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"Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Chicas gracias por leer la nove y por dejar sus comentarios :D
Bueno aca les dejo la maratón que prometi. Disfrutenla
Capítulo 24. Nick
Por primera vez, estamos manteniendo una conversación civilizada.
Ahora debería introducir un tema con el que pueda romper la pared defensiva que ha erigido frente a ella. Pero antes he de mostrarle algo que me haga vulnerable. Si me ve como a un chico vulnerable en lugar de como a un gilipollas, tal vez podamos avanzar un poco. Y, en cierto modo, tengo la sensación de que me pillará si no le cuento la verdad.
No tengo muy claro si estoy haciendo esto por la apuesta, por el proyecto de química, o por mí. En realidad, me siento genial sin tener que analizar la razón por la que nos encontramos aquí.
- Asesinaron a mi padre delante de mí, cuando tenía seis años –le confieso.
- ¿En serio? -pregunta ella con los ojos abiertos de par en par.
Asiento con la cabeza. No me gusta hablar de ello, ni siquiera tengo la certeza de que pueda hacerlo aunque quiera.
Se cubre la boca con sus manos perfectamente arregladas.
- No lo sabía. Oh, Dios mío, lo siento. Debió de ser horrible.
- Sí.
Me siento bien tras soltarlo. Me alegro de haberme obligado a hablar de ello en voz alta. La nerviosa sonrisa de mi padre se transformó en una de conmoción justo antes de que le dispararan.
Qué fuerte, no puedo creer que recuerde la expresión de su rostro. ¿A qué se debió aquella repentina transformación? Había olvidado completamente aquel detalle hasta ahora. Me siento confuso cuando me vuelvo hacia ____.
- Si me involucro demasiado en las cosas y me las arrebatan, me sentiré como mi padre cuando murió. No quiero sentirme así nunca, así que me obligo a que las cosas no me importen demasiado.
Su expresión es una mezcla de arrepentimiento, tristeza y compasión.
Estoy convencido de que no está representando ningún papel. Sin mudar el semblante, dice:
- Gracias por... ya sabes, contármelo. Lo que no entiendo es cómo puedes conseguir que las cosas no te afecten. No puedes programarte de ese modo.
- ¿Quieres apostar? -pregunto, pero de repente comprendo que no quiero cambiar de tema, de modo que añado-: Ahora te toca sincerarte a ti. Ella aparta la mirada. No insisto por miedo a que cambie de opinión y decida marcharse.
¿Tan difícil le resulta compartir una pequeña parte de su mundo? Mi vida ha sido tan jodida que me resulta condenadamente difícil pensar que su vida pueda ser peor. Una solitaria lágrima resbala por su mejilla y se apresura a enjugársela.
- Mi hermana... –empieza-. Mi hermana tiene parálisis cerebral. Y está mentalmente discapacitada. «Retrasada» es el término que utiliza la mayoría de la gente. No puede caminar, se vale de lo que llamamos aproximaciones verbales y gestos en lugar de palabras porque no puede hablar... -Al contar esto, se le escapa otra lágrima. Esta vez deja que se deslice por su rostro.
Siento la necesidad de enjuagársela, pero me doy cuenta de que no quiere que nadie la toque. Aspira profundamente-. Shelley está enfadada por algo, pero no sé por qué. Le ha dado por tirar del pelo a la gente, y ayer lo hizo con tanta fuerza que me arrancó todo un mechón. Me sangraba la cabeza y mi madre se puso hecha una furia conmigo.
De ahí la misteriosa zona calva. No era por un análisis de drogas.
Sin embargo, por primera vez siento lástima por ella. Me imaginaba que su vida era un cuento de hadas. De hecho, creía que solo podía quitarle el sueño una tontería como equivocarse de tinte o pintarse mal las uñas. Supongo que no es el caso. Algo está ocurriendo. Puedo sentir el cambio en el ambiente... una complicidad mutua. Nunca me había sentido de este modo. Carraspeo antes de decir:
- Probablemente, tu madre arremete contra ti porque sabe que puedes soportarlo.
- Sí, puede que tengas razón. Mejor pagarla conmigo que con mi hermana.
- Aunque no es excusa -continúo, y ahora estoy siendo yo. Espero que ella también lo sea-. No quiero comportarme como un gilipollas contigo -añado. Se acabó el show de Nick Jonas.
- Lo sé. Nick Jonas es tan solo una fachada. Es tu marca, tu logotipo... un chicano peligroso y terriblemente sexy y seductor. Créeme, soy toda una experta en eso de crearse una imagen. Aunque no pretendo aparentar ser una rubia guapa y tonta. Prefiero transmitir algo así como un aspecto perfecto e intocable.
Vaya. Rebobinemos. ____ acaba de decir que soy sexy y seductor. No esperaba en absoluto oír algo así. Tal vez aún tenga alguna posibilidad de
ganar la estúpida apuesta.
- ¿Te das cuenta de que me has llamado seductor?
- Como si no lo supieras.
No sabía que ____ Ellis me considerara seductor.
- Y yo que pensaba que eras intocable. Pero ahora que he descubierto que para ti soy un dios chicano, guapo y sexy...
- No he mencionado la palabra «dios».
Me llevo un dedo a los labios.
- Shh, déjame solo un minuto para disfrutar de esta fantasía.
Cierro los ojos y la oigo reír. Emite un dulce sonido que me resuena en los oídos.
- Creo que te entiendo, aunque sea de un modo irracional. Pero me cabrea que seas tan Neandertal -confiesa, y cuando abro los ojos, descubro que me está mirando-. No le cuentes a nadie lo de mi hermana. No quiero que la gente lo sepa.
- Somos como actores en nuestras propias vidas. Fingimos ser lo que queremos que la gente crea que somos.
- ¿Entiendes ahora por qué me obsesiona la idea de que mis padres no se enteren de que somos... amigos?
- ¿Porque te causaría problemas? Mierda, tienes dieciocho años. ¿No crees que a estas alturas puedes ser amiga de quien te apetezca? Hace mucho tiempo que te cortaron el cordón umbilical, ¿sabes?
- No lo entiendes. - Pues explícamelo.
- ¿Por qué quieres saberlo?
- ¿No se supone que los compañeros de laboratorio deben saber cosas el uno del otro?
____ suelta una risotada corta.
- Espero que no.
La verdad es que esta chica no es en absoluto como pensaba. Desde el momento en que le he contado lo de mi padre, ha sido como si todo su cuerpo exhalara un suspiro de alivio. Como si el sufrimiento de otro la reconfortara, como si le hiciera sentir que no está sola. Aún no comprendo por qué le importa tanto, por qué ha elegido una fachada de perfección para mostrarse al mundo.
En mí cabeza aparece amenazante el recuerdo de La Apuesta. Tengo qué conseguir que esta chica se enamore de mí. Aunque mientras mi cuerpo dice «adelante», el resto piensa «eres un cabrón, ¿no ves que es vulnerable?».
- Deseo las mismas cosas que tú. Pero yo intento conseguirlas de otro modo. Tú te adaptas a tu ambiente y yo al mío -admito, poniendo una mano sobre la de ella-. Déjame demostrarte que soy diferente. Oye, ¿saldrías con un tipo que no puede permitirse llevarte a restaurantes caros ni comprarte oro y diamantes?
- Claro que sí -confiesa ella, aunque desliza la mano por debajo de la mía-. Pero tengo novio.
- Si no lo tuvieras, ¿le darías una oportunidad a un chicano como yo?
Su semblante adopta un tono rosa oscuro. Me pregunto si Blaine ha conseguido alguna vez que se ruborice de ese modo.
- No voy a responder a eso -admite.
- ¿Por qué no? Es una pregunta sencilla.
- Venga ya. No hay nada de sencillo en ti, Nick. No quiero cruzar esa línea -suelta, metiendo la primera marcha-. ¿Podemos irnos ya?
- Si quieres. ¿Amigos?
- Creo que sí.
Le tiendo la mano. ____ mira los tatuajes de mis dedos, luego extiende la suya y me la estrecha con aparente entusiasmo.
- Por los calentadores de manos -dice con una sonrisa en los labios.
- Por los calentadores de manos -repito. «Y por el sexo», añado en silencio.
- ¿Quieres conducir hasta casa? No conozco el camino.
La llevo de vuelta en un cómodo silencio mientras se pone el sol. Nuestra tregua me acerca a mis objetivos: graduarme, la apuesta... y algo más que no estoy preparado para admitir.
Cuando entro con su cochazo en el aparcamiento de la biblioteca, le digo:
- Gracias por, ya sabes, dejar que te secuestre. Supongo que nos veremos por ahí.
Saco las llaves de la moto del bolsillo delantero de los pantalones mientras me pregunto si alguna vez podré permitirme un coche que no sea de segunda mano, esté oxidado o sea muy viejo. Una vez fuera del vehículo, saco la foto de Blaine del bolsillo trasero del pantalón y la lanzo al asiento que acabo de dejar libre.
- ¡Espera! -grita ____ cuando me alejo.
Me doy la vuelta y la veo delante de mí.
-¿Qué?
Me regala una sonrisa seductora, como si deseara algo más que un tregua. Mucho más. Joder, ¿va a besarme? He bajado la guardia, lo que no suele pasarme a menudo. Se muerde el labio inferior, como si estuviera considerando su próximo movimiento. Estoy completamente dispuesto a darme el lote allí mismo.
Mientras mí cerebro imagina todos los escenarios posibles, ella se acerca más. Y me quita las llaves de las manos.
- ¿Qué estás haciendo? -le pregunto. -Devolverte la jugada por haberme raptado -dice, retrocediendo y lanzado las llaves en dirección a los árboles con todas sus fuerzas.
- No puedo creer lo que acabas de hacer.
Ella se echa hacia atrás, sin apartar la mirada ni un momento, mientras avanza hacia su coche.
- No me guardes rencor. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina, ¿verdad? -se mofa, intentando mantener una expresión seria. Me la quedo mirando sin dar crédito mientras mi compañera de química se mete en su Beemer. El coche sale del aparcamiento sin traqueteos, movimientos bruscos ni problemas. Un arranque perfecto.
Estoy cabreado porque tengo dos opciones: o arrastrarme por el bosque en busca de las llaves o llamar a Enrique para que venga a recogerme. Aunque en el fondo me hace gracia que ____ Ellis me la haya devuelto.
- Sí -digo, pese a ser consciente de que probablemente esté a dos kilómetros de distancia y no pueda oírme-. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina.
Joder si lo es.
Bueno aca les dejo la maratón que prometi. Disfrutenla
Capítulo 24. Nick
Por primera vez, estamos manteniendo una conversación civilizada.
Ahora debería introducir un tema con el que pueda romper la pared defensiva que ha erigido frente a ella. Pero antes he de mostrarle algo que me haga vulnerable. Si me ve como a un chico vulnerable en lugar de como a un gilipollas, tal vez podamos avanzar un poco. Y, en cierto modo, tengo la sensación de que me pillará si no le cuento la verdad.
No tengo muy claro si estoy haciendo esto por la apuesta, por el proyecto de química, o por mí. En realidad, me siento genial sin tener que analizar la razón por la que nos encontramos aquí.
- Asesinaron a mi padre delante de mí, cuando tenía seis años –le confieso.
- ¿En serio? -pregunta ella con los ojos abiertos de par en par.
Asiento con la cabeza. No me gusta hablar de ello, ni siquiera tengo la certeza de que pueda hacerlo aunque quiera.
Se cubre la boca con sus manos perfectamente arregladas.
- No lo sabía. Oh, Dios mío, lo siento. Debió de ser horrible.
- Sí.
Me siento bien tras soltarlo. Me alegro de haberme obligado a hablar de ello en voz alta. La nerviosa sonrisa de mi padre se transformó en una de conmoción justo antes de que le dispararan.
Qué fuerte, no puedo creer que recuerde la expresión de su rostro. ¿A qué se debió aquella repentina transformación? Había olvidado completamente aquel detalle hasta ahora. Me siento confuso cuando me vuelvo hacia ____.
- Si me involucro demasiado en las cosas y me las arrebatan, me sentiré como mi padre cuando murió. No quiero sentirme así nunca, así que me obligo a que las cosas no me importen demasiado.
Su expresión es una mezcla de arrepentimiento, tristeza y compasión.
Estoy convencido de que no está representando ningún papel. Sin mudar el semblante, dice:
- Gracias por... ya sabes, contármelo. Lo que no entiendo es cómo puedes conseguir que las cosas no te afecten. No puedes programarte de ese modo.
- ¿Quieres apostar? -pregunto, pero de repente comprendo que no quiero cambiar de tema, de modo que añado-: Ahora te toca sincerarte a ti. Ella aparta la mirada. No insisto por miedo a que cambie de opinión y decida marcharse.
¿Tan difícil le resulta compartir una pequeña parte de su mundo? Mi vida ha sido tan jodida que me resulta condenadamente difícil pensar que su vida pueda ser peor. Una solitaria lágrima resbala por su mejilla y se apresura a enjugársela.
- Mi hermana... –empieza-. Mi hermana tiene parálisis cerebral. Y está mentalmente discapacitada. «Retrasada» es el término que utiliza la mayoría de la gente. No puede caminar, se vale de lo que llamamos aproximaciones verbales y gestos en lugar de palabras porque no puede hablar... -Al contar esto, se le escapa otra lágrima. Esta vez deja que se deslice por su rostro.
Siento la necesidad de enjuagársela, pero me doy cuenta de que no quiere que nadie la toque. Aspira profundamente-. Shelley está enfadada por algo, pero no sé por qué. Le ha dado por tirar del pelo a la gente, y ayer lo hizo con tanta fuerza que me arrancó todo un mechón. Me sangraba la cabeza y mi madre se puso hecha una furia conmigo.
De ahí la misteriosa zona calva. No era por un análisis de drogas.
Sin embargo, por primera vez siento lástima por ella. Me imaginaba que su vida era un cuento de hadas. De hecho, creía que solo podía quitarle el sueño una tontería como equivocarse de tinte o pintarse mal las uñas. Supongo que no es el caso. Algo está ocurriendo. Puedo sentir el cambio en el ambiente... una complicidad mutua. Nunca me había sentido de este modo. Carraspeo antes de decir:
- Probablemente, tu madre arremete contra ti porque sabe que puedes soportarlo.
- Sí, puede que tengas razón. Mejor pagarla conmigo que con mi hermana.
- Aunque no es excusa -continúo, y ahora estoy siendo yo. Espero que ella también lo sea-. No quiero comportarme como un gilipollas contigo -añado. Se acabó el show de Nick Jonas.
- Lo sé. Nick Jonas es tan solo una fachada. Es tu marca, tu logotipo... un chicano peligroso y terriblemente sexy y seductor. Créeme, soy toda una experta en eso de crearse una imagen. Aunque no pretendo aparentar ser una rubia guapa y tonta. Prefiero transmitir algo así como un aspecto perfecto e intocable.
Vaya. Rebobinemos. ____ acaba de decir que soy sexy y seductor. No esperaba en absoluto oír algo así. Tal vez aún tenga alguna posibilidad de
ganar la estúpida apuesta.
- ¿Te das cuenta de que me has llamado seductor?
- Como si no lo supieras.
No sabía que ____ Ellis me considerara seductor.
- Y yo que pensaba que eras intocable. Pero ahora que he descubierto que para ti soy un dios chicano, guapo y sexy...
- No he mencionado la palabra «dios».
Me llevo un dedo a los labios.
- Shh, déjame solo un minuto para disfrutar de esta fantasía.
Cierro los ojos y la oigo reír. Emite un dulce sonido que me resuena en los oídos.
- Creo que te entiendo, aunque sea de un modo irracional. Pero me cabrea que seas tan Neandertal -confiesa, y cuando abro los ojos, descubro que me está mirando-. No le cuentes a nadie lo de mi hermana. No quiero que la gente lo sepa.
- Somos como actores en nuestras propias vidas. Fingimos ser lo que queremos que la gente crea que somos.
- ¿Entiendes ahora por qué me obsesiona la idea de que mis padres no se enteren de que somos... amigos?
- ¿Porque te causaría problemas? Mierda, tienes dieciocho años. ¿No crees que a estas alturas puedes ser amiga de quien te apetezca? Hace mucho tiempo que te cortaron el cordón umbilical, ¿sabes?
- No lo entiendes. - Pues explícamelo.
- ¿Por qué quieres saberlo?
- ¿No se supone que los compañeros de laboratorio deben saber cosas el uno del otro?
____ suelta una risotada corta.
- Espero que no.
La verdad es que esta chica no es en absoluto como pensaba. Desde el momento en que le he contado lo de mi padre, ha sido como si todo su cuerpo exhalara un suspiro de alivio. Como si el sufrimiento de otro la reconfortara, como si le hiciera sentir que no está sola. Aún no comprendo por qué le importa tanto, por qué ha elegido una fachada de perfección para mostrarse al mundo.
En mí cabeza aparece amenazante el recuerdo de La Apuesta. Tengo qué conseguir que esta chica se enamore de mí. Aunque mientras mi cuerpo dice «adelante», el resto piensa «eres un cabrón, ¿no ves que es vulnerable?».
- Deseo las mismas cosas que tú. Pero yo intento conseguirlas de otro modo. Tú te adaptas a tu ambiente y yo al mío -admito, poniendo una mano sobre la de ella-. Déjame demostrarte que soy diferente. Oye, ¿saldrías con un tipo que no puede permitirse llevarte a restaurantes caros ni comprarte oro y diamantes?
- Claro que sí -confiesa ella, aunque desliza la mano por debajo de la mía-. Pero tengo novio.
- Si no lo tuvieras, ¿le darías una oportunidad a un chicano como yo?
Su semblante adopta un tono rosa oscuro. Me pregunto si Blaine ha conseguido alguna vez que se ruborice de ese modo.
- No voy a responder a eso -admite.
- ¿Por qué no? Es una pregunta sencilla.
- Venga ya. No hay nada de sencillo en ti, Nick. No quiero cruzar esa línea -suelta, metiendo la primera marcha-. ¿Podemos irnos ya?
- Si quieres. ¿Amigos?
- Creo que sí.
Le tiendo la mano. ____ mira los tatuajes de mis dedos, luego extiende la suya y me la estrecha con aparente entusiasmo.
- Por los calentadores de manos -dice con una sonrisa en los labios.
- Por los calentadores de manos -repito. «Y por el sexo», añado en silencio.
- ¿Quieres conducir hasta casa? No conozco el camino.
La llevo de vuelta en un cómodo silencio mientras se pone el sol. Nuestra tregua me acerca a mis objetivos: graduarme, la apuesta... y algo más que no estoy preparado para admitir.
Cuando entro con su cochazo en el aparcamiento de la biblioteca, le digo:
- Gracias por, ya sabes, dejar que te secuestre. Supongo que nos veremos por ahí.
Saco las llaves de la moto del bolsillo delantero de los pantalones mientras me pregunto si alguna vez podré permitirme un coche que no sea de segunda mano, esté oxidado o sea muy viejo. Una vez fuera del vehículo, saco la foto de Blaine del bolsillo trasero del pantalón y la lanzo al asiento que acabo de dejar libre.
- ¡Espera! -grita ____ cuando me alejo.
Me doy la vuelta y la veo delante de mí.
-¿Qué?
Me regala una sonrisa seductora, como si deseara algo más que un tregua. Mucho más. Joder, ¿va a besarme? He bajado la guardia, lo que no suele pasarme a menudo. Se muerde el labio inferior, como si estuviera considerando su próximo movimiento. Estoy completamente dispuesto a darme el lote allí mismo.
Mientras mí cerebro imagina todos los escenarios posibles, ella se acerca más. Y me quita las llaves de las manos.
- ¿Qué estás haciendo? -le pregunto. -Devolverte la jugada por haberme raptado -dice, retrocediendo y lanzado las llaves en dirección a los árboles con todas sus fuerzas.
- No puedo creer lo que acabas de hacer.
Ella se echa hacia atrás, sin apartar la mirada ni un momento, mientras avanza hacia su coche.
- No me guardes rencor. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina, ¿verdad? -se mofa, intentando mantener una expresión seria. Me la quedo mirando sin dar crédito mientras mi compañera de química se mete en su Beemer. El coche sale del aparcamiento sin traqueteos, movimientos bruscos ni problemas. Un arranque perfecto.
Estoy cabreado porque tengo dos opciones: o arrastrarme por el bosque en busca de las llaves o llamar a Enrique para que venga a recogerme. Aunque en el fondo me hace gracia que ____ Ellis me la haya devuelto.
- Sí -digo, pese a ser consciente de que probablemente esté a dos kilómetros de distancia y no pueda oírme-. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina.
Joder si lo es.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 25. _____
El sonido de la profunda respiración de mi hermana junto a mí es lo
primero que oigo cuando los primeros rayos de la mañana se cuelan en su habitación. Anoche fui a su cuarto para tumbarme a su lado, y la observé durante horas mientras ella dormía tranquilamente antes de quedarme yo también dormida.
Cuando era pequeña y estallaba una tormenta salía corriendo a la habitación de mi hermana. No para tranquilizar a Shelley sino para que ella pudiera tranquilizarme a mí. La cogía de la mano, y de algún modo, mis miedos se desvanecían.
Observo a mi hermana mayor durmiendo profundamente y no logro entender el motivo por el que mis padres quieren llevarla a otro lugar. Shelley forma parte de lo que soy y la idea de vivir sin ella me parece... intolerable. A veces, siento que mi hermana y yo estamos conectadas de un modo que poca gente puede comprender. Incluso cuando mis padres intentan adivinar lo que Shelley quiere decir, o la razón por la que está enfadada, yo suelo saberlo de antemano.
Por eso me quedé tan hecha polvo cuando me tiró del pelo. Nunca pensé que pudiera hacérmelo a mí.
Y, no obstante, lo hizo.
- No permitiré que te alejen de mí -le digo en voz baja-. Siempre te protegeré. Me levanto de la cama de Shelley. Es imposible estar a su lado y que no sospeche que estoy triste. De modo que me visto y me marcho de casa antes de que despierte.
Ayer me confesé a Nick y no fue el fin del mundo. En realidad, me siento mucho mejor después de haberle contado lo de mi hermana. Si lo he logrado con Nick, seguro que puedo intentarlo con Sierra y Darlene. Mientras espero sentada en el coche frente a la casa de Sierra, me pongo a divagar sobre mi vida. En estos momentos, nada va bien. Se suponía que el último curso iba a ser un año genial, fácil y divertido. Hasta ahora no ha sido nada de eso. Blaine no deja de presionarme, un chico de una banda se ha convertido en algo más que en un compañero de laboratorio y mis padres van a llevarse a mi hermana lejos de Chicago. ¿Qué más puede salir mal? Me doy cuenta de que algo se mueve en la ventana de la habitación de Sierra, en el segundo piso. Primero unas piernas, luego un trasero. Ay, madre, Doug Thompson intenta saltar el enrejado. Doug debe de haberme visto porque la cabeza de Sierra asoma por la ventana. Me hace gestos indicándome que la espere. El pie de Doug aún no ha tocado el enrejado. Sierra lo coge de la mano para ayudarlo a equilibrarse. Al final consigue hacerlo, pero le distraen las flores y acaba cayendo, sacudiendo el cuerpo de un lado a otro. Aunque está bien, observo que antes de salir corriendo le hace un gesto a Sierra para confirmar que no tiene nada roto. Me pregunto si Blaine sería capaz de trepar enrejados por mí.
La puerta principal de la casa se abre tres minutos después y Sierra ella aparece en braguitas y camiseta de tirantes.
- ____, ¿qué estás haciendo aquí? Son las siete de la mañana. ¿No sabes que hoy es el día de formación del profesorado y que no tenemos clase?
- Lo sé, pero mi vida está fuera de control.
- Entra y hablamos -dice, abriendo la puerta de mi coche-. Se me está helando el culo aquí fuera. Demonios, ¿por qué durará tan poco el verano en Chicago?
Al entrar en su casa, me descalzo para no despertar a los padres de
Sierra.
- No te preocupes, se marcharon al gimnasio hace una hora.
- Entonces, ¿por qué ha salido Doug por la ventana?
Sierra hace una mueca.
- Ya sabes, para mantener la emoción de la relación. A los chicos les encanta la aventura.
Sigo a mi amiga hasta su gigantesca habitación. Está pintada de fucsia y verde manzana, los colores que el decorador de su madre eligió para ella.
Me desplomo sobre el sofá mientras Sierra llama a Darlene.
- Darlene, pásate por mi casa. ____ tiene una crisis.
Darlene vive solo dos casas más abajo, de modo que aparece en pocos minutos en pijama y zapatillas.
- Vale, suéltalo ya -dice Sierra cuando estamos las tres juntas.
De repente, con todas las miradas recayendo sobre mí, no estoy muy segura de que compartir aquello sea una buena idea.
- En realidad no es nada.
Darlene se pone recta.
- Escucha. ____. Me has sacado de la cama a las siete de la mañana.
Suelta el bombazo.
- Sí -insiste Sierra-. Somos tus amigas. Si no puedes contárnoslo a nosotras, ¿con quién vas a hacerlo?
Con Nick Jonas, Pero nunca les confesaría eso.
- ¿Por qué no vemos alguna peli clásica? -sugiere Sierra-. Si Audrey
Hepburn no consigue que lo sueltes todo, nada lo hará.
Darlene suelta un gemido.
- No puedo creerme que me hayas despertado por una falsa crisis y para ver películas antiguas. En serio, tenéis que sentarla cabeza. Lo mínimo que puedes hacer es compartir algún cotilleo conmigo, ¿Alguien tiene uno? Sierra nos lleva al salón y las tres nos sentamos sobre los cojines del sofá de sus padres.
- He oído que el martes pillaron a Samantha Jacoby besándose con
alguien en el cuarto del vigilante.
- Pues vaya novedad -dice Darlene, poco impresionada.
- ¿He mencionado que fue con Chuck, uno de los vigilantes?
- Eso sí que es un buen cotilleo, Sierra.
¿Sucederá lo mismo si comparto mis penas? ¿Acabaré transformándolas en un cotilleo del que todos puedan reírse?
Después de pasar varias horas en el salón de Sierra, viendo dos películas, comiendo palomitas y helado Ben & Jerry's, me siento mucho mejor. Quizás haya sido por ver a Audrey Hepburn en Sabrina, pero ahora creo que todo es posible. Lo que me hace pensar en...
- ¿Qué piensan de Nick Jonas? -les pregunto.
- ¿A qué te refieres con «qué piensan»? -dice Sierra, metiéndose una
palomita en la boca.
- No sé -contesto, sin querer darle muchas vueltas a la intensa e innegable atracción que siempre ha existido entre nosotros-. Es mi compañero de laboratorio.
- ¿Y...? -insiste Sierra, agitando las manos en alto como si no supiera a dónde quiero llegar.
Cojo el mando del vídeo y detengo la película.
- Está bueno. Admítelo.
- Puaj, ___ -dice Darlene, metiéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar.
- Vale, admito que es mono. Pero nunca saldría con alguien así. Ya sabes, es un pandillero.
- La mitad del tiempo viene a clase drogado -interviene Darlene.
- Darlene, me siento justo a su lado, y nunca he notado que venga
drogado a clase.
- ¿Estás de coña, ___? Nick consume antes de venir al instituto y en el
aseo de los tíos cuando sale de la sala de estudios. Y no hablo solo de
marihuana. Está metido en cosas más fuertes -dice Darlene como si fuera un hecho.
- ¿Lo has visto tomar drogas? -le pregunto, desafiante.
- ___, no tengo que estar en una habitación con él para saber que esnifa o que se chuta. Nick es peligroso. Además, las chicas como nosotras no se codean con los Latino Blood.
- Sí, lo sé -admito, recostándome sobre los mullidos cojines del sofá.
- Colin te quiere -suelta Sierra, cambiando de tema.
Tengo la sensación de que el amor es algo que se aleja bastante de lo que Colin me demostró ayer en la playa, pero ni siquiera me apetece hablar de eso.
Mi madre ha intentando hablar conmigo tres veces. Primero a través del teléfono móvil, aunque al parecer, no he conseguido eludirla apagándolo, porque ha llamado dos veces a casa de Sierra.
- Tu madre dice que si no hablas con ella vendrá para acá -me advierte
Sierra con el teléfono entre los dedos.
- Si lo hace, me iré de aquí.
- Darlene y yo saldremos para dejarte algo de intimidad. No sé de qué va todo esto, pero tienes que hablar con ella -sugiere Sierra pasándome el teléfono.
Me llevo el auricular al oído.
- Hola, mamá.
- Escucha, ____. Sé que estás enfadada. Anoche tomamos una
decisión respecto a Shelley. Sé que esto es muy duro para ti, pero,
últimamente, tu hermana se comporta con demasiada agresividad.
- Mamá, tiene veinte años y se cabrea cuando la gente no la entiende.
¿No crees que es algo normal?
- El año que viene irás a la universidad. No es justo retener a Shelley en casa por más tiempo. Deja de ser tan egoísta.
Tengo la culpa de que se lleven a Shelley porque voy a ir a la universidad.
- Vas a seguir adelante con esto sin tener en cuenta mi opinión, ¿verdad? -le pregunto.
- Sí. Ya está decidido.
El sonido de la profunda respiración de mi hermana junto a mí es lo
primero que oigo cuando los primeros rayos de la mañana se cuelan en su habitación. Anoche fui a su cuarto para tumbarme a su lado, y la observé durante horas mientras ella dormía tranquilamente antes de quedarme yo también dormida.
Cuando era pequeña y estallaba una tormenta salía corriendo a la habitación de mi hermana. No para tranquilizar a Shelley sino para que ella pudiera tranquilizarme a mí. La cogía de la mano, y de algún modo, mis miedos se desvanecían.
Observo a mi hermana mayor durmiendo profundamente y no logro entender el motivo por el que mis padres quieren llevarla a otro lugar. Shelley forma parte de lo que soy y la idea de vivir sin ella me parece... intolerable. A veces, siento que mi hermana y yo estamos conectadas de un modo que poca gente puede comprender. Incluso cuando mis padres intentan adivinar lo que Shelley quiere decir, o la razón por la que está enfadada, yo suelo saberlo de antemano.
Por eso me quedé tan hecha polvo cuando me tiró del pelo. Nunca pensé que pudiera hacérmelo a mí.
Y, no obstante, lo hizo.
- No permitiré que te alejen de mí -le digo en voz baja-. Siempre te protegeré. Me levanto de la cama de Shelley. Es imposible estar a su lado y que no sospeche que estoy triste. De modo que me visto y me marcho de casa antes de que despierte.
Ayer me confesé a Nick y no fue el fin del mundo. En realidad, me siento mucho mejor después de haberle contado lo de mi hermana. Si lo he logrado con Nick, seguro que puedo intentarlo con Sierra y Darlene. Mientras espero sentada en el coche frente a la casa de Sierra, me pongo a divagar sobre mi vida. En estos momentos, nada va bien. Se suponía que el último curso iba a ser un año genial, fácil y divertido. Hasta ahora no ha sido nada de eso. Blaine no deja de presionarme, un chico de una banda se ha convertido en algo más que en un compañero de laboratorio y mis padres van a llevarse a mi hermana lejos de Chicago. ¿Qué más puede salir mal? Me doy cuenta de que algo se mueve en la ventana de la habitación de Sierra, en el segundo piso. Primero unas piernas, luego un trasero. Ay, madre, Doug Thompson intenta saltar el enrejado. Doug debe de haberme visto porque la cabeza de Sierra asoma por la ventana. Me hace gestos indicándome que la espere. El pie de Doug aún no ha tocado el enrejado. Sierra lo coge de la mano para ayudarlo a equilibrarse. Al final consigue hacerlo, pero le distraen las flores y acaba cayendo, sacudiendo el cuerpo de un lado a otro. Aunque está bien, observo que antes de salir corriendo le hace un gesto a Sierra para confirmar que no tiene nada roto. Me pregunto si Blaine sería capaz de trepar enrejados por mí.
La puerta principal de la casa se abre tres minutos después y Sierra ella aparece en braguitas y camiseta de tirantes.
- ____, ¿qué estás haciendo aquí? Son las siete de la mañana. ¿No sabes que hoy es el día de formación del profesorado y que no tenemos clase?
- Lo sé, pero mi vida está fuera de control.
- Entra y hablamos -dice, abriendo la puerta de mi coche-. Se me está helando el culo aquí fuera. Demonios, ¿por qué durará tan poco el verano en Chicago?
Al entrar en su casa, me descalzo para no despertar a los padres de
Sierra.
- No te preocupes, se marcharon al gimnasio hace una hora.
- Entonces, ¿por qué ha salido Doug por la ventana?
Sierra hace una mueca.
- Ya sabes, para mantener la emoción de la relación. A los chicos les encanta la aventura.
Sigo a mi amiga hasta su gigantesca habitación. Está pintada de fucsia y verde manzana, los colores que el decorador de su madre eligió para ella.
Me desplomo sobre el sofá mientras Sierra llama a Darlene.
- Darlene, pásate por mi casa. ____ tiene una crisis.
Darlene vive solo dos casas más abajo, de modo que aparece en pocos minutos en pijama y zapatillas.
- Vale, suéltalo ya -dice Sierra cuando estamos las tres juntas.
De repente, con todas las miradas recayendo sobre mí, no estoy muy segura de que compartir aquello sea una buena idea.
- En realidad no es nada.
Darlene se pone recta.
- Escucha. ____. Me has sacado de la cama a las siete de la mañana.
Suelta el bombazo.
- Sí -insiste Sierra-. Somos tus amigas. Si no puedes contárnoslo a nosotras, ¿con quién vas a hacerlo?
Con Nick Jonas, Pero nunca les confesaría eso.
- ¿Por qué no vemos alguna peli clásica? -sugiere Sierra-. Si Audrey
Hepburn no consigue que lo sueltes todo, nada lo hará.
Darlene suelta un gemido.
- No puedo creerme que me hayas despertado por una falsa crisis y para ver películas antiguas. En serio, tenéis que sentarla cabeza. Lo mínimo que puedes hacer es compartir algún cotilleo conmigo, ¿Alguien tiene uno? Sierra nos lleva al salón y las tres nos sentamos sobre los cojines del sofá de sus padres.
- He oído que el martes pillaron a Samantha Jacoby besándose con
alguien en el cuarto del vigilante.
- Pues vaya novedad -dice Darlene, poco impresionada.
- ¿He mencionado que fue con Chuck, uno de los vigilantes?
- Eso sí que es un buen cotilleo, Sierra.
¿Sucederá lo mismo si comparto mis penas? ¿Acabaré transformándolas en un cotilleo del que todos puedan reírse?
Después de pasar varias horas en el salón de Sierra, viendo dos películas, comiendo palomitas y helado Ben & Jerry's, me siento mucho mejor. Quizás haya sido por ver a Audrey Hepburn en Sabrina, pero ahora creo que todo es posible. Lo que me hace pensar en...
- ¿Qué piensan de Nick Jonas? -les pregunto.
- ¿A qué te refieres con «qué piensan»? -dice Sierra, metiéndose una
palomita en la boca.
- No sé -contesto, sin querer darle muchas vueltas a la intensa e innegable atracción que siempre ha existido entre nosotros-. Es mi compañero de laboratorio.
- ¿Y...? -insiste Sierra, agitando las manos en alto como si no supiera a dónde quiero llegar.
Cojo el mando del vídeo y detengo la película.
- Está bueno. Admítelo.
- Puaj, ___ -dice Darlene, metiéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar.
- Vale, admito que es mono. Pero nunca saldría con alguien así. Ya sabes, es un pandillero.
- La mitad del tiempo viene a clase drogado -interviene Darlene.
- Darlene, me siento justo a su lado, y nunca he notado que venga
drogado a clase.
- ¿Estás de coña, ___? Nick consume antes de venir al instituto y en el
aseo de los tíos cuando sale de la sala de estudios. Y no hablo solo de
marihuana. Está metido en cosas más fuertes -dice Darlene como si fuera un hecho.
- ¿Lo has visto tomar drogas? -le pregunto, desafiante.
- ___, no tengo que estar en una habitación con él para saber que esnifa o que se chuta. Nick es peligroso. Además, las chicas como nosotras no se codean con los Latino Blood.
- Sí, lo sé -admito, recostándome sobre los mullidos cojines del sofá.
- Colin te quiere -suelta Sierra, cambiando de tema.
Tengo la sensación de que el amor es algo que se aleja bastante de lo que Colin me demostró ayer en la playa, pero ni siquiera me apetece hablar de eso.
Mi madre ha intentando hablar conmigo tres veces. Primero a través del teléfono móvil, aunque al parecer, no he conseguido eludirla apagándolo, porque ha llamado dos veces a casa de Sierra.
- Tu madre dice que si no hablas con ella vendrá para acá -me advierte
Sierra con el teléfono entre los dedos.
- Si lo hace, me iré de aquí.
- Darlene y yo saldremos para dejarte algo de intimidad. No sé de qué va todo esto, pero tienes que hablar con ella -sugiere Sierra pasándome el teléfono.
Me llevo el auricular al oído.
- Hola, mamá.
- Escucha, ____. Sé que estás enfadada. Anoche tomamos una
decisión respecto a Shelley. Sé que esto es muy duro para ti, pero,
últimamente, tu hermana se comporta con demasiada agresividad.
- Mamá, tiene veinte años y se cabrea cuando la gente no la entiende.
¿No crees que es algo normal?
- El año que viene irás a la universidad. No es justo retener a Shelley en casa por más tiempo. Deja de ser tan egoísta.
Tengo la culpa de que se lleven a Shelley porque voy a ir a la universidad.
- Vas a seguir adelante con esto sin tener en cuenta mi opinión, ¿verdad? -le pregunto.
- Sí. Ya está decidido.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 26. Nick
Cuando llega el viernes y ____ entra en clase de la señora P., todavía
estoy pensando en el modo de devolvérsela por haberme tirado las llaves en los arbustos el fin de semana pasado. Tardé cuarenta y cinco minutos en encontrar las jodidas llaves, y durante todo ese tiempo, no dejé de maldecirla. Vale, fui yo quién lo empezó todo. Y también tengo que darle las gracias por ayudarme a hablar de la noche en la que murió mi padre porque, después de hacerlo, llamé a los miembros más antiguos de los Latino Blood para preguntarles si sabían quién podría guardarle tanto rencor. ____ lleva toda la semana muy desconfiada. Está esperando que le gaste alguna broma por el incidente de las llaves. Después de ciase, cuando estoy en la taquilla cogiendo los libros para regresar a casa, se acerca a mí hecha una furia enfundada en su uniforme de animadora.
- Sígueme a la clase de lucha libre.
Tengo dos opciones: seguirla hasta donde me pide o marcharme del
instituto. Cojo los libros y entro en el pequeño gimnasio. ____ me espera, con su llavero sin llaves en la mano.
- Mis llaves han desaparecido por arte de magia, ¿dónde están?–
pregunta-. Voy a llegar tarde al partido si no me lo dices. La señora Small me echará a patadas del equipo si no aparezco.
- Las he tirado por ahí. Deberías comprarte un bolso con cremallera.
Nunca sabes cuándo pueden meter la mano y quitarte algo.
- Me alegra descubrir que eres un cleptómano. ¿Puedes darme una pista de dónde las has escondido?
Me apoyo contra la pared de la clase de lucha libre, pensando en lo que la gente diría si nos encontrara aquí juntos.
- Es un lugar mojado. Muy, muy mojado -digo, dándole la pista que exige.
- ¿En la piscina?
- ¿Creativo, verdad? -digo, asintiendo con la cabeza.
Ella intenta empujarme contra la pared.
- Voy a matarte. Será mejor que vayas a por ellas.
Si no la conociera, diría que está intentando ligar conmigo. Creo que le gusta el jueguecito que nos traemos entre manos.
- Cariño, a estas alturas deberías conocerme mejor. Tendrás que encontrarlas sola, como hice yo cuando me dejaste tirado en el aparcamiento. ____ ladea la cabeza, me lanza una mirada triste y hace un puchero. No debería concentrarme en la expresión de sus labios; es peligroso. Pero no puedo evitarlo.
- Dime dónde están, Nick, por favor.
La dejo en ascuas un minuto antes de darme por vencido. Ahora mismo, el instituto está casi vacío. La mitad de los estudiantes están de camino al partido de fútbol. Y la otra mitad se alegra de no estar de camino al partido de fútbol.
Caminamos hasta la piscina. Las luces están apagadas, pero los rayos del sol que aún atraviesan las ventanas la iluminan lo suficiente. Las llaves de ____ están justo donde las he lanzado, en mitad de la zona más profunda. Señalo las brillantes llaves bajo el agua.
- Ahí las tienes. A por ellas.
_____se queda inmóvil, con las manos sobre su falda corta, reflexionando sobre el modo de hacerse con ellas. Se acerca pavoneándose al largo palo que cuelga de la pared y que se utiliza para sacar a la gente del agua.
- Muy fácil -dice.
Pero cuando introduce el palo en el agua, comprende que no le va a resultar tan sencillo. Reprimo una carcajada mientras la observo intentar lo imposible desde el borde de la piscina.
- Siempre puedes quitarte la ropa y lanzarte desnuda. Vigilaré por si viene alguien.
Ella se acerca a mí con el palo firmemente agarrado entre las manos.
- ¿Te gustaría que lo hiciera, verdad?
- Pues claro -replico, aunque no hace falta que lo haga-. Aunque he de advertirte que si llevas braguitas de abuela, se me caerá un mito.
- Para que lo sepas, son de seda rosa. Y ya que estamos compartiendo información personal, ¿tú llevas bóxers o calzoncillos cortos?
- Ninguna de las dos cosas. Llevo a los chicos al aire, ya sabes a qué me refiero. -En realidad, no los llevo al aire, pero eso tendrá que averiguarlo por sí misma.
- ¡Qué asco, Nick!
- No digas eso hasta que no lo pruebes -sugiero, antes de encaminarme hacia la puerta.
- ¿Te vas?
- Pues... si.
- ¿No vas a ayudarme a recuperar las llaves?
- Pues... no.
Si me quedo, me veré tentado a pedirle que no vaya al partido de fútbol y que se quede conmigo. No estoy preparado para oír la respuesta a esa pregunta. Jugar con ella no me hace ningún daño. Demostrarle de qué estoy hecho en realidad, como hice el otro día, me hizo bajar la guardia. No estoy dispuesto a hacerlo otra vez. Abro la puerta de un empujón después de mirar a ____ por última vez, preguntándome si dejarla plantada ahora me convierte en un idiota, un capullo, un cobarde o todo a la vez. Una vez en casa, lejos de ___ y de las llaves de su coche, busco a mi hermano. Me prometí que hablaría con Carlos esta semana y ya lo he retrasado mucho. Antes de que pueda evitarlo, habrá entrado en la banda y recibirá la paliza de iniciación en los Latino Blood, tal y como me ocurrió a mí.
Encuentro a Carlos en nuestra habitación, intentando ocultar algo bajo la cama.
- ¿Qué es eso? -le pregunto.
- Nada -contesta. Se sienta en la cama y se cruza de brazos.
- No me digas que no es nada, Carlos -grito, apartándolo de un empujón y mirando bajo la cama. Tal y como esperaba, encuentro una resplandeciente Beretta 25 devolviéndome la mirada. Riéndose de mí. La cojo y la sujeto en una mano-. ¿De dónde la has sacado?
- No es asunto tuyo.
Por primera vez en mi vida quiero darle un susto de muerte a Carlos. Me apetece ponerle el arma entre los ojos y mostrarle a qué deben enfrentarse los miembros de una banda a todas horas, qué se siente al sentirte amenazado o inseguro, preguntándote qué día será el último.
- Soy tu hermano mayor, Carlos. Papá ya no está aquí, de modo que me toca a mí hacerte entrar en razón.
Vuelvo a mirar el arma. Por el peso diría que está cargada. Joder, si se dispara accidentalmente, Carlos podría acabar muerto. Si Luis la
encontrara... mierda, esto no pinta nada bien. Carlos intenta levantarse pero le obligo a sentarse de nuevo de un empujón.
- Tú vas por ahí armado –protesta-. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
- Ya sabes por qué. Yo soy miembro de una banda. Tú no. Tú estudiarás, irás a la universidad y tendrás una vida normal.
- Crees que puedes planificar nuestras vidas, ¿verdad? -suelta Carlos Bueno, pues yo también tengo planes.
- Pues mejor será que esos planes no incluyan entrar en la banda.
Carlos guarda silencio.
Tengo la sensación de que ya le he perdido. Se me tensan los músculos.
Puedo evitar que entre en los Latino Blood, pero solo si me deja ayudarle.
Miro la fotografía de Destiny que hay encima de la cama de mi hermano. La conoció este verano en Chicago, cuando fuimos a ver los fuegos artificiales
al Navy Pier, el cuatro de Julio. Su familia vive en Gurnee y, desde que la conoció, Carlos ha estado obsesionado con ella. Hablan por teléfono todas las noches. Es inteligente, chicana, y cuando Carlos intentó presentarnos y ella reparó en mí y en mis tatuajes, su rostro se transformó, como si fueran a dispararle solo por estar a un metro y medio de mí.
- ¿Crees que Destiny querrá salir contigo si te conviertes en un pandillero?-le pregunto.
No hay respuesta, lo que es buena señal. Está reflexionando.
- Te dará una patada en el culo tan rápido que ni lo notarás.
Carlos desvía la mirada hacia la foto colgada en la pared.
- Carlos, pregúntale a qué universidad irá. Estoy seguro de que ya ha
pensado en eso. Si quieres, tú puedes hacer lo mismo.
Mi hermano me mira. En su interior está librándose una batalla: intenta
elegir entre lo que parece más fácil (la vida de gánster) y las cosas por las que quiere luchar (Destiny).
- No salgas más con Wil. Búscate nuevos amigos y entra en el equipo de fútbol del instituto o algo así. Empieza a comportarte como un chico normal y deja que yo me ocupe del resto.
Me meto la pistola en la cinturilla de los vaqueros y salgo de casa. Me dirijo al almacén.
Cuando llega el viernes y ____ entra en clase de la señora P., todavía
estoy pensando en el modo de devolvérsela por haberme tirado las llaves en los arbustos el fin de semana pasado. Tardé cuarenta y cinco minutos en encontrar las jodidas llaves, y durante todo ese tiempo, no dejé de maldecirla. Vale, fui yo quién lo empezó todo. Y también tengo que darle las gracias por ayudarme a hablar de la noche en la que murió mi padre porque, después de hacerlo, llamé a los miembros más antiguos de los Latino Blood para preguntarles si sabían quién podría guardarle tanto rencor. ____ lleva toda la semana muy desconfiada. Está esperando que le gaste alguna broma por el incidente de las llaves. Después de ciase, cuando estoy en la taquilla cogiendo los libros para regresar a casa, se acerca a mí hecha una furia enfundada en su uniforme de animadora.
- Sígueme a la clase de lucha libre.
Tengo dos opciones: seguirla hasta donde me pide o marcharme del
instituto. Cojo los libros y entro en el pequeño gimnasio. ____ me espera, con su llavero sin llaves en la mano.
- Mis llaves han desaparecido por arte de magia, ¿dónde están?–
pregunta-. Voy a llegar tarde al partido si no me lo dices. La señora Small me echará a patadas del equipo si no aparezco.
- Las he tirado por ahí. Deberías comprarte un bolso con cremallera.
Nunca sabes cuándo pueden meter la mano y quitarte algo.
- Me alegra descubrir que eres un cleptómano. ¿Puedes darme una pista de dónde las has escondido?
Me apoyo contra la pared de la clase de lucha libre, pensando en lo que la gente diría si nos encontrara aquí juntos.
- Es un lugar mojado. Muy, muy mojado -digo, dándole la pista que exige.
- ¿En la piscina?
- ¿Creativo, verdad? -digo, asintiendo con la cabeza.
Ella intenta empujarme contra la pared.
- Voy a matarte. Será mejor que vayas a por ellas.
Si no la conociera, diría que está intentando ligar conmigo. Creo que le gusta el jueguecito que nos traemos entre manos.
- Cariño, a estas alturas deberías conocerme mejor. Tendrás que encontrarlas sola, como hice yo cuando me dejaste tirado en el aparcamiento. ____ ladea la cabeza, me lanza una mirada triste y hace un puchero. No debería concentrarme en la expresión de sus labios; es peligroso. Pero no puedo evitarlo.
- Dime dónde están, Nick, por favor.
La dejo en ascuas un minuto antes de darme por vencido. Ahora mismo, el instituto está casi vacío. La mitad de los estudiantes están de camino al partido de fútbol. Y la otra mitad se alegra de no estar de camino al partido de fútbol.
Caminamos hasta la piscina. Las luces están apagadas, pero los rayos del sol que aún atraviesan las ventanas la iluminan lo suficiente. Las llaves de ____ están justo donde las he lanzado, en mitad de la zona más profunda. Señalo las brillantes llaves bajo el agua.
- Ahí las tienes. A por ellas.
_____se queda inmóvil, con las manos sobre su falda corta, reflexionando sobre el modo de hacerse con ellas. Se acerca pavoneándose al largo palo que cuelga de la pared y que se utiliza para sacar a la gente del agua.
- Muy fácil -dice.
Pero cuando introduce el palo en el agua, comprende que no le va a resultar tan sencillo. Reprimo una carcajada mientras la observo intentar lo imposible desde el borde de la piscina.
- Siempre puedes quitarte la ropa y lanzarte desnuda. Vigilaré por si viene alguien.
Ella se acerca a mí con el palo firmemente agarrado entre las manos.
- ¿Te gustaría que lo hiciera, verdad?
- Pues claro -replico, aunque no hace falta que lo haga-. Aunque he de advertirte que si llevas braguitas de abuela, se me caerá un mito.
- Para que lo sepas, son de seda rosa. Y ya que estamos compartiendo información personal, ¿tú llevas bóxers o calzoncillos cortos?
- Ninguna de las dos cosas. Llevo a los chicos al aire, ya sabes a qué me refiero. -En realidad, no los llevo al aire, pero eso tendrá que averiguarlo por sí misma.
- ¡Qué asco, Nick!
- No digas eso hasta que no lo pruebes -sugiero, antes de encaminarme hacia la puerta.
- ¿Te vas?
- Pues... si.
- ¿No vas a ayudarme a recuperar las llaves?
- Pues... no.
Si me quedo, me veré tentado a pedirle que no vaya al partido de fútbol y que se quede conmigo. No estoy preparado para oír la respuesta a esa pregunta. Jugar con ella no me hace ningún daño. Demostrarle de qué estoy hecho en realidad, como hice el otro día, me hizo bajar la guardia. No estoy dispuesto a hacerlo otra vez. Abro la puerta de un empujón después de mirar a ____ por última vez, preguntándome si dejarla plantada ahora me convierte en un idiota, un capullo, un cobarde o todo a la vez. Una vez en casa, lejos de ___ y de las llaves de su coche, busco a mi hermano. Me prometí que hablaría con Carlos esta semana y ya lo he retrasado mucho. Antes de que pueda evitarlo, habrá entrado en la banda y recibirá la paliza de iniciación en los Latino Blood, tal y como me ocurrió a mí.
Encuentro a Carlos en nuestra habitación, intentando ocultar algo bajo la cama.
- ¿Qué es eso? -le pregunto.
- Nada -contesta. Se sienta en la cama y se cruza de brazos.
- No me digas que no es nada, Carlos -grito, apartándolo de un empujón y mirando bajo la cama. Tal y como esperaba, encuentro una resplandeciente Beretta 25 devolviéndome la mirada. Riéndose de mí. La cojo y la sujeto en una mano-. ¿De dónde la has sacado?
- No es asunto tuyo.
Por primera vez en mi vida quiero darle un susto de muerte a Carlos. Me apetece ponerle el arma entre los ojos y mostrarle a qué deben enfrentarse los miembros de una banda a todas horas, qué se siente al sentirte amenazado o inseguro, preguntándote qué día será el último.
- Soy tu hermano mayor, Carlos. Papá ya no está aquí, de modo que me toca a mí hacerte entrar en razón.
Vuelvo a mirar el arma. Por el peso diría que está cargada. Joder, si se dispara accidentalmente, Carlos podría acabar muerto. Si Luis la
encontrara... mierda, esto no pinta nada bien. Carlos intenta levantarse pero le obligo a sentarse de nuevo de un empujón.
- Tú vas por ahí armado –protesta-. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
- Ya sabes por qué. Yo soy miembro de una banda. Tú no. Tú estudiarás, irás a la universidad y tendrás una vida normal.
- Crees que puedes planificar nuestras vidas, ¿verdad? -suelta Carlos Bueno, pues yo también tengo planes.
- Pues mejor será que esos planes no incluyan entrar en la banda.
Carlos guarda silencio.
Tengo la sensación de que ya le he perdido. Se me tensan los músculos.
Puedo evitar que entre en los Latino Blood, pero solo si me deja ayudarle.
Miro la fotografía de Destiny que hay encima de la cama de mi hermano. La conoció este verano en Chicago, cuando fuimos a ver los fuegos artificiales
al Navy Pier, el cuatro de Julio. Su familia vive en Gurnee y, desde que la conoció, Carlos ha estado obsesionado con ella. Hablan por teléfono todas las noches. Es inteligente, chicana, y cuando Carlos intentó presentarnos y ella reparó en mí y en mis tatuajes, su rostro se transformó, como si fueran a dispararle solo por estar a un metro y medio de mí.
- ¿Crees que Destiny querrá salir contigo si te conviertes en un pandillero?-le pregunto.
No hay respuesta, lo que es buena señal. Está reflexionando.
- Te dará una patada en el culo tan rápido que ni lo notarás.
Carlos desvía la mirada hacia la foto colgada en la pared.
- Carlos, pregúntale a qué universidad irá. Estoy seguro de que ya ha
pensado en eso. Si quieres, tú puedes hacer lo mismo.
Mi hermano me mira. En su interior está librándose una batalla: intenta
elegir entre lo que parece más fácil (la vida de gánster) y las cosas por las que quiere luchar (Destiny).
- No salgas más con Wil. Búscate nuevos amigos y entra en el equipo de fútbol del instituto o algo así. Empieza a comportarte como un chico normal y deja que yo me ocupe del resto.
Me meto la pistola en la cinturilla de los vaqueros y salgo de casa. Me dirijo al almacén.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 27. ____
Llegué tarde al partido de fútbol. Después de que Nick se marchara, me quedé en ropa interior y salté a la piscina para coger las llaves. Gracias a Nick, descendí de categoría. Darlene, la co-capitana del equipo de animadoras ya es oficialmente la capitana. Tardé media hora en secarme el pelo y volverme a poner el maquillaje en el vestuario de las chicas. A la señora Small le decepcionó mucho que llegara tarde al partido. Me dijo que debería sentirme agradecida de que me bajaran de categoría porque podían haberme expulsado del equipo. Después del partido, me tumbo en el sofá junto a mi hermana. El pelo me huele todavía a cloro, pero estoy demasiado cansada como para preocuparme por eso. Mientras veo un reality show en la tele después de cenar, notó que los ojos se me empiezan a cerrar.
- ____, despierta. Blaine está aquí -me dice mi madre, zarandeándome. Levanta la cabeza y veo a Blaine, de pie frente a mí. Me ofrece la mano y pregunta:
-¿Estás lista?
Vaya. Me he olvidado de la fiesta de Shane pese a que hace meses que está planeada. No me apetece nada ir.
- No vayamos y quedémonos en casa.
- ¿Estás de broma? Todos esperan que vayamos. No puedes perderte la mayor juerga del año -dice mirándome los pantalones de chándal y la camiseta con el lema Hazte un Chequeo. La conseguí el año pasado cuando hice la caminata contra el cáncer de mama-. Te esperaré mientras te vistes. Date prisa. ¿Por qué no te pones ese mini vestido negro que tanto me gusta?
Me arrastro hasta el armario para cambiarme. En una esquina, junto a la camiseta sin mangas de DKNY, está la bandana de Nick. La lavé anoche, pero cierro los ojos y me la llevo a la nariz para comprobar que su fragancia persiste en la tela. Lo único que acabo distinguiendo es el olor del detergente. Qué decepción. Ahora mismo no estoy preparada para analizar mis sentimientos, especialmente porque Blaine está esperándome abajo.
Tardo bastante en ponerme el mini vestido negro, arreglarme el pelo y maquillarme. Espero que Blaine no esté cabreado por haber esperado tanto.
Tengo que estar perfecta o mi madre no tardará ni un instante en criticar mi aspecto delante de él.
Cuando vuelvo a bajar, Blaine está sentado al borde del sofá, ignorando completamente a Shelley. Creo que se pone nervioso cuando está cerca de ella.
«La inspectora» que tengo por madre se acerca a mí y me toca el pelo.
- ¿Te has puesto acondicionador?
¿Antes o después de meterme en la piscina para recuperar las llaves?
- Mamá, por favor -le imploro, apartándole la mano.
- Estás increíble -señala Blaine, acercándose a mí.
Afortunadamente, mi madre se retira. Es obvio que le agrada y le tranquiliza la aprobación de Blaine aunque no tenga el pelo perfecto.
En el trayecto hasta la casa de Shane, observo al que ha sido mi novio durante los dos últimos años. La primera vez que nos besamos fue jugando a la botella en casa de Shane, en el segundo curso de instituto. Lo hicimos delante de todo el mundo. Blaine me cogió entre sus brazos y nos besamos durante cinco minutos. Sí, los espectadores lo cronometraron. Desde entonces hemos sido pareja.
- ¿Por qué me miras de ese modo? -pregunta, girando la cabeza.
- Estaba recordando la primera vez que nos besamos.
- Fue en casa de Shane. Sí, menudo espectáculo, ¿eh? Incluso los de último curso se quedaron boquiabiertos.
- Ahora somos nosotros los que estamos en último curso.
- Y todavía somos la Pareja Dorada, guapa -dice, doblando para encarar el camino de entrada de Shane-. ¡Que empiece la fiesta! ¡Ya ha llegado la Pareja Dorada, -grita Blaine cuando entramos en la casa.
Él se va con los chicos mientras yo voy a buscar a Sierra. La encuentro en el salón. Mi mejor amiga me da un abrazo y después me hace señas para que tome asiento en el sofá, a su lado. Hay un grupo de chicas del equipo de animadoras, entre ellas, Darlene.
- Ahora que ____ está aquí -dice Sierra-, podemos empezar a jugar.
- ¿A quién te gustaría besar? -pregunta Madison.
- Empecemos por algo sencillo. ¿Dogo o caniche? -sugiere
Sierra, recostándose en el sofá.
- ¿Los comparas con perros? -digo, soltando una carcajada.
- Sí.
- Vale. -Los caniches son monos y mimosos, pero los dogos son más masculinos y tienen una mirada que impone. Aunque me gusta lo mono y mimoso, un caniche no puede con un dogo-. Dogo.
- ¡Puaj! Caniche sin dudarlo. Los dogos tienen ese hocico hacia fuera y siempre están babeando. No apetece nada besarlos.
- Y no lo haremos, idiota -dice Sierra.
- Yo tengo una pregunta -digo-, ¿El entrenador Garrison o el señor Harris, el profesor de matemáticas?
- ¡Garrison! -exclaman todas al unísono.
- Está tan bueno -añade Megan.
- Siento aguaros la fiesta, pero he oído que es gay -confiesa
Sierra entre risitas.
- Qué va -dice Megan-. ¿Estás segura? Bueno, aunque lo fuera, no elegiría a Harris antes que a él.
- Yo tengo otra -interviene Darlene-. ¿Blaine Adams o Nick Jonas?
Todas desvían la mirada hacia mí. Entonces, Sierra me da un codazo, como indicándome que no estamos solas. Debe de ser Blaine. ¿Por qué me la ha jugado así Darlene?
Todas están mirando ahora a Blaine, quien está de pie detrás de mí.
- Ups. Lo siento -dice Darlene, disculpándose por haberse ido de la
lengua.
- Todos saben que _____ elegiría a Blaine -interviene Sierra mientras se mete una galleta salada en la boca.
- Darlene, ¿por qué has hecho eso? -pregunta Megan con desdén.
- ¿El qué? Solo es un juego, Megan.
- Sí, pero nosotras estamos jugando a un juego muy diferente del tuyo.
- ¿Qué se supone que significa eso? Solo porque no tengas novio...
Blaine se aleja, dirigiéndose hacia el patio. Después de fulminar a Darlene con la mirada y agradeciendo en silencio a Megan por regañarla, sigo a Blaine al exterior.
Lo encuentro sentado en una de las tumbonas junto a la piscina.
- ¿Por qué coño has tenido que dudar cuando Darlene te ha hecho la
pregunta? –vocifera-. Me has puesto en ridículo bueno, ahora mismo no estoy muy contenta con Darlene.
Blaine suelta una cota carcajada.
- ¿No lo entiendes? No es culpa de Darlene.
- ¿Crees que es culpa mía? Como si fuera yo quien pidió ser compañera de Nick.
- No te quejaste demasiado -dice, poniéndose en pie.
- ¿Estás buscando bronca, Blaine?
- Puede que sí. Ni siquiera sabes comportarte como una novia.
- ¿Cómo puedes decir eso? ¿Quién te llevó al hospital cuando te torciste la muñeca? ¿Quién sale corriendo al campo y te da un beso después del primer touchdown?
¿Quién fue a visitarte todos los días cuando cogiste la varita el año pasado? -Recibí clases de conducción en contra de mi voluntad. Me quedé dormida en los brazos de Nick borracha, pero no sabía lo que estaba haciendo. No ha ocurrido nada con Nick soy inocente, aunque mis pensamientos no lo sean.
- Eso fue el año pasado -dice Blaine, cogiéndome de la mano y tirando de mí para volver a entrar en la casa-. Quiero que me demuestres lo mucho que te importo. Ahora.
Entramos en la habitación de Shane y Blaine me obliga a tumbarme en la cama con él.
Lo aparto cuando me acaricia el cuello con la punta de la nariz.
- Deja de comportarte como si estuviera forzándote, ___ -masculla Blaine. La cama cruje con nuestro peso-. Desde que empezó el instituto has estado actuando como una puñetera mojigata.
- No quiero que nuestra relación se base en el sexo. Me da la sensación de que ya nunca hablamos -digo, incorporándome sobre la cama.
- Pues hablemos -dice mientras su mano se pasea por mi pecho.
- Tú primero. Di algo y después hablaré yo.
- Esta es la cosa más estúpida que he oído nunca. No tengo nada que
decir, ____. Si tú tienes algo en mente, suéltalo.
Respiro profundamente, castigándome a mí misma por sentirme más a
gusto con Nick que en aquella cama con Blaine. No puedo permitir que termine nuestra relación. Mi madre se pondría histérica, mis amigas fliparían... el mundo se acabaría... Blaine tira de mí para que me tumbe a su lado. No puedo romper con él solo porque me dé miedo tener relaciones sexuales. Después de todo, él también es virgen. Y me ha esperado para que los dos podamos compartir ese momento. La mayoría de nuestros amigos ya lo han hecho. Tal vez eso es lo que hace que me sienta como una estúpida y mi interés por Nick se haya convertido en la excusa perfecta para evitar acostarme con Blaine.
Los brazos de Blaine me rodean la cintura. Llevamos juntos dos años, ¿por qué echarlo todo a perder por una estúpida atracción hacia alguien al que ni siquiera debería dirigir la palabra?
Cuando sus labios están a escasos centímetros de los míos, reparo en
algo que me deja helada. Una fotografía sobre el vestidor de Shane, Blaine y él en la playa, este verano. Hay dos chicas con ellos, y Blaine rodea cariñosamente con los brazos a una bonita morena con el pelo corto y enmarañado. Sonríen de oreja a oreja, como si tuvieran un secreto que están a punto de compartir.
- ¿Qué es eso? -le pregunto, señalando la fotografía e intentando que no se me refleje la inquietud en la voz. - Un par de chicas que conocimos en la playa -dice, recostándose de nuevo mientras yo sigo mirando la foto. - ¿Cómo se llama la chica a la que rodeas con el brazo?
- No lo sé. Creo que se llamaba Mía o algo así.
- Parecen una pareja -señalo.
- Eso es ridículo. Ven aquí -me ordena. Entonces se yergue y me impide seguir observando la fotografía.- Tú eres la única a la que deseo ahora, ____. - ¿Qué quiere decir con ahora? ¿Se refiere a que este verano ha deseado a Mía pero que ahora me desea a mí? ¿Estoy analizando demasiado sus palabras? Antes de que me dé cuenta, me ha bajado el vestido y me ha subido el sujetador hasta la barbilla. Intento concentrarme y convencerme de que mis dudas son solo el producto de los nervios.
- ¿Has echado el pestillo de la puerta? -le pregunto, Intentado alejar la inquietud de mi mente.
- Si -responde él, totalmente absorto en mis pechos. Consciente de que tengo que poner de mi parte pero haciendo un gran esfuerzo por motivarme, lo toco por encima de los pantalones.
Blaine se incorpora, me aparta la mano y se baja la cremallera.
Cuando se baja los pantalones hasta las rodillas, me dice:
- Vamos, ____. Probemos algo nuevo.-No me siento bien, todo parece demasiado preparado. Me acerco un poco, aunque tengo la mente en otro sitio.
La puerta se abre con un chirrido y la cabeza de Shane asoma por el resquicio. De inmediato, una sonrisa enorme se le dibuja en la cara.
- ¡Coño! ¿Dónde hay una cámara de móvil cuando la necesitas?
- ¡Pensaba que habías cerrado la puerta! -le grito a Blaine enfadada mientras me apresuro a ponerme el sujetador y a bajarme el vestido-. Me has mentido. -Colín coge la manta y se tapa.
- Joder, Shane, déjanos un poco de intimidad, ¿quieres? ___, deja de comportarte como una histérica.
- Por si no te has dado cuenta, esta es mi habitación -dice Shane, y apoyándose en el marco de la puerta, enarca una de sus cejas y añade-: ___, dime la verdad. ¿Son naturales?
- Shane, eres un cerdo -le espeto, apartándome de Blaine.
Mi novio intenta cogerme cuando bajo de la cama de un salto.
- Vuelve aquí, ___. Siento no haber echado el cerrojo. Me he dejado llevar por el momento.
El problema es que el hecho de que la puerta estuviera abierta no es la única razón por la que estoy enfadada. Me ha llamado «histérica» sin pensárselo dos veces. Y no ha regañado a Shane por su comentario. Miro a mi novio y le digo:
- ¿Ah, sí? Bueno, pues ahora soy yo quien se deja llevar por el momento y se larga de aquí.
A la una y media de la mañana estoy en mi habitación, mirando el móvil. Blaine me ha llamado treinta y seis veces. Y ha dejado diez mensajes. Desde que Sierra me ha acompañado a casa, he intentado ignorarle. En parte porque tengo que dejar que se me pase el enfado. Me atormenta la idea de que Shane me haya visto medio desnuda. Mientras buscaba a Sierra para pedirle que me trajera a casa, pude escuchar al menos a cinco personas que susurraban sobre la escena que había tenido lugar en la habitación de Shane.
No quiero perder los papeles como le ocurre a mi madre, y así me ocurre con Shane y Blaine en la habitación. Pero es la trigésimo novena llamada de Blaine, y mis pulsaciones ya han recuperado su ritmo habitual. Finalmente, respondo al teléfono.
- Deja de llamarme -le suelto.
- Dejaré de hacerlo cuando oigas lo que tengo que decirte -anuncia Blaine al otro lado de la línea con un tono de voz lleno de decepción.
- Pues habla. Te escucho.
Le oigo aspirar profundamente.
- Lo siento, ___. Siento no haber echado el cerrojo de la puerta. Siento haber querido tener relaciones sexuales. Siento que uno de mis amigos se lo tome a broma cuando no tiene ninguna gracia. Siento no poder soportar verlos a Jonass y a ti en clase de Peterson. Siento haber cambiado este verano.
No sé qué decirle. Blaine ha cambiado, pero ¿también lo he hecho yo? ¿O soy la misma persona que se despidió de él antes de que se marchara de vacaciones? No lo sé. Solo tengo una cosa clara.
- Blaine, no quiero que nos peleemos más.
- Yo tampoco. ¿Puedes olvidar lo que ha pasado esta noche? Te prometo que te recompensaré. ¿Recuerdas nuestro último aniversario, cuando mi tío nos llevó en su avioneta a Michigan para pasar el día?
Acabamos en un balneario. Cuando fuimos a cenar al restaurante por la noche, había un gigantesco ramo de rosas rojas en nuestra mesa, junto a una caja de color turquesa.
Dentro había un brazalete de oro blanco de Tiffany's.
- Sí, lo recuerdo.
- Voy a comprarte los pendientes que hacen juego con el brazalete, ___.
No tengo valor para decirle que lo que quiero no son unos pendientes. Me encanta el brazalete y siempre lo llevo puesto. Pero lo que me dejó boquiabierta aquel día no fue el regalo, sino el hecho de que Blaine fuera más allá de lo planeado solo para hacer que todo fuera súper especial. Eso es lo que recuerdo cuando veo el brazalete. No el regalo, sino su significado. He visto muy poco de ese Blaine desde que empezó el instituto.
Los caros pendientes serían un símbolo de la disculpa de Blaine y siempre me recordarían aquella noche. También servirían para sentirme culpable por no corresponderle con... mí virginidad. Puede que no sea consciente de ello, pero el hecho de que la idea me ronde por la cabeza es una señal. No quiero sentirme presionada.
- Blaine, no quiero los pendientes.
- Entonces, ¿qué quieres? Dímelo.
Tardo un rato en contestar. Hace seis meses podría haber redactado un ensayo de cien páginas sobre lo que quería. Desde que empezó el instituto, todo ha cambiado.
- Ahora mismo no sé lo que quiero. -Me duele tener que decir algo así, pero es lo que siento.
-Bueno, ¿me darás una pista cuando lo sepas?
Claro, si es que llego a descubrirlo.
Llegué tarde al partido de fútbol. Después de que Nick se marchara, me quedé en ropa interior y salté a la piscina para coger las llaves. Gracias a Nick, descendí de categoría. Darlene, la co-capitana del equipo de animadoras ya es oficialmente la capitana. Tardé media hora en secarme el pelo y volverme a poner el maquillaje en el vestuario de las chicas. A la señora Small le decepcionó mucho que llegara tarde al partido. Me dijo que debería sentirme agradecida de que me bajaran de categoría porque podían haberme expulsado del equipo. Después del partido, me tumbo en el sofá junto a mi hermana. El pelo me huele todavía a cloro, pero estoy demasiado cansada como para preocuparme por eso. Mientras veo un reality show en la tele después de cenar, notó que los ojos se me empiezan a cerrar.
- ____, despierta. Blaine está aquí -me dice mi madre, zarandeándome. Levanta la cabeza y veo a Blaine, de pie frente a mí. Me ofrece la mano y pregunta:
-¿Estás lista?
Vaya. Me he olvidado de la fiesta de Shane pese a que hace meses que está planeada. No me apetece nada ir.
- No vayamos y quedémonos en casa.
- ¿Estás de broma? Todos esperan que vayamos. No puedes perderte la mayor juerga del año -dice mirándome los pantalones de chándal y la camiseta con el lema Hazte un Chequeo. La conseguí el año pasado cuando hice la caminata contra el cáncer de mama-. Te esperaré mientras te vistes. Date prisa. ¿Por qué no te pones ese mini vestido negro que tanto me gusta?
Me arrastro hasta el armario para cambiarme. En una esquina, junto a la camiseta sin mangas de DKNY, está la bandana de Nick. La lavé anoche, pero cierro los ojos y me la llevo a la nariz para comprobar que su fragancia persiste en la tela. Lo único que acabo distinguiendo es el olor del detergente. Qué decepción. Ahora mismo no estoy preparada para analizar mis sentimientos, especialmente porque Blaine está esperándome abajo.
Tardo bastante en ponerme el mini vestido negro, arreglarme el pelo y maquillarme. Espero que Blaine no esté cabreado por haber esperado tanto.
Tengo que estar perfecta o mi madre no tardará ni un instante en criticar mi aspecto delante de él.
Cuando vuelvo a bajar, Blaine está sentado al borde del sofá, ignorando completamente a Shelley. Creo que se pone nervioso cuando está cerca de ella.
«La inspectora» que tengo por madre se acerca a mí y me toca el pelo.
- ¿Te has puesto acondicionador?
¿Antes o después de meterme en la piscina para recuperar las llaves?
- Mamá, por favor -le imploro, apartándole la mano.
- Estás increíble -señala Blaine, acercándose a mí.
Afortunadamente, mi madre se retira. Es obvio que le agrada y le tranquiliza la aprobación de Blaine aunque no tenga el pelo perfecto.
En el trayecto hasta la casa de Shane, observo al que ha sido mi novio durante los dos últimos años. La primera vez que nos besamos fue jugando a la botella en casa de Shane, en el segundo curso de instituto. Lo hicimos delante de todo el mundo. Blaine me cogió entre sus brazos y nos besamos durante cinco minutos. Sí, los espectadores lo cronometraron. Desde entonces hemos sido pareja.
- ¿Por qué me miras de ese modo? -pregunta, girando la cabeza.
- Estaba recordando la primera vez que nos besamos.
- Fue en casa de Shane. Sí, menudo espectáculo, ¿eh? Incluso los de último curso se quedaron boquiabiertos.
- Ahora somos nosotros los que estamos en último curso.
- Y todavía somos la Pareja Dorada, guapa -dice, doblando para encarar el camino de entrada de Shane-. ¡Que empiece la fiesta! ¡Ya ha llegado la Pareja Dorada, -grita Blaine cuando entramos en la casa.
Él se va con los chicos mientras yo voy a buscar a Sierra. La encuentro en el salón. Mi mejor amiga me da un abrazo y después me hace señas para que tome asiento en el sofá, a su lado. Hay un grupo de chicas del equipo de animadoras, entre ellas, Darlene.
- Ahora que ____ está aquí -dice Sierra-, podemos empezar a jugar.
- ¿A quién te gustaría besar? -pregunta Madison.
- Empecemos por algo sencillo. ¿Dogo o caniche? -sugiere
Sierra, recostándose en el sofá.
- ¿Los comparas con perros? -digo, soltando una carcajada.
- Sí.
- Vale. -Los caniches son monos y mimosos, pero los dogos son más masculinos y tienen una mirada que impone. Aunque me gusta lo mono y mimoso, un caniche no puede con un dogo-. Dogo.
- ¡Puaj! Caniche sin dudarlo. Los dogos tienen ese hocico hacia fuera y siempre están babeando. No apetece nada besarlos.
- Y no lo haremos, idiota -dice Sierra.
- Yo tengo una pregunta -digo-, ¿El entrenador Garrison o el señor Harris, el profesor de matemáticas?
- ¡Garrison! -exclaman todas al unísono.
- Está tan bueno -añade Megan.
- Siento aguaros la fiesta, pero he oído que es gay -confiesa
Sierra entre risitas.
- Qué va -dice Megan-. ¿Estás segura? Bueno, aunque lo fuera, no elegiría a Harris antes que a él.
- Yo tengo otra -interviene Darlene-. ¿Blaine Adams o Nick Jonas?
Todas desvían la mirada hacia mí. Entonces, Sierra me da un codazo, como indicándome que no estamos solas. Debe de ser Blaine. ¿Por qué me la ha jugado así Darlene?
Todas están mirando ahora a Blaine, quien está de pie detrás de mí.
- Ups. Lo siento -dice Darlene, disculpándose por haberse ido de la
lengua.
- Todos saben que _____ elegiría a Blaine -interviene Sierra mientras se mete una galleta salada en la boca.
- Darlene, ¿por qué has hecho eso? -pregunta Megan con desdén.
- ¿El qué? Solo es un juego, Megan.
- Sí, pero nosotras estamos jugando a un juego muy diferente del tuyo.
- ¿Qué se supone que significa eso? Solo porque no tengas novio...
Blaine se aleja, dirigiéndose hacia el patio. Después de fulminar a Darlene con la mirada y agradeciendo en silencio a Megan por regañarla, sigo a Blaine al exterior.
Lo encuentro sentado en una de las tumbonas junto a la piscina.
- ¿Por qué coño has tenido que dudar cuando Darlene te ha hecho la
pregunta? –vocifera-. Me has puesto en ridículo bueno, ahora mismo no estoy muy contenta con Darlene.
Blaine suelta una cota carcajada.
- ¿No lo entiendes? No es culpa de Darlene.
- ¿Crees que es culpa mía? Como si fuera yo quien pidió ser compañera de Nick.
- No te quejaste demasiado -dice, poniéndose en pie.
- ¿Estás buscando bronca, Blaine?
- Puede que sí. Ni siquiera sabes comportarte como una novia.
- ¿Cómo puedes decir eso? ¿Quién te llevó al hospital cuando te torciste la muñeca? ¿Quién sale corriendo al campo y te da un beso después del primer touchdown?
¿Quién fue a visitarte todos los días cuando cogiste la varita el año pasado? -Recibí clases de conducción en contra de mi voluntad. Me quedé dormida en los brazos de Nick borracha, pero no sabía lo que estaba haciendo. No ha ocurrido nada con Nick soy inocente, aunque mis pensamientos no lo sean.
- Eso fue el año pasado -dice Blaine, cogiéndome de la mano y tirando de mí para volver a entrar en la casa-. Quiero que me demuestres lo mucho que te importo. Ahora.
Entramos en la habitación de Shane y Blaine me obliga a tumbarme en la cama con él.
Lo aparto cuando me acaricia el cuello con la punta de la nariz.
- Deja de comportarte como si estuviera forzándote, ___ -masculla Blaine. La cama cruje con nuestro peso-. Desde que empezó el instituto has estado actuando como una puñetera mojigata.
- No quiero que nuestra relación se base en el sexo. Me da la sensación de que ya nunca hablamos -digo, incorporándome sobre la cama.
- Pues hablemos -dice mientras su mano se pasea por mi pecho.
- Tú primero. Di algo y después hablaré yo.
- Esta es la cosa más estúpida que he oído nunca. No tengo nada que
decir, ____. Si tú tienes algo en mente, suéltalo.
Respiro profundamente, castigándome a mí misma por sentirme más a
gusto con Nick que en aquella cama con Blaine. No puedo permitir que termine nuestra relación. Mi madre se pondría histérica, mis amigas fliparían... el mundo se acabaría... Blaine tira de mí para que me tumbe a su lado. No puedo romper con él solo porque me dé miedo tener relaciones sexuales. Después de todo, él también es virgen. Y me ha esperado para que los dos podamos compartir ese momento. La mayoría de nuestros amigos ya lo han hecho. Tal vez eso es lo que hace que me sienta como una estúpida y mi interés por Nick se haya convertido en la excusa perfecta para evitar acostarme con Blaine.
Los brazos de Blaine me rodean la cintura. Llevamos juntos dos años, ¿por qué echarlo todo a perder por una estúpida atracción hacia alguien al que ni siquiera debería dirigir la palabra?
Cuando sus labios están a escasos centímetros de los míos, reparo en
algo que me deja helada. Una fotografía sobre el vestidor de Shane, Blaine y él en la playa, este verano. Hay dos chicas con ellos, y Blaine rodea cariñosamente con los brazos a una bonita morena con el pelo corto y enmarañado. Sonríen de oreja a oreja, como si tuvieran un secreto que están a punto de compartir.
- ¿Qué es eso? -le pregunto, señalando la fotografía e intentando que no se me refleje la inquietud en la voz. - Un par de chicas que conocimos en la playa -dice, recostándose de nuevo mientras yo sigo mirando la foto. - ¿Cómo se llama la chica a la que rodeas con el brazo?
- No lo sé. Creo que se llamaba Mía o algo así.
- Parecen una pareja -señalo.
- Eso es ridículo. Ven aquí -me ordena. Entonces se yergue y me impide seguir observando la fotografía.- Tú eres la única a la que deseo ahora, ____. - ¿Qué quiere decir con ahora? ¿Se refiere a que este verano ha deseado a Mía pero que ahora me desea a mí? ¿Estoy analizando demasiado sus palabras? Antes de que me dé cuenta, me ha bajado el vestido y me ha subido el sujetador hasta la barbilla. Intento concentrarme y convencerme de que mis dudas son solo el producto de los nervios.
- ¿Has echado el pestillo de la puerta? -le pregunto, Intentado alejar la inquietud de mi mente.
- Si -responde él, totalmente absorto en mis pechos. Consciente de que tengo que poner de mi parte pero haciendo un gran esfuerzo por motivarme, lo toco por encima de los pantalones.
Blaine se incorpora, me aparta la mano y se baja la cremallera.
Cuando se baja los pantalones hasta las rodillas, me dice:
- Vamos, ____. Probemos algo nuevo.-No me siento bien, todo parece demasiado preparado. Me acerco un poco, aunque tengo la mente en otro sitio.
La puerta se abre con un chirrido y la cabeza de Shane asoma por el resquicio. De inmediato, una sonrisa enorme se le dibuja en la cara.
- ¡Coño! ¿Dónde hay una cámara de móvil cuando la necesitas?
- ¡Pensaba que habías cerrado la puerta! -le grito a Blaine enfadada mientras me apresuro a ponerme el sujetador y a bajarme el vestido-. Me has mentido. -Colín coge la manta y se tapa.
- Joder, Shane, déjanos un poco de intimidad, ¿quieres? ___, deja de comportarte como una histérica.
- Por si no te has dado cuenta, esta es mi habitación -dice Shane, y apoyándose en el marco de la puerta, enarca una de sus cejas y añade-: ___, dime la verdad. ¿Son naturales?
- Shane, eres un cerdo -le espeto, apartándome de Blaine.
Mi novio intenta cogerme cuando bajo de la cama de un salto.
- Vuelve aquí, ___. Siento no haber echado el cerrojo. Me he dejado llevar por el momento.
El problema es que el hecho de que la puerta estuviera abierta no es la única razón por la que estoy enfadada. Me ha llamado «histérica» sin pensárselo dos veces. Y no ha regañado a Shane por su comentario. Miro a mi novio y le digo:
- ¿Ah, sí? Bueno, pues ahora soy yo quien se deja llevar por el momento y se larga de aquí.
A la una y media de la mañana estoy en mi habitación, mirando el móvil. Blaine me ha llamado treinta y seis veces. Y ha dejado diez mensajes. Desde que Sierra me ha acompañado a casa, he intentado ignorarle. En parte porque tengo que dejar que se me pase el enfado. Me atormenta la idea de que Shane me haya visto medio desnuda. Mientras buscaba a Sierra para pedirle que me trajera a casa, pude escuchar al menos a cinco personas que susurraban sobre la escena que había tenido lugar en la habitación de Shane.
No quiero perder los papeles como le ocurre a mi madre, y así me ocurre con Shane y Blaine en la habitación. Pero es la trigésimo novena llamada de Blaine, y mis pulsaciones ya han recuperado su ritmo habitual. Finalmente, respondo al teléfono.
- Deja de llamarme -le suelto.
- Dejaré de hacerlo cuando oigas lo que tengo que decirte -anuncia Blaine al otro lado de la línea con un tono de voz lleno de decepción.
- Pues habla. Te escucho.
Le oigo aspirar profundamente.
- Lo siento, ___. Siento no haber echado el cerrojo de la puerta. Siento haber querido tener relaciones sexuales. Siento que uno de mis amigos se lo tome a broma cuando no tiene ninguna gracia. Siento no poder soportar verlos a Jonass y a ti en clase de Peterson. Siento haber cambiado este verano.
No sé qué decirle. Blaine ha cambiado, pero ¿también lo he hecho yo? ¿O soy la misma persona que se despidió de él antes de que se marchara de vacaciones? No lo sé. Solo tengo una cosa clara.
- Blaine, no quiero que nos peleemos más.
- Yo tampoco. ¿Puedes olvidar lo que ha pasado esta noche? Te prometo que te recompensaré. ¿Recuerdas nuestro último aniversario, cuando mi tío nos llevó en su avioneta a Michigan para pasar el día?
Acabamos en un balneario. Cuando fuimos a cenar al restaurante por la noche, había un gigantesco ramo de rosas rojas en nuestra mesa, junto a una caja de color turquesa.
Dentro había un brazalete de oro blanco de Tiffany's.
- Sí, lo recuerdo.
- Voy a comprarte los pendientes que hacen juego con el brazalete, ___.
No tengo valor para decirle que lo que quiero no son unos pendientes. Me encanta el brazalete y siempre lo llevo puesto. Pero lo que me dejó boquiabierta aquel día no fue el regalo, sino el hecho de que Blaine fuera más allá de lo planeado solo para hacer que todo fuera súper especial. Eso es lo que recuerdo cuando veo el brazalete. No el regalo, sino su significado. He visto muy poco de ese Blaine desde que empezó el instituto.
Los caros pendientes serían un símbolo de la disculpa de Blaine y siempre me recordarían aquella noche. También servirían para sentirme culpable por no corresponderle con... mí virginidad. Puede que no sea consciente de ello, pero el hecho de que la idea me ronde por la cabeza es una señal. No quiero sentirme presionada.
- Blaine, no quiero los pendientes.
- Entonces, ¿qué quieres? Dímelo.
Tardo un rato en contestar. Hace seis meses podría haber redactado un ensayo de cien páginas sobre lo que quería. Desde que empezó el instituto, todo ha cambiado.
- Ahora mismo no sé lo que quiero. -Me duele tener que decir algo así, pero es lo que siento.
-Bueno, ¿me darás una pista cuando lo sepas?
Claro, si es que llego a descubrirlo.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 28. Nick
Es lunes e intento no darle demasiada importancia a las ganas que tengo de que llegue la clase de química. Obviamente no es por la señora P., sino por ____, quien, por cierto, llega tarde a clase.
- Eh -la saludo.
- Eh -responde ella.
Ni rastro de una sonrisa, ni brillo en sus ojos. Definitivamente, hay algo que la está atormentando.
- De acuerdo, chicos -dice la señora P-. Sacad los lápices. Veamos cuánto habéis estudiado.
Mientras maldigo a la señora P. en silencio por no haber organizado un día de laboratorio con experimentos en el que ____ y yo podamos hablar, miro a mi compañera. Parece completamente despistada. Para protegerla, aunque no tenga derecho alguno, levanto la mano.
- Miedo me dan sus preguntas, Nick -suelta la señora P.
- Es una preguntita de nada.
- Adelante. Que sea rápida.
- Es un examen con apuntes, ¿verdad?
La profesora me observa por encima de sus gafas.
- No, Nick, no es un examen con apuntes. Y si no ha estudiado, va a llevarse un gigantesco suspenso. ¿Lo ha entendido?
Como única respuesta, dejo caer los libros al suelo con un ruido sordo.
Después de que la señora P. reparta el examen, leo la primera pregunta.
«La densidad del Al (aluminio) es de 2.7 gramos por milímetro. ¿Qué volumen ocuparán 10.5 gramos de Al (aluminio)?»
Tras resolver el problema, hecho un vistazo a ____. Está mirando la hoja del examen, pero con la mirada perdida.
Al darse cuenta de que la estoy mirando, murmura:
- ¿Qué?
- Nada.
La señora P. nos lanza una mirada. Respiro profundamente para tranquilizarme y vuelvo a concentrarme en el examen. ¿Por qué tiene que actuar de ese modo? ¿Por qué se vuelve tan fría conmigo sin previo aviso? ¿Qué le pasa?
Por el rabillo del ojo, veo que mi compañera de laboratorio coge el pase que cuelga de la puerta del aula para ir al cuarto de baño. El problema es que el pase para el baño no te ayuda a escapar de la realidad. Todavía estará ahí cuando salgas. Créeme, yo ya lo he intentado. Los problemas son como la basura, no desaparece por mucho que la escondas en un cubo.
Cuando regresa a clase, ____ agacha la cabeza sobre la mesa de laboratorio y empieza a escribir las respuestas. Una sola mirada es suficiente para saber que no está concentrada en el examen y que está haciendo una chapuza. Y cuando la señora P. pide que entreguemos los exámenes, mi compañera de laboratorio tiene una mirada vacía en el rostro.
- Si te hace sentir mejor -digo en voz baja para que solo ____ pueda oírme-, me catearon gimnasia en el último año antes del instituto por ponerle un cigarrillo en la boca a un maniquí.
- Me alegro -suelta sin levantar la mirada.
La música empieza a sonar en el altavoz, señalando el final de la clase. Observo el cabello dorado de ____ balanceándose menos que de costumbre mientras sale de clase, sorprendentemente sin que la acompañe su novio. Me pregunto si cree que todo va a caerle del cielo, incluidas las buenas notas.
Yo tengo que trabajar para conseguirlo todo. Nunca me han regalado nada.
- Hola, Nick.
Es Selena. Está esperándome frente a la taquilla. Bueno, puede que algunas cosas sí me caigan del cielo.
- ¿Qué pasa?
Mi ex novia se acerca, dejando ver el profundo escote en forma de pico de su camiseta.
- Nos hemos juntado unos cuantos para ir a la playa después de clase.
¿Quieres venir?
- Tengo que trabajar –replico-. Quizás me apunte más tarde.
Pienso en lo que ocurrió hace dos fines de semana, cuando fui a casa de _____ y tuve que asistir al espectáculo de su madre hablando con aires de superioridad. Fue todo un choque de realidad.
Emborracharme para olvidar mi dañado ego fue una idea estúpida. Quería estar con ____, pasar el rato con ella no solo para estudiar sino también para averiguar qué se escondía bajo su rubia cabellera. Mi compañera de laboratorio me dejó colgado.
Selena no. El recuerdo es algo vago, pero puedo ver a Selena en el lago, rodeándome con sus brazos. Y sentada sobre mí junto al fuego mientras fumábamos algo más fuerte que un Marlboro. En mi estado embriagado, fumado y con el orgullo herido, habría dejado que cualquier chica me consolase. Selena estaba allí, deseándolo, y le debo una disculpa porque, aunque fue ella quien me provocó, yo no debería haber mordido el anzuelo. Tendré que aclarar las cosas con ella y explicarle por qué me comporté como un gilipollas.
Después de clase, veo que hay una multitud agolpada alrededor de mi moto. Mierda, si le pasa algo a Julio juro que voy a partirle la cara a alguien. No tengo que abrirme paso, porque cuando me acerco se abre un hueco por el que puedo pasar.
Todos me miran mientras contemplo el acto de vandalismo que ha sufrido mi moto. Están esperando que entre en cólera. Después de todo, ¿quién se atrevería a pegar un timbre de triciclo rosa al manillar y enrollar una serpentina de color chillón en las empuñaduras? Alguien va a tener que atenerse a las consecuencias.
Como ____, por ejemplo. Echo un vistazo a mi alrededor, pero no la veo cerca.
- No he sido yo -se apresura a decir Lucky.
Todos murmuran que tampoco han sido ellos.
Tras lo cual, se ponen a cuchichear acerca de quién puede haber sido.
- Blaine Adams, Greg Hanson...
Pero yo no estoy escuchando porque sé perfectamente quién es la culpable. Mi compañera de laboratorio, la misma que hoy no me ha hecho ni caso.
Arranco la serpentina y luego desenrosco el timbre de plástico rosa. Rosa. Me pregunto si es de alguna de sus bicis.
- Apartaos de mi camino -increpo a la multitud.
Todos se apresuran a dispersarse, creyendo que estoy muy cabreado y que lo mejor es estar lejos de allí cuando estalle. A veces, representar el papel del tipo duro tiene sus ventajas. ¿La verdad? Utilizaré el timbre rosa y la serpentina como excusa para volver a hablar con ____.
Después de que todos se hayan marchado, camino por el lateral del campo de fútbol. El equipo de animadoras está practicando, como de costumbre.
- ¿Buscas a alguien?
Cuando me vuelvo, me encuentro con Darlene Boehm, una de las amigas de ____.
- ¿Está ____ por aquí? -pregunto.
- No.
- ¿Sabes dónde está?
¿Nick Jonas interesado en saber dónde está ____ Ellis? Espero que me responda que no es asunto mío. O que la deje en paz. Pero en lugar de eso, su amiga me contesta:
- Se ha ido a casa.
Murmuro un «gracias» y regreso junto a Julio mientras marco el teléfono de mi primo.
- Taller de Enrique.
- Soy Nick. Llegaré tarde a trabajar.
- ¿Han vuelto a castigarte?
- No, no es nada de eso.
- Bueno, cuando vengas ponte con el Lexus de Chuy. Le dije que podría pasar a recogerlo a las siete y ya sabes cómo se pone cuando no cumples con una promesa.
- No te preocupes -respondo mientras pienso en el puesto que ocupa
Chuy en la pandilla.
Es el típico tío al que nunca querrías ver enfadado. El tipo de chico que nace sin el chip de la empatía en el cerebro. Si alguien no es legal, Chuy se encarga de que vuelva a serlo o de que no acabe convirtiéndose en un soplón. Y recurre a cualquier método para conseguirlo por mucho que la persona en cuestión niegue por su vida-. Allí estaré. Diez minutos más tarde, llamo a la puerta de los Ellis con el timbre rosa y la serpentina en la mano, intentando adoptar una postura de tipo duro. Cuando ____ abre la puerta con una camiseta holgada y unos pantalones cortos, me derrumbo.
- Nick, ¿qué estás haciendo aquí? -me pregunta con los ojos azules abiertos de par en par.
Le entrego el timbre y la serpentina.
- No puedo creer que hayas venido hasta aquí solo por una broma -dice, y me arranca sus cosas de las manos.
- Hemos de hablar de otras cosas aparte de eso.
Ella traga saliva. Está nerviosa.
- No me siento muy bien, ¿vale? Hablemos en el instituto -me ruega, intentando cerrar la puerta.
Mierda, no puedo creer que vaya a hacer esto, como los acosadores de las películas. Abro la puerta de un empujón. ¡Qué coño!
- Nick, no.
- Déjame entrar. Solo será un minuto. Por favor.
____ niega con la cabeza y sus angelicales rizos se balancean de un lado a otro.
- A mis padres no les gusta que invite a gente a mi casa.
- ¿Están aquí?
-No -deja escapar un suspiro y abre la puerta con indecisión.
Me cuelo dentro. La casa es incluso más grande que lo que parece desde el exterior. Las paredes están pintadas de un blanco impoluto, como las de un hospital. Apuesto a que el polvo no se atreve ni a rozar el suelo ni las encimeras.
El recibidor de dos plantas tiene una escalera que podría rivalizar con la que vi en Sonrisas y lágrimas, una película que nos obligaron a ver en la escuela. El suelo brilla como el oro.
_____ tenía razón, no pinto nada aquí. No me importa. Aunque no pertenezca a este lugar, ella está aquí, donde quiero que esté.
- Bueno, ¿de qué querías hablar? -me pregunta.
Ojalá sus largas y esbeltas piernas no destacaran tanto con esos pantalones cortos. Son una distracción demasiado tentadora. Aparto la mirada e intento controlarme con todas mis fuerzas. ¿Y qué si tiene unas piernas sexys? ¿Qué más da que tenga los ojos claros como bolas de cristal? ¿Qué pasa si puede aguantar perfectamente una broma y devolverla aún con más arte? ¿A quién pretendo engañar? No tengo excusa para estar aquí excepto el deseo de estar a su lado. A la mierda la apuesta. Quiero descubrir cómo puedo hacerle reír. Quiero saber cómo hacerle llorar. Quiero saber lo que se siente si me mira como si fuera su caballero de la brillante armadura.
- ¡___! -resuena una voz distante, rompiendo el silencio.
- Espera aquí -me ordena ____ antes de salir corriendo por el pasillo-.
Enseguida vuelvo.
No estoy dispuesto a quedarme en el vestíbulo como un gilipollas. La sigo, sabiendo que estoy a punto de entrar en su mundo privado.
Es lunes e intento no darle demasiada importancia a las ganas que tengo de que llegue la clase de química. Obviamente no es por la señora P., sino por ____, quien, por cierto, llega tarde a clase.
- Eh -la saludo.
- Eh -responde ella.
Ni rastro de una sonrisa, ni brillo en sus ojos. Definitivamente, hay algo que la está atormentando.
- De acuerdo, chicos -dice la señora P-. Sacad los lápices. Veamos cuánto habéis estudiado.
Mientras maldigo a la señora P. en silencio por no haber organizado un día de laboratorio con experimentos en el que ____ y yo podamos hablar, miro a mi compañera. Parece completamente despistada. Para protegerla, aunque no tenga derecho alguno, levanto la mano.
- Miedo me dan sus preguntas, Nick -suelta la señora P.
- Es una preguntita de nada.
- Adelante. Que sea rápida.
- Es un examen con apuntes, ¿verdad?
La profesora me observa por encima de sus gafas.
- No, Nick, no es un examen con apuntes. Y si no ha estudiado, va a llevarse un gigantesco suspenso. ¿Lo ha entendido?
Como única respuesta, dejo caer los libros al suelo con un ruido sordo.
Después de que la señora P. reparta el examen, leo la primera pregunta.
«La densidad del Al (aluminio) es de 2.7 gramos por milímetro. ¿Qué volumen ocuparán 10.5 gramos de Al (aluminio)?»
Tras resolver el problema, hecho un vistazo a ____. Está mirando la hoja del examen, pero con la mirada perdida.
Al darse cuenta de que la estoy mirando, murmura:
- ¿Qué?
- Nada.
La señora P. nos lanza una mirada. Respiro profundamente para tranquilizarme y vuelvo a concentrarme en el examen. ¿Por qué tiene que actuar de ese modo? ¿Por qué se vuelve tan fría conmigo sin previo aviso? ¿Qué le pasa?
Por el rabillo del ojo, veo que mi compañera de laboratorio coge el pase que cuelga de la puerta del aula para ir al cuarto de baño. El problema es que el pase para el baño no te ayuda a escapar de la realidad. Todavía estará ahí cuando salgas. Créeme, yo ya lo he intentado. Los problemas son como la basura, no desaparece por mucho que la escondas en un cubo.
Cuando regresa a clase, ____ agacha la cabeza sobre la mesa de laboratorio y empieza a escribir las respuestas. Una sola mirada es suficiente para saber que no está concentrada en el examen y que está haciendo una chapuza. Y cuando la señora P. pide que entreguemos los exámenes, mi compañera de laboratorio tiene una mirada vacía en el rostro.
- Si te hace sentir mejor -digo en voz baja para que solo ____ pueda oírme-, me catearon gimnasia en el último año antes del instituto por ponerle un cigarrillo en la boca a un maniquí.
- Me alegro -suelta sin levantar la mirada.
La música empieza a sonar en el altavoz, señalando el final de la clase. Observo el cabello dorado de ____ balanceándose menos que de costumbre mientras sale de clase, sorprendentemente sin que la acompañe su novio. Me pregunto si cree que todo va a caerle del cielo, incluidas las buenas notas.
Yo tengo que trabajar para conseguirlo todo. Nunca me han regalado nada.
- Hola, Nick.
Es Selena. Está esperándome frente a la taquilla. Bueno, puede que algunas cosas sí me caigan del cielo.
- ¿Qué pasa?
Mi ex novia se acerca, dejando ver el profundo escote en forma de pico de su camiseta.
- Nos hemos juntado unos cuantos para ir a la playa después de clase.
¿Quieres venir?
- Tengo que trabajar –replico-. Quizás me apunte más tarde.
Pienso en lo que ocurrió hace dos fines de semana, cuando fui a casa de _____ y tuve que asistir al espectáculo de su madre hablando con aires de superioridad. Fue todo un choque de realidad.
Emborracharme para olvidar mi dañado ego fue una idea estúpida. Quería estar con ____, pasar el rato con ella no solo para estudiar sino también para averiguar qué se escondía bajo su rubia cabellera. Mi compañera de laboratorio me dejó colgado.
Selena no. El recuerdo es algo vago, pero puedo ver a Selena en el lago, rodeándome con sus brazos. Y sentada sobre mí junto al fuego mientras fumábamos algo más fuerte que un Marlboro. En mi estado embriagado, fumado y con el orgullo herido, habría dejado que cualquier chica me consolase. Selena estaba allí, deseándolo, y le debo una disculpa porque, aunque fue ella quien me provocó, yo no debería haber mordido el anzuelo. Tendré que aclarar las cosas con ella y explicarle por qué me comporté como un gilipollas.
Después de clase, veo que hay una multitud agolpada alrededor de mi moto. Mierda, si le pasa algo a Julio juro que voy a partirle la cara a alguien. No tengo que abrirme paso, porque cuando me acerco se abre un hueco por el que puedo pasar.
Todos me miran mientras contemplo el acto de vandalismo que ha sufrido mi moto. Están esperando que entre en cólera. Después de todo, ¿quién se atrevería a pegar un timbre de triciclo rosa al manillar y enrollar una serpentina de color chillón en las empuñaduras? Alguien va a tener que atenerse a las consecuencias.
Como ____, por ejemplo. Echo un vistazo a mi alrededor, pero no la veo cerca.
- No he sido yo -se apresura a decir Lucky.
Todos murmuran que tampoco han sido ellos.
Tras lo cual, se ponen a cuchichear acerca de quién puede haber sido.
- Blaine Adams, Greg Hanson...
Pero yo no estoy escuchando porque sé perfectamente quién es la culpable. Mi compañera de laboratorio, la misma que hoy no me ha hecho ni caso.
Arranco la serpentina y luego desenrosco el timbre de plástico rosa. Rosa. Me pregunto si es de alguna de sus bicis.
- Apartaos de mi camino -increpo a la multitud.
Todos se apresuran a dispersarse, creyendo que estoy muy cabreado y que lo mejor es estar lejos de allí cuando estalle. A veces, representar el papel del tipo duro tiene sus ventajas. ¿La verdad? Utilizaré el timbre rosa y la serpentina como excusa para volver a hablar con ____.
Después de que todos se hayan marchado, camino por el lateral del campo de fútbol. El equipo de animadoras está practicando, como de costumbre.
- ¿Buscas a alguien?
Cuando me vuelvo, me encuentro con Darlene Boehm, una de las amigas de ____.
- ¿Está ____ por aquí? -pregunto.
- No.
- ¿Sabes dónde está?
¿Nick Jonas interesado en saber dónde está ____ Ellis? Espero que me responda que no es asunto mío. O que la deje en paz. Pero en lugar de eso, su amiga me contesta:
- Se ha ido a casa.
Murmuro un «gracias» y regreso junto a Julio mientras marco el teléfono de mi primo.
- Taller de Enrique.
- Soy Nick. Llegaré tarde a trabajar.
- ¿Han vuelto a castigarte?
- No, no es nada de eso.
- Bueno, cuando vengas ponte con el Lexus de Chuy. Le dije que podría pasar a recogerlo a las siete y ya sabes cómo se pone cuando no cumples con una promesa.
- No te preocupes -respondo mientras pienso en el puesto que ocupa
Chuy en la pandilla.
Es el típico tío al que nunca querrías ver enfadado. El tipo de chico que nace sin el chip de la empatía en el cerebro. Si alguien no es legal, Chuy se encarga de que vuelva a serlo o de que no acabe convirtiéndose en un soplón. Y recurre a cualquier método para conseguirlo por mucho que la persona en cuestión niegue por su vida-. Allí estaré. Diez minutos más tarde, llamo a la puerta de los Ellis con el timbre rosa y la serpentina en la mano, intentando adoptar una postura de tipo duro. Cuando ____ abre la puerta con una camiseta holgada y unos pantalones cortos, me derrumbo.
- Nick, ¿qué estás haciendo aquí? -me pregunta con los ojos azules abiertos de par en par.
Le entrego el timbre y la serpentina.
- No puedo creer que hayas venido hasta aquí solo por una broma -dice, y me arranca sus cosas de las manos.
- Hemos de hablar de otras cosas aparte de eso.
Ella traga saliva. Está nerviosa.
- No me siento muy bien, ¿vale? Hablemos en el instituto -me ruega, intentando cerrar la puerta.
Mierda, no puedo creer que vaya a hacer esto, como los acosadores de las películas. Abro la puerta de un empujón. ¡Qué coño!
- Nick, no.
- Déjame entrar. Solo será un minuto. Por favor.
____ niega con la cabeza y sus angelicales rizos se balancean de un lado a otro.
- A mis padres no les gusta que invite a gente a mi casa.
- ¿Están aquí?
-No -deja escapar un suspiro y abre la puerta con indecisión.
Me cuelo dentro. La casa es incluso más grande que lo que parece desde el exterior. Las paredes están pintadas de un blanco impoluto, como las de un hospital. Apuesto a que el polvo no se atreve ni a rozar el suelo ni las encimeras.
El recibidor de dos plantas tiene una escalera que podría rivalizar con la que vi en Sonrisas y lágrimas, una película que nos obligaron a ver en la escuela. El suelo brilla como el oro.
_____ tenía razón, no pinto nada aquí. No me importa. Aunque no pertenezca a este lugar, ella está aquí, donde quiero que esté.
- Bueno, ¿de qué querías hablar? -me pregunta.
Ojalá sus largas y esbeltas piernas no destacaran tanto con esos pantalones cortos. Son una distracción demasiado tentadora. Aparto la mirada e intento controlarme con todas mis fuerzas. ¿Y qué si tiene unas piernas sexys? ¿Qué más da que tenga los ojos claros como bolas de cristal? ¿Qué pasa si puede aguantar perfectamente una broma y devolverla aún con más arte? ¿A quién pretendo engañar? No tengo excusa para estar aquí excepto el deseo de estar a su lado. A la mierda la apuesta. Quiero descubrir cómo puedo hacerle reír. Quiero saber cómo hacerle llorar. Quiero saber lo que se siente si me mira como si fuera su caballero de la brillante armadura.
- ¡___! -resuena una voz distante, rompiendo el silencio.
- Espera aquí -me ordena ____ antes de salir corriendo por el pasillo-.
Enseguida vuelvo.
No estoy dispuesto a quedarme en el vestíbulo como un gilipollas. La sigo, sabiendo que estoy a punto de entrar en su mundo privado.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
siguela esta buenisima creo que nick descubrira cosas mas extrañas de la rayiss
Nixa
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Nick descubre a shelley estoy segura de eso
y la vida de ambos es super complicada
me encantaaaaaaaaaa la nove
me ha dejado enganchanda y si no me equivoco
Nick esta como enamorado de la rayis
y ya quiero q la rayis termine con blaine
aunq va a ser aun mas complicado q eso verdad??
no solo por blaine sino x la mama
rayos quiero saber
siguelaaaaaaaaaaaaaaaa
y la vida de ambos es super complicada
me encantaaaaaaaaaa la nove
me ha dejado enganchanda y si no me equivoco
Nick esta como enamorado de la rayis
y ya quiero q la rayis termine con blaine
aunq va a ser aun mas complicado q eso verdad??
no solo por blaine sino x la mama
rayos quiero saber
siguelaaaaaaaaaaaaaaaa
As I am
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
awww esta todo muy interesante, siguela pronto (:
romina.13
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Siguelaaaaaaaaaaa!
Me encanta!
Me encanta!
Ariadna Solange Jonas *-*
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Chicas lo siento mucho por no haberles dejado capítulo, pero el colegio me tiene tan apretada que el tiempo no me alcanza. Les dejare maratón (:
Capítulo 29._____
No es que me avergüence de la discapacidad de mi hermana, pero no quiero que Nick la juzgue, porque si se ríe de ella, no podré soportarlo. Me doy la vuelta.
- No se te da muy bien obedecer órdenes, ¿verdad?
Me sonríe como diciendo «soy un pandillero, ¿qué esperabas?».
- Tengo que ir a echarle un vistazo a mi hermana. ¿Te importa?
- No. Así podré conocerla. Confía en mí.
Debería sacarlo de casa a patadas, con sus tatuajes y todo. Debería, pero no lo hago. Sin decir nada más, lo llevo a nuestra oscura biblioteca revestida de madera. Shelley está sentada en su silla de ruedas, con la cabeza torpemente inclinada hacia un lado mientras ve la televisión.
Cuando se da cuenta de que tiene compañía, aparta la mirada del televisor y nos observa, primero a mí y después a Nick.
- Este es Nick -le explico, y apago la tele-. Un amigo del instituto.
Shelley mira a Nick con una sonrisa torcida y golpea su teclado especial con los nudillos.
- Hola -dice una voz femenina y computarizada. Golpea otro botón-. Me llamo Shelley -continúa el ordenador. Nick se arrodilla junto a mi hermana. Ese simple gesto de respeto despierta una extraña sensación en mí. Blaine siempre ha ignorado a mi hermana, la trata como si, además de discapacitada física y mental, también fuera ciega y sorda.
- ¿Qué tal? -dice Nick, cogiendo la rígida mano de Shelley y estrechándola-. Qué ordenador más guay.
- Es un mecanismo de comunicación especial o PCD -le explico-. Le ayuda a comunicarse con los demás.
- Juego - dice la voz del ordenador. Nick se coloca junto a Shelley.
Contengo la respiración mientras observo sus manos, asegurándome de que no estén al alcance de su espesa mata de pelo.
- ¿Esto tienes juegos? -pregunta.
- Sí -respondo por ella-. Es una fanática de las damas. Shelley, enséñale cómo funciona.
Mientras Shelley presiona despacio la pantalla con los nudillos, Nick lo observa todo visiblemente fascinado. Cuando aparecen las damas en la pantalla, Shelley empuja la mano de Nick.
- Tú primera -dice él.
Ella niega con la cabeza.
- Quiere que empieces tú -le digo.
- Guay -dice él, dándole un golpecito a la pantalla.
Les observo. Ver jugar tranquilamente a este tipo duro con mi hermana mayor me hace sentir muy bien.
- ¿Te importa si voy a prepararle algo de comer? -le pregunto. Necesito salir de la habitación.
- No, adelante -repone Nick sin apartar la vista de la pantalla.
- No tienes que dejarte ganar -le advierto antes de marcharme-. Se le dan muy bien las damas.
- Eh, gracias por el voto de confianza, pero estoy intentando ganar
-responde Nick. Sonríe con sinceridad. No intenta representar el papel de chico duro y arrogante. Me hace desear con más fuerza escapar de allí. Poco después, cuando entro en la biblioteca con la comida de Shelley, Nick dice: - Me ha destrozado.
- Ya te dije que era buena. Pero se acabaron los juegos por hoy -le digo a Shelley. Acto seguido, me vuelvo hacia Nick y añado-: Espero que no te importe que le dé de comer.
- Desde luego que no.
Nick toma asiento en el sillón de piel favorito de mi padre mientras yo coloco la bandeja delante de Shelley y le doy de comer su compota de manzana. Es un desastre, como siempre. Ladeo la cabeza y veo a Nick que está observándome mientras le enjugo a mi hermana la comisura de los labios con una toallita.
- Shelley, tendrías que haberle dejado ganar. Ya sabes, por educación. –Mi hermana responde negando con la cabeza. La compota le resbala por la barbilla-. De modo que así están las cosas, ¿eh? -le recrimino, esperando que la escena no asquee a Nick. Tal vez le estoy poniendo a prueba para averiguar sí puede soportar un rato de mi vida en casa. Si lo hace, aprobará-. Espera a que se vaya Nick. Ya te enseñaré yo quién es la campeona de las damas.
Mi hermana me regala una de sus sonrisas dulces y ladeadas.
Es como si expresara mil palabras con ese gesto. Durante un momento, me olvido de que él me observa. Es tan extraño tenerlo aquí, dentro de mi vida, en mi casa. No pertenece a este lugar y, sin embargo, no parece importarle estar aquí.
- ¿Por qué estabas de tan mala leche en clase de química? -me pregunta.
Porque van a llevarse lejos a mi hermana y ayer me pillaron con las tetas al aire mientras Colín tenía los pantalones bajados delante de mí.
- Estoy segura de que has oído los espantosos rumores.
- No, no he oído nada. Quizás estés obsesionada.
Quizás. Shane nos vio, y tiene la lengua muy larga. Cada vez que alguien me miraba hoy, me daba la impresión de que lo sabía. Miro a Nick y le digo:
- A veces desearía poder retroceder en el tiempo.
- Sí, yo desearía poder retroceder unos cuantos años -responde muy serio-. O hacer que los días pasaran muy deprisa.
-Por desgracia, la vida real no funciona con mando a distancia –me lamento. Cuando Shelley termina de comer, la siento delante de la televisión y me llevo a Nick a la cocina-. Mi vida no es tan perfecta, después de todo, ¿verdad? -le pregunto mientras saco unos refrescos del frigorífico. Nick me mira con curiosidad.
- ¿Qué? -le espeto. -Supongo que todos tenemos problemas. A mí me persiguen más demonios de los que salen en una película de terror -dice, encogiéndose de hombros.
¿Demonios? Nada parece perturbar a Nick. Nunca se queja de su vida.
- ¿Cuáles son tus demonios? -insisto.
- Si te cuento cuáles son mis demonios, saldrías corriendo de aquí.
- Creo que te sorprendería más saber qué me hace correr a mí, Nick.
Las campanadas del reloj de pared resuenan por toda la casa. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
- Tengo que irme - anuncia Nick-. Mañana podemos quedar en mi casa, después del instituto, para estudiar.
- ¿En tu casa? ¿En la zona sur?
- Puedo enseñarte un pedacito de mi vida. ¿Te atreves? -me reta.
- Claro -aseguro, tragando saliva. Que empiece el juego.
Cuando le acompaño a la puerta, oigo que alguien está aparcando el coche en la entrada de mi casa. Si es mi madre, me la cargo. Da igual que hayamos tenido un encuentro de lo más inocente, se pondrá hecha una furia. Miro a través de las ventanas de la puerta principal y reconozco el deportivo rojo de Darlene. - Oh, no. Mis amigas están aquí.
- Que no cunda el pánico -dice-. Abre la puerta. No puedes fingir que no estoy aquí. Mi moto está aparcada en la entrada.
Tiene razón. No puedo ocultar su presencia. Abro la puerta y salgo al exterior. Nick está justo detrás de mí cuando me encuentro con Darlene, Morgan y Sierra en la acera.
- ¡Hola, chicas! -exclamo. Tal vez si actúo con normalidad no le darán tanta importancia al hecho de que Nick esté en mi casa. Le doy un codazo a mi compañero de laboratorio-. Estábamos hablando de nuestro proyecto de química. ¿Verdad, Nick?
- Así es.
Sierra arquea las cejas. Cuando Morgan ve salir de mi casa a Nick, me da la sensación de que está a punto de sacar el móvil, sin duda para poner al corriente a la otra M.
-¿Deberíamos irnos y dejaros a solas? -sugiere Darlene. -No seas ridícula -me apresuro a añadir. Nick monta en la moto. La camiseta que lleva marca una espalda perfectamente musculada y los pantalones un perfectamente musculado...
- Nos vemos mañana -dice, señalándome con el dedo tras ponerse el casco. Mañana. En su casa. Asiento con la cabeza.
Después de que Nick se haya ido, Sierra interviene:
- ¿De qué iba todo esto?
- Química -murmuro.
Morgan se ha quedado boquiabierta.
- ¿Estaban haciéndolo? -insiste Darlene-. Porque hace diez años que somos amigas y puedo contar con los dedos de la mano las veces que me has invitado a entrar en tu casa.
- Es mi compañero de química,
- Es un pandillero, ___. No lo olvides nunca -dice Darlene. Sierra niega con la cabeza y añade:
- ¿Estás colada por otro tío que no es tu novio? Blaine le ha comentado a Doug que últimamente te comportas de un modo muy extraño. Somos tus amigas, así que hemos venido aquí para hacerte entrar en razón. Me siento en el primer escalón y las oigo parlotear sobre la reputación, los novios y la lealtad durante media hora. Tienen razón.
- Prométeme que no sucede nada entre Nick y tú -exige Sierra cuando
Morgan y Darlene se marchan en coche y nos quedamos solas.
- No sucede nada entre Nick y yo -le aseguro-. Te lo prometo.
Capítulo 29._____
No es que me avergüence de la discapacidad de mi hermana, pero no quiero que Nick la juzgue, porque si se ríe de ella, no podré soportarlo. Me doy la vuelta.
- No se te da muy bien obedecer órdenes, ¿verdad?
Me sonríe como diciendo «soy un pandillero, ¿qué esperabas?».
- Tengo que ir a echarle un vistazo a mi hermana. ¿Te importa?
- No. Así podré conocerla. Confía en mí.
Debería sacarlo de casa a patadas, con sus tatuajes y todo. Debería, pero no lo hago. Sin decir nada más, lo llevo a nuestra oscura biblioteca revestida de madera. Shelley está sentada en su silla de ruedas, con la cabeza torpemente inclinada hacia un lado mientras ve la televisión.
Cuando se da cuenta de que tiene compañía, aparta la mirada del televisor y nos observa, primero a mí y después a Nick.
- Este es Nick -le explico, y apago la tele-. Un amigo del instituto.
Shelley mira a Nick con una sonrisa torcida y golpea su teclado especial con los nudillos.
- Hola -dice una voz femenina y computarizada. Golpea otro botón-. Me llamo Shelley -continúa el ordenador. Nick se arrodilla junto a mi hermana. Ese simple gesto de respeto despierta una extraña sensación en mí. Blaine siempre ha ignorado a mi hermana, la trata como si, además de discapacitada física y mental, también fuera ciega y sorda.
- ¿Qué tal? -dice Nick, cogiendo la rígida mano de Shelley y estrechándola-. Qué ordenador más guay.
- Es un mecanismo de comunicación especial o PCD -le explico-. Le ayuda a comunicarse con los demás.
- Juego - dice la voz del ordenador. Nick se coloca junto a Shelley.
Contengo la respiración mientras observo sus manos, asegurándome de que no estén al alcance de su espesa mata de pelo.
- ¿Esto tienes juegos? -pregunta.
- Sí -respondo por ella-. Es una fanática de las damas. Shelley, enséñale cómo funciona.
Mientras Shelley presiona despacio la pantalla con los nudillos, Nick lo observa todo visiblemente fascinado. Cuando aparecen las damas en la pantalla, Shelley empuja la mano de Nick.
- Tú primera -dice él.
Ella niega con la cabeza.
- Quiere que empieces tú -le digo.
- Guay -dice él, dándole un golpecito a la pantalla.
Les observo. Ver jugar tranquilamente a este tipo duro con mi hermana mayor me hace sentir muy bien.
- ¿Te importa si voy a prepararle algo de comer? -le pregunto. Necesito salir de la habitación.
- No, adelante -repone Nick sin apartar la vista de la pantalla.
- No tienes que dejarte ganar -le advierto antes de marcharme-. Se le dan muy bien las damas.
- Eh, gracias por el voto de confianza, pero estoy intentando ganar
-responde Nick. Sonríe con sinceridad. No intenta representar el papel de chico duro y arrogante. Me hace desear con más fuerza escapar de allí. Poco después, cuando entro en la biblioteca con la comida de Shelley, Nick dice: - Me ha destrozado.
- Ya te dije que era buena. Pero se acabaron los juegos por hoy -le digo a Shelley. Acto seguido, me vuelvo hacia Nick y añado-: Espero que no te importe que le dé de comer.
- Desde luego que no.
Nick toma asiento en el sillón de piel favorito de mi padre mientras yo coloco la bandeja delante de Shelley y le doy de comer su compota de manzana. Es un desastre, como siempre. Ladeo la cabeza y veo a Nick que está observándome mientras le enjugo a mi hermana la comisura de los labios con una toallita.
- Shelley, tendrías que haberle dejado ganar. Ya sabes, por educación. –Mi hermana responde negando con la cabeza. La compota le resbala por la barbilla-. De modo que así están las cosas, ¿eh? -le recrimino, esperando que la escena no asquee a Nick. Tal vez le estoy poniendo a prueba para averiguar sí puede soportar un rato de mi vida en casa. Si lo hace, aprobará-. Espera a que se vaya Nick. Ya te enseñaré yo quién es la campeona de las damas.
Mi hermana me regala una de sus sonrisas dulces y ladeadas.
Es como si expresara mil palabras con ese gesto. Durante un momento, me olvido de que él me observa. Es tan extraño tenerlo aquí, dentro de mi vida, en mi casa. No pertenece a este lugar y, sin embargo, no parece importarle estar aquí.
- ¿Por qué estabas de tan mala leche en clase de química? -me pregunta.
Porque van a llevarse lejos a mi hermana y ayer me pillaron con las tetas al aire mientras Colín tenía los pantalones bajados delante de mí.
- Estoy segura de que has oído los espantosos rumores.
- No, no he oído nada. Quizás estés obsesionada.
Quizás. Shane nos vio, y tiene la lengua muy larga. Cada vez que alguien me miraba hoy, me daba la impresión de que lo sabía. Miro a Nick y le digo:
- A veces desearía poder retroceder en el tiempo.
- Sí, yo desearía poder retroceder unos cuantos años -responde muy serio-. O hacer que los días pasaran muy deprisa.
-Por desgracia, la vida real no funciona con mando a distancia –me lamento. Cuando Shelley termina de comer, la siento delante de la televisión y me llevo a Nick a la cocina-. Mi vida no es tan perfecta, después de todo, ¿verdad? -le pregunto mientras saco unos refrescos del frigorífico. Nick me mira con curiosidad.
- ¿Qué? -le espeto. -Supongo que todos tenemos problemas. A mí me persiguen más demonios de los que salen en una película de terror -dice, encogiéndose de hombros.
¿Demonios? Nada parece perturbar a Nick. Nunca se queja de su vida.
- ¿Cuáles son tus demonios? -insisto.
- Si te cuento cuáles son mis demonios, saldrías corriendo de aquí.
- Creo que te sorprendería más saber qué me hace correr a mí, Nick.
Las campanadas del reloj de pared resuenan por toda la casa. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
- Tengo que irme - anuncia Nick-. Mañana podemos quedar en mi casa, después del instituto, para estudiar.
- ¿En tu casa? ¿En la zona sur?
- Puedo enseñarte un pedacito de mi vida. ¿Te atreves? -me reta.
- Claro -aseguro, tragando saliva. Que empiece el juego.
Cuando le acompaño a la puerta, oigo que alguien está aparcando el coche en la entrada de mi casa. Si es mi madre, me la cargo. Da igual que hayamos tenido un encuentro de lo más inocente, se pondrá hecha una furia. Miro a través de las ventanas de la puerta principal y reconozco el deportivo rojo de Darlene. - Oh, no. Mis amigas están aquí.
- Que no cunda el pánico -dice-. Abre la puerta. No puedes fingir que no estoy aquí. Mi moto está aparcada en la entrada.
Tiene razón. No puedo ocultar su presencia. Abro la puerta y salgo al exterior. Nick está justo detrás de mí cuando me encuentro con Darlene, Morgan y Sierra en la acera.
- ¡Hola, chicas! -exclamo. Tal vez si actúo con normalidad no le darán tanta importancia al hecho de que Nick esté en mi casa. Le doy un codazo a mi compañero de laboratorio-. Estábamos hablando de nuestro proyecto de química. ¿Verdad, Nick?
- Así es.
Sierra arquea las cejas. Cuando Morgan ve salir de mi casa a Nick, me da la sensación de que está a punto de sacar el móvil, sin duda para poner al corriente a la otra M.
-¿Deberíamos irnos y dejaros a solas? -sugiere Darlene. -No seas ridícula -me apresuro a añadir. Nick monta en la moto. La camiseta que lleva marca una espalda perfectamente musculada y los pantalones un perfectamente musculado...
- Nos vemos mañana -dice, señalándome con el dedo tras ponerse el casco. Mañana. En su casa. Asiento con la cabeza.
Después de que Nick se haya ido, Sierra interviene:
- ¿De qué iba todo esto?
- Química -murmuro.
Morgan se ha quedado boquiabierta.
- ¿Estaban haciéndolo? -insiste Darlene-. Porque hace diez años que somos amigas y puedo contar con los dedos de la mano las veces que me has invitado a entrar en tu casa.
- Es mi compañero de química,
- Es un pandillero, ___. No lo olvides nunca -dice Darlene. Sierra niega con la cabeza y añade:
- ¿Estás colada por otro tío que no es tu novio? Blaine le ha comentado a Doug que últimamente te comportas de un modo muy extraño. Somos tus amigas, así que hemos venido aquí para hacerte entrar en razón. Me siento en el primer escalón y las oigo parlotear sobre la reputación, los novios y la lealtad durante media hora. Tienen razón.
- Prométeme que no sucede nada entre Nick y tú -exige Sierra cuando
Morgan y Darlene se marchan en coche y nos quedamos solas.
- No sucede nada entre Nick y yo -le aseguro-. Te lo prometo.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 30. Nick
Estoy sentado en clase de matemáticas cuando el guardia de seguridad llama a la puerta y le dice al profe que tengo que acompañarlo fuera de clase. Cojo los libros con una mueca y dejo que el tipo disfrute del momento de satisfacción que le provoca humillarme en público.
- ¿Y ahora qué? -pregunto.
Ayer me sacaron de clase por haber iniciado una pelea en el patio. Aunque no fui yo quien la empezó. Puede que participara, pero no la empecé.
- Vamos a hacer una pequeña excursión hasta las pistas de baloncesto –se mofa de camino a las instalaciones deportivas-. Nicholas, el vandalismo contra los bienes de la escuela es un asunto muy serio.
- Yo no he hecho nada -le aseguro. -Me han soplado que fuiste tú.
¿Te lo han soplado? ¿Acaso no conoces la frase «ha sido el que tenga las manos rojas»? Bueno, pues lo más seguro es que el chivato haya sido el responsable.
- ¿Dónde está?
El guardia de seguridad señala el suelo del gimnasio, donde alguien ha pintado con spray una triste réplica del símbolo de los Latino Blood.
- ¿Puedes explicarme esto?
- No -contesto.
Otro guardia de seguridad se nos une.
- Deberíamos comprobar su taquilla -sugiere.
- Es una idea genial. Todo lo que encontrarán será una chaqueta de piel y libros.
Mientras introduzco la combinación de la taquilla, pasa la señora P.
- ¿Cuál es el problema? -interviene.
- Vandalismo. En las pistas de baloncesto.
Abro mi taquilla y doy un paso atrás para que los guardias la inspeccionen.
- Aja -suelta uno de los guardias, metiendo la mano en la taquilla y sacando una lata vacía de spray negro de la estantería superior. Me la entrega y añade- : ¿Sigues pensando en proclamar tu inocencia?
- Me la han jugado -señalo, y me vuelvo hacia la señora P., quien me mira como si acabara de cargarme a su gato-. Yo no he sido, señora P. Tiene que creerme -le imploro. Ya me veo metido en prisión por algo que ha hecho otro idiota.
- Nick, las pruebas hablan por sí solas. Me gustaría creerte, pero es muy difícil -explica, negando con la cabeza.
Los guardias se han colocado a ambos lados. Sé lo que viene a continuación. La señora P. levanta la mano y los detiene-. Nick, tienes que poner de tu parte.
Me siento tentado de no dar explicaciones, de permitirles pensar que he sido yo quien ha pintarrajeado los bienes del instituto. De todas formas, no creo que me hagan caso. Pero la señora P. me mira como si fuera un adolescente rebelde que quiere demostrarles a todos lo equivocados que están.
- El símbolo no está bien hecho -digo, mostrándole el tatuaje del antebrazo-. Este es el símbolo de los Latino Blood. Una estrella de cinco puntas con dos horcas saliendo de la parte superior y las letras LB en medio. La que está en el suelo del gimnasio tiene seis puntas y dos flechas. Nadie que pertenezca a los Latino Blood cometería un error así.
- ¿Dónde está el director Aguirre? -les pregunta mi profesora a los guardias.
- Está reunido con el superintendente. Su secretaria dice que no quiere que le molesten.
La señora P. mira su reloj.
- Tengo clase en quince minutos. Joe, intenta contactar con el director
Aguirre por el comunicador.
A Joe, el guardia de seguridad, no parece entusiasmarle la idea.
- Señora, pueden despedirnos por una cosa así.
- Lo sé. Pero Nick es mi estudiante, y te aseguro que hoy no puede perderse mi clase.
Joe se encoge de hombros e intenta contactar con Aguirre para que se reúna con él en el pasillo L. Cuando la secretaria le pregunta si se trata de una emergencia, la señora P. le arrebata a Joe el comunicador y le dice que lo considera una emergencia suya y que el director Aguirre debe acudir al pasillo L ahora mismo.
Dos minutos más tarde, aparece Aguirre con una expresión ceñuda en el rostro.
- ¿Qué ocurre aquí?
- Vandalismo en el gimnasio -informa el guardia, Joe.
- Maldita sea, Jonas. Tú otra vez, no -suelta, poniéndose rígido.
- No he sido yo -le digo.
- Entonces, ¿quién?
Me encojo de hombros.
- Director Aguirre, Nick dice la verdad -interviene la señora P-. Puede despedirme si me equivoco.
Aguirre niega con la cabeza y se vuelve hacia el guardia de seguridad.
- Lleva a Chuck al gimnasio y averigua lo que puede hacerse para limpiar esa cosa -dice, y señalándome con la lata de spray, añade-: Pero te lo advierto, Nick. Si me entero de que has sido tú, no te expulsaré, haré que te arresten. ¿Queda claro?
Cuando los guardias se van, Aguirre continúa:
- Nick, no te he dicho esto antes, pero lo hago ahora. Cuando estaba en el instituto, pensaba que el mundo estaba en mi contra. No era muy distinto a ti, ¿sabes? Tardé mucho en darme cuenta de que yo era mi peor enemigo. Cuando lo hice, me cambió la vida. Ni la señora Peterson ni yo somos el enemigo.
- Lo sé -admito, y en realidad, sé que es así.
- Bien. Resulta que ahora estoy en medio de una reunión importante, así que si me disculpáis, estaré en mi despacho.
- Gracias por creerme -le digo a la señora P. una vez se ha marchado el director.
- ¿Sabes quién ha pintarrajeado el suelo del gimnasio? -insiste.
La miro directamente a los ojos y le digo la verdad.
- No tengo ni idea, aunque estoy completamente seguro de que no ha sido ninguno de mis amigos.
- Si no fueras un pandillero, Nick, no te meterías en estos berenjenales. –Y suspira.
- Sí, pero seguro que me metería en otros.
Estoy sentado en clase de matemáticas cuando el guardia de seguridad llama a la puerta y le dice al profe que tengo que acompañarlo fuera de clase. Cojo los libros con una mueca y dejo que el tipo disfrute del momento de satisfacción que le provoca humillarme en público.
- ¿Y ahora qué? -pregunto.
Ayer me sacaron de clase por haber iniciado una pelea en el patio. Aunque no fui yo quien la empezó. Puede que participara, pero no la empecé.
- Vamos a hacer una pequeña excursión hasta las pistas de baloncesto –se mofa de camino a las instalaciones deportivas-. Nicholas, el vandalismo contra los bienes de la escuela es un asunto muy serio.
- Yo no he hecho nada -le aseguro. -Me han soplado que fuiste tú.
¿Te lo han soplado? ¿Acaso no conoces la frase «ha sido el que tenga las manos rojas»? Bueno, pues lo más seguro es que el chivato haya sido el responsable.
- ¿Dónde está?
El guardia de seguridad señala el suelo del gimnasio, donde alguien ha pintado con spray una triste réplica del símbolo de los Latino Blood.
- ¿Puedes explicarme esto?
- No -contesto.
Otro guardia de seguridad se nos une.
- Deberíamos comprobar su taquilla -sugiere.
- Es una idea genial. Todo lo que encontrarán será una chaqueta de piel y libros.
Mientras introduzco la combinación de la taquilla, pasa la señora P.
- ¿Cuál es el problema? -interviene.
- Vandalismo. En las pistas de baloncesto.
Abro mi taquilla y doy un paso atrás para que los guardias la inspeccionen.
- Aja -suelta uno de los guardias, metiendo la mano en la taquilla y sacando una lata vacía de spray negro de la estantería superior. Me la entrega y añade- : ¿Sigues pensando en proclamar tu inocencia?
- Me la han jugado -señalo, y me vuelvo hacia la señora P., quien me mira como si acabara de cargarme a su gato-. Yo no he sido, señora P. Tiene que creerme -le imploro. Ya me veo metido en prisión por algo que ha hecho otro idiota.
- Nick, las pruebas hablan por sí solas. Me gustaría creerte, pero es muy difícil -explica, negando con la cabeza.
Los guardias se han colocado a ambos lados. Sé lo que viene a continuación. La señora P. levanta la mano y los detiene-. Nick, tienes que poner de tu parte.
Me siento tentado de no dar explicaciones, de permitirles pensar que he sido yo quien ha pintarrajeado los bienes del instituto. De todas formas, no creo que me hagan caso. Pero la señora P. me mira como si fuera un adolescente rebelde que quiere demostrarles a todos lo equivocados que están.
- El símbolo no está bien hecho -digo, mostrándole el tatuaje del antebrazo-. Este es el símbolo de los Latino Blood. Una estrella de cinco puntas con dos horcas saliendo de la parte superior y las letras LB en medio. La que está en el suelo del gimnasio tiene seis puntas y dos flechas. Nadie que pertenezca a los Latino Blood cometería un error así.
- ¿Dónde está el director Aguirre? -les pregunta mi profesora a los guardias.
- Está reunido con el superintendente. Su secretaria dice que no quiere que le molesten.
La señora P. mira su reloj.
- Tengo clase en quince minutos. Joe, intenta contactar con el director
Aguirre por el comunicador.
A Joe, el guardia de seguridad, no parece entusiasmarle la idea.
- Señora, pueden despedirnos por una cosa así.
- Lo sé. Pero Nick es mi estudiante, y te aseguro que hoy no puede perderse mi clase.
Joe se encoge de hombros e intenta contactar con Aguirre para que se reúna con él en el pasillo L. Cuando la secretaria le pregunta si se trata de una emergencia, la señora P. le arrebata a Joe el comunicador y le dice que lo considera una emergencia suya y que el director Aguirre debe acudir al pasillo L ahora mismo.
Dos minutos más tarde, aparece Aguirre con una expresión ceñuda en el rostro.
- ¿Qué ocurre aquí?
- Vandalismo en el gimnasio -informa el guardia, Joe.
- Maldita sea, Jonas. Tú otra vez, no -suelta, poniéndose rígido.
- No he sido yo -le digo.
- Entonces, ¿quién?
Me encojo de hombros.
- Director Aguirre, Nick dice la verdad -interviene la señora P-. Puede despedirme si me equivoco.
Aguirre niega con la cabeza y se vuelve hacia el guardia de seguridad.
- Lleva a Chuck al gimnasio y averigua lo que puede hacerse para limpiar esa cosa -dice, y señalándome con la lata de spray, añade-: Pero te lo advierto, Nick. Si me entero de que has sido tú, no te expulsaré, haré que te arresten. ¿Queda claro?
Cuando los guardias se van, Aguirre continúa:
- Nick, no te he dicho esto antes, pero lo hago ahora. Cuando estaba en el instituto, pensaba que el mundo estaba en mi contra. No era muy distinto a ti, ¿sabes? Tardé mucho en darme cuenta de que yo era mi peor enemigo. Cuando lo hice, me cambió la vida. Ni la señora Peterson ni yo somos el enemigo.
- Lo sé -admito, y en realidad, sé que es así.
- Bien. Resulta que ahora estoy en medio de una reunión importante, así que si me disculpáis, estaré en mi despacho.
- Gracias por creerme -le digo a la señora P. una vez se ha marchado el director.
- ¿Sabes quién ha pintarrajeado el suelo del gimnasio? -insiste.
La miro directamente a los ojos y le digo la verdad.
- No tengo ni idea, aunque estoy completamente seguro de que no ha sido ninguno de mis amigos.
- Si no fueras un pandillero, Nick, no te meterías en estos berenjenales. –Y suspira.
- Sí, pero seguro que me metería en otros.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 31. _____
- Según parece, hay algunos alumnos que no se toman muy en serlo mi clase -anuncia la señora Peterson antes de empezar a repartir los exámenes que hicimos ayer.
Y cuando se acerca a la mesa que compartimos Nick y yo, me hundo en la silla. Lo último que necesito es que la señora Peterson me eche la bronca.
- Buen trabajo -señala la mujer mientras coloca mi examen boca abajo en mi mesa. Entonces, se gira hacia Nick, y añade-: Para alguien que desea ser profesor de química, no ha empezado con muy buen pie, señor Jonas. Si no viene preparado a clase, la próxima vez me lo pensaré dos veces antes de salir en su defensa.
Deja caer el examen de Nick frente a él. Lo sujeta entre el índice y el pulgar, como si el papel fuera demasiado asqueroso como para que el resto de los dedos lo rocen.
- Quédese después de clase -le dice antes de entregar el resto de los exámenes.
No puedo entender por qué la señora Peterson no me ha echado ningún sermón. Le doy la vuelta al examen y veo un sobresaliente en la parte posterior. Me froto los ojos con las manos y vuelvo a mirarlo. Debe de haber algún error. No tardo ni un segundo en reparar en el responsable de mi nota. La verdad me golpea como un martillazo en el estómago. Miro a Nick, quien está guardando su suspenso dentro de un libro.
- ¿Por qué lo has hecho?
Espero a que la señora Peterson termine su conversación con Nick después de clase para acercarme a él. Estoy esperándole en la taquilla, y él me presta muy poca atención, si es que me presta alguna. Intento ignorar las miradas que me atraviesan la espalda.
- No sé de qué estás hablando -dice.
¡No me digas!
- Cambiaste los exámenes.
- No es para tanto, ¿vale? -dice, cerrando la taquilla de golpe.
Sí que lo es. Nick se aleja por el pasillo como si quisiera dejar las cosas como están. Le vi haciendo su examen con diligencia, pero cuando he reparado en el gran suspenso en rojo en el papel, he comprendido que era mi propio examen.
Después de clase, salgo corriendo hacia la puerta principal para alcanzarle. Está montado en la moto, apunto de marcharse.
- ¡Nick, espera!
Estoy nerviosa. Me aparto el pelo de la cara y lo escondo tras las orejas.
- Sube -me ordena.
- ¿Qué?
- Sube. Si quieres darme las gracias por salvarte el culo, ven a casa conmigo. Lo que te dije ayer iba en serio. Tú me mostraste un pedacito de tu vida, y yo quiero mostrarte la mía. Es justo, ¿no?
Echo un vistazo al aparcamiento. La gente nos mira; probablemente esperan el momento oportuno para hacer circular el cotilleo. Si me marcho con él, la noticia se difundirá rápidamente.
El rugido del motor me hace regresar a la realidad.
- No tengas miedo de lo que puedan pensar.
Le echo un vistazo, desde los vaqueros desgarrados y la chaqueta de piel hasta la bandana roja y negra (los colores de su pandilla) que acaba de atarse a la cabeza. Debería estar aterrorizada, pero entonces recuerdo cómo se comportó ayer con Shelley.
A la mierda. Me coloco la mochila a la espalda y monto a horcajadas sobre la moto.
- Sujétate bien -dice, llevándome las manos a su cintura. El simple contacto de sus fuertes manos sobre las mías resulta profundamente íntimo. Antes de apartar esa idea de mi mente, me pregunto si él también sentirá lo mismo. Nick Jonas es un tipo duro. Con experiencia. Supongo que un simple roce de manos no le provocará un revoloteo en el estómago.
Antes de poner las manos en el manillar, frota las yemas de los dedos contra las mías, a propósito. Ay, madre mía. ¿Dónde me estoy metiendo? Cuando aumenta la velocidad al salir del aparcamiento, me agarro con más fuerza a sus duros abdominales. Me asusta la velocidad y empiezo a marearme, como si estuviera en una montaña rusa sin barra de seguridad. La moto se detiene frente a un semáforo en rojo. Me echo hacia atrás. Le oigo reír cuando el semáforo se pone en verde y volvemos a arrancar a toda velocidad. Me aferro a su cintura y escondo la cabeza en su espalda.
Cuando por fin nos detenemos, y después de que Nick baje el caballete de la moto, echo un vistazo a lo que me rodea. Nunca había estado en esta calle. Las casas son tan... pequeñas. La mayoría solo tienen un piso, y ni un gato podría colarse en el espacio entre una y otra. Aunque no quiero sentirme de este modo, se me instala en la boca del estómago una sensación de pesar.
Mi casa es, por lo menos, siete, no, ocho o nueve veces más grande que la de Nick. Sabía que esta zona de la ciudad era pobre, pero no tanto...
- Esto ha sido un error -dice Nick-. Te llevaré a casa.
- ¿Por qué?
- Entre otras cosas, por la cara de asco que pones.
- No me da asco. Me sabe mal que...
- No me compadezcas -me advierte-. Soy pobre, pero no un vagabundo.
- De acuerdo. ¿No vas a invitarme a entrar? Los chicos del otro lado de la calle no dejan de mirar a la chica blanca.
- De hecho, por aquí te llamarán «la chica nieve».
- Odio la nieve -le digo.
Nick sonríe. - No es por eso, guapa. Es por tu piel, blanca como la nieve. Tú sígueme y no mires a los vecinos, aunque ellos si lo hagan.
Nick avanza con cautela mientras me acompaña al interior de su casa.
- Bueno, ya estamos aquí -dice, una vez dentro.
Puede que el salón sea más pequeño que cualquiera de las habitaciones de mi casa, pero es acogedor y cálido. Hay dos mantitas de ganchillo sobre el sofá con las que me encantaría taparme en las noches gélidas. En mi casa no tenemos ese tipo de mantitas. Tenemos edredones... unos además han sido diseñados a medida y para que peguen con el resto de la decoración.
Recorro la casa de Nick, pasando los dedos por los muebles. En una estantería con velas medio derretidas reparo en la fotografía de un hombre muy atractivo. Siento el calor de Nick cuando se coloca a mi lado.
- ¿Tu padre? -le pregunto.
Él asiente con la cabeza.
- No puedo ni imaginar lo que debe ser perder a un padre.
Aunque el mío no esté mucho por casa, sé que es una pieza importante de mi vida. Siempre he deseado recibir algo más de cariño por parte de mis padres, aunque debería sentirme agradecida por el mero hecho de poder tenerlos a ambos a mi lado, ¿no?
Nick estudia la foto de su padre.
- Cuando ocurre, te quedas como atontado e intentas no pensar mucho en ello. Bueno, sabes que se ha ido y todo eso, pero es como si estuvieras rodeado por una neblina. Entonces, la vida te marca una rutina y te obligas a ti mismo a seguirla -me explica, encogiéndose de hombros-. Con el tiempo, dejas de pensar tanto en ello y continúas adelante. No te queda más remedio.
- Es como una especie de prueba.
Me miro en un espejo que hay en la pared. Me paso los dedos por el pelo, distraídamente.
- Te pasas el día haciendo eso.
- ¿El qué?
- Arreglándote el pelo o retocándote el maquillaje.
- ¿Y qué hay de malo en querer tener un buen aspecto?
- Nada, a no ser que se convierta en una obsesión.
Bajo las manos, deseando poder dejarlas quietecitas.
- No estoy obsesionada.
- ¿Tan importante es que la gente crea que eres guapa? -me pregunta, y vuelve a encogerse de hombros.
- No me importa lo que piense la gente -miento.
- Eso es porque eres... guapa. Por eso no debería importarte tanto.
Ya lo sé. Sin embargo, de donde soy, las apariencias lo son todo. Y hablando de apariencias...
- ¿Qué te ha dicho la señora Peterson después de clase?
- Ah, lo de siempre. Que si no me tomo en serio su clase convertirá mi vida en un infierno.
Trago saliva con fuerza. No sé si debería revelarle el plan que tengo en mente.
- Voy a decirle que intercambiaste los exámenes.
- No lo hagas -me ordena, apartándose de mí.
- ¿Por qué no?
- Porque no importa.
- Claro que importa. Necesitas buenas notas para entrar en...
- ¿Dónde? ¿En una buena universidad? ____, sabes perfectamente que no iré a la universidad. Vosotros, los niños ricos, os tomáis la nota media como un símbolo de lo que valéis. Yo no necesito eso, así que no hace falta que me hagas ningún favor. Conseguiré aprobar esta asignatura, aunque sea con un aprobado justo. Solo he de asegurarme de que el proyecto nos salga bien.
Si dependiera solo de mi, sacaríamos matrícula de honor en el proyecto.
- ¿Dónde está tu habitación? -le pregunto para cambiar de tema. Dejo caer la mochila sobre el suelo del salón-. La habitación dice mucho sobre la persona.
Nick señala una puerta lateral. Tres camas ocupan la mayor parte del reducido espacio, y el resto, un pequeño armario. Camino por la pequeña habitación.
- La comparto con mis dos hermanos -me explica-. No tengo mucha intimidad.
- Déjame adivinar cuál es la tuya -digo, sonriendo.
Observo lo que rodea a cada cama. Hay una pequeña foto de una bonita mexicana pegada a una de las paredes.
- Vaya... -murmuro, mirando a Nick y preguntándome si la chica que me devuelve la mirada es su chica ideal.
Me acerco a él y examino la siguiente cama. Fotografías de jugadores de fútbol en la pared. La cama está hecha un desastre, y hay ropa esparcida desde la almohada hasta los pies. Nada adorna la pared de la tercera cama, como si la persona que duerme en ella fuera un invitado. Es casi triste. Las dos primeras paredes dicen mucho de las personas que duermen bajo ellas, sin embargo, la tercera está completamente desnuda. Me siento en la cama de Nick, la vacía y desesperada, y le miro a los ojos.
- Tu cama dice mucho sobre ti.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué dice?
- Que no piensas quedarte aquí mucho tiempo -le digo-. A menos que sea porque realmente quieres ir a la universidad.
- No voy a dejar Fairfield. Nunca -dice apoyándose en el marco de la puerta.
- ¿No quieres labrarte un futuro?
- Pareces el orientador del instituto.
- ¿No quieres marcharte de aquí y vivir tu propia vida? ¿Alejarte de tu pasado?
- Crees que la universidad es una especie de vía de escape -sentencia.
- ¿Una vía de escape? Nick no tienes ni idea. Yo iré a la universidad que queda más cerca de donde está mi hermana. Primero elegí Northwestern, y ahora la Universidad de Colorado. Mi vida viene dictada por los caprichos de mis padres y por el lugar donde quieren ingresar a Shelley. Tú eliges el camino más fácil, por eso quieres quedarte aquí.
- ¿Crees que ser el hombre de la casa es pan comido? Asegurarme de que mi madre no acabe mezclándose con algún perdedor o que mis hermanos empiecen a inyectarse mierda o fumar crack son motivos suficientes para quedarme aquí. - Lo siento.
- Te lo advertí. No me compadezcas.
- No es eso -matizo, mirándole a los ojos-. Sientes una conexión familiar muy fuerte, pero no cuelgas nada permanente junto a tu cama, como si fueras a largarte en cualquier momento. Por eso he dicho que lo siento. Nick da un paso atrás, alejándose de mí.
- ¿Has acabado con el psicoanálisis? -pregunta. Le sigo hasta el salón mientras sigo preguntándome cómo verá Nick su futuro. Parece dispuesto a dejar esta casa... o esta vida. ¿Acaso la ausencia de cualquier adorno junto a su cama puede ser una señal de que está preparado para morir? ¿Está destinado a acabar como su padre? ¿Se refiere a eso cuando habla de demonios?
Durante las siguientes dos horas, organizamos nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, sentados en el sofá del salón. Es mucho más inteligente de lo que pensaba; el sobresaliente de su examen no ha sido una casualidad. Tiene un montón de ideas de hacia dónde podemos dirigir la investigación y de los libros de la biblioteca donde podemos obtener información, o sobre cómo podemos construirlos calentadores y las distintas opciones para redactarlo. Necesitaremos productos químicos que nos proporcionará la señora Peterson, y bolsas herméticas para guardarlos. Hemos decidido revestir las bolsas con materiales que compraremos en una tienda de telas, de ese modo tal vez podamos ganar algún punto extra.
Intento seguir hablando de química y me ando con pies de plomo para no tocar ningún tema demasiado personal.
Cuando cierro el libro de química, veo por el rabillo del ojo que Nick se pasa la mano por el pelo.
- No pretendía ser tan brusco contigo.
- No pasa nada. Me he entrometido en tus cosas.
- Tienes razón.
Me pongo en pie, sintiéndome incomoda. Él me coge del brazo y tira de mí para que vuelva a sentarme.
- No -matiza-. Me refiero a que tienes razón respecto a mí. No quiero colocar nada permanente sobre la cama.
- ¿Por qué?
- Mi padre -dice Nick, mirando la fotografía colgada en la pared. Cierra los ojos con fuerza-. Dios, había tanta sangre. -Vuelve a abrir los ojos y me mira fijamente-. Si he aprendido algo, es que nadie está aquí para siempre. Tienes que vivir el momento, el día a día... el presente.
- ¿Y qué quieres hacer ahora mismo? -le pregunto, sabiendo lo que deseo yo. Quiero curar sus heridas y olvidar las mías.
Nick me acaricia la mejilla con la yema de los dedos.
Me quedo sin respiración.
- ¿Quieres besarme, Nick? -le susurro.
- Dios, sí, quiero besarte... quiero saborear tus labios, tu lengua –dice mientras recorre mis labios con sus dedos, con dulzura-. ¿Y tú? ¿Quieres que te bese? No se enteraría nadie. Quedaría entre nosotros dos.
- Según parece, hay algunos alumnos que no se toman muy en serlo mi clase -anuncia la señora Peterson antes de empezar a repartir los exámenes que hicimos ayer.
Y cuando se acerca a la mesa que compartimos Nick y yo, me hundo en la silla. Lo último que necesito es que la señora Peterson me eche la bronca.
- Buen trabajo -señala la mujer mientras coloca mi examen boca abajo en mi mesa. Entonces, se gira hacia Nick, y añade-: Para alguien que desea ser profesor de química, no ha empezado con muy buen pie, señor Jonas. Si no viene preparado a clase, la próxima vez me lo pensaré dos veces antes de salir en su defensa.
Deja caer el examen de Nick frente a él. Lo sujeta entre el índice y el pulgar, como si el papel fuera demasiado asqueroso como para que el resto de los dedos lo rocen.
- Quédese después de clase -le dice antes de entregar el resto de los exámenes.
No puedo entender por qué la señora Peterson no me ha echado ningún sermón. Le doy la vuelta al examen y veo un sobresaliente en la parte posterior. Me froto los ojos con las manos y vuelvo a mirarlo. Debe de haber algún error. No tardo ni un segundo en reparar en el responsable de mi nota. La verdad me golpea como un martillazo en el estómago. Miro a Nick, quien está guardando su suspenso dentro de un libro.
- ¿Por qué lo has hecho?
Espero a que la señora Peterson termine su conversación con Nick después de clase para acercarme a él. Estoy esperándole en la taquilla, y él me presta muy poca atención, si es que me presta alguna. Intento ignorar las miradas que me atraviesan la espalda.
- No sé de qué estás hablando -dice.
¡No me digas!
- Cambiaste los exámenes.
- No es para tanto, ¿vale? -dice, cerrando la taquilla de golpe.
Sí que lo es. Nick se aleja por el pasillo como si quisiera dejar las cosas como están. Le vi haciendo su examen con diligencia, pero cuando he reparado en el gran suspenso en rojo en el papel, he comprendido que era mi propio examen.
Después de clase, salgo corriendo hacia la puerta principal para alcanzarle. Está montado en la moto, apunto de marcharse.
- ¡Nick, espera!
Estoy nerviosa. Me aparto el pelo de la cara y lo escondo tras las orejas.
- Sube -me ordena.
- ¿Qué?
- Sube. Si quieres darme las gracias por salvarte el culo, ven a casa conmigo. Lo que te dije ayer iba en serio. Tú me mostraste un pedacito de tu vida, y yo quiero mostrarte la mía. Es justo, ¿no?
Echo un vistazo al aparcamiento. La gente nos mira; probablemente esperan el momento oportuno para hacer circular el cotilleo. Si me marcho con él, la noticia se difundirá rápidamente.
El rugido del motor me hace regresar a la realidad.
- No tengas miedo de lo que puedan pensar.
Le echo un vistazo, desde los vaqueros desgarrados y la chaqueta de piel hasta la bandana roja y negra (los colores de su pandilla) que acaba de atarse a la cabeza. Debería estar aterrorizada, pero entonces recuerdo cómo se comportó ayer con Shelley.
A la mierda. Me coloco la mochila a la espalda y monto a horcajadas sobre la moto.
- Sujétate bien -dice, llevándome las manos a su cintura. El simple contacto de sus fuertes manos sobre las mías resulta profundamente íntimo. Antes de apartar esa idea de mi mente, me pregunto si él también sentirá lo mismo. Nick Jonas es un tipo duro. Con experiencia. Supongo que un simple roce de manos no le provocará un revoloteo en el estómago.
Antes de poner las manos en el manillar, frota las yemas de los dedos contra las mías, a propósito. Ay, madre mía. ¿Dónde me estoy metiendo? Cuando aumenta la velocidad al salir del aparcamiento, me agarro con más fuerza a sus duros abdominales. Me asusta la velocidad y empiezo a marearme, como si estuviera en una montaña rusa sin barra de seguridad. La moto se detiene frente a un semáforo en rojo. Me echo hacia atrás. Le oigo reír cuando el semáforo se pone en verde y volvemos a arrancar a toda velocidad. Me aferro a su cintura y escondo la cabeza en su espalda.
Cuando por fin nos detenemos, y después de que Nick baje el caballete de la moto, echo un vistazo a lo que me rodea. Nunca había estado en esta calle. Las casas son tan... pequeñas. La mayoría solo tienen un piso, y ni un gato podría colarse en el espacio entre una y otra. Aunque no quiero sentirme de este modo, se me instala en la boca del estómago una sensación de pesar.
Mi casa es, por lo menos, siete, no, ocho o nueve veces más grande que la de Nick. Sabía que esta zona de la ciudad era pobre, pero no tanto...
- Esto ha sido un error -dice Nick-. Te llevaré a casa.
- ¿Por qué?
- Entre otras cosas, por la cara de asco que pones.
- No me da asco. Me sabe mal que...
- No me compadezcas -me advierte-. Soy pobre, pero no un vagabundo.
- De acuerdo. ¿No vas a invitarme a entrar? Los chicos del otro lado de la calle no dejan de mirar a la chica blanca.
- De hecho, por aquí te llamarán «la chica nieve».
- Odio la nieve -le digo.
Nick sonríe. - No es por eso, guapa. Es por tu piel, blanca como la nieve. Tú sígueme y no mires a los vecinos, aunque ellos si lo hagan.
Nick avanza con cautela mientras me acompaña al interior de su casa.
- Bueno, ya estamos aquí -dice, una vez dentro.
Puede que el salón sea más pequeño que cualquiera de las habitaciones de mi casa, pero es acogedor y cálido. Hay dos mantitas de ganchillo sobre el sofá con las que me encantaría taparme en las noches gélidas. En mi casa no tenemos ese tipo de mantitas. Tenemos edredones... unos además han sido diseñados a medida y para que peguen con el resto de la decoración.
Recorro la casa de Nick, pasando los dedos por los muebles. En una estantería con velas medio derretidas reparo en la fotografía de un hombre muy atractivo. Siento el calor de Nick cuando se coloca a mi lado.
- ¿Tu padre? -le pregunto.
Él asiente con la cabeza.
- No puedo ni imaginar lo que debe ser perder a un padre.
Aunque el mío no esté mucho por casa, sé que es una pieza importante de mi vida. Siempre he deseado recibir algo más de cariño por parte de mis padres, aunque debería sentirme agradecida por el mero hecho de poder tenerlos a ambos a mi lado, ¿no?
Nick estudia la foto de su padre.
- Cuando ocurre, te quedas como atontado e intentas no pensar mucho en ello. Bueno, sabes que se ha ido y todo eso, pero es como si estuvieras rodeado por una neblina. Entonces, la vida te marca una rutina y te obligas a ti mismo a seguirla -me explica, encogiéndose de hombros-. Con el tiempo, dejas de pensar tanto en ello y continúas adelante. No te queda más remedio.
- Es como una especie de prueba.
Me miro en un espejo que hay en la pared. Me paso los dedos por el pelo, distraídamente.
- Te pasas el día haciendo eso.
- ¿El qué?
- Arreglándote el pelo o retocándote el maquillaje.
- ¿Y qué hay de malo en querer tener un buen aspecto?
- Nada, a no ser que se convierta en una obsesión.
Bajo las manos, deseando poder dejarlas quietecitas.
- No estoy obsesionada.
- ¿Tan importante es que la gente crea que eres guapa? -me pregunta, y vuelve a encogerse de hombros.
- No me importa lo que piense la gente -miento.
- Eso es porque eres... guapa. Por eso no debería importarte tanto.
Ya lo sé. Sin embargo, de donde soy, las apariencias lo son todo. Y hablando de apariencias...
- ¿Qué te ha dicho la señora Peterson después de clase?
- Ah, lo de siempre. Que si no me tomo en serio su clase convertirá mi vida en un infierno.
Trago saliva con fuerza. No sé si debería revelarle el plan que tengo en mente.
- Voy a decirle que intercambiaste los exámenes.
- No lo hagas -me ordena, apartándose de mí.
- ¿Por qué no?
- Porque no importa.
- Claro que importa. Necesitas buenas notas para entrar en...
- ¿Dónde? ¿En una buena universidad? ____, sabes perfectamente que no iré a la universidad. Vosotros, los niños ricos, os tomáis la nota media como un símbolo de lo que valéis. Yo no necesito eso, así que no hace falta que me hagas ningún favor. Conseguiré aprobar esta asignatura, aunque sea con un aprobado justo. Solo he de asegurarme de que el proyecto nos salga bien.
Si dependiera solo de mi, sacaríamos matrícula de honor en el proyecto.
- ¿Dónde está tu habitación? -le pregunto para cambiar de tema. Dejo caer la mochila sobre el suelo del salón-. La habitación dice mucho sobre la persona.
Nick señala una puerta lateral. Tres camas ocupan la mayor parte del reducido espacio, y el resto, un pequeño armario. Camino por la pequeña habitación.
- La comparto con mis dos hermanos -me explica-. No tengo mucha intimidad.
- Déjame adivinar cuál es la tuya -digo, sonriendo.
Observo lo que rodea a cada cama. Hay una pequeña foto de una bonita mexicana pegada a una de las paredes.
- Vaya... -murmuro, mirando a Nick y preguntándome si la chica que me devuelve la mirada es su chica ideal.
Me acerco a él y examino la siguiente cama. Fotografías de jugadores de fútbol en la pared. La cama está hecha un desastre, y hay ropa esparcida desde la almohada hasta los pies. Nada adorna la pared de la tercera cama, como si la persona que duerme en ella fuera un invitado. Es casi triste. Las dos primeras paredes dicen mucho de las personas que duermen bajo ellas, sin embargo, la tercera está completamente desnuda. Me siento en la cama de Nick, la vacía y desesperada, y le miro a los ojos.
- Tu cama dice mucho sobre ti.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué dice?
- Que no piensas quedarte aquí mucho tiempo -le digo-. A menos que sea porque realmente quieres ir a la universidad.
- No voy a dejar Fairfield. Nunca -dice apoyándose en el marco de la puerta.
- ¿No quieres labrarte un futuro?
- Pareces el orientador del instituto.
- ¿No quieres marcharte de aquí y vivir tu propia vida? ¿Alejarte de tu pasado?
- Crees que la universidad es una especie de vía de escape -sentencia.
- ¿Una vía de escape? Nick no tienes ni idea. Yo iré a la universidad que queda más cerca de donde está mi hermana. Primero elegí Northwestern, y ahora la Universidad de Colorado. Mi vida viene dictada por los caprichos de mis padres y por el lugar donde quieren ingresar a Shelley. Tú eliges el camino más fácil, por eso quieres quedarte aquí.
- ¿Crees que ser el hombre de la casa es pan comido? Asegurarme de que mi madre no acabe mezclándose con algún perdedor o que mis hermanos empiecen a inyectarse mierda o fumar crack son motivos suficientes para quedarme aquí. - Lo siento.
- Te lo advertí. No me compadezcas.
- No es eso -matizo, mirándole a los ojos-. Sientes una conexión familiar muy fuerte, pero no cuelgas nada permanente junto a tu cama, como si fueras a largarte en cualquier momento. Por eso he dicho que lo siento. Nick da un paso atrás, alejándose de mí.
- ¿Has acabado con el psicoanálisis? -pregunta. Le sigo hasta el salón mientras sigo preguntándome cómo verá Nick su futuro. Parece dispuesto a dejar esta casa... o esta vida. ¿Acaso la ausencia de cualquier adorno junto a su cama puede ser una señal de que está preparado para morir? ¿Está destinado a acabar como su padre? ¿Se refiere a eso cuando habla de demonios?
Durante las siguientes dos horas, organizamos nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, sentados en el sofá del salón. Es mucho más inteligente de lo que pensaba; el sobresaliente de su examen no ha sido una casualidad. Tiene un montón de ideas de hacia dónde podemos dirigir la investigación y de los libros de la biblioteca donde podemos obtener información, o sobre cómo podemos construirlos calentadores y las distintas opciones para redactarlo. Necesitaremos productos químicos que nos proporcionará la señora Peterson, y bolsas herméticas para guardarlos. Hemos decidido revestir las bolsas con materiales que compraremos en una tienda de telas, de ese modo tal vez podamos ganar algún punto extra.
Intento seguir hablando de química y me ando con pies de plomo para no tocar ningún tema demasiado personal.
Cuando cierro el libro de química, veo por el rabillo del ojo que Nick se pasa la mano por el pelo.
- No pretendía ser tan brusco contigo.
- No pasa nada. Me he entrometido en tus cosas.
- Tienes razón.
Me pongo en pie, sintiéndome incomoda. Él me coge del brazo y tira de mí para que vuelva a sentarme.
- No -matiza-. Me refiero a que tienes razón respecto a mí. No quiero colocar nada permanente sobre la cama.
- ¿Por qué?
- Mi padre -dice Nick, mirando la fotografía colgada en la pared. Cierra los ojos con fuerza-. Dios, había tanta sangre. -Vuelve a abrir los ojos y me mira fijamente-. Si he aprendido algo, es que nadie está aquí para siempre. Tienes que vivir el momento, el día a día... el presente.
- ¿Y qué quieres hacer ahora mismo? -le pregunto, sabiendo lo que deseo yo. Quiero curar sus heridas y olvidar las mías.
Nick me acaricia la mejilla con la yema de los dedos.
Me quedo sin respiración.
- ¿Quieres besarme, Nick? -le susurro.
- Dios, sí, quiero besarte... quiero saborear tus labios, tu lengua –dice mientras recorre mis labios con sus dedos, con dulzura-. ¿Y tú? ¿Quieres que te bese? No se enteraría nadie. Quedaría entre nosotros dos.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 32. Nick
_____ se humedece con la lengua sus labios perfectos, en forma de corazón, dejándolos brillantes, aún más tentadores.
- No juegues conmigo -le digo con un gemido, con los labios a escasos centímetros de los suyos.
Sus libros caen sobre la alfombra. Ella los sigue con la mirada y pierdo su atención, tal vez para siempre. Llevo los dedos hasta su barbilla y giro su cabeza con ternura, para que vuelva a mirarme.
Ella me devuelve la mirada con sus ojos vulnerables.
- ¿Y si acaba siendo más que un simple beso? -me pregunta.
- ¿Y qué si es así?
- Prométeme que no significará nada.
Apoyo la cabeza en el sofá y le digo:
- No significará nada.
¿No debe ser el hombre el que asegure que un simple beso no implica ningún compromiso?
- Y sin lengua.
- Cariño, si te beso, te garantizo que será con lengua.
Ella vacila un instante.
- Te prometo que no significará nada -le repito.
De hecho, no creo que signifique nada para ella. Supongo que se limita a jugar conmigo, a ponerme a prueba para ver cuánto puedo aguantar antes de venirme abajo. Sin embargo, cuando cierra los párpados y se inclina hacia mí, me doy cuenta de que está a punto de pasar. La chica de mis sueños, la persona que se parece más a mí que nadie a quien haya conocido hasta ahora, desea besarme.
Me hago con el control cuando veo que ladea la cabeza. Nuestros labios se rozan ligeramente, deslizando los dedos entre su cabello y empiezo a besarla, suave, dulcemente. Le cubro la mejilla con la palma de la mano, sintiendo su piel sedosa contra mis dedos rugosos. El cuerpo me induce a aprovecharme de la situación, pero el cerebro (el otro, el que no tengo dentro de los pantalones) me ayuda a mantener el control. ____ deja escapar un gemido de placer, como si se sintiera completa al estar entre mis brazos. Rozo sus labios con la punta de la lengua, incitándola a abrir la boca. Ella la recibe con su lengua, indecisa. Nuestras bocas y lenguas se mezclan en un baile lento y erótico hasta que el sonido de la puerta al abrirse hace que me aparte de ella de un salto.
Maldita sea. Estoy cabreado. En primer lugar, por haberme dejado llevar por el beso, y en segundo, por desear que ese momento durara para siempre. Y además, estoy cabreado porque mi madre y mis hermanos han decidido llegar a casa en el momento más inoportuno.
Miro a ____ y veo que se ha agachado para recoger los libros del suelo, en un intento por disimular. Mi madre y mis hermanos están plantados frente a la puerta con los ojos como platos.
- Hola, mamá -digo, más nervioso de lo que debiera.
Por la expresión ceñuda de mi madre, sé que no le hace mucha gracia habernos pillado besándonos. Como si fuera un indicio de lo que iba a suceder a continuación.
- Luis, Carlos, a vuestra habitación -ordena al tiempo que entra en el salón, algo más tranquila-. ¿No vas a presentarme a tu amiga, Nicholas?
____ se levanta con los libros en la mano.
- Hola, soy ____.
Pese al trayecto en moto y al manoseo, su cabello dorado sigue perfecto. Está preciosa. ____ le extiende una mano a mi madre.
- Nick y yo estábamos estudiando.
- Pues no es lo que me ha parecido ver -rebate mi madre, ignorando la mano de ____.
Hace una mueca.
- Mamá, déjala en paz -espeto bruscamente.
- Mi casa no es un prostíbulo.
- Por favor, mamá -insisto, molesto-. Solo estábamos besándonos.
- Los besos solo conducen a una cosa, Nicholas. Niños.
- Larguémonos de aquí -le digo a ____, completamente avergonzado.
Cojo la chaqueta del sofá y me la pongo.
- Señora Jonas, le pido disculpas si le he faltado al respeto de algún modo -dice ____, visiblemente afectada.
Mi madre lleva la compra a la cocina haciendo caso omiso de la disculpa de ____.
Cuando salimos, ____ inspira profundamente. Estoy convencido de que ha intentado guardar la compostura, aunque le ha costado mucho. Nada ha salido como debía: chico trae chica a casa, chico besa a chica, mamá del chico insulta a chica, chica se marcha llorando.
- No le des más vueltas. No está acostumbrada a que traiga chicas a casa.
Los expresivos ojos de ____parecen remotos y fríos. Uff.
- Esto no debería haber ocurrido -dice, enderezando los hombros y adoptando una pose rígida, como una estatua.
- ¿El qué? ¿El beso o el hecho de que te haya gustado tanto?
- Tengo novio -dice sin dejar de manosear la correa de su bolso de diseño.
- ¿Quieres convencerme a mí o a ti misma? -le pregunto.
- No le des la vuelta a la tortilla. No quiero enemistarme con mis amigas. No quiero enojar a mi madre. Y en cuanto a Blaine... bueno, ahora mismo estoy muy confusa.
Levanto las manos y alzo el tono de voz, lo que normalmente evito hacer porque, según Paco, significa que algo me importa mucho. Pero no me importa. ¿Por qué habría de importarme? Aunque mi mente me sugiere mantener la boca cerrada, las palabras salen sin darme cuenta.
- No lo entiendo. Te trata como si fueras un maldito trofeo.
- No tienes ni idea de lo que hay entre Blaine y yo...
- Pues dímelo tú, joder -le ruego, incapaz de ocultar mi enfado. He intentado evitar decirle lo que realmente sentía, pero ya no puedo resistirlo más. Se lo suelto todo de golpe-. Porque el beso que acabamos de darnos... sí que significa algo. Lo sabes tan bien como yo. Estoy seguro de que con Blaine no sientes ni la mitad de lo que sientes conmigo.
- No lo entenderías -asegura, apartando la mirada.
- Inténtalo.
- Cuando la gente nos ve juntos, siempre comentan lo perfectos que somos. Ya sabes, la Pareja Dorada. ¿Lo entiendes?
La miro sin dar crédito a mis oídos. Esto es más de lo que puedo soportar.
- Lo entiendo, pero no puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Tanto significa para ti parecer perfecta?
Se produce un silencio largo e inestable. Puedo atisbar un destello de tristeza en sus ojos de zafiro, aunque se desvanece rápidamente. En un instante, su rostro adopta una expresión seria y fría.
- Últimamente no se me ha dado del todo bien, pero sí. Significa mucho para mí -admite finalmente-. Mi hermana no es perfecta, así que yo tengo que serlo.
Es lo más patético que he oído nunca. Niego con la cabeza, asqueado, y señalo mi moto.
- Sube. Te llevaré al instituto para que puedas recoger tu coche.
____ sube a la moto sin decir palabra. Se sujeta al agarradero posterior, lejos de mí, tanto que apenas puedo sentirla. Me planteo dar un rodeo para alargar un poco más el trayecto.
____ trata a su hermana con paciencia y adoración. No sé si yo sería capaz de dar de comer a uno de mis hermanos y después limpiarle la boca.
La chica a la que una vez acusé de ser egocéntrica, resulta que no es tan simple como creía.
Siento admiración por ella. De algún modo, estar con ___ le da a mi vida algo que le faltaba, algo... que me hace sentir bien. ¿Pero cómo voy a convencerla de lo que siento?
_____ se humedece con la lengua sus labios perfectos, en forma de corazón, dejándolos brillantes, aún más tentadores.
- No juegues conmigo -le digo con un gemido, con los labios a escasos centímetros de los suyos.
Sus libros caen sobre la alfombra. Ella los sigue con la mirada y pierdo su atención, tal vez para siempre. Llevo los dedos hasta su barbilla y giro su cabeza con ternura, para que vuelva a mirarme.
Ella me devuelve la mirada con sus ojos vulnerables.
- ¿Y si acaba siendo más que un simple beso? -me pregunta.
- ¿Y qué si es así?
- Prométeme que no significará nada.
Apoyo la cabeza en el sofá y le digo:
- No significará nada.
¿No debe ser el hombre el que asegure que un simple beso no implica ningún compromiso?
- Y sin lengua.
- Cariño, si te beso, te garantizo que será con lengua.
Ella vacila un instante.
- Te prometo que no significará nada -le repito.
De hecho, no creo que signifique nada para ella. Supongo que se limita a jugar conmigo, a ponerme a prueba para ver cuánto puedo aguantar antes de venirme abajo. Sin embargo, cuando cierra los párpados y se inclina hacia mí, me doy cuenta de que está a punto de pasar. La chica de mis sueños, la persona que se parece más a mí que nadie a quien haya conocido hasta ahora, desea besarme.
Me hago con el control cuando veo que ladea la cabeza. Nuestros labios se rozan ligeramente, deslizando los dedos entre su cabello y empiezo a besarla, suave, dulcemente. Le cubro la mejilla con la palma de la mano, sintiendo su piel sedosa contra mis dedos rugosos. El cuerpo me induce a aprovecharme de la situación, pero el cerebro (el otro, el que no tengo dentro de los pantalones) me ayuda a mantener el control. ____ deja escapar un gemido de placer, como si se sintiera completa al estar entre mis brazos. Rozo sus labios con la punta de la lengua, incitándola a abrir la boca. Ella la recibe con su lengua, indecisa. Nuestras bocas y lenguas se mezclan en un baile lento y erótico hasta que el sonido de la puerta al abrirse hace que me aparte de ella de un salto.
Maldita sea. Estoy cabreado. En primer lugar, por haberme dejado llevar por el beso, y en segundo, por desear que ese momento durara para siempre. Y además, estoy cabreado porque mi madre y mis hermanos han decidido llegar a casa en el momento más inoportuno.
Miro a ____ y veo que se ha agachado para recoger los libros del suelo, en un intento por disimular. Mi madre y mis hermanos están plantados frente a la puerta con los ojos como platos.
- Hola, mamá -digo, más nervioso de lo que debiera.
Por la expresión ceñuda de mi madre, sé que no le hace mucha gracia habernos pillado besándonos. Como si fuera un indicio de lo que iba a suceder a continuación.
- Luis, Carlos, a vuestra habitación -ordena al tiempo que entra en el salón, algo más tranquila-. ¿No vas a presentarme a tu amiga, Nicholas?
____ se levanta con los libros en la mano.
- Hola, soy ____.
Pese al trayecto en moto y al manoseo, su cabello dorado sigue perfecto. Está preciosa. ____ le extiende una mano a mi madre.
- Nick y yo estábamos estudiando.
- Pues no es lo que me ha parecido ver -rebate mi madre, ignorando la mano de ____.
Hace una mueca.
- Mamá, déjala en paz -espeto bruscamente.
- Mi casa no es un prostíbulo.
- Por favor, mamá -insisto, molesto-. Solo estábamos besándonos.
- Los besos solo conducen a una cosa, Nicholas. Niños.
- Larguémonos de aquí -le digo a ____, completamente avergonzado.
Cojo la chaqueta del sofá y me la pongo.
- Señora Jonas, le pido disculpas si le he faltado al respeto de algún modo -dice ____, visiblemente afectada.
Mi madre lleva la compra a la cocina haciendo caso omiso de la disculpa de ____.
Cuando salimos, ____ inspira profundamente. Estoy convencido de que ha intentado guardar la compostura, aunque le ha costado mucho. Nada ha salido como debía: chico trae chica a casa, chico besa a chica, mamá del chico insulta a chica, chica se marcha llorando.
- No le des más vueltas. No está acostumbrada a que traiga chicas a casa.
Los expresivos ojos de ____parecen remotos y fríos. Uff.
- Esto no debería haber ocurrido -dice, enderezando los hombros y adoptando una pose rígida, como una estatua.
- ¿El qué? ¿El beso o el hecho de que te haya gustado tanto?
- Tengo novio -dice sin dejar de manosear la correa de su bolso de diseño.
- ¿Quieres convencerme a mí o a ti misma? -le pregunto.
- No le des la vuelta a la tortilla. No quiero enemistarme con mis amigas. No quiero enojar a mi madre. Y en cuanto a Blaine... bueno, ahora mismo estoy muy confusa.
Levanto las manos y alzo el tono de voz, lo que normalmente evito hacer porque, según Paco, significa que algo me importa mucho. Pero no me importa. ¿Por qué habría de importarme? Aunque mi mente me sugiere mantener la boca cerrada, las palabras salen sin darme cuenta.
- No lo entiendo. Te trata como si fueras un maldito trofeo.
- No tienes ni idea de lo que hay entre Blaine y yo...
- Pues dímelo tú, joder -le ruego, incapaz de ocultar mi enfado. He intentado evitar decirle lo que realmente sentía, pero ya no puedo resistirlo más. Se lo suelto todo de golpe-. Porque el beso que acabamos de darnos... sí que significa algo. Lo sabes tan bien como yo. Estoy seguro de que con Blaine no sientes ni la mitad de lo que sientes conmigo.
- No lo entenderías -asegura, apartando la mirada.
- Inténtalo.
- Cuando la gente nos ve juntos, siempre comentan lo perfectos que somos. Ya sabes, la Pareja Dorada. ¿Lo entiendes?
La miro sin dar crédito a mis oídos. Esto es más de lo que puedo soportar.
- Lo entiendo, pero no puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Tanto significa para ti parecer perfecta?
Se produce un silencio largo e inestable. Puedo atisbar un destello de tristeza en sus ojos de zafiro, aunque se desvanece rápidamente. En un instante, su rostro adopta una expresión seria y fría.
- Últimamente no se me ha dado del todo bien, pero sí. Significa mucho para mí -admite finalmente-. Mi hermana no es perfecta, así que yo tengo que serlo.
Es lo más patético que he oído nunca. Niego con la cabeza, asqueado, y señalo mi moto.
- Sube. Te llevaré al instituto para que puedas recoger tu coche.
____ sube a la moto sin decir palabra. Se sujeta al agarradero posterior, lejos de mí, tanto que apenas puedo sentirla. Me planteo dar un rodeo para alargar un poco más el trayecto.
____ trata a su hermana con paciencia y adoración. No sé si yo sería capaz de dar de comer a uno de mis hermanos y después limpiarle la boca.
La chica a la que una vez acusé de ser egocéntrica, resulta que no es tan simple como creía.
Siento admiración por ella. De algún modo, estar con ___ le da a mi vida algo que le faltaba, algo... que me hace sentir bien. ¿Pero cómo voy a convencerla de lo que siento?
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 33. ____
A pesar de que haya estado toda la noche en vela, rememorando el momento en el que nos besamos, quiero olvidarlo cuanto antes. Mientras me dirijo en coche a la escuela, el día siguiente al beso que nunca ocurrió, me pregunto si debería ignorarle. Aunque, después de todo, no es una opción factible teniendo en cuenta que somos compañeros en clase de química.
Oh, no. La clase de química. ¿Sospechará algo Blaine? Tal vez alguien nos vio ayer en la moto y se lo haya contado. Anoche apagué el móvil para no tener que hablar con nadie.
Uff. Ojalá mi vida no fuese tan complicada. Tengo novio. Aunque últimamente se haya mostrado más insistente de lo habitual; solo parece interesado en el sexo. Y estoy harta.
Sin embargo, Nick y yo nunca podremos salir juntos. Su madre me odia. Su ex novia quiere matarme; una muy mala señal. Y fuma, lo que no me parece nada correcto. Podría elaborar una lista larguísima con todos los inconvenientes que supondría salir con él. Vale, puede que también haya ventajas. Unas cuantas, aunque demasiado insignificantes como para mencionarlas.
Es inteligente. Tiene una mirada tan expresiva que dice mucho más de él que lo que refleja su aspecto.
Es un chico entregado con sus amigos, con su familia, incluso con su moto. Cuando me toca, lo hace con tanta delicadeza que me hace sentir como si estuviera hecha de cristal.
Me besa como si intentara impregnarse de ese instante y conservarlo durante el resto de su vida.
La primera vez que le veo es a la hora de comer. Mientras espero mi turno en la cafetería, me fijo en que va justo antes de la chica que me precede en la fila. La chica en cuestión se llama Nola Linn y, no solo se interpone entre ambos, sino que tampoco parece tener mucha prisa por avanzar.
Los vaqueros de Nick están descoloridos y desgastados en las rodillas. El pelo le cae sobre los ojos y empiezo a sentir un deseo incontrolable de apartárselo. Si Nola no fuera tan indecisa con lo que va a tomar de postre... Nick me pilla mirándole. Me apresuro a concentrarme en la sopa del día.
Sopa minestrón.
- ¿Qué prefieres cariño, taza o bol? -pregunta Mary, la Chica de la cafetería.
- Bol -respondo, fingiendo estar muy interesada en el modo en el que Mary sirve la sopa.
Cuando me entrega el bol, adelanto rápidamente a Nola y me dirijo a la caja, colocándome justo detrás de Nick. Como si supiera que estoy acechándole, se da la vuelta y me atraviesa con la mirada. Durante un instante, siento que el mundo se detiene y que solo estamos él y yo. El deseo por abalanzarme sobre sus brazos y sentir su calor rodeándome es tan poderoso que me pregunto si es médicamente posible sentir una adicción semejante por Otro ser humano.
Carraspeo.
- Te toca -apunto yo, señalando a la cajera.
Nick avanza con una porción de pizza en la bandeja.
- Cóbrame también lo de ella -dice, señalándome.
- ¿Qué tienes? ¿Un bol de minestrón? -pregunta la cajera, agitando el dedo en mi dirección.
- Sí, pero... Nick, no es necesario.
- No te preocupes. Puedo permitirme un bol de sopa -contesta a la defensiva mientras le entrega tres dólares a la cajera.
Blaine se abre paso entre los chicos que esperan a la fila y se coloca a mi lado.
- Circula. Échate una novia a la que puedas mirar de ese modo —le espeta a Nick antes de ahuyentarlo. Rezo para que Nick no conteste y le confiese que nos besamos. Toda la cola nos observa. Puedo sentir sus miradas clavadas en la nuca. Nick coge el cambio y, sin mirar atrás, se encamina al patio, fuera de la cafetería, donde normalmente se sienta a comer.
Me siento profundamente egoísta por desear lo mejor de ambos mundos.
Deseo mantener la imagen que tanto esfuerzo me ha costado crear. Y esa imagen incluye a Blaine. Pero también deseo a Nick. No puedo pensar en otra cosa que no sea estar entre sus brazos y pedirle que me bese otra vez, hasta dejarme sin aliento.
- Cóbrame lo mío y lo de ella -le dice Blaine a la cajera.
- ¿No ha pagado ya por ti el otro chico? -me pregunta ella, mirándome confusa.
Blaine espera que la corrija. Cuando no lo hago, me fulmina con la mirada y sale hecho una furia de la cafetería.
- ¡Blaine, espera! -grito, pero o no me oye o pasa de mí.
La próxima vez que le veo es en clase de química, pero entra justo cuando suena el timbre y no tenemos tiempo de hablar. La clase de hoy consiste en un experimento de observación. Nick da vueltas a los tubos de ensayo llenos de nitrato de plata y de cloruro potásico.
- A mi me parecen agua los dos, señora P. -dice Nick.
- Las apariencias engañan -contesta la señora Peterson. Desvío la mirada hacia sus manos. Esas manos, que ahora están ocupadas midiendo la cantidad exacta de nitrato de plata y de cloruro potásico, son las mismas que rozaron mis labios tan suavemente.
- Tierra llamando a ____.
Parpadeo y despierto de mi ensoñación. Nick me pasa un tubo de ensayo lleno de un líquido transparente. Lo que me recuerda que debería ayudarlo a verter líquidos.
- Lo siento -me disculpo, cogiendo un tubo de ensayo y vertiendo el contenido dentro del que Nick está sujetando-. Se supone que ahora debemos de apuntar lo que sucede -añade, utilizando la varilla para mezclar los dos elementos químicos.
Un material sólido y blanco aparece por arte de magia dentro del líquido transparente.
- ¡Eh, señora P! Creo que hemos encontrado la solución al problema de la degradación de la capa de ozono. La señora Peterson niega con la cabeza.
- Veamos, ¿qué observamos en el tubo? -lee Nick de la hoja que la señora Peterson nos ha entregado al comienzo de la clase.
- Yo diría que el líquido acuoso probablemente ahora es nitrato potásico y que el material sólido y blanco cloruro de plata. ¿Qué crees tú? Y Cuando me pasa el tubo, nuestros dedos se rozan ligeramente. Un hormigueo que no puedo ignorar me recorre el cuerpo. Levanto la mirada.
Nuestros ojos se encuentran, y por un instante pienso que me está mandando un mensaje secreto. Sin embargo, su expresión se vuelve sombría, y aparta la mirada.
- ¿Qué quieres que haga? -susurro.
- Eso tienes que averiguarlo tú sola.
- Nick...
Aunque no va a decirme qué he de hacer. Supongo que soy una estúpida por pedirle consejo cuando lo más probable es que no pueda ser imparcial.
Cuando estoy cerca de Nick, siento una emoción similar a la que suelo sentir al despertar el día de Navidad. Por mucho que intente no pensar en ello, miro a Blaine y sé... Sé que nuestra relación ya no es lo que era. Se ha terminado.
Y cuanto antes rompa con él, antes dejaré de preguntarme por qué sigo aún con él.
Quedo con Blaine después de clase, en la puerta trasera del instituto. Está vestido para el entrenamiento de fútbol. Por desgracia, está con Shane. Shane me apunta con su móvil.
- ¿Podéis repetir el espectáculo de la otra noche? Puedo capturar el momento para siempre y mandártelo por correo electrónico. Sería un fondo de pantalla genial, o mejor aún, podemos colgarlo en Youtube.
- Shane, desaparece de una maldita vez o perderé los papeles -dice Blaine, y le lanza una mirada asesina hasta que se marcha-. ___, ¿dónde te metiste anoche? -me pregunta, y al ver que no respondo, añade-: Aunque puedes ahorrarte el esfuerzo. Ya me lo huelo.
Esto no va a ser nada fácil. Ahora entiendo por qué la gente suele romper por correo electrónico o con mensajes de texto. Hacerlo cara a cara es difícil, porque no te queda más remedio que mirar a la otra persona y ser testigo de su reacción.
Enfrentarse a su ira. He malgastado tanto tiempo evitando explicaciones y maquillando relaciones con la gente que me rodea, que la confrontación me resulta muy dolorosa.
- Ambos sabemos que lo nuestro no funciona -digo, con tanto tacto como puedo.
- Pero, ¿qué estás diciendo? -pregunta Blaine, entrecerrando los ojos.
- Necesitamos un descanso.
-¿Un descanso o una ruptura?
- Una ruptura -matizo con suavidad.
- Esto es por Jonas, ¿verdad?
- Desde que volviste de vacaciones, nuestra relación solo se basa en el tonteo. Ya no hablamos nunca, y estoy harta de sentirme culpable por no arrancarme la ropa y abrirme de piernas para demostrarte que te quiero.
- Tú no quieres demostrarme nada.
Intento mantener un tono de voz bajo para que los otros estudiantes no puedan oírme.
- ¿Y por qué tendría que hacerlo? El mero hecho de que necesites que te demuestre mi amor es una señal de que lo nuestro no funciona.
- No lo hagas -dice, echando la cabeza hacia atrás y dejando escapar un suspiro-. Por favor, no lo hagas.
Encajamos perfectamente en el estereotipo estrella de fútbol-capitana de las animadoras en el que los demás nos han colocado. Hemos sido ese modelo durante años. Ahora, analizarán con lupa nuestra ruptura, y circularán todo tipo de rumores sobre nosotros. Solo de pensarlo hace que se me pongan los pelos de punta. Sin embargo, no puedo seguir fingiendo que todo marcha sobre ruedas. Es una decisión que probablemente me persiga toda la vida. Si mis padres pueden enviar a Shelley a la otra punta del país porque es lo que les conviene, y si Darlene puede ligar con cualquiera que se le acerque porque así se siente mejor, ¿por qué yo no puedo hacer lo que considero más adecuado?
Apoyo una mano en el hombro de Blaine, intentando no mirar directamente a sus ojos vidriosos. Él la aparta.
- Dime algo -le digo.
- ¿Qué quieres que diga, ____, que estoy encantado porque estás rompiendo conmigo? Lo siento, pero no puedo.
Se enjuga las lágrimas con la palma de las manos. Ese gesto tan sutil hace que también sienta ganas de llorar. Noto cómo se me humedecen los ojos. Es el final de algo que creíamos real, aunque ha acabado siendo otro de los papeles que nos empujaron a representar. Eso es lo que me produce más tristeza. No la ruptura en sí, sino el hecho de que nuestra relación haya seguido adelante tan solo por... mi debilidad.
- Me acosté con Mia -espeta-. Este verano. Ya sabes, la chica de la foto.
- Sólo lo dices para hacerme sentir mal.
- Lo digo porque es verdad. Pregúntale a Shane.
- Entonces, ¿por qué fingiste que seguíamos siendo la Pareja Dorada?
- Porque es lo que todos esperan. Incluso tú. No lo niegues.
Aunque ciertas, sus palabras son dolorosas. Se acabó representar el papel de la chica «perfecta» y vivir según las reglas de los demás, incluso según las que yo misma me he impuesto. Es hora de enfrentarse a la realidad. Lo primero que hago después de hablar con Blaine es decirle a la señora Small que necesito tomarme un descanso y que voy a dejar el equipo de animadoras. Tras aquello, siento como si me hubiera quitado un peso de encima. Regreso a casa para pasar algo de tiempo con Shelley y hacer los deberes. Después de cenar, llamo a Isabel Ávila.
- Debería sorprenderme tu llamada, pero lo cierto es que no es así –me suelta.
- ¿Cómo ha ido el entrenamiento?
- No demasiado bien. Darlene no es muy buena capitana, y la señora
Small lo sabe. No tendrías que haberlo dejado.
- No lo he hecho. Solo me he tomado un pequeño descanso. Pero no te he llamado para hablar de las animadoras. Escucha, quiero que sepas que hoy he cortado con Blaine.
- Y me estás contando esto porque...
Es una buena pregunta, una que, en otras circunstancias, me hubiera negado a contestar.
- Quería hablar de ello con alguien, y aunque sé que tengo amigas a las que puedo recurrir, me apetecía hacerlo con una persona que después no se dedique a cotillear sobre ello. Mis amigas tienen la lengua muy larga.
Sierra es la única a la que estoy más unida, pero le mentí acerca de Alex. Y su novio, Doug, es el mejor amigo de Blaine.
- ¿Y cómo sabes que yo no me iré de la lengua? -pregunta Isabel.
- No lo sé. Pero no me dijiste nada sobre Nick cuando te pregunté, así que supongo que se te da muy bien guardar secretos.
- Así es. Dispara.
- No sé por dónde empezar.
- Pues no tengo todo el día, ¿sabes?
- He besado a Nick -le suelto.
- ¿A Nick? ¡Vaya! ¿Y eso fue antes o después de que rompieras con
Blaine?
- No fue premeditado -contesto, haciendo una mueca.
Isabel estalla en carcajadas tan fuertes y ruidosas que tengo que apartar el auricular.
- ¿Estás segura de que no lo planeaste? -me pregunta en cuanto es capaz de articular palabra.
- Sucedió sin más. Estábamos en su casa. Su madre llegó, nos interrumpió y nos vio...
- ¿Qué? ¿Su madre os pilló? ¿En su casa? ¡Venga ya! -exclama Isabel, alucinada.
- Venga, Isabel. Tómatelo en serio.
- Sí, lo siento. Selena va a flipar cuando se entere.
Me aclaro la garganta.
- No pienso decírselo -se apresura a añadir Isabel-. Pero la madre de Nick se las trae. Cuando salió con Selena, Nick la mantuvo alejada de su mamá. No me malinterpretes, ella adora a sus hijos. Pero es sobre protectora, como todas las madres mexicanas. ¿Te echó a patadas de su casa?
- No, pero me llamó lagartona, más o menos.
Más risas al otro lado de la línea.
- No tuvo ninguna gracia.
- Lo siento -dice, aún entre risas-. Me hubiera encantado ser una mosca y presenciar la escena.
- Gracias por la comprensión -respondo irónicamente-. Voy a colgar.
- ¡No! Siento haberme reído. Es que cuanto más hablamos, más me doy cuenta de que eres una persona completamente distinta de lo que pensaba. Supongo que puedo entender por qué le gustas a Nick.
- Gracias, creo. ¿Recuerdas cuando te dije que no permitiría que ocurriera nada entre Nick y yo?
- Sí. Solo para asegurarme de que lo entiendo bien, eso fue antes de que le besaras, ¿verdad? -dice, otra vez entre risitas, antes de añadir-: Estoy de coña, ____. Si te gusta, ve a por él. Pero ándate con cuidado, porque creo que le gustas más de lo que quiere admitir. Deberías mantenerte alerta.
- Si ocurre algo entre Nick y yo, no voy a evitar que suceda. Pero no te preocupes, nunca bajo la guardia.
- Ni yo tampoco. Bueno, excepto la noche que te quedaste a dormir en mi casa. Me acosté con Paco. No puedo decírselo a mis amigas porque me darían la vara.
- ¿Te gusta?
- No lo sé. Nunca había pensado en él de esa manera, pero fue genial estar con él. ¿Qué tal el beso con Nick?
- Bien -digo, pensando al mismo tiempo en lo sensual que me pareció-. En realidad, Isabel, fue más que bien. Fue jodidamente increíble.
Isabel estalla nuevamente en carcajadas, y esta vez, me uno a ella.
A pesar de que haya estado toda la noche en vela, rememorando el momento en el que nos besamos, quiero olvidarlo cuanto antes. Mientras me dirijo en coche a la escuela, el día siguiente al beso que nunca ocurrió, me pregunto si debería ignorarle. Aunque, después de todo, no es una opción factible teniendo en cuenta que somos compañeros en clase de química.
Oh, no. La clase de química. ¿Sospechará algo Blaine? Tal vez alguien nos vio ayer en la moto y se lo haya contado. Anoche apagué el móvil para no tener que hablar con nadie.
Uff. Ojalá mi vida no fuese tan complicada. Tengo novio. Aunque últimamente se haya mostrado más insistente de lo habitual; solo parece interesado en el sexo. Y estoy harta.
Sin embargo, Nick y yo nunca podremos salir juntos. Su madre me odia. Su ex novia quiere matarme; una muy mala señal. Y fuma, lo que no me parece nada correcto. Podría elaborar una lista larguísima con todos los inconvenientes que supondría salir con él. Vale, puede que también haya ventajas. Unas cuantas, aunque demasiado insignificantes como para mencionarlas.
Es inteligente. Tiene una mirada tan expresiva que dice mucho más de él que lo que refleja su aspecto.
Es un chico entregado con sus amigos, con su familia, incluso con su moto. Cuando me toca, lo hace con tanta delicadeza que me hace sentir como si estuviera hecha de cristal.
Me besa como si intentara impregnarse de ese instante y conservarlo durante el resto de su vida.
La primera vez que le veo es a la hora de comer. Mientras espero mi turno en la cafetería, me fijo en que va justo antes de la chica que me precede en la fila. La chica en cuestión se llama Nola Linn y, no solo se interpone entre ambos, sino que tampoco parece tener mucha prisa por avanzar.
Los vaqueros de Nick están descoloridos y desgastados en las rodillas. El pelo le cae sobre los ojos y empiezo a sentir un deseo incontrolable de apartárselo. Si Nola no fuera tan indecisa con lo que va a tomar de postre... Nick me pilla mirándole. Me apresuro a concentrarme en la sopa del día.
Sopa minestrón.
- ¿Qué prefieres cariño, taza o bol? -pregunta Mary, la Chica de la cafetería.
- Bol -respondo, fingiendo estar muy interesada en el modo en el que Mary sirve la sopa.
Cuando me entrega el bol, adelanto rápidamente a Nola y me dirijo a la caja, colocándome justo detrás de Nick. Como si supiera que estoy acechándole, se da la vuelta y me atraviesa con la mirada. Durante un instante, siento que el mundo se detiene y que solo estamos él y yo. El deseo por abalanzarme sobre sus brazos y sentir su calor rodeándome es tan poderoso que me pregunto si es médicamente posible sentir una adicción semejante por Otro ser humano.
Carraspeo.
- Te toca -apunto yo, señalando a la cajera.
Nick avanza con una porción de pizza en la bandeja.
- Cóbrame también lo de ella -dice, señalándome.
- ¿Qué tienes? ¿Un bol de minestrón? -pregunta la cajera, agitando el dedo en mi dirección.
- Sí, pero... Nick, no es necesario.
- No te preocupes. Puedo permitirme un bol de sopa -contesta a la defensiva mientras le entrega tres dólares a la cajera.
Blaine se abre paso entre los chicos que esperan a la fila y se coloca a mi lado.
- Circula. Échate una novia a la que puedas mirar de ese modo —le espeta a Nick antes de ahuyentarlo. Rezo para que Nick no conteste y le confiese que nos besamos. Toda la cola nos observa. Puedo sentir sus miradas clavadas en la nuca. Nick coge el cambio y, sin mirar atrás, se encamina al patio, fuera de la cafetería, donde normalmente se sienta a comer.
Me siento profundamente egoísta por desear lo mejor de ambos mundos.
Deseo mantener la imagen que tanto esfuerzo me ha costado crear. Y esa imagen incluye a Blaine. Pero también deseo a Nick. No puedo pensar en otra cosa que no sea estar entre sus brazos y pedirle que me bese otra vez, hasta dejarme sin aliento.
- Cóbrame lo mío y lo de ella -le dice Blaine a la cajera.
- ¿No ha pagado ya por ti el otro chico? -me pregunta ella, mirándome confusa.
Blaine espera que la corrija. Cuando no lo hago, me fulmina con la mirada y sale hecho una furia de la cafetería.
- ¡Blaine, espera! -grito, pero o no me oye o pasa de mí.
La próxima vez que le veo es en clase de química, pero entra justo cuando suena el timbre y no tenemos tiempo de hablar. La clase de hoy consiste en un experimento de observación. Nick da vueltas a los tubos de ensayo llenos de nitrato de plata y de cloruro potásico.
- A mi me parecen agua los dos, señora P. -dice Nick.
- Las apariencias engañan -contesta la señora Peterson. Desvío la mirada hacia sus manos. Esas manos, que ahora están ocupadas midiendo la cantidad exacta de nitrato de plata y de cloruro potásico, son las mismas que rozaron mis labios tan suavemente.
- Tierra llamando a ____.
Parpadeo y despierto de mi ensoñación. Nick me pasa un tubo de ensayo lleno de un líquido transparente. Lo que me recuerda que debería ayudarlo a verter líquidos.
- Lo siento -me disculpo, cogiendo un tubo de ensayo y vertiendo el contenido dentro del que Nick está sujetando-. Se supone que ahora debemos de apuntar lo que sucede -añade, utilizando la varilla para mezclar los dos elementos químicos.
Un material sólido y blanco aparece por arte de magia dentro del líquido transparente.
- ¡Eh, señora P! Creo que hemos encontrado la solución al problema de la degradación de la capa de ozono. La señora Peterson niega con la cabeza.
- Veamos, ¿qué observamos en el tubo? -lee Nick de la hoja que la señora Peterson nos ha entregado al comienzo de la clase.
- Yo diría que el líquido acuoso probablemente ahora es nitrato potásico y que el material sólido y blanco cloruro de plata. ¿Qué crees tú? Y Cuando me pasa el tubo, nuestros dedos se rozan ligeramente. Un hormigueo que no puedo ignorar me recorre el cuerpo. Levanto la mirada.
Nuestros ojos se encuentran, y por un instante pienso que me está mandando un mensaje secreto. Sin embargo, su expresión se vuelve sombría, y aparta la mirada.
- ¿Qué quieres que haga? -susurro.
- Eso tienes que averiguarlo tú sola.
- Nick...
Aunque no va a decirme qué he de hacer. Supongo que soy una estúpida por pedirle consejo cuando lo más probable es que no pueda ser imparcial.
Cuando estoy cerca de Nick, siento una emoción similar a la que suelo sentir al despertar el día de Navidad. Por mucho que intente no pensar en ello, miro a Blaine y sé... Sé que nuestra relación ya no es lo que era. Se ha terminado.
Y cuanto antes rompa con él, antes dejaré de preguntarme por qué sigo aún con él.
Quedo con Blaine después de clase, en la puerta trasera del instituto. Está vestido para el entrenamiento de fútbol. Por desgracia, está con Shane. Shane me apunta con su móvil.
- ¿Podéis repetir el espectáculo de la otra noche? Puedo capturar el momento para siempre y mandártelo por correo electrónico. Sería un fondo de pantalla genial, o mejor aún, podemos colgarlo en Youtube.
- Shane, desaparece de una maldita vez o perderé los papeles -dice Blaine, y le lanza una mirada asesina hasta que se marcha-. ___, ¿dónde te metiste anoche? -me pregunta, y al ver que no respondo, añade-: Aunque puedes ahorrarte el esfuerzo. Ya me lo huelo.
Esto no va a ser nada fácil. Ahora entiendo por qué la gente suele romper por correo electrónico o con mensajes de texto. Hacerlo cara a cara es difícil, porque no te queda más remedio que mirar a la otra persona y ser testigo de su reacción.
Enfrentarse a su ira. He malgastado tanto tiempo evitando explicaciones y maquillando relaciones con la gente que me rodea, que la confrontación me resulta muy dolorosa.
- Ambos sabemos que lo nuestro no funciona -digo, con tanto tacto como puedo.
- Pero, ¿qué estás diciendo? -pregunta Blaine, entrecerrando los ojos.
- Necesitamos un descanso.
-¿Un descanso o una ruptura?
- Una ruptura -matizo con suavidad.
- Esto es por Jonas, ¿verdad?
- Desde que volviste de vacaciones, nuestra relación solo se basa en el tonteo. Ya no hablamos nunca, y estoy harta de sentirme culpable por no arrancarme la ropa y abrirme de piernas para demostrarte que te quiero.
- Tú no quieres demostrarme nada.
Intento mantener un tono de voz bajo para que los otros estudiantes no puedan oírme.
- ¿Y por qué tendría que hacerlo? El mero hecho de que necesites que te demuestre mi amor es una señal de que lo nuestro no funciona.
- No lo hagas -dice, echando la cabeza hacia atrás y dejando escapar un suspiro-. Por favor, no lo hagas.
Encajamos perfectamente en el estereotipo estrella de fútbol-capitana de las animadoras en el que los demás nos han colocado. Hemos sido ese modelo durante años. Ahora, analizarán con lupa nuestra ruptura, y circularán todo tipo de rumores sobre nosotros. Solo de pensarlo hace que se me pongan los pelos de punta. Sin embargo, no puedo seguir fingiendo que todo marcha sobre ruedas. Es una decisión que probablemente me persiga toda la vida. Si mis padres pueden enviar a Shelley a la otra punta del país porque es lo que les conviene, y si Darlene puede ligar con cualquiera que se le acerque porque así se siente mejor, ¿por qué yo no puedo hacer lo que considero más adecuado?
Apoyo una mano en el hombro de Blaine, intentando no mirar directamente a sus ojos vidriosos. Él la aparta.
- Dime algo -le digo.
- ¿Qué quieres que diga, ____, que estoy encantado porque estás rompiendo conmigo? Lo siento, pero no puedo.
Se enjuga las lágrimas con la palma de las manos. Ese gesto tan sutil hace que también sienta ganas de llorar. Noto cómo se me humedecen los ojos. Es el final de algo que creíamos real, aunque ha acabado siendo otro de los papeles que nos empujaron a representar. Eso es lo que me produce más tristeza. No la ruptura en sí, sino el hecho de que nuestra relación haya seguido adelante tan solo por... mi debilidad.
- Me acosté con Mia -espeta-. Este verano. Ya sabes, la chica de la foto.
- Sólo lo dices para hacerme sentir mal.
- Lo digo porque es verdad. Pregúntale a Shane.
- Entonces, ¿por qué fingiste que seguíamos siendo la Pareja Dorada?
- Porque es lo que todos esperan. Incluso tú. No lo niegues.
Aunque ciertas, sus palabras son dolorosas. Se acabó representar el papel de la chica «perfecta» y vivir según las reglas de los demás, incluso según las que yo misma me he impuesto. Es hora de enfrentarse a la realidad. Lo primero que hago después de hablar con Blaine es decirle a la señora Small que necesito tomarme un descanso y que voy a dejar el equipo de animadoras. Tras aquello, siento como si me hubiera quitado un peso de encima. Regreso a casa para pasar algo de tiempo con Shelley y hacer los deberes. Después de cenar, llamo a Isabel Ávila.
- Debería sorprenderme tu llamada, pero lo cierto es que no es así –me suelta.
- ¿Cómo ha ido el entrenamiento?
- No demasiado bien. Darlene no es muy buena capitana, y la señora
Small lo sabe. No tendrías que haberlo dejado.
- No lo he hecho. Solo me he tomado un pequeño descanso. Pero no te he llamado para hablar de las animadoras. Escucha, quiero que sepas que hoy he cortado con Blaine.
- Y me estás contando esto porque...
Es una buena pregunta, una que, en otras circunstancias, me hubiera negado a contestar.
- Quería hablar de ello con alguien, y aunque sé que tengo amigas a las que puedo recurrir, me apetecía hacerlo con una persona que después no se dedique a cotillear sobre ello. Mis amigas tienen la lengua muy larga.
Sierra es la única a la que estoy más unida, pero le mentí acerca de Alex. Y su novio, Doug, es el mejor amigo de Blaine.
- ¿Y cómo sabes que yo no me iré de la lengua? -pregunta Isabel.
- No lo sé. Pero no me dijiste nada sobre Nick cuando te pregunté, así que supongo que se te da muy bien guardar secretos.
- Así es. Dispara.
- No sé por dónde empezar.
- Pues no tengo todo el día, ¿sabes?
- He besado a Nick -le suelto.
- ¿A Nick? ¡Vaya! ¿Y eso fue antes o después de que rompieras con
Blaine?
- No fue premeditado -contesto, haciendo una mueca.
Isabel estalla en carcajadas tan fuertes y ruidosas que tengo que apartar el auricular.
- ¿Estás segura de que no lo planeaste? -me pregunta en cuanto es capaz de articular palabra.
- Sucedió sin más. Estábamos en su casa. Su madre llegó, nos interrumpió y nos vio...
- ¿Qué? ¿Su madre os pilló? ¿En su casa? ¡Venga ya! -exclama Isabel, alucinada.
- Venga, Isabel. Tómatelo en serio.
- Sí, lo siento. Selena va a flipar cuando se entere.
Me aclaro la garganta.
- No pienso decírselo -se apresura a añadir Isabel-. Pero la madre de Nick se las trae. Cuando salió con Selena, Nick la mantuvo alejada de su mamá. No me malinterpretes, ella adora a sus hijos. Pero es sobre protectora, como todas las madres mexicanas. ¿Te echó a patadas de su casa?
- No, pero me llamó lagartona, más o menos.
Más risas al otro lado de la línea.
- No tuvo ninguna gracia.
- Lo siento -dice, aún entre risas-. Me hubiera encantado ser una mosca y presenciar la escena.
- Gracias por la comprensión -respondo irónicamente-. Voy a colgar.
- ¡No! Siento haberme reído. Es que cuanto más hablamos, más me doy cuenta de que eres una persona completamente distinta de lo que pensaba. Supongo que puedo entender por qué le gustas a Nick.
- Gracias, creo. ¿Recuerdas cuando te dije que no permitiría que ocurriera nada entre Nick y yo?
- Sí. Solo para asegurarme de que lo entiendo bien, eso fue antes de que le besaras, ¿verdad? -dice, otra vez entre risitas, antes de añadir-: Estoy de coña, ____. Si te gusta, ve a por él. Pero ándate con cuidado, porque creo que le gustas más de lo que quiere admitir. Deberías mantenerte alerta.
- Si ocurre algo entre Nick y yo, no voy a evitar que suceda. Pero no te preocupes, nunca bajo la guardia.
- Ni yo tampoco. Bueno, excepto la noche que te quedaste a dormir en mi casa. Me acosté con Paco. No puedo decírselo a mis amigas porque me darían la vara.
- ¿Te gusta?
- No lo sé. Nunca había pensado en él de esa manera, pero fue genial estar con él. ¿Qué tal el beso con Nick?
- Bien -digo, pensando al mismo tiempo en lo sensual que me pareció-. En realidad, Isabel, fue más que bien. Fue jodidamente increíble.
Isabel estalla nuevamente en carcajadas, y esta vez, me uno a ella.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
awwww fue tan lindo
Se besaron awww y sintieron maripositas en el estomago awww
Y corto con Blaine que bien
E Isabel se acosto con Paco quien lo diria awww
Siguela!!
Se besaron awww y sintieron maripositas en el estomago awww
Y corto con Blaine que bien
E Isabel se acosto con Paco quien lo diria awww
Siguela!!
aranzhitha
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