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Mensaje por taejin Lun 10 Oct 2016, 12:47 pm

Ficha obligatoria :

Darkness around us
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Ya deje de leer lo viejos cuentos de hadas, incluso bote mis antiguas películas de Disney. Dime, ¿Para qué inventar tanta basura? La vida apesta, con sus maneras de jugar contigo y así cagarte la existencia. Yo no conozco esa hada madrina, ni eh oído de esos amigos incondicionales, todos en algún momento te fallan y te dejan abandonado en la oscuridad de tu vida. Me molestan esos idílicos finales felices de las películas, son tan falsos como el cabello rubio de la chica que está sentada a mi lado, los muestran como si alguien como nosotros pudieran alcanzarlo, bah, patrañas, nadie como yo podría llegar a un final feliz como esos.
 
Míralos, todos creyendo en estupideces, creyendo que en algún momento la vida será perfecta. Que alguien me diga ¿Quien se invento perfección? Que venga y me la explique porque no entiendo algo tan vació. Desde ahora solo hay oscuridad a nuestro alrededor.
 
Podría estar más sola sin mi Soledad, tan habituada estoy a mi destino, tal vez la otra paz podría interrumpir en la oscuridad llenar los vacíos del pequeño cuarto, demasiado exiguo en su medida para contener el sacramento de él, no estoy habituada a la esperanza, podría entrometerse en su dulce ostentación, violar el lugar ordenado para el sufrimiento, sería más fácil fallecer con la tierra a la vista, que conquistar mi azul península, perecer de deleite. .
♡ Orden de escritoras

♡ Vic.
♡ Ally.
♡ Pris.
♡ Bony.

♡ Links

♡ Próximamente.

♡ Code para capítulos

♡ En hide.




♡ Reglas

♡ Buena ortografía.
♡ Respeto. Repetitivo pero necesario, las nc permiten crear amistad, no enemigos.
♡ ¡COMPROMISO! Ya saben y espero que podamos llegar al final de esto.
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♡ Comenten en los capítulos de las demás chicas, saben lo que se siente no tener comentarios.
♡ Y lo último y más importante. Disfruta.
You're always here with me
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Mensaje por taejin Lun 10 Oct 2016, 12:50 pm

Capítulo 01
By Ally.


Samantha Henderson.

No reconocía nada a mi alrededor. Ni el tapiz grisáceo que adornaba las paredes, ni los múltiples posters de atletas que se encontraban pegados en cualquier pedazo de pared que visualizaba, ni el característico aroma a lavanda que normalmente se encontraba impregnado en el aire de mi habitación. Froté mis ojos tratando de eliminar la molestia provocada por el sol que pegaba contra mis ojos y parpadeé de nuevo esperando que mi entorno cambiara por uno más conocido. No sucedió.

De pronto, un brazo agarró con mayor fuerza mi cintura pegándome a un cuerpo. Volví mi rostro para ver quién se encontraba a mis espaldas y aún así, no lo reconocí. Cabello rubio, tez blanca, contextura musculosa, bueno al menos no estaba tan mal. Reí ante mi propia estupidez, después de algún tiempo me había acostumbrado a tomar las resacas con diversión y la incertidumbre con curiosidad, el lado bueno de no recordar, nuevas cosas por descubrir.

Me moví levemente intentando no despertar a la persona a mi lado, no porque me importara perturbar su sueño, si no, bueno, para evitar las tediosas preguntas o el incómodo momento después de la noche. Mi cabeza dolía como para comenzar con estupideces de permanencia tan temprano.

Logré salir de la cama y rebusqué mi ropa por todo el piso. Encontré mi ropa interior pero no vi ni mi vestido, ni mis botas, ni mi bolso por ningún lado. Busqué en la otra esquina y no encontré más que un condón usado. En cierta parte era un alivio, por otra, era realmente asqueroso. Me asomé por la puerta y divisé mi vestido unos metros más adelante.

Antes de salir, miré por última vez al ignorante muchacho tendido en la cama. ¿Debería agradecerle por una noche que ni recuerdo? No. Reí suavemente y salí del cuarto haciendo mucho silencio. Había dos cuartos más por lo que no quería despertar a cualquiera que durmiera en ellos. Tomé mi vestido que se encontraba en el suelo y me lo puse antes de seguir caminando.

Tanto mi bolso como mis botas estaban al lado del sillón. Tomé ambas cosas, decidiendo que me pondría los zapatos fuera de ese lugar y salí de ahí. Cerré la puerta con cuidado y me puse las botas. Miré a mi alrededor y localicé las escaleras por lo que decidí bajar rápidamente por ellas.

Unos cuatro pisos luego, ya me encontraba en el vestíbulo y unos segundos después ya estaba fuera del complejo de apartamentos. Analizaba mi entorno pero no reconocía la calle. ¿Derecha o izquierda?

Me encogí de hombros y comencé a caminar hacia la derecha. Todo en la vida era cuestión de azar, sólo esperaba tener suerte como muchas otras veces la había tenido. Saqué el celular de mi bolso sólo para verificar la hora. Seis de la mañana, muy temprano como para andar despierta y caminando por las calles, nadie en su sano juicio se levantaría a esa hora.

Entré en una cafetería y caminé directo al baño. Luego de satisfacer mis necesidades, me dediqué el tiempo necesario para mirarme en el espejo. Mi piel estaba más pálida de lo normal, mis ojos estaban dilatados y de un leve color escarlata, mi cabello parecía una maraña castaña y mi maquillaje estaba corrido. Reí estúpidamente al pensar lo ridículo que me debí haber visto caminando así por las calles. Saqué el removedor de maquillaje de mi bolso, agarré papel del baño y me quité cualquier rastro de maquillaje. Dibujé nuevamente la línea negra alrededor de mis ojos y puse un poco de rubor en mis mejillas para parecer menos muerta. Vertí unas gotas en mis ojos para ocultar las marcas rojizas que había dejado la droga y peiné mi cabello como pude. Listo, seguía siendo un desastre, pero al menos uno menos notorio. Guardé todo en mi bolso de nuevo y salí del baño para pedir mi café, las direcciones y para continuar con mi camino una vez que ya tenía una ruta planeada en mente.

Por unos segundos consideré el hecho de tomar un taxi, eso facilitaría las cosas, sin embargo, agradecía el tiempo que pasaba lejos de casa no tenía ninguna prisa por acortarlo.

Caminé a paso lento, disfrutando la brisa que pegaba en mi piel y el caliente líquido que escocía mi garganta al pasar por ella. Esas pequeñas cosas que todo el mundo parece ignorar. Sonreí para mis adentros, podría ser que mi madre me considerara una analfabeta drogadicta, sin embargo, podía ser una poética empedernida cuando lo quisiera también, no es como que alguien necesitara saberlo de todas maneras.

Empecé a notar el gran cambio de urbanizaciones cuando el ruido de los malos motores de autos usados desaparecía, quedando únicamente en la lejanía, la densa brisa de la ciudad se aligeraba y los árboles parecían sacados de una revista igualando a las casas cuyo jardín cubrían. Pasé unas cinco casas más, una más grande que la otra y doblé a mi izquierda para continuar caminando. Unos trescientos metros luego, divisé la gran mansión que pertenecía a mis padres. Suspiré frustrada, nada más tomaría un baño y saldría de ahí tan rápido como había entrado, nada más me quedaba esperar que mis padres no estuvieran en casa. Saqué las llaves y al no encontrarlas, me encontré en la necesidad de tener que avisar mi llegada o, entrar por la parte trasera. Al menos en el día la alarma no estaba activada pero Oliver me vería de todas maneras a través de la cámara de seguridad y le avisaría a mis padres. Bufé y sin ninguna otra opción caminé hasta el altavoz del portón.

– Oliver. ¿Podrías ser tan amable de abrirme la puerta? – pregunté con el mejor tono que podía aparentar a las ocho de la mañana.
– Por supuesto señorita Henderson, mas me encuentro en la obligación de avisarle a sus padres. – sonó a través del pequeño aparato.
– Por favor Olly, es la última vez, lo prometo. – hice un puchero sabiendo que me vería a través de la cámara.
– Eso ha dicho las últimas tres veces señorita.
– Por favor. Pasearé a Tango en su lugar. – prometí sabiendo lo mucho que le disgustaba ese adorable pero gigantesco perro.

Se escuchó un suspiro derrotado detrás de la línea y después de eso su voz se escuchó de nuevo.

– Abriré la puerta trasera cuando llegue allí. – le envié un beso a través de la cámara y corrí lo más rápido que pude hasta rodear la casa y llegar a la salida del personal.  

Se escuchó el sonido que provocaba el seguro a quitarse mecánicamente y empujé la puerta para entrar. La cerré con cuidado de no hacer mucho ruido y caminé lentamente hacia la entrada trasera. Antes de llegar, vi a mi perro correr emocionado hacia mí y acaricié su cabeza al momento de tenerlo a mi lado. Me exalté un poco cuando escuché la puerta abrirse.

– Algún día le traerás problemas a ese viejo canoso que te sigue mimando y a mí por seguirle la corriente. – me dijo nuestra ama de llaves luego de abrir la puerta.
– Le diré a tu esposo que le dijiste viejo canoso Bev. – ella rió conmigo y me ayudó a apartar a Tango para que al fin pudiera entrar a la casa.

Caminé a través de la cocina, el comedor y llegué al vestíbulo para comenzar a subir los peldaños de las escaleras. Al estar en mi habitación, suspiré agradeciendo no toparme con ninguno de mis padres en el camino. Ahora, había una cálida y gran bañera esperándome a unos metros de distancia.

***

Al tener una nueva ropa cubriendo mi cuerpo me aseguré de guardar las llaves en el bolso y salir de mi habitación. Esta vez no tuve tanta suerte ya que mi madre esperaba fuera de mi cuarto.

– ¿Por qué llegaste tan tarde?
– Creo que puede ser considerado temprano. – burlé mordiendo mi labio para contener la risa.
– Déjate de tonterías Samantha y responde de una buena vez. A las tres de la mañana fui a tu habitación y no estabas allí, no me interesa saber a qué hora llegaste luego sólo quiero saber el porqué.
– La fiesta se alargó, y cuando venía para acá, confundí la izquierda con la derecha y me perdí. – la molesté de nuevo, aunque no me extrañaría que me creyera, últimamente mamá duda que haya terminado el colegio limpiamente.
– Me gustaría más creer que te cambiaron al nacer y no eres en realidad mi hija. – golpe bajo.
– Y nada me haría más feliz madre, ahora si me disculpas, tengo un auto que encontrar. – su mirada incrédula no tenía precio. Reí y bajé rápidamente las escaleras, crucé el jardín y llegué al portón de entrada, el cual, esta vez si podía abrir.

Al momento de cerrar el portón a mis espaldas, comencé a escuchar los gritos de mi madre deteniéndome, reí y tomé su consejo, sólo que decidí hacer totalmente lo contrario y correr hacia el otro lado. Ahora la duda era, ¿adónde había dejado mi auto?

Zachary Tanner.

El día había comenzado como cualquier otro, con la alarma resonar a través de toda la habitación, despertando a mi hermano en el mismo momento en el que abría mis ojos. Las cinco y media se marcaban en ese viejo pero funcional reloj. Me levanté de la cama, froté mis ojos y apagué el ruidoso aparato, luego me acerqué a la cama de Jeremy y revolví su cabello.

– Sigue durmiendo enano, aún te quedan un par de horas. – El asintió aún un poco dormido y se acomodó de nuevo en la cama.

El frío era insoportable para él y lo sabía, así que tomé mi sabana y la coloqué encima de la suya, aunque fuera igual de delgada que la de él, tal vez ayudara a calentarlo un poco más. Reprogramé la alarma, esta vez para que despertara a Jer cuando fuera el momento. Tomé el overol del trabajo, unos bóxers, una toalla y caminé fuera de la pequeña habitación.

Entré al cuarto de al baño y me despojé de mi ropa, ya en la pequeña ducha, soporté esos eternos minutos donde la muy baja temperatura del agua lastimaba mi piel al chocar con ella. Quemarse con frío, irónico ¿no? Teníamos agua caliente, no obstante, no era mucha, por lo que prefería dejarla para cuando Jeremy y mi madre se bañaran, ya que sabía que mi padre haría y aguantaría lo mismo que yo en este momento.

Salí de la ducha, con mis dientes castañeando por el frío, mas no me importó, me sequé y como pude me vestí en el pequeño espacio.  Doblé mi piyama y la llevé junto con la toalla afuera del baño. La toalla la dejé tendida sobre la silla, esperando que se secara para cuando Jer fuera a bañarse y metí mi ropa del día anterior, junto con la de la noche y la ropa de mi hermano en una bolsa para llevarla a lavar ese mismo día.

Me acerqué a la habitación de mis padres para besar ambas de sus frentes antes de irme. Caminé al menos un kilómetro antes de llegar al taller. Era parte de mi trabajo abrir, por lo que me aseguré que todo estuviera en su lugar y abrir las puertas del garaje. Una hora después, en la cual me dediqué a comenzar a revisar los autos, llegó Ileana con dos tazas humeantes de café.

– Ten – me entregó una y agradecí el gesto después de besar su regordeta mejilla, limpiar el aceite de mis manos y tomar la taza. – Es lo menos que puedo hacer, mi hermano debería abrir el local, no hacer que estés acá tan temprano, ese gordo vago. – resopló y reí, haciéndola reír también.

– No hay problema, necesito el dinero de todas maneras. – me encogí de hombros, terminé rápidamente el líquido dentro de la taza y se la devolví, dispuesto a continuar con mi trabajo. El café quemó parte de mis papilas gustativas, sin embargo, no me importó ya que logró opacar levemente el frío que sentía por dentro. Ella asintió y dejó el local.

Mi espalda molestaba debido a las malas noches que había pasado últimamente, estiré mis músculos, ignoré el dolor y me dispuse a seguir trabajando.

***

Para el medio día, ya tanto mi jefe como su hermana se encontraban en el local. Mi jefe en su oficina mientras que Ileana se ocupaba de contestar llamadas y atender nuevos clientes. Estaba terminando con un auto cuando sentí un pequeño golpe en la cabeza, no era con motivo de lastimarme, aunque por parte lo hizo,  si no con motivo de llamar mi atención, por lo que me volví a mirar al pelinegro que me veía expectante.

– Eso es por intentar saltarte el almuerzo. – sonreí a ver la mirada seria de Hunter – Agradece que te mantengo alimentado. Si fuera por ti pasarías con hambre. En serio Zack, es increíble el poco interés que tienes por tu salud.
– Estoy bien y gracias. No tenías por qué. Voy a…
– Ni se te ocurra terminar esa oración, no tienes por qué pagarme un maldito almuerzo, puedo permitirme alimentar a mi terco amigo. – rodé lo ojos y acepté la bolsa que aún me tendía. – Ile – gritó llamando la atención de la rubia –quiero saber que se terminó su comida. – ella simplemente asintió con una gran sonrisa en su rostro y Hunter volvió su mirada a mí. – Otra cosa. – puso un sobre en mi mano y comenzó a caminar para irse.

Lo abrí extrañado y me quedé asombrado al ver un puño de billetes en él. Antes de que el pelinegro desapareciera corrí a él y lo intercepté antes de que saliera. Lo vi rodar los ojos.

– No puedo aceptar esto Hunt.
– Claro que puedes, la necesitas más que yo.
– Es tu dinero, ni siquiera sé como haces para conseguirlo, pero es tuyo.
– Se podría decir que también tengo mi trabajo – se rascó el cuello nervioso y frunció el ceño, pero la expresión desapareció segundos después y se concentró en mí. – En serio, no lo necesito, quédatelo, incluso alcanza para comprarle aquella bicicleta a Jer que él tanto quería.
– Él sabe que no podemos comprarle la bicicleta, en serio Hunter…
– Deja el orgullo y hazlo por tu hermano Zack. – dudé un momento y vi la decisión en los ojos de Hunter.
– Me vas a escuchar porque esta vez lo voy a decir y no quiero interrupciones. Te devolveré el dinero apenas pueda, cada billete, es la única forma que puedo aceptarlo.
– Sí sí, está bien. – abracé al moreno.
– Gracias. – el nada más asintió y deshizo el abrazo para comenzar a caminar a la salida.
– Come antes de que se enfríe –me advirtió antes de desaparecer dejándome con una sonrisa.

Miré el dinero de nuevo y sonreí. Puede que no tuviera lujos, pero los amigos que tenía no los cambiaría por nada. Nada más imaginé la sonrisa de Jeremy al ver su regalo. Con ese pensamiento me acerqué a la comida y sonreí de nuevo. Tal vez el día no sería tan malo como había pensado en un principio.

Sigue: Vic.
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Darkness around us. Empty VIC

Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:22 pm

Capítulo 02
By Vic.


Logan Kraft.

Mi habitación era un completo desastre, cualquiera podría pensar que había tenido una noche alocada con una bella chica pero no, mi padre había entrado en un ataque de histeria gracias a que mi madre había vuelto a engañarlo y por supuesto, se la había desquitado conmigo, que solo lo mandé al demonio recibiendo algún que otro golpe de su parte hasta que lo saqué a empujones de la habitación y me encerré en esta antes de que me dejase sin muebles.
Parecía que un tornado hubiese pasado por allí, por suerte, hacía ya un rato había dejado de escuchar su llanto como alma en pena y la casa estaba en silencio. No tenía ni ganas ni fuerzas para ordenar todo aquel desastre, mi maldita progenitora tenía la culpa de todo y debería ser ella quien lo ordenase pero eso no ocurriría, quien sabe con qué hombre estaría pasando esa noche.
Mi celular se encontraba desarmado, era una de las tantas cosas que mi padre había hecho volar cuando tomó mi escritorio y lo lanzó al suelo, agradecí que mi laptop hubiera quedado en casa de Alexa o probablemente me hubiese convertido en un asesino esa misma noche. Armé el aparato y lo encendí encontrándome con que el display de este estaba roto, una ralla negra atravesaba la pantalla, pero se podía ver bien por lo cual poco me importó, le pediría a Hunter que me consiguiese uno a un buen precio y ya.
Tomé mi mochila en la cual solo tenía un cuaderno en donde apuntaba todas las materias y un bolígrafo, además metí algo de ropa y salí de mi dormitorio esperando no cruzarme con mi padre.
Bajé las escaleras con prisa.
 
— ¿A dónde vas? —preguntó saliendo de la cocina.
—No te importa —respondí y me dirigí a la puerta sin siquiera mirarlo pero rápidamente se acercó a mí y tomó mi brazo.
—Eres igual a tu madre, me das asco —me empujó bruscamente por lo que volteé a hacer lo mismo, el cayó al suelo ya que había tomado y estaba algo ebrio.
— ¡Yo no me parezco a esa zorra! —grité molesto mientras lo veía levantarse.
—Esa zorra es tu madre.
—Y encima la defiendes —resoplé divertido— cornudo —me reí en su cara recibiendo un golpe de puño cerrado en mi rostro, pero apenas rozó mi mejilla ya que fui más rápido que él y corrí la cara— ya déjame en paz, no te daré explicaciones —ahora si salí de la casa y quise cerrar la puerta pero él la sostuvo.
— ¡Ojalá nunca hubieras nacido! —gritó antes de cerrarla de un fuerte golpe.
—Lo mismo digo —murmuré hacia mis adentros soltando un bufido, realmente deseaba lo mismo cada mañana.
Encendí un cigarrillo de marihuana que saqué de mi mochila y lo encendí. Aspiré aquel humo con intenciones de olvidar la escena que había tenido que vivir minutos antes, mi padre realmente me daba lástima, pero el muy maldito se desquitaba conmigo siempre que discutía con mi madre, yo no tenía la culpa de nada, ellos tenían la culpa de que yo existiera pero eso les importaba una mierda a ambos ya que nunca me habían querido, y ya diecinueve años después, yo tampoco los quería a ellos pero no tenía a donde ir, no sin terminar la secundaria, también debía conseguir algún empleo, pero mientras tanto, sacaría provecho de ellos todo lo que pudiera.
 
+++
 
Me aseguré de que no hubiese ningún vecino husmeando antes de saltar la cerca que daba al patio de la casa de Alexa. No le había avisado que iría, pero sabía que esa semana sus padres no estaban así que no me echarían como la última vez ni tendría que usar la ventana como entrada.
Golpeé la puerta trasera reiteradas veces, varias, cada vez más fuerte, solo porque sabía que eso le molestaba y además notaría que era yo.
 
— ¿Quién es?
—Vengo a robarte ¿Podrías dejarme entrar? No traje la palanca para romper tu puerta y es muy dura como para patearla —me burlé y de inmediato esta se abrió ante mí dejándome ver a la pelirroja de ojos celestes tras ella.
— ¿Eres consciente de la hora que es? —preguntó cediéndome el paso y cerrando nuevamente una vez que ya estuve dentro.
— ¿Desde cuándo tengo hora para venir a visitarte? —dije pasando a la cocina directo a la heladera, evitando cruzar a mi padre ni siquiera había salido de mi cuarto a comer.
—Ok ¿Qué ocurrió esta vez?
Saqué algunas cosas para hacerme un sándwich y luego de poner todo sobre la gran mesada cerré la heladera.
 
— ¿Tiene que ocurrir algo para que venga a verte? —quise evitar el tema pero se cruzó de brazos con suma seriedad.
—Sí, y más cuando llegas pasada la media noche muerto de hambre —se sentó en el taburete enfrentada a mí viendo mientras preparaba mi cena.
—Pues… —hice una leve pausa para darle una mordida al sándwich— mi padre enloqueció y destrozó mi habitación —hablé con la boca llena por lo cual hizo una leve mueca de asco que cambió por compasión cuando terminé de hablar— no fue nada, solo tiró los muebles y desordenó todo a su paso —solté irónicamente una vez que terminé de masticas y tragar.
—Lo siento Logan, puedes quedarte aquí mientras mis padres no están.
—Lo sé, y es lo que pensaba hacer —sonreí antes de volver a dar otro mordisco.
— ¡Oye! —Dijo en modo de reto ladeando la cabeza pero con un toque de diversión— dormirás en el sofá por eso.
— ¡Claro que no! —Limpié mi boca antes de beber un poco de jugo, ya que no había nada de alcohol en casa de mi niña bonita— es más, ni siquiera pensaba dormir —elevé mis cejas reiteradas veces con picardía por lo cual golpeó mi hombro.
—Eres un idiota —levantándose de inmediato y yéndose de la cocina.
—Lo siento, era una broma —la alcancé y la rodeé por detrás con mis brazos dejando un beso en su mejilla— perdóname ¿Si? Merezco dormir en el sofá.
— ¡Claro que lo mereces! —exclamó con diversión.
 
Finalmente, me salí con la mía, ya que luego de mirar televisión en su cama hasta la madrugada, ambos quedamos profundamente dormidos.

Eric Parker.

La noche podía ser perfecta para muchos, el silencio, la soledad, la oscuridad, la calma. La luz de la luna entraba por la ventana, estaba llena y brillante, no recordaba bien desde cuando, pero hacía ya un tiempo que ver la luna era sinónimo de tristeza para mí, pues me causaba nostalgia y solía llorar en silencio  hasta quedar dormido, pero esa noche, no conseguía conciliar el sueño.
Miré el reloj sobre mi mesa de luz e indicaba poco más de las tres de la madrugada, no tenía idea de cuantas vueltas había dado en mi cama, sin embargo, no encontraba acomodo, finalmente, me levanté y decidí ir a la cocina por un vaso de agua para tomar algo para dormir.
No me gustaba tomar medicación, pero mi médico había dicho que era importante que lo hiciera, que me haría sentir mejor, pura mierda. Cada día tenía más ganas de desaparecer de la faz de la tierra, pero esa noche, si no dormía, me volvería loco, más de lo que estaba.
Bajé las escaleras despacio, odiaba la oscuridad pero no quería molestar a mis padres encendiendo las luces por lo cual caminé lentamente solo siendo iluminado por la luz que entraba por las ventanas.
Finalmente llegué a la cocina y abrí la heladera para servirme agua, luego de hacerlo, volví escaleras arriba y me encerré en el baño a buscar aquellas benditas pastillas que me harían dormir de una maldita vez, tomé el frasco, introduje una sobre mi lengua y bebí el vaso completo de agua para que esta pasara sin inconveniente. Ya era hora de regresar a la cama y esperar a que el fármaco hiciera su efecto.
 
+++
 
—Eric, cariño, despierta —sentí la dulce voz de mi madre quien movía suavemente mi brazo— llegarás tarde —alertó por lo cual mis ojos se abrieron y la observé dedicándole una somnolienta sonrisa.
— ¿Qué hora es? —pregunté tapando mi boca para soltar un gran bostezo.
—Son casi las ocho, pero si te apresuras, llegarás a la segunda hora.
— ¿Las ocho? —Pregunté exaltado sentándome de golpe en la cama— maldita sea —bufé con frustración y me levanté yendo al baño apresuradamente.
—Tranquilo hijo, a todos nos puede pasar —habló mamá desde afuera.
—No a mí —respondí con la boca llena de pasta dental.
Estaba realmente cansado, mi aspecto era fatal, tenía ojeras a causa del insomnio, mi piel probablemente estaba más pálida de lo normal y podía sentir mis piernas flaquear de a momentos, parecía un maldito drogadicto, de cierta forma, lo era.
Corrí, literalmente de nuevo a mi habitación, saqué unos jeans del armario, una simple remera blanca, una chaqueta de jean con cuello de corderito y mis adoradas vans a cuadros blancas y negras, las cuales estaban algo gastadas de tanto uso que les daba. Abrí la mochila junto al escritorio y con mi mano empujé todos los útiles que estaban desparramados allí dentro de ésta. La noche anterior me había dedicado a hacer la tarea y pensando en levantarme con tiempo para ordenar, todo aquello había quedado desordenado. Colgué mi mochila al hombro y corrí escaleras abajo con intenciones de salir de la casa pero mamá me interceptó con un vaso de agua que estiró hacia mí al igual que su otra mano con varias pastillas.
 
—No puedes irte sin tomar tu medicación y haré esto todas las mañanas si es necesario —advirtió seria pero sin dejar su ternura de lado.
Bufé con pesadez pero finalmente opté por tomas las pastillas ya que mamá no cedería y hablaba enserio.
 
—Ya —abrí mi boca y saqué la lengua luego de haberlas tomado— ¿Puedo irme?
—Claro que sí cariño, cuídate mucho —besó mi frente y le dediqué una leve sonrisa.
Amaba a esa mujer, realmente era la única razón que tenía para seguir viviendo, ella, pero a veces, estaba tan enojado con la vida, que ni siquiera por ella podía evitar caer en depresión y sentirme miserable.
 
Llegué a mitad de la segunda hora, no entraría a interrumpir la clase, no quería ser el centro de atención ni por un solo segundo y entrar en aquel momento implicaría eso, por lo cual, esperaría una hora más.
Me senté en un banco frente al salón, crucé los brazos frente a mi pecho y me recosté hacia atrás cerrando mis ojos. Solo pretendía descansar un momento, nunca pensé que quedaría profundamente dormido.
 
Un frío líquido recorriendo mi rostro me hizo despertar bruscamente interrumpiendo mi improvisada siesta. Carcajadas era lo único que podía sentir, y al abrir mis ojos me encontré con una para nada grata sorpresa; Logan Kraft, quien en su mano, tenía una lata de jugo de fresa, lo miré a él y a mi alrededor, todos estaban allí burlándose fervientemente de mi.
Me levanté de inmediato viendo como el líquido corría por sobre mis ropas, dejándolas pegajosas y con un repugnante aroma.
 
—Oh lo siento tanto —comenzó a hablar haciendo una fingida mueca de arrepentimiento—, solo quería despertarte para que no llegases tarde a la siguiente clase.
Lo miré sin decir una palabra, sentía que si hablaba estallaría en llanto y eso solo empeoraría las cosas, por lo cual, quise irme pero una mano suya en mi pecho me lo impidió.
 
— ¿Acaso no vas a agradecérmelo? —Me dio un empujón y soltó un fingido suspiro de frustración— eres muy mal agradecido.
Una vez más,  quise huir pero se paró frente a mí impidiéndome el paso.
 
— ¿Acaso te han comido la lengua los ratones?
—Ya déjame —pedí inaudible con la cabeza gacha pero él me escuchó ya que soltó una exagerada carcajada.
—Oh pobrecito ¿Lo has escuchado Alex? —le preguntó a la pelirroja de ojos color cielo que siempre estaba a su lado.
—Parte mi corazón —agregó la chica con diversión.
No los miraría, mis ojos estallarían en llanto, no quería eso, huir de allí corriendo sería cobarde, pero ¿Qué más daba? Lo empujé con las pocas fuerzas que tenía y corrí por el pasillo en dirección al baño. Detrás, dejé las carcajadas y miradas divertidas, todo aquello que me lastimaba más que las marcas que yacían en mis muñecas. Una vez allí dentro, observé mi patética imagen frente al sucio espejo que había justo sobre la pileta y dejé que el llanto saliera, por más que quisiera, no podía contenerlo más. Abrí las canillas para lavar mi rostro mezclando el agua con mis lagrimas saladas que parecía no cesarían nunca. Limpié con mi mano húmeda lo más que pude de mi ropa, aunque la remera blanca ahora estuviese arruinada con manchas rosas. Fui hasta la puerta para trancarla con seguro, el timbre a la tercera hora había sonado, pero no estaba dispuesto a entrar, no quería ni podía hacerlo en aquellas condiciones. Quité mi chaqueta y luego la remera para así limpiar mi pálido torso mojado por aquel pegajoso líquido.  
 
Cuando el tiempo suficiente para que todos los alumnos estuviesen en clases había pasado, salí del baño ya vestido. El llanto había cesado, ni siquiera tenía sentido llorar, había sido mi culpa quedar dormido y tentar a Logan de jugarme aquella broma, todo era mi culpa, porque todo lo hacía mal.
Debía concurrir a las materias que restaban, pero esta vez no correría el riesgo de quedarme dormido una vez más, por lo cual me quedé vagando por los pasillos vacíos.

Sigue: Pris.
Kida
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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:25 pm

Capítulo 03
By Pris.


Kyle Parker.

No era costumbre en mi. A decir verdad, no me dedicaba a ese tipo de cosas. Pero ya era tarde y existía esa cosa llamada dinero de por medio que me hacía falta y a ella, le sobraba.
Cuando la señora Legnstone me llamó yo esperaba una fiesta de cumpleaños y nada más. Y entonces recibí otra llamada, seguida de una especie de contrato donde especificaba claramente que ninguno debía sacar a relucir lo que hacíamos en su habitación -como si yo deseara contarle a todo el mundo que me acostaba con la señora del empresario más famoso del lugar- ni mucho menos podían existir sentimientos de por medio. También había un horario que cumplir, justo después del almuerzo, y una gran cantidad de dinero por semana.
Firmé sin pestañear y ahora era esclavo una rubia de unos cuarenta cinco años adicta a la champaña y al sexo.
Según Gigi -como le gustaba que la llamaran en la intimidad- su esposo no era capaz de complacerla, pero yo sabía que la verdadera razón estaba relacionada con una venganza. Lo podía ver en su mirada cuando llegábamos al final del acto y gritaba mi nombre como si fuese la cosa más gratificante, en la sonrisa cada vez que nos despedíamos no sin antes darme un sobre lleno de billetes y dejarme en  claro lo bien que la había pasado, todo en ella gritaba que su esposo la había engañado -o seguía haciéndolo- y ella solo se encargaba de devolverle la jugada.
Había conocido a muchas mujeres desde que comencé a trabajar en el pequeño bar de Joe's, que aparentaba ser un lugar inofensivo pero todo el que entraba salía con otra idea en su mente, y la mayoría de ellas era totalmente predecibles. Gigi no era diferente. Por mucho que se esforzara, seguía siendo una mujer dolida que actuaba con enojo.
Suspiré intentando que mi cuerpo eliminara todo recuerdo de aquella experiencia, no por mala sino porque odiaba hacerlo. Aun así, no logré sentirme mejor.

— Aquí esta tu paga— dijo Gigi dejando en mi pecho desnudo el característico sobre blanco. Ella ya había cubierto su cuerpo con una  de sus batas de seda y fumaba un cigarrillo mientras le daba pequeños tragos a su copa llena de champaña. Sonreí ante el nerviosismo mezclado con culpabilidad que expresaba la señora.
Yo no era quien para juzgar sus decisión. En más de una ocasion le ofrecí anular el contrato y olvidar todo porque ya pesar de lo mucho que necesitaba el dinero, podía ver el dolor en sus ojos y Gigi ni ninguna mujer se merecía eso, pero no lo acepto.

— Señora...
— Kyle no empieces, por favor— me interrumpió. Le dio una calada al cigarro y me miró con aquellos ojos colo miel enmarcados por largas pestañas, pidiéndome en silencio que me largara.
— Esta bien, no voy a insistir más.

Me levanté rápidamente y como pude me cambie bajo la mirada de Georgia. Aun tenía el cuerpo marcado por manchas entre negras y moradas y algún que otro corte abría mi piel, cortesía del idiota que tenía como padre mi mejor amiga.
Gigi había quedado horrorizada cuando llegué hace un par de días cubierto de golpes  y hasta había accedido posponer nuestra cita por miedo a lastimarme. Se lo agradecí en parte, pero hoy necesitaba hacerlo así estuviera muriendo de dolor.

— No sé mucho de su vida, pero al menos déjeme darle un consejo— la mujer abrió los ojos como plato. — Creo que debería hablar con su esposo.
— De ninguna manera— respondió Georgia.
— No le estoy pidiendo que cuente lo nuestro, piénselo, me mataría a mi también. Pero por su bien y el de su hija, debería parar a su esposo...
— No metas a mi hija en esto. Ella no debe saber lo que hacemos —me interrumpió. Pusé los ojos en blanco ante su negación.
— Yo creo que su hija tiene una clara idea de lo que hacemos— comenté. La semana pasada me la había cruzado en uno de los tantos pasillos que tenía la mansión Legnstone y su mirada estaba cargada de desprecio. En un punto, la entendía. Ella vivía en una mentira, igual que yo.  — No quiero que siga sufriendo señora, Lengstone—. Su mirada se suavizó y pequeñas gotas llenaron sus ojos cayendo de a poco por sus mejillas. Me hubiese gustado abrazarla, pero ella era una típica señora de sociedad que se permitía contratar a un chico que podía llegar a ser su hijo pero era incapaz de abrazar a alguien.
— Eres un buen chico, Kyle. Siempre vez lo mejor de las personas. Pero por mucho que me gustaría creer que soy la víctima en todo esto, no puedo.
—Georgia—la obligué a mirarme.— Su matrimonio se desgasto mucha antes que esto pasara, no hace falta que lo diga. Usted no es más que otra víctima del engaño. Vengarse no es la mejor opción, y es por eso que debe hablar con su esposo.
—Lo haré— soltó formando una sonrisa timida. —Eventualmente.
— No vemos en dos días—sonreí dejando en claro que estaba bien. Gigi asintió.

Salí de la habitación sin más, feliz por el pequeño sobre que llevaba en el bolsillo trasero de mis jeans. El mismo iba a ser capaz de reemplazar las tuberías viejas de mi casa que se estaba cayendo a pedazos.  Mamá seguramente saltaría de la emoción cuando le diera la noticia.  
Por otro lado, la conversación con Georgia había mejorado mi día por completo.
Ella era una mujer inteligente y de seguro haría lo correcto, por el bien de todos.

Gia Legnstone.

Mi día no podía ser peor. Había discutido con mi profesor de anatomía sobre las pésimas condiciones en las que debíamos trabajar, luego de llegar tarde a la clase y por supuesto, pelear con mi compañero de mesa por el microscopio.
Lo peor de ir a una Universidad pública era la falta de materiales y la incapacidad de loa profesores -algunas veces- de manejar situaciones complicadas, como el accidente que había ocurrido en el laboratorio la semana pasada en donde uno de los alumnos de primer año confundió las botellas de ácido mezclando dos especialmente peligrosos provocando una pequeña explosión que término con dos chicos en el hospital y un laboratorio menos para utilizar.
Descartando eso, era todo lo que necesitaba para conseguir mi título sin la ayuda de mis queridos padres.
Iba a ser una gran doctora como siempre había soñado y no tendría que soportar las opiniones de mis padres en el proceso. Eso me hacía feliz, excepto hoy.
La vieja y destartalada camioneta que en un momento debió ser de color azul, estaba estacionada a un par de metros de la entrada de mi casa lo que significaba que mi madre esta revolcándose con aquél chico de no más de veinticinco años.
Era desagradable y sobre todas las cosas,  me avergonzaba tener una madre como ella.
Ni siquiera mi padre había sido capaz de llevar una mujer a nuestro hogar en los días en el que él no se la pasaba viajando de un lado al otro y de vez en cuando pasaba por mi habitación para asegurarse de que estuviera bien. No recuerdo muy bien esos días, pero puedo asegurar de que fueron los más felices.
La situación había cambiado mucho.
Estacioné mi Ranger Rover en la entrada y me bajé entregándole las llaves a Steven quien se encargaría de guardar mi auto donde correspondía.
Saludé a Nicholas, el señor de unos cincuenta años que se encargaba de mantener limpio y saludable nuestro jardín y de vez en cuando hacía algún que otro trabajo de reparación, y luego me adentré por el pequeño pasillo que había justo al lado de la casa que llevada directo al patio trasero en donde se podía ver la pileta y más allá un enorme rosedal con flores de todos los colores donde amaba pasar el rato.
Entré por el ventanal que daba justo a la cocina dispuesta a atacar la heladera y prepararme un buen sándwich y saciar así mi hambre.

— Pensé que te quedarías todo el día en tu habitación — Pegué un salto al ver a Margaret junto a la cocina.
—Dios mio, Margaret. ¡Que susto mi diste!— La señora soltó una carcajada al mismo tiempo que dejaba la revista que esta mirando para venir a abrazarme.
Había pasado casi toda mi vida en esa cocina. Margaret era la única persona con la que hablaba, sin mencionar a Samantha, a quien conocía porque su madre y la mía eran amigas. Ni siquiera había tenido la oportunidad de asistir a un colegio como una niña normal siendo educada en casa con miles de maestros particulares, algunos peores que otros.
Ni mi madre ni mi padre me habían preguntado si estaba de acuerdo.
¡Por suepuesto que no! Ellos estaban demasiado ocupados viajando por el mundo mientras yo cambiaba de niñera como de zapatos.

—Tranquila mi niña— Margaret me dio unos golpecitos en la espalda y luego me señalo la silla obligándome a sentar. Amaba a esa mujer. — ¿ Qué te gustaría comer? —preguntó con una hermosa sonrisa en el rostro.
— Sorprendeme— solté sonriendo.
— Ahora mismo te preparo algo.

Margaret no tardo en sacar un par de ingredientes de la heladera y juntarlos para prepararme una deliciosa hamburguesa. Sonreí aun más.

—Mi favorita—solté en cuanto Margaret dejó el plato frente a mi.
—Que la disfrutes— dijo con una voz tan maternal que me recordó su pequeño hijo George que vivía con su padre en México luego de que ambos se separaran. Le sonreí aun más porque sabía que era lo único que tenía.

Le di un mordisco a mi comida y me sentí mejor. De alguna manera me había olvidado de que mi madre estaba enredada entre las sábanas junto a un rubio cuyo nombre era Kyle y podía ser mi hermano, mientras que mi padre disfrutaba de una morocha de ojos café en Las Bahamas.
Comí un poco más y justo cuando iba a tragar el pedazo de hamburguesa, el rubio entró a la cocina completamente vestido con el celular en su oreja, provocando que me ahogara con la misma.
Margaret me dio un golpe en la espalda y me paso de inmediato un vaso con agua. Kyle me miró pero estada demasiado ocupado en su llamada.

—¿Ya se fue? —preguntó. — ¿Cuanto tiempo estuvieron así? — continuó. Miré a Margaret y ella solo de encogió de hombros. —Solo quiero saber que esta todo bien, la vez pasada la pasé mal. Amelie debe ponerle un punto final a eso o sino los dos vamos a terminar mal. — Una mueca de asco se formó en mi rostro. No podía creer que estuviera hablando de mujeres en mi casa luego de acostarse con mi madre. ¿Qué tenía en la cabeza? — Está bien, voy para allá. Gracias por avisarme. — Cortó la llamada y solo entonces se percató de que ambas estábamos atentas a sus movimientos. — Lo siento, no quise molestar—. Iba a responderle pero Margaret se adelantó mostrando una de sus sonrisas con total confianza.
—No te preocupes, Kyle. ¿Quieres algo para comer? Puedo prepararte algo rápido — Solté un chillido ante su oferta. ¿Estaba loca?
— Gracias Margaret pero tengo algo que hacer y si no me voy rápido posiblemente algo muy malo suceda— explicó. Mi cara ya se había desfigurado por completo.
—¿Tienes que ir a visitar a otra mujer? —pregunté finalmente. Kyle desvío su mirada hacía la mía. Sonreí al ver como se tensaba.
—¡Gia!—gritó Margaret. La miré por un segundo advirtiéndole que no se metiera.
— Cuéntame Kyle, ¿A cuántas mujeres atiendes?— solté con maldad. Margaret estaba igual de enojada que Kyle.
—Por respeto a tu madre y a Margaret, no voy a responder a su pregunta, señorita Legnstone. Solo voy a decir que usted no me conoce y no tiene derecho a juzgarme —. Kyle no espero una respuesta -si es que era capaz de formular una-. Al momento en que terminó, saludó a Margaret con un beso en la mejilla y desapareció dejándome pasmada.
¿Quién se creía? Era él el que se tiraba a mi madre.

— No debiste decir eso— me reprendió Margaret.
— Es una broma, ¿no?
— A ese paso, terminaras sola Gia. Eres hermosa, no lo desperdicies — Margaret hablaba enserio, podía verlo en su cara. — Siento mucho por lo que tienes que pasar, pero la soledad no es buena consejera querida. Terminaras volviéndote loca y al final, no tendrás a nadie. No conoces a Kyle, no tienes idea por lo que pasa.
— No me interesa conocerlo, Margaret.
— Él es otra víctima que al igual que tú cree que esta haciendo lo correcto.— continuó ignorándome por completo.
— ¿De que hablas? — pregunté.
— Pregúntale a él— Sonrió de la misma forma en la que yo le había sonreído a Kyle y sin dejarme hablar, se fue, dejándome sola.
Definitivamente no tenía la intención de conocer a Kyle así que dejé el tema de lado junto con la hamburguesa a medio comer y subí a mi habitación, mi lugar favorito y donde nada ni nadie podía molestarme.
Solo quería dormir un rato, o quizás lo que quedaba del día, y olvidar.

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Última edición por Kida el Lun 10 Oct 2016, 2:33 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:25 pm

Capítulo 04
By Ally.


Samantha Henderson.

– Maldita sea – exclamé mirando el campo vacío.

El club era el único lugar en el cuál recordaba haber dejado mi auto y no verlo en el estacionamiento donde lo había parqueado la noche anterior no hacía más que frustrarme. De todas maneras, ¿qué rayos hacía yo manejando anoche? Apenas recordaba mi maldito nombre, menos recordaría como cambiar las jodidas marchas. Suspiré y miré a mi alrededor esperando ver alguna pista. Nada.

– Sama – exclamó emocionado a mis espaldas, rodé los ojos reconociendo el apodo y me volví para fijar la vista en el muchacho.
– Que no me digas así, me haces sentir como si fuera una maldita mascota.
– Uh, alguien anda de malas hoy. Yo sé como quitarte eso. – se acercó más a mí y me alejé antes de que llegara a tocarme, sin embargo, la sonrisa en mi rostro le daba a entender a Fred que no le era del todo indiferente.
– No ahora, ¿has estado toda la noche y parte del día en el club? – pregunté con cierto tono de burla al ver su terrible apariencia. Su cabello castaño estaba más desordenado de lo normal, su camisa estaba rota a la mitad y sus pantalones llenos de diferentes mezclas de bebidas alcohólicas. Sólo tenía una media y ambos de sus zapatos estaban desaparecidos. Sus ojos eran más rojos que blancos y sus pupilas aún estaban dilatadas. – ¿Adónde rayos están tus zapatos? – Sí, eso era lo único que había llamado mi atención.

El miró a sus pies y sus ojos se agrandaron con sorpresa. Claramente no había notado que llegaban a faltar hasta el momento, por lo tanto, si quiera la idea de preguntarle por mi auto parecía ridícula.

– ¿Sabes dónde está tu hermano? – pregunté divertida al ver como miraba intrigado sus pies.
– En la misma oficina de siempre. – contestó aún disperso. – Juraría que estaban ahí hace un segundo. – murmuró más para sí mismo haciendo referencia a sus zapatos desaparecidos.

Rodé los ojos y me dirigí a la entrada del club, le sonreí al hombre en la entrada y al escuchar mi nombre me dejó pasar al interior del local.

Al momento de estar dentro, la luz desapareció por completo. Si le dijera a cualquiera de estas personas que afuera ya era de día ninguna de ellas me creería. Los parlantes parecían a punto de explotar debido al alto volumen de la música y el aire tenso lleno de sudor y humo inhabilitaba la vista y dificultaba la respiración. Ahora entendía porque nunca había entrado a ese lugar cuando aún estaba consciente.

Con dificultad logré llegar a las escaleras que me llevarían a una de las partes privadas del local. El hombre en la entrada me permitió el paso luego de hacerle una llamada a Willard y comprobar que en efecto me conocía.

La cantidad de seguridad que había en esa parte del club era totalmente ridícula. Estaba segura que nadie en su sano juicio intentaría algo contra ellos. Sabía que la mayoría era para demostrar poder y que estaba hasta la coronilla hundido en plata. Nunca comprendería porque siempre sería tan importante para los hombres mantener su ego por encima de los demás.

Entré en la tan conocida oficina y antes de poder ambientarme ya Will me tenía en sus brazos y depositaba un beso en mis labios. Me tomó por sorpresa, sin embargo, no importó mucho por lo que sin dudarlo le seguí el beso.

– No creí que vendrías tan temprano. ¿Tan malo es Vance en la cama? – preguntó con burla marcada en todas sus facciones. Willard era muy parecido a Fred, sin embargo, las características del otro eran más toscas, Will tenía una piel más tersa y un poco más morena, él usaba el pelo corto cuando Fred lo usaba largo y sus gustos en vestimenta eran muy diferentes, no obstante, los ojos de ambos eran del mismo tono verdoso.
– ¿Quién? – fruncí el ceño ante el nombre.
– El ruloso con el que te fuiste ayer. Eso dolío Sama, yo que esperaba pasar la noche contigo. – bufé.
– Voy a matar a tu hermano por ponerme ese maldito apodo, – empecé – y sigo sin tener idea de quién me estás hablando.
– Oh vamos, rubio, alto, cara de niño. Parecían conocerse muy bien anoche, incluso le diste tu auto para que lo manejara.
– ¿Qué yo hice qué? – Demonios. Sólo eso me faltaba, ¿cómo rayos no había visto el auto al salir de la casa de “Vance” en la mañana? ¿Quién llama  Vance a su hijo desde un principio? Con razón no lo recordaba.

Willard comenzó a reír sin siquiera importarle mi enojo. Si no hubiera visto sus identificaciones antes jamás creería que ese y el inepto de afuera tenían veintiséis años, para algunas cosas, aún se comportaban como unos jodidos niños.

– Dejaste el carro en su apartamento – rió más fuerte – ¿tan rápido querías salir de ahí?
– Idiota – mascullé. Negó con la cabeza, aún divertido, y se acercó a su escritorio. Apuntó algo en un pedazo de papel y tomó una muy pequeña bolsa del cajón. Caminó hacia mí y me dio ambas cosas.
– Ahí está su dirección para que recojas tu auto. Lo otro me lo pagas luego. – susurró en mi oído y luego besó mi cuello. Sonreí y le guiñé un ojo antes de salir de ahí. Dejé la nota en mi mano y la bolsita con la droga la metí entre la tira de mis bragas.

Atravesé el difícil camino que se debía transcurrir para llegar a la salida y respiré aliviada cuando ya estuve fuera. Revisé mi bolso y no encontré mi billetera, recordando que estúpidamente la había dejado en el escritorio de mi cuarto.

Todo parecía peor cuando recuperaba mi lucidez. Me revolví el cabello y me dispuse a caminar, me encogí dentro de mi chaqueta debido al clima y metí mis manos en mis bolsillos. Sentí mi celular vibrar por centésima vez en el día pero igualmente lo ignoré. Hunter y Gia tenían un tono diferente de mensajes y llamadas por lo que sabía que no eran ninguno de ellos, y si no eran ellos, la verdad no me importaba hablar con nadie más, aunque debía aceptar que el constante zumbido me estaba volviendo loca poco a poco.

Seguí caminando como si el teléfono no estuviera allí en un principio. Estaba completamente segura que hoy era uno de los peores días como para haber perdido momentáneamente mi auto. Por primera vez en mucho tiempo, hoy tenía planes. Verdaderos planes. Ahora se atrasarían y no estaba segura si llegaría a encontrarlo tan tarde en el lugar que había ubicado.

Luego de al menos unos cuarenta y cinco minutos caminando llegué al mismo complejo de apartamentos del cual había salido esa mañana. Miré a mi alrededor y no visualicé a mi vehículo por ningún lado. Bufé y subí las escaleras hasta llegar al apartamento 4-B. Toqué la puerta y cerré los ojos ante la molestia de tener que venir hasta acá en un principio.

– ¿Hola? – abrí los ojos y levanté la mirada para encontrarme con la de una señora mirándome con duda.
– ¿Está Vance? – pregunté luego de unos segundos al acordarme de su nombre.
– Claro – respondió con una sonrisa. – ¿te gustaría pasar mientras lo llamo?
– Mmm, no. – su ceño se frunció. La señora asintió y desapareció, unos segundos después salió el mismo rubio que había visto en la mañana, mas ahora tenía ropa y esa ropa no era más que un uniforme de secundaria.

Me golpeé mentalmente. ¿Cómo había sido tan estúpida?

– Tally – exclamó el joven emocionado. ¿Tally? ¿Quién rayos era Tally? De pronto, reí por dentro al recordar que le había dicho un nombre falso.
– Necesito mi auto.
– Oh claro. – asintió y entró de nuevo al apartamento. Volvió con las llaves y cerró la puerta detrás de él. Noté que se había cambiado por una sudadera y un pantalón de mezclilla y aunque aún se veía joven, tampoco como para aún estar en la secundaria. – El coche está en el estacionamiento del edificio. – explicó al ver mi confusión.  Asentí y lo seguí sin hablar.

Fue un momento muy incómodo. El me miraba constantemente y yo intentaba ver para cualquier otro lado menos a la persona a mi lado. Cuando llegamos, solté un suspiro de alivio al ver mi preciado Mazda. Tomé las llaves de sus manos y le quité la alarma al auto para subirme en el. Miré que Vance aún me miraba expectante por lo que bajé la ventana, él se apoyó en el marco al momento de hacerlo.

– Tally – reprimí una risa de nuevo – yo, bueno. Anoche, – supe donde se dirigía esa frase y maldije internamente. – anoche lo pasé muy bien y cuando no te vi hoy en la mañana yo, – lo interrumpí.

–Rayos, aquí vamos – susurré para mí y luego lo miré de nuevo – Mira Vance, se nota que eres un gran chico y mereces algo mejor – recité las líneas que ya me había tocado decir en otras ocasiones, al igual que esas veces, eran palabras recitadas y la estupidez marcada en ellas no hacía más que provocarme risa.  El suspiró dolido y rodó los ojos notando mi diversión. – No eres tú, soy yo, aún tengo muchas cosas por resolver y no puedo ser parte de una pareja hasta ser mejor individualmente.  
– Ya entendí, en serio, no tienes que seguir.
– No espera, falta mi parte favorita –pensé unos segundos – oh, tú me hacer querer ser una mejor persona.

Él bufó y se apartó del auto, apenas desapareció por las mismas escaleras que habíamos bajado no pude contener la risa y estaba segura que ésta llegaba a resonar a través de todo el estacionamiento.

Limpié las lágrimas que habían escapado de mis ojos y suspiré a medida que logré dejar de reír. Bueno, al menos Vance alegró mi día, eso y el hecho de haber encontrado mi vehículo. Encendí el auto y bruscamente logré sacarlo de ahí y dirigirme a aquel taller de segunda al que había seguido a Hunter uno de estos días. Había llegado el momento de conocer al famoso Zack.

Zachary Tanner.

– Zack, ¿puedes venir un momento? – me alejé del vehículo que estaba terminando de arreglar, limpié mis manos y seguí a mi jefe a su oficina.
– ¿Algún problema? – pregunté nervioso.
– Claro que no – su sonrisa logró que me relajara.
– Tengo una vieja Ducati atrás del taller. Es un Monster 600, 2001. ¿Creés que podrías arreglarla? – tuve que esperar unos segundos para tratar de contener la emoción.
–  Tendría que verla primero, pero es muy probable que sí. –  Siempre había amado las motocicletas, y prefería tener que trabajar con ellas que con los autos.
–  Perfecto, si logras arreglarla, es tuya.
–  ¿Qué? –  pregunté, esta vez incapaz de contener la sorpresa.  
– Está ahí guardando polvo, la llevaría al botadero de todas maneras, si puedes arreglarla no veo el problema en que sea tuya. He visto como amas arreglar ese tipo de vehículos, sería mejor si tuvieras una propia de transporte.
– Señor, yo, yo no puedo…
– Oh, claro que puedes, si no te la quieres dejar aún la puedes vender. Y nada de pagarme – aclaró al ver que iba a hablar de nuevo – me estás ahorrando el dinero que pagaría por convertirla en chatarra.
– De acuerdo, gracias. – Asentí emocionado – en serio, muchísimas gracias. –  Me revolví el cabello y salí de la oficina, Ileana me dedicó una mirada cómplice mientras hablaba por teléfono y me guiño un ojo, claro que había sido ella la que había convencido a su hermano de que me la diera.

Aunque sonreía como un idiota y moría por verla, mi trabajo debería estar primero, por lo que volví al auto y me dediqué a terminar de arreglarlo primero.

Logré concentrarme el tiempo suficiente para hacer mi trabajo como se suponía que lo hiciese. Coloqué la última pieza, cerré la tapa y comprobé que esta vez encendiera. No lo hizo. Suspiré y abrí la tapa de nuevo dispuesto a revisarlo primero. Antes de llegar a apoyarme en el capo del vehículo, Ile me llamó diciéndome que tenía una llamada. Me preocupé al instante. Nadie nunca me llamaba a no ser que fuera algo serio. Corrí al teléfono que estaba dentro de mi mochila y contesté con el corazón a punto de salirse de mi pecho.

– ¿Sí?
¿Zack? Hola, ¿Cómo estás?
– ¿Señora Parker? – pregunté confundido – Pues bien y ¿usted?
Yo bien, gracias. – se le notaba nerviosa.
– ¿Se le ofrece algo Señora Parker?
Oh, claro, lo siento. ¿Tendrás la tarde muy ocupada? – entendí la dirección que tomaba la conversación y suspiré preocupado.
– Para Eric mis tardes nunca lo estarán señora. Dentro de un rato llego a su casa, pero debo preguntar antes, ¿está bien?
No lo sé, no ha querido hablarme, dice que está bien pero hace un rato lo escuché llorar en su habitación y llegó con la camisa llena de jugo.
– Gracias por avisarme. Dentro de un rato estaré ahí.
Soy yo la que debe agradecer Zack. Hasta luego. – luego de eso cortó la llamada.

Miré a Ile, más que todo apenado por lo que le iba a pedir, pero al volverme a ella vi que tenía mi cambio de ropa, mi mochila y las llaves de su auto tendidas a mí.

– Vete de aquí muchacho, ya me encargaré de cerrar yo. – miré las llaves nervioso – eres uno de los mejores conductores que he visto, yo te enseñé – rió – claro que te confío mi carro.

La abracé, tomé todas las cosas de sus manos, me cambié en el baño y salí buscando el auto para tomar camino a la casa de Eric.

****

– Mamá, estoy bien. Tranquila. – se escuchó su voz detrás de la puerta. Rodé lo ojos y toqué de nuevo, esta vez de manera más insistente. El cerrojo de la puerta se abrió y Eric se asomó detrás de ella. – Mamá, ya te dije que… Zack.
– Me alegra saber que aún recuerdes mi nombre – acoté sin sonreír. Sus mejillas se tiñeron de un color carmín y miró al suelo. Se corrió de la puerta para dejarme pasar y se sentó en su cama.

Cerré la puerta a mis espaldas y me senté a su lado, sin decir nada.

– Lo siento – se escuchó en un leve susurro por su parte.
– Soy yo el que debería sentirlo, por lo que veo, no sé, ¿acaso hice algo mal? Pensé que habíamos acordado que me llamarías cada vez que estuvieras mal o simplemente para hablar y hace un par de semanas que no sé nada de ti.
– He estado bien. – bufé.
– Sí claro, y yo fui electo presidente del país. – hablé con sarcasmo, sin embargo, gané una pequeña sonrisa de su parte.
– Puede ser, no he leído las noticias últimamente. – golpeé juguetonamente su hombro y los dos reímos.
– En serio Eric, – mi sonrisa se desvaneció – puedo notarlo. – aseguré. Sus ojeras estaban acrecentadas, sus ojos llorosos, aspecto cansado y estaba ocultándome sus muñecas. – ¿Qué sucedió hoy?
– Fue culpa mía. – susurró – Logan nada más, – lo interrumpí al maldecir. Era raro que lo hiciera, pero momentos como este simplemente me sentía más que impotente.
– Nunca es tu culpa.
– Lo fue.
– Claro que no. Él siempre te hace sentir culpable cuando no lo eres Eric. – me levanté de la cama, caminé de un lado para otro en su cuarto y revolví mi cabello frustrado.
– Siéntate Zack.
– No puedo, ese niño, acaso él no… es que. – No podía formar ninguna oración coherente y eso me frustraba aún más.
– Por eso no te había dicho, no me gusta preocuparte y,
– Igual lo hago, igual me preocupo. Siempre me voy a preocupar porque eso hacen los amigos Eric, se preocupan. – le dije deteniendo mis pasos y mirándole fijamente.

Una lágrima resbaló por mi mejilla pero la limpié rápidamente. Me sentía inútil. No podía ayudar a mis padres, no podía darle a mi hermano la vida que se merecía, no podía conseguir un mejor trabajo porque ni siquiera fui a la universidad y al parecer tampoco podía ayudar a Eric.

– Zack – demandó mi atención. Mis pensamientos se detuvieron y su mano tomó la mía para volver a sentarme en la cama. – Lo siento. – dijo esta vez con un pequeño brillo en sus ojos acariciando levemente mi mano. Simplemente asentí, esperando que Eric entendiera que no todos están contra él, ya que, yo jamás lo estaría.  

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Última edición por Kida el Jue 28 Jun 2018, 10:09 pm, editado 5 veces
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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:26 pm

Capítulo 05
By Vic.


Logan Kraft.

Amanecí en mi asquerosa casa, donde todo estaba patas para arriba, mi padre, nuevamente había tenido una crisis y lo había mandado al diablo. Aquello se volvía costumbre y apestaba realmente, odiaba vivir bajo ese mismo techo, necesitaba dinero, necesitaba un sucio empleo para largarme de allí.
Bajé las escaleras con prisa y divisé a mi progenitor tirado sobre el sofá inconsciente con varias botellas de cerveza y una de whisky vacías a su alrededor. Simplemente sentí repulsión hacia él y salí de la casa sin más. Había quedado de encontrarme con Hunter por un negocio que tenía pendiente con él.
 
Falté a clases y a las nueve en punto estaba en el callejón donde habíamos quedado, el muy maldito siempre se hacía esperar y odiaba los sitios como ese, simplemente me daban escalofríos por más que quisiera evitarlo.
Ya había terminado el tercer cigarrillo cuando observé en mi reloj pulsera que la aguja grande de éste había pasado el seis y pensaba irme cuando al fin lo vi llegar.
 
—Con que al fin llegas, ya estaba por irme —dije acercándome a él.
—Lo siento, se me hizo tarde —me estiró su mano para saludarme y la estreché—. Sígueme, creo que tengo justo lo que buscas —dijo con una leve sonrisa en sus labios y tal como me pidió seguí sus pasos.
Caminamos no más de dos cuadras hasta llegar a un taller mecánico en donde me presentó con un muchacho quien reparaba una moto.
 
—Él es Zack —dijo y el muchacho levantó la vista para verme—, él es Logan —le dijo ahora a él—. Y esta es tu nueva máquina Kraft —rió señalando la motocicleta quitándome una sonrisa.
—Oh Hunt, eres un jodido genio —palmeé su espalda dándole un breve abrazo—. Dime cuanto te debo y te lo pagaré apenas pueda, tú sabes.
—Tranquilo, sé que lo harás, confío en ti, luego hablamos del asunto, ahora realmente debo irme —se despidió de mí y del chico quien parecía estar algo incómodo ante dicha situación y me miraba algo extraño.
—Bien, llámame y lo arreglaremos —sentencié y él se fue dejándome a solas con el castaño de ojos claros.
 
Inspeccioné el lugar con mi mirada, un taller mecánico de barrio, algo simple, sucio. Una mueca de desagrado se hizo presente en mí y miré al muchacho.
 
— ¿Cómo vas con eso? —Crucé los brazos frente a mi pecho viéndole tirado en el suelo haciendo su trabajo con mi nueva adquisición.
—Solo ajustaré un par de cosas y podrás irte andando —dijo sin siquiera mirarme.
—Bien, porque estoy un poco apurado —hablé algo impaciente y de manera poco cortés.
— ¿Crees que puedas darte una vuelta hoy a la tarde? —Se incorporó limpiando sus manos aceitosas con un trapo viejo.
—Claro —asentí y me hizo entrega de las llaves. Caminando, saqué la motocicleta fuera del garaje seguido por él y una vez en la vereda subí a esta para encenderla.
—No sé de donde saco esto Hunter pero por si acaso ten cuidado y pues, estaré aquí a la tarde también.
—Oh si, tampoco sé de donde la saco pero no es como si me importara  —dije restándole interés —. Entonces, presumiré un poco con los idiotas del secundario y me daré una vuelta por aquí luego —sonreí algo arrogante —. Te veo luego… Zack —saludé recordando su nombre y puse el vi rodado en marcha rumbo a la secundaria.
 
+++
 
Llegué a clases a la tercera hora, poco me importó ya que ni siquiera pensaba ir. Por más que Alexa me retó un poco solo lo soporté por ser ella, a cualquier otra persona la hubiera mandado al demonio.
Salí del salón de clases con mi pelirroja favorita pero de inmediato noté que había dejado mi móvil sobre la mesa probablemente y me vi obligado a volver por lo cual entré nuevamente a este chocándome de forma brusca con nada más y nada menos que Eric Parker.
 
—No sabía que además de idiota tenías problemas en la vista —solté con deprecio haciéndolo a un lado y ni siquiera me miró pretendiendo seguir su camino— Oye, te he hablado ¿También eres sordo? —Volvió a ignorarme y lo tomé bruscamente del brazo deteniendo su paso y parándome frente a él— ¿Qué te pasa idiota? ¿Por qué no reaccionas? Estoy tratándote como mierda ¿Acaso eso eres que no eres capaz de decir lo contrario? —Balbuceó algo que no llegué a entender— ¡Me exasperas! —Lo empujé haciendo que su espalda impactase contra la pared— Te golpearía por idiota, pero realmente no lo vales, ni siquiera un golpe de mi parte mereces.
— ¿Porqué lo haces? —Habló finalmente mirándome y por un momento me sorprendí— ¿Porqué te empeñas en joderme la vida a diario? —Preguntó casi en susurro con notable nerviosismo y pude ver sus ojos cristalizarse aunque se empeñaba en no verme.
—Te responderé pero primero tú respóndeme algo a mí —sonreí de lado acercándome de forma amenazante a él— ¿Crees que algún día alguien podrá tratarte bien si ni siquiera impones respeto cuando estoy humillándote? —Él no dijo nada, ni siquiera me miró por lo cual tomé su mentón y lo levanté de forma brusca— ¡Responde mierda! —Grité a una incómoda distancia para ambos pero él solo hizo fuerza para mirar a un lado y evitarme la mirada— Lo suponía, no tienes huevos siquiera para sostenerme la mirada —lo solté—. Eres una pérdida de tiempo —dije sin más y luego de recoger mi teléfono móvil salí de allí sin siquiera verle. Maldito.

Eric Parker.

Llegué a casa agitado y con los ojos hinchados de tanto llorar. Jamás me había sentido peor, nunca nadie me había hecho sentir tan poca cosa como Logan lo había hecho. Que se burlase de mí abiertamente viéndome a los ojos. Me sentía miserable, me odiaba, lo único quería era desaparecer de la tierra para siempre. Él tenía razón, yo no era nada. No merecía vivir más.
Estaba solo en casa, tiré mis pertenencias a un lado y me encerré en el baño. Abrí el botiquín y me topé con varios medicamentos, de todos tamaños y colores que no tenía idea para que sirvieran pero los tomé todos entre mis manos con desesperación dejando caer algunos al suelo y me fui a mi habitación donde tiré todo sobre la cama antes de correr escaleras abajo directo a la cocina.
Buscar alguna bebida alcohólica en mi casa era en vano, por  lo cual la botella de agua fue mi única opción y luego, abrí el cajón de los cubiertos. Donde revolví haciendo desparramo hasta encontrar aquella filosa cuchilla que mi madre había comprado recientemente.
Corrí escaleras arriba, estaba apurado, agitado, las lágrimas no dejaban de descender por mis mejillas y el corazón palpitaba a gran velocidad. Sentía lástima, vergüenza de mi mismo, de la mierda que era, de cuanto poder tenían los demás sobre mí para hacerme sentir tan miserable. Logan Kraft; su nombre vino a mi mente cuando vaciaba los blíster de pastillas e iba tomando de a cantidades sin siquiera fijarme cuanto. Lo único que tenía fijo en mi mente era que acabaría con todo, y hasta que no tomara la última no me detendría.
 
—Maldito Logan Kraft —dije con pocas fuerzas tomando la cuchilla que yacía en el suelo a mi lado—. Lo has conseguido —las lagrimas descendían por mis ojos y mis manos temblaban cuando pose la filosa cuchilla sobre mi muñeca izquierda—, te odio —murmuré entre sollozos clavando el afilado objeto en mi propia piel y deslizándolo sin prisa sintiendo un fuerte dolor mientras la sangre salía de la herida que en cuestión de segundos eran solo cortes a lo largo de mi brazo sin sentido alguno hasta que realmente no pude más. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y sentí miedo. Quise pararme pero fue en vano, no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo, lo siguiente, todo se volvió negro y perdí el conocimiento.

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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:26 pm

Capítulo 06
By Ally.


Samantha Henderson. (+18)

– Mierda – murmuré abriendo mis ojos y levantando mi cabeza de la barra para ver a mi alrededor. Las luces de neón que salían de los estantes de las bebidas me desconcertaron un poco, el olor a cigarro y alcohol inundaban mis fosas nasales, pero eso en realidad no me importaba.

Terminé de incorporarme en mi asiento en la barra, donde aparentemente había terminado dormida y miré mi entorno por segunda vez, ahora con un mejor ángulo. Inmediatamente reconocí el bar al que había entrado la tarde anterior. Al parecer no había podido llevar a cabo mis planes ayer, pero nada decía que no podía continuarlos hoy. Originalmente me idea había sido comer algo antes de seguir, creo que me pasé un poco de copas e incluso ni siquiera había comido nada tampoco. Bufé y revolví mi cabello.

Sentí un par de manos agarrándome por la cintura y me volví extrañada. Willard estaba a mis espaldas.

– ¿Y tú que haces aquí? – le pregunté extrañada, aún así, me acosté en su pecho.
– Me llamaste anoche.
– ¿Llegaste hasta ahora?
– Claro que no, llegué apenas me llamaste.
– ¿Entonces por qué rayos estaba acostada en la barra sintiéndome como mierda y tú estás tan sonriente e impecable?
– Yo dormí en mi coche, donde tú duermas no es mi problema cariño. – empezó a besar mi cuello y me encogí de hombros, tenía razón, no era su problema. – ahora, que estás consciente, te parece si me pagas aquello que habíamos hablado ayer – murmuró en mi oído para que nadie más escuchara, sin embargo, podría gritarlo que sólo el camarero lo escucharía, el resto de las personas del lugar estaban igual de inconscientes que yo hace uno momentos.

Continuó besando mi cuello y me perdí en sus caricias, me volví entre sus brazos, aún sentada en el taburete y lo besé en los labios. Debería importarme que estuviéramos en un lugar público, pero en realidad no lo hacía, nunca había cuidado mi imagen, no empezaría ahora, menos sintiendo como su mano comenzaba a subir por mi muslo. Reí en sus labios antes de seguir besándolo.

De un momento a otro, me levantó del asiento y tomó dirección a los baños del lugar. El lugar era asqueroso, había papel higiénico en el piso, las paredes manchadas de grafiti y otras cosas que ni siquiera tenía ganas de pensar qué sería por lo que simplemente los ignoré, no dándoles la importancia que se merecían y me concentré en los besos de Willard, tenía que resignarme a ello puesto que sabía que proponer su auto sería absurdo. Nos metió en uno de los cubículos y lo cerró, para luego seguir con sus besos, unos que ahora eran mucho más bruscos. Sentía como mis labios comenzaban a lastimarme, pero tampoco diría nada, siempre había sido así con él, y con cualquier otro que había conocido.

Aún seguía en sus brazos cuando me apoyó contra la pared y soltó ambos su botón y su cremallera, y sin siquiera molestarse en quitar mi vestido, corrió mis bragas y me embistió, duro y rápido, nada fuera de lo común. Incluso levemente molesto, sin embargo, esto me conseguiría más droga, por lo que simplemente esperaba los siguientes minutos a que terminara, se limpiara, me diera el paquete y se fuera, como siempre lo hacía.

Y así, pocos minutos después ya me encontraba acomodándome el vestido y teniendo mi mano hacia él. Terminó de abrocharse sus pantalones y sacó una pequeña bolsa del bolsillo trasero de su pantalón, una que contenía aquel polvo blanquecino que tanto necesitaba, y un par de billetes. Colocó ambos en mi mano. Sonreí, guardé ambos en la cinturilla de mis bragas y le guiñé el ojo. Antes de poder salir de ahí, sentí como su mano agarraba mi brazo fuertemente. Me volví extrañada sólo para verlo mirando fijamente a un punto en el suelo.

Seguí su mirada y me encontré con restos de la droga que había utilizado la noche anterior. Al parecer había olvidado limpiarla, aunque realmente no esperaba acordarme de nada en ese jodido momento, no entendía por qué se veía tan tenso.

– Eres demasiado estúpida – habló entre dientes – ¿Cómo se te ocurre hacer semejante estupidez? ¿Qué pasa si eso lo vinculan conmigo, no entiendes que estaría jodido?
– Por favor Willard deja de ser tan dramático, pensé que el rol de niña malcriada era de tu hermano. El único jodido idiota aquí eres tú. En este lugar tan de mierda como se te ocurre que alguien llegue a darle importancia a eso, no ves que – mis palabras quedaron en el aire, siendo cortadas por el sonido que provocó el golpe. Su agarre fue lo único que me mantuvo en pie luego de que su puño impactara con mi rostro. Me quedé en silencio luego de eso.
– Sólo aprende a recoger tu basura, o esto – agarró bruscamente mi cintura, justo en el lugar donde estaba la droga – se acaba. – sabía que tendría una nueva marca en el lugar que había agarrado, pero me mantuve en silencio de nuevo. Me soltó y se fue de ahí sin decir ni otra palabra. No lo detuve. Siendo sincera, le tenía más miedo a su amenaza de dejarme sin mercancía de que volviera a pegarme. No era la primera vez que lo hacía y estaba segura de que no sería la última.

Bufé y me acerqué al espejo del baño, que aunque tuviera grietas en él, aún permitía la visibilidad. Pude ver el manchón morado que se comenzaba a ver al lado derecho de mi ojo y como esa área comenzaba a hincharse. Me acomodé el cabello para taparlo un poco y salí de ahí con dirección a mi auto.

Al estar dentro de él, tomé mi bolsa, que se encontraba en el asiento a mi lado, y saqué el maquillaje para tapar un poco la contusión que ahora era mucho más notoria. Luego me coloqué los anteojos y sonreí al espejo del auto. Listo.

Saqué el auto del estacionamiento, con más dificultad de la que debería y decidí que era una estupidez seguir con esta estúpida idea de conocer al misterioso amigo de Hunter, por lo que comencé a manejar hacia mi residencia, o al menos lo intenté antes de que mi auto se apagara.

Le pegué al volante al notar la raya que indicaba que ya no tenía gasolina y dejé caer la cabeza al volante. Estaba jodida.

Zachary Tanner.

– Gracias – respondí a la muchacha luego de que me diera el recibo de la bicicleta y esta pasara a ser oficialmente mía, o bueno, de mi hermano. La sonrisa que tenía en este momento no la podía quitar de mi rostro. Hoy había sido un buen día.

Había llegado más temprano de lo normal al taller con la esperanza de poder arreglar la motocicleta antes de que abriera el taller, ya que no quería que interfiriera con mis horas de trabajo. Luego de un par de horas lo había logrado y por más que quisiera gritar de emoción y dar una vuelta en ella, ya estaba cinco minutos tarde para abrir el taller.

A la hora del almuerzo, Ileana me tendió las llaves de su camioneta y me hizo sacado del taller con la instrucción de que fuera a almorzar y de que fuera a comprarle la bicicleta a Jeremy. Pronto sería su cumpleaños, sin embargo, habíamos acordado con mis padres que sería mejor dársela ahora puesto que no estábamos muy seguros de querer que Jer siguiera caminando a su escuela todos los días.

Sonreí mirando la bicicleta roja que comenzaban a subir a la parte trasera de la camioneta. Agradecí a ambos de los empleados y les di una pequeña propina a ambos. Luego subí al asiento del conductor y coloqué la bolsa con los implementos de seguridad a mi lado, para luego salir de ahí.

Tenía que pasar a la casa primero para dejar la bicicleta antes de ir al trabajo de nuevo, por lo que tomé la ruta que llevaba al centro del pequeño pueblo. Unos metros antes de llegar, pude ver una muchacha al lado de la carretera haciendo señas y un auto a su lado que no pertenecía a nadie cerca de aquí. Estaba seguro que ese auto valía más que todas las personas del pueblo podrían llegar a hacer en conjunto. Revolví mi cabello y detuve el auto cerca de ella. Lo apagué y salí de él, asegurándome de cerrarlo con el control que tenía la llave y me acerqué a ella. Al igual que el auto, nada en ella parecía ser de aquí cerca. Vestido seguramente de marca, zapatos, que aunque un poco desgastados, valían más de lo que yo podría ganar en un año y manos que, aunque no tersas, no tenían ninguna ampolla lo que indicaba que nunca había trabajado en su vida. No tenía la menor idea de por qué alguien como ella estaría aquí.

– Gracias – exclamó aliviada – eres como la quinta persona que pasa, sin embargo, el primero que se detiene. – sonrió y le devolví la sonrisa.
– Todos notan a distancia que no eres de por aquí, se podría decir que le temen a lo desconocido. – me encogí de hombros.
– ¿Y tú no?
– Podría alegar que me llamó más la atención el auto, nunca había visto uno tan de cerca. – ella sonrió, claramente orgullosa de su auto, y asintió. – ¿Qué tiene? – le pregunté señalando el convertible.
– Se quedó sin gasolina. – se revolvió el cabello. Nada más asentí. Miré la camioneta a mis espaldas, a ser la del taller probablemente podría encontrar algo de gasolina ahí, al menos la suficiente para que llegara a la próxima gasolinera.
– Déjame ver que puedo encontrar – señalé la camioneta y caminé hacia la parte trasera. Como había predicho, había algunos botes de gasolina, ninguno lleno, pero juntándolos sería suficiente.
– ¿Por qué tienes gasolina en tu auto? – preguntó ella a mi lado llegando a asustarme. Era extrañamente sigilosa.
– No es mi auto, es la camioneta del taller, ahí trabajo.
– ¿Trabajas en un taller? Pues que jodida suerte la mía – rió y removió mi cabello antes de tomar camino de nuevo a su auto. Fruncí el ceño, más ante el uso de la maldición  que ante otra cosa.

Suspiré y decidí no darle importancia, seguramente era la única persona que a sus veinticuatro años no usaba las maldiciones como parte de su vocabulario diario. Pasé toda la gasolina que había a un mismo bote y tomé camino a su auto. Ella miraba hacia el horizonte, sin darse cuenta que me acercaba hacia ella y debido a que su perfil estaba hacia mí, pude ver una pequeña marca el lado de su ojo asomándose por la patilla de los lentes de sol que llevaba puestos. ¿Era eso un golpe? Antes de poder preguntarle, se volvió hacia mí y sonrió.

Probablemente había visto mal, a alguien que recién la hubieran golpeado no se hubiera mostrado genuinamente feliz. Caminé hacia la parte trasera del vehículo y me volví para mirarla.

– ¿Puedes abrir la tapa de la gasolina? – le pedí señalando la tapa redonda. Asintió, sin embargo, frunció el ceño. Se acercó a abrir la puerta del auto y se quedó mirando a los alrededores del volante, claramente sin saber qué estaba buscando. Reí y coloqué el bote de gasolina en el piso antes de acercarme a ella.
– Aquí – le mostré la pequeña palanca que se encontraba debajo del volante. La jalé y de inmediato se escuchó el click que provocó el seguro al liberar la tapa.

Caminé de nuevo hacia la parte trasera y ahora con la tapa abierta, me dediqué a meter la gasolina en el tanque.

– Gracias, la verdad es que nunca he tenido que tocar nada de eso antes.
– No hay problema. – respondí, manteniendo el cuidado de que la boquilla se mantuviera dentro del auto y no se regara la gasolina, unos minutos después, ya el bote estaba vacío y todo debería funcionar bien. – Prueba encendiéndolo. – asintió y se sentó en el asiento de conductor, intentaba encenderlo, pero se le volvía a apagar. La escuché maldecir, al parecer lo hacía muy seguido, y decidí acercarme para ver que sucedía.

Vi las luces del panel y todo parecía estar bien. Dirigí mi mirada a los pedales y entendí por qué no se mantenía encendido.

– Tienes que mantener apretado el embrague y el freno si quieres que el auto se mantenga encendido. – murmuré un poco apenado, si lo conducía, debería saber eso.
– Rayos, siempre lo olvido.
– Sí tienes permiso de conducir, ¿cierto? – pregunté antes de poder contenerme.
– Claro. Sólo que, estoy un poco a modo de prueba y error.
– ¿Disculpa?
– Mi padre me dio el auto asumiendo que ya sabía manejarlo, nunca me dijo como.
– Entonces, ¿tienes un permiso pero no sabes cómo manejar?
– Le prometí al oficial que aprendería, no me lo he vuelto a encontrar. – se encogió de hombros.

Por lo tanto, su papá le daba el auto pero no le importaba si su hija perdía su vida conduciéndolo.

– Bueno, no te quito más de tu tiempo, seguro tienes que cosas que hacer – se estiró hacia el asiento a su lado para tomar algo de su bolso y me lo tendió – Eso debería compensar por la gasolina y el tiempo.

Miré indeciso los billetes en su mano, era demasiado. Tomé sólo los veinte dólares que pagaban la gasolina y le devolví el resto. Ella se encogió de hombros y guardó el dinero de nuevo en su bolso. Debía decir que era un poco refrescante el hecho de que no intentara hacer que me quedara con el resto del dinero, no quería aprovecharme por un problema que en verdad no era su culpa.

Antes de caminar a la camioneta de nuevo, la vi luchando con la palanca de marchas y algo en mí me impidió seguir caminando. Suspiré y me devolví en mis pasos hasta encontrarme a su lado de nuevo.

– Hoy estoy un poco atrasado con el trabajo, pero si vienes mañana podría enseñarte a manejar, claramente no aprenderías de repente, necesitaríamos varias clases, pero al menos sabrías como conducirlo.
– ¿En serio harías eso? – preguntó claramente sorprendida.
– Claro, ¿por qué te extraña tanto?
– A mis padres no les ha importado, tú ni siquiera sabes mi nombre. – se encogió de hombros.
– Cierto. ¿Cómo te llamas? – pregunté, ganándome una pequeña sonrisa de su parte.
– Sam.
– Bueno Sam, entonces que dices, ¿nos vemos mañana?
– De acuerdo, ¿dónde y cuándo?
– En el taller, es el único del pueblo entonces no te debe quedar difícil encontrarlo. Por ahí de las cuatro de la tarde. – esa era la hora en la que menos trabajo había en el taller por lo que no debía haber problema.
– Esta bien, gracias … – se quedó esperando a que le dijera mi nombre.
– Zack.
– ¿Zack? Tipo ¿Zachary?
– Sí, ¿por? – pregunté confundido ante la sonrisa traviesa que crecía en sus labios.
– Nada, curiosidad. Nos vemos mañana.

****

Llegué al taller luego de que tomara el desvío para dejar la bicicleta en la casa, estaría allí para cuando Jer llegara del colegio.

– Lograste arreglarla – señaló mi jefe con una sonrisa mirando al motocicleta.
– Sí señor – sonreí también mirando la motocicleta, podía admitir que estaba empezando a enamorarme de ese pedazo de chatarra, ahora funcional.
– ¿Cuándo lo hiciste? En la mañana te vi arreglando los coches y aquella moto de tu amigo Hunter.
– Llegué más temprano, antes de que abriera el taller.
– Rayos muchacho, debiste haberlo hecho en horas de trabajo y no madrugar tanto. ¿Sabes qué? Ve a estrenarla. Dale algunas vueltas, tomate el resto de la tarde libre. Necesitas probarla.
– Pero yo tengo…
– Sí sí, tienes trabajo, tranquilo, ahí estará mañana, ahora ve. – me tiró las llaves de la moto y volvió a entrar al taller.

Reí y tomé el casco que guindaba del manubrio de la motocicleta. Era uno nuevo. Miré hacia dentro del taller y  pude ver a Ileana atendiendo a unos nuevos clientes. Sonreí aunque no pudiera verme, esto había sido ella.

Me puse el casco y me monté en la moto, disfrutando el sonido que esta hacía al encenderla. Miré el reloj, para esta hora Eric ya había llegado del instituto, debía enseñársela y tal vez ir a dar una vuelta. Sonreí, eso lo distraería.

****

Al llegar, había tocado felizmente la puerta, emocionado por enseñarle a Eric la moto, pero luego de unos minutos nadie abría y esta estaba cerrada con seguro, por lo que tuve que entrar por una de las ventanas traseras que Eric siempre dejaba abierta, pude haber asumido que no estaba, pero algo me indicaba que estaba ahí, y lo confirmé al ver sus pertenecías tiradas en la sala.

– Eric – llamé con cierto miedo. Por favor que esté dormido, por favor que esté dormido.

Caminé rápidamente hacia su habitación y al entrar en ella quedé paralizado. Eric estaba tirado en el piso, millones de frascos tirados en la cama y su brazo lleno de cortes que aún sangraban, él estaba inconsciente.

– Eric – susurré con miedo a elevar mucho la voz, sentía como mis ojos se llenaban de lágrimas pero las limpié rápida y bruscamente antes de acercarme a él. Me arrodillé a su lado y tomé su rostro en mi manos – Eric, vamos, por favor despierta, por favor, no me puedes hacer esto Eric.

No respondía, no abría los ojos, no se movía.

– Vamos Eric – me quité la camisa y la enrollé en su brazo esperando que la sangre dejara de salir. Luego tomé el teléfono de su habitación y llamé a la ambulancia. – Te vas a poner bien – aseguré llegando de nuevo a su lado y acunando su rostro en mis manos. – Todo va a estar bien.

****

Llevaba horas en el hospital. Horas sentado en esa silla de plástico en la sala de espera, no me iría hasta que me dejaran verlo. Su madre había llegado unos minutos después de que nosotros llegáramos al  hospital. Me había hecho compañía mientras operaban a Eric. Ahora que estaba en vigilancia y fuera de peligro, habían permitido a su madre pasar y como yo no era familia, tenía que esperarme a que lo pasaran de habitación. Estaba solo, solo con mis pensamientos, eso no era bueno.

– Zack – llamó una voz que reconocí como la madre de Eric y rápidamente me levanté para acercarme a ella.
– ¿Está bien?
– Sí, lograron limpiar su estómago y coser los cortes de su brazo, lo encontraste a tiempo y el torniquete que le hiciste salvó su vida. Gracias – dijo, rompiendo en llanto al final. Contuve mis lágrimas y la abracé, no sabía que decir. Ella envolvió sus brazos alrededor de la áspera tela de la camisa que me habían dado en el hospital, devolviéndome el abrazo. – Lo siento – dijo luego de unos segundos, separándose y limpiando sus lágrimas. – Ahora está despierto, puedes pasar a verlo, yo espero aquí.

Asentí y me aseguré de que estuviera más tranquila antes de dirigirme a la habitación de Eric. Antes de abrir la puerta, ya sabiendo que estaba bien, lo único que tenía que intentar contener ahora era la impotencia. Tomé aire, tratando de calmarme y entré a la habitación cerrando la puerta a mis espaldas. Caminé sin mirarlo y sin decirle nada hasta sentarme a su lado en la cama. Sentía sus ojos en mí, por lo que sabía que me miraba.

– Zack – intentó hablar luego de unos segundos, pero lo interrumpí.
– Cállate Eric, sólo cállate. Déjame hablar. – Levanté la mirada y lo vi. Sus ojos azules estaban llenos de arrepentimiento, tristeza y más que todo, miedo. Eso ayudó a disipar un poco el enojo, sólo un poco. – ¿Acaso no entiendes la cosa tan estúpida que hiciste? ¿O no te importó? ¿No pensaste en tu madre, en mí? ¿O eso tampoco importa? Pues que lástima porque a mí sí que me importa. Ni un maldito segundo, no te pienso dejar sólo en ningún momento. De ahora en adelante te voy a dejar y a recoger del instituto y luego te vienes conmigo al taller hasta que tu madre llegue a la casa, no más estar solo, perdiste ese privilegio al hacer algo tan, pero tan estúpido. ¿Y te estás riendo? – pregunté incrédulo al ver que intentaba luchar contra una sonrisa.
– Lo siento, sé que no debería y que la situación no lo amerita, pero te ves demasiado gracioso.
– ¿Gracioso? – pregunté sin entender.
– Adorable – corrigió – y van a ser muchas caminatas.
– No tantas, ahora tengo transporte.
– ¿Lo tienes?
– Sí, una moto, pero no me cambies de tema. – el ambiente se tornó serio de nuevo y bajé la mirada siendo imposible mirarlo por más tiempo sin atacarme a llorar – pude perderte Eric, y no te importó. – hablé, siendo imposible retener el par de lágrimas que siguieron luego de mis palabras.

Sus manos se posaron en mi rostro y limpió mis lágrimas, luego me hizo verlo de nuevo y acortó la distancia juntando nuestros labios. Me quedé completamente estático sin entender lo que estaba pasando. Al separarse, pude ver la emoción en sus ojos.

– Eric, yo, yo no – no me atraen los hombres, completé en mi mente, pero dejé la mitad de la frase encerrada ahí cuando vi que la chispa comenzaba a desaparecer de sus ojos. Suspiré. – Yo no voy a dejar que nada te vuelva a pasar. No puedo darte lujos, pero te haré feliz. – completé antes de acercarme de nuevo a él y juntar nuestros labios. Siguió el beso, separándose unos segundos después por falta de aire. Juntó nuestras frentes y sonrió.

– Es todo lo que necesito. – habló, sonriendo de nuevo.

Lo amaba, como un hermano, pero lo amaba, sólo quería que fuera feliz, merecía serlo. No importara de la manera que fuera, por él, lo haría por él. Sería lo que el necesitara que fuera, Eric era mi excepción, mi única excepción.

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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:26 pm

Capítulo 07
By Bony.


Amelie Jones.

Si me preguntas ¿Cuál es mi lugar feliz? Sin duda sería este aquí mismo, en el parque, con Kyle, donde ningún aspecto de nuestras vidas era relevante, nada importaba más que el niño que jugaba a la pelota y miraba una y otra vez a Kyle a ver si se animaba a jugar con el.
—¡Y luego me pregunto si tenía que visitar a otra mujer, con tal descaró!— repitió por enésima vez la historia de la hija de Gigi, si no es porque me contaba una mala historia ya hubiese preguntado si es que le gustaba  algo por el estilo. Pero para concretar la chica ya me caía mal, era descarada y no conocía nada de la vida de Kyle como para juzgar sus actos. Por otro lado, si me colocaba en su lugar, obviamente fingiendo que soy la hija de un empresario adinerado y amoroso seguramente, ver un chico acostándose con mi madre no ha de ser agradable. Era confuso, y en parte triste, como puede juzgar a ambas personas sin conocer su vida.
—Kyle, no la defiendo, pero colócate en su lugar como ella debiera colocarse en el tuyo, puedes ser su hermano y te acuestas con su madre— Kyle me miro pensativo, sabía que su enorme corazón no daba cabida a odio por mucho tiempo —Fue grosera, no lo niego, pero solo esta confundida, tal vez molesta porque sus padres no son como deberían ser— Kyle me miro ceñudo
—Te odio— dijo irónico
—Me amas, lo se— sonreí y devolví la mirada al niño, que de nuevo miraba  Kyle —Deberías jugar con el, creo que lo espera desde que te vió llegar al parque con ese porte de futbolista europeo que tienes— Kyle miro al niño y le sonrió 
—Se decepcionara al darse cuenta que juegas mejor tu que yo—  me reí en tono alto y lo mire
—Si, es verdad, soy mejor— 
—Era exageración, eres muy mala jugando— dijo Kyle 
—¿Eso es un reto?— lo mire divertida y Kyle en menos de ds segundos ya estaba levantado pidiendo al balon con uno de esos tecnicismos de futbolistas que jamás entenderé, Kyle por supuesto había caído en mi muy ingeniosa trampa; todo sea por la felicidad del pequeño niño.  
 
Me levante y deje nuestras cosas al lado del árbol en el que estábamos, tras unos segundos de intentar ser minimamente buena descubrí que jamás me dedicaría al fútbol sin duda alguna, di un vistazo a nuestras cosas y en menos de dos segundos un joven a paso veloz agarro mi maletín, donde llevaba mi celular y el celular de Kyle, y hecho a correr rápidamente. Y sin darme cuenta un segundo despúes Kyle pasaria por mi lado en picada detrás de quel chico. 
 
—Kyle ¡no!— apenas pude gritarle cuando ya estaba a más de 10 metros de distancia.
Yo me dirigí rápido a mi casa para llama a la policía o algo, sabía que Kyle llegaría allí cuando se diera cuenta que jamás alcanzaría a un ladrón en esta ciudad.
Pero al llegar a casa me encontre con una no muy grata sorpresa.

Hunter Ackless.

¿Qué pasaba con estos chicos de hoy en día y sus delirios de héroes? No me atemorizaba, soy ladrón de profesión, tengo una maestría en la huida a campo urbano y un diploma en camuflaje callejero, a los segundos el rubio ya no estaba ni cerca, di un suspiro profundo, subí a el primer autobús con dirección a mi viejo departamento, cuando me logre sentar en un lugar apartado inspeccione el maletín, adentro no había muchas cosas de valor, pero no quería decir que hubiese robado por robar, yo sabia lo que hacía, había visto de lejos a la chica guardar ambos celulares allí, ni le vi el rostro, solo el cuerpo, que nada mal estaba. 
Los agarre en mis manos, a poco podían ser más cursis, tenían la misma foto de fondo, pude ver a la chica, castaña, ojos verdes, linda sonrisa, nada mal para ser tan descuidad ¿Qué no sabía que esta es una ciudad peligrosa? ambos estaban bloqueados, debía ir donde mis contactos y venderlos, ellos ya sabrán como es todo el proceso de allí en adelante a mi solo me importa tener el dinero. Dentro de la mochila había un suéter negro y un libro viejo, podría gustarle a mi abuelo, el bus paso cerca a su casa, aproveche y me baje allí, deje la mochila con el suéter en la silla del autobús, no los necesitaba. Uno de los celulare vibro en mi mano, un mensaje, lo mire con curisidad 
Pa' 
"Ya ni llegues, de esta no sa.." Hace poco
"Responde niña" Hace 2min
"Ya veras" Hace 5min
"¿DONDE DEMONIOS ESTAS?" Hace 10min
"Vente ya mismo para la ca..."  Hace 20min
 
No me dejaba ver más, pobre chica, iba a tener problemas con papá, deje escapar una risa traviesa y entre a la casa de mi abuelo, el no era ajeno a lo que hacía, pero ya había optado por aceptarlo, tratar de convencerme era en vano.
Al verme se sorprendio.
—Hunter, dos visitas en una semana, eo debe ser un record— dijo y se acomodo en su sillon de siempre
—No te acostumbre— dije y le pase el libro
—Una chica lo tenía en su maletín, pensé que podría gustarte— el lo miro con desagrado
—No me traigas cosas robadas Hunter, ya te dije que no me gustan— me encogí de hombros y lo deje en una mesa, aproveche para quitarme la camisa y dejarme en la que traia debajo, era una técnica típica, para que no te reconocieran
—Bien a eso venía, ya me voy— me levante y camine a la puerta —Te cuidas abu...— pero en mitad de la frase un fuerte estruendo sonó no muy lejos de allí, como el sonido de muchos vidrios rotos, observe a mi abuelo y su mirada parecía decir "otra vez no", me quede en silencio, tratando de decifrar que ocurria.
—No papa! Entiende por favor— gritaron de fondo, una asustada voz femenina, en eso recordé lo que me había contado mi abuelo en Lunes pasado, la chica con problemas de al lado, bufe y di un paso más a la puerta, pero los gritos volvieron a detenerme —No! No! No fue mi culpa— las voz quebradiza de la chica empezó a asustarme un poco, parecía que la estuvieran matando, no quería ir a dar declaraciones en una comisaria de como escuche sus gritos aturdidores de moribunda, escuche como mi abuelo se movía rápido a mis espaldas 
—Debo llamar a Kyle— susurro rápido, lo observe con detenimiento. Mi abuelo agarro el teléfono y marco, de la nada algo vibro en mi bolsillo, perfecto de nuevo estos estúpidos celulares , lo saque sin que mi abuelo lo notará y me paralize al ver su nombre en la pantalla.
La vida me odiaba, con cada una de sus minúsculas moléculas y átomos, cancele la llamada y mire a mi abuelo, al parecer ni lo había notado.
Él fruncia el ceño y me miro.
—Que extraño, Kyle siempre contesta mis llamadas, sabe que es importante— Trague en seco
—Debe estar ocupado, no le insistas— y de nuevo otro estruendo sono, un poco más seco, como de un mueble, si mis cálculos y suposiciones eran correctos, la chica de al lado sería la misma de las fotos y los mensajes. No pude evitar sentir un revoltijo en el estomago, como de dolor y pesadez, sentía, por muy peculiar en mi vida, CULPA, no se si era porque por mi culpa ella no había leido los mensaje de su padre, o porque tampoco iban a poder llamar a su novio o amigo o lo que fuera para que le ayudara o porque simplemente el hecho de saber como era su rostro o de haberla visto en persona, tecnicamene, hacía más dificil ignorar sus gritos y sonidos.
 
Cuando reaccione mi abuelo, con su baston ya estaba cruzando la puerta y saliendo de casa.
—¿A donde vas?— le pregunte alarmado, ya estaba por la mitad de la acera
—No dejare que la pobre chica se quede sola en esa casa con un hombre del doble de su contextura mientras escucho como la maltrata— dijo con su tono testarudo
—No seas tonto! ¿Qué quieres que te mate tambien?— le pregunte alarmado 
—¿Tambien? ¿Que tambien me mate? Entonces dejamos que solo ella muera— me miro decepcionado —¿Hunter qué te paso dios mio? Donde esta tu corazón, tu bondad, no eres el mismo nieto que jugaba en mi sala hace unos años— la decepción en los ojos de mi abuelo llego a lastimar un poco. Era un día demasiado emocional para mi, no me gustaba para nada. Suspire y el continuo su camino, cuando iba por el porshe de la casa de al lado vi al rubio a los lejos, caminaba casi trotando, al vernos frunció sus cejas y acelero el paso, rogué porque no me reconociera, suerte que había cambiado mi camisa. 
El rubio me miro y luego a mi abuelo, segundos después la voz del hombre sonó tras la puerta, allí mismo el rubio supó que ocurría, saco una llave de dentro de su chaqueta y la metió en la cerradura, me acerque a mi abuelo y le susurre.
—Abuelo el ya esta aquí, vamonos— aquí el unico que me importaba era mi abuelo, si aquel hombre era tan temible como el decía entonces nada podía hacer un hombre de 80 años en baston contra el. La puerta se abrió y a mis ojos se rvelo una escena que creo jamás poder olvidar.
Un menudo cuerpo, yacía en el suelo, sin moverse, sin reaccionar, ensangrentada por la cortada de varios vidrios , con machas color morado esparcidos por rincones donde mi mente ya dolía de solo pensar un golpe allí. Sin siquiera pensarlo, la sangre se subió a mi cabeza y mi corazón se aceleró, yo podía ser tan vil como muchos quisieran o dijera, pero esto, esto era inhumano, era demente, era desastroso, corrí tras el rubio contra el hombre, que sin lugar a duda tenía un temaño considerable, le pedí a i abuelo que llamara a la policía.
(...)
 
Estaba sentado en el porshe mirando las luces de la patrulla donde el hombre despegaba una furtiva mirada hacía mi, con odio en su más pura esencia. Le sonreí, irónico y victorioso, aunque de premio solo me había llevado un doloroso ojo morado y una mano cortada en vidrio, el rubio se alejo del policia y se acerco a mi, le dije que el diera las declaraciones, yo, por obvias razones, no me la llevaba muy bien con la ley, aunque el creyera que estaba muy adolorido y cansado y queria sentarme.
Camino a mi y se sento a mi lado.
 
—Gracias— me dijo y yo lo observe, solo asentí, con mi mirada seria.—No se que hubiese sido de mi si a ella le hubiese pasado algo— mi mirada fue a la ambulancia, donde su cuerpo estaba siendo subido a una camilla
—Tu novia estará bien— dije con cansancio, hablaba de más para mi gusto, el rubio estallo en carcajadas 
—Amelie no es mi novia, seria un poco escalofriante si lo fuera, es como mi hermanita— lo mire y asentí, no le veía lo gracioso. —Por cierto soy Kyle— lo mire y asentí 
Me levante y fui a la ambulancia donde mi abuelo miraba a Amelie según habia dicho Kyle.
—Ya debo irme abuelo— le dije y el me miro sonriendo
—Después de todo aun hay un poco del pequeño Hunter en ti—  evite su mirada y la fije en la chica, que no viniera con eso ahora, no estaba para más sentimentalismo el día de hoy. La chica se retorció adolorida y abrió los ojos apenas unos milímetros, lo que sus ojos hinchados le permitían, fijo las perlas verdes en mi, no me reconoció obviamente, ni me conocía, vi el dolor en sus ojos, pero apenas pudo me sonrió, su mirada era profunda, era dulce, era inolvidable.

Sigue: Vic.



Última edición por Kida el Lun 10 Oct 2016, 2:47 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:26 pm

Capítulo 08
By Vic.


Logan Kraft (+18).

Un estruendo interrumpió mi profundo sueño, y seguido de eso, escuché la voz de mis progenitores a lo lejos quienes se insultaban mutuamente. No pensaba meterme en una de esas estúpidas peleas, así que solo me volví a acomodar en mi cama dándome la media vuelta.
Era difícil ignorar aquello que estaba pasando en la sala, más, luego de un grito de mi madre seguido de su llanto y más insultos. Bufé molesto pues no podía seguir durmiendo en aquellas condiciones, no dormía mucho, y menos tan temprano, pero había bebido más de la cuenta esa noche, solo, y estaba cansado, desganado, como de costumbre. Me calcé mis zapatillas para salir de la habitación con mi móvil, un poco de dinero y las llaves, no necesitaba más para subsistir fuera de esa horrenda casa.
 
— ¡Al fin apareces! Míralo, ni siquiera se preocupa por su madre, mal agradecido —suelta ella apenas me ve bajar por las escaleras. Ni siquiera la miro, ruedo mis ojos con cansancio— ¿Ahora también te drogas? Tus ojos están rojos.
— ¿¡Qué mierda te importa?! —La fulmino con la mirada— No tienes ningún tipo de derecho sobre mí, ni este —contengo mis despectivas palabras hacia mi padre por el simple hecho de que ni siquiera merece un insulto de mi padre—. Dan asco.
—Si tanto asco tienes, ¿Por qué no te largas de una vez? Maldito vago —suelta él de mala gana tambaleándose hacia mí.
—Es lo que planeo —digo sin más y me apresuro a la salida, ni siquiera presto atención a los reclamos por parte de ambos, es lo que menos me preocupa.
Enciendo mi motocicleta, y sé que por mi estado no era bueno manejarla, pero ¿Qué más daba? Con un poco de suerte acababa con aquella tortuosa vida que padecía a diario, o si terminaba en un hospital, al menos sabría que tendría para comer, y sin dudas, estarían más al pendiente de mi. Me dirigí a casa de Alexa y apenas llegué, al encontrarme con todo apagado, recordé que había salido de la ciudad con su padre. Un sonoro bufido de frustración sale de entre mis labios.
 
No sabía qué hacer o a donde ir, solo tenía una cosa en claro; no volvería a aquella casa. Entonces, recordé el bar del que Hunter me había mencionado, donde podría seguramente conseguir algo que me alegrase un poco la noche, que me hiciese viajar a otra realidad, que de seguro, cualquiera sería mejor que mi fracasada vida.
 
Llego al sitio y es bastante más desagradable de lo que podía esperar. El guardia de la puerta me ve con cara de pocos amigos pero aun así me abre la puerta y agradezco al cielo, porque si me pedía documento, estaría en problemas, ya que no lo llevaba conmigo, y además, aun no cumplía mi mayoría de edad.
Una vez dentro, el aroma a alcohol y marihuana inundó mis fosas nasales, aquel era un “barsucho” de mala muerte. Medité la posibilidad de volver a hacer el recorrido hacia la puerta en busca de mi motocicleta para largarme de allí pero ya estaba en el sitio, dar marcha atrás no era muy valiente de mi parte, además, no tenía nada que perder.
Me acerco a la barra ignorando al resto de las personas que allí estaban y cuando el barman se me acerca, pido un whisky doble, el cual no tarda en prepararme. Busco dinero en mis bolsillos reuniendo el suficiente para arrastrarlo con mi mano hacia él.
 
―Oye... Me hablaron de un tal Willard que puede darme algo para hacerme la noche más amena... ¿Dónde puedo encontrarlo? ―Él sujeto me da una extraña mirada negando con desaprobación.
―No deberías nombrarlo por aquí, chico, pero conozco a alguien que... Puede guiarte a él ―comenta y parece buscar a alguien con la mirada hasta que al fin parece encontrarle y levanta su dedo índice señalándole discretamente―. Esa chica, ¿La ves? La castaña que está sentada sola, se llama Sam, puede proveerte de lo que quieras, sin necesidad de llegar a Willard ―dice y palmea mi hombro por sobre la barra. Mi seño se frunce y lo miro extraño pero poco me importa su actitud, por lo cual hago un pequeño asentimiento con mi cabeza en forma de agradecimiento y tomo mi vaso para caminar hasta la chica mencionada.
Antes de hablarle, y aprovechando lo entretenida que está batiendo su margarita con un molda dientes, la observo detenidamente. Digamos que no sería candidata a Miss Universo pero la chica tenía su encanto. Con aspecto despreocupado, cabello naturalmente rizado, y tal vez más delgada de lo que pudiese llegar a gustarme, aun así se veía bien. No era como si pensara ligar con ella, o... Tal vez si se daba la oportunidad.
 
― ¿Sam? ―Pregunto acercándome para hablarle, tal vez invadía su espacio personal, pero la música estaba algo fuerte y sería difícil que me escuchase sino.
― ¿Quién pregunta? ―Me observa de arriba abajo para finalmente volver a mi rostro― ¿Que hace un niño como tú en un sitio como este?
―Pregunta Logan, si eres Sam ¿O no? No tengo ganas de perder mi tiempo ―digo poco cortés ante su actitud, y porque básicamente era la única forma en que solía tratar a la gente―. Y no soy un niño, no sé a qué demonios te refieres, solo estaba en busca de Willard y me enviaron a ti.
―Oh sí, soy Sam entonces... ¿Qué es lo que buscas?
―Una dosis de polvillo de hadas, ¿Tienes de eso para mí? ―Pregunto y la chica me dedica una ladina sonrisa.
―Pues... Depende el precio que estés dispuesto a pagar ―dice en forma coqueta acomodando el cuello de mi camisa―. Podríamos comenzar por largarnos de aquí ―asiento y su tacto en mi cuello no me desagrada en lo más mínimo. Bebe rápidamente su trago y hago lo mismo con mi whisky, el cual quema mi garganta, aún así no me importa, probablemente la noche, terminaría mejor de lo que había comenzado y eso era bueno.
― ¿A dónde me llevas? Tengo mi motocicleta aquí y no la dejaré en este sitio ―digo cuando la veo sacar unas llaves.
―Pues... Si me traes mañana aquí podemos ir en tu moto ―se encoje de hombros―. Eso sí, tu pagas la habitación, lo demás lo pongo yo ―mi seño se frunce apenas pero termino por asentir.
―Andando ―digo guiándole a mi motocicleta a la cual nos subimos, lamento no tener casco para mi acompañante por lo cual solo me pongo el mío. Ella se sujeta de mi cintura para luego arrancar velozmente. Me indica una dirección la cual sigo hasta que no mucho después estamos en dicho sitio. Ella baja y le miro incrédulo― ¿A dónde mierda me has traído? ―Cuestiono con una mueca desagradable.
― ¿Que esperabas? ¿Un hotel cinco estrellas? ―Rueda los ojos―. Quieres tu polvillo de hadas ¿O no? ―Habla impaciente y algo fastidiada.
―Ya que ―bufo apenas y entro al lugar el cual no es para nada agradable a mi parecer.
―Una habitación para dos ―dice ella naturalmente acercándose al mostrador volteando luego hacia mí haciéndome un gesto para que me acerque es entonces, que introduzco la mano en el bolsillo de mi jean dándome cuenta que no tengo más dinero y luego de un pequeño ataque de pánico el sujeto habla.
―Pueden pagar luego ―dice de mala gana, al parecer el doble de malhumorado que yo y con un rostro demacrado.
Miro a Sam y niega haciéndome seña una vez más de que le siga y eso hago. Me guía hasta la habitación la cual abre y acto seguido, va hacia la cama sentándose sobre esta y viéndome expectante.
 
―Así que... ¿Esto es lo que quieres? ―Dice agitando una pequeña bolsita de polvo blanco a lo que sonrío de lado y asiento.
―Justo eso ―me acerco y planeo arrebatarla de su mano pero es más ágil y la pone tras ella.
―No tan rápido, noté que no tienes dinero para pagar el hotel, ¿Cómo demonios piensas pagarme esto?
―Pues ―balbuceo y muerdo mi labio tratando de recordar algo de valor que pueda llevar conmigo, pero probablemente nada sería suficiente―. Estamos en una habitación de hotel, puedo pagarte con mi compañía ―sonrío de lado ya que ella anteriormente me había coqueteado―. Y la próxima me aseguraré de traer más dinero conmigo, ¿Qué dices? ―Frunce sus labios meditando la idea y termina por extender la bolsa hacia mí.
―Espero que tengas algo bueno para dar ―dice finalmente provocándome sonreír, entonces, la tomo de la cintura haciéndola levantarse para unir nuestros labios en un apasionado beso el cual sigue sin problemas.
Introduzco mis manos bajo su remera levantándola y apenas si nos separamos para que la quite la recuesto sobre la cama abriendo la pequeña bolsa con mis dientes, entonces, me tiende una tarjeta que saca de su bolsillo la cual utilizo para alinear el polvo que previamente esparcí sobre su vientre plano. Luego de enrollar un billete, tapo uno de mis orificios nasales, para con el otro, inhalar sin prisa, ya que de aquella forma, el efecto sería más prolongado. Sorbo mi nariz limpiando con el dorso de mi mano cualquier resto de cocaína que pudiese haber quedado para luego, subir hasta su rostro y volver a besarle con ganas. Bajé mis besos por su cuello para ir bajando de a poco por su clavícula. Ella se apoyo sobre sus codos y aproveché aquella posición para deshacerme de su brasier con su ayuda.
La droga estaba haciendo su efecto, pues de un momento a otro, me sentí sumamente activo, y aunque parecía que todo era confuso, sabía que me encontraba con una hermosa chica a la cual debía pagarle aquello con un favor sexual y quería ser bueno para ella esa noche, y para mi, claro. Su piel era suave, y delicada noté algunos moratones en ella, tal vez era efecto de las alucinaciones, simplemente lo dejé pasar para concentrarme en lo que hacía. Mis besos habían recorrido entero su torso hasta llegar a su vientre donde me dispuse a quitar su falda y bragas de una vez.
No pasó demasiado tiempo para que me encontrara acariciando sus muslos mientras le daba placer besando su zona íntima, recibiendo como recompensa, sus gemidos que solo lograban encenderme aun más.
Luego de unos minutos, aquello parecía ser bueno para ella, pero no suficiente para mi, por lo cual, mis labios recorrieron su vientre subiendo una vez más, rasguñando levemente su cuello con mis dientes. Justo cuando estaba a punto de quitarme de encima para desabrochar mis jeans, ella tomó la iniciativa y lo hizo por mí lo cual era aun mejor. Los bajó y antes de deshacerme de ellos, tomé el pequeño paquete que se encontraba en mi bolsillo trasero y que nos daría seguridad a ambos, pues podía ser un idiota, pero no tanto para no usar condón con una desconocida. Lo siguiente; se aferró a mi cintura con sus piernas cuando empecé a moverme lentamente dentro de ella, aumentando mi ritmo de a poco por la necesidad de sentir mayor placer.
Los jadeos no tardaron en hacerse presentes, nuestros labios chocaban entrecortadamente a causa de las fuertes respiraciones que se hacían cada vez más pesadas. Su cuerpo era pequeño bajo el mío, por lo cual con la poca consciencia que me quedaba, estaba siendo cuidadoso con mis manos sobre la cama para no apoyarme totalmente en ella, la cercanía era suficiente ya que irradiábamos calor el cual se hacía mayor a medida que el tiempo pasaba.
Sus manos recorrían mi espalda y en más de una ocasión sentí un leve ardor que causaban sus uñas clavándose en mí, lo que me hacía sentir que estaba a gusto al igual que algunas maldiciones en susurros. Me sentía satisfecho pero aquella sensación fue aún mayor cuando mi abdomen se contrajo y por algunos segundos las embestidas se volvieron más fuertes, soltando un ronco y profundo gemido, pues había llegado a mi clímax. Salí de ella con cuidado para dejarme caer a su lado sobre la cama respirando profundo para recuperar el aire luego de aquel gran momento.

―Qué opinas… ¿Ha sido buena la paga? ―Sonrío de lado viendo su cuerpo desnudo a mi lado y quitando la parte de los moratones, se ve sumamente bien.
―No estuvo mal ―dice restándole interés por lo cual bufo negando.
―Sí, claro “no estuvo mal” ―la burlo citando sus palabras―. Cuando quieras repetirlo, confirmaré que solo dices eso porque eres una chica orgullosa ―le digo tomando su cintura con mi mano y atrayéndola a mí para volver a atrapar sus labios con los míos. Ella sonríe subiéndose sobre mí para continuar el beso. Mis manos rodean su delgada cintura y se separa lentamente cinchando mi labio inferior que atrapa entre sus dientes.
― ¿Acaso crees que ya se ha terminado? ―dice con una sonrisa traviesa en sus labios mientras se sienta apoyando las manos en mi pecho delineando con su dedo índice algunos de mis tatuajes―. Retiro ese; “No estuvo mal” y lo cambio por un; Aun no es suficiente ―es ella quien ahora, estira su mano hacia su falda que yacía a los pies de la cama sin quitarse de encima mío, para sacar un condón de esta y colocarlo en mí. La observo lleno de lujuria y una vez termina, se posiciona para que la penetre, y esta vez, es ella quien se encarga del ritmo.
 
♦ ♦ ♦
 
Un golpeteo impaciente me despierta y maldigo internamente, ¿Por qué demonios no podía despertar como el resto de los mortales? Siempre algo fastidioso interrumpía mis sueños poniéndome de inmediato malhumor. Abro lentamente mis ojos, mis párpados pesan, mi cabeza da vueltas, y no tengo idea de donde me encuentro. Lo primero que veo, es el techo, el cual no reconozco, solo sé que esa mancha de humedad en este no es de mi habitación.
 
― ¡Deben desocupar la habitación! ―Siento desde afuera entonces, me siento bruscamente en la cama recordando todo, o, casi todo. Observo a mi lado y Sam, aun completamente desnuda duerme plácidamente hasta que la sacudo por su brazo recibiendo un quejido de su parte.
―Es hora de irnos ―murmuro levantándome y comenzando a buscar mis prendas, descubriendo tres condones usados en el piso, siendo que apenas si recordaba hasta el segundo, seguro había sido una gran noche.
― ¡Ya va! ―Bufo al seguir sintiendo el golpeteo que estaba fastidiándome.
―Si no desocupan la habitación en diez minutos vendré con las llaves ―dice y puedo sentir crujir la madera del pasillo indicando que el sujeto se ha ido.
Vuelvo a mirar a la chica quien se ha sentado en la cama tapándose con la sábana y la descubro observándome.
 
―Buen día ―saludo y recojo su ropa para tendérsela antes de dirigirme al pequeño baño en el cual me encierro. Vacío mi vejiga tirando de la cisterna y volteo hacia la pileta para abrir las canillas lavando mis manos y rostro reiteradas veces hasta que vuelvo a salir y me encuentro con la castaña ya vestida, esperando en la puerta. Beso su hombro cuando pasa y siento una leve risilla de su parte al hacerlo lo cual me hace sonreír.
Sale luego de unos pocos minutos sale de allí y me mira.
 
―Tengo una buena y una mala noticia ―dice― ¿Cuál deseas oír primero? ―Mi seño se frunce y dudo pero finalmente respondo.
―La mala.
―No encuentro mi dinero, y por lo que sé, tampoco tú tienes para pagar la habitación ―suspira frotando sus ojos.
― ¿Cuál es la buena? ―Rasco mi frente.
―Esa ventana ―señala tras de mí por lo que volteo―, da a un pequeño tejado ―ladea su cabeza― ¿Sales tu primero o yo? ―Niego levemente y suelto un suspiro.
―Yo primero, así te ayudaré a bajar ―digo y justo cuando estoy a punto de atravesar la ventana la puerta vuelve a ser golpeada.
―Se ha terminado su tiempo, voy a entrar ―habla el hombre y de inmediato Sam está empujándome hacia afuera. Una vez salgo, la ayudo rápidamente a salir por esta y nos encontramos en el tejado cuando sentimos la puerta abrirse― ¡Malditos! ―Grita el viejo y podemos sentir sus pasos hacia la ventana, tomo la mano de Sam haciéndola apresurar y entonces llegamos al borde, hay unos contenedores de basura justo debajo, la miro y espero me comprenda. Hago una mueca de asco la cual imita, pero finalmente, sentimos la voz del viejo más cercana― ¡Llamaré a la policía! ―Dice asomando su cabeza por la ventana y no lo pienso dos veces, salto, obligándola a ella a hacerlo conmigo. Ambos caemos en el bote de basura sobre un colchón de bolsas negras que amortiguan la caída.
―Apúrate ―digo bajando del bote de un salto y la tomo de la cintura para ayudarla a salir, entonces, corremos hacia mi motocicleta la cual enciendo rápidamente mientras ella sube abrazándose de mí para alejarnos velozmente del lugar. No noto que había dejado mi casco sino hasta que la brisa pega fuerte contra mi rostro y maldigo― ¡Mi casco! ―Bufo y la siento reír― ¿De qué mierda te ríes? ―La observo por el espejo retrovisor.
―Eso fue demasiado loco y estúpido ―continúa riendo y apoya su mentón en mi hombro―. Pero hasta fue divertido ―dice con una sonrisa la cual me contagia y niego apenas―. Has perdido tu casco por evadir a la policía, no deberías quejarte.
―Supongo tienes razón ―le hecho una última mirada por el espejo antes de volver mi vista al frente.
Poco después, nos encontramos en el estacionamiento del bar en el cual nos habíamos conocido la pasada noche, donde no planeaba que nada de lo ocurrido, pasase. Baja de la moto.
 
―Gracias… ―frunce su seño mordiendo su labio.
―Logan, soy Logan ―le recuerdo riendo.
―Cierto ―chasquea sus dedos riendo―. Gracias Logan, ha sido una buena noche ―asiente.
―Ajá, ¿Sueles venir aquí? Tal vez… Pueda volver en algún momento ―digo tratando de sonar indiferente.
―Sí, vengo bastante seguido ―dice de la misma forma.
―Bueno… Te veré entonces ―guiño en su dirección y aprovechando la corta distancia a la que se encuentra, sin necesidad de bajarme del vi rodado, la tomo por la cintura atrayéndola hacia mí para besarle, ella me corresponde llevando mi mano hacia su cuello y luego de algunos minutos nos separamos por falta de aire―. Espero verte pronto, fue un placer Sam ―digo volviendo a encender mi vehículo.
―Lo mismo digo, Logan ―asiente y finalmente voltea en dirección al único auto que había allí. La miro un par de segundos hasta que reacciono que lo estoy haciendo, entonces, pongo mi moto en marcha, alejándome de allí.

Eric Parker.

Era mi quinto día en la clínica psiquiátrica donde habían decidido internarme luego de mi intento de autoeliminación. Era bastante deprimente estar en un lugar así, pero me había ayudado en cierta forma, a darme cuenta, que yo no estaba tan loco como pensaba, había gente mucho peor, como el sujeto que aullaba en las noches a quien debían inyectar para que durmiera y nos dejara dormir a los demás pacientes. O el que tenía delirio de persecución y cada paso que daba miraba hacia atrás como si su propia sombra fuese a asesinarlo. Aquel era un lugar poco agradable para estar, pero considerando que los primeros tres días no había salido de mi habitación y prácticamente me había pasado durmiendo a causa de las fuertes medicaciones, no había sido tan malo, pero una vez que tuve que salir de mi dormitorio, todo se volvió bastante inquietante e incómodo.
Fui llamado por uno de los enfermeros ya que mi psiquiatra había llegado a verme. Atravesé en pasillo hacia la enfermería donde me guiaron hacia un pequeño consultorio dentro de esta encontrándome allí con la doctora Sharon. No era la primera visita en aquellos cinco días, pero ni siquiera podía recordar la anterior.
 
― ¿Cómo te sientes, Eric? ―Cuestiona alineando sus gafas en el puente de su nariz para volver su vista a la planilla donde apuntaba cada una de las cosas que yo decía. Me encogí de hombros ante su pregunta― Yo veo que has mejorado, no quería tener que aumentar la medicación pero por lo que ocurrió la pasada semana no vi otra opción ―comenta levantando su mirada hacia mí―. Quiero darte de alta del sanatorio, ya hablé con tu madre quien me aseguró no estarías solo en ningún momento, que tu amigo Zack iba a ayudarle a repartirse el día para que siempre estuvieses acompañado ―asiento soltando un profundo suspiro― ¿En qué piensas? ―habla en su característico tono dulce.
―No quiero volver a la secundaria ―digo llevando la vista a mis manos entrelazando mis dedos los cuales hice tronar hasta que sentí el dolor llegar hasta mi muñeca y me detuve, aun no me sacaban los puntos de mi brazo y sentía mi piel tirante.
―No volverás aun… Pensaba darte una semana más para ello, sé que puede parecerte poco, pero tampoco es bueno que estés encerrado en tu casa, por más que estés acompañado, no quiero que te retraigas en tu mundo, debes pensar en cosas de chicos de tu edad, los estudios pueden ser fastidiosos pero son una buena forma de mantener tu cabeza ocupada.
―No quiero volver nunca al secundario ―digo encaprichado sintiendo mis ojos llenándose de lágrimas.
―Eric ―comienza―… Sé que no quieres, entiendo que no quieres, pero debes enfrentarte a la realidad, porque tarde o temprano volverás a hacerlo ―dice estirando su mano hacia la mía para tomarla―. Podemos hasta hablar de la posibilidad de cambiar de secundaria, pero no aconsejo que dejes de ir ―la miro cabizbajo―. Sé que tienes miedo, pero los miedos hay que enfrentarlos, no huir de ellos ―me dedica una dulce mirada y un leve apretón en mi mano―. No quiero que vayas a la secundaria solo por los estudios, lo que menos importa en este momento es el año escolar, estoy totalmente segura que podrás recuperar dos semanas de clases si te lo propones, pero aun así no es mi propósito. Lo que quiero es que puedas afrontar tus miedos, sea por el chico que suele molestarte, o por la sociedad en general. Tienes un problema Eric, tienes un trastorno bipolar y convives con una gran depresión. Pero déjame decirte que no eres el primero ni serás el último ―hace una breve pausa―. Trato con muchas personas como tú, y conozco a tantos otros que han padecido lo mismo pero con ayuda de su entorno y la medicación han logrado llevar una vida completamente normal ―asegura―. Mi propósito es que el día de mañana, tú seas uno de los de esa lista ―sonríe levemente e intento hacer lo mismo pero muerdo mi labio―. Te firmaré el alta y podrás irte a tu casa hoy mismo ―suelta mi mano alejándose y haciéndose hacia atrás en la silla―. Pero te veré la próxima semana, en mi consultorio como siempre, antes de que vuelvas a clases, ¿Está bien? ―Asiento y me levanto para saludarla y luego salir de allí.
 
Mamá pasó a ver a la doctora, como de costumbre, solía hablar con ella luego de cada sesión. Me senté en uno de los sillones de la pequeña sala de espera.
Mi cabeza era un completo lío. Mil emociones rondaban en esta, la angustia no había desaparecido, pero aun así, Sharon tenía razón, estaba mejor, aunque solo pensar en volver al secundario y reencontrarme con Logan me daba escalofríos. Seguro él ni se había percatado de mi ausencia, podría encontrar a alguien más a quien molestar, lo cierto era que cada día lo recordaba y recordaba sus palabras que tanto me habían dañado, desde el “idiota”, “basura”, “pérdida de tiempo”, pasando por todas las bromas y humillaciones a las cuales me había sometido. Mi piel se erizó con solo recordarlo haciéndome llegar a una única conclusión; no estaba listo para volver.
Me sobresalté al sentir una mano en mi hombro y levanté mi mirada encontrándome con mi madre.
 
―Disculpa cariño, no quise asustarte ―deja un beso en mi sien y ambos caminamos hacia la salida―. Podemos ir a casa ―sonríe ampliamente―. Zack estará muy feliz de saberlo, ¿Vamos por tus cosas? ―Asiento y volvemos  a la habitación que me había albergado aquellos días, en busca de mis pocas pertenencias las cuales guardé en un bolso, quería irme de allí cuanto antes y tenía muchísimas ganas de ver a Zack. Mamá me había comentado que él me había ido a ver pero siempre había estado durmiendo, y que no había querido despertarme, por lo cual lo retaría cuando lo viera.
Una vez tuvimos todo acomodado y listo, pasamos por la recepción, donde nos dieron mi permiso de alta para al fin, salir de allí. Sentí un leve mareo al salir, los ruidos de la calle de los cuales había estado aislado parecían sumamente fuertes, y los rayos de sol hacían doler mi vista. El frío era intenso, prendí mi abrigo y me abracé a mi mismo sin soltar el brazo de mi madre hasta que cogimos un taxi poco después.
 
― ¿Quieres llamar a Zack? ―Pregunta mamá extendiéndome su móvil― Estará feliz de saber que vuelves a casa.
―Siento vergüenza por no haber podido verlo estos días, debió haberme despertado ―suspiro y ella niega.
―Cariño, estabas allí para descansar, él lo entendió perfectamente, por eso fue a verte a diario aunque tú no pudieses verle.
―Él es un ángel ―susurro viendo por la ventanilla hacia afuera con una leve sonrisa.

♦ ♦ ♦

El timbre suena en casa y de inmediato, me levanto del sillón sintiendo un leve mareo al hacerlo, pero poco e importa, solo podía ser una persona quien llegase; Zack.
Mamá me miró desde la cocina y me dedicó una sonrisa haciéndome seña de que vaya a abrir antes de volver a adentrarse en ésta.
Quise correr, pero podría marearme, por lo cual solo fui a paso veloz abriendo la puerta y al hacerlo, una inevitable sonrisa se dibujó en mis labios y me abalancé sobre él para abrazarlo con mis pocas fuerzas por los hombros él corresponde rodeándome con sus brazos por la cintura soltando una leve risilla.
 
―Que bueno es volver a verte ―susurro soltando un suspiro al final, y aunque no quiero separarme, está algo frío por lo cual lo hago pasar cerrando la puerta luego.
―Lo mismo digo ―aprieta levemente mi hombro―. Me puso muy feliz que tu madre me llame para decirme que estabas de alta, aunque me hubiese gustado mucho que fueses tu quien llamara.
―No quería hacerlo, no me sentía bien sabiendo que todas las veces que tú fuiste a visitarme, yo me las pasaba  durmiendo ―muerdo mi labio apenas haciendo una mueca.
―No seas tonto, Eric ―exclama―. Justo para eso estabas ahí, para descansar, me bastaba con verte y hablar con tu madre quien me ponía al tanto de tu situación, no debes sentirte mal por eso, es absurdo  ―dice obvio.
―Eso mismo le dije yo ―interrumpe mamá acercándose a nosotros para saludar a Zack quien le sonríe.
―Hola Johannah ―besa su mejilla mientras mamá se quita la manopla que usaba para abrir el horno.
―Hola cariño, ¿Te quedas a cenar? ―Pregunta― Acaba de salir el pollo del horno ―dice entusiasta a lo que ruedo los ojos y río.
―Me encantaría pero…
―Anda Zack, quédate ―pido casi infantilmente.
―Lo siento, es que… Prometí a Jeremy que iría temprano a casa ayudarle con la tarea, como también le prometí que mañana luego del trabajo lo llevaría a andar en bicicleta al parque, y sería genial que nos acompañes Eric
―Oh, ¡Esa es una genial idea Zack! ―Sonríe mamá palmeando el hombro de él― ¿Verdad que sí cariño? ―Me mira a mí y asiento sin ver a ninguno de los dos tragando duro y tratando de sonreír.
―Claro, sí, es genial ―digo viendo temeroso a Zack quien no comprende mi actitud y frunce levemente su seño.
―Te haré una vianda para ti y para tu hermano, de todos, modos, es mucha comida para nosotros ―dice mamá y Zack le mira.
―Oh no Jay, eso no es necesario ―niega apenas pero es inútil, mamá le sonríe y se va hacia la cocina. Él rasca su nuca frunciendo sus labios―. Dejaré pasar eso por alto, pero no puedo dejar pasar por alto el temor que vi en tus ojos cuando te invité a la plaza mañana, ¿Qué pasa Eric? ―Suspiro pesadamente y vuelvo al sillón dejándome caer en este.
―No quiero salir de casa ―digo sin más fijando mi vista en el suelo hasta que noto la otra parte del sillón hundiéndose y la profunda mirada de Zack fijándose en mí.
― ¿Por qué? Irás conmigo, y con Jeremy, nada malo pasará mientras estés conmigo Eric, deberías saberlo ―dice con seriedad pero aun así su tono es suave.
―No lo sé, solo no quiero ―tomo mis manos entre sí fijando mi vista en nada en particular hasta que siento su mano tomando una de las mías por lo cual le miro.
―Estoy aquí para ti, ¿Si? Hoy, mañana, siempre estaré aquí para ti ―me dedica una leve sonrisa― No puedes quedarte simplemente encerrado aquí, será divertido, Ademas Jer ha estado preguntando por ti, se pondrá feliz de verte. Además no te lo estoy preguntando, mañana pasaré por ti a las cuatro y más te vale estés listo para salir ―advierte con firmeza pero una sonrisa se dibuja en su rostro provocando lo mismo en mí.
―Está bien, lo haré por ti ―digo finalmente acariciando nuestras manos unidas y bajando mi vista a ellas―. Te quiero mucho Zack ―levanto tímidamente mi mirada hacia él.
―Y yo a ti ―palmea nuestras manos con delicadeza cuando mamá irrumpe en la sala.
Suelto sus manos sin ser brusco y bajo mi mirada, mamá se acerca y besa mi mejilla entregándole una bolsa con un tupper a Zack.
 
―Espero esto sea suficiente para ti y Jeremy, ambos pueden venir a cenar cuando quieran por aquí ―sonríe hacia él con cariño en su mirada.
―Gracias señora Parker, no se hubiera molestado ―dice él algo tímido y se levanta―. Ahora sí, debería irme ―mira a mamá y a mi sucesivamente―. Pero pasaré por ti a las cuatro, no lo olvides ―me señala y mamá se acerca a él pasando la mano tras sus hombros.
―Descuida, te prometo que estará listo para dar un paseo entonces ―ruedo los ojos mientras los veo alejarse hacia la puerta.
―Adiós Eric ―saluda desde allí y me recuesto en el sillón soltando un suspiro cuando la puerta se cierra. El sillón vuelve a hundirse al otro lado pero esta vez, mamá es quien lo provoca. Por alguna razón me da cierta vergüenza mirarla, aunque me es inevitable hacerlo ya que percibo su sonrisa y sus ojos clavados en mí― ¿Qué? ―Pregunto viéndole de lado y su sonrisa aumenta soltando una leve risa la cual se me contagia― ¡Mamá! ―Río inevitablemente.
― ¿Qué? Solo me gusta ver esa sonrisa en el rostro de mi bebé ―dice apretando una de mis mejillas por lo cual arrugo mi nariz ladeando mi cabeza en forma de desaprobación por lo cual deja de hacerlo pero aun así sigue sonriendo―. Y si Zack es el responsable de esa sonrisa, no puedo estar más que feliz por ello ―dice palmeando mi pierna apretándola levemente mientras suspira.
― ¡Mamá! ―Repito sonrojándome por completo― Estás avergonzándome ―tapo mi rostro con ambas manos y siento su risa una vez más.
―Ya, ya, lo siento ―se levanta no sin antes dejar un beso en mi frente―. Vamos a cenar, ¿Sí? ―asiento levantándome tras ella― Aun así debemos hablar de lo que pasa entre Zack y tú en algún momento ―ríe por lo bajo.
― ¡Mamá! ―Repito negando sin poder evitar reír.


♦ ♦ ♦

Habíamos almorzado afuera con mamá, aun tenía unos días de la licencia que se había pedido para estar conmigo, y luego, como habíamos quedado, se repartirían en día con Zack para que no estuviese solo en ningún momento, lo cual me irritaba un poco, por el hecho de que me sentía una molesta carga para ambos, aunque en el fondo sabía que no lo era, no podía quitar esa idea de mi cabeza. No podía olvidar las palabras que Zack me había dicho aquel día en el sanatorio; “no más estar solo, perdiste ese privilegio”. Como también había perdido su confianza, ellos no confiaban en dejarme solo, temían que volviera a cometer otra locura de aquellas, y aunque no pasaba por mi cabeza entonces, entendía que había estado mal, y que ellos solo querían cuidarme.
Entramos al hospital una vez más, esta, solo iba a sacármelos puntos, lo cual según mamá no dolía nada, aun así me daba cierto temor, aunque de seguro no dolía más que lo que ya había pasado. No tuvimos que esperar mucho, cuando ya estaba solo en la sala con el médico.
 
―Espero no volver a verte por aquí en mucho tiempo muchacho ―dice, ya que era el cirujano que me había suturado―. Esto no duele, solo, te molestará un poco ―advierte mientras desinfecta la zona y toma las tijeras de punta redonda con las que hará dicho trabajo. Miro hacia otro lado, pues soy bastante sensible, solo siento mi piel tirante y arrugo mi nariz cerrando fuerte mis ojos cuando el vuelve a hablar―. Listo ―dice y lo miro incrédulo observando mi brazo y las heridas de este encontrándome con que efectivamente, los puntos ya no estaban allí.
―Wow, si fue rápido ―él asiente y me levanto.
―Nunca más quiero verte Eric Parker ―me da un leve apretón de manos―. Buena vida muchacho ―dice y sonrío apenas de lado.
―Gracias, lo mismo digo ―son mis últimas palabras antes de abandonar el consultorio.

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Última edición por Kida el Lun 10 Oct 2016, 2:50 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 2:48 pm

Capítulo 09
By Pris.


Kyle Parker.

Sonreí una vez más. Quizás para muchos esto era demasiado mundano, pero ver a mis hermanos y mi madre sentarse en sillas que no se rompían con solo mirarlas para comer en una mesa que no tenía las patas rotas ni la parte superior despegada, era la cosa más gratificante del universo para mí.
Gigi la había mandado hacía ya dos días, pero no había sido hasta hoy que tuve el tiempo suficiente para armarla. Recuerdo que una vez le conté sobre nuestra deteriorada cocina, tras darme uno de sus cheques.
“Genial. Esto es suficiente para cambiar nuestro horno.”, comente. “No tiene tapa”, agregue.
Por supuesto que no lo había dicho con la intención de que me regalara este tipo de cosas, y quizás muchos podrían decir que lo hacía para taparme la boca. Pero conocía a Gigi y sabía que era una muy buena mujer.
No está muy seguro si su hija había aprendido algo de ella.
Amelie había mencionado el hecho de que me pusiera en sus zapatos, y realmente lo había intentado, mas no podía. Por suerte, no me había vuelto a cruzar con aquella barbie castaña.

—¡Esto es genial Kyle! —soltó Kim, una de las gemelas. Sus trenzas colgaban de su cara adornada por una de sus hermosas sonrisas. Su pelo rubio era casi igual al mío.
—¿Dónde lo conseguiste? ¿Es usada? ¿Cuánto te costó? —pregunto Kaiden, el más pequeño de la familia. Su instinto aventurero junto con su afán de ser un gran científico algún día, lo hacía más curioso de lo normal.
—La compre con unos ahorros que tenia de hace tiempo. No importa realmente —le conteste, aunque sabía que no había saciado su curiosidad.
—¡Grandioso! Al fin podremos estudiar en la cocina y no en esa vieja habitación que apenas tiene una bombilla —comento Keyla, otra de las gemelas. Su hermana la miro abriendo los ojos más de lo común mientras le pegaba una patada por debajo de la mesa. —¡¿Qué te pasa?!
—¡Respeta, Keyla!
—Está bien, ya es suficiente. ¿Por qué mejor no se van a su habitación a terminar lo que estaban haciendo? —las interrumpí. Mis tres hermanos se quejaron a unísono, mas no tuvieron otra opción que obedecerme ya que nuestra madre había entrado a la pequeña cocina respaldando mi orden.
Le di un beso en la mejilla y luego me senté junto a ella, luego de que los pequeños desaparecieron.
Su cara parecía un remolino de emociones. Parecía estar feliz pero a la vez claramente preocupada y triste, sin mencionar cansada y afligida. Yo solo quería verla feliz.

—¿Qué sucede? —pregunte.
Ella dejo caer un sobre amarillo sobre la nueva mesa dejándome claro que ese era el motivo de su estado.
Las grandes letras rojas asustaban más el texto en si era una película de terror para mi y para mi madre.
“Embargo por deuda.”
Trague duro.

—Realmente no sé qué hacer Kyle. Esto es demasiado para mí. Le pedí al abogado un año más, estaba segura que llegaría a juntar el dinero para pagar la hipoteca.
—No es tu culpa, mamá. Se cuan duro trabajaste por esto—comente mientras abría el sobre para leer las clausulas.
Mi madre era maestra en una escuela cercana a nuestra casa, la misma a donde asistían mis hermanos. Trabajaba desde que abrían hasta que cerraban, haciendo horas extras, mientras que los fines de semana y vacaciones, daba clases privadas para algunos chicos de nuestro barrio.
Yo, por otro lado, me había comprometido a juntar suficiente dinero para comer día a día, sin mencionar la ropa de mis hermanos, los arreglos que había que hacerle a la casa, y mi camioneta –que había comprado luego de ver que perdía mucho tiempo tomando el colectivo-.
Me sentí inútil. Tal vez si la vendiera, incluso podría devolver la mesa y pedirle a Gigi el dinero de la misma.
Mire a mi madre una vez más. Una lágrima caía por sus mejillas quebrando todo en mí. Odiaba ver a mi madre así, y a decir verdad, desde que mi padre nos había abandonado, ese era su estado de humor diario.  
Sonreía por mis hermanos. Sonreía por mí. Pero esa sonrisa nunca llegaba a sus ojos.
Lo detestaba.
Había olvidado la última vez que salimos de vacaciones, o al menos fuimos al cine o a comer afuera como cualquier familia normal. Los cumpleaños eran un caos, debíamos ahorrar con un mes de antelación para el pastel, el regalo y la fiesta –en el caso de que se hiciera-.  Había trabajado desde aquel día de agosto en el que las maletas de mi padre atravesaron la puerta prometiendo volver,  pero nunca lo hizo.
Kayden aun lo espera.

—¿Qué hacemos? —me pregunto. Habíamos discutido en más de una ocasión por el hecho de que ella creía que yo aún era demasiado chico para hacerme cargo de ese tiempo de cosas, pero ella sabía que no me importaba perder mi adolescencia por darle todo lo que merecían.
Aun si tenía que trabajar horas extras, lo haría.

—Déjamelo a mí— le respondí. —Conseguiré el dinero para el lunes— agregue mientras le mandaba un mensaje a mi jefe.
—Pero hijo, es demasiado dinero. Aun si vendo mi auto, no llegaremos. ¿Cómo planeas juntarlo?—se alarmo. Con razón.
—No te preocupes. Tengo un par de amigos que me deben dinero. Creo que llegaremos.
Al menos eso esperaba.

Gia Legnstone.

Una semana había pasado y gracias al cielo –si es que existe-, Kyle no había vuelto aparecer por la casa. Al menos no mientras yo estaba en casa.
Margaret no había mencionado nada tampoco. Se lo agradecía.
Los exámenes finales estaban por llegar y lo que menos necesitaba era otro drama en la familia. Suficiente tenía con mis compañeros de clases  y sus estúpidas quejas sobre la falta de explicación del tema o el poco material que nos habían dado para complementar.
Por supuesto que no podía decir nada sobre ellos cuando solo algunos conocían donde estaba ubicada la biblioteca en la Universidad.
Cerré mi libro de Química Biológica sintiéndome satisfecha por lo que había logrado hacer en el día. Era sábado y había pasado casi todo el día en mi habitación. Margaret me había obligado a bajar a almorzar, pero tan rápido como salí, volví a entrar para terminar la bendita unidad que me faltaba de estudiar para el examen del lunes.  
Sonreí recordado la promesa que me había hecho en la mañana.
Tome mí teléfono de inmediato y luego de localizar el número de mi amiga teclee rápidamente.
“¿Tienes planes para esta noche?”, le envié a Sam.
“Los de siempre querida Gia”, no tardo en contestar.
“Quiero unirme.”
Hoy olvidaría a Gia Legnstone en mi placar o alguna parte de mi habitación.

****

Una hora después, y varios atuendos hasta encontrar el que creía que era más indicado, llegue a la casa de Sam.
Ella estaba parada frente a las puertas dobles que daban directo a la entrada principal con unos tacones que daban vértigo y con más piel libre que cubierta. Le sonreí mientras le abría la puerta del copiloto.

—Debo decir que me sorprendiste, Gia. Quizás en un mes seas mi cómplice a tiempo completo—comento a modo de saludo.
—Yo también te extrañe, y no gracias, tengo otras formas de arruinar mi vida y ninguna incluye alcohol y drogas —respondí y de inmediato escuche la carcajada de mi amiga. Sam era un tema aparte en todo sentido.
—Pero sigues siendo bienvenida cuando quieras, bebe.
Apreté el acelerador una vez que Sam me dijo a donde iríamos esa noche. Estaba cien por ciento segura que el lugar no sería para nada agradable para la Gia correcta, pero hoy planeaba cruzar límites.
Sam me había llamado avisando que no tenía medio de transporte. Al parecer, sus padres le habían quitado hasta lo que no tenía luego de una de sus rabietas. Me ofrecí a ser el chofer sobre todo por el hecho de que me daba la posibilidad de irme cuando quisiera en el caso de sentirme demasiado incomoda con la situación.
Llegamos mucho antes de lo esperado, la parte difícil fue estacionar puesto que las calles estrechas y la gran cantidad de autos no eran de gran ayuda.
Me acomode el vestido blanco que me había atrevido a ponerme en cuanto salí del auto, mi amiga simplemente comenzó a caminar.
Me pregunte mentalmente cuanto tardaría hasta que su ropa interior saliera al exterior, pero claro, a ella no le importaba.
La imite, intentando seguirle el paso. Mis zapatos eran mucho más bajos que los de ella, incluso el tacón era mucho más ancho, pero Sam era una experta. Yo parecía una infante a su lado, aun con mil capas de maquillaje.
—Ven— me ordeno tomándome del brazo. La fila afuera del lugar parecía infinita, pero me di cuenta que no íbamos a esperar porque Sam se dirigió directamente hacia el guardia, quien nos dejó entrar sin siquiera pedirnos nuestra identificación.  
Tal y como lo predije, el lugar era un asco. Era lo más parecido a una carnicería con mala música y escasas luces.
“No importa”, me repetía mentalmente.

—Quédate aquí. Necesito ir a saludar al dueño— me informó mi amiga, mas no espero respuesta alguna de mi parte. La visión de su espalda desnuda por el pequeño vestido que llevaba puesto perdiéndose entre la multitud me dejo claro que no estaba interesada en que yo la acompañara.
Estaba bien por mí.
Me aferre a la barra porque era lo único considerablemente estable en ese lugar y luego de pedir un Mojito, me senté a esperar a Sam.
La música punzaba mis oídos aturdiéndome de tal forma que temía quedarme sorda en cualquier momento. No tenía idea que estilo era, solo sabía que era muy ruidoso, pesado y escandaloso para mí gusto. Pero era lo que necesitaba, nada parecido a Gia Legnstone.
Termine mi mojito de un solo trago y pedí otro sin dudarlo.  Me balance un poco al ritmo de la música combinando con las demás personas, aunque no estaba segura si era porque quería o porque el alcohol ya había llegado a mi cerebro.  Mi tolerancia era nula.
La música cambio de repente. El pequeño escenario que había en el lugar se ilumino con luces rojas y violetas.
La multitud aplaudió, aunque no sabía porque. Highway to hell comenzó a sonar y por un momento me sorprendí.  AC/DC era uno de mis grupos favoritos y conocía la canción al pie de la letra en todas sus versiones.
Me pare y me acerque un poco al escenario para presenciar el espectáculo. Quizás era una banda tributo. O quizás…
Un chico vestido casi por completo por cuero en un vago intento por imitar a un motociclista apareció volviendo locos a los espectadores –sobre todo las mujeres-.
Comenzó su show justo antes del estribillo, desgarrando su pantalón. Debía admitir que su físico era impresionante, mas no me hacia una pizca de gracia.
Ese tipo de cosas me asqueaban.

—Dios mío —solté reconociendo al rubio, el mismo que se solía pasear por mi jardín o los pasillos de mi casa.
—¿Qué sucede? — me pregunto Sam. No sabía exactamente en qué momento había llegado.
—Esto no puede estar pasando—comente agarrando mi bebida aún más fuertes. Todo mi cuerpo temblaba, de ira, de vergüenza. No sabía.
—Gia, ¿Qué ocurre?
—Ese chico —señale. — Ese chico es el que se acuesta con mi madre— le explique. Sus ojos se abrieron por la sorpresa. — Kyle.
Y entonces, cuando se agacho para tomar una prenda íntima que le acababan de tirar, fue cuando nuestras miradas se cruzaron.
Mi estómago se revoluciono.

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Kida
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Mensaje por Kida Lun 10 Oct 2016, 3:02 pm

Capítulo 10
By Ally.


Samantha Henderson.

― Mierda ― exclamé enojada de nuevo al ser la cuarta vez que el vehículo se apagaba en menos de quince minutos. El castaño a mi lado empezó a reír de nuevo, haciendo que, inevitablemente, una sonrisa escapara de mis labios. Qué podía decir, su risa era contagiosa.
― Apenas llevamos una  semana y dos embragues nuevos Sam, luego de tanto tiempo sin saber conducir no puedes esperar que de un día para otro todo se solucione. ― se encogió de hombros y se inclinó en su asiento para acercarse más al lado del conductor. ― Coloca el freno de mano y la primera marcha. ― lo hice ―bien, ahora presiona el embrague y enciéndelo, ― el sonido ronco del motor volvió a la vida ― perfecto, suelta un poco el embrague, como hasta la mitad, puedes sentir como se suelta un poco la resistencia, cuando lo llevas hasta la mitad, presionas el acelerador gradualmente y cuando el auto comience a moverse terminas de soltar el embrague.

Repitió por lo que parecía ser la millonésima vez. Recuerdo que cuando el viejo de mi padre había hecho el intento de enseñarme a manejar, a la segunda vez que se me había apagado el auto, se había bajado de el, azotado la puerta y dicho que me conseguiría la cita de la licencia con alguien fácil de sobornar. No tenía paciencia, además, estaba segura que yo gritándole viejo inútil cada vez que intentaba explicarme o poniendo el freno de mano para evitar que chocáramos no ayudaba a su temperamento. Mi madre ni siquiera se había atrevido a intentarlo alegando que sabía que su hija era una buena para nada.

Por esto me parecía tan difícil explicarme por qué Zack perdería su tiempo intentando enseñarme a manejar, por qué se levantaría más temprano para poder explicarle con tiempo antes de su trabajo, por qué se reía cada vez que maldecía y más que todo porqué tenía la paciencia de explicarme algo que ya me había dicho al menos veinte veces en menos media hora.

― Sam ― llamó, mi vista aún estaba fija en él, sólo que por los lentes de sol el muchacho a mi lado no lo había notado. ― Vamos, hazlo ― bufé y asentí antes de hacerlo. Seguí al pie de la letra sus instrucciones, sí hice lo que dijo, eso hasta a mí me resultaba raro. El auto comenzó a moverse suavemente hacia adelante y, para mi sorpresa, continuó haciéndolo aún después de soltar el embrague. ― Mierda, se mueve ― exclamé emocionada ya que nunca antes el auto se había movido tan fácil ni tan suavemente como lo estaba haciendo ahora.
― Bien, ahora pasa a segunda ― habló entre risas. Lo hice y de nuevo, no se apagó. Giré al llegar a la cerca del planché, para evitar chocar con ella, y continué. Metros después, me atrevía a bajar la velocidad y a pasarlo a primera para detener el auto y apagarlo adrede. ― Bueno, es un gran comienzo, lo apagaste sola. ― sonrió volteándome a ver con una sonrisa y terminado de recostarse en el asiento.

Chillé emocionada y como pude lo abracé, aún riendo. Al escuchar su risa en mi oído, su aliento chocar con mi cuello y sus brazos envolverse delicadamente a mi alrededor, dejé de reír. Me aclaré la garganta y me alejé de él volviendo a mi asiento.

― Gracias ― fue lo único que pude decir. Estúpida, estúpida, estúpida, ¿en serio había chillado? ¿Qué sucede conmigo?
― De nada ― respondió aún con una sonrisa y sin inmutarse, como si nada hubiera pasado y yo no hubiera hecho el ridículo hace cinco segundos.

Un momento, ¿había agradecido? Mierda.

***

El día no había comenzado tan mal, bueno, para nada mal.  Reí mientras veía la moto de Logan alejarse del club. Detuve mis pasos y analicé la última vista del muchacho. ¿Qué muchacho?Era un niño, lo veía por su sonrisa de autosuficiencia y su postura de “soy el dueño del mundo”, él no sabía nada de la vida aún, prueba número uno, la dedicación tan estúpida y empedernida de conseguir droga para tener la idea de que se es muy malo al romper las reglas. Lo sabía, porque hasta hace unos años yo era así, una muchacha ignorante que creía que nada malo le podía pasar en la vida. Pero los años pasan, la vida te demuestra que es una mierda cada segundo que continuas viviendo en este jodido plantea y te deja con dos opciones, aceptarlo y vivir con ello, o ser una víctima. La cosa es que la primera opción era mucho más divertida.

Reí y me volteé para terminar de caminar la corta distancia hasta mi auto. Al entrar en él, me recosté contra el asiento y dejé salir un bostezo, la noche anterior no había podido dormir absolutamente nada, pero no me quejaba. Tomé la ropa extra que tenía en el auto y me quité el vestido, cambiándolo por la nueva ropa sin realmente importarme si alguien miraba por la ventana de mi auto. Luego, me acerqué a mi bolso que estaba al lado del copiloto y saqué mi celular. Era después del mediodía. Mierda.

Bueno, al parecer mi racha de puntualidad con Zack se había acabado puesto que había perdido la clase de hoy. Debía admitir que me gustaron más los primero días cuando me enseñaba en las tardes, pero luego del tercer día me dijo que tenía que cambiar el horario, no sé por qué razón, aunque probablemente no me haya dicho ninguna, y mi maldita curiosidad e interés en como ese hombre puede estar relacionado a Hunter me hizo aceptar su cambio a muy tempranas horas en la mañana. Bueno, por un día que falta no creo que el mundo deje de girar, me encogí de hombros y me dediqué a responder los mensajes de Gia que, aparentemente, recién habían llegado a mi teléfono.

***

Mi entorno era totalmente reconocido. Las luces, el alcohol, el humo y la peste que emanaban los cuerpos de la pista de baile eran cosas de mi día a día, a mí ya no me molestaban. Incluso cualquiera de esto parecía mejor que estar en aquella mansión del demonio que mis padres se atrevían a llamar casa. Por lo tanto, ya estaba acostumbrada, pero Gia no, por lo que me parecía demasiado extraño que ella quisiera venir a cualquiera de los lugares que yo asistía normalmente.

En el momento en que me había mensajeado, había tomado camino a  mi casa, para así cambiar mis shorts y mi blusa de tirantes por el vestido más revelador que tenía, uno que mi madre me había regalado para insultarme, su sorpresa fue más cuando me vio salir con él más de una vez. Había caminado discretamente hacia el armario de Kirsten, ella tenía zapatos ridículamente altos que en mi buen juicio jamás usaría, pero, hey, quien dijo que alguna vez lo tenía.  Luego, salí del armario de mi “madre” más rápido de lo que entré y cuando llegué al portón de la casa tiré mis zapatos deportivos en los arbustos del jardín y me puse esos ridículamente incómodos zapatos. Sabía que Gia era mi amiga y la adoraba, pero también sabía que al igual que el resto de las personas, ella tenía una imagen errónea de mí y, en realidad, no encontraba razón para matarle esa imagen.

― Sam ― exclamó Willard, sacándome de mis pensamientos. Le sonreí levemente y terminé de entrar a la oficina. Volteándome para asegurarme que Gia no me había seguido. Mientras más lejos estuviera Gia de Will, más me podría asegurar de mantenerla lejos de la mierda de mi vida, ella tenía un futuro, yo no le arruinaría eso. ― Nena, me encanta el vestido, pero alguien tan torpe como tu no debería usar tacones. ― se burló, haciendo reír al par de hombres que se encontraban con él.

Will tomó mi brazo y me jaló para caer en su regazo.

― Idiota ― murmuré en su oído. Apretó más el agarre en mi cintura haciendo que me callara y evitara decirlo en voz alta, aún con esa sonrisa ladeada que lo hacía parecer el hombre más recatado y encantador del mundo. Apariencias.
― ¿Te acabaste dos sobres tan rápido? ― preguntó al no sentir el leve bulto, que provocaba el sobre en mi cintura, al apretar. Maldije internamente, uno me lo había acabo con Logan, el otro se lo había dejado ya que, al fin y al cabo, eso era lo que estaba buscando.
― Corta la mierda Will, para eso me los das ― me levanté bruscamente de su regazo, evitando responderle directamente, y me alejé de él hasta llegar a la puerta. Sabía que lo había hecho era jodidamente estúpido, pero ya vería como calmarlo luego. Reí, volteándome para guiñarle un ojo, mostrándome juguetona, haciendo que el ceño fruncido se disipara un poco de su frente y me guiñara un ojo de vuelta.

Atravesé toda la pista de baile mientras las luces alumbraban el escenario, estas mismas luces fueron las que me ayudaron a divisar a Gia a unos metros del mismo. Bufé y quité los zapatos, dejándolos tirados en alguna parte de la pista. La molestia que le causaría a Kirsten no encontrar sus preciados Louboutin hacía que el dolor se disipara un poco. Reí, imaginándome su rostro y continué mi camino hacia Gia, esta vez con una sonrisa en mi rostro y mis pies no siendo torturados.

Luego de ver la reacción de Gia y estúpidamente intentar aconsejarla, porque realmente yo era un asco con los consejos, miré al muchacho en el escenario, conocido como Kyle/el gigolo de la madre de mi mejor amiga, única amiga a decir verdad, y me pareció realmente apuesto, no podía culpar a Georgia, el niño estaba como quería. Reí y mordí mi labio, conociendo lo suficiente a Gia como para saber que estaría más que furiosa conmigo si me atrevía a decirlo en voz alta. Pude ver como el color se fue de la cara del muchacho al, seguramente, enfocar a Gia e internamente reí. Sabía que la situación no lo ameritaba, pero mentía al decir que no le encontraba lo divertido.

Zachary Tanner.

― Zack ― sentí como movían levemente mi hombro ― Zack ― llamaron de nuevo y abrí mis ojos asustado al reconocer la suave voz de mi hermano.
― ¿Qué sucede Jer? ― quité la sabana y me senté para revisar al pequeño en busca de alguna señal de que estuviera lastimado ― ¿Qué hora es?
― Aún es temprano, tu alarma todavía no suena pero no podía dormir ― me miró preocupado, mordiendo su labio inferior.
― ¿Qué sucede Jer? ― pregunté de nuevo al ver que había evadido la pregunta. Suspiró y me miró con los ojos llorosos pero tratando de hacer su mayor esfuerzo por no dejar que las lágrimas cayeran.
― No quiero la bicicleta. ― habló con la voz entrecortada.
― ¿Disculpa?
― No, sí la quiero ― se corrigió ― pero no la necesito. ― suspiró ― Puedes venderla para pagar los servicios de la casa y me dan un chocolate para mi cumpleaños como la vez pasada. Yo entiendo.

Y sabía que lo hacía, sabía que entendía, y la triste sonrisa que me dedicó luego me lo comprobaba, el problema era que no quería que entendiera. Quería que fuera un niño de ocho años, que viviera su infancia sin tener que preocuparse por las cuentas de la casa, no le correspondía, no a él.

― Jeremy, esa bicicleta es tuya y no se va a ir a ningún lado. Es tuya. ― repetí ― Mira Jer, mientras yo esté aquí, nunca vas a tener que preocuparte por el dinero, porque por eso trabajo y aunque no sea demasiado, puedo permitirme comprarle una bicicleta a mi hermano para su cumpleaños. ― revolví su cabello provocando una sonrisa en su rostro ― Además, ¿cómo planeas ir al parque con Eric y conmigo si no tienes bicicleta? ― pregunté intentando despejar su mente, y funcionó ya que rió aún más y sus ojos se llenaron de emoción ante la idea de ir al parque.
― ¿Entonces puedo quedármela?
― Por supuesto que sí. ― contesté sonriendo igual que él. Se tiró a mis brazos dándome un abrazo y luego volvió a su cama, esta vez con una sonrisa. ― Jer ― llamé ― no quiero que te preocupes por el dinero ¿sí? Yo me encargo. ― el asintió, más tranquilo que antes, y se dedicó a dormir.

Por el lado contrario, yo no pude hacerlo. Saber que desde hace una semana mi pequeño hermano estaba sintiendo que su bicicleta iba a poner en problemas a su familia o que teníamos problemas de dinero no provocaba un sentimiento placentero. Él no debía preocuparse por ello, no lo dejaría hacerlo.  

***

Luego de media hora supe que no llegaría. La llamé a su celular un par de veces y le mandé un mensaje pero tampoco quería hostigarla por lo que fue lo único que hice. Al parecer hoy no llegaría y no entendía por qué eso le provocaba una mala sensación en el estómago.
Podría alegar a que ya se había acostumbrado a verla todos los días durante la última semana y por eso me parecía raro que simplemente no llegara del todo, pero de nuevo, no la conocía lo suficiente como para saber si algo iba mal o si únicamente se había quedado dormida. No la conocía lo suficiente. La frase se repitió en mi mente seguido por un, me gustaría poder hacerlo, que llegó de una manera inesperada e inconsciente.

Frunció el ceño y negó con la cabeza. No, no era eso, sólo le parecía interesante, ya que, al fin y al cabo, había algo en Sam que aún no podía descifrar que era, así que simplemente decidí adjudicar el sentimiento a la curiosidad, eso era todo. Concluí decidido, tomando camino al interior del taller, tal vez si comenzara antes con su trabajo podía salir más temprano y llegar antes a la casa de Eric. Tal vez no había sido tan malo que ella decidiera faltar ese día.

***

Puesto que esta vez éramos tres no podía llevar mi motocicleta con nosotros, así que Ileana, al saber de mis planes para la tarde luego de ver llegar a un muy emocionado Jeremy con su bicicleta, nos había prestado la camioneta del taller, de nuevo.

Como había predicho, había terminado antes mi trabajo y pudimos partir al momento en el que Jeremy llegó al taller. Además, el niño estaba muy emocionado, por lo que hubiera sido imposible contenerlo más de lo que requería estar sentado en el trayecto a la casa de Eric, sólo que aún no lograba saber si era por el hecho de que Johannah le había prometido galletas, porque vería a Eric luego de un largo tiempo, porque iríamos al parque o, bueno, o por todas las anteriores.

Al momento de aparcar le vehículo frente a la casa de los Parker, Jeremy salió corriendo del auto, luego de tener un poco de dificultad al bajar de el, y tocó el timbre antes de que yo pudiera siquiera salir de auto. Reí ante su entusiasmo y me apresuré a bajar y ponerle la alarma a la camioneta antes de caminar a paso apresurado hasta la puerta.

― Eric ― chilló emocionado Jer al momento de verlo y lo abrazó efusivamente. Eric sonrió y le devolvió el abrazo antes de revolver su cabello.
― ¿Cómo estás?
― Bien ― respondió Jer con una sonrisa en su rostro, aún negándose a soltar al castaño. Reí ante la imagen, haciendo que mi risa llamara la atención de Eric. Éste me volvió a ver y se sonrojó al instante, cosa que intentó ocultar de su madre que recién llegaba a la puerta a saludarnos.

Luego de invitarnos a pasar a la sala y algunas palabras de bienvenida, Jeremy huyó a la cocina junto con la madre de Eric dejándonos a ambos solos en la sala. Más que todo sabía que Johannah lo hacía a propósito. Reí ante el guiño que me dedicó antes de salir de la sala junto con el niño hablando emocionados de las galletas.

Miré a mi lado en el sillón. Eric estaba viendo perdidamente sus manos, no entendía por qué no podía mirarme. No lo había hecho desde que había llegado y ayer tampoco. Sabía que estaba más que nervioso y no quería que se sintiera así. Él era una excelente persona y no merecía pasar por lo que estaba pasando, así que me convencí que lo siguiente que haría era lo correcto.

― Eric ― llamé, al ver que volteó a verme, tomé su barbilla en mis manos y la levanté suavemente hasta que sus ojos se encontraran con los míos. Me miró por unos segundos pero antes de que pudiera hablar, bajó la mirada de nuevo, soltándose de mi agarre. ― ¿te arrepientes? ― pregunté inseguro. Frunció el ceño pero al levantar los ojos y ver a los míos comprendió que hablaba del beso en el hospital.
― Claro que no. ― habló con un destello de decisión en sus ojos que me indicaba que era verdad, abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera hacerlo, me acerqué a él y besé sus labios suavemente y con delicadeza. Él profundizó el beso y pude sentir como mis manos subían a sus mejillas y las suyas las cubrían. Nos separamos por falta de aire y abrí mis ojos para mirarlo.
― Bien, porque yo tampoco.

Sigue: Pris.


Última edición por Kida el Vie 14 Oct 2016, 1:08 pm, editado 1 vez
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Mensaje por wang. Vie 14 Oct 2016, 12:50 pm

Bebas, para mañana mi cap  Darkness around us. 3292025920
wang.
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Mensaje por Kida Vie 14 Oct 2016, 1:08 pm

Darkness around us. 1857533193

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I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
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Mensaje por taejin Vie 14 Oct 2016, 1:09 pm

Ay dios mio, estoy que muero de ansiassss
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Mensaje por wang. Dom 16 Oct 2016, 3:12 pm

Capítulo 11
By Pris.


Gia Legnstone.

"Deberías olvidar y avanzar. O tomar una buena copa de vodka, eso siempre ayuda.", esas habían sido las palabras de Sam. Y aunque mi amiga no era buena para dar consejos en situaciones traumáticas o en cualquier otra situación, esta vez tenía razón.
Y con la excusa que tenía que estudiar el metabolismo de los aminoácidos para química biológica, las articulaciones para anatomía y terminar un trabajo de histología, me encerré en mi habitación durante dos días.
No era el hecho de que intentaba evitar a mi madre luego del desafortunado encuentro con Kyle, su amante, o mejor conocido como el motociclista, luego de ver sus partes íntimas cuando desprendió su pantalón de cuero, seguido de un coro de mujeres -y también hombres- con las hormonas en la estratosfera llenas de ganas de una noche subida de tono.
Era mucho más que eso.
Sentía vergüenza ajena, pero sobre todo, me daba vergüenza tener que admitir que el muchacho podía ser mi hermano y compartía cama con mi madre dos o tres días a la semana -y además que estaba como quería-, frente a mi mejor amiga.
Quería golpear mi cabeza contra mi escritorio hasta que las imágenes salieran por algún orifico de mi rostro. Había sobre pasado el límite de lo bizarro para todo lo que me quedaba de vida.

— Gia, ¿Vas a comer? — pregunto Margaret al otro lado de la puerta de mi habitación. Pare de golpear mi cabeza contra mis apuntes -algo por lo que seguramente me odiaría luego- para poder contestarle.
— No tengo hambre Margaret— respondí sin abrir la puerta
— Hice hamburguesas —intento persuadirme.
— No lo creo...—cante.
— Ya pequeña, no puedo aceptar un no como respuesta— dijo entrando al cuarto, sin importarle nada. La amaba por eso.
— Enserio no tengo hambre— deje caer mi cabeza en el respaldo de mi silla y me hundí en ella poniendo mi mejor cara de niña buena.
— Hace dos días que no tienes hambre, Gia. ¿Qué sucede contigo? — Quería responder que tenía sobredosis de cosas de mal gusto pero tendría que soportar un cuestionario de su parte y era algo de lo que no tenía ganas de hablar.
— Estoy a dieta.
— ¡Pero si estas delgada!
— ¡No lo estoy! —solté en el mismo tono, levantando mi vestido para mostrarle el estómago inexistente que tenía. Hinche un poco mi pansa con aire para hacerlo más creíble, pero en este y en ningún universo eso era algo verídico.
—Gia...

Margaret fue interrumpida por un conjunto de risas que provenían de la parte trasera de la casa. Pude reconocer a una como la de mi madre, aunque ya pocas veces la escuchaba.
Me incorpore para luego caminar hacia mi ventana seguida por Maggie y así confirmar mis sospechas.
Georgia estaba parada junto a la pileta en un traje de baño color rojo sangre y demasiado revelador para su edad. A un lado, el rubio había cambiado la ropa encuerada por un par de shorts, pero su pecho seguía completamente descubierto.
Mi madre le apretó el trasero al mismo tiempo que besaba sus labios y luego de decirle algo al oído -seguramente obsceno-, entro a la casa dejándolo solo.
La rabia acumulada comenzó a salir de mi cuerpo y para cuando reaccione, me impulsaba escalera abajo para tomar la curva que llevaba directamente al jardín.

— ¡Tu maldito idiota! ¿Quién rayos te crees para venir a mi casa después de lo que te vi haciendo? —le grite en cuanto lo tuve al frente. El rubio no emitió palabra y en cambio se dedicó a observarme mientras yo hervía en mi enojo. — ¿Acaso no tienes vergüenza?
— Puedo explicarlo si me dejas —respondió.
— ¿Que si te dejo? — me reí — Como te atreves a volver y tocar a mi madre luego de revolcarte con sabe Dios quien. ¡Santo cielo! Puedes tener una maldita enfermedad de transmisión sexual y a ti no te importa un carajos...
— ¡Deja de gritarme!— me callo. Lo empuje, aunque él ni se movió. — Primero no tengo ninguna enfermedad y segundo, ¿Quién te crees tú para gritarme a mí?
— Soy quien te da de comer, maldito.
— ¿Tu? — Esta vez fue el quien se rió. — Tú no eres capaz de hacer nada por ti misma. Solo eres una niña malcriada que cree tenerlo todo.

No me percate en que momento comencé a golpearlo, pero para cuando el tomo mis muñecas con una mano y con la otra tapo mi boca mis lágrimas  ya habían aparecido y me dolía todo.

— ¿Donde esta? —escuche que grito mi padre entre medio de todo eso. Y fue lo último que escuche, ya que Kyle nos estaba llevando directo hacia el agua fría.

Kyle Parker.


Gia quiso gritar cuando la tire al agua conmigo incluido, y tengo que admitir que una parte de mí también quería gritar y golpearme. Pero se calló cuando escucho la voz de su padre acercarse.
Destape su boca y me ubique mejor para que el tipo no me encontrara. Ya suficientes golpes había tenido intentando ayudar a Amelie con su padre.
Ella no dijo nada. En cambio, se quitó el vestido quedando solo en ropa interior negra, que muy bien podía parecer un bikini. Entendí que era toda una excusa por si alguno de los dos la descubría y se lo agradecí mentalmente.

— Eres una maldita perra, Georgia — volvió a gritar el tipo. — Lo llego a encontrar y lo mato, y luego te mato a ti por ser un perra y no tener la suficiente inteligencia como para evitar que un paparazzi te tome fotos mientras tienes sexo con él en el balcón de nuestra propia casa. — No podía ver mucho lo que sucedía, pero la cara de pánico de Gia, mezclada con asco -algo que entendía perfectamente-, me decía que algo bueno exactamente no estaba sucediendo.
— ¡Y resulta que la perra soy yo ahora! —escuche que dijo Gigi. — Cuando cambias de puta todas las semanas. Al menos yo me acuesto con el mismo.

Por un momento me sentí un asco de persona. Georgia tenía el derecho de decirme cuantas cosas quisiera, Gia tenía el derecho de decirme cuantas cosas quisiera, y es que yo ya había perdido cualquier derecho desde que comencé a entregar mi cuerpo por dinero.
Había una causa, por supuesto. Pero era un asco de todas formas.

— ¡Cierra la maldita boca! —dijo el señor. Tome valentía y me asome solo un poco por el borde de la pileta. Gerogia estaba contra la ventana de la cocina y su esposo la sostenía por el cuello.
Vi a Gia moverse intentando salir para ayudar o al menos interrumpir la pelea, pero por la botella que estaba tirada a un par de metros, su padre estaba borracho y bien sabía que eso no era una buena combinación.
La detuve tomando su mano o al menos eso creí, ya que cuando el tipo levanto su mano y la estrello en forma de puño contra el rostro de Gigi, su hija ahogo un grito y quedo paralizada junto a mí.
Su madre cayó al piso golpeando su cabeza contra la ventana. Se podía escuchar el llanto mezclado con un par de disculpas que bien sabía que eran falsas por parte del señor Lengstone.

— Gigi...
— Cierra la boca, Carter.
— Yo no quise... Perdón.
— ¡No me toques! — Georgia se puso de pie sola, cuando su esposo intento ayudarla. Y sin más, entro a la casa.
Carter Lengstone, en cambio, salió disparado hacia afuera de la misma. Minutos después escuche su auto rugir y salir a todo lo que daba del lugar.
No fue hasta entonces que salí de mi escondite improvisado y me percaté de que aun sostenía la mano de Gia.
La chica había hundido todo su cuerpo bajo el agua y mantenía sus ojos cerrados. Tire de ella para avisarle que ya todo había terminado, pero ella no respondía.

— Señorita Lengstone —la llame. No respondió. — Gia —la llame un poco más fuerte. Sus ojos su abrieron y aun con la mirada perdida en algún lado, se incorporó. — Ya todo termino...
—¿Podemos fingir que nada de esto acaba de ocurrir? —me pregunto, sin mirarme.
—Podemos hacerlo, Gia. Pero ambos sabemos lo que vimos y como es la situación. Créeme que yo quiero más que nadie olvidarme de todo esto, pero lamentablemente...
—Lamentablemente eres el amante de mi madre— me interrumpió.
—No iba a decir eso pero...
—Puedes tomar la salida de servicio, nadie nunca la usa así que no vas a correr el riesgo de que te vean —dijo. Y sin dejarme contestar, tomo su vestido mojado y salió para luego entrar a la casa sin importarle toda el agua que caía de su cuerpo.
Esta vez fui yo quien hundió su cuerpo debajo del agua.

Sigue: Vic.


Última edición por wang. el Dom 16 Oct 2016, 3:24 pm, editado 1 vez
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