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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Dreaming Awake (Rami Malek)
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Dreaming Awake (Rami Malek)
DESCRIPCIÓN
Julia viaja a Inglaterra para visitar a su prima después de mucho tiempo, y descansar de la ajetreada vida que tiene en Buenos Aires.
Rami visita a su mejor amiga, con intenciones de liberarse de la fama y los días llenos de trabajo, tener sus merecidas vacaciones.
Saint Albans es un buen lugar para disfrutar de algo nuevo, como un té inglés con masas finas.
Personajes
Julia Margott
Rami Said Malek
Edmund Jones
Amelia Margott
Mañana voy a estar publicando el primer capítulo. ¡Que tengan una buena semana!
artforexver
Re: Dreaming Awake (Rami Malek)
Capítulo 1
≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪
≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪
Julia tiene muchas ganas de bajar, necesita sentir el frío golpeándole la cara, haciéndola temblar, ahora es cuando se da cuenta de lo mucho que extraña el invierno, con las lloviznas constantes y noches de niebla.
Desde el avión puede notar que muchas cosas cambiaron desde la última vez que pisó este lugar. Se había cansado de estar en este país, quería volver a donde ella nació, Argentina, no es que no le gustara Inglaterra, sino que siempre sentía como si no perteneciera del todo a ella, extrañaba el calor de la gente, la cercanía de su familia por parte de la mamá, además es en donde más cómoda se siente. Pero no puede evitar el hecho de que extrañó Londres.
Baja por las escaleras del avión, con la mochila a cuestas, espera con el resto de los pasajeros al colectivo que los llevaría hasta la entrada del aeropuerto, está ansiosa por ver a Amelia.
Agarra las valijas cuando se acercan en la cinta, gruñe por la fuerza que debe hacer para levantarlas, todas ella sola, no fue buena idea traer mucha ropa. Una vez acomodada, camina por los pasillos interminables del establecimiento, da vueltas, gira sobre sí misma una, dos, tres veces, cuando se encuentro en el hall central, no ve a la rubia por ningún lado. Le dijo que estaría cerca de la salida de emergencias, pero no la encuentra.
—Disculpen, ¿Saben dónde está la salida de emergencia?—pregunta.
Una chica de grandes ojos celestes mira para sus costados, tratando de ubicar la puerta y el chico que la acompaña cuando la encuentra, abre la boca y se la señala.
—Debe ser aquella.—responde.
—¡Genial! ¡Gracias!—dice.
Se aleja de ellos, aún sin saber muy bien hacia dónde señaló aquel chico, termina por ubicar la puerta cuando ve un par de ojos verdes y sonrisa gigante observarla. Grita de felicidad y corre como puede, con las valijas y el bolso que se le cae del hombro, hasta llegar por fin a los brazos de su prima, se cuelga de ella como un koala se cuelga de los árboles, ella no para de reír.
—¡Dios te extrañé mucho, prima!—dice, se separa de ella.
—¡Yo igual!—dice Amelia y la mira unos segundos, acaricia su brazo. —¡Estás más alta!
—No creo, hace bastante que no me mido. ¡Volviste a ser mi pelirroja!—dice.
Le aprieta la cara mientras sonríe, como si le hablara a un bebé. ¡Hace seis años estaba rubia! Y también su piel está más blanca, se viste arreglada, vuelve a abrazarla fuertemente y ella le corresponde el abrazo.
Julia llora, no puede evitarlo, Amelia es como su hermana mayor, es como la mejor amiga del mundo, la ama con todo su ser. Ella la mira y limpia sus lágrimas, le sonríe enternecida.
—Dejame ayudarte, dame el bolso.—dice.
Descuelga el bolso de su hombro izquierdo, mientras se lo pasa, caminan hasta la puerta, Julia no para de sonreír, está ansiosa y cansada, fueron unas largas 12 horas de viaje, de las cuales solo 5 pudo dormir.
—Es esta.—dice ella.
Señala la camioneta deportiva gris con la llave, la cual hace un chillido y enciende las luces, Amelia abre el baúl, guarda las valijas adentro, rodean la camioneta, ella se sube al lado derecho y Julia al izquierdo. El olor a café, hace que la chica cierre los ojos por unos segundos, luego los abre y admira el día gris que adorna a Londres.
—Es muy raro ver que manejan al revés.—comenta Julia, mientras pasa el cinturón por adelante suyo y lo engancha en la hebilla.
—Me pasa lo mismo cuando voy a allá.—responde. Ambas ríen.
Amelia conecta su celular con el Bluetooth de la radio, el ritmo acelerado de una canción pop, hace que su prima la mire instantáneamente, es la canción favorita de ambas. ¡No serían ellas sino la cantan cuando se ven!
Julia debe admitir que ella está muy diferente a la última vez que la vió, la percibe mucho más adulta, aunque eso es obvio, ambas eran unas adolescentes que apenas terminaban el secundario, o bueno, Julia lo era, Amelia le lleva unos cinco años más, pero en su momento seguía actuando como una adolescente. Por eso es que ahora nota un cambio gigante en ella, vive sola, tiene un trabajo y se mantiene a ella misma económicamente, por sobre todas las cosas está siendo responsable. La chica lo nota, porque la escucha hablar con uno de sus clientes de una forma muy formal, y va anotando las citas en el calendario telefónico. Una vez que la llamada termina, ella deja escapar una risotada que la asusta.
—¿Qué?—dice y la mira, Julia no para de reír, entonces vuelve a preguntar. —¿Qué pasa?
—¡Oh! ¡No sé preocupe señor! ¡Si le interesa, puedo reservar en un restaurante de gran categoría!—se burla de ella mientras imita el acento británico.
—¡No seas estúpida!—dice Amelia y le pega en el hombro, mientras ríe. —Es mi trabajo, debo ser educada.— agrega.
—Perdón, es que me da gracia escucharte hablar de esa manera.—dice Julia.
Al ver un gran campo con una arquitectura, en el fondo de él, parecida a un castillo, pregunta por ella, inundada de curiosidad.
—¡Ah! ¡Es una escuela de intercambio! Se llama Bell's, es muy buena. ¡Muchos argentinos van a ese lugar!—le comenta Amelia.
—¿En serio? ¡Qué lindo!—dice Julia.
—Aceptan adolescentes hasta los 17 años, pero tranqui, no tendrían problema en aceptarte a vos, pasas desapercibida.—dice Amelia.
—¡Ey! ¡No seas mala! ¡Que ya cumplí mis veinte!—Julia le pega con la almohada de viaje que lleva en la mano.
—Ojo por ojo, bebé.—responde Ame.
—¿Y cuánto falta para que lleguemos a Saint Albans?—pregunta, Julia.
Amelia observa el celular y suspira.
—Media hora más.—dice.
Julia se acomoda en el asiento, juntando las rodillas con el pecho, acurrucándose. Ve las gotas de la lluvia golpear contra la ventana y recuerda un corto texto de Julio Cortázar sobre las gotas, tristes gotas, redondas inocentes gotas. Una vez que se estampan caen libres y mueren, pasa los dedos por el vidrio como si de alguna manera pudiera tocarlas, pero lo único que consigue es enfriarse los dedos.
—¡Che! ¡No hablamos casi nada!—dice Ame.
La mira, sonriente y un poco incómoda, por haberse ido tan rápido de la charla.
—Es que el paisaje me tiene enamorada.—miente.
—¡Mentira! ¡Te re colgaste!—dice, Amelia.
Julia ríe y asiente, para decirle:
—Un poco de eso también.
—¿Y como va todo en Argentina? ¿La familia?
—Bien, o bueno, no tanto.—dice, se sienta en colihue y agrega: —La abuela y el abuelo se mudaron del departamento a una casa, mi padrino y su familia están como siempre. Y con mi otro tío no volví a tener contacto, cambió mucho su personalidad y se volvió tóxico. Mamá no quiso saber más nada.
—Uhum, algo me contaron, ¿Y tu primita Azul?
—¡Está muy grande! Ya ingresó a la escuela primaria.
—¡Pero todo eso es bueno! ¿Por qué dijiste qué no tanto, antes?
—Bueno, la situación del país es una mierda, no hay laburo para nadie y cada vez más gente se queda en la calle.
—¿Pero vos estás bien?
—Si, por suerte encontré trabajo y puedo mantenerme sola.
—¡Entonces estás bien! No deberías estar mal, cada uno se arregla como puede.
—Sabes qué yo no pienso así. Además no esperes que gane mucha plata, tuve meses en los que debí hacer tres jornadas seguidas, para poder llegar a fin de mes. No estaría acá si no fuera por la ayuda económica de papá.
Un silencio incómodo se forma, luego de aquella declaración. Amelia no esperaba que su prima le comentara eso y ahora no entiende por qué nunca se lo contó. ¿Se avergonzaba de decirle eso? ¿No confiaba en ella? Un suspiro por parte de Julia rompe con los pensamientos de Amelia, luego dice:
—Por eso me vine.
—Para, no etiendo.
—No la estuve pasando bien Ame, no quería contártelo para que no te preocuparas. Anduve estresada, por la universidad, por cosas personales y me sentía sola.
Amelia siente su corazón estrujarse cuando la escucha, Julia es muy joven para sentirse de esa manera y por sobre todas las cosas es a quien más adora en este mundo, saber que tuvo que llegar a tal punto para que puedan verse hace que quiera mover cielo y tierra por hacerla sonreír, cuando tanta distancia las separa.
—Tampoco soportaba salir de casa.—interrumpe la pelinegra. —Odio el hecho de que cada cuadra que camino hay dos o tres personas, o una familia entera durmiendo en la calle, y no poder hacer nada. Me creas o no, cansa, entristece.
—Te creo, pero debes saber que no es tu culpa, Julia. No deberías preocuparte tanto, te estresa.
Amelia la mira a los ojos y acaricia su hombro, cuando frenan el auto en un semáforo. Luego este se pone en verde, Julia observa a su alrededor y se da cuenta de que ya están en Saint Albans.
❈
Se pueden apreciar algunas casas muy juntas de las otras, algunas con un estilo medieval y otras más modernas y victorianas, las calles son estrechas. El clima frío dejó los árboles pelados, una niebla intensa hace de la catedral principal del lugar una paisaje tétrico.
—Mañana trabajo, pero el día después podemos planificar alguna salida, ¿Si te parece?—dice Amelia y Julia deja de mirar por la ventana para asentir.
—¡Me re parece!—responde y al ver un chico rubio y alto, muy bien vestido caminar afuera agrega: —¡Qué hermosos son los hombres acá!
Amelia ríe a carcajadas, para seguir manejando unas dos cuadras y doblar a la izquierda, estacionar el auto frente al garaje de su casa.
—¿Por qué no me dijiste que tenías una mansión?—dice Julia, una vez que se baja del auto.
Amelia le pasa su bolso, después de haber bajado las valijas y cierra el baúl. Suspiran a la vez, el aire se evapora rápidamente, se está haciendo de noche, el clima es cada vez más frío.
—No era tan grande cuando me mostraron las fotos en la inmobiliaria.—dice Amelia.
—Es cien veces mi departamento, ¡Qué flojera limpiarla!—agrega Julia.
—¡Ash! Por eso no me preocupo, contraté un equipo de limpieza para que la mantenga.—dice Amelia.
Ambas caminan hasta la puerta, que está a un costado de la casa, ya que de frente se pueden observar unas escaleras que llevan a un mini patio con una mesa y cuatro sillas, a un costado un quiosco con una hamaca-sillón y algunas luces. Detrás y unido a eso la casa, con dos balcones y bastantes ventanas, tiene un total de tres pisos.
—¡Esto es hermoso!—exclama Julia.
—¿Te gusta?—pregunta emocionada Amelia, ve a su prima asentir sonriente y agrega. —Quise que se vea lo más acogedora posible, para que te sientas cómoda.
El living contaba con paredes en color café claro, un sillón chesterfield alargado, color marrón decorado con almohadones peludos en color crema, luego dos sillones del mismo modelo pero individuales y una pequeña mesa de madera en el medio con un par de revistas de cocina y unas bolas decoradoras. Frente a los sillones, una chimenea que calentaba el lugar, le daba un ambiente de intimidad y tranquilidad que Julia adoró al instante.
—Dejé tus valijas en el pasillo, las habitaciones están en el segundo piso, elegí la que quieras, menos la de la derecha al fondo, porque esa mía.—dice Amelia, qué baja por las escaleras.
—¿No queres que te ayude a bajar las bolsas que tenés en el auto?—dice Julia.
—¡No, Julita! ¡No te preocupes!—dice Amelia haciendo un gesto desinteresado con la mano.
Julia ríe por como su prima la había llamado. La escalera de mármol que comunica al segundo piso, está entre la cocina y el living, toca la baranda, sonríe por el olor agradable que tiene la casa, olor dulce que va cambiando cuando el pasillo de paredes blancas se hace presente frente a ella, y ahora es un olor más suave y fresco, de los que ella prefiere. Decide por diversión, cerrar los ojos y caminar hasta tocar el primer picaporte, por instinto esa sería su habitación.
Abre los ojos, encontrándose con la última puerta a la izquierda. La puerta de madera, pintada de gris, rechina a medida que se abre y Julia queda fascinada con lo que ve.
—Supe que ibas a elegir esa, de todas es la que más espacio tiene.—dice Amelia.
Y es verdad, es amplia, las paredes son de un color lila viejo, no tienen mucha decoración. La reciente luz de la luna que entra por la ventana da en el lado izquierdo de la cama. Esta hace de los pelos en los almohadones mucho más suaves de lo que se ven. Julia entra las valijas sorprendida por lo hermosa que le parece la habitación cuando prende las luces, que iluminan el sofá-cama y un tocador. Al girar sobre sí misma se encuentra con su reflejo, en el espejo ovalado de cuerpo entero, junto al placard.
Se mira por unos segundos, los ojos se le cierran, bosteza. Le dan unas ganas increíbles de llorar, está nerviosa y ansiosa, más de lo que normalmente está. No sabe si hizo bien en venir a Londres, aún sabiendo que tiene cosas pendientes que hacer en Argentina.
Apoya en el sofá su bolso, suspira y se tira de espaldas a la cama. Mirando el techo, cierra los ojos, inspira, uno, dos, tres, cuatro y cinco, exhala, uno, dos, tres, cuatro y cinco. Trata de convencerse de que van a ser las mejores vacaciones.
—Podes calmarte, todo va estar bien.—se dice a ella misma.
Un silencio inunda la habitación pero solo dura segundos.
—¡Julita! ¿Te gustaría salir a recorrer el pueblo?—grita Amelia desde las escaleras.
Julia se sienta en la cama, se restriega los ojos con los dedos y se para. Agarra de una de las valijas una cartera negra, bandolera, mete su celular y la billetera, acomoda su pelo en una cola alta, para después agarrar la campera y bajar por las escaleras. Amelia al verla, sonríe contenta de tenerla en su casa, después de tantos años.
•••
—Hay un café típico del pueblo cerca del shopping, podemos merendar algo ahí.—propone la pelirroja mientras estaciona.
—Tengo hambre, cualquier cosa me viene bien.—responde Julia.
—¿No estás contenta?—pregunta Amelia, al notar el tono serio con el que su prima acaba de responderle.
—Por supuesto que sí.—dice Julia.
Amelia ríe irónica, 'está de mal humor porque no comió', piensa. Ambas entran al café, y piden sus respectivas meriendas, para después buscar un par de sillones cómodos en los cuales conversar.
La hora y media se pasa volando, ahora Julia sonríe y la charla es de lo más interesante. Hace contacto visual con un chico en la mesa de enfrente, este la mira por arriba del libro que está leyendo, le sonríe y continúa con su lectura.
—¡Ah, no! No lo mires, está casado Julita.—dice Amelia.
—¿Qué problema hay?—pregunta.
Ambas se levantan de sus sillas, sé abrigan, Amelia camina detrás de Julia hasta la salida, cuando están en la calle, Amelia dice:
—No te veo interponiéndote en las relaciones.
—¡Y cuanta razón tenes!
Ambas ríen a carcajadas, mientras el cielo lleno de nubes y negro comienza a dar alerta de una tormenta eléctrica con los primeros destellos.
—Me estoy congelando.—dice Julia.
Amelia apunta con su llave al auto, este emite el sonido de la bocina.
—Andá y subite, es hasta que te acostumbres al clima.—dice Ame.
—¿No venís?—pregunta.
—Sí, en un segundo, termino de fumar el cigarrillo y voy, no quiero llenar de humo el auto.—responde Amelia, mientras prende el encendedor.
Julia se desvanece entre la neblina, caminando media cuadra hasta el auto, se sube en el acompañante, mira la oscuridad que la rodea, suspira. No sabe por qué, pero de alguna forma se siente acompañada, se siente lejos y segura, se abraza a ella misma por unos segundos, sintiendo un cosquilleo por los hombros y los brazos, el frío la invade de golpe. Busca en su cartera un libreta chiquita y comienza a escribir.
en una bocanada de aire,
me convierto.
cuando todo para,
me siento correr.
Golpea la lapicera con el cuaderno, buscando algo más que escribir, se da vuelta viendo entre las gotas de la lluvia como su prima habla por teléfono muy animada y vuelve su vista al papel para seguir escribiendo.
Afuera, Amelia se siente feliz de escuchar a Rami del otro lado de la línea decir que pasará unas semanas en Saint Albans, hace años que no lo ve, tiene mucho entusiasmo por abrazarlo y saber de él.
(...)
¡Hola! ¿Como están?
Por fin encontré un momento para poder subir esta segunda parte, espero que les haya gustado.
Quería comentarles que la próxima semana no voy a poder estar activa, porque estoy en época de exámenes finales, y mi cabeza no puede pensar en otra cosa que no sea eso.
También disculparme por haber tardado tanto, realmente estoy muy estresada y son pocos los días en que me da ánimos de escribir.
Por suerte espero, que la semana que viene sea la última cursada.
Les deseo un lindo fin de semana, nos leemos pronto.
artforexver
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