Everlasting love {Zayn Malik.

Volver a pisar ese lugar, me resultaba extraño, pues pensaba que no conocería a nadie allí.
Mi corazón comienza a latir al mil por hora y al estar completamente dentro de la institución, suelto un largo bufido.
Con mi mirada, busco alguna señal de aquella pequeña niña que siempre me trajo buenos recuerdos. La única que siempre podía sacarme de los malos momentos con aquellas mujeres.
Un pequeño bulto comienza a formarse en el mismo lugar en el que seis años atrás, había peleado con un chico mayor, por defenderla. Quiero ignorar la situación, pero uno de los nombres que gritan, llama mi atención.
 
— ¡Vamos, Jacqueline, dale! —Escucho. Mi corazón vuelve a acelerarse y corro hacia el lugar, viendo como dos chicas en el centro, estiran de sus cabellos.
No creo que sea mi Jacqueline, pues ella a penas podría defenderse. Para eso estaba yo, pero me había ido. De un momento a otro, corro a separarlas, viendo los ojos marrones de mi niña-no-tan-niña.
Se mira tan diferente, más alta, más delgada y linda. Sus ojos siguen igual de profundos y... Su cuerpo es ahora el de una mujer; no una niña.
— ¿Jacqueline? —Pregunto mirándola y después pasando mi mirada alrededor, avergonzándome al recibir miradas de todas las chicas ahí.
Sus ojos se abren con sorpresa y confusión al detenerse a mirarme y son eternos segundos que nuestras miradas chocas reconociéndonos una vez más y finalmente sonríe mientras las demás chicas se encargan de apartar a la otra.
—Jeremiah —abre su boca con sorpresa y me abraza efusivamente— ¿Qué demonios haces aquí? —Me aparta para volver a verme y toca mi rostro como tratando de reconocerme— Estas... Grande —sonríe ampliamente—, pinchas —ríe apenas al acariciar mi rostro y tocar mi apenas visible barba.
— ¿Yo estoy grande? —Pregunto mirándola de pies a cabeza— ¡Mírate! —La señalo. Toma su cintura con ambas manos y la acerco a mí para abrazarla más fuerte— Dios mío, Jacqueline, te extrañé —susurro en su cuello, haciendo que mi aliento choque en su piel. Me separo de ella y fulmino a todas y cada una de las chicas con mi mirada, haciendo que algunas se alejen— ¿Qué pretendía hacer? —Susurro bajo, pues una pequeña niña seguía tras nosotros.
—Ella es Annie —presenta a la pequeña rubia quien agacha su mirada tímidamente y Jacqueline estira su mano a ella la cual la niña toma y se acerca—, tiene seis años y llegó hace unos días, una de por aquí se cree muy mala molestando a las nuevas y solo me vi en el deber de defenderle —sonríe y se agacha a la altura de la niña—. Ann, el es Jeremiah, un viejo amigo, puedes confiar en él, es bueno —sonríe viéndome desde abajo con una sonrisa.
—Hola Jeremiah —me mira con timidez la pequeña rubia y una sonrisilla tímida. Me inclino a su altura.
—Hola, Annie... No te molestarán de nuevo, tenlo por seguro —guiño un ojo a su dirección y la pequeña nena sonríe.
—Jacqueline —la miró con los ojos entrecerrados y con una sonrisa—, se suponía que yo te defendía, ¿Aún me dejarás hacerlo? —Pregunto frunciendo el ceño. Suspira y asiente mientras sentimos a otro par de niñas que tendrían más o menos la edad de Annie llamándola.
—Ve pequeña —sonríe—, juega con ellas —acaricia su rostro con dulzura y besa sus largos cabellos. La niña le mira con amor y sale corriendo rumbo a las demás niñas que empiezan a jugar en el patio olvidándose del mundo, incluso de nosotros. La mirada de Jacqueline regresa a mí y hace una leve mueca—. Cuando te fuiste… Lloré mucho ¿Sabes? Nunca te culpé, tu no fuiste el culpable pero... Debí aprender a defenderme sola —se encoje de hombros—, después de unos cuantos golpes y... Lo demás, comencé a resistirme, y no siempre me fue bien pero al menos ya no soy la víctima y... Las autoridades de este lugar han cambiado, hace poco tiempo, aun tengo cicatrices del pasado, pero todo va mejor ahora —dice bajando la mirada con una mueca de resignación.
—No pudimos despedirnos aquella vez —susurro cabizbajo. Me dolió no poder haberle dicho un adiós, o abrazarla fuerte, tenerla en mis brazos aquella última vez—, perdón, Jacq —me disculpo alzando su cara con mis dedos, acercándome a ella—. Debí... Haberme escapado en cuanto pude, es sólo que... Pensé que ellas finalmente me querían y —enarco una ceja y me acercó a su oído—… He vuelto a cumplir una promesa...
— ¿Promesa? —Susurra de la misma manera y me abraza en un suspiro— ¿Lo harás? ¿Me sacarás de aquí Jer? —Toma mi rostro entre sus manos y me mira con esperanza y suplica.
— ¿Quieres que salgamos? —Sonrío ampliamente, mirándola a los ojos y tomando sus manos— No permitiré que sigas aquí, cielo —verla sonreír, me hacía feliz. Trago saliva con dificultad, cuando se acerca y me abraza por los hombros, besando mis mejillas constantemente.
— ¿A dónde me llevaras? —Susurra viéndome a los ojos a una distancia corta— No puedo creer que enserio hayas vuelto, no hubo un día en que no pensara en ti —me besa cerca de los labios y quiero creer que ha sido sin querer porque me ha causado una extraña sensación—. Te seguiré a donde sea Jer, tu solo dime... ¿Qué hago? —Sonríe entusiasta.
Sonrío, tratando de regular mi respiración. Su beso, ha hecho que mi corazón se detuviera y de pronto, latiera con fuerza en exceso.
—Yo —rasco mi nuca y miro a todo mí alrededor, reconociendo de nuevo el lugar. Está más cuidado—… Debemos esperar hasta que se ponga el sol —le digo asintiendo, aprobando mi propia idea.
—Lo que sea, lo que sea te seguiré a donde vayas y haré lo que tú me digas —toma mi mano y entramos al establecimiento y de un momento a otro estamos en una habitación encerrados viéndome con una sonrisa—. Podemos hablar más calmos aquí... Y quiero saber... Que ha sido de tu vida en este tiempo —se sienta a lo indio sobre la cama dejándome espacio mientras me mira expectante.
—Me alegra saber que estás a mi disposición —sonrío un tanto burlón, alzando las cejas y riendo—. Bueno... Me adoptaron un par de mujeres y —rasco mi nuca, con nostalgia. De pronto, le muestro el costado de mi muñeca y le muestro un pequeño ying-yang impregnado en mi piel—… Me hice esto... Fue divertido —río ante el recuerdo.
— ¿Ellas fueron buenas contigo? ¿Cómo demonios te dejaron tatuarte? —Exclama riendo— ¡Eres un niño! —Luego de decir eso baja la mirada y niega— Bueno no... Ya no lo eres —muerde su labio y vuelve a mirarme—. Eres lindo —dice con una sonrisa tímida y sus pómulos ruborizados—. Tienes… 15, ¿No? —Pregunta mirando hacia sus manos con las cuales juega algo nerviosa.
—No lo fueron... De hecho, ni si quiera recordaban que existía después de los once —río—. Salí a explorar mi pequeño mundo, viendo lugares a los que podría llevarte, porque ¡Demonios!, no podía dejar de pensar en ti —confieso un tanto apenado. Después de un corto silencio—. Te miras hermosa, ahora —le digo encontrando su mirada con la mía—. 15, y si mal no recuerdo, cumpliste a penas tus 13 primaveras —bromeo.
—Al menos saliste de aquí —se encoje de hombros con una sonrisa— ¿Como es todo allá afuera? 13 primaveras encerrada aquí dentro ha sido tortuoso y no veo la hora de que llegue el día que me saques de aquí Jer —se abalanza sobre mi y quedamos tendidos en la cama, ella sobre mi respirando en mi cuello—. Te necesité tanto —susurra a mi oído.
—No puedo esperar a que lo veas, Jacqueline —sonrío al verla, cuando alza su mirada hacia mí. Nuestros rostros están a tan sólo un par de centímetros de distancia. Suelto un leve suspiro y me acerco a besar su mejilla. Mi objetivo, habían sido sus labios, demonios, quería darle un pequeño beso y... Sentirlos al fin, pero, quería que todo marchara bien y... En cuanto saliéramos de aquí, lo haría—. Te extrañé, pequeña —le digo. Sonríe dulcemente y se separa acostándose a un lado de mí.
—Y yo a ti —suspira—. Jer... ¿Puedo preguntarte algo? —Dice con cierta timidez y toma mi mano entrelazándola con la suya y poniéndolas unidas sobre mi pecho.
—Siempre puedes hacerlo, Jacq —miro nuestras manos, subiendo y bajando al ritmo de mi respiración.
—Tú has ido a colegios y... Has conocido chicos y —traga duro frunce sus labios conteniendo un suspiro—… Chicas —dice al fin—. Tú... ¿Tú has estado con alguna chica? —Levanta su mirada para verme con sus ojos vidriosos— Porque... Si lo has hecho... Estaría bien yo solo —suspira y vuelve a bajar su mirada—… Quisiera saberlo —muerde su labio con fuerza.
— Bueno... Creo que... Hubo una chica, pero... No pasó nada, porque resulta que... Los chicos me parecen interesantes de igual manera —no me apena decirlo, pues... Lo consideraba un tanto natural. Seis años con una pareja de mujeres; te acostumbras— ¿Por qué lo preguntas?
— ¿Has besado a una chica? O... ¿Un chico? —Pregunta con una mueca algo extraña— Disculpa no quiero ofenderte pero... Disculpa —dice algo avergonzada y lo deja en evidencia el color de sus mejilla por lo cual se aparta de mí y se sienta como lo había hecho antes.
—Para nada —me siento de la misma manera en la que ella lo hace y me pongo a pensar. Entre cierro los ojos y de a poco me acerco a ella, sin importarme mucho que iba a besarla a penas saliéramos de ahí. 
Rozo nuestros labios un par de segundos, para después, dejar un corto y pequeño beso en sus labios. Está sorprendida, pues seguro no se lo esperaba.
 
—Bueno, ahora sí —susurro separándome escasos milímetros. Si había besado un par de chicas, pero contárselo y verla angustiada, me ponía un tanto nervioso, confundido y demás, sin contar que ninguna había sido importante, simplemente porque ninguna era ella.
—Yo nunca he besado a nadie, ni siquiera sabía que se sentía —toca delicadamente sus labios con su dedo índice y medio soltando una risilla nerviosa—… así —se encoge de hombros y niega con su mirada fija en la cama.
—Perdón si he robado tu primer beso —me disculpo un tanto nervioso, por miedo a haber cometido un error—, no era mi intención hacerlo y —escondo mi cara entre mis manos, negando con mi cabeza—… Sólo que —alzo mis hombros—, quería hacerlo...
Ella toma mis manos apartándolas de mi cara y me dedica una sonrisa antes de cerrar sus ojos y acercarse a mí pegando fugazmente sus labios a los míos. Se aparta y con esa inocente mirada se encoge de hombros.
 
—Me gustas Jer, me gusta que mi primer beso haya sido contigo —baja la mirada y muerde su labio con cierto nerviosismo aunque se la ve entusiasta. Suelto un suspiro de alivio, entrelazando sus dedos con los míos.
—Me alegra haber sido el primero, entonces —me acerco a abrazarla por los hombros, pegándola a mi cuerpo— ¿Estás lista para irnos? —Pregunto al separarnos y ella asiente con convicción.
—Tú solo dime qué debo hacer y... Te sigo a donde sea —afirma tragando duro.
Salgo de la habitación, diciéndole que se quede. Miro por los pasillos, esperando no encontrar a nadie caminando por ahí.
 
— ¿Tienen algún horario de descanso aquí? —Pregunto entrando de nuevo— No sé, porque estuve sólo un par de días —sonrío de lado, ella mira el reloj en la pared.
—En unos quince minutos acaba el descanso de los empleados, se supone que ahora no hay nadie cuidando y si hay están en el patio donde la mayoría de los huérfanos deben de estar ahora.
Me acerco con rapidez a ella y la tomo del brazo, llevándola conmigo cruzando los pasillos. Nos escondemos un par de veces, evitando que los más pequeños nos vean, así como un par de chicos más grandes, que aún quedaban.
 
—Irás primero y saldrás por aquél lugar —señaló un pasillo largo y oscuro, en el que parecía, nadie entraba por ahí—. Podrá estar oscuro, pero es la única salida allá afuera. Cuando estés en el exterior, tendrás que correr lo más lejos posible, entonces, yo te buscó, ¿Sale? —Dirijo mi mirada a ella una vez más— ¿O tienes algún plan mejor? —Me burlo.
Puedo notar el nerviosismo en su mirada pero asiente sin decir más. Toma mi rostro entre sus manos y deja un fugaz beso en mis labios.
 
—Correré, no me falles por favor, yo... Yo nunca he salido de aquí dentro y no sabría que hacer sola allá afuera —toma una gran bocanada de aire y mira el pasillo con cierto temor. Se dé su miedo a la oscuridad, pero ni siquiera me deja responderle cuando se ha echado a correr por este y de un momento a otro le pierdo de vista.
Espero un par de minutos hasta que creo que estará fuera y comienzo a caminar despistadamente hacia el mismo lugar.
Localizo a tientas una de las ventanas rotas y salgo por ahí, cayendo en el césped seco de afuera.  Caigo de rodillas y al levantarme, comienzo a correr en busca de Jacqueline.
 
— ¿Jacq? —Susurro alto, tratando de ubicarla.
—Jer, aquí —dice en voz baja moviéndose entre los arbustos y siento dolor en su tono de voz—. Sé que me dijiste que corriera pero —su voz se corta y un quejido se escucha por lo cual me acerco velozmente a ella y veo su pierna sangrando desde la rodilla. Un vidrio medianamente grande esta clavado en ella y puedo ver el sufrimiento en su rostro cuando aprieta sus ojos mientras lágrimas salen de estos—… Ay, me duele —se queja y mira de reojo la sangre que corre por su pierna—. Lo siento, yo... Quítalo por favor —ruega temerosa—. Yo no sabía que habrían vidrios rotos —sus labios se entreabren en una mueca de dolor.
Retiro con cuidado el vidrio de su rodilla, tratando de hacerla sufrir lo menos que pudiera.
 
—Ven, conozco un lugar —le ayudo a levantarse y la llevo casi a rastras a una pequeña casilla que una de las mujeres había construido para mí. Entramos sin que nadie nos vea y tomo una botella de agua que guardé en una cajilla, vertiéndola de a poco en su herida—. Yo te curo —susurro tomando un pequeño trapo y limpiando con cuidado la sangre alrededor.
Mira todo a su alrededor con asombro casi tanto que olvida su dolor hasta que aprieto un poco para cortar la hemorragia y se queja volviendo su mirada a mí.
 
—Auch —hace un leve puchero y aprieta sus ropas aguantándose—. Gracias —dice aun viéndome— ¿Dónde estamos?
—Bueno —hago un par de muecas aún limpiándole la pierna—, quienes me adoptaron, hicieron esta para mí, les dije donde la quería y, aunque es pequeña, nadie sabe de su ubicación, más que tú, yo y ellas —le digo. Muerdo mi labio ligeramente, cuando escucho como gruñe por un leve dolor al apretar de más—. Perdona, estoy tratando de ser delicado...
—Solo... Hazlo y ya —aparta su mirada concentrándose en otra cosa -supongo- para no sentir el dolor y alguna que otra mueca hace pero ya casi estoy terminando—. Que torpe, mi primera salida al mundo exterior y ya ves lo que hago —bufa apenas— ¿Alguien puede encontrarnos aquí? ¿Porque ellas volvieron a dejarte en el orfanato? —Aclara su garganta— Lo siento, son muchas preguntas —hace una mueca y se encoge de hombros.
Me levanto por una pequeña bandita y me acerco a cubrir la rajadura que se ha hecho.
 
—No es tu culpa, he dicho —hago que se pegue a una de las paredes y pongo mi espalda en la pared frente a ella—. Sólo ellas, pero no se encuentran aquí; decidieron que su vida sería mejor en Rusia —río mirando al suelo, jugando con mis dedos—. No soy lo que ellas querían —ninguna emoción se expresa en mi rostro. Estoy serio y ella parece intimidada por mi tono de voz. Suelto una pequeña risilla, aligerando el ambiente y tocando con mi pulgar, el pequeño ying-yang.
—Entonces... Estas bien, supongo —muerde su labio por temor a hacer o decir algo malo mientras me mira— ¿Qué significa eso para ti? ¿Dolió? —Se queda donde estaba y puedo jurar que está algo nerviosa y no tiene idea de que decir o hacer. Gateo hasta quedar frente a ella y me hinco hasta quedar a su altura.
—Todo bien —doy un corto beso en sus labios. Puedo sentir su sonrisa por sobre la mía. Acaricio su mejilla con uno de mis dedos y me separo, sonriéndole con efusividad—. Tú estás bien, yo estoy bien. Todo bien.
—Estamos bien —sonríe y me aparta la mirada—, sé que siempre que esté a tu lado estaré bien, aunque me sienta —toma una gran bocanada de aire—... Rara —traga duro y aprieta su estómago sin atreverse a mirarme.
— ¿Te sientes rara a mi lado? —Pregunto un tanto alarmado, gateando de nuevo a mi lugar inicial— ¿Te hago sentir mal o algo? Si es así, dímelo, puedo parar... No quiero hacerlo... Quiero hacerte sentir bien.
—No, no, ven —estira su mano hacia mí pidiéndome que vuelva—. Es raro pero... Lindo —se encoje apenas de hombros y ladea su cabeza en una mueca adorable—. Es algo... No sé Jer, nunca me había pasado algo así —dice con sus mejillas ruborizadas—, lo siento, siento cosas... Aquí —pone su mano en la boca de su estómago—, y aquí —suspira llevándola hacia su corazón levantando su mirada hacia mí—. Es lindo solo... Que nunca me había pasado antes.
—Me alegra hacerte sentir así, entonces —retiro un mechón de su cabello, mirándola en una especie de trance, observando con detalle cada una de sus facciones y analizando su comportamiento—. Has cambiado mucho, Jacqueline —suspiro alargadamente.
Ella no deja de mirarme a los ojos con una mirada tan intensa como inocente.
 
—Tú también has cambiado —dice algo pausado—, ya no tengo 7, ni tú 9, eres... Eres grande Jer, y... Sientes cosas que... Sienten los niños grandes ¿No? —Una vez más tartamudea un poco al hablar pero no quita su mirada de mí y siento como su respiración de a poco se vuelve más fuerte. Río levemente.
—Sí, siento muchas cosas de niños grandes —la miro de la misma manera en la que ella me mira a mí—. Deberías saberlo, eres niña grande también —sonrío de lado, sintiendo como se acelera mi corazón cuando coloca un mechón de su cabello hacia atrás y su mirada se clava en la mía.
—Jer... Tú... ¿Tú quieres enseñarme a besar? —Pregunta con timidez y por primera vez aparta su mirada de mí— Es que yo sé que los besos no son simplemente así, como —se acerca rápidamente a mí chocando nuestros labios— ¿Si me entiendes?  Yo... Yo quiero que tú me beses de verdad, ¿Si quieres? —Levanta su mirada hacia mí y muerde su labio con nerviosismo.
— ¿Enseñarte a besar? —Asiente con su cabeza. Mis ojos se abren grandes y río— Bueno—carraspeo nervioso y trago saliva con dificultad. Me acerco cada vez más a ella, con emoción y felicidad de... De que simplemente sea ella— ¿Estás segura de esto? Yo... No creo poder dejar de besarte una vez que te bese —intento bromear aunque lo digo muy enserio.
—So.. Solo hazlo —suelta una risita nerviosa y relame sus labios—, yo... Yo te seguiré —inhala profundo con una sonrisa nerviosa y cierra sus ojos acercando su rostro al mío.
Beso sus labios al fin. Ella comienza quedando paralizada, pues al inicio, no sabe qué hacer. Sonrío y  después de un rato, comienza a seguirme. Ansioso, acerco su cara a la mía, tomándola por la barbilla con una mano y acariciando su mejilla con la otra. Quiero que ella disfrute de ese primer beso que me esfuerzo en darle. Sus labios son delgados, aunque suaves, con un ligero toque rosado natural en ellos. Al final, atrapo su labio inferior entre mis dientes y lo muerdo ligeramente, para después separarme de ella con una sonrisa amplia en el rostro.
 
—Debo detenerme, o mis pensamientos de niño grande, harán que nunca me detenga y siga... —río juntando nuestras frentes.
—Te quiero Jer, y me gustas, me gustan tus besos —sonríe pasando las manos por detrás de mi cuello y ahora con más confianza me besa lenta y pausadamente. Puedo sentir su cuerpo pequeño algo tembloroso pero aun así sé que está bien. Sus labios se entreabren apenas atrapando a los míos y se siente tan bien que tengo miedo de perder el control.
—Jacq —susurro en sus labios. Ella está sonriendo y yo, lo he estado haciendo desde que la vi. Coloco mis manos en su cintura, haciendo que ambos nos hinquemos y estemos en una posición menos incómoda. La acerco a mí, rodeándola por la cintura con un brazo y con mi mano libre, me encargaba de acariciar su mejilla, cuello y cabello—… No puedo creer que esto es lo que quieras —digo a penas en un momento en el que ella está tomando aire.
—No sé lo que quiero Jer, solo sé que tú me haces bien, y quiero estar contigo, siempre, y que... Y que no vuelvan a separarnos —suspira pesadamente y me abraza con fuerza.
—Eres aún inocente... Y pequeña —le digo con melancolía—. Jamás nadie va a separarnos. Estamos juntos ahora —beso tiernamente la punta de su nariz y atrapo de nuevo sus labios en un beso corto.
—Te quiero —vuelve a abrazarme para separarse y sobar su nariz—, estoy un poco cansada. ¿Dormiremos aquí? —Se acomoda buscando algún sitio blando.
—Lo haremos, Jacq —saco un par de cobijas de una caja y las pongo en el piso, para después cubrirnos con un par más hasta la cintura—. Tendremos cosas que hacer mañana. Descansa, linda—le digo al final.
—Gracias Jer —me dedica una mirada tierna y cansada—. Buenas noches —suspira y se acurruca en mi pecho abrazándome y entrelazando sus piernas con las mías—. Te quiero, mucho.
—Y yo a ti —suspiro sonriendo y dejo un beso en sus oscuros cabellos cerrando mis ojos, sintiéndome pleno y sumamente, bien, por haber cumplido mi promesa, por haberla besado, por estar a su lado.