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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA

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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Empty Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Sáb 26 Nov 2011, 12:11 pm

Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Sinttulofyi

Capitulo 4

—¿Quieres otro café?

___________ alzó la vista del The Rupert Pioneer para ver el rostro sonriente y expectante de la joven y hermosa camarera de la edad de ___________ que sostenía una jarra de café.

¿Debería tomar más café? A lo mejor no, teniendo en cuenta que el hospital más cercano probablemente estuviera a miles de kilómetros de distancia. El líquido ese era mortal.

—No, gracias. Con una taza me basta —dijo sonriendo.

___________ intentaba seguir con su rutina normal en la medida de lo posible, lo que le hacía sentir que tenía algún tipo de control sobre su vida. Una de sus costumbres más queridas era tomarse su tiempo después del trabajo delante de una buena taza de café en su cafetería preferida, a ser posible con una o dos amigas. Y ningún sábado lo sería sin su taza de café por la mañana fuera de casa mientras leía el periódico.

De normal, ahora mismo estaría tomándose un café en The Bookworm de State Street, con una nueva pila de libros a sus pies y cotilleando cómodamente sobre sus compañeros de oficina con Jean y Dora, mientras se tomaba un mochaccino. En lugar de ello, estaba leyendo The Rupert Pioneer y tomando una taza de lodo tibio.

Pero, le gustara o no, su vida estaba ahí ahora, y se vio inmersa en la vida de Simpson casi contra su voluntad. Se había leído The Pioneer de cabo a rabo, incluyendo el relato sin aliento y con puntos y comas del partido de baloncesto de la semana pasada del equipo local —que habían perdido—, y los obituarios de personas de las que no había oído hablar en su vida. «Una verdadera Devaux», pensó ___________ con ironía.

Llevaba en la sangre la cualidad de hacer, de los sitios más insospechados, su hogar. Su madre había sido hija de un diplomático y su padre mocoso de la armada. El trabajo de su padre les había obligado a trasladarse cada dos o tres años a un país distinto, y ___________ había aprendido la lección: te asientas y te las arreglas con lo que haya.

Estaba allí, en Simpson, en contra de su voluntad y amenazada de muerte pero, le gustara o no, aquél era su hogar ahora.

—¿Seguro que no quieres más? —volvió a preguntar la joven camarera con entusiasmo. ___________ veía por qué la joven parecía querer agradarle; era la única clienta del local.

—No, de verdad. De todas formas, muchas gracias.

La joven hizo una mueca, dejó la jarra en la mesa rota de linóleo y se sentó enfrente de ___________.

—No te culpo, la verdad —dijo suspirando—. Es espantoso, ¿verdad?

La sonrisa de ___________ desapareció. Era absolutamente imposible decir nada agradable acerca del café sin mentir descaradamente.

—Mmm, bueno... —dijo, tratando de no contestar.

—No pasa nada —dijo alegremente la joven—. Sé que es espantoso. Debe de ser una tradición familiar; el café de mi madre también era espantoso. Mi madre era Carly. La de Carly's Diner. —Su expresión era abierta y sus ojos azul pálido, color que ___________ empezaba a llamar el «azul de Simpson», brillaban con interés. Apoyó la barbilla en el dorso de la mano y se echó hacia delante—. Eres *___________*Anderson, ¿verdad? ¿La nueva profesora de primaria?

—Sí —dijo ___________ suspirando. Odiaba mentir a una mujer de rostro tan dulce—. Me mudé aquí hace un mes.

—Ya lo sé —respondió, apartando un mechón de brillante pelo color caramelo—. Te he visto por aquí un par de veces. Quería haberme presentado pero... no sé. —Se encogió de hombros, avergonzada—. Supongo que hace tanto tiempo que no conozco a nadie que no haya conocido de toda la vida que no sé cómo empezar una conversación. Como casi todo el mundo por aquí. A veces pienso que somos dinosaurios, extinguidos, pero no nos hemos dado cuenta porque vivimos perdidos del mundo.

Se parecía tanto a la idea que tenía ___________ de Simpson que se sintió avergonzada.

—Hombre... —empezó ___________. Se había mentido tantas veces al respecto que ya casi le parecía real—. Supongo que Simpson no está tan mal, quiero decir en comparación con otros sitios, eehh...

—Alice —dijo la joven con alegría y alargó una mano con tanta rapidez que a punto estuvo de tirar el café. ___________ agarró la taza de café con la mano izquierda mientras con la derecha estrechaba la de Alice—. Alice Pedersen. Encantada de conocerte. No suelo tener oportunidad de conocer a gente nueva, especialmente a nadie de mi edad. Esto es genial, es genial. Me alegro mucho de que hayas venido. ¿Estás casada?

___________ estaba haciendo un esfuerzo por darle otro sorbo al café y casi se atraganta.

—¿Cómo dices?

—No debía haberlo preguntado tan directamente, ¿verdad? —dijo Alice desanimada—. Se me había olvidado. Como he dicho antes, no estoy acostumbrada a tratar con extranjeros y, además, últimamente he pasado demasiado tiempo con mi hermano pequeño. Tiene diecisiete años y da bastante trabajo, la verdad. Le quiero, y lo ha pasado muy mal desde la muerte de mamá, por eso le perdono que sea tan pesado, pero no es la mejor de las compañías, créeme. ¿Has estado casada alguna vez?

El rostro de Alice era como un libro abierto y ___________ pudo ver en sus azules ojos que no la movía más que la curiosidad amistosa. Ahogó un suspiro.

—No, Alice. No estoy casada ni lo he estado nunca. Ni siquiera he estado prometida nunca. —«Y un romance no entra dentro de mis planes», pensó. Una imagen de Joseph Jonas y sus fabulosos muslos le atravesó la cabeza. «Aunque la lujuria puede que sí», se corrigió.

—Qué raro. —Alice parpadeó—. ¿Cómo es posible? Eres fabuloooosa. Y pareces... no sé... una chica de ciudad.

___________ dejó la taza en la mesa.

—Eehh... gracias. Creo. —Trató de cambiar de tema—: Alice Pedersen. Pedersen. ¿No tendrás algo que ver con el sheriff?

—Sí. Es mi padre. He oído que tú y el viejo Joe le montasteis un buen numerito ayer. Seguía riéndose cuando llegó a casa. Te debo una por eso, de verdad, hacía mucho tiempo que no le oía reírse.

___________ apretó los dientes.

—Vaya, me alegra saber que se divirtió; aunque la verdad es que me asusté bastante.

—¿Por Joe? —Los ojos azules de Alice se agrandaron—. Pero si Joe es el tío más simpático del mundo. Le conozco de toda la vida y no mataría a una mosca. —Se quedó pensando unos minutos—. Bueno, al menos no a un americano y menos aún a una mujer. Ni siquiera cuando Melissa... —Alice se interrumpió y alzó la vista, sonriendo—: Hola, Joe —dijo.

___________ giró la cabeza de golpe para encontrarse con que, efectivamente, ahí estaba Joseph Jonas, alto y grande como la vida misma. Seguía vestido de negro, y seguía pareciendo tan oscuro y amenazador. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Esperaba que no creyera que había ido preguntando por él, tratando de recabar más información.

—Alice —dijo, y luego asintió hacia ___________—: *___________*.

___________ se llevó una mano al estómago; la voz de Joseph Jonas era tan oscura y profunda que parecía resonar en su diafragma.

O eso, o iba a echar el café.

Jonas alargó la mano y apretó con suavidad el hombro de Alice.

—¿Qué tal te va, Alice? —___________ se sorprendió de lo amable que parecía su voz—. ¿Qué tal va la cafetería? —Jonas se sentó junto a ___________, que se escabulló y se puso junto a la ventana. La amplia espalda del vaquero ocupada dos tercios del asiento.

Los ojos de Alice brillaron por las lágrimas.

—No lo sé, Joe. No consigo hacerme con ello. —Se puso en pie para llevarle una taza y le sirvió un poco de café, frotándose los ojos clandestinamente. ___________ vio que la taza de Joe también estaba desconchada, sólo que la de él lo estaba a la derecha del asa y la suya a la izquierda. «Qué monada, —pensó—, nuestras tazas son a juego».

Alice volvió a sentarse y soltó un suspiro.

—Me pregunto si estoy haciendo lo correcto. —Movió una mano por la cafetería, rodeando las mugrientas y lúgubres paredes y el mostrador de linóleo. Aparte de ellos tres, no había nadie más en la cafetería—. A lo mejor debería venderlo, aunque dudo mucho que nadie lo comprara.

Jonas bebió un sorbo de café e hizo una mueca.

—Bueno, al menos mantienes las tradiciones. Carly hacía un café horrible y tú también. Me alegra saber que hay cosas que no cambian; además, la compañía sigue siendo buena... eso compensa lo del café. —Torció la boca en una sonrisa.

___________ se quedó perpleja. ¿Joseph Jonas? ¿Gastando una broma? ¿Y sonriendo? Y además, pensó distraídamente, tenía una sonrisa encantadora. Menos mal que no la mostraba tan a menudo. Le ablandaba los rasgos y le hacía parecer mucho más humano, mucho más cercano. A la luz del día vio que sus ojos no eran de color miel oscuro, sino de uno color pardo. La sonrió a ella también y ___________ contuvo el aliento. «Oh-oh», pensó.

Jonas se volvió hacia Alice y ___________ pudo volver a respirar. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. No era tan difícil cuando le pillabas el tranquillo.

—¿Qué tal Matt? —preguntó.

Alice miró por la ventana y se mordió el labio.

—No tan bien, Joe —confesó—. No se centra en los estudios y responde a papá constantemente. A mí también, pero no es lo mismo. Se pasa el día en su cuarto, escuchando música rap y machacando el ordenador. Está empezando a hacer pellas. Está muy dolido.

—Dale alguna responsabilidad.

—¿Qué? —Giró la cabeza y se lo quedó mirando fijamente.

Jonas rodeó la taza con las manos.

—Dale un par de tareas aquí, en la cafetería. Págale si hace falta, pero mantenle ocupado y pídele consejo de vez en cuando. Involúcrale en lo que estás haciendo.

—Oh, Joe —gimió Alice—. No sé qué estoy haciendo. ¿En qué estaba pensando? Quiero decir que apenas daba dinero cuando mamá vivía, y ya sabes lo famosa que era mamá. La gente se pasaba a tomar una taza de café y un trozo de tarta sólo para saludarla. Pero ahora ya nadie se pasa. Y no les culpo; vamos, ¡mira este sitio! —Alice movió la mano y ___________ y Jonas miraron a su alrededor obedientemente.

«No me extraña que no haya un alma en Carly's Diner», pensó ___________. Aunque fuera el único sitio en un radio de sesenta kilómetros en el que tomarse una copa o algo de comer, tenías que estar muerto de hambre, o completamente desesperado, para arriesgarte a comer algo allí, en vista del café que hacían. Probablemente saldrías mejor parado si te compraras una barrita de chocolate y un par de manzanas en el supermercado de Jensen. Las paredes estaban sucias y la única decoración eran un par de calendarios de años anteriores y un retrato familiar con una versión más joven, feliz y delgada del sheriff, una adorable mujer de mediana edad y con la sonrisa de Alice, una Alice adolescente y un chiquillo desdentado y de cara dulce.

En el mostrador había una tarta de manzana con aspecto pasado, bajo un plato de cristal salpicado de agua. La pizarra que había en la pared opuesta anunciaba hamburguesas a cuatro dólares y un menú especial barra libre a doce dólares. ___________ se estremeció sólo con pensarlo.

La cafetería entera pedía a gritos un decorador de interiores, aunque tampoco le sorprendía. El pueblo entero pedía a gritos un decorador de exteriores.

Había que hacer algo al respecto. Así que ___________ hizo lo que cualquier mujer madura y compasiva habría hecho en su lugar: se encorvó y miró a su alrededor con gesto furtivo.

—Oh, no lo sé —cacareó con su mejor imitación de Igor—. No está tan mal. Un poco de pintura, unos cuantos cojines... —Volvió a cacarear y esperó a que se rieran, pero no obtuvo más que un largo y embarazoso silencio.

Alice la miraba como sí se hubiera vuelto completamente loca. Jonas la miraba con la misma impavidez de siempre.

—Eso es de El jovencito Frankestein, ¿verdad? —preguntó por fin y, volviéndose hacia Alice—: Eres demasiado joven para acordarte. Es una película antigua de Gene Wilder. De hecho —volvió a girarse hacia ___________ con gesto de perplejidad—: eres demasiado joven para acordarte.

—No —respondió, estirándose con un suspiro—. Por regla general sólo veo películas que tengan por lo menos veinte años. Me ahorra un montón de problemas. Si después de veinte años se sigue considerando buena, es que es verdaderamente buena. Aunque la vestimenta y los peinados suelen ser un poco raros, y te encuentras con gente hablando por teléfonos móviles del tamaño de un ladrillo.

Jonas se había quedado mirando la taza, y ella hizo lo mismo, confiando en encontrar ahí la respuesta a los problemas de Alice. Pero en la taza no había más que un líquido turbio y nocivo. Clavó los ojos en el fondo de la taza y, de pronto, se le ocurrió.

—Té. —___________ se sorprendió de oírse hablar.

Alice alzó la cabeza.

—¿Té?

—Té —dijo ___________ con convencimiento—. Tienes que ofrecerles té a los clientes. Té negro y... infusiones de hierbas.

—¿Infusiones de hierbas? —Alice parecía perdida.

—Sí. —___________ miró a Jonas y se encontró con que la miraba fijamente con sus pardos y opacos ojos. Era imposible saber qué pensaba—. Mucha gente bebe té, ¿o no, Jonas? —Se sintió osada y le dio un golpecito por debajo de la mesa en el tobillo con el pie.

—Claro. —El rostro de Jonas no dejaba entrever nada pero, de nuevo, a ___________ le dio la sensación de que sonreía. Brevemente—. Todo el tiempo.

Estaba mintiendo, claro, pero ___________ le habría dado un beso por ello. Se calentó con pensar en besar a Jonas.

—¿Joe? ¿De verdad? —Alice no parecía muy convencida.

Jonas asintió pesadamente con la cabeza y Alice dejó de fruncir el ceño. Estaba claro que, para Alice, lo que Jonas dijera iba a misa.

—He visto que tenéis una planta de menta ahí fuera. —___________ de pronto revivió los calurosos días del verano en Marruecos y el té de menta fresca—. Deja secar las hojas y haz una infusión con ellas. Puedes hacer infusiones aromáticas prácticamente con cualquier cosa... romero, escaramujo, verbena, sasafrás, salvia... La lista es interminable. Luego puedes añadir cosas como canela o piel de limón al té negro, para darle sabor. Tengo una receta maravillosa para el té de vainilla; no sabes lo bien que sabe.

—Espera. —Alice sacó un bloc de notas y un lápiz del bolsillo del delantal y empezó a escribir como loca—. Canela, piel de limón, vainilla. —Sacudió la cabeza—. Ey, ¿quien sabe? Puede funcionar. Además, ¿qué podemos perder? —Vio que Jonas se ponía en pie—. ¿Qué te parece, Joe?

—Puede que funcione —respondió, dejando unas monedas encima de la mesa—. ¿Por qué no lo intentas? —Y le tendió una mano a ___________ para ayudarle a levantarse—. Deberíamos irnos —le dijo.

Alice los miró boquiabierta, primero a Jonas y luego a ___________, para volver a Jonas. Se veía claramente lo que pensaba.

—Ah —dijo, respirando interminablemente—. ¡Ah!

___________ iba a empezar a negar lo que fuera que estuviera pensando Alice, pero Jonas le agarró fuertemente del codo y empezó a caminar hacia la puerta. ___________ sólo tenía dos opciones: o se iba con él, o le regalaba el brazo.

—Te daré las recetas después —se apresuró a decirle a Alice por encima del hombro.

Justo entonces se abrió la puerta y apareció un adolescente. Llevaba la parte inferior de la cabeza rapada al cero y la parte superior recogida en una coleta rubia que le llegaba hasta los hombros. Tenía un pendiente en una de las orejas, otro en la nariz y otro en la ceja. Llevaba una andrajosa cazadora vaquera, sin nada debajo pese al frío helador, unos pantalones vaqueros rotos en las rodillas y botas negras con suficientes clavos y chinchetas como para remachar el tejado entero de un estadio de fútbol.

El joven se detuvo y observó pasar a ___________ y a Jonas.

—Ey, hermanita —dijo lo suficientemente alto como para que le oyeran—, ¿quién es esa monada?

___________ hizo una mueca. Matt Pedersen era un auténtico quebradero de cabeza.

Fuera se había levantado un viento helador. ___________ se detuvo en medio de la desértica calle y se abrazó con fuerza, frotándose los brazos. El día se presentaba mucho más frío de lo que pensó al principio, y la chaquetilla que llevaba no le servía de nada contra ese viento. Se sintió perdida y muerta de frío.

«¿Qué estoy haciendo aquí?», se preguntó de pronto.

La ansiedad y la depresión la dejaron casi paralizada. Allí estaba, a punto de ir a un rancho aislado con un hombre al que apenas conocía... por mucho que le atrajeran sus muslos... para hablar de los problemas psicológicos de un chiquillo, algo para lo que no estaba preparada. Y todo ello con el estómago vacío. ¿Qué estaba haciendo?
♫ Laura Jonas ♥
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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Empty Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Sáb 26 Nov 2011, 12:12 pm

«Huir de un asesino, eso es lo que hago».

___________ volvió a estremecerse y casi pega un brinco cuando alguien le puso algo pesado y cálido sobre los hombros. Era la cazadora negra de cuero de Jonas, que le llegaba hasta las rodillas. Dejó el maletín que llevaba en el suelo y metió las manos en las mangas, saboreando por un momento lo calentito que estaba. Alzó la vista. Muy, muy alto.

—Gracias. —Trató de sonreír, pero le castañeaban los dientes—. No pensé que fuera a hacer tanto frío. Pero, ¿y tú? —Agitó torpemente la manga de la cazadora, de la que sólo sobresalían los dedos.

—No tengo frío —soltó. Probablemente estuviera mintiendo, pero ___________ no pensaba renunciar a la chaqueta calientita—. ¿Dónde tienes el coche?

___________ se quedó paralizada y trató de sofocar la incipiente oleada de pánico.

—¿Mi... mi coche?

¿Quería que condujera hasta allí? Su mente se vio invadida por los recuerdos de su accidentado viaje a Rupert. Nunca había sido una conductora demasiado buena y la mera idea de ponerse detrás del volante y conducir por aquellos parajes inhóspitos le ponía los pelos de punta, pese a que sabía que él iría delante.

Además, cuando terminaran de hablar de Rafael, tendría que conducir de vuelta a casa. Sola.

Claro que no podía demostrarle lo mucho que le horrorizaba la idea si no quería que la considerara una extraterrestre. En Simpson, los niños aprendían a conducir casi antes que a andar. Tampoco había otra opción en esas tierras enormes y desiertas. ___________ deseó una vez más volver a la ciudad. A cualquier ciudad. Con tranvías y metros, y autobuses y taxis. Y gente. Y no estas interminables extensiones de vacío.

___________ trató de sonreír y se lamió los labios resecos.

—He... he dejado el coche detrás de casa. Si me esperas medio minuto voy a buscarlo... —Se detuvo súbitamente al ver que le agarraba del brazo.

—Sólo quería saber dónde estaba —dijo Jonas—. Tengo que volver al pueblo después —comentó, aunque ___________ estaba segura de que volvía a mentirle—, así que puedo traerte de vuelta. —Se agachó para recoger el maletín del suelo y echó a andar.

___________ se lo quedó mirando unos segundos antes de correr para alcanzarle, llena de alivio.



​ * * * * * * * *



—Eeh, ¿qué tal está Rafael? —preguntó, más por oír el sonido de una voz humana que por saber la respuesta.

—Bien —contestó Jonas. Era la tercera palabra que decía en veinte minutos. Las otras dos habían sido «sí» y «no», como respuesta a dos preguntas directas. ___________ se dio por vencida y se puso a contemplar el paisaje. O eso, o se ponía a mirar a Jonas y, para su asombro, se encontró con que le inquietaba mirar a Jonas, así que trató de apartar los ojos de él.

Era un conductor fabuloso.

___________ admiraba de verdad a los buenos conductores, en parte por lo mala conductora que era ella. Daba igual los esfuerzos que hiciera por concentrarse, pasados unos cinco minutos siempre encontraba algo mucho más interesante en lo que pensar que no tenía nada que ver con los semáforos en verde o rojo o quién debía cederle el paso a quién. Pero Jonas estaba concentrado y relajado, y cambiaba de marchas como si tocara un instrumento musical. «El Beethoven de las Camionetas», pensó con ironía.

Tal vez no fuera muy hablador, pero era un auténtico as al volante.

No era normal que ___________ apreciara si un tío conducía bien o no, o que tuviera manos fuertes o piernas largas. Aunque era perfectamente consciente del hombre alto, oscuro y silencioso —aunque no atractivo— que iba sentado al lado suyo y, por mucho que lo intentara, no conseguía saber por qué.

Claramente, no podía ser por que tuviera una conversación maravillosa, que era lo que normalmente le atraían de los hombres. Hasta ahora habría jurado que tenía todas las hormonas sexuales en la cabeza. Los tres líos que había tenido habían empezado porque descubrió que compartía los mismos gustos literarios del hombre en cuestión, o porque tenía alguna razón interesante para no hacerlo, o porque se trataba de un conversador ingenioso o le hacía reír.

Nunca porque sus largas y fuertes manos, que tenían una ligera película de pelo negro en el dorso, descansaran con facilidad y elegancia en el volante, ni porque los músculos de su antebrazo se movieran de manera fascinante cada vez que cambiaba de marcha, o porque cuando pisaba el embrague se le marcaran los músculos que iban desde la rodilla hasta la ingle... ___________ apartó la cabeza rápidamente y se quedó mirando sin ver por la ventana.

Decididamente, le pasaba algo. El estrés le estaba volviendo loca; o eso, o el silencio era lo que le volvía loca. No estaba acostumbrada al silencio. Puede que si hablara con él se rompiera el extraño hechizo bajo el que estaba.

—¿Queda mucho?

Jonas la miró brevemente.

—Ya estamos.

___________ le miró fijamente.

—¿Ah, sí? —Observó a su alrededor. No veía nada que no fuera lo que llevaba viendo desde hacía media hora: árboles, hierba, árboles, hierba y más árboles.

—Hace unos diez minutos que estamos dentro de Doble C —dijo Jonas. Cierto, ahora que lo mencionaba podía ver vallas perfectamente ordenadas, paralelas a la carretera y que, a lo lejos, colindaban con una cadena de colinas. Las vallas delimitaban un terreno exactamente igual al que llevaban media hora atravesando. ___________ era incapaz de ver la diferencia entre la parte vallada y la parte sin vallas.

—¡Ey! —dijo de pronto, apretando la nariz con emoción contra la ventanilla de la camioneta—. ¡Caballos! —Se volvió hacia Jonas con imágenes románticas rondándole la cabeza—. ¿Crees que son mustang?
--------------------------------------------------------------------------------

Los mustang son los caballos salvajes (en realidad, cimarrones) de Norteamérica.
.
♫ Laura Jonas ♥
♫ Laura Jonas ♥


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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Empty Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Sáb 26 Nov 2011, 12:13 pm

—No —dijo Jonas, reduciendo la marcha del vehículo—. Son míos.

—Ah. —___________ observó a los maravillosos animales. Había al menos cuarenta de ellos trotando con gracia en un prado, y sintió una extraña punzada de decepción—. Supongo que los mustang sólo existen en las películas.

—De hecho —dijo Jonas, girando por un amplio camino de piedra—, se encuentran sobre todo en Nevada y Nuevo México. Hemos llegado.

Había tanto que ver, y todo ello extraño para ella, que ___________ tardó unos minutos en decidir qué le parecía. La valla aquí era blanca y encerraba unos edificios grandes y recién pintados, así como áreas circulares llenas de arena. ___________ había leído suficientes novelas de ******* Francis como para reconocer los establos y los picaderos. ¿O en el Oeste se les llamaba corrales?

Había diez o doce hombres trabajando laboriosamente; unos cuantos rastrillaban el suelo, varios de ellos llevaban a los caballos de lo que parecía una sola rienda larga y otros pocos montaban a caballo. Daba la impresión de ser un negocio próspero y ajetreado.

Jonas aminoró la velocidad de la furgoneta y se acercaron a lo que ___________ en un principio pensó que era una formación geológica. Hasta que volvió a mirarlo. No conocía ninguna formación geológica rectangular y hecha de madera.

—¿Qué es eso? —preguntó, agitando la mano hacia la... cosa a la que se acercaban.

—La casa. —Jonas giró y detuvo la camioneta bajo un cobertizo grande como un edificio. La casa misma debía de haber sido diseñada por la NASA. ___________ se preguntó si sería uno de esos edificios con clima propio.

—¿Y quién construyó la casa? —Apartó la vista del gigantesco edificio y miró a Jonas—. ¿Dios?

—Mi tatarabuelo. —Rodeó la camioneta y se acercó a abrirle la puerta a ___________, a la que agarró del codo hasta que estuvo a salvo, en el suelo de cemento del cobertizo de coches.

___________ le sonrió.

—Debió de tirar todo un bosque para construirlo.

—A mi abuelo le gustaba tener espacio suficiente para moverse. —Sus ojos eran oscuros e indescifrables.

—Y que lo digas. Seguro que se ve desde el espacio, como la Gran Muralla China.

___________ salió del cobertizo un segundo y miró a su alrededor. Desde donde estaba tenía que mover la cabeza para abarcar el edificio entero con la vista, pues era mayor que su campo de visión.

—Menos mal que lo construyó antes de que la Agencia de Protección Ambiental se estableciera, porque le habrían detenido por destruir un ecosistema entero. ¿Para qué necesitaba tanto espacio?

Jonas se encogió de hombros.

—Cuando mi tatarabuelo emigró de Irlanda, siendo un niño, era pobre como una rata. Juró que fundaría una dinastía cuando hiciera su fortuna. Era el último de doce hermanos y quería tener doce hijos que, a su vez, tuvieran doce hijos cada cual. Y quería que todos ellos vivieran bajo el mismo techo.

—Eso haría 144 personas de la generación de tu abuelo —dijo ___________, tratando de hacer los cálculos mentalmente—. Y de la tuya seríais, seríais...

—Veinte mil setecientos treinta y seis.

—Vaya... —___________ observó la casa considerándolo—. A lo mejor algunos de los primos lejanos deberían alojarse en un hotel. Menos mal que se inventó el control de natalidad antes de eso. ¿Entonces, cuántos Jonas viven aquí ahora mismo?

—Sólo yo —dijo Jonas.

—¿Sólo tú?

Vio que ahogaba un suspiro.

—Sí.

—¿Ni siquiera hay un primo o dos perdidos en algún lugar de la casa?

—Nop. —Jonas cambió el peso de un pie al otro. Debía de ser el lenguaje corporal de los vaqueros para expresar vergüenza—. Mi tatarabuelo tuvo un único hijo varón, mi bisabuelo tuvo un único hijo varón, mi abuelo tuvo un sólo hijo varón y mi padre...

—Espera —dijo ___________—. Déjame adivinarlo: tuvo un sólo hijo varón. Tú.

—Bingo. —Puso la mano en el codo de ella—. Vamos.

Entraron en una cocina que era exactamente igual de grande que el salón de baile de la versión de Errol Flynn de Robin Hood.

Era el ejemplo perfecto del dicho aquel de «si vale la pena hacer algo, mejor hacerlo doble». Había dos chimeneas lo suficientemente grandes como para asar dos bueyes enteros y dos hornos en los que se podían asar niños enteros. Una mesa de caballete lo suficientemente larga como para patinar sobre ella atravesaba la cocina entera. ___________ apenas tuvo tiempo de abarcarla entera con la mirada, porque Jonas había vuelto a agarrarla fuertemente del brazo y parecía querer llevarla por toda la casa, por pasillos interminables, rancios y oscuros desde los que divisó varias habitaciones grandes, rancias y oscuras. Tras un par de kilómetros, Jonas se detuvo por fin para abrir una enorme puerta de roble y le puso una mano en la espalda.

___________ echó un vistazo a la puerta y entró con paso vacilante, sin saber muy bien qué habría dentro.

Al igual que Carly's Diner, a la habitación no le habrían venido nada mal los consejos de un decorador de interiores. Los muebles eran gigantescos y oscuros, y estaban ordenados pegados a las paredes, de forma que en el centro quedaba un espacio vacío sin nada. A lo mejor en las noches de verano Jonas se dedicaba a dar conciertos ahí, o algo así.

Cuando los ojos de ___________ se acostumbraron a la penumbra, se relajó.
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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Empty Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Sáb 26 Nov 2011, 12:13 pm

Jonas era lector.

En aquel preciso instante, le perdonó sus problemas para comunicarse y sus muslos y brazos que le hacían perder la cordura.

Jonas era de su misma tribu; la de los lectores.

Había libros por todas partes, en todas las superficies disponibles, e incluso alineados en las estanterías. Libros de verdad, para leer, no de decoración. Las manos de ___________ se morían por acercarse y mirar las cubiertas, tal vez incluso por frotar la cara contra unos cuantos e inhalar el olor. Pero entonces tal vez se echara a llorar y anegara todos los libros de Jonas, así que se abstuvo.

La única fuente de calor era el fuego que prendía en una chimenea gigantesca, entorno a la cual había agrupadas unas cuantas sillas macizas de roble. ___________ distinguió la silueta de un hombre y un niño pequeño. El hombre tenía el pelo oscuro e iba vestido de negro, como Jonas. ___________ se preguntó si se habría perdido la moda del vaquero ninja.

—¡Señorita Anderson! —Rafael saltó de su asiento y fue corriendo hacia ella. Alzó su ansiosa carita—. ¿Por qué está aquí, señorita Anderson? No he hecho nada malo, ¿verdad?

—No, cariño —dijo ___________ suavemente, alborotándole el pelo—. Claro que no has hecho nada malo. Sólo he venido a visitaros y a decirle a tu padre lo buenísimo que eres. —Parte de la ansiedad de Rafael desapareció, aunque ___________ aún percibía tensión en su rostro.

Jonas volvió a tomarla del brazo y se acercaron a la chimenea.

—*___________*Anderson, permíteme presentarte a Bernaldo Martínez, el padre de Rafael y mi capataz.

El hombre, que no dio muestras de haberle oído hablar, siguió hundido en la silla con la cabeza entre las manos.

—Bernie... —La profunda voz de Jonas se convirtió en un gruñido amenazador.

Poco a poco, Bernaldo Martínez giró la cabeza; se puso en pie como si tuviera mil años.

___________ hizo una mueca de dolor al verle los ojos, del color de los muchos semáforos que se había saltado en sus despistes al volante. Se preguntó si dolería verlo todo a través de unos ojos tan rojos.

Estaba demacrado y una barba de varios días asomaba a su delgado y atractivo rostro. No era la típica barba cuidada y conseguida con el esmero de la cuchilla de afeitar, sino una auténtica barba de varios días, de la que sólo se consigue no afeitándose durante varios días. Probablemente el mismo número de días que no había dormido.

—Bernie... —El tono de voz de Jonas era más bajo y amenazante que antes, si cabe.

Martínez se pasó una mano por el oscuro pelo y asintió hacia ___________.

—Señorita Anderson. —Tenía la voz rasposa y áspera.

—Señor Martínez. —___________ inclinó la cabeza.

—Oye, chaval. —Jonas se agachó hasta ponerse a la altura de Rafael. Su voz volvía a ser amable—. Estrella del Sur dio a luz ayer por la noche. ¿Por qué no le pides a Sandy que te lleve a ver al potrillo?

—¿Un potrillo? —El rostro de Rafael se iluminó de alegría y la tensión desapareció en un instante—. ¡Yupiiiiii! —gritó, dando un puñetazo al aire. Recordando sus modales, murmuró un rápido adiós en dirección a ___________ y salió corriendo por la puerta.

Bernie Martínez giró despacio la cabeza hacia Jonas; era como si le doliera hacerlo.

—¿Qué ha sido? ¿Una potranca?

Jonas se puso en pie de nuevo y miró a Martínez fijamente.

—Potro.

—Un potro —dijo Martínez, soltando una amarga carcajada—, Debería haberlo supuesto; ni siquiera las yeguas quieren estar aquí. La Maldición de los Jonas vuelve a la carga...

—Ya basta, Bernie. —La voz de Jonas era fría y profunda. ___________ se estremeció; no le gustaría que usara ese tono de voz con ella. La mantendría callada durante un siglo entero por lo menos.

Pero Martínez no parecía demasiado impresionado.

—Apuesto a que si no nos hubiéramos trasladado aquí, mi Carmelita no se habría ido. Apuesto a que...

—¡He dicho que ya basta! —La voz de Jonas era, si cabe, más profunda y fría. Se acercó a Martínez con las manazas apretadas en puños. Martínez alzó la barbilla en tono desafiante, retando a Jonas a que le golpeara.

El aire olía fuerte y a almizcle. ___________ se preguntó si se debería a todos esos libros o a la testosterona que aquellos dos hombres estaban soltando. Tenía que hacer algo, y rápido. Martínez no parecía muy capaz de sobrevivir la resaca del día siguiente, por no mencionar un par de asaltos con Jonas. ___________ volvió a mirar las gigantescas manos de Jonas, que ahora formaban dos puños. Probablemente no demasiados hombres sobrevivirían a un par de asaltos con Jonas.

—Bueno —dijo ___________, y se frotó las manos—. Bueno, pues aquí estamos. —Ninguno de los dos mostraba ninguna reacción, así que intentó sonreír enseñando un par de dientes.

Nada.

Se quedaron allí, de pie, mirándose el uno al otro con el ceño fruncido, como si ___________ no existiera.

Se dio por vencida. A lo mejor, después de todo, un par de asaltos no les vinieran nada mal.

—Ehh, ¿Jonas? —___________ reprimió el impulso de tirarle de la manga para que le prestara un poco de atención. Pero no fue necesario; esos oscuros y feroces ojos volvieron a centrarse en ella. ___________ se estremeció de nuevo, aunque esta vez no fue de miedo—. Me he... —___________ se lamió los labios resecos—... Me he dejado el maletín en la camioneta y tenía algunos trabajos de Rafael que quería enseñarle al señor Martínez. No... —Alzó una mano al ver que Jonas se movía hacia ella—. Voy yo a buscarlos, pero repíteme cómo hago para volver a la cocina. O dibújame un mapa.

El tono de voz de Jonas volvió a ser amable.

—Gira a la derecha nada más salir y después, siete puertas más allá, gira a la izquierda y sigue el pasillo hasta el final. Llegarás a la despensa y de ahí a la cocina.

A ___________ le estaba costando trabajo concentrarse con su penetrante mirada. El campo de fuerza se había vuelto a poner en marcha.

—Siete puertas, izquierda, despensa, cocina —dijo—. Lo tengo.

Se giró y nada más salir por la puerta miró con horror el interminable y gigantesco pasillo.

Tal vez debería de haber dejado un rastro de migas de pan.
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Sáb 26 Nov 2011, 12:15 pm

* * * * * * * *

En cuanto la puerta se cerró detrás de ___________, Bernie cayó rendido sobre la silla y se frotó la cara entre las manos. Se quedó mirando fijamente el fuego durante un buen rato, mientras Jonas se limitaba a observarle.

—Se ha ido, Joe —dijo al final—. Se ha ido para siempre.

—Sí —Jonas se sentía incómodo; aquel no era su campo, no sabía cómo consolar a un tipo al que su mujer había engañado.

Bernie parecía estar pasando por un infierno. Jonas sintió una punzada de pena por su mejor amigo. La marcha de Carmelita había dejado un auténtico vacío en la vida de Bernie. Por unos instantes, Jonas casi envidió a Bernie la intensidad de sus sentimientos. Cuando Melissa se marchó por fin, Jonas se había sentido aliviado.

Bernie estaba verdaderamente dolido; aunque eso no era excusa para comportarse como lo había hecho con *___________*Anderson.

—Escucha, Bernie —dijo Jonas—, Sé cómo te sientes, pero tienes que recomponerte. Al fin y al cabo, la señorita Anderson...

—Olvídalo —dijo Bernie—. No tienes ninguna posibilidad con ella. Acabarás perdiéndola de todas formas. Todas las mujeres que entran aquí se acaban marchando. —Alzó los rojizos ojos hacia Jonas—. Deberías haberme hablado de la maldición, Joe. ¿Cómo iba yo a saber que ninguna mujer se queda demasiado tiempo en las tierras de los Jonas?

—Eso no es más que una leyenda estúpida. —Jonas apretó los dientes—. Me sorprende que te hayas parado a considerarlo siquiera una posibilidad.

—¿Considerarlo? ¡Que te jodan, he perdido a mi mujer por culpa de eso! —gritó Bernie antes de hacer una mueca de dolor y alzar la cabeza.

—No has perdido a tu mujer porque estuviera en las tierras de los Jonas —dijo Jonas razonablemente—. La has perdido porque... porque... —Jonas se detuvo. No sabía por qué se había ido Carmelita. ¿Quién sabía por qué hacían las cosas las mujeres?

—Porque estamos en las tierras de los Jonas —concluyó Bernie.

—¡Que no, joder!

—Vale, entonces, ¿cómo es que Melissa se fue? —La voz de Bernie era hostil—. Respóndeme a eso, venga.

—Porque... porque...

—Porque estabais viviendo aquí. —Bernie asintió con gesto de sabiduría, como si acabara de resolver algún teorema matemático imposible.

—¡Porque no quería seguir viviendo conmigo! —Jonas alzó las manos exasperado—. Y ya basta. No tiene nada que ver con el rancho.

—¿Y por qué se marchó tu madre? —preguntó Bernie.

—No se fue. —Bernie estaba dolido, y Jonas le perdonaba lo que dijera. Pero todo tenía un límite—. Murió.

—Es lo mismo. —Bernie apretó la mandíbula con tozudez—. ¿Y tu bisabuela? ¿No huyó con el tipo de la máquina de coser Singer? ¿Y tu abuela? Un niño y fuera.

—Bernie... —gruñó Jonas.

—¿Y las yeguas que nos traen para cubrir? ¿Eh? ¿Qué me dices de eso? Tienes una proporción de 70 caballos y 30 yeguas. Es algo estadísticamente imposible.

—Casualidad.

—¿Casualidad? De acuerdo, ¿y qué me dices de la perra collie que tuvo seis cachorros, todos ellos machos? ¿Qué me dices? ¿Eh? ¿Eso también fue casualidad? No me extraña que Carmelita y Melissa se largaran. Este lugar es veneno para las mujeres.

«Especialmente para las putas», pensó Jonas, pero prefirió guardar silencio.

Bernie se pasó las manos por el áspero pelo negro.

—Debería haberme buscado trabajo en un banco o en una tienda; así seguiríamos siendo una familia y no estaría en este embrollo. —Dejó caer la cabeza—. Y Rafael tampoco.

—Bernie —dijo Jonas con paciencia—, no podrías haber conseguido un trabajo en un banco o en una tienda porque no tienes la formación necesaria para hacerlo. Estás hecho para trabajar con el ganado. Es lo que sabes hacer, y lo haces muy bien. Cuando no te vuelves loco.

—Claro que me estoy volviendo loco —gritó Bernie—. ¡Acabo de perder a mi mujer por tu jodida maldición!

—¡Cierra el pico de una puta vez! —gritó Jonas a su vez. *___________*Anderson probablemente fuera la única mujer, y desde luego la única mujer atractiva, en un radio de doscientos kilómetros que nunca hubiera oído hablar de la Maldición de los Jonas y, sin duda alguna, Jonas quería que siguiera siendo así—. La señorita Anderson está a punto de volver, le ha hecho un hueco en su apretada agenda para hablarte de tu hijo así que te vas adecentar de una puta vez y te vas a comportar como una persona normal con ella.

Jonas no sabía si *___________*Anderson tenía una agenda apretada o no; la mayoría de la gente de Simpson no tenía demasiadas cosas que hacer, pero eso Bernie no tenía por qué saberlo.

Bernie trató de concentrarse en Jonas, pero la cabeza le daba vueltas. Cuando por fin consiguió verle, los ojos rojos le brillaban.

—Oblígame —gruñó.

Estaba pidiendo una pelea a gritos, pero lo último que Jonas quería era que *___________*Anderson volviera y se encontrara con una pelea.

—Deja de decir gilipoll.eces, Bernie.

—No. —Bernie se puso en pie, se balanceó y se puso en guardia en una postura más bien ridícula, pues apenas podía mantenerse en pie.

—Que te jodan. —Jonas elevó los ojos al cielo—. Los dos sabemos que no puedes enfrentarte a mí cuerpo a cuerpo. A mí me han entrenado y a ti no. Te saco quince centímetros y dieciocho kilos, así que déjate de gilipolleces.

Bernie empezó a hacer círculos lentamente alrededor de él.

—Oblígame.

—Bernie —dijo Jonas con los dientes apretados—. Estás borracho. Probablemente hasta estés viendo doble. No voy a pelearme contigo, y ya está. Acabaría contigo en menos que canta un gallo, así que déjalo.

Jonas esperaba que Bernie sonriera al oír uno de los viejos dichos de su padre, pero Bernie apretó la mandíbula y se balanceó violentamente.

Jonas esquivó el golpe sin moverse de su sitio. Aquello iba a ser peor de lo que pensaba. Bernie volvió a balancearse, tan despacio que Jonas podría haber terminado de leer la biografía de Eisenhower y aún le habría sobrado tiempo para detener el puño de Bernie. Jonas dejó que Bernie se librara de su mano y le dijo:

—No seas bobo, Bernie, no puedes derribarme y lo sabes.

—¿Ah, sí? —Bernie respiraba con dificultad. Trató de ponerle la zancadilla a Jonas, pero no funcionó, aunque se llevó un puñetazo en la barbilla.

—¡Joder, Bernie! ¡Eso ha dolido un huevo!

Bernie le enseñó los dientes.

—Eso pretendía. —Se puso en cuclillas y empezó a rodear a Jonas, quien retrocedió.

—Bernie, como no dejes de hacer el gilipo.llas ahora mismo... —Bernie embistió. Jonas se movió, y Bernie se golpeó los puños primero y la cabeza después contra la chimenea de piedra maciza. Jonas hizo un gesto de dolor al oír el golpe. Bernie se giró; sangraba por una herida que se había hecho en la ceja, pero alzó los puños. Los nudillos de una de las manos sangraban también. Jonas suspiró y alzó los puños a su vez.

La puerta se abrió.

*___________*Anderson se detuvo en el umbral, con los ojos abiertos de par en par y el maletín en la mano. Los dos hombres, uno sangrando y el otro seriamente cabreado, se volvieron para mirarla con expresión hosca.

—Supongo que son cosas de chicos, ¿no? —preguntó.
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Mensaje por SandyJonas Sáb 26 Nov 2011, 4:00 pm

Sigueee... me encantaron los caps!! xDD
SandyJonas
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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Empty Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA

Mensaje por #Fire Rouge..* Dom 27 Nov 2011, 7:20 pm

Dios siguela ese bernie es un gilipollas
me encanto el capi me encanta la quimica entre ellos
siguelaaaaa
#Fire Rouge..*
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Mensaje por TeenageDreamJB❤ Lun 28 Nov 2011, 9:51 am

New Reader!!! :hi:
Me encantó, porfis siguelaa!!! :)
TeenageDreamJB❤
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 28 Nov 2011, 5:38 pm

TeenageDreamJB❤️ escribió:New Reader!!! :hi:
Me encantó, porfis siguelaa!!! :)

BIENVENIDA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 88550944 :grupo:
Que bueno que la nove te haya gustado Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 88550944
Ahora mismo subo un capi
♫ Laura Jonas ♥
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 28 Nov 2011, 5:40 pm

Chicas aqui les dejo una.........MARATON!!!!!!!! :grupo: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 88550944 :grupo:
Ya que esta semana voy a estar FULL!!!!!
Y mejor se los digo temprano para que despues no se extrañen de que no les subo sus capis :D
♫ Laura Jonas ♥
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 28 Nov 2011, 5:44 pm

Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Sinttulofyi

Capitulo 5

—¡Au! —Bernaldo Martínez trató de apartar la cara.

—No seas nenaza. —___________ le agarró de la barbilla y le obligó a girar la cabeza para seguir limpiándole la herida de la frente. Ya casi había dejado de sangrar—. Pensé que los vaqueros eran unos tipos duros.

—No soy un vaquero —se quejó mientras ___________ terminaba de limpiarle la herida—. No soy más que un pobre cholo del barrio que se metió en unos cursos sobre cría de animales porque te daban créditos para la universidad. —Pero sonreía sentado a la enorme mesa de la cocina y dejando que ___________ le curara. Jonas también sonreía... más o menos.

«¡Hombres!», pensó ___________ con desesperación. Hacía un cuarto de hora estaban tratando de matarse, igualitos a cualquiera de sus alumnos más inquietos de siete años, y míralos ahora.

___________ tomó la mano de Martínez y le examinó los nudillos. Se encontró con los ojos oscuros de Jonas.

—¿Cuándo limpiaron por última vez ese cuarto?

—Está limpio. —Jonas frunció el ceño, ofendido—. Mis hombres hacen turnos para limpiar escrupulosamente todo. Limpian los establos y luego la casa. A Bernie no se le va a infectar ese rasguño, te lo aseguro. Y, de todas formas, es inmune a todo, incluso al sentido común.

—Si tú lo dices. —___________ observó los cortes sin estar muy convencida—. Aun así, me quedaría más tranquila si se lo desinfecto. ¿Tu kit de primeros auxilios sigue estando en la camioneta?

Jonas apretó los labios.

—Es mejor que le pongas el ungüento con antibiótico que usamos para los caballos, está en un cuenco en la nevera.

___________ se quedó mirando a Jonas unos segundos, sin saber si hablaba en broma o no, pero ir en serio y ni siquiera sabía si era capaz de bromear, así que se dirigió hacia la gigantesca nevera industrial, abrió las enormes puertas de acero y se quedó mirando lo que había dentro.

Tenía amigas en Boston con apartamentos más pequeños que el interior de aquella nevera.

—¿Quién cocina aquí? —preguntó mirándoles por encima del hombro—. ¿Paul Bunyan?

—Los hombres hacen...

—Turnos, ya. —___________ volvió a centrarse en la nevera y examinó lo que había dentro—. ¿Dónde está el ungüento de caballos?

—En un cuenco.

—Aquí hay dos cuencos, Jonas.

—El verde.

___________ echó un vistazo al rojo y abrió los ojos de par en par.

—¿Y qué hay en el rojo?

Jonas se encogió de hombros.

—¿Comida?

—Ni de coñ.a —dijo ___________ con firmeza. Se retiró de la nevera con el cuenco verde en la mano y cerró la pesada puerta con la cadera, pensando que deberían poner una pegatina de peligro biológico en la puerta—. Eso no puede ser comida, ni en broma. Una forma de vida mutante, tal vez, o un experimento echado a perder; pero decididamente no puede ser comida. —Respiró hondo y tosió. Una de dos, o lo que había en el cuenco verde curaba al padre de Rafael, o le mataba.

—Espero que esté preparado para esto, señor Martínez.

—Bernie.

—De acuerdo, Bernie. Es hora de separar a los hombres de los niños. Listo o no, allá voy. —Le cubrió la frente y los nudillos con una capa del apestoso ungüento—. No me puedo creer que de verdad llegarais a los puños. Como niños de siete años. ¿No os ha enseñado nadie que para solucionar las cosas nunca se usa la violencia? Es un comportamiento completamente inaceptable en dos adultos. —___________ se estaba calentando con ese tema. El uso de la violencia era un tema que le afectaba especialmente en aquellos momentos. Alzó la voz—: La violencia es para los bárbaros. ¿Qué demonios pretendíais conseguir? Debería daros vergüenza.

—Sí, señora —respondieron los dos al unísono.

___________ se echó a reír al darse cuenta de que había alzado el dedo en tono desafiante, como hacía con sus niños de primaria cuando se enfadaba con ellos.

—Me parece que eso ha sonado demasiado a profesora de primaria, ¿verdad? Hablando de lo cual... —___________ trató de no pensar en lo poquísimo preparada que estaba para decir lo que tenía que decir—: Eehh, hablando de lo cual, señor... Bernie, he traído algunos de los trabajos de Rafael que quiero enseñarte. Es un alumno excepcional, de verdad, y ha sacado muy buenas notas, pero estas dos últimas semanas su trabajo no ha sido el mismo. No presta atención en clase y, sinceramente, le he pillado llorando más de una vez.

Bernie suspiró.

—Tiene razón, señorita Anderson...

—___________*—dijo ___________, odiando el nombre con todas sus fuerzas. Aunque la verdad, ahora que lo pensaba, una ___________*Anderson cualquiera probablemente se encontrara tan tranquila en un rancho aislado del mundo, vendando a un capataz herido. ___________ Devaux no habría podido hacerlo.

—De acuerdo, ___________*. La historia es la siguiente: mi mujer y yo estamos... estábamos... —Bernie empezó a respirar pesadamente—. No... no nos... —Bernie se detuvo, incapaz de proseguir.

—¿Llevábamos bien? —sugirió ___________ con suavidad.
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 28 Nov 2011, 5:45 pm

Bernie asintió con pesar.

—Me lo había imaginado. Y Rafael sufría, ¿no?

Bernie volvió a asentir; a ___________ le partía el alma verle así.

No había vivido un divorcio en su propia carne, pero imaginaba que debía de ser horrible.

Se giró para mirar a Jonas. Su mujer también le había abandonado. ¿Habría sufrido igual? No lo parecía; no parecía tener demasiados sentimientos. Su anguloso y duro rostro podría estar cincelado en piedra, pues el único signo de vida eran esos ojos miel y brillantes; y aun así a ___________ le costaba Dios y ayuda apartar la vista de su rostro.

—Bernie. —___________ volvió a girarse para mirar al padre de su alumno, que era precisamente a quien tenía que mirar, y no a un ranchero con un parecido extraordinario a una piedra—. Creo que alguien debería vigilar los deberes de Rafael; tal vez convendría que alguien pasara un par de tardes con él, para asegurarse de que vuelve a acostumbrarse a hacer los deberes, que vuelva a coger práctica. No creo que le cueste mucho, es un chico brillante.

Bernie alzó la vista, confuso; de pronto se le iluminó el rostro.

—Tienes razón —exclamó. Alargó la mano y estrechó la de ___________, agradecido—. Tienes toda la razón.

Agitó la mano de ___________ con entusiasmo hasta que vio el ceño fruncido de Jonas y la dejó caer.

—¿Por qué no se me habría ocurrido antes? Es una idea maravillosa. Gracias, ___________*. Muchísimas gracias.

—Ah, no —dijo ___________ con consternación—. No me refería a que...

—Es justo lo que necesita Rafael. —Bernie se pasó la mano por el pelo despeinado y soltó un suspiro de alivio—. Un tutor.

—Tutor —corrigió sin pensarlo.

—Tutor. Es genial; genial.

—No, la verdad... —empezó a decir ___________.

—Un toque femenino —meditó Bernie—. Suavidad, amabilidad y disciplina, por supuesto. Mano de hierro en un puño de terciopelo...

—En un guante —dijo ___________.

—Eso —asintió Bernie—. Eso es lo que Rafael necesita.

—Ehh, Bernie, de verdad que no creo...

—Alguien que le haga caso. De hecho... —Bernie hizo una mueca—... Carmelita no era demasiado buena en eso. Nadie le habría dado el Premio a la Mejor Madre del Año, te lo aseguro. Pero tú, ___________*, eres justo lo que Rafael necesita. Te adora. Siempre está hablando de ti; «la señorita Anderson esto», «la señorita Anderson aquello».

—Escucha...

Bernie miró a ___________ con agradecimiento.

—No puedo expresar lo mucho que significa para mí, y para Rafael, claro...

—Mira, Bernie...

—Eres un ángel —dijo sencillamente—. Gracias.

—De acuerdo. —___________ alzó las manos y, sacudiendo la cabeza, se dio por vencida—. Si eso es lo que quieres.

Pensándolo bien, tampoco le importaba tanto. De todas formas, ¿qué otra cosa iba a hacer por las tardes, aparte de volverse loca? A lo mejor así pensaba menos en sus problemas.

Bernie se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón.

—Bien, ¿cuánto quiere por las clases?

—No quiero dinero. —___________ entrecerró los ojos y se llevó un dedo a los labios, pensando. Se giró hacia Jonas—: ¿Qué tal es Rafael con los animales?

—Muy bueno —respondió Jonas—. Quiere ser veterinario de mayor.

—Bien. —___________ se volvió hacia Bernie—. Ese es mi precio. Quiero que Rafael me ayude a limpiar a mi perro, Fred. —«Mi perro», pensó sorprendida. Sonaba tan raro—. Quiero tenerlo limpio y peinado y... —Pensó en la bola de pelo sucia y enmarañada—... espulgado. A cambio, Rafael puede venir un par de tardes a la semana y le ayudaré a ponerse de nuevo al día. —De pronto le vino una idea a la cabeza que hizo que mirara a Jonas con horror—. Pero alguien tiene que venir a buscar a Rafael para traerle aquí. Yo no puedo... no, ni en broma...

—Hombre, podría... —empezó a decir Bernie.

—Iré yo —interrumpió la voz profunda de Jonas
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 28 Nov 2011, 5:45 pm

___________*Anderson y Bernie se lo quedaron mirando como si de pronto tuviera dos cabezas.

Probablemente ___________*Anderson le mirara así porque no querría encontrarse por las tardes a un tipo que se empalmaba cada vez que la miraba; y Bernie porque sabía muy bien que Jonas no tenía tiempo de ir a Simpson un par de tardes por semana. Y era cierto. Pero su poll.a decidía por él, y le estaba costando lo suyo alcanzarla.

—Le recogeré por las tardes —dijo Jonas. Bernie abrió la boca, miró a Jonas y volvió a cerrarla—. Y aún no has establecido el precio completo.

___________*arqueó la boca. Joe la miró fascinado; sus labios eran suaves y de un rosa natural, sus comisuras estaban ligeramente alzadas en una sonrisa perpetua. Labios cálidos y acogedores...

Ladeó la cabeza y observó a Jonas.

—¿Ah, no?

—¿Qué? —Jonas trató de concentrarse—. No.

—¿Y cuál es el resto del precio?

—Tu calefacción necesita primeros auxilios, hay que arreglar el segundo escalón del porche, y eso es sólo el principio.

—Tienes razón. —___________ le dedicó una sonrisa deslumbrante que hizo que Jonas se quedara sin respiración—. Dime, ¿Rafael es manitas?
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 28 Nov 2011, 5:48 pm

—Es mucho más manitas que su padre, eso te lo aseguro. —Jonas le sonrió antes de quedarse de piedra. Estaba flirteando con ella. Era una sensación tan nueva que perdió el hilo de lo que estaban diciendo.

Esta flirteando con una mujer preciosa. En la cocina de los Jonas. Imposible.

Desde que tenía uso de razón, aquella cocina había sido un sitio frío e impersonal donde los hombres reponían fuerzas rápidamente y volvían a trabajar lo antes posible. Y eso incluía, sin duda, el sombrío periodo que duró su matrimonio.

Pero ahora, con ___________*ahí sentada bromeando amablemente con él, y Bernie, la cocina parecía casi... acogedora.

—¿Joe? —Bernie le miraba—. ¿Quieres que le arregle las tuberías?

—No —respondió Jonas; la idea de ver a Bernie con un martillo entre las manos le devolvió de pronto a la realidad—. Lo haré yo. Eres un desastre con las herramientas o con cualquier cosa que no se mueva o coma heno. Yo...

—¡Papá! ¡Papá! —Rafael entró corriendo como loco en la cocina y, antes de que la puerta de entrada se hubiera cerrado, ya se había lanzado en brazos de su padre—. Papá, Estrella del Sur ha tenido un potrillo, ¡y es genial! Tiene una estrella en la nariz, como su madre, y tienes que ver cómo se mueve. Va a ser un campeón, ya verás. Espera a que Joe lo entrene... ¡va a ganar todos los premios del mundo!

El niño saltaba excitado.

—¿Ah, sí? —Bernie sonrió a su hijo y le abrazó—. Bueno, pues parece que vas a ser un niño muy ocupado estos días, entre cuidar del nuevo potrillo e ir a clases un par de tardes con la señorita Anderson.

Rafael giró la cabeza de golpe y los ojos se le agrandaron.

—¿Ah, sí?

—Sí —sonrió ___________*—. Si te parece bien. Claro que, a cambio, vas a tener que ayudarme a cuidar de mi perro.

—¿Un perro? —Él rostro de Rafael se iluminó—. ¡Guay! ¿De qué raza es?

___________*miró a Jonas.

—¿Jonas? ¿De qué raza es Fred?

—Mestizo.

—Mestizo. Sí, supongo que eso engloba un poco todo. Bien. —Se frotó las manos—. Supongo que debería...

—¿Papá? ¿Qué hay de comida? —Rafael se frotó el estómago—. Me muero de hambre.

Bernie se acarició la barbilla con el dedo y miró a Jonas sin saber muy bien.

—No he hecho la compra estos días, Joe. ¿Quién está en el turno de cocina hoy?

—Debería haber estado Larry —respondió Jonas—, pero ha tenido que ir a Rupert a por alambre para hacer fardos.

—¿Entonces quién va a cocinar? —preguntó Rafael con tono lastimero.

___________ se encontró de pronto con tres rostros masculinos y seis pares de ojos oscuros que la miraban con una expresión patética tan parecida a la de Fred la noche anterior que tuvo que morderse los carrillos para no echarse a reír :lol!:


—¿Queréis que os prepare algo de comida?

Los dos adultos vacilaron con educación, pero Rafael era demasiado pequeño como para preocuparse de algo tan trivial como eran los modales.

—¡Genial! Apuesto a que hace una comida riquísima, señorita Anderson.

—Bueno... —replicó ___________—. La verdad es que no se me da mal, si tengo algo con lo que trabajar. —Miró a Jonas—. Aunque no pienso tocar lo que había en ese cuenco. Y he echado un vistazo al cajón de las verduras y es asqueroso.

—¿Has echado un vistazo a qué? —preguntó Jonas, y ___________ suspiró.

—Da igual. —Se puso en pie, inexplicablemente feliz de pensar en comer con Bernie y Rafael. Bueno, y con Jonas también. La idea de volver a su fría y solitaria casa no le atraía en absoluto—. Estoy segura de que tenéis un congelador bien surtido. Nadie puede vivir en medio de la nada sin un congelador. ¿Dónde está?

—No hay mucho dentro —respondió Jonas.

—¿No? —Eso la detuvo. Trató de imaginarse convirtiendo en comida algo, lo que fuera, de lo que había visto en la nevera, pero fue incapaz.

—No. —Jonas se le acercó y, al alzar la vista, ___________ se encontró con sus oscuros ojos miel. Sonreía desde lo más profundo—. Pero tenemos una despensa.



* * * * * * * *



La información era poder y, últimamente, la información también era dinero. Cuanto más secreta fuera la información, más poder te daba y más dinero valía. Era la regla principal de la economía moderna, cortesía de Stanford.

«Así que, —pensó el profesional—. No sé dónde está ___________ Devaux. Todavía. Pero tengo las direcciones y las nuevas identidades de dos personas bajo el Programa de Protección de Testigos. Esa información no le vale a Dominic Santana, pero estoy seguro de que hay alguien, en algún lugar, dispuesto a pagar bien la información».

De pronto, al profesional se le ocurrió una idea; una idea brillante.

Ya iba siendo hora de dejar aquel negocio. Al profesional no le cabía la menor duda de ello. Con una veintena de buenos golpes bajo el cinturón, el profesional se había ganado una buena reputación, pero el tiempo jugaba en el lado de la policía. Antes o después, y pese a los preparativos más meticulosos, cometería algún desliz. Era matemáticamente inevitable. Decididamente, era hora de abandonar.

La cabeza de ___________ Devaux le proporcionaría tres millones de dólares para retirarse a gusto a una playa paradisíaca de clima cálido. Pero tres millones de dólares ya no eran lo que era antes. De acuerdo, había metido ya un millón y medio en un fondo de inversión decente; estaban invertidos en bonos de bajo riesgo. Con el dinero no se juega; ya corría demasiados riesgos en la vida.

Pero el traslado y la compra de una casa en primera línea de playa se llevarían buena parte de sus ahorros, por lo que se vería obligado a recortar gastos de otros lados.

Necesitaba más dinero.
♫ Laura Jonas ♥
♫ Laura Jonas ♥


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Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA - Página 3 Empty Re: Mujer A La Fuga (Joe y tu). TERMINADA

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 28 Nov 2011, 5:52 pm

En el mercado actual, el precio de un golpe en sí era de U$200.000 para arriba, pero había un límite de números de golpes al año y, de todas formas, iba siendo hora de dejarlo.

Aunque la información necesaria para dar el golpe como, por ejemplo, dónde estaba un antiguo empleado que ahora era testigo del Estado, podía valer mucho dinero. Dinero de verdad. Con un ordenador en condiciones y un módem, se podría obtener la información desde cualquier lugar del mundo, hasta en las islas del Caribe, y podría enviarse a cualquier parte del mundo, sin ningún peligro. Y no había límite en cuanto a número de golpes de información.

Daba igual cuántos firewalls instalara el Departamento de Justicia para proteger sus archivos, el profesional podía internarse en ellos sin problemas.

«Es el negocio perfecto, —pensó el profesional—. Golpes virtuales a, por ejemplo, U$50.000. Para siempre. Sin riegos». Stanford estaría orgulloso de él.



* * * * * * * *



—Estaba buenísimo —dijo Rafael, rebañando el plato con la última galleta—. Muchas gracias, señorita Anderson.

—Bueno, chicos, sois fáciles de complacer —dijo sonriendo—. Haz un par de trozos de carne a la parrilla, calienta un par de patatas y siéntate a disfrutar de la lluvia de cumplidos.

«Ha sido un poco más complicado que eso», pensó Jonas. ___________*se había paseado por la despensa maravillada, bromeando acerca del tamaño y realizando un inventario de lo que allí había. Luego, se las había ingeniado para adobar los filetes, preparar un poco de mantequilla de ajo para las patatas y hacer un sofrito de jamón y guisante como guarnición en muy poco tiempo. Había hecho hasta galletas.

Era una cocinera estupenda. Todo lo que preparó estaba delicioso pero, sobre todo, se llevaba bien con todo el mundo. Mientras se movía a gusto por la cocina, había mantenido una alegre conversación en tono suave y agradable.

Bernie ya no tenía la mirada perdida que tenía últimamente y Rafael reía y correteaba como el niño de siete años que era, en lugar de andar por ahí con gesto abatido y como si cargara con el peso del mundo sobre los hombros.

Estaban comiendo una comida deliciosa en un ambiente agradable y relajado.

En la cocina de los Jonas.

Con una mujer.

Imposible.

La maldición de los Jonas desapareció durante un par de horas. Las comidas con Melissa habían sido de todo menos alegres. Y Jonas, gracias a Dios, no tenía ni idea de cómo habían sido las comidas con Carmelita, pues la había esquivado con el mismo cuidado y por las mismas razones por las que habría esquivado a una tarántula.

Mientras ___________*estaba ocupada devolviendo a la cocina el aspecto de un lugar agradable, Jonas hacía lo que podía por no pensar en sus curvas.

Se esforzó mucho para no fijarse en los pechos y el cul.o de ___________*, e hizo un esfuerzo aún mayor por no imaginársela debajo de él, con sus esbeltos muslos apretándole las caderas. Trataba de no pensar en cómo se sentiría dentro de ella; estaba seguro de que sería pequeña y prieta. Y, por encima de todo, trató de no pensar en foll.arla tan fuerte como quisiera porque, por cómo se sentía en aquellos momentos, probablemente la matara de la fuerza.

El caparazón de hielo con el que se había cubierto desde que tenía uso de razón empezaba a derretirse; a la larga era bueno, claro. Pero ahora mismo significaba que tenía que apretar los puños para no tumbar a ___________*en el suelo de la cocina, desnudarla y follá.rsela con fuerza durante horas.

No debía pensar en ese tipo de cosas cuando una profesora de primaria muy guapa y agradable hacía lo que podía por ayudar al hijo de su mejor amigo y estaba, incluso, haciendo que su cocina se convirtiera en un lugar cálido y relajado por primera vez en las cuatro generaciones de Jonas.

Así que Jonas se sentó, la observó y escuchó, sonriendo cuando los demás reían, comiéndose aquel delicioso manjar, disfrutando con las sonrisas de Rafael y frunciendo el ceño cuando Bernie flirteaba.

Todo ello sin dejar de pensar en tener a ___________*desnuda bajo él o, ¡Dios mío!, sobre él. No podía apartar esa imagen de la cabeza; ___________*montándole, sonriéndole mientras se la tiraba. La poll.a creció dolorosamente bajo los pantalones al pensar en ello y se puso rígido en la silla, agradecido de que la mesa ocultara su erección.

Si estuviera sobre él, podría observar ese precioso rostro mientras se la folla.ba. Así descubriría cómo le gustaba. Fuerte y rápido o suave y lentamente. Aunque poco importaba cómo le gustara porque, en aquellos momentos, no conseguía imaginar follá.rsela más que frenéticamente y durante toda una semana sin parar.

Normalmente se controlaba muy bien durante el sexo y era capaz de dar los empellones que la mujer quisiera. No era bueno con las palabras, pero tenía el lenguaje corporal dominado. Una mujer no necesitaba decir qué quería, podía verlo en la forma en que movía las caderas cuando la penetraba, en la forma en que sus manos se aferraban a él, en la forma en que respiraba.

A ___________*Anderson probablemente le gustara hacerlo despacio, suave y con romanticismo. Tenía ese tipo de cara. Todo en ella era tan delicado. Seguro que quería que la cortejaran, que le dieran un montón de besos, que la desnudaran lentamente y un montón de preliminares. Probablemente querría que la penetrara despacio, poco a poco. La tenía muy grande, así que tendría que tener cuidado y, una vez dentro de ella, probablemente prefiriera empellones largos y lentos. Probablemente esperara que fuera un caballero y que no le metiera la poll.a hasta el fondo, sino que mantuviera los empellones poco profundos.

Ni de broma. (Que imaginacion :risa: :twisted: )
♫ Laura Jonas ♥
♫ Laura Jonas ♥


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