Mensajeros Caídos {LoganLerman}

Ella corría entre el oscuro bosque, siendo poco iluminado por el crepúsculo que se prolongaba en aquella penumbra. El frío se internaba en el lugar, helando su cuerpo y haciendo arder su garganta ante la maratón en la que participaba, donde definiría si su seguiría con vida si llegaba al templo.

Escuchaba los pasos de sus enemigos a sus espaldas, deseosos por acabar con su vida de una buena vez por todas, o quizás, la obligarían a que los eligiese. Ella ya había decidido su destino, sabiendo que tendría más posibilidades de morir si se contraería ante la propuesta tan tentadora. No podía dejar de serle fiel a sí misma, no podía ser tan cruel como para arruinar millones de vidas, las cuales recaían en sus manos y en su espalda, decidiendo su destino.

Corrió un poco más y se encontró con un sendero, el cual acortaba su camino al templo. Se internó por aquel camino, repitiéndose a sí misma que solo faltaba poco para llegar, que sus pulmones deberían aguantar un poco más. Si llegaba al templo, impediría que la pudiesen controlar. Podía morir, sí, pero eso era lo de menos cuando sabía que podría volver a nacer, lo importante seguía siendo el control de su alma, y así, evitar la destrucción de millones de almas.

Vio una figura acercarse corriendo hacia ella, lo que hizo que parara de golpe y fijara su vista hacia atrás. Sus enemigos seguían detrás de ella, no podía parar, por lo que se echó correr, decidiendo asesinar a la persona que este por delante. Su idea se borró rápidamente cuando identifico la cabellera roja de su hermana, Lidia. Se preguntó que hacia esta cuando le había ordenado de que se quedara encerrada en el templo para no ser asesinada. Entonces comprendió que su hermana se dirigía hacia su destrucción.

Rozo la mano con ella en forma de despedida, y aunque no pudo evitar soltar algunas lágrimas, sabría que su hermana seguiría con ella en su próxima vida, protegiéndola como todos aquellos años en que estuvieron juntas. Corrió con más rapidez y vio a todos sus protectores correr hacia los demonios, asegurando su muerte segura, lo que hizo que aumentaran sus lágrimas y su vista se nublara. Cerró con fuerza los ojos cuando escucho sus gritos siendo masacrados por los demonios.

Su corazón se alivió cuando diviso el templo enfrente de ella, si bien, no tenía una apariencia de un verdadero templo, pero era una iglesia y, por lo tanto, también era la casa de Dios. Se internó dentro de ella, segura de que también seria asesinada si no se apuraba. Se sentó en el medio del lugar de rodillas, junto sus manos entrelazándolas y rezo por una sola cosa: ser llevada en aquel mismo momento.

Cuando observo a los ángeles bajar para llevar su alma al cielo, se encontró con la mirada del ser que alguna vez amo. Sus ojos azules se habían convertido en llamas rojas, llenas de ira y de dolor.

Él no podía sentir dolor por ella, se suponía que no debía ser así. Él la había traicionado cuando ella lo había salvado y además le había depositado toda su confianza. Por su culpa, todos los que amaba estaban muertos. Por su culpa, ella iba a morir, pero muy adentro suyo, también supo que el la acompañaría en su próxima vida.

Cerró sus ojos y se dejó llevar por aquel Nefilin rubio de ojos celestes, que la descendió a los cielos, dejando su cuerpo sin vida y sin movimiento.

Adeline había muerto, pero volvería a nacer para cumplir con su destino.

Zoe cumpliría aquella profecía.