Guardianes de la noche

PRÓLOGO. 

Los últimos rayos de sol ya habían dejado de iluminar las calles y canales de Venecia, y Dante había despertado de su sueño, tomando su forma humana y dejando atrás la de roca. Se encontraba sentado en uno de los muros de la torre más alta de la Basílica María de la Salute, desde ahí tenía una gran vista del cambio de ciudadanos, por así decirlo. Cada noche, después de que las tiendas cerraban y los locales nocturnos abrían sus puertas, poco a poco las personas dejaban de transitar las calles y comenzaban a aparecer otros seres, ya fueran enanos, hadas, vampiros, hombres lobo y, claro, las gárgolas. Si bien, tenían buenos métodos de escondite y algunos como los vampiros y los hombres lobos pasaban desapercibidos ante los humanos, de igual manera estos sospechaban en algunos momentos. Es por eso que algunas calles de Venecia, como por ejemplo la que estaba fuera de la Basílica, dejaban de tener concurrencia humana en cuanto la luz comenzaba a dejar el lugar. De pronto, la calle dejó de estar vacía. Una figura femenina, ya conocida por Dante, llegó hasta allí y se sentó en una banca, la única que quedaba iluminada por el farol de la esquina.
-¿Qué es lo que escondes? -se preguntó en voz alta la gárgola, mientras la miraba con curiosidad y también algo irritado, no comprendía por qué a los humanos les gustaba tanto el peligro siendo que eran tan débiles, o al menos la gran mayoría. La chica tenía algo pequeño entre las manos. - deberías saber que no es un buen lugar para juntarte con tu novio.
-Te quiero, pero prefiero mil veces la compañía de una chica que la de tu fea cara. -Dante se sobresaltó al escuchar la voz y en un rápido y fluido movimiento se levantó del muro, se volteó y desplegó sus alas. -Te pondría un diez, pero fuiste muy lento. Si hubiera sido otra persona ya estarías muerto, aunque me gustó ese desplegar de alas, muy macho.
-Xander, no te escuché llegar. -Dante volvió a replegar sus alas y las escondió en su espalda a tal punto de que, si lo mirabas por detrás, pasaría por una espalda humana común y corriente.
-Ya me di cuenta. -Xander se acercó a su amigo y se dieron un apretón de manos. -¿Qué tal Venecia?
-Una que otra cosa extraña, pero todo como de costumbre al fin y al cabo. ¿Cómo te fue en México?
-Es un buen lugar, pero tienen otros métodos y yo soy un chico de acción. Así que pedí que me asignaran a una misión en Brasil, los gnomos se están revelando ¿Puedes creerlo? Esos pequeñines creen que pueden hacer una revolución. -El chico, si se le podía llamar así, soltó una risa ronca. Xander no era como Dante, si bien podían encontrarse rasgos humanos como sus dos manos con diez dedos, y su andar a dos pies, también habían cosas como su piel azulada, su lengua bípeda, los ojos grandes y almendrados que estaban más cerca de sus cienes que de la nariz y una especie de pequeños cuernos redondeados que partían desde el centro de su cabeza y seguían en hilera hasta el final de su espalda lo diferenciaban de uno. Sus alas, al igual que las de Dante, podía esconderlas en su espalda.
-¿Cuándo se van?
-Ya debería estar en camino, pasé por aquí a preguntarte si querías unirte a la misión. La ayuda nunca sobra ¿sabes? -Xander se sentó en el muro donde antes había estado su amigo. Por detrás de él apareció Grimm, un grifo enorme que vivía en la Basílica junto con Dante.
-¡Grimm! Te extrañé mucho amigo -Dante abrió sus brazos y el animal se acercó a él. El chico acarició el plumaje dorado que abarcaba todo lo que era su cabeza y pecho, de ahí, continuaba con un pelaje grueso, corto y de color café. -No lo creo, Xander. Alguien tiene que controlar las cosas aquí.
-¿Estás de broma? ¡Aquí no pasa nada!
-Exacto, lo tengo todo bajo control -puntualizó el chico con un tono de broma -si me voy, pensarán que pueden hacer lo que quieran y todo será un caos.
-Hace mucho tiempo que no sales de este lugar, amigo.
-Me gusta estar aquí, de todas formas, me asignaron aquí. -El grifo se separó de la gárgola para ir a recostarse y esta dio unos pasos hacia adelante para poder ver lo que pasaba en la calle de abajo. Por un momento había olvidado que debía mantenerse atento.
-¿Qué tanto miras? -Xander se volteó y miró hacia abajo -Oh, no... vamos Dante, no me digas que es por la chica. Sabes que ese tipo de relaciones siempre fracasan.
-No hables tonterías, es sólo que me da curiosidad.
-Así comienzan todos.
Dante no podía negar que en el último tiempo había estado muy pendiente de cierta chica, pero no tenía nada que ver con lo que su amigo pensaba. Cosas raras habían comenzado a pasar en su sector de Venecia y, por algún motivo, la chica siempre aparecía tarde o temprano.
-Hey, cerebro de roca, mírame -Xander se levantó y obstruyó la vista hacia la calle. -Si los jefes ven que no estás haciendo nada, te sacarán de clan.
-Estoy seguro de que ya tuvimos esta conversación antes Xander.
-¡Pero al parecer no sirve de nada! Llevo más tiempo que tú en esto y te puedo asegurar que a ellos no les importará si eres bueno o no, te sacarán si creen que no les sirves.
-¿Por qué han de creer eso? Les he ayudado en muchas misiones que de no ser por mí no hubieran concretado jamás. Me han enviado de encubierto a todas partes del mundo, conmigo no necesitan ningún encantamiento costoso para cambiar de imagen. No creo que quieran deshacerse de eso. -Ambos chicos se miraban fijamente a los ojos. Dante estaba irritado, no le gustaba cuando su amigo le decía que hacer y qué no hacer para seguir en el clan. -Además no es tan simple sacar a alguien del clan, eso sí lo sé.
-Por más que lo parezcas, no eres uno de nosotros Dante. -Esa última frase de su amigo clavó como cuchillos. El clan de las gárgolas era lo único que tenía, la única familia que le quedaba y la única cosa de la que se sentía parte. -Cuando juraste lealtad, fue sólo tu palabra. Los demás, al igual que yo, somos almas rescatadas del infierno, estamos obligados a obedecer a quién nos saque de ahí.
-Jamás los traicionaría si es lo que piensan -Dante bajó la voz y negó con la cabeza.
-Deberías demostrarlo entonces, pensarán que te aprovechas de su protección si no te ven actuar. -Dante soltó un largo suspiro y luego de unos momentos preguntó: -¿Estaremos muchos días allá?
-No creo que tardemos mucho tiempo -señaló su amigo con una sonrisa.
-Supongo que podría ir por unos cuantos...-de pronto una extraña sensación interrumpió a Dante. Xander también la sintió y ambos chicos se miraron por un momento. El ambiente había cambiado, lo que antes era tranquilidad ahora era una vibrante tensión entre las criaturas de alrededor. Grimm movió sus alas incómodo y miró a su alrededor.
-¿Tú también lo sientes? -preguntó Xander a lo que su amigo asintió -esto sólo puede provocarlo un... -el chico se detuvo, como si estuviera a punto de decir una palabra prohibida.
-Nephilim. -finalizó Dante. Ambos se miraban como si las respuestas estuvieran en los ojos del otro, hasta que un fuerte "¡No!" femenino atravesó el aire. Luego de eso todo fue muy rápido. En un abrir y cerrar de ojos Dante desplegó sus alas y se lanzó en picada hacia el lugar de donde provenía el grito, la chica elevó la cabeza para mirarlo justo en el momento en el que él la rodeo con sus brazos y la elevó por los aires. Dejando al Nephilim que la acompañaba desconcertado.
-¡Suéltame! ¡No! -Dijo la chica con una voz teñida de terror mientras, pese a que no quería estar con él, se aferraba con brazos y piernas para no caer.
La gárgola retomó altura rápidamente y comenzó a volar por sobre las casas y edificios, el haber llegado sorpresivamente le dio un poco de ventaja para con el nephilim, aunque este no tardó mucho en alcanzarle los talones corriendo por las calles. No paso mucho tiempo cuando el híbrido se cansó y dejo de perseguirlos, pero aun así Dante no sabía a donde ir. No volvería a la Basílica, ahí estaría probablemente su amigo esperando respuestas y con una buena paliza por romper las reglas; no quería ni tenía tiempo para pensar en enfrentar ninguno de esos dos problemas. En ese momento sólo podía pensar en que, en sus brazos, llevaba a una chica muerta de miedo y llena de preguntas, y que no tenía ni la menor idea de donde llevarla.