the mind of the youth

El primer día de clases siempre es una lata, sobre todo para alguien como JP que se la pasaba de un lado a otro con una libreta, una pluma y el corazón roto.

En un intento por entender la superficialidad de su generación, escoge a cuatro individuos para analizar debido a la primera impresión que tiene de ellos.

JP analizará la mente juvenil y verá qué fue lo que los llevó a ser como son.


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JP.

De pequeño soñaba en cómo sería cuando fuera grande.

Los grandes sólo sabían divertirse, ir con sus amigos, tener novias y saber qué harían con su futuro. Vivimos en un tiempo en el que las percepciones de las cosas son erróneas y en donde las dudas se quedan de la misma manera o peor. En ese tiempo no comprendía cómo funcionaba el mundo en su mayoría. Vivía leyendo páginas y páginas de mis libros, creyendo que mi vida sería como uno de ellos, algo digno de escribir. Era muy ingenuo en ese entonces, en parte, lo sigo siendo. Esperaba que algo grande me pasara, algo que me cambiara la vida de golpe. Es irónico, ya que así fue.

Poco a poco las estaciones me hicieron cambiar. Yo crecía, me volvía más soñador, centímetros más grande y con otra historia que contar. Todo parecía ir bien, o eso creía. Estaba tan erróneo.

Como cualquier otro humano, me enamoré de una chica. Para mí, no era simplemente una chica. Desde el momento en que la vi, no pude apartar la mirada. Estaba absolutamente hipnotizado. Sus ojos me cautivaron a un punto en el que no podía tener en mi mente algo más que ellos. Su sonrisa era mi motivación para despertarme y ver la vida de una manera distinta. Me había enamorado de ella, tanto, que ya no podía pensar en cómo sería mi vida si no estuviese a mi lado.

Las personas, las mentes y la forma de ver las cosas cambian. Nunca dejé de verla de la misma manera, pero pude notar cómo su mirada hacia mí cambió. Ya no sonreía tanto, no mostraba el mismo interés y siempre estaba ocupada. No hubo día o noche en la que yo no le dijera lo mucho que la amaba, pero la flama se fue haciendo más débil sin que yo lo deseara. Cuidé nuestra vela pero, por más que desee que no pasara, se consumió.

Aquella noche pensé que, al fin, podríamos arreglar las cosas. Ella lucía preciosa en aquel vestido. Ella fue mi perdición. Al ver cómo se besaba con mi mejor amigo, una parte de mí murió. No supe cómo reaccionar. Con elegancia y calma o hacer lo primero que cruzara por mi mente.

Mis sueños murieron, al igual que mi esperanza y mis ganas de disfrutar de la vida. Cambié. Me volví frío. El pequeño soñador murió ahogado en penas y tabaco. Me volví realista en un intento por salvarme.

No podía quedarme en aquella escuela un año más, no podría aguantar ver caras y gestos hipócritas que decían una y otra vez lo siento. Así fue como terminé en una escuela en donde no conocía a nadie en mi último año de instituto.

En el verano, compré una pequeña libreta blanca. Al principio, me funcionó para desahogarme y analizar cómo es que la sociedad estaba ya tan jodida, cómo es que las cosas se tornaron tan oscuras y perversas. A pesar de todo, el último día de verano, leí todas las páginas escritas. Sabía que todo lo que estaba ahí era verdad, pero era hora de sustentarlo.

Y aquí estoy, en mi primer día de clases. Al llegar, ni siquiera me molesto en saludar o intentar socializar, simplemente me siento en una de las bancas del final. Miro a mi alrededor y puedo sentir cómo todo está en cámara lenta. Nunca fui fanático de los cambios, pero es solamente un año. Respiro hondo y una risa me saca de mis pensamientos. Veo cómo la mayoría de ellos se conocen y charlan en pequeños grupos. De mi mochila, saco la pequeña libreta blanca y una pluma.

Sustentar la verdad. No quería agregar referencias de Wikipedia o convertir mi diario a formato APA, mi intención era contar historias de los demás. Respiro hondo. Sé que está mal lo que estoy apunto de hacer en muchos sentidos, pero es algo que me mantiene distraído de mí mismo y evita que me vuelva como ellos. No quiero volverme como ellos o como aquella sociedad que tanto critico.

Quiero analizar cómo es que la han jodido para no cometer sus errores y, tal vez, enseñarles en dónde perdieron su camino para que vuelvan a él. Esto podría ayudar, me repetía una y otra vez en un intento por justificar mis actos.

Escucho la voz de Alex Turner por mis audífonos y me quito el derecho. Estoy listo para comenzar.

Según los registros, en el salón somos simplemente veinte personas. Un grupo extremadamente pequeño si soy sincero. Volteo mi atención hacia el grupo de chicas y veo cómo todas se encontraban juntas, no había ninguna fuera o en otro lado. Una rubia chilla y grita:

― ¡Debes de contarnos de tus vacaciones! Tú y Wellinton son tan lindos, ¡cuéntanos todo!
― Okay, lo haré ― mencionó una castaña. ―. Es fabuloso. Lo juro, es tan lindo y perfecto.

Una cara de asco surgió naturalmente de mí. La rubia chilló de emoción y la abrazó, haciendo que ambas sonrieran. Me enfoqué en el resto de las chicas. Sonreían, pero de una manera lejana, como si aquella rubia y castaña pertenecieran a otro mundo. Rodé los ojos. Tenía a mis dos primeros objetivos.

La plástica: Aquella chica rubia, chillona y gritona. Cree que todos son sus amigos. Tiene una cara que juro haber visto ya en instagram. Se cree popular

La puta: Aquella chica que hace creer a todos que su novio y ella son goals pero, probablemente, le ha puesto los cuernos con todo mundo.

Quedan dos grupos diferentes y decido analizar a uno de cada uno. El primer grupo de hombres habla, nada discretos, de lo que hicieron el fin de semana. Llama mi atención un ojiverde en cuanto comienza a hablar.

― No sabes la cruda que tuve el día siguiente, ¡pero no me arrepiento de nada! ― exclama y todos ellos ríen. ― Besé a un par de niñas, cogí con otra en el baño y recibí una mamada en mi auto al final de la noche.

Todo aquello lo mencionó con tanta naturalidad que, sin dudarlo, me produjo arcadas. Pude observar cómo sus amigos lo felicitaban y no dudé en comenzar a escribir.

El pendejo: Realmente no hace falta descripción. Es el típico pendejo que se alcoholiza cada que puede, juega con sentimientos y trata a las mujeres como objetos.

Volteo mi mirada al último grupo y escucho cómo hablan de videojuegos. Estoy a punto de comenzar a escribir de un chico, que parece nuevo debido a lo distante que se encuentra, en cuanto veo a alguien entrar.

Una de las niñas llama su atención y se abrazan. Veo cómo saluda a todas, a excepción de objetivo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. A pesar de la distancia, soy capaz de sentir la incomodidad y tensión de su saludo. Sonrío y sé que hay algo más entre ellos. Sabía perfectamente que tenía razón acerca de ella.

El chico sigue su camino y veo cómo saluda a todos. Se siente tan seguro de sí mismo que me da escalofríos. Y, entonces, lo noto. Él nunca podría saber lo que es que te pisoteen y, seguramente, era el típico hijo de papi. Fue entonces cuando descubrí que ya tenía a mi último objetivo.

El mirrey: No le debe nada a nadie. Es seguro de sí mismo. Está en la cima y, probablemente, está muy cómodo ahí como para mirar hacia abajo. Cree ser el mejor.

Sonrío y cierro mi libreta.

nota:

¡QUE EMOCIÓN! Oficialmente iniciamos; el prólogo me sigue encantando ya lo leí más de dos veces  
A más tardar mi capítulo estará mañana ya posteado  

Gwyneth.

“Bienvenidos al infierno”, eso debería decir la enorme pancarta que se encontraba en la enorme entrada del Instituto. El último año podría volverse de lo más caótico entre las personas que lo cursábamos. Siendo el último año quería destacar y olvidarme de lo que la gente solía decir sobre mí; me encantaba destacar aunque no fuera de la manera más apropiada.

Con una gran sonrisa subí por las escaleras hacia la entrada del Instituto, todos voltearon a mirarme, algunos mantenían sus miradas discretas, otras solo derrochaban envidia y algunas eran muy pero muuuy descaradas. Los murmullos no se hicieron esperar de la gente a mi alrededor, todos comentando sobre lo que había hecho en mis vacaciones en Hawái. Los chismes podrían correr demasiado rápido aunque estuvieran del otro lado del mundo, siempre iban a llegar a tiempo a los oídos de todos.

Continúe caminando hasta el aula en la que tenía mi primera clase, la mayoría de las personas ya había llegado pero nadie a quien conociera. Caminando hacia mi asiento escucho a un par de chicas susurrar que Niklas había sido mi aventura en Hawái, sonreí ante lo estúpido e improbable que eso sonaba, me hubiera encantado tenerlo en mi cama todo el verano pero no hubiera soportado tenerlo ni una hora cerca de mí.

Fije mi vista en mi celular, comencé a leer mis notificaciones de instagram y la mayoría eran comentarios tratando de adivinar quién era el chico con el que había pasado mis vacaciones; el ruido de una silla siendo arrastrada a mi lado me sobresalto, Filomena tomo asiento mientras me saludaba; la mayoría de nuestras “amigas” ya se encontraban en sus asientos.

Hoy tenía planeado sacarle información sobre sus vacaciones con su novio, a ella le encantaba hablar de él aunque la mayoría notara que tenía un pequeño enamoramiento por Nathan. Coloque mi sonrisa más falsa y chille de emoción cuando le pregunte:

― ¡Debes de contarnos de tus vacaciones! Tú y Wellinton son tan lindos, ¡cuéntanos todo!
― Okay, lo haré ― mencionó con una sonrisa en sus labios ―. Es fabuloso. Lo juro, es tan lindo y perfecto.

Nos platicó con emoción sobre sus vacaciones, que tan detallista había sido su novio al llevarla de viaje y después comportarse como todo un caballero. Todas prestábamos atención a lo que decía hasta que alguien pregunto quién era el chico con quien había estado en Hawái.

― Sí, ¿quién era ese chico? ―Filomena me miro con interés― En todas tus fotos posteadas en instagram no muestras su rostro.

Todos parecían interesados en saber quién era ese misterioso chico pero sabía que si le decía a ella se iba a morir cuando escuchara su nombre salir de mis labios. Negué con la cabeza mientras sonreía, no iba a decir nada hasta que fuera el momento adecuado para decirlo.

― Bueno, nadie sabe quién es y planeo mantenerlo así por un buen rato.

Ellas odiaban que ocultara las cosas pero él me había dicho que no dijera nada hasta que él hiciera el primer movimiento. Parecía bastante ridículo que mantuviera a un chico oculto pero ese era nuestro acuerdo y él sabía que se iba a correr el chisme de que había estado con alguien en mis vacaciones. De repente escucho la risa de Nathan cuando entra al aula, uno que otro suspiro sale de los labios de las chicas deseando que él las mirase aunque sea por un segundo; llamo su atención para saludarlo. Él llega hasta donde estamos sentadas, me levanto de mi asiento y lo saludo con un beso en la mejilla mientras él me levanta del suelo en un abrazo. Termina saludando a todas menos a Filomena, quien simplemente trata de ignorarlo como si no hubiera pasado nada.

La clase transcurrió normal, siendo el primer día los profesores se presentaron y dieron una breve introducción sobre sus materias. Cuando el timbre sonó todos comenzaron a retirarse, cuando levante mi vista encontré al chico nuevo mirándome para ser honesta parecía bastante extraño, no hablaba con nadie y más temprano lo observe escribiendo es su libreta. Mi teléfono sonó con la llegada de un mensaje y deje de prestarle atención.

“Nos vemos en la cafetería, junto al jardín ― Mena.”

Camine en dirección a la cafetería cuando me cruce con Nathan, el llevaba su sonrisa marca registrada. Parecía demasiado contento, cuando me vio se acercó a mí y nos alejo de la gente.

― Tengo planeado comenzar con el plan hoy, ¿sabes dónde va a estar ella? ―su voz era un tono más bajo para que nadie lograra escucharnos.
― Bien. Me están esperando en la cafetería, ¿quieres que nos encontremos allá?
― Si, allá nos vemos ―beso mi mejilla antes de irse.

No entendía su loco plan, me estaba usando solo para causarle celos a alguien que tenía novio. Algo dentro de mi decía que esto iba a ser un gran caos, cuando todos se enteraran que era él con quien había estado en mis vacaciones no íbamos a ver envueltos en chismes enormes. No me preocupaba tanto Filomena, no era exactamente alguien a quien llamara amiga; aunque sabía que esto la iba a molestar aunque sea un poco.

Antes de ir a la cafetería fui en busca de Blake, él era algo así como mi amigo con beneficios. Ya había tenido algo así con alguien y termine con el corazón roto, y odiándolo de por vida.

Blake estaba con sus amigos del equipo de americano, me acerque por detrás y lo abrace por la cintura mientras me levantaba de puntillas y besaba su mejilla.

― ¿Por qué siento que estas tratando de compensar el hecho de que te fuiste con alguien más de vacaciones? ―ahora estábamos frente a frente y el mantenía su sonrisa.
― Fue algo imprevisto, sabes que hubiera preferido que fueras tú el que estuviera en mi cama todas las noches ― me levante de puntillas y bese sus labios.

Yo quería que Blake fuera algo más que mi amigo con beneficios pero él hasta ahora me mantenía en ese rango y ahora con lo del “chico misterioso” con el que estuve no iba a subir tan rápido de rango. Siempre solía enamorarme del chico equivocado y terminaba con el corazón roto. Blake era similar a Niklas, habíamos comenzado como amigos y todo parecía perfecto, nos llevábamos tan bien que todo fluía solo pero llego un momento en el que nos convertimos en amigos con beneficios, era increíble estar con él, me hacía sentir única hasta que decidí decirle que quería intentar algo más serio; se lo tomo con tranquilidad pero me dejo en claro que solo quería divertirse y nada más, con el tiempo nos distanciamos y rompimos “esa” relación que habíamos mantenido. Me rompió el corazón y me costó mucho trabajo volver a hablar con él, ahora solo éramos amigos.

Blake comenzó a susurrar cosas obscenas en mi oído, algo sobre dar una rápida visita al salón de Biología. Me encantaba que fuera tan atrevido pero tenía que encontrarme en la cafetería con mis amigas.

― No está tan mal tu idea pero tengo que estar en un lugar en menos de tres minutos.
― Puedo ser rápido, esos tres minutos pueden ser suficientes para hacerte sentir el cielo ―beso mis labios mientras metía sus manos bajo mi camisa.

Me aleje de su agarre y deposite un último beso en sus labios.

― Lo siento, tengo que irme. Con gusto podemos visitar el salón de Biología más tarde ―le guiñe un ojo mientras me alejaba de él.

Cuando abrí las puertas de la cafetería el bullicio lleno mis oídos, camine directo hacia la mesa en que se encontraban mis amigas. Ahí se encontraba solo Filomena con Niklas, ambos mantenían una conversación divertida, me senté a un lado de Niklas. Lo codee para llamar su atención.

― ¿Puedo robar tu manzana, por favor? ―lo mire con mis ojos más tristes que podía poner― Olvide comprar mi almuerzo y odiaría levantarme de nuevo.

Él simplemente sonrió mientras me daba su manzana, actos como este me hacían volver a quererlo pero cuando abría su boca y salía alguna cosa “inteligente” volvía a odiarlo.

Cuando levante mi mirada de ahora mi manzana me encontré con la de Nathan, su sonrisa me daba escalofríos y más sabiendo el plan que traía entre manos.

Llame la atención de mis amigos, era el momento para dejar correr el plan.

― Bien, ustedes estaban tan interesados en saber quién era el chico con el que viaje hasta Hawái.
― A mí no me importa en lo absoluto ―hablo Niklas.
― No te pregunte, imbécil ―lo codee en un costado―. Pues el chico con quien estuve fue…

Me vi interrumpida por Nathan, él quería observar la reacción de Filomena cuando lo dijera.

― Estuvo conmigo ―una sonrisa se asomó por sus labios.

El jadeo que dejo escapar Filomena llamo mi atención, se veía realmente sorprendida ante la noticia. Para ser sincera yo también me hubiera sorprendido en su lugar, era demasiado extraño que pasara tiempo con él. Ella parecía que me iba a matar pero después cambio su actitud a indiferente y sin esperar más se excusó para ir al sanitario. Sabía que algo como esto iba a pasar, solo faltaba esperar a mañana para escuchar a todos enterarse con quien había estado en ese viaje tan codiciado.

nota:

ME ENCANTÓ, LO AMÉ
No puedo creer que esto ya comenzó y comenzó más escandaloso que nunca .
Aguanten al capítulo de Nathan, juro que tiene sentimientos bonitos quitando todo lo superficial, ahre.

Filomena.

Tuve que despertarme de aquel sueño porque mi corazón y mi cerebro estaban hartos como yo de ver los mismos ojos. Miel. Miel como la que usa mi hermano para comer panqueques, del mismo marrón claro que el sol pone a mis cortinas durante la tarde. Del mismo color que mi vestido favorito, del color de las tostadas que como en el desayuno. Por suerte, todos esos objetos no me aceleran el corazón como me sucede cuando veo sus ojos, o su sonrisa de estúpido, o su espalda, su nuca, o sus manos, pero sí me hacen pensar en él. Y me pregunto, entre las sábanas de mi cama, qué cosa no me ha hecho pensar en él durante todo el tiempo en que ya no volví a estar de él a menos de cinco metros de distancia.

No importaba si estaba en mi habitación. Si estaba en medio de una isla paradisiaca con Wellinton o en medio de un concierto estruendoso. Mi cerebro se ocupaba de devolverme a los recuerdos de su voz, o de su cuerpo, caliente, latiendo bajo mis dedos, las vibraciones de su risa, su tacto, sus besos. Y pensar en que tuve que pasar un mes con Wellinton Mercedes sólo para confirmar que no podía dejar de pensar en alguien más.

—De verdad tengo que levantarme de aquí… —suspiré mientras me quitaba las sábanas de mi cuerpo. Caminé fuera de mi habitación con mi piyama, bostezando y con la espalda encorvada. Pasé por el baño y luego hasta la cocina. Besé la frente de mi mamá y la de mi hermano. Me senté en la mesa, bostezando otra vez y me acosté sobre la madera suspirando. —No quiero ir a la escuela. Alguien máteme.

Escuché la risa de mi mamá y el suspiro de Alek. Desde mi lugar y sin levantar la cara, tanteé con mi mano su brazo y luego subí hasta su cara para golpearle la sonrisa que sabía que tenía en los labios. Los talones de la otra persona en la habitación resonaron por el suelo hasta que ya no se oyeron. Mi mamá había salido de la cocina, tal vez para vestirse, tal vez para ir al baño.

—Pensé que tus vacaciones con la fábrica de autos te habían ido genial —Alek bajó su cabeza hasta ponerse a mi altura y hablarme bajito, mientras acariciaba mi cabeza.

—Yo también.

Pero la fábrica de autos, Mercedes Wellinton, no sé qué segundo nombre tiene o si lo tiene, no es exactamente lo que yo necesitaba en este momento. Él era… ¿simpático? ¿Estaba dudando de la personalidad de mi novio de hace algunos meses? Por completo. Tan sólo sabía que durante treinta días no había hecho otra cosa que fingir sonrisas, asentir como si estuviera oyendo, esforzarme por ser tan feliz como pudiera y sacar fotos estratégicas de ambos para que todos en la escuela y a los rededores pudieran enterarse el gran momento que estábamos pasando. Ahora mi teléfono estaba apagado. No tenía ganas de escuchar lo mucho que le gustaban a las personas nuestra pareja, eso ya lo sabía. Todo lo que me importaba era eso, mantenerme tan unida a él como fuera posible. Y para eso, necesitaba esforzarme, sobre todo para terminar enamorándome de Wellinton de una vez por todas.

Bebí el ardiente café sin azúcar de un sorbo que me hirvió la cara interna de la garganta y fui hasta mi habitación para vestirme. Me vi al espejo un par de veces, me lavé le cara, me peiné tanto como pude. Elegí unos aros redondos y grandes para colgar en mis orejas, mientras corría hasta el auto junto a Alek con una sonrisa, porque aunque quisiera o no, a veces disfrutaba de ser imán de miradas de personas que sé si tan sólo actuara como me gustaría ni siquiera elegirían ver mis historias en las redes sociales. Tomé aire y cerré la puerta del auto, este día no podía ser tan malo.

Me bajé y, del brazo de mi hermano, saludé a mi mamá mientras encendía mi teléfono con mi mano libre, rogando porque no tuviera que ver otra foto más de Gwyneth en mi plataforma de preguntas anónimas, para saber quién era el chico. No tenía idea, y me interesaba saber un poco. No éramos cercanas como me gustaría, pero era parte de mi lista de amigas que esperaba que algún día pudiéramos tener una amistad real y no sólo hablar superficialmente o cuando necesitamos de la otra. La vibración de mi móvil me distrajo y rodeé los ojos al darme cuenta que volvían a ser preguntas, o comentarios, o más notificaciones que me hacían sentir un poco observada. En internet era mucho más fácil interactuar con todos, responder más rápido, pensar tantas veces como sea necesario antes de mandar el mensaje.

Guardé mi teléfono en mi bolsillo trasero del pantalón luego de sacarme una foto junto a Alek para subirla a mi historia. Tenía entendido que eso ayuda a llegar a más personas, mantenerse activo, y qué mejor que con las pocas personas en el mundo que me caen bien de verdad. No quería pensar demasiado en las fotos de Gwyneth porque parte del cuerpo con la que salía ella en las fotos me llamaba mucho la atención, como si lo conociera, sobre todo tenía un tatuaje que nunca el zoom me dejaba ver correctamente pero en el mismo lugar que alguien que continuaba atormentándome hasta cuando dormía. Tampoco quería pensar en los mensajes que debía responder a Wellinton o al grupo de mis amigas, o al menos tienen el nombre, donde seguramente hay chismes y buenos deseos falsos.

Respiré profundamente y entré con una gran sonrisa, mientras mis ojos buscaban a mi novio. Mi hermano se despidió de mí y yo troté hasta el chico con quién intentaba compartir un vínculo romántico y lo abracé por la espalda, riendo. Saludé con la mano a sus amigos, con mi mentón sobre el hombro de Wells. Él se alejó de los chicos hablando a los gritos mientras tomaba mi mano y juntos íbamos al salón de clases. Besó mi cabeza y me apoyé contra su cuerpo, buscando algo que sabía que no iba a lograr tener.

Al principio me senté sobre las piernas de Wells, ambos concentrados en nuestros respectivos celulares, hasta que más alumnos comenzaron a llegar y fui hasta mi asiento para esperar a mis amigas. Esperaba que me rodearan como suricatos, así que me puse cómoda. Y eso fue justamente lo que pasó. Saludé a cada alumno como me fue posible a la distancia, me hubiera gustado saludarles con un beso o un abrazo, pero yo no debía de actuar así, sería raro. Compartí un par de palabras de cortesía con alguno de ellos, apoyando mis codos sobre el pupitre para parecer tan interesada como fuera posible. Y Gwyneth entró al salón, me sonrió, sonrió a varios. Me levanté y fui hasta ella, me senté a su lado. Apenas comenzó a hablar, me sentí como un robot, respondía todo exactamente como debía ser. Sonreía en los momentos correctos.

Había vuelto al juego.

Le pregunté, porque la curiosidad ya me pinchaba en la nuca, sobre el chico misterioso primera que cualquiera en la mesa de chicas a nuestro alrededor. Con una de esas sonrisas malvadas que tiene, negó con la cabeza y nos privó a todas de la información. Tendría que poner un posteo grande en Instagram para que sólo le pregunten a ella y no a mí sobre la identidad del sujeto, porque, amigos míos, no lo conocía.

Mis oídos captaron la risa de Nathan entrando por la puerta y el corazón me latió con velocidad, encajonado en mi pecho. Retraje mis manos hasta mi falda y jugué con mis dedos discretamente mientras arreglaba mi postura, me puse a hablar con una de las chicas cercanas a mí que por suerte no le dedicó ni una mirada al estúpido. Estúpido, porque caminó hasta el lugar donde estaba sentada y saludó a todas las chicas, en especial a Gwyneth, besando su mejilla. Estúpido porque hizo como si no existiera y yo hice lo mismo, sonriendo, escribiendo un mensaje a Wells aunque sólo estuviera a menos de dos metros de distancia y mantuve la pantalla de mi teléfono encendida sobre la mesa tanto como pude, para que él observara el fondo de pantalla de mi novio y yo sonriendo en el yate de sus padres.

Estábamos en clases, así que cuando esta comenzó escribí tanto como pude, anoté lo que tendría que tener en cuenta en el futuro; me esforcé en ver a Nathan con el reflejo de mi móvil porque eso era estúpido, y me concentré en tener todo listo para salir apenas escuchara la campana. Cosa que me salió estupendamente bien, tomando mi mochila con una mano y diciéndole a mi novio que lo vería después.

Le mandé un texto a Gwyn rápido, le dije que estaría en la cafetería; moría por algo de comer, tenía un hambre voraz. O, bueno, lo que yo creo que es hambre.

Niklas se topó conmigo y yo le sonreí a modo de saludo. A veces no sabía cómo debía hacer para hablarle, sobre todo porque tocábamos temas tan tontos y aburridos que me dejaba a mitad de la conversación. Le pregunté cómo estaba su día, él también lo hizo. Le confesé que quería comer y que iba a invitarle el desayuno si lograba sacar dinero del bolsillo más pequeño de mi mochila, cosa que yo no conseguía. Aceptó, aunque no le emocionó mucho.

Seguimos caminando, entramos y cuando terminé de comprar todo, con la mirada elegimos el mejor lugar para sentarse. Pensaba en que Niklas tenía, o al menos tuvo, algo con Gwyn y las cosas podrían ponerse un poco incómodas en este episodio nuevo de “Haciendo amistades al borde del colapso con Filomena Langerberg”. A veces sentía que era o muy estúpida o malditamente graciosa. No había punto medio para mí.

Con Niklas, concentramos nuestra mirada en el jardín, por dentro yo estaba siendo un manojo de nervios, como siempre, y mi compañero… pues, él tampoco parecía demasiado interesado en el verde del césped pero nuestra charla no era tan mala cuando Gwyneth Ellingson entró lanzando una risa, haciendo ruido con esos tacones tan caros como el dinero que me hubiera gustado ganar sólo por un mes de trabajo. La saludé otra vez, mostrando mis dientes, y ella le pidió parte de la manzana a Nik con sus ojos celestes grandes y vidriosos. Hasta yo le hubiera dicho que sí. Le dio una mordida rápida a la fruta para dejarla en la mesa, mientras se paraba y alzaba la voz.

―Bien, ustedes estaban tan interesados en saber quién era el chico con el que viaje hasta Hawáii —comenzó ella, regocijándose en la atención que estaba recibiendo.

―A mí no me importa en lo absoluto ―respondió Nik y tuve la estúpida necesidad de asentir con la cabeza, tampoco me importaba en el fondo. Podría unirse a una tribu africana y mi vida no se vería afectada, sólo quería sacarme la duda.

―No te pregunte, imbécil —murmuró ella mientras codeaba al chico y la miré mal, no debía tratarlo así cuando le dio parte de su manzana, manzana que compré yo… —Pues el chico con quien estuve fue…

―Estuvo conmigo.

Nathan J. Pierce estaba de pie frente a nuestra mesa, con sus hombros anchos en esa blusa que tan bien le quedaba y sonriendo como si estuviera orgulloso de lo que acaba de decir. Se me cerró el estómago cuando mis ojos chocaron con los suyos. No sé qué reacción tuve, sólo sé que mi boca se abrió. Tal vez habré dicho algo, desconozco. Apreté los puños, levantándome de la mesa, disculpándome con la mirada en el suelo y saliendo de la cafetería tan rápido como mis piernas pudieran llevarme a paso relajado. Esperé antes de hacerlo, mis alarmas mentales no estaban dormidas, sabía que debía mantener la compostura. Miré a Gwyn, conté hasta veinte y luego me di el permiso para irme.

Odiaba en este momento a Niklas, que por el rabillo del ojo observé cómo se encogía de hombros y seguía comiendo su manzana. ¿Acaso no le importaba en lo más mínimo? ¿Por qué él estaba tan íntegro y yo, mientras caminaba hasta el baño, las piernas se me hacían débiles y me derrumbaba? ¿Por qué no podía ser como él, indiferente, y pensar en mi fabuloso novio y no en el condenado chico más apuesto que he visto en toda mi vida?

Entré estrepitosamente al baño y me apoyé en la puerta, apenas si pensé en fijarme por otras personas dentro. Sólo quería llorar, los espasmos estaban comenzando y las lágrimas me caían por los ojos, calientes. No sé cuánto tiempo estuve sentada en el suelo del sanitario, sólo tenía la referencia del próximo timbre para entrar a clases otra vez, y este aún no se había hecho escuchar. Cubrí mi rostro con las manos, levantándome inútilmente del suelo, dándome cuenta de dejé mi mochila en la cafetería, con mi teléfono, pañuelos y todo lo que pudiera ayudarme en este momento. Mis pies se arrastraron hasta el espejo del lugar y sumergí mi rostro en agua muchas veces para calmar el calor de mi piel al llorar. Tomé aire, enderecé mi espalda, lancé mis hombros para atrás, volví a tomar aire, pasé las manos por mi cabello, mordí la piel de mi labio hasta que arranqué un pedazo. Abrí con fuerza la puerta del baño y me fijé si había estudiantes que hubieran podido oír mis sollozos en la soledad de la habitación. Pero no había alguien.

Caminé en dirección a la cafetería de nuevo, necesitaba mi mochila y tenía que recuperarla sola. Mis ojos estaban fijos en el suelo hasta que la irritación en ellos ya no fuera visible, por eso no logré adivinar que iba a cruzármelo. Casi choco con su cuerpo y estuve obligada a levantar la barbilla para mirarle.

—Eres un importante imbécil, espero que lo sepas.

—Carmela… —Nathan intentó detenerme el paso, pero desvié su cuerpo y pasé a un lado.

—No me llames así.

Volví a la cafetería, vi con rechazo a Niklas porque seguía tranquilo, impasible, mordí mi labio para no estamparle en el rostro la bandeja de metal que estaba en la mesa. Le dije a Gwyn lo contenta que estaba que hubieran resuelto todo el misterio con la mejor sonrisa que pude, por dentro quería gritar. Tomé mi mochila y saqué un libro de texto para excusarme con que debía leerlo por el crédito extra para la universidad. Hablé lo menos que pude, me despedí tan hipócrita como siempre y metí mis ojos dentro de hojas amarillentas que no prestaba atención. Mi mente iba a dos mil por hora y todas las emociones en mi cuerpo amenazaban con salirse de él.

Apoyé mi trasero sobre un banco alejado en el jardín, bajo un árbol. Volví a pasar mis manos por el cabello, diciéndome que debía respirar y calmarme. Todo iba a irse a la mierda por unas vacaciones tontas.

Mi teléfono vibró en el bolsillo de mi mochila y lo tomé, vi la notificación, la ignoré, manteniendo el dedo sobre la pantalla, dejando que mi fondo quede sin nada en medio. Observé el rostro de Wellinton, una pena me subió por el cuerpo. Parecíamos felices ahí. Pero yo no lo era, por más que me gustara aparentar que sí. Por mucho que disfrutara de sus atenciones, de lo que significaba mi vida con él, con su cariño y atención. No lograba provocar nada en mí.

—Es lindo.

Lancé un jadeo de sorpresa y me hice a un lado en el banco, asustada por la voz repentina que no esperaba.

Un chico rubio me miraba parado, a mi lado, con un cuaderno en la mano. Su mirada era estudiosa, silenciosa, parecía que esperara que hiciera algo. Así que recobré mi antigua posición pero me corrí a un lado para darle lugar, o alejarme un poco de él. Ambas eran válidas.

—Eres nuevo. Soy Filomena —intenté presentarme.

—La del lío en la cafetería. Te vi. No mentís muy bien, ¿sabías? Creo que debías haber esperado un poco más antes de irte. Hubieras levantado menos sospechas de los descerebrados que te siguen, y a tus amigas, y a tu novio, y a lo que sea que sean los otros dos.

Bufé con molestia.

—¿No tienes amigos a quién molestar con tu presencia? —pregunté con un tono de enojo que no disimulé, mientras lo invitaba cordialmente a que se fuera a pasear.

—No.

Su respuesta me descolocó. No parecía apenado por la situación. Hasta se lo veía cómodo sin la idea de tener amigos a quien molestar. Aunque su mirada de anhelo como si fuera un experimento se mantenía firme en sus ojos.

Me encogí de hombros.

—Yo tampoco.

nota: