The Writer {Logan Lerman}

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La joven observó la hora y titubeó antes de marcar aquel número que se garabateaba finamente en la parte trasera de su cuaderno de literatura con la inconfundible letra de su amiga. No lo había borrado por descuido y en ese momento se agradeció de no haberlo hecho, en ese momento necesitaba hablar con el moreno para que el descabellado plan que se formulaba en su cabeza se pudiera materializar lo antes posible.

Finalmente marcó esperando una respuesta inmediata por parte de Drew pero la línea sonaba ocupada, ni rastros del muchacho ¿y si había cambiado de número? No, era imposible que hubiera cambiado de número en tan poco tiempo. Suspiró resignada, el joven debía contestar y llamaría las veces que fueran necesarias hasta que él se signara a contestar. Colgó y volvió a marcar nuevamente murmurando para sí que él contestara, como si eso hiciera que telepáticamente él atendiera a su llamado.

—Vamos Drew… contesta…—murmuró mientras mordía inconscientemente sus uñas, exasperándose al escuchar el maldito tono de marcado y entonces esbozó una sonrisa. Al fin, el moreno había contestado—Hola, Drew, ¿Estás ocupado?

El chico hizo una mueca agradeciendo que la muchacha no pudiera observarlo tras el móvil. Respiró profundamente e intentó sonar lo más amigable posible a pesar de que no tenía ánimos de hacerlo—acabo de ducharme y sinceramente pensaba en ir a dormir después de hacerlo—mintió con naturalidad esperando que con eso la chica se aburriera y decidiera dejarlo en paz.

—Entonces no te interesa acompañarme a planificar una fiesta en casa de Summer...—soltó sin más, haciendo una pequeña pausa que ni tiempo le dio para contestar a su interlocutor—Ya sabes, algo pequeño, con amigos, la pobre no ha tenido un buen fin de semana y bueno, mañana es lunes cuatro de julio, no hay clases, sus padres no están, en fin: hagamos una pequeña fiesta de independencia.

—Hannah, la verdad es que…—titubeó, la idea era tentadora pero sabía que por su bien y el de la misión debía mantenerse alejado de las amistades de la castaña, era malo que todos supieran de él, eso lo convertiría en el principal sospechoso.

—Pasarás tiempo con Summer, arreglarán lo ocurrido hoy. Además tengo curiosidad por conocer al nuevo vecino, ese que le ha hecho la vida insoportable…

— ¿Cómo sabes lo que ocurrió?— preguntó tensionando su mandíbula y apretando su puño con ira, el sólo hecho de imaginarse a Summer con el idiota de Wade le hacía hervir la sangre, no iba a dejar que él la tocara, Summer Cooper era premio por el esfuerzo que hacía por la misión y no tenía ganas de compartirlo, mucho menos con aquel imbécil que siempre obtenía lo deseaba.

—Ella me lo dijo cuándo hablábamos por teléfono—confesó encogiéndose de hombros ligeramente, soltando un suspiro antes de añadir—: Si quieres a Sum, debes jugártela por ella ¿o acaso vas a permitir que su odioso vecino se quede con ella? Recuerda lo que dicen: del odio al amor hay un solo paso.

—Está bien, iré—murmuró tratando de sonar lo más animado posible, todo para impedir que el castaño posara sus manos en su Summer— ¿Nos juntamos allá?

—Prefiero que nos veamos en walmart.

—¿El que queda cerca de su escuela?—preguntó.

—Ese mismo, ahí compramos algunas cosas para llevar y vemos a quien invitar—comentó la chica mientras jugaba divertida con su cabello. Observó con detención el reloj de su cuarto y calculó—nos vemos allí en media hora.

—¿Summer sabe de esto?

—No tiene idea pero estoy segura que le alegrará la idea—dicho eso colgó, no deseaba escuchar las quejas de Drew ni que la regañara por su plan, en ese momento lo único que deseaba era ver a su amiga y pasar una buena noche de fiesta.

Se paró de la cama y comenzó a ordenar sus cosas con tranquilidad mientras tarareaba una canción de The Beatles. Echó unas prendas de ropa a su bolso, su cepillo dental y otras cosas que posiblemente usaría esa noche y salió de su habitación. En corto camino que separaba su cuarto con las escaleras se topó con su peor pesadilla: su hermano menor quien, para su sorpresa, decidió ignorarla.

—Enano, ¿mamá está abajo?—preguntó despeinándolo a modo de saludo. El chico se quejó mientras le daba la afirmativa respuesta a su hermana mayor—Cuídate y no te metas en mi cuarto ¿vale?—dicho aquello bajó con rapidez en busca de la mujer que le había dado la vida hace ya diecisiete años atrás para explicarle, con buenas palabras que iría a la casa de su amiga.

—¿Los padres de Summer saben?—preguntó la mujer con extrañeza, haciendo una mueca de disgusto por la actitud independiente que tomaba su hija.

—Ellos no están pero le dijeron que podía ir, ya sabes no quieren que esté sola—mintió con naturalidad dedicándole una de sus mejores sonrisas—¿puedo ir? Te juro que no me meteré en problemas.

La mujer suspiró, conocía a su hija y sabía que era lo suficientemente responsable como para quedarse sola en casa de una amiga y que si pasaba algo tarde o temprano se enteraría—Está bien, puedes ir pero debes volver mañana a más tardar a las cuatro.

—¡Gracias!—Y dicho esto abrazó a su progenitora dándole un pequeño beso en la cabeza—Adiós—se despidió corriendo hacia la puerta, dejando a la mujer de cabellos oscuros con las palabras en la boca.


Drew sintió como una extraña sensación se posaba en su cuerpo al terminar la llamada que había recibido de la mejor amiga de quien era su novia. No tenía ganas de ir a la casa de Summer pero tampoco aceptada que ella estuviera sola a la merced del castaño, quien, seguramente, se aprovecharía de la chica sin dudarlo.

Apretó sus puños con fuerza al imaginar a Wade tocando a Summer, con aquella sonrisa irónica plasmada en sus labios, con aquella mirada llena de “te lo dije, tú siempre serás un perdedor” y eso le hizo hervir la sangre. Podrían ser aliados, podrían tener esa misión en sus manos pero jamás iba a permitir que tocara a la chica antes que él. Drew sería el primero y el único mientras que Wade jamás podría tenerla.

Salió de sus pensamientos, ese no era el mejor momento para guiarse por los celos además ¿Hannah no había dicho que iba a ayudarlo? Si quería que Summer Cooper fuera suya, esa era su noche para lograrlo, todo jugaba a su favor. Abrió el cajón de su mesa de noche y buscó su billetera, indagando en esta para ver que tuviera todo lo necesario para pasar la noche y finalmente tomó las llaves de su coche, listo para ir a buscar a la castaña al lugar citado.

Fue Evan quien lo detuvo antes de salir, lanzándole una mirada seria y preocupada. El rubio temía que todo se fuera a la mierda por culpa del odio que había entre ambos chicos.

—¿Dónde vas?—inquirió con frialdad en su voz, dándole ese toque autoritario que lo caracterizaba.

—Iré a ver a Summer, no quiero que el marica de Wade arruine la misión por culpa de sus impulsos—explicó con una triunfal sonrisa en el rostro omitiendo por completo las ganas de vengarse que lo carcomían por dentro, esa misma noche se vengaría del chico, le mostraría que él tenía los huevos suficientes para llevarse a Summer a la cama por las buenas.

—¿Y después? —el chico rodó los ojos, no creía que Drew sólo iría a cuidar a Summer, eso mismo había dicho en la mañana y finalmente resultó que se había agarrado a golpes con el castaño—Últimamente Wade y tú la andan cagando con esa actitud que tienen, fue sólo suerte que la niña haya pensado en que sólo eran celos y no los haya descubierto—alzó un poco la voz y golpeó la mesa tratando de descargar la ira que sentía por la ineptitud de los jóvenes—¿Sabes qué mierda hubiera ocurrido si ella los hubiera descubierto? ¿Sabes que mierda?—respiró profundamente, tratando de calmarse hasta que al fin lo logró—si hubiera estado su madre allí todo se hubiera ido a la mierda.

—No volverá a pasar—se disculpó encogiéndose de hombros mostrándole respeto al chico que tenía en frente. Evan era alguien de armas tomar, un psicópata de primera, eso estaba demostrado y era por esa razón por la que él era el segundo al mando de la misión.

—Más les vale—hizo una pausa, sonriéndole como si nada hubiera ocurrido instantes atrás, como si fueran viejos amigos que hace tiempo no se veían. Drew pensó en que el rubio tenía serios problemas psicológicos pero no le importaba, con tal de que no interfiriera en sus planes le daba exactamente igual si el rubio era un terrorista o el mismísimo papa.

Drew se dispuso a salir de allí, entre más rápido se fuera mejor para todos. El chico de ojos oscuros, casi negros le lanzó una mirada amenazadora, haciendo que el joven se detuviese en el lugar y volteara sin siquiera recibir una orden de su acompañante—si tu intención es follar con ella, deberías aprovechar—murmuró con naturalidad mientras una sonrisa divertida se dibujaba en sus labios—, ya sabes—continuó, acomodando su cabello con un rápido movimiento, encogiéndose de hombros con despreocupación—, cuando Morgane lo ordene, ni tú ni Goldman podrán tenerla.

El moreno rodó los ojos sin desear reconocer que el rubio tenía razón en sus palabras: cuando Morgane lo ordenase todo ese juego acabaría, cuando Morgane lo dijera todo acabaría. Cerró la puerta con un gran portazo tratando de idear un plan para materializar todos y cada uno de los pensamientos que incluían a Summer Cooper.

Al abrir la puerta del auto se detuvo ante la chica que lograba captar su atención: vestido rojo, bastante atrevido, que daba a notar todos y cada uno de sus encantos femeninos, cabello rubio y largo, igual que el de su hermano mayor. Estaba claro, con sólo verla aparcar el coche sabía de quien se trataba, pero no tenía ganas de entablar una conversación con la seductora mujer, sospechaba del porqué de su salida y no tenía ganas de escucharla platicar de lo bien que la pasó follando con Wade. Finalmente ninguno dijo nada, sólo se miraron un instante con frialdad y después cada quien con su camino: ella entró a la casa y él condujo hasta el lugar que había acordado previamente con Hannah.


Nada, absolutamente no había nada que valiera la pena ver en la televisión: la mayoría de los programas eran basura y las películas asquerosamente románticas. Suspiró, por un momento pensó en irse a su casa y descansar del ajetreado día que había tenido lleno de emociones que creía dormidas en su interior: una pelea, una chica que complació todos sus deseos y una terca muchacha que había sido herida por su ineptitud.

Sonrió para sí mismo al recordar a Summer, indefensa, frágil, temerosa, una chica torpe e inexperta, una niña que trataba de ocultar sus miedos por medio de una máscara pero que era víctima del nerviosismo y la inseguridad. Negó moviendo su cabeza, no podía pensar así de ella, no debía; por su bien, debía pensar en ella de otra forma.
Se recordó por qué estaba allí: él debía vengarse, hacer justicia por sus propias manos, no debía preocuparse por la chica, sólo debía velar porque se mantuviera viva hasta que todo concluyera, sólo debía vigilarla a la distancia y preocuparse de que nadie sospechara de sus dobles intenciones. En su mente se volvió a materializar el brazo ensangrentado de la chica, su cuerpo se tensó al verse a sí mismo cuidarla con delicadeza y bastante maestría, apretó sus puños al ver lo patético que se debía haber visto por la preocupación que lo había inundado en ese momento ¿por qué lo hizo?¿compasión?¿preocupación?¿protección? no y mil veces no, él sólo lo había hecho porque era su deber, porque no podía permitir que muriera desangrada o por culpa de una infección.

Apretó sus puños y se levantó de su asiento tratando de ordenar sus pensamientos, odiando con todas sus fuerzas el estar encerrado en esa casa, todo por culpa de Aaron Cooper, por culpa de su esposa y de su hija. Malditos, todos en esa casa eran unos bastardos malditos.

Caminó hacia la cocina en busca de algo para saciar el hambre que comenzaba a sentir, al entrar una mueca se dibujó en su rostro: aún podía sentir el metálico olor a sangre derramada ese día. Observó con atención y, pudo notar cómo la baldosa aún tenía un toque carmesí por culpa de la ineptitud de la castaña. Decidió no darle importancia, continuando así con lo que hacía. Bufó disgustado ¿cómo podía ser posible que lo único comestible fuera menos de la mitad de una puta caja de cereales bañados en chocolate? Rodó los ojos mientras se servía un puñado, total, sería la castaña la que se muriese de hambre, no tenía que importarle.

Con lentitud comenzó a caminar por la casa que ya conocía como la palma de su mano. Subió las escaleras con sigilo y se detuvo en seco en la habitación de Summer, su mano izquierda inconscientemente se posó en el picaporte mientras que la derecha titubeaba en golpear la madera antes de entrar y su mente formaba preguntas sobre cómo se encontraba la muchacha, si había caído en los brazos de Morfeo o si aún estaba despierta o necesitaba algo. Apretó su mandíbula, tensó su cuerpo y se alejó lo más rápido que pudo del cuarto ¿En qué mierda estaba pensando? No debía preocuparse por esa niña; no debía sentir más que odio hacia ella y su estirpe. Bajó con rapidez y se acomodó nuevamente en el sillón, observando con fingida atención un programa de música que pasaban en ese instante. Debía volver a casa pero no tenía ganas de ver al inútil de Josh y escuchar sus sermones.
Al cabo de unos minutos el timbre sonó reiteradas veces mostrando una clara desesperación por el individuo que tocada. Gruñó por lo bajo, no tenía ánimos de ver quien era a esas horas, pero, estaba seguro, que el maldito sonido nunca cesaría si él no atendía. Abrió con desánimo y una mueca se dibujó en su rostro al darse cuenta de quienes eran los recién llegados.

—¿Dónde está Summer?—indagó con tono autoritario una muchacha castaña que le resultaba vagamente familiar. La observó de pies a cabeza: delgada, de facciones finas y ojos azules, cabello castaño oscuro, por lo visto no debía ser mayor que Summer, lo más probable era que fuesen conocidas pero, a pesar de ello, aún había una duda que no podía aclarar bien ¿qué diablos hacía Drew ahí?

—Está descansando—respondió cortante sin moverse del marco de la puerta, esperando que con esa respuesta los individuos se marcharan tal como habían llegado, al cabo de unos segundos se dispuso a cerrar pero el pie de Drew se interpuso impidiéndole su cometido.

—No tan rápido—murmuró amenazante, obligándolo a abrir nuevamente y a comportarse como un verdadero dueño de casa—¿no nos invitarás a pasar? Hannah de verdad quiere ver a Summer—murmuró sarcástico al entrar.

El castaño detuvo con disimulo al moreno hasta tener una distancia lo suficientemente corta como hablar con tranquilidad—¿Pretendes follarla en la casa de tu novia?—preguntó con cinismo. Drew sólo soltó una pequeña y divertida risa, no debía caer en los juegos del castaño, ya tendría tiempo después para desquitarse de toda la mierda que había causado.

—Puedes irte—trató de sonar lo más amistoso que pudo con una sonrisa forzada en la comisura de sus labios—nosotros cuidaremos de Summer.

—No me iré, su madre me ordenó que la cuidara y eso haré—Sonaba irónico pero poco le importaba aquello, en ese momento no iba a dejar sola a Summer, menos con aquellos dos.

—Muy bien— aceptó Drew con un notorio desagrado den su voz mientras caminaba hacia la sala con unas cuantas bolsas en sus manos, las cuales depositó en el suelo mientras tomaba asiento al lado de Hannah.

El único sonido que se podía presenciar en aquella habitación era el del tic-tac del reloj y las vagas conversaciones que había en un programa de concursos en la televisión. Ninguno de los tres decía nada, ninguno hacía nada, salvo mirarse con recelo. El ambiente se notaba tenso y pese a las ganas que la castaña tenía por ir a buscar a su amiga para calmar las cosas no se atrevió por miedo a que los chicos se agarraran en una pelea inminente. Lo único que pudo rescatar de sus intentos por tener una conversación fue la frialdad del vecino de su amiga, el cual contestaba sólo con monosílabos o respuestas cortantes con las cuales pudo enterarse que se llamaba Wade Parker, tenía padres separados, se había mudado recientemente, era hijo único, soltero y sin ganas de tener algún tipo de relación. Sí, era raro hasta el punto de verse insoportable, como su amiga le había dicho por teléfono esa tarde y ¡al fin comprendía por qué había callado cuando le preguntó si estaba bueno! Era más, el chico era perfecto, poseía unos ojos azules y un encanto misterioso que atraía a cualquiera, Summer en verdad tenía suerte al tenerlo como vecino pero no, él estaba prohibido para Hannah, por lealtad a su amiga, si ella decía que era un idiota, debía tener sus motivos.

—Hannah, creo que debemos irnos…

—Drew, acabamos de llegar—protestó, saliendo de la ensoñación en la que se encontraba. Miró al chico de ojos azules y después al moreno con una sonrisa plasmada en sus labios—además…—se encogió de hombros antes de continuar como una niña pequeña, en busca de las palabras exactas para continuar—recuerda que tenemos que hacerle una pequeña fiesta de independencia...—Mordió su labio inferior y le dirigió la mejor de sus sonrisas a Wade—tu también estás invitado—añadió como si nada, logrando sorprender a ambos chicos.


Summer Cooper pasó por enésima vez su mano por la venda que el castaño había puesto con cuidado esa tarde, haciendo que un extraño escalofrío nuevamente recorriera todo su ser, sumiéndola en los breves, pero intensos momentos que había vivido junto a él.

El chico era un idiota, un niño mimado que le costaba comprender. ¿Por qué la odiaba de esa forma casi irracional? Ella al conocerlo sólo trató de ser amable, de buscar un tema de conversación para que tuvieran una amistad pero él no, él, al parecer, se había decidido a hacerle la vida imposible sin motivo aparente, incluso, sabiendo que lo más sano para ambos era cortar la comunicación.

Apretó la herida y el dolor que sintió fe suficiente para que saliera de la ensoñación en la que se había encontrado, causando que una pregunta se posara en su mente ¿por qué, si Wade la odiaba tanto, como solía decir, la había curado con notoria preocupación? Mordió su labio inferior cuando una extraña idea cruzó por su mente: él la estimaba. Negó, con rapidez, él no podía estimarla ni mucho menos, eso había quedado demostrado. Si el castaño la había ayudado había sido sólo por lástima o porque Pauline le había pedido que la cuidara.

Suspiró poniéndose de pie con notorio desgano, sintiéndose un poco mareada al hacerlo, y se dispuso a buscar su móvil, que según lo entendido, se encontraba en uno de los cajones de su escritorio. Caminó hacia la ventana y un nuevo escalofrío se hizo presente en su cuerpo haciendo que perdiera las pocas fuerzas que tenía al ver un auto idéntico al de su novio aparcado en la acera.

¿Sería posible? No, claro que no lo era, no cuando las estrellas se posaban en el firmamento anunciando lo tarde que era. Indagó entre sus cajones con desesperación, odiándose por no tener un puto reloj en su habitación y, al encontrarlo, se odio más de lo que ya hacía: veinte llamadas perdidas de Hannah y diez mensajes de esta con frases como: «¿Por qué no contestas tu jodido celular?» O un «Te tengo una sorpresa» pero el último mensaje fue el más preocupante «Voy en camino, junto a Drew». Palideció al instante, esa tenía que ser una broma de mal gusto pero no se necesitaba ser un genio para darse cuenta de lo que ocurría: Nana y su novio estaban ahí, en su casa, junto a Wade…

Ahogó un grito ante aquel último pensamiento y volvió a observar la ventana, sonriendo complacida al ver cómo Drew subía nuevamente al auto dispuesto a marcharse de ahí, demostrando que sus ideas eran simples paranoias. Lo más probable era que el castaño se hubiera marchado a su casa antes de que los chicos llegaran por lo que debieron esperar y, como no vieron que nadie abría sólo se marcharon, sí, eso debía haber sido.

Salió de su cuarto sin importarle lo desordenado que se veía su cabello y bajó con tranquilidad. A medida que caminaba el ruido de la televisión se hacía más notorio, rodó los ojos ¿tanto le costaba a Wade dejar apagada la televisión? Ya se lo reprocharía cuando lo viera.

Las risas que se escuchaban la hicieron dudar de su realidad, «por favor, otra vez no…» pensó temiendo a que su mente le jugara una mala pasada como lo había hecho esa tarde con el castaño. Respiró profundamente, sin saber qué era peor: que fuera una jugarreta de sus pensamientos o que fuera tan real como lo fue ver a Wade con la rubia en su habitación. Se detuvo en seco y sólo se limitó a escuchar del porqué de esas risas.
—¡Ya basta, Wade! Apuesto lo que quieras a que dices eso a todas las chicas que miras.

—Es enserio Hannah, eres hermosa, no entiendo por qué estás soltera—Summer apretó sus puños al escuchar las seductoras palabras del castaño ¿quién mierda se creía al intentar cautivar así a su amiga? No lo iba a permitir, no después de lo que él había hecho en su recámara con aquella rubia.

Respiró profundamente y finalmente decidió entrar. Se sorprendió al ver cómo la cabeza de su amiga reposaba comprometedoramente en el hombro de su vecino, al observar como este tomaba la mano de la chica con descaro, como si fuera su novia o algo así.

—¡Ey, Coop!—le llamó Nana al percatarse de la presencia de su amiga—¿cómo estás en esa facha?—le reprochó poniéndose de pie—vamos, te ayudo a cambiarte, los invitados no tardan en llegar.
¿Invitados?¿sorpresa? No entendía de qué hablaba su amiga ni sabía cómo responder ante sus palabras, sólo se quedó inmóvil en su lugar, reprochándose a sí misma su actuar. Hannah la tomó de la mano y ella sólo se dejó llevar, escuchando a distancia el «ahora volvemos» que su amiga le dedicó a Wade cuando la llevaba a rastras a su habitación.

—¿Qué pasa Coop?—le preguntó cuándo ambas estaban en la privacidad que les otorgaba el cuarto de la joven.
Summer se sentó en el borde de su cama, sin saber qué decir—Yo… yo…—se maldijo internamente por no responder como era debido. Observó a Hannah por unos instantes, absorta en su labor de buscar algo con lo que pudiera vestirse—Yo…—repitió dándose una bofetada mental—quiero que te alejes de mi vecino, Nana…—admitió al fin, logrando captar toda la atención de su amiga—Él es el mayor idiota que he conocido, es de lo peor.