If it means a lot to you. [Zayn Malik]

¡Malditos todos aquellos que pensaban que pasar de un lugar a otro era fácil! Estaban todos completamente equivocados... ¡Glasgow! Yo amaba esa ciudad, tenía mis amigos, mis enemistades, mi pareja... Era todo sencillamente perfecto, hasta que un día, mi padre me citó en el salón. Tenemos que marcharnos a Londres. Fueron las palabras que, de un segundo a otro, destrozaron todo lo que tenía. Era horrible, pensar que debía deshacerme, en horas, de diecisiete, casi dieciocho años de vida. Ninguno de mis amigos podía imaginarse la cantidad de dolor que sentí cuando me subí al coche y, poco a poco, iba perdiendo de vista a mis compañeros de toda la vida. Aquellos que sabían cómo tratarme... Los había perdido, para siempre.

¿Nuestro nuevo destino? Londres, dejaba atrás Escocia para adentrarme en la culta y correcta Inglaterra, a cada kilómetro que nos separábamos, mi corazón dolía más, haciéndome recordar todos aquellos momentos buenos y malos que había vivido en mi pequeño barrio. Buscábamos, en Londres, dejar atrás todas nuestras vidas, la muerte de mi madre, por un sueldo mayor, una vida mejor... Pero a mi no me parecía que eso fuera a ser bueno. La escuela tenía sus cosillas, ¿lo mejor de todo ello? A mi izquierda, tenía sentado a un chico rubio, de aparatos. Era tierno, risueño, amable, comprensivo, culto, animado... Perfecto, por así decirlo. ¿Cómo alguien tan... así, podía tener de mejor amigo al chico de mi derecha? Ese joven moreno, egocéntrico, borde, quisquilloso, perfeccionista, amante de todo lo indebido, y su novia, una rubia falsa que probablemente había pasado por montones de salas de operación... Me sobrepasaban. No estaba del todo segura de que fuese a estar muy bien en Londres, y muchísimo menos acompañada de esos dos, sabiendo que mi futuro estaba en esa gran ciudad, y no en Glasgow.

Mis problemas terminaban inmediatamente cuando veía la sonrisa del rubio al pasar por la puerta. Cuando bailábamos juntos, contábamos historias, anécdotas divertidas... Pero mi sonrisa se borraba cuando se sentaba a mi lado el moreno con barba y empezaba a llamarme por mi segundo nombre, haciéndome gracietas sin sentido o, en el peor de los casos, sin gracia, acercándose demasiado a pesar de tener lo que parecía una novia medianamente estable... Nadie conocía lo que me deparaba el futuro y ni tan sólo yo me lo podía imaginar.

"¡Buenos días!", gritó mi padre como quien anima a un equipo de fútbol en su mayor final. Gruñí y volví a taparme con el edredón, hasta que noté unas frías manos agarrando mis tobillos. Solté un grito ahogado aferrándome a los barrotes de la cama.

— ¡Qué no! —exclamé cerrando los ojos con fuerza.

— Kenadee Issidora Vanna, ¡levanta! es tu primer día y no debes llegar tarde, va, en cinco minutos te quiero abajo o te bajo a clase en pijama. —dicho eso soltó mis tobillos y salió del cuarto, no sin antes abrir las cortinas de par en par al igual que la ventana. El aire helado de Inglaterra se colaba por la ventana.

Bufé, sacando una pierna desnuda de debajo del edredón, luego saqué la otra con fastidio hasta que después de dos minutos, conseguí levantarme. Arrastré mi cuerpo sin ganas hasta la ducha, tardé más de lo normal, intentando despejarme. Cuando al fin conseguí salir de esta encendí el iPod, no sabía que poner, así que le di a aleatorio, para mi sorpresa empecé la mañana con la canción equivocada, suspiré, me recordaba tanto a mis amigos, a aquellos fines de semana con ellos, sin embargo, no la cambié.

Me abrigué con unos tejanos, un polo negro y rojo, recuerdo de uno de los mejores conciertos a los que había ido, y mi chaqueta de chándal negra. Unas vans negras y desgastadas calzaban mis pies. Debo comprarme unas nuevas..., pensé. Tampoco me esmeré mucho en mi cara, un poco de rimmel y listo, total, para lo que iba a hacer... Bajé con la mochila al hombro cuando mi padre estaba esperándome en la entrada, no me acostumbraba a las casas de dos plantas.

— ¿No desayunas? —preguntó mi padre mientras se colocaba los guantes. Me dediqué a negar con la cabeza. Salimos hacia el coche, el día pintaba nublado, como todos hasta ahora en Londres, me coloqué el gorro y entré en el asiento del copiloto.

Hacía ya un mes que nos habíamos cambiado de ciudad, pero yo seguía sin acostumbrarme. Era cierto que Escocia y Londres estaban bien cerca, pero no podía compararse. Los motivos habían sido el nuevo trabajo de mi padre, como redactor de una revista importante de Londres. Le ofrecían una bonita casa, transporte, y una matrícula en un instituto para mí. Los requisitos, mudarse en una semana. En una semana tuve que deshacerme de casi dieciocho años de vida, de amigos... ¡Sencillamente genial! Buff.


El hecho de que fuera el primer día de clase, a un mes de haber comenzado el curso, sólo me ponía más nerviosa, tanto que mis uñas acabaron casi inexistentes de tanto mordérmelas.

— Vamos Kenny, cambia la cara, así no se querrá acercar nadie a ti. —le dediqué una mirada de enfado y siguió mirando a la carretera — Kenadee ¿alguna vez podrás perdonarme? —preguntó mientras aparcaba el coche. Suspiré y me encogí de hombros.

— Supongo... —musité. Me di un último vistazo en el espejo del retrovisor, y besé la mejilla de mi padre, bajando del coche.

— ¡Kenny no olvides coger el autobús a la vuelta! —chilló un poco antes de arrancar.

Me encaminé hacia la puerta del "Lerningston College" como rezaba en su cartel. Parecía pasar desapercibida entre la gente. Saqué del bolsillo un papel en el que llevaba apuntado la clase, el curso y la asignatura que me tocaba. "Aula 5, 2ºB, Historia", perfecto, historia un lunes, y a primera hora. De verdad que estaba empezando mal la mañana.

La puerta estaba entreabierta, y pasé detrás de dos chicas, el profesor ya estaba en clase, era un hombre de unos cincuenta años, con una gran barba blanca, me recordaba al típico mago de las películas. Vestía una camisa a cuadros y desprendía un fuerte olor a tabaco negro, sin embargo su cara me inspiraba confianza. Sonrió cuando caminé hacia él.

— Tú debes de ser la señorita Kenadee Issidora... —leyó la ficha unos segundo dejando la frase en el aire — Vanna ¿no? Yo soy el profesor Dawott, que además de dar historia, seré vuestro tutor. —volvió a sonreír.

— Encantada... —dije, en un susurro.

— Bien Kenadee... —dijo mirando a la clase que estaba bastante alborotada, fue alzando un poco la voz — ¡Zuhair, Becker! ¿Quieren dejar de tirarse estuches? Gracias. —riñó al par de chicos de la segunda fila, los miré unos segundos y bajé mi vista al suelo, sabía que ahora tocaba presentarse. La clase entera se sentó y entonces el profesor puso una mano en mi hombro acercándome un poco a la tarima, miré a un punto fijo en la pared, eso me ponía nerviosa.

— Bien chicos, sé que llevamos un mes de clase pero hoy se incorpora una nueva compañera. Os presento a Kena... —el profesor y la clase entera miraron a la puerta, dos chicas entraron riendo y sin esperar a que el profesor les diera permiso sentándose detrás de los chicos a los que antes había llamado la atención el señor Dawott. Pude notar como resoplaba. — Vanderbilt, Dobbers, a la próxima se quedan fuera, no las quiero ver pasar... Bien, como decía, ella es nuestra nueva compañera. Kenadee Issidora Vanna, viene de Glasgow, Escocia y va a cursar su último año junto a nosotros. —pude escuchar risas al pronunciar mi nombre, hasta yo misma me avergoncé cuando escuché el "Issidora", debí omitir esa parte del nombre. — ¡Zuhair, Becker! ¿Qué les dije? Parecen críos de cinco años! —alzó la voz volviendo a los chicos de la segunda fila que esta vez se dedicaban a pegarse manotazos mientras las chicas de atrás les reían las gracias como idiotas. — Señorita Vanna, siéntese entre Zuhair y Becker, a ver si así se les pega algo de usted. —me colocó acercándome a la mesa. — Ya tienen compañera para este curso.

Las chicas de atrás me dedicaron una mirada de basilisco a la que yo respondí rodando los ojos, odiaba ese tipo de gente.
Coloqué las cosas, sentándome en medio de los dos chicos, ambos eran bastante altos, el de mi izquierda era rubio casi plateado, de piel clara, y que a pesar de llevar aparato tenía una sonrisa contagiosa. El de la derecha era todo lo contrario, de cabello negro y piel más morena, con el gesto serio y barba de algunos cuantos días.

El profesor se dio la vuelta y en ese momento me sentí terriblemente observada, tanto por mis compañeros que lo hacían con todo descaro como por las otras dos chicas de atrás. Odiaba sentirme así, además de porque era incómodo, porque pensaba que todos empezaban a sacar defectos. Si nos poníamos a buscar, todos teníamos alguno, yo era alta, de metro setenta y dos, delgada, con pocas o casi ningunas curvas, y en cuanto a mi cara, lo único que resaltaban eran los ojos, de color azul y el aro que perforaba el lado derecho de la nariz. El pelo de color castaño claro, y largo hasta más abajo de los hombros y ya, no tenía nada más de encanto.

Evité mirar a mis compañeros y atender en la clase, mientras ellos hablaban literalmente a mi espalda. Que acabe ya la clase, por favor... No paraba de desear mientras miraba el reloj con disimulo. El profesor nos mandó copiar de la pizarra y todos nos pusimos a ello, estaba concentrada cuando de repente una voz de chico me sobresaltó.

— ¿Qué pone después de "generó"? —preguntó el chico moreno de la derecha mientras guiñaba los ojos intentando ver la pizarra.

— Cambios. —contesté aguantando la risa, se veía gracioso con esa cara.

— Gracias, y ¿tu nombre era? —preguntó esta vez dejando el bolígrafo sobre el folio y mirándome, alcé la vista del papel y me encontré unos curiosos ojos marrones escudriñándome. Bajé la mirada corriendo y hablé en un susurro.

— Kenadee. —no hablé demasiado alto para que el profesor no me pillara.

— ¿Cómo? —preguntó acercándose más a escuchar, mientras que el chico de la izquierda, rubio, estaba bien atento a la conversación.

— Ke-na-dee. —vocalicé un poco más alto para que me escucharan tanto él como su compañero.

— Kenadee… Luego me dicen a mí que tengo un nombre raro, ¿verdad Niall? —rió mirando a su compañero por debajo de mí. — Es broma, mola el nombre… Es original, pero seguro que mañana se me habrá olvidado. —sonrió con un sólo lado y volvió a su folio.

— Yo soy Niall y él Zayn, dile Zayniboo, que le encanta —dijo Niall, el chico rubio antes de seguir escribiendo.

Parpadeé un par de veces, intentando ordenar la información y seguí a lo mío.