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Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Nombre: Cronicas Vampiricas: Despertar
Autor: maru (autor del libro L. J. SMITH)
Adaptación: Si L.J Smith
Género: Drama, Romance y Ciencia Ficción
Advertencias: Creo que ninguna advertencias solo que si no les gustan los vampiros esta no es una nove que les vaya a gustar
Otras Páginas: haber debe haber en otros foros porque este es un libro que es muy leido asi que supongo que si...
Hola,sy maru, bueno eh desidido subir esta nove q no es mia, esta adaptada en joe, nick y tu a mi en lo personal me encantan los libros espero q les guste.
autor: L.J. Smith
protagonitas: Stefan y damon salvatore y Elena Gilbert(nick y joe jonas y tu)
SINOPSIS
Nick jonas, el nuevo alumno de Fell’s Church, arrastra con él un misterioso pasado y también a alguien que sólo desea venganza, su hermano joe: su odio excede las barreras del tiempo… Ahora tratan de reproducir un mortífero triángulo amoroso que tiene en su centro a ____(tn), la chica más popular del instituto.
la sigo??? comenten bess byebye :D
Autor: maru (autor del libro L. J. SMITH)
Adaptación: Si L.J Smith
Género: Drama, Romance y Ciencia Ficción
Advertencias: Creo que ninguna advertencias solo que si no les gustan los vampiros esta no es una nove que les vaya a gustar
Otras Páginas: haber debe haber en otros foros porque este es un libro que es muy leido asi que supongo que si...
Hola,sy maru, bueno eh desidido subir esta nove q no es mia, esta adaptada en joe, nick y tu a mi en lo personal me encantan los libros espero q les guste.
autor: L.J. Smith
protagonitas: Stefan y damon salvatore y Elena Gilbert(nick y joe jonas y tu)
SINOPSIS
Nick jonas, el nuevo alumno de Fell’s Church, arrastra con él un misterioso pasado y también a alguien que sólo desea venganza, su hermano joe: su odio excede las barreras del tiempo… Ahora tratan de reproducir un mortífero triángulo amoroso que tiene en su centro a ____(tn), la chica más popular del instituto.
la sigo??? comenten bess byebye :D
Última edición por maru!! el Sáb 02 Jul 2011, 1:02 am, editado 1 vez
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Hola !!
soy tu nueva lectora :)
siguela cuando puedas !!!
me encanta la crinica vampirica
sube cap pronto
chao
soy tu nueva lectora :)
siguela cuando puedas !!!
me encanta la crinica vampirica
sube cap pronto
chao
Maddy
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
waaa, si, eh visto que colgais muchas adaptaciones ñ_ñ
Harriet
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
como el otro modo hace spam, te dire: CONTINUALA XD
Harriet
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
BIENVENIDAS
Maddy
y
mariejonatika
Bueno chicas, esta nove no se cuando la podre seguir, es que ahora estoy subiendo otra, y se me complica subir dos noves
al mismo tiempo! pero igual en algun momento la voy a seguir, cuando termine la que estoy subiendo actualmente!! :D
Maddy
y
mariejonatika
Bueno chicas, esta nove no se cuando la podre seguir, es que ahora estoy subiendo otra, y se me complica subir dos noves
al mismo tiempo! pero igual en algun momento la voy a seguir, cuando termine la que estoy subiendo actualmente!! :D
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
mariejonatika escribió:waaa, si, eh visto que colgais muchas adaptaciones ñ_ñ
Es que me encantan las noves que leo y las comparto con ustedes, y tengo noves
hechas por mi, pero no eh subido ninguna hasta ahora...aunque dentro de poco puede que suba alguna! :D
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Capítulo 1
Querido diario:
Algo horrible va a suceder hoy.
No sé por qué escribí eso. Es de locos. No hay ningún motivo para que me sienta inquieta y todos para que sea feliz, pero...
Pero aquí estoy a las 5.30 de la mañana, despierta y asustada. No hago más que decirme que simplemente sucede que estoy hecha un lío debido a la diferencia horaria entre Francia y aquí. Pero eso no explica por qué me siento tan asustada. Tan perdida.
Anteayer, mientras tía Judith, Margaret y yo volvíamos del aeropuerto en coche, tuve una sensación muy extraña. Cuando giramos en nuestra calle, pensé de repente: «Mamá y papá nos están esperando en casa. Apuesto a que estarán en el porche delantero o en la sala de estar mirando por la ventana. Deben de haberme echado mucho de menos».
Lo sé. Es de locos.
Pero incluso cuando vi la casa y el porche delantero vacío seguí sintiendo lo mismo. Subí corriendo los escalones y llamé con la aldaba. Y cuando tía Judith abrió con la llave me precipité adentro y simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperado oír a mamá bajar por la escalera o a papá llamando desde el estudio.
Justo entonces, tía Judith soltó ruidosamente una maleta en el suelo detrás de mí, lanzó un enorme suspiro y dijo: «Estamos en casa». Margaret rió. Y me invadió la sensación más horrible que he tenido jamás. Nunca me he sentido tan total y completamente perdida.
Casa. Estoy en casa. ¿Por qué suena eso como una mentira?
Nací aquí, en Fell's Church. Siempre he vivido en esta casa, siempre. Esta es mi misma vieja habitación, con la leve marca de quemadura en las tablas del suelo donde Caroline y yo intentamos esconder cigarrillos en quinto grado y estuvimos a punto de asfixiarnos. Puedo mirar por la ventana y ver el enorme membrillo al que Matt y los chicos treparon para colarse en la fiesta de pijamas de mi cumpleaños hace dos años. Ésta es mi cama, mi silla, mi tocador.
Pero en estos momentos todo me parece extraño, como si yo no perteneciera aquí. Soy yo la que está fuera de lugar. Y lo peor es que siento que hay algún lugar al que pertenezco, sólo que no logro encontrarlo.
Ayer estaba demasiado cansada para ir a Orientación. Meredith recogió mi programa por mí, pero yo no tuve ganas de hablar con ella por teléfono. Tía Judith dijo a todos los que llamaban que tenía jet lag y dormía, pero me observó durante la cena con una curiosa expresión en el rostro.
Tengo que ver a la pandilla hoy, no obstante. Se supone que debemos encontrarnos en el aparcamiento antes del instituto. ¿Estoy asustada por eso? ¿Les tengo miedo?
__(Tn) Gilbert dejó de escribir. Contempló fijamente la última línea que había escrito y luego meneó la cabeza, con la pluma cerniéndose sobre el pequeño libro con tapa de terciopelo azul. Luego, con un gesto repentino, alzó la cabeza, y arrojó pluma y libro a la gran ventana mirador, donde rebotaron inofensivamente y aterrizaron sobre el tapizado asiento interior que había al pie de la ventana.
Todo era tan totalmente ridículo...
¿Desde cuándo ella, __(Tn) Gilbert, había tenido miedo de reunirse con gente? ¿Desde cuándo la había asustado nada? Se puso en pie y, llena de enfado, introdujo los brazos en un quimono de seda roja. Ni siquiera echó una ojeada al trabajado espejo Victoriano sobre el tocador de madera de cerezo; sabía lo que vería. __(Tn) Gilbert, rubia, esbelta y fantástica, la que marcaba tendencias, la alumna de último curso de secundaría, la chica que todos los chicos deseaban y que todas las chicas querían ser. La chica que justo en aquellos momentos mostraba una cara de pocos amigos y tenía los labios apretados.
«Un baño caliente y un poco de café y me tranquilizaré», pensó. El ritual matutino de darse un baño y vestirse resultó relajante y se lo tomó con parsimonia, revisando los nuevos conjuntos traídos de París. Finalmente eligió una combinación de un top rojo y unos shorts blancos de lino que le daban un aspecto muy atractivo. «Bastante apetitosa», pensó, y el espejo mostró una muchacha con una sonrisa inescrutable. Sus anteriores temores se habían desvanecido, olvidados.
—¿__(Tn)? ¿Dónde estás? ¡Llegarás tarde al instituto! —La voz ascendió débilmente desde abajo.
__(Tn) volvió a pasar el cepillo por su melena sedosa y la sujetó atrás con una cinta de un rojo intenso. Luego cogió su mochila y descendió la escalera.
En la cocina, Margaret, de cuatro años, comía cereales sentada a la mesa, y tía Judith cocinaba algo en los fogones. Tía Judith era la clase de mujer que siempre parecía vagamente aturallada; tenía un rostro delgado y afable y un cabello claro y lacio echado hacia atrás descuidadamente. ___(Tn) le dio un beso en la mejilla.
—¡Buenos días a todo el mundo! Lamento no tener tiempo para desayunar.
—Pero, __(Tn), no puedes salir así sin comer. Necesitas tus proteínas...
—Comeré una rosquilla antes del instituto —respondió ella con vivacidad.
Depositó un beso en la rubia cabeza de Margaret y dio la vuelta para marcharse.
—Pero, __(Tn)...
—Y probablemente iré a casa de Bonnie o Meredith después de clase, de modo que no me esperéis para cenar. ¡Adiós!
—___(Tn)...
__(Tn) estaba ya en la puerta principal. La cerró tras ella, cortando las distantes protestas de tía Judith, y salió al porche delantero.
Y se detuvo.
Todas las malas sensaciones de la mañana volvieron a abalanzarse sobre ella. La ansiedad, el miedo. Y la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
La calle Maple estaba desierta. Las altas casas victorianas parecían extrañas y silenciosas, como si todas estuvieran vacías por dentro, como las casas de un plató abandonado. Parecían vacías de gente, pero llenas de extrañas cosas vigilantes.
Eso era: algo la vigilaba. El cielo sobre su cabeza no era azul, sino lechoso y opaco, como un cuenco gigante vuelto boca abajo. El aire era sofocante, y __(Tn) tuvo la seguridad de que había ojos observándola.
Vio algo oscuro en las ramas del viejo membrillo que había frente a la casa.
Era un cuervo, tan inmóvil como las hojas teñidas de amarillo de su alrededor. Y era la cosa que la observaba.
Intentó decirse que era ridículo, pero en cierto modo lo sabía. Era el cuervo más grande que había visto nunca, gordo y brillante, con arcos iris centelleando en sus plumas negras. Podía ver cada detalle con claridad: las ávidas garras oscuras, el afilado pico, el individual y centelleante ojo negro.
Estaba tan quieto que podría haber sido un modelo en cera de un ave colocado allí. Pero mientras lo contemplaba fijamente, ___(Tn) se sintió enrojecer poco a poco, el calor ascendiendo en oleadas por la garganta y las mejillas. Porque... la miraba a ella. La miraba del modo con que los chicos la miraban cuando llevaba un bañador o una blusa muy fina. Como si la desvistiera con los ojos.
Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya había soltado la mochila y cogido una piedra de la entrada.
—¡Fuera de aquí! —dijo, y oyó la temblorosa cólera de su propia voz—. ¡Vamos! ¡Vete! —Con la última palabra, arrojó la piedra.
Hubo una explosión de hojas, pero el cuervo remontó el vuelo indemne. Las alas eran enormes y hacían tanto ruido como toda una bandada de cuervos. __(Tn) se acuclilló, repentinamente presa del pánico, cuando el ave aleteó justo por encima de su cabeza, alborotando sus cabellos rubios con el viento producido por las alas.
Pero volvió a alzarse abruptamente y describió un círculo, una silueta negra recortada en el cielo blanco como el papel. Luego, con un graznido ronco, giró y se marchó en dirección al bosque.
__(Tn) se irguió despacio, luego miró en derredor, cohibida. No podía creer lo que acababa de hacer. Pero ahora que el pájaro se había ido, el cielo volvía a parecer normal. Un leve viento agitó las hojas, y __(Tn) aspiró profundamente. Calle abajo, una puerta se abrió y varios niños salieron en tropel, riendo.
___(Tn) les sonrió y volvió a tomar aire, sintiendo que una sensación de alivio la inundaba igual que la luz solar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Era un día hermoso, que prometía mucho, y nada malo iba a suceder.
Nada malo iba a suceder; excepto que llegaría tarde al instituto. Toda la pandilla la estaría aguardando en el aparcamiento.
Siempre podía contarles a todos que se había detenido para arrojarle piedras a un mirón, se dijo, y casi soltó una risita divertida. Eso sí les daría algo en que pensar.
Sin siquiera una mirada atrás al membrillo, empezó a andar tan de prisa como pudo calle abajo.
El cuervo se abrió paso violentamente por entre la parte superior de un roble enorme, y la cabeza de Nick se alzó de golpe de un modo reflejo. Cuando vio que no era más que un pájaro, se relajó.
Sus ojos descendieron hasta la blanca figura flácida en sus manos, y notó que el rostro se le crispaba con pesar. No había querido matarlo. Habría cazado algo mayor que un conejo de haber sabido lo hambriento que estaba. Pero, claro, eso era justo lo que lo asustaba: no saber nunca lo fuerte que sería el hambre, o qué tendría que hacer para satisfacerla. Tenía suerte de haber matado sólo a un conejo en esa ocasión.
Se puso en pie bajo los viejos robles, con la luz del sol filtrándose hasta sus cabellos rizados. En téjanos y con una camiseta, Nick Jonas tenía todo el aspecto de un alumno normal y corriente de secundaria.
No lo era.
Se había internado en lo más profundo del bosque, donde nadie podría verlo, para alimentarse, y en aquellos momentos se pasaba la lengua a conciencia por encías y labios, para asegurarse de que no había ninguna mancha en ellos. No quería correr riesgos. Ya iba a ser bastante difícil llevar a cabo aquella mascarada.
Por un momento se preguntó, una vez más, si no debería dejarlo correr. Quizá debería regresar a Italia, de vuelta a su escondite. ¿Qué le hacía pensar que podía reincorporarse al mundo de la luz diurna?
Pero estaba cansado de vivir en sombras. Estaba cansado de la oscuridad y de las cosas que vivían en ella. Sobre todo, estaba cansado de estar solo.
No estaba seguro de por qué había escogido Fell's Church, en Virginia. Era una ciudad joven, según su criterio; los edificios más antiguos los habían levantado hacía sólo un siglo y medio. Pero recuerdos y fantasmas de la guerra de Secesión todavía vivían allí, tan reales como los supermercados y los locales de comida rápida.
Nick apreciaba el respeto por el pasado y pensaba que podría llegar a gustarle la gente de Fell's Church. Y a lo mejor —sólo a lo mejor— podría encontrar un lugar entre ella.
Jamás le aceptarían por completo, desde luego. Una amarga sonrisa curvó sus labios ante la idea. Sabía bien que no podía esperar eso. Jamás habría un lugar al que pudiera pertenecer por completo, donde pudiera ser realmente él.
A menos que eligiera pertenecer a las sombras...
Desechó la idea violentamente. Había renunciado a la oscuridad; había dejado atrás las sombras. Estaba borrando todos aquellos largos años y empezando otra vez, hoy.
Advirtió que todavía sostenía el conejo. Con suavidad, lo depositó sobre el lecho de hojas secas de roble. A lo lejos, demasiado lejos para que el oído humano lo captara, reconoció los sonidos de un zorro.
«Apresúrate, camarada cazador —pensó entristecido—. Te espera el desayuno.»
Al echarse la chaqueta sobre los hombros, reparó en el cuervo que lo había perturbado antes. Seguía posado en el roble y parecía observarle. Había algo que resultaba impropio en él.
Empezó a lanzar un pensamiento de sondeo en su dirección, para examinar al ave, y se detuvo. «Recuerda tu promesa —pensó—. No usarás los Poderes a menos que sea absolutamente necesario. No a menos que no haya otra posibilidad.»
Moviéndose casi en silencio por entre las hojas y las ramitas secas, se encaminó hacia el linde del bosque. Su coche estaba aparcado allí. Miró hacia atrás una vez y vio que el cuervo había abandonado las ramas y saltado sobre el conejo.
Había algo siniestro en el modo en que extendía las alas sobre el cuerpo blanco y flácido, algo siniestro y triunfal. A Nick se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a punto de volver atrás para ahuyentar al pájaro. Con todo, tenía tanto derecho a comer como el zorro, se dijo.
Tanto derecho como él mismo.
Si volvía a tropezarse con el ave, echaría una mirada en su mente, decidió. Por el momento, apartó los ojos de él y corrió a través del bosque, con expresión decidida. No quería llegar tarde al instituto de secundaria Robert E. Lee.
Bueno chicas les dejo el primer
cap si comentan mañana subo el otro cap
espero que les guste!
COMENTEN!!
byebye :D
4 de septiembre
Querido diario:
Algo horrible va a suceder hoy.
No sé por qué escribí eso. Es de locos. No hay ningún motivo para que me sienta inquieta y todos para que sea feliz, pero...
Pero aquí estoy a las 5.30 de la mañana, despierta y asustada. No hago más que decirme que simplemente sucede que estoy hecha un lío debido a la diferencia horaria entre Francia y aquí. Pero eso no explica por qué me siento tan asustada. Tan perdida.
Anteayer, mientras tía Judith, Margaret y yo volvíamos del aeropuerto en coche, tuve una sensación muy extraña. Cuando giramos en nuestra calle, pensé de repente: «Mamá y papá nos están esperando en casa. Apuesto a que estarán en el porche delantero o en la sala de estar mirando por la ventana. Deben de haberme echado mucho de menos».
Lo sé. Es de locos.
Pero incluso cuando vi la casa y el porche delantero vacío seguí sintiendo lo mismo. Subí corriendo los escalones y llamé con la aldaba. Y cuando tía Judith abrió con la llave me precipité adentro y simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperado oír a mamá bajar por la escalera o a papá llamando desde el estudio.
Justo entonces, tía Judith soltó ruidosamente una maleta en el suelo detrás de mí, lanzó un enorme suspiro y dijo: «Estamos en casa». Margaret rió. Y me invadió la sensación más horrible que he tenido jamás. Nunca me he sentido tan total y completamente perdida.
Casa. Estoy en casa. ¿Por qué suena eso como una mentira?
Nací aquí, en Fell's Church. Siempre he vivido en esta casa, siempre. Esta es mi misma vieja habitación, con la leve marca de quemadura en las tablas del suelo donde Caroline y yo intentamos esconder cigarrillos en quinto grado y estuvimos a punto de asfixiarnos. Puedo mirar por la ventana y ver el enorme membrillo al que Matt y los chicos treparon para colarse en la fiesta de pijamas de mi cumpleaños hace dos años. Ésta es mi cama, mi silla, mi tocador.
Pero en estos momentos todo me parece extraño, como si yo no perteneciera aquí. Soy yo la que está fuera de lugar. Y lo peor es que siento que hay algún lugar al que pertenezco, sólo que no logro encontrarlo.
Ayer estaba demasiado cansada para ir a Orientación. Meredith recogió mi programa por mí, pero yo no tuve ganas de hablar con ella por teléfono. Tía Judith dijo a todos los que llamaban que tenía jet lag y dormía, pero me observó durante la cena con una curiosa expresión en el rostro.
Tengo que ver a la pandilla hoy, no obstante. Se supone que debemos encontrarnos en el aparcamiento antes del instituto. ¿Estoy asustada por eso? ¿Les tengo miedo?
__(Tn) Gilbert dejó de escribir. Contempló fijamente la última línea que había escrito y luego meneó la cabeza, con la pluma cerniéndose sobre el pequeño libro con tapa de terciopelo azul. Luego, con un gesto repentino, alzó la cabeza, y arrojó pluma y libro a la gran ventana mirador, donde rebotaron inofensivamente y aterrizaron sobre el tapizado asiento interior que había al pie de la ventana.
Todo era tan totalmente ridículo...
¿Desde cuándo ella, __(Tn) Gilbert, había tenido miedo de reunirse con gente? ¿Desde cuándo la había asustado nada? Se puso en pie y, llena de enfado, introdujo los brazos en un quimono de seda roja. Ni siquiera echó una ojeada al trabajado espejo Victoriano sobre el tocador de madera de cerezo; sabía lo que vería. __(Tn) Gilbert, rubia, esbelta y fantástica, la que marcaba tendencias, la alumna de último curso de secundaría, la chica que todos los chicos deseaban y que todas las chicas querían ser. La chica que justo en aquellos momentos mostraba una cara de pocos amigos y tenía los labios apretados.
«Un baño caliente y un poco de café y me tranquilizaré», pensó. El ritual matutino de darse un baño y vestirse resultó relajante y se lo tomó con parsimonia, revisando los nuevos conjuntos traídos de París. Finalmente eligió una combinación de un top rojo y unos shorts blancos de lino que le daban un aspecto muy atractivo. «Bastante apetitosa», pensó, y el espejo mostró una muchacha con una sonrisa inescrutable. Sus anteriores temores se habían desvanecido, olvidados.
—¿__(Tn)? ¿Dónde estás? ¡Llegarás tarde al instituto! —La voz ascendió débilmente desde abajo.
__(Tn) volvió a pasar el cepillo por su melena sedosa y la sujetó atrás con una cinta de un rojo intenso. Luego cogió su mochila y descendió la escalera.
En la cocina, Margaret, de cuatro años, comía cereales sentada a la mesa, y tía Judith cocinaba algo en los fogones. Tía Judith era la clase de mujer que siempre parecía vagamente aturallada; tenía un rostro delgado y afable y un cabello claro y lacio echado hacia atrás descuidadamente. ___(Tn) le dio un beso en la mejilla.
—¡Buenos días a todo el mundo! Lamento no tener tiempo para desayunar.
—Pero, __(Tn), no puedes salir así sin comer. Necesitas tus proteínas...
—Comeré una rosquilla antes del instituto —respondió ella con vivacidad.
Depositó un beso en la rubia cabeza de Margaret y dio la vuelta para marcharse.
—Pero, __(Tn)...
—Y probablemente iré a casa de Bonnie o Meredith después de clase, de modo que no me esperéis para cenar. ¡Adiós!
—___(Tn)...
__(Tn) estaba ya en la puerta principal. La cerró tras ella, cortando las distantes protestas de tía Judith, y salió al porche delantero.
Y se detuvo.
Todas las malas sensaciones de la mañana volvieron a abalanzarse sobre ella. La ansiedad, el miedo. Y la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
La calle Maple estaba desierta. Las altas casas victorianas parecían extrañas y silenciosas, como si todas estuvieran vacías por dentro, como las casas de un plató abandonado. Parecían vacías de gente, pero llenas de extrañas cosas vigilantes.
Eso era: algo la vigilaba. El cielo sobre su cabeza no era azul, sino lechoso y opaco, como un cuenco gigante vuelto boca abajo. El aire era sofocante, y __(Tn) tuvo la seguridad de que había ojos observándola.
Vio algo oscuro en las ramas del viejo membrillo que había frente a la casa.
Era un cuervo, tan inmóvil como las hojas teñidas de amarillo de su alrededor. Y era la cosa que la observaba.
Intentó decirse que era ridículo, pero en cierto modo lo sabía. Era el cuervo más grande que había visto nunca, gordo y brillante, con arcos iris centelleando en sus plumas negras. Podía ver cada detalle con claridad: las ávidas garras oscuras, el afilado pico, el individual y centelleante ojo negro.
Estaba tan quieto que podría haber sido un modelo en cera de un ave colocado allí. Pero mientras lo contemplaba fijamente, ___(Tn) se sintió enrojecer poco a poco, el calor ascendiendo en oleadas por la garganta y las mejillas. Porque... la miraba a ella. La miraba del modo con que los chicos la miraban cuando llevaba un bañador o una blusa muy fina. Como si la desvistiera con los ojos.
Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya había soltado la mochila y cogido una piedra de la entrada.
—¡Fuera de aquí! —dijo, y oyó la temblorosa cólera de su propia voz—. ¡Vamos! ¡Vete! —Con la última palabra, arrojó la piedra.
Hubo una explosión de hojas, pero el cuervo remontó el vuelo indemne. Las alas eran enormes y hacían tanto ruido como toda una bandada de cuervos. __(Tn) se acuclilló, repentinamente presa del pánico, cuando el ave aleteó justo por encima de su cabeza, alborotando sus cabellos rubios con el viento producido por las alas.
Pero volvió a alzarse abruptamente y describió un círculo, una silueta negra recortada en el cielo blanco como el papel. Luego, con un graznido ronco, giró y se marchó en dirección al bosque.
__(Tn) se irguió despacio, luego miró en derredor, cohibida. No podía creer lo que acababa de hacer. Pero ahora que el pájaro se había ido, el cielo volvía a parecer normal. Un leve viento agitó las hojas, y __(Tn) aspiró profundamente. Calle abajo, una puerta se abrió y varios niños salieron en tropel, riendo.
___(Tn) les sonrió y volvió a tomar aire, sintiendo que una sensación de alivio la inundaba igual que la luz solar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Era un día hermoso, que prometía mucho, y nada malo iba a suceder.
Nada malo iba a suceder; excepto que llegaría tarde al instituto. Toda la pandilla la estaría aguardando en el aparcamiento.
Siempre podía contarles a todos que se había detenido para arrojarle piedras a un mirón, se dijo, y casi soltó una risita divertida. Eso sí les daría algo en que pensar.
Sin siquiera una mirada atrás al membrillo, empezó a andar tan de prisa como pudo calle abajo.
El cuervo se abrió paso violentamente por entre la parte superior de un roble enorme, y la cabeza de Nick se alzó de golpe de un modo reflejo. Cuando vio que no era más que un pájaro, se relajó.
Sus ojos descendieron hasta la blanca figura flácida en sus manos, y notó que el rostro se le crispaba con pesar. No había querido matarlo. Habría cazado algo mayor que un conejo de haber sabido lo hambriento que estaba. Pero, claro, eso era justo lo que lo asustaba: no saber nunca lo fuerte que sería el hambre, o qué tendría que hacer para satisfacerla. Tenía suerte de haber matado sólo a un conejo en esa ocasión.
Se puso en pie bajo los viejos robles, con la luz del sol filtrándose hasta sus cabellos rizados. En téjanos y con una camiseta, Nick Jonas tenía todo el aspecto de un alumno normal y corriente de secundaria.
No lo era.
Se había internado en lo más profundo del bosque, donde nadie podría verlo, para alimentarse, y en aquellos momentos se pasaba la lengua a conciencia por encías y labios, para asegurarse de que no había ninguna mancha en ellos. No quería correr riesgos. Ya iba a ser bastante difícil llevar a cabo aquella mascarada.
Por un momento se preguntó, una vez más, si no debería dejarlo correr. Quizá debería regresar a Italia, de vuelta a su escondite. ¿Qué le hacía pensar que podía reincorporarse al mundo de la luz diurna?
Pero estaba cansado de vivir en sombras. Estaba cansado de la oscuridad y de las cosas que vivían en ella. Sobre todo, estaba cansado de estar solo.
No estaba seguro de por qué había escogido Fell's Church, en Virginia. Era una ciudad joven, según su criterio; los edificios más antiguos los habían levantado hacía sólo un siglo y medio. Pero recuerdos y fantasmas de la guerra de Secesión todavía vivían allí, tan reales como los supermercados y los locales de comida rápida.
Nick apreciaba el respeto por el pasado y pensaba que podría llegar a gustarle la gente de Fell's Church. Y a lo mejor —sólo a lo mejor— podría encontrar un lugar entre ella.
Jamás le aceptarían por completo, desde luego. Una amarga sonrisa curvó sus labios ante la idea. Sabía bien que no podía esperar eso. Jamás habría un lugar al que pudiera pertenecer por completo, donde pudiera ser realmente él.
A menos que eligiera pertenecer a las sombras...
Desechó la idea violentamente. Había renunciado a la oscuridad; había dejado atrás las sombras. Estaba borrando todos aquellos largos años y empezando otra vez, hoy.
Advirtió que todavía sostenía el conejo. Con suavidad, lo depositó sobre el lecho de hojas secas de roble. A lo lejos, demasiado lejos para que el oído humano lo captara, reconoció los sonidos de un zorro.
«Apresúrate, camarada cazador —pensó entristecido—. Te espera el desayuno.»
Al echarse la chaqueta sobre los hombros, reparó en el cuervo que lo había perturbado antes. Seguía posado en el roble y parecía observarle. Había algo que resultaba impropio en él.
Empezó a lanzar un pensamiento de sondeo en su dirección, para examinar al ave, y se detuvo. «Recuerda tu promesa —pensó—. No usarás los Poderes a menos que sea absolutamente necesario. No a menos que no haya otra posibilidad.»
Moviéndose casi en silencio por entre las hojas y las ramitas secas, se encaminó hacia el linde del bosque. Su coche estaba aparcado allí. Miró hacia atrás una vez y vio que el cuervo había abandonado las ramas y saltado sobre el conejo.
Había algo siniestro en el modo en que extendía las alas sobre el cuerpo blanco y flácido, algo siniestro y triunfal. A Nick se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a punto de volver atrás para ahuyentar al pájaro. Con todo, tenía tanto derecho a comer como el zorro, se dijo.
Tanto derecho como él mismo.
Si volvía a tropezarse con el ave, echaría una mirada en su mente, decidió. Por el momento, apartó los ojos de él y corrió a través del bosque, con expresión decidida. No quería llegar tarde al instituto de secundaria Robert E. Lee.
Bueno chicas les dejo el primer
cap si comentan mañana subo el otro cap
espero que les guste!
COMENTEN!!
byebye :D
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Ola nueva lectora me llamo Ariana!!
Ame tu noove es como "The vampire diaries"
Amo a Ian Somerhalder (Damon Salvatore)
Siguela please!!
Ame tu noove es como "The vampire diaries"
Amo a Ian Somerhalder (Damon Salvatore)
Siguela please!!
#Unbroken♥__#FastLife♥
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
i_love_ddlh_jajm escribió:Ola nueva lectora me llamo Ariana!!
Ame tu noove es como "The vampire diaries"
Amo a Ian Somerhalder (Damon Salvatore)
Siguela please!!
BIENVENIDA :D
Ya edito y subo el cap!! :D
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Capítulo 2
En cuanto puso el pie en el aparcamiento del instituto, __(Tn) se vio rodeada. Todo el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde finales de junio, más cuatro o cinco advenedizas que esperaban obtener popularidad por asociación. Uno a uno aceptó los abrazos de bienvenida de su propio grupo.
Caroline había crecido al menos casi tres centímetros y resultaba más sensual y más parecida a una modelo de Vogue que nunca. Recibió a __(Tn) con frialdad y volvió a retroceder con los verdes ojos entrecerrados como los de un gato.
Bonnie no había crecido en absoluto y su rizada cabeza roja apenas le llegaba a __(Tn) a la barbilla cuando le arrojó los brazos al cuello. «Un momento... ¿rizos?», pensó __(Tn). Apartó a la menuda muchacha.
—¡Bonnie! ¿Qué le has hecho a tu cabello?
—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Bonnie se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió, los ojos castaños centelleando emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.
__(Tn) siguió adelante.
—Meredith. No has cambiado nada.
Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por ambas partes. Había echado de menos a Meredith más que a nadie, se dijo __(Tn), mirando a la alta muchacha. Meredith jamás llevaba maquillaje; pero, por otra parte, con su perfecta tez aceitunada y sus espesas pestañas negras, no lo necesitaba. Justo en aquel momento tenía una elegante ceja enarcada mientras estudiaba a __(Tn).
—Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero ¿dónde está tu bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la Costa Azul.
—Ya sabes que nunca me bronceo.
Elena le enseñó las manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable, igual que porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Bonnie.
—Sólo un minuto; esto me recuerda algo —terció Bonnie, agarrando una de las manos de __(Tn)—. ¡Adivinad qué aprendí de mi prima este verano! —Antes de que nadie pudiera hablar, ella misma comunicó triunfal—: ¡A leer las manos!
Se escucharon gemidos y algunas carcajadas.
—Reíd todo lo que queráis —replicó Bonnie, sin mostrarse afectada—. Mi prima me dijo que soy médium. Ahora, veamos...
Escrutó la palma de __(Tn).
—Date prisa o vamos a llegar tarde —dijo __(Tn), un tanto impaciente.
—De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la línea del corazón? —En el grupo, alguien lanzó una risita—. Silencio; estoy penetrando en el vacío. Veo... Veo… —de improviso, el rostro de Bonnie pareció desconcertado, como si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños se abrieron de par en par, pero ya no parecía contemplar la mano de __(Tn). Era como si mirara a través de ella... a algo aterrador.
—Conocerás a un desconocido alto y moreno —murmuró Meredith desde detrás de ella y se escuchó un aluvión de risitas.
—Moreno sí, y un desconocido..., pero no alto —la voz de Bonnie sonaba baja y lejana.
—Aunque —prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo—, fue alto en una ocasión. —Los abiertos ojos castaños se alzaron hacia __(Tn) desconcertados—. Pero eso es imposible... ¿verdad? —Soltó la mano de su amiga, casi arrojándola lejos—. No quiero ver más.
—Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos —dijo __(Tn) a las demás, vagamente irritada.
Siempre le había parecido que los trucos de las médiums no eran más que eso, trucos. Entonces, ¿por qué se sentía molesta? ¿Sólo porque aquella mañana casi le había dado un ataque...?
Las jóvenes iniciaron la marcha hacia el edificio de la escuela, pero el rugido de un motor puesto a punto con precisión las detuvo a todas en seco.
—Vaya —dijo Caroline, mirándolo fijamente—. Menudo coche.
—Menudo Porsche —la corrigió Meredith con sequedad.
El elegante Turbo 911 negro ronroneó por el aparcamiento, buscando un espacio mientras se movía perezosamente como una pantera acechando a su presa.
Cuando el automóvil se detuvo, la puerta se abrió y tuvieron una breve visión del conductor.
—¡Oh, Dios mío! —murmuró Caroline.
—Ya puedes repetirlo —musitó Bonnie.
Desde donde se encontraba, __(Tn) vio que el joven tenía un cuerpo delgado de musculatura plana. Llevaba unos vaqueros descoloridos que probablemente tenía que despegar del cuerpo por la noche, una camiseta ajustada y una chaqueta de cuero de un corte poco común. El cabello era ondulado... y oscuro.
No era alto, sin embargo. Tenía una altura corriente.
__(Tn) soltó el aliento que había contenido.
—¿Quién es ese hombre enmascarado? —preguntó Meredith.
El comentario era acertado: unas oscuras gafas de sol cubrían completamente los ojos del joven, ocultando el rostro como una máscara.
—Ese desconocido enmascarado —dijo alguien más y se elevó un murmullo de voces.
—¿Veis esa chaqueta? Es italiana, seguro.
—¿Cómo puedes saberlo? ¡Nunca has ido más allá de Little Italy de Nueva York!
—¡Uh, ah! __(Tn) vuelve a tener esa mirada. Esa expresión cazadora.
—Bajo-moreno-y-apuesto, será mejor que tengas cuidado.
—¡No es bajo; es perfecto!
En medio del parloteo, la voz de Caroline se dejó oír de repente.
—Vamos, __(Tn). Tú ya tienes a Matt. ¿Qué más quieres? ¿Qué puedes hacer con dos que no puedas hacer con uno?
—Lo mismo... sólo que durante más tiempo —dijo Meredith arrastrando las palabras y el grupo prorrumpió en carcajadas.
El muchacho había cerrado el coche y caminaba hacia la escuela. Con indiferencia, Elena empezó a andar tras él, con las otras chicas justo detrás de ella en un grupo compacto. Por un instante, la irritación burbujeó en su interior. ¿Es que no podía ir a ninguna parte sin toda una procesión pisándole los talones? Pero Meredith atrajo su mirada, y la muchacha sonrió a pesar suyo.
—Noblesse oblige —dijo Meredith en voz baja.
—¿Qué?
—Si vas a ser la reina del instituto, tienes que aguantar las consecuencias.
__(Tn) torció el gesto mientras entraban en el edificio. Un largo pasillo se extendía ante ellas, y una figura en téjanos y chaqueta de cuero desaparecía en aquel momento por la entrada de la secretaría situada más allá. __(Tn) aminoró el paso al acercarse a la secretaría, deteniéndose por fin para contemplar pensativa los mensajes del tablero de anuncios de corcho situado junto a la puerta. En aquel punto había una gran ventana desde la que resultaba visible toda la habitación.
Las otras chicas miraban descaradamente por la ventana y reían tontamente.
—Hermosa vista posterior.
—Ésa es sin lugar a dudas una chaqueta Armani.
—¿Creéis que es de fuera del estado?
__(Tn) aguzaba el oído para captar el nombre del muchacho. Parecía existir alguna especie de problema: la señora Clarke, la secretaria de admisiones, miraba una lista y negaba con la cabeza. El muchacho dijo algo, y la señora Clarke levantó las manos en un gesto que daba a entender: «¿Qué puedo hacer?». Deslizó un dedo por la lista y volvió a negar con la cabeza, de manera concluyente. El muchacho hizo intención de marcharse y luego dio la vuelta. Y cuando la señora Clarke alzó los ojos hacia él, su expresión cambió.
El desconocido tenía ahora las gafas de sol en la mano. La señora Clarke parecía sobresaltada por algo; __(Tn) vio cómo pestañeaba varias veces. Los labios de la mujer se abrieron y cerraron como si intentara hablar.
___(Tn) deseó poder ver algo más que el cogote del muchacho. La señora Clarke buscaba entre pilas de papel en aquellos momentos, con expresión aturdida. Por fin encontró alguna especie de formulario y escribió en él, luego lo giró y lo empujó hacia el muchacho.
Éste escribió brevemente en el impreso —firmándolo, probablemente— y lo devolvió. La señora Clarke lo miró fijamente durante un segundo, luego rebuscó en un nuevo montón de papeles, para finalmente entregarle lo que parecía un horario de clases. Sus ojos no se apartaron ni un momento del joven mientras éste lo tomaba, inclinaba la cabeza en agradecimiento y se dirigía hacia la puerta.
__(Tn) estaba loca de curiosidad a aquellas alturas. ¿Qué acababa de suceder allí? ¿Y qué aspecto tenía el rostro de aquel desconocido? Pero mientras salía de la secretaría, él se colocaba ya otra vez las gafas de sol. La embargó la desilusión.
Con todo, pudo ver el resto de la cara cuando él se detuvo en la entrada. El cabello oscuro y rizado enmarcaba facciones tan delicadas que podían haber sido sacadas de una antigua moneda o un medallón romanos. Pómulos prominentes, una clásica nariz recta... y una boca capaz de mantenerte despierta por la noche, se dijo __(Tn). El labio superior estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran cantidad de sensualidad. El parloteo de las chicas en el pasillo había cesado, como si alguien hubiese pulsado un interruptor.
La mayoría desviaba la mirada del muchacho ahora, ojeando a cualquier sitio excepto a él. __(Tn) mantuvo su puesto junto a la ventana y sacudió la cabeza ligeramente, quitándose la cinta del pelo de modo que éste cayó suelto alrededor de los hombros.
Sin mirar ni a un lado ni a otro, el muchacho avanzó por el pasillo. Un coro de suspiros y susurros estalló en cuanto él ya no pudo oírlos.
__(Tn) no oyó nada de todo ello.
Había pasado justo a su lado sin prestarle atención, se dijo, aturdida. Justo a su lado sin dirigirle ni una mirada.
Vagamente, advirtió que sonaba la campana y que Meredith tiraba de su brazo.
—¿Qué?
—He dicho que aquí tienes tu horario. Tenemos matemáticas en el segundo piso, justo ahora. ¡Vamos!
__(Tn) permitió que Meredith la empujara pasillo adelante, la hiciera subir un tramo de escaleras y la introdujera en un aula. Se instaló automáticamente en un asiento vacío y clavó los ojos en la profesora, que estaba delante, sin verla en realidad. La impresión aún no se había desvanecido.
Había pasado por su lado sin prestarle atención. Sin una mirada. No recordaba cuánto hacía que un muchacho había hecho eso. Todos miraban, como mínimo. Algunos silbaban. Algunos se detenían a hablar. Otros se limitaban a mirarla fijamente.
Y aquello siempre había complacido a __(Tn).
Al fin y al cabo, ¿había algo más importante que los chicos? Ellos eran el indicador de lo popular que eras, de lo bonita que eras. Y podían ser útiles para toda clase de cosas. En ocasiones resultaban excitantes, pero por lo general eso no duraba demasiado. A veces eran desagradables desde el principio.
La mayoría de los chicos, reflexionó __(Tn), eran como cachorros. Adorables en su ambiente, pero prescindibles. Unos pocos podían ser más que eso, podían convertirse en auténticos amigos. Como Matt.
Ah, Matt. El año anterior había esperado que fuera la persona que buscaba, el chico que podía hacerle sentir..., bueno, algo más. Más que el arrebato triunfal de hacer una conquista, el orgullo de exhibir la nueva adquisición ante las otras chicas. Y realmente había llegado a sentir un afecto auténtico por Matt. Pero en el transcurso del verano, cuando tuvo tiempo de pensar, comprendió que era el afecto que sentiría por una prima o una hermana.
La señorita Halpern estaba distribuyendo los libros de texto. __(Tn) tomó el suyo mecánicamente y escribió su nombre en el interior, sumida aún en sus reflexiones.
Le gustaba Matt más que cualquier otro chico que había conocido. Y por eso iba a tener que decirle que todo había terminado.
No había sabido cómo decírselo por carta. Tampoco sabía cómo decírselo ahora. No era que temiera que él fuera a montar un número; sencillamente, no lo comprendería. Ella tampoco lo comprendía en realidad.
Era como si siempre intentara alcanzar... algo. Sólo que cuando pensaba que lo había conseguido, no estaba allí. No con Matt, no con ninguno de los chicos con los que había salido.
Y entonces tenía que volver a empezar desde el principio. Por suerte, siempre había material nuevo. Ningún chico se le había resistido, y ningún chico la había desairado jamás. Hasta aquel momento.
Hasta aquel momento. Recordando aquel instante en el vestíbulo, __(Tn) descubrió que tenía los dedos crispados sobre el bolígrafo que sostenía. Seguía sin poder creer que la hubiese ignorado de aquel modo.
Sonó la campana y todo el mundo salió en tropel del aula, pero __(Tn) se detuvo en la entrada. Se mordió el labio, escrutando el río de estudiantes que cruzaba el pasillo. Entonces distinguió a una de las chicas que habían estado pululando a su alrededor en el aparcamiento.
—¡Francés! Ven aquí.
La aludida se acercó entusiasmada, con el poco agraciado rostro iluminándose.
—Escucha, Francés, ¿recuerdas a ese chico de esta mañana?
—¿El del Porsche y los... ejem... activos personales? ¿Cómo podría olvidarle?
—Bueno, quiero su horario de clases. Consigúelo en la secretaría si puedes, o copíalo de él si es necesario. ¡Pero hazlo!
Francés se mostró sorprendida por un instante, luego sonrió de oreja a oreja y asintió.
—De acuerdo, __(Tn), lo intentaré. Me reuniré contigo a la hora del almuerzo si puedo conseguirlo.
—Gracias.
__(Tn) contempló a la muchacha mientras ésta se alejaba.
—¿Sabes?, estás realmente loca —dijo la voz de Meredith en su oído.
—¿De qué sirve ser la reina de la escuela si no puedes abusar un poco de tu autoridad a veces? —replicó ella con tranquilidad—. ¿Adonde voy ahora?
—Tecnología. Toma, quédatelo —Meredith le tendió bruscamente un horario—. Tengo que ir corriendo a química. ¡Nos vemos luego!
Tecnología y el resto de la mañana pasaron de un modo vago. __(Tn) había esperado vislumbrar otra vez al nuevo alumno, pero no estaba en ninguna de sus clases. Matt sí estaba en una y sintió una punzada cuando los ojos azules de él se encontraron con los suyos con una sonrisa.
Al sonar la campana del almuerzo, saludó con la cabeza a derecha e izquierda mientras iba hacia la cantina. Caroline estaba fuera, plantada con aire indiferente contra una pared con la barbilla alzada, los hombros echados hacia atrás y las caderas adelantadas. Los dos muchachos con los que hablaba callaron y se dieron codazos al acercarse __(tn).
—Hola —saludó lacónica __(Tn) a los chicos, y luego le dijo a Caroline—: ¿Lista para entrar y comer?
Los ojos verdes de la muchacha apenas oscilaron en dirección a __(Tn), y se apartó unos brillantes cabellos castaño rojizos del rostro.
—¿En la mesa real? —preguntó.
__(tn) se sintió desconcertada. Caroline y ella habían sido amigas desde el jardín de infancia, y siempre habían competido entre sí con buen humor. Pero últimamente algo le había sucedido a Caroline, que había empezado a tomarse la rivalidad cada vez más en serio. Y en aquel momento, a __(tn) le sorprendió la amargura en la voz de la otra muchacha.
—Bueno, no se puede decir precisamente que tú pertenezcas a la plebe —respondió en tono ligero.
—Ah, en eso tienes mucha razón —respondió Caroline, girando para colocarse totalmente de cara a __(tn).
Sus ojos verdes estaban entrecerrados y velados, y a __(Tn) le impresionó la hostilidad que vio en ellos. Los dos muchachos sonrieron inquietos y se alejaron poco a poco.
Caroline no pareció advertirlo.
—Muchas cosas han cambiado mientras estabas fuera este verano, __(Tn) —prosiguió—. Y simplemente es posible que tu tiempo en el trono se esté acabando.
__(Tn) había enrojecido; lo notaba. Se esforzó por mantener la voz tranquila.
—Es posible —respondió—. Pero yo no me compraría aún un cetro si fuera tú, Caroline. —Dio la vuelta y entró en el comedor.
Fue un alivio ver a Meredith y a Bonnie, y a Francés junto a ellas. Sintió cómo sus mejillas se enfriaban mientras elegía su almuerzo e iba a reunirse con ellas. No dejaría que Caroline la trastornara; no pensaría en absoluto en ella.
—Lo tengo —anunció Francés, agitando un trozo de papel cuando __(Tn) se sentó.
—Y yo tengo cosas interesantes que contar —dijo Bonnie, dándose importancia—. __(Tn), escucha esto. Está en mi clase de biología y me siento justo al otro lado. Su nombre es Nick, Nick Jonas, viene de Italia, y se hospeda en casa de la vieja señora Flowers, en las afueras de la ciudad. —Suspiró—. Es tan romántico... A Caroline se le cayeron los libros y él se los recogió.
—Qué torpe es Caroline —comentó __(Tn), torciendo el gesto—. ¿Qué más sucedió?
—Bueno, eso es todo. En realidad no habló con ella. Es muuuy misterioso, ¿sabes? La señora Endicott, mi profesora de biología, intentó conseguir que se quitara las gafas, pero no quiso hacerlo. Padece una afección.
—¿Qué clase de afección?
—No lo sé. A lo mejor es terminal y sus días están contados. ¿No sería eso romántico?
—Oh, mucho —dijo Meredith.
__(Tn) revisaba la hoja de papel de Francés, mordiéndose el labio.
—Está en mi séptima hora, Historia Europea. ¿Alguien más tiene esa clase?
—Yo —respondió Bonnie—. Y creo que Caroline también la tiene. Ah, y a lo mejor Matt; dijo algo ayer sobre lo mala que era su suerte al tener al señor Tanner.
Maravilloso, se dijo __(Tn), tomando el tenedor y acuchillando su puré de patatas. Parecía que la séptima hora iba ser sumamente interesante.
Nick se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar aquellas habitaciones y pasillos atestados, aunque solo fuera unos minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas voces mentales rodeándole, lo mareaba. Hacía años que no había estado en medio de una multitud de gente como aquélla.
Una mente en particular destacaba de las demás. Ella había estado entre los que lo observaban en el pasillo principal del edificio del instituto. No sabía qué aspecto tenía la muchacha, pero su personalidad era poderosa. Estaba seguro de que volvería a reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la mascarada. Había usado los Poderes sólo dos veces y además con moderación. Pero estaba cansado, y, admitió con pesar, hambriento. El conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía de eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó. E inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
En el límite de su conciencia, una luz dorada, suave y a la vez vital, resplandecía. Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que procedía. Estaba sentada justo frente a él.
En el mismo instante en que lo pensaba, ella volvió la cabeza y él le vio la cara. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamación de sorpresa.
¡Katherine! Pero, desde luego, no podía ser. Katherine estaba muerta, nadie lo sabía mejor que él.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello de un dorado pálido, tan rubio que parecía brillar tenuemente. Aquella piel cremosa, que siempre le había hecho pensar en cisnes o en alabastro, sonrojándose con un leve tono rosa sobre los pómulos. Y los ojos... Los ojos de Katherine habían sido de un color que no había visto nunca antes; más oscuros que el azul celeste, tan intensos como el lapislázuli de su enjoyada diadema. Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en él mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos deseaba era pensar en Katherine. No quería mirar a aquella chica que se la recordaba y no quería seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos puestos en el pupitre, bloqueando su mente con toda la energía de que fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volvió la cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió. No le importó. De hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de él. Aparte de eso, no sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentado, con la voz monótona del profesor vertiéndose sobre él sin que la oyera. Pero podía oler un sutil deje de algún perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello blanco de la chica estaba inclinado sobre su libro, con el cabello cayendo a ambos lados de él.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció la seductora sensación en sus dientes..., más un hormigueo o un cosquilleo que un dolor persistente. Era hambre, un hambre específica. Y no una que pensara satisfacer.
El profesor paseaba por la habitación como un hurón, haciendo preguntas, y Nick fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un principio se sintió perplejo, pues a pesar de que ninguno de los alumnos sabía las respuestas, las preguntas seguían llegando. Entonces comprendió que ése era el propósito del profesor. Avergonzar a los alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una muchacha menuda con abundantes rizos rojos y una cara en forma de corazón. Nick contempló con disgusto cómo el profesor la importunaba a preguntas. La muchacha parecía muy desgraciada cuando él se apartó de ella para dirigirse a toda la clase.
—¿Veis a lo que me refiero? Pensáis que sois una gran cosa; estudiantes de último curso ya, listos para graduarse. Bien, dejad que os diga esto, algunos de vosotros no estáis preparados ni para graduaros del jardín de infancia. ¡Como esto! —Señaló en dirección a la chica pelirroja—. Ni idea sobre la Revolución francesa. Cree que María Antonieta era una estrella del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Nick empezaron a removerse incómodos. Pudo percibir el rencor en sus mentes y la humillación. Y el miedo. Todos temían a aquel hombrecillo delgado con ojos parecidos a los de una comadreja, incluso los chicos grandotes que eran más altos que él.
—De acuerdo, probemos otra época. —El profesor se volvió de nuevo hacia la misma chica a la que había estado interrogando—. Durante el Renacimiento... —Se interrumpió—. Sabes al menos qué es el Renacimiento, ¿verdad? El período entre los siglos XIII y XVII, durante el que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua Grecia y Roma. El período que alumbró a tantos de los artistas y pensadores más importantes de Europa. —Cuando la chica asintió atropelladamente, él prosiguió—: Durante el Renacimiento, ¿qué estarían haciendo los alumnos de vuestra edad en la escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo?
La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:
—¿Jugar a rugby?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
—¡Más bien no! —le espetó, y la clase se acalló—. ¿Creéis que esto es un chiste? Pues bien, en esos días, los estudiantes de vuestra edad dominaban ya varios idiomas. También habían llegado a ser expertos en lógica, matemáticas, astronomía, filosofía y gramática. Estaban listos para pasar a una universidad en la que cada curso se enseñaba en latín. El rugby sería rotundamente la última cosa en la que...
—Perdone.
La sosegada voz detuvo al profesor en mitad de la arenga. Todo el mundo se volvió para mirar a Nick.
—¿Qué? ¿Qué has dicho?
—He dicho, perdone —repitió Nick, quitándose las gafas y poniéndose en pie—. Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les animaba a participar en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano conlleva una mente sana. Y, desde luego, tenían deportes de equipo, como criquet, tenis... e incluso rugby. —Volvió la cabeza hacia la chica pelirroja y sonrió, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud; dirigiéndose al profesor, añadió—: Pero las cosas más importantes que aprendían eran buenos modales y urbanidad. Estoy seguro de que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estaba rojo de rabia y el hombre farfullaba. Pero Nick siguió sosteniéndole la mirada, y al cabo de un minuto fue el otro quien desvió los ojos.
Sonó la campana.
Nick se puso rápidamente las gafas y recogió sus libros. Ya había atraído más atención sobre sí de la que debería, y no quería tener que mirar a la chica rubia otra vez. Además, necesitaba salir de allí rápidamente; notaba una familiar sensación abrasadora en sus venas.
Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:
—¡Eh! ¿Realmente jugaban a rugby en aquellos tiempos?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.
—Claro que sí. A veces con las cabezas cortadas de los prisioneros de guerra.
__(Tn) le observó mientras se alejaba. La había rechazado deliberadamente. La había desairado a propósito, y delante de Caroline, que no le había quitado los ojos de encima. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero en aquel momento sólo una idea bullía en su cabeza.
Lo tendría, incluso aunque le fuera la vida en ello. Aunque les fuera la vida a los dos, lo tendría.
Espero que les guste el cap
COMENTEN!!
byebye :D :D
En cuanto puso el pie en el aparcamiento del instituto, __(Tn) se vio rodeada. Todo el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde finales de junio, más cuatro o cinco advenedizas que esperaban obtener popularidad por asociación. Uno a uno aceptó los abrazos de bienvenida de su propio grupo.
Caroline había crecido al menos casi tres centímetros y resultaba más sensual y más parecida a una modelo de Vogue que nunca. Recibió a __(Tn) con frialdad y volvió a retroceder con los verdes ojos entrecerrados como los de un gato.
Bonnie no había crecido en absoluto y su rizada cabeza roja apenas le llegaba a __(Tn) a la barbilla cuando le arrojó los brazos al cuello. «Un momento... ¿rizos?», pensó __(Tn). Apartó a la menuda muchacha.
—¡Bonnie! ¿Qué le has hecho a tu cabello?
—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Bonnie se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió, los ojos castaños centelleando emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.
__(Tn) siguió adelante.
—Meredith. No has cambiado nada.
Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por ambas partes. Había echado de menos a Meredith más que a nadie, se dijo __(Tn), mirando a la alta muchacha. Meredith jamás llevaba maquillaje; pero, por otra parte, con su perfecta tez aceitunada y sus espesas pestañas negras, no lo necesitaba. Justo en aquel momento tenía una elegante ceja enarcada mientras estudiaba a __(Tn).
—Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero ¿dónde está tu bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la Costa Azul.
—Ya sabes que nunca me bronceo.
Elena le enseñó las manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable, igual que porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Bonnie.
—Sólo un minuto; esto me recuerda algo —terció Bonnie, agarrando una de las manos de __(Tn)—. ¡Adivinad qué aprendí de mi prima este verano! —Antes de que nadie pudiera hablar, ella misma comunicó triunfal—: ¡A leer las manos!
Se escucharon gemidos y algunas carcajadas.
—Reíd todo lo que queráis —replicó Bonnie, sin mostrarse afectada—. Mi prima me dijo que soy médium. Ahora, veamos...
Escrutó la palma de __(Tn).
—Date prisa o vamos a llegar tarde —dijo __(Tn), un tanto impaciente.
—De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la línea del corazón? —En el grupo, alguien lanzó una risita—. Silencio; estoy penetrando en el vacío. Veo... Veo… —de improviso, el rostro de Bonnie pareció desconcertado, como si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños se abrieron de par en par, pero ya no parecía contemplar la mano de __(Tn). Era como si mirara a través de ella... a algo aterrador.
—Conocerás a un desconocido alto y moreno —murmuró Meredith desde detrás de ella y se escuchó un aluvión de risitas.
—Moreno sí, y un desconocido..., pero no alto —la voz de Bonnie sonaba baja y lejana.
—Aunque —prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo—, fue alto en una ocasión. —Los abiertos ojos castaños se alzaron hacia __(Tn) desconcertados—. Pero eso es imposible... ¿verdad? —Soltó la mano de su amiga, casi arrojándola lejos—. No quiero ver más.
—Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos —dijo __(Tn) a las demás, vagamente irritada.
Siempre le había parecido que los trucos de las médiums no eran más que eso, trucos. Entonces, ¿por qué se sentía molesta? ¿Sólo porque aquella mañana casi le había dado un ataque...?
Las jóvenes iniciaron la marcha hacia el edificio de la escuela, pero el rugido de un motor puesto a punto con precisión las detuvo a todas en seco.
—Vaya —dijo Caroline, mirándolo fijamente—. Menudo coche.
—Menudo Porsche —la corrigió Meredith con sequedad.
El elegante Turbo 911 negro ronroneó por el aparcamiento, buscando un espacio mientras se movía perezosamente como una pantera acechando a su presa.
Cuando el automóvil se detuvo, la puerta se abrió y tuvieron una breve visión del conductor.
—¡Oh, Dios mío! —murmuró Caroline.
—Ya puedes repetirlo —musitó Bonnie.
Desde donde se encontraba, __(Tn) vio que el joven tenía un cuerpo delgado de musculatura plana. Llevaba unos vaqueros descoloridos que probablemente tenía que despegar del cuerpo por la noche, una camiseta ajustada y una chaqueta de cuero de un corte poco común. El cabello era ondulado... y oscuro.
No era alto, sin embargo. Tenía una altura corriente.
__(Tn) soltó el aliento que había contenido.
—¿Quién es ese hombre enmascarado? —preguntó Meredith.
El comentario era acertado: unas oscuras gafas de sol cubrían completamente los ojos del joven, ocultando el rostro como una máscara.
—Ese desconocido enmascarado —dijo alguien más y se elevó un murmullo de voces.
—¿Veis esa chaqueta? Es italiana, seguro.
—¿Cómo puedes saberlo? ¡Nunca has ido más allá de Little Italy de Nueva York!
—¡Uh, ah! __(Tn) vuelve a tener esa mirada. Esa expresión cazadora.
—Bajo-moreno-y-apuesto, será mejor que tengas cuidado.
—¡No es bajo; es perfecto!
En medio del parloteo, la voz de Caroline se dejó oír de repente.
—Vamos, __(Tn). Tú ya tienes a Matt. ¿Qué más quieres? ¿Qué puedes hacer con dos que no puedas hacer con uno?
—Lo mismo... sólo que durante más tiempo —dijo Meredith arrastrando las palabras y el grupo prorrumpió en carcajadas.
El muchacho había cerrado el coche y caminaba hacia la escuela. Con indiferencia, Elena empezó a andar tras él, con las otras chicas justo detrás de ella en un grupo compacto. Por un instante, la irritación burbujeó en su interior. ¿Es que no podía ir a ninguna parte sin toda una procesión pisándole los talones? Pero Meredith atrajo su mirada, y la muchacha sonrió a pesar suyo.
—Noblesse oblige —dijo Meredith en voz baja.
—¿Qué?
—Si vas a ser la reina del instituto, tienes que aguantar las consecuencias.
__(Tn) torció el gesto mientras entraban en el edificio. Un largo pasillo se extendía ante ellas, y una figura en téjanos y chaqueta de cuero desaparecía en aquel momento por la entrada de la secretaría situada más allá. __(Tn) aminoró el paso al acercarse a la secretaría, deteniéndose por fin para contemplar pensativa los mensajes del tablero de anuncios de corcho situado junto a la puerta. En aquel punto había una gran ventana desde la que resultaba visible toda la habitación.
Las otras chicas miraban descaradamente por la ventana y reían tontamente.
—Hermosa vista posterior.
—Ésa es sin lugar a dudas una chaqueta Armani.
—¿Creéis que es de fuera del estado?
__(Tn) aguzaba el oído para captar el nombre del muchacho. Parecía existir alguna especie de problema: la señora Clarke, la secretaria de admisiones, miraba una lista y negaba con la cabeza. El muchacho dijo algo, y la señora Clarke levantó las manos en un gesto que daba a entender: «¿Qué puedo hacer?». Deslizó un dedo por la lista y volvió a negar con la cabeza, de manera concluyente. El muchacho hizo intención de marcharse y luego dio la vuelta. Y cuando la señora Clarke alzó los ojos hacia él, su expresión cambió.
El desconocido tenía ahora las gafas de sol en la mano. La señora Clarke parecía sobresaltada por algo; __(Tn) vio cómo pestañeaba varias veces. Los labios de la mujer se abrieron y cerraron como si intentara hablar.
___(Tn) deseó poder ver algo más que el cogote del muchacho. La señora Clarke buscaba entre pilas de papel en aquellos momentos, con expresión aturdida. Por fin encontró alguna especie de formulario y escribió en él, luego lo giró y lo empujó hacia el muchacho.
Éste escribió brevemente en el impreso —firmándolo, probablemente— y lo devolvió. La señora Clarke lo miró fijamente durante un segundo, luego rebuscó en un nuevo montón de papeles, para finalmente entregarle lo que parecía un horario de clases. Sus ojos no se apartaron ni un momento del joven mientras éste lo tomaba, inclinaba la cabeza en agradecimiento y se dirigía hacia la puerta.
__(Tn) estaba loca de curiosidad a aquellas alturas. ¿Qué acababa de suceder allí? ¿Y qué aspecto tenía el rostro de aquel desconocido? Pero mientras salía de la secretaría, él se colocaba ya otra vez las gafas de sol. La embargó la desilusión.
Con todo, pudo ver el resto de la cara cuando él se detuvo en la entrada. El cabello oscuro y rizado enmarcaba facciones tan delicadas que podían haber sido sacadas de una antigua moneda o un medallón romanos. Pómulos prominentes, una clásica nariz recta... y una boca capaz de mantenerte despierta por la noche, se dijo __(Tn). El labio superior estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran cantidad de sensualidad. El parloteo de las chicas en el pasillo había cesado, como si alguien hubiese pulsado un interruptor.
La mayoría desviaba la mirada del muchacho ahora, ojeando a cualquier sitio excepto a él. __(Tn) mantuvo su puesto junto a la ventana y sacudió la cabeza ligeramente, quitándose la cinta del pelo de modo que éste cayó suelto alrededor de los hombros.
Sin mirar ni a un lado ni a otro, el muchacho avanzó por el pasillo. Un coro de suspiros y susurros estalló en cuanto él ya no pudo oírlos.
__(Tn) no oyó nada de todo ello.
Había pasado justo a su lado sin prestarle atención, se dijo, aturdida. Justo a su lado sin dirigirle ni una mirada.
Vagamente, advirtió que sonaba la campana y que Meredith tiraba de su brazo.
—¿Qué?
—He dicho que aquí tienes tu horario. Tenemos matemáticas en el segundo piso, justo ahora. ¡Vamos!
__(Tn) permitió que Meredith la empujara pasillo adelante, la hiciera subir un tramo de escaleras y la introdujera en un aula. Se instaló automáticamente en un asiento vacío y clavó los ojos en la profesora, que estaba delante, sin verla en realidad. La impresión aún no se había desvanecido.
Había pasado por su lado sin prestarle atención. Sin una mirada. No recordaba cuánto hacía que un muchacho había hecho eso. Todos miraban, como mínimo. Algunos silbaban. Algunos se detenían a hablar. Otros se limitaban a mirarla fijamente.
Y aquello siempre había complacido a __(Tn).
Al fin y al cabo, ¿había algo más importante que los chicos? Ellos eran el indicador de lo popular que eras, de lo bonita que eras. Y podían ser útiles para toda clase de cosas. En ocasiones resultaban excitantes, pero por lo general eso no duraba demasiado. A veces eran desagradables desde el principio.
La mayoría de los chicos, reflexionó __(Tn), eran como cachorros. Adorables en su ambiente, pero prescindibles. Unos pocos podían ser más que eso, podían convertirse en auténticos amigos. Como Matt.
Ah, Matt. El año anterior había esperado que fuera la persona que buscaba, el chico que podía hacerle sentir..., bueno, algo más. Más que el arrebato triunfal de hacer una conquista, el orgullo de exhibir la nueva adquisición ante las otras chicas. Y realmente había llegado a sentir un afecto auténtico por Matt. Pero en el transcurso del verano, cuando tuvo tiempo de pensar, comprendió que era el afecto que sentiría por una prima o una hermana.
La señorita Halpern estaba distribuyendo los libros de texto. __(Tn) tomó el suyo mecánicamente y escribió su nombre en el interior, sumida aún en sus reflexiones.
Le gustaba Matt más que cualquier otro chico que había conocido. Y por eso iba a tener que decirle que todo había terminado.
No había sabido cómo decírselo por carta. Tampoco sabía cómo decírselo ahora. No era que temiera que él fuera a montar un número; sencillamente, no lo comprendería. Ella tampoco lo comprendía en realidad.
Era como si siempre intentara alcanzar... algo. Sólo que cuando pensaba que lo había conseguido, no estaba allí. No con Matt, no con ninguno de los chicos con los que había salido.
Y entonces tenía que volver a empezar desde el principio. Por suerte, siempre había material nuevo. Ningún chico se le había resistido, y ningún chico la había desairado jamás. Hasta aquel momento.
Hasta aquel momento. Recordando aquel instante en el vestíbulo, __(Tn) descubrió que tenía los dedos crispados sobre el bolígrafo que sostenía. Seguía sin poder creer que la hubiese ignorado de aquel modo.
Sonó la campana y todo el mundo salió en tropel del aula, pero __(Tn) se detuvo en la entrada. Se mordió el labio, escrutando el río de estudiantes que cruzaba el pasillo. Entonces distinguió a una de las chicas que habían estado pululando a su alrededor en el aparcamiento.
—¡Francés! Ven aquí.
La aludida se acercó entusiasmada, con el poco agraciado rostro iluminándose.
—Escucha, Francés, ¿recuerdas a ese chico de esta mañana?
—¿El del Porsche y los... ejem... activos personales? ¿Cómo podría olvidarle?
—Bueno, quiero su horario de clases. Consigúelo en la secretaría si puedes, o copíalo de él si es necesario. ¡Pero hazlo!
Francés se mostró sorprendida por un instante, luego sonrió de oreja a oreja y asintió.
—De acuerdo, __(Tn), lo intentaré. Me reuniré contigo a la hora del almuerzo si puedo conseguirlo.
—Gracias.
__(Tn) contempló a la muchacha mientras ésta se alejaba.
—¿Sabes?, estás realmente loca —dijo la voz de Meredith en su oído.
—¿De qué sirve ser la reina de la escuela si no puedes abusar un poco de tu autoridad a veces? —replicó ella con tranquilidad—. ¿Adonde voy ahora?
—Tecnología. Toma, quédatelo —Meredith le tendió bruscamente un horario—. Tengo que ir corriendo a química. ¡Nos vemos luego!
Tecnología y el resto de la mañana pasaron de un modo vago. __(Tn) había esperado vislumbrar otra vez al nuevo alumno, pero no estaba en ninguna de sus clases. Matt sí estaba en una y sintió una punzada cuando los ojos azules de él se encontraron con los suyos con una sonrisa.
Al sonar la campana del almuerzo, saludó con la cabeza a derecha e izquierda mientras iba hacia la cantina. Caroline estaba fuera, plantada con aire indiferente contra una pared con la barbilla alzada, los hombros echados hacia atrás y las caderas adelantadas. Los dos muchachos con los que hablaba callaron y se dieron codazos al acercarse __(tn).
—Hola —saludó lacónica __(Tn) a los chicos, y luego le dijo a Caroline—: ¿Lista para entrar y comer?
Los ojos verdes de la muchacha apenas oscilaron en dirección a __(Tn), y se apartó unos brillantes cabellos castaño rojizos del rostro.
—¿En la mesa real? —preguntó.
__(tn) se sintió desconcertada. Caroline y ella habían sido amigas desde el jardín de infancia, y siempre habían competido entre sí con buen humor. Pero últimamente algo le había sucedido a Caroline, que había empezado a tomarse la rivalidad cada vez más en serio. Y en aquel momento, a __(tn) le sorprendió la amargura en la voz de la otra muchacha.
—Bueno, no se puede decir precisamente que tú pertenezcas a la plebe —respondió en tono ligero.
—Ah, en eso tienes mucha razón —respondió Caroline, girando para colocarse totalmente de cara a __(tn).
Sus ojos verdes estaban entrecerrados y velados, y a __(Tn) le impresionó la hostilidad que vio en ellos. Los dos muchachos sonrieron inquietos y se alejaron poco a poco.
Caroline no pareció advertirlo.
—Muchas cosas han cambiado mientras estabas fuera este verano, __(Tn) —prosiguió—. Y simplemente es posible que tu tiempo en el trono se esté acabando.
__(Tn) había enrojecido; lo notaba. Se esforzó por mantener la voz tranquila.
—Es posible —respondió—. Pero yo no me compraría aún un cetro si fuera tú, Caroline. —Dio la vuelta y entró en el comedor.
Fue un alivio ver a Meredith y a Bonnie, y a Francés junto a ellas. Sintió cómo sus mejillas se enfriaban mientras elegía su almuerzo e iba a reunirse con ellas. No dejaría que Caroline la trastornara; no pensaría en absoluto en ella.
—Lo tengo —anunció Francés, agitando un trozo de papel cuando __(Tn) se sentó.
—Y yo tengo cosas interesantes que contar —dijo Bonnie, dándose importancia—. __(Tn), escucha esto. Está en mi clase de biología y me siento justo al otro lado. Su nombre es Nick, Nick Jonas, viene de Italia, y se hospeda en casa de la vieja señora Flowers, en las afueras de la ciudad. —Suspiró—. Es tan romántico... A Caroline se le cayeron los libros y él se los recogió.
—Qué torpe es Caroline —comentó __(Tn), torciendo el gesto—. ¿Qué más sucedió?
—Bueno, eso es todo. En realidad no habló con ella. Es muuuy misterioso, ¿sabes? La señora Endicott, mi profesora de biología, intentó conseguir que se quitara las gafas, pero no quiso hacerlo. Padece una afección.
—¿Qué clase de afección?
—No lo sé. A lo mejor es terminal y sus días están contados. ¿No sería eso romántico?
—Oh, mucho —dijo Meredith.
__(Tn) revisaba la hoja de papel de Francés, mordiéndose el labio.
—Está en mi séptima hora, Historia Europea. ¿Alguien más tiene esa clase?
—Yo —respondió Bonnie—. Y creo que Caroline también la tiene. Ah, y a lo mejor Matt; dijo algo ayer sobre lo mala que era su suerte al tener al señor Tanner.
Maravilloso, se dijo __(Tn), tomando el tenedor y acuchillando su puré de patatas. Parecía que la séptima hora iba ser sumamente interesante.
Nick se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar aquellas habitaciones y pasillos atestados, aunque solo fuera unos minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas voces mentales rodeándole, lo mareaba. Hacía años que no había estado en medio de una multitud de gente como aquélla.
Una mente en particular destacaba de las demás. Ella había estado entre los que lo observaban en el pasillo principal del edificio del instituto. No sabía qué aspecto tenía la muchacha, pero su personalidad era poderosa. Estaba seguro de que volvería a reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la mascarada. Había usado los Poderes sólo dos veces y además con moderación. Pero estaba cansado, y, admitió con pesar, hambriento. El conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía de eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó. E inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
En el límite de su conciencia, una luz dorada, suave y a la vez vital, resplandecía. Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que procedía. Estaba sentada justo frente a él.
En el mismo instante en que lo pensaba, ella volvió la cabeza y él le vio la cara. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamación de sorpresa.
¡Katherine! Pero, desde luego, no podía ser. Katherine estaba muerta, nadie lo sabía mejor que él.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello de un dorado pálido, tan rubio que parecía brillar tenuemente. Aquella piel cremosa, que siempre le había hecho pensar en cisnes o en alabastro, sonrojándose con un leve tono rosa sobre los pómulos. Y los ojos... Los ojos de Katherine habían sido de un color que no había visto nunca antes; más oscuros que el azul celeste, tan intensos como el lapislázuli de su enjoyada diadema. Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en él mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos deseaba era pensar en Katherine. No quería mirar a aquella chica que se la recordaba y no quería seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos puestos en el pupitre, bloqueando su mente con toda la energía de que fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volvió la cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió. No le importó. De hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de él. Aparte de eso, no sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentado, con la voz monótona del profesor vertiéndose sobre él sin que la oyera. Pero podía oler un sutil deje de algún perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello blanco de la chica estaba inclinado sobre su libro, con el cabello cayendo a ambos lados de él.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció la seductora sensación en sus dientes..., más un hormigueo o un cosquilleo que un dolor persistente. Era hambre, un hambre específica. Y no una que pensara satisfacer.
El profesor paseaba por la habitación como un hurón, haciendo preguntas, y Nick fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un principio se sintió perplejo, pues a pesar de que ninguno de los alumnos sabía las respuestas, las preguntas seguían llegando. Entonces comprendió que ése era el propósito del profesor. Avergonzar a los alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una muchacha menuda con abundantes rizos rojos y una cara en forma de corazón. Nick contempló con disgusto cómo el profesor la importunaba a preguntas. La muchacha parecía muy desgraciada cuando él se apartó de ella para dirigirse a toda la clase.
—¿Veis a lo que me refiero? Pensáis que sois una gran cosa; estudiantes de último curso ya, listos para graduarse. Bien, dejad que os diga esto, algunos de vosotros no estáis preparados ni para graduaros del jardín de infancia. ¡Como esto! —Señaló en dirección a la chica pelirroja—. Ni idea sobre la Revolución francesa. Cree que María Antonieta era una estrella del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Nick empezaron a removerse incómodos. Pudo percibir el rencor en sus mentes y la humillación. Y el miedo. Todos temían a aquel hombrecillo delgado con ojos parecidos a los de una comadreja, incluso los chicos grandotes que eran más altos que él.
—De acuerdo, probemos otra época. —El profesor se volvió de nuevo hacia la misma chica a la que había estado interrogando—. Durante el Renacimiento... —Se interrumpió—. Sabes al menos qué es el Renacimiento, ¿verdad? El período entre los siglos XIII y XVII, durante el que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua Grecia y Roma. El período que alumbró a tantos de los artistas y pensadores más importantes de Europa. —Cuando la chica asintió atropelladamente, él prosiguió—: Durante el Renacimiento, ¿qué estarían haciendo los alumnos de vuestra edad en la escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo?
La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:
—¿Jugar a rugby?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
—¡Más bien no! —le espetó, y la clase se acalló—. ¿Creéis que esto es un chiste? Pues bien, en esos días, los estudiantes de vuestra edad dominaban ya varios idiomas. También habían llegado a ser expertos en lógica, matemáticas, astronomía, filosofía y gramática. Estaban listos para pasar a una universidad en la que cada curso se enseñaba en latín. El rugby sería rotundamente la última cosa en la que...
—Perdone.
La sosegada voz detuvo al profesor en mitad de la arenga. Todo el mundo se volvió para mirar a Nick.
—¿Qué? ¿Qué has dicho?
—He dicho, perdone —repitió Nick, quitándose las gafas y poniéndose en pie—. Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les animaba a participar en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano conlleva una mente sana. Y, desde luego, tenían deportes de equipo, como criquet, tenis... e incluso rugby. —Volvió la cabeza hacia la chica pelirroja y sonrió, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud; dirigiéndose al profesor, añadió—: Pero las cosas más importantes que aprendían eran buenos modales y urbanidad. Estoy seguro de que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estaba rojo de rabia y el hombre farfullaba. Pero Nick siguió sosteniéndole la mirada, y al cabo de un minuto fue el otro quien desvió los ojos.
Sonó la campana.
Nick se puso rápidamente las gafas y recogió sus libros. Ya había atraído más atención sobre sí de la que debería, y no quería tener que mirar a la chica rubia otra vez. Además, necesitaba salir de allí rápidamente; notaba una familiar sensación abrasadora en sus venas.
Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:
—¡Eh! ¿Realmente jugaban a rugby en aquellos tiempos?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.
—Claro que sí. A veces con las cabezas cortadas de los prisioneros de guerra.
__(Tn) le observó mientras se alejaba. La había rechazado deliberadamente. La había desairado a propósito, y delante de Caroline, que no le había quitado los ojos de encima. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero en aquel momento sólo una idea bullía en su cabeza.
Lo tendría, incluso aunque le fuera la vida en ello. Aunque les fuera la vida a los dos, lo tendría.
Espero que les guste el cap
COMENTEN!!
byebye :D :D
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Hola !!
estuvo super el cap !
que mal que nick haya ignorado a ________
espero que subas cap pronto
♫ chao ♫
estuvo super el cap !
que mal que nick haya ignorado a ________
espero que subas cap pronto
♫ chao ♫
Maddy
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
maru... me podes explicar porque no me dijiste que tenias esta novea? hace DOS años que que queria leer esta saga de libros, y la muy señorita no se digno en avisarme qu ella la estaba subiendo... muy bonito
supongo y que no sera necesario decir que soy nueva lectora... verdad? pues lo soy :P y ahora me tendras que aguantar aqui tambien... lastima que ahora tenes a mis pollitos de tu ladopero bueh! ya encontrare la manera de torturarte yo misma :P jajaja
supongo y que no sera necesario decir que soy nueva lectora... verdad? pues lo soy :P y ahora me tendras que aguantar aqui tambien... lastima que ahora tenes a mis pollitos de tu ladopero bueh! ya encontrare la manera de torturarte yo misma :P jajaja
eli_jonatika
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