two | NLF

capítulo 008 - kida

Elena Thaller

Adoraba el aroma de la pizza, creo que incluso más que comerla. Había algo en la combinación de lo olores que simplemente te provocaba una sensación de felicidad, esto resultaba ser bastante útil cuando ciertos clientes se ponían pesados, aunque en general, el ambiente de la pizzería era bastante tranquilo.

Termino de limpiar un par de mesas y tomar los pedidos pendientes antes de entrar a la cocina. Dejo los pedidos a la vista de Rizzo y saco un par de pizzas del horno, las paso a las paletas de madera y vuelvo a salir para dejarlas en sus debidas mesas.  El olor, la familia de Rizzo y las sonrisas de las personas al tener la comida en las mesas seguían siendo las razones por las que seguía trabajando en la pizzería después de cinco años.

– Lena – me volteo al escuchar la voz de Rizzo y camino de nuevo a la cocina. – ¿Sabes algo de Marco y Fiorella?
– Deben estar por llegar – me volteo a mirar el reloj, ya habían pasado treinta minutos de mi hora da salida, pero no podía dejar a Rizzo solo, menos a la hora de la cena.
– Llama a los vagos dei miei figli, si no llegan en diez minutos tutta mia herencia pasa a ser tuya.

Ya quisiera ver yo la cara de esos dos si algo así pasaba. Rio y camino al mostrador para agarrar el teléfono y marcar el número cuando una mano envuelve la mía y vuelve a colocar el teléfono en su lugar.

– Eh, Cara, no es necesario. – quito mi mano de la Marco y dejo escapar una risa al ver la apariencia de los dos. Ambos estaban jadeando, tratando de recuperar el aliento.
– ¿Sabes lo difícil que es llegar a las seis con el tránsito de Chicago y luego buscar parqueo?  
– ¿Ustedes no vienen caminando?
– Desde que le dieron el permiso de conducir insiste en manejar a todos lados – Marco señala a su hermana – y como necesita conducir con un adulto estoy forzado a acompañarla.
– Alguien con licencia, tú apenas puedes considerarte un adulto. – Fiorella le saca la lengua y se encamina hacia la cocina, probablemente a saludar a su padre.  
– Tuvimos que parquear el auto al menos a quinientos metros, para eso básicamente pudimos haber dejado el carro de vuelta en la casa y hubiera sido lo mismo. ¿Te parece si cambiamos? yo te cubro uno hora antes de tu salida y tu te encargas de traerla.
– No tengo mucha práctica manejando. – me encojo de hombros y comienzo a desatar el delantal de trabajo.
– ¿Tienes licencia? – asiento, aún luchando con el nudo de la espalda. – Es todo lo que importa. – Marco se rie de mi situación y cruza el mostrador para ayudarme a desatar el delantal.
– Supongo que los carros y yo no nos llevamos muy bien, así que en esto estás solo. – deja escapar un sonido de frustración y se apoya en la barra. Doblo el delantal y lo guardo antes de soltarme el cabello y tomar mis cosas.
– Lena, papá dice que te lleves esto y que lo llames cuando llegues a la casa. – tomo la pizza que me tiende Fiorella, sabiendo por experiencia que es inútil intentar devolverle las cosas que él insiste en regalar.
– De acuerdo, agradécele de mi parte.
– Cara, antes de que te vayas, tenemos una reunión el fin de semana, van a llegar unos amigos a la casa, ¿por qué no vienes? – Marco me miraba expectante por una respuesta.
– Tengo que cuidar a lo gemelos el fin de semana, pero gracias por la invitación de todas maneras. – me despido de ambos y comienzo a caminar a la salida.
– Te dije que no iba a venir. – la voz de Fiorella fue lo último que escuché antes de salir completamente de la pizzería.

Miro al piso mientras camino, sintiéndome culpable por la mirada de desilusión de Marco y las palabras de Fiorella, tenían razón por sentirse así, no era la primera vez que me invitaban, así como tampoco era la primera vez que declinaba su invitación. Entre el trabajo, la universidad y mi familia normalmente no tenía tiempo para actividades extras, mucho menos ahora que Sam estaba enferma y tenía que ayudar más en la casa o con mis hermanos. Simplemente, no tenía tiempo.


Al llegar a la casa, dejo la pizza en la mesa del comedor y subo a mi habitación, tanto Sam como papá se encontraban en sus respectivos trabajos y los gemelos se quedarían en la casa de uno de sus amigos. Entro a la habitación y dejo caer mis cosas en la silla del escritorio. Tiro mi celular sobre la cama y me quedo mirando a la ventana por unos segundos. Intercambio la mirada entre las luces parpadeantes de la ciudad y la pantalla apagada de mi teléfono, muy en el fondo esperando un mensaje que sé realmente que no va a llegar. La mirada de Marco y las palabras de Fiorella aún rondaban como música de fondo en mi cerebro y aunque intentaba no darles mucha atención la realidad que se encontraba en ellas algunas veces se sentía como un peso en mis hombros.

Me aparto de la ventana, me olvido del celular y decido analizar mi cuarto para despejar, principalmente la pared que contiene las fotos que solía tomar en el colegio. Sí, puede que algunas cuantas fotos estuvieran mal enfocadas o con exceso de saturación, pero en general, se podía decir que estaban bien para alguien que recién estaba descubriendo como encender una cámara.

Paso la mano por algunas de ellas y la textura del, ya viejo, papel me hace sonreír. Cambio la atención hacia las pinturas que están encima del respaldar de mi cama y el sentimiento de calidez que recorre en mi pecho no hace más que expandirse. Por esto era por lo que trabajaba y, realmente, no necesitaba multitudes para ser feliz. Para mí, esto era suficiente.  

Messer

Otra vez Noah, ¿en serio?

Presiono el acelerador más a fondo, esperando el momento en el que mi mente tenga que concentrarse más en el camino enfrente que en cualquier otra cosa.

Súbete, ya, vamos, ¿por qué insistes en venir a estos lugares?

Aún no es suficiente, cambio de marcha y acelero más. El aire que entra cada vez más por las ventanas me enfría la piel, pero no me molesta, es una distracción más que es bien recibida.

No siempre voy a estar para salvar tu trasero.

Paso un par de autos que se encuentran en mi camino y acelero aún más, la adrenalina comienza a subir y mis pensamientos comienzan a acallarse cada vez más. Escucho varias bocinas cuyo sonido se pierde a la distancia. Las vibraciones del carro, el sonido del motor, el agarre del volante en mis manos todo va aumentando más y más, hasta que no dejan espacio para sentir nada más que las sensaciones del momento.  

Detengo el auto en seco unos kilómetros después al llegar a mi destino, el sonido de las llantas al rechinar llama la atención de varias personas alrededor pero no le tomo importancia. Al salir, el sonido de los vehículos es aún mayor, los motores rugen mientras se alinean para una nueva carrera, las personas gritan de emoción a su alrededor y la música del Underground termina de animar el ambiente.

Me hago paso para dirigirme a la entrada del club, la mayoría de las personas se concentraban alrededor de los carros que estaban por iniciar una carrera, pero aún quedaban unas cuantas que intentaban llegar a la fila de entrada.

Paso de la fila y estoy a unos pasos de pasar por la puerta cuando una mano me toma del brazo y me detiene en mi lugar.

– Vengo con él – sigo con la mirada el camino desde la mano hasta el rostro de la persona que me está agarrando.

Su piel morena estaba cubierta por un corto vestido negro, su cabello negro caía en cascada rosándole la piel descubierta de su espalda y sus ojos castaños me veían suplicantes con la esperanza de que reafirmara su última oración.

Decido mirarla por unos segundos más, en parte disfrutando el echo de que su nerviosismo crecía a cada segundo y aunque me parecía levemente molesto encontrarme en esta situación, no podía negar que ella tenía lo suyo, además, todavía no descifraba si lo que veía en ella era valentía o estupidez por agarrar el brazo de un completo desconocido, más por el tipo de lugar en el que se encontraba.

– ¿Mess? – la voz de Edgar hace que termine el contacto visual con ella para voltear a verlo a él.
– Viene conmigo – le confirmo unos segundos después y con eso asiente y se mueve a un lado para dejarla pasar.

Ya adentro ella suelta mi brazo y se aparta nerviosa, aún así manteniendo una gran sonrisa en su rostro.

– No voy a poder agradecerte lo suficiente, no sé qué hubiera hecho si tu no
– No agradezcas mucho, en realidad no sé si te hice un favor – puede que estuviera vestida como si perteneciera al lugar, pero podría asegurar que no sabía cómo manejarse en este ambiente, de todas maneras, no era mi problema.

Paso de ella y comienzo a caminar hacia las escaleras que llevaban a la azotea, años atrás Myles me había dado las llaves y desde entonces subía ahí algunas veces para observar las carreras, me alejaba del tumulto, pero al mismo tiempo la música, los motores y los vitoreos se mantenían lo suficientemente fuerte como para dejar a mis pensamientos a raya.


El reloj marcaba las tres cuando decidí a irme. No era solo la hora lo que me impulsaba a salir de ese lugar, era también el hecho de que Sarah se encontraba lo suficientemente borracha como para seguir siendo interesante. Dejo el dinero para pagar los tragos en la barra y al voltearme me encuentro con la ingrata sorpresa de que Killian estaba bloqueando mi camino.

– Messer, ¿Te vas tan temprano?
– Ya no me queda nada más por hacer aquí.
– Bueno, eso podría ser diferente, ¿pensaste en lo que te dije? – Bramson llevaba semanas insistiendo en que me uniera a su grupo. Tenía al menos tres o cuatro razones para no hacerlo, no me iban los grupos, no podría decir que me agradara Killian, las drogas no eran mi territorio y no necesitaba el dinero.
– Aún no estoy tan desesperado, pero te aviso si algo cambia. – logro hacerme el suficiente campo para pasar y salir de ahí.

Puedo sentir la mirada de Killian en mi espalda mientras camino a la salida, pero no puede importarme menos lo que él quiera o no. A medio camino, una figura llama mi atención. Detengo mis pasos y al enfocar la vista veo que es la misma muchacha que me había utilizado para entrar al principio, solo que esta vez estaba siendo arrinconada por dos tipos y no se veía precisamente feliz al respecto.

– Mierda – hablo entre dientes, estaba tan cerca de salir. Una parte de mí, la que ya sabía que ella se iba a meter en problemas, me dice que siga caminando, la otra insiste en que está ahí por que le seguí el juego.

Dejo salir un gruñido de frustración, aunque, la verdad podía obtener varias cosas de esa situación. Camino hacia donde se encuentra la morena y aparto el hombre que se encuentra más cerca de ella, el segundo inmediatamente fija su mirada en mí.

– Nos vamos – agarro la mano de ella y comienzo a jalarla hacia la salida, no avanzamos mucho antes de sentir como uno de ellos agarra mi hombro. Al mismo momento me volteo y quito su mano. – No me toques.  
– Tu novia está haciendo las preguntas equivocadas y se puede meter en problemas, – ya lo intuía – la próxima vez
– ¿La próxima vez qué? Deja de hacer amenazas estúpidas, los dos sabemos que ya ella vio su propia estupidez. ¿Cierto? – ella asintió, aún manteniéndose a mis espaladas – Bien, ya está arreglado.

Vuelvo a voltearme para seguir caminando, esta vez nadie nos detiene. Ya afuera solté su mano y crucé los brazos mientras esperaba alguna palabra de su parte, el aire exterior era significativamente más frío que el del club, lo que provocó que ella se abrazara a sí misma en busca de calor.

– ¿Gracias? – no sé si es la hora, sus palabras, o la manera en la que me miraba, pero no puedo evitar reírme de la situación, luego de unos segundos su sonrisa se unió a la mía.
– No lo menciones.
– No, en serio, gracias, de nuevo. Me llamo Eskar.
– Mess.
– ¿Ese es tu nombre real? – el hecho de que se veía genuinamente curiosa fue el que evitó de cierta manera la molestia que normalmente me causaba esa pregunta, pero esa curiosidad era la misma que la había metido en problemas, probablemente toda la noche.
– Ese es el nombre que importa. – asintió, aparentemente sin saber como responder a eso y por mí, estaba bien, estaba listo para dar esta conversación por terminada. – Intenta mantenerte fuera de problemas, no siempre va a haber alguien para ayudarte.

Odiaba esa frase porque me recordaba cosas y personas que no quería recordar, momentos que intentaba olvidar, pero, así como alguien una vez sintió que tenía que decírmela a mí, por esta vez, y únicamente por esta vez, ella tenía que oírla.

Comienzo a caminar hacia mi auto, no mucho tiempo después escucho su voz de nuevo.

– Espera. – detengo mis pasos y al voltearme, veo que su mirada se pierde por unos segundos en una motocicleta que comienza a alejarse. Su mirada vuelve a conectarse con la mía, solo que esta vez había una determinación que no tenía antes– Llévame contigo.