two | NLF

capítulo 005 - california.

SEBASTIAN

Miré con recelo la carpeta sobre la isla del comedor, de alguna manera  Josie había entrado a mi mente e hizo lo que pudo para convencerme para aceptar una entrevista de trabajo.  A decir verdad esperaba que me rechazaran de inmediato, porque estaba seguro de no querer un puesto de oficina, no después de vivir de los negocios callejeros por tanto tiempo.  

Me dispuse a tomar una cerveza del refrigerador sin embargo la voz melodiosa de Josie me detuvo antes de intentarlo, traté de no rodar los ojos para no molestarla así que le respondí con una mueca. – Hombre que te he dicho de tomar cervezas con el desayuno – dijo disimulando molestia aunque el pequeño hoyuelo que se formó al instante que curvó una pequeña sonrisa la delató -, Te he dejado jugo verde en la licuadora y unas tostadas con aguacate en la mesa.

- ¿Desde cuándo en esta casa somos veganos?- respondí desafiándola.

- Desde que lloraste con la muerte de un perrito en una película. – Sorbió de su envase térmico de café retorciéndose al contacto mientras yo me dediqué a servir el jugo en un vaso-, Ugh, demasiado cargado, servirá para aguantar la guardia de esta noche.

- ¿Guardia? Me habías dicho que esta era tu noche libre – dije mientras acercaba la bebida a mi boca y al sentir el olor raro que despedía decidí dejarlo a un lado – Te están explotando es lo que es.

Josie era enfermera, de hecho es la razón por la cual nos conocimos después de que un imbécil tratara de sacarme del camino y terminara estrellado en un poste de luz. Y qué más puedo decir, no pudo resistirse por mucho tiempo a mi coquetería.

- El hijo de Lou enfermó de nuevo y se quedará con él por la noche, así que me ha pedido que la cubra – Explicó con voz triste, Josie y Lou prácticamente llevaban conociéndose prácticamente toda la vida por lo cual me pareció un tanto egoísta mi cuestionamiento. La miré de reojo debido a que estaba apenado de alguna forma sin embargo se acercó a mí con una sonrisa y abrazó mi cintura apretando fuertemente a lo que pude responder sobándole la espalda –, Si no vas a esta entrevista te mato Sebastian. – reí.

– Vale lo haré, tu quédate tranquila – dije mientras ella se apartaba de mí hasta donde se encontraba su café. –, Sin embargo no creo me acepten, ya sabes que prejuiciosos son con las personas tatuadas.

– Bash, ve. – sonrió y cerró la puerta dejándome completamente solo.

Suspiré fuerte, no quería decepcionarla de nuevo sin embargo lo haré. Tomé rápidamente el desayuno que me preparó y salí corriendo hacia el taller donde había pasado mi auto la última semana. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

– El problema parece demasiado serio pa, no creo que puedas arreglarlo para hoy – dije mientras me detenía a revisar el motor desde lejos mirando como mi padre trabajaba arduamente con la espalda encorvada, llevaba horas así sin descanso lo que me empezó a preocupar –, Deberías descansar, yo continuaré.

– No hace falta, todavía puedo aguantar – respondió con una pequeña risa lo que hizo que refunfuñase, no era bueno que estuviese así y menos a su edad, sin embargo era más terco que una mula. El escucharme, se enderezó y se limpió las manos con el trapo que tenía a su alcance y suspiró. – Sabes que hago esto por ti ¿Verdad? El dueño de este auto quizás nos pague una buena pasta, pero necesito terminar esto y pronto.

Mi madre había muerto y mi padre con su taller eran el sostén de nuestra pequeña casa mientras que yo estudiaba en MIT, algo que quedó muy fuera de nuestras posibilidades en muy poco tiempo a pesar de que contaba con una beca escolar, no fue lo suficiente para mantenerme dentro. Era algo que me había quitado el sueño por varias noches durante el semestre y sin embargo sucedió. Mi padre no pudo pagar más y ahora debía una gran cantidad de dinero, algo que lo atormentaba tanto como a mí.

– Déjame ayudarte, quizás pueda encontrar la raíz del problema y...

– Asher – dijo con una voz profunda y cansada sin despagar la vista del motor–¸ ¿Por qué no regresas a casa y empiezas a hacer la cena? Te alcanzaré cuando pueda.

Como dije, era un terco. Me dediqué a guardar mis cosas cuando escuché a un automóvil estacionarse en la parte de enfrente, por lo que decidí salir a ver lo que pasaba. Me sorprendió la manera de actuar confiado del conductor, parecía de esos típicos chicos que sus padres les dieron todo y ahora son todos unos imbéciles, con solo mirar su forma de caminar, la manera en que se acomodó el cabello al salir del automóvil y la forma de andar como si fuera dueño de la mitad de la ciudad no lo hacía ver como un chico agradable.

Pero tampoco iba a mentir, era atractivo de alguna manera. Ugh.

Mi padre salió a saludarlo con un abrazo mientras el chico sonrió al ver tal gesto, era algo común que hacía con la mayoría de sus clientes sin embargo este abrazo se notó más fraternal. Le invitó a pasar con un ademán y lo guio hasta el coche blanco que prácticamente seguía inservible. El chico hizo una mueca al escuchar las aclaraciones de mi padre, al parecer él estaba molesto pero al mismo tiempo se mostraba comprensible.

– Vaya mierda, con razón el idiota apostó su auto como si nada, un pedazo de chatarra es lo que me gané – gruñó molesto, desvió la mirada hasta donde me encontraba y me examinó, lo único que pude hacer fue tragar saliva –, ¿Tú quién eres?

Mi padre que tampoco se había percatado de mi presencia miró hacia mi dirección, un poco sorprendido. – Oh, Sebastian te presento a mi hijo, Asher.

– Así que este es el pequeño Ash – sonrió –, tu padre me habla de ti todo el tiempo. El niño prodigio de MIT.

Miré a mi padre que se encontraba de espaldas a Sebastian cabizbajo, quizás le había hablado de mí por naturaleza de padre orgulloso, por lo que me dediqué a asentir con una sonrisa.

– Quizás eres un chico listo pero te voy a dar un consejo de vida – Dijo con sorna señalando al auto blanco sin mirarlo –, Nunca aceptes apuestas con autos, la mayoría terminan inservibles como ese.

– No creo que se inservible – titubeé un poco –, seguro que en unos días podemos arreglarlo.

Sonrió para después volverse a mi padre dándole una palmada en el hombro. – Has criado a un optimista ¿Eh? – a lo que mi padre respondió asintiendo.
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El carro era una mierda y de haberlo sabido antes, hubiera mandado a ese chaval al carajo sin dudarlo, ahora no tenía como competir; probablemente Josie estaría feliz de escuchar eso sin embargo no era cuestión de lo que fuera correcto; tengo que admitirlo,  me gustaba el dinero fácil. Resignado a regresar a casa, preferí ir al Underground, juzgando por todas mis llamadas perdidas, había pasado algo. Para cuando llegué, era demasiado tarde, todo el jaleo había terminado, sin embargo la gente seguía amontonada en la puerta del lugar.

Pasé evitando a la multitud que al verme ponían las manos en mis hombros tratando de llamar de atención lo que respondía asintiendo con la cabeza “Sí, estoy de vuelta”. Antes de entrar al club, pude ver una cara que me pareció familiar, así que avancé con cuidado para no verme como un completo acosador.

Asher. ¿Qué hace niño prodigio en un lugar así? ¿Su padre sabía que su hijo visitaba estos lugares de mala muerte? No era de mi incumbencia claro está, pero ese hombre me había respaldado por años cuidándome la espalda incluso cuando era demasiado inmaduro para mi propio bien.  

Se veía nervioso y un tanto confundido, imaginaba que era la primera vez que estaba aquí a juzgar por su postura además que sus ojos no paraban de escudriñar todos los sitios y sin embargo nunca chocaron con los míos. Unos minutos una figura cubierta por una capucha se acercó a él, así que por un segundo creí prudente interrumpir.

– Sabes que no esta no es tu zona ¿Verdad? – me relamí los labios. – ¿Sabes qué pasaría sí se entera...

– Man, estás arruinando mi negocio – dijo con una risita.

No pude contener mi rabia por mucho tiempo y cuando me di cuenta, mi puño se había estrellado en su cara haciéndolo caer. Lo tomé por su hoodie y lo estrellé contra la pared con violencia.

– Creo que no me di a entender bien – dije con sorna –, Me refería a que te largaras de aquí y nunca volvieras.
Lo liberé de mi agarre y se limpió la nariz debido a que una gran cantidad de sangre se había acumulado en la parte superior de su labio, me miró con odio y procedió a largarse.

– N-no era para mí.

– Ya ¿Entonces para quién? ¿Un amigo de un amigo? – lo cuestioné y esta vez no respondió. – No te conviene esta vida, créeme.

– ¿Entonces qué haces tú aquí? – el tremendo subidón de confianza me dejó anonadado, pensé contestar burlón pero su cara seria me hizo pensar.

– Es historia para otro día – respondí rápidamente  –, ahora te llevaré al taller de tu padre y le diré que te castigue hasta que vuelvas a Massachusetts.

– Joder, me mataría si supiese que estoy aquí – respondió con una risa nerviosa. – Y no, prefiero irme con la dignidad intacta muchas gracias.

– Como digas Asher – enfaticé su nombre mientras me daba la espalda para irse.

– Hasta luego Sebastian – rio alzándome el dedo sin voltear a verme.

– Prefiero que me llamen Bash – grité con una sonrisa.

Spoiler:

capítulo 006 - visser.

KYLIAN

Cuando abrí la puerta, la música clásica de Mozart me recibió. Era normal considerando que mi novia solía escuchar esta música cuando estaba limpiando, así que no me sorprendía en absoluto, tampoco me asombró el hecho de encontrarla recostada en el frío suelo de mármol de nuestro comedor, el cual daba directamente a la galería y a la piscina.

Ella tenía los brazos cruzados, como abrazándose a sí misma, y su mirada estaba contemplando al techo, como si fuese lo más interesante que había visto en mucho tiempo. Otra vez, no estaba sorprendido. Cuando se drogaba mucho, lo suficiente como para perder el conocimiento por un par de horas, solía quedarse así de tranquila. Además, era algo usual. La última vez que había estado así fue luego de una fiesta, dos semanas atrás, y se recuperó tan pronto como le di un poco de agua y una barra de chocolate.

— Liz –solté, llamándola.

Me acuclillé a su lado, y noté que esta vez sí estaba rara. Mucho más pálida de lo normal, sus ojos verdes tenían ojeras y sus pupilas estaban dilatadas, un hilo de sangre seca recorría un camino desde su nariz hasta la comisura de sus labios y respiraba con dificultad. Lo que más captó mi atención fue que no respondió mi saludo.

— ¡Lizy! –volví a llamar, esta vez un poco preocupado. La levanté del suelo, incorporándola y dejándola sentada, con su espalda apoyada en el sillón.

Los dos estábamos en el suelo, aunque creo que ella no era consciente de nada.

Sabía que no debía desesperarme, porque ella siempre hacía lo mismo. Era normal. Ahora seguramente estaba haciéndome una broma, un chiste, y en cualquier momento se reiría y luego se burlaría por asustarme. Lo típico de ella.

— ¿Puedes decir algo? –pedí, o mejor dicho, supliqué.

La solté con la esperanza que se quedara apoyada contra el sillón pero se desplomó, golpeando su cabeza en el suelo. Supuse que eso la despertaría de su trance pero no fue así. Y a partir de ese momento, realmente me preocupé.

Intenté hacerla vomitar, y de hecho funcionó, aunque dejó sucio todo el suelo del living, realmente no me importó porque había reaccionado aunque sea un poco, pero tenían que desintoxicarla. No podía dejarla en este estado, menos cuando un poco de sangre salió de su boca.

Mi conocimiento en primeros auxilios era tan amplio como la posibilidad de encontrar un billete de tres dólares: inexistentes. Y por más que buscar en internet sonaba como una buena opción ahora, no estaba seguro de poder reanimar a mi novia sin causarle algún daño posterior, así que me decanté por la opción de llevarla al hospital más cercano, marcándole a uno de mis amigos para que me acompañara antes de que me consumieran los nervios.

Coloqué a Lizy con delicadeza en el asiento de copiloto de mi auto nuevo, lamentándome casi al instante porque estaba recién lavado y ella todavía tenía vómito y sangre en su ropa y cabello. Suspiré. ¿Algún día ella dejaría de ser tan dramática?

La respuesta era no.

Abroché su cinturón y el mío también, luego manejé mucho más rápido de lo que había hecho antes.

Si esto hubiese sido una carrera, definitivamente ganaría el primer lugar.



— ¿Tú estás demente, Kylian? –Charles Moon preguntó tan pronto pisó el hospital–. Por poco estacionas adentro del hospital. ¿Tienes idea de la velocidad a la que ibas?

Me reí. Para reproches, para eso mi padre y no lo veo hace siete años.

— Como si nunca hubieses ido tan rápido –repliqué, a tono de broma. Él sonrió.

— En las carreras lo hago, no a las seis de la mañana en día de trabajo.

Viré los ojos, Charlie se sentó a mi lado en una de las duras sillas de plástico de la sala de espera. Todo en este lugar parecía frío e incluso distante, no me gustaban los hospitales pero por Lizy había venido más seguido de lo que me gustaba admitir.

— ¿Qué le pasó esta vez? –mi amigo inquirió.

Me encogí de hombros.

— Lo mismo de siempre –y procedí a explicar lo que me habían dicho los médicos: tendrían que hacerle un lavaje de estómago, reposo y dieta por unos días, y dejar las malditas drogas de una vez.

Sabía que Lizy no iba a cumplir con la última consigna, pero solo esperaba que esto le llamase la atención para dejar un poco las drogas.

Decidí omitir el detalle que el médico dijo que si volvía a tener una sobredosis como esta, posiblemente su cuerpo no resista más.

— ¿Qué vas a hacer con ella?

Yo tampoco lo sabía.

Era la persona a la que más amaba en el mundo, mi compañera, mi otra mitad. Habíamos estado juntos desde hacía tanto tiempo que no me imaginaba un día sin ella, así que pensar que por un error tonto como jugar con unas pastillas nuevas podría perderla, simplemente me destrozaba. Demasiado.

Ni siquiera quería pensar en las posibilidades que había de eso. Lizy aseguraba amar dos cosas: a mí y a las drogas, pero aparentemente su amor hacia mí no era tan fuerte como su adicción a la cocaína y eso me dañaba, porque quería ayudarla y no podía hacerlo, no sabía cómo ni tampoco quería obligarla, por más que fuese por su propio bien.

— No lo sé –confesé.

— Podrías… podrías tenerla todo el tiempo contigo, o cortarle el rollo con su distribuidor o llevarla a un centro de rehabilitación –propuso.

Las ideas eran tentadoras, pero Lizette Constanza nunca me perdonaría si la dejaba en un centro de rehabilitación alguna vez.

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lizy

— ¿Te sientes bien? ¿Recuerdas tu nombre? –alguien preguntó.

Yo tenía los ojos medio abiertos, pero la luz tan fuerte estaba dañando mi visión así que no me atrevía a abrirlos completamente.

— Apaguen la luz –pedí. Sí, definitivamente sí estaba bien.

Cuando la habitación quedó a oscuras, todavía con dolores en varias partes del cuerpo y pitadas en una parte de mi cabeza, abrí los ojos finalmente y un señor viejo, de barba larga y que me recordaba a Gandalf, me sonrió.

— ¿Te sientes bien? –volvió a preguntar.

— Mejor que nunca –contesté.

La verdad era que no sabía a dónde estaba, ni porque este señor estaba haciéndome preguntas, ni tampoco entendía por qué me dolía tanto la cabeza y lo único que quería saber era a dónde mierda estaba Kylian, pero sonaría grosero preguntar directamente eso y decidí responder al señor lo que me decía.

— Soy Lizette Wexler Constanza, tengo veintitrés años, vivo con mi novio y no tengo perros.

— Me alegro saber eso, Lizette. Ahora, ¿cuántos dedos ves aquí?

Sus preguntas continuaron y contesté todas y cada una de ellas, incluso cuando estaba empezando a impacientarme traté de responder cordialmente. Al final, el señor me explicó que estaba en un hospital y mi peor miedo se hizo realidad.

¿A caso Kylian me había encerrado en rehabilitación?

Hiperventilé un poco, y pude notarlo por los cables que estaban conectados a una máquina que empezó a sonar incesantemente. Ya había estado en una situación así antes, y pude darme cuenta que mis palpitaciones estaban incrementándose. El señor me pidió calma y, lejos de tranquilizarme, solo me provocó ganas de llorar y gritar.

Pero no lo hice.

Porque mi persona en el mundo cruzó la puerta con un ramo de flores y chocolates. Y cuando lo vi me sentí tranquila casi de inmediato.

— ¿Qué hago aquí? –pregunté.

Kylian no contestó, ni siquiera se acercó. Simplemente se sentó en un sillón que quedaba en diagonal en la cama en la que yo estaba, todavía sosteniendo los obsequios en sus manos.

— Soy el doctor Wagner, Lizette. Anoche sufriste una sobredosis y tuvimos que realizarte un lavado gástrico, además de eso, te golpeaste la cabeza fuertemente cuando Kylian trató de sentarte. Te hicimos un par de puntos así que es normal que te sientas incómoda –explicó con parsimonia.

Suspiré casi aliviada, bueno al menos no había muerto.

Había tenido varias sobredosis en mi vida así que esta vez no estaba preocupada. Y Kylian tampoco lucía preocupado, lo que me decía que realmente lo que me había pasado no era demasiado grave. ¿O tal vez sí?

— Al menos estoy viva –traté de sonar divertida, pero el doctor Wagner me miró con recelo.

— Lizette, no es la primera vez que llegas aquí con un diagnóstico de este tipo.

Oh, vamos, la cosa venía bien como para empezar con esta clase de reclamos. Yo no pedí venir a un hospital, ni siquiera estaba consciente de que estaba teniendo una sobredosis. De hecho, si me hubiera quedado en casa en vez de venir hasta aquí, seguramente también ahora estaría recuperada, en brazos de mi novio y seguramente comiendo mucho chocolate.

No quise contestar nada, así que directamente me incorporé en la cama y aunque me sentí un poco mareada, lo disimulé. Solo quería volver a casa, ver una maratón de alguna serie y quizás mezclar vodka con champagne.

— Lizette, escucha, has corrido con mucha suerte de llegar viva esta vez. Si hubieras llegado quince minutos más tarde, no hubieras sobrevivido. Tu cuerpo estaba lleno de drogas, ¿tienes idea siquiera de lo que tomaste?

La verdad era que no. Solo le pedí a Killian algunas cuantas drogas fuertes que tuviese y él, como siempre, me dio lo mejor que tenía.

Negué con la cabeza. Quizás si respondía este hombre me dejaría en paz. Y tras esta situación, quizás podría usar mi sobredosis reciente como para pedirle a Ky un perrito.

— Si vuelve a pasar una vez más, no creo que sobrevivas.

El doctor fue demasiado claro y conciso con sus palabras, de hecho, la próxima vez que quiera una charla motivacional vendré a él que seguramente echará por la borda todos mis deseos. ¿En serio le pagan a un hombre por ser extremadamente cruel con sus pacientes? Resoplé.

— Así que creemos que la mejor opción es enviarte a un centro de rehabilitación, a Kylian tampoco le gusta demasiado la idea pero…

— Pero yo no voy a ir a ningún lado –lo corté–. Vivo mi vida y hago lo que quiera, no iré a un centro de rehabilitación porque no tengo ningún problema y allí solo van los perdedores que no saben controlarse.

Tal vez yo tenía un poquito de problema a la hora de controlarme, pero al final todo me salía bien y seguía viva después de todo.

El médico suspiró, casi resignado. Y me cambió de tema, diciéndome que esta tarde me darían el alta y podría volver a casa, no iba a dejarme mucho tiempo allí contra mi voluntad. Supuse que mi novio tenía algo que ver con eso, ya que usualmente me dejaban en observación por uno o dos días. Me pareció hasta raro que me dejaran salir tan temprano.

El señor se fue y nos dejó a solas.

— Estuviste dormida tres días –soltó, una vez que tuvimos nuestra privacidad–. Casi te mueres, Liz. Yo realmente no sé que hacer contigo.

Sonaba abatido, vencido. Y hasta me dolió un poco escucharlo, porque lo decía como si realmente lo sintiese así. Y me preocupé.

— ¿Cómo que no sabes que hacer? ¿Estamos juntos, verdad? –inquirí.

Él asintió con la cabeza y se levantó de su silla, luego se acercó y me dio un corto beso en los labios.

— Te amo para siempre –susurró.



Pero el para siempre, siempre se termina recordé, y esas palabras me siguieron cuando llegué a casa.

Llevaba varios días pensando en eso. ¿Qué pasa cuando se acaba el amor? Las personas se separan, se divorcian, hacen nuevos caminos. Mi mamá, por ejemplo, luego de separarse con mi papá intentó salir con muchas personas y aunque le fue mal, aprendió sobre relaciones: la había visto llorar miles de veces, tanto cuando estaba con papá como cuando no, y había formado en mí la idea de que no quería pasar por eso nunca, quería encontrar a alguien que fuera para mí, sin tener que tantear tanto el terreno como hizo ella. Yo siempre había estado con Kylian y supuse que sería así pero… ¿y si nosotros también teníamos fecha de caducidad?

No quería admitirlo, pero tenía mucho miedo de que me dejara porque él era tan bueno que seguramente conseguiría a alguien mejor, que no sea adicta a las drogas y que disfrutase de, no lo sé, ver películas en netflix antes que ir a carreras clandestinas.

Quizás éramos demasiado iguales y eso no estaba funcionando.

De todas formas no podía hacer ninguna suposición por ahora, simplemente me quedaba ver como seguían las cosas. Él no había ganado ninguna carrera en varias semanas y estaba segura que era por mí, porque en mi intento de seguir viva y dejar un poco las drogas, Kylian estaba todo el día conmigo, más que nada para controlarme y cuando no estaba con él, me la pasaba con alguno de sus amigos, ya que compartíamos círculo en común.

Sin embargo, toda esta vida de Santa Lizy Constanza no me gustaba para nada. Extrañaba las drogas, no había duda de eso, y comenzaba a volverme loca por eso, la abstinencia me estaba matando.

Vi a Killian Bramson fumar un cigarrillo afuera del Underground, y debía aprovechar la escasa libertad que tenía para acercarme a él.

— Mira lo que trajo el viento –soltó, con su típica sonrisa altanera, haciendo referencia a que hacía mucho tiempo no le compraba.

Ni siquiera sabía por qué le seguía comprando mis drogas a este tipo, básicamente Eron vendía las mismas y era amigo de mi novio. Bramson, en cambio, se llevaba fatal con él y siempre que se veían era pura tensión.

— Acostúmbrate –dije–. ¿Tienes Mary aquí?

— Débil –se rió.

Ni siquiera pude comprar cuando mi novio me llamó. Y supe que no volvería a confiar en mí, al menos en un largo tiempo.

— ¿Lizette? –había dicho él.

Y cuando voltee, lo único que pude ver en sus ojos fue decepción.