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Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)

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Mensaje por laus_98 Jue 24 Oct 2013, 4:10 am

Capitulo 13 "La fiesta" (Parte 2)


Me abracé a la tablet. En ella estaban las pruebas de mi declaración de amor hacia Niall. No sabía cómo había pasado. Ahora tenía claro qué era lo que sentía por él, aunque los sentimientos de él hacia mí me desconcertaban. A veces parecía que quería decir una cosa, y otras veces parecía querer decir algo muy distinto. Supuso un shock saber que me gustaba más de lo que pensaba, aunque lo peor de todo era que tenía miedo a hacerlo público y que papá y Maura pusieran el grito en el cielo. Tampoco quería adelantar acontecimientos.
Reflexionando sobre cómo me vestiría esa noche, alcé la vista hacia la ventana de mi cuarto. Estaba cerrada. Desde el domingo solo había entrado dos veces para recoger mis cosas. Me imaginé a Gabriel saltando y descolgándose por el alféizar. Me resultaba extraño que un hombre de treinta y tantos años con sobrepeso fuera lo suficientemente ágil como para subir y bajar sin destrozar apenas la enredadera que daba a mi ventana. Me acerqué hasta la hiedra para comprobar dónde podía haber puesto los pies y por qué no encontramos hojas ni flores en el suelo el domingo por la noche. No entendía nada. La enredadera parecía estar en muy buen estado.
El tema me estaba obsesionando y necesitaba algo en lo que ocupar mi mente. Al entrar en la cocina, Niall estaba sentado a la mesa leyendo una novela. Se había preparado un yogur helado y estaba esperando a que se derritiera. Me ignoró cuando me senté a su lado. Cogí el bote de sirope de fresa y lo abrí. Dejé que goteara un poco en la punta de mi dedo.
—Me encanta el sirope de fresa —expresé después de chupármelo.
—¿Qué quieres, ____?
Cogí aire antes de decirle lo que había ensayado muchas veces.
—Lo siento, siento haber desconfiado de ti. El domingo te vi salir de madrugada y ya sabes cómo soy, siempre pensando como criminóloga.
—Está bien, ¿algo más?
A pesar de haber escrito un discurso sobre qué le diría, no me salían las palabras que yo quería.
—Sí, que no me gusta verte así.
—Entonces es que quizá no te haya sentado bien el trasplante de ojos —contestó él esbozando una media sonrisa.
No sabía si aquello era un kit kat en nuestras posiciones encontradas, pero creí entender por el gesto de su cara que parecía más relajado. No podía dejar pasar la oportunidad.
—¿Crees que debería pedir el libro de reclamaciones porque me han implantado unos ojos defectuosos?
—Eso lo tendrás que decidir tú, Yasmine.
Volvía a llamarme Yasmine. Eso quería decir que me había perdonado antes de lo que pensaba.
—No vuelvas a llamarme Yasmine o…
Cuando me senté traté de dejarle espacio, aunque podía oler la colonia de niños que llevaba desde donde estaba.
—¿O qué? ¿Qué vas a hacerme? —Cruzó los brazos encima de la mesa y adelantó su cuerpo para estar más cerca de mí.
—Tú siempre me estás incordiando —solté echándome hacia atrás todo lo que me permitía el respaldo de la silla.
—¿También en tus sueños?
—No, en mis sueños no sales nunca —dije sosteniéndole la mirada.
Me temblaban hasta las pestañas, y casi me alegré de que no estuviera la luz de la cocina encendida, porque habría notado cómo me había sonrojado.
—Entonces seguro que en tus pesadillas.
—No, ni siquiera en mis pesadillas.
Chasqueó los labios.
—Tendré que arreglar ese aspecto con tu técnico de mantenimiento de sueños. —Se levantó algo decepcionado cogiendo la tarrina de yogur. Antes de llegar al primer escalón se giró hacia mí—. Por cierto, ¿te has preparado alguna canción para el karaoke de esta noche?
—Sabes que me da vergüenza cantar en público…
Solo de pensar en la canción que me había sugerido Nat me entraba el telele. Esperaba que Niall se diera por aludido y que supiera cuáles eran mis sentimientos hacia él.
—El otro día no lo hiciste tan mal.
—El otro día era distinto —respondí—. Me acompañabas tú.
—Habrá que volver a intentarlo otra vez, ¿no crees? Parece que se nos da bien cantar juntos.


Antes de irse me guiñó un ojo. No quise hacerme ilusiones antes de tiempo, pero estaba muy nerviosa. Subí de dos en dos los escalones y me metí en la habitación de invitados. Con unos pantalones ajustados negros y una camiseta negra me tendría que valer para hacer el número. No era rubia como Sandy, pero sí que podría dejar que mi melena recobrara los rizos. Esperé primero a que Niall terminara en el cuarto de baño para empezar con mi transformación. Dejé la puerta entornada. En cuanto acabó pasó por delante con una toalla anudada a la cadera. Tuve que respirar fuerte para no lanzarme sobre él y meterlo en mi cuarto, así que cerré la puerta para no terminar haciendo una locura. Me apetecía mucho besarlo.
Esperé un rato hasta que volvió a salir de su habitación y se marchó a la fiesta. Cuando tuve la seguridad de que no regresaría me colé en el baño y me di una ducha rápida. No me quedaba mucho tiempo, por lo que me di prisa para no llegar la última. Solo me faltaban unos zapatos. Menos mal que Maura y yo calzábamos el mismo pie y tenía unos zuecos de tacón parecidos a los que usaba Sandy en la película.
Salí con prisas de casa. La fiesta empezaba a las nueve. Llevaba tres regalos para los trillizos. Por el camino me encontré con Liam. No sabía si había sido casual, pero me daba en la nariz que no, y que me esperaba desde hacía un rato en la esquina, donde permanecía con el pie apoyado.


—Uau, ¡estás espectacular!
—Ha sido improvisado. —Le di uno de los regalos que llevaba en la mano, porque no quería que pensara que me había vestido así por él—. Feliz cumpleaños. No lo abras hasta que lleguemos al casino. Y si no nos damos prisa van a empezar sin nosotros. —Cerré los ojos por la estupidez que acababa de decir. Era imposible que empezaran sin él.
Sentí cierto alivio cuando me encontré con mi amiga Begoña. Iba con su novio. Desde que había llegado solo habría podido hablar un rato con ella el lunes, porque la casa estaba llena de gente y las abuelas chismosas no me dejaban respirar.
—¡Vas de Dorothy! Me encanta El Mago de Oz —exclamé—. Y tú vas de Espantapájaros —le comenté a Juan.
El único que no iba vestido era Liam.
—¿Y tú de qué vas? —le preguntó Begoña.
—Es una sorpresa. Mis hermanos y yo hemos preparado algo. Espero que os guste. Alba está guapísima.
Enseguida llegamos al local. No fuimos los últimos en llegar, aún faltaba Alba. Le gustaba hacer entradas triunfales para que todos los chicos se la quedaran mirando. Y como me temía, se presentó vestida de Marilyn en Los caballeros las prefieren rubias. La canción que iba a cantar junto a Harry y Liam era «Diamonds Are A Girl’s Best Friend».*
Había que reconocer que estaba espectacular. El vestido rosa le quedaba genial. Me hubiera apostado todos mis ahorros a que llevaba un año ensayando para ese momento. Sin embargo, Niall no se acercó a ella, más bien no me quitaba ojo de encima. Iba vestido de vaquero. Le pregunté a Begoña si tenía algo en el pelo.
—¡Qué va! Esta noche Alba y tú vais a acaparar todas las miradas de los chicos.
La fiesta empezó entregando los regalos a los cumpleañeros. Después comimos los aperitivos que había en las mesas. Liam no me dejaba respirar y me seguía allá donde fuera. Desde hacía un rato Niall hacía ver que me ignoraba fingiendo indiferencia, pero yo estaba segura de que no se perdía detalle de lo que hablaba con mi acompañante. Antes de que dieran las diez, Harry se subió al escenario para dar paso a los karaokes.
Los primeros en actuar fueron Begoña y su novio, que cantaron el momento de: «Sigue el camino de las baldosas amarillas», de El Mago de oz. Después lo hicieron otros, que nos hicieron reír. Luego le tocó el turno a Niall, que se preparó una versión de Toy Story: «Hay un amigo en mí».
Harry y su novia, Marina, también habían preparado el número final de Dirty Dancing, «Time of My Life», que, por cierto, era una película que no me gustaba porque tenía una protagonista sosa hasta decir basta. Solo salvaba los bailes y a Patrick Swayze, el actor protagonista.
Antes de acabar con la tanda de canciones, Liam me dijo:
—Te toca.
Asentí con la cabeza y me pareció que me faltaba el aliento. Me subí al escenario. Ahora ya no me parecía tan buena idea ir vestida como Sandy en la escena final de Grease. Alguien soltó una exclamación. Tragué saliva antes de que empezaran los primeros acordes de «You Are The One That I Love».


I got chills, they’re multiplyin’

And I’m losin’ control
Cause the power you’re supplyin’
It’s electrifyin’
You better shape up ‘cause I need a man
And my heart is set on you
You better shape up
You better understand
To my heart I must be true
Nothing left, nothing left for me to do
You’re the one that I want
You’re the one that I want
You’re the one that I want
The one that I want
The one I need
Oh yes indeed
If you’re filled with affection,
You’re too shy to convey
Meditate in my direction, feel the way
I better shape up
Cause I need a man
Who can keep me satisfied
I better shape up
If I’m gonna prove
That my faith is justified
Are you sure?
Yes, I’m sure down deep inside.




Desde arriba pude ver cómo todo el mundo estaba pendiente de mi canción. Quería que la tierra se me tragara, y estaba acalorada, pero creo que hice una buena actuación y que no desafiné. Cuando terminé recibí tal ovación que me sorprendió.

El último tema se lo reservó Alba. Pensé que llevaba dos copas de más, porque le costó subir al escenario. Sus hermanos la agarraron por la cintura, aunque no pudieron evitar que patinara y quedara espatarrada en mitad del escenario. Ninguno de los que estábamos allí quisimos reírnos. Era patético ver cómo intentaba ponerse de pie.
—¿Necesitas ayuda? —dijeron los dos hermanos a la vez.
Alba parpadeó como si estuviera a punto de echarse a llorar. Entonces, la chica que hasta no hacía ni cinco segundos parecía estar borracha se transformó en una espléndida Marilyn y nos dejó a todos con la boca abierta. Ciertamente había ensayado a la perfección el baile que en su día se marcó la actriz.
Era un golpe bajo, porque tanto ella como yo sabíamos que Niall adoraba a Marilyn.
Cuando terminaron de cantar, Alba se acercó hasta Niall para abalanzarse sobre su cuello. Yo me fui hacia la barra. Era una imbécil al pensar que tenía alguna posibilidad con él, no después de ver cómo ella se movía encima del escenario. Me pedí una cerveza y salí al patio del casino. Me senté en unos escalones.
No pasó mucho rato antes de que Niall se sentara a mi lado. No sé cómo se desembarazó de su Marilyn, pero sonreí en la oscuridad.
—Has estado muy bien —me dijo él.
Me giré. Estaba apoyado con los codos en los escalones y había estirado las piernas cruzándolas por delante. Se le veía relajado.
—No puedo compararme con Alba.
—¿Y quién te pide que te compares? Yo no.
Permanecimos en silencio. Sabía que hacía una noche preciosa y que había luna llena, pero no podía apartar mis ojos de sus labios. Él se fue acercando.
—¿Me vas a besar?
—No, solo te estaba apartando el pelo de la cara —contestó él retirando un mechón con su dedo índice para colocarlo detrás de mi oreja.
—¿Seguro? —Sentí su aliento muy cerca de mi boca.
—Claro, ¿nos apostamos algo?
Nuestros labios volvían a rozarse. Cerré los ojos y esperé a que me besara.
—Al fin te encuentro, Niall —dijo Alba de pronto—. Me habías prometido un baile.
La habría matado de haber tenido una escopeta a mano.
—Claro, vaquero, dale el gusto a la cumpleañera. —Aunque me hubiera gustado decirle: «Claro, dale el gusto a la zorra».
Me levanté y me alejé de ellos.
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Mensaje por laus_98 Jue 24 Oct 2013, 4:23 am

Capitulo 14 "La invitación"


Jueves madrugada, 5 de julio de 2012
 
La luna casi llena iluminaba la casa que había al otro lado del río. Solo tenía una luz encendida, la bombilla de la habitación de Belen. Sus padres aún estaban de cena en casa de unos amigos en el pueblo de al lado. Era el momento indicado para invitarla a unirse a ellos.
Un coche esperaba agazapado tras las sombras de unos árboles. Uno de los dos chicos que permanecían dentro miraba el movimiento de las ramas de los árboles a través del cristal de su ventanilla. Solo uno, el que observaba, estaba nervioso. Sus ojos azules brillaron en la oscuridad cuando su compañero le posó la mano sobre el hombro.
—¿Hueles la sangre? —preguntó. Sostenía un cuchillo grande con la otra mano. Pasó la lengua por la hoja del arma—. ¿Aún crees que ha ido a la fiesta a pasearse? No te fíes.
—No.
—Eva también engañó al primer hombre. No la mires por lo que parece, porque los monstruos se visten de palomas. Belen tratará de ofrecerte la manzana. No la escuches.
—No.
—Invítala a venir y que ella misma sea partícipe de nuestra obra.
—Lo haré.
—Sí, hazlo por ella. El capullo de la crisálida se convertirá en una mariposa.
—Sí. —Entonces giró la cabeza hacia él y le sonrió.
—Tienes que entender que la mayoría de las personas no están preparadas para asumir el cambio que se avecina. A todos les ciega la soberbia, el mayor de los pecados capitales. Y lucharán contra nosotros, aunque nuestra sea la verdad. Somos los elegidos.
—Sí. —Se emocionó al escuchar estas palabras.
—Estará orgullosa de ti, de mí. Solo cuenta con nuestra ayuda.
—Es cierto. —Se mordió una uña.
—Recuerda, si ella intenta ofrecerte algo recházalo. La recompensa es mucho mayor que lo que te pueda dar Belen.
Se produjo un silencio antes de que uno de los muchachos abriera la puerta del coche. El mismo silencio que había dentro se trasladó fuera. Comenzó a caminar hacia la casa de Belén. Las pisadas sobre la gravilla eran lo único que se oía a las afueras del pueblo, en la única casa que estaba apartada del núcleo urbano.
Permaneció unos minutos de pie ante la verja de hierro pintada de blanco. Hizo un movimiento involuntario con la cabeza y se giró para mirar el coche. Entonces abrió la cancela y caminó los pocos metros que lo separaban de la puerta. Llamó primero a la puerta con los nudillos y después apretó el timbre.
Las luces de la casa se fueron encendiendo conforme Belen bajaba las escaleras. Se asomó a través de la ventanilla enrejada de la puerta para ver quién llamaba.
—Perdona que te moleste…
Marina no le dejó terminar de hablar. Le abrió sin dudar. Iba con un camisón de color blanco y corto. Se le transparentaban las braguitas. El chico bajó la mirada al suelo.
—¿Ha pasado algo?
—Sí, lo siento —dijo con voz compungida—. Tus padres han sufrido un accidente.
—¡Ay, Dios mío! —Se cubrió la boca con una mano y se sujetó al marco con la otra—. ¿Cómo están? ¡Dime que están bien! ¡Que solo ha sido un susto sin importancia!
—Se los han llevado al hospital. Al parecer no te han podido localizar porque tu móvil estaba desconectado.
Hacía algunos años que los padres de Belen dieron de baja el teléfono fijo y ahora solo se comunicaban por el móvil. En una situación como aquella no tenía muy claro qué hacer y estaba visiblemente afectada.
—Me pongo unos pantalones y una camiseta y bajo enseguida.
—No tardes. —Se humedeció los labios.
Marina dejó la puerta abierta y corrió hacia su cuarto. Él aprovechó para pasar dentro. La siguió hasta su habitación como un gato silencioso, se colocó unos guantes de silicona y sacó una jeringuilla.
—¿Qué haces aquí? —gritó Belen—. Vete.
Nadie salvo el chico la oyó. No obstante, ella no se dejó vencer y agarró la lamparilla que había en la mesita de noche y se abalanzó sobre él con el brazo en alto, preparada para presentar batalla.
—¡Socorro…!
—Vengo a liberarte de tu sufrimiento. Muy pronto me lo agradecerás. —El chico logró apartarse y se giró sobre sus talones para clavarle en el costado el calmante que contenía la jeringuilla.
Belén miró hacia abajo y después lo miró a los ojos.
—¿Por qué?
—El ángel exterminador no tiene motivos.
La luz de la habitación se fue confundiendo con la oscuridad que se cernía sobre ella y Belen fue perdiendo la conciencia, hasta que el sueño la atrapó en una telaraña de la que no podría escapar.


Última edición por laus_98 el Vie 25 Oct 2013, 10:52 am, editado 1 vez
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Mensaje por laus_98 Jue 24 Oct 2013, 7:27 am

Capitulo 15 "Sodoma" (Parte 1)



Jueves, madrugada, 5 de julio de 2012
 
Parecía que Alba estaba disfrutando de su pequeña victoria. Lucía una sonrisa de satisfacción que le hacía parecer aún más guapa de lo que era. Supongo que era el momento que había esperado desde que empezó a tramar la manera de ligarse a Niall.
Perdí la cuenta de las canciones que bailé con Liam y de las miradas que nos echamos Niall y yo durante parte de la noche. Yo no estaba en los brazos del chico que me gustaba, aunque mi acompañante parecía que se lo estaba pasando genial. Agitaba los brazos por encima de su cabeza, y de vez en cuando me agarraba de la cintura y me atraía hacia él. Algunos estaban esperando a que las luces se fueran apagando poco a poco y los bailes lentos empezaran a sonar.
Yo llevaba alguna cerveza de más, todo hay que decirlo, así que no me di cuenta de cómo Liam me llevó a un apartado para preguntarme lo que yo no quería escuchar.
—____, ¿vas a contestar? —me preguntó Liam.
—Perdona, ¿qué decías? Es que estoy un poco mareada.
Era cierto que el techo me daba vueltas y que me costaba un poco atender a lo que me decía mi acompañante.
—Que si quieres que te acompañe a casa. Tengo que comentarte una cosa. —Él se estaba acercando más de lo que hubiera deseado. Aparté la cara cuando lo olí—. Ya sabes que me gustas…
—Espera, Liam, no sigas, por favor. —Puse mis manos sobre su pecho para apartarlo un poco. Necesitaba respirar otra cosa que no fuera el alcohol de su aliento—. Creo que mejor lo dejamos aquí.
—No, no lo dejamos aquí. —Sus palabras sonaron violentas, y me agarró de la cintura—. ¿Quién te crees que eres para decir que lo dejamos aquí?
—Suéltame, por favor, Liam.
Él buscaba mis labios. No reconocía al amigo de Niall, al chico que el año pasado era amable conmigo y venía a recogerme a casa.
—Has estado bailando toda la noche conmigo.
Tal vez el alcohol lo había vuelto osado y pensó que por el simple hecho de bailar con él podía meterme mano.
—Venga, Liam, no te pases. Yo no te he dado pie a nada. Ni siquiera hemos bailado agarrados.
—Dame un beso, solo un beso, y dejo que te vayas, que sé que te gustará. —Posó sus labios sobre mi cuello y fue dejándome sus babas hasta llegar casi a mi boca—. Es mi cumple.
—Te he dicho que me dejes. —Le pegué un empujón con tanta fuerza que cayó al suelo de culo. Supongo que también influyó que estaba bebido, porque no me creía capaz de tumbarle tan fácilmente—. ¿Cómo tengo que decirte que no me apetece que me des un beso?
Me miró desde el suelo visiblemente avergonzado. Comenzó a sollozar. Se medio incorporó apoyando los codos en el suelo y flexionó las rodillas para esconder la cabeza.
—_____, por favor, perdona. No sé qué me ha pasado.
—Yo sí que lo sé. Además de ser un imbécil, has tomado dos copas de más.
Aquella contestación terminó por desarmarlo y lo dejó con tres palmos de narices. El lloriqueo que sufría hacía que su cuerpo se moviera de manera involuntaria.
—Te juro que es la primera vez que me pasa esto. No se lo digas a Niall.
—Y espero que sea la última.
Lo dejé sentado en el suelo llorando. No me encontraba con ánimo para soportar los lamentos de un idiota desenamorado.
Unos cinco minutos después vi salir a Harry con Belen. Ella daba la impresión de no encontrarse bien. Liam los paró en la puerta. Parecían discutir sobre algo.
—Vengo luego a por ti —pude escuchar que le decía Harry—. Después pondremos el corto.
Liam asintió y se fue abatido hacia el patio.
En la pista de baile había aún mucha gente bailando, entre ellos Niall y Alba, que no se apartaba de él. Se le había colgado del cuello e intentaba besarlo. Ahora sí que parecía que ella había bebido y le costaba seguir el ritmo de la música. Por mucho que se restregara contra él, Niall trataba de guardar las distancias.
Los zuecos me estaban matando, así que me senté en una silla de plástico. Enseguida llegó Begoña, que parecía tan cansada como yo, aunque estaba segura de que no había bebido casi nada.
—Bueno, dime, ¿se ha decidido ya Liam? —Me pegó un empujón de broma.
—Sí. —Puse una mueca de fastidio.
—A ver, ¿qué ha pasado? Si el año pasado te gustaba.
—Es posible, pero tú lo has dicho. Eso fue el año pasado.
—Menudo chasco se tiene que haber llevado el pobre.
Giré la cabeza enojada.
—¿Pobre? Ha intentado sobrepasarse conmigo.
—Mujer, tampoco habrá sido para tanto —respondió Begoña.
—Pues no sé lo que te parecerá a ti, pero a mí no me gusta que me intenten meter la lengua hasta la campanilla cuando he dicho que no.
—¿Ha hecho eso? —Soltó un bufido—. Entonces tienes razón. Se ha pasado tres pueblos. Cualquiera lo diría con esa carita de bueno y esos ojos azules que le hacen parecer un ángel. Esos son los peores.
Asentí con la cabeza. No quería pensar qué habría pasado de haber dejado que me acompañara a casa. Igual la cosa hubiera acabado como había terminado hacía unos minutos, pero no quería darle más vueltas al asunto.
Lo que no tenía claro era cómo afectaría a la relación entre él y Niall. Yo lo dejaría correr, aunque esperaba que lo sucedido no pasara de ahí.
Harry regresó a la fiesta y salió junto a Liam, que me miró al cruzar la puerta del casino.
Tras varias canciones Alba vino a sentarse a nuestro lado. Ya no parecía la genial Marilyn que nos había dejado a todos boquiabiertos. Se había descalzado y llevaba los zapatos en una mano. Se giró sobre la silla para apoyar los pies en un lado del respaldo y en el otro apoyó la espalda.
—Hay tíos que son imbéciles —dijo con la lengua de trapo señalando hacia Niall—. Aún no se ha dado cuenta de que llevo toda la noche tirándole los tejos.
—Igual la que no le interesa eres tú, y no te has dado cuenta todavía —contesté exasperada.
Begoña me miró con cara de expectación. Al ver la mueca de sorpresa de Alba seguí hablando, y hasta me atreví a contarle una pequeña mentira.
—Tiene novia en Nueva York y es muy fiel a su chica.
—Pero ¿qué dices, tía? ¡Te estás quedando conmigo!
Me puse seria. Por primera vez en toda la noche me sentía más poderosa que ella, y eso me satisfacía.
—¿Tengo cara de estar bromeando?
Me miró con desprecio.
—Me da igual. No soy celosa.
—El caso es que parece que está muy enamorado. Además, dice que no le gustan las calientabraguetas.
—¿Lo dices por mí o por ti? —me preguntó con los puños apretados—. He visto cómo te acercabas a mi hermano.
Begoña nos miraba desconcertada. Por las dos partes había intención de hacer daño.
—¿Por ti? ¡Qué va, tía! Jamás se me hubiera ocurrido pensar eso de ti. No, te lo digo a modo de información, más que nada para que te vayas haciendo una idea de lo que les gusta a los tíos.
—¡Qué sabrás tú de lo que le gusta a un tío! A lo máximo a lo que puedes aspirar es a un pringado que quiera cargar con una tía como tú.
Pasé de contestarle. Alba pertenecía al grupo de las pijas y monas del pueblo. Decían las malas lenguas que se había operado la nariz, y muy pronto se operaría el pecho, pero por muchas operaciones que se hiciera seguiría siendo la misma imbécil de siempre. Había cosas que la cirugía no podía arreglar. Lástima que el cerebro no se pudiera operar. A algunas les hacía verdadera falta.


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Mensaje por laus_98 Jue 24 Oct 2013, 7:38 am

Capitulo 15 "Sodoma" (Parte 2)




Al final se levantó y se marchó haciéndose la ofendida.
—Cómo te has pasado con ella —dijo Begoña intentando contener una carcajada—. Todos sabemos que es una gilipollas, pero lo mejor es no hacerle caso.
—¿Que yo me he pasado? ¿Y ella qué? Pero si casi nunca hablamos y ahora viene como si fuésemos íntimas. «A lo máximo a lo que puedes aspirar es a un pringado» —dije tratando de imitar su manera de hablar pija—. Anda y que le den.
Como la fiesta estaba decayendo decidí regresar a casa. Ya había tenido demasiadas emociones por esa noche.
El hijo de la devota, Sergio, se acercó a mí y me preguntó cómo estaba. Le contesté que bien y traté de quitármelo enseguida de encima. Sin embargo, a pesar de saber pocas cosas de él se tiró hacia mí para abrazarme. Me quedé quieta mientras él me decía al oído:
—¡Cuídate!
Asentí con la cabeza y le di las gracias. Me produjo un escalofrío pensar que un chico tan joven llevara una cruz tan grande colgada del cuello.
Me despedí de Begoña y de Juan, que se ofrecieron a acompañarme, aunque yo decliné la oferta. En el fondo sabía que estaban deseando quedarse a solas y hacer todas esas cosas que hacen los novios cuando están tan enamorados como ellos. Eran pareja desde que llegué al pueblo por primera vez.
Cuando salí a la calle sentí el frescor de la noche sobre mi piel acalorada. Cerré los ojos y abrí los brazos en cruz. Necesitaba bajar la temperatura de mi cuerpo. Mientras caminaba hacia casa, recordé la escena del patio. Era la segunda vez que creía que Niall me quería besar. ¿Y si fuera verdad y no eran imaginaciones mías? En algún momento tendríamos que aclarar esa situación.
De repente me giré. Oí un gemido ahogado que no supe precisar de dónde venía, pero no parecía el lamento de un gato. Me había decidido por coger un atajo para ir a casa y tenía que atravesar una calle oscura. Apreté un poco el paso y me adentré en la penumbra. Durante un rato oí el repiqueteo de mis zapatos resonando en la acera. Cada vez que pasaba por una ventana que permanecía iluminada, mi sombra se prolongaba a lo largo de la calzada.
Una urraca pasó por mi lado, rozando con sus alas mi mejilla. Solté un pequeño grito y me detuve un momento para tranquilizarme. Me había pegado un susto de muerte. ¿Era posible que ese pájaro me persiguiera por el pueblo? Ya no sabía qué pensar. Igual me estaba dejando llevar por mi imaginación. No quería darle más vueltas, pero no era lógico encontrarme cada dos por tres con una urraca.
Tal como había hecho Alba en el baile, me quité los zuecos de Maura. No podía dar un paso más con ellos. Yo no salía de mis zapatillas Converse; si las cambiaba por otros zapatos era siempre por algún motivo especial.
Entonces oí que alguien se acercaba hacia mí desde el otro lado de la calle. Estaba muy lejos para saber quién era. Desde luego no tenía ganas de comprobar de quién se trataba y me di la vuelta. Como me había sugerido Dani, tenía que pasar por calles que estuvieran iluminadas. Entonces recordé que no llevaba las llaves porque mis pantalones no tenían bolsillos y no quería despertar a papá ni a Maura, por lo que tendría que regresar a la fiesta para pedírselas a Niall.
Me llamó la atención que un resplandor anaranjado cubriera parte del cielo. Parecía venir de la parte donde estaba el casino. Conforme me aproximaba la gente salía a la calle gritando y con cubos de agua. 
La voz de alarma corrió por el pueblo.
—¡Se quema el casino! —exclamó alguien pasando por mi lado.
—Los bomberos tardarán más de veinte minutos en llegar —se lamentaba una mujer.
Corrí todo lo que me permitieron mis pies, pero mis pantalones estrechos y los puntos, que me tiraban, no me dejaban ir más deprisa. Sabía que no podría ser de gran ayuda, aunque si tenía que cargar y tirar cubos de agua lo haría.
La puerta del casino estaba abarrotada. Busqué con la mirada para ver dónde estaban Begoña y su novio, y por qué no decirlo, dónde se encontraba Niall. Grité varias veces su nombre.
Harry y Liam se acercaron a mí.
—¿Dónde está Niall?
—No lo sabemos. También estamos buscando a Alba —respondió Harry.
Liam me agarró del brazo. Se le veía arrepentido.
—Quiero pedirte perdón. Sé que no tengo excusa. Lo siento mucho.
—Vale, Liam, acepto tus disculpas, pero ahora esto es más importante que lo que ha pasado antes ahí dentro.
—Gracias.
Le respondí con una sonrisa forzada.
—¡Niall! —volví a gritar apartando a codazos a la gente, que me impedía ver qué pasaba a las puertas del casino—. ¿Alguien ha visto a Niall y a Alba?
—Louis me ha dicho que Alba estaba dentro y que no podía salir porque se había desmayado. Él no ha dudado en ir a por ella —me contestó Begoña. Hablaba atropelladamente, al borde del llanto.
—¡Pero está loco o qué le pasa!
La gente de la calle corría de un lado a otro con cubos de agua. Creo que fue Dani el que organizó una fila para hacer un trabajo más eficiente. Los minutos pasaban y las llamas iban devorando el primer piso del casino. Cristóbal era el primero de la cola y estaba tirando cubos como si le fuera la vida en ello. Ni siquiera con el calor de las llamas se había quitado el alzacuellos. Su inseparable beata y su hijo reclamaban más ayuda.
—¡Más agua! —exclamé con lágrimas en los ojos—. ¡Por favor, más agua! No dejéis que se mueran. Niall no, por favor —repetía una y otra vez.
En la parte de arriba vi una sombra correr hacia un ventanal que daba a uno de los balcones del casino. Se trataba de Niall, que llevaba en brazos a Alba, inconsciente. Alguien avisó de que los bomberos y dos ambulancias estaban ya en el pueblo, pero a mí la espera se me hizo eterna. Una vez que hubieron llegado los bomberos, desplegaron una gran manguera y unas escaleras con plataforma para rescatar a los dos heridos. También nos pidieron que nos apartáramos y que les dejásemos hacer su trabajo.
Yo miraba con impotencia cómo las llamas se iban acercando al balcón donde se encontraban Niall y Alba. Si no los rescataban pronto, no morirían a causa del fuego, morirían por inhalación de humo.
En mitad del caos reinante Harry recibió una llamada que pareció sorprenderle. Estaba cerca de él y pude apreciar que la piel de su cara se quedaba tan blanca como la cera. Gimió y después dejó caer el móvil al suelo.
—¿Qué ha pasado, Harry? —le pregunté.
—Eran los padres de Belén… —Estaba en estado de shock.
Recogí su móvil para recuperar la conversación. La madre de Belén gritaba desesperadamente:
—¿Dónde está mi hija? ¿Qué has hecho con ella?
Por lo que pude entender habían encontrado la puerta de la calle abierta y la habitación de Belén un poco desordenada. Ella había tratado de defenderse.
—Te juro que la dejé en casa y no me fui hasta que entró —dijo Harry con un hilo de voz.
No parecía estar mintiendo, aunque ya no podía fiarme de nadie. Todo el mundo era sospechoso.
Se oyeron gritos de júbilo cuando Niall y Alba fueron rescatados. Enseguida la gente se abalanzó sobre ellos. Ella parecía que se encontraba peor. Tenía parte del vestido quemado y al parecer también el costado derecho.
Los médicos colocaron a Alba en una camilla y le pusieron un collarín y una mascarilla de oxígeno. La metieron enseguida en la ambulancia.
La gente abrazaba a Niall, pero él parecía no saber dónde se encontraba. Tenía la mirada perdida.
—¡Dejad que respire! —grité—. Lo estáis ahogando.
Otro médico lo atendió a continuación, pero antes de colocarle la mascarilla cayó desmayado al suelo. Grité de nuevo su nombre, y entonces lo metieron en la ambulancia sin que yo pudiera acompañarlo.


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Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación) - Página 3 Empty Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)

Mensaje por laus_98 Vie 25 Oct 2013, 10:43 am

Capitulo 16 "Gomorra" (Parte 1)



Jueves madrugada, 5 de julio de 2012
 
Después de que se llevaran a Niall y a Alba en ambulancia volvió a reinar el caos a las puertas del casino. Además de los bomberos vinieron dos patrullas de la Guardia Civil para tomar declaración a Harry, el cual permanecía en un rincón sin levantar cabeza. Liam estaba a su lado y, por cómo se comportaba, también se encontraba hecho polvo.


Varias personas rodeaban a los mellizos, entre ellos sus padres y el padre de Belen, que estaba fuera de sí. Hubo gritos, empujones, lloros e incluso conatos de pelea. Los respectivos padres de Harry y de Belén llegaron a las manos. Dani y un compañero suyo tuvieron que separarlos, aunque necesitaron refuerzos para que no se volvieran a enganchar.

—¡Voy a matar a tu hijo como le haya pasado algo a mi hija!
—¡Cuida esa boca! —le recomendó el padre de Harry a voz en grito—. Mis hijos son buenos chicos. No han hecho nada.
—Mi hermano es inocente —replicó Liam—. Esto tiene que ser un error. Yo he estado con él después de que la acompañara a casa.
—¿Sí? ¿Y dónde está mi hija? ¿Qué habéis hecho con ella? —gritaba el padre de Belén.
Cristóbal juntó las manos como si estuviera rezando y las agitó repetidamente, interponiéndose entre ambas familias.
—Tranquilidad. No sabemos qué ha pasado aquí. —Su voz intentaba transmitir paz.
—Mi hermano y yo solo hemos ido a dar una vuelta y luego hemos regresado para cortar la tarta y hacer el brindis… —contestó Liam por Harry, que estaba como ausente y no parecía enterarse de nada.
—Sois unos cabrones —los amenazó el progenitor de Belén con el puño en alto—, pero ya ajustaremos cuentas.
—Cálmate, Pedro, que te vas a buscar la ruina —le respondió un hombre agarrándolo del cuello.
—Llevaos a Pedro de aquí —pidió Cristóbal.
—La ruina ya me la han buscado estos niños de papá. ¿Dónde está mi Belen? —gimió—. Por favor, devolvédmela…
Cayó al suelo derrotado y comenzó a llorar sin consuelo. Era duro ver llorar a un hombre tan grande sin poder hacer nada por él. Mamá me decía de vez en cuando que las lágrimas no duelen, sino el motivo que las causa.
—Venga, Pedro, te voy a poner una inyección. —El padre de Begoña, que era médico, resolvió administrarle un calmante y que descansara unas horas.
Tuvieron que levantarlo entre cinco hombres para cargarlo en el coche.
—Pobre hombre. La única hija que tiene y a saber dónde está —dijo la madre del panadero señalando a los mellizos con el abanico que llevaba en la mano.
—Señora, cállese, por favor, no sabemos si han sido ellos —le cortó un guardia civil.
—¡Huy, a ver si no vamos a poder hablar!
—Si ya sabíamos que Liam iba a acabar mal —comentó la beata—. Si es que pasarse todo el día con el ordenador no puede ser nada bueno.
—Les recomiendo que se guarden para sí sus opiniones si no quieren que alguien más termine herido esta noche. Es mejor que se marchen a sus casas. —El guardia le hizo un gesto con la mano—. Hala, aire. Seguro que sus maridos las esperan en la cama.
La mujer se tomó a mal el comentario del compañero de Dani y le respondió alejándose de allí con un gesto desabrido:
—Pues está muy claro. Ya tienen al asesino de Andrea. Yo lo metía ya en la cárcel. Y al hermano, que seguro que algo malo habrá hecho también.
Cristóbal llamó a sus feligreses para que lo acompañaran. Tanto la madre del panadero como la feligresa y su hijo se marcharon ofendidos. No se podía negar que había señoras en el pueblo que tenían una manera muy particular de encontrar asesinos en cualquier sospechoso que se les pusiera por delante. Para ellas de nada servían las pruebas. Se dejaban llevar por el corazón en vez de por la razón.
Una pareja de guardias civiles decidieron llevarse a Harry esposado al cuartelillo para que los ánimos se calmaran un poco, pero eso no logró tranquilizar a los que querían lincharlo en mitad del pueblo. No me habría extrañado que hubiera aparecido alguien con una soga para ahorcarle de un árbol.
La madre de los trillizos sufrió un ataque de ansiedad, y tuvieron que atenderla por desmayo y llevársela también al hospital.
La otra pareja de guardias civiles que acompañaban a Dani, y que estaban atendiendo a algunos de los chicos por ataques de ansiedad, decidieron pedir más refuerzos y escoltar a Liam y a su padre hasta su casa. Un guardia civil les aconsejó que se marcharan unos días del pueblo y que acompañaran a la madre en urgencias.
Los bomberos terminaron de apagar el fuego del casino y cercaron la zona para que nadie entrara. No era tan aparatoso como en un principio se pensó. Al parecer había sido provocado intencionadamente, y el foco había empezado en el patio.
Entonces recordé que Maura y papá no sabían nada lo que había pasado en el casino. Vivir en nuestra calle ofrecía la ventaja de tener tranquilidad, pues nuestra casa se encontraba entre las últimas del pueblo y en muchas ocasiones radio macuto no llegaba tan lejos. Además, lo más probable era que estuvieran durmiendo.
Le pedí el móvil a Begoña para hacer una llamada. Lo malo de llevar unos pantalones sin bolsillo era que no podías llevar nada encima si no cogías un bolso. Mi madrastra contestó con la voz adormilada, y le conté con toda la tranquilidad que pude que a Niall se lo habían llevado en ambulancia. Quedamos en que yo esperaría a que mi padre me recogiera, que me haría cargo de Carlota, y que él y ella irían al hospital cuando llegara.
Antes de darle el móvil a mi amiga le comenté que acababa de recibir un WhatsApp.
—¿A estas horas?
Al abrirlo le cambió la cara por completo. Juan se lo quitó de las manos para saber de qué se trataba.
—Es de Andrea —comentó él.
—¿Andrea? —quise saber yo—. ¿Es al grupo que creó?
Begoña asintió. El psicópata volvía a jugar con nosotros.
—Pero Andrea no ha podido ser porque está muerta —replicó mi amiga.
Como ella no se atrevía a comprobar qué decía el mensaje, fue su novio quien lo abrió. Me acerqué para ver qué quería decirnos el psicópata con su nueva nota.
 
¿Hasta cuándo tendremos que soportar esta depravación? ¡Qué generación tan incrédula y malvada! ¿Por qué no reconocen las señales del demonio? Solo el que cree en el mensaje divino será perdonado. Habéis convertido otra vez mi reino en Sodoma y Gomorra. El pecado se ha instalado en vuestros corazones. Y cuando todo comience de nuevo yo me sentaré al lado de mi padre en el reino de los cielos. Si queréis estar a mi lado cumpliréis los mandamientos como anunció mi padre. Porque os aseguro que soy la puerta que abre a las ovejas. El que entra por mí se salvará y encontrará el alimento en abundancia. Mi padre me ama, y yo amo a mi padre. Solo hay un rebaño y un solo pastor. El padre y yo somos una sola cosa. He hecho muchas cosas buenas por mi padre, por vosotros, vosotros que sois pecadores y blasfemáis. Levantáis falsos testimonios contra mí, porque YO SOY EL HIJO DE DIOS. No todos están limpios. No os inquietéis ni temáis a los servidores del demonio. Yo estoy con vosotros. Y en verdad os digo que he sido traicionado y la espada de la justicia se ha alzado contra todos aquellos que no quieran escuchar mi mensaje.
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Mensaje por laus_98 Vie 25 Oct 2013, 10:59 am


Capitulo 16 "Gomorra" (Parte 2)




A continuación había un vídeo de muy corta duración, de unos diez segundos. Se veían los dedos de una mano con una probeta echando un líquido rojo y espeso, que bien podía ser sangre, sobre la bebida con la que los trillizos querían hacer el brindis final de la fiesta.
Tras el vídeo había un breve texto que se refería a lo que acabábamos de ver.
 
Estas copas que tomáis son la alianza nueva de la sangre que es derramada por vosotros. He repartido esta noche entre vosotros la sangre de la pecadora, que os librará de todo mal cuando mi obra esté acabada. Ella está a la izquierda de mi padre. ¿La veis sonreír desde su trono de oro? Ella está a salvo de cualquier mal. Yo os muestro el reino de los cielos tal y como me lo mostró mi padre a mí. Rezad para no caer en la tentación. Mi obra no está acabada. No habrá paz para aquellos que no atiendan a este mensaje.
 
Me cubrí la boca con la mano y sentí cómo la bilis me subía por la garganta, a pesar de que no había tomado nada. Antes de que cortaran la tarta e hicieran el brindis yo ya me había marchado. No obstante, estaba segura de que todos habían probado el brebaje que había preparado la madre de los trillizos. Una bebida que parecía contener la sangre de Belén.
Una chica gritó. Al igual que nosotros habíamos leído el mensaje, todos los demás lo fueron descubriendo a medida que la histeria se desataba entre los que acudieron a la fiesta.
—Dios mío, Dios mío, ¿quién es este loco? —chilló una prima de Alba, que no tendría ni los catorce años y enseñaba su móvil a la amiga que tenía al lado. Se giró sobre sus talones y vomitó al tiempo que una amiga suya le sujetaba el pelo.
No fue la única en vomitar, pues detrás de ella fueron cayendo otros como moscas.
—¡Que alguien me diga que no he bebido sangre! —replicó Lorena, amiga íntima de Alba e igual de pija que ella, que lloraba a moco tendido—. ¿Qué hace la policía que no ha cogido ya a este perturbado?
«¡Como si fuera tan fácil!», reflexioné.
—¿Y qué ha pasado con Belén? —se preguntaba otro chico.
Esa era la pregunta que nos hacíamos todos, aunque en mayor o menor medida todos sabíamos qué le había pasado a la novia de Harry. Solo era cuestión de unas horas que encontraran su cadáver.
Papá llegó con cara de circunstancias.
—¿Estás bien?
—Sí, todo lo bien que se puede estar. —Me mordí la parte interna de la mejilla—. Creo que han matado a Belén, y se han llevado detenido a Harry.


—¿Qué está pasando aquí? —le preguntó mi padre a Dani.
—No lo sabemos —le respondió el guardia civil, que esa noche iba vestido de uniforme—. Los chicos acaban de recibir un mensaje extraño en sus móviles. Louis tiene esta nota que no sé muy bien qué quiere decir.
Nos mostró el mismo mensaje que todos habíamos leído.
—Nadie está garantizando la seguridad de los chicos. Ya no pueden ni caminar solos por las calles —replicó papá—. Aquí, en este pueblo, nunca ha pasado nada. ¿Qué estáis haciendo vosotros?
—Cálmate, Paco. Te aseguro que estamos desbordados de trabajo y que estamos haciendo lo humanamente posible para resolver este caso.
Uno de los bomberos dio el aviso de que había una víctima dentro, en la parte del patio. Junto al cadáver encontraron un móvil chamuscado. Muchos se arremolinaron alrededor de la camilla para saber de quién se trataba. Nos miramos unos a otros sin echar en falta a nadie, salvo a Harry, Liam, Niall y Alba.
—¿Es Belén? —preguntó Begoña.
—No lo sabremos hasta que alguien… —le respondió uno de los bomberos que llevaba la camilla
Lorena, la amiga de Alba, levantó la sábana térmica que la cubría. El cuerpo estaba totalmente carbonizado e irreconocible.
—¡Es ella, es ella…! —exclamó chillando y cubriéndose la cara con las manos—. Es una chica y parece Belén. Lo sé. ¡He visto que llevaba un rosario!
—¿Le han marcado la cruz en la frente? —preguntó Begoña cubriéndose la boca con las manos.
—No lo sé… pero sé que era ella.
Para ser un poco pija le había echado valor para levantar la sábana. Uno de los bomberos la apartó.
—Entonces, ¿Belén está muerta? —gimió Begoña.
Entre los bomberos y la Guardia Civil fueron retirando a los chicos que rodeaban el cadáver. Me parecía que todos querían tocarla, para despedirse de ella.
—No sabemos qué patrón seguir —comentó Dani señalando a la víctima—. Es mejor que os marchéis a casa y mañana será otro día. —Tanto él como sus compañeros ordenaron que se despejara completamente la zona—. A nosotros aún nos queda faena para rato.
—Tienes razón —musitó papá—. Nosotros nos marchamos. Maura está preocupada por Niall, y tenemos a la pequeña con fiebre. Esperemos que esta sea la última chica que muere.
—Nosotros también lo esperamos —respondió Dani.
Mientras caminábamos hacia casa me acordé de dos frases que había oído en la serie Mujeres desesperadas y que venían muy bien para describir la situación dantesca que estábamos viviendo: «Todo el mundo tiene secretos… El mundo está plagado de gente normal que hace cosas malas». Y parecía que la maldad se había instalado cómodamente en Caños del Agua. ¿Quién de nosotros guardaba un secreto? Todo indicaba que podían ser Harry y Liam, aunque había algo que no me cuadraba del todo. Lo que estaba claro era que Belén conocía a su asesino o asesina. Ella lo había dejado pasar y había subido a su habitación. Pero ¿por qué Harry la acompañó a casa y hubo una pelea en su habitación? Lo podía haber hecho en el coche sin necesidad de llevarla hasta su casa. A lo mejor Harry tenía la mano tan larga como su hermano y la mató porque quería algo con ella. Entonces llamó a Liam para desembarazarse del cadáver y lo ocultó en el patio del casino. También podría ser que Harry ya tuviera pensado matarla y quedara con su hermano para montar todo el tinglado. Mientras uno hacía el paripé en la habitación de Belén, el otro maquinaba la manera de esconder a la fallecida. El muro de atrás no era muy alto y se podía escalar. Y en cualquier caso el fuego podría haber sido provocado para hacer desaparecer a Belén.
Estaba muy cansada para seguir pensando en lo que había pasado esa noche. Necesitaba llegar a casa. Solo tenía ganas de acostarme y desconectar.
Maura y papá se marcharon después de cerrar todas las puertas con llave y de prometerles que no abriría a nadie. Y cuando decía nadie era nadie.
Subí a mi habitación arrastrando los pies. Me había pasado la última hora descalza y me dolía todo. La luz de mi móvil parpadeaba. Supuse que era el mensaje que alguien había enviado desde el teléfono de Andrea. Hice recuento de todos los que estábamos incluidos dentro del grupo, y los únicos que faltaban eran Liam, Harry y Alba.
Sonreí. Ese parecía el segundo error que habían cometido los mellizos, además de revelar que eran dos los asesinos en el primer mensaje.
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Mensaje por laus_98 Vie 25 Oct 2013, 11:14 am

Holaaa, solo decir que este finde no voy a poder subir capitulos porque me voy a mi pueblo. Además de que en un rato en los 40 principales van a entrevistar a Zayn, y no me lo puedo perder. :D


Que os ha parecido Story Of My Life? Es asffkghbserlgbsg 


Me gustaria que comentaseis más. :)




Laura xx :)
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Mensaje por ohmyirish Dom 27 Oct 2013, 12:12 pm

Holaaaaaaaaaaaaa. Me llamo Noemi soy tu nueva lectora y también soy nueva en el foro. Me encanta la novela, siguela please <3 :bye:
ohmyirish
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Mensaje por laus_98 Lun 28 Oct 2013, 7:27 am

ohmyirish escribió:Holaaaaaaaaaaaaa. Me llamo Noemi soy tu nueva lectora y también soy nueva en el foro. Me encanta la novela, siguela please <3 :bye:
Holaa, me alegro de que te guste. Ahora la sigo. :)
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Mensaje por laus_98 Lun 28 Oct 2013, 7:33 am

Capítulo 17 "El viaje" (Parte 1)



Jueves madrugada, 5 de julio de 2012
 
No supo si era el suelo que se agitaba bajo sus pies o era él el que temblaba de arriba abajo, aunque eso no era lo más importante. En esos instantes estaba tremendamente enfadado. ¿Por qué no había dejado que la matara? Ella se merecía ser castigada como Andrea, y sin embargo él quiso que fuera una muerte rápida. Eso le provocaba furia, un desconsuelo inmenso. El dolor que experimentaba por no haber llevado hasta el final su pequeña creación lo volvía intratable. No podía pensar más que en descargar la ira que sentía. La sangre que se agolpaba en sus sienes no lo dejaba pensar.
Así que sin pensar en las consecuencias que sus actos podrían acarrear se bebió un café bien cargado, cogió el coche de su madre y se marchó a Valencia. Ya se le habían pasado los efectos de las copas que había tomado en la fiesta. Aún no tenía el carnet, pero sabía conducir perfectamente desde los once años, cuando los pies no le llegaban a los pedales.
Por el camino estuvo escuchando una y otra vez la canción de Slayer, «Angel of Death». Era el único grupo que conseguía calmarlo cuando el mundo no le entendía.
 
Auschwitz, the meaning of pain,
The why that I want you to die
Slow death, immense decay
Showers that cleanse you of your life
Forced in
Like cattle
You run
Stripped of
Your life’s worth
Human mice, for the angel of death
Four hundred thousand more to die
Angel of Death
Monarch to the kingdom of the dead
Sadistic, surgeon of demise
Sadist of the noblest blood
Destroying, without mercy
To benefit the Aryan race
Surgery, with no anesthesia
Fell the knife pierce you intensely
Inferior, no use to mankind
Strapped down screaming out to die
Angel of Death
Monarch to the kingdom of the dead
Infamous butcher,
Angel of Death…
 
No era demasiado tarde para ir a uno de los locales de ocio con terrazas que había en la zona de la Malvarrosa. Dejó el coche a varias calles de donde pretendía ir y se decidió a entrar en el que más gente había. Sacó su smartphone para ver la hora. Varias chicas, de no más de veinte años, hablaban en la puerta. Una de ellas le llamó la atención, no por lo guapa, sino porque iba muy pintada y parecía una ramera.
Antes de entrar, alcanzó a escuchar varias frases de las chicas.
—Tía, yo pasaría de él. Es un gilipollas. Te ha humillado.
—Se va a enterar. Era tan mono cuando hablábamos por Messenger —comentó la chica pintada—. Al final ha salido rana.
—La noche es joven… —Señalaron hacia él—. Ese parece también mono.
Él las miró y trató de que su sonrisa no pareciera muy artificial. Guardó el móvil otra vez en su bolsillo.
—¿Nos invitas a una copa? —La chica que iba pintada se le acercó.
Él se encogió de hombros.
—¡Qué tímido pareces! —comentó ella.
Antes de contestar, tragó saliva.
—¿A todas o solo a ti? —Su voz era apenas un murmullo.
—Solo a mí. No queremos espantarte antes de que acabe la noche. —Soltó una carcajada—. Mis amigas están servidas. Soy Puri, ¿y tú? —Le dio dos besos en las mejillas.
Él mintió.
—Me gusta tu nombre. —Le guiñó un ojo.
Le vinieron ganas de decirle que su nombre no se ajustaba a lo que verdaderamente representaba; no obstante, se calló y prefirió ser prudente. Ya tenía lo que había ido a buscar a Valencia.
—Chicas, vuelvo dentro. ¿Os apuntáis?
—Ahora vamos —le indicó una amiga.
Puri entró de nuevo en el local junto a él agarrada del brazo.
—¿Siempre sales solo?
—No, solo hoy.
Caminaron hasta una de las barras del local. La música no sonaba muy alto e invitaba a bailar.
—Yo quiero un vodka con naranja —dijo ella.
Él asintió.
—¿Te voy a tener que sacar las palabras con una caña de pescar? —quiso saber Puri tras unos segundos de silencio.
—Prefiero que hables tú. Yo soy más de pasar a la acción.
Ella se rió de su ocurrencia.
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Mensaje por laus_98 Lun 28 Oct 2013, 7:38 am


Capítulo 17 "El viaje" (Parte 2)




—Parecías un poco paradito en la entrada. A ver con qué me sorprendes.
Le sonrió sin ganas.
Tras pedir dos copas, se sentaron a una mesa que estaba lejos de la pista.
—¿Cuántos años tienes?
—Veinte —replicó él.
—Yo veintidós, aunque nadie me los echa. Parezco menor, ¿verdad?
—Sí.
—¿A qué te dedicas? —quiso saber Puri.
—Estudio.
—Yo también. Estudio traducción. Mi sueño es largarme lejos de aquí muy pronto y viajar por todo el mundo. Domino el inglés, el francés, el alemán y ahora estoy aprendiendo el chino. Desde siempre se me han dado bien los idiomas. ¿Conoces París, Roma, Nueva York? Son una pasada…
El chico asintió y después desconectó. Se limitó a observar cómo Puri movía los labios y parloteaba sin control.
—¿Qué quieres hacer? —preguntó él tras unos minutos en los que ella no había dejado de hablar.
—Bailar. —Se bebió de un trago lo que le quedaba del cubata y lo arrastró hasta la pista de baile.
Él se dejó llevar por Puri. Esta sabía cómo mover las caderas. Le rozó el pubis con la pierna. De vez en cuando echaba alguna mirada al chico que la había rechazado al inicio de la noche.
—Tienes unos ojos bonitos.
Puri parecía estar gozando.
—Gracias.
—¿Quieres que nos vayamos? —preguntó él.
Ella pareció pensárselo un momento, pero después le comentó:
—¿Adónde?
—A donde quieras.
Él la agarró de la mano, sin dejar que Puri se lo pensara dos veces. La llevó hasta la entrada y antes de salir le plantó un beso en los labios.
—Sí que te has decidido pronto. Me daba miedo que fueras uno de esos chicos que hablan y luego pasan de ti.
—No soy de esos.
De vez en cuando se paraban, se besaban y ella le metía mano por debajo de la camiseta. Cuando llegaron al coche el joven abrió primero la puerta del copiloto y después subió él.
—¿Dónde vives?
—En El Saler —replicó él—. Frente a la playa.
—Qué suerte. Mis padres tienen un piso viejo en Benicalap. ¡Qué ganas tengo de marcharme de casa!
Puri siguió hablando al tiempo que él volvía a asentir cada vez que ella le hacía una pregunta. El chico siguió el camino de la playa de El Saler hasta desviarse hacia unas dunas y unos edificios de apartamentos al fondo.
—¿Vives aquí?
Él no contestó. Dio un volantazo y se metió en una arboleda.
—¿Qué haces? —preguntó alarmada Puri.
Ella se abrazó a su bolso como para protegerse. Cuando el coche aminoró un poco la marcha Puri abrió la puerta y trató de salir corriendo. El tacón de un zapato se le quedó enganchado en la alfombrilla y cayó de bruces al suelo. Él intentó ayudarla a levantarse, aunque ella lo rechazó y le pegó un golpe con el bolso en la cara. Hizo varios intentos de incorporarse sin éxito.
—No me toques.
El chico se colocó a horcajadas sobre ella y el cuerpo de la chica se retorció de una manera extraña.
—¿Qué estás haciendo?
—«El Señor viene con miles de ángeles para juzgar a todos. Pedirá cuentas a los que se burlan del bien por todas las veces en que se burlaron y castigará a los pecadores enemigos de Dios por todas las palabras injuriosas que profirieron.»
Instintivamente ella echó un brazo hacia atrás y buscó una piedra. Cuando agarró una que le ocupaba toda la palma de la mano le golpeó en el pecho. Él ni siquiera emitió un gemido, aunque el golpe le dejó una marca en una de las costillas. Su dolor era otro. Finalmente la desarmó y descargó sobre su cara la fuerza de su puño.
—¡Cállate, cállate ya! No soy como tú crees que soy.
Todo ocurrió muy deprisa. Ella vio la furia que se había desatado en su mirada, de un azul tan intenso como el cielo de la noche y tan oscuro como el pozo sin fondo que se abrió ante ella cuando él posó las manos sobre su cuello.
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Mensaje por laus_98 Lun 28 Oct 2013, 7:48 am


Capítulo 18 "Como desees" (Parte 1)





Antes de irme a dormir llamé a Dani para comentarle lo que había descubierto con el último mensaje recibido. Supuse que estaría ocupado parte de la noche.

—Hola, Dani. —Mi voz era un murmullo. Carlota dormía en la habitación de al lado y no quería despertarla. Las dos últimas noches las había pasado agitada—. Perdona que te moleste a estas horas.
—No te preocupes, ____. Seguimos trabajando en el casino.
—Verás, es que repasando el mensaje que todos hemos recibido he advertido que los únicos que no están dentro del grupo son Harry, Liam y Alba. Y no es por falta de espacio, ya que éramos catorce personas las que estábamos en el grupo y esta aplicación admite hasta veinte. Igual no es importante, pero creo que deberías saberlo.
—Eres de gran ayuda, _____.
—¿De verdad?
—Sí, es un detalle que se nos ha pasado por alto. Si encuentras alguna otra cosa, por pequeña que sea, no dudes en volver a ponerte en contacto conmigo. Ya sabes que Kike tuvo problemas con la justicia.
—Lo haré. Buenas noches, Dani.
—Buenas noches, ____.
Tras colgar el teléfono experimenté una sensación rara. No sé si era porque olía a humo y necesitaba una ducha o es que había algo extraño en la habitación. Hice memoria y no encontré nada fuera de lugar ni eché nada en falta.
Que necesitaba una ducha era evidente. Salí de la habitación de invitados, aunque antes de ir al baño fui al cuarto de Carlota para ver cómo estaba. Le toqué la frente y parecía no tener fiebre. Dormía profundamente, abrazada a mi osito de peluche. Se lo había agenciado desde que lo había visto, con lo que perdí toda esperanza de recuperarlo. Le di un beso en la mejilla y dejé la puerta abierta por si se despertaba.
Tras una ducha reparadora me metí en la cama. Eran las dos de la mañana la última vez que miré el reloj antes de dormirme.
Estaba sudando y mi respiración era agitada. Después de correr desesperadamente sin saber hacia dónde, miré a todos lados. Me encontraba en el sitio más extraño en el que jamás había estado. Era un paisaje completamente desértico, y mirara hacia donde mirase no hallaba ni árboles, ni piedras, ni arena, ni animales. Era la nada más absoluta. Al final conseguí adivinar algo diferente en un punto lejano al horizonte. Seguí corriendo hacia lo que parecía una puerta negra. Antes de llegar a ella giré sobre mis talones para comprobar que era la única salida. No quería entrar. La sola idea de hacerlo me producía escalofríos. Empecé a respirar agitadamente y a sentir que me faltaba el aire con cada bocanada. Apoyé mi espalda en el marco y me dejé caer al suelo para tratar de recuperar el aliento. Intenté gritar cuando la histeria se adueñó de mi voluntad.
No obstante, no podía rendirme en aquel paisaje aterrador. Eché otro vistazo a la puerta. De repente apareció de la nada un letrero luminoso en el que ponía: «Salida». Incluso creí advertir que todo a mi alrededor se oscurecía poco a poco. Entendí que solo podía traspasar el umbral hacia una dimensión nueva y desconocida para mí. Al abrir la puerta me llevé una sorpresa. Alguien a quien no conocía estaba preparando una fiesta en el casino a la que yo no estaba invitada. Ponía guirnaldas en el techo, preparaba sándwiches y, cuando estuvo todo listo, desapareció.
Una chica parecida a Belén iba y venía con bandejas de copas llenas con un líquido que parecía sangre. Le pregunté varias veces cómo se encontraba, aunque no pareció escucharme. Todos los que habíamos ido a la fiesta de cumpleaños nos encontramos de nuevo. Ellos hablaban entre sí sin hacer caso a las preguntas que yo les formulaba. 
—¿Por qué nadie me dice qué está pasando aquí? —grité cuando era más que evidente que nadie reparaba en mí.
—…
Ellos seguían hablando y riendo como si no estuviera allí.
—Por favor, ¿por qué no me decís dónde estoy?
De repente el escenario cambió de nuevo y me encontré en un pasillo donde hacía mucho calor. Las paredes, el techo y el suelo eran negros. Una urraca pasó volando con un globo blanco lleno de un líquido oscuro. Lo dejó caer sobre mí y me bañó en sangre. Me retiré como pude la sangre de la cara, en especial la de los ojos. Me sentía pegajosa, cansada y quería regresar a mi casa.
La luz se fue apagando hasta quedar completamente a oscuras.
Tragué saliva. ¿Hacia dónde se suponía que tenía que ir? Oí primero una respiración jadeante a mis espaldas y después un gruñido.
—¿Quién eres?
No obtuve respuesta. En cambio, oí un sonido metálico.
Permanecí quieta, a la espera del siguiente movimiento de quien fuera que estuviera detrás de mí. Agucé el oído y entonces oí claramente cómo afilaba un objeto metálico.
No me lo pensé dos veces. Avancé hacia la pared para tener una referencia y correr en dirección contraria al misterioso acompañante. Mis manos eran las que guiaban mis pasos hacia delante. Giré hacia la derecha tras recorrer varios metros y enseguida llegué a una pared que no tenía salida. Tanteé con mi cuerpo el tabique que no me dejaba avanzar. Cabía la posibilidad de que hubiera un pequeño agujero por el que escapar. Estaba atrapada en un túnel asfixiante, y alguien venía hacia donde yo estaba. Aunque era incapaz de verlo, tenía claro que llevaba un cuchillo grande en la mano. El acero era lo único que brillaba en la oscuridad.
—No, por favor…
—La próxima serás tú…
Me incorporé en la cama bañada en sudor y gimiendo. Estaba temblando. Encendí la luz, por unos segundos no sabía dónde me encontraba. Sentí un ligero alivio al comprobar que la sangre era solo parte de la pesadilla. Me entró una risa histérica, aunque lo que realmente me apetecía era gritar y descargar toda la adrenalina que había acumulado durante el sueño. Me acerqué a la ventana para que me diera el aire y despejarme un poco.
Estuve reflexionando sobre el significado del sueño. Lo peor de todo era la última frase que había escuchado. ¿Yo sería la próxima en caer? ¿La nota que habían enviado por WhatsApp quería decir que todos en la fiesta habían sido salvados por la sangre de Belén salvo yo? No entendía nada. Sentía como en el sueño que corría por un pasillo sin ver nada; era como estar ciega sin serlo. Había algo en todos esos asesinatos que se me estaba pasando por alto y no sabía qué.
Volví a la cama. Como no podía dormir, pensé en ver una película. Siempre me funcionaba cuando estaba nerviosa. Cada vez que me encontraba fuera de casa, recordaba agradecida el consejo de mamá y Roberto de que me comprara una tablet que permitiera expansiones de hasta treinta y dos gigas con una tarjeta de memoria. De esa manera pude meter un montón de películas que quería ver ese verano. Saqué la lista kilométrica que había hecho Niall sobre las doscientas películas que tenía que ver sí o sí.
Me apetecía ver una comedia romántica (de la lista aún no había visto ninguna) o una película que no me hiciera pensar demasiado. Niall las había clasificado por colores. El gris para las de terror, el rojo para las violentas, el verde para las que te hacían pensar, el azul para las que te hacían llorar y el rosa fucsia para las románticas. Además de marcarlas con colores, en algunas había dejado comentarios. Siempre me había hecho gracia una que había señalado con el color fucsia que decía: «Una historia de amor verdadero». Se trataba de La princesa prometida. Tenía que tratarse de las típicas historias pastelosas que le gustaban a Nat. No hacía más que decirme que tenía que verla.
Me sorprendió ver a Peter Falk, el mítico actor de Colombo, haciendo el papel de abuelo y a Fred Savage, el niño de Aquellos maravillosos años, en el papel de nieto protestón que no quería oír hablar de historias de príncipes y princesas. Me resultaba un poco cutre la puesta en escena, pero seguí viéndola.
Entonces el corazón me dio un vuelco cuando el abuelo empezó a narrar la historia. «Como desees» era lo que siempre contestaba el protagonista masculino a la chica. Ella acabó dándose cuenta de que cada vez que él utilizaba esa coletilla le estaba diciendo que la amaba. ¿Era eso lo que me estaba diciendo Niall cada vez que me decía: «Como desees»? Caí rendida ante la historia de cuento de hadas, del amor de Westley por Buttercup, de las dificultades que tenían que superar tras cinco años separados, de seguir amándose a pesar de todo. Aunque si hubo un personaje que se ganó mi cariño, ese fue Íñigo Montoya con su frase: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir».
Tras verla volví a ponerla. No era la mejor película que había visto, aunque ahora que conocía su significado pasó a ser mi favorita. Me gustaba escuchar «Como desees» e imaginar esas palabras en boca de Niall. Me pregunté si Nat sabía que Niall adoraba esta película, porque desde hacía un tiempo insistía en que la tenía que ver. Creo que me quedé dormida con esa idea antes de que acabara. No tuve pesadillas en lo que quedaba de noche.
Por la mañana noté que alguien acariciaba mi mejilla. Entreabrí los ojos y vi a Carlota sentada en mi cama.
—____, ya es de día —me dijo con voz melosa—. ¿Te levantas ya?
Miré el reloj que había dejado en la mesilla. Eran las nueve.
—Estoy malita. —Parpadeó varias veces.
—¿Qué te duele, cariño? —Levanté la sábana para que se acostara junto a mí.
Me señaló la barriga. Le toqué la frente y no tenía fiebre. Tenía mejor aspecto que los dos días anteriores.
—Tengo hambre de chocolate. —Frunció los labios.
—Pero si estás malita no puedes tomar chocolate. Maura me matará.
—Pero es que yo quiero. Porfi, porfi.
Solté un largo suspiro. Si seguía poniendo ojitos y acariciándome la mejilla mi hermana terminaría por convencerme de que le diera lo que no podía comer. Tenía una habilidad especial para salirse siempre con la suya.
—¿Sabes guardar un secreto? —le pregunté. Carlota asintió—. Te voy a preparar una receta especial que me hacía mi madre cuando era pequeña. Pero solo la pueden tomar las princesas. ¿Tú quieres probarla?
—Sí, sí, yo quiero. Yo soy una princesa.
—Pero me tienes que ayudar a prepararla.
Antes de salir de la habitación guardé la tablet en la maleta. Me entretuve un rato recordando los momentos de La princesa prometida. Suspiré.
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Mensaje por laus_98 Lun 28 Oct 2013, 7:56 am

Capítulo 18 "Como desees" (Parte 2)



—¿Vamos ya? —Carlota me agarró de la mano y me arrastró hasta las escaleras.
—Antes nos tenemos que lavar la cara.
—Ya me la he lavado. —Se atusó con la mano el pelo.
—Pero yo no —le contesté abriendo la puerta del lavabo.
Coloqué una banqueta para que estuviera a mi lado y juntas metimos las manos debajo del grifo. Luego nos secamos y dejé que ella me peinara. Bajamos las escaleras. La cocina se veía vacía sin Maura, papá y Niall, pero sobre todo sin él. Lo echaba de menos.
—¿Cuando eras pequeña tú también eras una princesa? —Mi hermana me sacó de mis pensamientos.
—No como tú.
Carlota sonrió. Arrastró una silla hasta el fregadero y se preparó para seguir mis instrucciones. Saqué del armario una crema de arroz y, en vez de añadirle leche de vaca, calenté un poco de leche de avena como me había indicado Maura.
Le di una cuchara a mi hermana para que la fuera poniendo en un plato. Abrí el paquete.
—Yo cuento y tú la pones en un plato.
—Yo ya sé contar —me aseguró, y me mostró los cinco dedos de su mano.
Contuve una risa.
—Pero tendrás que dejar que haga algo yo también —comenté.
—Contamos juntas, ¿vale?
Asentí. Carlota contó la primera cucharada, luego pasó al tres, aunque la corregí.
—Vale, cuenta tú, que me equivocas siempre —dijo muy seria.
—Perdona, cariño. —Me encogí de hombros.
Tras preparar la papilla de arroz y dejar que mi hermana la removiera, rallé un poco de manzana y lo mezclé todo.
—Ahora viene el secreto que tienes que guardar.
Saqué un bote de sirope de chocolate y dibujé una cara de una princesa con una corona. Se la pinté también en la mano.
—Tienes una corona.
Carlota abrió los ojos maravillada. Se creía realmente que estaba dentro de un cuento.
—Mi mamá no me hace esta papilla.
La única diferencia de la papilla que le había preparado yo con la que hacía su madre era el poco chocolate que le había puesto. Se la comió sin rechistar y diciéndome lo buena que estaba.
—Claro, es que la has preparado tú, como hacen todas las princesas —le contesté después de haber insistido hasta cuatro veces en que estaba buenísima.
Sobre las diez de la mañana se abrió la puerta de casa. Niall fue el primero en entrar. Quise correr hacia él y abrazarlo, pero me contuve y dejé que fuera Carlota quien se tirara a sus brazos.
—Estaba malita, pero ya no. ____…
—¿Cómo que ____? ¿Cómo hemos quedado tú y yo que se llama? —Estaba ojeroso, pero en cuanto me vio esbozó una media sonrisa que me desarmó.
Carlota me miró sin saber qué hacer. Le hice un gesto con la cara y le di permiso para que me llamara Yasmine.
—Yasmine me ha enseñado a hacer comida de princesas —dijo mi hermana.
—Qué interesante —contestó Niall.
—Mami. —Carlota saltó a los brazos de su madre cuando apareció por la puerta—. He comido una papilla de princesas que juro que no tenía chocolate.
—¿De verdad? ¿Y cómo tienes la tripa?
—Ya no me duele —replicó mi hermana.
—¿Quieres que te prepare algo? —le ofrecí a Niall. Después señalé a papá y a Maura—. Bueno, y a vosotros también.
—Un café no estaría nada mal —contestó papá—. Y también unas tostadas con mermelada y mantequilla.
—¿Y tú cómo estás? —le pregunté a Niall.
Estaba a mi lado, apoyado en el banco de la cocina siguiéndome con la mirada.
—Bien. Solo fue una bajada de tensión. ¿Quieres que te ayude?
Me quedé quieta un momento, y sin pensármelo le dije:
—Como desees.
Él abrió los ojos sorprendido y alzó las cejas.
—«¿Todo va bien?» —quiso saber, tal como le dijo Íñigo Montoya a Westley al subir una montaña.
Me dio un vuelco el corazón. Me pareció que había reconocido la película.
—«No quisiera ser descortés —respondí mirándolo a los ojos—, pero esto no parece tan fácil. Os agradecería que no me distrajeseis.»
Hablar de esos temas delante de la familia era más difícil de lo que pensaba.
—Lo siento —dijo Niall, y añadió—: Yo te ayudaré.
—Gracias.
Bajé la cabeza. Estaba nerviosa y pensé que si seguíamos mirándonos como lo hacíamos terminaría colgada de su cuello.
—Niall, ¿qué quieres? —musité, y señalé con la cuchara que llevaba en la mano hacia nosotros dos.
—¿Yo? Yo siempre quiero un final feliz. —Rozó con su dedo mi brazo. Ambos nos estremecimos—. ¿Es eso lo que quieres escuchar?
—Sí. Me basta con eso.




El Diario del Alto Turia

Una nueva muerte sacude Caños del Agua

 
5-07-2012

La joven Belén B. S., de 17 años de edad, fue asesinada en la madrugada del 4 de julio. El cuerpo fue hallado en el casino del lugar, cuando los bomberos sofocaban un incendio que se originó por causas desconocidas. Fuentes relacionadas con la investigación no descartan que este caso esté vinculado con la muerte de la joven Andrea. Los vecinos de la localidad dan por supuesto que se trata de un asesino en serie: El Asesino del Rosario.
 
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Mensaje por laus_98 Lun 28 Oct 2013, 8:11 am

Capítulo 19 "Mensajes" (Parte 1)


Niall me estuvo ayudando a preparar el desayuno. Permanecimos callados mientras papá y Maura comentaban las últimas noticias sobre Alba y Harry. Yo no perdía detalle de lo que hablaban, aunque aprovechaba cualquier excusa para rozar la mano de Niall o para mirarlo a los ojos y hacerle sentir que me encontraba bien a su lado. Tenía ganas de recuperar el tiempo que habíamos perdido en discusiones estúpidas, de estar con él y aprovechar las veinticuatro horas del día.
—… afortunadamente Alba solo ha sufrido quemaduras de primer grado. Se recuperará enseguida y pronto la veremos otra vez en el pueblo —dijo papá.
Niall se había colocado detrás de mí. Di un paso hacia atrás para sentir su cuerpo más cerca del mío. ¡Cómo me gustaba su olor! Cerré los ojos y me imaginé que no había nadie en la cocina y que me abrazaba. Y por qué no, también que me besaba con pasión.
—Parece ser que esta mañana bien temprano se han marchado Liam y su padre a Valencia —explicó Maura—. Alguien se ha tomado la justicia por su mano, y uno de sus coches ha aparecido con todos los cristales rotos.
—Todo apunta a que ha sido Harry. Por lo que he podido saber, a Belén le faltaba una pierna de rodilla para abajo —aclaró mi padre—. Lo tiene mal.
Reflexioné sobre esto último que habían dicho. Por lo que sabía a Andrea le habían amputado las manos, y a Belén, una pierna. ¿Con qué propósito desmembraron a las dos víctimas? ¿Era una cuestión de fetichismo o respondía a otra causa? Podía hasta llegar a entender por qué asesinaron a Belén, pero no a Andrea. ¿Qué móvil tenían para secuestrarla, mantenerla con vida durante tres días y después asesinarla? 
Ambos asesinatos se parecían, aunque no eran exactamente iguales. Lo que no se podía negar era que parecían seguir un mismo patrón y estaban minuciosamente planeados.
Tras los últimos sucesos me propuse hacer un esquema de todo lo que había pasado durante la última semana. De esa manera era más probable que me hiciera una idea más global de todo y reparara en algún detalle que se me hubiera escapado.
—Niall, quiero estar a tu lado —repuso mi hermana tirándose a sus brazos y sacándome de mi ensimismamiento.
Él la levantó sin apenas esfuerzo y la lanzó hacia el techo como si fuera una muñeca de trapo. Carlota comenzó a reír.
Me quedé mirándola. Yo también quería estar a su lado. ¡Era tan fácil para ella abrazarlo, darle besos delante de Maura y de papá, que por un segundo sentí envidia de Carlota por no ser yo quien recibiera esos besos y ese abrazo!
—¿Qué quieres hacer esta mañana, princesa? —preguntó Niall.
—Tu hermana ya tiene planes —intervino Maura—. Después de desayunar nos vamos a ir a Valencia. Tiene cita con el pediatra a la una y media, y Paco tiene que hacer unos recados en la otra clínica. Nos quedaremos a comer allí y más tarde iremos al cine. ¿Os apuntáis?
Carlota se ofreció a poner la mesa. Le pasé un mantel de cuadros rojos y blancos, unos cubiertos y los platos donde estaban las tostadas y yo llevé las mermeladas y la mantequilla.
—Menudo plan —repuso Niall—. Me encantaría acompañaros, pero justo hoy he quedado con una chica.
Me dio un vuelco el corazón. Evité mirarlo a los ojos por miedo a que Maura descubriera qué nos traíamos entre manos.
—¿Una chica? ¡Eso sí que es nuevo! —exclamó su madre—. No recuerdo que te haya interesado una chica desde… —Se calló unos instantes, todos entendimos que se refería a Andrea—. Tu padre me ha dicho que tampoco has salido con nadie en Nueva York. Se va a llevar una sorpresa.
—¿Cómo se llama? —quiso saber mi padre—. Maura y yo pensamos que ya no ibas a salir con nadie.
—Bueno, estamos empezando. A decir verdad, Buttercup es la chica que ha hecho mis sueños realidad.
—¡Ah, vale! Es una chica de película. Ya me extrañaba a mí que te interesara alguien —dijo Maura.
—En esta ocasión es cierto. Buttercup es como la llamo yo.
Enrojecí cuando oí el comentario y regresé al fregadero. Me agarré al banco. Me temblaban las rodillas.
—Pero ¿esa chica sabe lo tonto que eres? —pregunté yo.
—Sí, ha tenido tiempo suficiente para saber lo tonto que soy. Y encima le gusta el cine tanto como a mí.
—Que a esa chica le guste el cine no significa que sea tu alma gemela —replicó Maura.
—A papá y a ti os funciona —repuse intentando que no me temblara la voz.
—¿La traerás un día a casa para que la conozcamos? —A mi madrastra le picaba la curiosidad. Se le veía en la cara que estaba deseando saber quién era esa misteriosa chica.
Antes de sentarme a la mesa llevé un plato de galletas caseras.
—Mami, yo también quiero una tostada —comentó mi hermana interrumpiendo nuestra conversación.
—Siéntate a la mesa y yo te preparo una —contestó Maura.
Niall llevó el café, una jarra de leche, un azucarero y una taza de té para mí.
—Te lo he hecho como a ti te gusta. —Me agitó el pelo y después se entretuvo en acariciar mi cuello.
Me estremecí al sentir sus dedos en mi piel.
Él se sentó frente a mí, junto a Carlota.
Me moría por hablar con él, pero no se me ocurría cómo empezar una conversación. Si mi vida fuera una película tal vez alguien encontrara divertida esa situación, pero yo no le veía ninguna gracia. La tensión sexual que había entre Niko y yo me estaba matando por dentro.
De repente recibí un WhatsApp. Temí que fuera otra vez desde el móvil de Andrea. Me sobresalté al ver que era de Niall. Me puse nerviosa al abrirlo. Pensé que papá y Maura se darían cuenta de quién me lo había enviado.
Desearía pasar la mañana con usted, señorita ____. Me concederá el privilegio?
Afortunadamente, no se percataron de lo que estaba leyendo. Agradecí que Maura estuviera hablando con mi hermana y papá estuviera ocupado leyendo el periódico.
Señor Niall Horan, comparto con usted su anhelo y espero que en breve podamos cumplirlo. Pongo esto en su conocimiento para que conste 
Miles de mariposas revolotearon en mi estómago al advertir que me estaba contestando.
Señorita ____, me alegra que comparta conmigo el mismo anhelo y quedo a la espera de nuevas noticias.
No tardé en responderle. Contuve un suspiro para que Maura no se diera cuenta del juego que nos traíamos Niall y yo.
Esperaré con ansias sus noticias. Que sepa usted, señor Niall, que me tiene en ascuas.
Se va a enterar usted muy bien de cuáles son mis deseos, replicó inmediatamente él.
A decir verdad, me lo estaba pasando genial con los mensajes que nos estábamos enviando a través de nuestros móviles.
Sus deseos son órdenes para mí, le escribí pegándole un bocado a la tostada que tenía en las manos.
Después abrí el bote de Nutella y metí el dedo para llevármelo a la boca. Él no apartó sus ojos de mis labios. Tosió cuando le pregunté con la mirada si quería. Me eché a reír cuando sus mejillas se pusieron rojas.
Se atraganta usted, señor Niall Horan? Yo sabría cómo hacer que se le pasara!!!
Carlota y su madre acudieron en su ayuda. No dejaba de mirarme. Como no me respondía insistí en hacerle saber cómo me sentía. Él había sido quien había empezado el jueguecito, y no sería yo quien lo abandonara. Quería saber hasta dónde era capaz de aguantar.
Que sepa que su indiferencia tendrá lo que se merece. Mis besos los tendrá que suplicar.
Volvió a atragantarse.
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Mensaje por laus_98 Lun 28 Oct 2013, 8:19 am


Capítulo 19 "Mensajes" (Parte 2)





—¡Cómo estamos hoy! —exclamó su madre—. ¿Qué te pasa ahora? Deberías descansar un rato.
Niall hizo un gesto con la mano como que no podía hablar. Se tomó su tiempo para responderme.
No es indiferencia, es autocontrol. O eso, o me abalanzo sobre usted ahora mismo y que arda Troya  
Se levantó recogiendo su plato para llevarlo al fregadero. Pasó por mi lado sin ni siquiera mirarme.
Que arda Troya no me preocupa, ya que fue arrasada. Me preocupa más que hayan dejado de interesarle mis besos.
Después de recoger su plato fue retirando lo que había en la mesa. Yo seguía todos sus pasos. Mostraba desinterés por lo que estábamos hablando, aunque enseguida recibí un nuevo mensaje.
Créame si le digo que, a pesar de mi aparente indiferencia, sus besos ocupan la totalidad de mis pensamientos. Hay una mesa de por medio, una niña y nuestros respectivos padres…
Solté una carcajada. Maura se dio cuenta de que algo me pasaba. Mi cara tenía que ser un poema. Ahora era yo la que tenía las mejillas encendidas.
—¿De qué te ríes? —me preguntó ella—. Estás de lo más misteriosa esta mañana. Te brillan los ojos.
Tragué saliva. No sabía dónde meterme.
—Eso, ¿de qué te ríes? —preguntó Niall—. Yo también quiero saber qué chiste estás leyendo en el móvil.
Estaba apoyado en el banco de la cocina tomándose un vaso de zumo de pomelo. Ahora parecía que era él el que estaba disfrutando con la situación.
—Nada, Nat acaba de enviarme un mensaje diciéndome que su chico es muy tonto y que el pobre no tiene remedio. Le he recomendado que no le haga caso cuando diga tonterías.
—No quisiera estar en el lugar de ese pobre chico.
Me observaba con esa sonrisa que me desarmaba y cuando nadie lo miraba me guiñó un ojo. Después subió las escaleras. Supuse que para ir a su habitación.
El desayuno se había alargado más de la cuenta, y Maura y mi padre se arreglaron enseguida para bajar a Valencia. Carlota se empeñó en llevar el vestido de Blancanieves, pero al final tuve que intervenir para convencerla de que aún no había estrenado la camiseta de Hello Kitty que le había llevado. La ayudé a vestirse en el sofá mientras veía los últimos minutos de un capítulo de Bob Esponja.
Niall bajó con una novela en las manos. Se acababa de duchar y se había puesto colonia Nenuco. Tenía mejor aspecto que cuando había llegado a casa. No se le veía tan ojeroso y tan pálido.
—Os he sacado la lasaña que hice el otro día del congelador —dijo Maura antes de marcharse—. No creo que nos quedemos a dormir en Valencia, pero por si acaso…
—No te preocupes. No nos vamos a morir de hambre —la interrumpí intuyendo que le intranquilizaba no habernos dejado algo más de comida—. Sabremos apañarnos sin vosotros. Estoy acostumbrada a hacerme la comida. Ya sabes cómo es mamá.
Recordé que ella aún no se había puesto en contacto conmigo. El Kamasutra estaba dando mucho de sí, por lo que supuse que ya habría probado todas las posturas del libro.
Los acompañé hasta el coche. Maura me besó en la mejilla. Suspiró y después me susurró al oído:
—Me gusta que estés con nosotros.
Yo también me alegraba de estar con ellos, porque después de mucho tiempo me sentía a gusto. Creo que era yo la que había cambiado y la que veía las cosas de diferente manera a como las percibía hacía cinco años. Al fin encontraba mi hueco en esa familia que cada vez sentía más como mía. Probablemente también influía el hecho de que hubiera aceptado mis sentimientos hacia Niall.
—Te prometo que recogeremos la cocina —le dije cuando se montó en el coche familiar.
No entré en casa hasta ver cómo torcían la esquina de la calle. Cerré la puerta y me dispuse a fregar los platos del desayuno.
De pronto noté su aliento en mi oreja. No había oído cómo se había colocado detrás de mí.
—¿Qué es eso de que podremos apañarnos? Me gustaría que me lo explicaras.
Me giré lentamente. Llevaba en una mano un estropajo y en la otra un vaso. Ahora que había llegado el momento de quedarnos a solas estaba nerviosa. No sabía qué hacer, deseaba que fuera él quien tomara la iniciativa. Me quitó el estropajo y el vaso, y me subió al banco de la cocina. Me limpié las manos de jabón con un trapo.
—¿Qué quieres que te explique? —le pregunté.
Se acercó lentamente hacia mí, deteniéndose para acariciar mi mejilla con su dedo pulgar. En sus ojos se dibujaba la pasión, así como también el anhelo por saborear los labios con los que llevaba tiempo soñando. Yo era su objeto de deseo. Ahogué un gemido cuando nuestras bocas apenas se rozaron. Sin embargo no fue más allá, se empeñaba en alargar el momento y a mí me estaba volviendo loca con el juego que se traía.
—¿Tienes miedo? —pregunté.
En mi estómago revoloteaban mariposas que se estremecían cada vez que sus caricias se perdían en mi espalda.
—No.
Le gustaba jugar. Me pegó pequeños mordiscos en el cuello y fue subiendo lentamente hasta alcanzar el lóbulo de la oreja. Cerré los ojos y dejé que me susurrara:
—¿Lo deseas? —me preguntó.
Asentí con la cabeza y me mordí el labio. Deseaba que cruzara esa frontera, que explorara todo lo que yo le ofrecía. Abrí lentamente los labios. Me había olvidado hasta de respirar; su aliento, me bastaba.
—¡Quiero que me lo digas!
—Como desees. Lo deseo, quiero que me beses.
Entonces ocurrió. Dejé que él me besara, que se aproximara hasta donde quisiera. Niall se abandonó al deseo. Se adentró con calidez, recorriendo con suavidad cada rincón de mi boca. Nos tomamos tiempo para saborearnos. Poco a poco nos íbamos reconociendo, conscientes de que estábamos donde queríamos estar. Me estrechó entre sus brazos con firmeza, como si no quisiera que me marchara nunca de su lado. Ahora que nos habíamos encontrado no permitiría que volviéramos a separarnos. Podía sentir su respiración agitada. Eché la cabeza hacia atrás mientras nuestros dedos seguían con las caricias, hablando su propio idioma.
El tiempo se detuvo y el reloj de la cocina dejó de contar las caricias. Me gustaba dejarme querer. Nuestros latidos batiendo a la vez, como una melodía cuyo significado solo conocíamos nosotros. La eternidad del amor se había colado en nuestras almas y se había instalado cómodamente.
Se apartó y nos miramos.
—Quiero que me expliques esto —me respondió con un nuevo beso.
Recorrió con sus manos mi espalda. Mi pulso se había acelerado y deseaba que no dejara de besarme.
—Como desees —correspondí lanzándome sobre sus labios.
—Gracias por rescatarme —me dijo él hundiendo la cabeza en mi cuello.
—Oh, Niall —gemí.
Me parecían tan tiernas sus palabras que me entraron ganas de llorar por lo estúpida que había sido con él. Y por primera vez sentí lo que era ser correspondida. Sabía que ese era el beso que tanto Niall como yo habíamos deseado durante toda la mañana. Nos perdimos a las caricias, dejando atrás nuestros temores.
 
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