentar matarse mutuamente. Y esa lamentable situación se mantuvo hasta que el padre de Spencer, Tom Evans, se hartó de pagar la parte que le correspondía de los desperfectos que su hijo provocaba y lo envió con unos familiares del Este a que terminara sus estudios. El pueblo soltó un suspiro colectivo de alivio, hasta que meses después la paz y la tranquilidad se habían vuelto aburridas y había quien se lamentaba de la pérdida de la diversión semanal de ver cómo Nick y Spencer se enfrentaban dondequiera que coincidieran.
Cuando Spencer Evans volvió por fin al pueblo tras la muerte de su padre para hacerse cargo de la cantina Not Here (Aquí no), los vecinos estaban entre temerosos y expectantes. Pero había transcurrido suficiente tiempo, los chicos se habían convertido en hombre y, por fortuna el pueblo tenía ahora dos cantinas, de modo que Nick procuraba evitar a Spencer. No siempre lo conseguía, y todavía se producía alguna que otra pelea entre ellos de vez en cuando, pero nada parecido a lo que había ocurrido en su juventud.
Clare seguía en Trenton. Había ayudado en la hojalatería de su padre hasta que éste murió y, después, vendió el negocio. Ahora trabajaba en la cantina de Spencer, donde se encargaba de la diversión, tanto en el escenario como de otro tipo. Y cada vez que Nick pensaba en ella, despreciaba más a Spencer.
De todos modos, Amanda no pasaría más de una noche en el pueblo, y el rancho de Red estaba a un día largo de distancia, así que no esperaba que Spencer fuera allí a husmear. Además, Red no permitiría que un seductor de inocentes cortejara a esa sobrina tan candorosa.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 9:33 am



Capítulo 12



—¿Despidió el coche? ¡Era nuestro coche particular!
Nick se inclinó el sombrero hacia atrás, alzó los ojos hacia el cielo matinal y contó hasta diez. Parecía que hoy iba a necesitar toda su paciencia para tratar con Amanda.
Dirigió una mirada a las mujeres, que estaban en lo alto de los peldaños de entrada del hotel. Sólo Amanda lo observaba incrédula. _____ se examinaba las uñas en una muestra algo sospechosa de indiferencia. La doncella, como de costumbre, parecía aburrida.
Les había llevado tres monturas para cabalgar. Había pasado más de treinta minutos discutiendo en la cuadra sobre aquellos caballos para asegurarse de que fueran adecuados para unas damas. Suponía que debería haberles advertido que viajarían el resto del trayecto a caballo. Pero no lo había creído necesario. En esta parte del país, todo el mundo se desplazaba a caballo.
—No era su nada particular— indicó a Amanda, con la paciencia de nuevo bajo control—. Si pudieron usarlo tanto tiempo fue sólo porque intimidé al empleado de la estación para que les permitiera hacerlo, ya que uno de sus conductores las abandonó junto al vehículo. Tuve que amenazarle con partirle la cara si no accedía. Pero ese coche es demasiado grande para el caminucho que conduce al rancho. Además, Will se lo llevó al amanecer, así que ya no está aquí.
—No pienso montar a caballo— replicó Amanda, con una mirada obstinada—. Tendrá que alquilarnos un carruaje.
Caramba, cuando sacaba el genio, lo sacaba. Era una suerte que fuera tan hermosa que un hombre pudiera disculpar algunos rasgos desagradables en ella.
—Es posible alquilar caballos— suspiró Nick—. También, alquilar carretas para transportar suministros. Pero me sorprendería mucho que hubiera un carruaje en todo el pueblo. Trenton no es lo bastante grande para necesitarlo. Aquí la gente va andando a los sitios. Y, por último, el estrecho camino que conduce al rancho se aleja serpenteando de la ruta para evitar desniveles, y se tarda media día más en llegar, lo que significa tener que pasar a dormir al aire libre. Si vas a caballo, puedes ir en línea recta y llegar antes de que anochezca.
—Entonces tendrá que alquilarnos una carreta, ¿no le parece? — contestó Amanda.
Su explicación había sido razonable. ¿De verdad quería dormir a la intemperie junto a la carretera? ¿O era sólo terquedad? Algunas mujeres cuando adoptaban una actitud, se negaban a echarse atrás por ningún motivo, incluso cuando se demostraba sin lugar a dudas que estaban equivocadas.
—Ya lo he hecho para los baúles. De un momento a otro, el conductor vendrá a recogerlos y los entregará mañana.
—¿Cuál es el problema entonces? Iré en la carreta— insistió Amanda.
—No lo entiende— contestó Nick—. Eso significa un día más...
—No, es usted quien no lo entiende— le interrumpió—. No voy a ir a lomos de un caballo, ni hoy, ni mañana, ni nunca. Así que si no se puede disponer de otro medio de transporte, me quedaré donde estoy.
—No ganará esta batalla, señor Kincaid— intervino _____. Su tono contenía una evidente nota de humor, pero sólo ella sabía si era a costa de él o de su hermana—. Le dan miedo los caballos.
—¡No es cierto! — Amanda se volvió hacia su hermana—. Me niego a que me duela todo por haber ido montada a caballo cierto tiempo.
—Viajar en carreta no le gustará— indicó Nick—. Tampoco es nada cómodo. Ni dormir en el suelo en realidad.
—¿En el suelo? No diga tonterías. Dormiré en la carreta, por supuesto.
—la carreta iría cargada de...
—Habrá que descargarla— volvió a interrumpirlo Amanda, y en un tono que no aceptaba discusión.
—No cabrán las tres— supuso Nick
—¿Y qué?
La miró incrédulo. No se le escapaba la implicación. Ella se refería a una carreta para su uso individual, pero de donde él venía lo que era bueno para un hermano, lo era para el resto. ¿Iba a tener que repetir toda la discusión con la solterona si aceptaba semejante disparate? ¿O conseguir, quizás, otra carreta para que todas pudieran dormir en ella?
En aquel momento, Nick se rió de él. Era probable que su expresión al oír el comentario de Amanda hubiera provocado carcajadas a un muerto. Con menos paciencia, podría haber explotado en aquel momento. Pero por algún motivo extraño, no le importó su hilaridad. Era la primera vez que la oía reír, y el sonido era de hecho agradable, incluso algo contagioso. No rió a su vez, pero las ganas de hacerlo consiguieron calmar un poco su irritación.
Debía de haberle leído el pensamiento, además, porque _____ dijo:
—Supongo que tiene suerte de que a mí me dé lo mismo dormir en el suelo, o montar a caballo.
—Tú tampoco te has subido a un caballo en tu vida— exclamó Amanda, irritada.
—Sí, pero a diferencia de ti, estoy dispuesta a probar cosas nuevas. Y no será muy difícil ir al paso junto a la carreta.
_____ le echaba en cara a Amanda que iban a demorarse para complacer su obstinación. Pero no funcionó. La preciosa rubia ni siquiera se sonrojó.
Y entonces la carreta en cuestión asomó por la esquina de la calle siguiente. Marian se echó a reír de nuevo.
—Oh, Dios mío, mulas— soltó entre risas—. Seguramente llegaría a casa de la tía Kathleen más rápido si fuera caminando.
Esta vez, Amanda sí se sonrojó. También estaba furiosa al ver el medio de transporte que había insistido en utilizar. Y descargó su furia en Nick.
—¿Es una broma? ¿Espera que viaje detrás de unas mulas?
—Viajar así fue idea suya, no mía. Yo le traje un caballo muy bueno...
—Que puede cambiar por esas mulas. Y no me importa lo que tarde. Si no puedo ir en carruaje, por lo menor iré en una carreta tirada por caballos.
Nick empezó a contar hasta diez otra vez. Mientras estaba en ello, apareció Spencer. Iba muy acicalado, con su traje de los domingos aunque no iba nunca a la iglesia, lo que significaba que esperaba pillar a las mujeres antes de que se marcharan del pueblo para impresionarlas con las maneras corteses que había adquirido durante los años que había vivido en el Este hasta terminar sus estudios.
—Buenos días, señoritas— Saludó con el sombrero—. No he podido evitar escuchar que podían necesitar mi ayuda, si lo que precisas es un carruaje.
Puede que hubiese dicho señoras, pero no quitaba los ojos de Amanda. Y la había impresionado, a juzgar por la sonrisa que le dedicó. Las mujeres parecían volverse tontas cuando estaban cerca de Spencer Evans, y encontraban su aspecto juvenil excepcionalmente atractivo, con sus cabellos castaño oscuro, los ojos verde esmeralda y la seguridad en sí mismo que confería ser un próspero hombre de negocios.
—Sí. ¿Y usted es...? — preguntó Amanda.
—Spencer Evans, a su entera disposición.
—Nos dijeron que no había ningún carruaje disponible en el pueblo.
—Hay gente que no sabe nada— aseguró Spencer.
—Entonces ¿puede alquilarnos un carruaje? — confirmó Amanda.
—Y totalmente nuevo. Me lo entregaron el mes pasado. —se complació en decir—. Pero no pienso alquilárselo; se lo presto encantado.
Nick se volvió y empezó a contar hasta cien en esta ocasión. No se le habían escapado las indirectas de ambos. Lo último que quería era pelearse delante de Amanda, pero si dirigía tan sólo dos palabras a Spencer, eso era a buen seguro lo que ocurriría. Podía ignorar las pullas de Amanda pero no las de Spencer.
Aun así, no esperaban su reacción. Seguían ultimando los detalles. Y era fácil ver dónde conducía el asunto, no se trataba sólo de una oferta generosa de Spencer para congraciarse con Amanda, sino una oportunidad para seguir viéndola.
—Iré a recogerlo mañana por la tarde... — decía Spencer.
—No te molestes— le interrumpió Nick, incapaz de seguir callado—. Alguien lo traerá de vuelta.
—No es ninguna molestia. Me encantará volver a disfrutar de una de las cenas caseras de Red.
Spencer se había informado bien. Sabía quiénes eran las hermanas Laton y dónde iban. Era probable que la noche anterior se encontrara con Will Candles y lo sonsacara. Nick había esperado, de hecho, que se presentara en el comedor del hotel para conocerlas. Quizás hubiera llegado demasiado tarde. Las mujeres no se habían entretenido en la cena y se habían retirado pronto a su habitación, de modo que si Spencer había perdido el tiempo emperifollándose antes de ir, no las había encontrado.
Tardaron otra hora en partir por fin. Nick tuvo que comprar unas mantas para pasar la noche y comida para la cena. Y se había producido un momento tenso cuando Spencer había aparecido con su carruaje nuevo y Amanda admitió que no sabía conducirlo. Después de tanto alboroto, ¿ni siquiera sabía conducirlo?.
Eso sorprendió incluso a Spencer, lo suficiente para impedir que se ofreciera también a prestar aquel servicio. La doncella intervino y afirmó que ella sí sabía. Spencer se habría ofrecido de no haberse quedado momentáneamente sin habla. Y parecía probable que Nick le hubiera roto la nariz por ello. Se le había acabado la paciencia. Pero solía pasarle después de un altercado con Spencer Evans.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 9:46 am



Capítulo 13



Acamparon junto a un abrevadero. No era el agua de mejor sabor de los alrededores, pero Nick llevaba un poco, así que no tenían que beberla. Cocinó él mismo. ____ se ofreció, pero si cocinaba como Red, y ambas procedían del mismo sitio, prefería comer raíces, así que rehusó su ayuda. Además, ______ era tan torpe que temía que pudiera incendiar el campamento. Cuanto más lejos se mantuviera de la fogata, tanto mejor.
Consiguió calmarse a medida que el día se volvía más caluroso. Cabalgar junto a un carruaje era una pérdida de tiempo total, pero qué diablos, sólo suponía un día más. Amanda incluso, con gran magnanimidad, había elegido dormir en el carruaje, puesto que era un biplaza y ella era lo bastante menuda para caber en el asiento acolchado si encogía un poco las piernas. El acolchado era lo que la había convencido pero así, por lo menos, no tenía que descargar la carreta cuando por fin los alcanzara.
Nock medio esperaba que Spencer apareciera esa noche con la pobre excusa de que quería asegurarse de que las mujeres estaban bien. Era algo que él mismo podría haber hecho si quisiera volver a ver a una muchacha que le hubiera interesado. Sin embargo, se le olvidaba que Spencer se había educado en la ciudad. Y puede que ahora viviera en medio de Tejas, pero seguía habiendo una gran diferencia entre crecer entre las comodidades de la ciudad y dormir a la intemperie en las llanuras, algo a lo que estaba acostumbrado cualquiera que se hubiese criado en un rancho.
Y Spencer ya había agotado la cuota de excusas pobres. “Me encantará volver a disfrutar de una de las comidas de Red”. Nick soltó un resoplido para sí. El muy desgraciado ni siquiera sabía que si Red había entrado alguna vez en una cocina, era probable que hubiera quemado la comida y que por esa razón tenía cocineros para ella y para el barracón de los trabajadores sin que le avergonzara admitirlo.
Ella Mae, la doncella, se ofreció con amabilidad a lavar los platos después de cenar. Era una mujer callada. Tenía los cabellos castaños recogidos en un moño, no tan adusto como el de ______, los ojos verdes, era unos años mayor que las dos hermanas, y llevaba a cabo sus tareas sin llamar demasiado la atención. Era una mujer poco agraciada, salvo por la nota de humor que lucía siempre en los ojos. ______ le hablaba como a una amiga. Amanda, con más respeto del que le había oído usar con nadie. Ninguna de las dos la trataba como a una criada. No le ordenaban que hiciera las cosas, se lo pedían. Suponía que llevaba el tiempo suficiente con ellas para que la considerasen más bien de la familia.
Por supuesto que, en lo que a familias se refería, las dos hermanas no se comportaban exactamente como si fueran parientes. No se hablaban demasiado y, cuando lo hacían, apenas se decían una palabra agradable. Se imaginaba que habrían discutido en algún momento del viaje y todavía no habían hecho las paces. Eso explicaría también en parte la irritación de Amanda y la grosería de la solterona.
Amanda había dejado la fogata para prepararse para dormir. _____ observó un rato a escondidas cómo revolvía las mantas que él había comprado para elegir la que usaría. Ella Mae le había llevado un cubo de agua. Lo usó para lavarse el polvo del camino de la cara y el cuello, pero después se lo llevó con ella detrás de la carreta a fin de tener un poco más de intimidad.
Cada día que pasaba, la encontraba más encantadora. Esperaba no estar enamorándose, al menos no aún. Sin ningún estímulo suyo aparte de unas cuantas sonrisas —algo que también había dedicado a otros, no sólo a él—, Nick seguía sin saber si tenía alguna posibilidad de ganare su cariño.
Por lo general había pistas, y muchas; formas sutiles en que una mujer indicaba a un hombre que estaba interesada por él. No había tenido nunca dudas sobre si gustaba o no a una mujer. Bueno, por lo menos no tanto tiempo. Claro que él tampoco había sido muy claro demostrando que estaba interesado por ella. Había decidido esperar antes de dar ningún paso al respecto, así que quizás ella mantuviera en secreto sus sentimientos hasta que él empezara a dar algunas pistas.
Como ya no veía a Amanda, dirigió de nuevo la mirada a la hoguera y le sorprendió ver que estaba solo con la solterona. Las llamas se le reflejaban en los cristales de las gafas y mostraban dos fogatas en miniatura con todo detalle. Se veía muy extraña, claro que siempre se veía extraña con aquellas gafas ajustadas en el puente de la nariz.
Esa noche parecía cansada, a pesar de que finalmente había decidido no montar, ya que el carruaje tenía espacio más que suficiente para las dos hermanas. Aun así, admiraba a regañadientes sus agallas al estar dispuesta a viajar a caballo, cuando al parecer ninguna de las dos se había subido a uno en su vida. Por un momento había pensado enseñarle cuando estuvieran en el rancho, pero se dio un puntapié mental por planteárselo aunque fuera de manera vaga. Cuanto más lejos se mantuviera de ella, mejor para él.
Había preparado un poco de café, una costumbre adquirida en esas largas vigilancias nocturnas del ganado que se llevaba al mercado. Creía que sólo él tomaría, así que no había hecho demasiado. Pero _____ se había servido una taza cuando él no la veía y la había dejado cerca de la hoguera para que se mantuviera caliente.
Desvió la mirada porque no quería charlar con ella si podía evitarlo. A pesar de todo, con el rabillo del ojo vio que alargaba la mano hacia la taza y casi la metía en el fuego por equivocación.
Sacudió la cabeza y la miró fijamente.
—Tendría que buscarse otro oculista —le sugirió—. En Trenton hay uno.
Los ojos de ______ se desviaron hacia él y, después, se fijaron de nuevo en la taza que había conseguido sujetar.
—A mi vista no le pasa nada— contestó indignada.
—Es ciega como un topo.
—Qué poco amable de su parte decir eso— afirmó _____ con un resoplido.
—A usted se le dan bien los comentarios hirientes, señorita. Yo sólo dije algo evidente.
—Que no es nada cierto.
—¿Ah, no? ¿Cuántos dedos hay aquí? — Cuando ____ contestó añadió—: Bueno, ya está todo dicho.
______ bajó un poco la cabeza, como si le diera la razón, hasta que soltó triunfante.
—Tres.
—Lo ha adivinado— farfulló Nick.
—Le cuesta reconocer que está equivocado, ¿verdad?
—¿Cuándo fue la última vez que se revisó la vista? —replicó—. A juzgar por esas gafas anticuadas que lleva, seguramente fue cuando era pequeña. ¿Tiene algo que perder si se la revisa otra vez?
Creía estar siendo atento, pero incluso bajo la tenue luz de la hoguera vio que se ponía colorada. Y, por su forma de responder, comprendió que había tocado un tema delicado.
—Mi vista no es asunto suyo —murmuró entre dientes—. ¿Y debe dejar de hablarme antes de que ella se dé cuenta y ...
Se detuvo, muy nerviosa, como si hubiese dicho algo que no debía. Nick se recostó en el petate, apoyado en un codo. Sentía sólo una cierta curiosidad. Bueno, eso no era del todo cierto, pero esperaba darle esa impresión.
—¿Ella? ¿De quién habla?
—Da igual.
—Volvamos entonces a sus ojos— insistió Nick.
—No oye muy bien, ¿no? — repuso _____.
—Ya lo creo que sí. Oí algo sobre dejar de hablarle, pero como no quiere explicármelo mejor, no puede ser demasiado importante.
—Confíe en mí, señor Kincaid, cuanto menos sepa del asunto, mejor.
Nick arqueó una ceja. ¿Estaba preocupada de verdad o se estaba preparando para lanzarle otro insulto descabellado?
—En fin, corazón, ha logrado despertar mi interés— aseguró con un marcado acento tejano.
—Es una lástima— apostilló _____.
Aquella mujer tenía el don de enojar con suma facilidad a un hombre. Nick se incorporó, rígido. Lanzó un palito al fuego a fin de reavivarlo y le añadió unas ramas más gruesas para que durara toda la noche.
Le pareció que la joven le daba las gracias, aunque no podía imaginarse por qué.
—Podría haberse ido— le comentó, con lo que le ahorró la aclaración.
—Resulta que estoy helada, y desde hace un buen rato además. No sé muy bien por qué. No hace tanto frío. Pero quería entrar un poco en calor antes de acostarme. Usted sí que podría haberse ido, o por lo menos evitado que fuera tan evidente que estamos charlando.
—No soy mudo. Mi cama está junto a la hoguera, ya estoy en ella y voy a quedarme aquí. ¿Por qué no va al grano y me cuenta cuál es el problema?
—No lo entendería— respondió _____.
—Puede que sí, pero como le da tanta vergüenza explicarlo...
—No me da vergüenza— lo interrumpió—. Sólo intentaba ahorrarle algo de...
—¿Confusión?— sugirió Nick cuando ella se detuvo—. ¿Exasperación? Bien hecho, mujer, ha conseguido ahorrarme una gran cantidad de ambas cosas.
Como no podía haber sido más sarcástico, no fue extraño que _____ volviera a ponerse colorada como un tomate. Pero también había logrado enojarla, lo bastante para que lo contara todo.
—Muy bien, es probable que nuestra “charla” dé una falsa impresión a Amanda. Si creyera, ni siquiera por un segundo, que usted me gusta, lo que no es cierto, cuidado...— añadió enseguida, y prosiguió—. Pero si ella lo creyera, desplegaría sus encantos para conquistarlo. Y no porque le guste, y no tengo ni idea de si es así o no, lo haría sólo para fastidiarme.
Había conseguido sorprenderlo. Jamás había oído nada tan ridículo, pero debería haber sospechado que diría algo así de absurdo, teniendo en cuenta la imaginación que tenía.
—Entendido. Así que para captar el interés de su hermana basta aparentar estar interesado en usted. Parece bastante fácil. Lo tendré en cuenta.
—¿Sabe qué le digo? Creo que prefiero congelarme a seguir esta conversación— afirmó _____ tras fulminarlo un momento con la mirada—. Yo ya lo he avisado. Aténgase a las consecuencias.
—Siempre lo hago, corazón.— Nick sonrió.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 9:54 am


Capítulo 14



—¿Vas a venir conmigo en silencio para que no tenga que partirte el cráneo?
La pregunta fue un susurro brusco. A ______ le sorprendió haberlo oído porque fue pronunciada a bastante distancia y no iba dirigida a ella. Pero no podía dormir después de aquella conversación exasperante con Nick tras la cena.
En realidad, la había enfurecido ver lo satisfecho que estaba al oír su explicación, como si ya pensara usar esa estratagema para captar la atención de Amanda. Tenía ganas de sacudirle. Sin duda, no le apetecía volver a hablar con él nunca más.
Seguía censurándose por haber revelado la verdad sobre Amanda, algo que no había hecho nunca antes, y por pensar que Nick era lo bastante listo como para haber entendido ya que a Amanda era mejor evitarla que intentar conquistarla.
Despierta y cubierta con una manta junto a Ella Mae en la tierra dura bajo la carreta, hasta el menor sonido captaba su atención, en especial aquel susurro que no presagiaba nada bueno...
A pesar de todo, no había oído al desconocido entrar en el campamento. Se había acercado a la fogata donde Nick dormía y estaba inclinado hacia él para hablarle, pero había llegado hasta allí sin hacer un solo ruido.
Lo veía con claridad desde su posición bajo la carreta. Era alto y muy corpulento, y podía pesar fácilmente unos 130 kilos. Parecía salvaje, o por lo menos muy incivilizado: llevaba la ropa sucia, un abrigo de piel de oso y el largo cabello, entre castaño y canoso, tan enmarañado que parecía no haber visto un peine en los últimos diez años. Y podía oler el hedor. Lo había traído con él.
Nick tenía que estar despierto, aunque no se había movido ni daba señales de haber oído la pregunta. El hombre gigantesco empezó a impacientarse y golpeó con fuerza el pecho de Nick con la culata del revólver para obtener respuesta.
—¿Me oyes, chico?
—Aunque no lo hiciera— contestó Nick con sequedad—, podría olerte...chico.
—Me conoces.— El hombre se rió—. He trabajado otras veces para tu padre. Sabes que no te haré daño si no me veo obligado. Pero vendrás conmigo. Significa quinientos pavos para mí. Significa que este año pasaré un invierno cálido y agradable, y a mi edad los inviernos cálidos se agradecen.
—Te pagaré lo mismo si te vas con ese hedor a otra parte.
—No podrá ser porque le di mi palabra a tu padre de que llevaría a casa antes de mañana. Tengo que cumplir lo prometido, chico. Ya me entiendes. Es una cuestión de confianza, y de más trabajos cuando los necesite.
—Y algo bastante inútil. Ahora sabe dónde encontrarme. Puede venir a verme.
—Supongo que no quiere— contestó el gigante—. Es una cuestión de orgullo, ¿sabes? Al fin y al cabo, fuiste tú quien se largó y no él.
—No sabes qué pasó, Leroy— exclamó Nick con cierta indignación.
—No tengo por qué saberlo. No me pagan por eso. ¿Vienes o no?
—Te complacería si no estuviera acompañando a unas mujeres a las que no puedo dejar solas.— Suspiró—. Y no las desviarás quince kilómetros de su camino cuando están a unas pocas horas de su casa. Dile a mi padre que iré a verle la semana que viene.
—Así no conseguiré los quinientos pavos, chico— replicó Leroy mientras negaba con la cabeza.
—Conseguirás no acabar con un agujero en el pecho, chico— contestó Nick.
El sonido del percutor se oyó con una fuerza increíble en el silencio de la noche, al tiempo que Nick se ponía de pie. El hombre corpulento rió de nuevo, nada intimidado al parecer ante la idea de recibir un disgusto.
—Tu padre no dijo que tuviera que llevarte a casa de una sola pieza— exclamó en un tono incluso agradable—, sólo que te llevara a casa. Será mejor que no te enfrentes a mí. Seis disparos, si tienes tantos, no conseguirán detenerme. He estado en peores situaciones y he vivido para contarlo. Así que, ¿por qué no vienes conmigo por las buenas, y nos ahorras a los dos muchas molestias?
______ avanzaba con sigilo hacia los dos hombres que se amenazaban con tanta indiferencia. Hablaban lo bastante alto para no oírla, y ella se detenía cuando ellos guardaban silencio. Tomó una arma grande, un tronco pequeño en realidad, aunque lo bastante grueso y fuerte para poder lastimar a alguien. La cuestión era si podría golpear con él al hombre llamado Leroy.
Las peleas con su hermana era una cosa, y aunque podían llegar a ser brutales, jamás habían empezado con esa intención. Pero atacar a alguien a quien no conocía con la intención de hacerle daño para reducir una amenaza era algo totalmente distinto. No estaba segura de poder hacerlo. En cualquier caso, no parecía tener otro remedio.
Un paso más y estaría lo bastante cerca. Empezaron a sudarle las manos a causa del nerviosismo. Levantó el garrote improvisado con sus puntitas de madera por encima del hombro a fin de poder tomar impulso para arrear el golpe, y dio ese último paso.
Y partió una ramita con los pies descalzos.
Ambos hombres se giraron de inmediato en su dirección. Ambos la apuntaron con un revólver. Se quedó paralizada, con los ojos desorbitados por el miedo.
Leroy empezó a reír el primero. De acuerdo, no había tenido tiempo para pensar en vestirse. Así que estaba allí plantada en ropa interior con una tronco por encima de un hombro y el cabello suelto tapándole el otro. No era tan divertido, al menos no tanto para que a Leroy se le saltaran las lágrimas de la risa.
—¿Qué vas a hacer con eso, bonita?— le preguntó—. Yo me limpio los dientes con palillos de ese tamaño.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 10:27 am



Capítulo 15



No debería estar allí. El problema que el hombre gigantesco había creado en el campamento no tenía nada que ver con ella y sí todo que ver con Nick. Él podía haberse encargado de la situación sin su ayuda. Pero _____ no lo había sabido cuando había decidido “salvarlo”.
Y ahora su valiente intento provocaba carcajadas. Fue la enorme exageración, sin embargo, lo que la indignó sobremanera. Era probable que Leroy no se hubiera limpiado los dientes en toda su vida, y seguro que no usaba troncos para hacerlo. Lo había dicho sólo para indicar que no suponía ninguna amenaza para él. Así que le dirigió el garrote directo a la cabeza. Pero él lo atrapó con facilidad y, sin el menor esfuerzo, se lo arrebató de las manos y lo lanzó al fuego.
Entonces se había enojado. Menuda ayuda había resultado ser. Pero Nick había aprovechado la distracción que ____ había provocado. Las carcajadas de Leroy cesaron en seco cuando golpeó el suelo al recibir un culatazo de Nick en la nuca. Lo dejó sin sentido, de momento. Y, sin perder un segundo, lo ató, por si volvía en sí antes de lo deseado.
Atado, amordazado, con las armas confiscadas (del largo abrigo de piel de oso había salido todo un arsenal), Leroy ya no representaba gran peligro. Y _____ se quedó a observar más tiempo del que debería. Quería preguntar a Nick de qué había ido todo aquello, pero en realidad no era asunto suyo y, de repente, fue muy consciente de que seguía allí plantada en ropa interior.
Se volvió para irse, con la esperanza de no atraer la atención de Nick. Sin embargo, éste se dio cuenta y le dijo:
—Espera, Amanda.
Se quedó inmóvil por segunda vez al percatarse de que no llevaba las gafas. Había olvidado ponérselas antes de ir a rescatarle, lo que había sido una verdadera estupidez. Y ahora él creía que era Amanda.
—Lo que has intentado ha sido muy valiente— comentó mientras la agarraba por los hombros—, aunque algo insensato.
Estaba demasiado cerca de ella. Empezaba a sentirse algo más que insensata tras observarlo. Se había quedado demasiado rato; tendría que haberle dejado de inmediato. Él también iba medio desnudo, ya que sólo llevaba los pantalones, y tenía los cabellos despeinados de dormir. Además lidiar con Leroy lo había dejado sudoroso. Nick Kincaid sin camisa y con la piel reluciente a la luz de la hoguera resultaba demasiado provocativo.
Pero él creía que era Amanda...
Debería sacarlo de su error. No, eso sería más insensato aún. No pasaba nada si creía unos minutos más que era Amanda. Sería preferible a que averiguara que ella y su hermana eran gemelas, si todavía no se lo había imaginado. Había estado con ellas lo suficiente para haberlo descubierto ya. De todos modos la mayoría de la gente que sabía que eran gemelas lo olvidaba deprisa gracias a lo bien que _____ llevaba su disfraz.
Pero en ese momento estaba convencido de que era Amanda, y en ese momento no quería dejarlo.
Nick le hizo dar la vuelta y le inclinó la cara hacia arriba para acercarla a la suya.
—A pesar de todo, gracias— prosiguió—. La situación podría haberse complicado si no lo hubieras distraído.
Su gratitud la incomodó y bajó la mirada para preguntar.
—¿Quién era?
—Un cazador de bisontes, cazador de recompensas, revendedor, cazador furtivo; es probable que haya hecho de todo. Pero el Oeste está perdiendo encanto para él, o él se está volviendo demasiado viejo para vivir como solía en plena naturaleza. De vez en cuando acepta trabajillos que están bien pagados.
—¿Y lo conoce?
—En realidad, no. Sólo de pasada. Va al rancho de mi padre de vez en cuando para ver si hay algún trabajo que no sea el normal del rancho.
—¿Y esta vez tuvo suerte? ¿Su padre tiene que pagar a alguien para que vaya a visitarlo?
Nick sonrió. _____ deseó que no lo hubiera hecho. Estaba demasiado cerca y aquella sonrisa...
—Es algo complicado— dijo en voz baja, demasiado baja.
Iba a besarla. Sabía que iba a hacerlo, debería salir disparada, porque no la besaría a ella, sino a Amanda. Pero no logró mover los pies. Y, en el fondo, deseaba que él lo hiciera, aunque no la besara a ella en realidad.
No se le presentaban nunca oportunidades como ésa. Por su culpa pero, aun así, había dejado su vida en suspenso hasta que Amanda se casara, y parecía que no lo haría nunca. Ya tenía edad de casarse, quería hacerlo, quería un hombre que fuera suyo, pero no se atrevía a seguir sus deseos hasta que Amanda se casara y se marchara.
Aunque permitir que Nick siguiera pensando que era otra persona era engañarlo, la tentación de aceptar el beso e ignorar que creía que se lo daba a Amanda era demasiado fuerte para decir nada. Y el tiempo de preocuparse por aquello se agotó.
Valía la pena. Esa idea ocupó su mente mientras Nick ponía los labios sobre los suyos y le cautivaba los sentidos. Oh, sí, sin duda valía la pena. Una sensación embriagadora se apoderó de ella, la sangre se le aceleró y el corazón le latió con fuerza en un exceso de agitación. Y cuando la acercó hacia él, tuvo miedo de desmayarse, oprimida contra su cuerpo, sintiéndolo, saboreándolo. Era demasiado todo a la vez.
No tenía idea de cuánto tiempo la sujetó así. Estaba tan absorta en sus propias sensaciones que el tiempo no importaba. Podría haberla besado toda la noche y seguramente no habría notado la diferencia. Aunque quizás hubiesen sido sólo unos instantes y, cuando por fin se echó hacia atrás, no parecía en absoluto tan afectado como ella.
Apenas podía pensar con claridad. Él se limitó a sonreír, le acarició la mejilla y le dijo:
—Deberías dormir un poco. Ya hablaremos de esto por la mañana.
—No, no.— Aquello le había abierto los ojos y hecho sonar las señales de alarma—. No lo hablaremos. No ocurrió. Bueno, no debería haber ocurrido, así que no me lo mencione...nunca.
Nick le sonrió, sin que le hubiera impresionado ese aparente arranque repentino de decoro por su parte.
—Si tú lo dices, cariño. Con tal de que nosotros lo sepamos.
Él se volvió hacia la hoguera, a su cama junto al fuego. Mientras no la observaba, ____ corrió hacia la carreta, al lecho que ocupaba bajo la misma. En algún momento, el jaleo había despertado a Ella Mae, que había presenciado aquel beso. Estaba echada de lado, apoyada en un codo. Puso los ojos en blanco cuando _____ se dejó caer a su lado.
—¿Ya sabes qué haces?— preguntó Ella Mae.
—No.
—Eso ha estado mal.
—Ya lo sé.
—Deberías decirle la verdad, y mostrárselo. Si es que lo quieres para ti.
Ella Mae no se andaba nunca con miramientos, pero no procedía del más bajo estrato social. Su familia había sido de clase obrera, pero no pobre. La habían repudiado cuando se quedó embarazada sin estar casada. Ella Mae había perdido al niño, al que todavía lloraba en privado, y desde entonces había estado sola.
Hacía su trabajo y lo hacía muy bien, de modo que no le importaba si lo conservaba o no porque sabía que podía encontrar otro empleo con facilidad. Por eso la trataban más como a una igual que como a una sirvienta, y por eso ambas hermanas la valoraban. Marian la consideraba además una amiga. Incluso Amanda, que había ahuyentado a otras cinco doncellas, no le había dirigido nunca una palabra altisonante. Ella Mae no lo toleraría, se iría, y Amanda lo sabía. No iba a correr el riesgo de perder a alguien que la peinaba a la perfección y le conservaba el guardarropa en un estado excelente.
Sin embargo, Ella Mae era a veces demasiado franca, y ésa era una de aquellas veces. _____ no quería hablar de lo que sentía por Nick, que creía imposible, así que mejor no comentarlo ni siquiera con una amiga.
—¿Lo quieres para ti?— insistió Ella Mae.
_____ podría haberlo negado, pero no tenía demasiado sentido. Podría haber impedido que Amanda observara la dirección de sus miradas anhelantes, pero Ella Mae estaba más a menudo con ella que con Amanda, y en más de una ocasión había arqueado una ceja a _____ a modo de pregunta al respecto.
—Creo que sí— admitió _____.
—Entonces díselo— insistió Ella Mae.
—No puedo. Ya sabes lo celosa que se pondría. Y él la quiere a ella.
—No la conoce. Tampoco te conoce a ti. Deberías permitir que lo hiciera— añadió la doncella.
—No sigas. Ya sabes qué pasa cuando un hombre muestra el menor interés por mí. Amanda lo atrae, lo tiene pendiente de ella indefinidamente y me lo restriega por las narices.
—Eso lo hizo con muchachitos. Ya hace unos cuantos años que te muestras lo más fea que puedes. No has dado nunca la oportunidad a un hombre. No pueden ser todos tan crédulo para tragarse sus ardides.
—Puede que no— contestó _____—. Pero no voy a ser la causante de que un solo hombre más sufra de ese modo. Puedo esperar.
—Esperar es fácil, y no te lleva a ninguna parte— indicó Ella Mae.
—No tengo prisa.
—¿No? ¿Quieres perder a éste, al que quieres de verdad?
—No puedo perder lo que no es mío.— _____ suspiró—. Ha dejado muy claro a quién prefiere.
—Y ella también. No le interesa en absoluto. Apenas es cortés con él.
—Por eso puedo esperar.— ______ sonrió al oírla—. Es distinto a los demás. Todavía no ha hecho el ridículo por ella. Creo que está esperando a ver si vale la pena.
—O esperando a no tener que preocuparse por mantenernos vivas.
—Adelante, mujer, debate mi conclusión— comentó _____ con cara de indignación—. Menudos ánimos me das.
Ella Mae se rió a la vez que sacudía la cabeza.
—Te complicas demasiado la vida, _____*i. Y él ha dado el primer paso. La ha besado, o eso cree. Piénsalo mientras intentas dormir.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 10:33 am


Capítulo 16



Su sentimiento de culpa era increíble. _____ se despertó con él, se revolcó en él y no consiguió quitárselo de encima. El disfraz que llevaba era bastante engañoso, pero lo usaba por un buen motivo: salvar a otras personas de las manipulaciones maliciosas de Amanda. Aun así, fingir ser Amanda...
Su hermana la había suplantado a menudo cuando eran pequeñas para que la gente se enfadara con _____-. Le parecía una broma espléndida, aunque ella era la única que se divertía. ______ lo había hecho sólo una vez antes, con su padre, porque ansiaba muchísimo la atención que dedicaba a Amanda en exclusiva. Pero no lo había engañado. Había sabido de inmediato que no era su preferida, y la reprimenda que recibió fue tan embarazosa que nunca más volvió a intentarlo.
Compartir la misma cara con alguien al que se detestaba no era agradable. Tampoco era divertido estar siempre preocupada por los sentimientos de los demás, prescindiendo por completo de los propios. Era un infierno tener una hermana como Amanda.
Es mañana _____ evitó acercarse a la hoguera, donde Nick servía un desayuno rápido antes de iniciar el último tramo del viaje. Prefería tener hambre a estar cerca de él entonces porque tenía mucho miedo de que fuera a descubrir su disfraz.
Aceptó, eso sí, una taza de café del conductor de la carreta, quien la noche anterior se había preparado su propia hoguera al otro lado del vehículo. Al preguntarle por qué, mencionó algo sobre engañar a posibles ladrones, y añadió que incluso cuando estaba solo en el camino, encendía siempre dos fogatas y no dormía nunca junto a ninguna de ellas.
El hombre gigantesco había subido a la carreta antes de que nadie se despertara. Tenía que haber vuelto en sí y cooperado, porque era imposible que Nick, aunque contara con la ayuda del conductor, hubiera cargado a un hombre de aquel tamaño. Y se había hecho con tan poco ruido que las mujeres que dormían bajo la carreta no se habían enterado.
_______ detectó los pies atados del hombre cerca de la parte trasera de la carreta cuando la rodeó. Nick no había querido dejar a Leroy atrás, pero tampoco quería que los demás conocieran su presencia. ______ supuso que era para ahorrarse preguntas.
No perdía a Nick de vista, temerosa del momento en que se encontrara con Amanda. No confiaba en que no mencionara el beso, aunque ella le había advertido que no lo hiciera. Y Amanda no fingiría ignorancia. Si algo despertaba su curiosidad, pediría explicaciones.
Amanda fue la última en aparecer. Era demasiado esperar que esa mañana no le apeteciera desayunar. Fue directa a la hoguera, tomó el plato de comida que le ofrecía Nick sin darle las gracias y lo ignoró por completo, como de costumbre.
La noche anterior _____ había lamentado averiguar que el padre de Nick poseía un rancho. Eso significaba que tal vez no careciera totalmente de medios como habían pensado ella y su hermana al principio, y el interés de Amada por él podía aumentar. Pero Amanda no había oído lo del rancho, ya que una vez más había estado dormida durante los momentos de emoción y peligro. Con suerte, esta vez no se enteraría.
Ella Mae seguía también junto a la fogata. Amanda empezó a hablar con ella. _____ no necesitaba estar a su lado para saber que su hermana se estaba quejando de la incomodidad de dormir al aire libre, aprovechando que disponía de alguien que la escuchaba con interés. Aunque Ella Mae no estaba interesada en absoluto. Como _____, había aprendido hacía mucho a desconectar de Amanda.
Si embargo, Nick la escuchaba y, pasados unos minutos, fruncía el ceño. _____ habría dado lo que fuera por saber la razón.
Podía ser simplemente que Amanda hubiese insultado sin consideración sus esfuerzos culinarios. O bien que era la primera vez que presenciaba una de sus diatribas; por lo general sólo alcanzaba a oír le final, cuando ya había perdido mucho ímpetu y no era tan despectiva. Si bien lo más probable era que se debiera a que lo trataba como si no estuviera presente, a pesar de que lo tenía sentado a menos de un metro.
Nick había supuesto que ahora las cosas serían distintas entre ellos. Una conclusión natural después de un beso que no había sido rechazado. Ella había hecho lo mismo al aceptarlo. La indiferencia con que lo trataba la mujer a la que creía haber besado debía de sentarle como un bofetón en la cara, que es lo que _____ debería haberle dado la noche anterior en lugar de dejar que la tentación pudiera más que su sentido común.
Una vez hubo desayunado, Amanda lanzó sin miramientos el plato hacia el fuego y se encaminó de vuelta al carruaje a fin de terminar de prepararse para salir. Nick, con el ceño más fruncido aún, empezó a seguirla. _______ contuvo el aliento mientras los observaba. Esperaba que agarrara a Amanda y la obligara a volverse para pedirle una explicación. Pero ¿por qué? ¿Por su falta de interés, cuando no lo había tenido nunca? El sentimiento de culpa de ____ creció. Debería detenerlo, llevarlo aparte y confesar la verdad. Él la despreciaría, claro que ya se había tomado muchas molestias para ganarse su desprecio, así que no debería importarle.
Dio un paso hacia Nick, pero él se detuvo. Y ella también. Nick observó cinco segundos cómo Amanda se alejaba y, acto seguido, se volvió y pareció encogerse de hombros. ¿Se había encogido de hombros? No podía ser. ¿O acaso un beso robado en mitad de la noche no era importante para él? Tal vez besara a todas las mujeres hermosas con las que se cruzaba si tenía ocasión.
_____ podía respirar tranquila, pero ahora era ella quien fruncía el ceño.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 10:40 am



Capítulo 17



Amanda era demasiado complicada para molestarse por ella. Ésa fue la conclusión a la que Nick llegó aquella mañana. Bueno, casi. Pero realmente era como si Amanda fuera dos mujeres distintas: tierna y complaciente de noche, una verdadera arpía de día.
Pensó que la grosería debía ser cosa de familia. No, eso no era cierto. Red no tenía nada de grosera, y era familiar directo de las hermanas Laton.

La confusión que lo acosaba ahora era culpa suya. Debería haberse mantenido firme y esperado a que el viaje terminara antes de averiguar por dónde iban los tiros con Amanda Laton.
Sabía por experiencia que los ánimos se enardecían con facilidad cuando uno hacía algo que no deseaba y, por los comentarios que había oído, sabía que Amanda no quería ir a Tejas, para empezar, y que además detestaba todo lo relacionado con el viaje. De modo que los estallidos de grosería eran algo comprensible o, por lo menos, había buenos motivos para que Amanda los tuviera. Lo más seguro era que cuado hubiera terminado el viaje, fuera del todo distinta.
Pero la noche anterior estaba tan hermosa que de ningún modo habría conseguido contenerse y no besarla. Y ella había intentado rescatarlo. Eso le había llegado al alma; jamás lo habría esperado de Amanda. Siempre se mostraba tan distante, indiferente. Al menos con él.
A pesar de todo, la noche anterior, se había derretido en sus brazos. Lo sorprendió, le encantó, sintió aumentar su deseo y, entonces, de modo extraño, hubo algo que no lo acababa de convencer. Y, por un instante, llegó a preguntarse por qué la había besado.
No tenía nada que ver con el beso, que había sido maravilloso. No tenía nada que ver con la facilidad con que ella había cedido. Tenía que ver con ella. Tenía algo que no cuadraba, era demasiado desconcertante: gélida y, de repente, cálida, como si fuera dos...mujeres...distintas. Ni hablar. La luz de la hoguera no era muy brillante, pero tendrían que ser gemelas para que él cometiera semejante error. Vaya, hombre.
No debería estar tan perplejo. Lo había visto venir, sólo que no lo había admitido. Los hermanos podían parecerse mucho, claro que no había demasiadas probabilidades de que tuvieran tantos rasgos idénticos a no ser que fueran gemelos. Por supuesto que eran gemelas. Sólo que una era ciega como un topo y tenía un genio terrible. Y era imposible que la hubiera besado a ella.
Así que eran gemelas. Eso no cambiaba nada, y seguía sin explicar su confusión respecto a Amanda. O quizás era él. Tal vez no estuviera tan interesado como había creído.
En realidad, puede que ése fuera el problema. Debería estar interesado, pero ¿lo estaba? ¿De verdad? ¿O le recordaba Amanda demasiado a Luella, un exterior espléndido con nada que le gustara demasiado en el interior? Era otra razón que lo había llevado a esperar a que el viaje terminara para festejarla, así ella tendría tiempo de relajarse, o de recuperarse según cómo se mirara; de instalarse y de volver a ser ella misma.
Esperaba un gran cambio de actitud en los próximos días. Ya no tendría nada de que quejarse. La casa de Red tenía un aire del Oeste, pero era muy cómoda. Y en ella trabajaba una de las mejores cocineras del país. Una vez le hubieran pasado los dolores del viaje y estuviera rodeada de comodidades y de su familia, descubriría cómo era Amanda en realidad.
Había visto su peor cara, por lo menos esperaba que fuera así, porque no había visto nada mucho peor. Tenía ganas de ver su mejor cara.
El carruaje llegó a Twisting Barb un poco antes de mediodía, seguido de la carreta con el equipaje y Leroy al cabo de unos treinta minutos. Nick tendría que explicar lo de Leroy. Estaban demasiado alejados de todas partes para dejarlo allí. No había ninguna casa lo bastante cerca para que pudiera ir andando si se llevaban a su caballo, a fin de demorarlo. Y el camino no era lo bastante concurrido para que alguien lo encontrara si lo dejaban atado.
Sin embargo, Nick ya no esperaba más problemas de Leroy ahora que estaban en el rancho. Alguien podría acompañarlo a buscar el caballo (Nick no se había molestado demasiado en ir a buscarlo). Y había vaciado la munición de los revólveres de Leroy, de modo que podrían devolvérselos.
Su padre debía de empezar a chochear, o estar desesperado, para enviar alguien como Leroy a buscarlo. Sobre todo cuando le habrían dicho que Nick se dirigía a Twisting Barb. No conseguía verle ningún sentido, a no ser que fuera para demostrar algo. Stuart podría haber cabalgado al rancho de Red y quizá llegar antes que él, aunque puede que eso fuera lo que había hecho. Y a lo mejor al ver que Nick no llegaba antes del anochecer, como había previsto, había enviado a Leroy a averiguar por qué.
Pero eso significaba que Leroy formara parte del entorno de su padre, y Nick no se imaginaba que Stuart quisiera tener a aquel viejo estúpido y maloliente cabalgando cerca. En la actualidad, Stuart no iba a ninguna parte sin que lo acompañara un mínimo de cuatro pistoleros, hombres capaces de abordar cualquier tipo de problema que se presentara. Aunque todos iban limpios y tenían buenos modales, y veneraban a Stuart porque les pagaba muy bien.
Red salió al porche a recibirlos. Parecía nerviosísima. ¿Por qué o había visto a sus sobrinas desde que eran unas chiquillas? ¿O porque Stuart se había presentado y la había mortificado por tener a su hijo trabajando para ella? Nick no esperaba ver tan pronto a su padre, no estaba preparado para ello; aun así, había imaginado que lo vería al día siguiente o poco después, ahora que Stuart sabía que estaba en el condado. Le había permitido averiguar que había vuelto cuando había decidido entrar en el pueblo, ya que sabía que alguien saldría disparado hacia la finca de los Kincaid con la noticia.
Un para de hombres se habían acercado para atender al carruaje y para ayudar a las hermanas y a su sirvienta a bajar. La solterona fue la primera en llegar al porche.
Nick desmontaba cuando oyó que Red preguntaba:
—¿Cuál de las dos eres?
—_____.
Red se relajó un poco al ver que _____ también parecía nerviosa y le dio un gran abrazo.
—Bienvenida, ____*i. Solía llamarte así, ¿sabes? ¿Te acuerdas?
—No, pero mi madre también me llamaba ____*— contestó ______ con una sonrisa vacilante.
—Siento lo de tu padre.
—Sí, fue un desafortunado accidente.
—Pero quiero que sepas que me alegra mucho ofreceros un hogar todo el tiempo que queráis.
—Gracias...
—¿Es esto?— interrumpió Amanda mientras subía los peldaños—. ¿La casa de un rancho, y pequeña para más inri? ¿Y se supone que tengo que vivir aquí?
Red se sonrojó de inmediato. A Nick le supo mal por ella. Estaba bastante nerviosa, y que Amanda la sometiera a tal escarnio era de una grosería increíble.
—Sé que no es tan majestuosa como vuestra casa de Haverhill, pero aquí hay pocos sitios mejores— afirmó Red a la defensiva—. Mi marido dedicó mucho trabajo a...
—No lo suficiente —interrumpió Amanda de nuevo—. Pero no sé por qué esperaba algo mejor, cuando todos los pueblos que hemos visto por el camino eran de lo más sórdido.
NIck ya había oído suficiente. Furioso por el modo en que trataba a Red, iba a quemar todas su naves y decirle a Amanda que cerrara el pico, pero _____ se le adelantó.
—¿Podrías contener los malos modales cinco segundos, hermanita del alma?— preguntó con una sonrisa tensa—. ¿O te resulta imposible?.
Amanda soltó un grito ahogado y levantó la mano para abofetear a _____ por el insulto, merecido o no. Nick quiso detenerla, pero no estaba lo bastante cerca. No fue necesario. Al parecer, _____ había esperado la represalia y estaba preparada. Con un ligero empujón, hizo que Amanda se tambalease y rodase peldaños abajo hasta caer en la tierra.
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Mensaje por tefisasias Mar 13 Dic 2011, 10:50 am




Capítulo 18



Se produjeron muchos gritos. Nick era demasiado educado para no ayudar a Amanda a levantarse. Ella no se lo agradeció, claro que Nick ya se estaba acostumbrando a eso. La joven siguió lanzando improperios a su hermana mientras se sacudía el polvo y la tierra de la falda.
_____ no prestaba la menor atención a la diatriba. Red miraba a Amanda, con aspecto preocupado, pero la solterona la tomó del brazo y la instó con tacto a entrar en la casa. Nick decidió que el también prefería estar dentro y se reunió con ellas.
Al cruzar la puerta, apenas reconoció el interior. Red había sacado del trastero, o había conseguido encontrar, todo tipo de estatuillas y adornos delicados, había cambiado las cortinas prácticas por otras muy elegantes y puesto alfombras nuevas en el suelo. La cornamenta sobre la repisa de la chimenea del salón principal había desaparecido y un espejo enmarcado la sustituía. De las paredes colgaban nuevos cuadros. Reconoció uno de la consulta del doctor Wilton. Se preguntó cuánto le habría costado.
Red había intentado conferir a su hogar un aire del Este, al que las chicas estaban más acostumbradas. A él le gustaba más como antes, cuando un hombre no tenía que ir con cuidado de no tirar nada. Eso demostraba lo nerviosa que Red estaba en realidad por tener que recibir a sus sobrinas.
Mientras examinaba los nuevos objetos de decoración, no le pasó desapercibido el hombre que estaba sentado en uno de los sofás, con los brazos extendidos sobre el respaldo como si la casa fuera suya. No, era imposible que aquel tejano corpulento de ojos azules y cabellos negros pasara desapercibido. Pero Nick no quiso verlo.
Red, sin embargo, tenía buenos modales y condujo hacia allí a _____ para presentarla.
—Stuart Kincaid, un vecino mío. Posee el mayor rancho del condado, tal vez del estado.
—Estoy en ello— bromeó Stuart a la vez que se levantaba y estrechaba con fuerza la mano de ______—. Encantado de conocerla, señorita Laton.
—Igualmente, señor Kincaid.
—Su tía me lo ha contado todo de ustedes, además de algunas de las dificultades que han tenido para llegar aquí.
—¿Cómo?
—Nick mandó unos cuantos telegramas— explicó Red.
—La semana que viene tendré que celebrar una barbacoa— prosiguió Stuart—. Para darles la bienvenida.
—Qué...campestre— exclamó Amanda con sequedad tras abrir la puerta con un fuerte empujón para que golpeara la pared—. Querría tomar un baño, tía Kathleen. Caliente. Supongo que tendréis instalación de agua. Agua caliente.
—Si nos disculpas, Stuart, acompañaré a las chicas a sus habitaciones para que se instalen— comentó Red, que se había vuelto a sonrojar—. Espero que te quedes otra vez a cenar.
Se produjo un silencio incómodo cuando Red se llevó a las mujeres escaleras arriba. Padre e hijo se miraron, pero ninguno de los dos abrió la boca todavía.
Nick había extrañado a su padre, aunque no lo admitiría. Caramba, esta encantado de volver a verlo. Él era alto, pero su padre le sacaba unos centímetros. A sus cincuenta y dos años, Stuart tenía aún los cabellos negros como el azabache, como si tuviera la edad de Nick, y también llevaba bigote, pero el parecido terminaba ahí. Tenía los hombros más anchos, las piernas más largas, sus modales eran bruscos y era dogmático...Bueno, quizá se parecieran más de lo que Nick quería reconocer.
Como había pasado bastante tiempo, esperaba poder reconciliarse con él. Esperaba, pero no estaba seguro. Ambos eran testarudos y podían perder fácilmente los estribos de nuevo.
Los Kincaid no se peleaban en público, si podían evitarlo, aunque el público se enteraba enseguida de sus riñas. Por lo general, porque eran fuertes. Pero como las mujeres salieron de la habitación bastante deprisa, ambos tuvieron paciencia. En cuanto se quedaron solos, Stuart empezó la discusión en un tono acusador.
—¿Así que estabas escondido aquí?
—¿Escondiéndome? —Nick arqueó una ceja—. Red necesitaba ayuda; si no, habría seguido mi camino. Espero que no te hayas quejado de que me dejara quedar aquí sin decírtelo.
—Claro que no— aseguró Stuart a la defensiva—. Red me cae bien. Esa mujer es muy valiente al intentar conservar este sitio después de que se le muriera Frank.
Stuart se dio cuenta de que había empezado mal y se aclaró la garganta antes de seguir hablando.
—Por lo que oí ayer por la noche, todavía necesita ayuda— dijo en un tono mucho más suave, aunque algo bronco—. Le puedo enviar alguno de mis capataces.
—¿Insinúas que no puedo encargarme yo?
—No busques algo en lo que hincar el diente. Los dos sabemos que puedes encargarte de lo que quieras.
Nick asintió con brusquedad, se acercó a la chimenea fría y dirigió la mirada al espejo recién colgado, aunque no para verse, sino para observar a su padre. El reencuentro iba mejor de lo que había esperado. Claro que no habían llegado aún al fondo de sus diferencias.
—Perdiste a uno de tus hombres— comentó Nick.
—¿De veras?
—Llegará enseguida con el equipaje. Tendrán que desatarlo.
—Lo siento.— Stuart rió—. Ayer me impacienté un poco.
—Me lo había imaginado. ¿Qué diablos haces cabalgando con Leroy a la zaga? No es tu estilo.
—Llevaba toda la semana cerca esperando trabajo y poniendo nerviosos a algunos de los hombres— aclaró Stuart mientras se encogía de hombros—. Imaginé que lo enviaba a perder el tiempo, que aparecería por aquí antes de que él te encontrara, y que se marcharía. No me imaginaba que te entorpecerías el viaje con carruajes y tardarías un día más en llegar.
—Yo tampoco me lo imaginaba, pero una de las muchachas se negó a viajar del modo normal.
—¿La ruidosa?
NIck puso mala cara. Seguro que Stuart había oído los chillidos que había soltado fuera de la casa. Amanda había gritado tanto que debían de haberse enterado hasta en el barracón.
Empezó a dar explicaciones, aunque no sabía muy bien por qué.
—Tenía problemas con el viaje desde el primer día. No quería venir aquí y detesta viajar. Pero su actitud mejorará ahora que el viaje ha terminado.
—No te engañes, muchacho. Es quisquillosa por naturaleza, y como he visto pocas. Puede que también muy malcriada. Muy bonita, eso sí. Supongo que captó tu interés.
—Un poco— admitió NIck.
—¿En serio?
—Aún no.
—Bien— gruñó Stuart—. Las quisquillosas no dejan de serlo.
—Ya te he dicho por qué está creando problemas. Aunque no es asunto tuyo. ¿Desde cuándo eres un experto en quisquillosas?
—Desde que pasé dos meses con la madre de Luella— murmuró Stuart.
Nick soltó una carcajada. No pudo evitarlo. La mirada vacía de Luella era reflejo de su cabeza, pero su madre había estado de cháchara ininterrumpida las pocas veces que había coincidido con ella, algo que debió de empeorar mucho después de irse él.
Pasado un momento Sutart sonrió, pero sólo un instante. Como todavía no habían solucionado las cosas, no iba a relajarse demasiado. De hecho, sacó por fin el tema que ambos esperaban.
—¿Estás preparado para volver a casa, hijo?
—¿Estás preparado para admitir que con quien yo me case no es cosa tuya?
—¿Podemos hablar de ello por lo menos?
—Ya lo hicimos. Yo hablé. Tú no escuchaste— le recordó Nick.
—No diste ninguna oportunidad a Luella— se apresuró a indicar Stuart.
—No tardé ni cinco minutos en saber que no quería tener nada que ver con ella.
—Pero es bonita— se quejó Stuart.
—Entonces cásate tú con ella.
—Ni loco.
—¿Por qué no? Es bonita— le devolvió Nick el razonamiento.
—Es demasiado joven para mí— comentó Stuart.
—Y es demasiado tonta para mí. ¿Podemos decir entonces que ninguno de los dos quiere que entre en la familia y dejar el tema? ¿O todavía está en el rancho?— preguntó Nick con el ceño fruncido—. Porque si todavía está en el rancho.
—Ya no— le interrumpió Stuart—. Se fue a casa el mes pasado. Te habría esperado indefinidamente, porque la idea de casarse contigo le gustaba de verdad, pero su padre consideró que tu ausencia era insultante y vino a buscarlas. Y ya era hora. Su madre me estaba volviendo loco.
—Supongo que entonces puedo volver a casa en cuanto resuelva las cosas aquí.— Nick sonrió.
—Ya te lo dije, enviaré a...
—Terminaré lo que empecé— le interrumpió Nick.
—Espero que no quiera quedarte para cortejar a la quisquillosa— reflexionó Stuart con el ceño fruncido.
A Nick le molestó que su padre llamara así a Amanda, cuando apenas la conocía.
—Aclaremos por lo menos una cosa. Estaría bien que aprobaran con quién me caso, pero no es necesario.
—Si desea que tu mujer viva bajo mi techo— gruñó Stuart con agresividad—, supongo que puedo dar mi opinión al respecto.
—¿Quién dice que vayamos a vivir bajo tu techo?— replicó Nick—. Podríamos, pero también podría construir nuestra propia casa a mi mujer y así no tendrías que tratarla.
Stuart reflexionó un segundo sobre la idea y rió.
—Estaría bien. Sí, estaría muy bien. De acuerdo, hijo, si no vas a duplicar mi imperio, por lo menos dame muchos nietos que puedan hacerlo.
—Cuando me decida a ello. Pero basta de empujarme y basta de buscarme prometida. ¿Trato hecho?
—Maldita sea— exclamó Stuart con una sonrisa enorme a la vez que le daba una palmada en la espalda—, qué bueno es tenerte en casa.
Nick era consciente de que no le había contestado. A su padre le gustaba tener rutas de escape. Pero tenía razón. Era bueno estar en casa, y otra vez en buenas relaciones con su padre.
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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 6:50 am

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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 6:51 am

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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 6:52 am

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Mensaje por tefisasias Miér 14 Dic 2011, 6:53 am

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