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Mensaje por Jaeger. Mar 03 Mar 2020, 12:12 am

Jen cosita bb:

Jaeger.
Jaeger.


----
----

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The Honey System - Página 4 Empty Re: The Honey System

Mensaje por Bart Simpson Dom 22 Mar 2020, 1:47 pm

Gracias por sus hermosos comentarios The Honey System - Página 4 2998878722
Estaré respondiendo a sus preguntas por Whatsapp jaja

___________________________________________

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The Honey System - Página 4 Empty Re: The Honey System

Mensaje por hange. Sáb 04 Abr 2020, 6:38 pm

HOLAAA:

Capitulo 04
Honey is Daia || Master is Evian || by Ritza.





H A C E   3   A Ñ O S

La primera vez que conocí a Evian Suisque, casi le saqué un ojo con una pelota de softball y no tenía idea que su familia podría mandarme a la calle si se les apetecía. Era mi primer día en el campamento de verano de softball, en el Club Social Suisque de San José —conocido por sus hermosos campos de golf para gente demasiado rica. La única razón por la que pude entrar fue porque Diego, mi hermano mayor, era parte de los empleados y le dieron un descuento familiar.

Así que luego de aguantar la emoción y el aburrimiento, le pedí al entrenador dejarme batear con la máquina en lo que llegaban las demás campistas. En un momento, el entrenador se fue al baño y yo terminé bateando un foul hacia un lado de las gradas. Iba a dejar la pelota allí hasta acabar, cuando escuché un chillido. Por lo que corrí a pagar la máquina y luego subí los escalones tan rápido como pude.

Pero no había heridos. Solo un chico delgado, con el cabello claro y pecas en el rostro, con un pendiente gris en una oreja. Estaba mirándome como si le quité algo preciado. Tenía la pelota en su mano.

—¡Lo siento mucho! No te di, ¿verd-
—Hay algo llamado mirar hacia donde bateas, ¿lo sabes? —me interrumpió, alzando las cejas— Es lo más básico —añadió, con una sonrisa falsa.
—No es como si lo hice a propósito —fruncí el ceño—. Vine a disculparme, asno.
—No estás haciendo muy buen trabajo disculpándote, entonces —se encogió de hombros y le dio vueltas a la pelota—. Ni bateando, aparentemente.

Reaccioné automáticamente, inflando las mejillas.

—¿Quieres que te batee el culo, a ver si cambias de opinión?

No lo pensé. Y él pareció sorprendido un momento, porque alzó las cejas; pero su sonrisa se ensanchó. Lo cuál me irritó mucho más.

En vez de responder, se puso de pie y me tendió la pelota. Siempre con su sonrisa de estúpido.

—Me gustaría verte intentarlo.

Luego se largó de allí y no volví a verlo. Lo cual me benefició, porque le juré a mi familia que me comportaría en el campamento. No más líos o me llevarían a una escuela cristiana. Y suficiente tenía con tener que ir a la iglesia los domingos.

Hasta que choqué con él llegando al estadio, en nuestro primer amistoso con otro Club de la zona. Pensando que era uno de mis amigos, cuándo en realidad era el niño rico de la otra vez. Y peor: con el mismo uniforme que yo. Se me borró la sonrisa de la cara y di un paso hacia detrás.

—Tú.

Me miró de pies a cabeza, no supe identificar si era acordándose de mí o solo para tratar de intimidarme.

—Vaya, ¿te van a dejar jugar? —inquirió, enarcando una ceja— Puedes matar a alguien.
—Vete al diablo, Ricky Ricón.

Sonrió de una forma medio tensa, enseñándome sus hoyuelos. Tal vez no le gustaba aquel término, pero me dio igual.

—Claro —comenzó a darse la vuelta—. Justo después de hablar con tu entrenador y decirle que tiene a una-

No lo dejé dar cinco pasos antes de tirar mi bolso al suelo y arrojarme encima suyo, rodeando su cuello con mis brazos y colgándome como si fuera un babuino. El chico soltó varias maldiciones y por inercia, sus brazos agarraron los míos.

—¿Estás demente? —me miró de reojo, mientras nos tambaleábamos.
—Si le dices algo al entrenador que pueda perjudicarme, voy a estarlo —siseé, apretando los brazos—. No te metas conmigo.
—Cariño, tú no te quieres meter conmigo —sonrío y trató de deshacer mi agarre—. Así que más te vale que me sueltes.

Mi plan era hacerle pasar un mal rato. Pero a lo lejos, vi a Diego acercándose así que lo empujé lejos de mí. Recogí mi bolso y arreglé unos mechones de mi cabello oscuro, metiéndolos debajo de la gorra. El chico se ajustó la camiseta y frunció los labios.

—¿Planeabas matarme? —preguntó, jadeando.
—Déjame en paz, en serio.

Le hice el signo de “te estoy mirando” con dos de mis dedos y me di la vuelta, para encontrarme con Diego a mitad de camino y rezar para que no me preguntara nada del chico idiota sin nombre. Ese día tuvimos un empate de carreras y el equipo masculino, jugando tras nosotros, perdió su partido.

Ricky Ricón era uno de los corredores más rápidos, pero también era un payaso. De lo que pude ver desde las gradas, se la pasaba haciendo caras durante todo el juego o tratando de distraer o irritar a sus contrincantes. Al final ganaron por un punto.

Las próximas veces que lo vi fue llegando o saliendo del estadio. A veces estaba llegando a practicar, en su carrito de golf —lo que confirmó mis sospechas de que es Ricky Ricón. Otras veces estaba con unos chicos en las gradas, mientras el equipo femenino practicaba. Usualmente, cuando chocábamos miradas, le sacaba la lengua, el dedo del medio o simplemente le cortaba los ojos y seguía con mi vida.

Un día se me acercó. Yo estaba saliendo de las duchas con mi bolso en mano, bate apoyando encima de mi hombro y audífonos puestos con Fall Out Boy. Hasta que alguien me los quitó a la fuerza.

—¿Qué mierda te pasa? —me giré, y me enojé aun más cuando vi que era Ricón— ¿Qué quieres?
—Así no se le saluda a alguien que se te acerca muy decentemente —dijo y me colgó los audífonos del cuello—. Yo todo decente aquí-
—Me arrancaste los audífonos, pendejo —agarré el bate con fuerza y cambio de peso—. Eres un indecente, mejor dicho.
—Ya, no te tienes que poner así —sonrió, alzando los hombros—. Solo quería hablarte de algo.
—¿Conmigo? —enarqué una ceja y di un paso hacia él— ¿Por qué?
—Es una propuesta. Puede sonar medio indecente, pero no lo es, te lo juro —alzó los brazos, como probando su inocencia.
—¿Indecente, hm?

Di otro paso hacia él y alcé un poco la cabeza, lo suficientemente cerca para que se me acelerara un poco el corazón. Se me quedó mirando con las cejas alzadas y cerró la boca. Sonreí muy lentamente y susurré:

—No. Me. Interesa.

Giré sobre mis talones y caminé con largas zancadas fuera de allí. Agarré el bate entre mi brazo y mi costilla, para poder colocarme los audífonos bien y subir la música a todo volumen. Gracias a dios no volvió a joderme.

Al siguiente día me lo topé en la entrada del estadio. Siempre llegaba una hora y media antes, porque mi hermano trabajaba a esa hora y era mejor venir con él. Usualmente me la pasaba jugando sola, escuchando música o explorando el Club. Ahora tenía a Ricky Ricón esperándome sentado en las gradas.

—Es demasiado temprano para que estés aquí —musité, tirando mi bolso en uno de los bancos.
—Lo mismo para ti, Daia Martínez —se puso de pie, estirando los brazos.
—¿Cómo sabes mi nombre? —miré de él hacia mi bate, considerando mis opciones— Nunca te lo dije.
—Tengo mis maneras —avanzó hacia mi, sonriendo—. Sé que tienes 14 años y que tu familia vino de otro país, en Latinoamérica.

Lo miré con la boca abierta, y fui a alcanzar mi bate. Solo por si acaso. Era probablemente de mi edad o un par de años mayor, con pocos músculos —pero piernas largas. Podría batearlo con algunas complicaciones.

—¿Me acosaste en Facebook? —inquirí, moviendo mi bate de un lado a otro— Porque no es divertido.
—No, lo mío es un poco más profesional —se cruzó de brazos y sonrió de una forma siniestra—. También sé que tu abuela se llama Francisca, que la operaron de un brazo y que te expulsaron de tu última escuela.

Apreté los dientes con la misma fuerza que el bate. Por un momento, pensé en dejarlo como una piñata destrozada. Mi respiración se volvió más profunda.

—¿Cómo sabes eso? —exclamé— Te puedo denunciar por acoso.
—No te acosé.
—¿Cómo le llamas, entonces? ¿Investigación criminal? —golpeé suelo con el bate— Dame una razón para no partirte la cara ahora mismo por invadir mi privacidad.
—Porque no te conviene —sonríe como si le estuviera haciendo chistes.
—Mira, niño, no sé quién eres, pero déjame en paz —tomé mi bolso del asiento y me di la vuelta.
—¡Me llamo Evian!
—¡Lo que sea, sólo déjame!

Hice que mi hermano me pidiera un taxi ese día. Y borré la información privada de mi Facebook, solo por si acaso. Pasé todo se día dividida entre las preguntas de cómo averiguó todo e imaginándome a mi misma borrando esa sonrisa superior de su cara con unos cuantos puñetazos.

Al día siguiente, no apareció por el club. Así que a pesar de que estaba relajada, estuve demasiado tensa en cada respiro de práctica que tuvimos. Hasta que el día terminó y me fui a casa en bus, porque Diego terminaba su turno más tarde.

El bus me dejaba unas cuántas calles lejos de mi casa. Andaba mucho más relajada tras dejar salir toda mi frustración bateando y corriendo, así que andaba tarareando canciones de Fall Out Boy todo el camino. Hasta que escuché personas peleando.

Antes de llegar a mi calle, hay un viejo gimnasio donde a los bullies de mi escuela les gusta pasar el rato. Ex escuela. Usualmente, molestaban o tiraban comentarios despectivos a cualquiera que pasara por allí algunas veces a la semana —mayormente en verano. Ese día, por el contrario, estaban peleando con un chico.

Iba a seguir de largo. Estaba del otro lado de la calle, solo tenía que subir el volumen de mi música. Tenía que llegar a bañarme porque se me había quedado la ropa en la casa y me dolía todo el cuerpo. Hasta que vi la nariz delgada y sangrando de Ricky Ricón. Y su sonrisa toda estúpida, con los dientes llenos de sangre.

—¿Así es cómo respondes un simple hecho, culo de elefante? —gritó Evian, limpiándose la cara— Realmente no debieron haberme tocado. Van a joderse la vida ahora.

Primero, no tenía la menor idea que hacia un pendejo sin ampollas en los pies caminando en mi barrio. Y segundo, metiéndose con Jerry y Brent. Jerry era grande, robusto, aunque su rostro era rosado —él tenía la actitud de un demonio. Enojado con todo y todos. Brent era más payaso, menos robusto, pero no le importaba irse a la violencia para entretenerse en el día. Y casi nadie se metía con ellos por lo mismo. Eran monos blancos rabiosos. Era un trabajo de equilibrio, donde todos los lados ganaban.

Sacudí la cabeza, saliendo de mi estupor y comencé a cruzar la calle.

—…tipo esta como loco. Tú te metiste con nosotros primero —exclamó Jerry, apuntándole con los dedos.
—Solo hice una pequeña observación de tu frente de rinoceronte —Evian se encogió de hombros—. Nada más.

Dios, es el idiota más grande de la tierra. Comenzaron a gritarse más insultos y podía sentir los vecinos mirando todo con ojos de halcón, pero nadie se atrevería a decir nada. Jerry era el hijo de un policía que pasaba más tiempo comiendo donas que atendiendo a la disciplina de su hijo.

—¡Tus palabras no valen nada aquí, marica! —escupió Brent.
—La suela de mis zapatos vale más que sus dos casas —Evian soltó una carcajada entre cortada, por su nariz y labio—. Mejor llévense de mí y-Ugh.

Jerry lo había golpeado en el estómago. Me encogí sobre mi misma, pero de todos modos terminé de cruzar la calle. Ajusté las correas de mi mochila para agarrar el bate bien y esperé a que Brent estuviera más alejado de Evian. Tomé impulso y estampé el bate contra los muslos traseros de Brent.

—¡Qué demonios!

Me eché hacia atrás cuando sus ojos, azules y explosivos, recayeron en mí. Jerry se distrajo y Evian aprovechó para meterle los dedos en los ojos, haciéndolo chillar agudamente. Así que no pensé y lo agarré por el brazo, echándome a correr en dirección a mi casa.

—¡Esperen, idiotas! —gritaron atrás de nosotros.

Espero que no me hayan visto la cara bien, con la gorra puesta. Apreté más el brazo de Evian y seguí corriendo, cortando por un callejón entre dos casas amarillas. Podrían ser monos blancos rabiosos, pero no eran muy rápidos.

Llegamos a mi casa en pocos minutos. Azul claro, de dos plantas con un tejado empinado de baldosas y una chimenea falsa. Saqué las llaves y abrí la puerta del garaje, suspirando de alivio cuando el auto de mis padres no se encontraba allí.

Cuando se cerraba la puerta, encendí la luz y dejé caer la mochila y el bate. Lo único que se escuchó durante un rato fueron nuestros jadeos por la corrida y el susto.

—¿Me puedes…explicar…? —apoyé las manos en mis rodillas— ¿Qué coño…fue eso?

Evian estaba jadeando más que yo. Subí la cabeza para verlo hablar y la sangre en su rostro me acordó sus heridas. Se cubría la boca con la mano, pero la sangre de su nariz no iba a detenerse así. Me miró con los ojos pesados, claramente incapaz de hablar bien.

—Te contaría, pero…—siseó—, diablos, esto duele.
—Ugh, espera aquí.

Me saqué la gorra y me rasqué la cabeza, yendo a buscar el botiquín de primeros auxilios en uno de los gabinetes del garaje. Volví con la caja gris claro y lo hice sentarse en el suelo de piernas cruzadas, conmigo frente a él.

—Qué-
—No hables. Ponte esto y echa la cabeza hacia atrás para que tu nariz pare de sangrar un momento —muevo su cabeza hacia atrás y le enseño cómo apretar la nariz con un paño, para que tampoco se manche más de sangre—. Intenta no tragarla por la boca.

Luego saco algodón para limpiar la cortada en su labio, que por suerte es corta y superficial. Le pongo un poco de ungüento y lo dejo ser.

—Ahora sí. Explícame qué fue eso, Ricky Ricón. ¿Qué haces aquí?
—Tú me trajiste…
—En este sector, quiero decir —lo miro de pies a cabeza. Sus tenis no parecen tener ni una marca de sucio—. No eres de por aquí.
—¿Tan obvio es? —hace una mueca.
—Dime o te haré sangrar por la boca otra vez —me inclino más hacia él, con los ojos entrecerrados.
—Bueno… —su voz sonó a la de un pato—, estaba buscando tu casa.

Abrí los ojos como dos huevos y casi me le tiré encima. No lo hice porque me sujetó por las muñecas, soltando su nariz ensangrentada.

—¿Estás loco? ¿Y cómo sabes que vivo por aquí? —traté de soltarme, pero no me dejaba— ¡Vete! ¡Pide un taxi o algo, ahora mismo!
—¡Déjame explicar!
—¿Qué cosa, que tienes un cerebro de lunático?
—¡Daia!
—¡Y todavía no me has dicho cómo sabes todo eso de mí!

Logré zafarme de él y nos pusimos de pie, yo demasiado enojada y asustada y el frustrado, aparentemente. ¿Qué demonios pensaba? ¿Qué era normal todo eso?

—Mira, hay una razón para todo eso, ¿bien? —intentó convencerme, hablando lentamente— ¿Me dejas explicar?
—Empieza.

Me crucé de brazos y ubiqué con la mirada donde estaba mi bate. José Andrés, mi otro hermano, siempre me decía que podía ser mi mejor arma de defensa y ofensiva en caso de necesitarla. Y viendo que estaba sola en la casa con un loco, no iba a contar mis chances.

—Quiero que seas mi honey.
—…¿Tú qué?

Se me cayeron los brazos. Aunque no me duró mucho, porque fui a levantar el bate del suelo.

—¿Qué diablos significa eso, en qué sentido? ¿Es algo como conejitas? —lo acusé, agarrando el bate, preparándome para romper la piñata.

Con toda y nariz sangrona y labios hinchados, Evian sonrió.

—¿En serio quieres que te responda eso? —alzó una ceja— Tengo una imaginación muy buena.

Lo saqué a batazos y patadas de mi garaje y le pedí un taxi para que se largara. No me importó nada de lo que dijo, que no entendí mucho entre gritos y maldiciones. Era suficiente que ahora tendría que evitar caminar por esa calle por si Jerry y Brent tenían sed de venganza, ahora tendría que lidiar con un idiota sin nada de sentido común.

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En la siguiente practica, todo fue estupendo. Evian Ricky Ricón no se asomó por el estadio. Me duché tranquilamente después de practica para ir a esperar a Diego, que salía temprano de su turno. Hoy mis otros dos hermanos llegaban a la casa para pasarse unos días de verano. Todo iba relativamente bien.

El Club se dividía en varias secciones. Era como un área polideportiva y de eventos, sin ser exactamente un resort de gran escala. Tenía sus canchas de volleyball, básquet y fútbol, así como estadios de softball y baseball. Y obviamente, los campos de golf y la piscina.

Luego se encontraban los salones de eventos, cafeterías y áreas de comida. Y tras todo eso, en el centro conectando todo, se encontraba el edificio administrativo. Diego trabajaba allí como algo que realmente no entendía, pero tenía que ver con turismo. Y cuando llegué a esperar a su oficina, nadie menos que Evian me abrió la puerta.

Me quedé estática, clavada en el suelo. Me sonrió y me fijé que su labio seguía hinchado. La nariz estaba un poco inflamada y con un poco de morado en el puente. Su cabello estaba debajo de la gorra del club, vestía ropa casual y el pendiente de plata que siempre llevaba puesto. Que ahora que me fijaba, en mi shock de saber si era él o una cruel ilusión del infierno, tenía grabado una flor.

—Dios, mátame ahora —mascullé, en español.
—Qué dramática —se hizo a un lado—. Pasa.
—¿Por qué estás en la oficina de mi hermano? —me crucé de brazo, sin moverme de donde estaba.

Evian suspiró exageradamente. Se apoyó en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, como si todo esto realmente fuera algo usual. Estaba escuchando mi bate decir: “¡pégale, pégale!” y su cara de pendejo no ayudaba en nada.

—En serio no sabes quién soy —sonrió, como si le pareciera la mejor noticia del mundo.
—No, creo que eso es obvio, señor acosador de personas —di un paso hacia atrás, entrecerrando los ojos—. Voy a necesitar tu apellido para ir a reportarte con la fiscalía, de hecho —increíblemente, sonrió más.
—Evian Suisque.

Tardé cinco segundos en reaccionar. En atar cabos que su apellido tenía el mismo nombre que el Club donde trabajaba Diego y donde yo entrenaba. Que el maldito era hijo de los dueños. Y mis ganas de volverlo un saco de papas triturado aumentó de 100 a 1000.

Mientras mi rostro cambiaba de todos los colores, él estaba riéndose. Relajado, mirándome con el mentón en alto, con sus ojos azules brillando más de lo normal. Hasta que Diego vino a meternos a la oficina y lo llamó señor Suisque, y tuve que obligarme a mi misma a cerrar la boca.

—Te dije que me llames Evian. Solo soy un adolescente —se encogió de hombros.

Repasé la oficina, tratando de ubicar algún lugar donde esconderme, como un armario. Pero era ultra minimalista. Sillones sin brazos de un color azul chillón. El escritorio con una mesa de cristal en la pared opuesta a la puerta. Un librero repleto de libros de turismo y esas cosas que no me interesan.

—Bueno. Evian. No sabía que conocías a mi hermana —comentó Diego, yéndose a sentar en su silla negra giratoria.

Por desgracia, pensé. Me tiré en el sillón y observé los cuadros de golfistas famosos repartidos por la pared junto a la puerta.

—Si, es una persona entretenida —Evian tomó asiento a mi lado—. Y complicada.
—¿Pasó algo? —Diego subió la cabeza de su computadora, mirándome.

Diego era el hermano más calmado de la familia. José Andrés, o Andresito, era más rabioso que yo. César era relativamente normal. Sin embargo, cuando Diego se enojaba, daba casi tanto miedo como mamá. Así que me senté derecha y planté mi mejor cara de lamebolas.

—No pasó nada, es solo fastidiando —le di un codazo amistoso a Evian—. Porque bateé pésimo la primera vez que nos conocimos, ¿cierto?
—Oh, claro —Evian apoyó su brazo en la espalda del sillón, siguiéndome el juego—. Solo bromeo, no hay nada de qué preocuparse.

Sonreí. Diego nos miró por un momento más antes de volver a lo suyo. Mientras, yo miré a Evian de reojo, sorprendida por su forma de adaptarse a la mentira tan rápido. Después recordé que estaba medio chiflado y se me pasó.

Me siguió fastidiando todos los días de entrenamiento. Llegaba tan temprano como yo sin obligación, para preguntarme la estúpida mierda de honey esa. Cada vez que trataba de explicarme, me iba corriendo, porque no quería que se me contagiara lo que sea que tiene la gente de su clase. Pero luego se aparecía en mis entrenamientos y me asaltaba cuando salía de hablar de los vestidores.

—¿No te cansas? ¡Me tienes harta! —chillé, un sábado por la mañana— Tu cara me da asco.
—¿Me vas a dejar decirte lo que es un honey?
—No.
—Pues no me canso.
—Vete al diablo.
—Si te vas conmigo, sí.

Pisé el suelo con fuerza, porque no podía pisarlo a él. ¿Qué te hice, Jesús, que me estás jodiendo así? ¿Es por no ir a misa?

—Todo esto no estaría pasando si me dejaras explicarte…
—No quiero saber. Suena sospechoso y tu eres demasiado irritante —fruncí el ceño.
—Me vas a hacer tomar medidas más drásticas —suspiró, con un tono lamentoso.

No lo escuché. Ni le volví a hablar. Sin embargo, el domingo en la noche, estaba jugando jenga con mi familia en la sala cuando Diego llegó acompañado de Evian y un señor mayor vestido con traje y un corbatín. Saqué la ficha muy fuerte, y terminé tumbando todas sobre la mesa.

—Perdiste —anunció Andresito, sonriendo—. Te tocan los platos.
—Cállate —fruncí el ceño—. ¿Qué haces aquí?
—¿Diego? —inquirió mi madre, levantándose del sillón.
—Hola a todos. Ma, ya te había comentado sobre la visita del señorito Evian Suisque —dijo, señalándolo con la mano. Abrí la boca—. Este es Harris, su…mayordomo.
—Pasen, pasen, bienvenidos.
—Encantados de recibirlos.

Mis padres se pusieron en acción, estrechando manos y empujándolos hacia la sala. Ahora todo tenía sentido, por qué la señora me había obligado a mi y a César a ayudarla a limpiar toda la casa un domingo por la mañana. Evian fue a saludarme, y la forma en que me sonrió me recordó su frase de “medidas drásticas” del otro día. Oh, si pudiera materializar bates con solo pensarlo.

—¿Qué haces aquí, pendejo? —susurré, apretando los dientes.
—Tú me provocaste —me dio un apretón en el hombro—. No es mi culpa.

Andrés y César empezaron a recoger el Jenga, mientras mi madre buscaba bocadillos para los invitados. Aproveché para acercarme a Diego, que estaba de pie junto a la entrada de la sala. Me sacaba casi dos cabezas y mucha musculatura, pero estaba loca por caerle a golpes.

—Eres un traidor —lo pinché en el brazo.
—Es el hijo de mis jefes, Didi —hizo una mueca con los labios—. No quiero meterme en problemas.
—Ugh. Pero está loco —me pasé una mano por la frente—. Es medio acosador.
—¿Acosador? —Diego se rascó el cabello oscuro— Creo que eso lo dices porque probablemente tiene acceso a nuestros records. Siendo rico y dueño de la empresa.
—¿Pero por qué? No es normal, al menos hacia mi, yo no trabajo en su estúpido club.
—Daia…
—Ugh, está bien. Pero aun te considero un traidor.

Me fui a sentar en un sillón individual en una esquina. Evian y Harrys, que miraba todo con ojos de escudriñamiento, estaban sentados frente a mí. El hombre tendría más de 40 años, de piel pálida y ojos pequeños con grandes ojeras. Su nariz era enorme y parecía como si todo en la habitación le causara un ligero asco.

Mi casa no era la mejor, pero era acogedora y bonita. Me crucé de brazos y me apoyé en la espalda de la silla, sin idea de qué esperar. Mi padre le empezó a hacer preguntas idiotas sobre su vida y su escuela —perdón, academia para millonarios— y todas esas cosas que uno pregunta cuando tiene que hacerlo. Hasta que mi madre, acabándose uno de los vasos de jugo, decidió preguntar:

—¿Y bien, a qué se debe esta visita sorpresa? —se cruzó de piernas y los dedos encima de su rodilla— Tengo entendido por parte de Diego que tienes una propuesta para nosotros.
—Sí, señora —Evian responde y me mira, sonriendo—. En nuestras familias, existe una tradición desde hace mucho tiempo de tener una especie de compañero o aliado en la vida que nos ayude a cargar con todas las responsabilidades de la empresa o la vida académica. En Hoj, la academia donde estudio, estos compañeros se encargan de ayudarnos a mantener el paso con la vida académica más nuestros compromisos de herederos de empresa —su voz cambió ligeramente a un tono más carismático y menos burlón. Me quedé tan sorprendida que se me olvidó mi incomodidad—. Ellos reciben pago por sus servicios que usualmente van a ahorros para la universidad. Las familias de las flores pagan las deudas de dicha familia ayudante, y además de esto: reciben una educación altísima en Hoj y obtienen una beca para la universidad que elijan.

Entonces, comencé a entender de qué estaba hablando. Y por qué lo estaba diciendo de esa forma. Se me flojaron los brazos y me quedé estática. Evian, en cambio, se puso de pie y se acercó a mí.

—Me gustaría que su hija fuera mi honey.

El silencio reinó la sala. Evian se mantuvo sereno, de pie a mi lado, con las manos en los bolsillos. Parecía alguien que acababa de caminar por fuego sin mirar y salido intacto. Yo no sabía qué hacer ni qué pensar. Estaba repitiendo lo que acababa de decir en mi mente.

—Piénselo y háblenlo —dijo, mirándome y luego a mis padres—. Harris les va a dejar un folleto que tiene lo que les dije y más detalle de los planes de pago. Mi familia Suisque es la flor del clavel, y su hija pasaría a ser una afiliación casi directa de nosotros, incluyendo todo el prestigio que eso trae.

Y se fueron, así como si nada. Deseándonos buenas noches, claro está. Algo que sabía que no iba a tener.

No quería a aceptar, ni que viniera el mismo Satán a buscarme. Pero lo único que nos faltaba vender para pagar las irresponsables deudas de mi padre eran la casa y el auto. Ninguna de las cosas era irremplazable.

Mi padre pensó que nos cayó una oportunidad del cielo. Mi madre se fue a la capilla a rezar como una loca. Por toda la semana, cada oportunidad que podían me hablaba de lo que era vivir sin deudas y lo que sería asistir a una academia con buena educación —tomando en cuenta que me habían expulsado de una escuela.

Una semana después, entendí que iba a tener que sacrificar mi sanidad mental por cuatro años de mi vida.  Era eso o tener que irnos a otro estado más barato —o peor, mudarnos con la familia de mi mamá en Texas.

El equipo masculino de Baseball y Softball tenían partidos amistosos los miércoles o los sábados. Ese miércoles, me quedé luego de mi entrenamiento para ver el partido y esperar a Evian apoyándome en su carrito de golf. Tardó un buen rato para salir luego de haber perdido el partido. Estaba casi tirada en el capó del carrito, mirando las nubes cambiar de color, hasta que me cayeron gotas de agua en el brazo.

Me incorporé, ajustando mi mochila y limpiándome el agua. El cabello de Evian estaba chorreando y me recordó a un Coquer Spaniel mojado. Me fijé en su arete con un clavel grabado. Me había pasado todos esos días investigando sobre sus familias.

—Podrías haber durado un poco más…—cambié de peso en mi otra pierna.
—Puedo ir a darme otra ducha, si quieres —sonrió de lado, sin mostrar los dientes.
—No, gracias, me tengo que ir antes de que anochezca —me rasqué la cabeza y moví el pie como si lo tuviera en un resorte—. Vine a…aceptar tu propuesta. El asunto de los honey y no sé qué mierda.
—Duraste menos de lo que pensé —sus ojos me repasan de pies a cabeza—. Aposté que no me responderías hasta en una semana.
—¿Apostaste con quién? —incliné la cabeza hacia él.
—Con mi hermana —se encogió de hombros—. Mañana ven con tus padres a la oficina de Diego —dijo, metiéndose en el carrito—, ahí vamos a oficializar todo con mis padres.
—¿A qué hora? ¿Oficializar qué? —me hice a un lado, con las cejas juntas.
—Te voy a mandar la hora luego. Y tenemos que firmar y todo, hay un contrato que especifica todo el rollo.
—Ustedes los ricos sí que aman hacer cosas estúpidas.
—Y tú envidiosa —me sacó la lengua y encendió el carrito.
—¿Cómo me vas a enviar la hora si no tienes mi número?
—¿Cómo sabes que no lo tengo?

Me dedicó una sonrisa que me dejó desencajada, porque, ¿cómo se atrevió? Lo miré boquiabierta mientras puso el carrito en marcha, dio reversa y salió como todo un Ricky Ricón del parqueo del estadio. ¿En qué acababa de meterme?


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El resto de ese verano fue espectacular. Tenía dinero, nuevo colegio y las peleas en mi casa acerca de las deudas disminuyeron. Sobre todo: Evian estaba fuera del país hasta que iniciaran las clases, trabajando en la empresa de Turismo junto con su hermana y su familia. Me la pasé jugando y viendo televisión, como toda una reina.

Luego de la primera semana y media de clases, me di cuenta de que Evian me había escogido por puro capricho. Él y su melliza llegaron al colegio como en la mitad de la primera semana. Y entre esos días y el fin de semana, Evian se las arregló para jugarme 4 bromas de mal gusto.

Poner super ega en mi teclado, provocando que se salieran muchos de los botones de las teclas. Amarrar mis cordones cuando estaba durmiendo en clase de religión, haciéndome caer de cara cuando me levanté. Ingeniárselas para meter tinte verde semipermantente en mi shampoo —de mi casa—. Hacerle agujeros a mi uniforme de softball donde van los senos y la entrepierna.

—Voy a matar a tu hermano —anuncié en el almuerzo, sentándome al lado de su melliza—. ¿Te importaría?

Khaleesi era la melliza o gemela de Evian, no me acordaba nunca. Tenían ciertos parecidos: mismos ojos claros y sonrisa socarrona, autoconfiada. Pero Khal era todo lo contrario en cuanto a academia se refiere: Hacía su tarea y entregada todo, mientras yo tenía que perseguir a Evian con dos bates para que hiciera medio reporte.

—Solo si lo haces frente a mí —se encoge de hombros, sin levantar la mirada de su comida.
—No te preocupes. ¿Vas a estar en tu casa este domingo? —crucé los dedos por detrás de mi espalda— Solo necesito que me dejes pasar.
—Claro. Pero, Harris también te dejaría pasar-
—No creo, le caigo mal —me encogí de hombros—. Siempre arruga la nariz cuando estoy cerca y no huelo mal, ya verifiqué.

Khal soltó una risita y me dio una mirada de soslayo. Me habría gustado ser su honey. Estaría cobrando por estudiar, prácticamente. Pero me había tocado el demonio de Tasmania.

Mi siguiente persona para hacer el asesinato de Evian posible sería más difícil. Era uno de los mejores amigos de Evian, llamado Jonathan. El que me caía menos mal, porque el otro parecía engendrado por el mismo Satán. Me preguntaba si era algo de los ricos traer gente así al mundo.

Encontré a Jonathan caminando hacia la salida de la Academia, en plena mitad del día. Tenía menos de un mes aquí y siempre se iba de clase, pero cuando se lo mencioné a Evian, me miró tan feo que decidí callarme. Corrí hasta alcanzarlo, poniendo los brazos en alto.

—¿Qué quieres? —inclinó la cabeza hacia abajo, así de alto era— Tengo que irme.

Yo tampoco le caía muy bien.

—El domingo. ¿Crees que puedas hacerme un favor? —me crucé de brazos.
—¿Qué clase de favor? —arrugó la frente y se movió el cabello oscuro, que lo hacía ver más pálido de lo que era.
—Venganza. Planeo matar a Evian —me encogí de hombros—. Será en su casa. Solo necesito que lo lleves a una habitación y lo grabes, yo me encargo de lo demás.

Por un momento, pensé que iba a sonreírme. Pero apretó los labios y desvió la mirada. En mi cabeza, Evian y Jonathan eran como una versión inmadura y fea de Scott y Stiles de Teen Wolf. Evian no sospecharía de él.

—¿Qué gano yo? —cuestionó al final.
—Ver a Evian llorar…eso espero —miré hacia el cielo un segundo—. Si o no. Pensé que dijiste que tenías que irte.

Se tomó su tiempo para responder. Golpeé el piso con la suela de mis zapatos constantemente, esperando que el timbre no sonara. Jonathan podría irse de clase cuando le apetecía, yo no. Soltó un suspiro y se pasó la mano por la cara, y me pareció verlo un poco cansado. ¿De qué? Si no hemos hecho nada hoy. Pero no iba a meterme.

—Esta bien. Me vas a deber una.

Le sonreí genuinamente por primera vez desde que nos presentaron. Y luego me fui corriendo a comer algo antes de que la campana sonara.  

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A las seis de la mañana del domingo, me encontraba llegando a la gran mansión de los Suisque. Era una enorme casa al estilo Malibú —al menos, según mi conocimiento de haber visto todas las temporadas de Hannah Montana. Con bloques rectangulares, ventanas de cristal que van del suelo hasta el techo.

Tiene tres pisos, y hasta ahora no he podido explorarla entera. Pero el suelo era de cerámica blanca que costaba mas que todo mi barrio, probablemente. El frente era un jardín donde puede caber una cancha de basquetbol y todo estaba cercado por barrotes delgados electrificados.

Un camino de piedras desiguales, probablemente granito, llevaban hasta la entrada. Otro camino de ladrillos rojos lleva hacia el garaje, que era mas grande que mi casa. Por allí fue que salió mi fiel cómplice: Jonathan, con una cara de culo que podía distinguir desde lejos.

Entrecerré los ojos y noté que tenía un pequeño control cuadrado entre sus dedos. Estiro el brazo y segundos después, los barrotes de metal negro gigantes se abrieron con un chirrido casi inaudible. Emití un “jup” y ajuste la mochila en mis hombros, estaba pesándome mas de lo previsto —pero valdría la pena.

Camine unos minutos, metiéndome por el césped y sin seguir el camino hasta la puerta de la casa. Ignore las cámaras de vigilancia en todo el lugar —no iba a pensar en nada mas que hacer mi misión realidad. Luego vería cómo saldría viva.

—Hola, ¿todos están durmiendo? —jadee un poco al llegar al garaje.
—Si, excepto la seguridad, pero como te deje pasar —Jonathan se encoge de hombros—. ¿Qué es todo eso? —miro mi mochila con los ojos entrecerrados.
—Mis herramientas. ¿Quieres ver? —sonreí, girándome para agarrar la mochila de frente.
—No, gracias —se estremeció levemente—Vamos, quiero volver a dormir.

Jonathan me guió por el garaje. Trate de no quedarme mirando todos los autos que podrían pagar el resto de mi vida si me los robaba —antes de que me metieran presa, claro. Dos land rovers, un audi y algo parecido a un auto deportivo de películas. Hasta el suelo del garaje valía mas que mi vida si lo comparaban en el mercado negro.  

—¿Cómo compraste esto? —susurro Jonathan, volteando a verme mientras caminaba— ¿Usaste tu pago de ser una chica conejo?
—No, idiota —le propiné un puñetazo suave en el hombro—. Me aprendí la tarjeta de crédito de Evian. Bueno, una de muchas. No se dará cuenta.
—Eres un demonio, ¿lo sabías?
—Solo estoy dándole un poco de su merecido —sonreí de oreja a oreja—. Y si le dices que se me su tarjeta, te demando por difamación.
—Ja, como si fueras a ganarme una demanda.

Sisee una maldición, pero me calle cuando Jonathan cerro la puerta del garaje. Ahora estábamos dentro de la mansión y aunque probablemente fuera mentira, hasta el aire se sentía diferente. De inmediato avanzamos por una de las salas hasta la escalera principal, que era de mármol y madera.

No hablamos por el resto del tiempo. Hasta que me dejo en el cuarto del jaccuzzi y se fue hasta la habitación de Evian otra vez, a esperar que le diera la señal. Realmente le debía una.

A pesar de tener una piscina y jacuzzi en el patio trasero de la mansión, la familia Suisque también tenia un jacuzzi privado en una habitación techada. El suelo era de este material que no te dejaba resbalar, y había una ducha con puertas de cristal en una esquina y una sauna en otra.

Sacudí la cabeza y apoyé la mochila con suavidad en el suelo, tenia que ponerme a trabajar. Me sequé el sudor de las manos con mis pantalones deportivos y abrí la mochila, poniéndome en acción. Presione el botón para que el jacuzzi se llenara automáticamente y saqué las bolsas de tierra negra de mi mochila.


—Jonathan, ¿A dónde demonios me llevas? —escuché la voz de Evian en el pasillo de fuera.

Me oculte detrás del estante donde estaban las toallas. La videocámara estaba instalada encima de este, con una vista perfecta del jacuzzi negro. Me cubrí la boca, tratando de no explotarme de la risa antes de que todo ocurriera.

—Solo cállate y disfruta —respondió Jonathan, abriendo la puerta—. Y no te destapes los ojos hasta que yo diga.
—Espero que no sea ilegal.

Lo había traído solo con sus boxers y una bata de baño, aunque desabrochada. Jonathan tenia puesto su mismo pijama de hace un tiempo.

—¿Desde cuándo te importa eso?
—No me importa —sonrió y se volteo a verlo, aunque tenía los ojos vendados.
—Cállate y muévete.
—No me hables así, amor mío —canturreó.

Rodé los ojos. Eran exasperantes. Pero estaba agradecida, sin importar que. Jonathan me dio una mirada que no supe descifrar, entre asco y diversión. Tenía los labios en una mueca y por un momento, se detuvo. Abrí los ojos como dos huevos y señalé a que lo hiciera entrar, tratando de no hablar.

—¿Y bien? —suspiro Evian— ¿Ya me la puedo quitar?
—No. Sorpresa, te dije.
—¿Hay chicas involucradas? —sonrió como todo un cerdo y apreté los puños, para no tirarle la video cámara.
—Si —Jonathan me miró haciendo otra mueca.
—Pues dale.

Se sacó la bata y con ayuda de Jonathan, subió los escalones pequeños y se metió en el jacuzzi lentamente. Apreté los labios, esperando a que se quitara la venda.

—Esto es…raro.

Para mi sorpresa, se sentó. Me tuve que cubrir la boca con fuerza para no explotar de la risa. Evian estaba sentado, en un jacuzzi de agua mezclado con tierra negra. Y la tierra estaba repleta de lombrices. Gusanos rosados y marrón claro, moviéndose de un lado a otro, probablemente confundidas. Unas empezaron a subir por sus rodillas y brazos automáticamente.

—Espera, ¿Qué es esto? —murmuró, y por fin sus manos fueron a la venda.

Jonathan estaba frente al jacuzzi y sus hombros se sacudían con fuerza. Unas cuantas lombrices subieron por los bíceps y pecho de Evian, casi alcanzando su cuello.

—¿Qué demonios es esto? —subió la voz.

Se sacó la venda y se tomó unos segundos para parpadear, antes de bajar la mirada. Y tiró el chillido mas espectacular que había escuchado en toda mi corta vida.

—¡QUÉ DEMONIOS ES ESTO! ¡SON GUSANOS, GUSANOS!

Se puso de pie, tirando algunas lombrices, pero muchas se quedaron pegadas a su cuerpo. Empezó a sacudirse como una batidora dañada, y no pude evitar empezar a chillar carcajadas como una lunática.

—¿DAIA? ¿QUÉ DEMONIOS? —Evian chilló como una niña mimada— ¡QUITAME ESTO DE ENCIMA! ¡AHOR-SJDHS!

Con la prisa de moverse, se cayó de culo en el jacuzzi, su cabeza quedando casi hundida en el agua de gusanos. No pude y me dejé caer en el suelo, con mis ojos botando lágrimas. Jonathan tampoco podía moverse de las carcajadas.

—¡SE ME ENTRÓ EN LA OREJA! ¡DEJEN DE REIRSE Y AYUDENME!

Intenté ponerme de pie, pero fue imposible. Evian estaba pataleando como un pingüino sin equilibrio y yo estaba mirando borroso de las lágrimas. Con un par de intentos más, logró salirse del jacuzzi. Jonathan se alejó de él automáticamente, asqueado ante los gusanos que seguían pegados a Evian.

—Muy gracioso —Evian parecía temblar de la rabia y del asco— ¡Te luciste! ¡Ven acá!

Casi no me puse de pie a tiempo. Evian se tiró hacia mi y logré gatear lejos de el, aun riéndome. Me puse de pie agarrándome del estante, aprovechando que seguía sacudiéndose para sacar los gusanos. Agarré la cámara y comencé a correr, aunque con torpeza por la risa. Evian chillaba maldiciones detrás de mi.

—¡Vuelve aquí!

No podía ni responder. Chille y salí de la habitación, con la cámara sujetada como si mi vida dependiera de ello. Escuché a Evian gritándole a Jonathan traidor y que lo ayudara a sacárselas, de seguro más preocupado por si se le metían en el culo.

Subí al tercer piso de la mansión, jadeando entre risotadas y corrí de largo hasta la habitación de Khal. Su puerta era de un rosa gold, con una K en letras cursivas en el centro. Ella ya me estaba esperando, apoyada en el marco, con su pijama de cachorros.

—Pon todos los seguros que tengas —logré decir, entrando a su habitación—. Me voy a ir cuando se esté bañando.

Khal cerró la puerta y me dejó sentarme en uno de sus pufs. No dijo nada hasta que mi respiración logró calmarse casi a su estado normal. Me sequé el sudor de la frente con la mano y el resto de las lágrimas que se habían quedado en mi mejilla.

—No puedo creer que hayas hecho eso —musitó, momentos después.
—Yo tampoco —solté una risita sin aire—. ¿Quieres ver el video?

Nos entretuvimos mirando el video en su sistema de televisión de pantalla plana hasta que nos dolió el estomago de reírnos. Lo mejor, había grabado parte de la carrera que me dio Evian y hacía todo mas divertido. Solo me fui corriendo a casa luego de hacer varias copias del video y cuando Jonathan vino a avisarme que Evian estaba bañándose —y probablemente vaya a durar mas de una hora tratando de sacarse los gusanos de la cabeza.

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No se me ocurrió que lo peor que podría hacer Evian sería despedirme y hacer mi vida académica inexistente por el resto de mi vida, hasta que lo vi al día siguiente, avanzando hacia mi con una expresión que no podía adivinar qué significaba. Tenía los ojos entrecerrados, pero no estaba sonriendo ni torcía los labios. Y sus ojos parecían brillar como si fuera Hades. Las manos empezaron a sudarme, así que agarré con fuerza las correas de mi mochila y me paré derecha, esperándolo.

Como todos los días, debíamos esperar a nuestro máster al lado de la entrada. Todavía yo no era una honey oficial, así que solo lleva el uniforme sin la corbata y sin el supuesto arete que le dan a los honeys. Así que me pasó por la cabeza la cara de mis padres cuando les dijera que me despidieron porque bañé al niño rico en gusanos de tierra.

Próximo caso en noticias del mundo: adolescente muerte tras ser castigada de por vida y encarcelada por joder con un niño rico. Pero no me arrepentía, porque el video seria mi regalo de descanso en paz.

—Vamos a otro lado —ordenó, tan pronto estuvo frente a mi y siguió caminando.

Ay, mierda, estoy jodida.
Inspiré y lo seguí, mordiéndome los labios. Me fijé que llevaba el uniforme arreglado por primera vez desde que empezaron las clases, incluso con la corbata bien hecha. Solo tenía la mochila en un hombro y en el otro brazo llevaba dos cajas negras.

Llegamos hasta un espacio de recibidor junto al despacho de los honeys. Era una especie de balcón integrado, con sillas de madera, una mesa y un florero con cada flor en un jarrón.

Evian se paró frente a mi, dejando su mochila en una de las sillas. Su rostro estaba mas serio de lo que lo había visto cuando jugaba softball.

—Suéltalo —mascullé, subiendo la cara un poco para mirarlo.

Estiró los brazos y me entregó las cajas. Eran un poco pequeñas para ser mi carta de renuncia —aunque uno nunca sabía nada con estos ricos. La miré con las cejas fruncidas y Evian las acercó un poco mas. Me fijé en que eran de terciopelo, con un dibujo de clavel dorado en el centro.

—¿Qué…? —lo miré y luego volví a las cajas, sintiendo mi corazón acelerarse cada vez más—. ¿Qué es esto?
—Son tu corbata y el arete de los Suisque.

Abrí la boca como un huevo y mis manos soltaron las correas de mi mochila, que cayó al suelo con un golpe suave. Evian sonrió y sus ojos destellaron como luces de fiesta.

—¿Qué-Pero tú no-¿qué? —no podía hablar bien.
—Significa que eres mi honey oficial a partir de ahora —dijo, sin mover las cajas y hablando con la lentitud de un profesor. Hice cortocircuito otra vez.
—Qué…pero…cómo, ¿qué?

Balbuceé una serie de incoherencias y él soltó una carcajada. Miraba de la caja hacia él como si estuviera ante un ejercicio de química demasiado complicado para la compresión humana. Cuando no moví los brazos, Evian dejó la caja mas pequeña en la mesa y abrió la más grande y delgada.

—Yo…tu— miré las corbatas de tres colores diferentes, según temporada—¿Es en serio?
—¿Qué cosa? —Evian sacó la corbata roja y la colgó de mi cuello, empezando a hacer un nudo. Me quedé floja. Atónita me quedaba corto.
—¿Me estás oficializando como tu honey a pesar de que te jugué esa broma? —pude decir al final, casi sin aire.
—Sí.

Me ajustó el nudo y se echó para atrás. Esta vez si tomé la caja delgada. Me pasó la otra, abierta y con el arete. Era brillante, de plata y grueso. Tenía grabado un clavel en el centro. Parecía un botón semi cuadrado y semi cilíndrico.

—¿Estás bien del cerebro? —volví a mirarlo a los ojos.
—Creo que ya sabes que no —sonrió de oreja a oreja, achicando sus ojos.

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hange.
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The Honey System - Página 4 Empty Re: The Honey System

Mensaje por hange. Sáb 04 Abr 2020, 6:39 pm

Capitulo 04.2
Honey is Daia || Master is Evian || by Ritza.





P R E S E N T E

Sabía que moriría algún día. Pero nunca pensé que sería por un accidente de auto, medio borracha y un lunes, porque el idiota de Evian Suisque no podía manejar como alguien decente. Da un giro en U que casi me hace caerme de culo y meterme entre el cristal frontal del auto. Sin pensarlo, empiezo a chillar todas las malas palabras que me llegan a la cabeza.

—¡Si sigues conduciendo así, me voy a tirar por la ventana y va a ser tu culpa! —chillo, pegándole manotazos en todo el brazo.

Evian me ignora y observo sus dedos apretar más el volante. El tráfico no es nada a las dos de la madrugada. Mi barrio no está tan lejos del bar, La Bahía. Aprieto los dientes, recordando que acabamos de dejar a Lua en el hospital porque Jonathan está interno. Está manejando como un loco por la posibilidad de Jonathan de recaer —entiendo lo horrible que es pensar en eso.

Pero no quiero morir porque está demasiado ocupado preocupándose mientras conduce a altas horas de la noche.

—¿Quieres que maneje yo? —intento poner ojos de borrego, pero no me salen.
—Estás borracha —gruñe y me mira de reojo—. Y no sabes manejar.
—Si sé, he estado practicando el verano —asiento varias veces.
—¿Con quien? ¿Tus hermanos?
—No. ¿Me dejas manejar? —paso la mano por mi cinturón—. Estas yendo demasiado rápido.
—Chequea si Lua te ha escrito —hace un gesto con el mentón hacia mi celular.

Se mete en una curva y acelera cuando ve la avenida vacía. El celular casi se me cae de las manos y con ojos borrosos, logro ver una notificación de Lua.

—¡Para, loco! ¡Para! —abro la conversación mientras lo empujo por el brazo— ¡Lua me escribió!
—¿Qué dice? —gira la cabeza lo mas que puede sin despegar los ojos de la calle.
—Ehm…pues, todo está bien —suelto un suspiro—, dijo que no te preocupes y que esta bien
—¿Cómo que está bien? —los hombros de Evian están tensos— ¿Entonces para que diablos lo ingresaron?

Aprieto los labios y sigo leyendo los demás mensajes. Intento que las letras no se me vayan por el jodido alcohol.

—Dice que tenía fiebre…y para hacerle chequeos-
—¿Estás segura? —me interrumpe.
—¿Estas diciendo que no sé leer? —levanto la mirada, deseando clavarle algo—. Mira, lee el mensaje tu-
—¡Estoy conduciendo! —chilla.
—¡Entonces créeme! Estoy borracha, no ciega.

Se queda en silencio por un momento y luego siento que voy a salir volando del auto. Frena con brusquedad en la entrada de mi sector. Suelto un suspiro y le paso el celular, acomodándome en el asiento ya que mi vida no peligra. A través de ojos borrosos y la oscuridad del auto, miro a Evian relajar los hombros y dejar de morderse los labios.

Cuando le empieza a responder desde mi celular, cruzo los brazos y dejo caer la cabeza contra el asiento. Hasta que abre la boca otra vez.

—Viendo al chico al que le estabas chupando la lengua, si estás ciega.
—¡Retira lo dicho, idiota! —le pego un manotazo— Estaba buenísimo.
—Tienes el gusto en el culo —arruga la cara.
—¿Tengo que ir a chequearte la vista? —le pincho una ceja—. Creo que jugar mucho softball te hizo daño.

Evian deja el celular en mi regazo y retoma la marcha del auto. Tengo que abrir los ojos porque el alcohol me hace sentirme que estoy dando vueltas. Por lo menos ahora no va con la velocidad de muerte. Observo las casas iluminadas por los focos de la calle. Y ahora que está todo bien, recuerdo la forma en que se aparecieron estos dos indigentes en el bar.

—¿Estás enojada? —pregunta cuando llegamos frente a mi casa.

En mi casa solo hay una pequeña lámpara encendida en la sala, señal de que mi madre aún está entre el sueño y despierta, esperándome. Aprieto los labios y me giro hacia Evian, aunque lo veo más como una mancha semi difuminada.

—No, estoy llorando de alegría —entrecierro los ojos—, ¿cómo demonios sabías dónde estábamos? —lo apunto con mi celular, como si fuera un arma blanca—. ¿Y qué haces en San José la primera semana de clases?

Los días que Evian y Khal toman extra de vacaciones son casi tradición. Días donde soy el ser más feliz de todo Hoj. Sin embargo, este año, a penas es el primer día y tengo a Evian Suisque sacándome de mi muy merecida fiesta.

—Te van a salir canas antes de saberlo —me sonríe de oreja a oreja.
—Eres un grano en el culo.
—En tu culo, mi amor —alza ambas cejas varias veces—. Un mago nunca revela sus trucos —se echa hacia atrás, apoyando el codo en la ventana.
—Tus trucos sucios, mejor dicho —hago una mueca con los labios.
—Esos tampoco —sus dientes blancos interrumpen con lo oscuro que está en el auto—. Tengo como tres meses sin verte, ¿no me vas a dar un abrazo?

Le respondo con un resoplido. Agarro mi bolso y salgo del auto sin decir nada, pero de todas formas escucho su risita de payaso antes de cerrarla. No arranca el auto hasta que estoy dentro de mi casa y le saco el dedo de en medio desde la ventana de la sala.

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Llego a la Academia cantando las canciones de Daddy Yankee para tratar de apaciguar mi malhumor. Jennie y Maxie ya están allí, de pie junto al camino que lleva a las nueve flores, esperando a sus masters. Agito la mano en forma de saludo, recordando como nos traicionaron anoche.

—Si alguien les pregunta, no me han visto —entrecierro los ojos y sigo caminando de largo— ¿Entendido?
—Okay.
—¿A dónde vas? —pregunta Jennie, ambas siguiéndome con la mirada— Evian estará aquí en un rato.
—Tengo diarrea, vuelvo ahorita.

Eso hace que no me pregunten mas nada. Avanzo por el pasillo de la entrada y avanzo por el lado izquierdo. Hoj es una Academia dividida en dos edificios principales a primera instancia. El área dedicada a los que se bañan en dinero todos los días, y el área que es para los que solo se bañan en dinero una o dos veces al mes.

Camino entre los pasillos lujosos, relucientes de mármol y paredes antiguas que tienen las nueve flores. Hasta llegar al patio trasero, donde hay una puerta de barrotes de hierro pintadas de negro, con ornamentos voluptuosos y con decoraciones puntiagudas que hacen imposible que me vuele. Lo he intentado.

La puerta y el mural que le sigue por todo lo ancho de la Academia es lo que une las dos escuelas. Usualmente, lo abren para profesores o cuando tenemos festivales de caridad, bailes o ferias científicas —los únicos eventos en los que se olvidan, mágicamente, del elitismo. Aunque realmente es por las apariencias.

En un lado de la puerta, hay un seguridad de pie tan firme como El Hierro detrás suyo. Me lleva al menos dos cabezas, es de piel morena y con una nariz larga y delgada. Eso y su cabello rizado recogido en un moño dan a relucir su raza árabe. Sus ojos son inexpresivos, intimidantes —por eso ninguno de los honey se atreve a cruzar al otro lado. Me detengo frente a él, le sonrío y cruzo las manos por detrás de la espalda.

—Buenos días, señor Sayid.

Me dedica una mirada de reojo y si me esfuerzo bien, puedo ver un pequeño atisbo de sonrisa en sus labios.

—Buenos días, señorita Martínez —inclina la cabeza hacia delante—, ¿cómo estuvieron sus vacaciones?
—Estupendas. Evian se fue de viaje por todo el mundo, así que fueron los mejores  meses de mi vida. ¿Y la suya?

A pesar de ser intimidante (o de parecerlo), Sayid es la única autoridad que no me tiene odio por no “acatar las reglas”. Lo descubrí cuando me ayudó a esconderme de Evian en la Academia normal, después de que haberle jugado una broma a Evian en plena clase de deporte. Desde entonces, lo considero uno de los pocos adultos con sentido común.

Sayid me deja pasar y camino como si estuviera en mis aguas. Hay ligeras diferencias en los uniformes, así que los que andan por el patio, se fijan que son del otro lado. Pero poco me importa. Hay muchos que ya están acostumbrados.

Asumiendo que Evian venga hoy a tomar clases, me quedan unos 20 minutos de ocio. Y suponiendo que no va a venir, aunque este en la ciudad —lo cual es más probable—, tengo casi el doble. Avanzo por el patio lleno de árboles gigantes, que sirven para que muchos se tiren —y se duerman— en vez de estar metidos dentro y sin ser sociables. Voy directo a un grupo de tres personas.

—¡Miren quien nos visita!

La primera en levantarse es Penny, corriendo hacia mi encuentro. Su coleta pelirroja se mueve con el viento cuando se me tira encima, casi haciéndome tirar el bolso. Hace dos años, conocí a Penny y a Lizzie en el equipo de Softball del Club. Ambas vienen a la Academia desde hace años y con ello, me presentaron a Jack y a Chris.

—¿Todavía no llega tu hombre? —Lizzie se para del césped a saludarme con un abrazo.
—Ugh, no lo menciones —hago una mueca y me saco los audífonos—, quiero pretender que no existe todavía.
—En serio, tienes 3 años siendo la niñera del niño rico y aún no nos has presentado —Penny se mira las uñas pintadas de rojo y después a mí, con el ceño fruncido—, ¿por qué?
—¿Acaso te avergonzamos? —Lizzie se ajusta los lentes en la cara— Desgraciada.
—¡Claro que no!
—Yo creo que sí.

Jack se acerca y me pasa un brazo por los hombros, sonriéndome con sus dientes de lata. Chris es el último en unirse, dejando su comic de marvel tirado junto a sus bolsos en el césped.

—¿De qué hablamos? —inquiere, luego de darme un abrazo.
—Que Daia aun no nos presenta a su querido master —Jack me remueve, subiendo y bajando las cejas—. ¿Acaso lo quieres todo para ti, golosa?
—¡Asco! —le doy un codazo— Es lo opuesto. No quiero meterlo en todos los aspectos de mi vida, ya lo consume casi todo —me paso una mano por la cara, recordando anoche—. Ustedes son como un respiro.
—Esa es una excusa estúpida —refuta Lizzie, cruzándose de brazos.

Una serie de bufidos y resoplidos le siguen, y los cuatro me fulminan con la mirada. Desvío la mirada, intentando explicar de buena forma que trabajo para un psicópata.

—¿Qué tan malo puede ser? —Chris se encoje de hombros— Lo hemos visto en Instagram.
—Dicen eso porque no lo conocen.
—¿Y por qué es eso, eh? Me pregunto —el tono de desagrado y sarcasmo de Lizzie no me pasa desapercibida. Su afro se mueve al mismo tiempo que ella sacude la cabeza— Lo dices como si fuera un criminal con el cual no deberíamos asociarnos.

Por un momento, estoy tentada a decirle que eso es justamente lo que Evian es. Solo que pertenece a la clase “elitista” de la sociedad para enmascarar que está jodidamente loco.

—No es como si fuéramos a volvernos sus BFF tampoco —Penny se deja caer hacia detrás, en la manta—, pero estoy harta de que cancelemos planes porque él se aparece.
—Tú solo quieres ver si en verdad está tan bueno de cerca—la acusa Lizzie.

Penny ni siquiera se inmuta. Se encoge de hombros y sonríe de lado, mostrando el único hoyuelo que tiene. Con toda la picaría del mundo saliéndole por los poros. Suelto una risotada y aplaudo —mis amigos están locos.

—Eso también —dice, asintiendo.
—Advertencia —Jack coloca una mano en mi hombro apresurado—: La loca Pennny tiene los ojos en tu niño rico asignado, o como sea que les digan. Ten cuidado.

Sigo riéndome mientras Jack y Chris comienzan a relatar las medidas de seguridad que debo tomar cuando se trata de Penny teniendo a un chico en la mira. La chica tiene una estatura de modelo, cuerpo latino heredado de su familia de Brazil y una personalidad de confianza infinita en sí misma. Si quiere algo, lo obtendrá.

—Créeme, si pudiera quitarme esta cosa y cambiar contigo —señalo el arete de clavel—, lo haría en un instante. Pero la cláusula es una mierda.
—Por lo cual la única opción que te queda es presentarlo —Penny sonríe de lado a lado.
—Te jodiste —Chris suspira y baja los hombros, como si me diera un pésame.

Suspiro y me río en silencio. Miro un momento al cielo despejado y bajo la mirada a mis amigos, que a pesar de que paso la mayor parte del tiempo en otro lado, aún me siento parte de ellos.

—Esta bien —muerdo mi labio inferior—. Supongo que como es penúltimo año y próximamente saldremos de esta mierda, puedo presentarlos…pero no digan que no les advertí.
—¿En serio? —inquiere Lizzie— ¿Estás segura de que-?
—Si no lo hago, van a seguir jodiéndome por todo el año.
—Es verdad —concuerda Jack.
—¿Cuándo quieren, entonces? ¿Hoy al salir de clases? —saco mi celular, para buscar la agenda digital.
—Creo que eso no será necesario —masculla Chris.
—Hmmm, ¿qué? No entiend-
—Así que, aquí es donde vienes cuando no estoy en la Academia —dice una voz a mi espalda, y escucho el chasquido de una lengua.

No me tengo que levantar ni girar para saber quién es. Pero de todos modos lo hago, solo para cerciorarme. Subo la mirada y sí: Evian Suisque se encuentra frente a mí. Ahora que no estoy borracha, lo veo claro: Está un poco más alto y bronceado; su cabello castaño oscuro está mucho mas largo. Lo que sigue igual es su sonrisa, que parece saber los secretos de todo el mundo; y el desarreglo de su uniforme, con las mangas de la camisa enrolladas y la corbata floja.

Nada de eso me distrae de la atrocidad de la situación. Aprieto los dedos y pongo los brazos en jarras.

—¿Qué diablos haces aquí? —suelto, con voz atropellada.
—También te extrañé —me despeina el cabello y da un vistazo hacia mis amigos—. ¿Me presentas tú o me presento yo?

Extrañamente, ninguno ha hablado. No tengo tiempo para pensar por qué —aun no logro entender como Evian está aquí.

—Ninguna. ¿Qué haces aquí?
—Sayid no el único guardia que rompe las reglas por unos momentos —parpadea con lentitud y sonríe otra vez—. ¡Hola! Mucho gusto, soy Evian Suisque.

Me hace un lado y estrecha la mano de mis amigos. Solo me quedo mirándolo con los ojos entrecerrados. Si pudiera devolver el tiempo y taclearlo en el momento en que viene, lo haría. Cuando se voltea hacia mi, Penny abre los ojos y la boca como si fuera el hijo de David Beckam.

Que bueno, puedo admitir que Evian está bueno.

—Las he visto por el club, ¿cierto? —inquiere, poniéndose a mi lado— Lo único que la señorita Martinez nunca nos ha presentado. Qué lindo por ti, en serio.

Pero primero me arranco la lengua antes de decírselo. Lo fulmino con la mirada y lo empujo con mi hombro.

—Eso mismo le estábamos diciendo —comenta Penny, cruzándose de brazos—. Soy Penny. Ellos son: Lizzie, Chris y Jack.
—Ustedes no juegan en el club —Evian los señala, como tratando de clasificarlos—, pero si los he visto por aquí.
—¿Nos has visto? —Jack enarca una ceja, mirándome de reojo.
—Porque es un acosador-
—Con Daia, a veces-
—¿Ven? Acosador. En fin, ya se conocieron. Todos felices —aplaudo dos veces—. ¿Nos vemos luego?
—Si, después de las 3.

Jalo un poco a Evian lejos de allí, en dirección al cruce hacia el otro lado. Pero ellos nos siguen mirando, con sonrisas torcidas en sus caras.

—¿Qué es después de las 3? —masculla en mi oído.
—Nada que te incumba.
—En ese caso…—sonríe de lado y se gira hacia ellos— ¿Puedo ir? —mira directamente a mis amigos.
—¡Claro! Eres bienvenido —Jack le da un apretón de hombros y me sonríe— No lo dejes.
—Ugh.

Estamos caminando hacia el salón de clases, medio tarde. Pero Evian no corre y yo tampoco. Estoy mas concentrada pensando como me voy a zafar de su compañía esta tarde.

—¿Qué me miras? —pregunta, cuando estamos a pocas puertas de nuestro salón.
—Tu cara de marica —chasqueo la lengua—. ¿No me vas a decir cómo nos encontraste?
—No.
—¿Ni por qué estás en la academia? —ladeo la cabeza.
—Aquí estudio —se encoge de hombros.
—Evian —me pongo frente a él—, sabes a lo que me refiero. Se supone que llegabas el viernes.
—Los planes cambiaron —aprieta los labios.
—¿Por qué?
Por quién es más correcto —se rasca detrás de la oreja.

Se me encienden todas las alarmas. Me le acerco más y cruzo los brazos, con muchas cosas cruzándome por la cabeza. El segundo timbre suena, para que las personas terminen de llegar a clase. Lo ignoro deliberadamente, mas entretenida por como Evian parece removerse ante mi mirada.

—¿Por quién? ¿Qué pasó?

Evian chasquea la lengua y mira varios puntos del pasillo histórico antes de decir algo. Me imagino diversos casos donde él se mete en problemas en Brazil o algo por el estilo, y sus padres terminan enviándolos a estudiar desde antes.

—¿Acaso estas més morena? —inquiere, agarrándome el brazo— Es por jugar todo el verano en hora pico. ¿Sabes que mucho sol hace daño?
—¿Estas tratando de cambiar de tema? —me echo hacia atrás, alejando mi brazo.
—Vamos a clase.
—¡No! Tú nunca quieres ir a clase.
—Hoy sí, quiero ver a Jonathan —replica y comienza a caminar con largas zancadas, pero le puedo seguir el paso.
—Siempre lo ves —bufo—. Y probablemente no hayan llegado aun.
—No lo vi en el verano.
—Puedes ir con Jonathan y responderme al mismo tiempo —me cuelgo de su brazo solo para entorpecerle el caminar.

Evian baja la mirada con el ceño fruncido e intenta sacudirse, pero me muevo con él, soltando risotadas e insistiendo más.

—Dime, dime, ¿Qué paso?
—¡Daia…! No jodas —gruñe— ¡Qué me sueltes!

Con su brazo libre intenta hacerme cosquillas. Lo logra por un momento, porque le doy un puntapié e intento morderle la mano. Así que ahora intenta cargarme por las piernas.

—¡Déjame, engendro! —chillo.
—¡Suéltame primero!
—¡Nunca!

Un silbato nos detiene en seco. Infragantti. Frente a nosotros esta nadie mas que Lola, la psicóloga escolar o consejera o guardiana. A veces creo que es todas las cosas que sean necesarias para “controlarnos”. Sus ojos pequeños están abiertos tanto que parece ser insano y tiene la cara toda estirada, como si estuviéramos asesinando un animal.

—Los juegos de manos están prohibidos en el campus escolar, lo saben muy bien —informa, con su voz firme y fulminándonos con la mirada—. Son a penas los primeros días de clase, por favor intenten comportarse el primer mes.
—Siempre nos comportamos, su señoría —Evian le sonríe encantadoramente y yo le sigo el juego.
—¿Cuándo ha visto que hagamos algo inapropiado? —parpadeo dulcemente.

Al mismo tiempo, Evian me pasa el brazo por los hombros y yo el mío por detrás de su cintura. Sonreímos sin mostrar los dientes a Lola, que nos mira con indignación.

—Vayan a clase. ¡Ahora!

Su forma de gritar es forzada. Como si se obligara a gritar, pero en voz baja. Evian y yo hacemos saludos militares con nuestros brazos libres y avanzamos con dirección al aula de clases. Cuando doblamos a la izquierda en el pasillo solitario, tuerzo mi pierna para darle en las pantorrillas.

—Vas a hacer que me quiten puntos de conducta desde hoy —siseo, soltándole la cintura.
—A mi también me van a quitar puntos —inclina la cabeza hacia mi, aun con su brazo en mis hombros—. ¿No te preocupa?
—Tu cagas dinero, eso no importa —ruedo los ojos.
—Envidiosa.
—Adefesio.

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Cuando Jonathan y Lua por fin llegan a clase, en la tercera hora, estoy lista para tirarme de la ventana del aula y: sobrevivir haciendo parkour imaginario o morirme en el intento. Pero me salvó la campana. Que tiempo después, estoy sentada junto a Lua, mientras Romeo y Julieta están en el otro asiento.

A pesar de que los profesores han hecho numerosas quejas de que cada honey debe sentarse con su máster, no es como si nosotras tuviéramos palabras en el asunto. Además, lo prefiero así. Evian es mejor en dosis.

Luego de la cagada con el tres en raya y la profesora, nos quedamos calladas. Intento no volver a comentar sobre el asunto de ella y Jonathan. Aunque mi culo metiche quiera seguir advirtiéndole, no puedo volverme loca por un tonto presentimiento. La clase cambia antes de darme cuenta —aunque no me quejo. La primera semana suele sentirse como una pesadilla borrosa.

Mientras la profesora habla del programa del primer semestre del año, doy un vistazo hacia una de las butacas que ha ocupado Sakura al moverse de curso con nosotras. Me agrada que esté aquí, porque es tan impredecible que es fascinante. Pero me fijo en su honey: de ojos rasgados, cabello oscuro y una vibra de chico bueno. Me inclino hacia Lua, sin despegarle los ojos.

—El honey de Sakura es bonito —susurro, con una corta sonrisa.
—Todos son bonitos para ti —Lua rueda los ojos, sin voltear a mirarme.
—Lo son, Baztan también está bueno. ¿Crees que sea un requisito para ser honey? —musito, apoyando mi mentón en mi mano— Ya sabes, como ellos son “hermosos”.

Por un momento creo que se ha enojado por lo de antes. Pero sonríe de lado y me mira de reojo antes de hablar.

—¿Eso qué nos hace a nosotras? —enarca una ceja.
—¿De qué hablas? Somos unas perras preciosas —sonrío de lado y le guiño un ojo.
—¿Le gustaría compartir ese comentario, señorita Martínez? —interrumpe la voz estridente de la profesora.
—No —apoyo uno de mis brazos en la espalda de la silla.
—Pues hágalo de todos modos —me mira con la nariz un poco arrugada.
—Como mande usted —chasqueo la lengua—. Decía que soy una perra preciosa.
—¿Qué clase de vocabulario es ese? —se lleva una mano en el pecho y da un paso hacia atrás.
—Um, inglés coloquial, es la forma en que-
—Suficiente, señorita Martínez. Salga de la clase.
—¿Por responder una pregunta? —enarco una ceja, inclinándome hacia ella, apoyando los codos en mi pupitre.
—Por hablar vulgarmente en una clase.
—No estaba ofendiendo a nadie —replico, pero de todas formas, hecho mi silla hacia tras.
—Ese no es el punto. Usted-
—¿Y cual es? —interrumpe Evian, girándose por completo hacia nosotras, con los brazos cruzados— Me encantaría saber.
—Señorito Suisque… —la profesora se remueve en su lugar—, usted sabe que-
—Ella no va a ninguna parte —hace un gesto hacia mi con la cabeza—. Puede quitarle puntos que ya sabemos que le va a quitar, pero no se va.
—¡Usted no puede…!
—Usted no puede sacarla con esos argumentos —se encoge de hombros y vuelve a sentarse derecho—. Por favor, siga explicando su clase.

Pasan momentos de un silencio tenso. Bueno, para muchos, Evian tiene los ojos tan encendidos que estoy segura de que esta riéndose en su cabeza, aunque tenga el rostro serio. Yo tengo que morderme los labios y esconder mi sonrisa con mis cabellos, mientras Lua me da codazos para que me comporte —aunque ella también se ríe por lo bajo.

La maestra desiste pocos minutos después y retoma el tema como si nada hubiera ocurrido. A veces es tedioso cuando Evian se pone de “voy a usar todo mi poder para salirme con la mía”; sin embargo, en ocasiones como esta, no me importaba un solo pepino.

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Un par de clases mas y ya es hora de comer. Con suerte, espero que Evian se vaya a comer con Jude y sea chusma lejos de mi. Pero camina a la cafetería con el resto. Sigo de largo hasta encontrar una mesa y saco mi sándwich de pollo y papas fritas.

—¿Qué rayos estas comiendo? —Sakura se sienta a mi lado, y me mira con una mueca de asco.
—Bueno —le doy un lento mordisco—. Esto se llama pan, adentro tiene pollo, lechuga y mayonesa. Y eso se llama papas fritas —las señalo—, tal vez las hayas visto en-
—Pregunto porque rayos comes sándwich con papas fritas —entrecierra sus dulces ojos de serpiente—, eres mas rara que Evian.
—Es lo mismo que comer hamburguesa con papas fritas. ¿Quieres un poco?

Le acerco mi sándwich mordido y ella retrocede, levantando los hombros y torciendo los labios.

—¡Aléjate, cochina!

Suelto una risotada al mismo momento en que ella se levanta y se va, sabrá Dios a donde. Ya me he acostumbrado a que vaya y venga a cada rato. Es entretenida.

—Estúpido Jonathan.

Eso y mas maldiciones se escuchan, saliendo de una Lua que viene con su bandeja de comida a sentarse a mi lado. Tiene el rostro enfurruñado y a juzgar por como mastica su comida, decido cuestionarla.

—¿Tan rápido te vuelves a enojar con tu amorsito? —digo, dando un sorbo a mi jugo.
—¿De quién hablas? —Lua sopla su flequillo desordenado, subiendo la mirada de su comida.
—De tu Jonathan, alias el fantasma de la Opera —hago un gesto con el mentón hacia el, que esta con sus idiotas amigos caminando hacia acá—. Viniste cantando maldiciones en su nombre.
—No es mi culpa, es un imbécil —rueda los ojos y se cruza de brazos.
—¿Por qué esta siendo un imbécil? Además de respirar, claro.
—Si, ¿Por qué estoy siendo un imbécil? —Jonathan se mete en medio de la conversación, con los brazos en las caderas— ¿Porque tengo la inteligencia de separar al autor de su obra?

Alzo las cejas y observo a Lua, que infla las mejillas y golpea la mesa con sus manos. Si las miradas pudieran pulverizar…

—No —frunce el ceño—. No cuando la autora usa sus medios para promover algo que no cree e incluso discrimina-
—¡Más razón para separarlos!
—¡Qué no! ¡Cancelada! —Lua se levanta un poco del asiento.
—¿Por qué? —Jonathan enarca una ceja y la mira con un deje de superioridad.
—¿Cómo que por qué? Por haber jugado con la infancia y adolescencia de muchos de nosotros.

Yo hace rato estoy comiendo de mis papas fritas como si fueran la palomita de las películas. Intento entender de qué están hablando, pero la tensión que emanan es mucho más divertido que ponerme a analizar sus palabras. Medito sacar el celular para grabarlos, hasta que Evian se mete. Se pone a dar golpes de barriga junto a Jonathan.

—Dejen de pelear —canturrea Evian, con una sonrisa grande—, ya sabemos que se aman. ¿Ok?
—Idiota —masculla Jonathan, desviando la mirada.
—¿De que autora hablan? —inquiere Mey, sentándose junto a Lua.
—JK Rowling —escupe Lua, sentándose otra vez—. Es transfóbica.
—Lo cual no significa que Harry Potter lo sea —interviene Jonathan.
—Significa que una de las mejores historias del mundo la escribió una transfóbica-
—Si siguen discutiendo eso por el resto del recreo, voy a tirarles mierda a todos —anuncia Sakura, llegando junto a Jude.

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Trato de prestar atención al resto de las clases luego de merendar. Tratar siendo la palabra clave, porque me pongo a soñar despierta con jugar softball junto a un Mike Trout sin camiseta y creo que se me sale la baba. Me pongo alerta cuando mi celular vibra en el bolsillo, con un mensaje de Penny por nuestro grupo. “Recuerda que nos vemos en la parada de bus”.

—Lua, ¿me haces un favor? —murmuro, inclinándome hacia ella.

El profesor esta terminando de escribir la primera asignación en la pizarra de marcador, así que aprovecho antes de que se voltee. Lua me mira con los ojos entrecerrados, pero de todos modos asiente.

—Dime que no es algo ilegal —pide, juntando las manos.
—No —le saco la lengua—, distrae a Evian por mi cuando suene el timbre de la salida. Solo por unos minutos, ¿puedes?
—Eh…

Mira hacia el otro pupitre un poco mas adelante y al costado de nosotras, donde Evian y Jonathan usan la computadora para jugar sin disimulo alguno. Vuelve a mirarme, con la ceja enarcada.

—¿Por qué? ¿Te estás escapando?
—Si, voy a verme con unos amigos de softball —ruedo los ojos—. Y Evian esta de chusma.
—Entendido —hace un saludo militar, aunque sus ojos parecen reír—. Operación huir del psicópata de Evian aprobada.
—Gracias perris —le mando un beso airoso.

Dicho y echo, cuando suena el ultimo timbre, me levanto corriendo del pupitre y me voy sin decir adiós. Ni siquiera me fijo si Evian se da cuenta de que me voy. Avanzo por los pasillos de la escuela mientras me saco la corbata del programa especial, mezclándome con los alumnos de la Academia común.

Evitando la gente y avanzando con largas zancadas, no me toma mucho alcanzar la salida de este lado de Hoj. La estación de buses que quiero tomar queda a algunos quince minutos caminando, así que me desabotono la camisa, quedándome con la blusa blanca de abajo y saco los audífonos de mi mochila.

Avanzo por la acera de Hoj y le envío un mensaje a los chicos que nos veremos allí, porque probablemente salgan en unos minutos y no quiero arriesgarme. Estoy en el coro de la segunda canción del álbum de JBalvin cuando unas pisadas fuertes se escuchan detrás de mi. Cuando me volteo, casi choco con nadie mas que Evian, corriendo como un loco hacia mi.

Ni siquiera el reguetón de “mi gente” puede hacerme sentir menos enojada. Me cruzo de brazos y lo miro de pies a cabeza: tiene el cabello y la corbata desarreglada, y se ha cambiado los zapatos escolares por unos vans. Subo el volumen de la música y retomo mi camino, ignorando la chusma.

—Buen intento —dice, sacándome un audífono de la oreja—, pero no funcionó.
—¡Idiota, no hagas eso! —le pellizco la costilla— ¿Qué eres, un espía?
—¿A dónde vas? —contraataca sonriendo, devolviéndome el auricular.
—A acosar el honey de Khal —sonrío de oreja a oreja, mirándolo de reojo—. Esta buenísimo.

Automáticamente se encoje, levantando los hombros y torciendo los labios. Con toda su delicadeza, me choca con su hombro mientras caminamos.

—Asco. Estoy hablando en serio —chasquea la lengua.
—Yo también —me relamo los labios—. ¿Acaso no lo viste bien?
—Tienes el gusto en el culo —me mira desde arriba con el ceño fruncido.
—Que bien, porque tengo un culo muy bonito —sonrío de lado y me relamo los labios—. Y él también.
—¿Con esa boca saludas a tu madre? —enarca una ceja, inclinándose hacia mi.
—Claro, si tú con la tuya todavía no estas preso —me encojo de hombros.

Pasamos el camino discutiendo. Mas bien, Evian preguntándome a donde vamos y yo respondiéndole las líneas de las canciones. No desiste. Cuando me subo al bus y Evian se deja caer a mi lado, pongo pausa y le presto atención.

—¿No tienes algo de Ricky Ricón que hacer? —levanto las cejas mientras busco otro playlist en mi celular.
—No —se recuesta del asiento—. Mi tarea de hoy es perseguir a mi querida honey —me palmea la rodilla.
—¿Incluso cuando voy al baño a cagar? —ladeo la cabeza.
—Si. Si quieres te grabo, incluso —cierra los ojos y se pone el brazo en la cabeza.
—¿Y si te pego la mierda en la boca?
—Te muerdo —dice sin pausas.
—Ja, primero te quedas sin dientes.
—¿Me estas retando? —se saca el brazo para mirarme.
—No, tu me estas retando a mi —le pincho la oreja.
—Ay, qué violenta-
—¡Tu eres el acosador!

El viaje hasta el centro comercial va de 20 a 30 minutos dependiendo de los tapones. Así que me dedico a perrear en mi cabeza mientras observo las calles de San José pasar por la ventana. Evian parece haberse dormido, hasta que me saca el audífono otra vez. Tengo que respirar hasta veinte para no tirarme arriba de el.

—Si me los rompes, me vas a tener que comprar unos beats —le doy un puñetazo en el hombro.
—Si me prestaras atención…
—Eres imposible de ignorar —le quito mi audífono y lo envuelvo en mi cuello—. ¿Qué quieres?
—Entonces…anoche, cuando te fui a buscar a tu borrachera…
—¿Qué? —miro hacia el techo, tratando de recordar todo lo que dije.
—¿Quién te enseñó a conducir? —gira la cabeza momentáneamente.
—¿Eh?
—Dijiste que estabas aprendiendo a conducir.
—Oh, sí. En el verano —me paso una mano por el pelo y me dedico a mirar por la ventana.
—Y que no te enseñaron tus hermanos.
—Nope. ¿A dónde quieres llegar? —me giro a mirarlo.
—¿Quién te estaba enseñando?
—Alguien que sabe —entrecierro los ojos—. ¿Qué tienes en la cabeza?
—¿En serio quieres saber? —me mira de soslayo, con sus ojos brillando de picardía.
—Si, y si es una asquerosidad, me voy a vengar —le sonrío de lado.


Tiempo después, estamos llegando frente a SPORTLINE, una de las tiendas de ropa y herramientas deportivas que más variedad tiene. Evian me mira de reojo cuando entramos y voy directo a la sesión de uniformes.

—¿Vinimos a comprar ropa de deporte? —hace una mueca.
—No. Vine con mis amigos y tu te pegaste, como la chusma que eres —lo fulmino con la mirada—. Cada año escolar venimos a comprar todos la misma prenda, es una tradición para el equipo de softball —explico, mientras me pongo a ver camisetas—. Antes de que vuelvan a empezar las prácticas.
—¿Y por qué no querías que viniera? —cuestiona, sentándose en uno de los sillones negros para clientes.
—Porque ayer me dañaste la noche —le digo sin voltearme.
—¿Y si no?
—Nunca vienes tan rápido —me encojo de hombros—, así que no te habría dicho.
—Me lastimas, querida honey.

Esta vez si me volteo, dejando las camisetas colgadas. Evian se lleva la mano al pecho y se echa hacia atrás, con el gesto mas falso de lastima que ha fabricado. Coloco los brazos en jarras y cambio de peso en la pierna.

—No se me olvida que no me has dicho que demonios haces aquí y no en Brasil o donde sea que te tocaba estar —aprieto los labios—. Y como mis amigos deben llegar en unos buses después-
—¿Ya viste estos tenis? —se pone de pie con rapidez, alejándose al otro lado de la tienda— Vi un video donde decía que los clavos son mas resistentes que otros porque-
—Evian, no desvíes la pregunta-
—No desvío nada, tu deja de ser metiche —se cruza de brazos.
—¿Yo soy metiche? ¿Quién fue que me acosó y en contra de mi voluntad, se apareció a dañarme la rica noche que-
—¿Cuándo lo vas a superar?

Se me desencaja la quijada. Veo la caja de pelotas de baloncesto y me muevo sin pensarlo, para sacar una y marcar su rostro con ella.

—Daia, ¿Qué haces? —Evian empieza moverse hacia mi, con los brazos en alto— Daia, los trabajadores nos están viendo. ¿En serio quieres…?
—¿Me vas a responder? —amenazo, con la mano en la primera pelota.

De reojo, veo una de las trabajadoras caminar hacia nosotros. Calculo en cuantos segundos podría salir corriendo si se la pego en la nariz al estúpido de mi master.

—¡Mi amor!

Jack me pasa un brazo por los hombros, alejándome con suavidad de mis armas mortales. Evian suspira y deja caer sus hombros, adoptando una sonrisa ladina. Veo a los demás que se nos unen.

—¿Por qué no nos esperaste en la Academia? —cuestiona Chris, mirando de mi hacia Evian.
—Estaba huyendo —me encojo de hombros.
—Espero que no de tu querido master —Lizzie sonríe, sus ojos brillando con la esencia de una serpiente—, ¿o si?
—Daia no puede vivir sin mí —Evian sonríe mostrando todos los dientes—. Así que no.
—Lo creo, nos ha dejado botados por ti —Penny se le pega, mirándolo de arriba-abajo con todo su esplendor—. ¿Qué le hiciste?
—Es mi encanto natural.

Hago un sonido de que voy a vomitar, haciendo reír a Chris. Jack me aprieta los hombros y me mira con una cara llena de picardía. Ruedo los ojos, preparándome mentalmente para una tarde el doble de agotadora.

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Otro día de clases. ¿Se puede estar harto de la escuela con menos de una semana de haber empezado? Creo que sí. Ando por los pasillos de la majestuosa academia hasta que encuentro a quien andaba buscando. De estatura media, el mismo cabello castaño claro – rubio, con su rostro angelical y frívolo parecido al de su hermano —solo que ella es un ángel de verdad, Evian es todo un hijo de Satán. Khaleesi se encuentra sentada en una de las mesas del jardín,

Avanzo hasta la mesa y me siento frente a ella. Khal me mira de reojo, pero sigue prestando atención a su libro. ¿Acaso es de biología? ¿Antes de las 9 de la mañana? Suelto un bufido por lo bajo.

—Khal —me cruzo de piernas en la silla.
—Daia —mira por encima de mis hombros—. Veo que mi hermano no esta pegado a ti.
—Anda jodiendo con Jude y Sakura —ruedo los ojos—. ¿Me vas a decir por que Evian y tu llegaron antes de lo previsto a la Academia?
—No puedo —sonríe sin mostrar los dientes—, pero no es la gran cosa. Es mas porque quisimos ayudar a alguien —se encoge de hombros—. Y por una razón estúpida, todavía no podemos hablar de eso.

La miro por un momento, con la cabeza ladeada. Acomodo la cuerda de mi mochila en mi hombro, chasqueando la lengua.

—¿Estas diciendo eso solo para que me calme? —levanto mis cejas.
—Si y no, es la verdad —levanta la mirada de su libro de verdad y arruga la nariz—. Y Evian me tiene hastiado diciendo que lo estas acosando.
—Bueno, esta bien —suelto, refunfuñando—. Desistiré por ahora. Tengo otra pregunta.
—Dispara.

Khaleesi cierra su libro y se levanta de la mesa, así que asumo que faltan pocos minutos para que el timbre de entrada suene. Me pongo de pie y empezamos a caminar hacia el aula de clases. La miro de reojo y hablo sin pensarlo mucho.

—¿Me puedo ligar a tu honey? —subo y bajo las cejas repetidas veces.

Khal suelta una carcajada, y no puedo evitar notar que la nariz se le arruga igual que la de Evian. Sacude la cabeza y me da un suave choque de hombros.

—Estás demente.
—¿Eso es un sí? —sonrío enseñando todos los dientes.
—¿Por qué me pides permiso? No me pertenece —dice, senerándose—. Sabes que la única razón porque tengo un honey es que mis hermosos padres me obligan para “seguir la tradición” —rueda los ojos y se pasa una mano por su coleta rubia—. Es una estupidez, no necesito a nadie haciéndome las tareas —suelta con dientes apretados.
—Míralo del lado bueno: en poco tiempo estaremos fuera de aquí y adiós honey —me encojo de hombros—. Y el tipo esta buenísimo, ¿Qué mas hay que pedir?
—Ja, me gustaría ver la vida de esa manera —sonríe de lado—. Y por favor, que Evian no se entere que te lo quieres ligar o lo va a despedir él.
—Evian tiene que dejar de meterse donde no le incumbe —chasqueo la lengua.
—¿De qué hablamos? —Elise aparece, enganchando su brazo al de Khal. Veo a Lily caminando detrás de ella.
—De que el nuevo honey de Khal esta buenísimo —contesto automáticamente.
—¿Verdad que sí? —Elise sacude a Khal por el brazo— ¡Le dije lo mismo!
—Aish, no me interesa —Khal rueda los ojos—. Hay otras cosas en esta vida.
—Cierto, pero una cosa no quita la otra —me encojo de hombros—. Hay tiempo para todo, como-
—¡Señorita Martínez!

Nos detenemos al instante. A unos metros de distancia, la consejera escolar se dirige hacia nosotras —hacia mi. Ruedo los ojos y me despido de las chicas, avanzando hacia Lola con los brazos en los bolsillos de mi blazer.

—Buenos días —me saluda, sonriendo sin mostrar los dientes.
—Hola —enarco una ceja—, ¿Qué sucede?
—No es nada malo —se apresura a explicar—. Estaba preguntándome si puedes ayudar a Baztan a armar su horario para él y Khaleesi —junta las manos por delante de su cuerpo—. Como has formado parte de la rutina de Evian y de ella por todos estos años, creo que eres la indicada para este trabajo. Espero que n sea-
—Oh, no, claro que si puedo —la interrumpo, asintiensdo con energía—. No hay ningún problema de mi parte.
—Oh, genial —da un aplauso suave—. Pues dejaré que tu le digas, que ya van a empezar las clases. ¡Gracias!
—Gracias a usted —sonrío de lado.

No puedo evitar hacer un bailesito con mis hombros de camino hacia el aula.

Al final del día, estamos reunidos en el salón de honeys. Al final, Zack también se nos unió, porque Mei tuvo que irse a no se donde. Tampoco me quejo, está bueno también. Y es agradable.

Están escribiendo los dos sus horarios sin comentar nada mas que para hacerme preguntas u observaciones. Los miro en silencio, con las piernas cruzadas encima de la silla.

—¿Ya decidieron cuál oreja se van a perforar? —pregunto, al final. Se ponen derechos como resortes.
—¿Qué? —sueltan, al unísono. Zack parece empalidecer.
—¿De qué estas hablando? —cuestiona Zack, mirando de mí hacia Baztan.
—Todos tenemos un arete de honey —me muevo el cabello detrás de la oreja, mostrándoles—. Tienen la flor de cada familia y cada pareja de honey / master comparte un par.
—Pense que era una especie de metáfora… —Baztan suspira, apretando la quijada.
—¿Y no pueden darnos un anillo o algo así? —Zack hace una mueca con los labios— ¿O uno de los aretes que tienen imán?
—No —enarco una ceja y sonrío—, se supone que nunca debes quitarte el arete o serás removido del sistema —chasqueo la lengua—. Así que cuando decidan qué van a ser honeys permanentes, que seguro que si…van a tener que perforarse.

Baztan frunce el ceño, con la vista fija en su cuaderno. Mientras, Zack se pone de pie y se pasa la mano por el cuello y el cabello.

—Puede ser con catetes o con pistola —continúo explicándoles, disfrutando como el pobre de Zack parece querer enterrarse—. Los catetes duelen mas, pero es casi igual el proceso de cuidado.
—Espera, espera —Zack traga en seco y abre a mas no poder sus ojos rasgados—.  ¿Qué voy a hacer si me pelean en mi casa?
—No se, deberías hablar eso con Sakura —me encojo de hombros.
—No hay forma de negarse, ¿cierto? —masculla Baztan, dándole vueltas a su lapicero.
—Nope —alargo la palabra—, o yo ya me habría largado.  

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Espero tener un poco de merecida paz mental cuando llego a la casa en la tarde. Me saco los audífonos cuando cruzo la puerta y me encuentro con mi madre estrellando la puerta del garaje como si quisiera romperla en pedazos. Escucho el metal chirriando del garaje y el sonido del motor del auto encenderse.

Aprieto la quijada, observando a mi madre darse la vuelta y suspirar con fuerza. Tiene el cabello desaliñado y el rostro rojo, que se empalidece al verme en la entrada de la casa.

—¡Ho-hola cariño! —una sonrisa tensa adorna su rostro cachetudo— ¿Cómo te fue hoy?

Rechino los dientes y me agacho para sacarme los zapatos, sujetándolos con los dedos.

—Evian volvió temprano de su viaje —mascullo—. Y hay dos honeys nuevos. ¿Ese que salió fue pá’?

Duda un momento en responder, sus hombros tiesos.

—Sí —su sonrisa parece ponerse más dura—. Fue a comprar algo. Entonces, ¿Evian regresó antes, eh?

Ruedo los ojos y empiezo a avanzar hacia las escaleras. No se para qué sigo preguntándole si siempre termina haciéndose la loca.

—Si es así, ¿puedes invitarlo a cenar este viernes?

Me detengo en el pie de las escaleras y me giro hacia ella, con el ceño fruncido.

—¿Qué hay el viernes?
—¡A Diego lo ascendieron! ¡Por fin le van a subir ese sueldo! —aplaude varias veces, cambiando de humor— Vamos a hacer una gran cena para celebrarlo.
—¿Y por qué Evian tiene que venir? —tuerzo los labios.
—No seas odiosa —manotea con energía—. Es una forma de mostrarnos agradecidos con él y su familia, na’más —comienza a moverse hacia la cocina—. Intenté decirle a Diego para que invite a sus jefes, pero dijo que están de viaje.

Suelto un suspiro cuando se voltea y levanto la mirada al techo. Que bueno que no estaban. Otra cena con la familia de Evian sería pura tortura. De solo pensarlo, yo misma gasto mis ahorros en comprarle pasajes para que sigan de viaje.

—Ya, le diré a Evian entonces —empiezo a subir los escalones, pero no detengo el impuslo de girarme para decirle algo más—: Si tu y pa’ prometen ser decentes y no gritarse en la mitad de la cena.

Su rostro se descompone entre shock e ira. Empieza a tartamudear incoherencias de las que solo entiendo “irrespetuosa, malagradecida, puta madre”. Aprieto los labios y espero a que me mande a mi habitación, con su cuello rojo y mejillas infladas, para seguir mi camino.

Tras ducharme, me paso la tarde entera siendo productiva: durmiendo. Aprovecho los pocos días que tengo libre antes de que empiecen los entrenamientos de softball otra vez, además de todo el lio de los juegos drops. En estos momentos es que me pregunto por qué jugué todo el verano cuando podía dormir.

Llamo a Evian alrededor de las ocho de la noche, cuando ma’ me levanta dando puñetazos en mi puerta. Pongo FaceTime mientras me dedico a peinar mi enredado cabello frente al espejo. Evian contesta a los pocos timbres, su rostro exageradamente pegado del celular.

—¿Me extrañas ya? —su voz es más profunda por teléfono.
—Por mi te devuelves a Brasil —suelto un bostezo exagerado—. Mami me dijo que te invite a cenar el viernes a la casa. ¿Puedes?
—Lo que sea por la comida de Jorge —sus ojos se abren como dos platos, brillando—. ¿Es por lo de Diego, verdad?
—¿Acaso lo sabias y no me dijiste? —entrecierro los ojos en la pantalla.
—Uh…¿no? —sonríe angelicalmente…y le sale mal.
—Ok. Eso era todo —me encojo de hombro—. Nos vemos mañana.
—¡Espera!

Agarro el celular para colgar pero Evian cambia de angulo y pausa lo que sea que esta sonando en el fondo —probablemente un juego.

—¿Estás bien? —inquiere, entrecerrando los ojos.
—Claro —no tardo en contestar—. Me acabo de levantar.
—Mentirosa. No seas-
—Me voy, Evian —pero no tranco la llamada.
—Daia, por favor —suspira y su voz se torna mas suave.
—¿Qué quieres? —lo miro a través del celular, enfocándome en poster de pokemon detrás de su cabeza.
—¿Qué dices si te paso a buscar y te doy el suvenir que te traje?

Muevo mis ojos del poster a su rostro. Evian esta serio, como pocas veces en su corta vida, y me mira esperando una respuesta. Me muerdo el interior de la mejilla y muevo uno de mis pies en círculos.

—Depende —mi voz sale un poco mas aguda de lo normal— ¿Podemos ir a comer donas?
—Claro —sonríe lentamente y se levanta del sillón, junto con el celular—. Te veo en 25 minutos.
—Okay, Ricky Ricón.

Le sonrío devuelta y tranco la llamada. Pongo el celular a cargar y me meto a la ducha, un poco más floja y despierta. Mientras lo espero tirada en el mueble de mi casa, considero darle el abrazo que le negué al otro día, cuando fue a sacarme de mi borrachera feliz. A veces Evian no es tan endemoniado, después de todo.
hange.
hange.


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Mensaje por Kida Mar 05 Mayo 2020, 10:41 pm

Hooola a todas, prometo ponerme al día en los siguientes días, perdón por desaparecer, en serio. Las quiero un montón.

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I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
Kida
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Mensaje por Jaeger. Sáb 13 Jun 2020, 11:15 pm

DAIA PERRA PRECIOSA The Honey System - Página 4 1477071114 :
Jaeger.
Jaeger.


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Mensaje por indigo. Jue 03 Sep 2020, 12:04 pm

Nenas, aquí los comentarios a vuestros bellos capítulos *se muere de feels*. Perdón por la tardanza  The Honey System - Página 4 1054092304

Cuando Kate construye un templo para rezar a Sakura y se enamora de Zack:

Cuando Stiles Stilinski conoció a Daia eres viento, fuego, pasión, vendaval y Katherine Boi a Iorar murió:
indigo.
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Mensaje por Jaeger. Mar 23 Mar 2021, 11:32 am

Capitulo 05
Honey is Mei Maddox and Master is Jude Uddobain ✖ Jaeger.

I'd rather make money than fall in love:
Jaeger.
Jaeger.


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Mensaje por Jaeger. Mar 23 Mar 2021, 11:33 am

Capitulo 05.2
Honey is Mei Maddox and Master is Jude Uddobain ✖ Jaeger.


fucking liar:

Jaeger.
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Mensaje por Jaeger. Mar 23 Mar 2021, 11:33 am

Capitulo 05.3
Honey is Mei Maddox and Master is Jude Uddobain ✖ Jaeger.


everybody lies:

Jaeger.
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Mensaje por Jaeger. Mar 23 Mar 2021, 11:33 am

Capitulo 05.4
Honey is Mei Maddox and Master is Jude Uddobain ✖ Jaeger.


que es malo y que es bueno realmente:
Jaeger.
Jaeger.


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Mensaje por 14th moon Mar 23 Mar 2021, 3:45 pm

Holaaa como estan bellas?? 
Me demoré un montón para leer los caps, perdón. No hay excusa pero si los lei!! solo que colgue el postear los comentarios,, lloro. 
Bueno decidí que voy a dejar un pequeño comenatario de lo que me acuerdo y prometo comentar bien para esta ronda nueva!! 
1C:
2K:
3J:
4E:
Se merecen más lo siento! Como dije prometo comentar más decente la próxima vez. Son unas genias The Honey System - Página 4 1477071114 
14th moon
14th moon


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Mensaje por hange. Jue 25 Mar 2021, 5:13 pm

Hola Flor, bienvenida otra vez y no te preocupes por haber tardado! Muchas gracias por tu comentarioooo, me encanto The Honey System - Página 4 4098373783 The Honey System - Página 4 4098373783
hange.
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