the mind of the youth

 



Niklas.

Los pasillos parecían inundados en una marea de estudiantes cuando llegué a la escuela, por milagro el despertador había sonado temprano como hacía pocas veces y salí volando en mi motocicleta deportiva después de haberme arreglado, tomé el dobladillo de la camiseta de vestir que llevaba puesta y la agité con esperanza de crear un poco de aire en el tramo de mi piel expuesta por los primeros dos botones. No había sido muy inteligente de mi parte usar una camiseta de mangas debajo de una chaqueta cuando el calor era tan sofocante a tan tempranas horas de la mañana pero, en mi defensa, lucía increíblemente genial con eso puesto además de los jeans negros que había comprado una semana atrás.

Cuando me veía en el espejo y me gustaba lo que miraba no había forma de que me hicieran cambiar de parecer ni con una muchedumbre entera de sudorosos adolescentes rodeándome.

El último año era algo que me había motivado a permanecer en la escuela tras varios intentos por hacer que me expulsaran, una lástima que jamás lo lograba porque el consejo parecía tener una debilidad por la sonrisa de mi madre que yo había heredado, de no haber sido por eso posiblemente no hubiera llegado tan lejos. Incluso comenzaba a preocuparme el hecho de tener que hacer solicitudes a las universidades en tan poco tiempo y ni siquiera sabía en cuál iba a aplicar; mi cabeza era igual a una tela de araña en aquellos momentos.

Entré al salón con algo de dificultad y dando un par de codazos para abrirme camino, ignorando las quejas de aquellos a los cuales golpeaba porque se quedaban mudos en el acto cuando me reconocían, adentro había apenas gente pero como era costumbre me apoderé del primer asiento pegado en la pared, ideal para recargarme cuando me aburría, subí las piernas a la mesa y me recargué con pereza en la silla. Una postura firmemente ensayada por años que me hacía parecer un chulo de primera. Mi prioridad este último ciclo escolar era mantener buenas notas y alejarme de los problemas para graduarme con los demás, no quería quedarme más tiempo aquí, aunque no estaba mal mantener mi mala reputación en el último año. Si me iba quería hacerlo de la manera más épica para que todos recordaran mi nombre.

—¡Miren es Niklas! ¿Qué hay bro?

Un sujeto, el cual recordaba como Jake por las múltiples fiestas en su casa en las cuales me invitó y terminé ebrio, entró seguido de otros tres haciendo mucho alboroto que perturbó el silencio en el cual estaba el aula. Sonreí a todos e hice una sepa con mis brazos para que se acercaran hasta donde estaba, la gente comenzaba a llegar y los asientos estaban siendo ocupados al instante estaba rodeado por ellos y nos saludábamos con carcajadas a la par de empujones como era típico de los caballeros de nuestra época.

Ninguno era tan cercano a mí para considerarlos amigos pero al menos servían para entretenerme un rato en lo que comenzaba la clase. Me aburría fácilmente y solamente Dios, al igual que mis padres, sabían de lo que era capaz cuando no encontraba que hacer.

Charlamos de temas triviales en lo que los asientos terminaban de llenarse, vi a Gwyn y Fil entrar al poco tiempo, las saludé con un movimiento de cabeza. Ambas eran lo más cercano a una amiga que tenía a excepción de que con una había intentado llevar algo como amigos con beneficios y no resultó porque ella quería algo más mientras con la otra apenas hablábamos sobre cosas espontáneas. Paseando mi mirada por el salón me fijé en un chico rubio sentado en un asiento hasta el final, parecía distante y recorría a todos con la mirada igual que hacia yo, noté que llevaba una libreta en la mano mientras hacía anotaciones en ella conforme se detenía a mirar las personas presentes.

—El otro día fui al nuevo club que abrió en el centro, ¿y saben a quién vi?, nada más ni nadie menos que a este hombre. —La ronca y grotesca voz de Jake Portman me hizo volver a mirarle, tenía una enorme sonrisa en sus labios mientras me señalaba, alcé mis cejas perdido por lo que decía—. Parecías muy alegre saltando por todo el lugar y bebiendo como un loco.
― No sabes la cruda que tuve el día siguiente, ¡pero no me arrepiento de nada! ― exclamé tan alto como pude y todos ellos rieron por mis palabras, no le veía lo gracioso pero aprecié a mi grupo de seguidores por seguirme la corriente, comencé a improvisar una mentira en mi cabeza―. Besé a un par de niñas, cogí con otra en el baño y recibí una mamada en mi auto al final de la noche.
—Eso es todo campeón.
—¡Eres mi ídolo Clausen! 

Acepté con gusto las palmadas y los vítores que me dieron con la cara más presumida que pude poner en el momento, orgulloso de mi gran hazaña de la semana, toda la escuela lo iba a saber más adelante y tendría que aumentar mis historias sobre lo que hice en el verano para tener que hablarles a todos sobre ellas a lo largo del día. Me imaginaba algo como un viaje de crucero por Europa en donde me había liado con unas chicas de distintas nacionalidades y un par de chicos gay incluso se me habían insinuado, yo viajando y gastando euros con chicas por todas partes, resultaba más atractiva esa versión que la realidad: un viaje a Perú con mis padres para conocer Machu Picchu y había comido mazorca que no era dulce hasta resentir mi estómago con especias que me hicieron vomitar. ¿A que no me equivocaba en que la mentira eran mejor que la realidad?


Tras la confesión de Gwyneth y Nathan vi distraídamente como Filomena se levantaba para ir al baño, noté al par mirarse con complicidad antes de que Nat se levantara para irse también, no entendía el drama que se traían entre manos y ni siquiera me importaba. Para mí podían salir los tres si querían, estaba acostumbrado a ser un mal partido para ellos, sin embargo no encontraba agradable el juego de la rubia junto con el ojimiel para hacer sentir mal a la morena.

Era consciente de la desagradable situación por la cual Fil pasaba desde que salía con el chico con nombre de auto alemán y no me parecía bien alterarla con una relación falsa, yo que era un mentiroso de primera sabía detectar los engaños de otros con facilidad y sospechaba que mis otros dos amigos solamente hacían aquello para tentarla, fruncí mi ceño cuando los murmullos se hicieron presentes en toda la cafetería. Ya todos estaban al tanto del chisme que acababa de suceder entonces.

—¿Sigues adorando crear líos princesa? —indagué a la rubia en voz baja cuando los demás no nos prestaban atención, sus ojos me miraron con desconcierto, le sonreí de lado—. Nunca cambias, Gwyn.
—Pero si lo dice el mismo idiota que se acuesta con chicas por diversión.
—Seguimos siendo los mismos entonces, no cambiamos, ¿genial no?

Aproveché aquello para arrebatarle de nueva cuenta la manzana que parecía estábamos compartiendo y le di un mordisco. Desvíe mi mirada de vuelta a la lejanía, distinguí a Fil regresando del baño, me alejé de Gwyneth y volví a mi estado impasible en donde repasaba mentalmente las cosas que debía de hacer al llegar a casa. Mis padres no estaban ahí por asuntos de trabajo y me habían dejado la responsabilidad de encargarme de las tareas domésticas por mi cuenta porque el personal de limpieza estaba de vacaciones. No quería pasar mi tarde lavando el suelo pero debía de hacerlo si quería mantenerlos contentos para que no me presionaran para elegir una carrera, eran pesados con ello en verdad, mantenerlos de buen humor parecía que les daba tiempo para pensar en algo que no era yo y mi futuro. 

Cuando volví a alzar la mirada mis amigos parecían haber desaparecido uno por uno y, en ese momento, el timbre de la campana sonó por todo el lugar. La cafetería se vació como por arte de magia y en cuestión de minutos me quedé con unos cuantos en las mesas del lugar, no me apetecía entrar a la clase además de que mis manos estaban temblando por lo lejos que mis pensamientos habían ido, me levanté con la mochila colgando de un hombro y salí hacia el patio en donde yacían las gradas al lado del campo de fútbol americano. Las trepé hasta arriba y me recosté en ella para intentar alejar la presión repentina que sentía en mi pecho con la mera idea de presionarme un poco; no funcionó.

Me puse de pie enseguida y saqué de la mochila un paquete de cigarrillos, no sin antes haberme fijado que no había nadie para acusarme por introducir tabaco en la escuela cuando estaba prohibido, de inmediato me llevé uno a los labios —mis manos temblaban horrorosamente y fallé un par de veces al querer encenderlo— porque aquellos cilindros parecían ser la única medicina que existía ante mis problemas de ansiedad e hiperactividad. El humo que llenó mis pulmones sirvió para apaciguar mi pulso y anclar mi cabeza al ahora, no estaba escribiendo solicitudes para ingresar a la universidad aún ni tampoco estaba diciendo a mis padres que no quería estudiar leyes en Harvard, me relajé en la grada con las piernas extendidas mientras terminaba mi cigarrillo. Cualquier problema, por más minúsculo que parecía, se volvía una montaña para mí y mi soledad no servía de mucho. 

Había asistido con un psicólogo anteriormente, por órdenes de mis padres quienes no estaban de acuerdo con mis actitudes la mayor parte del tiempo, el resultado fue que me habían diagnosticado ansiedad y depresión. Un par de pastillas, actividades familiares y una buena vida era lo que mis padres me habían auto-recetado cuando se enteraron a pesar de que les aseguré que no padecía nada de eso. ¿Yo, el increíblemente popular Niklas Jens Clausen, deprimido y con transtornos? Ni en sueños. Sin embargo no podía negar que me alteraba bastante cuando no debía, por ello me mantenía distraído e inexpresivo ante los demás, o que prefería manchar mi reputación antes de confesarles a los demás que estaba enfermo y era débil; no podía decírselos y no quería tampoco.

Enfoqué mi vista hacia abajo cuando alguien se sentó en el inicio de las gradas, un muchacho que no me parecía familiar (aunque casi siempre nadie fuera de mi círculo social me lo parecía) pero parecía estar buscando algo, exhalé un puñado de humo por la boca cuando retiré el cigarrillo mientras le observaba con cuidado. Cuando se giró levemente hacia mí reconocí su rostro pensativo al igual que su cabello claro de antes.

—¡Eh, chico nuevo! —grité para llamar su atención, alzó la mirada por mi grito, le hice una seña para que se acercara y así lo hizo—. ¿Qué estás buscando?
—Nada.
—Ajá. —Entrecerré mis ojos, Nathan solía decirme que aquello le daba miedo porque parecía como si lo estuviese analizando, y noté que miraba la mano en la que tenía el cigarro—. ¿Fumas?
—A veces.
—Así iniciamos todos, ¿no?, toma.

Saqué la cajetilla de mi mochila de nuevo y se la lancé, me miró con duda, moví mis cejas de manera graciosa. ¿Qué tanto me miraba el rubiecito? 

—Te la puedes quedar, solamente quedan tres, tengo otra sin abrir. —Coloqué la palma de mi mano en su hombro derecho y lo palmeé—. Bienvenido al grupo de último año en esta escuela de locos.

Bajé las gradas después de aquello, quería ir al sanitario y necesitaba con urgencia un café porque solamente había comido parte de la manzana que terminé regalando a Gwyn, al llegar al final alcé la mirada hacia el chico nuevo para ver qué hacía. Me encogí de hombros cuando me topé con que estaba sentado en el lugar en el cual había estado anteriormente yo anotando algo en su libreta. Seguí mi camino silbando por lo bajo.

<3:

Nathan.

Sé que voy tarde. Lo supe desde que vi que mi Uber tardaría diez minutos en llegar cuando, usualmente, sólo tarda cuatro. Lo supe desde que quedé atrapado en el tráfico. Lo sé en cuanto escucho el timbre sonar mientras bajo del auto. Y, por supuesto, lo sé en cuanto Kate me mira al llegar y señala un reloj imaginario en su muñeca.

Me siento como en el inicio de cualquier película infantil en donde el protagonista comienza a narrar cómo es que termina atado en alguna situación. Tal vez todas las mentiras y la farsa terminen en eso, en un evento cómico y catastrófico que te enseña cómo no se tienen que hacer las cosas. Pero, aunque sé que esto terminará en caos, trato de alejarlo de mi mente y poner mi mejor sonrisa al entrar.


El mensaje de mi cómplice me hace soltar una carcajada. Veo cómo muchos de los que se voltean a verme, se alivian al saber que soy sólo yo y no un profesor. Gwyneth llama mi atención y me acerco a ella. Sé que, desde éste momento, tengo que hacer que parezca todo creíble. Sé que cada movimiento y paso cuenta, así que no dudo en abrazarla y alzarla.

Parte de mí sigue sin comprender cómo es que es destino me dio esta carta para jugarla. A pesar de que era muy unido a mis padres, estás vacaciones decidí pasarlas solo. Ni siquiera invité a Nick, mi mejor amigo, a pasarlas conmigo. Pero, al enterarme por Instagram de que Gwyneth se encontraba en Hawái también, no dudé en ir a saludarla. Me escuchó y yo la escuché a ella. Y, a pesar de que parte de mí seguía creyendo firmemente que lo rubia le afectaba el sistema nervioso, le solté la idea. Me sorprendí todavía más cuando aceptó y no me dio un golpe a cambio.

Kate me regresa a mi estado natural con un pequeño pellizco que pasa desapercibido a la vista. Me abraza y susurra fríamente en mi oído:

― Dime que no vas a seguir con esa estupidez.

Le hago una seña despreocupada afirmándole que más tarde le contaría todo. Sabía que si hablaba con Kate, me haría entrar en razón. Sabía que ella me diría una y otra vez lo mucho que la confundiría a ella, el daño que le volvería a hacer otra vez.

Saludo a cada una de las chicas restantes. Carmela aparece frente a mí y me alejo un poco. La saludo incómodo, con un movimiento de mano, sin sonreír y ella me responde el saludo de la misma manera. Te quiero. Juro escuchar en mi oído. El recuerdo vuelve a mí de golpe y, a pesar del dolor en el pecho, sigo indiferente.

Me duele ser así, pero no sé ser de otra manera. Sé que todo sería más fácil si me armara de valor y le rompiera a Wellinton la cara por poder estar todo el tiempo a su lado sin tener miedo a que se vaya. Sé que todo sería más fácil si, en lugar de hacer todo esto, simplemente le dijera que la quiero y que nunca sale de mi mente.

Veo a Nick distraído en su celular y decido espantarlo. No se inmuta, simplemente se quita los audífonos y sonríe al verme.

― Coração ― dice en forma de saludo y me abraza.

― Coração ― respondo sonriente.―, ¿qué dices? ¿Unas chelas hoy?

― Estás consciente de que es lunes, ¿verdad? ― me pregunta divertido.

― ¡Pierce! Pon casa y nosotros llegamos con el alcohol ― mencionan Nikklas emocionado señalando al pequeño grupo de amigos, yo niego con la cabeza.

― Nick tiene razón, tal vez el viernes lo haga, con todos ― sonrío y el profesor entra a dar su clase.


― ¡Hey! Deberían de acercarse, no mordemos ― gritó a los dos chicos nuevos y ellos acercan, tras una mirada curiosa, se sientan frente a mí.―. Yo soy Nathan y él es Nick.

― Yo soy Ed ― el castaño se aclara la garganta y reitera.―, Edmond.

― Como el chico de Narnia, ¿no? ― menciono un tanto divertido por la situación.

― ¿Tú cómo te llamas? No te he escuchado hablar mucho ― suelta Nick al rubio.

― Soy JP ― dice sin ánimos, hago una mueca.

― ¿Qué es esa libreta? ― cuestiona curioso Edmond.

― Es importante para mí ― puedo escuchar el tono ofendido en su voz.

― No te preocupes, a veces se pone más pendejo de lo usual ― no veo a Nick, pero puedo jurar que rodó los ojos.―. Nosotros no juzgamos.

El rubio parece dedicarme una sonrisa de agradecimiento, pero se desvanece rápido. Abre la libreta y comienza a escribir. Volteo a ver a Edmond y a Nick, a ninguno le parece importar mucho lo que escribe a pesar de que hace poco lo estaban cuestionando. Intento ver lo que dice pero, antes de que descifre algo, la cierra y yo suelto lo primero que se me viene a la cabeza para no parecer sospechoso.

― Probablemente haga una pequeña reunión en mi casa el viernes. Irán casi todos y están invitados.

Juro escuchar cómo Edmond me agradece y a Nick diciendo que no podía creer que realmente lo fuera a hacer, pero prefiero prestar atención en aquella melena castaña por dos segundos antes que ella o alguno de los presentes se dé cuenta. Nadie lo nota.


― Estuvo conmigo ― dije con la voz más creyente posible.

Gwyneth tenía una sonrisa que me recordaba mucho al gato de Alicia en el País de las Maravillas. No pude evitar sonreír para burlarme mentalmente del pensamiento. Me enfoqué en todo lo que estaba sucediendo y mi sonrisa se extendió, a tal grado de casi soltar una carcajada, al ver cómo todo el mundo comenzaba a creer una historia que ni yo creía. Me enfoqué tanto en todo aquello, que noté que Carmela se había levantado cuando ya iba a mitad de camino para salir del lugar.

Vi también cómo Kate me miraba con desaprobación y se alejaba. Así que, en un intento desesperado por no escoger seguir a la persona equivocada y hacer una estupidez, decidí seguirla. Ella trato de escabullirse, pero fui más rápido y la sujeté del brazo, haciendo que se volteara a verme llena de odio.

― ¿Acaso estás loco? ― dijo tratando de soltarse de mi agarre.―. Sé perfectamente que sólo te encontraste con ella en las vacaciones y, a pesar del pequeño circo que estás montando a su lado, yo no pienso formar parte de esto. Le voy a decir todo a Filomena.

― Kate, por favor, escucha. Sé que no tiene mucho sentido y que lo que hago está mal pero, por favor, escucha.

― ¡¿Qué quieres que escuche?! ― suelta violentamente.―. ¿Quieres que escuche tu plan de cómo vas a herirla, una y otra vez, de la misma manera que ya lo has hecho varias veces? No pienso volver a formar parte de esto, Nathan. Sé qué crees que puedes ir por ahí haciendo lo que quieras, pero ella está tratando de seguir adelante, y tú sólo la confundes y lastimas por diversión.

Me quedo callado y ella no espera una respuesta, simplemente se va dejándome confundido. Retomo mi camino y miro mis pies nervioso. ¿Realmente sería capaz de decirle todo? Lo arruinaría. Sé que probablemente, en cuanto escuchó acerca de mi “aventura de verano”, corrió a los brazos de su estúpidamente fabuloso novio. Por eso, cuando choqué con un pequeño cuerpo, nunca pasó por mi mente que se tratara de ella.

— Eres un importante imbécil, espero que lo sepas.

Al ver su cara, sentí una enorme punzada en el pecho. Para el resto, era Filomena. Aquella chica fuerte que no se deja vencer por nada; esa chica que es perfecta en fotografías y podría pasar como una modelo de alguna marca juvenil sin ningún problema. Para mí, era Carmela. La chica que conocí en sus momentos más bajos, algunos que yo mismo provoqué, y que ya no me podía mentir. La conocía mejor que incluso el patán de Mercedes. Por eso, al verla así, todas mis defensas se bajaron. Estaba dispuesto a terminar esto y decirle todo. Con un nudo en la garganta, suelto algo que, con duras penas, tiene volumen:

— Carmela…

— No me llames así — escupe con desprecio y se va.


― ¿Quieres que invite a alguien más el viernes? ― escucho a Nick por la diadema mientras jugamos Xbox.―. Espera un momento, tú ya no necesitas a alguien más, con Gwyneth es suficiente.

― ¿Te podrías callar, por favor? ― mencionó harto.

― Oye, sé que no eres mucho de hablar acerca de con quién estás, pero al menos pudiste haberme dicho que estuviste con Gwyneth todas estas vacaciones.

― Bueno, bueno ― digo tratando de cambiar de tema.―, ¿puedes creer que todos ya toman por hecho la reunión del viernes?

― Yo te lo dije ― menciona jocoso.―. Espero que no se te salga de control.

Nuestra generación tiene una historia en las fiestas caseras, más cuando nos reunimos todos. Recuerdo la vez que casi me atropellan por ir a lado de...

― ¡¿Qué haces, Nathan?! ¡Vamos a perder!

Nick me saca de mis pensamientos y vuelvo a prestar atención a la pantalla. Me doy cuenta de que sólo hizo falta verla una vez para que todo volviera afectarme. Me río mentalmente de mí mismo. Ella nunca ha dejado de estar en mi mente. Verla o no, todo me afecta cuando se trata de esa melena castaña. Trato de salvarnos de mi desconcentración, pero el otro equipo nos termina ganando.

― Bueno, aparentemente alguien no quiere jugar. ¿Podemos hablar de cómo Filomena te miraba? ¡Dios! No entiendo qué espera para superarte, ya sabe que te estás comiendo a Gwyneth.

No sé qué sentimiento es más fuerte, si el asco hacia mí mismo o las ganas de querer ahorcar a Nick.



Veo el mensaje y suelto un bufido. Nunca esperé que esta cuenta me llegara tan pronto y tan cara. No pienso bien las cosas y marco aquel contacto agendado como xxx. Escucho los pequeños pitidos y ruego que ella conteste a pesar de las altas horas que el reloj marca. Necesito escuchar su voz si no me quiero volver loco. La necesito.

― ¿Bueno? ― escucho la pequeña voz del otro lado de la línea.

Y, a pesar de todo lo que hice hoy y los mensajes anteriores, junto el valor para hablar sin expresar ninguna emoción.

― ¿Podemos hablar?

all the fucking love: