The Last Big Bang {N.C}

Paris caminó empujada por el chico trix que la había capturado. Estaba molesta y además odiaba el hecho de que el chico la estuviera empujando como si fuera un animal o un objeto, era una chica, ¡menor que él! No tenía por qué tratarla como si fuera un estúpido animal.

—Suéltame, imbécil. —Le exigió Paris al castaño quien no le prestó atención y siguió empujándola por el pasillo con rabia y fuerza. Ella había matado a su padre, la odiaba, la odiaba como nunca había odiado a nadie.
—Deja de moverte, lucemita. —Dijo con voz ronca.

Paris negó con la cabeza y se movió mucho más salvajemente intentando arañar o hacerle el más daño posible al trix. Intentó darle un golpe pero el chico era mucho más alto que ella y no existía ni la más remota posibilidad de vencerlo y poder regresar a casa. La juzgarían y probablemente la encerrarían el resto de su vida, nadie volvería a saber nada de ella en la dimensión lucemita. Seguramente la matarían después de un tiempo, era lo más probable.

—Si no dejas de moverte, voy a matarte.
—Hazme el favor —respondió Paris sonriendo burlona y mirándolo a sus preciosos ojos azules repletos de motas verdes.

El trix no le hizo nada, sólo siguió empujándola por los pasillos del lugar, odiaba a la chica por asesinar a su padre, la odiaba demasiado como para seguir viéndola sin hacerle daño. Pero si intentaba hacerle daño posiblemente lo meterían a prisión junto con ella por hacerle daño a la lucemita teniendo una tregua con ellos que no tardaría en ser destruida. Los lucemitas y los trix no podían quererse de ninguna manera, les costaba trabajar juntos, eran polos opuestos.

—Se quedará aquí hasta mañana para su juicio. —Dijo el trix y la encerró en una celda completamente oscura y silenciosa.

El silencio era inquietante, quería escuchar gritos, quería ver a los trix sufriendo porque ella había matado a su rey, una chica lucemita joven había asesinado a un guerrero de cincuenta años. Posiblemente la odiaban por eso pero era un precio que tenía que pagar, la guerra también lo era, pero ella estaría encerrada en una celda. Nadie le haría daño.

Pero estar encerrada la inquietaba, era una chica hiperactiva, le gustaba moverse y hacer algo todo el tiempo, no toleraba quedarse quiera sin hacer nada. Prefería morir antes que ver morir a su gente a manos de sus enemigos, pero ella había ayudado a su pueblo asesinando al rey del enemigo, ahora todos deberían de estar perdidos sin saber qué hacer. Y el chico trix que la había capturado, quien seguramente era el hijo del rey, sería rey de la dimensión trix, un chico de aproximadamente dieciocho años no podría gobernar a un pueblo.

Intentó quedarse dormida, pero sus constantes pensamientos se lo impedían y que su padre hubiera muerto sólo le causaba una rabia imparable, quería ver a los trix arder.

…

Al día siguiente la despertaron los gritos de desesperación que emitían los trix, seguramente ya se habían enterado de que su rey había muerto a manos de una lucemita, posiblemente la ira los inundaba.

Un guardia de tez morena y aspecto duro la sacó de su celda de un tirón y la llevó caminando rápidamente. Ahora sería su juicio o algo así, donde sus enemigos escogerían su destino, dirían si merece continuar con su vida como una esclava o si merece morir a manos del hijo del rey.
Posiblemente querrían su muerte, verla morir por la sangre del rey.

El guardia la subió a un pedestal donde sólo estaba el hijo del rey y ella solamente. La gente cuando la vio ahí comenzó a gritar groserías y castigos que podían implicarle. Paris sólo sonreía burlona y en algunas ocasiones comenzaba a reír con ganas haciendo enojar a la gente que querían su sufrimiento.

—¡Ésta lucemita nos ha quitado a nuestro rey! —habló el trix a gritos haciendo que la gente callara para escucharlo—, quien no sólo era mi padre, si no el padre de todos nosotros. ¡Ella lo mató! —el pueblo gritó rabiosamente y gritaron groserías haciendo sonreír a Paris burlona—. ¡Vamos a castigarla, vamos a hacerla pagar por matar a el padre de todos nosotros!
—¡Jódanse! —gritó Paris mirándolos a todos—, su patético rey asesinó a mi padre, ¡ha asesinado a millones de nosotros! Matarlo a él es un precio que ustedes, malditos, deben pagar.

La gente comenzó a maldecirla en voz alta pero ella hizo caso omiso, le importaba un comino lo que esa gente pensara de ella, ella sabía lo que su estúpido rey había hecho, había matado a su padre y ella lo había matado a él. Aunque ahora fuera a morir, no moriría en vano, se había vengado, estaba en paz.

—¡La condenaremos a una vida de servicio para nosotros, estará en una celda y sólo saldrá para servirnos. Al parecer a ella no le basta morir! —dijo el hijo del rey recibiendo gritos y descontento de la gente, querían que muriera y él decía que viviría, pero sabía lo que hacía. Paris prefería morir ahí, como una heroína a vivir sirviendo a su enemigo.

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