Love & Teadrops {Original}

La familia Presscot se encontraba en una habitual “cena familiar”. Mi hermana Anabelle jugaba con su juguete de aire mientras este hacía sonido. Mamá y papá nos hablaban sobre su difícil trabajo en la compañía de residuos de California.
Los quejidos de Andy en la cocina mientras la enfermera curaba sus heridas de peleas con los pandilleros del barrio inundaban la habitación.

–Cass, ¿cómo te fue en el instituto? –Mamá se dirige a mí amablemente. –Apuesto a que tus amigos te extrañaron un montón– Continúa jugando con su tenedor. ¿Cuanto habrá ingerido hoy? Parece muy feliz.– Y ni hablar de ese chico tan simpático. ¿Cómo era su nombre?
–Austin. –Digo sin mirarla.
–Exacto. Austin, es un nombre lindo. ¿No crees, Annie? –Se dirige a mi hermana de quince años y ella solo... asiente. – Cuentanos todo, linda.
–Lucy y Brenda me ofrecieron para hacer una pijamada juntas el sábado. –Digo emocionada. Porque, es la primera vez que digo algo con emoción en estas cenas.
–Son buenas chicas. Y ese tal, Austin, también parece ser un buen chico. Deberías considerar salir con el.
–Mamá. –Me levanto bruscamente de la mesa– Llevo con el saliendo hace dos años.

Vuelvo a mi habitación, triste y decepcionada. Otra vez. Sólo me queda ver por aquella ventana y escuchar los gemidos de dolor de mi hermano. Es algo muy frustrante.
Entierro mi rostro en la almohada y lágrimas comienzan a correr por mi rostro.

Sobre la ventana, veo la casa vecina. El cuarto que está a unas muy poquitas millas de mi casa, enciende la luz. Dejo la almohada y paso el seguro a la puerta.
Levanto la persiana y me encuentro con el cuarto completamente vacío y una niña llorando en el. Sus padres la están llevando abajo.
Sigo mi mirada al jardín vecino y veo un camión de mudanzas.

Los Camilles se están mudando ahora.
Justo cuando necesito a Valery conmigo, a mi mejor amiga, ella se va. Así, sin decirme nada.

Mi vida no podría estar peor, es un asco estar viviendo aquí. Sin embargo, solo falta poco para tener dieciocho, aunque, no sé como seré capaz de dejar a mi familia, sola, sin cuidado de alguien cuerdo con el ahora.
Alguien toca la puerta de mi cuarto cuando decido poner delineador sobre la delgada línea que separa mis párpados de mis largas pestañas negras. Base del color de mi piel y pongo unas gotas en mis ojos para que no se noten rojizos. Me las arreglo para sonreír y abrir la puerta.

Es Andy

–Hola. –Dice– ¿Puedo entrar?
–Supongo.
–Los... –Hace una pausa para entrar en la habitación– Los nuevos vecinos llegarán pronto y mamá quiere que les invitemos a cenar.

Andrés no es de los chicos idiotas, sé que ha estado en peleas, sé que es fuerte. Nunca lo he visto sonreír desde entonces.
–Uhm, supongo que, uh, estás algo... ocupada. –Dice al ver mi peinadora llena de esmaltes de uñas de diferentes colores y maquillaje.
–No es... nada. Dile que enseguida voy. –El bufa y sale del cuarto.

Efectivamente. Mamá no está en la sala, ni la cocina ni en su cuarto. Está recibiendo a los nuevos vecinos en su nueva casa.
Papá no está en casa, Annie duerme en el sofá y Andrés la mira directamente. Subo nuevamente a mi habitación y apago la luz. Cierro la puertas tras de mí y me dejo caer sobre la cama viendo el techo. Enciendo la lámpara de mi mesa y observo las paredes. Tienen estrellas y rosas rojas y amarillas.
Enciendo la luz de mi habitación y me dirijo a la ventana, corro el vidrio hacia la derecha y corro las persianas.
Mi corazón late cuando la luz del antes-cuarto de Valery se ilumina y aparece un chico. El de inmediato ve la ventana y camina lentamente hasta ella, corre las cortinas de lado a lado y corre los vidrios. Se apoya en el marco blanco.

–Hola.

La chica de la ventana vecina me mira atónita. Me quiero reír a carcajadas pero en vez de eso, espero a que cobre vida.
–Soy Jay. –Digo irrumpiendo cualquier pensamiento que la chica tenga en su cabeza.
–Cas...–Dice nerviosa.
–¿Cas?
–Quise decir, soy Cassie Presscot. –Recobra una actitud fría y repentina.

Un chico entra a su habitación y le dice algo, ella asiente y este se va. Ella seguido cierra la ventana y deja correr la persiana. Se escucha un portazo y la luz se apaga.

Dejo mi mochila cerca de la cama y bajo al jardín con papá.
Normalmente, lo ayudaría, pero luego de que haya decidido solamente ayudarnos y luego irse con su “nueva esposa” no quiero ni dirigirle la palabra. Los fuertes ojos celestes de mi mamá se centran en mí. Ella me abraza mientras observa a Benneth cargar cajas hasta vaciar completamente el camión.
–Lorena, el cheque llegará en dos meses. Adiós, Jay.
–¿Quieres irte ya? –Veo como a mamá le corre una lágrima– Joder, Ben. ¿No ves lo que le haces? Lárgate ya de una vez.
–Basta, Jay.
–Sí, Jay. Basta. –Repite lo que dice mamá y me mira desafiante.
–Lárgate ya, bastardo.
–¡Jay, basta!
–Adiós, nena. –Pasa cínicamente los dedos por la desnuda mejilla de mi mamá. –Jay.
–Adiós. –Mascullo entre dientes. Por siempre, estúpido.
Mamá aparta su brazo de mí y entra a nuestro nuevo hogar. Desde que mi hermana está de viaje en ese estúpido campamento de diseño me hace falta mucho tanto a mí como a mi madre.

La noche estrellada hace juego con el vestido azul océano que mamá se ha puesto para la cena con los vecinos. Me insistió en ponerme un ridículo traje de tres piezas negro. Aunque la verdad, no creo durar más que treinta minutos en esa casa. Suspiro aturdido y salgo a las cercas de la casa. Mamá se mira en el espejo y arregla su cabello suelto dejando que bucles perfectamente hechos bajen por sus hombros de lado a lado. Sus labios de un rosa más oscuro que salmón y zapatillas de no muy alto tacón. Me indica que siga caminando y cruzo para llegar a la cerca vecina.
Una chica con un vestido color ciruela hasta un centímetro antes de sus rodillas sale al jardín. Tiene unos tacones negros y aún así se ve baja.

Le sonrío.

Ella es la chica de la ventana.

–Así que... Jay, ¿cierto? –Su actitud es muy diferente a cuando la vi en la ventana. Estaba deprimida y frustrada.
–Tu actitud se ve diferente, Cassie. ¿Donde están las gotas negras bajando por tu mejilla? –Sonrío desafiante.
–¡Andy! ¿Tengo que dejar pasar a este idiota? –Grita volviéndose a la casa.
–¡Me supongo que sí! –Le digo. Ella se vuelve a mí y abre la cerca dándome la espalda.
Mamá entra con delicadeza hasta el porche. Allí se queda parada hasta que una señora -supongo la mamá de Cassie- le invita a pasar. Me hace señas y yo niego quedándome en la cerca.

Ella vuelve a entrar y la observo discutiendo con la chica de la ventana.