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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Paz junto a Rose
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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Paz junto a Rose
nombre: paz junto a rose.
autor: yo ah.
adaptación: no.
género: general.
advertencias: ninguna (?).
otras páginas: si.
autor: yo ah.
adaptación: no.
género: general.
advertencias: ninguna (?).
otras páginas: si.
❝ P a z j u n t o a R o s e ❞
“Los zapatos repiqueteaban contra el duro suelo brilloso y lustroso, el pasillo estaba desierto y estéril en cuanto a color; el hombre llevaba entre sus manos una hoja y un bolígrafo.”
—Rose ya no hagas esto —rogó nuevamente el joven, tomó las delgadas y pálidas manos de la chica y las besó, acto que ella repudió casi de inmediato—. Déjalo por favor.
Maldita desgracia, mala vida, pésima persona. En eso se había convertido la existencia de Rosemary con tan solo un paso errado.
Hacía apenas unas semanas era una jovencita, más bien una niña, ejemplar o al menos eso intentaba con persistencia pero se había arruinado a sí misma. No pensaba que era posible sentirse tan bien estando tan mal. Le parecía absurdo cuando se lo comentaron así que cometió el irrevocable error de probar, de experimentar con su vida y todo lo que se había planteado hasta entonces.
La primera vez lo consiguió, logró sentir aquello que tanto anhelan los viciosos, logró la nada mental y física.
Y a esa vez le siguieron infinitas sin importar las consecuencias que le llegarían luego, justo cuando llegaba a su hogar oliendo a mezclas exóticamente horrorosas e ida al país de la droga.
Rosemary se drogaba.
—Darry no sabes lo mágica que es esta cosa tan rica —rió ella y dio vueltas con los brazos abiertos, estaba tan llena de cocaína que su sistema ya no procesaba lo que hacía o decía; las sustancias hacían mella en su mente—, pruébala, anda bebé.
—No —respondió apurado.
—Eres un mariquita —espetó ella y continuó su delirio, su novio apenado e intranquilo solo podía presenciar esa locura; ser un espectador todos los días sintiéndose culpable de no intervenir.
Le dolía; ella le había prometido que jamás amaría a alguien o algo más que a él y justo en ese momento se hallaba envuelta en un torbellino de emociones por las drogas.
—Rose si no dejas eso —suspiró—, si no dejas eso entonces te dejo yo.
Como si le hubieran dicho que el mundo se terminaba Rosemary se detuvo por completo y lo miró con el cejo fruncido y los labios apretados en una línea recta e inexpresiva. Su mente había hecho “click” ante las palabras de Darren.
—Tú no puedes dejarme, no puedes. Tú me amas —sentenció ella.
Jugaba nerviosa con sus dedos esperando una respuesta del muchacho y mordía su labio inferior porque no soportaba las inmensas ganas de llorar. En su pecho un remolino de sentimientos nuevos como la angustia y el miedo se desataban en una lucha contra su frágil corazón, amenazando con romperlo si él no contestaba pronto. Joder, estaba tan perdida sin él. Estaba más que sola sin su compañía. Si él se iba estaría más hundida en el basural que había construido a su alrededor que antes.
Rose sentía sus piernas consumidas temblar y los dientes le rechinaban, se estaba congelando ante su temor más grande, una vida sin Darren. Continuaba el ambiente silencioso y se intensificaban sus movimientos erráticos. Sus dedos se aplastaban unos contra otros y sus piernas parecían gelatinas.
—No puedo más con esta situación Rosemary.
Oh dios, la había llamado Rosemary, él jamás había ocupado su nombre y justo entonces lo hacía; en el momento más delicado de su vida. La jovencita percibía en su tórax el decadente latir de su corazón ante las palabras que salieron de los labios de su amado.
Algo estaba muy mal y no, no era la situación entre ella y Darren. El corazón de Rosemary tenía un latir errante y poco común. Lentamente, como si estuviera contra la gravedad la chica de rubios cabellos cayó desmayada al piso, el golpe fue tal que creyó haber caído de un séptimo piso. Estando más consciente de lo que sucedía noto en su rostro como se escurrían gotas de sudor que antes estando inmersa en las palabras de Darren no había advertido.
Ante los ojos del chico ocurría su peor pesadilla, Rose y una sobredosis.
Con un grito ahogado y un susto inmenso se arrojó a los brazos de Rose y la levantó como pudo del suelo.
Corría a toda prisa con su novia entre brazos, esquivando a los curiosos que posaban sus ojos ante tal escena. Darren sentía su cuerpo al máximo, la adrenalina lo hacía reaccionar.
¡Estaba perdiendo al amor de su vida!, era cierto que Rosemary no podría subsistir sin él mas él tampoco podría concebir una vida sin la melosa y dulce compañía de la chica.
Sin importarle cuán cansado estaba continuó corriendo a toda prisa al centro médico que tan cercano estaba pero tan lejano sentía, terribles desenlaces bombardeaban su mente, sin duda el más aterrador era la muerte de su chica. Si eso sucedía ¿qué sería de él?
—¡Ayuda! ¡Por favor, auxilio! —gritó a todo pulmón apenas atravesó la puerta de la clínica.
Las enfermeras de emergencia acudieron prontamente al llamado del joven quien entre llanto desgarrador y suplicas soltó su cuerpo inconsciente.
—Por favor cuídenla, es lo único que tengo, por favor —lloriqueó, las jóvenes enfermeras asintieron en parte conmovidas por el gran dolor que estaba sintiendo Darren.
En su desordenada cabeza solo resaltaba una frase, una palabra dedicada a Rosemary, “vive”. Quería gritársela para que despertara, para que acabara el horror.
Quería estar con ella y tomar sus manos, abrazarla y decirle que la amaba, contarle anécdotas y dormir abrazado a su tibio cuerpo.
Eso quería, pero temía tener que vestir de negro y llorar al día siguiente, esa era la más acertada posibilidad.
*****
Cuanto habían batallado para lograr su propósito, cuanto esfuerzo habían puesto para que reaccionara, cuanta decepción sintieron al ver que nada cambiaba.
Darren había permanecido casi toda la noche en la clínica y solo se había distraído un instante de su Rose para llamar a su tía que de seguro estaría preocupada por la desaparición de la chica.
Al terminar la llamada se sentó en la banca de plástico gastado de la sala de espera y espero, los segundos y minutos le parecían infinitos. Con todo lo que sucedía su pobre corazón estaba alerta a la noticia final. No quería oírla, no quería saber nada. Si Rose no aparecía caminando por el pasillo diciendo que todo fue una broma no estaría tranquilo jamás.
Pero mantenía el espíritu positivo por ella, no quería que saliera y le dijera mariquita por estar llorando. Esta Rose es toda una bromista, pensó en un momento. Creyendo realmente en la idea de que todo había sido una broma y por eso nadie salía a decirle nada sobre su estado.
—¿Joven? —levantó la vista de repente y se dio cuenta de que estaba solo, esa voz tan dulce no era la de Rose. Era solo una enfermera.
—¿Hay noticias? —inquirió preocupado, casi mordiéndose las uñas por la preocupación. Solo Dios conocía cuan asustado estaba, sentía la bilis quemándole el esófago, la ansiedad estaba matándolo.
—Ya viene el doctor, tiene que hablar con usted.
Sus temores se acrecentaron. Pensó en el cuerpo de Rose pálido y sus labios morados, la imaginó muerta por un instante. Unos minutos después un señor algo mayor y con un traje verde como el de los médicos de televisión se acercaba a Darren.
Los zapatos repiqueteaban contra el duro suelo brilloso y lustroso, el pasillo estaba desierto y estéril en cuanto a color; el hombre llevaba entre sus manos una hoja y un bolígrafo, parecía moverse a paso tortuga.
—¿Darren? —preguntó.
—Sí, soy yo.
El hombre suspiró largamente y prosiguió.
—Lo lamento hijo, no pudimos hacer nada —se pausó un instante— ésta es el acta de defunción.
Oh, una ráfaga de dolor sacudió el corazón de Darren y golpeó contra su pecho. Un quejido profundo escapó de su garganta y cerró fuertemente los ojos deseando escapar de esa pesadilla, Rose estaba muerta. Su Rose. Tomó su cabello fuertemente y tiró de él. Cayó de rodillas al suelo suplicando que fuera una vil mentira. Su cuerpo le exigía que demostrase su exaltación y pena.
Por un corto instante rememoró sus buenos días con ella pero esos recuerdos solo taladraron más profundo en su pecho. Quería volver el tiempo atrás y evitar conocerla incluso si eso cambiaba en algo las cosas.
Lloró como nunca creyó que lo haría.
No quería continuar ni un segundo más sobre la tierra sin Rosemary, si lo hiciera sería una burla.
Por eso mismo días más tarde el periódico de Leesburg anunciaba en primera plana el suicidio de un joven en la entrada del pueblo.
Un joven que había encontrado paz junto a Rose.
—Rose ya no hagas esto —rogó nuevamente el joven, tomó las delgadas y pálidas manos de la chica y las besó, acto que ella repudió casi de inmediato—. Déjalo por favor.
Maldita desgracia, mala vida, pésima persona. En eso se había convertido la existencia de Rosemary con tan solo un paso errado.
Hacía apenas unas semanas era una jovencita, más bien una niña, ejemplar o al menos eso intentaba con persistencia pero se había arruinado a sí misma. No pensaba que era posible sentirse tan bien estando tan mal. Le parecía absurdo cuando se lo comentaron así que cometió el irrevocable error de probar, de experimentar con su vida y todo lo que se había planteado hasta entonces.
La primera vez lo consiguió, logró sentir aquello que tanto anhelan los viciosos, logró la nada mental y física.
Y a esa vez le siguieron infinitas sin importar las consecuencias que le llegarían luego, justo cuando llegaba a su hogar oliendo a mezclas exóticamente horrorosas e ida al país de la droga.
Rosemary se drogaba.
—Darry no sabes lo mágica que es esta cosa tan rica —rió ella y dio vueltas con los brazos abiertos, estaba tan llena de cocaína que su sistema ya no procesaba lo que hacía o decía; las sustancias hacían mella en su mente—, pruébala, anda bebé.
—No —respondió apurado.
—Eres un mariquita —espetó ella y continuó su delirio, su novio apenado e intranquilo solo podía presenciar esa locura; ser un espectador todos los días sintiéndose culpable de no intervenir.
Le dolía; ella le había prometido que jamás amaría a alguien o algo más que a él y justo en ese momento se hallaba envuelta en un torbellino de emociones por las drogas.
—Rose si no dejas eso —suspiró—, si no dejas eso entonces te dejo yo.
Como si le hubieran dicho que el mundo se terminaba Rosemary se detuvo por completo y lo miró con el cejo fruncido y los labios apretados en una línea recta e inexpresiva. Su mente había hecho “click” ante las palabras de Darren.
—Tú no puedes dejarme, no puedes. Tú me amas —sentenció ella.
Jugaba nerviosa con sus dedos esperando una respuesta del muchacho y mordía su labio inferior porque no soportaba las inmensas ganas de llorar. En su pecho un remolino de sentimientos nuevos como la angustia y el miedo se desataban en una lucha contra su frágil corazón, amenazando con romperlo si él no contestaba pronto. Joder, estaba tan perdida sin él. Estaba más que sola sin su compañía. Si él se iba estaría más hundida en el basural que había construido a su alrededor que antes.
Rose sentía sus piernas consumidas temblar y los dientes le rechinaban, se estaba congelando ante su temor más grande, una vida sin Darren. Continuaba el ambiente silencioso y se intensificaban sus movimientos erráticos. Sus dedos se aplastaban unos contra otros y sus piernas parecían gelatinas.
—No puedo más con esta situación Rosemary.
Oh dios, la había llamado Rosemary, él jamás había ocupado su nombre y justo entonces lo hacía; en el momento más delicado de su vida. La jovencita percibía en su tórax el decadente latir de su corazón ante las palabras que salieron de los labios de su amado.
Algo estaba muy mal y no, no era la situación entre ella y Darren. El corazón de Rosemary tenía un latir errante y poco común. Lentamente, como si estuviera contra la gravedad la chica de rubios cabellos cayó desmayada al piso, el golpe fue tal que creyó haber caído de un séptimo piso. Estando más consciente de lo que sucedía noto en su rostro como se escurrían gotas de sudor que antes estando inmersa en las palabras de Darren no había advertido.
Ante los ojos del chico ocurría su peor pesadilla, Rose y una sobredosis.
Con un grito ahogado y un susto inmenso se arrojó a los brazos de Rose y la levantó como pudo del suelo.
Corría a toda prisa con su novia entre brazos, esquivando a los curiosos que posaban sus ojos ante tal escena. Darren sentía su cuerpo al máximo, la adrenalina lo hacía reaccionar.
¡Estaba perdiendo al amor de su vida!, era cierto que Rosemary no podría subsistir sin él mas él tampoco podría concebir una vida sin la melosa y dulce compañía de la chica.
Sin importarle cuán cansado estaba continuó corriendo a toda prisa al centro médico que tan cercano estaba pero tan lejano sentía, terribles desenlaces bombardeaban su mente, sin duda el más aterrador era la muerte de su chica. Si eso sucedía ¿qué sería de él?
—¡Ayuda! ¡Por favor, auxilio! —gritó a todo pulmón apenas atravesó la puerta de la clínica.
Las enfermeras de emergencia acudieron prontamente al llamado del joven quien entre llanto desgarrador y suplicas soltó su cuerpo inconsciente.
—Por favor cuídenla, es lo único que tengo, por favor —lloriqueó, las jóvenes enfermeras asintieron en parte conmovidas por el gran dolor que estaba sintiendo Darren.
En su desordenada cabeza solo resaltaba una frase, una palabra dedicada a Rosemary, “vive”. Quería gritársela para que despertara, para que acabara el horror.
Quería estar con ella y tomar sus manos, abrazarla y decirle que la amaba, contarle anécdotas y dormir abrazado a su tibio cuerpo.
Eso quería, pero temía tener que vestir de negro y llorar al día siguiente, esa era la más acertada posibilidad.
*****
Cuanto habían batallado para lograr su propósito, cuanto esfuerzo habían puesto para que reaccionara, cuanta decepción sintieron al ver que nada cambiaba.
Darren había permanecido casi toda la noche en la clínica y solo se había distraído un instante de su Rose para llamar a su tía que de seguro estaría preocupada por la desaparición de la chica.
Al terminar la llamada se sentó en la banca de plástico gastado de la sala de espera y espero, los segundos y minutos le parecían infinitos. Con todo lo que sucedía su pobre corazón estaba alerta a la noticia final. No quería oírla, no quería saber nada. Si Rose no aparecía caminando por el pasillo diciendo que todo fue una broma no estaría tranquilo jamás.
Pero mantenía el espíritu positivo por ella, no quería que saliera y le dijera mariquita por estar llorando. Esta Rose es toda una bromista, pensó en un momento. Creyendo realmente en la idea de que todo había sido una broma y por eso nadie salía a decirle nada sobre su estado.
—¿Joven? —levantó la vista de repente y se dio cuenta de que estaba solo, esa voz tan dulce no era la de Rose. Era solo una enfermera.
—¿Hay noticias? —inquirió preocupado, casi mordiéndose las uñas por la preocupación. Solo Dios conocía cuan asustado estaba, sentía la bilis quemándole el esófago, la ansiedad estaba matándolo.
—Ya viene el doctor, tiene que hablar con usted.
Sus temores se acrecentaron. Pensó en el cuerpo de Rose pálido y sus labios morados, la imaginó muerta por un instante. Unos minutos después un señor algo mayor y con un traje verde como el de los médicos de televisión se acercaba a Darren.
Los zapatos repiqueteaban contra el duro suelo brilloso y lustroso, el pasillo estaba desierto y estéril en cuanto a color; el hombre llevaba entre sus manos una hoja y un bolígrafo, parecía moverse a paso tortuga.
—¿Darren? —preguntó.
—Sí, soy yo.
El hombre suspiró largamente y prosiguió.
—Lo lamento hijo, no pudimos hacer nada —se pausó un instante— ésta es el acta de defunción.
Oh, una ráfaga de dolor sacudió el corazón de Darren y golpeó contra su pecho. Un quejido profundo escapó de su garganta y cerró fuertemente los ojos deseando escapar de esa pesadilla, Rose estaba muerta. Su Rose. Tomó su cabello fuertemente y tiró de él. Cayó de rodillas al suelo suplicando que fuera una vil mentira. Su cuerpo le exigía que demostrase su exaltación y pena.
Por un corto instante rememoró sus buenos días con ella pero esos recuerdos solo taladraron más profundo en su pecho. Quería volver el tiempo atrás y evitar conocerla incluso si eso cambiaba en algo las cosas.
Lloró como nunca creyó que lo haría.
No quería continuar ni un segundo más sobre la tierra sin Rosemary, si lo hiciera sería una burla.
Por eso mismo días más tarde el periódico de Leesburg anunciaba en primera plana el suicidio de un joven en la entrada del pueblo.
Un joven que había encontrado paz junto a Rose.
hemmiles.
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