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Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
maru!! escribió:KatitaDeJonas escribió:eli_jonatika escribió:tenes razpn!!!! sufre mas de lo que pensaba... y ahora es peor para el en la serie!!!! a mi tambien me mato lo de crepusculo:"Edward es demasiado sufrido" jajaja (ojo que tiene razon) love U Damon Salvatore!!! jaja re locaKatitaDeJonas escribió:eli_jonatika escribió:
no medigas!!! posta??? y eso que en la serie ya es para matarlo de a ratos... ahora con mas razon quiero qu maru la sigaxDDDD Siii, eraa para matarlo ¬¬" Peeero ya como casi al final de la 1ª tempo ez un amooor hahaha ay nuze me enamore(LL Uy maldiitaa Katherine, jajaja ¿Sabees qe me paso en el capi qe mostraron la foto de "Katherine" ii abajo poniaa su name? xDDD Me puse a llorar, porqe yo me llamo azii y mi mamá isq: Ay dios santisimo, ud y sus vampiros" xDD Zeh ya sé, toy loca pero ezqe me puse a chillar y a llorar jajaja!
Wah ¬¬" Odio cuando tenta a mii Stefan con la sangre, maldito jajaja morí con lo qe dijeron del libro de Crepusculo, okaas ya me callo jaja
Solo qeriiaa decir: ¡SIGUEEEELAA MUJEER! xDHahaha soe Colombiiana pero vivo en España, aca toy esperando la segunda tempo -.- xDDD Aca en España cuando Damon eztta en la cama de Caroline ii ezta leyendo ese libro diice: "¿Qué tiene de especial esa Bella? Edward esta idiota" xDDD Jajaja morí, ii me pusee a saltar de aca para allaa jajaj seh u.u Eztoy ENAMORADA de los vampiroos ii sobre todo de la Saga Crespuculo ii Cronicas Vampiricas *O* xDDD
OMJ yo me lei todos los libros de la saga crepusculo y de cronicas vampiricas soy
super fanatica de los libros, peli en el caso de crepusculo y serie en el caso de cronicas vampiricas :D
creo que aca no salio ese cap pero estoy deseando verlo :D
en la argentina ya van como por el tercer breack de la segunda temporada... yo tambien soy super fan de los hermanitos salvatore (bombonazos totales) y los cullen (pero mas de los quileutes :P jajaja)
twilighter hasta la muerte y vampirica hasta el final (no se me ocurrio otro naombre jaja)
eli_jonatika
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
MARATON!!!
Capítulo 3
La primera luz del amanecer veteaba la noche de rosa y del verde más pálido. Stefan la observó desde la ventana de su habitación en la casa de huéspedes. Había alquilado aquella habitación específicamente debido a la trampilla del techo, una trampilla que daba a la plataforma de observación del tejado situado encima. En aquel momento, la trampilla estaba abierta, y un viento fresco y húmedo descendía por la escalera situada debajo. Stefan estaba totalmente vestido, pero no porque hubiera madrugado. No se había acostado.
Acababa de regresar del bosque y llevaba algunos restos de hojas húmedas pegados a un lado de la bota. Los retiró meticulosamente. Los comentarios de los estudiantes del día anterior no le habían pasado por alto y sabía que se habían fijado en sus ropas. Siempre se había vestido con lo mejor, no sólo por vanidad, sino porque era lo correcto. Su tutor lo había dicho a menudo: «Un aristócrata debería vestir como corresponde a su posición. Si no lo hace, muestra desprecio por los demás».
¿Por qué se dedicaba a pensar en aquellas cosas? Claro, debería haber comprendido que hacer el papel de un estudiante era probable que le recordara sus propios días como alumno. En aquellos momentos, los recuerdos le llegaban copiosamente, como si ojeara las páginas de un diario, los ojos capturando una anotación aquí y allí. Una apareció fugazmente ante él: el rostro de su padre cuando Joe había anunciado que abandonaba la universidad. Jamás olvidaría eso. Jamás había visto a su padre tan enojado...
—¿Qué quieres decir con que no vas a volver? —Giuseppe era por lo general un hombre justo, pero tenía mal genio, y su hijo mayor hacia aflorar la violencia que había en él.
Justo en aquel momento, ese hijo se tocaba ligeramente los labios con un pañuelo de seda color azafrán.
—Había pensado que incluso tú podrías entender una frase tan simple, padre. ¿Deseas que te la repita en latín?
—Joe... —empezó Nick con severidad, consternado ante aquella falta de respeto.
Pero su padre le interrumpió.
—¿Me estás diciendo que yo, Giuseppe, Conté di Jonas, tendré que presentarme ante mis amigos sabiendo que mi hijo es un scioparto? ¿Un bueno para nada? ¿Un haragán que no aporta ninguna contribución útil a Florencia?
Los criados se iban alejando lentamente a medida que Giuseppe se encolerizaba más.
Joe ni siquiera pestañeó.
—Aparentemente. Si puedes llamar amigos a esos que te lisonjean con la esperanza de que les prestes dinero.
—Sporco parassito! —gritó Giuseppe, levantándose de su silla—. ¿No es ya bastante malo que cuando estás en la escuela despilfarres tu tiempo y mi dinero? Ah, sí, lo sé todo sobre el juego, las justas y las mujeres. Y sé que de no ser por tu secretario y tus tutores suspenderías todos los cursos. Pero ahora tienes la intención de deshonrarme totalmente. ¿Y por qué? ¿Por qué? —Su enorme mano se alzó veloz para agarrar la barbilla de Joe—. ¿Para poder regresar a tus cacerías y tu cetrería?
Nick tuvo que hacerle justicia a su hermano; Joe ni siquiera se echó atrás. Se mantuvo firme, casi repantigado en la mano de su padre que lo sujetaba, un aristócrata de pies a cabeza, desde la gorra elegantemente sencilla sobre la oscura cabeza pasando por la capa ribeteada de armiño hasta llegar a los suaves zapatos de cuero. Su labio superior estaba curvado en un gesto de absoluta arrogancia.
«Has ido demasiado lejos esta vez —pensó Nick, observando a los dos hombres, que se miraban fijamente a los ojos—. Ni siquiera tú serás capaz de salir de ésta usando tus encantos.»
Pero justo entonces sonaron unos pasos suaves en la entrada del estudio. Nick volvió la cabeza y se quedó encandilado con unos ojos de color lapislázuli enmarcados por largas pestañas doradas. Era Katherine. Su padre, el barón Von Swartzschild, la había traído desde las frías tierras de los príncipes alemanes a la campiña italiana, con la esperanza de que esto ayudaría a que se recuperara de una larga enfermedad. Y desde el día de su llegada, todo había cambiado para Nick.
—Os pido disculpas. No era mi intención molestar.
Su voz era suave y nítida. Efectuó un leve gesto como para marcharse.
—No, no te vayas. Quédate —se apresuró a decir Nick.
Quiso decir más, tomarle la mano..., pero no se atrevió. No con su padre presente. Todo lo que pudo hacer fue mirar fijamente aquellos ojos azules, como gemas, alzados hacia él.
—Sí, quedaos —dijo Giuseppe, y Nick vio que la expresión furiosa de su padre se había aclarado y que había soltado a Joe.
El noble se adelantó, alisando los gruesos pliegues de la larga toga ribeteada en piel.
—Vuestro padre debería estar de regreso de sus negocios en la ciudad hoy, y le encantará veros. Pero vuestras mejillas están pálidas, pequeña Katherine. Espero que no volváis a estar enferma.
—Ya sabéis que siempre estoy pálida, señor. No utilizo colorete como vuestras atrevidas muchachas italianas.
—No lo necesitas —dijo Nick sin poder contenerse, y ella le sonrió.
Era tan hermosa... El muchacho sintió un dolor en el pecho.
—Y os veo demasiado poco durante el día —siguió su padre—. Casi nunca nos concedéis el placer de vuestra compañía antes del crepúsculo.
—Llevo a cabo mis estudios y mis devociones en mis propios aposentos, señor —respondió Katherine en voz queda, bajando las pestañas.
Nick sabía que no era cierto, pero no dijo nada; jamás traicionaría el secreto de Katherine. La muchacha volvió a alzar los ojos hacia el padre de Nick.
—Pero ahora estoy aquí, señor.
—Sí, sí, eso es cierto. Y debo ocuparme de que esta noche tengamos una comida muy especial para celebrar el regreso de vuestro padre. Joe..., hablaremos más tarde.
Mientras Giuseppe hacía una seña a un sirviente y marchaba con paso decidido, Nick se volvió hacia Katherine con deleite. Casi nunca podían conversar sin la presencia de su padre o de Gudren, la imperturbable doncella alemana de la joven.
Pero lo que Nick vio fue como un puñetazo en el estómago, Katherine sonreía..., aquella leve sonrisa reservada que tan a menudo había compartido con él. Pero no le miraba a él. Miraba a Joe.
Nick odió a su hermano en aquel momento, odió la belleza morena y la gracia y la sensualidad de Joe, que atraían a las mujeres hacia él como polillas a una llama. Quiso en ese momento golpear a Joe, hacer pedazos aquella belleza. Pero tuvo que permanecer allí y contemplar cómo Katherine avanzaba despacio hacia su hermano, paso a paso, con su vestido de brocado dorado susurrando sobre el suelo de baldosas.
Y mientras él observaba, Joe extendió una mano hacia Katherine y sonrió con la cruel sonrisa del triunfo...
Nick se apartó de la ventana rápidamente.
¿Por qué volvía a abrir viejas heridas? Pero, incluso mientras lo pensaba, sacó la delgada cadena de oro que llevaba bajo la camisa. Su pulgar y su índice acariciaron el anillo que colgaba de ella y luego lo alzó hacia la luz.
El pequeño aro estaba exquisitamente labrado en oro, y cinco siglos no habían amortiguado su lustre. Llevaba engarzada una única piedra, un lapislázuli del tamaño de la uña de su meñique. Nick lo contempló, luego miró el grueso anillo de plata, también con un lapislázuli engarzado, de su propia mano. En el pecho sintió una opresión familiar.
No podía olvidar el pasado y en realidad no deseaba hacerlo. Pese a todo lo que había sucedido, atesoraba el recuerdo de Katherine. Pero había un recuerdo que realmente no debía perturbar, una página del diario que no debía volver. Si tenía que revivir aquel horror, aquella... abominación, se volvería loco. Como había enloquecido aquel día, aquel último día, cuando había contemplado su propia condenación...
Se apoyó en la ventana, con la frente presionada sobre su frescor. Su tutor también le había dicho: «El mal jamás encontrará la paz. Puede que triunfe, pero jamás encontrará la paz».
¿Por qué había tenido que venir a Fell's Church?
Había esperado hallar la paz aquí, pero eso era imposible. Jamás le aceptarían, jamás descansaría. Porque era malvado. No podía cambiar lo que era.
___(Tn) se levantó más temprano de lo habitual esa mañana y oyó a tía Judith trasteando en su habitación, preparándose para tomar su ducha. Margaret dormía aún profundamente, enroscada igual que un ratoncito en su cama. Elena pasó ante la puerta entreabierta de su hermana menor sin hacer ruido y continuó por el pasillo hasta abandonar la casa.
El aire era fresco y limpio esa mañana; el membrillo estaba habitado únicamente por los acostumbrados arrendajos y gorriones. __(Tn), que se había acostado con un terrible dolor de cabeza, alzó el rostro hacia el limpio cielo azul y respiró profundamente.
Se sentía mucho mejor de lo que se había sentido el día anterior. Había prometido encontrarse con Matt antes del instituto y, aunque no le hacía mucha ilusión, estaba segura de que todo iría bien.
Matt vivía a sólo dos calles del instituto. Era una sencilla casa de madera, como todas las demás en aquella calle, excepto que quizá el columpio del porche estaba un poco más deslucido y la pintura un poco más desconchada. Matt estaba ya en el exterior, y por un momento el corazón de la muchacha se aceleró ante la familiar visión.
Realmente era apuesto. De eso no había duda. No del modo deslumbrante, casi perturbador, de... alguna persona, sino de un saludable modo americano. Matt Honeycutt era típicamente americano. Llevaba el pelo rubio muy corto por la temporada de rugby y tenía la piel bronceada debido al trabajo al aire libre en la granja de sus abuelos. Sus ojos azules eran honestos y francos. Y justo hoy, mientras extendía los brazos para abrazarla con suavidad, estaban algo tristes.
—¿Quieres entrar?
—No. Limitémonos a andar —dijo __(Tn).
Caminaron uno junto al otro sin tocarse. Arces y nogales negros bordeaban aquella calle, y el aire tenía aún una quietud matutina. Elena contempló sus pies sobre la húmeda acera, sintiéndose repentinamente indecisa. Después de todo, seguía sin saber cómo empezar.
—No me has hablado de Francia —dijo él.
—Ah, fue fenomenal —respondió __(Tn), y le miró de soslayo; también él miraba la acera—. Todo resultó fenomenal —continuó, intentando dar un poco de entusiasmo a su voz—. La gente, la comida, todo. Realmente fue... —Su voz se apagó, y lanzó una carcajada nerviosa.
—Sí, ya sé. Fenomenal —terminó él por ella.
Matt se detuvo y se quedó mirando al suelo, a sus arañadas zapatillas de tenis. ___(Tn) vio que eran las del año anterior. La familia de Matt apenas conseguía ir tirando; a lo mejor no había podido permitirse unas nuevas. La joven alzó la vista y se encontró aquellos resueltos ojos azules fijos en su rostro.
—¿Sabes?, tienes un aspecto de lo más fenomenal justo ahora —dijo él.
__(Tn) abrió la boca con consternación, pero él volvía a hablar ya.
—E imagino que tienes algo que decirme.
__(Tn) le miró de hito en hito, y él sonrió, con una sonrisa torcida y pesarosa. Luego volvió a tenderle los brazos.
—Matt —dijo ella, abrazándole con fuerza; luego se apartó para mirarle a la cara—. Matt, eres el chico más gentil que he conocido nunca. No te merezco.
—Ah, entonces por eso me plantas —dijo él mientras volvían a andar—. Porque soy demasiado bueno para ti. Debería haberme dado cuenta antes.
Ella le dio un puñetazo en el brazo.
—No, no es por eso, y tampoco te estoy plantando. Seremos amigos, ¿de acuerdo?
—Desde luego. Por supuesto.
—Porque eso es lo que he comprendido que somos. —Se detuvo, volviendo a alzar la mirada hacia él—. Buenos amigos. Sé honrado ahora, Matt, ¿no es eso lo que realmente sientes por mí?
Él la miró y luego alzó los ojos al cielo.
—¿Puedo acogerme a la Quinta Enmienda respecto a eso? —dijo y al ver que ___(Tn) ponía cara larga, añadió—: no tiene nada que ver con ese chico nuevo, ¿verdad?
—No —respondió ella tras una vacilación, y luego añadió con rapidez—, ni siquiera le conozco aún. No sé quién es.
—Pero quieres conocerle. No, no lo digas. —La rodeó con un brazo y la hizo girar con suavidad—. Vamos, vayamos hacia el instituto. Si tenemos tiempo, incluso te compraré una rosquilla.
Mientras andaban, algo se agitó violentamente en el nogal sobre sus cabezas. Matt lanzó un silbido y señaló con el dedo.
—¡Mira eso! Es el cuervo más grande que he visto nunca.
__(Tn) miró, pero ya había desaparecido.
Aquel día, el instituto fue sólo el lugar adecuado para que ___(Tn) repasara su plan.
Por la mañana había despertado sabiendo qué hacer. Y durante el día reunió toda la información que pudo a propósito de Nick Jonas. Lo que no fue difícil, porque todo el mundo en el Robert E. Lee hablaba de él.
Todo el mundo sabía que había tenido alguna especie de roce con la secretaria de admisiones el día anterior. Y hoy lo habían llevado al despacho del director. Algo relacionado con sus papeles. Pero el director lo había enviado de vuelta al aula (tras, se rumoreaba, una llamada de larga distancia a Roma... ¿o era Washington?), y todo parecía arreglado ya. Oficialmente, al menos.
Cuando ___(Tn) llegó a su clase de Historia Europea aquella tarde, la saludó un suave silbido en el pasillo. Dick Cárter y Tyler Smallwood remoloneaban por allí. Una pareja de imbéciles de primera, se dijo, haciendo caso omiso del silbido y las miradas fijas. Pensaban que ser pateador y defensa en el equipo de rugby de la escuela los convertía en unos tipos sensacionales. Mantuvo un ojo puesto en ellos mientras también ella remoloneaba por el pasillo, dándose una nueva capa de pintalabios y jugueteando con la polvera. Había dado a Bonnie instrucciones especiales, y el plan estaba listo para ponerlo en práctica en cuanto Nick apareciera. El espejo de la polvera le proporcionaba una visión fenomenal del pasillo a su espalda.
Con todo, de algún modo no le vio llegar. Apareció a su lado de improviso, y ella cerró la polvera de golpe mientras él pasaba. Su intención era detenerlo, pero algo sucedió antes de que pudiera hacerlo. __(Tn) se puso tenso... o, al menos, algo hubo en él que le hizo adoptar una actitud cautelosa de improviso. Justo entonces, Dick y Tyler se colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiendo el paso.
Imbéciles de talla mundial, se dijo ___(Tn). Echando chispas, los miró iracunda por encima del hombro de Nick.
Disfrutaban con el jueguecito, repantigados en la entrada mientras fingían estar totalmente ciegos a la presencia de Nick allí de pie.
—Excusad.
Era el mismo tono de voz que había usado con el profesor de historia. Sosegado, distante.
Dick y Tyler se miraron el uno al otro, luego a su alrededor, como si oyeran voces fantasmales.
—¿Escuuzi? —dijo Tyler con voz de falsete—. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí escuuzi? ¿Jacuzzi?
Los dos rieron.
___(Tn) vio cómo los músculos se tensaban bajo la camiseta que tenía delante. Aquello era totalmente injusto; los dos eran más altos que ___(Tn) y las espaldas de Tyler eran casi el doble de anchas.
—¿Sucede algo?
__(Tn) se sobresaltó tanto como los dos muchachos ante la nueva voz a su espalda. Dio media vuelta y se encontró con Matt. Sus ojos azules tenían una mirada dura.
___(Tn) se mordió los labios para contener una sonrisa mientras Tyler y Dick se apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Matt, se dijo. Pero ahora el bueno de Matt entraba en el aula acompañando a Nick, y ella se tenía que resignar con seguirlos, observando la parte posterior de dos camisetas. Cuando se sentaron, se deslizó en el pupitre situado detrás de Nick, desde donde podía observarle sin que la viera. Su plan tendría que esperar hasta que finalizara la clase.
Matt hacía sonar monedas en su bolsillo, lo que significaba que quería decir algo.
—Eh, oye —empezó por fin, incómodo—. Esos chicos, ya sabes...
Nick rió. Fue un sonido amargo.
—¿Quién soy yo para juzgar?
Había más emoción en su voz de la que __(Tn) había oído antes, incluso cuando había hablado al señor Tanner. Y aquella emoción era infelicidad total.
—De todos modos, ¿por qué tendría que ser bienvenido aquí? —finalizó, casi para sí mismo.
—¿Por qué no deberías serlo? —Matt había estado mirando fijamente a Nick, y en ese momento su mandíbula se irguió con determinación—. Oye —dijo—, ayer hablaste sobre rugby. Bien, nuestro mejor receptor abierto se ha roto un ligamento, y necesitamos un sustituto. Las pruebas son esta tarde. ¿Qué te parece?
—¿Yo? —Nick pareció verse cogido por sorpresa—. Ah... No sé si podría.
—¿Sabes correr?
—¿Correr...?
Nick se medio giró hacia Matt, y ___(Tn) vio cómo un leve atisbo de sonrisa curvaba sus labios.
—Sí.
—Eso es todo lo que un receptor abierto tiene que hacer. Yo soy el quarterback. Si puedes atrapar lo que yo tire y correr con ello, puedes jugar.
—Entiendo.
Lo cierto era que Nick casi sonreía, y aunque la boca de Matt tenía una expresión seria, sus ojos azules estaban risueños. Sorprendida de sí misma, ___(Tn) advirtió que estaba celosa. Había una cordialidad entre los dos muchachos que la excluía completamente.
Pero al siguiente instante, la sonrisa de Nick desapareció y éste dijo en tono vago:
—Gracias..., pero no. Tengo otros compromisos.
En ese momento, Bonnie y Caroline llegaron y empezó la clase.
Durante toda la lección de Tanner sobre Europa, __(Tn) no dejó de repetirse: «Hola, me llamo __(Tn) Gilbert. Estoy en el comité de bienvenida del último curso y me han designado para que te muestre el instituto. ¿Seguramente no querrás ponerme en un aprieto, verdad, no dejando que haga mi trabajo?». Eso último con ojos muy abiertos y melancólicos..., pero sólo si daba la impresión de que él intentara escabullirse. Era virtualmente infalible. Seguro que no podía resistirse a una dama en apuros.
Cuando iban por la mitad de la clase, la chica sentada a su derecha le pasó una nota. __(tn) la abrió y reconoció la letra redonda e infantil de Bonnie. Decía: «He mantenido a C. alejada todo el tiempo que pude. ¿Qué ha sucedido? ¿Ha funcionado?».
___(Tn) alzó la vista y vio a Bonnie vuelta hacia atrás en su asiento de la primera fila. Elena señaló la nota y negó con la cabeza, articulando con los labios: «Después de clase».
Pareció que transcurría un siglo antes de que Tanner diera las últimas instrucciones sobre exposiciones orales y los despidiera. Entonces todo el mundo se levantó de golpe. «Ahí vamos», pensó ___(Tn), y con el corazón latiéndole con fuerza, se colocó directamente en el camino de Nick, impidiéndole el paso por el pasillo de modo que no pudiera rodearla.
Justo igual que Dick y Tyler, se dijo, sintiendo un irresistible impulso de reír como una tonta. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos justo a la altura de la boca del muchacho.
Su mente se quedó en blanco. ¿Qué era lo que se suponía que debía decir? Abrió la boca y de algún modo las palabras que había estado ensayando brotaron atropelladamente.
—Hola, soy ___(Tn) Gilbert, y estoy en el comité de bienvenida del último curso y me han designado para...
—Lo siento; no tengo tiempo.
Por un momento no pudo creer que él estuviera hablando, que no fuera a darle siquiera la oportunidad de terminar. Su boca siguió pronunciando el discurso.
—... que te muestre el instituto...
—Lo siento. No puedo. Tengo que... tengo que ir a las pruebas de rugby. —Nick volvió la cabeza hacia Matt, que se mantenía al margen con expresión atónita—. Dijiste que eran justo después del instituto, ¿verdad?
—Sí —dijo éste lentamente—, pero...
—Entonces será mejor que me ponga en marcha. Tal vez podrías mostrarme el camino.
Matt miró a ___(Tn) con expresión de impotencia y luego se encogió de hombros.
—Bueno..., claro. Vamos.
Echó un vistazo atrás mientras se iban. Nick, no.
___(Tn) se encontró paseando la mirada por un círculo de observadores, incluida Caroline, que le dedicaba una clara sonrisita de suficiencia. La muchacha sintió un aturdimiento en todo el cuerpo y una sensación de ahogo en la garganta. No podía soportar seguir allí ni un segundo más. Dio la vuelta y abandonó el pasillo tan aprisa como pudo.
Capítulo 3
La primera luz del amanecer veteaba la noche de rosa y del verde más pálido. Stefan la observó desde la ventana de su habitación en la casa de huéspedes. Había alquilado aquella habitación específicamente debido a la trampilla del techo, una trampilla que daba a la plataforma de observación del tejado situado encima. En aquel momento, la trampilla estaba abierta, y un viento fresco y húmedo descendía por la escalera situada debajo. Stefan estaba totalmente vestido, pero no porque hubiera madrugado. No se había acostado.
Acababa de regresar del bosque y llevaba algunos restos de hojas húmedas pegados a un lado de la bota. Los retiró meticulosamente. Los comentarios de los estudiantes del día anterior no le habían pasado por alto y sabía que se habían fijado en sus ropas. Siempre se había vestido con lo mejor, no sólo por vanidad, sino porque era lo correcto. Su tutor lo había dicho a menudo: «Un aristócrata debería vestir como corresponde a su posición. Si no lo hace, muestra desprecio por los demás».
¿Por qué se dedicaba a pensar en aquellas cosas? Claro, debería haber comprendido que hacer el papel de un estudiante era probable que le recordara sus propios días como alumno. En aquellos momentos, los recuerdos le llegaban copiosamente, como si ojeara las páginas de un diario, los ojos capturando una anotación aquí y allí. Una apareció fugazmente ante él: el rostro de su padre cuando Joe había anunciado que abandonaba la universidad. Jamás olvidaría eso. Jamás había visto a su padre tan enojado...
—¿Qué quieres decir con que no vas a volver? —Giuseppe era por lo general un hombre justo, pero tenía mal genio, y su hijo mayor hacia aflorar la violencia que había en él.
Justo en aquel momento, ese hijo se tocaba ligeramente los labios con un pañuelo de seda color azafrán.
—Había pensado que incluso tú podrías entender una frase tan simple, padre. ¿Deseas que te la repita en latín?
—Joe... —empezó Nick con severidad, consternado ante aquella falta de respeto.
Pero su padre le interrumpió.
—¿Me estás diciendo que yo, Giuseppe, Conté di Jonas, tendré que presentarme ante mis amigos sabiendo que mi hijo es un scioparto? ¿Un bueno para nada? ¿Un haragán que no aporta ninguna contribución útil a Florencia?
Los criados se iban alejando lentamente a medida que Giuseppe se encolerizaba más.
Joe ni siquiera pestañeó.
—Aparentemente. Si puedes llamar amigos a esos que te lisonjean con la esperanza de que les prestes dinero.
—Sporco parassito! —gritó Giuseppe, levantándose de su silla—. ¿No es ya bastante malo que cuando estás en la escuela despilfarres tu tiempo y mi dinero? Ah, sí, lo sé todo sobre el juego, las justas y las mujeres. Y sé que de no ser por tu secretario y tus tutores suspenderías todos los cursos. Pero ahora tienes la intención de deshonrarme totalmente. ¿Y por qué? ¿Por qué? —Su enorme mano se alzó veloz para agarrar la barbilla de Joe—. ¿Para poder regresar a tus cacerías y tu cetrería?
Nick tuvo que hacerle justicia a su hermano; Joe ni siquiera se echó atrás. Se mantuvo firme, casi repantigado en la mano de su padre que lo sujetaba, un aristócrata de pies a cabeza, desde la gorra elegantemente sencilla sobre la oscura cabeza pasando por la capa ribeteada de armiño hasta llegar a los suaves zapatos de cuero. Su labio superior estaba curvado en un gesto de absoluta arrogancia.
«Has ido demasiado lejos esta vez —pensó Nick, observando a los dos hombres, que se miraban fijamente a los ojos—. Ni siquiera tú serás capaz de salir de ésta usando tus encantos.»
Pero justo entonces sonaron unos pasos suaves en la entrada del estudio. Nick volvió la cabeza y se quedó encandilado con unos ojos de color lapislázuli enmarcados por largas pestañas doradas. Era Katherine. Su padre, el barón Von Swartzschild, la había traído desde las frías tierras de los príncipes alemanes a la campiña italiana, con la esperanza de que esto ayudaría a que se recuperara de una larga enfermedad. Y desde el día de su llegada, todo había cambiado para Nick.
—Os pido disculpas. No era mi intención molestar.
Su voz era suave y nítida. Efectuó un leve gesto como para marcharse.
—No, no te vayas. Quédate —se apresuró a decir Nick.
Quiso decir más, tomarle la mano..., pero no se atrevió. No con su padre presente. Todo lo que pudo hacer fue mirar fijamente aquellos ojos azules, como gemas, alzados hacia él.
—Sí, quedaos —dijo Giuseppe, y Nick vio que la expresión furiosa de su padre se había aclarado y que había soltado a Joe.
El noble se adelantó, alisando los gruesos pliegues de la larga toga ribeteada en piel.
—Vuestro padre debería estar de regreso de sus negocios en la ciudad hoy, y le encantará veros. Pero vuestras mejillas están pálidas, pequeña Katherine. Espero que no volváis a estar enferma.
—Ya sabéis que siempre estoy pálida, señor. No utilizo colorete como vuestras atrevidas muchachas italianas.
—No lo necesitas —dijo Nick sin poder contenerse, y ella le sonrió.
Era tan hermosa... El muchacho sintió un dolor en el pecho.
—Y os veo demasiado poco durante el día —siguió su padre—. Casi nunca nos concedéis el placer de vuestra compañía antes del crepúsculo.
—Llevo a cabo mis estudios y mis devociones en mis propios aposentos, señor —respondió Katherine en voz queda, bajando las pestañas.
Nick sabía que no era cierto, pero no dijo nada; jamás traicionaría el secreto de Katherine. La muchacha volvió a alzar los ojos hacia el padre de Nick.
—Pero ahora estoy aquí, señor.
—Sí, sí, eso es cierto. Y debo ocuparme de que esta noche tengamos una comida muy especial para celebrar el regreso de vuestro padre. Joe..., hablaremos más tarde.
Mientras Giuseppe hacía una seña a un sirviente y marchaba con paso decidido, Nick se volvió hacia Katherine con deleite. Casi nunca podían conversar sin la presencia de su padre o de Gudren, la imperturbable doncella alemana de la joven.
Pero lo que Nick vio fue como un puñetazo en el estómago, Katherine sonreía..., aquella leve sonrisa reservada que tan a menudo había compartido con él. Pero no le miraba a él. Miraba a Joe.
Nick odió a su hermano en aquel momento, odió la belleza morena y la gracia y la sensualidad de Joe, que atraían a las mujeres hacia él como polillas a una llama. Quiso en ese momento golpear a Joe, hacer pedazos aquella belleza. Pero tuvo que permanecer allí y contemplar cómo Katherine avanzaba despacio hacia su hermano, paso a paso, con su vestido de brocado dorado susurrando sobre el suelo de baldosas.
Y mientras él observaba, Joe extendió una mano hacia Katherine y sonrió con la cruel sonrisa del triunfo...
Nick se apartó de la ventana rápidamente.
¿Por qué volvía a abrir viejas heridas? Pero, incluso mientras lo pensaba, sacó la delgada cadena de oro que llevaba bajo la camisa. Su pulgar y su índice acariciaron el anillo que colgaba de ella y luego lo alzó hacia la luz.
El pequeño aro estaba exquisitamente labrado en oro, y cinco siglos no habían amortiguado su lustre. Llevaba engarzada una única piedra, un lapislázuli del tamaño de la uña de su meñique. Nick lo contempló, luego miró el grueso anillo de plata, también con un lapislázuli engarzado, de su propia mano. En el pecho sintió una opresión familiar.
No podía olvidar el pasado y en realidad no deseaba hacerlo. Pese a todo lo que había sucedido, atesoraba el recuerdo de Katherine. Pero había un recuerdo que realmente no debía perturbar, una página del diario que no debía volver. Si tenía que revivir aquel horror, aquella... abominación, se volvería loco. Como había enloquecido aquel día, aquel último día, cuando había contemplado su propia condenación...
Se apoyó en la ventana, con la frente presionada sobre su frescor. Su tutor también le había dicho: «El mal jamás encontrará la paz. Puede que triunfe, pero jamás encontrará la paz».
¿Por qué había tenido que venir a Fell's Church?
Había esperado hallar la paz aquí, pero eso era imposible. Jamás le aceptarían, jamás descansaría. Porque era malvado. No podía cambiar lo que era.
___(Tn) se levantó más temprano de lo habitual esa mañana y oyó a tía Judith trasteando en su habitación, preparándose para tomar su ducha. Margaret dormía aún profundamente, enroscada igual que un ratoncito en su cama. Elena pasó ante la puerta entreabierta de su hermana menor sin hacer ruido y continuó por el pasillo hasta abandonar la casa.
El aire era fresco y limpio esa mañana; el membrillo estaba habitado únicamente por los acostumbrados arrendajos y gorriones. __(Tn), que se había acostado con un terrible dolor de cabeza, alzó el rostro hacia el limpio cielo azul y respiró profundamente.
Se sentía mucho mejor de lo que se había sentido el día anterior. Había prometido encontrarse con Matt antes del instituto y, aunque no le hacía mucha ilusión, estaba segura de que todo iría bien.
Matt vivía a sólo dos calles del instituto. Era una sencilla casa de madera, como todas las demás en aquella calle, excepto que quizá el columpio del porche estaba un poco más deslucido y la pintura un poco más desconchada. Matt estaba ya en el exterior, y por un momento el corazón de la muchacha se aceleró ante la familiar visión.
Realmente era apuesto. De eso no había duda. No del modo deslumbrante, casi perturbador, de... alguna persona, sino de un saludable modo americano. Matt Honeycutt era típicamente americano. Llevaba el pelo rubio muy corto por la temporada de rugby y tenía la piel bronceada debido al trabajo al aire libre en la granja de sus abuelos. Sus ojos azules eran honestos y francos. Y justo hoy, mientras extendía los brazos para abrazarla con suavidad, estaban algo tristes.
—¿Quieres entrar?
—No. Limitémonos a andar —dijo __(Tn).
Caminaron uno junto al otro sin tocarse. Arces y nogales negros bordeaban aquella calle, y el aire tenía aún una quietud matutina. Elena contempló sus pies sobre la húmeda acera, sintiéndose repentinamente indecisa. Después de todo, seguía sin saber cómo empezar.
—No me has hablado de Francia —dijo él.
—Ah, fue fenomenal —respondió __(Tn), y le miró de soslayo; también él miraba la acera—. Todo resultó fenomenal —continuó, intentando dar un poco de entusiasmo a su voz—. La gente, la comida, todo. Realmente fue... —Su voz se apagó, y lanzó una carcajada nerviosa.
—Sí, ya sé. Fenomenal —terminó él por ella.
Matt se detuvo y se quedó mirando al suelo, a sus arañadas zapatillas de tenis. ___(Tn) vio que eran las del año anterior. La familia de Matt apenas conseguía ir tirando; a lo mejor no había podido permitirse unas nuevas. La joven alzó la vista y se encontró aquellos resueltos ojos azules fijos en su rostro.
—¿Sabes?, tienes un aspecto de lo más fenomenal justo ahora —dijo él.
__(Tn) abrió la boca con consternación, pero él volvía a hablar ya.
—E imagino que tienes algo que decirme.
__(Tn) le miró de hito en hito, y él sonrió, con una sonrisa torcida y pesarosa. Luego volvió a tenderle los brazos.
—Matt —dijo ella, abrazándole con fuerza; luego se apartó para mirarle a la cara—. Matt, eres el chico más gentil que he conocido nunca. No te merezco.
—Ah, entonces por eso me plantas —dijo él mientras volvían a andar—. Porque soy demasiado bueno para ti. Debería haberme dado cuenta antes.
Ella le dio un puñetazo en el brazo.
—No, no es por eso, y tampoco te estoy plantando. Seremos amigos, ¿de acuerdo?
—Desde luego. Por supuesto.
—Porque eso es lo que he comprendido que somos. —Se detuvo, volviendo a alzar la mirada hacia él—. Buenos amigos. Sé honrado ahora, Matt, ¿no es eso lo que realmente sientes por mí?
Él la miró y luego alzó los ojos al cielo.
—¿Puedo acogerme a la Quinta Enmienda respecto a eso? —dijo y al ver que ___(Tn) ponía cara larga, añadió—: no tiene nada que ver con ese chico nuevo, ¿verdad?
—No —respondió ella tras una vacilación, y luego añadió con rapidez—, ni siquiera le conozco aún. No sé quién es.
—Pero quieres conocerle. No, no lo digas. —La rodeó con un brazo y la hizo girar con suavidad—. Vamos, vayamos hacia el instituto. Si tenemos tiempo, incluso te compraré una rosquilla.
Mientras andaban, algo se agitó violentamente en el nogal sobre sus cabezas. Matt lanzó un silbido y señaló con el dedo.
—¡Mira eso! Es el cuervo más grande que he visto nunca.
__(Tn) miró, pero ya había desaparecido.
Aquel día, el instituto fue sólo el lugar adecuado para que ___(Tn) repasara su plan.
Por la mañana había despertado sabiendo qué hacer. Y durante el día reunió toda la información que pudo a propósito de Nick Jonas. Lo que no fue difícil, porque todo el mundo en el Robert E. Lee hablaba de él.
Todo el mundo sabía que había tenido alguna especie de roce con la secretaria de admisiones el día anterior. Y hoy lo habían llevado al despacho del director. Algo relacionado con sus papeles. Pero el director lo había enviado de vuelta al aula (tras, se rumoreaba, una llamada de larga distancia a Roma... ¿o era Washington?), y todo parecía arreglado ya. Oficialmente, al menos.
Cuando ___(Tn) llegó a su clase de Historia Europea aquella tarde, la saludó un suave silbido en el pasillo. Dick Cárter y Tyler Smallwood remoloneaban por allí. Una pareja de imbéciles de primera, se dijo, haciendo caso omiso del silbido y las miradas fijas. Pensaban que ser pateador y defensa en el equipo de rugby de la escuela los convertía en unos tipos sensacionales. Mantuvo un ojo puesto en ellos mientras también ella remoloneaba por el pasillo, dándose una nueva capa de pintalabios y jugueteando con la polvera. Había dado a Bonnie instrucciones especiales, y el plan estaba listo para ponerlo en práctica en cuanto Nick apareciera. El espejo de la polvera le proporcionaba una visión fenomenal del pasillo a su espalda.
Con todo, de algún modo no le vio llegar. Apareció a su lado de improviso, y ella cerró la polvera de golpe mientras él pasaba. Su intención era detenerlo, pero algo sucedió antes de que pudiera hacerlo. __(Tn) se puso tenso... o, al menos, algo hubo en él que le hizo adoptar una actitud cautelosa de improviso. Justo entonces, Dick y Tyler se colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiendo el paso.
Imbéciles de talla mundial, se dijo ___(Tn). Echando chispas, los miró iracunda por encima del hombro de Nick.
Disfrutaban con el jueguecito, repantigados en la entrada mientras fingían estar totalmente ciegos a la presencia de Nick allí de pie.
—Excusad.
Era el mismo tono de voz que había usado con el profesor de historia. Sosegado, distante.
Dick y Tyler se miraron el uno al otro, luego a su alrededor, como si oyeran voces fantasmales.
—¿Escuuzi? —dijo Tyler con voz de falsete—. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí escuuzi? ¿Jacuzzi?
Los dos rieron.
___(Tn) vio cómo los músculos se tensaban bajo la camiseta que tenía delante. Aquello era totalmente injusto; los dos eran más altos que ___(Tn) y las espaldas de Tyler eran casi el doble de anchas.
—¿Sucede algo?
__(Tn) se sobresaltó tanto como los dos muchachos ante la nueva voz a su espalda. Dio media vuelta y se encontró con Matt. Sus ojos azules tenían una mirada dura.
___(Tn) se mordió los labios para contener una sonrisa mientras Tyler y Dick se apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Matt, se dijo. Pero ahora el bueno de Matt entraba en el aula acompañando a Nick, y ella se tenía que resignar con seguirlos, observando la parte posterior de dos camisetas. Cuando se sentaron, se deslizó en el pupitre situado detrás de Nick, desde donde podía observarle sin que la viera. Su plan tendría que esperar hasta que finalizara la clase.
Matt hacía sonar monedas en su bolsillo, lo que significaba que quería decir algo.
—Eh, oye —empezó por fin, incómodo—. Esos chicos, ya sabes...
Nick rió. Fue un sonido amargo.
—¿Quién soy yo para juzgar?
Había más emoción en su voz de la que __(Tn) había oído antes, incluso cuando había hablado al señor Tanner. Y aquella emoción era infelicidad total.
—De todos modos, ¿por qué tendría que ser bienvenido aquí? —finalizó, casi para sí mismo.
—¿Por qué no deberías serlo? —Matt había estado mirando fijamente a Nick, y en ese momento su mandíbula se irguió con determinación—. Oye —dijo—, ayer hablaste sobre rugby. Bien, nuestro mejor receptor abierto se ha roto un ligamento, y necesitamos un sustituto. Las pruebas son esta tarde. ¿Qué te parece?
—¿Yo? —Nick pareció verse cogido por sorpresa—. Ah... No sé si podría.
—¿Sabes correr?
—¿Correr...?
Nick se medio giró hacia Matt, y ___(Tn) vio cómo un leve atisbo de sonrisa curvaba sus labios.
—Sí.
—Eso es todo lo que un receptor abierto tiene que hacer. Yo soy el quarterback. Si puedes atrapar lo que yo tire y correr con ello, puedes jugar.
—Entiendo.
Lo cierto era que Nick casi sonreía, y aunque la boca de Matt tenía una expresión seria, sus ojos azules estaban risueños. Sorprendida de sí misma, ___(Tn) advirtió que estaba celosa. Había una cordialidad entre los dos muchachos que la excluía completamente.
Pero al siguiente instante, la sonrisa de Nick desapareció y éste dijo en tono vago:
—Gracias..., pero no. Tengo otros compromisos.
En ese momento, Bonnie y Caroline llegaron y empezó la clase.
Durante toda la lección de Tanner sobre Europa, __(Tn) no dejó de repetirse: «Hola, me llamo __(Tn) Gilbert. Estoy en el comité de bienvenida del último curso y me han designado para que te muestre el instituto. ¿Seguramente no querrás ponerme en un aprieto, verdad, no dejando que haga mi trabajo?». Eso último con ojos muy abiertos y melancólicos..., pero sólo si daba la impresión de que él intentara escabullirse. Era virtualmente infalible. Seguro que no podía resistirse a una dama en apuros.
Cuando iban por la mitad de la clase, la chica sentada a su derecha le pasó una nota. __(tn) la abrió y reconoció la letra redonda e infantil de Bonnie. Decía: «He mantenido a C. alejada todo el tiempo que pude. ¿Qué ha sucedido? ¿Ha funcionado?».
___(Tn) alzó la vista y vio a Bonnie vuelta hacia atrás en su asiento de la primera fila. Elena señaló la nota y negó con la cabeza, articulando con los labios: «Después de clase».
Pareció que transcurría un siglo antes de que Tanner diera las últimas instrucciones sobre exposiciones orales y los despidiera. Entonces todo el mundo se levantó de golpe. «Ahí vamos», pensó ___(Tn), y con el corazón latiéndole con fuerza, se colocó directamente en el camino de Nick, impidiéndole el paso por el pasillo de modo que no pudiera rodearla.
Justo igual que Dick y Tyler, se dijo, sintiendo un irresistible impulso de reír como una tonta. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos justo a la altura de la boca del muchacho.
Su mente se quedó en blanco. ¿Qué era lo que se suponía que debía decir? Abrió la boca y de algún modo las palabras que había estado ensayando brotaron atropelladamente.
—Hola, soy ___(Tn) Gilbert, y estoy en el comité de bienvenida del último curso y me han designado para...
—Lo siento; no tengo tiempo.
Por un momento no pudo creer que él estuviera hablando, que no fuera a darle siquiera la oportunidad de terminar. Su boca siguió pronunciando el discurso.
—... que te muestre el instituto...
—Lo siento. No puedo. Tengo que... tengo que ir a las pruebas de rugby. —Nick volvió la cabeza hacia Matt, que se mantenía al margen con expresión atónita—. Dijiste que eran justo después del instituto, ¿verdad?
—Sí —dijo éste lentamente—, pero...
—Entonces será mejor que me ponga en marcha. Tal vez podrías mostrarme el camino.
Matt miró a ___(Tn) con expresión de impotencia y luego se encogió de hombros.
—Bueno..., claro. Vamos.
Echó un vistazo atrás mientras se iban. Nick, no.
___(Tn) se encontró paseando la mirada por un círculo de observadores, incluida Caroline, que le dedicaba una clara sonrisita de suficiencia. La muchacha sintió un aturdimiento en todo el cuerpo y una sensación de ahogo en la garganta. No podía soportar seguir allí ni un segundo más. Dio la vuelta y abandonó el pasillo tan aprisa como pudo.
Última edición por maru!! el Lun 28 Mar 2011, 6:02 pm, editado 1 vez
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Capítulo 4
Para cuando llegó a su taquilla, el aturdimiento se disipaba ya y el nudo en su garganta intentaba disolverse en lágrimas. Pero no lloraría en el instituto, se dijo, no iba a hacerlo. Tras cerrar la taquilla, se encaminó a la salida principal.
Por segundo día consecutivo, regresaba a casa del instituto justo tras sonar la última campana, y sola. Tía Judith no podría sobrellevarlo. Pero cuando ___(Tn) llegó a su casa, el coche de tía Judith no estaba en la entrada; ella y Margaret debían de haber ido al mercado. La casa estaba silenciosa y tranquila cuando ___(Tn) abrió la puerta.
Agradeció la quietud; quería estar sola en aquellos momentos. Pero, por otra parte, no sabía exactamente qué hacer consigo misma. Ahora que finalmente ya podía llorar, descubrió que las lágrimas no acudían. Soltó la mochila sobre el suelo del vestíbulo delantero y entró despacio en la sala de estar.
Era una habitación hermosa e imponente, la única parte de la casa además del dormitorio de ___(Tn) que pertenecía a la construcción original. La primera casa se había construido antes de 1861 y se había quemado casi por completo durante la guerra de Secesión. Todo lo que se pudo salvar fue esa habitación, con su elaborada chimenea enmarcada por molduras en forma de volutas, y el gran dormitorio del piso superior. El bisabuelo del padre de __(Tn) había construido una nueva casa y los Gilbert habían vivido en ella desde entonces.
___(tn) giró para mirar por una de las ventanas que iban desde el suelo hasta el techo. El cristal era antiguo y grueso y mostraba ondulaciones, y todo en el exterior quedaba distorsionado, con un aspecto ligeramente sesgado. Recordó la primera vez que su padre le había mostrado aquel viejo cristal con ondulaciones, cuando ella era más joven aún de lo que Margaret era en la actualidad.
La sensación de ahogo había regresado a su garganta, pero las lágrimas seguían sin acudir. Todo en su interior era contradictorio. No quería compañía, y a la vez se sentía dolorosamente sola; realmente quería pensar, pero ahora que lo intentaba, los pensamientos la esquivaban como ratones huyendo de una lechuza blanca.
«Una lechuza blanca... ave de presa... devorador de carne... cuervo», pensó. «El cuervo más grande que he visto nunca», había dicho Matt.
Los ojos volvieron a escocerle. Pobre Matt. Le había herido, pero él se lo había tomado muy bien. Incluso había sido amable con Nick.
Nick. Su corazón dio un baquetazo, violento, arrancando a sus ojos dos lágrimas ardientes. Bueno, por fin lloraba. Lloraba de rabia y humillación y frustración... ¿y qué más?
¿Qué había perdido en realidad ese día? ¿Qué sentía en realidad por aquel desconocido, aquel Nick Jonas? Era un desafío, sí, y eso le hacía ser distinto, interesante. Nick era exótico..., excitante.
Resultaba curioso, justo lo que algunos chicos le habían dicho a veces a ___(Tn) que ella era. Y más tarde se enteraba por ellos, o por sus amigos o hermanas, de lo nerviosos que estaban antes de salir con ella, cómo se les ponían sudorosas las palmas de las manos y sentían el estómago lleno de mariposas. A ___(Tn) esas historias siempre le habían parecido divertidas. Ningún chico de los que había conocido a lo largo de su vida la había puesto nerviosa.
Pero al hablar con Nick hoy, su pulso se había acelerado y las rodillas habían estado a punto de doblarse. Había tenido las palmas húmedas. Y no había habido mariposas en su estómago..., había habido murciélagos.
¿Le interesaba el muchacho porque la ponía nerviosa? No era una buena razón, se dijo. De hecho, era una muy mala razón.
Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía que sus rodillas se doblaran con algo que no tenía nada que ver con el nerviosismo. Y aquellos cabellos negros como la noche; sus dedos ansiaban entretejerse en su suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura plana, aquellas piernas largas... y aquella voz. Fue su voz lo que la había decidido el día anterior, haciendo que se sintiera totalmente empeñada en tenerle. Su voz había sido serena y desdeñosa al hablar al señor Tanner, pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Se preguntó si podría volverse misteriosa y oscura también, y cómo sonaría pronunciando su nombre, susurrando su nombre...
—¡__(Tn)!
__(Tn) se sobresaltó, la ensoñación hecha pedazos. Pero no era Nick Jonas quien la llamaba, era tía Judith que abría la puerta con un traqueteo.
—¿___(Tn)? ¡___(Tn)! —Y aquélla era Margaret, con la voz chillona y aflautada—. ¿Estás en casa?
La desdicha volvió a embargar a la muchacha, y paseó la mirada por la cocina. No estaba en condiciones de enfrentarse a las preguntas preocupadas de su tía ni a la alegría inocente de Margaret en aquellos momentos. No con las pestañas húmedas y nuevas lágrimas amenazando con aparecer en cualquier instante. Tomó una decisión relámpago y se escabulló en silencio por la puerta trasera mientras la puerta principal se cerraba de un portazo.
Una vez abandonado el porche trasero, y ya en el patio, vaciló. No quería tropezarse con nadie conocido. Pero ¿adonde podía ir para estar sola?
La respuesta llegó casi al instante. Desde luego. Iría a ver a su madre y a su padre.
Era una caminata bastante larga, casi hasta las afueras de la ciudad, pero durante los últimos tres años se había convertido en algo acostumbrado para ___(Tn). Cruzó al otro lado del puente Wickery y ascendió la colina, pasando ante la iglesia en ruinas. Luego descendió al pequeño valle situado abajo.
Aquella parte del cementerio estaba bien cuidada; era a la parte antigua a la que se le permitía estar en un estado ligeramente salvaje. Aquí, la hierba estaba pulcramente cortada, y ramos de flores ofrecían notas de vividos colores. __(Tn) se sentó junto a la gran lápida de mármol con la palabra «Gilbert» tallada en la parte frontal.
—Hola, mamá. Hola, papá —murmuró.
Se inclinó sobre el lugar para depositar una flor violeta que había recogido de camino. Luego dobló las piernas bajo el cuerpo y se quedó sentada.
Había ido allí a menudo tras el accidente. Margaret sólo tenía un año en el momento del accidente de coche, y lo cierto era que no los recordaba. Pero ___(Tn) sí. Dejó que su mente retrocediera para ojear recuerdos, y el nudo de su garganta aumentó y las lágrimas salieron con más facilidad. Todavía los echaba mucho de menos... Su madre, tan joven y hermosa, y su padre, con una sonrisa que le arrugaba los ojos.
Tenía suerte de contar con tía Judith, desde luego. No todas las tías abandonarían su empleo y volverían a vivir en una ciudad pequeña para hacerse cargo de dos sobrinas huérfanas. Y Robert, el novio de tía Judith, era más un padre adoptivo para Margaret que un futuro tío.
Pero __(Tn) recordaba a sus padres. En ocasiones, justo después del funeral, había acudido allí para enfurecerse con ellos, enfadada con ellos por haber sido tan estúpidos como para matarse. Eso fue cuando no conocía muy bien a tía Judith y sentía que ya no había ningún lugar en la tierra al que perteneciera.
¿Adonde pertenecía ahora?, se preguntó. La respuesta fácil era: allí, a Fell's Church, donde había vivido toda su vida. Pero últimamente la respuesta fácil parecía equivocada. Últimamente sentía que debía existir algo más allá para ella, algún lugar que reconocería en seguida y llamaría hogar.
Una sombra cayó sobre su persona y alzó los ojos sobresaltada. Por un instante, las dos figuras de pie junto a ella resultaron extrañas, desconocidas, vagamente amenazadoras. Las miró fijamente, paralizada.
—__(Tn) —dijo nerviosamente la figura más pequeña, con las manos en las caderas—, a veces realmente me preocupo por ti, realmente lo hago.
___(Tn) pestañeó y luego lanzó una breve carcajada. Eran Bonnie y Meredith.
—¿Qué tiene que hacer una persona para conseguir un poco de intimidad por aquí? —preguntó mientras ellas se sentaban.
—Decirnos que nos marchemos —sugirió Meredith, pero ___(Tn) se limitó a encogerse de hombros.
Meredith y Bonnie habían acudido allí a menudo en su busca los meses siguientes al accidente. De repente se sintió complacida por ello, y agradecida a ambas. Aunque no hubiera nada más, tenía amigas que se preocupaban por ella. No le importó si sabían que había estado llorando, aceptó el pañuelo de papel arrugado que Bonnie le ofreció y se secó los ojos. Las tres permanecieron sentadas en silencio durante un rato, observando cómo el viento alborotaba el robledal del extremo del cementerio.
—Siento lo que sucedió esta mañana —dijo Bonnie por fin, en voz baja—. Fue realmente terrible.
—Y tu segundo nombre es «Tacto» —dijo Meredith—. No pudo haber sido tan malo, ___(Tn).
—No estabas allí. —__(Tn) se sintió enrojecer toda ella ante el recuerdo—. Sí que fue terrible. Pero ya no me importa —añadió categórica, desafiante—. He acabado con él. Ya no le quiero.
—¡___(Tn)!
—No le quiero, Bonnie. Evidentemente piensa que es demasiado bueno para... para los americanos. Así que puede coger esas gafas de sol de diseño y... —Se escucharon resoplidos de risa procedentes de sus compañeras. __(Tn) se sonó la nariz y negó con la cabeza—. De todos modos —dijo, cambiando decididamente de tema—, al menos Tanner parecía de mejor humor hoy.
Bonnie adoptó una expresión de mártir.
—¿Sabes que hizo que me apuntara para ser la primera en presentar la exposición oral? De todos modos, no me importa. Voy a hacer el mío sobre los druidas, y:..
—¿Sobre qué?
—Druidas. Esos viejos raros que construyeron Stonehenge y hacían magia y cosas así en la antigua Inglaterra. Desciendo de ellos; por eso soy médium.
Meredith lanzó un resoplido, pero __(Tn) contempló con el entrecejo fruncido la brizna de hierba que retorcía entre los dedos.
—Bonnie, ¿realmente viste algo en mi palma ayer? —preguntó súbitamente.
La muchacha vaciló.
—No lo sé —dijo por fin—. Creí verlo entonces. Pero a veces la imaginación se me descontrola.
—Sabía que estabas aquí —observó Meredith inesperadamente—. Yo pensé en mirar en la cafetería, pero Bonnie dijo: «Está en el cementerio».
—¿Lo hice? —Bonnie pareció levemente sorprendida e impresionada—. Bien, ya lo ves. Mi abuela de Edimburgo tiene el don de la clarividencia, y yo también. Siempre salta una generación.
—Y desciendes de los druidas —dijo Meredith en voz solemne.
—¡Bueno, es cierto! En Escocia mantienen las viejas tradiciones. No te creerías algunas de las cosas que hace mi abuela. Tiene un modo de averiguar con quién te vas a casar y cuándo vas a morir. Me dijo que moriría joven.
—¡Bonnie!
—Lo hizo. Seré joven y hermosa dentro de mi ataúd. ¿No creéis que es romántico?
—No, no lo creo. Creo que es repugnante —replicó __(Tn).
Las sombras se alargaban y el viento se había vuelto fresco.
—Así pues, ¿con quién te vas a casar, Bonnie? —terció Meredith con habilidad.
—No lo sé. Mi abuela me contó el ritual para averiguarlo, pero jamás lo probé. Por supuesto —Bonnie adoptó una pose sofisticada—, tiene que ser escandalosamente rico y guapísimo. Como nuestro misterioso desconocido moreno, por ejemplo. En especial, si nadie más le quiere. —Dirigió una mirada traviesa a ___(Tn).
___(Tn) no picó el anzuelo.
—¿Qué hay de Tyler Smallwood? —murmuró inocentemente—. Su padre es, desde luego, bastante rico.
—Y no es feo —estuvo de acuerdo Meredith en tono solemne—. Eso, desde luego, si te gustan los animales. Todos esos enormes dientes blancos...
Las muchachas intercambiaron miradas y luego prorrumpieron en carcajadas. Bonnie arrojó un puñado de hierba a Meredith, que se la sacudió de encima y le arrojó un diente de león en respuesta. En algún momento en medio de todo ello, ___(Tn) comprendió que iba a estar bien. Volvía a ser ella misma, no estaba perdida, no era una desconocida, sino ___(Tn) Gilbert, la reina del Robert E. Lee. Se quitó la cinta color crema del pelo y sacudió los cabellos alrededor del rostro.
—He decidido sobre qué hacer mi exposición oral —dijo, contemplando con ojos entrecerrados cómo Bonnie se pasaba los dedos por los rizos para quitar la hierba.
—¿Qué será?
__(Tn) echó la barbilla hacia arriba para contemplar el cielo rojo y morado de encima de la colina. Aspiró pensativa y dejó que el suspense creciera por un instante. Luego dijo con indiferencia:
—El Renacimiento italiano.
Bonnie y Meredith la miraron fijamente, luego se miraron entre sí y prorrumpieron en fuertes carcajadas otra vez.
—¡Aja! —dijo Meredith cuando se recuperaron—. Así que el tigre regresa.
___(Tn) le dedicó una mueca salvaje. Su conmocionada seguridad en sí misma había regresado, y aunque no lo comprendía ni ella misma, sabía una cosa: no iba a dejar que Nick Jonas escapara incólume.
—De acuerdo —indicó con vivacidad—. Ahora, escuchad vosotras dos. Nadie más debe saber esto o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Caroline le encantaría tener cualquier excusa para hacerme aparecer ridicula. Pero todavía quiero que sea mío y lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré. No obstante, hasta que se me ocurra un plan, vamos a hacerle el vacío.
—¿Vamos?
—Sí, vamos. No puedes tenerle, Bonnie; es mío. Y hemos de poder confiar completamente en ti.
—Aguarda un minuto —dijo Meredith con un brillo en los ojos.
Soltó el broche de esmalte de su blusa; luego, alzando el pulgar, le dio un veloz pinchazo.
—Bonnie, dame tu mano.
—¿Por qué? —preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.
—Porque quiero casarme contigo, ¿para qué crees, idiota?
—Pero... pero... Oh, vale. ¡Ay!
—Te toca, __(Tn). —Pinchó eficientemente el dedo de su amiga, y luego lo oprimió para conseguir sacar una gota de sangre—. Ahora —prosiguió, mirando a las otras dos con centelleantes ojos oscuros—, todas juntamos los pulgares y juramos. Especialmente tú, Bonnie. Jura guardar este secreto y hacer todo lo que __(Tn) pida en relación a Stefan.
—Oíd, jurar con sangre es peligroso —protestó Bonnie en tono serio—. Significa que tienes que mantener tu promesa suceda lo que suceda, sin importar lo que sea, Meredith.
—Lo sé —respondió ésta inflexible—. Por eso te digo que lo hagas. Recuerdo lo que sucedió con Michael Martin.
Bonnie torció el gesto.
—Eso fue hace años,y rompimos en seguida de todos modos y... Ah, de acuerdo. Lo juraré. —Cerrando los ojos, dijo—: Juro mantener esto en secreto y hacer todo lo que __(Tn) pida respecto a Nick.
Meredith repitió el juramento. Y ___(Tn), con la vista fija en las sombras pálidas de sus pulgares juntos en la creciente oscuridad, tomó una larga bocanada de aire y dijo en voz baja:
—Y yo juro no descansar hasta que sea mío.
Una ráfaga de aire frío sopló a través del cementerio, echando hacia atrás los cabellos de las muchachas y haciendo revolotear hojas secas por el suelo. Bonnie lanzó una exclamación ahogada y se echó hacia atrás; todas miraron a su alrededor, y luego lanzaron risitas nerviosas.
—Ha oscurecido —observó ___(Tn), sorprendida.
—Será mejor que nos pongamos en camino hacia casa —dijo Meredith, volviendo a sujetar el broche.
También Bonnie se puso en pie, introduciendo la punta del pulgar en la boca.
—Adiós —dijo ___(Tn) en voz baja, volviéndose hacia la lápida.
La flor violeta era una masa borrosa en el suelo. Recogió la cinta color crema que descansaba junto a ella, dio media vuelta e hizo una seña con la cabeza a Bonnie y a Meredith.
—Vámonos.
En silencio, se dirigieron colina arriba en dirección a la iglesia en ruinas. El juramento hecho con sangre les había conferido a todas una sensación de solemnidad, y al pasar ante la destrozada iglesia Bonnie se estremeció. Con la puesta del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y se alzaba viento. Cada ráfaga enviaba susurros por entre la hierba y hacía que los viejos robles agitaran ruidosamente las oscilantes hojas.
—Estoy helada —comentó ___(Tn), deteniéndose por un instante ante el agujero negro que en el pasado había sido la puerta de la iglesia y dirigiendo una mirada al paisaje situado a sus pies.
La luna no había salido todavía y apenas se distinguían el cementerio antiguo y el puente Wickery más allá. El antiguo cementerio se remontaba a los días de la guerra de Secesión, y muchas lápidas mostraban nombres de soldados. Tenía un aspecto salvaje; zarzas y maleza crecían sobre las tumbas, y enredaderas de hiedra pululaban sobre pedazos de granito desmoronado. A ___(Tn) nunca le había gustado.
—Tiene un aspecto distinto, ¿verdad? En la oscuridad, quiero decir —comentó con voz vacilante.
No sabía cómo decir lo que en realidad quería indicar: que no era un lugar para los vivos.
—Podríamos ir por el camino largo —propuso Meredith—. Pero eso significaría otros veinte minutos de camino.
—No me importa ir por aquí —dijo Bonnie, tragando saliva con fuerza—. Siempre dije que quería que me enterraran ahí, en el viejo.
—¡Quieres dejar de hablar sobre ser enterrada! —le soltó __(Tn), e inició el descenso por la colina.
Pero cuanto más avanzaba por el estrecho sendero, más incómoda se sentía. Aminoró el paso hasta que Bonnie y Meredith la alcanzaron. Cuando se acercaban a la primera lápida, su corazón empezó a latir con fuerza. Intentó no hacer caso, pero sentía un cosquilleo por toda la piel y el fino vello de sus brazos se le puso de punta. Entre las ráfagas de viento, cada sonido parecía amplificado de un modo horrible; el crujido de los tres pares de pies sobre el sendero cubierto de hojas resultaba ensordecedor.
La iglesia en ruinas era ya una silueta negra detrás de ellas. El angosto sendero conducía por entre las lápidas recubiertas de liqúenes, muchas de las cuales eran más altas que Meredith. Lo bastante grandes para que algo se ocultara detrás, pensó Elena con inquietud. Algunas tumbas acobardaban, como la que tenía un querubín que parecía un auténtico bebé, excepto que su cabeza se había desprendido y la habían colocado con cuidado junto a su cuerpo. Los ojos de granito abiertos de par en par carecían de expresión. Elena no podía apartar los ojos de ella, y su corazón empezó a latir violentamente.
—¿Por qué nos detenemos? —preguntó Meredith.
—Yo sólo... Lo siento —murmuró ___(Tn), pero cuando se obligó a dar la vuelta se quedó rígida al instante—. ¿Bonnie? —dijo—. Bonnie, ¿qué sucede? —Bonnie tenía la vista fija en el interior del cementerio, con los labios entreabiertos y los ojos tan desorbitados e inexpresivos como el querubín de piedra. El miedo recorrió el estómago de ___(Tn)—. Bonnie, para ya. ¡Para! No es divertido.
Bonnie no contestó.
—¡Bonnie! —llamó Meredith.
___(Tn) y ella se miraron, y de repente ___(Tn) comprendió que tenía que salir de allí. Giró en redondo para empezar a descender por el sendero, pero una voz desconocida habló a su espalda, y se volvió sobresaltada.
—___(Tn) —dijo la voz.
No era la voz de Bonnie, pero procedía de la boca de ésta. Pálida en la oscuridad, Bonnie seguía con la mirada fija en el camposanto. Su rostro carecía totalmente de expresión.
—___(Tn) —repitió la voz, y añadió, a la vez que la cabeza de Bonnie se volvía hacia ella—, hay alguien esperándote ahí fuera.
___(Tn) nunca supo del todo qué sucedió en los minutos siguientes. Algo pareció moverse por entre las oscuras formas jorobadas de las lápidas, agitándose y alzándose entre ellas. ___(Tn) chilló y Meredith lanzó un grito, y acto seguido las dos corrían ya, y Bonnie con ellas, chillando también.
Los pies de ___(Tn) aporreaban el estrecho sendero, tropezando con rocas y terrones de tierra. Bonnie sollozaba intentando recuperar el aliento detrás de ella, y Meredith, la tranquila y cínica Meredith, jadeaba violentamente. Se oyó una repentina agitación y un chillido en un roble que se alzaba por encima de ellas, y ___(Tn) descubrió que aún podía correr más de prisa.
—Hay algo detrás de nosotras —gritó Bonnie con voz aguda—. Oh, Dios, ¿qué está sucediendo?
—Hay que llegar al puente —jadeó ___(Tn) por entre el fuego que sentía en los pulmones.
No sabía el motivo, pero sentía que debían conseguir llegar allí.
—¡No te detengas, Bonnie! ¡No mires atrás!
Agarró la manga de la muchacha y la obligó a darse la vuelta.
—No puedo hacerlo —sollozó Bonnie, llevándose una mano al costado mientras aminoraba la marcha.
—Sí, claro que puedes —rugió ___(Tn), volviendo a agarrar la manga de Bonnie y obligándola a seguir en movimiento—. Vamos. ¡Vamos!
Vio el destello plateado del agua ante ellas. Y allí estaba el claro entre los robles, y el puente, justo más allá. A ___(Tn) le flaqueaban las piernas y la respiración le silbaba en la garganta, pero no pensaba rezagarse. Ya veía las tablas de madera del puente peatonal, que estaba a seis metros, a tres, a un metro y medio de ellas.
—¡Lo conseguimos! —jadeó Meredith mientras sus pies retumbaban sobre la madera.
—¡No os detengáis! ¡Llegad al otro lado!
El puente crujió cuando lo cruzaron en una carrera tambaleante, las pisadas resonando sobre el agua. En cuanto saltó sobre la tierra apisonada de la otra orilla, ___(Tn) soltó por fin la manga de Bonnie y dejó que sus piernas se detuvieran con un traspié.
Meredith tenía el cuerpo doblado, con las manos sobre los muslos, y respiraba fatigosamente. Bonnie lloraba.
—¿Qué era? ¿Qué era? —inquirió—. ¿Todavía viene?
—Pensaba que tú eras la experta —dijo Meredith con voz insegura—. Por el amor de Dios, ___(Tn), vamonos de aquí.
—No, ahora ya pasó —susurró ___(Tn).
Tenía lágrimas en los ojos y temblaba de pies a cabeza, pero el aliento caliente sobre su cogote había desaparecido. El río se extendía entre ella y aquello; las aguas eran un tumulto oscuro.
—No puede seguirnos aquí —siguió.
Meredith la miró fijamente, luego miró la otra orilla con sus robles apiñados, a continuación miró a Bonnie. Se humedeció los labios y lanzó una breve carcajada.
—Seguro. No puede seguirnos. Pero vayamos a casa de todos modos, ¿vale? A menos que tengáis ganas de pasar la noche aquí fuera.
Una especie de sensación indescriptible recorrió a ___(Tn) con un estremecimiento.
—No, gracias —contestó, y rodeó con un brazo a Bonnie, que seguía gimoteando—. Ya pasó, Bonnie. Estamos a salvo ahora. Vamos.
Meredith volvió a mirar al otro lado del río.
—¿Sabes?, no veo nada ahí atrás —dijo con la voz más tranquila—. A lo mejor no había nada detrás de nosotras, al fin y al cabo; a lo mejor, sencillamente nos entró el pánico y nos asustamos sin motivo. Con un poco de ayuda de la sacerdotisa druida que tenemos aquí.
___(Tn) no dijo nada cuando empezaron a andar, manteniéndose muy juntas en el sendero de tierra. Pero se hacía preguntas. Se hacía muchas preguntas.
Para cuando llegó a su taquilla, el aturdimiento se disipaba ya y el nudo en su garganta intentaba disolverse en lágrimas. Pero no lloraría en el instituto, se dijo, no iba a hacerlo. Tras cerrar la taquilla, se encaminó a la salida principal.
Por segundo día consecutivo, regresaba a casa del instituto justo tras sonar la última campana, y sola. Tía Judith no podría sobrellevarlo. Pero cuando ___(Tn) llegó a su casa, el coche de tía Judith no estaba en la entrada; ella y Margaret debían de haber ido al mercado. La casa estaba silenciosa y tranquila cuando ___(Tn) abrió la puerta.
Agradeció la quietud; quería estar sola en aquellos momentos. Pero, por otra parte, no sabía exactamente qué hacer consigo misma. Ahora que finalmente ya podía llorar, descubrió que las lágrimas no acudían. Soltó la mochila sobre el suelo del vestíbulo delantero y entró despacio en la sala de estar.
Era una habitación hermosa e imponente, la única parte de la casa además del dormitorio de ___(Tn) que pertenecía a la construcción original. La primera casa se había construido antes de 1861 y se había quemado casi por completo durante la guerra de Secesión. Todo lo que se pudo salvar fue esa habitación, con su elaborada chimenea enmarcada por molduras en forma de volutas, y el gran dormitorio del piso superior. El bisabuelo del padre de __(Tn) había construido una nueva casa y los Gilbert habían vivido en ella desde entonces.
___(tn) giró para mirar por una de las ventanas que iban desde el suelo hasta el techo. El cristal era antiguo y grueso y mostraba ondulaciones, y todo en el exterior quedaba distorsionado, con un aspecto ligeramente sesgado. Recordó la primera vez que su padre le había mostrado aquel viejo cristal con ondulaciones, cuando ella era más joven aún de lo que Margaret era en la actualidad.
La sensación de ahogo había regresado a su garganta, pero las lágrimas seguían sin acudir. Todo en su interior era contradictorio. No quería compañía, y a la vez se sentía dolorosamente sola; realmente quería pensar, pero ahora que lo intentaba, los pensamientos la esquivaban como ratones huyendo de una lechuza blanca.
«Una lechuza blanca... ave de presa... devorador de carne... cuervo», pensó. «El cuervo más grande que he visto nunca», había dicho Matt.
Los ojos volvieron a escocerle. Pobre Matt. Le había herido, pero él se lo había tomado muy bien. Incluso había sido amable con Nick.
Nick. Su corazón dio un baquetazo, violento, arrancando a sus ojos dos lágrimas ardientes. Bueno, por fin lloraba. Lloraba de rabia y humillación y frustración... ¿y qué más?
¿Qué había perdido en realidad ese día? ¿Qué sentía en realidad por aquel desconocido, aquel Nick Jonas? Era un desafío, sí, y eso le hacía ser distinto, interesante. Nick era exótico..., excitante.
Resultaba curioso, justo lo que algunos chicos le habían dicho a veces a ___(Tn) que ella era. Y más tarde se enteraba por ellos, o por sus amigos o hermanas, de lo nerviosos que estaban antes de salir con ella, cómo se les ponían sudorosas las palmas de las manos y sentían el estómago lleno de mariposas. A ___(Tn) esas historias siempre le habían parecido divertidas. Ningún chico de los que había conocido a lo largo de su vida la había puesto nerviosa.
Pero al hablar con Nick hoy, su pulso se había acelerado y las rodillas habían estado a punto de doblarse. Había tenido las palmas húmedas. Y no había habido mariposas en su estómago..., había habido murciélagos.
¿Le interesaba el muchacho porque la ponía nerviosa? No era una buena razón, se dijo. De hecho, era una muy mala razón.
Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía que sus rodillas se doblaran con algo que no tenía nada que ver con el nerviosismo. Y aquellos cabellos negros como la noche; sus dedos ansiaban entretejerse en su suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura plana, aquellas piernas largas... y aquella voz. Fue su voz lo que la había decidido el día anterior, haciendo que se sintiera totalmente empeñada en tenerle. Su voz había sido serena y desdeñosa al hablar al señor Tanner, pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Se preguntó si podría volverse misteriosa y oscura también, y cómo sonaría pronunciando su nombre, susurrando su nombre...
—¡__(Tn)!
__(Tn) se sobresaltó, la ensoñación hecha pedazos. Pero no era Nick Jonas quien la llamaba, era tía Judith que abría la puerta con un traqueteo.
—¿___(Tn)? ¡___(Tn)! —Y aquélla era Margaret, con la voz chillona y aflautada—. ¿Estás en casa?
La desdicha volvió a embargar a la muchacha, y paseó la mirada por la cocina. No estaba en condiciones de enfrentarse a las preguntas preocupadas de su tía ni a la alegría inocente de Margaret en aquellos momentos. No con las pestañas húmedas y nuevas lágrimas amenazando con aparecer en cualquier instante. Tomó una decisión relámpago y se escabulló en silencio por la puerta trasera mientras la puerta principal se cerraba de un portazo.
Una vez abandonado el porche trasero, y ya en el patio, vaciló. No quería tropezarse con nadie conocido. Pero ¿adonde podía ir para estar sola?
La respuesta llegó casi al instante. Desde luego. Iría a ver a su madre y a su padre.
Era una caminata bastante larga, casi hasta las afueras de la ciudad, pero durante los últimos tres años se había convertido en algo acostumbrado para ___(Tn). Cruzó al otro lado del puente Wickery y ascendió la colina, pasando ante la iglesia en ruinas. Luego descendió al pequeño valle situado abajo.
Aquella parte del cementerio estaba bien cuidada; era a la parte antigua a la que se le permitía estar en un estado ligeramente salvaje. Aquí, la hierba estaba pulcramente cortada, y ramos de flores ofrecían notas de vividos colores. __(Tn) se sentó junto a la gran lápida de mármol con la palabra «Gilbert» tallada en la parte frontal.
—Hola, mamá. Hola, papá —murmuró.
Se inclinó sobre el lugar para depositar una flor violeta que había recogido de camino. Luego dobló las piernas bajo el cuerpo y se quedó sentada.
Había ido allí a menudo tras el accidente. Margaret sólo tenía un año en el momento del accidente de coche, y lo cierto era que no los recordaba. Pero ___(Tn) sí. Dejó que su mente retrocediera para ojear recuerdos, y el nudo de su garganta aumentó y las lágrimas salieron con más facilidad. Todavía los echaba mucho de menos... Su madre, tan joven y hermosa, y su padre, con una sonrisa que le arrugaba los ojos.
Tenía suerte de contar con tía Judith, desde luego. No todas las tías abandonarían su empleo y volverían a vivir en una ciudad pequeña para hacerse cargo de dos sobrinas huérfanas. Y Robert, el novio de tía Judith, era más un padre adoptivo para Margaret que un futuro tío.
Pero __(Tn) recordaba a sus padres. En ocasiones, justo después del funeral, había acudido allí para enfurecerse con ellos, enfadada con ellos por haber sido tan estúpidos como para matarse. Eso fue cuando no conocía muy bien a tía Judith y sentía que ya no había ningún lugar en la tierra al que perteneciera.
¿Adonde pertenecía ahora?, se preguntó. La respuesta fácil era: allí, a Fell's Church, donde había vivido toda su vida. Pero últimamente la respuesta fácil parecía equivocada. Últimamente sentía que debía existir algo más allá para ella, algún lugar que reconocería en seguida y llamaría hogar.
Una sombra cayó sobre su persona y alzó los ojos sobresaltada. Por un instante, las dos figuras de pie junto a ella resultaron extrañas, desconocidas, vagamente amenazadoras. Las miró fijamente, paralizada.
—__(Tn) —dijo nerviosamente la figura más pequeña, con las manos en las caderas—, a veces realmente me preocupo por ti, realmente lo hago.
___(Tn) pestañeó y luego lanzó una breve carcajada. Eran Bonnie y Meredith.
—¿Qué tiene que hacer una persona para conseguir un poco de intimidad por aquí? —preguntó mientras ellas se sentaban.
—Decirnos que nos marchemos —sugirió Meredith, pero ___(Tn) se limitó a encogerse de hombros.
Meredith y Bonnie habían acudido allí a menudo en su busca los meses siguientes al accidente. De repente se sintió complacida por ello, y agradecida a ambas. Aunque no hubiera nada más, tenía amigas que se preocupaban por ella. No le importó si sabían que había estado llorando, aceptó el pañuelo de papel arrugado que Bonnie le ofreció y se secó los ojos. Las tres permanecieron sentadas en silencio durante un rato, observando cómo el viento alborotaba el robledal del extremo del cementerio.
—Siento lo que sucedió esta mañana —dijo Bonnie por fin, en voz baja—. Fue realmente terrible.
—Y tu segundo nombre es «Tacto» —dijo Meredith—. No pudo haber sido tan malo, ___(Tn).
—No estabas allí. —__(Tn) se sintió enrojecer toda ella ante el recuerdo—. Sí que fue terrible. Pero ya no me importa —añadió categórica, desafiante—. He acabado con él. Ya no le quiero.
—¡___(Tn)!
—No le quiero, Bonnie. Evidentemente piensa que es demasiado bueno para... para los americanos. Así que puede coger esas gafas de sol de diseño y... —Se escucharon resoplidos de risa procedentes de sus compañeras. __(Tn) se sonó la nariz y negó con la cabeza—. De todos modos —dijo, cambiando decididamente de tema—, al menos Tanner parecía de mejor humor hoy.
Bonnie adoptó una expresión de mártir.
—¿Sabes que hizo que me apuntara para ser la primera en presentar la exposición oral? De todos modos, no me importa. Voy a hacer el mío sobre los druidas, y:..
—¿Sobre qué?
—Druidas. Esos viejos raros que construyeron Stonehenge y hacían magia y cosas así en la antigua Inglaterra. Desciendo de ellos; por eso soy médium.
Meredith lanzó un resoplido, pero __(Tn) contempló con el entrecejo fruncido la brizna de hierba que retorcía entre los dedos.
—Bonnie, ¿realmente viste algo en mi palma ayer? —preguntó súbitamente.
La muchacha vaciló.
—No lo sé —dijo por fin—. Creí verlo entonces. Pero a veces la imaginación se me descontrola.
—Sabía que estabas aquí —observó Meredith inesperadamente—. Yo pensé en mirar en la cafetería, pero Bonnie dijo: «Está en el cementerio».
—¿Lo hice? —Bonnie pareció levemente sorprendida e impresionada—. Bien, ya lo ves. Mi abuela de Edimburgo tiene el don de la clarividencia, y yo también. Siempre salta una generación.
—Y desciendes de los druidas —dijo Meredith en voz solemne.
—¡Bueno, es cierto! En Escocia mantienen las viejas tradiciones. No te creerías algunas de las cosas que hace mi abuela. Tiene un modo de averiguar con quién te vas a casar y cuándo vas a morir. Me dijo que moriría joven.
—¡Bonnie!
—Lo hizo. Seré joven y hermosa dentro de mi ataúd. ¿No creéis que es romántico?
—No, no lo creo. Creo que es repugnante —replicó __(Tn).
Las sombras se alargaban y el viento se había vuelto fresco.
—Así pues, ¿con quién te vas a casar, Bonnie? —terció Meredith con habilidad.
—No lo sé. Mi abuela me contó el ritual para averiguarlo, pero jamás lo probé. Por supuesto —Bonnie adoptó una pose sofisticada—, tiene que ser escandalosamente rico y guapísimo. Como nuestro misterioso desconocido moreno, por ejemplo. En especial, si nadie más le quiere. —Dirigió una mirada traviesa a ___(Tn).
___(Tn) no picó el anzuelo.
—¿Qué hay de Tyler Smallwood? —murmuró inocentemente—. Su padre es, desde luego, bastante rico.
—Y no es feo —estuvo de acuerdo Meredith en tono solemne—. Eso, desde luego, si te gustan los animales. Todos esos enormes dientes blancos...
Las muchachas intercambiaron miradas y luego prorrumpieron en carcajadas. Bonnie arrojó un puñado de hierba a Meredith, que se la sacudió de encima y le arrojó un diente de león en respuesta. En algún momento en medio de todo ello, ___(Tn) comprendió que iba a estar bien. Volvía a ser ella misma, no estaba perdida, no era una desconocida, sino ___(Tn) Gilbert, la reina del Robert E. Lee. Se quitó la cinta color crema del pelo y sacudió los cabellos alrededor del rostro.
—He decidido sobre qué hacer mi exposición oral —dijo, contemplando con ojos entrecerrados cómo Bonnie se pasaba los dedos por los rizos para quitar la hierba.
—¿Qué será?
__(Tn) echó la barbilla hacia arriba para contemplar el cielo rojo y morado de encima de la colina. Aspiró pensativa y dejó que el suspense creciera por un instante. Luego dijo con indiferencia:
—El Renacimiento italiano.
Bonnie y Meredith la miraron fijamente, luego se miraron entre sí y prorrumpieron en fuertes carcajadas otra vez.
—¡Aja! —dijo Meredith cuando se recuperaron—. Así que el tigre regresa.
___(Tn) le dedicó una mueca salvaje. Su conmocionada seguridad en sí misma había regresado, y aunque no lo comprendía ni ella misma, sabía una cosa: no iba a dejar que Nick Jonas escapara incólume.
—De acuerdo —indicó con vivacidad—. Ahora, escuchad vosotras dos. Nadie más debe saber esto o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Caroline le encantaría tener cualquier excusa para hacerme aparecer ridicula. Pero todavía quiero que sea mío y lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré. No obstante, hasta que se me ocurra un plan, vamos a hacerle el vacío.
—¿Vamos?
—Sí, vamos. No puedes tenerle, Bonnie; es mío. Y hemos de poder confiar completamente en ti.
—Aguarda un minuto —dijo Meredith con un brillo en los ojos.
Soltó el broche de esmalte de su blusa; luego, alzando el pulgar, le dio un veloz pinchazo.
—Bonnie, dame tu mano.
—¿Por qué? —preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.
—Porque quiero casarme contigo, ¿para qué crees, idiota?
—Pero... pero... Oh, vale. ¡Ay!
—Te toca, __(Tn). —Pinchó eficientemente el dedo de su amiga, y luego lo oprimió para conseguir sacar una gota de sangre—. Ahora —prosiguió, mirando a las otras dos con centelleantes ojos oscuros—, todas juntamos los pulgares y juramos. Especialmente tú, Bonnie. Jura guardar este secreto y hacer todo lo que __(Tn) pida en relación a Stefan.
—Oíd, jurar con sangre es peligroso —protestó Bonnie en tono serio—. Significa que tienes que mantener tu promesa suceda lo que suceda, sin importar lo que sea, Meredith.
—Lo sé —respondió ésta inflexible—. Por eso te digo que lo hagas. Recuerdo lo que sucedió con Michael Martin.
Bonnie torció el gesto.
—Eso fue hace años,y rompimos en seguida de todos modos y... Ah, de acuerdo. Lo juraré. —Cerrando los ojos, dijo—: Juro mantener esto en secreto y hacer todo lo que __(Tn) pida respecto a Nick.
Meredith repitió el juramento. Y ___(Tn), con la vista fija en las sombras pálidas de sus pulgares juntos en la creciente oscuridad, tomó una larga bocanada de aire y dijo en voz baja:
—Y yo juro no descansar hasta que sea mío.
Una ráfaga de aire frío sopló a través del cementerio, echando hacia atrás los cabellos de las muchachas y haciendo revolotear hojas secas por el suelo. Bonnie lanzó una exclamación ahogada y se echó hacia atrás; todas miraron a su alrededor, y luego lanzaron risitas nerviosas.
—Ha oscurecido —observó ___(Tn), sorprendida.
—Será mejor que nos pongamos en camino hacia casa —dijo Meredith, volviendo a sujetar el broche.
También Bonnie se puso en pie, introduciendo la punta del pulgar en la boca.
—Adiós —dijo ___(Tn) en voz baja, volviéndose hacia la lápida.
La flor violeta era una masa borrosa en el suelo. Recogió la cinta color crema que descansaba junto a ella, dio media vuelta e hizo una seña con la cabeza a Bonnie y a Meredith.
—Vámonos.
En silencio, se dirigieron colina arriba en dirección a la iglesia en ruinas. El juramento hecho con sangre les había conferido a todas una sensación de solemnidad, y al pasar ante la destrozada iglesia Bonnie se estremeció. Con la puesta del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y se alzaba viento. Cada ráfaga enviaba susurros por entre la hierba y hacía que los viejos robles agitaran ruidosamente las oscilantes hojas.
—Estoy helada —comentó ___(Tn), deteniéndose por un instante ante el agujero negro que en el pasado había sido la puerta de la iglesia y dirigiendo una mirada al paisaje situado a sus pies.
La luna no había salido todavía y apenas se distinguían el cementerio antiguo y el puente Wickery más allá. El antiguo cementerio se remontaba a los días de la guerra de Secesión, y muchas lápidas mostraban nombres de soldados. Tenía un aspecto salvaje; zarzas y maleza crecían sobre las tumbas, y enredaderas de hiedra pululaban sobre pedazos de granito desmoronado. A ___(Tn) nunca le había gustado.
—Tiene un aspecto distinto, ¿verdad? En la oscuridad, quiero decir —comentó con voz vacilante.
No sabía cómo decir lo que en realidad quería indicar: que no era un lugar para los vivos.
—Podríamos ir por el camino largo —propuso Meredith—. Pero eso significaría otros veinte minutos de camino.
—No me importa ir por aquí —dijo Bonnie, tragando saliva con fuerza—. Siempre dije que quería que me enterraran ahí, en el viejo.
—¡Quieres dejar de hablar sobre ser enterrada! —le soltó __(Tn), e inició el descenso por la colina.
Pero cuanto más avanzaba por el estrecho sendero, más incómoda se sentía. Aminoró el paso hasta que Bonnie y Meredith la alcanzaron. Cuando se acercaban a la primera lápida, su corazón empezó a latir con fuerza. Intentó no hacer caso, pero sentía un cosquilleo por toda la piel y el fino vello de sus brazos se le puso de punta. Entre las ráfagas de viento, cada sonido parecía amplificado de un modo horrible; el crujido de los tres pares de pies sobre el sendero cubierto de hojas resultaba ensordecedor.
La iglesia en ruinas era ya una silueta negra detrás de ellas. El angosto sendero conducía por entre las lápidas recubiertas de liqúenes, muchas de las cuales eran más altas que Meredith. Lo bastante grandes para que algo se ocultara detrás, pensó Elena con inquietud. Algunas tumbas acobardaban, como la que tenía un querubín que parecía un auténtico bebé, excepto que su cabeza se había desprendido y la habían colocado con cuidado junto a su cuerpo. Los ojos de granito abiertos de par en par carecían de expresión. Elena no podía apartar los ojos de ella, y su corazón empezó a latir violentamente.
—¿Por qué nos detenemos? —preguntó Meredith.
—Yo sólo... Lo siento —murmuró ___(Tn), pero cuando se obligó a dar la vuelta se quedó rígida al instante—. ¿Bonnie? —dijo—. Bonnie, ¿qué sucede? —Bonnie tenía la vista fija en el interior del cementerio, con los labios entreabiertos y los ojos tan desorbitados e inexpresivos como el querubín de piedra. El miedo recorrió el estómago de ___(Tn)—. Bonnie, para ya. ¡Para! No es divertido.
Bonnie no contestó.
—¡Bonnie! —llamó Meredith.
___(Tn) y ella se miraron, y de repente ___(Tn) comprendió que tenía que salir de allí. Giró en redondo para empezar a descender por el sendero, pero una voz desconocida habló a su espalda, y se volvió sobresaltada.
—___(Tn) —dijo la voz.
No era la voz de Bonnie, pero procedía de la boca de ésta. Pálida en la oscuridad, Bonnie seguía con la mirada fija en el camposanto. Su rostro carecía totalmente de expresión.
—___(Tn) —repitió la voz, y añadió, a la vez que la cabeza de Bonnie se volvía hacia ella—, hay alguien esperándote ahí fuera.
___(Tn) nunca supo del todo qué sucedió en los minutos siguientes. Algo pareció moverse por entre las oscuras formas jorobadas de las lápidas, agitándose y alzándose entre ellas. ___(Tn) chilló y Meredith lanzó un grito, y acto seguido las dos corrían ya, y Bonnie con ellas, chillando también.
Los pies de ___(Tn) aporreaban el estrecho sendero, tropezando con rocas y terrones de tierra. Bonnie sollozaba intentando recuperar el aliento detrás de ella, y Meredith, la tranquila y cínica Meredith, jadeaba violentamente. Se oyó una repentina agitación y un chillido en un roble que se alzaba por encima de ellas, y ___(Tn) descubrió que aún podía correr más de prisa.
—Hay algo detrás de nosotras —gritó Bonnie con voz aguda—. Oh, Dios, ¿qué está sucediendo?
—Hay que llegar al puente —jadeó ___(Tn) por entre el fuego que sentía en los pulmones.
No sabía el motivo, pero sentía que debían conseguir llegar allí.
—¡No te detengas, Bonnie! ¡No mires atrás!
Agarró la manga de la muchacha y la obligó a darse la vuelta.
—No puedo hacerlo —sollozó Bonnie, llevándose una mano al costado mientras aminoraba la marcha.
—Sí, claro que puedes —rugió ___(Tn), volviendo a agarrar la manga de Bonnie y obligándola a seguir en movimiento—. Vamos. ¡Vamos!
Vio el destello plateado del agua ante ellas. Y allí estaba el claro entre los robles, y el puente, justo más allá. A ___(Tn) le flaqueaban las piernas y la respiración le silbaba en la garganta, pero no pensaba rezagarse. Ya veía las tablas de madera del puente peatonal, que estaba a seis metros, a tres, a un metro y medio de ellas.
—¡Lo conseguimos! —jadeó Meredith mientras sus pies retumbaban sobre la madera.
—¡No os detengáis! ¡Llegad al otro lado!
El puente crujió cuando lo cruzaron en una carrera tambaleante, las pisadas resonando sobre el agua. En cuanto saltó sobre la tierra apisonada de la otra orilla, ___(Tn) soltó por fin la manga de Bonnie y dejó que sus piernas se detuvieran con un traspié.
Meredith tenía el cuerpo doblado, con las manos sobre los muslos, y respiraba fatigosamente. Bonnie lloraba.
—¿Qué era? ¿Qué era? —inquirió—. ¿Todavía viene?
—Pensaba que tú eras la experta —dijo Meredith con voz insegura—. Por el amor de Dios, ___(Tn), vamonos de aquí.
—No, ahora ya pasó —susurró ___(Tn).
Tenía lágrimas en los ojos y temblaba de pies a cabeza, pero el aliento caliente sobre su cogote había desaparecido. El río se extendía entre ella y aquello; las aguas eran un tumulto oscuro.
—No puede seguirnos aquí —siguió.
Meredith la miró fijamente, luego miró la otra orilla con sus robles apiñados, a continuación miró a Bonnie. Se humedeció los labios y lanzó una breve carcajada.
—Seguro. No puede seguirnos. Pero vayamos a casa de todos modos, ¿vale? A menos que tengáis ganas de pasar la noche aquí fuera.
Una especie de sensación indescriptible recorrió a ___(Tn) con un estremecimiento.
—No, gracias —contestó, y rodeó con un brazo a Bonnie, que seguía gimoteando—. Ya pasó, Bonnie. Estamos a salvo ahora. Vamos.
Meredith volvió a mirar al otro lado del río.
—¿Sabes?, no veo nada ahí atrás —dijo con la voz más tranquila—. A lo mejor no había nada detrás de nosotras, al fin y al cabo; a lo mejor, sencillamente nos entró el pánico y nos asustamos sin motivo. Con un poco de ayuda de la sacerdotisa druida que tenemos aquí.
___(Tn) no dijo nada cuando empezaron a andar, manteniéndose muy juntas en el sendero de tierra. Pero se hacía preguntas. Se hacía muchas preguntas.
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Capítulo 5
La luna llena brillaba de pleno cuando Nick regresó a la casa de huéspedes. Estaba mareado, casi tambaleante, tanto por la fatiga como por la superabundancia de sangre que había consumido. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que se había permitido alimentarse tan copiosamente. Pero el estallido de Poder en bruto junto al cementerio lo había contagiado de su frenesí, echando por tierra su ya debilitado control. Seguía sin saber con seguridad de dónde había salido el Poder. Había estado observando a las muchachas humanas desde su puesto en las sombras cuando éste estalló por detrás de él, haciendo huir a las jóvenes, y se había visto atrapado entre el temor de que éstas fueran a parar al río y el deseo de sondear aquel Poder y descubrir su procedencia. Al final, la había seguido a ella, incapaz de arriesgarse a que resultara herida.
Algo negro había volado en dirección a los árboles mientras las humanas alcanzaban la protección del puente, pero ni siquiera los sentidos nocturnos de Nick pudieron descifrar de qué se trataba. Había vigilado mientras ella y las otras dos marchaban en dirección a la ciudad. Luego había regresado al cementerio.
Estaba vacío entonces, purgado de lo que fuera que había estado allí. Sobre el suelo yacía una fina tira de tela que a unos ojos corrientes les habría parecido gris en la oscuridad. Pero él vio su auténtico color, y mientras la arrugaba entre los dedos, alzándola despacio hasta tocar sus labios, olió el aroma de los cabellos de la muchacha.
Los recuerdos lo asaltaron. Ya era bastante terrible cuando se hallaba fuera de su vista, cuando el sereno resplandor de su mente sólo martirizaba los bordes de su consciencia. Pero estar en la misma aula que ella en la escuela, sentir su presencia detrás de él, oler la embriagadora fragancia de su piel a su alrededor, era casi más de lo que podía soportar.
Había escuchado cada queda respiración de la joven, sentido su calidez irradiando sobre su espalda, percibido cada latido de su melodioso pulso. Y finalmente, con gran horror por su parte, se había encontrado cediendo a ello. Su lengua se había deslizado arriba y abajo sobre sus colmillos, deleitándose con el placer-dolor que crecía allí, alentándolo. Había aspirado su olor por la nariz de un modo deliberado, y dejado que las visiones acudieran, imaginándolo todo. Lo suave que sería su cuello, y cómo sus labios irían a su encuentro con igual suavidad al principio, depositando diminutos besos aquí y allí, hasta que alcanzaran el blando hueco de su garganta. Cómo se acurrucarían allí, en el lugar donde el corazón de la joven latía con tanta fuerza contra la delicada piel. Y cómo por fin sus labios se abrirían, se apartarían de los ansiosos dientes afilados como pequeñas dagas y...
No. Había salido de su trance con una sacudida, su propio pulso latiendo irregularmente, el cuerpo estremecido. Habían dado por finalizada la clase, a su alrededor todo era movimiento, y sólo podía esperar que nadie le hubiese estado observando con demasiada atención.
Cuando ella le había hablado, había sido incapaz de creer que pudiera mirarla a la cara mientras sus venas ardían y toda su mandíbula superior suspiraba por ella. Por un momento había temido que su control se quebraría, que la sujetaría por los hombros y la tomaría delante de todos ellos. No tenía ni idea de cómo había podido escapar, sólo que algo más tarde estaba canalizando su energía en forma de duro ejercicio, vagamente consciente de que no debía utilizar los Poderes. No importaba; incluso sin ellos era en todos los aspectos superior a los muchachos mortales que competían con él en el campo de rugby. Su visión era más aguda, los reflejos más veloces, los músculos, más fuertes. En seguida, una mano le había palmeado la espalda y la voz de Matt había sonado en sus oídos:
—¡Felicidades! ¡Bienvenido al equipo!
Al contemplar aquel rostro franco y sonriente, Nick se había sentido invadido por la vergüenza. «Si supieras lo que soy, no me sonreirías —había pensado sombrío—. He ganado esta competición vuestra mediante engaños. Y la chica a la que amas..., porque la amas, ¿verdad?, está en mis pensamientos justo ahora.»
Y había permanecido en ellos a pesar de todos sus esfuerzos por desterrarla aquella tarde. Había ido a parar al cementerio ciegamente, arrancado del bosque por una fuerza que no comprendía. Una vez allí, la había vigilado, luchando consigo mismo, luchando contra el ansia, hasta que el estallido de Poder la había hecho huir a ella y a sus amigas. Y luego había regresado a casa..., pero no hasta después de alimentarse. Después de haber perdido el control.
Era incapaz de recordar cómo había sucedido exactamente, cómo había permitido que sucediera. Aquella llamarada de Poder lo había provocado, despertando cosas en su interior que era mejor dejar que durmieran. La necesidad de cazar. El ansia por la caza, por el olor a miedo y el salvaje triunfo de caer sobre la presa. Hacía años —siglos— que no sentía el ansia con tanta fuerza. Sus venas habían empezado a arder como el fuego. Y todos sus pensamientos se habían vuelto rojos: era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el cálido sabor cúprico, la efervescencia vital de la sangre.
Con aquella excitación rugiendo aún en su interior, había dado un paso o dos tras las muchachas. ¿Qué podría haber sucedido de no haberse cruzado en su camino el anciano? Era mejor no pensarlo. Cuando llegó al final del puente, sus orificios nasales se habían ensanchado ante el olor fuerte y característico a carne humana.
Sangre humana. El elixir supremo, el vino prohibido. Más embriagador que cualquier licor, la humeante esencia de la vida misma. Y estaba tan cansado de oponerse al ansia...
Había habido un movimiento en la orilla, al agitarse un montón de viejos harapos. Y al instante siguiente, Nick había aterrizado con un movimiento grácil y felino junto a él. La mano salió despedida al frente y retiró los harapos, dejando al descubierto un rostro arrugado y parpadeante encima de un cuello esquelético. Sus labios se echaron hacia atrás.
Y a continuación todo lo que se oyó fue un sonido de succión.
En aquellos momentos, mientras ascendía a trompicones por la escalera principal de la casa de huéspedes, intentó no pensar en ello y no pensar en ella..., en la muchacha que le tentaba con su calidez, con su vida. Ella había sido la que realmente deseaba, pero a partir de aquel momento debía poner freno a aquello, debía matar cualquier pensamiento parecido antes de que se iniciara. Por su bien y por el de ella. Él era su peor pesadilla hecha realidad y ella ni siquiera lo sabía.
—¿Quién anda ahí? ¿Eres tú, chico? —gritó, chillona, una voz cascada.
Una de las puertas del segundo piso se abrió y una cabeza canosa asomó fuera.
—Sí, signora..., señora Flowers. Siento haberla perturbado.
—Ah, se necesita más que el crujido de una tabla del suelo para perturbarme. ¿Cerraste la puerta con llave al entrar?
—Sí, signora. Está... a salvo.
—Eso está bien. Necesitamos estar seguros aquí. Uno nunca sabe lo que podría salir de esos bosques, ¿verdad?
El muchacho dirigió una veloz mirada al pequeño rostro sonriente rodeado de mechones grises, a los ojos brillantes que se movían de un lado a otro. ¿Ocultaban algún secreto?
—Buenas noches, signora.
—Buenas noches, chico. —La mujer cerró la puerta.
Ya en su propia habitación, Nick se dejó caer sobre la cama y permaneció tumbado con los ojos fijos en el techo bajo e inclinado.
Por lo general tenía un sueño intranquilo por las noches; no era su hora natural de dormir. Pero esa noche estaba cansado. Requería tanta energía enfrentarse a la luz del sol. Y la comida pesada no hacía más que contribuir a su letargo. Pronto, aunque sus ojos no se cerraron, dejó de contemplar el techo encalado sobre su cabeza.
Retazos aleatorios de recuerdos flotaron por su mente. Katherine, tan encantadora aquella noche junto a la fuente, la luz de la luna tiñendo de plata sus pálidos cabellos dorados. Qué orgulloso se había sentido de estar sentado con ella, de ser quien compartiera su secreto...
—Pero ¿no puedes salir nunca a la luz del sol?
—Sí que puedo, siempre y cuando lleve esto puesto. —Alzó una pequeña mano blanca, y la luz de la luna brilló sobre el anillo de lapislázuli que llevaba en ella—. Pero el sol me cansa mucho. Nunca he sido muy fuerte.
Nick la contempló, contempló la delicadeza de sus facciones y la delgadez de su cuerpo. Era casi tan incorpórea como el cristal hilado. No, jamás debió de ser fuerte.
—De niña, a menudo estaba enferma —dijo en voz muy baja, los ojos fijos en el juego del agua en la fuente.
—La última vez, el doctor dijo que me moriría. Recuerdo que papá lloraba y recuerdo estar tumbada en mi enorme cama, demasiado débil para moverme. Incluso respirar era un esfuerzo excesivo. Me entristecía tanto abandonar el mundo y tenía tanto frío, tantísimo frío... —Se estremeció y luego sonrió.
—Pero ¿qué sucedió?
—Desperté en plena noche y encontré a Gudren, mi doncella, de pie junto a mi cama. Y entonces se hizo a un lado y vi al hombre que había traído. Sentí miedo. Su nombre era Klaus y había oído a la gente del pueblo decir que era malvado. Grité a Gudren que me salvara, pero ella se limitó a permanecer allí de pie, observando. Cuando él acercó la boca a mi cuello, pensé que iba a matarme.
Hizo una pausa. Nick la miraba con horror y compasión, y ella le dedicó una sonrisa reconfortante.
—No fue tan terrible después de todo. Hubo un poco de dolor al principio, pero desapareció rápidamente. Y luego la sensación fue en realidad agradable. Cuando él me dio de su sangre para beber, me sentí más fuerte de lo que había estado en meses. Y luego esperamos juntos a que transcurrieran las horas hasta que llegó el amanecer. Cuando vino el doctor, no podía creer que yo pudiera incorporarme en la cama y hablar. Papá dijo que era un milagro y volvió a llorar, pero de alegría. —Su rostro se nubló—. Tendré que abandonar a mi padre pronto. Un día de éstos advertirá que desde aquella enfermedad no he envejecido ni una hora.
—¿Y jamás lo harás?
—No. ¡Eso es lo más maravilloso de todo, Nick! —Alzó los ojos hacia él con infantil júbilo—. ¡Seré joven eternamente y nunca moriré! ¿Puedes imaginarlo?
Él no podía imaginarla como nada que no fuese lo que era en aquel momento: adorable, inocente, perfecta.
—Pero... ¿no lo encontraste aterrador al principio?
—Al principio, un poco. Pero Gudren me mostró qué hacer. Fue ella quien me dijo que encargara este anillo, con una gema que me protegería de la luz solar. Mientras estuve en cama, me trajo sustanciosas bebidas calientes. Más tarde, me trajo pequeños animales que su hijo atrapaba.
—¿No... personas?
Se oyó su risa.
—Por supuesto que no. Puedo obtener todo lo que necesito en una noche de una paloma. Gudren dice que si deseo ser poderosa, debería tomar sangre humana, pues la esencia vital de los humanos es más fuerte. Y Klaus también solía instarme a hacerlo; quería volver a intercambiar sangre. Pero yo le digo a Gudren que no quiero poder. Y en cuanto a Klaus...
Se interrumpió y bajó los ojos, de modo que las espesas pestañas descansaron sobre la mejilla. Su voz era muy baja cuando prosiguió:
—No creo que sea una cosa que deba hacerse a la ligera. Tomaré sangre humana sólo cuando haya encontrado a mi compañero, aquel que estará junto a mí por toda la eternidad. —Alzó la mirada hacia él con expresión seria.
Nick le sonrió, sintiéndose aturdido y pletórico de orgullo. Apenas consiguió contener la felicidad que sintió en aquel momento.
Pero eso fue antes de que su hermano Joe regresara de la universidad. Antes de que Joe volviera y contemplara los ojos azules como joyas de Katherine.
Sobre su cama en la habitación de techo bajo, Nick gimió. Entonces la oscuridad lo atrajo más profundamente, y nuevas imágenes empezaron a titilar en su mente.
Eran visiones dispersas del pasado que no formaban una secuencia coherente. Las vio como escenas brevemente iluminadas por relámpagos. El rostro de su hermano, crispado en una máscara de furia inhumana. Los ojos azules de Katherine, centelleando y danzando mientras efectuaba piruetas con su nuevo vestido blanco. El fugaz atisbo de algo blanco tras un limonero. El contacto de una espada en su mano; la voz de Giuseppe gritando desde la distancia; el limonero. No debía dar la vuelta al limonero. Volvió a ver el rostro de Joe, pero en esa ocasión su hermano reía como loco. Reía sin parar, con un sonido parecido al chirriar del cristal roto. Y el limonero estaba más cerca ya...
—¡Joe... Katherine... no!
Estaba sentado totalmente tieso en la cama.
Se pasó unas manos temblorosas por los cabellos y serenó su respiración.
Un sueño terrible. Hacía mucho tiempo que no se había visto torturado por sueños como aquél; mucho, desde luego, desde la última vez que soñó algo. Los últimos segundos pasaron una y otra vez por su mente, y volvió a ver el limonero y escuchó de nuevo la risa de su hermano.
Resonó en su mente casi con excesiva nitidez. De improviso, sin ser consciente de una decisión deliberada de moverse, Nick se encontró ante la ventana abierta. Sintió el frío aire nocturno sobre las mejillas al mirar a la oscuridad plateada.
«¿Joe?» Envió el pensamiento en una oleada de Poder, rastreando. Luego se sumió en una inmovilidad total, escuchando con todos sus sentidos.
No sintió nada, ninguna ondulación como respuesta. A poca distancia, una pareja de aves nocturnas alzaron el vuelo. En la ciudad, muchas mentes dormían; en el bosque, animales nocturnos se dedicaban a sus ocupaciones privadas.
Suspiró y volvió a girar hacia la habitación. A lo mejor se había equivocado respecto a la risa; a lo mejor incluso había estado equivocado sobre la amenaza en el cementerio. Fell's Church estaba silenciosa y tranquila, y él debería imitarla. Necesitaba dormir.
5 de setiembre (en realidad, primeras horas del 6 de septiembre... sobre la 1 de la madrugada)
Querido diario:
Debería regresar a la cama en seguida. Hace apenas unos pocos minutos desperté pensando que alguien chillaba, pero ahora la casa está en silencio. Han sucedido tantas cosas extrañas esta noche, que tengo los nervios destrozados, supongo.
Al menos desperté sabiendo exactamente qué voy a hacer respecto a Nick. Todo el asunto más o menos se me ocurrió de repente. El Plan B, Fase Uno, se inicia mañana.
Los ojos de Francés llameaban, y tenía las mejillas arreboladas mientras se aproximaba a las tres muchachas sentadas ante la mesa.
—¡___(Tn), tienes que oír esto!
__(Tn) le sonrió educadamente, pero sin demasiada familiaridad. Francés bajó la cabeza.
—Quiero decir..., ¿puedo unirme a vosotras? Acabo de enterarme de la cosa más absurda respecto a Nick Jonas.
—Siéntate —indicó __(Tn) con deferencia—. Pero —añadió untando mantequilla en un panecillo— no estamos realmente interesadas en la noticia.
—¿Vosotras no...? —Francés se la quedó mirando fijamente; miró a Meredith, luego a Bonnie—. Vosotras, chicas, estáis de broma, ¿verdad?
—En absoluto. —Meredith ensartó una judía verde y la observó con suspicacia—. Tenemos otras cosas en la cabeza hoy.
—Exactamente —indicó Bonnie tras un repentino sobresalto—. Nick es algo pasado, ¿sabes? Ya no interesa. —Se inclinó y se frotó el tobillo.
Francés miró a __(Tn) suplicante.
—Pero pensaba que querías saberlo todo respecto a él.
—Curiosidad —repuso ___(Tn)—. Al fin y al cabo es un visitante, y quería darle la bienvenida a Fell's Church. Pero, por supuesto, debo mantenerme fiel a Jean-Claude.
—¿Jean-Claude?
—Jean-Claude —dijo Meredith, enarcando las cejas y suspirando.
—Jean-Claude —repitió Bonnie animosamente.
Delicadamente, con el pulgar y el índice, ___(Tn) sacó una foto de su mochila.
—Aquí está de pie frente a la casita en la que nos alojábamos. Justo después me cortó una flor y dijo... bueno —sonrió misteriosamente—, no debería repetirlo.
Francés contemplaba con atención la foto, que mostraba a un hombre joven, sin camisa, de pie frente a una mata de hibisco y sonriendo con timidez.
—Es mayor que tú, ¿verdad? —dijo con respeto.
—Veintiuno. Por supuesto... —__(Tn) miró por encima del hombro—, mi tía jamás lo aprobaría, de modo que se lo estamos ocultando hasta que me gradúe. Tenemos que escribirnos en secreto.
—Qué romántico... —musitó Francés—. No se lo diré a nadie, lo prometo. Pero respecto a Nick...
___(Tn) le dedicó una sonrisa de superioridad.
—Si tengo que comer comida europea —dijo—, prefiero la francesa a la italiana siempre. —Volvió la cabeza hacia Meredith—. ¿No te parece?
—Mm... mmm. Siempre. —Meredith y ___(Tn) se sonrieron la una a la otra con complicidad, luego se volvieron hacia Francés—. ¿No estás de acuerdo?
—Pues sí —respondió ella apresuradamente—. Yo también. Siempre.
Sonrió de manera cómplice ella también y asintió varias veces mientras se levantaba y marchaba.
Cuando desapareció, Bonnie dijo lastimera:
—Esto va a matarme. ___(Tn), me moriré si no me entero del chismorreo.
—Ah, ¿eso? Yo puedo contártelo —respondió ___(Tn) con calma—. Iba a decir que existe un rumor por ahí de que Nick es un agente de la brigada de estupefacientes.
—¿Un qué? —Bonnie la miró fijamente, y luego prorrumpió en carcajadas—. Pero eso es ridículo. ¿Qué agente de estupefacientes en todo el mundo se vestiría así y llevaría gafas oscuras? Quiero decir, ha hecho todo lo que puede para atraer la atención sobre él... —Su voz se apagó, y sus ojos castaños se abrieron más—. Pero entonces, ése puede ser el motivo de que lo haga. ¿Quién sospecharía jamás de alguien tan obvio? Y vive solo, y es terriblemente reservado... ¡__(Tn)! ¿Y si es cierto?
—No lo es —dijo Meredith.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque yo soy quien lo inventó. —Al ver la expresión de Bonnie, sonrió de oreja a oreja y añadió—: __(Tn) me dijo que lo hiciera.
—Ahhh. —Bonnie dirigió una mirada de admiración a __(Tn)—. Eres perversa. ¿Puedo decir a la gente que tiene una enfermedad terminal?
—No, no puedes. No quiero a una ristra de Florences Nightingale haciendo cola para sostenerle la mano. Pero puedes contar a la gente lo que quieras sobre Jean-Claude.
Bonnie tomó la fotografía.
—¿Quién era realmente?
—El jardinero. Estaba loco por esas matas de hibiscos. También estaba casado y con dos hijos.
—Una lástima —comentó Bonnie en tono serio—. Y tú le dijiste a Francés que no le hablara a nadie de él...
—Exacto. —___(Tn) consultó su reloj—. Lo que significa que sobre las, ah, digamos dos en punto, debería saberlo toda la escuela.
Tras las clases, las muchachas fueron a casa de Bonnie. Las recibieron en la puerta principal unos ladridos agudos, y cuando Bonnie abrió la puerta, un pequinés muy viejo y gordo intentó escapar. Se llamaba Yangtzé, y estaba tan malcriado que nadie excepto la madre de Bonnie lo soportaba. Mordisqueó el tobillo de __(Tn) cuando ésta pasó por su lado.
La sala de estar estaba oscura y abarrotada, con grandes cantidades de mobiliario recargado y cortinas gruesas en las ventanas. La hermana de Bonnie, Mary, estaba allí, quitándose las horquillas que sujetaban una cofia a sus ondulados cabellos rojos. Tenía sólo dos años más que Bonnie y trabajaba en el dispensario de Fell's Church.
—Ah, Bonnie —saludó—, me alegro de que estés de vuelta. Hola, __(Tn), Meredith.
__(Tn) y Meredith dijeron «hola».
—¿Qué sucede? Pareces cansada —dijo Bonnie.
Mary dejó caer la cofia sobre la mesa de centro. En lugar de responder, fue ella quien hizo una pregunta.
—Anoche, cuando llegaste a casa tan alterada, ¿dónde dijiste que habíais estado?
—Allá en el... Sólo allá abajo, junto al puente Wickery.
—Eso es lo que pensé. —Mary aspiró con fuerza—. Ahora escúchame, Bonnie McCullough. No vuelvas a ir allí, y especialmente sola y de noche. ¿Comprendido?
—Pero ¿por qué no? —inquirió Bonnie, absolutamente desconcertada.
—Porque anoche atacaron a alguien allí, ése es el porqué no. ¿Y sabes dónde lo encontraron? Justo en la orilla debajo del puente Wickery.
___(Tn) y Meredith se le quedaron mirando con incredulidad, y Bonnie agarró con fuerza el brazo de ___(Tn).
—¿Atacaron a alguien debajo del puente? Pero ¿quién era? ¿Qué sucedió?
—No lo sé. Esta mañana uno de los trabajadores del cementerio lo descubrió allí tendido. Supongo que era alguna persona sin hogar y que probablemente iba a dormir bajo el puente cuando la atacaron. Pero estaba medio muerto cuando la trajeron y no ha recuperado el conocimiento aún. Podría morir.
—¿Qué quieres decir con atacado? —inquirió ___(Tn), tragando saliva.
—Quiero decir —respondió Mary con claridad— que casi le habían desgarrado totalmente la garganta. Perdió una increíble cantidad de sangre. Al principio pensaron que podría haber sido un animal, pero ahora el doctor Lowen dice que fue una persona. Y la policía cree que quienquiera que lo hiciese podría ocultarse en el cementerio. —Mary miró a cada una de ellas por turno, con la boca convertida en una línea recta—. De modo que si estuvisteis allí junto al puente... o en el cementerio, ___(Tn) Gilbert..., entonces esa persona podría haber estado allí con vosotras. ¿Entendido?
—Ya no tienes que asustarnos más —dijo Bonnie con voz débil—. Lo hemos captado, Mary.
—De acuerdo. Estupendo. —Mary hundió los hombros y se frotó la nuca con gesto cansado—. Tengo que tumbarme un rato. No era mi intención ser una gruñona —dijo mientras abandonaba la salita.
Una vez a solas, las tres muchachas se miraron entre sí.
—Podría haber sido una de nosotras —dijo Meredith con calma—. En especial tú, __(Tn); tú fuiste allí sola.
___(Tn) sentía una picazón por toda la piel, el mismo sentimiento doloroso de alerta que había tenido en el viejo cementerio. Podía sentir la frialdad del viento y ver las hileras de lápidas a su alrededor. La luz del sol y el Robert E. Lee jamás habían parecido tan lejanos.
—Bonnie —dijo despacio—, ¿viste a alguien allí fuera? ¿Es eso a lo que te referías cuando dijiste que alguien me estaba esperando?
En la habitación oscura, Bonnie la contempló sin comprender.
—¿De qué hablas? Yo no dije eso.
—Sí, lo dijiste.
—No, no lo hice. Jamás dije eso.
—Bonnie —intervino Meredith—, las dos te oímos. Te quedaste mirando fijamente a las viejas lápidas, y luego dijiste a __(Tn)...
—No sé de qué estáis hablando y yo no dije absolutamente nada. —Bonnie tenía el rostro congestionado por la cólera y había lágrimas en sus ojos—. No quiero seguir hablando de ello.
___(Tn) y Meredith se miraron la una a la otra impotentes. En el exterior, el sol se ocultó tras una nube.
Espero que les gusten los cap
comenten mucho
las quiero byebye♥
La luna llena brillaba de pleno cuando Nick regresó a la casa de huéspedes. Estaba mareado, casi tambaleante, tanto por la fatiga como por la superabundancia de sangre que había consumido. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que se había permitido alimentarse tan copiosamente. Pero el estallido de Poder en bruto junto al cementerio lo había contagiado de su frenesí, echando por tierra su ya debilitado control. Seguía sin saber con seguridad de dónde había salido el Poder. Había estado observando a las muchachas humanas desde su puesto en las sombras cuando éste estalló por detrás de él, haciendo huir a las jóvenes, y se había visto atrapado entre el temor de que éstas fueran a parar al río y el deseo de sondear aquel Poder y descubrir su procedencia. Al final, la había seguido a ella, incapaz de arriesgarse a que resultara herida.
Algo negro había volado en dirección a los árboles mientras las humanas alcanzaban la protección del puente, pero ni siquiera los sentidos nocturnos de Nick pudieron descifrar de qué se trataba. Había vigilado mientras ella y las otras dos marchaban en dirección a la ciudad. Luego había regresado al cementerio.
Estaba vacío entonces, purgado de lo que fuera que había estado allí. Sobre el suelo yacía una fina tira de tela que a unos ojos corrientes les habría parecido gris en la oscuridad. Pero él vio su auténtico color, y mientras la arrugaba entre los dedos, alzándola despacio hasta tocar sus labios, olió el aroma de los cabellos de la muchacha.
Los recuerdos lo asaltaron. Ya era bastante terrible cuando se hallaba fuera de su vista, cuando el sereno resplandor de su mente sólo martirizaba los bordes de su consciencia. Pero estar en la misma aula que ella en la escuela, sentir su presencia detrás de él, oler la embriagadora fragancia de su piel a su alrededor, era casi más de lo que podía soportar.
Había escuchado cada queda respiración de la joven, sentido su calidez irradiando sobre su espalda, percibido cada latido de su melodioso pulso. Y finalmente, con gran horror por su parte, se había encontrado cediendo a ello. Su lengua se había deslizado arriba y abajo sobre sus colmillos, deleitándose con el placer-dolor que crecía allí, alentándolo. Había aspirado su olor por la nariz de un modo deliberado, y dejado que las visiones acudieran, imaginándolo todo. Lo suave que sería su cuello, y cómo sus labios irían a su encuentro con igual suavidad al principio, depositando diminutos besos aquí y allí, hasta que alcanzaran el blando hueco de su garganta. Cómo se acurrucarían allí, en el lugar donde el corazón de la joven latía con tanta fuerza contra la delicada piel. Y cómo por fin sus labios se abrirían, se apartarían de los ansiosos dientes afilados como pequeñas dagas y...
No. Había salido de su trance con una sacudida, su propio pulso latiendo irregularmente, el cuerpo estremecido. Habían dado por finalizada la clase, a su alrededor todo era movimiento, y sólo podía esperar que nadie le hubiese estado observando con demasiada atención.
Cuando ella le había hablado, había sido incapaz de creer que pudiera mirarla a la cara mientras sus venas ardían y toda su mandíbula superior suspiraba por ella. Por un momento había temido que su control se quebraría, que la sujetaría por los hombros y la tomaría delante de todos ellos. No tenía ni idea de cómo había podido escapar, sólo que algo más tarde estaba canalizando su energía en forma de duro ejercicio, vagamente consciente de que no debía utilizar los Poderes. No importaba; incluso sin ellos era en todos los aspectos superior a los muchachos mortales que competían con él en el campo de rugby. Su visión era más aguda, los reflejos más veloces, los músculos, más fuertes. En seguida, una mano le había palmeado la espalda y la voz de Matt había sonado en sus oídos:
—¡Felicidades! ¡Bienvenido al equipo!
Al contemplar aquel rostro franco y sonriente, Nick se había sentido invadido por la vergüenza. «Si supieras lo que soy, no me sonreirías —había pensado sombrío—. He ganado esta competición vuestra mediante engaños. Y la chica a la que amas..., porque la amas, ¿verdad?, está en mis pensamientos justo ahora.»
Y había permanecido en ellos a pesar de todos sus esfuerzos por desterrarla aquella tarde. Había ido a parar al cementerio ciegamente, arrancado del bosque por una fuerza que no comprendía. Una vez allí, la había vigilado, luchando consigo mismo, luchando contra el ansia, hasta que el estallido de Poder la había hecho huir a ella y a sus amigas. Y luego había regresado a casa..., pero no hasta después de alimentarse. Después de haber perdido el control.
Era incapaz de recordar cómo había sucedido exactamente, cómo había permitido que sucediera. Aquella llamarada de Poder lo había provocado, despertando cosas en su interior que era mejor dejar que durmieran. La necesidad de cazar. El ansia por la caza, por el olor a miedo y el salvaje triunfo de caer sobre la presa. Hacía años —siglos— que no sentía el ansia con tanta fuerza. Sus venas habían empezado a arder como el fuego. Y todos sus pensamientos se habían vuelto rojos: era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el cálido sabor cúprico, la efervescencia vital de la sangre.
Con aquella excitación rugiendo aún en su interior, había dado un paso o dos tras las muchachas. ¿Qué podría haber sucedido de no haberse cruzado en su camino el anciano? Era mejor no pensarlo. Cuando llegó al final del puente, sus orificios nasales se habían ensanchado ante el olor fuerte y característico a carne humana.
Sangre humana. El elixir supremo, el vino prohibido. Más embriagador que cualquier licor, la humeante esencia de la vida misma. Y estaba tan cansado de oponerse al ansia...
Había habido un movimiento en la orilla, al agitarse un montón de viejos harapos. Y al instante siguiente, Nick había aterrizado con un movimiento grácil y felino junto a él. La mano salió despedida al frente y retiró los harapos, dejando al descubierto un rostro arrugado y parpadeante encima de un cuello esquelético. Sus labios se echaron hacia atrás.
Y a continuación todo lo que se oyó fue un sonido de succión.
En aquellos momentos, mientras ascendía a trompicones por la escalera principal de la casa de huéspedes, intentó no pensar en ello y no pensar en ella..., en la muchacha que le tentaba con su calidez, con su vida. Ella había sido la que realmente deseaba, pero a partir de aquel momento debía poner freno a aquello, debía matar cualquier pensamiento parecido antes de que se iniciara. Por su bien y por el de ella. Él era su peor pesadilla hecha realidad y ella ni siquiera lo sabía.
—¿Quién anda ahí? ¿Eres tú, chico? —gritó, chillona, una voz cascada.
Una de las puertas del segundo piso se abrió y una cabeza canosa asomó fuera.
—Sí, signora..., señora Flowers. Siento haberla perturbado.
—Ah, se necesita más que el crujido de una tabla del suelo para perturbarme. ¿Cerraste la puerta con llave al entrar?
—Sí, signora. Está... a salvo.
—Eso está bien. Necesitamos estar seguros aquí. Uno nunca sabe lo que podría salir de esos bosques, ¿verdad?
El muchacho dirigió una veloz mirada al pequeño rostro sonriente rodeado de mechones grises, a los ojos brillantes que se movían de un lado a otro. ¿Ocultaban algún secreto?
—Buenas noches, signora.
—Buenas noches, chico. —La mujer cerró la puerta.
Ya en su propia habitación, Nick se dejó caer sobre la cama y permaneció tumbado con los ojos fijos en el techo bajo e inclinado.
Por lo general tenía un sueño intranquilo por las noches; no era su hora natural de dormir. Pero esa noche estaba cansado. Requería tanta energía enfrentarse a la luz del sol. Y la comida pesada no hacía más que contribuir a su letargo. Pronto, aunque sus ojos no se cerraron, dejó de contemplar el techo encalado sobre su cabeza.
Retazos aleatorios de recuerdos flotaron por su mente. Katherine, tan encantadora aquella noche junto a la fuente, la luz de la luna tiñendo de plata sus pálidos cabellos dorados. Qué orgulloso se había sentido de estar sentado con ella, de ser quien compartiera su secreto...
—Pero ¿no puedes salir nunca a la luz del sol?
—Sí que puedo, siempre y cuando lleve esto puesto. —Alzó una pequeña mano blanca, y la luz de la luna brilló sobre el anillo de lapislázuli que llevaba en ella—. Pero el sol me cansa mucho. Nunca he sido muy fuerte.
Nick la contempló, contempló la delicadeza de sus facciones y la delgadez de su cuerpo. Era casi tan incorpórea como el cristal hilado. No, jamás debió de ser fuerte.
—De niña, a menudo estaba enferma —dijo en voz muy baja, los ojos fijos en el juego del agua en la fuente.
—La última vez, el doctor dijo que me moriría. Recuerdo que papá lloraba y recuerdo estar tumbada en mi enorme cama, demasiado débil para moverme. Incluso respirar era un esfuerzo excesivo. Me entristecía tanto abandonar el mundo y tenía tanto frío, tantísimo frío... —Se estremeció y luego sonrió.
—Pero ¿qué sucedió?
—Desperté en plena noche y encontré a Gudren, mi doncella, de pie junto a mi cama. Y entonces se hizo a un lado y vi al hombre que había traído. Sentí miedo. Su nombre era Klaus y había oído a la gente del pueblo decir que era malvado. Grité a Gudren que me salvara, pero ella se limitó a permanecer allí de pie, observando. Cuando él acercó la boca a mi cuello, pensé que iba a matarme.
Hizo una pausa. Nick la miraba con horror y compasión, y ella le dedicó una sonrisa reconfortante.
—No fue tan terrible después de todo. Hubo un poco de dolor al principio, pero desapareció rápidamente. Y luego la sensación fue en realidad agradable. Cuando él me dio de su sangre para beber, me sentí más fuerte de lo que había estado en meses. Y luego esperamos juntos a que transcurrieran las horas hasta que llegó el amanecer. Cuando vino el doctor, no podía creer que yo pudiera incorporarme en la cama y hablar. Papá dijo que era un milagro y volvió a llorar, pero de alegría. —Su rostro se nubló—. Tendré que abandonar a mi padre pronto. Un día de éstos advertirá que desde aquella enfermedad no he envejecido ni una hora.
—¿Y jamás lo harás?
—No. ¡Eso es lo más maravilloso de todo, Nick! —Alzó los ojos hacia él con infantil júbilo—. ¡Seré joven eternamente y nunca moriré! ¿Puedes imaginarlo?
Él no podía imaginarla como nada que no fuese lo que era en aquel momento: adorable, inocente, perfecta.
—Pero... ¿no lo encontraste aterrador al principio?
—Al principio, un poco. Pero Gudren me mostró qué hacer. Fue ella quien me dijo que encargara este anillo, con una gema que me protegería de la luz solar. Mientras estuve en cama, me trajo sustanciosas bebidas calientes. Más tarde, me trajo pequeños animales que su hijo atrapaba.
—¿No... personas?
Se oyó su risa.
—Por supuesto que no. Puedo obtener todo lo que necesito en una noche de una paloma. Gudren dice que si deseo ser poderosa, debería tomar sangre humana, pues la esencia vital de los humanos es más fuerte. Y Klaus también solía instarme a hacerlo; quería volver a intercambiar sangre. Pero yo le digo a Gudren que no quiero poder. Y en cuanto a Klaus...
Se interrumpió y bajó los ojos, de modo que las espesas pestañas descansaron sobre la mejilla. Su voz era muy baja cuando prosiguió:
—No creo que sea una cosa que deba hacerse a la ligera. Tomaré sangre humana sólo cuando haya encontrado a mi compañero, aquel que estará junto a mí por toda la eternidad. —Alzó la mirada hacia él con expresión seria.
Nick le sonrió, sintiéndose aturdido y pletórico de orgullo. Apenas consiguió contener la felicidad que sintió en aquel momento.
Pero eso fue antes de que su hermano Joe regresara de la universidad. Antes de que Joe volviera y contemplara los ojos azules como joyas de Katherine.
Sobre su cama en la habitación de techo bajo, Nick gimió. Entonces la oscuridad lo atrajo más profundamente, y nuevas imágenes empezaron a titilar en su mente.
Eran visiones dispersas del pasado que no formaban una secuencia coherente. Las vio como escenas brevemente iluminadas por relámpagos. El rostro de su hermano, crispado en una máscara de furia inhumana. Los ojos azules de Katherine, centelleando y danzando mientras efectuaba piruetas con su nuevo vestido blanco. El fugaz atisbo de algo blanco tras un limonero. El contacto de una espada en su mano; la voz de Giuseppe gritando desde la distancia; el limonero. No debía dar la vuelta al limonero. Volvió a ver el rostro de Joe, pero en esa ocasión su hermano reía como loco. Reía sin parar, con un sonido parecido al chirriar del cristal roto. Y el limonero estaba más cerca ya...
—¡Joe... Katherine... no!
Estaba sentado totalmente tieso en la cama.
Se pasó unas manos temblorosas por los cabellos y serenó su respiración.
Un sueño terrible. Hacía mucho tiempo que no se había visto torturado por sueños como aquél; mucho, desde luego, desde la última vez que soñó algo. Los últimos segundos pasaron una y otra vez por su mente, y volvió a ver el limonero y escuchó de nuevo la risa de su hermano.
Resonó en su mente casi con excesiva nitidez. De improviso, sin ser consciente de una decisión deliberada de moverse, Nick se encontró ante la ventana abierta. Sintió el frío aire nocturno sobre las mejillas al mirar a la oscuridad plateada.
«¿Joe?» Envió el pensamiento en una oleada de Poder, rastreando. Luego se sumió en una inmovilidad total, escuchando con todos sus sentidos.
No sintió nada, ninguna ondulación como respuesta. A poca distancia, una pareja de aves nocturnas alzaron el vuelo. En la ciudad, muchas mentes dormían; en el bosque, animales nocturnos se dedicaban a sus ocupaciones privadas.
Suspiró y volvió a girar hacia la habitación. A lo mejor se había equivocado respecto a la risa; a lo mejor incluso había estado equivocado sobre la amenaza en el cementerio. Fell's Church estaba silenciosa y tranquila, y él debería imitarla. Necesitaba dormir.
5 de setiembre (en realidad, primeras horas del 6 de septiembre... sobre la 1 de la madrugada)
Querido diario:
Debería regresar a la cama en seguida. Hace apenas unos pocos minutos desperté pensando que alguien chillaba, pero ahora la casa está en silencio. Han sucedido tantas cosas extrañas esta noche, que tengo los nervios destrozados, supongo.
Al menos desperté sabiendo exactamente qué voy a hacer respecto a Nick. Todo el asunto más o menos se me ocurrió de repente. El Plan B, Fase Uno, se inicia mañana.
Los ojos de Francés llameaban, y tenía las mejillas arreboladas mientras se aproximaba a las tres muchachas sentadas ante la mesa.
—¡___(Tn), tienes que oír esto!
__(Tn) le sonrió educadamente, pero sin demasiada familiaridad. Francés bajó la cabeza.
—Quiero decir..., ¿puedo unirme a vosotras? Acabo de enterarme de la cosa más absurda respecto a Nick Jonas.
—Siéntate —indicó __(Tn) con deferencia—. Pero —añadió untando mantequilla en un panecillo— no estamos realmente interesadas en la noticia.
—¿Vosotras no...? —Francés se la quedó mirando fijamente; miró a Meredith, luego a Bonnie—. Vosotras, chicas, estáis de broma, ¿verdad?
—En absoluto. —Meredith ensartó una judía verde y la observó con suspicacia—. Tenemos otras cosas en la cabeza hoy.
—Exactamente —indicó Bonnie tras un repentino sobresalto—. Nick es algo pasado, ¿sabes? Ya no interesa. —Se inclinó y se frotó el tobillo.
Francés miró a __(Tn) suplicante.
—Pero pensaba que querías saberlo todo respecto a él.
—Curiosidad —repuso ___(Tn)—. Al fin y al cabo es un visitante, y quería darle la bienvenida a Fell's Church. Pero, por supuesto, debo mantenerme fiel a Jean-Claude.
—¿Jean-Claude?
—Jean-Claude —dijo Meredith, enarcando las cejas y suspirando.
—Jean-Claude —repitió Bonnie animosamente.
Delicadamente, con el pulgar y el índice, ___(Tn) sacó una foto de su mochila.
—Aquí está de pie frente a la casita en la que nos alojábamos. Justo después me cortó una flor y dijo... bueno —sonrió misteriosamente—, no debería repetirlo.
Francés contemplaba con atención la foto, que mostraba a un hombre joven, sin camisa, de pie frente a una mata de hibisco y sonriendo con timidez.
—Es mayor que tú, ¿verdad? —dijo con respeto.
—Veintiuno. Por supuesto... —__(Tn) miró por encima del hombro—, mi tía jamás lo aprobaría, de modo que se lo estamos ocultando hasta que me gradúe. Tenemos que escribirnos en secreto.
—Qué romántico... —musitó Francés—. No se lo diré a nadie, lo prometo. Pero respecto a Nick...
___(Tn) le dedicó una sonrisa de superioridad.
—Si tengo que comer comida europea —dijo—, prefiero la francesa a la italiana siempre. —Volvió la cabeza hacia Meredith—. ¿No te parece?
—Mm... mmm. Siempre. —Meredith y ___(Tn) se sonrieron la una a la otra con complicidad, luego se volvieron hacia Francés—. ¿No estás de acuerdo?
—Pues sí —respondió ella apresuradamente—. Yo también. Siempre.
Sonrió de manera cómplice ella también y asintió varias veces mientras se levantaba y marchaba.
Cuando desapareció, Bonnie dijo lastimera:
—Esto va a matarme. ___(Tn), me moriré si no me entero del chismorreo.
—Ah, ¿eso? Yo puedo contártelo —respondió ___(Tn) con calma—. Iba a decir que existe un rumor por ahí de que Nick es un agente de la brigada de estupefacientes.
—¿Un qué? —Bonnie la miró fijamente, y luego prorrumpió en carcajadas—. Pero eso es ridículo. ¿Qué agente de estupefacientes en todo el mundo se vestiría así y llevaría gafas oscuras? Quiero decir, ha hecho todo lo que puede para atraer la atención sobre él... —Su voz se apagó, y sus ojos castaños se abrieron más—. Pero entonces, ése puede ser el motivo de que lo haga. ¿Quién sospecharía jamás de alguien tan obvio? Y vive solo, y es terriblemente reservado... ¡__(Tn)! ¿Y si es cierto?
—No lo es —dijo Meredith.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque yo soy quien lo inventó. —Al ver la expresión de Bonnie, sonrió de oreja a oreja y añadió—: __(Tn) me dijo que lo hiciera.
—Ahhh. —Bonnie dirigió una mirada de admiración a __(Tn)—. Eres perversa. ¿Puedo decir a la gente que tiene una enfermedad terminal?
—No, no puedes. No quiero a una ristra de Florences Nightingale haciendo cola para sostenerle la mano. Pero puedes contar a la gente lo que quieras sobre Jean-Claude.
Bonnie tomó la fotografía.
—¿Quién era realmente?
—El jardinero. Estaba loco por esas matas de hibiscos. También estaba casado y con dos hijos.
—Una lástima —comentó Bonnie en tono serio—. Y tú le dijiste a Francés que no le hablara a nadie de él...
—Exacto. —___(Tn) consultó su reloj—. Lo que significa que sobre las, ah, digamos dos en punto, debería saberlo toda la escuela.
Tras las clases, las muchachas fueron a casa de Bonnie. Las recibieron en la puerta principal unos ladridos agudos, y cuando Bonnie abrió la puerta, un pequinés muy viejo y gordo intentó escapar. Se llamaba Yangtzé, y estaba tan malcriado que nadie excepto la madre de Bonnie lo soportaba. Mordisqueó el tobillo de __(Tn) cuando ésta pasó por su lado.
La sala de estar estaba oscura y abarrotada, con grandes cantidades de mobiliario recargado y cortinas gruesas en las ventanas. La hermana de Bonnie, Mary, estaba allí, quitándose las horquillas que sujetaban una cofia a sus ondulados cabellos rojos. Tenía sólo dos años más que Bonnie y trabajaba en el dispensario de Fell's Church.
—Ah, Bonnie —saludó—, me alegro de que estés de vuelta. Hola, __(Tn), Meredith.
__(Tn) y Meredith dijeron «hola».
—¿Qué sucede? Pareces cansada —dijo Bonnie.
Mary dejó caer la cofia sobre la mesa de centro. En lugar de responder, fue ella quien hizo una pregunta.
—Anoche, cuando llegaste a casa tan alterada, ¿dónde dijiste que habíais estado?
—Allá en el... Sólo allá abajo, junto al puente Wickery.
—Eso es lo que pensé. —Mary aspiró con fuerza—. Ahora escúchame, Bonnie McCullough. No vuelvas a ir allí, y especialmente sola y de noche. ¿Comprendido?
—Pero ¿por qué no? —inquirió Bonnie, absolutamente desconcertada.
—Porque anoche atacaron a alguien allí, ése es el porqué no. ¿Y sabes dónde lo encontraron? Justo en la orilla debajo del puente Wickery.
___(Tn) y Meredith se le quedaron mirando con incredulidad, y Bonnie agarró con fuerza el brazo de ___(Tn).
—¿Atacaron a alguien debajo del puente? Pero ¿quién era? ¿Qué sucedió?
—No lo sé. Esta mañana uno de los trabajadores del cementerio lo descubrió allí tendido. Supongo que era alguna persona sin hogar y que probablemente iba a dormir bajo el puente cuando la atacaron. Pero estaba medio muerto cuando la trajeron y no ha recuperado el conocimiento aún. Podría morir.
—¿Qué quieres decir con atacado? —inquirió ___(Tn), tragando saliva.
—Quiero decir —respondió Mary con claridad— que casi le habían desgarrado totalmente la garganta. Perdió una increíble cantidad de sangre. Al principio pensaron que podría haber sido un animal, pero ahora el doctor Lowen dice que fue una persona. Y la policía cree que quienquiera que lo hiciese podría ocultarse en el cementerio. —Mary miró a cada una de ellas por turno, con la boca convertida en una línea recta—. De modo que si estuvisteis allí junto al puente... o en el cementerio, ___(Tn) Gilbert..., entonces esa persona podría haber estado allí con vosotras. ¿Entendido?
—Ya no tienes que asustarnos más —dijo Bonnie con voz débil—. Lo hemos captado, Mary.
—De acuerdo. Estupendo. —Mary hundió los hombros y se frotó la nuca con gesto cansado—. Tengo que tumbarme un rato. No era mi intención ser una gruñona —dijo mientras abandonaba la salita.
Una vez a solas, las tres muchachas se miraron entre sí.
—Podría haber sido una de nosotras —dijo Meredith con calma—. En especial tú, __(Tn); tú fuiste allí sola.
___(Tn) sentía una picazón por toda la piel, el mismo sentimiento doloroso de alerta que había tenido en el viejo cementerio. Podía sentir la frialdad del viento y ver las hileras de lápidas a su alrededor. La luz del sol y el Robert E. Lee jamás habían parecido tan lejanos.
—Bonnie —dijo despacio—, ¿viste a alguien allí fuera? ¿Es eso a lo que te referías cuando dijiste que alguien me estaba esperando?
En la habitación oscura, Bonnie la contempló sin comprender.
—¿De qué hablas? Yo no dije eso.
—Sí, lo dijiste.
—No, no lo hice. Jamás dije eso.
—Bonnie —intervino Meredith—, las dos te oímos. Te quedaste mirando fijamente a las viejas lápidas, y luego dijiste a __(Tn)...
—No sé de qué estáis hablando y yo no dije absolutamente nada. —Bonnie tenía el rostro congestionado por la cólera y había lágrimas en sus ojos—. No quiero seguir hablando de ello.
___(Tn) y Meredith se miraron la una a la otra impotentes. En el exterior, el sol se ocultó tras una nube.
Espero que les gusten los cap
comenten mucho
las quiero byebye♥
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
a la pelotita... que quieren decir las visiones de Bonnie??? si ya se que fue el.... pero me refiero a como pudo saber que el estaba ahi??? como funsionan sus visiones??? voy a tener uqe invertigar
eli_jonatika
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Ö Bonnie siempre dice cosas ii nunca las recueerda T.T Nicholas mala personas yo solo qeriiaa hablar xDD Wah wah ¡QUIEEERO MAAS CAAPPPS!
¡MAS MAAAS! xDDD Eso sono raro :¬¬:
Maru yo te amo con ii siin caap xDD ¡SIGUEEE! Pero te amare maas zii supes cap jajaja Bueeh me voy a veer: "Pretty Little Liars" *O* Adoroo eza seriieee, hahaa al rato comenttoo Byeees :D
¡MAS MAAAS! xDDD Eso sono raro :¬¬:
Maru yo te amo con ii siin caap xDD ¡SIGUEEE! Pero te amare maas zii supes cap jajaja Bueeh me voy a veer: "Pretty Little Liars" *O* Adoroo eza seriieee, hahaa al rato comenttoo Byeees :D
Kat
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
eli_jonatika escribió:hey loquita!!! donde te metiste???
Gracias por lo de loquita y por preocuparte
emm yo estaba con Joe :inlove: :grupo: :P
El Sabado que viene subo Capitulo o Capitulos!! :D
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
maru!! escribió:eli_jonatika escribió:hey loquita!!! donde te metiste???
Gracias por lo de loquita y por preocuparte
emm yo estaba con Joe :P
El Sabado que viene subo Capitulo o Capitulos!! :D
hoy es sabado :cheers: cap cap cap cap (jajaja asi estoy bailando yo jajaja)
eli_jonatika
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Chicas lamento no haber subido cap el sabado!!
Pero hoy subo ok??
Dentro de un rato comienzo a editar y les subo 3 cap o 2 todavia eso no lo decido!!! :D
Pero hoy subo ok??
Dentro de un rato comienzo a editar y les subo 3 cap o 2 todavia eso no lo decido!!! :D
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
maru!! escribió:Chicas lamento no haber subido cap el sabado!!
Pero hoy subo ok??
Dentro de un rato comienzo a editar y les subo 3 cap o 2 todavia eso no lo decido!!! :D
siiii plissssss (tendria que haber un emoticon con ojitos que piden... este parece que va a llorar jajaja)
eli_jonatika
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Capítulo 6
Querido diario:
Lamento que haya pasado tanto tiempo, y en realidad no puedo explicar por qué no he escrito: excepto que hay muchísimas cosas de las que me da miedo hablar, incluso a ti.
Primero sucedió algo totalmente espantoso. El día que Bonnie, Meredith y yo estuvimos en el cementerio, atacaron a un anciano alli y casi lo matan. La policía todavía no ha encontrado a la persona que lo hizo, y la gente cree que el anciano estaba loco, porque cuando despertó empezó a delirar sobre «ojos en la oscuridad» y robles y cosas. Pero recuerdo lo que nos sucedió a nosotras esa noche y me hago preguntas. Me asusta.
Todo el mundo estuvo aterrorizado durante un tiempo, y todos los niños tuvieron que permanecer dentro de casa después de oscurecer o salir en grupos. Pero han pasado casi tres semanas ya sin más ataques, de modo que toda la conmoción va apagándose gradualmente. Tía Judith no puede entender el ataque. El padre de Tyler Smallwood incluso sugirió que el anciano podría habérselo hecho él mismo; aunque me gustaría ver cómo alguien se muerde a sí mismo en la garganta.
Pero con lo que he estado ocupada sobre todo es con el Plan B. Por el momento va bien. He recibido varias cartas y un ramo de rosas rojas de «Jean-Claude» (el tío de Meredith es florista), y todo el mundo parece haber olvidado que me sentí interesada en algún momento por Nick. Así que mi posición social está segura. Ni siquiera Caroline ha causado problemas.
De hecho, no sé qué hace Caroline estos días, y no me importa. Ya nunca la veo a la hora del almuerzo ni después de clases; parece haberse distanciado por completo de su antiguo grupo.
Sólo hay una cosa que me importa en estos momentos, Nick.
Ni siquiera Bonnie y Meredith se dan cuenta de lo vital que es para mí, y me da miedo decírselo; me temo que pensarían que estoy loca. En la escuela muestro una máscara de calma y autocontrol, pero interiormente..., bueno, sencillamente, cada día empeora.
Tía Judith ha empezado a preocuparse por mí. Dice que no como suficiente estos días, y tiene razón. Parezco incapaz de concentrarme en mis clases, ni en nada divertido, como lo de la Casa Encantada para recaudar fondos. No puedo concentrarme en nada que no sea él. Y ni siquiera comprendo el motivo.
No me ha dirigido la palabra desde aquella tarde horrible. Pero te contaré algo extraño. La semana pasada, durante la clase de historia alcé los ojos un momento y le pesqué mirándome. Estábamos sentados a unos cuantos asientos de distancia, y él estaba totalmente vuelto de lado en su pupitre, mirando. Por un momento me sentí casi asustada y mi corazón empezó a latir con fuerza, y simplemente nos quedamos mirándonos fijamente el uno al otro..., y luego él desvió la mirada. Pero desde entonces ha sucedido otras dos veces, y cada vez noté sus ojos puestos en mí antes de verlos. Es literalmente cierto. Sé que no es mi imaginación.
No se parece a ningún chico que haya conocido.
Parece tan aislado, tan solo... Aunque sea elección propia. Ha causado un gran impacto en el equipo de rugby, pero no anda por ahí con ninguno de los chicos, excepto tal vez con Matt. Matt es el único con el que habla. Tampoco sale con ninguna chica, que yo sepa, de modo que quizá el rumor de que es un agente de estupefacientes está funcionando. Pero es más probable que esté evitando a otras personas que no que ellas le eviten a él. Desaparece entre clases y tras los entrenamientos, y ni una sola vez le he visto en la cantina. Jamás ha invitado a nadie a su habitación en la casa de huéspedes. Nunca visita la cafetería después de las clases.
Así pues, ¿cómo voy a pescarle en algún lugar donde no pueda huir de mí? Éste es el auténtico problema que tiene el Plan B. Bonnie dice: «¿Por qué no quedarte atrapada con él en medio de una tormenta eléctrica, de modo que tengáis que acurrucaros juntos para mantener el calor corporal?». Y Meredith sugirió que mi coche se estropeara frente a la casa de huéspedes. Pero ninguna de esas ideas es práctica, y me estoy volviendo loca intentando pensar en algo mejor.
Cada día es peor para mí. Me siento como si fuera un reloj o algo parecido, con la cuerda a punto de saltar de tanto darle vueltas. Si no encuentro algo que poder hacer pronto, voy a...
Iba a decir «morir».
La solución se le ocurrió de un modo más bien repentino y sencillo.
Sentía lástima por Matt; sabía que se había sentido dolido por el rumor sobre Jean-Claude, pues apenas había hablado con ella desde que se supo la historia. Por lo general se limitaba a saludarla con un veloz movimiento de cabeza cuando se cruzaba en su camino. Y cuando tropezó con él un día en un pasillo vacio frente al aula de Escritura Creativa, el muchacho desvió la mirada.
—Matt... —empezó.
Quiso decirle que no era cierto, que nunca habría empezado a salir con otro chico sin decírselo a él primero. Quiso decirle que nunca había sido su intención herirle, y que se sentía fatal en aquellos momentos. Pero no sabía cómo empezar, así que finalmente se limitó a soltar: «¡Lo siento!», y se giró para entrar en el aula.
—___(Tn) —dijo él, y ella dio media vuelta.
Ahora sí la miraba, con los ojos entreteniéndose en sus labios, sus cabellos. Luego meneó la cabeza como para indicar que le había gastado una buena jugarreta.
—¿Existe de verdad ese tipo francés? —inquirió finalmente.
—No —respondió ella al momento y sin vacilación—. Lo inventé —añadió con sencillez— para demostrar a todo el mundo que no estaba disgustada por... —Se interrumpió.
—Por lo de Nick. Comprendo. —Matt asintió, mostrándose a la vez más sombrío y algo más comprensivo—. Pero no creo que te evite porque tenga algo personal contra ti. Es así con todo el mundo...
—Excepto contigo.
—No. Me habla a veces, pero no sobre nada personal. Nunca dice nada sobre su familia o lo que hace fuera del instituto. Es como... como si hubiera un muro a su alrededor que no puedo atravesar. No creo que jamás deje que nadie atraviese ese muro. Lo que es una condenada idiotez, porque creo que en realidad se siente desdichado.
__(Tn) reflexionó sobre ello, fascinada por una visión de Nick que no había considerado antes. Él siempre parecía tan controlado, tan calmado e imperturbable... Pero, por otra parte, sabía que ella también causaba esa impresión a otras personas. ¿Sería posible que en el fondo él se sintiera tan confuso e infeliz como ella?
Fue entonces cuando tuvo la idea, y era ridiculamente simple. Nada de ardides complicados, nada de tormentas eléctricas o coches que se averian.
—Matt —dijo despacio—, ¿no crees que sería una buena cosa si alguien consiguiera franquear ese muro? ¿Una buena cosa para Stefan, me refiero? ¿No crees que sería lo mejor que podría sucederle?
Alzó los ojos para mirarle intensamente, deseando que comprendiera.
El la miró fijamente un instante, luego cerró los ojos brevemente y sacudió la cabeza con incredulidad.
—Nick —dijo—, eres increíble. Haces bailar a la gente a tu son y no creo que te des cuenta siquiera de que lo haces. Y ahora vas a pedirme que haga algo para ayudarte a tenderle una emboscada a Nick, y yo soy tan imbécil que podría incluso aceptar hacerlo.
—No eres un imbécil, eres un caballero. Y sí, quiero pedirte un favor, pero sólo si consideras que es correcto. No quiero hacerle daño a Nick, y no quiero hacerte daño a ti.
—¿No quieres?
—Claro que no. Ya sé cómo debe de sonar eso, pero es cierto. Sólo quiero... —Volvió a interrumpirse; ¿cómo podía explicar lo que quería cuando ni siquiera lo comprendía ella misma?
—Sólo quieres que todo el mundo y todo giren alrededor de___(Tn) Gilbert —repuso él con amargura—. Únicamente quieres todo lo que no tienes.
Horrorizada, retrocedió y le miró. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas ardientes.
—No lo hagas —dijo él—. __(Tn), no pongas esa expresión. Lo siento. —Suspiró—. De acuerdo, ¿qué es lo que se supone que debo hacer? ¿Atarlo de pies y manos y arrojarlo ante tu puerta?
—No —respondió ella, intentando aún obligar a las lágrimas a regresar a su lugar de origen—. Sólo quería que consiguieras que acudiera al baile de inicio de curso de la semana próxima.
Matt mostró una expresión curiosa.
—Sólo quieres que esté en el baile.
___(Tn) asintió.
—De acuerdo. Estoy seguro de que estará allí. Y, __(Tn)... a mí no me apetece llevar a nadie más que a ti.
—De acuerdo —respondió ella tras unos instantes—. Y, bueno, gracias.
La expresión de Matt seguía siendo peculiar.
—No me des las gracias, __(Tn). No es nada... en realidad.
La muchacha seguía intentando comprender aquella expresión cuando él dio media vuelta y se alejó por el pasillo.
—Quédate quieta —dijo Meredith, dando al cabello de ___(Tn) un tirón reprobatorio.
—Sigo pensando —comentó Bonnie desde el banco situado al pie de la ventana— que los dos fueron maravillosos.
—¿Quiénes? —murmuró ____(Tn) distraídamente.
—Como si no lo supieras —dijo Bonnie—. Esos dos chicos tuyos que consiguieron un milagro de última hora en el partido de ayer. Cuando Nick atrapó ese último pase, pensé que iba a desmayarme. O a vomitar.
—Vamos, por favor —intervino Meredith.
—Y Matt... Ese chico es simplemente poesía en movimiento...
—Y ninguno de ellos es mío —declaró __(Tn), categórica.
Bajo los dedos expertos de Meredith, sus cabellos se estaban convirtiendo en una obra de arte, una suave masa de oro ensortijado. Y el vestido era perfecto; el pálido tono violeta resaltaba el color de sus ojos. Pero incluso para sus adentros se veía con un aspecto pálido y férreo, no suavemente sonrojado por la emoción, sino blanco y decidido, como un soldado jovencísimo al que envían a primera línea del frente.
De pie en el campo de rugby, el día anterior, cuando anunciaron su nombre como Reina de la Fiesta de Inicio de Curso, sólo había tenido una idea en la cabeza. Él no podría negarse a bailar con ella. Si es que aparecía en el baile, no podía rechazar a la Reina del Baile. Y de pie ante el espejo en aquellos momentos, volvió a repetírselo a sí misma.
—Esta noche tendrás a todo aquel que desees —decía Bonnie en tono tranquilizador—. Y, escucha, cuando te deshagas de Matt, ¿puedo llevármelo y consolarlo?
—¿Qué pensará Raymond? —inquirió Meredith con un resoplido.
—Bueno, tú puedes consolarlo a él. Pero, realmente, __(Tn), me gusta Matt. Y una vez que te centres en Nick, tu grupito de tres va a resultar un poco abarrotado. Así que...
—Como quieras. Matt merece un poco de consideración.
«Desde luego, no la está obteniendo de mí», pensó __(Tn), que todavía no podía creer lo que le estaba haciendo. Pero precisamente en aquellos momentos no podía permitirse cuestionarse a sí misma; necesitaba toda su energía y concentración.
—Ya está. —Meredith colocó el último pasador en el cabello de ___(Tn)—. Ahora, miradnos: la Reina del Baile de Inicio de Curso y su corte..., o parte de ella al menos. Nos estamos guapísimas.
—¿Es ése el «nos» mayestático? —preguntó ___(Tn) en tono burlón, pero era cierto.
Estaban guapísimas. El vestido de Meredith era de un majestuoso raso color burdeos, muy ceñido a la cintura y que se desplegaba en forma de pliegues desde las caderas. Llevaba la oscura melena suelta sobre la espalda. Y Bonnie, cuando se levantó y fue a reunirse con sus amigas frente al espejo, era como una resplandeciente muñequita en tafetán rosa y lentejuelas negras.
En cuanto a ella misma... __(Tn) escudriñó su imagen con ojo experto y volvió a pensar: «El vestido está bien». La única otra frase que le vino a la mente fue violetas escarchadas. Su abuela había tenido un tarro de ellas, flores auténticas sumergidas en azúcar cristalizado y congeladas.
Bajaron la escalera juntas, como habían hecho para cada baile desde séptimo curso; sólo que antes Caroline siempre las había acompañado. ___(Tn) reparó con vaga sorpresa en que ni siquiera sabía con quién iba a ir Caroline esa noche.
Tía Judith y Robert —que pronto sería tío Robert— estaban en la sala de estar con Margaret, que tenía puesto su pijama.
—Chicas, estáis preciosas —dijo tía Judith, agitada y nerviosa como si ella misma fuera al baile.
Besó a ___(Tn) y Margaret alzó los brazos para abrazarla.
—Estás muy bonita —dijo con la sencillez de sus cuatro años.
También Robert contemplaba a __(Tn). Pestañeó, abrió la boca y volvió a cerrarla.
—¿Qué sucede, Bob?
—Ah —miró a tía Judith con aspecto turbado—. Bueno, en realidad se me acaba de ocurrir que ___(Tn) es una forma del nombre Helen. Pero ella lo escribe Elena, y por algún motivo pensé en otra ___(Tn), en ___(Tn) de Troya.
—Hermosa y predestinada a morir —dijo Bonnie alegremente.
—Bueno, sí —repuso Robert, que no parecía nada alegre.
___(Tn) no dijo nada.
Sonó el timbre de la puerta. Matt estaba en la entrada, con su acostumbrada chaqueta deportiva azul. Con él iban Ed Goff, el acompañante de Meredith, y Raymond Hernández, el de Bonnie. __(Tn) buscó a Nick.
—Probablemente ya esté allí —dijo Matt, interpretando su veloz mirada—. Escucha, ___(Tn) —Pero lo que fuera que estaba a punto de decir quedó interrumpido en medio de la charla de las otras parejas. Bonnie y Raymond fueron con ellos en el coche de Matt, y no dejaron de intercambiar agudezas durante todo el trayecto hasta el instituto.
La música salía al exterior por las puertas abiertas del auditorio. En cuanto abandonó el coche, una curiosa certeza embargó a ___(Tn). Algo iba a suceder, comprendió, contemplando la masa cuadrada del edificio del instituto. La tranquila primera velocidad de las últimas semanas estaba a punto de pasar a la marcha directa.
Estoy lista, se dijo. Y esperó que fuera cierto.
Dentro, todo era un caleidoscopio de color y actividad. Matt y ella se vieron asediados en cuanto entraron, y a ambos les cayó una lluvia de cumplidos. El vestido de __(Tn)... su cabello... sus flores. Matt era una leyenda en potencia: otro Joe Montana, una apuesta segura para una beca deportiva.
En el vertiginoso remolino que debería haberlo sido todo para ella, ___(Tn) no dejaba de buscar una cabeza morena.
Tyler Smallwood respiraba pesadamente sobre ella, oliendo a ponche y a chicle de menta, mientras su acompañante lucía una expresión asesina. ___(Tn) hizo caso omiso de él con la esperanza de que la dejara en paz.
El señor Tanner pasó ante ellos con un empapado vaso de papel y aspecto de estar siendo estrangulado por el cuello de su camisa. Sue Carson, la otra princesa de último curso de la fiesta, se acercó veloz y empezó a alabar su vestido. Bonnie estaba ya en la pista de baile, brillando bajo las luces. Pero ___(Tn) no vio a Nick por ninguna parte.
Otra vaharada más de chicle de menta y vomitaría. Dio un codazo a Matt y huyeron a la mesa de los refrescos, donde el entrenador Lyman se lanzó a hacer un estudio crítico del partido. Parejas y grupos se acercaban a ellos, se quedaban unos pocos minutos y luego se retiraban para dejar sitio a los que aguardaban tanda. «Igual que si realmente fuéramos de la realeza», pensó ___(Tn) entusiasmada. Miró de soslayo para ver si Matt compartía su regocijo, pero él tenía la mirada fija a su izquierda.
Ella siguió su mirada. Y allí, medio oculta tras un grupo de jugadores de rugby, estaba la cabeza oscura que había estado buscando. Inconfundible, incluso bajo aquella tenue luz. Un estremecimiento la recorrió, más de dolor que de otra cosa.
—¿Ahora qué? —preguntó Matt con expresión dura—. ¿Lo ato de pies y manos?
—No; voy a pedirle que baile conmigo, eso es todo. Aguardaré hasta que nosotros hayamos bailado primero, si quieres.
Él negó con la cabeza, y ella marchó en dirección a Nick por entre la multitud.
Pieza a pieza, ___(Tn) fue registrando información sobre él mientras se aproximaba. Su americana negra tenía un corte sutilmente distinto del de las que llevaban los otros muchachos, más elegante, y llevaba un suéter de cachemir blanco debajo de ella. Se mantenía muy quieto, un poco apartado de los grupos que lo rodeaban. Y, aunque sólo podía verle de perfil, reparó en que no llevaba puestas las gafas de sol.
Se las quitaba para jugar al rugby, desde luego, pero ella nunca le había visto de cerca sin ellas. Aquello la hizo sentir mareada y emocionada, como si aquél fuera un baile de disfraces y hubiese llegado el momento de quitarse las máscaras. Se concentró en su hombro, en la línea de la mandíbula, y entonces él empezó a volverse hacia ella.
En ese instante, ___(Tn) se dio cuenta de que era hermosa. No era sólo el vestido o el modo en que llevaba peinados los cabellos. Era hermosa en sí misma: esbelta, imperial, un objeto hecho de seda y fuego interior. Vio que los labios de él se abrían ligeramente, de forma refleja, y entonces alzó la vista para mirarle a los ojos.
—Hola.
¿Era ésa su propia voz, tan sosegada y segura de sí misma? Él tenía los ojos verdes. Verdes como hojas de roble en verano.
—¿Lo pasas bien? —preguntó.
«Lo hago ahora». Él no lo dijo, pero ella supo que era lo que pensaba; lo veía en el modo en que la miraba fijamente. Jamás había estado tan segura de su poder. Excepto que en realidad no tenía el aspecto de estarlo pasando bien; parecía acongojado, lleno de dolor, como si no pudiera soportar ni un minuto más aquello.
La banda empezaba a tocar un baile lento. Él seguía contemplándola fijamente, empapándose de ella. Aquellos ojos verdes oscureciéndose, volviéndose negros de deseo... Tuvo la repentina sensación de que podría acercarla a él bruscamente y besarla con fuerza, sin decir ni una palabra en ningún momento.
—¿Te gustaría bailar? —preguntó en voz baja.
«Estoy jugando con fuego, con algo que no comprendo», pensó de repente. Y en ese momento se dio cuenta de que estaba asustada. Su corazón empezó a latir violentamente. Era como si aquellos ojos verdes hablaran a alguna parte de ella que estaba enterrada muy por debajo de la superficie y aquella parte le gritara «peligro». Algún instinto más antiguo que la civilización le decía que corriera, que huyera.
No se movió. La misma fuerza que la aterraba la mantenía allí. Aquello estaba fuera de control, se dijo de improviso. Lo que sucedía allí, fuera lo que fuera, escapaba a su comprensión, no era nada normal ni cuerdo. Pero ya no se podía parar, e incluso aterrorizada disfrutaba con ello. Era el momento más intenso que había experimentado con un muchacho, pero no estaba sucediendo nada en absoluto; él se limitaba a contemplarla, como hipnotizado, y ella le devolvía la mirada, mientras la energía brillaba entre ellos como un rayo calorífico. Vio que sus ojos se oscurecían, derrotados, y sintió el salvaje salto de su propio corazón cuando él le tendió lentamente una mano.
Y entonces todo se hizo añicos.
—Vaya, __(Tn), qué encantadora estás —dijo una voz, y la visión de ___(Tn) quedó deslumbrada por reflejos dorados.
Era Caroline, los cabellos castaño rojizos intensos y lustrosos y la piel luciendo un bronceado perfecto. Llevaba un vestido confeccionado totalmente en lame dorado que mostraba una increíblemente osada extensión de aquella piel perfecta. Deslizó un brazo desnudo alrededor del de Nick y le sonrió con indolencia. Resultaban deslumbrantes juntos, como una pareja de modelos internacionales que va a divertirse a un baile de escuela secundaria, mucho más glamurosos y sofisticados que cualquier otra persona en la sala.
—Y ese vestidito es tan mono... —prosiguió Caroline, mientras la mente de ___(Tn) seguía funcionando en automático.
Aquel brazo informalmente posesivo unido al de Nick se lo decía todo: dónde había estado Caroline a la hora del almuerzo aquellas últimas semanas, qué había estado tramando durante todo aquel tiempo.
—Le dije a Nick que sencillamente teníamos que pasarnos por aquí un momento, pero no vamos a quedarnos mucho tiempo. Así que no te importará que me lo quede para los bailes, ¿verdad?
___(Tn) estaba extrañamente tranquila ahora, su mente era un vacío zumbante. Respondió que no, que desde luego no le importaba, y contempló cómo Caroline se alejaba, una sinfonía en castaño rojizo y oro. Nick se marchó con ella.
Había un círculo de rostros alrededor de ___(Tn); les dio la espalda y se topó con Matt.
—Sabías que venía con ella.
—Sabía que ella quería que lo hiciera. Le ha estado siguiendo por todas partes a la hora del almuerzo y después de clase, e imponiéndole más o menos su presencia. Pero...
—Ya veo.
Sumida aún en aquella curiosa calma artificial, escudriñó la multitud y vio a Bonnie que iba hacia ella, y a Meredith abandonando su mesa. Lo habían visto, entonces. Probablemente todo el mundo lo había visto. Sin una palabra a Matt, fue hacia ellas, encaminándose instintivamente hacia el baño de las chicas.
Estaba abarrotado de cuerpos femeninos, y Meredith y Bonnie mantuvieron sus comentarios alegres y superficiales mientras la miraban con preocupación.
—¿Viste ese vestido? —dijo Bonnie, oprimiendo los dedos de ___(Tn) a escondidas—. La parte delantera debe de estar sujeta con cola de contacto. Y ¿qué se pondrá para el siguiente baile? ¿Celofán?
—Film transparente de envolver —repuso Meredith, y añadió en voz baja—: ¿Estás bien?
—Sí.
___(Tn) pudo ver en el espejo que sus ojos estaban demasiado brillantes y que había una mancha de color ardiendo en cada mejilla. Se arregló los cabellos y se apartó.
La habitación se vació dejándolas a solas. Bonnie jugueteaba nerviosamente con el lazo de lentejuelas de su cintura.
—Quizá no sea tan mala cosa después de todo —dijo con calma—. Me refiero a que no has pensado en otra cosa que no fuera él durante semanas. Casi un mes. Y así tal vez sea para bien, y tú puedas dedicarte a otras cosas ahora, en lugar de..., bueno, perseguirle.
«¿También tú, Bruto?», pensó ___(Tn).
—Muchas gracias por tu apoyo —dijo en voz alta.
—Vamos, ___(Tn), no seas así —intervino Meredith—. No intenta herirte, sólo piensa que...
—Y supongo que tú también lo piensas. Bueno, eso es estupendo. Sencillamente saldré y me buscaré otras cosas a las que dedicarme. Como otras mejores amigas.
Las dejó a ambas contemplándola atónitas mientras se alejaba.
Fuera, se arrojó al remolino de color y música. Se mostró más radiante de lo que había estado nunca en ningún baile. Bailó con todo el mundo, riendo en una voz demasiado alta, coqueteando con todos los chicos que se cruzaban en su camino.
La llamaron para que subiera y la coronaran, y permaneció de pie sobre el escenario, contemplando a las figuras multicolores del suelo. Alguien le entregó unas flores; alguien colocó una diadema en su cabeza. Sonaron aplausos. Todo transcurrió como en un sueño.
Coqueteó con Tyler porque era quien estaba más cerca cuando descendió del escenario. Luego recordó lo que él y Dick le habían hecho a Nick y extrajo una de las rosas del ramo y se la dio. Matt observaba desde la barrera, con los labios apretados. La olvidada acompañante de Tyler estaba casi hecha un mar de lágrimas.
___(Tn) olió alcohol mezclado con menta en el aliento de Tyler, y vio que el muchacho tenía el rostro colorado. Sus amigos la rodeaban, una pandilla que chillaba y reía a carcajadas, y vio que Dick vertía algo de una bolsa de papel marrón en su vaso de ponche.
Nunca antes había estado con aquel grupo, y éste la recibió con una calurosa acogida, admirándola, los muchachos disputándose su atención. Los chistes volaban de un lado a otro, y __(Tn) reía incluso cuando no tenían sentido. El brazo de Tyler le rodeó la cintura, y ella se limitó a reír aún más. Con el rabillo del ojo vio que Matt meneaba la cabeza y se alejaba. Las chicas empezaban a mostrarse estridentes, los muchachos alborotadores. Tyler le besuqueaba el cuello.
—Tengo una idea —anunció éste al grupo, abrazando a ___(Tn) con más fuerza contra él—. Vayamos a algún lugar más divertido.
Alguien chilló:
—¿Adonde, Tyler? ¿A casa de tu padre?
Tyler sonreía de oreja a oreja, una sonrisa borracha y temeraria.
—No, me refiero a alguna parte donde podamos dejar nuestra marca. Como el cementerio.
Las chicas lanzaron grititos, los chicos se dieron codazos entre sí y fingidos puñetazos.
La acompañante de Tyler seguía allí de pie, fuera del círculo.
—Tyler, eso es una locura —dijo con voz aguda y débil—. Ya sabes lo que le sucedió a aquel viejo. No iré allí.
—Estupendo, entonces quédate aquí. —Tyler sacó unas llaves del bolsillo y las agitó frente al resto de la pandilla—. ¿Quién no tiene miedo? —preguntó.
—Eh, yo estoy dispuesto a ir —dijo Dick, y se escuchó un coro de aprobación.
—Yo, también —dijo __(Tn) con voz clara y desafiante.
Dedicó una sonrisa a Tyler, y éste prácticamente la cogió en volandas.
Y acto seguido ella y Tyler conducían ya a un ruidoso y alborotador grupo a la zona de aparcamiento, donde todos se amontonaron en coches. Y luego Tyler bajó la capota de su descapotable y ella se introdujo en el coche, con Dick y una chica llamada Vickie Bennett apretujándose en el asiento trasero.
—¡___(Tn)! —gritó alguien, muy lejos, desde la entrada iluminada de la escuela.
—Conduce —le dijo a Tyler quitándose la diadema, y el motor se puso en marcha.
Arrancaron dejando las marcas de los neumáticos en el suelo del aparcamiento, y el frío viento nocturno azotó el rostro de ___(Tn).
26 de septiembre
Querido diario:
Lamento que haya pasado tanto tiempo, y en realidad no puedo explicar por qué no he escrito: excepto que hay muchísimas cosas de las que me da miedo hablar, incluso a ti.
Primero sucedió algo totalmente espantoso. El día que Bonnie, Meredith y yo estuvimos en el cementerio, atacaron a un anciano alli y casi lo matan. La policía todavía no ha encontrado a la persona que lo hizo, y la gente cree que el anciano estaba loco, porque cuando despertó empezó a delirar sobre «ojos en la oscuridad» y robles y cosas. Pero recuerdo lo que nos sucedió a nosotras esa noche y me hago preguntas. Me asusta.
Todo el mundo estuvo aterrorizado durante un tiempo, y todos los niños tuvieron que permanecer dentro de casa después de oscurecer o salir en grupos. Pero han pasado casi tres semanas ya sin más ataques, de modo que toda la conmoción va apagándose gradualmente. Tía Judith no puede entender el ataque. El padre de Tyler Smallwood incluso sugirió que el anciano podría habérselo hecho él mismo; aunque me gustaría ver cómo alguien se muerde a sí mismo en la garganta.
Pero con lo que he estado ocupada sobre todo es con el Plan B. Por el momento va bien. He recibido varias cartas y un ramo de rosas rojas de «Jean-Claude» (el tío de Meredith es florista), y todo el mundo parece haber olvidado que me sentí interesada en algún momento por Nick. Así que mi posición social está segura. Ni siquiera Caroline ha causado problemas.
De hecho, no sé qué hace Caroline estos días, y no me importa. Ya nunca la veo a la hora del almuerzo ni después de clases; parece haberse distanciado por completo de su antiguo grupo.
Sólo hay una cosa que me importa en estos momentos, Nick.
Ni siquiera Bonnie y Meredith se dan cuenta de lo vital que es para mí, y me da miedo decírselo; me temo que pensarían que estoy loca. En la escuela muestro una máscara de calma y autocontrol, pero interiormente..., bueno, sencillamente, cada día empeora.
Tía Judith ha empezado a preocuparse por mí. Dice que no como suficiente estos días, y tiene razón. Parezco incapaz de concentrarme en mis clases, ni en nada divertido, como lo de la Casa Encantada para recaudar fondos. No puedo concentrarme en nada que no sea él. Y ni siquiera comprendo el motivo.
No me ha dirigido la palabra desde aquella tarde horrible. Pero te contaré algo extraño. La semana pasada, durante la clase de historia alcé los ojos un momento y le pesqué mirándome. Estábamos sentados a unos cuantos asientos de distancia, y él estaba totalmente vuelto de lado en su pupitre, mirando. Por un momento me sentí casi asustada y mi corazón empezó a latir con fuerza, y simplemente nos quedamos mirándonos fijamente el uno al otro..., y luego él desvió la mirada. Pero desde entonces ha sucedido otras dos veces, y cada vez noté sus ojos puestos en mí antes de verlos. Es literalmente cierto. Sé que no es mi imaginación.
No se parece a ningún chico que haya conocido.
Parece tan aislado, tan solo... Aunque sea elección propia. Ha causado un gran impacto en el equipo de rugby, pero no anda por ahí con ninguno de los chicos, excepto tal vez con Matt. Matt es el único con el que habla. Tampoco sale con ninguna chica, que yo sepa, de modo que quizá el rumor de que es un agente de estupefacientes está funcionando. Pero es más probable que esté evitando a otras personas que no que ellas le eviten a él. Desaparece entre clases y tras los entrenamientos, y ni una sola vez le he visto en la cantina. Jamás ha invitado a nadie a su habitación en la casa de huéspedes. Nunca visita la cafetería después de las clases.
Así pues, ¿cómo voy a pescarle en algún lugar donde no pueda huir de mí? Éste es el auténtico problema que tiene el Plan B. Bonnie dice: «¿Por qué no quedarte atrapada con él en medio de una tormenta eléctrica, de modo que tengáis que acurrucaros juntos para mantener el calor corporal?». Y Meredith sugirió que mi coche se estropeara frente a la casa de huéspedes. Pero ninguna de esas ideas es práctica, y me estoy volviendo loca intentando pensar en algo mejor.
Cada día es peor para mí. Me siento como si fuera un reloj o algo parecido, con la cuerda a punto de saltar de tanto darle vueltas. Si no encuentro algo que poder hacer pronto, voy a...
Iba a decir «morir».
La solución se le ocurrió de un modo más bien repentino y sencillo.
Sentía lástima por Matt; sabía que se había sentido dolido por el rumor sobre Jean-Claude, pues apenas había hablado con ella desde que se supo la historia. Por lo general se limitaba a saludarla con un veloz movimiento de cabeza cuando se cruzaba en su camino. Y cuando tropezó con él un día en un pasillo vacio frente al aula de Escritura Creativa, el muchacho desvió la mirada.
—Matt... —empezó.
Quiso decirle que no era cierto, que nunca habría empezado a salir con otro chico sin decírselo a él primero. Quiso decirle que nunca había sido su intención herirle, y que se sentía fatal en aquellos momentos. Pero no sabía cómo empezar, así que finalmente se limitó a soltar: «¡Lo siento!», y se giró para entrar en el aula.
—___(Tn) —dijo él, y ella dio media vuelta.
Ahora sí la miraba, con los ojos entreteniéndose en sus labios, sus cabellos. Luego meneó la cabeza como para indicar que le había gastado una buena jugarreta.
—¿Existe de verdad ese tipo francés? —inquirió finalmente.
—No —respondió ella al momento y sin vacilación—. Lo inventé —añadió con sencillez— para demostrar a todo el mundo que no estaba disgustada por... —Se interrumpió.
—Por lo de Nick. Comprendo. —Matt asintió, mostrándose a la vez más sombrío y algo más comprensivo—. Pero no creo que te evite porque tenga algo personal contra ti. Es así con todo el mundo...
—Excepto contigo.
—No. Me habla a veces, pero no sobre nada personal. Nunca dice nada sobre su familia o lo que hace fuera del instituto. Es como... como si hubiera un muro a su alrededor que no puedo atravesar. No creo que jamás deje que nadie atraviese ese muro. Lo que es una condenada idiotez, porque creo que en realidad se siente desdichado.
__(Tn) reflexionó sobre ello, fascinada por una visión de Nick que no había considerado antes. Él siempre parecía tan controlado, tan calmado e imperturbable... Pero, por otra parte, sabía que ella también causaba esa impresión a otras personas. ¿Sería posible que en el fondo él se sintiera tan confuso e infeliz como ella?
Fue entonces cuando tuvo la idea, y era ridiculamente simple. Nada de ardides complicados, nada de tormentas eléctricas o coches que se averian.
—Matt —dijo despacio—, ¿no crees que sería una buena cosa si alguien consiguiera franquear ese muro? ¿Una buena cosa para Stefan, me refiero? ¿No crees que sería lo mejor que podría sucederle?
Alzó los ojos para mirarle intensamente, deseando que comprendiera.
El la miró fijamente un instante, luego cerró los ojos brevemente y sacudió la cabeza con incredulidad.
—Nick —dijo—, eres increíble. Haces bailar a la gente a tu son y no creo que te des cuenta siquiera de que lo haces. Y ahora vas a pedirme que haga algo para ayudarte a tenderle una emboscada a Nick, y yo soy tan imbécil que podría incluso aceptar hacerlo.
—No eres un imbécil, eres un caballero. Y sí, quiero pedirte un favor, pero sólo si consideras que es correcto. No quiero hacerle daño a Nick, y no quiero hacerte daño a ti.
—¿No quieres?
—Claro que no. Ya sé cómo debe de sonar eso, pero es cierto. Sólo quiero... —Volvió a interrumpirse; ¿cómo podía explicar lo que quería cuando ni siquiera lo comprendía ella misma?
—Sólo quieres que todo el mundo y todo giren alrededor de___(Tn) Gilbert —repuso él con amargura—. Únicamente quieres todo lo que no tienes.
Horrorizada, retrocedió y le miró. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas ardientes.
—No lo hagas —dijo él—. __(Tn), no pongas esa expresión. Lo siento. —Suspiró—. De acuerdo, ¿qué es lo que se supone que debo hacer? ¿Atarlo de pies y manos y arrojarlo ante tu puerta?
—No —respondió ella, intentando aún obligar a las lágrimas a regresar a su lugar de origen—. Sólo quería que consiguieras que acudiera al baile de inicio de curso de la semana próxima.
Matt mostró una expresión curiosa.
—Sólo quieres que esté en el baile.
___(Tn) asintió.
—De acuerdo. Estoy seguro de que estará allí. Y, __(Tn)... a mí no me apetece llevar a nadie más que a ti.
—De acuerdo —respondió ella tras unos instantes—. Y, bueno, gracias.
La expresión de Matt seguía siendo peculiar.
—No me des las gracias, __(Tn). No es nada... en realidad.
La muchacha seguía intentando comprender aquella expresión cuando él dio media vuelta y se alejó por el pasillo.
—Quédate quieta —dijo Meredith, dando al cabello de ___(Tn) un tirón reprobatorio.
—Sigo pensando —comentó Bonnie desde el banco situado al pie de la ventana— que los dos fueron maravillosos.
—¿Quiénes? —murmuró ____(Tn) distraídamente.
—Como si no lo supieras —dijo Bonnie—. Esos dos chicos tuyos que consiguieron un milagro de última hora en el partido de ayer. Cuando Nick atrapó ese último pase, pensé que iba a desmayarme. O a vomitar.
—Vamos, por favor —intervino Meredith.
—Y Matt... Ese chico es simplemente poesía en movimiento...
—Y ninguno de ellos es mío —declaró __(Tn), categórica.
Bajo los dedos expertos de Meredith, sus cabellos se estaban convirtiendo en una obra de arte, una suave masa de oro ensortijado. Y el vestido era perfecto; el pálido tono violeta resaltaba el color de sus ojos. Pero incluso para sus adentros se veía con un aspecto pálido y férreo, no suavemente sonrojado por la emoción, sino blanco y decidido, como un soldado jovencísimo al que envían a primera línea del frente.
De pie en el campo de rugby, el día anterior, cuando anunciaron su nombre como Reina de la Fiesta de Inicio de Curso, sólo había tenido una idea en la cabeza. Él no podría negarse a bailar con ella. Si es que aparecía en el baile, no podía rechazar a la Reina del Baile. Y de pie ante el espejo en aquellos momentos, volvió a repetírselo a sí misma.
—Esta noche tendrás a todo aquel que desees —decía Bonnie en tono tranquilizador—. Y, escucha, cuando te deshagas de Matt, ¿puedo llevármelo y consolarlo?
—¿Qué pensará Raymond? —inquirió Meredith con un resoplido.
—Bueno, tú puedes consolarlo a él. Pero, realmente, __(Tn), me gusta Matt. Y una vez que te centres en Nick, tu grupito de tres va a resultar un poco abarrotado. Así que...
—Como quieras. Matt merece un poco de consideración.
«Desde luego, no la está obteniendo de mí», pensó __(Tn), que todavía no podía creer lo que le estaba haciendo. Pero precisamente en aquellos momentos no podía permitirse cuestionarse a sí misma; necesitaba toda su energía y concentración.
—Ya está. —Meredith colocó el último pasador en el cabello de ___(Tn)—. Ahora, miradnos: la Reina del Baile de Inicio de Curso y su corte..., o parte de ella al menos. Nos estamos guapísimas.
—¿Es ése el «nos» mayestático? —preguntó ___(Tn) en tono burlón, pero era cierto.
Estaban guapísimas. El vestido de Meredith era de un majestuoso raso color burdeos, muy ceñido a la cintura y que se desplegaba en forma de pliegues desde las caderas. Llevaba la oscura melena suelta sobre la espalda. Y Bonnie, cuando se levantó y fue a reunirse con sus amigas frente al espejo, era como una resplandeciente muñequita en tafetán rosa y lentejuelas negras.
En cuanto a ella misma... __(Tn) escudriñó su imagen con ojo experto y volvió a pensar: «El vestido está bien». La única otra frase que le vino a la mente fue violetas escarchadas. Su abuela había tenido un tarro de ellas, flores auténticas sumergidas en azúcar cristalizado y congeladas.
Bajaron la escalera juntas, como habían hecho para cada baile desde séptimo curso; sólo que antes Caroline siempre las había acompañado. ___(Tn) reparó con vaga sorpresa en que ni siquiera sabía con quién iba a ir Caroline esa noche.
Tía Judith y Robert —que pronto sería tío Robert— estaban en la sala de estar con Margaret, que tenía puesto su pijama.
—Chicas, estáis preciosas —dijo tía Judith, agitada y nerviosa como si ella misma fuera al baile.
Besó a ___(Tn) y Margaret alzó los brazos para abrazarla.
—Estás muy bonita —dijo con la sencillez de sus cuatro años.
También Robert contemplaba a __(Tn). Pestañeó, abrió la boca y volvió a cerrarla.
—¿Qué sucede, Bob?
—Ah —miró a tía Judith con aspecto turbado—. Bueno, en realidad se me acaba de ocurrir que ___(Tn) es una forma del nombre Helen. Pero ella lo escribe Elena, y por algún motivo pensé en otra ___(Tn), en ___(Tn) de Troya.
—Hermosa y predestinada a morir —dijo Bonnie alegremente.
—Bueno, sí —repuso Robert, que no parecía nada alegre.
___(Tn) no dijo nada.
Sonó el timbre de la puerta. Matt estaba en la entrada, con su acostumbrada chaqueta deportiva azul. Con él iban Ed Goff, el acompañante de Meredith, y Raymond Hernández, el de Bonnie. __(Tn) buscó a Nick.
—Probablemente ya esté allí —dijo Matt, interpretando su veloz mirada—. Escucha, ___(Tn) —Pero lo que fuera que estaba a punto de decir quedó interrumpido en medio de la charla de las otras parejas. Bonnie y Raymond fueron con ellos en el coche de Matt, y no dejaron de intercambiar agudezas durante todo el trayecto hasta el instituto.
La música salía al exterior por las puertas abiertas del auditorio. En cuanto abandonó el coche, una curiosa certeza embargó a ___(Tn). Algo iba a suceder, comprendió, contemplando la masa cuadrada del edificio del instituto. La tranquila primera velocidad de las últimas semanas estaba a punto de pasar a la marcha directa.
Estoy lista, se dijo. Y esperó que fuera cierto.
Dentro, todo era un caleidoscopio de color y actividad. Matt y ella se vieron asediados en cuanto entraron, y a ambos les cayó una lluvia de cumplidos. El vestido de __(Tn)... su cabello... sus flores. Matt era una leyenda en potencia: otro Joe Montana, una apuesta segura para una beca deportiva.
En el vertiginoso remolino que debería haberlo sido todo para ella, ___(Tn) no dejaba de buscar una cabeza morena.
Tyler Smallwood respiraba pesadamente sobre ella, oliendo a ponche y a chicle de menta, mientras su acompañante lucía una expresión asesina. ___(Tn) hizo caso omiso de él con la esperanza de que la dejara en paz.
El señor Tanner pasó ante ellos con un empapado vaso de papel y aspecto de estar siendo estrangulado por el cuello de su camisa. Sue Carson, la otra princesa de último curso de la fiesta, se acercó veloz y empezó a alabar su vestido. Bonnie estaba ya en la pista de baile, brillando bajo las luces. Pero ___(Tn) no vio a Nick por ninguna parte.
Otra vaharada más de chicle de menta y vomitaría. Dio un codazo a Matt y huyeron a la mesa de los refrescos, donde el entrenador Lyman se lanzó a hacer un estudio crítico del partido. Parejas y grupos se acercaban a ellos, se quedaban unos pocos minutos y luego se retiraban para dejar sitio a los que aguardaban tanda. «Igual que si realmente fuéramos de la realeza», pensó ___(Tn) entusiasmada. Miró de soslayo para ver si Matt compartía su regocijo, pero él tenía la mirada fija a su izquierda.
Ella siguió su mirada. Y allí, medio oculta tras un grupo de jugadores de rugby, estaba la cabeza oscura que había estado buscando. Inconfundible, incluso bajo aquella tenue luz. Un estremecimiento la recorrió, más de dolor que de otra cosa.
—¿Ahora qué? —preguntó Matt con expresión dura—. ¿Lo ato de pies y manos?
—No; voy a pedirle que baile conmigo, eso es todo. Aguardaré hasta que nosotros hayamos bailado primero, si quieres.
Él negó con la cabeza, y ella marchó en dirección a Nick por entre la multitud.
Pieza a pieza, ___(Tn) fue registrando información sobre él mientras se aproximaba. Su americana negra tenía un corte sutilmente distinto del de las que llevaban los otros muchachos, más elegante, y llevaba un suéter de cachemir blanco debajo de ella. Se mantenía muy quieto, un poco apartado de los grupos que lo rodeaban. Y, aunque sólo podía verle de perfil, reparó en que no llevaba puestas las gafas de sol.
Se las quitaba para jugar al rugby, desde luego, pero ella nunca le había visto de cerca sin ellas. Aquello la hizo sentir mareada y emocionada, como si aquél fuera un baile de disfraces y hubiese llegado el momento de quitarse las máscaras. Se concentró en su hombro, en la línea de la mandíbula, y entonces él empezó a volverse hacia ella.
En ese instante, ___(Tn) se dio cuenta de que era hermosa. No era sólo el vestido o el modo en que llevaba peinados los cabellos. Era hermosa en sí misma: esbelta, imperial, un objeto hecho de seda y fuego interior. Vio que los labios de él se abrían ligeramente, de forma refleja, y entonces alzó la vista para mirarle a los ojos.
—Hola.
¿Era ésa su propia voz, tan sosegada y segura de sí misma? Él tenía los ojos verdes. Verdes como hojas de roble en verano.
—¿Lo pasas bien? —preguntó.
«Lo hago ahora». Él no lo dijo, pero ella supo que era lo que pensaba; lo veía en el modo en que la miraba fijamente. Jamás había estado tan segura de su poder. Excepto que en realidad no tenía el aspecto de estarlo pasando bien; parecía acongojado, lleno de dolor, como si no pudiera soportar ni un minuto más aquello.
La banda empezaba a tocar un baile lento. Él seguía contemplándola fijamente, empapándose de ella. Aquellos ojos verdes oscureciéndose, volviéndose negros de deseo... Tuvo la repentina sensación de que podría acercarla a él bruscamente y besarla con fuerza, sin decir ni una palabra en ningún momento.
—¿Te gustaría bailar? —preguntó en voz baja.
«Estoy jugando con fuego, con algo que no comprendo», pensó de repente. Y en ese momento se dio cuenta de que estaba asustada. Su corazón empezó a latir violentamente. Era como si aquellos ojos verdes hablaran a alguna parte de ella que estaba enterrada muy por debajo de la superficie y aquella parte le gritara «peligro». Algún instinto más antiguo que la civilización le decía que corriera, que huyera.
No se movió. La misma fuerza que la aterraba la mantenía allí. Aquello estaba fuera de control, se dijo de improviso. Lo que sucedía allí, fuera lo que fuera, escapaba a su comprensión, no era nada normal ni cuerdo. Pero ya no se podía parar, e incluso aterrorizada disfrutaba con ello. Era el momento más intenso que había experimentado con un muchacho, pero no estaba sucediendo nada en absoluto; él se limitaba a contemplarla, como hipnotizado, y ella le devolvía la mirada, mientras la energía brillaba entre ellos como un rayo calorífico. Vio que sus ojos se oscurecían, derrotados, y sintió el salvaje salto de su propio corazón cuando él le tendió lentamente una mano.
Y entonces todo se hizo añicos.
—Vaya, __(Tn), qué encantadora estás —dijo una voz, y la visión de ___(Tn) quedó deslumbrada por reflejos dorados.
Era Caroline, los cabellos castaño rojizos intensos y lustrosos y la piel luciendo un bronceado perfecto. Llevaba un vestido confeccionado totalmente en lame dorado que mostraba una increíblemente osada extensión de aquella piel perfecta. Deslizó un brazo desnudo alrededor del de Nick y le sonrió con indolencia. Resultaban deslumbrantes juntos, como una pareja de modelos internacionales que va a divertirse a un baile de escuela secundaria, mucho más glamurosos y sofisticados que cualquier otra persona en la sala.
—Y ese vestidito es tan mono... —prosiguió Caroline, mientras la mente de ___(Tn) seguía funcionando en automático.
Aquel brazo informalmente posesivo unido al de Nick se lo decía todo: dónde había estado Caroline a la hora del almuerzo aquellas últimas semanas, qué había estado tramando durante todo aquel tiempo.
—Le dije a Nick que sencillamente teníamos que pasarnos por aquí un momento, pero no vamos a quedarnos mucho tiempo. Así que no te importará que me lo quede para los bailes, ¿verdad?
___(Tn) estaba extrañamente tranquila ahora, su mente era un vacío zumbante. Respondió que no, que desde luego no le importaba, y contempló cómo Caroline se alejaba, una sinfonía en castaño rojizo y oro. Nick se marchó con ella.
Había un círculo de rostros alrededor de ___(Tn); les dio la espalda y se topó con Matt.
—Sabías que venía con ella.
—Sabía que ella quería que lo hiciera. Le ha estado siguiendo por todas partes a la hora del almuerzo y después de clase, e imponiéndole más o menos su presencia. Pero...
—Ya veo.
Sumida aún en aquella curiosa calma artificial, escudriñó la multitud y vio a Bonnie que iba hacia ella, y a Meredith abandonando su mesa. Lo habían visto, entonces. Probablemente todo el mundo lo había visto. Sin una palabra a Matt, fue hacia ellas, encaminándose instintivamente hacia el baño de las chicas.
Estaba abarrotado de cuerpos femeninos, y Meredith y Bonnie mantuvieron sus comentarios alegres y superficiales mientras la miraban con preocupación.
—¿Viste ese vestido? —dijo Bonnie, oprimiendo los dedos de ___(Tn) a escondidas—. La parte delantera debe de estar sujeta con cola de contacto. Y ¿qué se pondrá para el siguiente baile? ¿Celofán?
—Film transparente de envolver —repuso Meredith, y añadió en voz baja—: ¿Estás bien?
—Sí.
___(Tn) pudo ver en el espejo que sus ojos estaban demasiado brillantes y que había una mancha de color ardiendo en cada mejilla. Se arregló los cabellos y se apartó.
La habitación se vació dejándolas a solas. Bonnie jugueteaba nerviosamente con el lazo de lentejuelas de su cintura.
—Quizá no sea tan mala cosa después de todo —dijo con calma—. Me refiero a que no has pensado en otra cosa que no fuera él durante semanas. Casi un mes. Y así tal vez sea para bien, y tú puedas dedicarte a otras cosas ahora, en lugar de..., bueno, perseguirle.
«¿También tú, Bruto?», pensó ___(Tn).
—Muchas gracias por tu apoyo —dijo en voz alta.
—Vamos, ___(Tn), no seas así —intervino Meredith—. No intenta herirte, sólo piensa que...
—Y supongo que tú también lo piensas. Bueno, eso es estupendo. Sencillamente saldré y me buscaré otras cosas a las que dedicarme. Como otras mejores amigas.
Las dejó a ambas contemplándola atónitas mientras se alejaba.
Fuera, se arrojó al remolino de color y música. Se mostró más radiante de lo que había estado nunca en ningún baile. Bailó con todo el mundo, riendo en una voz demasiado alta, coqueteando con todos los chicos que se cruzaban en su camino.
La llamaron para que subiera y la coronaran, y permaneció de pie sobre el escenario, contemplando a las figuras multicolores del suelo. Alguien le entregó unas flores; alguien colocó una diadema en su cabeza. Sonaron aplausos. Todo transcurrió como en un sueño.
Coqueteó con Tyler porque era quien estaba más cerca cuando descendió del escenario. Luego recordó lo que él y Dick le habían hecho a Nick y extrajo una de las rosas del ramo y se la dio. Matt observaba desde la barrera, con los labios apretados. La olvidada acompañante de Tyler estaba casi hecha un mar de lágrimas.
___(Tn) olió alcohol mezclado con menta en el aliento de Tyler, y vio que el muchacho tenía el rostro colorado. Sus amigos la rodeaban, una pandilla que chillaba y reía a carcajadas, y vio que Dick vertía algo de una bolsa de papel marrón en su vaso de ponche.
Nunca antes había estado con aquel grupo, y éste la recibió con una calurosa acogida, admirándola, los muchachos disputándose su atención. Los chistes volaban de un lado a otro, y __(Tn) reía incluso cuando no tenían sentido. El brazo de Tyler le rodeó la cintura, y ella se limitó a reír aún más. Con el rabillo del ojo vio que Matt meneaba la cabeza y se alejaba. Las chicas empezaban a mostrarse estridentes, los muchachos alborotadores. Tyler le besuqueaba el cuello.
—Tengo una idea —anunció éste al grupo, abrazando a ___(Tn) con más fuerza contra él—. Vayamos a algún lugar más divertido.
Alguien chilló:
—¿Adonde, Tyler? ¿A casa de tu padre?
Tyler sonreía de oreja a oreja, una sonrisa borracha y temeraria.
—No, me refiero a alguna parte donde podamos dejar nuestra marca. Como el cementerio.
Las chicas lanzaron grititos, los chicos se dieron codazos entre sí y fingidos puñetazos.
La acompañante de Tyler seguía allí de pie, fuera del círculo.
—Tyler, eso es una locura —dijo con voz aguda y débil—. Ya sabes lo que le sucedió a aquel viejo. No iré allí.
—Estupendo, entonces quédate aquí. —Tyler sacó unas llaves del bolsillo y las agitó frente al resto de la pandilla—. ¿Quién no tiene miedo? —preguntó.
—Eh, yo estoy dispuesto a ir —dijo Dick, y se escuchó un coro de aprobación.
—Yo, también —dijo __(Tn) con voz clara y desafiante.
Dedicó una sonrisa a Tyler, y éste prácticamente la cogió en volandas.
Y acto seguido ella y Tyler conducían ya a un ruidoso y alborotador grupo a la zona de aparcamiento, donde todos se amontonaron en coches. Y luego Tyler bajó la capota de su descapotable y ella se introdujo en el coche, con Dick y una chica llamada Vickie Bennett apretujándose en el asiento trasero.
—¡___(Tn)! —gritó alguien, muy lejos, desde la entrada iluminada de la escuela.
—Conduce —le dijo a Tyler quitándose la diadema, y el motor se puso en marcha.
Arrancaron dejando las marcas de los neumáticos en el suelo del aparcamiento, y el frío viento nocturno azotó el rostro de ___(Tn).
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Capítulo 7
Bonnie estaba en la pista de baile con los ojos cerrados, dejando que la música fluyera a través de ella. Cuando los abrió un instante, Meredith le hacía señas desde un lateral. Bonnie alzó la barbilla con rebeldía, pero puesto que las señas de Meredith se hacían más insistentes, alzó los ojos hacia Raymond y obedeció. Raymond la acompañó.
Matt y Ed estaban detrás de Meredith. Matt tenía el entrecejo fruncido. Ed aparecía incómodo.
—___(Tn) acaba de irse —dijo Meredith.
—Es un país libre —repuso Bonnie.
—Se fue con Tyler Smallwood —indicó Meredith—. Matt, ¿estás seguro de no haber oído adonde iban?
Matt negó con la cabeza.
—Se merece lo que le suceda..., pero también es culpa mía —dijo con voz sombría—. Deberíamos ir tras ella.
—¿Abandonar el baile? —exclamó Bonnie, y miró a Meredith, que articuló las palabras «lo prometiste»—. No me lo puedo creer —masculló con ferocidad.
—No sé cómo la encontraremos —observó Meredith—, pero tenemos que intentarlo. —Luego añadió, con una voz extrañamente titubeante—. Bonnie, tú no tendrás una idea de dónde está, ¿verdad?
—¿Qué? No, claro que no. He estado bailando. ¿Habéis oído hablar de eso, verdad, lo que uno hace en un baile?
—Tú y Ray quedaos aquí —le dijo Matt a Ed—. Si regresa, decidle que hemos ido a buscarla.
—Y si vamos a hacerlo, será mejor salir ahora —terció Bonnie de mala gana.
Dio media vuelta y chocó inmediatamente con una americana oscura.
—Vaya, perdona —dijo bruscamente, alzando los ojos y encontrándose con Nick Jonas
El muchacho no dijo nada mientras ella, Meredith y Matt se dirigían hacia la puerta, dejando a unos Raymond y Ed de aspecto desdichado tras ellos.
Las estrellas se veían lejanas y brillantes como el hielo en el cielo sin nubes. ___(Tn) se sentía justo igual que ellas. Una parte de ella gritaba y reía con Dick, Vickie y Tyler por encima del rugido del viento, pero otra parte observaba desde lejos.
Tyler aparcó a mitad de camino de la cima de la colina que conducía a la iglesia en ruinas, dejando las luces encendidas cuando descendieron del coche. Aunque había varios coches detrás de ellos cuando abandonaron la escuela, parecían ser los únicos que habían conseguido recorrer todo el trayecto hasta el cementerio.
Tyler abrió el maletero y sacó un paquete de seis cervezas.
—Más para nosotros.
Ofreció una cerveza a___(tn), que negó con la cabeza, intentando no hacer caso de la sensación de náusea que notaba en la boca del estómago. Sentía que era un error estar allí..., pero en modo alguno iba a reconocerlo ahora.
Ascendieron por la senda de losas, con las muchachas tambaleándose en sus zapatos de tacón alto y apoyándose en los muchachos. Cuando llegaron a lo alto, ___(Tn) lanzó una exclamación ahogada y Vickie profirió un gritito.
Algo enorme y rojo flotaba justo por encima del horizonte. ____(Tn) tardó un momento en comprender que en realidad era la luna. Era tan grande e irreal como una pieza de utilería en una película de ciencia ficción, y su masa hinchada brillaba pálidamente con una luz malsana.
—Como una enorme calabaza podrida —dijo Tyler, y le lanzó una piedra.
___(Tn) se obligó a dedicarle una sonrisa radiante.
—¿Por qué no vamos adentro? —sugirió Vickie, indicando con una mano blanca el agujero vacío que era la entrada de la iglesia.
La mayor parte del tejado se había desplomado al interior, aunque el campanario seguía intacto; una torre que se alargaba hacia el cielo muy por encima de ellos. Tres de las paredes seguían en pie, pero la cuarta llegaba sólo a la altura de la rodilla. Había montones de cascotes por todas partes.
Una luz llameó junto a la mejilla de___(Tn), y ésta se dio la vuelta, sobresaltada, encontrándose con Tyler que sostenía un encendedor. El muchacho sonrió de oreja a oreja, mostrando unos fuertes dientes blancos, y dijo:
—¿Quieres usar mi encendedor?
La carcajada de ___(Tn) fue la más sonora, para ocultar su desasosiego. Tomó el encendedor, usándolo para iluminar el sepulcro que había en el lateral de la iglesia. No se parecía a ninguna otra tumba del cementerio, aunque su padre decía haber visto cosas parecidas en Inglaterra. Parecía una enorme caja de piedra, lo bastante grande para dos personas, con dos estatuas de mármol descansando sobre la tapa.
—Thomas Keeping Fell y Honoria Fell —dijo Tyler con un gesto grandilocuente, como si los presentara—. Supuestamente, el viejo Thomas fundó Fell's Church. Aunque en realidad los Smallwood también estaban ahí por aquella época. El tatarabuelo de mi bisabuelo vivía en el valle junto a Drowning Creek...
—... hasta que se lo comieron los lobos —intervino Dick, y echó la cabeza hacia atrás imitando a un lobo. Luego eructó y Vickie lanzó una risita nerviosa. Una expresión de enojo cruzó las apuestas facciones de Tyler, pero forzó una sonrisa.
—Thomas y Honoria están más bien pálidos —dijo Vickie, todavía riendo nerviosamente—, creo que lo que necesitan es un poco de color.
Sacó un pintalabios de su monedero y empezó a cubrir la boca de mármol de la estatua de la mujer de ceroso color escarlata. ___(Tn) sintió un nuevo ataque de náuseas. De niña siempre se había sentido intimidada por la dama y el hombre de aspecto serio que yacían con los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre sus pechos. Y después de que sus padres murieran, los había imaginado tendidos uno al lado del otro de aquel modo en el cementerio. Pero sostuvo el encendedor mientras la otra muchacha usaba el pintalabios para colocar un bigote y una nariz de payaso a Thomas Fell.
Tyler los contemplaba.
—Oíd, ahí los tenéis tan elegantes y sin un lugar al que ir. —Colocó las manos sobre el borde de la tapa de piedra, intentando moverla lateralmente—. ¿Qué dices tú, Dick? ¿Quieres sacarlos a dar una vuelta nocturna por la ciudad? ¿Digamos, justo por el centro de la ciudad?
«No», pensó ___(Tn), horrorizada, mientras Dick lanzaba una carcajada y Vickie una serie de risotadas. Pero Dick estaba ya junto a Tyler, apuntalándose y preparándose, con las palmas de las manos sobre la tapa de piedra.
—A la de tres —dijo Tyler, y contó—: Uno, dos, tres.
Los ojos de ___(Tn) estaban clavados en el horrible rostro de payaso de Thomas Fell mientras los muchachos empujaban al frente y gruñían, con los músculos a punto de estallar bajo la ropa. No consiguieron mover la tapa ni un centímetro.
—La maldita cosa debe de estar sujeta de algún modo —dijo Tyler con enojo, apartándose.
___(Tn) sintió que se le doblaban las piernas de alivio. Intentando parecer indiferente, se apoyó en la tapa de piedra de la tumba para sostenerse... Y entonces fue cuando sucedió.
Escuchó un chirriar de piedra y notó que la tapa se movía bajo su mano izquierda al instante. Se alejaba de ella, haciéndole perder el equilibrio. El encendedor salió volando, y ella gritó y volvió a gritar, intentando mantenerse en pie. Caía a la tumba abierta, y un viento helado rugía a su alrededor. En sus oídos sonaron chillidos.
Y entonces se encontró fuera y la luz de la luna brillaba lo suficiente para que pudiera ver a los demás. Tyler la sujetaba. Miró a su alrededor enloquecida.
—¿Estás chiflada? ¿Qué ha sucedido? —Tyler empezó a zarandearla.
—¡Se ha movido! ¡La tapa se ha movido! Se ha deslizado a un lado y... no sé... casi caigo dentro. Hacía frío...
Los muchachos se echaron a reír.
—A la pobre criatura le dio el tembleque —dijo Tyler—. Vamos, amigo Dick, lo comprobaremos.
—Tyler, no...
Pero entraron de todos modos. Vickie se quedó en la entrada, mientras ___(Tn) temblaba. Al poco, Tyler le hizo señas desde la puerta para que se acercara.
—Mira —dijo cuando ella volvió a entrar a regañadientes; el muchacho había recuperado el encendedor y lo sostuvo por encima del pecho de mármol de Thomas Fell—. Todavía encaja, está aquí la mar de quietecita. ¿Lo ves?
___(Tn) contempló con asombro la perfecta alineación de tapa y sepulcro.
—Se ha movido. He estado a punto de caer dentro...
—Desde luego, lo que tu digas, nena.
Tyler la rodeó con sus brazos, sujetándola contra él de espaldas. ___(Tn) miró más allá y vio a Dick y a Vickie en una posición muy parecida, sólo que Vickie, con los ojos cerrados, parecía estar disfrutando. Tyler restregó el poderoso mentón por sus cabellos.
—Me gustaría regresar al baile ahora —dijo ella en tono categórico.
Hubo una pausa en la fricción. Luego Tyler suspiró y dijo:
—Claro, nena. —Miró a Dick y a Vickie—. ¿Y vosotros dos?
Dick sonrió ampliamente.
—Nos quedaremos aquí un ratito.
Vickie lanzó una risita con los ojos todavía cerrados.
—De acuerdo.
___(Tn) se preguntó cómo regresarían, pero permitió que Tyler la condujera afuera. Una vez en el exterior, no obstante, el muchacho se detuvo.
—No puedo dejarte marchar sin que eches un vistazo a la lápida de mi abuelo —dijo—. Anda, vamos,___(Tn) —insistió cuando ella empezó a protestar—, no hieras mis sentimientos. Tienes que verla, es el orgullo y la alegría de la familia.
___(Tn) se obligó a sonreír, aunque sentía el estómago helado. A lo mejor, si le seguía la corriente, la sacaría de aquel lugar.
—De acuerdo —dijo, y empezó a andar hacia el cementerio.
—Por ahí no. Es por aquí.
Y al minuto siguiente la conducía hacia abajo en dirección al viejo cementerio.
—No pasa nada, de verdad, no está lejos del sendero. Mira, ahí, ¿ves? —e indicó algo que brillaba a la luz de la luna.
____(Tn) lanzó una exclamación, sintiendo el corazón en un puño. Parecía una persona allí de pie, un gigante con una cabeza redonda y calva. Y no le gustaba estar allí en absoluto, entre las desgastadas e inclinadas lápidas de granito de siglos pasados. La brillante luz de la luna proyectaba sombras extrañas, y había charcos de oscuridad impenetrable por todas partes.
—No es más que la bola de la parte superior. Nada de lo que tener miedo —dijo Tyler, arrastrándola con él fuera del sendero y hacia la brillante lápida.
Estaba hecha de mármol rojo, y la enorme esfera que la coronaba le recordó a ___(Tn) la abotargada luna del horizonte; una luna que en aquellos momentos brillaba sobre ellos, tan blanca como las manos de Thomas Fell. ___(Tn) no pudo contener sus escalofríos.
—La pobre nena tiene frío. Tendremos que calentarla —dijo Tyler.
___(Tn) intentó apartarle, pero él era demasiado fuerte y la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia sí.
—Tyler, quiero irme; quiero irme ahora mismo...
—Claro, nena, nos iremos —dijo él—. Pero primero tenemos que calentarte. ¡Caramba, estás helada!
—Tyler, para —instó ella.
Los brazos del muchacho a su alrededor habían sido simplemente molestos, limitando sus movimientos, pero en aquel momento, con una sensación de sobresalto, sintió sus manos en su cuerpo, tanteando en busca de carne desnuda.
___(Tn) no había estado nunca en su vida en una situación como aquélla, muy lejos de cualquier ayuda. Dirigió un afilado tacón al empeine del chico, pero él lo esquivó.
—Tyler, quítame las manos de encima.
—Vamos, ___(Tn), no seas así, sólo quiero calentarte todo el cuerpo...
—Tyler, suéltame —le espetó con voz ahogada.
Intentó desasirse de él. Tyler dio un traspié, y entonces todo su peso cayó sobre ella, aplastándola contra la maraña de hiedra y maleza del suelo. ___(Tn) estaba desesperada.
—Te mataré, Tyler. Lo digo en serio. Sal de encima.
De manera patosa y descoordinada, Tyler intentó echarse a un lado, riendo estúpidamente.
—¡Ah!, vamos, ___(Tn), no seas tonta. Sólo te estaba calentando. ___(Tn) la princesa de hielo, calentándose... Estás más caliente ahora, ¿verdad?
Entonces ___(Tn) sintió su boca caliente y húmeda sobre el rostro. Seguía inmovilizada por él, y sus empalagosos besos descendían por su garganta. Oyó ropa que se desgarraba.
—¡Uy! —farfulló Tyler—. Lo siento.
___(Tn) torció la cabeza y su boca encontró la mano de Tyler, que le acariciaba torpemente la mejilla. La mordió, hundiendo los dientes en la carnosa palma. Mordió con fuerza, sintiendo el sabor de la sangre mientras escuchaba el alarido de dolor del muchacho. La mano se apartó violentamente.
—¡Eh! ¡Dije que lo lamentaba!
Tyler contempló ofendido la mano herida. Entonces su cara se ensombreció, mientras, sin dejar de mirarla fijamente, la cerraba con virtiéndola en un puño.
«Ya está —pensó ___(Tn) con una tranquilidad de pesadilla—. O bien me va a dejar sin sentido o me matará.» Se preparó para el golpe.
Nick se había resistido a entrar en el cementerio; todo en su interior había gritado en contra. La última vez que había estado allí había sido la noche del anciano.
El horror se removió en sus tripas otra vez al recordarlo. Habría jurado que no había desangrado al hombre que vivía bajo el puente, que no había tomado sangre suficiente como para lastimarlo. Pero todo aquella noche tras la oleada de Poder estaba embrollado, confuso. Si es que había existido una oleada de Poder después de todo. Quizá había sido su propia imaginación o incluso la había provocado él. Podían suceder cosas extrañas cuando la necesidad se descontrolaba.
Cerró los ojos. Cuando se enteró de que el anciano estaba hospitalizado, a las puertas de la muerte, la conmoción fue inenarrable. ¿Cómo había podido ser capaz de descontrolarse de aquel modo? Hasta matar, casi, cuando no había matado desde...
No iba a permitirse pensar en eso.
En aquel momento, de pie frente a la verja del cementerio en la oscuridad de la medianoche, lo que más deseaba era dar media vuelta y marchar. Regresar al baile donde había dejado a Caroline, aquella criatura cimbreante y bronceada por el sol que estaba totalmente a salvo porque no significaba absolutamente nada para él.
Pero no podía regresar, porque __(Tn) estaba en el cementerio. La percibía, y percibía su creciente angustia. ___(Tn) estaba en el cementerio y en apuros, y él tenía que encontrarla.
Estaba a mitad de camino colina arriba cuando tuvo un mareo. Le hizo tambalearse mientras seguía avanzando penosamente en dirección a la iglesia porque era la única cosa en la que podía concentrar la mirada. Oleadas grises de niebla barrían su cerebro, y luchó por seguir moviéndose. Débil, se sentía tan débil... E impotente ante el poder absoluto de aquel vértigo.
Necesitaba... llegar hasta ___(Tn). Pero estaba débil. No podía estar... débil... si tenía que ayudar a ___(Tn). Necesitaba...
La cavidad que era la puerta de la iglesia apareció ante él.
___(Tn) vio la luna sobre el hombro izquierdo de Tyler. Resultaba extrañamente apropiado que fuera a ser la última cosa que viera, se dijo. El grito había quedado atrapado en su garganta, sofocado por el miedo.
Y entonces algo levantó a Tyler y lo arrojó contra la lápida de su abuelo.
Eso fue lo que le pareció a ___(Tn), que rodó a un lado, sin aliento, sujetando con una mano el vestido desgarrado mientras la otra buscaba a tientas un arma.
No la necesitó. Algo se movió en la oscuridad, y vio a la persona que le había sacado a Tyler de encima. Nick Jonas. Pero era un Nick que no había visto nunca, aquel rostro de facciones elegantes estaba lívido y enfurecido, y había una luz asesina en aquellos ojos verdes. Sin siquiera moverse, Nick emanaba tal cólera y amenaza que ___(Tn) descubrió que sentía más miedo de él del que había sentido de Tyler.
—La primera vez que te vi, supe que jamás aprenderías buenos modales —dijo Nick.
La voz del joven era baja, fría y suave, y en cierto modo hizo que ___(Tn) se sintiera mareada. No podía dejar de mirarle mientras él avanzaba hacia Tyler, que meneaba la cabeza, aturdido, y empezaba a incorporarse. Nick se movía como un bailarín, cada movimiento natural y controlado con precisión.
—Pero no tenía ni idea de que tu carácter estuviera tan poco desarrollado.
Golpeó a Tyler. El muchacho, que era más grande que él, había estado alargando una mano carnosa, y Nick le golpeó casi con despreocupación en un lado del rostro, antes de que la mano estableciera contacto.
Tyler salió volando contra otra lápida. Se puso en pie gateando y se quedó allí quieto, jadeando, con los ojos en blanco. __(Tn) vio descender un hilillo de sangre de su nariz. Entonces Tyler cargó.
—Un caballero no impone su compañía a nadie —dijo Nick, y lo derribó a un lado.
Tyler volvió a caer despatarrado al suelo, boca abajo sobre la maleza y los brezos. En esa ocasión fue más lento en incorporarse y manaba sangre de sus dos orificios nasales y de la boca. Resoplaba como un caballo asustado cuando se arrojó sobre Nick.
Este agarró la parte frontal de la chaqueta de Tyler, haciendo que los dos giraran en redondo y absorbiendo el impacto de la violenta embestida. Zarandeó a Tyler dos veces, con fuerza, mientras aquellos puños rechonchos giraban como molinillos a su alrededor, sin poder asestarle un puñetazo. Luego dejó caer al muchacho.
—No se insulta a una señora —siguió.
El rostro de Tyler estaba contraído, tenía los ojos en blanco, pero intentó agarrar la pierna de Nick. Este le puso en pie de un tirón y volvió a zarandearlo; Tyler se quedó flácido como un muñeco de trapo, con los ojos en blanco. Nick siguió hablando, sosteniendo el pesado cuerpo en posición vertical y recalcando cada palabra con un zarandeo capaz de dislocar todos los huesos.
—Y, por encima de todo, no se le hace daño...
—¡Nick! —gritó ___(Tn).
La cabeza de Tyler se movía violentamente adelante y atrás con cada sacudida, y ella estaba asustada de lo que veía; asustada de lo que Nick pudiera hacer. Y asustada por encima de todo de la voz de Nick, aquella voz fría que era como un estoque en danza, hermoso y mortífero y totalmente implacable.
—Nick, para.
El joven giró violentamente la cabeza hacia ella, sobresaltado, como si hubiese olvidado su presencia. Por un momento la miró sin reconocerla, los ojos negros a la luz de la luna, y ella pensó en algún depredador, en alguna ave enorme o un carnívoro de piel lustrosa incapaz de sentir emociones humanas. Luego la comprensión apareció en su rostro y parte de la oscuridad desapareció de la mirada.
Bajó los ojos hacia la cabeza colgante de Tyler y a continuación lo depositó con cuidado contra la lápida de mármol rojo. Las rodillas del muchacho se doblaron y resbaló a lo largo de su superficie, pero, con gran alivio por parte de ___(Tn), sus ojos se abrieron; al menos el izquierdo lo hizo. El derecho se estaba hinchando hasta convertirse en una mera rendija.
—Estará bien —dijo Nick vagamente.
Al desaparecer su miedo, __(Tn) se sintió vacía. «La conmoción —pensó—. Padezco una conmoción. Probablemente empezaré a chillar como una histérica en cualquier momento.»
—¿Hay alguien que pueda llevarte a casa? —inquirió Nick, todavía con aquella voz espeluznantemente amortiguada.
__(Tn) pensó en Dick y Vickie, haciendo Dios sabía qué junto a la estatua de Thomas Fell.
—No —respondió.
Su cerebro empezaba a funcionar otra vez, a reparar en las cosas a su alrededor. El vestido violeta estaba desgarrado a lo largo de la parte delantera; estaba destrozado. Mecánicamente, lo cerró sobre su sujetador.
—Te llevaré yo —dijo Nick.
Incluso a través del aturdimiento, ___(Tn) se estremeció de miedo por un instante. Le miró, una figura extrañamente elegante en medio de las tumbas, el rostro pálido a la luz de la luna. Jamás le había parecido tan... tan bello, pero aquella belleza era casi foránea. No sólo extranjera, sino inhumana, porque ningún humano podía proyectar aquella aura de poder, o de distancia.
—Gracias, eres muy amable —respondió despacio; no se podía hacer otra cosa.
Dejaron a Tyler incorporándose penosamente junto a la tumba de su antepasado. ___(Tn) sintió otro escalofrío cuando llegaron al sendero y Nick giró en dirección al puente Wickery.
—He dejado mi coche en la casa de huéspedes —dijo—. Éste es el camino más rápido que tenemos para regresar.
—¿Has venido por aquí?
—No; no he cruzado el puente. Pero no pasará nada.
___(Tn) le creyó. Pálido y silencioso, el muchacho anduvo junto a ella sin tocarla, excepto cuando se quitó la americana para colocársela sobre los hombros desnudos. Se sentía curiosamente segura de que Stefan mataría a cualquiera que intentara meterse con ella.
El puente Wickery aparecía blanco bajo la luz de la luna, y por debajo las aguas heladas se arremolinaban sobre antiguas rocas. Todo el mundo estaba quieto, hermoso y frío mientras pasaban bajo los robles en dirección a la estrecha carretera rural.
Dejaron atrás pastos vallados y campos oscuros hasta alcanzar un largo camino curvo. La casa de huéspedes era un edificio enorme de ladrillo rojo óxido fabricado con la arcilla del lugar y estaba flanqueada por cedros y arces antiquísimos. Todas las ventanas excepto una estaban a oscuras.
Nick abrió con la llave una de las puertas dobles y entraron en un pequeño vestíbulo, con un tramo de escaleras directamente frente a ellos. El pasamanos, igual que las puertas, era de auténtico roble claro, tan pulido que parecía refulgir.
Subieron la escalera hasta el rellano de un segundo piso que estaba pobremente iluminado. Ante la sorpresa de __(Tn), Nick la condujo al interior de uno de los dormitorios y abrió lo que parecía la puerta de un armario. A través de ella distinguió una escalera muy estrecha y empinada.
Qué lugar más extraño, se dijo, con aquella escalera secreta enterrada en el corazón de la casa, adonde no podía llegar ningún sonido del exterior. Alcanzó lo alto de las escaleras y penetró en una gran habitación que constituía todo el tercer piso de la casa.
Estaba casi tan pobremente iluminada como la escalera, pero ___(Tn) pudo ver el manchado suelo de madera y las vigas al descubierto en el techo inclinado. Había ventanales en todos los lados, y muchos baúles desperdigados entre unas cuantas piezas de mobiliario de madera maciza.
Advirtió que él la observaba.
—¿Hay algún cuarto de baño donde...?
Nick le indicó con la cabeza una puerta. Ella se quitó la americana, se la tendió sin mirarle y entró.
Espero que les guste el cap
lamento la demora
es que los cap son largos y me entretuve chateando :oops: 8) :D
COMENTEN!!!
byebye
Bonnie estaba en la pista de baile con los ojos cerrados, dejando que la música fluyera a través de ella. Cuando los abrió un instante, Meredith le hacía señas desde un lateral. Bonnie alzó la barbilla con rebeldía, pero puesto que las señas de Meredith se hacían más insistentes, alzó los ojos hacia Raymond y obedeció. Raymond la acompañó.
Matt y Ed estaban detrás de Meredith. Matt tenía el entrecejo fruncido. Ed aparecía incómodo.
—___(Tn) acaba de irse —dijo Meredith.
—Es un país libre —repuso Bonnie.
—Se fue con Tyler Smallwood —indicó Meredith—. Matt, ¿estás seguro de no haber oído adonde iban?
Matt negó con la cabeza.
—Se merece lo que le suceda..., pero también es culpa mía —dijo con voz sombría—. Deberíamos ir tras ella.
—¿Abandonar el baile? —exclamó Bonnie, y miró a Meredith, que articuló las palabras «lo prometiste»—. No me lo puedo creer —masculló con ferocidad.
—No sé cómo la encontraremos —observó Meredith—, pero tenemos que intentarlo. —Luego añadió, con una voz extrañamente titubeante—. Bonnie, tú no tendrás una idea de dónde está, ¿verdad?
—¿Qué? No, claro que no. He estado bailando. ¿Habéis oído hablar de eso, verdad, lo que uno hace en un baile?
—Tú y Ray quedaos aquí —le dijo Matt a Ed—. Si regresa, decidle que hemos ido a buscarla.
—Y si vamos a hacerlo, será mejor salir ahora —terció Bonnie de mala gana.
Dio media vuelta y chocó inmediatamente con una americana oscura.
—Vaya, perdona —dijo bruscamente, alzando los ojos y encontrándose con Nick Jonas
El muchacho no dijo nada mientras ella, Meredith y Matt se dirigían hacia la puerta, dejando a unos Raymond y Ed de aspecto desdichado tras ellos.
Las estrellas se veían lejanas y brillantes como el hielo en el cielo sin nubes. ___(Tn) se sentía justo igual que ellas. Una parte de ella gritaba y reía con Dick, Vickie y Tyler por encima del rugido del viento, pero otra parte observaba desde lejos.
Tyler aparcó a mitad de camino de la cima de la colina que conducía a la iglesia en ruinas, dejando las luces encendidas cuando descendieron del coche. Aunque había varios coches detrás de ellos cuando abandonaron la escuela, parecían ser los únicos que habían conseguido recorrer todo el trayecto hasta el cementerio.
Tyler abrió el maletero y sacó un paquete de seis cervezas.
—Más para nosotros.
Ofreció una cerveza a___(tn), que negó con la cabeza, intentando no hacer caso de la sensación de náusea que notaba en la boca del estómago. Sentía que era un error estar allí..., pero en modo alguno iba a reconocerlo ahora.
Ascendieron por la senda de losas, con las muchachas tambaleándose en sus zapatos de tacón alto y apoyándose en los muchachos. Cuando llegaron a lo alto, ___(Tn) lanzó una exclamación ahogada y Vickie profirió un gritito.
Algo enorme y rojo flotaba justo por encima del horizonte. ____(Tn) tardó un momento en comprender que en realidad era la luna. Era tan grande e irreal como una pieza de utilería en una película de ciencia ficción, y su masa hinchada brillaba pálidamente con una luz malsana.
—Como una enorme calabaza podrida —dijo Tyler, y le lanzó una piedra.
___(Tn) se obligó a dedicarle una sonrisa radiante.
—¿Por qué no vamos adentro? —sugirió Vickie, indicando con una mano blanca el agujero vacío que era la entrada de la iglesia.
La mayor parte del tejado se había desplomado al interior, aunque el campanario seguía intacto; una torre que se alargaba hacia el cielo muy por encima de ellos. Tres de las paredes seguían en pie, pero la cuarta llegaba sólo a la altura de la rodilla. Había montones de cascotes por todas partes.
Una luz llameó junto a la mejilla de___(Tn), y ésta se dio la vuelta, sobresaltada, encontrándose con Tyler que sostenía un encendedor. El muchacho sonrió de oreja a oreja, mostrando unos fuertes dientes blancos, y dijo:
—¿Quieres usar mi encendedor?
La carcajada de ___(Tn) fue la más sonora, para ocultar su desasosiego. Tomó el encendedor, usándolo para iluminar el sepulcro que había en el lateral de la iglesia. No se parecía a ninguna otra tumba del cementerio, aunque su padre decía haber visto cosas parecidas en Inglaterra. Parecía una enorme caja de piedra, lo bastante grande para dos personas, con dos estatuas de mármol descansando sobre la tapa.
—Thomas Keeping Fell y Honoria Fell —dijo Tyler con un gesto grandilocuente, como si los presentara—. Supuestamente, el viejo Thomas fundó Fell's Church. Aunque en realidad los Smallwood también estaban ahí por aquella época. El tatarabuelo de mi bisabuelo vivía en el valle junto a Drowning Creek...
—... hasta que se lo comieron los lobos —intervino Dick, y echó la cabeza hacia atrás imitando a un lobo. Luego eructó y Vickie lanzó una risita nerviosa. Una expresión de enojo cruzó las apuestas facciones de Tyler, pero forzó una sonrisa.
—Thomas y Honoria están más bien pálidos —dijo Vickie, todavía riendo nerviosamente—, creo que lo que necesitan es un poco de color.
Sacó un pintalabios de su monedero y empezó a cubrir la boca de mármol de la estatua de la mujer de ceroso color escarlata. ___(Tn) sintió un nuevo ataque de náuseas. De niña siempre se había sentido intimidada por la dama y el hombre de aspecto serio que yacían con los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre sus pechos. Y después de que sus padres murieran, los había imaginado tendidos uno al lado del otro de aquel modo en el cementerio. Pero sostuvo el encendedor mientras la otra muchacha usaba el pintalabios para colocar un bigote y una nariz de payaso a Thomas Fell.
Tyler los contemplaba.
—Oíd, ahí los tenéis tan elegantes y sin un lugar al que ir. —Colocó las manos sobre el borde de la tapa de piedra, intentando moverla lateralmente—. ¿Qué dices tú, Dick? ¿Quieres sacarlos a dar una vuelta nocturna por la ciudad? ¿Digamos, justo por el centro de la ciudad?
«No», pensó ___(Tn), horrorizada, mientras Dick lanzaba una carcajada y Vickie una serie de risotadas. Pero Dick estaba ya junto a Tyler, apuntalándose y preparándose, con las palmas de las manos sobre la tapa de piedra.
—A la de tres —dijo Tyler, y contó—: Uno, dos, tres.
Los ojos de ___(Tn) estaban clavados en el horrible rostro de payaso de Thomas Fell mientras los muchachos empujaban al frente y gruñían, con los músculos a punto de estallar bajo la ropa. No consiguieron mover la tapa ni un centímetro.
—La maldita cosa debe de estar sujeta de algún modo —dijo Tyler con enojo, apartándose.
___(Tn) sintió que se le doblaban las piernas de alivio. Intentando parecer indiferente, se apoyó en la tapa de piedra de la tumba para sostenerse... Y entonces fue cuando sucedió.
Escuchó un chirriar de piedra y notó que la tapa se movía bajo su mano izquierda al instante. Se alejaba de ella, haciéndole perder el equilibrio. El encendedor salió volando, y ella gritó y volvió a gritar, intentando mantenerse en pie. Caía a la tumba abierta, y un viento helado rugía a su alrededor. En sus oídos sonaron chillidos.
Y entonces se encontró fuera y la luz de la luna brillaba lo suficiente para que pudiera ver a los demás. Tyler la sujetaba. Miró a su alrededor enloquecida.
—¿Estás chiflada? ¿Qué ha sucedido? —Tyler empezó a zarandearla.
—¡Se ha movido! ¡La tapa se ha movido! Se ha deslizado a un lado y... no sé... casi caigo dentro. Hacía frío...
Los muchachos se echaron a reír.
—A la pobre criatura le dio el tembleque —dijo Tyler—. Vamos, amigo Dick, lo comprobaremos.
—Tyler, no...
Pero entraron de todos modos. Vickie se quedó en la entrada, mientras ___(Tn) temblaba. Al poco, Tyler le hizo señas desde la puerta para que se acercara.
—Mira —dijo cuando ella volvió a entrar a regañadientes; el muchacho había recuperado el encendedor y lo sostuvo por encima del pecho de mármol de Thomas Fell—. Todavía encaja, está aquí la mar de quietecita. ¿Lo ves?
___(Tn) contempló con asombro la perfecta alineación de tapa y sepulcro.
—Se ha movido. He estado a punto de caer dentro...
—Desde luego, lo que tu digas, nena.
Tyler la rodeó con sus brazos, sujetándola contra él de espaldas. ___(Tn) miró más allá y vio a Dick y a Vickie en una posición muy parecida, sólo que Vickie, con los ojos cerrados, parecía estar disfrutando. Tyler restregó el poderoso mentón por sus cabellos.
—Me gustaría regresar al baile ahora —dijo ella en tono categórico.
Hubo una pausa en la fricción. Luego Tyler suspiró y dijo:
—Claro, nena. —Miró a Dick y a Vickie—. ¿Y vosotros dos?
Dick sonrió ampliamente.
—Nos quedaremos aquí un ratito.
Vickie lanzó una risita con los ojos todavía cerrados.
—De acuerdo.
___(Tn) se preguntó cómo regresarían, pero permitió que Tyler la condujera afuera. Una vez en el exterior, no obstante, el muchacho se detuvo.
—No puedo dejarte marchar sin que eches un vistazo a la lápida de mi abuelo —dijo—. Anda, vamos,___(Tn) —insistió cuando ella empezó a protestar—, no hieras mis sentimientos. Tienes que verla, es el orgullo y la alegría de la familia.
___(Tn) se obligó a sonreír, aunque sentía el estómago helado. A lo mejor, si le seguía la corriente, la sacaría de aquel lugar.
—De acuerdo —dijo, y empezó a andar hacia el cementerio.
—Por ahí no. Es por aquí.
Y al minuto siguiente la conducía hacia abajo en dirección al viejo cementerio.
—No pasa nada, de verdad, no está lejos del sendero. Mira, ahí, ¿ves? —e indicó algo que brillaba a la luz de la luna.
____(Tn) lanzó una exclamación, sintiendo el corazón en un puño. Parecía una persona allí de pie, un gigante con una cabeza redonda y calva. Y no le gustaba estar allí en absoluto, entre las desgastadas e inclinadas lápidas de granito de siglos pasados. La brillante luz de la luna proyectaba sombras extrañas, y había charcos de oscuridad impenetrable por todas partes.
—No es más que la bola de la parte superior. Nada de lo que tener miedo —dijo Tyler, arrastrándola con él fuera del sendero y hacia la brillante lápida.
Estaba hecha de mármol rojo, y la enorme esfera que la coronaba le recordó a ___(Tn) la abotargada luna del horizonte; una luna que en aquellos momentos brillaba sobre ellos, tan blanca como las manos de Thomas Fell. ___(Tn) no pudo contener sus escalofríos.
—La pobre nena tiene frío. Tendremos que calentarla —dijo Tyler.
___(Tn) intentó apartarle, pero él era demasiado fuerte y la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia sí.
—Tyler, quiero irme; quiero irme ahora mismo...
—Claro, nena, nos iremos —dijo él—. Pero primero tenemos que calentarte. ¡Caramba, estás helada!
—Tyler, para —instó ella.
Los brazos del muchacho a su alrededor habían sido simplemente molestos, limitando sus movimientos, pero en aquel momento, con una sensación de sobresalto, sintió sus manos en su cuerpo, tanteando en busca de carne desnuda.
___(Tn) no había estado nunca en su vida en una situación como aquélla, muy lejos de cualquier ayuda. Dirigió un afilado tacón al empeine del chico, pero él lo esquivó.
—Tyler, quítame las manos de encima.
—Vamos, ___(Tn), no seas así, sólo quiero calentarte todo el cuerpo...
—Tyler, suéltame —le espetó con voz ahogada.
Intentó desasirse de él. Tyler dio un traspié, y entonces todo su peso cayó sobre ella, aplastándola contra la maraña de hiedra y maleza del suelo. ___(Tn) estaba desesperada.
—Te mataré, Tyler. Lo digo en serio. Sal de encima.
De manera patosa y descoordinada, Tyler intentó echarse a un lado, riendo estúpidamente.
—¡Ah!, vamos, ___(Tn), no seas tonta. Sólo te estaba calentando. ___(Tn) la princesa de hielo, calentándose... Estás más caliente ahora, ¿verdad?
Entonces ___(Tn) sintió su boca caliente y húmeda sobre el rostro. Seguía inmovilizada por él, y sus empalagosos besos descendían por su garganta. Oyó ropa que se desgarraba.
—¡Uy! —farfulló Tyler—. Lo siento.
___(Tn) torció la cabeza y su boca encontró la mano de Tyler, que le acariciaba torpemente la mejilla. La mordió, hundiendo los dientes en la carnosa palma. Mordió con fuerza, sintiendo el sabor de la sangre mientras escuchaba el alarido de dolor del muchacho. La mano se apartó violentamente.
—¡Eh! ¡Dije que lo lamentaba!
Tyler contempló ofendido la mano herida. Entonces su cara se ensombreció, mientras, sin dejar de mirarla fijamente, la cerraba con virtiéndola en un puño.
«Ya está —pensó ___(Tn) con una tranquilidad de pesadilla—. O bien me va a dejar sin sentido o me matará.» Se preparó para el golpe.
Nick se había resistido a entrar en el cementerio; todo en su interior había gritado en contra. La última vez que había estado allí había sido la noche del anciano.
El horror se removió en sus tripas otra vez al recordarlo. Habría jurado que no había desangrado al hombre que vivía bajo el puente, que no había tomado sangre suficiente como para lastimarlo. Pero todo aquella noche tras la oleada de Poder estaba embrollado, confuso. Si es que había existido una oleada de Poder después de todo. Quizá había sido su propia imaginación o incluso la había provocado él. Podían suceder cosas extrañas cuando la necesidad se descontrolaba.
Cerró los ojos. Cuando se enteró de que el anciano estaba hospitalizado, a las puertas de la muerte, la conmoción fue inenarrable. ¿Cómo había podido ser capaz de descontrolarse de aquel modo? Hasta matar, casi, cuando no había matado desde...
No iba a permitirse pensar en eso.
En aquel momento, de pie frente a la verja del cementerio en la oscuridad de la medianoche, lo que más deseaba era dar media vuelta y marchar. Regresar al baile donde había dejado a Caroline, aquella criatura cimbreante y bronceada por el sol que estaba totalmente a salvo porque no significaba absolutamente nada para él.
Pero no podía regresar, porque __(Tn) estaba en el cementerio. La percibía, y percibía su creciente angustia. ___(Tn) estaba en el cementerio y en apuros, y él tenía que encontrarla.
Estaba a mitad de camino colina arriba cuando tuvo un mareo. Le hizo tambalearse mientras seguía avanzando penosamente en dirección a la iglesia porque era la única cosa en la que podía concentrar la mirada. Oleadas grises de niebla barrían su cerebro, y luchó por seguir moviéndose. Débil, se sentía tan débil... E impotente ante el poder absoluto de aquel vértigo.
Necesitaba... llegar hasta ___(Tn). Pero estaba débil. No podía estar... débil... si tenía que ayudar a ___(Tn). Necesitaba...
La cavidad que era la puerta de la iglesia apareció ante él.
___(Tn) vio la luna sobre el hombro izquierdo de Tyler. Resultaba extrañamente apropiado que fuera a ser la última cosa que viera, se dijo. El grito había quedado atrapado en su garganta, sofocado por el miedo.
Y entonces algo levantó a Tyler y lo arrojó contra la lápida de su abuelo.
Eso fue lo que le pareció a ___(Tn), que rodó a un lado, sin aliento, sujetando con una mano el vestido desgarrado mientras la otra buscaba a tientas un arma.
No la necesitó. Algo se movió en la oscuridad, y vio a la persona que le había sacado a Tyler de encima. Nick Jonas. Pero era un Nick que no había visto nunca, aquel rostro de facciones elegantes estaba lívido y enfurecido, y había una luz asesina en aquellos ojos verdes. Sin siquiera moverse, Nick emanaba tal cólera y amenaza que ___(Tn) descubrió que sentía más miedo de él del que había sentido de Tyler.
—La primera vez que te vi, supe que jamás aprenderías buenos modales —dijo Nick.
La voz del joven era baja, fría y suave, y en cierto modo hizo que ___(Tn) se sintiera mareada. No podía dejar de mirarle mientras él avanzaba hacia Tyler, que meneaba la cabeza, aturdido, y empezaba a incorporarse. Nick se movía como un bailarín, cada movimiento natural y controlado con precisión.
—Pero no tenía ni idea de que tu carácter estuviera tan poco desarrollado.
Golpeó a Tyler. El muchacho, que era más grande que él, había estado alargando una mano carnosa, y Nick le golpeó casi con despreocupación en un lado del rostro, antes de que la mano estableciera contacto.
Tyler salió volando contra otra lápida. Se puso en pie gateando y se quedó allí quieto, jadeando, con los ojos en blanco. __(Tn) vio descender un hilillo de sangre de su nariz. Entonces Tyler cargó.
—Un caballero no impone su compañía a nadie —dijo Nick, y lo derribó a un lado.
Tyler volvió a caer despatarrado al suelo, boca abajo sobre la maleza y los brezos. En esa ocasión fue más lento en incorporarse y manaba sangre de sus dos orificios nasales y de la boca. Resoplaba como un caballo asustado cuando se arrojó sobre Nick.
Este agarró la parte frontal de la chaqueta de Tyler, haciendo que los dos giraran en redondo y absorbiendo el impacto de la violenta embestida. Zarandeó a Tyler dos veces, con fuerza, mientras aquellos puños rechonchos giraban como molinillos a su alrededor, sin poder asestarle un puñetazo. Luego dejó caer al muchacho.
—No se insulta a una señora —siguió.
El rostro de Tyler estaba contraído, tenía los ojos en blanco, pero intentó agarrar la pierna de Nick. Este le puso en pie de un tirón y volvió a zarandearlo; Tyler se quedó flácido como un muñeco de trapo, con los ojos en blanco. Nick siguió hablando, sosteniendo el pesado cuerpo en posición vertical y recalcando cada palabra con un zarandeo capaz de dislocar todos los huesos.
—Y, por encima de todo, no se le hace daño...
—¡Nick! —gritó ___(Tn).
La cabeza de Tyler se movía violentamente adelante y atrás con cada sacudida, y ella estaba asustada de lo que veía; asustada de lo que Nick pudiera hacer. Y asustada por encima de todo de la voz de Nick, aquella voz fría que era como un estoque en danza, hermoso y mortífero y totalmente implacable.
—Nick, para.
El joven giró violentamente la cabeza hacia ella, sobresaltado, como si hubiese olvidado su presencia. Por un momento la miró sin reconocerla, los ojos negros a la luz de la luna, y ella pensó en algún depredador, en alguna ave enorme o un carnívoro de piel lustrosa incapaz de sentir emociones humanas. Luego la comprensión apareció en su rostro y parte de la oscuridad desapareció de la mirada.
Bajó los ojos hacia la cabeza colgante de Tyler y a continuación lo depositó con cuidado contra la lápida de mármol rojo. Las rodillas del muchacho se doblaron y resbaló a lo largo de su superficie, pero, con gran alivio por parte de ___(Tn), sus ojos se abrieron; al menos el izquierdo lo hizo. El derecho se estaba hinchando hasta convertirse en una mera rendija.
—Estará bien —dijo Nick vagamente.
Al desaparecer su miedo, __(Tn) se sintió vacía. «La conmoción —pensó—. Padezco una conmoción. Probablemente empezaré a chillar como una histérica en cualquier momento.»
—¿Hay alguien que pueda llevarte a casa? —inquirió Nick, todavía con aquella voz espeluznantemente amortiguada.
__(Tn) pensó en Dick y Vickie, haciendo Dios sabía qué junto a la estatua de Thomas Fell.
—No —respondió.
Su cerebro empezaba a funcionar otra vez, a reparar en las cosas a su alrededor. El vestido violeta estaba desgarrado a lo largo de la parte delantera; estaba destrozado. Mecánicamente, lo cerró sobre su sujetador.
—Te llevaré yo —dijo Nick.
Incluso a través del aturdimiento, ___(Tn) se estremeció de miedo por un instante. Le miró, una figura extrañamente elegante en medio de las tumbas, el rostro pálido a la luz de la luna. Jamás le había parecido tan... tan bello, pero aquella belleza era casi foránea. No sólo extranjera, sino inhumana, porque ningún humano podía proyectar aquella aura de poder, o de distancia.
—Gracias, eres muy amable —respondió despacio; no se podía hacer otra cosa.
Dejaron a Tyler incorporándose penosamente junto a la tumba de su antepasado. ___(Tn) sintió otro escalofrío cuando llegaron al sendero y Nick giró en dirección al puente Wickery.
—He dejado mi coche en la casa de huéspedes —dijo—. Éste es el camino más rápido que tenemos para regresar.
—¿Has venido por aquí?
—No; no he cruzado el puente. Pero no pasará nada.
___(Tn) le creyó. Pálido y silencioso, el muchacho anduvo junto a ella sin tocarla, excepto cuando se quitó la americana para colocársela sobre los hombros desnudos. Se sentía curiosamente segura de que Stefan mataría a cualquiera que intentara meterse con ella.
El puente Wickery aparecía blanco bajo la luz de la luna, y por debajo las aguas heladas se arremolinaban sobre antiguas rocas. Todo el mundo estaba quieto, hermoso y frío mientras pasaban bajo los robles en dirección a la estrecha carretera rural.
Dejaron atrás pastos vallados y campos oscuros hasta alcanzar un largo camino curvo. La casa de huéspedes era un edificio enorme de ladrillo rojo óxido fabricado con la arcilla del lugar y estaba flanqueada por cedros y arces antiquísimos. Todas las ventanas excepto una estaban a oscuras.
Nick abrió con la llave una de las puertas dobles y entraron en un pequeño vestíbulo, con un tramo de escaleras directamente frente a ellos. El pasamanos, igual que las puertas, era de auténtico roble claro, tan pulido que parecía refulgir.
Subieron la escalera hasta el rellano de un segundo piso que estaba pobremente iluminado. Ante la sorpresa de __(Tn), Nick la condujo al interior de uno de los dormitorios y abrió lo que parecía la puerta de un armario. A través de ella distinguió una escalera muy estrecha y empinada.
Qué lugar más extraño, se dijo, con aquella escalera secreta enterrada en el corazón de la casa, adonde no podía llegar ningún sonido del exterior. Alcanzó lo alto de las escaleras y penetró en una gran habitación que constituía todo el tercer piso de la casa.
Estaba casi tan pobremente iluminada como la escalera, pero ___(Tn) pudo ver el manchado suelo de madera y las vigas al descubierto en el techo inclinado. Había ventanales en todos los lados, y muchos baúles desperdigados entre unas cuantas piezas de mobiliario de madera maciza.
Advirtió que él la observaba.
—¿Hay algún cuarto de baño donde...?
Nick le indicó con la cabeza una puerta. Ella se quitó la americana, se la tendió sin mirarle y entró.
Espero que les guste el cap
lamento la demora
es que los cap son largos y me entretuve chateando :oops: 8) :D
COMENTEN!!!
byebye
maru!!
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Tyler no me agrada ¬¬ es un atrevido... pobre Matt... debe sentirse fatal el pobre...
siguela!!!
siguela!!!
eli_jonatika
Re: Cronicas Vampiricas: Despertar (joe, nick y tu)
Capítulo 8
___(Tn) entró en el baño aturdida y vagamente agradecida. Salió enojada.
No estaba muy segura de cómo había tenido lugar la transformación; pero en algún momento mientras se lavaba los arañazos del rostro y los brazos, irritada por la falta de un espejo y el hecho de haberse dejado el monedero en el descapotable de Tyler, empezó a sentir otra vez. Y lo que sintió fue ira.
Maldito Nick Jonas. Tan frío y controlado incluso mientras le salvaba la vida. Maldita su educación y su galantería y los malditos muros de su alrededor que parecían más gruesos y altos que nunca.
Se quitó los pasadores que quedaban en su pelo y los usó para mantener cerrada la parte delantera del vestido. Luego se arregló rápidamente los cabellos, ahora sueltos, con un peine de hueso tallado que encontró junto al lavamanos. Salió del cuarto de baño con la barbilla bien alta y los ojos entrecerrados.
Él no se había vuelto a poner la americana y permanecía de pie junto a la ventana con su suéter blanco y la cabeza inclinada, tenso, aguardando. Sin alzar la cabeza, indicó una pieza de terciopelo oscuro colocada sobre el respaldo de una silla.
—Tal vez quieras ponerte esto sobre el vestido.
Era una capa de cuerpo entero, espléndida y suave, con una capucha. Elena se colocó la pesada tela sobre los hombros. Pero no se sintió aplacada por el obsequio; advirtió que Nick no se había acercado para nada, ni tampoco la había mirado mientras hablaba.
Deliberadamente, invadió su territorio, envolviéndose más en la capa y sintiendo, incluso en aquel momento, el modo en que los pliegues caían a su alrededor, arrastrándose por el suelo tras ella. Fue hacia él y efectuó un examen del pesado tocador de caoba situado junto a la ventana.
Sobre él descansaban una daga siniestra con empuñadura de marfil y una hermosa copa de ágata engarzada en plata. También había una esfera dorada con una especie de dial incrustado y varias monedas sueltas de oro.
Tomó una de las monedas, en parte porque eran interesantes y en parte porque sabía que a él le molestaría verla tocar sus cosas.
—¿Qué es esto?
Transcurrió un momento antes de que Nick respondiera.
—Un florín de oro. Una moneda florentina.
—¿Y esto qué es?
—Un reloj alemán en forma de colgante. Es de finales del siglo XV —dijo en tono angustiado, y añadió—: __(Tn)...
Ella alargó la mano hacia un pequeño cofre de hierro con una tapa con bisagras.
—¿Qué es esto? ¿Se abre?
—No.
Tenía los reflejos de un gato; su mano descendió violentamente sobre el cofre, manteniendo la tapa bajada.
—Esto es personal —dijo con la tensión muy patente en la voz.
___(Tn) reparó en que la mano estaba en contacto sólo con la curvada tapa de hierro y no con su propia mano. Alzó los dedos, y él retrocedió al momento.
De improviso, su enojo fue demasiado grande para contenerlo por más tiempo.
—Ten cuidado —dijo con ferocidad—. No me toques, que a lo mejor pescas una enfermedad.
Nick se apartó en dirección a la ventana.
Y sin embargo, incluso mientras ella se apartaba también, regresando al centro de la habitación, percibió cómo él observaba su reflejo. Y supo de inmediato qué debía parecerle a él, con los cabellos pálidos derramándose sobre la negrura de la capa y con una mano blanca sujetando el terciopelo cerrado a la altura de la garganta: una princesa mancillada dando vueltas en su torre.
Echó la cabeza hacia atrás todo lo que pudo para contemplar la trampilla del techo y escuchó una suave y clara inhalación. Cuando volvió la cabeza, la mirada de él estaba fija en su garganta, que había quedado al descubierto; la expresión de sus ojos la confundió. Pero al cabo de un instante el rostro se endureció, excluyéndola.
—Creo —dijo— que será mejor que te lleve a casa.
En ese instante deseó hacerle daño, hacerle sentir tan mal como él la hacía sentir a ella. Pero también quería la verdad. Estaba cansada de aquel juego, cansada de intrigar y conspirar e intentar leer la mente de Nick Jonas. Fue aterrador y a la vez un maravilloso alivio escuchar su propia voz pronunciando las palabras que había pensado durante tanto tiempo.
—¿Por qué me odias?
La miró sorprendido, y por un momento no pareció capaz de encontrar palabras. Luego dijo:
—No te odio.
—Sí lo haces —replicó ___(Tn)—. Sé que no... no es de buena educación decirlo, pero no me importa. Sé que debería estarte agradecida por salvarme esta noche, pero tampoco me importa. No te pedí que me salvaras. Para empezar, ni siquiera sé por qué estabas en el cementerio. Y, desde luego, no comprendo por qué lo hiciste, teniendo en cuenta lo que sientes respecto a mí.
Él negaba con la cabeza, pero su voz era baja.
—No te odio.
—Ya desde el principio me has evitado como si yo fuera... fuera alguna especie de leprosa. Intenté ser simpática contigo, y me lo echaste en cara. ¿Es eso lo que hace un caballero cuando alguien intenta darle la bienvenida?
Él intentaba decir algo, pero ella siguió imparable, sin prestarle atención.
—Me desairaste en público una y otra vez; me has humillado en la escuela. No estarías hablando conmigo ahora si no se hubiera tratado de una cuestión de vida o muerte. ¿Es eso lo que hace falta para sacarte una palabra? ¿Es necesario que alguien esté a punto de ser asesinado?
»E incluso ahora —prosiguió ella con amargura— no quieres ni que me acerque a ti. ¿Qué te sucede, Nick Jonas, para que tengas que vivir así? ¿Para que tengas que alzar muros ante la gente para mantenerla fuera? ¿Para que no puedas confiar en nadie? ¿Qué es lo que te pasa?
Él permaneció callado ahora, con el rostro desviado. Ella aspiró profundamente y luego irguió los hombros, alzando la cabeza incluso a pesar de que tenía los ojos doloridos y ardiendo.
—¿Y qué hay de malo en mí —añadió en voz más sosegada— para que seas incapaz de mirarme siquiera, pero puedas dejar que Caroline Forbes se desviva por ti? Tengo derecho a saber esto, al menos. No volveré a molestarte jamás, ni siquiera te hablaré en el instituto, pero quiero saber la verdad antes de irme. ¿Por qué me odias tanto, Nick?
Lentamente, el muchacho se volvió y alzó la cabeza. Sus ojos estaban sombríos, sin vida, y algo se retorció en __(Tn) ante el dolor que vio en su rostro.
Nick apenas podía mantener su voz bajo control. Ella pudo oír el esfuerzo que le costaba hablar con serenidad.
—Sí —dijo—; creo que tienes derecho a saberlo, ___(Tn).
Los ojos del chico se fijaron en los suyos, devolviéndole la mirada directamente, y ella pensó: «¿Tan malo es?».
—No te odio —continuó él, pronunciando cada palabra con cuidado, con claridad—. No te he odiado nunca. Pero tú... me recuerdas a alguien.
___(Tn) se sintió desconcertada. Fuera lo que fuera lo que había esperado, no era eso.
—¿Te recuerdo a otra persona que conoces?
—A alguien que conocí —respondió él en voz baja—. Pero —añadió despacio, como descifrando algo por sí mismo— no eres como ella realmente. Se parecía a ti, pero era frágil, delicada y vulnerable. Tanto interior como exteriormente.
—Y yo no lo soy.
El muchacho emitió un sonido que podría haber sido una carcajada de haber habido algo de humor en él.
—No. Tú eres una luchadora. Tú eres... tú misma.
___(Tn) permaneció en silencio un momento. No podía prolongar su enojo viendo el dolor que había en el rostro de Nick Jonas.
—¿Estabas muy unido a ella?
—Sí.
—¿Qué sucedió?
Hubo una larga pausa, tan larga que ___(Tn) pensó que no iba a responderle. Pero por fin dijo:
—Murió.
___(Tn) soltó aire trémulamente. Lo que quedaba de su enojo se dobló sobre sí mismo y la abandonó.
—Eso debió de dolerte horriblemente —dijo en voz baja, pensando en la lápida blanca de los Gilbert que se alzaba entre la hierba—. Lo siento mucho.
Él no dijo nada. Su rostro se había vuelto a cerrar y parecía mirar algo a lo lejos, algo terrible y desgarrador que sólo él podía ver. Pero no había únicamente pesar en su expresión. A través de los muros, a través de todo su tembloroso control, ella pudo ver la expresión torturada de una culpa y soledad insoportables. Una expresión tan perdida y angustiada que ya se había colocado junto a él antes de darse cuenta de lo que hacía.
—Nick —susurró.
No pareció oírla; parecía ir a la deriva en su propio mundo de aflicción.
___(Tn) no pudo evitar posar una mano sobre su brazo.
—Nick, sé lo que duele...
—No puedes saberlo —estalló él, toda su tranquilidad explotando en una furia colérica.
Bajó la mirada hacia la mano de ___(Tn) como si acabara de advertir que estaba allí, como enfurecido por su desfachatez al tocarle. Los ojos verdes estaban dilatados y oscuros cuando le apartó la mano violentamente, alzando la suya para impedirle que volviera a tocarle...
... y de algún modo, en lugar de ello, le sujetaba la mano, sus dedos fuertemente entrelazados con los de ella, aferrados como si le fuera la vida en ello. Bajó los ojos hacia sus manos juntas lleno de perplejidad. Luego, despacio, su mirada se movió de sus dedos enlazados al rostro de la muchacha.
—__(Tn)... —musitó.
Y entonces ella la vio, vio la angustia haciendo añicos su mirada, como si sencillamente él ya no pudiera luchar más. La derrota a medida que los muros se desmoronaban por fin y veía lo que había debajo.
Y entonces, sin poderlo evitar, él inclinó la cabeza hacia sus labios.
—Espera..., para aquí —dijo Bonnie—. Me pareció ver algo.
El abollado Ford de Matt aminoró la marcha, acercándose lentamente al borde de la carretera, donde zarzas y matorrales crecían tupidos. Algo blanco centelleó allí, yendo hacia ellos.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Meredith—. Es Vickie Bennett.
La joven apareció dando traspiés en la trayectoria de los faros y se quedó allí, tambaleante, mientras Matt frenaba en seco. Los cabellos castaño claro de la muchacha estaban enmarañados y desaliñados, y los ojos miraban vidriosos en un rostro tiznado y sucio de tierra. Llevaba puesta únicamente su ropa interior.
—Metedla en el coche —dijo Matt.
Meredith abría ya la portezuela del coche. Saltó afuera y corrió al encuentro de la aturdida muchacha.
—Vickie, ¿estás bien? ¿Qué te ha sucedido?
Vickie gimió, sin dejar de mirar directamente al frente. Luego pareció ver de improviso a Meredith y se aferró a ella, clavándole las uñas en los brazos.
—Marchaos de aquí —dijo con los ojos llenos de desesperada intensidad, la voz extraña y pastosa, como si tuviera algo en la boca—. Todos vosotros... ¡marchaos de aquí! Ya viene.
—¿Quién viene? Vickie, ¿dónde está ___(Tn)?
—Marchaos ahora...
Meredith miró carretera adelante y luego se llevó a la temblorosa muchacha al coche.
—Te sacaremos de aquí —dijo—, pero tienes que decirnos qué ha sucedido. Bonnie, dame tu chal. Está helada.
—Y herida —dijo Matt sombrío—. Parece en estado de choque o algo así. La cuestión es, ¿dónde están los demás? Vickie, ¿iba __(Tn) contigo?
Vickie sollozó, cubriéndose el rostro con las manos mientras Meredith colocaba el irisado chal de Bonnie alrededor de sus hombros.
—No..., Dick —dijo de un modo ininteligible; parecía como si hablar le provocara dolor—. Estábamos en la iglesia..., fue horrible. Apareció... como neblina todo alrededor. Neblina oscura. Y ojos. Vi sus ojos allí en la oscuridad, ardiendo. Me quemaron...
—Delira —dijo Bonnie—. O está histérica, o como queráis llamarlo.
—Vickie, por favor —dijo Matt, hablando despacio y con claridad—, sólo dinos una cosa. ¿Dónde está ___(Tn)? ¿Qué le sucedió?
—No lo sé —Vickie alzó un rostro manchado de lágrimas hacia el cielo—. Dick y yo... estábamos solos. Estábamos... y entonces de repente todo se oscureció a nuestro alrededor. No podía correr. ___(Tn) dijo que la tumba se había abierto. A lo mejor fue de ahí de donde salió. Fue horrible...
—Estaban en el cementerio, en la iglesia en ruinas —interpretó Meredith—. Y Elena estaba con ellos. Mirad esto.
Bajo la luz interior, todos vieron los profundos arañazos recientes que descendían por el cuello de Vickie hasta el corpiño de encaje de su combinación.
—Parecen marcas de un animal —dijo Bonnie—. Como las marcas de las zarpas de un gato, tal vez.
—No fue un gato lo que atacó a aquel viejo del puente —dijo Matt.
El muchacho estaba pálido, y los músculos de su mandíbula sobresalían. Meredith siguió la dirección de su mirada carretera adelante y luego meneó la cabeza.
—Matt, tenemos que llevarla de vuelta primero. Tenemos que hacerlo —dijo—. Escúchame, estoy tan preocupada por ___(Tn) como tú. Pero Vickie necesita un médico, y debemos avisar a la policía. No tenemos elección. Debemos regresar.
Matt volvió a mirar fijamente la carretera durante otro prolongado momento, luego soltó aire con un siseo. Cerrando la portezuela de golpe, puso el coche en marcha y lo hizo girar, cada movimiento realizado con violencia.
Durante todo el camino de vuelta a la ciudad, Vickie no dejó de gimotear.
___(Tn) sintió que los labios de Nick se encontraban con los suyos.
Y... fue tan sencillo como eso. Todas las preguntas contestadas, todos los temores enterrados, todas las dudas eliminadas.
Lo que ella sentía en aquellos momentos no era sólo deseo, sino una ternura dolorosa y un amor tan fuerte que la hacía estremecerse. La intensidad de sus sentimientos habría resultado aterradora, sólo que estando con él nada podía asustarla.
Estaba en casa.
Aquí era donde pertenecía y lo había encontrado por fin. Con Nick estaba en casa.
El la apartó ligeramente y ella percibió que temblaba.
—___(Tn) —musitó él sobre sus labios—. No podemos...
—Ya lo hemos hecho —susurró ella, y volvió a atraerle hacia ella.
Era casi como si pudiera oír los pensamientos de Nick, percibir sus sentimientos. Placer y deseo corrían veloces entre ellos, conectándolos, uniéndolos. Y ___(Tn) percibió también una fuente de emociones muy profundas dentro de él. Él quería abrazarla eternamente, protegerla de todo daño. Quería defenderla de cualquier mal que la amenazara. Quería unir su vida a la de ella.
Sintió la tierna presión de sus labios sobre los de ella, y apenas fue capaz de soportar la dulzura de todo ello. «Sí», pensó. Las sensaciones ondulaban a través de ella como olas en un estanque quieto y transparente, y se sumergía en ellas, tanto en la alegría que percibía en Nick como en el delicioso oleaje de respuesta que brotaba de ella misma. El amor de Nick la bañaba, brillaba a través de ella, iluminando cada punto oscuro en su alma igual que el sol. Tembló de placer, amor y anhelo.
Él se apartó despacio, como si no pudiera soportar separarse de ella, y se miraron mutuamente a los ojos con maravillada alegría.
No hablaron. No había necesidad de palabras. Él le acarició los cabellos, con un roce tan leve que ella apenas lo sintió, como si él temiera que la muchacha pudiera quebrarse en sus manos. ___(Tn) supo entonces que no había sido odio lo que le había hecho evitarla durante tanto tiempo. No, no había sido odio en absoluto.
___(Tn) no tenía ni idea de lo tarde que era cuando descendieron en silencio la escalera de la casa de huéspedes. En cualquier otro momento se habría sentido muy emocionada de entrar en el elegante coche negro de Nick, pero esa noche apenas se dio cuenta. Él le mantuvo la mano cogida mientras conducían por las calles desiertas.
Lo primero que ___(Tn) vio cuando se acercaban a su casa fue las luces.
—Es la policía —dijo, recuperando la voz con cierta dificultad; resultaba curioso hablar tras haber estado en silencio durante tanto rato—. Ése de la entrada es el coche de Robert. Y ahí está el de Matt —indicó; miró a Nick, y la paz que la había inundado pareció frágil de repente—. Me pregunto qué ha sucedido. ¿No supondrás que Tyler ya les ha contado...?
—Ni siquiera Tyler sería tan estúpido —dijo Nick.
Paró detrás de uno de los coches de policía, y, de mala gana,__(Tn) soltó su mano de la de él. Deseaba con todo su corazón que Nick y ella pudieran estar a solas juntos, que nunca tuvieran necesidad de enfrentarse al mundo.
Pero no se podía evitar. Ascendieron por el camino hasta la puerta, que estaba abierta. Dentro, la casa estaba toda iluminada.
Al entrar, ___(Tn) vio lo que parecían docenas de rostros vueltos hacia ella y tuvo una repentina visión del aspecto que debía de tener ella, allí de pie en la entrada con la envolvente capa de terciopelo negro y con Nick Jonas a su lado. Y entonces tía Judith lanzó un grito y la rodeó con sus brazos, zarandeándola y abrazándola al mismo tiempo.
—¡___(Tn)! ¡Gracias a Dios que estás a salvo! Pero ¿dónde has estado? ¿Y por qué no telefoneaste? ¿No te das cuenta de lo que nos has hecho pasar a todos?
___(Tn) paseó la mirada por la habitación llena de perplejidad. No comprendía nada.
—Nos alegramos de tenerte de vuelta —dijo Robert.
—He estado en la casa de huéspedes con Nick —dijo ella lentamente—. Tía Judith, éste es Nick Jonas; tiene una habitación alquilada allí. Él me trajo.
—Gracias —dijo tía Judith al chico por encima de la cabeza de__(Tn).
Luego, retrocediendo para mirar a la muchacha, dijo:
—Pero tu vestido, tus cabellos... ¿Qué sucedió?
—¿No lo sabéis? Entonces Tyler no os lo contó. Pero en ese caso, ¿por qué está la policía aquí?
___(Tn) se acercó lentamente a Nick de un modo instintivo y sintió cómo él se aproximaba más para protegerla.
—Están aquí porque esta noche atacaron a Vickie Bennett en el cementerio —dijo Matt.
Él, Bonnie y Meredith estaban de pie detrás de tía Judith y Robert, con aspecto cansado; aliviados con la aparición de ___(Tn), pero también con cara extraña.
—La encontramos hace unas dos o tres horas y te hemos estado buscando desde entonces.
—¿Atacada? —dijo ___(Tn), atónita—. ¿Atacada por quién?
—Nadie lo sabe —respondió Meredith.
—Bueno, de todos modos, puede que no sea nada de lo que preocuparse —indicó Robert consolador—. El doctor dijo que se ha llevado un buen susto, y que había estado bebiendo. Todo ello podría haber sido fruto de su imaginación.
—Esos arañazos no eran imaginarios —dijo Matt, cortés pero obstinado.
—¿Qué arañazos? ¿De qué estáis hablando? —inquirió ___(Tn), paseando la mirada de un rostro a otro.
—Yo te lo contaré —dijo Meredith, y le explicó, sucintamente, cómo ella y los demás habían encontrado a Vickie—. No hacía más que decir que no sabía dónde estabas, que estaba sola con Dick cuando sucedió. Y cuando la trajimos de vuelta aquí, el doctor dijo que no encontraba nada concluyente. No estaba realmente herida, excepto por los arañazos, y podría haberlos hecho un gato.
—¿No había otras marcas en ella? —preguntó Nick en tono seco.
Era la primera vez que había hablado desde que entrara en la casa, y___(Tn) le miró, sorprendida por el tono de su voz.
—No —dijo Meredith—. Desde luego, un gato no le arrancó las ropas..., pero Dick podría haberlo hecho. Ah, y tenía la lengua mordida.
—¿Qué? —exclamó __(Tn).
—Un mordisco terrible, quiero decir. Debe de haber sangrado una barbaridad, y le duele cuando habla.
Junto a __(Tn), Nick se había quedado muy quieto.
—¿Dio alguna explicación sobre lo sucedido?
—Estaba histérica —indicó Matt—. Realmente histérica; lo que decía no tenía ningún sentido. No hacía más que farfullar algo sobre ojos y neblina oscura y no ser capaz de huir..., motivo por el cual el doctor piensa que quizá fue una especie de alucinación. Pero, por lo que se ha podido averiguar hasta el momento, los hechos son que ella y Dick Cárter estaban en la iglesia en ruinas que hay junto al cementerio, que era alrededor de medianoche, y que alguien entró allí y la atacó.
—No atacó a Dick —añadió Bonnie—, lo que al menos muestra que tenía algo de buen gusto. La policía lo encontró inconsciente en el suelo de la iglesia, y no recuerda nada en absoluto.
Pero ___(Tn) apenas escuchó las últimas palabras. Algo terrible le pasaba a Nick. No podía decir cómo lo sabía, pero lo sabía. El muchacho se había quedado rígido mientras Matt terminaba de hablar, y en aquellos instantes, aunque no se había movido, ella sentía como si los separara una distancia enorme, como si ella y él estuvieran en lados opuestos de un témpano de hielo agrietado que se resquebrajaba.
El muchacho dijo, con aquella voz terriblemente controlada que ella había escuchado ya antes en su habitación:
—¿En la iglesia, Matt?
—Sí, en la iglesia en ruinas —respondió él.
—¿Y estás seguro de que dijo que era medianoche?
—No podía afirmarlo, pero debió de ser aproximadamente por entonces. La encontramos no mucho después. ¿Por qué?
Nick no dijo nada, y ___(Tn) sintió cómo el abismo entre ellos se ensanchaba.
—Nick —susurró, y luego, en voz alta, dijo con desesperación—: Nick, ¿qué sucede?
El sacudió negativamente la cabeza. «No me dejes fuera», pensó ella, pero él ni siquiera la miró.
—¿Vivirá? —preguntó él súbitamente.
—El doctor dijo que no tenía nada grave —respondió Matt—. Nadie ha sugerido siquiera que pudiera morir.
El gesto de asentimiento de Nick fue brusco; luego se volvió hacia___(Tn).
—Tengo que irme —dijo—. Ahora estás a salvo.
Ella le cogió la mano cuando él se daba la vuelta.
—Claro que lo estoy —dijo—. Gracias a ti.
—Sí —respondió él.
Pero no hubo reacción en sus ojos, que estaban entornados, sin brillo.
—Llámame mañana.
Le oprimió la mano, intentando transmitir lo que sentía bajo el escrutinio de todos aquellos ojos vigilantes. Deseó que la comprendiera.
Él bajó la mirada a las manos de ambos sin mostrar la menor expresión, luego, lentamente, volvió a subirla hacia ella. Y entonces, por fin, le devolvió la presión de sus dedos.
—Sí, __(Tn) —musitó mientras sus ojos se aferraban a los de ella.
Al minuto siguiente ya se había ido.
___(Tn) aspiró profundamente y se volvió otra vez hacia la atestada habitación. Tía Judith seguía revoloteando a su alrededor, con la mirada fija en lo que podía verse del vestido desgarrado de su sobrina por debajo de la capa.
—___(Tn) —dijo—, ¿qué sucedió?
Y sus ojos se dirigieron a la puerta por la que acababa de desaparecer Nick.
Una especie de risa histérica ascendió vertiginosamente por la garganta de la joven, y ésta la contuvo.
—Nick no lo hizo —dijo—. Él me salvó. —Sintió que su rostro se endurecía y miró al agente de policía situado detrás de tía Judith—. Fue Tyler. Tyler Smallwood...
espero que les guste el cap
COMENTEN!!!!!
byebye :D :D
___(Tn) entró en el baño aturdida y vagamente agradecida. Salió enojada.
No estaba muy segura de cómo había tenido lugar la transformación; pero en algún momento mientras se lavaba los arañazos del rostro y los brazos, irritada por la falta de un espejo y el hecho de haberse dejado el monedero en el descapotable de Tyler, empezó a sentir otra vez. Y lo que sintió fue ira.
Maldito Nick Jonas. Tan frío y controlado incluso mientras le salvaba la vida. Maldita su educación y su galantería y los malditos muros de su alrededor que parecían más gruesos y altos que nunca.
Se quitó los pasadores que quedaban en su pelo y los usó para mantener cerrada la parte delantera del vestido. Luego se arregló rápidamente los cabellos, ahora sueltos, con un peine de hueso tallado que encontró junto al lavamanos. Salió del cuarto de baño con la barbilla bien alta y los ojos entrecerrados.
Él no se había vuelto a poner la americana y permanecía de pie junto a la ventana con su suéter blanco y la cabeza inclinada, tenso, aguardando. Sin alzar la cabeza, indicó una pieza de terciopelo oscuro colocada sobre el respaldo de una silla.
—Tal vez quieras ponerte esto sobre el vestido.
Era una capa de cuerpo entero, espléndida y suave, con una capucha. Elena se colocó la pesada tela sobre los hombros. Pero no se sintió aplacada por el obsequio; advirtió que Nick no se había acercado para nada, ni tampoco la había mirado mientras hablaba.
Deliberadamente, invadió su territorio, envolviéndose más en la capa y sintiendo, incluso en aquel momento, el modo en que los pliegues caían a su alrededor, arrastrándose por el suelo tras ella. Fue hacia él y efectuó un examen del pesado tocador de caoba situado junto a la ventana.
Sobre él descansaban una daga siniestra con empuñadura de marfil y una hermosa copa de ágata engarzada en plata. También había una esfera dorada con una especie de dial incrustado y varias monedas sueltas de oro.
Tomó una de las monedas, en parte porque eran interesantes y en parte porque sabía que a él le molestaría verla tocar sus cosas.
—¿Qué es esto?
Transcurrió un momento antes de que Nick respondiera.
—Un florín de oro. Una moneda florentina.
—¿Y esto qué es?
—Un reloj alemán en forma de colgante. Es de finales del siglo XV —dijo en tono angustiado, y añadió—: __(Tn)...
Ella alargó la mano hacia un pequeño cofre de hierro con una tapa con bisagras.
—¿Qué es esto? ¿Se abre?
—No.
Tenía los reflejos de un gato; su mano descendió violentamente sobre el cofre, manteniendo la tapa bajada.
—Esto es personal —dijo con la tensión muy patente en la voz.
___(Tn) reparó en que la mano estaba en contacto sólo con la curvada tapa de hierro y no con su propia mano. Alzó los dedos, y él retrocedió al momento.
De improviso, su enojo fue demasiado grande para contenerlo por más tiempo.
—Ten cuidado —dijo con ferocidad—. No me toques, que a lo mejor pescas una enfermedad.
Nick se apartó en dirección a la ventana.
Y sin embargo, incluso mientras ella se apartaba también, regresando al centro de la habitación, percibió cómo él observaba su reflejo. Y supo de inmediato qué debía parecerle a él, con los cabellos pálidos derramándose sobre la negrura de la capa y con una mano blanca sujetando el terciopelo cerrado a la altura de la garganta: una princesa mancillada dando vueltas en su torre.
Echó la cabeza hacia atrás todo lo que pudo para contemplar la trampilla del techo y escuchó una suave y clara inhalación. Cuando volvió la cabeza, la mirada de él estaba fija en su garganta, que había quedado al descubierto; la expresión de sus ojos la confundió. Pero al cabo de un instante el rostro se endureció, excluyéndola.
—Creo —dijo— que será mejor que te lleve a casa.
En ese instante deseó hacerle daño, hacerle sentir tan mal como él la hacía sentir a ella. Pero también quería la verdad. Estaba cansada de aquel juego, cansada de intrigar y conspirar e intentar leer la mente de Nick Jonas. Fue aterrador y a la vez un maravilloso alivio escuchar su propia voz pronunciando las palabras que había pensado durante tanto tiempo.
—¿Por qué me odias?
La miró sorprendido, y por un momento no pareció capaz de encontrar palabras. Luego dijo:
—No te odio.
—Sí lo haces —replicó ___(Tn)—. Sé que no... no es de buena educación decirlo, pero no me importa. Sé que debería estarte agradecida por salvarme esta noche, pero tampoco me importa. No te pedí que me salvaras. Para empezar, ni siquiera sé por qué estabas en el cementerio. Y, desde luego, no comprendo por qué lo hiciste, teniendo en cuenta lo que sientes respecto a mí.
Él negaba con la cabeza, pero su voz era baja.
—No te odio.
—Ya desde el principio me has evitado como si yo fuera... fuera alguna especie de leprosa. Intenté ser simpática contigo, y me lo echaste en cara. ¿Es eso lo que hace un caballero cuando alguien intenta darle la bienvenida?
Él intentaba decir algo, pero ella siguió imparable, sin prestarle atención.
—Me desairaste en público una y otra vez; me has humillado en la escuela. No estarías hablando conmigo ahora si no se hubiera tratado de una cuestión de vida o muerte. ¿Es eso lo que hace falta para sacarte una palabra? ¿Es necesario que alguien esté a punto de ser asesinado?
»E incluso ahora —prosiguió ella con amargura— no quieres ni que me acerque a ti. ¿Qué te sucede, Nick Jonas, para que tengas que vivir así? ¿Para que tengas que alzar muros ante la gente para mantenerla fuera? ¿Para que no puedas confiar en nadie? ¿Qué es lo que te pasa?
Él permaneció callado ahora, con el rostro desviado. Ella aspiró profundamente y luego irguió los hombros, alzando la cabeza incluso a pesar de que tenía los ojos doloridos y ardiendo.
—¿Y qué hay de malo en mí —añadió en voz más sosegada— para que seas incapaz de mirarme siquiera, pero puedas dejar que Caroline Forbes se desviva por ti? Tengo derecho a saber esto, al menos. No volveré a molestarte jamás, ni siquiera te hablaré en el instituto, pero quiero saber la verdad antes de irme. ¿Por qué me odias tanto, Nick?
Lentamente, el muchacho se volvió y alzó la cabeza. Sus ojos estaban sombríos, sin vida, y algo se retorció en __(Tn) ante el dolor que vio en su rostro.
Nick apenas podía mantener su voz bajo control. Ella pudo oír el esfuerzo que le costaba hablar con serenidad.
—Sí —dijo—; creo que tienes derecho a saberlo, ___(Tn).
Los ojos del chico se fijaron en los suyos, devolviéndole la mirada directamente, y ella pensó: «¿Tan malo es?».
—No te odio —continuó él, pronunciando cada palabra con cuidado, con claridad—. No te he odiado nunca. Pero tú... me recuerdas a alguien.
___(Tn) se sintió desconcertada. Fuera lo que fuera lo que había esperado, no era eso.
—¿Te recuerdo a otra persona que conoces?
—A alguien que conocí —respondió él en voz baja—. Pero —añadió despacio, como descifrando algo por sí mismo— no eres como ella realmente. Se parecía a ti, pero era frágil, delicada y vulnerable. Tanto interior como exteriormente.
—Y yo no lo soy.
El muchacho emitió un sonido que podría haber sido una carcajada de haber habido algo de humor en él.
—No. Tú eres una luchadora. Tú eres... tú misma.
___(Tn) permaneció en silencio un momento. No podía prolongar su enojo viendo el dolor que había en el rostro de Nick Jonas.
—¿Estabas muy unido a ella?
—Sí.
—¿Qué sucedió?
Hubo una larga pausa, tan larga que ___(Tn) pensó que no iba a responderle. Pero por fin dijo:
—Murió.
___(Tn) soltó aire trémulamente. Lo que quedaba de su enojo se dobló sobre sí mismo y la abandonó.
—Eso debió de dolerte horriblemente —dijo en voz baja, pensando en la lápida blanca de los Gilbert que se alzaba entre la hierba—. Lo siento mucho.
Él no dijo nada. Su rostro se había vuelto a cerrar y parecía mirar algo a lo lejos, algo terrible y desgarrador que sólo él podía ver. Pero no había únicamente pesar en su expresión. A través de los muros, a través de todo su tembloroso control, ella pudo ver la expresión torturada de una culpa y soledad insoportables. Una expresión tan perdida y angustiada que ya se había colocado junto a él antes de darse cuenta de lo que hacía.
—Nick —susurró.
No pareció oírla; parecía ir a la deriva en su propio mundo de aflicción.
___(Tn) no pudo evitar posar una mano sobre su brazo.
—Nick, sé lo que duele...
—No puedes saberlo —estalló él, toda su tranquilidad explotando en una furia colérica.
Bajó la mirada hacia la mano de ___(Tn) como si acabara de advertir que estaba allí, como enfurecido por su desfachatez al tocarle. Los ojos verdes estaban dilatados y oscuros cuando le apartó la mano violentamente, alzando la suya para impedirle que volviera a tocarle...
... y de algún modo, en lugar de ello, le sujetaba la mano, sus dedos fuertemente entrelazados con los de ella, aferrados como si le fuera la vida en ello. Bajó los ojos hacia sus manos juntas lleno de perplejidad. Luego, despacio, su mirada se movió de sus dedos enlazados al rostro de la muchacha.
—__(Tn)... —musitó.
Y entonces ella la vio, vio la angustia haciendo añicos su mirada, como si sencillamente él ya no pudiera luchar más. La derrota a medida que los muros se desmoronaban por fin y veía lo que había debajo.
Y entonces, sin poderlo evitar, él inclinó la cabeza hacia sus labios.
—Espera..., para aquí —dijo Bonnie—. Me pareció ver algo.
El abollado Ford de Matt aminoró la marcha, acercándose lentamente al borde de la carretera, donde zarzas y matorrales crecían tupidos. Algo blanco centelleó allí, yendo hacia ellos.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Meredith—. Es Vickie Bennett.
La joven apareció dando traspiés en la trayectoria de los faros y se quedó allí, tambaleante, mientras Matt frenaba en seco. Los cabellos castaño claro de la muchacha estaban enmarañados y desaliñados, y los ojos miraban vidriosos en un rostro tiznado y sucio de tierra. Llevaba puesta únicamente su ropa interior.
—Metedla en el coche —dijo Matt.
Meredith abría ya la portezuela del coche. Saltó afuera y corrió al encuentro de la aturdida muchacha.
—Vickie, ¿estás bien? ¿Qué te ha sucedido?
Vickie gimió, sin dejar de mirar directamente al frente. Luego pareció ver de improviso a Meredith y se aferró a ella, clavándole las uñas en los brazos.
—Marchaos de aquí —dijo con los ojos llenos de desesperada intensidad, la voz extraña y pastosa, como si tuviera algo en la boca—. Todos vosotros... ¡marchaos de aquí! Ya viene.
—¿Quién viene? Vickie, ¿dónde está ___(Tn)?
—Marchaos ahora...
Meredith miró carretera adelante y luego se llevó a la temblorosa muchacha al coche.
—Te sacaremos de aquí —dijo—, pero tienes que decirnos qué ha sucedido. Bonnie, dame tu chal. Está helada.
—Y herida —dijo Matt sombrío—. Parece en estado de choque o algo así. La cuestión es, ¿dónde están los demás? Vickie, ¿iba __(Tn) contigo?
Vickie sollozó, cubriéndose el rostro con las manos mientras Meredith colocaba el irisado chal de Bonnie alrededor de sus hombros.
—No..., Dick —dijo de un modo ininteligible; parecía como si hablar le provocara dolor—. Estábamos en la iglesia..., fue horrible. Apareció... como neblina todo alrededor. Neblina oscura. Y ojos. Vi sus ojos allí en la oscuridad, ardiendo. Me quemaron...
—Delira —dijo Bonnie—. O está histérica, o como queráis llamarlo.
—Vickie, por favor —dijo Matt, hablando despacio y con claridad—, sólo dinos una cosa. ¿Dónde está ___(Tn)? ¿Qué le sucedió?
—No lo sé —Vickie alzó un rostro manchado de lágrimas hacia el cielo—. Dick y yo... estábamos solos. Estábamos... y entonces de repente todo se oscureció a nuestro alrededor. No podía correr. ___(Tn) dijo que la tumba se había abierto. A lo mejor fue de ahí de donde salió. Fue horrible...
—Estaban en el cementerio, en la iglesia en ruinas —interpretó Meredith—. Y Elena estaba con ellos. Mirad esto.
Bajo la luz interior, todos vieron los profundos arañazos recientes que descendían por el cuello de Vickie hasta el corpiño de encaje de su combinación.
—Parecen marcas de un animal —dijo Bonnie—. Como las marcas de las zarpas de un gato, tal vez.
—No fue un gato lo que atacó a aquel viejo del puente —dijo Matt.
El muchacho estaba pálido, y los músculos de su mandíbula sobresalían. Meredith siguió la dirección de su mirada carretera adelante y luego meneó la cabeza.
—Matt, tenemos que llevarla de vuelta primero. Tenemos que hacerlo —dijo—. Escúchame, estoy tan preocupada por ___(Tn) como tú. Pero Vickie necesita un médico, y debemos avisar a la policía. No tenemos elección. Debemos regresar.
Matt volvió a mirar fijamente la carretera durante otro prolongado momento, luego soltó aire con un siseo. Cerrando la portezuela de golpe, puso el coche en marcha y lo hizo girar, cada movimiento realizado con violencia.
Durante todo el camino de vuelta a la ciudad, Vickie no dejó de gimotear.
___(Tn) sintió que los labios de Nick se encontraban con los suyos.
Y... fue tan sencillo como eso. Todas las preguntas contestadas, todos los temores enterrados, todas las dudas eliminadas.
Lo que ella sentía en aquellos momentos no era sólo deseo, sino una ternura dolorosa y un amor tan fuerte que la hacía estremecerse. La intensidad de sus sentimientos habría resultado aterradora, sólo que estando con él nada podía asustarla.
Estaba en casa.
Aquí era donde pertenecía y lo había encontrado por fin. Con Nick estaba en casa.
El la apartó ligeramente y ella percibió que temblaba.
—___(Tn) —musitó él sobre sus labios—. No podemos...
—Ya lo hemos hecho —susurró ella, y volvió a atraerle hacia ella.
Era casi como si pudiera oír los pensamientos de Nick, percibir sus sentimientos. Placer y deseo corrían veloces entre ellos, conectándolos, uniéndolos. Y ___(Tn) percibió también una fuente de emociones muy profundas dentro de él. Él quería abrazarla eternamente, protegerla de todo daño. Quería defenderla de cualquier mal que la amenazara. Quería unir su vida a la de ella.
Sintió la tierna presión de sus labios sobre los de ella, y apenas fue capaz de soportar la dulzura de todo ello. «Sí», pensó. Las sensaciones ondulaban a través de ella como olas en un estanque quieto y transparente, y se sumergía en ellas, tanto en la alegría que percibía en Nick como en el delicioso oleaje de respuesta que brotaba de ella misma. El amor de Nick la bañaba, brillaba a través de ella, iluminando cada punto oscuro en su alma igual que el sol. Tembló de placer, amor y anhelo.
Él se apartó despacio, como si no pudiera soportar separarse de ella, y se miraron mutuamente a los ojos con maravillada alegría.
No hablaron. No había necesidad de palabras. Él le acarició los cabellos, con un roce tan leve que ella apenas lo sintió, como si él temiera que la muchacha pudiera quebrarse en sus manos. ___(Tn) supo entonces que no había sido odio lo que le había hecho evitarla durante tanto tiempo. No, no había sido odio en absoluto.
___(Tn) no tenía ni idea de lo tarde que era cuando descendieron en silencio la escalera de la casa de huéspedes. En cualquier otro momento se habría sentido muy emocionada de entrar en el elegante coche negro de Nick, pero esa noche apenas se dio cuenta. Él le mantuvo la mano cogida mientras conducían por las calles desiertas.
Lo primero que ___(Tn) vio cuando se acercaban a su casa fue las luces.
—Es la policía —dijo, recuperando la voz con cierta dificultad; resultaba curioso hablar tras haber estado en silencio durante tanto rato—. Ése de la entrada es el coche de Robert. Y ahí está el de Matt —indicó; miró a Nick, y la paz que la había inundado pareció frágil de repente—. Me pregunto qué ha sucedido. ¿No supondrás que Tyler ya les ha contado...?
—Ni siquiera Tyler sería tan estúpido —dijo Nick.
Paró detrás de uno de los coches de policía, y, de mala gana,__(Tn) soltó su mano de la de él. Deseaba con todo su corazón que Nick y ella pudieran estar a solas juntos, que nunca tuvieran necesidad de enfrentarse al mundo.
Pero no se podía evitar. Ascendieron por el camino hasta la puerta, que estaba abierta. Dentro, la casa estaba toda iluminada.
Al entrar, ___(Tn) vio lo que parecían docenas de rostros vueltos hacia ella y tuvo una repentina visión del aspecto que debía de tener ella, allí de pie en la entrada con la envolvente capa de terciopelo negro y con Nick Jonas a su lado. Y entonces tía Judith lanzó un grito y la rodeó con sus brazos, zarandeándola y abrazándola al mismo tiempo.
—¡___(Tn)! ¡Gracias a Dios que estás a salvo! Pero ¿dónde has estado? ¿Y por qué no telefoneaste? ¿No te das cuenta de lo que nos has hecho pasar a todos?
___(Tn) paseó la mirada por la habitación llena de perplejidad. No comprendía nada.
—Nos alegramos de tenerte de vuelta —dijo Robert.
—He estado en la casa de huéspedes con Nick —dijo ella lentamente—. Tía Judith, éste es Nick Jonas; tiene una habitación alquilada allí. Él me trajo.
—Gracias —dijo tía Judith al chico por encima de la cabeza de__(Tn).
Luego, retrocediendo para mirar a la muchacha, dijo:
—Pero tu vestido, tus cabellos... ¿Qué sucedió?
—¿No lo sabéis? Entonces Tyler no os lo contó. Pero en ese caso, ¿por qué está la policía aquí?
___(Tn) se acercó lentamente a Nick de un modo instintivo y sintió cómo él se aproximaba más para protegerla.
—Están aquí porque esta noche atacaron a Vickie Bennett en el cementerio —dijo Matt.
Él, Bonnie y Meredith estaban de pie detrás de tía Judith y Robert, con aspecto cansado; aliviados con la aparición de ___(Tn), pero también con cara extraña.
—La encontramos hace unas dos o tres horas y te hemos estado buscando desde entonces.
—¿Atacada? —dijo ___(Tn), atónita—. ¿Atacada por quién?
—Nadie lo sabe —respondió Meredith.
—Bueno, de todos modos, puede que no sea nada de lo que preocuparse —indicó Robert consolador—. El doctor dijo que se ha llevado un buen susto, y que había estado bebiendo. Todo ello podría haber sido fruto de su imaginación.
—Esos arañazos no eran imaginarios —dijo Matt, cortés pero obstinado.
—¿Qué arañazos? ¿De qué estáis hablando? —inquirió ___(Tn), paseando la mirada de un rostro a otro.
—Yo te lo contaré —dijo Meredith, y le explicó, sucintamente, cómo ella y los demás habían encontrado a Vickie—. No hacía más que decir que no sabía dónde estabas, que estaba sola con Dick cuando sucedió. Y cuando la trajimos de vuelta aquí, el doctor dijo que no encontraba nada concluyente. No estaba realmente herida, excepto por los arañazos, y podría haberlos hecho un gato.
—¿No había otras marcas en ella? —preguntó Nick en tono seco.
Era la primera vez que había hablado desde que entrara en la casa, y___(Tn) le miró, sorprendida por el tono de su voz.
—No —dijo Meredith—. Desde luego, un gato no le arrancó las ropas..., pero Dick podría haberlo hecho. Ah, y tenía la lengua mordida.
—¿Qué? —exclamó __(Tn).
—Un mordisco terrible, quiero decir. Debe de haber sangrado una barbaridad, y le duele cuando habla.
Junto a __(Tn), Nick se había quedado muy quieto.
—¿Dio alguna explicación sobre lo sucedido?
—Estaba histérica —indicó Matt—. Realmente histérica; lo que decía no tenía ningún sentido. No hacía más que farfullar algo sobre ojos y neblina oscura y no ser capaz de huir..., motivo por el cual el doctor piensa que quizá fue una especie de alucinación. Pero, por lo que se ha podido averiguar hasta el momento, los hechos son que ella y Dick Cárter estaban en la iglesia en ruinas que hay junto al cementerio, que era alrededor de medianoche, y que alguien entró allí y la atacó.
—No atacó a Dick —añadió Bonnie—, lo que al menos muestra que tenía algo de buen gusto. La policía lo encontró inconsciente en el suelo de la iglesia, y no recuerda nada en absoluto.
Pero ___(Tn) apenas escuchó las últimas palabras. Algo terrible le pasaba a Nick. No podía decir cómo lo sabía, pero lo sabía. El muchacho se había quedado rígido mientras Matt terminaba de hablar, y en aquellos instantes, aunque no se había movido, ella sentía como si los separara una distancia enorme, como si ella y él estuvieran en lados opuestos de un témpano de hielo agrietado que se resquebrajaba.
El muchacho dijo, con aquella voz terriblemente controlada que ella había escuchado ya antes en su habitación:
—¿En la iglesia, Matt?
—Sí, en la iglesia en ruinas —respondió él.
—¿Y estás seguro de que dijo que era medianoche?
—No podía afirmarlo, pero debió de ser aproximadamente por entonces. La encontramos no mucho después. ¿Por qué?
Nick no dijo nada, y ___(Tn) sintió cómo el abismo entre ellos se ensanchaba.
—Nick —susurró, y luego, en voz alta, dijo con desesperación—: Nick, ¿qué sucede?
El sacudió negativamente la cabeza. «No me dejes fuera», pensó ella, pero él ni siquiera la miró.
—¿Vivirá? —preguntó él súbitamente.
—El doctor dijo que no tenía nada grave —respondió Matt—. Nadie ha sugerido siquiera que pudiera morir.
El gesto de asentimiento de Nick fue brusco; luego se volvió hacia___(Tn).
—Tengo que irme —dijo—. Ahora estás a salvo.
Ella le cogió la mano cuando él se daba la vuelta.
—Claro que lo estoy —dijo—. Gracias a ti.
—Sí —respondió él.
Pero no hubo reacción en sus ojos, que estaban entornados, sin brillo.
—Llámame mañana.
Le oprimió la mano, intentando transmitir lo que sentía bajo el escrutinio de todos aquellos ojos vigilantes. Deseó que la comprendiera.
Él bajó la mirada a las manos de ambos sin mostrar la menor expresión, luego, lentamente, volvió a subirla hacia ella. Y entonces, por fin, le devolvió la presión de sus dedos.
—Sí, __(Tn) —musitó mientras sus ojos se aferraban a los de ella.
Al minuto siguiente ya se había ido.
___(Tn) aspiró profundamente y se volvió otra vez hacia la atestada habitación. Tía Judith seguía revoloteando a su alrededor, con la mirada fija en lo que podía verse del vestido desgarrado de su sobrina por debajo de la capa.
—___(Tn) —dijo—, ¿qué sucedió?
Y sus ojos se dirigieron a la puerta por la que acababa de desaparecer Nick.
Una especie de risa histérica ascendió vertiginosamente por la garganta de la joven, y ésta la contuvo.
—Nick no lo hizo —dijo—. Él me salvó. —Sintió que su rostro se endurecía y miró al agente de policía situado detrás de tía Judith—. Fue Tyler. Tyler Smallwood...
espero que les guste el cap
COMENTEN!!!!!
byebye :D :D
maru!!
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