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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 Empty Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

Mensaje por jamileth Vie 03 Ene 2014, 10:44 am

CAPITULO 5
 
Sentí algo rozar contra mi pierna y abrí los ojos. Me senté, sorprendida ante el tono negro del cuarto, parpadeando furiosamente e intentando recordar si había apagado las luces. No lo había hecho. Sentí dedos fuertes buscando mi pierna en la oscuridad y entré en pánico. Pateé frenéticamente y me puse en contacto con algo cálido y suave. Joe no se había sentido así cuando había estado sosteniéndome fuera del auto. Estaba a punto de gritar que se detuviera cuando fui sorprendida por otro par de manos tanteando mis hombros y envolviéndose alrededor de mi cuello. Comencé a gritar, pero las manos se apretaron y mi voz se perdió en mi pecho.

Una dura y callosa mano recorrió mi mandíbula y me tapó la boca mientras la otra se enredó en mi pelo, tirándome de vuelta al colchón. Las manos en mis pies se apoderaron de mis tobillos y subieron hasta mis rodillas, impenetrables a mis patadas y esfuerzos. Sentí las piernas largas a horcajadas sobre mis caderas, Las manos se abrieron camino bajo mi camiseta y hasta mi pecho. Finalmente grité contra la mano que me cubría la boca, todavía golpeando y azotando mis brazos violentamente.

El colchón viejo solo cedió un poco y las manos en mi pecho me aplastaron contra ella, haciéndome difícil respirar. Las manos acariciaron mis pechos, pellizcando y tirando, y no pasó mucho tiempo antes de que sintiera algo cálido y húmedo sobre mi cuello. Una lengua se deslizaba sobre mi mandíbula y alrededor de mi oreja, reemplazando la mano sobre mi boca. Cerré mis labios cuando la lengua intentó entrar a mi boca, mis puños seguían golpeando furiosamente contra un pecho y hombros, ocasionando casuales balanceos en el segundo hombre que me sujetaba. El atacante no parecía notarlo en lo más mínimo mientras giraba y retorcía mis pechos entre sus manos enormes.

Cesé mis esfuerzos y vacilé cuando sentí su lengua dejar mi rostro. No quería gritar porque todavía podía sentir su aliento en mis labios. El aire caliente que provenía de su boca estaba acompañado por un ligero spray de saliva y solo pude suponer que estaba gritando. De repente, un dolor agudo apuñaló mi caja torácica cuando un puño hizo contacto con mi costado. Di un grito ahogado de dolor. Esa era la ventana que él estaba buscando y sentí la gruesa lengua deslizarse dentro de mi boca, con el aliento agrio casi atragantándome. Giré mi cabeza para escapar de sus labios, pero fue en vano. Una de sus manos soltó mi pecho y viajó hacia mis vaqueros, buscando a tientas el botón y la cremallera antes de sumergirse bajo mis bragas de algodón y empujar mi ropa interior. No sabía qué hacer. No podía pelear contra él, no podía salvarme. Así que hice lo primero que vino a mi mente. Mordí con fuerza, esperando hasta saborear la sangre antes de liberarme y gritar a todo pulmón, con la esperanza de que alguien pudiera escucharme.

La mano golpeó mi cara y sentí salpicaduras de sangre sobre mi piel cuando me escupió. El dorso de su mano hizo contacto con mi mejilla y vi una luz brumosa llenar la habitación. Mis ojos se acostumbraron lentamente, con la cabeza todavía mareada por la paliza. Era Ray, su rostro estaba cerca del mío, pero no estaba mirándome. Casi me atraganté de nuevo cuando vi cuánta sangre había debajo de la barbilla de su mentón. Volví la cabeza para seguir su mirada y vi a un borroso Joe, de pie frente a nosotros, con la cara roja y las manos apretadas. 

—Apártate de ella —dijo Joe, mirando directamente a Ray.

No levanté la mirada para ver la respuesta de Ray.

—¡Vete a la mierda! ¡Fuera! —Los ojos de Joe siguieron taladrando a Ray.

Ninguno de los dos habló y el cuarto se llenó con una tensión acalorada. El hermano de Ray liberó su agarre sobre mi pelo, y el colchón se levantó cuando se puso de pie. Estiré el cuello para que pudiera verlo. Sus ojos marrones parecían arrepentidos. No aparentaba más de dieciocho años en esta luz, y casi me compadecí de él y de su papel en todo esto.

Ray aún estaba encima de mí. Le devolvió la mirada a Joe con un optimismo juguetón, aunque no sabría decir si estaba retándolo o haciéndole proposiciones deshonestas a mi defensor. Lentamente, su cabeza empezó a sacudirse, con la cara redonda acercándose a la mía.

—¿Querías ir primero? —preguntó—. Quién se la folla primero probablemente no le importa a ella.

Miré a Joe. 

—Quítate —repitió él.

—Pero ella es perfecta —protestó Ray, y bajó la mirada hacia mí cuando su mano salió de debajo de mi camiseta y acarició mi cabello—. Puedes hacer lo que quieras con ella y no tendrás que escucharla gemir cuando se termine.

Mi mandíbula se apretó. Me moría por gritarle, por decirle lo enfermo, retorcido, y asqueroso que era. Pero no lo hice. Mis ojos ardieron hacia los suyos con todo el odio que sentía por él, y todo el desprecio que sentía hacia Joe por hacerme seguirle la corriente con esta mentira. Ray sonrió y sus delgados y ensangrentados labios se deslizaron sobre sus dientes amarillos. Sus dedos se crisparon bajo mis pantalones, y yo retorcí el cuerpo en un pobre intento de escapar.

—Ella está mojada, también. Mojada y lista para nosotros. ¡Qué jodida puta!

Aunque eso no era cierto. Lo sabía, y por la mirada en el rostro de Joe, él lo sabía también. Pero, ¿por qué no hacía nada? ¿Por qué solo estaba de pie allí, permitiendo que Ray continuara?

Sentí los dedos de Ray comenzar a moverse hacia atrás y adelante a través de mi ropa interior y la humillación se volvió más de lo que podía soportar. Una ola de náuseas se apoderó de mí y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Estaba casi lista para rendirme y aceptar mi destino, convencida de que Joe no iba a hacer nada más para detener el ataque de Ray.

—¿Y qué me dices, Joe? —habló Ray de nuevo—. ¿Deberíamos hacérselo desde ambos extremos? ¿Enchufarla hasta que explote?

Joe se abalanzó sobre Ray. Sus ojos grises brillaban con ira y su boca se torció en un gruñido. Ray aterrizó duro sobre mi estómago, pero rodé rápidamente hacia un lado cuando el cuerpo de Joe cayó sobre él. Retrocedí con rapidez, liberando mis piernas de debajo de la disputa de extremidades. Dos manos me levantaron. Joe dio el primer golpe en la cara de Ray. Éste luchó desesperadamente para bloquearlo, pero Joe fue más rápido y aterrizó otro golpe al lado de su mandíbula.

De repente, Joe se puso de pie y retrocedió. Ray estaba boca arriba y sostenía la mano en su costado, riendo. Joe jadeaba, sin aliento.

—Será mejor que te cuides, Joe. Estamos en esto juntos, todos a partes iguales, ¿recuerdas? Eso la incluye.

—Vete a buscar otra chica en la ciudad para follar, Ray. No puedes tenerla. —Joe me señaló mientras hablaba y luego volvió toda su atención al hombre que me sostenía—. Lo mismo va para ti, Marshall, aunque dudo que lo hagas.

Marshall dejó caer sus manos de mis brazos y caminó hacia las escaleras.

—¿Quién eres para decirme lo que puedo o no tener? —preguntó Ray mientras se ponía de pie y se sacudía a sí mismo. Cerró su bragueta y abrochó la parte superior de sus vaqueros.

—Soy el único al que puede patearte el culo. —Él movió sus hombros hacia adelante, y se puso de pie—. No la toques de nuevo.

—Vamos, hombre. No vale la pena —alegó Marshall a su hermano. 

Ray le disparó una mirada de advertencia a Joe antes de que asintiera y pasara junto a él, para seguir a su hermano por las escaleras. Joe los observó irse antes de mirarme. Su rostro mostraba poca emoción y sus ojos eran como el cristal.

—¿Estás bien?

Vete a la mierda —Señalé, completamente indignada de que se molestara en hacer semejante pregunta.

—¿Te lastimó? —Joe no pareció ofenderse.

. Me dolían los costados y mi rostro se sentía hinchado, ¿pero qué iba a hacer él al respecto?

Asintió con la cabeza y caminó lentamente hacia mí, tirando de la parte inferior de su camiseta. Retrocedí mientras se acercaba, porque no quería que nada o nadie se acercara a un brazo de distancia de mí. Pero Joe levantó su mano en señal de rendición, con la otra haciendo subir el borde de su camiseta hasta las costillas. Lo miré con cautela, y él hizo una pausa antes de despojarse de su camiseta. Retrocedí unos pasos más, sacudiendo la cabeza, indicándole que no se acercara más.

 —No voy a lastimarte, ______________. Ni siquiera voy a tocarte.

Estaba apoyada contra la pared, sin lugar a dónde ir. Joe lentamente cerró el espacio entre nosotros. Mi respiración salió corta y débil, no tenía nada de lucha que quedara en mí, así que, con lágrimas en los ojos, me di por vencida.  Él hizo una bola de su camiseta y la llevó hacia mi mejilla. Me aterraba que fuera a amordazarme con ella, vendarme los ojos tal vez, pero no lo hizo. Con cuidado y suavemente, limpió la sangre de Ray de mi rostro y mi cuello.

Bajé la mirada una vez me di cuenta de lo que había empezado a hacer y sentí el más mínimo atisbo de culpa por confiar en él. Pero, ¿por qué debería hacerlo? No era mi amigo o siquiera estaba de mi lado necesariamente. Estaba siendo usada por este hombre. Pero quizás, aunque no pudiera confiar en él, podría ser capaz de confiar en sus motivos. ¿Eso siquiera tenía algún sentido?

Mirar fijamente el pecho desnudo de Joe ayudó un poco a mi confusión. Sus grandes músculos se flexionaban mientras trabajaba en limpiar mi rostro. Su piel suave estaba ceñida de abdominales definidos y un débil rastro de vello avanzaba desde su bajo vientre hasta desaparecer por debajo de su cinturón. Su otra mano se apoyaba contra la pared para soportar su peso, atrapándome entre su cuerpo y los bloques de cemento.

Anhelaba ser consolada. Quería que me tocara, que me dijera que todo iba a estar bien, que me tomara en sus brazos y me sostuviera allí hasta que todo el dolor desapareciera. Podía sentir su calor corporal y me tentó a extender la manos y pasarlas sobre su piel, acercarlo y agarrarlo fuerte. Pero no me moví. Joe nunca me consolaría. Yo no era nada más que una muestra de dólar para él.

Finalmente terminó de limpiar mi rostro y levanté la cabeza para mirarlo. Él estudió su trabajo cuidadosamente, con los ojos recorriendo mi rostro, pero nunca encontrándose con mi mirada, sus labios permanecieron firmemente apretados, y sus cejas se fruncieron con concentración. Apartó la mano de la pared y pareció extenderla hacia mí, cerca, pero no tanto para tocar mi piel. Quería apoyarme en él, forzarlo a tocarme, pero seguí quieta. Nuestros ojos se encontraron por un segundo, antes de que alejara su mano. 

Respiré hondo. Él se dio la vuelta, y reprimí el impulso de darle las gracias. Sin mirar atrás, saltó las escaleras de dos en dos, con el rebote en sus pies haciendo hincapié de cuán listo estaba para alejarse de mí. Me aparté de la pared, con las rodillas temblando y mi corazón latiendo con fuerza en el pecho. Volví a subir a la cama, cubriéndome con las mantas hasta el cuello, y lloré de nuevo antes de dormir.
jamileth
jamileth


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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 Empty Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

Mensaje por jamileth Vie 03 Ene 2014, 10:53 am

CAPITLUO 6
 
¿Puedes escucharla?


Me reí y levanté la mirada hacia mi padre. 


Sí. Suena hermosa.


Me sonrió y tomó mi pequeña mano, guiándome rápidamente al pasillo de la Casa de Ópera. La puerta principal se abrió en silencio y entramos desapercibidamente en el interior. Corrí tan rápido como mis pequeñas y regordetas piernas podían llevarme a la primera fila, mi madre estaba sonriéndome desde el escenario mientras cantaba.


Su voz llenaba el enorme lugar y me senté directamente frente a ella, por lo que podía ver cada movimiento. Se deslizó con gracia por el escenario, sus brazos estirados a lo amplio y sus generosas caderas balanceándose al ritmo de la música. No podía entender lo que estaba cantando; mi padre me había dicho que no podría porque era en francés. Pero no me importaba. La voz de mi madre era la cosa más hermosa en el mundo y la dejé llenar completamente mis oídos y corazón.


La canción terminó y me puse en pie y animé, mi madre me sonreía.  

Dime, cariño, ¿qué piensas?


¡Me encanta! exclamé mientras saltaba arriba y abajo, ansiosa de mostrar mi aprobación. 


Entonces, ¿vamos a cantar juntas una?


Mami, no conozco ninguna de esas canciones expliqué, esperando que no le importaría y preguntaría otra vez a pesar de este inconveniente.


Pero conoces algunas otras. Vamos al escenario y cantaremos juntas. Me sonrió y corrí escaleras arriba y por el escenario hacia sus brazos. Apartó un rizo rubio de mi cara antes de abrazarme y besar mi mejilla.

Ahora, ¿qué será? “¿You Are My Sunshine?” “¿Lullaby and Goodnight?”  


¡Baby Mine!


Entonces "Baby Mine." Mi madre se puso de pie e hice lo mismo, echando los brazos atrás y ampliando mi caja torácica, de la misma forma que ella me mostraba.


Papi, ¿estás viendo? Mis ojos escanearon las sillas vacías y le encontré sentado en unas pocas filas de atrás, con una amplia sonrisa en la cara mientras miraba a sus dos chicas.


Estoy viendo, bebé. No podía decir si estaba hablándome a mí o a mi madre, pero sonreí y levanté la mirada para verla guiñándole a él.


A mi madre no le importaba mi estridente canto. Siempre me decía cómo de sorprendente sonaba y hoy no era diferente. Era la imagen de la felicidad mientras se agachaba para abrazarme.


Ve a unirte a tu padre ahora, tengo que terminar el ensayo. 


Asentí y salté fuera del escenario, apareciendo en la carretera de la isla para saludarla y lanzarle un beso. Llegué hasta mi padre de regreso al auditorio, su protectora mano descansando sobre mi hombro.


Desperté. Joe estaba de pie junto a mí, pateando el colchón. Tenía el ceño fruncido y un tazón en la mano. Pude ver el vapor ascendiendo desde lo alto.

—Avena.

Por supuesto que era avena. ¿No podía decir algo normal como "Buenos días" o "Te he traído el desayuno"? Me senté, sintiendo el pecho mucho mejor que el día anterior, y tiré mis piernas sobre el lado del colchón. Joe me tendió el tazón y caminó escaleras arriba sin decir otra palabra. Esperé hasta que estuvo fuera de vista antes de devorar el desayuno caliente. Era avena instantánea, eso estaba claro, pero no me importaba. Era suficiente para  superar la mañana. 

Cuando terminé, me puse de pie y miré a mi alrededor. El terror de la noche anterior aún empañaba mi cabeza, haciéndome difícil respirar, difícil pensar, difícil el mantenerme de pie y lanzarme de nuevo a la cama. Nuevas lágrimas caían desde mis ojos, pero estaba determinada a ser fuerte. Joe les había detenido, y por ahora estaba a salvo. Di dos dudosos pasos al frente, sintiendo como si estuviese caminando por primera vez, y luego di unos pocos más. 

Rodeé la habitación, examinando todo lo que era ahora mi mundo. El grifo del lavabo estaba oxidado. Giré los pomos y un abundante chorro de agua marrón fluyó por el desagüe. Lo dejé correr durante unos pocos instantes y con el tiempo se volvió claro a pesar de que no confiaba bastante en beberla. Después, abrí la nevera y fui golpeada con un olor nauseabundo. Frutas moldeadas y restos yacían dentro junto con unas pocas cervezas en la puerta.

Dando la vuelta, caminé hacia las escaleras y miré hacia arriba, sorprendida de encontrar que la puerta había sido dejado abierta. Agarré mi cepillo de dientes y subí lentamente por la escalinata de madera, esperando a que una de las temblorosas tablas se agrietara bajo mis pies. Di un dudoso paso en la luminosa sala de estar, insegura de a quién podría encontrar. Había perdido todo el sentido del tiempo en el sótano sin ventanas y el reloj en la pared decía 10:45.

Joe se sentó en la mesa, con un portátil abierto frente a él, tenía una expresión enfadada en su cara. No me miró mientras entraba al cuarto, aunque sabía que me había escuchado. Sus ojos verdes brillaron en el reflejo de la pantalla, y sus gruesos labios estaban fruncidos con fuerza.

Sabía que probablemente estaría investigando a mi familia, buscando parientes que  podían pagar más por el regreso de mi seguridad. Pero no quería estar allí si por casualidad se topase con el nombre de mi padre. Tomé mi cepillo de dientes y subí las escaleras hacia el baño. La ventana había sido cerrada. A pesar de que la casa ahora se sentía más como una prisión, al menos era capaz de deambular libremente.

Me sentí mal cuando vi mi cara en el espejo. Mi ya amoratada y golpeada cara ahora estaba hinchada entorno a mis ojos. Me quité la ropa y abrí el grifo de la ducha. Enjaboné mi cuerpo con jabón, limpiando mi pelo repetidas veces, y luego limpié mi cuerpo de nuevo. No podía limpiar la sensación de las manos de Ray de mi piel o su lengua en mi cara.

Cuando estuve lista, abrí la cortina de la ducha y grité, saltando hacia atrás contra la pared mientras veía la enfurecida cara de Joe a centímetros de la mía.

¿Qué estás haciendo? —Señalé cuando tuve el control de mis temblorosas manos. 

—Dime, ______________, ¿qué no entiendes de esto? Ocultarme esos secretos no va a ayudarte.

No sé...


—¡Habla! ¡Esos jodidos se han ido!

—No sé de qué estás hablando —mentí mientras alcanzaba mi toalla del día anterior. Joe la agarró y me la tiró, levantando las manos con frustración.

—Esto no es gracioso. Si Ray y Marshal descubren quién es tu padre, estaremos jodidos.

—No, ya estoy jodida —le solté—. Me  secuestraron, ¿recuerdas? Independientemente de si lo descubren o no, esto no va a ir bien para mí.

—Irá mucho mejor si haces exactamente lo que digo y paras de mentir.

—¿Por qué debería hacer todo lo que digas? —le reté a pesar de que ya sabía la respuesta.

Agarró mi brazo y acercó su cara a la mía. 

—¿Quieres que se repita lo de la noche anterior? Quizá la próxima vez, no te escucharé gritar.

Mi rostro se puso solemne y aparté la mirada. 

—No quiero que ocurra otra vez —admití finalmente.

Los dedos de Joe volvieron mi cara hacia la suya. 

—No lo permitiré. Sólo dime si hay alguien más al que estás ocultando de mí.

Negué con la cabeza. Él no quería toda la historia de mi vida. Quería dinero y ahora sabía exactamente donde podía conseguirlo. No sé si estaba consciente del barco en el que estaba lanzándose. La hija de un senador, incluso una que había sido capaz de mantener una relación funcional con su padre desde los seis años, no era alguien con la que se jugaba. Los recursos a disposición de mi padre eran casi infinitos y Joe iba a ser afortunado si era capaz de ser más astuto.

—Ve a vestirte y baja las escaleras. Tenemos mucho de lo que hablar. —Me soltó el brazo y me dejó de pie en la ducha. Una camiseta limpia había reemplazado a la camiseta manchada con sangre que me había dado ayer y estaba cuidadosamente doblada en el suelo al lado de mis pantalones vaqueros.

Me vestí con rapidez y caminé al piso de abajo. Joe se sentó en el ordenador. Me senté frente a él y le observé leer el artículo en la pantalla. Rogué que no fuese uno de los sensacionalistas artículos archivados de mi conducta adolescente. Finalmente, cerró el buscador y me miró.

—Se dice que tu padre es un favorito del Partido Republicano.

Asentí.

—El Senador Christopher Chapman proviene de una larga línea de figuras políticas pero es el primero en ser senador.

Parpadeé.

—¿Qué podría hacer si supiese que su hija fue secuestrada mientras hacía autostop en Carolina del Norte?

Aparté la mirada, con miedo de responder. Mi padre haría cualquier cosa que pudiese hacerme regresar. Esa era su obligación. Si la prensa lo descubría, él podría actuar, al menos en frente de las cámaras, como si me quisiese de regreso. Pero yo era una carga, una niña rebelde que desafió sus ideales conservadores. Tuvo, en el transcurso de mis veintiséis años, que pagarme para mantenerme en silencio y fuera de los focos. Para todos los que importaban, era la hija ideal. Incluso una digna de lástima debido a mi discapacidad.

Miré de vuelta a Joe, quien esperaba mi respuesta.

—Me querría de regreso.

—¿Sabe dónde estás?

Negué. Mi padre pensaba que estaba en Europa visitando museos. Había cobrado mi regalo de graduación (billete de primera clase a Roma) y empaqué mi mochila, haciendo autostop para que me llevasen al aeropuerto. A ninguna parte en particular y meses de libertad frente a mí, había viajado desde Delaware todo el camino de Carolina del Norte con la cortesía de camioneros y solitarios conductores. Claro, era peligroso, pero después de graduarme con un título que no tenía deseo de usar, estaba anhelando un poco de emoción.

—¿Sabe con quién estabas? —preguntó Joe.

—¿Julie? ¿Sabe él que estaba con Julie, la mujer que mataron en su auto?

Joe respondió con una mirada.

—No —admití—. La conocí en Tennesse.

—No te agrada tu padre, ¿verdad? —preguntó sin pausa.

Ahora era mi turno de mirar. 

—¿Qué importa?

—Déjame adivinar, ¿tu padre se enamoró de tu madre, la hermosa y vibrante cantante de ópera de Londres, pero no pudo soportar el estrés de hacer malabares con una familia y su carrera por lo que te dejó a ti y a tu madre con una gran indemnización mensual para mantenerlas felices?

—Algo parecido.

—¿Algo parecido? —Joe levantó una ceja con curiosidad.

—Nos recuerdo siendo felices. Hasta que perdí mi audición, éramos felices. Él podía soportar cualquier cosa y todo hasta que eso me fue arrebatado.

—¿Qué ocurrió? —Joe parecía genuinamente interesado, una expresión que no había visto antes.

—Sarampión.

—Pensé que había vacunas para eso.

—Mi madre no creía en ellas. Él la culpo de la enfermedad.

—Y ahora estás enfadada porque ella está muerta y él usa tu discapacidad para avanzar en su carrera política.

—Sí. Y ahora tú estás asustado porque rescatar a la hija de un senador va a ser mucho más difícil que rescatar a una solitaria autostopista.

Joe levantó una ceja y nos miramos el uno al otro durante un minuto. Tenía mucha intuición sobre mí, lo que era casi aterrador. Estaba sorprendida de cuánto podía aprender en unas pocas horas en Internet y unos pocos minutos en mi compañía.

—Ni siquiera quieres volver a casa, ¿verdad, ______________?

Este bastardo. 

Solo quiero salir de aquí —Señalé, sin querer que me escuchase decirlo.

Buena suerte intentándolo.


Me di la vuelta, incapaz de mirarle más tiempo. No sabía cómo iba a ser la vida aquí. No sabía si podía esperar que Ray y su patético hermano pequeño me atacaran cada noche. No sabía si Joe se cansaría de protegerme y qué diablos diría. Quizá dejaría a Ray matarme si las cosas no salían a su manera. 

Las caderas y el torso de Joe vinieron a mi vista mientras clavaba mis ojos hacia la nada, pensando en mi futuro. Giré el cuello para no verlo, pero, como siempre hacía cuando tenía algo que decir, sus dedos tomaron mi cara y elevaron mi cabeza hasta la suya. Parecía increíblemente alto desde donde estaba sentada, con el oscuro pelo cayendo sobre sus ojos y hombros, rizándose sobre su pecho.

—Podría ser mucho peor —dijo lentamente y se movió un paso más cerca, poniendo una mano sobre mi hombro para mantenerme en mi lugar. La hebilla de su cinturón estaba a nivel de mi ojo y un paso más podría haber eliminado la distancia completamente—, podría estar haciéndote cosas de las que ni siquiera hablas en tu universidad de gran prestigio.

Mi mandíbula se apretó y le sonreí. 

—En realidad, era la Universidad de George  Washington.

Joe se burló y liberó mi cara, alejándose y sentándose en el sofá. Tomó un mando a distancia y encendió una pequeña televisión que estaba en la esquina de la habitación. Me levanté, sin querer unirme a él, solo queriendo hacer algo para distraerme, pero descansó sus piernas en el sofá, sin dejarme espacio ni si quiera si hubiese querido sentarme. Sacudiendo la cabeza y rodando mis ojos, caminé hacia la cocina y miré bajo el fregadero. Ahí, junto a unas viejas bolsas de la compra y un par de botas de nieve, estaba exactamente lo que estaba buscando. Tomé la lejía, el limpiador de azulejos y una esponja antes de levantarme y volverme directamente hacia Joe.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Limpiar. Este lugar es tan repugnante como tú.

Los ojos esmeralda de Joe brillaron con diversión y sus labios se crisparon en una media sonrisa. 

—No te hagas demasiado útil. Nunca podría dejarte ir.

—Buena suerte explicando a los agentes del FBI que estarán derribando esta puerta cuando descubran que estoy desaparecida. Ahora el tiempo se está agotando rápidamente. No he hablado con mi padre en casi una semana y comenzará a preguntarse donde estoy.

—Vete a la mierda, _______________—maldijo Joe antes de volver a la sala de estar y tomar su posición en el sofá. 

Me sonreí a mí misma y por primera vez en muchos, muchos años, estaba contenta de que mi padre estuviese en tal posición de poder.
jamileth
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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 Empty Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

Mensaje por jamileth Vie 03 Ene 2014, 10:58 am

CAPITULO 7
 
Las horas se sintieron como días, y los días como meses. Pasé la mayor parte de mi tiempo en el sótano, limpiando y reorganizando, tratando de mantenerme ocupada porque la alternativa era miseria solitaria. A veces encontraba lágrimas en mis mejillas sin darme cuenta de que había estado llorando. Soltaba un vaso o una toalla, o lo que estuviera en mi mano, sin darme cuenta de que estaba temblando.

Joe se mantuvo fiel a su palabra y contuvo a Ray lejos de mí. En los días en que Ray y su hermano dejaban la casa, Joe mantenía la puerta del sótano abierta. Era libre de vagar por el piso principal, y usar la cocina y baño como quisiera. Esperaba esos días.

Pero en días cuando todos estaban lejos, o en días donde todos se quedaban en casa, la puerta del sótano permanecía cerrada y no tenía nada además de mí misma y los rotos muebles para mantenerme entretenida. A veces, trataba de imaginar la mueblería en su auge, como luciría, donde se mantendrían, que estaría almacenado en las gavetas o bajo los pies de la mesa. Desafortunadamente, mi imaginación no era muy creativa y todas las imágenes dentro de mi cabeza parecían más una colección de un catálogo. Otras veces, yacía en mi cama y trataba de recordar la voz de mi madre. Aunque dudaba que la estuviera recordando correctamente; había pasado tanto tiempo desde que había escuchado algo.

Estaba haciendo justo eso, mientras miraba el techo del sótano cuando vi polvo caer desde las vigas sobre mí y supe que estaban en casa. Una semana, tal vez ocho o nueve días, habían pasado desde que me habían traído aquí, y sabía que Joe se estaba volviendo ansioso. Me veía por literalmente horas si estábamos solos, tratando de saber que haría conmigo. Su mirada me molestaba al principio pero, como el silencio, me acostumbré a ella. Nunca hacía algo divertido o entretenido, usualmente solo leía cualquier revista que Ray o Marshal trajeran a casa. No tenían libros. A veces veían televisión con él. Los ojos verdes de Joe siempre estaban sobre mí, estudiando y cuestionando cada uno de mis movimientos.

Raramente hablábamos, lo que encontraba extraño. Si estuviera en su posición, querría saber todo lo que pudiera sobre la persona que planeaba rescatar. Tomaba su silencio como alguna estrategia, algún plan para mantenerme asustada y sumisa. En las raras ocasiones en las que si nos hablábamos, sus preguntas y afirmaciones tendían a ser poco más de una o dos palabras como “¿Hambrienta?” o “Buen día”. No era mucho, pero al menos era interacción humana.

Repentinamente, la luz de la habitación se hizo más brillante y miré hacia las escaleras, sabiendo que la puerta había sido abierta. Los Pumas Rojos, ahora familiares de Joe, entraron en mi visión mientras bajaba las escaleras. ¿Estaba ebrio? Sus pasos usualmente eran tan confiados. Mientras se acercaba, vi que tenía razón; tenía una cerveza en una mano y estaba luchando por sostenerte contra la baranda con la otra. Sus ojos verdes, normalmente brillantes y con sabiduría, estaban empañados y sus parpados pesados.

Se detuvo en el escalón inferior y solo me observó, parpadeando lentamente y tambaleándose en sus pies.

—¿Sabes lo que me has hecho? —No estaba abriendo sus labios muy ampliamente y era difícil para mí determinar lo que decía.

No. —Suspiré. Esperando que hiciera lo mismo.

—Has revuelto mi vida. Eres todo en lo que pienso y ¡no puedo sacarte de mi maldita cabeza!

No respondí.

—Deberías haberte ido ya. Debería haber dejado que Ray te matara, pero fui estúpido y egoísta, pensando que podía…

Dio un paso hacia mí, pero falló en el último escalón, cayendo de rodillas y rompiendo la botella de cerveza en su mano. No intentó pararse, pero se arrastró hacia mi cama. Retrocedí hacia el lado más alejado del colchón, lista para saltar y correr si fuera necesario.

Joe rió. 

―No te molestes en intentar escapar. Los chicos arriba no serán de ninguna ayuda.

Lo miré, y él sonrió. 

—¿Aún me odias después de todo este tiempo? Desearía poder odiarte, ______________, pero no puedo. —Se subió al colchón y estiró sus piernas de manera que estaba acostado en su lado mirándome.

—Trato de odiarte porque, de verdad, lo único que eres es una perra atorada con el dinero de papi. Ni siquiera le darías a un tipo como yo una mirada de reojo si pasáramos uno al lado del otro en la calle.

Eso era probablemente verdad. Pero no podía pensar que pasaría si Joe y yo nos hubiéramos conocido bajo diferentes circunstancias. Eso no me ayudaba en mi presente situación.

Joe se acercó a mí y se alzó por mi brazo. Salté lejos. Pero fue muy rápido y me tomó de la muñeca, empujándome de regreso al colchón antes de que pudiera pararme. Sus fuertes brazos me enjaularon bajo él mientras rodaba sobre mí, enterrándome en las sabanas, sus manos en mis hombros y sus rodillas a ambos lados de mis muslos.

Me mantuve absolutamente congelada. Sus ojos danzaban sobre mi rostro, los músculos en sus brazos flexionándose mientras tomaba mis hombros más tensamente.

—Así que, tal vez —continuó—, tal vez todo lo que tengo que hacer es tenerte una vez y seré capaz de olvidarte.

Su rostro empezó a bajar hacia el mío y seguía mirando mis ojos, esperando a ver si yo protestaría.

—No puedo prometerte que te gustará, pero intentaré no herirte. 

Luego, antes de que pudiera voltear la cara para evitar su boca, me besó. Sus labios completamente moldeados alrededor de los míos y los forzó a abrirse. Pude saborear la cerveza en su aliento, pero su lengua era dulce mientras gentilmente entraba en mi boca. Los dedos de Joe suavemente tocaron mi mejilla y cuello, pasando por mis brazos y por mis lados. Esperé a que sus manos vagaran, pero se mantuvieron controladas, una agarrando mi camiseta y la otra tocando mi cara.

Este beso no había sido lo que esperaba. Cerré los ojos y me di cuenta de lo fácilmente que era imaginar que todo pasaba bajo diferentes circunstancias. Joe me besó una y otra vez, cada vez tan gentil y anhelante como la vez anterior. Mordió tiernamente mi labio inferior, jugó con mi lengua y la suya, y luego cerró sus labios para empezar de nuevo.

La realización de que yo le devolvía el beso nos golpeó a ambos simultáneamente. Mis ojos se abrieron y él se alejó rápidamente, sintiéndome desnuda sin su cuerpo caliente. Sentándose de rodillas, me miró, sus ojos ya no estaban empañados, y su expresión lujuriosa se mezclaba con confusión. Me alcé por mis codos, respirando pesadamente, pero sin querer que me viera completamente en una posición sumisa. No podía disculparme porque no quería parecer débil. No podía admitir lo que había hecho, pero no quería que supiera que tenía tanta persuasión sobre mí. Así que lo miré. Retándolo a que hiciera el siguiente movimiento.

Joe abrió su boca para hablar, pero luego la cerró, alejándose del colchón y corriendo hacia las escaleras. La puerta golpeó, haciendo temblar el marco. Me lancé de nuevo en la cama, mirando las nubes de polvo lloviendo desde el techo.
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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 Empty Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

Mensaje por jamileth Vie 03 Ene 2014, 11:07 am

CAPITULO 9
 
Dormí muy poco esa noche, recreando el beso en mi mente, cada vez creando un nuevo desenlace y deseando que fuera verdad. Pero sabía lo que había pasado. Joe me había besado y yo le había correspondido. Era una tonta, tan atrapada en el momento, y ahora tenía algo que usar en mi contra.

No estaba nada sorprendida de ver a Marshal subiendo las escaleras para dejarme mi desayuno la próxima mañana. ¿Pensaba que lo oiría? El niño me pasó la comida luciendo confundido y tímido.

Gracias. —Le dije por señas. Sonriendo más ante su extraño desenvolvimiento que su acto de traerme el desayuno.

—De nada —replicó. Aunque lucía como si estuviera preguntando algo con su ceja levantada y su cabeza inclinada ligeramente a un lado.

De nada. —Le señalé en respuesta.

Marshal me sonrió mientras repetía el movimiento. Asentí en aprobación y su sonrisa se ensanchó. Rápidamente se dio la vuelta para irse, cerrando la puerta al salir.

Y así los días pasaron. De camino al baño y de vuelta al sótano veía a Joe y Ray sentados en la sala de estar, raramente haciendo algo que pareciera productivo y estratégico. Joe nunca me miró y, aunque me doliera admitirlo, estaba molesta por eso. Así que pasé los días en el sótano, acostada en el colchón, imaginando posibles escenarios de escape. Todos los cuales deseché por imposibles o peligrosos.

Mis comidas se hicieron menos y más alejadas; frecuentemente todo lo que recibía era mi merienda de la mañana, usualmente entregada por Marshal. Me dispuse a racionalizarla para el día. En mis infrecuentes viajes al baño, me podía ver a mí misma desperdiciándome, mi piel tornándose gris y mi espíritu drenándose. Las duchas eran lo peor porque me di cuenta de que los huesos de mi cadera salían agudamente desde mi cintura. Mi cabello empezó a caerse en pequeños montones cuando pasaba mis dedos a través de él y las venas de mis brazos y manos resaltaban de mi piel.

No estoy segura de cuánto tiempo había pasado desde que Joe me había hablado. Vivir en el silencio y la falta de conversación era una tortura. No me atrevía a hablar en voz alta ni a Marshal o Ray, decidiendo creer que Joe no rompería su promesa. Me encontré a mí misma incapaz de hablarle a nadie más, teniendo conversaciones con mi reflejo. Haría señas, por supuesto, sin confiar en mi voz lo suficiente como para susurrar. Algunos días me daba coraje para mantenerme fuerte, otros revivía mis recuerdos favoritos de la infancia o mis cuentos de hadas favoritos. Fue durante una de esas historias que Joe decidió hablarme de nuevo.

Vi la puerta abierta en el espejo, mis manos instantáneamente poniéndose rígidas a mis lados. Me di la vuelta para encarar a cualquiera que me estuviera interrumpiendo. Joe estaba de pie del otro lado del marco de la puerta, su rostro una mezcla de confusión y frustración, su cuerpo alto y duro.

—Vine para chequearte. Has estado aquí por un tiempo.

¿Temeroso de que me corte las muñecas con cordones de zapatos? 

—Puedes hablar, se fueron por el día.

Pero no quería decirle nada. Me di la vuelta tomando mi cepillo y pasándolo por mi cabello y ampliando los ojos mientras sacaba hebra tras hebra de rizos rubios. Joe miró mi reflejo en el espejo, su cara pareciendo consternada. Se dio la vuelta lentamente y se fue, dejándome terminar mi rutina diaria sola.

No podía decidir si quería quedarme o irme una vez que alcancé la sala de estar en mi camino de regreso al sótano. La luz saliendo de las ventanas era placentera, pero el musculoso cuerpo de Joe en el sofá era un rudo recordatorio de mi cautiverio. Decidí quedarme cuando miré el periódico en la mesa. Había pasado mucho tiempo desde que había visto uno; salté ante la oportunidad de leerlo.

Me senté y lo alcancé: lo primero que vi fue la fecha, 10 de octubre. Había estado aquí cinco semanas. Cerré los ojos y traté de imaginar un momento diferente, traté de imaginar que estaría haciendo en este mismo momento si nunca hubiera sido arrollada por Ray y su auto. Pero mi imaginación decayó cuando ni siquiera pude evocar una imagen de mi misma fuera de esta casa. Sacudí mi cabeza y aparté el pensamiento. Contando las horas y los días solo haría parecer mi encarcelamiento más largo. Mis ojos escanearon la página y la foto en el fondo captó mi atención: una mujer con cabello claro y ojos grandes me veía. Usaba pantalones de deporte y camiseta de los Rolling Stones. Era Julie.

Pero antes de que pudiera leer el artículo, Joe me arrancó el periódico y lo convirtió en una bola. Me miró.

—Regresa eso.

—Bonito intento. —Joe rió en mi cara, pero había más que eso. Tras la sonrisa, sus ojos tenían miedo.

—El tiempo de verdad se está acabando, ¿verdad?

—No sabes lo que viste —replicó y se alejó de mí, sin reír ahora.

—La encontraron, ¿verdad? —Pero no se dio la vuelta—. Veamos, debieron haber encontrado su cuerpo y asumido que fue ahogada, pero después de una exhaustiva investigación, se dieron cuenta de que había sido tirada al agua después de morir. Supongo que solo es cuestión de tiempo antes de que alguien vea ese artículo y sean capaces de identificar la última persona con la que fue vista con vida. Ésa sería yo, en caso de que no te hayas dado cuenta.

Sus manos se hicieron puños y sus músculos se flexionaron.

—¡Cierra la maldita boca, ______________! ¡No sabes nada!

—Bien. Pero adivino que mis veinticinco mil dólares se ven muy bien ahora. ¿O estabas esperando que mi padre hablara con el Presidente para trabajar de algo más substancial?

Dio tres o cuatro pasos largos hacia mí, apuntando su dedo en mi cara y cuadrando la mandíbula. 

―No has dicho una palabra en casi tres semanas y ahora, ¿crees que puedes bajar aquí y asustarme con tus suposiciones patéticas? Necesitas recordar que no tienes palabra en esto y puedo matarte o dejar que Ray haga lo que quiera contigo, lo que sea que yo prefiera.

—Hazlo —le solté—. Mátame. O mejor, deja que Ray lo haga. Muéstrale lo equivocado que estabas cuando me tomaste esa noche. Muéstrale que no puedes seguir con cualquier tonto plan que ustedes dos habían ideado. De verdad no me importa porque estaré feliz de saber que no importa si muero o vivo, te atraparán

—¡Cierra tu maldita boca!

—¿O qué? ¿Me amenazarás más? —Tosí y desvié la mirada. Si hubiera sabido lo mucho que lo había molestado, nunca habría soñado con empujarlo tan lejos. Pero era muy tarde. Los dedos de Joe estaban alrededor de mi mandíbula, colocando mi rostro hacia el suyo.

—Te mostraré cómo mantener la boca cerrada, ______________. No te dejaré olvidar quién es el que manda en esta relación.

Tomó mi brazo y empujó su hombro por uno de mis costados, lanzándome hacia arriba y soltándome sobre su espalda. Me retorcí y sacudí los brazos, pero su agarre era muy fuerte. Me subió por las escaleras, fácilmente dominándome.

Mis gritos y demandas por ser liberadas fueron inútiles. Usé mi puño para golpear la espalda de Joe, pero no tenía sentido. Alcanzamos el rellano de las escaleras y, en vez de llevarme por el pasillo hacia el baño, se volteó y fue en dirección a una puerta cerrada. Frecuentemente me había preguntado donde dormían los tres hombres, notando los diferentes pasillos y puertas que podrían dirigir a posibles habitaciones o armarios. Pero incluso si hubiera dejado que mi curiosidad sacara lo mejor de mí, uno de ellos siempre estaba vigilando y nunca me habría permitido abrir la puerta equivocada.

Joe me arrastró a un cuarto, mis manos se sujetaron al marco de la puerta. Me sostuve con todas mis fuerzas, pero él era muy poderoso, y grité de terror ante la fuerza que usó para introducirme. Mis brazos se zarandearon en vano por algo más que agarrar. Me lanzó al aire y caí sobre un suave colchón, mi cabeza golpeando la pared tras la cama.

Joe sacó su camisa por su cabeza, su pecho y estomago moviéndose con ira por el ejercicio. Me alejé lo más que pude, mi espalda presionada contra la pared, pero sus manos estuvieron rápidamente alrededor de mi tobillo antes de que pudiera patearlas. Con un fuerte jalón, mi cuerpo fue volando hacia él. Descendió hacia mí como un águila a su presa, sus manos se abrieron mientras su cuerpo se inclinaba rápidamente y con gracia contra mí.

Luché por voltearme sobre mi estómago, tratando de arrastrarme lejos de la bestia del hombre, pero el suave satén dedicado a la comodidad limitaba la tracción y todo lo que pude hacer fue quitar la funda de la almohada. El duro torso de Joe se presionó con mi espalda y el alzó mis caderas de la cama. Un brazo fuerte se posó bajo mi estómago para mantenerme arriba y la mano libre ágilmente liberó el botón de mis pantalones y bajó el cierre.

Me aferré al colchón, ya habiendo quitado todas las sabanas y cobertores.

—Por favor, no hagas esto —rogué. Aún muy aterrorizada para llorar. Pero las grandes manos de Joe rápidamente tenían mis pantalones bajo mi cadera y alrededor de mis rodillas. Arrancó mi ropa interior con un fuerte jalón de su mano y le grité para que se detuviera—. ¡No!

Empujé mi cuerpo llano sobre la cama en un último intento de auto preservación, pero de nuevo, las manos de Joe me alzaron por la cintura, llevando mis caderas fuera del colchón y hacia su estómago desnudo. Se sentía caliente contra mi piel desnuda, pero no estuve de esa manera por mucho tiempo. Sus dedos se enroscaron en mi cabello, enrollándose lo suficientemente fuerte para jalar mi cabeza hacia atrás, su codo en el hueco de mi espalda. Esperé, mi alzado cuello y arqueada espalda haciendo difícil el respirar e moverme, pero pronto sentí el colchón temblar mientras escalaba la cama tras de mí. Sus rodillas abrieron mis muslos lo más abiertos que dejaban mis pantalones y luego sentí sus dedos, mojados con su propia saliva sin duda, sacudiendo entre mis piernas.

—Por favor detente —gimoteé entre mis débiles sollozos, cerrando mis ojos y luchando por olvidar el dolor en mi espalda y cuello.

Sus dedos rodaron entre mis apretados labios y presionaron muy profundo dentro de mí solo una vez antes de ser reemplazados por algo mucho más grande. Pude sentir su impaciencia y grité, arqueando mis caderas para posponer lo inevitable. Con una mano, me liberó de la cama completamente mientras se forzaba en mi interior con un poderoso movimiento. El dolor y la humillación silenciaron mis llantos mientras el aire se quedó en mi garganta.

Traté de no sentir nada mientras Joe empujaba mis caderas contra las suyas, más profundo esta vez y con más convicción. Pero eso fue imposible. Me llenó completamente.

 ―Por favor no hagas esto —rogué de nuevo, aunque sabía que ya había pasado el punto que me importaba.

Jaló mi cabello hacia atrás y presionó contra mí una tercera vez.

—Joe, ¿por favor? —rogué por mi garganta restringida.

Sin advertencia, salió completamente y liberó mi cabello, volteándome para yacer sobre mi espalda y empujándome por los hombros.

—¿Qué dijiste?

Parpadeé. Incapaz de reaccionar ante su pregunta. Su rostro estaba tan cerrado y tan increíblemente difícil de leer que no podía decir si lo había ofendido o calmado.

— ¿Qué dijiste? —repitió. Sus ojos cerrándose mientras gritaba.

—Dije “por favor” —repetí, mi boca aun seca.

Pero Joe sacudió la cabeza.

 —No, dijiste mi nombre.

Volteé la cabeza, tratando de recordar si era cierto. Me lo había dicho a mí misma tantas veces antes, pero nunca lo había dicho en voz alta.

—Dilo de nuevo —ordenó mientras sus dedos volteaban mi rostro hacia él. Sus ojos verdes enterrados en los míos antes de que pudiera tomar aliento y sus manos trabajaron para liberar mis rodillas de mis pantalones.

Su beso no fue como lo recordaba; éste fue lleno de fuerza y demandante. Pero sabía igual: la dulzura de su lengua y la llenura de sus labios. Su lengua danzó con la mía mientras subía mi camiseta por mi pecho. Se alejó, sentándose y alzando la camiseta por mi cabeza, lanzándola al suelo al lado de la cama. Mis pantalones fueron los próximos mientras guiaba cada rodilla hacia arriba y lejos de la tela.

—De nuevo —repitió.

—Joe. —Respiré profundamente. Estaba de rodillas entre mis piernas, las cuales había abierto completamente con sus rodillas, bajando la mirada hacia mí con una sonrisa torcida en su rostro perfecto. Le miré de vuelta, esperando a que hiciera algo. Sus ojos penetrantes nunca temblaron mientras introducía sus brazos bajo mis rodillas y sacaba mis caderas de la cama.

Quería desviar la mirada, pero estaba aterrorizada de perderme algo, alguna oportunidad de escape, algún destello de simpatía por su parte. Joe empezó de nuevo, lentamente y deliberadamente. Lo sentí todo. Mis brazos fueron inútiles y desparramados a mis costados, mis manos ligeramente sujetando el colchón mientras sostenía mi mirada. Su rostro estaba lleno de emociones y concentración. Claramente disfrutando, su boca se mantuvo curvada con una leve sonrisa y sus ojos destellaron con anticipación.

Desearía poder sentirme igual. Pero lo único que quería era que acabara. No quería que me gustara, quería odiarlo, pero mientras empezaba a moverse, mis sentidos se hicieron más agudos, mi cuerpo reaccionando contra el mejor juicio de mi mente. Joe debió haber sabido que estaba luchando contra esto, pero también sabia de esa parte de mí que no podía negarlo, incluso aunque quisiera.

Muy pronto, mis parpados se hicieron pesados y mi poco deseado placer empezó a subir. Tan duramente quería cerrarlos y gritar su nombre, pero luché contra eso con cada onza de energía que tenía y seguí mirando los ojos verdes de Joe. Mis piernas empezaron a temblar mientras el calor se esparcía desde mi centro, los dedos de mis pies se retorcieron y mis dedos se curvaron sobre la cama bajo de mí.

—No luches. —Sonrió Joe. No tenía ninguna señal de que fuera a detenerse, ni siquiera una señal de fatiga.

—Yo… yo no puedo… —Pero no pude terminar mi oración. Ni siquiera sabía lo que quería decir.

Sentí una de sus manos moverse desde mi cadera hasta la parte interna de mis muslos. 

―Te dije que te haría gritar —dijo Joe presionando su pulgar entre mis piernas. No movió su dedo, sólo dejó que el movimiento de su cuerpo contra el mío creara la fricción que deseaba.

Fue mucho más de lo que podía soportar. El calor se esparció dentro de mi cuerpo, mis ojos se cerraron involuntariamente, y finalmente grité de placer. Mi reacción fue tan intensa que me causó convulsiones, ni siquiera sentí a Joe salir para acabar sobre mi estómago. La caliente y pegajosa sustancia era un recuerdo tangible de que había ganado. Había tomado cualquier confianza e inocencia que aún me quedara.

Abrí los ojos y lo vi alzarse y subir sus bóxers, la visión de su cuerpo desnudo fue terrorífica, pero impresionante. Me atrapó mirando y se inclinó para tomar su camiseta del suelo.

—Límpiate —ordenó, lanzándome su camisa.

Me senté y desvié la mirada, tomando la camisa y limpiando mí estómago. Mis manos aun temblaban ligeramente, un penoso efecto secundario del orgasmo. Joe me pasó mi ropa. Una pista de preocupación en sus ojos, mientras finalmente miraba a mi casi desnudo cuerpo en su cama.

Me vestí rápidamente, consciente de su mirada sobre mí todo el tiempo. Aún estaba de pie en bóxers cuando terminé. Su cuerpo brillando con una delgada capa de sudor, su cabello alborotado. Abrió la puerta y señaló hacia mí para que me fuera. Prácticamente corrí de la habitación, bajé las escaleras y fui hacia el sótano. Sabía que Joe estaba tras de mí. Sabía que estaría cerrando la puerta mientras bajaba las escaleras hacia la tenue luz de mi cuarto.

Me lancé sobre mi cama, llorando fuertemente, dolorosos sollozos que sacudían el colchón. Joe me había conocido completamente, tocado cada pulgada de mi cuerpo, pero nunca me había sentido tan sola. Me sentí como si no tuviera nadie que me consolara, alguien que me sostuviera y alejara mis miedos, me habría fundido con el cemento del piso del sótano solo para no ser vista de nuevo. No estaba pensando sobre lo que acababa de pasar, como había sido tomada sin mi consentimiento, como el placer que había experimentado había sido más humillante que el acto en sí. No, solo me estaba sintiendo abandonada.
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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 Empty Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

Mensaje por jamileth Vie 03 Ene 2014, 11:17 am

CAPITULO 9
 
Las lágrimas todavía seguían cayendo de mis ojos mientras miraba el techo de aquella noche. Nadie se había molestado en traerme la cena y me dolía el estómago. Podía decir que estaban todos arriba. El polvo que caía desde arriba era más pesado de lo normal y me preguntaba qué podían estar haciendo. ¿Joe les habrá hablado de Julie? Tal vez estaba tratando de convencerlos de que tomaran los veinticinco mil dólares.

La sensación de abandono que había sentido antes en el día no hacía más que aumentar con el tiempo. Joe se había comprometido a mantenerme a salvo de Ray, pero no tenía a nadie que me mantuviera a salvo de Joe. La violación no era algo en lo que me gustara pensar, pero ser violada por Ray era casi un pensamiento insoportable. Lo que hizo Joe fue una violación más agradable y eso era lo que me confundía.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que Joe bajaba por las escaleras. Su sombra pasó sobre mis ojos y me miró, sorprendido.

—Ray quiere hacerte unas cuentas preguntas —dijo, de pie encima de mí, con los brazos cruzados en su pecho. Me quedé mirándolo. 

¿Qué tipo de preguntas? —Señalé. 

—Acerca de la otra chica. Sobre quién los vio a ustedes dos juntas. 

¿Sabe de mi padre

—No, él piensa que tus padres están muertos.

Me puse de pie y me encogí de hombros. Si Joe quería mantenerle ocultas cosas a Ray, debía tener algún tipo de plan. Dado que este plan no me benefició, iba a hacer todo lo posible para sabotearlo.

Vamos arriba, entonces ―dije.

La mano de Joe estaba sobre mi boca en un instante, con los ojos llenos de sorpresa y enojo. 

—Mantén la boca cerrada, ¿me entiendes?

Le respondí con una mirada. Por supuesto que lo entendía, pero ya no me importaba.

—Mira. —Tomó una respiración profunda y me soltó la cara―. No puedo cambiar lo que pasó esta mañana. Tienes todo lo que merecías, pero Ray no se detendrá como yo lo hice. Te matara.

Tal vez lo haga o tal vez no. El dinero de papá puede apelar a él, también.


—Lo hará, confía en mí. Pero entonces se dará cuenta del problema en que se está metiendo y se asustara.

¿Por qué no simplemente tomas los veinticinco mil dólares y terminas conmigo? Tú y yo sabemos que no tendrás nada más, sin un beneficio adicional de una celda de prisión.


Los ojos de Joe me miraban con lo que parecía ser dolor y tal vez un poco de ansiedad. 

—No estoy listo para renunciar todavía. Quiero más tiempo.

Me encogí de hombros. El tiempo no tomaba partido en este caso. Cuanto más tiempo me quedara aquí, más a la degradación a la que fui sometida, él tendría menos oportunidad de no ser atrapado. Joe me tomó del brazo, pero me pasó junto a él, pisando fuerte por las escaleras y entrando en la sala de estar.

Ray estaba sentado en la mesa con el periódico arrugado en frente de él. Levantó la vista cuando me oyó llegar y estaba por encima de mí, incluso desde el otro lado de la habitación. Sus ojos oscuros me miraron y su rostro redondo estaba rojo por la frustración.

—¿Cómo de bien conocías a esta chica?

¿Qué chica? —Señalé. Joe actuaba como traductor.

-¡Esta chica! —Ray tomó el periódico y señaló la imagen en la parte inferior de la página―. ¡Esta chica muerta!

¿La que mataste? Yo sólo la conocía por algunas semanas.


Vi como Joe tradujo sólo la última parte de mi respuesta.

—¿Cuántas personas las vieron juntas?

Un anciano que nos dio un aventón de Tennessee a Greenville. Nos recogieron en una furgoneta llena de niños de edad de universidad y nos dejó en la playa.


—¿Cuántos?

Tres, dos chicos y una chica.


— ¿Y eso es todo?

Ellos y el par de cientos de personas que pasaron por la playa ese día.


Esperé a que Joe tradujera y observé el rostro de Ray que se había vuelto incluso más rojo. 

—¡Mierda! —Ray arrojó el periódico al suelo—. Tenemos que deshacernos de ella, Joe. Esto es serio ahora.

Joe se volvió hacia Ray, de espaldas a mí, así que no podía ver lo que estaba diciendo. Marshal se sentó en el sofá, mirándonos como si fuéramos un episodio de un programa de drama de televisión. Él me vio mirándolo y firmó “hola” con un tirón rápido de su mano para que su hermano no se diera cuenta. Le lancé una pequeña sonrisa antes de volver a mi ceño fruncido.

Ray dio unos pasos hacia Joe y mi atención volvió a ellos.

—¿Cuánto? —Ray parecía que estaba esforzándose por mantener la calma.

Joe se encogió de hombros y Ray me miró. Sus ojos bailaban por encima de mi cuerpo y de la cara y una comprensión repentina pasó por sus ojos. Dio unos pasos adelante, empujando a Joe fuera del camino y me miraba como si yo fuera un pedazo de carne.

-Necesito que me digas cuánto dinero tienes en tu cuenta bancaria.

Detrás de él, Joe me miró con cautela. Ray sacó mi barbilla.

—No lo mires a él, mírame a mí. Dime, ¿cuánto hay en tu cuenta bancaria?

Me quedé helada. ¿Joe le habrá dicho la verdadera cantidad o le habría mentido? Y si mintió, ¿cuánto? ¿Qué pasaría si Ray se enterara de que Joe o yo le habíamos mentido? Probablemente tomaría mi dinero y luego me mataría por despecho.

Levanté mi mano derecha. 1 a 5.

—¿Quince?

Asentí con la cabeza.

—¿Mil?

Asentí con la cabeza otra vez.

El enorme cuerpo de Ray se volvió hacia Joe.

Joe negó con la cabeza, sus ojos nunca dejaron los míos. 

—No, yo no lo sabía.

De repente, Ray me hizo girar en sus brazos y presionó su pecho contra mi espalda, sus enormes brazos en espiral alrededor de mi cuerpo, sosteniéndome en su lugar. Temblé y me retorcí, tratando de liberarme, sabiendo que yo no podría hacer nada. Los brazos de Ray me apretaron tan fuerte que sentí que mis pulmones se comprimían contra mis costillas.

—Creo que podemos conseguir más. Solo déjala ir.

Los dedos de Ray se envolvían alrededor de mis brazos y los desmenuzó.

—Porque si la tenemos, también podríamos intentarlo... No necesito eso. —Joe parecía como si quisiera intervenir desesperadamente, pero algo lo detuvo.

Ray dejó ir mi brazo y tomó algo por el rabillo de mi ojo. Marshal le entregó un objeto y sentí una hoja fría contra mi mejilla. Cerré los ojos y empecé a llorar. La punta de la hoja, aguda y amenazadora, se abrió camino por mi mejilla hasta mi cuello. 

Mis ojos se abrieron de golpe, por la presión en mi piel.

—Me importa poco ella, pero matarla sólo nos llevará a la cárcel. — Joe estaba suplicando a Ray ahora, pero todavía no trataba de detenerlo físicamente. Eché un vistazo hacia Marshal, sin mover la cabeza. Tenía las manos en los cojines, listo para empujar su cuerpo del sillón en cualquier momento si fuera necesario, pero su rostro se volvió.

―Sé que no podemos hacer nada ahora. Si esto no funciona la llevaremos a un banco, vaciamos su cuenta y puedes matarla camino a México, si quieres.

La hoja empujó un poco más y sentí un chorro de sangre caliente rezumar por mi cuello. Tomé una respiración profunda, tratando de evitar hiperventilarme. El dolor no era nada comparado con mi temor. Ray me iba a matar si Joe no le decía algo lo que quería oír. Yo no podía hacer nada para detenerlo. No podía ver las preguntas de Ray y yo no podía defenderme. Estaba completamente en las manos de Joe.

—¿Una llamada telefónica? ¿Estás jodidamente cuerdo? Van a rastrearnos en cuestión de minutos.

¿A quién diablos deseaba llamar Ray?

—Tendrá que escribir una carta.

¿Una carta? ¿Joe estaba de broma o estaba desesperado? Pero la hoja se movió de mi cuello y me relajé un poco en los brazos de Ray. Sentí que sus pies se movían detrás de mí mientras me empujaba hacia la mesa y una silla. Me caí en el asiento, la cabeza me daba vueltas por la confusión. Ray se sentó frente a mí. Me limpié la sangre de mi cuello con la palma de mi mano.

—¿Quieres salir de aquí, verdad? —Ray me miró y dejó el cuchillo de cocina en la mesa.

Parpadeé. Luego asentí con la cabeza. Qué pregunta más estúpida. 

—¿Tienes algunos abuelos o tíos ricos? 

Asentí con la cabeza otra vez.

—Quiero que escribas a uno de ellos, el que me pueda conseguir la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible. Y asegúrate de que sean discretos.

¿Qué quieres que diga?


Ray ni siquiera necesitaba a Joe para que tradujera. Marshal estableció el papel y la pluma en frente de mí.

―¡Escribe que te dejaré salir de aquí lo más rápido, así no tengo que seguir mirando tu maldita cara fea más! Diles que esperen a mis instrucciones y que si dicen algo a alguien, te mataré. —Él se apartó de la mesa y se puso de pie, y me dejó escribir mi propia nota de rescate.

Christopher,

Te escribo para pedirte ayuda inmediata. Los hombres que me tienen se comunicarán contigo pronto con instrucciones. Por favor, dales lo que quieren y no hagas preguntas ni le digas a nadie lo que estás haciendo. Tengo miedo de que me vayan a matar. Tengo miedo de no volver a verte más.


______________.


Doblé la carta, la sangre de mis dedos tiñendo los bordes del papel. Fue tomada de mi mano y me volví para ver a Ray abriéndola y evaluando mi trabajo. Joe estaba leyendo por encima de su hombro y sus ojos se dirigieron a los míos, tan pronto como leyó el primer nombre.

—Bien —decidió Ray―. Dame la dirección y voy y la dejó mañana.

—No de aquí, no puedes —dijo Joe detrás de él.

Ray se dio la vuelta y empujó los hombros de Joe, retándolo a cuestionarlo de nuevo.

—Si la envías por aquí van a estar encima de nosotros. Tenemos que conducir a otro lugar, escribir nuestra propia carta, con nuestras demandas y enviarlo por correo a partir de algún lugar al azar.

Si Ray supiera cuánto apuro obtendría en caso de que enviara esa carta. Sus huellas estaban ya por todas partes y probablemente su saliva estaba en el sobre. Pero la carta no tenía importancia. Joe nunca permitiría que fuera enviada, eso lo sabía. Él era demasiado inteligente y eso era sólo una forma de estancamiento.

Me puse de pie para marcharme, lista para estar lejos de la locura y la ira de Ray. Joe tenía razón, Ray no pensaba, sólo reaccionaba. Recé para que no dejara de pensar antes de que me hubiese ido. Di un paso en torno a los dos hombres, que aún discutían sobre algo, cuando siento los dedos ásperos de Ray agarrando mi brazo. Me volví hacia él, dispuesta a ver lo que fuera que tenía que decirme, pero no dijo nada. Su mano libre voló por el aire y me golpeó en mi mejilla, tumbándome al suelo con un golpe.

Mi cabeza daba vueltas y mi visión estaba borrosa. Me alojé en el suelo por lo que parecieron minutos, tratando de recuperar mi enfoque. Sin manos que vinieran para ayudarme a ponerme de pie, sin brazos a mi alrededor para protegerme. No sabía lo que había hecho para merecer esto, ni me importaba. Mientras las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, por fin me puse de pie y me tambaleé hacia la puerta del sótano.

Por primera vez desde que había estado en esta casa, mi colchón y las sábanas eran un signo de bienvenida. Subí bajo su cuidado protector, me volví de lado, doblando las piernas hacia mi pecho y cerrando los ojos. Las lágrimas caían libremente sobre mi almohada.

Pasaron las horas y no me moví. Mi cama ofreció el único consuelo que me quedaba y me estaba acostumbrando a su abrazo fuerte y áspero. Pero algo perturbó mi paz. Sentí temblar el colchón cuando alguien subió detrás de mí y abrí los ojos, sólo en parte, con ganas de ver quién era.

Las luces se habían apagado, pero tan pronto como él me tocó, yo supe que no tenía miedo. Las sabanas se alzaron y se apartaron de mí y entonces sentí el cuerpo de Joe detrás de mí. Su brazo alrededor de mi cintura, tirando de mí lo más cerca que podía y luego descansó alrededor de mis costillas. La otra mano acariciaba suavemente mi pelo sobre el colchón y sus labios dejaron un solo beso en la parte trasera de mi cuello.

Cerré los ojos y me quedé dormida. 






















bueno chicas aqui se termina la maraton :D
bueno cuidense y gracias por los comenarios
 :bye:
jamileth
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Mensaje por @ntonella Vie 03 Ene 2014, 12:47 pm

jamileth escribió:hola chicas he estado enferma, y tambien de viaje asi que por eso no les he subido caps... pero ahora estoy un poco mejor y les hare una maraton de cinco caps :D
Hola Jamiiii... espero que estes mejor ya..  :P y me alegro que hayas vuelto.. :corre: 
 :shakeitbb:
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
@ntonella
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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 Empty Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

Mensaje por chelis Sáb 04 Ene 2014, 1:57 pm

Eso sigue siendo violación!!!!!.... Aaaaaahhhh  llore con la rayiisss!!!!..... Ojala y la dejen libre prontoooooo!!!!
chelis
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Mensaje por JB&1D2 Sáb 04 Ene 2014, 3:51 pm

Siguela
JB&1D2
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Mensaje por jamileth Sáb 04 Ene 2014, 3:52 pm

chelis escribió:Eso sigue siendo violación!!!!!.... Aaaaaahhhh  llore con la rayiisss!!!!..... Ojala y la dejen libre prontoooooo!!!!


aun no la van a dejar libre  Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 2039594227
jamileth
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Mensaje por jamileth Sáb 04 Ene 2014, 3:58 pm

CAPITULO 10
 
Me desperté con la luz tenue del sótano. Mi cabeza palpitaba. ¿Joe realmente había venido a mi cama o había sido un sueño? Parecía real. Me di la vuelta e inhalé profundamente, esperando que su olor aún persistiera. No fui decepcionada. El cochón todavía conservaba el sutil aroma de jabón y canela. No había averiguado por qué olía a canela, pero amaba ese aroma. Me recordaba a mi madre y las vacaciones que pasábamos en Londres.

Salí de la cama, con la cabeza sintiéndose como si se hubiera quedado en un tornillo de banco toda la noche.  Mis pies se arrastraron mientras me dejaba caer encima de mis ropas. Joe todavía esperaba que usara sus camisetas de gran tamaño todos los días. Había coleccionado media docena o algo así, las cuales mantenía dobladas junto a mi cama. Las había lavado a mano en el fregadero junto con mi ropa interior. No hace falta decir que me había acostumbrado a usar ropa interior rígida y camisetas. Mis jeans eran una historia completamente distinta. Por ahora, habían empezado a volverse holgados y caían por debajo de los huesos de mi cadera. Pronto tendría que comenzar a enrollarlos a la cintura para mantenerlos arriba.

Pero nada de esto realmente me molestó. Ya rara vez tenía hambre y en realidad estaba agradecida de que tuviera un lugar donde lavar mis pertenencias. Me vestí tan rápido como mi cabeza lo permitió, quitándome la camiseta antes de abrochar mi sujetador y elegir un top limpio. Mi cabello estaba presionado al lado de mis ojos y daba vuelta a un hombro.

Una vez vestida, me asomé por las escaleras. La puerta había quedado abierta y pude ver la luz del sol que entraba por las ventanas. El término cabina-de-fiebre nunca había sido de mucho uso en mi vocabulario hasta ahora. Al subir las escaleras, pude ver a Joe en la sala de estar esperándome. Sus ojos verdes lucían gentiles en la luz brillante y sus dedos se engancharon casualmente a través de su cinturón, en lugar de cruzados en frente del pecho en su postura defensiva habitual.

Me vio subir lo último de la escalera y esperó hasta que estuve de pie frente a él para hablar. 

—¿Cómo está tu cabeza? —Alzó la mano y apartó un rizo perdido detrás de mí oreja.

—Me duele.

Joe asintió, su mano permaneció cerca de mi mandíbula. 

—Toma algo de desayuno, eso debería ayudar. —Hizo un gesto para que me sentara en la mesa y obedecí, sosteniendo la cabeza entre las manos mientras me dejaba caer en la silla. Su amabilidad estaba haciendo muy poco para ayudar a mi dolor de cabeza. Sus cambios de humor me mantenían preguntándome en qué estaba pensando realmente y  estaba comenzando a creer que él era mentalmente inestable. O solo posiblemente muy confundido. Confundido sobre cuál era el verdadero misterio. En mi mente, la decisión era simple: tomar el dinero que fue ofrecido y largarse de los Estados Unidos. Pero Joe había dicho que necesitaba más tiempo, lo que significaba que estaba planeando algo más grande.

Puso un plato de huevos revueltos y tocino delante de mí, y entonces me senté al otro lado de la mesa. Miré a la comida, disfrutando el olor familiar pero casi olvidado, y lentamente alcancé el tenedor que estaba balanceándose al borde del plato. Casualmente, miré a Joe, una sonrisa no deseada comenzando a arrastrarse sobre mi rostro mientras mi gratitud forjaba su camino a través de mi muro de defensa. Las lágrimas inundaron mis ojos. Se sentía como si me hubieran dado el mejor regalo de mi vida.

—¿Estás a punto de llorar por los huevos? —Me sonrió Joe.

Un ligero sollozo escapó en la forma de una risa mientras trataba de parpadear las lágrimas de regreso. 

—Sí —respondí, sin vergüenza por mis emociones.

—No soy tan malo como cocinero, lo prometo.

Me reí de nuevo y hundí el tenedor en la esponjosa revolución. Después del primer bocado, mi estómago dolió por más. Pero me tomé mi tiempo, saboreando cada bocado. Joe me miró comer, con una sonrisa en su rostro todo el tiempo. Pero a mitad de camino, terminé, incapaz de tragar más. Gentilmente puse mi tenedor de nuevo sobre mi plato y me senté en la silla, perfectamente satisfecha por primera vez en más de un mes.

Joe se puso de pie y recogió mi plato medio vacío. Su mano libre volvió suavemente mi cara hacia la suya. 

—Quiero que estés lista en diez minutos.

—¿Para qué?

Sus dedos se extendieron sobre mi mandíbula y se desplegaron por mi cuello; sus ojos recorrieron mi cuerpo. Pero no habló. Tragué saliva cuando se alejó hacia la cocina.

—¿Para qué? —repetí, pero él no respondió.

A pesar de que estaba feliz de estar en mi silla y permanecer en mi alegría recién encontrada, la interacción de ayer con Joe aún me tenía asustada. No quería empujarlo a tales extremos de nuevo, pero cuando subí las escaleras hacia el cuarto de baño y me quité las ropas para una rápida ducha, me encontré preguntándome cómo sería hacer el amor con Joe; tenerlo suavemente y tomándose cariñosamente su tiempo conmigo, explorando y conociendo mi cuerpo, en lugar de usarme y lanzarme a un lado.

Cuando volví a la planta baja, con mi cabello todavía húmedo de la ducha, Joe estaba esperándome en el frente de la puerta. La puerta estaba abierta de par en par, permitiendo a la cálida brisa de octubre fluir a través de la sala de estar. Me detuve en seco, asustada de lo que esperaba afuera. La libertad era poco probable, la muerte una posibilidad más alta. Aunque estaba rara vez cómoda adentro de la casa, el exterior era ahora desconocido, y lo desconocido me asustaba.

Joe pudo ver mi inquietud y levantó su mano, haciéndome un gesto para que me acercara. 

—Anda. Solo vamos a dar un paseo.

—¿Por qué? —Mi pregunta defensiva causó que sus labios temblaran por las esquinas.

—Porque pensé que lo disfrutarías.

Miré a la luz brillante de la naturaleza. Pude oler los árboles y la fragancia limpia de ella. Pero luego miré a la puerta del sótano. Podía bajar esas escaleras y estar sola, lejos de Joe y su inconsistente comportamiento cruel. Recordé cuán amarilla había lucido mi piel en el espejo solo unos momentos antes. Mi cabello había perdido su brillo, oscuros círculos se habían formado bajo mis ojos.

Di unos pocos pasos vacilantes hacia adelante, rozando a Joe al pasar entre en la luz. Aspiré por la nariz y la boca, oliendo y saboreando el aire limpio que me rodeaba como el abrazo de un amigo perdido hace mucho tiempo. Habría sido feliz de estar en el porche delantero de la casa, pero Joe apareció detrás de mí, con una manta bajo el brazo, e hizo señas para que nos aventuráramos más allá. De nuevo, ofreció su mano, y de nuevo me negué  a tomarla. Parte de él parecía triste por el rechazo, pero la otra parecía furiosa por ello, pero no permitió a ningún lado ganar.

Joe caminó delante de mí por casi media hora. Constantemente me detuve para levantar la mirada hacia el cielo o maravillarme de los brillantes colores del otoño. Sentí su mano tirando en mi codo como si me hubiera detenido por mucho tiempo, apresurándome tanto como si tuviéramos una especie de cita urgente. La idea de que me llevara lejos de la casa solo para matarme no pasó por mi mente hasta que vi nuestro destino. El camino se abría a un pequeño lago azul y brillaba con el reflejo de cielo de la mañana. Joe caminó hacia un pequeño muelle donde un bote de remos estaba subiendo y bajando en la marea suave. ¿Iba a ahogarme? ¿Dejarme atada a un ladrillo en el fondo del lago? Pero él caminó unos pasos al muelle y extendió la manta, recostándose y extendiendo los brazos.

Miré a mí alrededor, una repentina urgencia de correr se había apoderado de mí. Aquí, había demasiado por donde correr, tanto donde ocultarse tras, podía fácilmente perderme en el bosque. Él me escucharía correr, sin duda, porque no tenía idea de cuánto ruido harían mis pasos. ¿Y qué me haría si corriera? No, la opción más segura era convencerlo de aceptar el dinero y ponerme en libertad, o esperar hasta que mi padre se diera cuenta que estaba perdida. Aunque, la cantidad de tiempo que tomaría para ambos o cualquiera de los eventos a ocurrir podría ser infinito.

Me acerqué al muelle y eventualmente me uní a Joe sobre la manta. Imité sus movimientos, recostándome sobre mi espalda, cerrando mis ojos, estirando los brazos. El aire cálido y el brillo del sol se sentían increíbles contra mi piel cetrina. En días como estos, de regreso a casa en Delaware, estaría en la playa, recostada en un bikini con una buena novela o charlando con mis mejores amigos. Pero ahora estaba recostada en un muelle tambaleante, en jeans holgados y la camiseta de un hombre; mi única compañía era mi secuestrador.

Abrí mis ojos y sentí los dedos de Joe sobre mi cuello, trazando la curva de mi brazo y el área hueca por encima de mi clavícula.

—Para —dije, volviendo mi cabeza hacia él. Rodó sobre su costado, su codo al lado de mi hombro, con su cabeza en la mano.

Él negó la cabeza y yo fruncí el ceño, sabiendo que sería inútil luchar. Sus ojos y piel estaban prácticamente brillando en la luz del sol, su cabello cayendo a un lado su rostro por encima de su frente. Estudié su rostro, sus pómulos altos, su fuerte mandíbula y barbilla, y me pregunté qué pasaba con este hombre que tanto me había cautivado. Estaba aterrada de él, pero al mismo tiempo quería que me deseara. Quería que me cuidara y protegiera.

Joe se empujó más cerca, manteniendo su mano en mi hombro. Sus ojos eran pacíficos y para nada intimidantes, así que no me asusté en lo absoluto cuando inclinó la cabeza y besó la pequeña herida que el cuchillo de Ray había cortado en mi cuello.

Me miró a los ojos. Sus dedos se deslizaron sobre mi clavícula.

—¿Por qué estás haciendo esto? —pregunté.

—¿Haciendo qué? —Él miraba a mis labios mientras hablaba.

—¿Por qué estás siendo amable conmigo?

Su boca se estiró en una sonrisa. 

—No soy una mala persona, ______________. Solo he hecho algunas cosas jodidas últimamente.

Levanté las cejas en su subestimación. 

—Así que, ¿ahora estás sintiendo culpa por lo que has hecho? Estás tratando de recompensármelo, porque, créeme, eso nunca va a suceder.

Joe se quedó allí por un minuto sin mover los labios, solo mirándome. Finalmente habló:

—No estoy tratando de expiar mis acciones porque no lamento nada de lo que he hecho. Estoy aprendiendo a vivir con las decisiones de que tomado y estoy haciendo lo mejor por ellas.

Con esto, me senté y aparté su mano. 

—¿Y qué hay de mí, Joe? No soy una mala persona tampoco, pero he sido forzada a vivir con tus decisiones. No tengo nada que decir en todo esto, ningún indicio o insinuación de lo va a pasarme. Vivo, día a día, preguntándome si vas a hablar conmigo, matarme, o algo peor.

Joe no se incorporó, permitiéndome, por una vez, bajar la mirada a él. 

—Estoy de acuerdo, no es justo para ti. Pero lo que pasó ayer no es peor que la muerte. Sé que lo sabes.

—Tú no sabes cómo me siento. No sabes cuán aterrador y humillante es esto.

—No quiero que tengas miedo cuando estás conmigo —dijo Joe, sentándose y estirándose por mi mano—. Nunca debes tener miedo.

—¡Dices eso, pero mira lo que me has hecho!

—Déjame explicártelo, entonces. —Pude decir que se estaba enojando. Sus ojos comenzaron a entrecerrarse y sus labios se presionaron firmemente juntos—. Cuando tú y yo estamos solos, cuando Ray y Marshal están fuera de la casa, tú me perteneces.

Alejé mi mano, sorprendida por sus palabras. Nunca pertenecería a nadie, especialmente a Joe. 

—¿Qué hay sobre esa declaración que no me asustarías?

—Solo escúchame. —Puso las dos manos sobre mis muslos para evitar que me moviera—. Fue lo que quise decir, solo déjame terminar.

Lo miré. Fue un error simple y común de cometer. Había pasado con el más cercano de mis amigos y siempre nos reíamos por ello. Pero Joe había sentido un poco de remordimiento por el desliz de su lengua y no iba a consolarlo por ello.

—Te quiero conmigo todo el tiempo, ______________. Quise decir lo que dije esa noche, acerca de no ser capaz de alejarte de mi mente. Desde que te besé, no he querido nada más que estar contigo. Pensé que sería capaz de olvidarme de ti, dejarte consumirte abajo en el sótano hasta que no pudiera reconocerte. Pero entonces, ayer me hiciste enojar tanto que perdí todo sentido de autocontrol y ahora es demasiado tarde. Te he tenido una vez y te necesito de nuevo. No sé si alguna vez dejaré de necesitar tocarte o querer sentirte contra mí.

Me aparté de él, sin importarme que tuviera algo más que decir. Todo lo que me rodeaba era tranquilo y sereno, pero me sentía como una bomba de relojería a punto de explotar. El agua lamía gentilmente contra la orilla rocosa. Los árboles mostraban sus mejores colores de otoño, endureciéndose por el crudo invierno que se avecinaba. El cielo azul era perfectamente claro. ¿Cómo podían las cosas seguir siento tan hermosas en el mundo exterior cuando mi entera existencia acaba de ser reclamada por un hombre que era un poco más que un extraño?

Sentí que mi cuerpo comenzaba a temblar. Parpadeé lejos un par de lágrimas y traté de calmarme. Los fuertes brazos de Joe me atrajeron hacia su pecho, envolviéndose a mi alrededor con seguridad.

¿No sería tan malo, o sí,  permitirle a Joe un control absoluto sobre mí? En alguna enferma y retorcida manera, él parecía preocuparse por mí, lo suficiente para dejarme llorar en su hombro, al menos. No, las cosas podían ser peores. Los tres hombres podían dividirse la posesión sobre mí, y al menos uno de ellos no era tan amable como Joe.

Así que me hice a la idea y levanté la cabeza hacia la de Joe. Tan pronto como nuestros ojos se encontraron, hablé:

—Soy tuya, con una condición.

Un rápido levantamiento de ceja me dijo que lo había sorprendido.  

—¿Cuál es?

Sabía que no iba a permitirme fijar mis propios términos, pero esto era más un favor que cualquier otra cosa. 

—No soy lo suficientemente fuerte para detenerte de tomar lo que quieras. Pero tampoco soy lo suficientemente fuerte para vivir con el abuso de ser arrojada a un lado cuando hayas terminado. Todo lo que pido es que cuando hayas terminado, no me descartes como una idea tardía. Deja que me quede por un momento, para que pueda al menos pretender que todo va a estar bien.

Sus ojos se suavizaron de nuevo y asintió. Sus manos me tumbaron gentilmente de regreso a la manta y se colocó sobre mí. 

—Nunca te sentirás sola de nuevo —dijo antes de frotar sus labios contra los míos. Su beso era apasionado y tierno, pero sentía el conflicto en él. Estaba preocupado de que yo pudiera cambiar de opinión, que empezara luchar contra él. Me di cuenta de lo mucho que me quería.

Me besó por lo que parecieron horas ese día, poco a poco quitando no solo las capas de ropa, sino mi muralla defensiva también. El sol de mediodía nos encontró recostados lado a lado, yo en nada más que mi sujetador y bragas, Joe solo en sus boxers, nuestros ojos cerrados en la comodidad resignada de nuestro nuevo entendimiento.
























bueno aqui esta el cap :D
ya la segui..
cuidense bayy
 :bye:
jamileth
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Mensaje por chelis Dom 05 Ene 2014, 2:41 pm

Oooohhh!!!.... Bueno creo que joe se esta redimiendo a medias!!!... Pero no es suficiente!!!
chelis
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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 Empty Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA

Mensaje por Rousse Jonas Lun 06 Ene 2014, 7:18 am

Hi!!!
Ohhh Joe, que hare contigo, aveces eres super tierno y luego te quiero pegar un tiro en la cabeza, pero eso si no puede vivir sin ella, creo q d verdad la quiere!
Por Favor!! Tienes q seguirla!
PD:soy nueva, se buena conmigo...jejeje
Besos, te cuidas!
Rousse Jonas
Rousse Jonas


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Mensaje por chelis Lun 06 Ene 2014, 9:27 am

Otrooooo
chelis
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Mensaje por @ntonella Lun 06 Ene 2014, 12:06 pm

OMG!!!
 Sufriendo en el Silencio Joe y Tu  TERMINADA - Página 3 167695056 
JOE eres terco como una MULA pero asi te queremos,

bueno más bien la RAYITA  :twisted: 
S.I.G.U.E.L.A
@ntonella
@ntonella


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Mensaje por chelis Lun 06 Ene 2014, 12:45 pm

;););)
chelis
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