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Mensaje por anavelandia Jue 15 Dic 2016, 3:01 pm

Prólogo.
 


Es impresionante la manera en que la vida de alguien puede dar un completo giro sólo al conocer a una persona que, sin saberlo, cambiará todos y cada uno de los aspectos del estilo de vida que se tiene. Una persona es todo lo que se necesita para ser completamente feliz, o por el contrario, completamente miserable. La persona que hizo que mi vida cambiara por completo no es una persona normal y esa es la diferencia. La persona que cambió mi vida la convirtió en el Cielo pero a la vez, en un total Infierno y conocí muchas personas que me dijeron que deseaban tener mi vida pero la verdad no sabría decir si yo les desearía tener una vida como la mía o no, porque una vida así tiene sus ventajas y desventajas pero visto desde el exterior solamente se ven las ventajas, hay que tener que vivirla para saber que no todo es color de rosa al trastornar la vida de la manera en la que yo lo hice, o más bien, me hicieron hacerlo, no sólo yo, sino él también tuvo que ver con este cambio. Tener diecisiete años y empezar a participar en escándalos de Hollywood no es algo muy normal. Me volví famosa a mis diecisiete años de edad y no fue por tener algún talento, desearía que hubiera sido por eso, mi fama ocurrió al enamorarme de una persona que jamás creí llegar a conocer; mi fama ocurrió al conocer a Payne, miembro de la banda más famosa del planeta: One Direction, de la cual había sido fanática por casi tres años. Mi vida cambió por él.
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Mensaje por anavelandia Sáb 25 Feb 2017, 9:12 am

Capítulo I
 
Era mañana, el sol brillaba por las ventanas y traspasaba las cortinas que las acompañaba decorándolas, la luz atravesó los párpados cerrados que cubrían mis ojos y no tuve otra alternativa que abrirlos perezosamente, no solamente fue eso lo que me despertó, sino que además, el sonido que producía mi alarma fue otra de las cosas que interrumpió mi sueño. Desesperada, apreté el botón de la alarma haciendo que ese insoportable ruido dejara de sonar y aliviada por esto me levanté de la cama, lista para otro día más de colegio.
Entré al baño y me desvestí, una vez desnuda abrí la llave de la ducha y esperé hasta que estuviera perfectamente tibia. Entré y tomé una ducha como cualquier otra. Cuando estuve lista y totalmente limpia, cogí una de las toallas que colgaba de la puerta y cubrí mi cuerpo con ella, haciendo lo mismo con mi cabello.
Salí y me vestí, me puse mi uniforme y bajé a desayunar. Saludé a mi papá y a mi mamá quienes ya tenían mi desayuno listo, y con mucho gusto me lo comí. Eran unos huevos fritos, con salchicha y jugo de naranja. Agarré las llaves de mi carro, el cual me regalaron por mi reciente cumpleaños número diecisiete, y salí de mi casa directo al colegio. Gracias a Dios el tráfico no estaba para nada malo, por el contrario, las vías estaban casi vacías y podía andar con tranquilidad sabiendo que llegaría a tiempo al colegio.
Una vez llegué, me dirigí en seguida hacia mi salón; este último año estaba siendo la maravilla no solamente porque académicamente estaba a la perfección sino porque mi vida social estaba al tope, y gracias a mis buenas notas mis padres me dejaban salir casi todos los fines de semana incluyendo los viernes. Puse mi maleta en mi escritorio y me acerqué a saludar a mis amigas, a quienes no veía hace tres días. No suena mucho, pero es casi una eternidad, los fines de semana salía con amigos que no estudian conmigo en el colegio, así que en esos días no veo mucho a mis amigas, a menos de que algún chico del salón desee organizar una fiesta, en ese caso, sí las veía un fin de semana, pero no mucho, porque generalmente cuando alguien del salón hacía una fiesta, yo iba un rato y luego salía a otra organizada por gente completamente diferente. Mis amigas conocían a algunos de mis amigos por fuera del colegio, pero no a todos porque no me gustaba que gente de mi colegio supiera de mis amigos, por cuestiones de rumores. Pero, por el contrario, había una persona que sí los conocía a todos y cada uno de mis amigos no sólo de mi colegio, sino también por fuera: Diego. Él era un chico completamente maravilloso, lo había conocido en una de las fiestas que hacían mis amigos que no eran del colegio, por lo tanto, Diego no estudiaba conmigo, y estaba muy agradecida de eso ya que si peleábamos o algo no tenía que verle la cara a diario.
Mis amigas me habían escuchado hablar de él, pero en realidad ninguna lo conocía, sólo yo. Llevábamos casi un año de novios y yo era muy feliz con él, no me juzgaba por mis gustos, especialmente por ser Directioner; la verdad, a él no le gustaban ellos pero tampoco le importaba que yo tuviera una fuerte obsesión por cuatro chicos que seguramente jamás conocería y tampoco me lo echaba en cara. Al nunca hablar de él, o mostrárselo a mis compañeros de colegio, muchos no me creían que salía con alguien, pero no me importaba. Diego sabía de cada uno de ellos a la perfección, pero ellos no tenían la mínima idea de quién y cómo era Diego, simplemente sabían que era una parte muy importante de mi vida, y sí, lo era.
–¡___! –escuché a alguien gritar e inmediatamente volteé. Carolina. Salí corriendo a saludarla con un fuerte abrazo. Sentía como si hubieran pasado años desde la última vez que la vi, pero en realidad sólo habían pasado unos cuantos días.
–¡Dime que escuchaste! –me dijo.
–¿Escuchar qué? –le pregunté.
–¡Los chicos van a dar un concierto en Miami la próxima semana! –Carolina me informó y no pude hacer nada más sino sonreír; estaba en shock. Jamás los había visto en concierto y la primera vez iba a ser este verano, lo sabía. Mis padres tenían que comprarme ese tiquete, de lo contrario, moriría.
–¿Me estás hablando en serio? ¡La próxima semana yo estaré allá! –me las arreglé para contestar aunque las palabras casi no salen de mi boca.
–Lo sé. Sabes que no molestaría sobre un tema tan importante como este.
 Y yo sabía que ella decía la verdad así que saqué mi teléfono celular del bolsillo de la falda de mi uniforme e inmediatamente marqué el número de mi papá.
–¿Aló? –me contestó.
–Hola, papi. Tengo buenas noticias. –le informé sonriendo aunque sabía que no podía verme.
–¿Qué pasó, mi princesa? –me respondió.
–One Direction estará en concierto en Miami justamente la semana en que vamos a estar allá. ¿Me podrías comprar un tiquete, por favor?
–¡Claro, princesa! Todo lo que quieras te lo da papito porque te lo mereces.
Era una niña demasiado consentida, lo sabía, y Diego nunca se cansaba de recordármelo. Los dos éramos unos adolescentes con bastante dinero, pero eso no quería decir que fuéramos malas personas, por el contrario, éramos demasiado amables y teníamos amigos de todas las clases sociales.
–¡Gracias, papi! –sonreí de nuevo.
–¿En qué localidad la quieres? –me preguntó.
–La que sea que me quede en primera fila.
–En seguida, princesita. –me dijo.
–Gracias, papi. Te amo. Adiós. –le dije y una vez escuché su respuesta, colgué.
Por la cara que me hacía Carolina noté que estaba un poco celosa de la relación que tenía con mi papá, no porque ella tuviera una mala con él sino porque mi papá siempre me daba lo que yo quería sin importar qué y a ella le ponían problema por todo.
–Y… ¿qué dijo? –me preguntó aunque ya sabía la respuesta.
–Que sí. –sonreí.
–¡Ay, ___! Si sólo él supiera lo que haces todos los fines de semana que te vas de fiesta.
–¡Sh! –la callé.–Nadie tiene porqué enterarse de eso.
–¿De qué de todo lo que haces nadie debe enterarse? –se rio.
Aunque a veces notaba celos de su parte, confiaba plenamente en Carolina, ella era una persona maravillosa y además, sabía que tenía razón, mis padres me daban todo lo que yo pedía no solamente porque me iba excelentemente académicamente, sino porque además no sabían que cada fin de semana que iba de fiesta dos cosas se apoderaban de mí: drogas y alcohol. Esta vida la inicié cuando llevaba solamente siete meses de novia con Diego, pero nuestra historia era más larga, yo estaba con él –sin estarlo– por casi un año, es decir, aún no éramos oficiales. Lo que quiere decir que con él llevo casi dos años contando el tiempo cuando aún no éramos oficiales. Donde alguno de mis padres se enterara de eso, sabía que jamás volvería a salir de mi casa y estaría castigada de por vida y que además no me permitirían ver a Diego nunca jamás; después de todo, fui yo la que lo influencié a meterse en esta vida. Intentamos escapar varias veces pero era prácticamente imposible, siempre había algo que nos arrastraba de vuelta hacia ella. Aunque llevaba más de un años estando con Diego, jamás habíamos tenido relaciones sexuales, y no era porque no lo quisiera pues, en realidad, sí lo hacía y mucho, yo amaba a ese hombre, pero simplemente no me sentía lista para hacerlo y él me entendía a la perfección, siempre me decía que él estaría listo y dispuesto cuando yo lo estuviera, esa era otra de las cosas que amaba de él.
El profesor entró al salón y empezó a dictar su clase. Una semana. Sólo una semana y este infierno acabaría, y con infierno me refiero a las clases, por fin sería verano y yo saldría a vacaciones. A Miami, a más fiestas, amigos, gringos, hombres, One Direction, todo lo que amaba. Una semana más y mi estudio en el colegio finalizaría, por fin podría ir a la universidad en donde no era necesario usar uniforme y eso me gustaba mucho porque así tendría la oportunidad de ir de compras más seguido y amaba esa idea.
Mientras estaba en mis pensamientos, el timbre sonó y el profesor recogió sus cosas y salió del salón de clases. Miré al tablero completamente confundida ya que no había puesto atención, no tenía idea de lo que significaba todo eso y mentalmente, me di una palmada en la frente porque sabía que esto afectaría alguna de mis notas, pero yo no era así de boba. A penas acabó la clase le pedí a mi compañero de al lado que me explicara todo y, mientras llegaba la profesora, él con mucho gusto lo hizo.
Odiaba completamente la filosofía; no la soportaba, sin embargo era una de las materias en las que mejor me iba, y yo no tenía idea por qué, la profesora me adoraba completamente y yo la detestaba, no porque fuera mala profesora, sino porque su materia era un completo asco, para mí, porque Carolina amaba la filosofía y al igual que a mí, le iba a la perfección.
Así pasaron las clases: yo perdida en mis pensamientos mientras los profesores explicaban y al final de la clase, tenía que pedir una explicación por no haber prestado la más mínima atención.
Una vez más sonó el timbre y ya era hora del almuerzo. El día se había pasado increíblemente rápido y ya sólo faltaba una hora para volver a casa. Lastimosamente, hasta ahora era lunes. Salí del salón con mis amigos y nos dirigimos hacia la cafetería, tenía mucha hambre y no esperaba nada más sino que el almuerzo del día fuera rico. Pasé por el autoservicio y con bandeja en manos me dirigí hacia la mesa en la cual siempre me sentaba y en donde ya estaban algunos de mis amigos empezando su almuerzo. Me senté y Mauricio cortó el silencio que se había creado.
 –Parece que alguien tiene hambre. –dijo y soltó una risilla.
–Mucha. –le respondí sonriendo.
En verdad moría de hambre, y normalmente hacía lo que fuera por comer lo más saludable posible, pero hoy no aguantaba las ganas y quería comerme todo lo que viera a mi alcance; era muy raro en mí eso.
Durante el almuerzo, llevamos una conversación sobre lo que haríamos el fin de semana al acabar clases, yo les informé que si iban a hacer cualquier tipo de fiesta preferiblemente que fuera el viernes ya que el domingo viajaba hacia Miami a las once de la mañana y no podía levantarme con resaca si la fiesta se hacía el sábado, por lo tanto, era preferible hacerla el viernes. Ellos creyeron que les estaba mintiendo y estaba sacando cualquier excusa para poder irme de fiesta con Diego el sábado, pero no era así. En verdad el sábado lo iba a dedicar a arreglar todo para el viaje y dormir; más que todo a dormir. Necesitaba un gran descanso después de este pesado año escolar. Mi último año escolar.
Una vez más el timbre sonó indicando que debíamos volver a clases; debo admitir que la última clase no estuvo para nada mal, pues, Inglés era una de mis materias favoritas. Cómo no serlo si los cinco chicos que tanto amaba, que tanto acosaba, hablaban ese hermoso idioma. Y amaba la clase aún más porque mi profesor era nativo de Londres, Inglaterra, y su aspecto físico y acento eran totalmente encantadores. Por obvias razones todos los chicos del salón lo odiaban, simplemente porque estaban celosos de que el profesor se robara todas nuestras miradas y seguramente también lo hacía con las profesoras. Él era alto, musculoso, aunque su traje no dejaba ver bien su excelente figura, tenía los ojos tan verdes como una esmeralda, su piel bien bronceada y ¡qué dientes más blancos y perfectos tenía! Para ser sincera, no estaba segura si su bronceado era natural, después de todo en Inglaterra hace bastante frío; lo sabía aunque nunca hubiera visitado tan maravilloso país.
Tenía 23 años; solamente seis años de diferencia conmigo, estaba segura que si se daba la oportunidad, no la perdería, pero había una sola cosa que me detendría: yo tenía novio, así que no había más de otra que darle la oportunidad a Carolina, quien era un año mayor que yo y completamente soltera. No sabía por qué tenía esos pensamientos si no conocía nada acerca del profesor, simplemente que su acento era fabuloso al igual que su rostro, pero no sabía nada de él, si tenía novia, si estaba soltero o casado, aunque no le veía ningún anillo en su dedo anular de la mano izquierda; de pronto lo escondía, quién sabe. El hecho es que el profesor hacía que la case me gustara aún más y todas hacíamos lo posible para llamar la atención de él, era extraño que cada vez que yo pasaba al frente o levantara la mano para participar, el profesor siempre me sonreía, y yo, siendo lo más amable, le sonreía de vuelta.
Cuando la clase acabó guardé todas mis cosas y me colgué la maleta en el hombro izquierdo, estaba a punto de salir cuando Mr. Winston (así le gustaba que lo llamáramos, no dejaba que lo llamáramos por su nombre: Darren) me detuvo.
–_____, ¿puedes esperar un momento? –me preguntó en español en con su extraño acento y yo asentí un poco confundida. –Escuché que te gradúas esta semana. –me dijo.
–Sí, todos lo hacemos. –le respondí.
–Bien, me gustaría invitarte a un café. ¿Este sábado, tal vez? –sonrió apenado.
¡Quería salir conmigo! Mi profesor, de 23 años quería salir conmigo. Eso me asustaba un poco ya que era raro que alguien seis años mayor que yo quisiera salir conmigo siendo además mi profesor de inglés.
–Sí, el sábado está bien.
–Excelente. –dijo. –¿Paso por ti a las siete? – me preguntó.
–¡No! –dije casi gritando lo cual lo asustó un poco. –Quiero decir: no, no, tranquilo. Solamente dígame donde tenemos que vernos y a qué hora y yo estaré ahí a tiempo. –le respondí lo más tranquila posible.
–En el café que queda a la esquina de la escuela, ¿a las siete y media está bien? –preguntó.
–Perfecto. –respondí.
–Excelente. –me dijo levantándose de su escritorio. –Nos vemos el sábado. –dijo y asentí. –Y por favor, llámame de tú. –me guiñó un ojo y finalmente salió del salón.
Estaba completamente perpleja, era el profesor más atractivo de la historia de los profesores, me invitó a salir y sin embargo, me asustó. Idealicé este momento varias veces pero jamás creí que pasaría; lo único que pasaba por mi cabeza era que Mr. Winston estaba esperando al momento en que me graduara para pedirme que saliera con él para que así ya no fuera ilegal, después de todo ya no sería más su estudiante y me faltaba sólo un año para cumplir mi mayoría de edad. Él sabía que era atractivo, muy atractivo, y sabía que nos tenía locas a casi todas, si es que no era a todas, incluyendo profesoras. No podía rechazar la oportunidad, aunque era obvio que no pasaría absolutamente nada, y si él insinuaba algo debía dejarle en claro que yo tenía novio. O tal vez me estaba imaginando todo y lo único que él quería era pedirme ayuda con algo, aunque era casi imposible por la manera en que me guiñó el ojo y salió del salón.
Cuando desperté de mis pensamientos, me levanté del escritorio en el cual estaba recostada y saqué las llaves de mi carro, caminando hacia el parqueadero y cuando llegué, desbloqueé el carro y  entré, colocándome el cinturón de seguridad y arrancando directo hacia mi casa.
 


Parqueé en el mismo lugar de siempre y saqué las llaves para abrir la puerta, una vez abierta, entré y la cerré. Me dirigí inmediatamente hacia mi cuarto, hoy había sido un día completamente exhaustivo y necesitaba descansar. Agradecí a Dios que para el martes siguiente no había ninguna tarea y finalmente caí en un profundo sueño.
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Mensaje por Butterfly199225 Vie 10 Mar 2017, 1:06 pm

holaaaa!!!

Aqui tienes a una nueva lectora :D...Me ha encantado el primer capítulo, espero que la continúes pronto.

Por cierto me llamo Amaya y aquí me vas a tener como fiel lectora :D

Siguelaaa por favor que quiero leer más.

Besooos
Butterfly199225
Butterfly199225


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BIENVENIDA A LA FAMA (LIAM PAYNE Y TÚ) Empty Re: BIENVENIDA A LA FAMA (LIAM PAYNE Y TÚ)

Mensaje por anavelandia Vie 19 Mayo 2017, 5:10 pm

Capítulo II


No podía creer que me había quedado dormida con todo el uniforme puesto y ninguno de mis padres se había atrevido a despertarme para poder cambiarme de pijama y dormir, de algún modo, más cómoda. Como todos los días, me arreglé para ir a otro día más de colegio. La verdad no me molestaba mucho, pues, tan sólo faltaban tres días más y por fin sería libre.


En el momento en que bajé para tomar mi desayuno, me encontré a mi papá esperándome con una sonrisa más grande de lo normal; la curiosidad me llenó y decidí preguntarle qué le pasaba, no me dijo nada, para ser sincera, pero por otro lado, aún con la sonrisa radiante, sacó una de las manos que tenía detrás de su espalda con un tiquete, de inmediato supe de qué era y no hice más que salir a abrazarlo, definitivamente era el mejor papá del mundo y yo no lo podía negar


 
Cuando llegué al salón de clases, lo primero que hice fue contarle a Carolina que mi papá me había comprado boletos para primera fila para el concierto de One Direction. Si yo no lo podía creer, me imagino que Carolina muchísimo menos.


–¡Te envidio! –me dijo, y yo sabía que sí lo hacía. Cómo no envidiarme cuando tenía en mi posesión boletos para ver a los cinco amores tanto de la vida de ella como de la mía.


Otro día más de clase y yo, como siempre, estaba muy aburrida. No sabía qué era lo que me pasaba pero últimamente no prestaba nada de atención en clase; tal vez era porque ya sabía que en poco tiempo me graduaría y saldría de este infierno, y ahora, además de eso, tendría la oportunidad de ver por primera vez a los cinco chicos que me robaron el corazón solamente con verlos una vez. Ni siquiera Diego pudo hacer eso, sin embargo, cuando llegué a conocerlo supe que él era para mí. Que era él la persona con la que yo quería pasar el resto de mis días, porque yo sabía que él siempre iba a estar ahí para mí y no podía pedir nada mejor, y sé que por su parte, él no podría pedir que alguien lo amara tanto como lo amaba yo. Sí, había tenido otros novios antes que él, pero por ninguno había llegado a sentir lo que sentía por Diego. Era demasiado feliz a su lado.


Cuando por fin se acabó el día, llegué a mi casa y encontré a mi papá caminando por toda la casa hablando por teléfono; pude notarlo estresado así que decidí esperar a que su llamara acabara para preguntarle qué era lo que estaba mal. Cuando lo hice, su respuesta me alegró, pero a le vez me decepcionó.


–Debes empacar tus cosas ya –me dijo.


–¿Qué? ¿Por qué? –le pregunté.


–Hay cambio de planes. El vuelo a Miami se ha adelantado para mañana por la mañana, no pude hacer nada al respecto, lo siento.


–Pero no me pude despedir de mis amigas. ¿Volveremos? –le pregunté.


–Lo siento, no pude hacer nada. No lo sé, aún no es seguro, tal vez no volvamos, no si consigo el trabajo –dijo–, debes estar agradecida que te llevo conmigo, si no consigo el trabajo volveremos en dos semanas, ya te lo había dicho.


Y sí, ya me lo había dicho, pero no podía asimilar que me iba en menos de veinticuatro horas y no había podido despedirme de nadie, ni siquiera de Diego, pensaba hacerlo el sábado que venía pero por lo ocurrido era obvio que sería imposible así que decidí llamarlo. Marqué su número y después de tres pitos contestó.


–¿Aló?


–Hola, amor –le dije.


–Hola, bebé. ¿Cómo estás? ¿Estás bien?


–No –le dije y se me salieron las lágrimas, mi voz salió rota y él lo notó.


–¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? –me preguntó.


–Me voy –le dije.


Soltó una pequeña risilla y me respondió.


–Ya sé que te vas. La próxima semana.


–No –le dije.


–¿No?


–Mañana.


–Mañana ¿qué? –me preguntó, podía sentir el tono de angustia en su voz que se escuchaba a través del teléfono como si estuviera a punto de decirle algo que lo destrozaría, aunque probablemente, sí lo haría.


–Mañana. Mañana me voy y no sé si vuelva –le conté, siendo completamente sincera.


–¿Qué? –me preguntó; sabía que estaba desesperado y no quería hacer nada más sino abrazarlo, pero por el teléfono, era claramente imposible.


–Me acaban de avisar. Te amo –le expliqué.


–¡No! –me dijo– ¡No, no, no! ¡No es cierto! ¡Dime que es una broma! –gritaba exasperado por el teléfono y eso destrozaba más mi corazón.


–Perdóname, no lo pude evitar –le dije calmadamente.


–¿Por qué tiene que pasar esto justo cuando estoy lejos de la cuidad? Si estuviera allá iría inmediatamente a tu casa a despedirme como se debe –me dijo.


–No te preocupes, al fin y al cabo no es tu culpa –hablé con mis mejillas derramando las lágrimas que salían inevitablemente de mis rojos ojos.


–Te amo –me dijo– Te amo, te amo, te amo –lo repitió una y otra vez– Jamás te olvides de eso.


–Jamás lo haré –admití– Te amo. Adiós.


–Adiós. Te amo, ____ –y con esas palabras, cortó la llamada.


El hecho de no poder seguir escuchando su voz a través de la línea me hizo entrar en un estado de desesperación y melancolía, además del hecho de no saber si alguna vez volvería a mi país.


Corrí hacia arriba, encerrándome en mi cuarto y tirándome sobre la cama, con la almohada sobre mi cara empecé a llorar como jamás lo había hecho. De verdad quería a ese hombre como a nadie y haberlo escuchado en esa desesperación de no poder ir a verme me rompió el corazón en mil y un pedazos. Así pasaron las horas hasta que, sin darme cuenta, caí en un profundo sueño del cual sólo pude ser despertada cuando el sol brilló por las ventanas de mi cuarto disturbando mi estado de descanso.


Hoy. Era hoy el día en el que probablemente mi vida cambiaría para siempre si mi papá obtenía ese trabajo, y en verdad deseaba que lo obtuviera pero a la vez deseaba que no. Era tarde y aún no había alistado mis maletas así que de un salto me levanté de la cama y me dirigí directamente hacia mi armario solamente para encontrar una camisa, una chaqueta, un pantalón, y la ropa interior, en ese instante supe que mi madre me había organizado todas las maletas y había dejado por fuera lo que debía ponerme, cuando saqué las cosas y las puse sobre mi cama caí en cuenta de algo demasiado importante: me perdería mi graduación. El viernes nos íbamos a graduar y yo me iba hoy, no quería ni podía permitir que eso pasara así que una vez estaba vestida y arreglada bajé para hablar con mi papá.


–Buenos días, princesa. ¿Todo listo? –me saludó.


–No me puedo ir –fue lo único que salió de mi boca.


–¿De qué hablas? –me dijo y rio por lo bajo.


–El viernes. El viernes me gradúo. No puedo faltar a mi graduación –le dije con un tono desesperado.


Él volvió a reírse por lo bajo y me dijo:


–Anoche, mientras dormías, arreglé todo ese lío –me dijo–, tu diploma de graduada lo mandarán a Miami y allá entrarás directo a la universidad.


Creía que con esa excusa iba a poder quedarme un rato más en el país pero fue un total intento fallido, estaba decidido que viajaría hoy y estaba exageradamente deprimida, no solamente por el hecho de que había una posibilidad de que me quedaría a vivir en Miami sino porque Diego no había podido estar conmigo el día de hoy y que estos dos años se estaban yendo al olvido, había una posibilidad de no volverlo a ver nunca más y eso me aterrorizaba.


Se me había olvidado llamar a mis amigas y avisarles que el día de hoy partiría hacia el otro lado del continente a vivir por siempre (probablemente), así que saqué mi teléfono celular y marqué el número de Carolina.


–¿Aló? –me contestó.


–Hola, Caro, soy ___ –le dije aunque ella lo sabía por el identificador de llamadas.


–Hola, ____, ¿qué pasó? ¿Por qué no has llegado al colegio? –me preguntó.


–Hoy no iré –le expliqué. Ni hoy, ni ningún otro día que nos quedaba de clase.


–¿Por qué razón? –me preguntó y le expliqué cada detalle de lo acontecido la noche anterior, ella empezó a llorar y escuchar su voz rota por la línea hizo que fuera imposible detener las lágrimas que se acumulaban en mis ojos y mientras hablaba con ella, recordé que el sábado tenía una cita con Mr. Winston la cual era imposible asistir por obvias razones. Sin ninguna explicación le pedí el favor a Carolina que le dijera al profesor que el “sábado no se iba a poder” con esas exactas palabras. Ella me preguntó que a qué me refería con eso pero evadí la pregunta y rápidamente le cambié el tema, ella ni lo notó y me siguió la corriente, lo cual me brindó alivio.


Cuando colgamos, salí directo hacia mi carro y encontré todas mis maletas situadas al lado de él, esperando a ser guardadas en el baúl; suspiré profundamente aún sin creer lo que estaba pasando en mi vida y con un clic desbloqueé las puertas del carro abriendo así el baúl y guardando todas mis maletas.


Cuando llegamos al aeropuerto, pasé por el check-in y finalmente entré a la sala de espera con mis dos padres a esperar el vuelo que salía directamente hacia Miami.


Vuelo 5022D con destino a Miami listo para ser abordado. Vuelo 5022 con destino a Miami listo para ser abordado.


Apenas escuché la voz de la señorita anunciando que ya podía abordar el avión, me levanté de la silla, pero justo después volvió a sonar:


Las personas ubicadas en la zona VIP pueden abordar. Las personas ubicadas en la zona VIP pueden abordar.


Me levanté de nuevo y empecé a hacer la fila para por fin abordar el avión y aguantarme cuatro horas estando sentada. Aún no estaba lista para partir, no quería irme, no todavía, pero no había nada que pudiera hacer ahora más que vivir mi nueva vida en los Estados Unidos de América.


 
Sentada en el avión, mirando hacia la ventana –como siempre–, no hacía más sino pensar en Diego, en lo que él estaría haciendo en ese momento, me preguntaba si estaba pensando en mí, si ya me extrañaba o si, tal vez, no lo hacía. Las lágrimas se escurrieron por mis mejillas y con la yema de mi dedo pulgar las limpié de mi cara tratando de contener la inmensa tristeza que sentía por dentro y aunque fue difícil, lo pude lograr.


Esas cuatro horas en el avión se hicieron más que eternas, creía que jamás iba a llegar y miraba el reloj cada cinco minutos esperando que avanzara más rápido pero no lo hacía,. Así que saqué mi iPod y puse reproducción aleatoria, cerré mis ojos y cuando los abrí, habíamos llegado a Miami. Cuando salimos del avión lo primero que hicimos fue coger nuestras maletas lo más rápido posible y salimos del Miami International Airport.


El calor que hacía era sofocante y la ropa que llevaba puesta no ayudaba mucho a refrescarme, lo único que quería hacer era llegar a mi nueva casa y poner el aire acondicionado para que el frío de este retirara el calor que cubría mi cuerpo. Mi padre vio el carro que nos esperaba y agitó su mano al chofer quien lo reconoció inmediatamente y con su ayuda, subimos todas las maletas en el carro.


Cuando llegamos a la nueva casa, cogí mis maletas y entré para dejas las cosas en el lugar que ahora sería mi cuarto, era bastante grande, para ser sincera, y la casa estaba ubicada en una de las mejores zonas de Miami, por lo que en mi cuarto había una ventana la cual tenía una hermosa vista hacia el mar azul de las costas de la ciudad. Sonreí, pues amaba tener hermosas vistas desde mi cuarto y de seguro, esa no me decepcionó ni un poco. Miré al alrededor y empecé a pensar en cómo podría decorar mi nueva habitación, y mientras lo hacía alguien tocó a la puerta.


–¿Quién es? –pregunté.


–Soy yo –contestaron e inmediatamente reconocí la voz de mi madre.


–Adelante –le dije.


Sonrío y me dijo:


–¿Te gusta?


–Bastante –admití sinceramente.


–Excelente –me dijo y se acercó para abrazarme y acepté.


–Vas a tener una buena vida acá, ____ –me dijo mientras me abrazaba.


–Ojalá, mamá, ojalá –dije y por enésima vez en este día, las lágrimas lograron escaparse.


–Confía en mí –me dijo y con un beso en mi cabeza, salió de mi nuevo cuarto.


Suspiré profundamente e intenté sonreír pero fue la sonrisa más falsa que jamás había hecho. Abrí una de mis maletas y saqué mi computadora portátil, la prendí e intenté entrar a internet, cosa que falló debido a que no había nada instalado aún, así que solamente cogí mi celular y me puse a jugar Flappy Bird mientras esperaba a que mi padre entrara para organizar mi cama.









Todo saldrá bien –pensé.


anavelandia
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