Everlasting love {Zayn Malik.

La niña de largos cabellos oscuros y ojos café, delgada y casi insignificante, o así la hacían sentir en aquel orfanato donde había vivido desde sus primeros días de vida. La pequeña era sumisa de sus compañeros, ella no decía que no a nada y siempre fue tratada como lo que ella creía que era de tanto que se lo repetían; una basura.
Creía que viviría siempre en esa miseria, rodeada de niños más grandes que solo la hacían sentir aun mas diminuta de lo que era, hasta que un día, como cualquier otro, se encontraba limpiando los baños de las niñas bajo órdenes de una mujer desagradable y abusiva, hasta que un niño, uno al cual ella nunca había visto antes, de ojos miel y tupidas pestañas, de tez apenas morena y mirada indiferente apareció tras el umbral. Ella se perdió en sus ojos y él, en los de ella, mientras la pequeña trapeaba con guantes que parecían se saldría de sus manos.
 
— ¡Jacqueline! ¿Que se supone que haces? —Retó la mujer y la niña se hizo aun más pequeña de lo que parecía ante el grito ronco de la limpiadora.
—Y tu niño ¡Lárgate! Si no quieres problemas apenas llegado —retó al pequeño quien le dedico una apenada mirada a la chica, ella hizo lo mismo y él se marchó con el seño fruncido.
—Lo... Lo siento —se lamentó la jovencita pero no fue suficiente. La mujer la levanto cinchando su cabello por lo cual la niña chilló y las lagrimas salieron de inmediato de sus ojos.
—Maldita inútil —escupió con desprecio y la soltó bruscamente por lo cual perdió el equilibrio y cayó al suelo— ¡Lárgate de mi vista! ¡Lárgate antes de que te golpee! —Amenaza, la niña se levanta y huye de allí en un llanto desconsolado corriendo hacia su habitación pero es interceptada por alguien que la toma por los brazos y cuando levanta su mirada, el chico de ojos miel que había visto rato antes estaba abrazándole con fuerza. Ella no lo conocía, pero había algo en él que le decía que por primera vez en sus siete cortos y tortuosos años de vida. Podía confiar en alguien; en él.

Bajo las escaleras acomodando mi horrorosa jumper color azul oscuro, me estaba incomodando de más al igual que el calzado pero por más que dijera me habían mandado a callar y que no cumplirían mis estúpidos caprichos. Caminé con la mirada hacia el suelo como siempre solía hacerlo, evitando cualquier tipo de mirada ofensiva y llegué a la fila para esperar la comida con mi bandeja.
 
—Oye tonta, ese lugar es mío —dice una niña notoriamente más grande que yo y doy un paso hacia atrás cediéndole el lugar sabiendo que no era suyo pero... Me había cansado de responder y que me castigasen por lo cual, solía mantenerme al margen. Un suspiro salió de entre mis labios y esperé mi turno para recibir por parte de la cocinera una porción de algo indescriptible que de solo verlo se me quitó el apetito, aun así, agarré mi vaso de agua el cual puse sobre la bandeja y comencé a caminar rumbo a la mesa apartada donde solía sentarme; sola.
Jugué con el tenedor pinchando aquel mazacote que se supone debería comer y puse cara de asco pero resignada lo llevé a mi boca tragando con notorio disgusto.
Un plástico golpeando la madera de la mesa, hizo que alzara la mirada temerosa, pues quizá alguno de los chicos o chicas mayores, vendría a arrebatarme de las manos mi única comida al día, pero todo cambió cuando me encontré con sus preciosos ojos miel y su cálida sonrisa se presentó en su rostro.
 
— ¿Puedo sentarme? —pregunta y tiene la voz de un ángel. Alejo el mal sabor de mi boca, que la comida ha dejado y lo miro como si Dios estuviese frente a mí. Logro asentir después de un par de minutos y se sienta enfrentándome— Jeremiah —me dice con una sonrisa—… Soy Jeremiah Johnson, pero puedes decirme Jer —toma el tenedor haciendo una mueca de disgusto y moviendo la comida con miedo, como si esta fuese a saltar de su plato y comerlo vivo, aunque no hubiese sido raro si lo hiciera— ¿Qué es esto? —pregunta con una mueca de horror. No he respondido ni una de sus preguntas o si quiera he soltado un gruñido o algo que le diera señal de si hablaba— ¿Eres muda? —señala sus labios ágilmente y comienza a hacer señas con habilidad.
—Jacqueline —digo sin mirarle volviendo a introducir otro trozo de aquello en mi boca y nuevamente la mueca de asco se dibuja en mi rostro esta vez acompañada por una sensación de náuseas, por eso, aparto el plato y bebo agua resignada a no comer otro bocado—. No soy muda, y no sé qué es esto —digo terminando de beber sin hacer contacto visual con él, no solía hacer contacto visual con nadie.
—Puedes mirarme, no muerdo —dice divertido—. Qué lindo nombre, Jacqueline —escucho algo arrugándose entre sus manos y coloca un empaque azul frente a mí— La mujer que estaba regañándote el otro día... Me lo ha dado por —lo veo de reojo, agachando la cabeza—… por, portarme bien con ella —susurra con un toque de perturbación—. Me ha dejado compartirlo contigo —miro el empaque de galletas y dulces frente a mí con desconfianza.
—No deberías mostrarlo aquí, nos retarán —digo con cierto temor y pongo mi mano sobre la suya para alejar el paquete de mi y por primera vez en todo el rato le miro pero de inmediato, siento mis mejillas ruborizándose y quito mi mano de la de él con prisa escondiendo ambas bajo la mesa como si hubiese pecado— ¿Qué hiciste para que te de eso? —Una vez más mi mirada baja a la mesa.
—No puedo decírtelo —se encoge de hombros tomando mi mano y poniéndola sobre el paquete para que lo tome una vez más.
—No sé qué habrás hecho pero... A mí me odia —digo con un leve puchero inconsciente—, y ni siquiera sé porque pero no se cansa de hacérmelo saber —trago duro y siento un escalofrío al sentir su mano sobre la mía pero finalmente abro el paquete y asegurándome de no llamar la atención de nadie, llevo una a mi boca la cual degusto como si de un delicioso manjar se tratase—. Gracias —digo con la boca llena.
—No creo que pueda odiar a una niña bonita como tú —alza mi mirada y sonríe de lado—. Bueno, quizá alguna vez te diga lo que tengo que hacer para que no te moleste —ríe bajito— De nada, son todos tuyos —saca un par de galletas mas y las guarda en una pequeña mochila que parece querer obsequiarme.
—No soy una niña bonita —reniego tallando mis ojos—, nadie aquí lo cree y no vendrás tu a decirlo ¿Quién eres? ¿Y desde cuando estas aquí? ¿Acaso también me dices cumplidos para hacer lo que hacen los otros niños grandes? —Mis ojos se llenan de lágrimas y me levanto bruscamente de la mesa para salir corriendo de allí por los pasillos del orfanato.
Siento sus pasos tras de mí, aunque de un momento a otro, puedo encontrarme sola en una habitación de servicio.
 
—Jacqueline —escucho su voz acercándose cada vez mas—, se que estás por aquí —me abrazo a mis piernas y de pronto, lo escucho suspirar—. Jacqueline, diré que eres una niña bonita, porque en serio lo eres, no hablo solo por hablar, ¿Sabes? —una risita escapa de su garganta. Puedo escucharlo— Mi madre siempre me enseño a hablar con la verdad y jamás te mentiría o lastimaría, ni a ti ni a nadie...
—Mentiroso —digo por lo bajo pero sé que me ha oído pues gira la manija abriendo despacio—, todos mienten, ¿Porque debería creerte? ¿Porque si tienes madre estas aquí? ¿Eh? —Hipo porque de un momento a otro, una angustia se apodera de mi pecho y las lagrimas salen solas— No necesito tu lastima Jeremiah, ni la de nadie, ya he aprendido a vivir así y cuando crezca me iré de aquí, es lo único que anhelo.
—Mi madre está muerta —lo escucho decir desde afuera—. Y... mi padre me ha tirado en las calles. Es la segunda vez que paro en un orfanatorio y sé, tengo que hacer lo posible por poner gente de mi lado, si no quiero que me maltraten —entra y se sienta a oscuras frente a mí—. Creo que, un niño aprende a ser sincero con los demás, si su madre fue una buena persona y tenía tres hermanas a su cuidado —añade mirando al suelo.
—Lo siento —le miro a media luz—. No quise ser grosera ni entrometida pero... Tú me tratas bien y —me encojo de hombros soltando un pequeño sollozo—… Nadie nunca me había tratado bien aquí  —pasó las manos por mis ojos con brusquedad—, incluso eres amable cuando la vida no ha sido amable contigo —me abrazo mas fuerte a mis rodillas—. No sabía que había gente como tu —admito torpemente.
Se acerca de poco a poco a mí y en un rato, siento sus manos rodear mis hombros y cuerpo, en otro momento hubiese salido corriendo, pero él no iba a lastimarme, yo tenía eso muy en claro.
 
—Pequeña Jacqueline, la vida no me ha tratado bien, en eso estas correcta, pero no por eso, significa que yo trataré mal a todo el mundo —ríe susurrando—. En el mundo, hay gente como tú —me señala con el dedo—, y como yo, quienes están hechas para protegerse y cuidarse siempre, inocente Jacque, para eso, estoy yo...
Nunca antes me había dejado siquiera tocar por nadie -no por voluntad propia-, pero esta vez, era diferente, él no buscaba lo mismo que los demás. Podía sentir la sinceridad saliendo de sus poros, aquella bondad que jamás había percibido en nadie.
 
— ¿Tu me cuidarás? —Cuestioné con tanta inocencia como cualquier niña de mi edad lo hubiese hecho.
—Yo te cuidaré —acaricia mi brazo con cariño—… Hoy, mañana, pasado mañana —ríe levemente—. Todos los días de mi vida, Jacq —siento como recarga su cabeza en mi hombro y comienza a suspirar. Le miro de reojo y sonrío, sonrío naturalmente, como no recordaba haberlo hecho nunca.
— ¿Quieres ser mi amigo? —Me acurruco en sus brazos con total inocencia— Nunca tuve un amigo antes quien quiera cuidarme —tomo su mano con delicadeza y desconfianza pues temo precipitarme o hacer algo mal.
—Pensé que ya lo éramos —me sonríe entrelazando sus dedos con los míos—. Hemos tenido ya nuestra primer pelea —me mira a los ojos con sinceridad—, pero seguro tendremos buenas reconciliaciones como éstas —con su mano libre, acaricia nuestras manos entrelazadas.
—Mejores amigos —digo tal vez con entusiasmo de más—. Ahora... Los amigos no tienes secretos ¿No? —Me acomodo de lado para verle.
—Ni un secreto —afirma acariciando mi mano con el pulgar de la suya.
—Entonces... Dime ¿Como conseguiste las galletas?
—Digamos que —calla su plática y de pronto, lo siento sollozar en mi hombro—… Es complicado, pues... Yo dejo que la mujer me toque y que un par de maestros me regañen como lo merezco —su llanto se hace presente entonces le abrazo con todas mis fuerzas.
—Lo sabía, es lo que ellos hacen —de un momento a otro, los dos estamos consolándonos mutuamente—, no dejes que lo hagan, no por mi —sollozo acariciándole la espalda—. Somos niños Jer, esto está mal, pero saldremos, algún día esta pesadilla se acabará.
—No solo son ellos, Jacq... Son los más grandes —susurra, pero a penas lo entiendo, porque está llorando—. Saldremos de aquí; si no es juntos, no es ninguno —jura, mirándome a los ojos. Puedo verlo por la poca luz que entra por las pequeñas ranuras de la puerta.
—Yo también quiero cuidarte —hago un pequeño puchero— ¿Qué puedo hacer yo para ayudarte? —Lo miro y tomo su rostro para que me mire mientras las lágrimas siguen saliendo de sus ojos— ¿Y si huimos? Huyamos, juntos, yo nunca me animé a hacerlo sola, pero contigo —un brillo de ilusión de dibuja en mis ojos—, contigo todo es diferente Jer.
—Somos niños… No podemos huir simplemente así, linda —dice—. Solo... Espera a los doce y te llevaré a cualquier parte que quieras, Jacq —susurra cerca de mi oído, tomando mis manos que aun estaban en sus mejillas—, lo juro.
—Te creo —digo con ilusión, perdida en sus ojos miel—, esperaré porque sé que cumplirás tu promesa —suspiro y dejo un inocente y casto beso sobre sus labios. Se sorprende, pues ha abierto grande sus ojos.
—Lo cum... cumpliré —tartamudea  nervioso, para después besar mi mejilla.
La puerta se abre bruscamente provocando un gran estruendo y por el umbral de esta la sombra de aquella mujer que tanto me aterraba es todo lo que puedo ver.
 
— ¿Que están haciendo? Mocosos degenerados —se acerca a mi bruscamente y chillo cuando me jala del cabello como solía hacerlo.
Él se levanta.
 
— ¡No la trate así! —grita con furia, halando del uniforme de la mujer. — Por favor —suplica Jeremiah tirándose al piso, berrendo para recibir él el castigo, en vez de mí.
—Los dos merecen castigo por imprudentes —me suelta con fuerza y mi espalda golpea el frio suelo y por un momento me siento mareada y veo como la mujer llama por radio a otros sujetos mientras tomo mi cabeza y veo un poco de sangre salir de esta.
Corre a mi lado, pero a penas toma mi mano para ayudarme, la mujer lo toma por la cintura, alejándolo de mí y dejándome ahí tirada, esperando por ayuda.
 
— ¡Jacqueline! —le escucho gritar.
—Jer —sollozo su nombre estirando mi mano hacia él a quien ya lo han alejado lo suficiente de mí tomando mi cabeza la cual palpitaba a causa del golpe y veo sangre en mi mano al atraerla hacia mí y todo lo demás es confuso porque oigo voces a mí alrededor pero mis ojos se cierran y pierdo el conocimiento.

Salir de la habitación no había sido fácil. Digamos que Timothy, uno de los chicos grandes de ahí me había ayudado a salir, a cambio de lo que casi siempre pedía y yo debía dejarme.
Corro a la enfermería, con el corazón latiendo rápido como mis pasos. Miro por la ventanilla y Jacqueline está ahí, recostada, con los ojos cerrados y yo solo espero, que no los haya cerrado para siempre, como mi madre.
La mujer vestida de ropas blancas, sale en busca de un par de cosas y, como se por instinto que se tardará, pues es mujer, entro con rapidez a lado de la linda niña que se había vuelto mi mejor amiga en segundos.
 
— ¿Jacqueline? —Susurro, esperando que despierte a la primera— Jacq... linda, por favor... —agito levemente su cuerpo. Aprieta sus ojos y los abre muy pequeños. Su mirada está perdida, una mueca de dolor se dibuja en su pálido rostro.
—Mi cabeza —se queja —me duele —dice casi inaudible aun mirando a la nada y dudo que se haya percatado de mi presencia. Suelto un suspiro de alivio, al ver si quiera como ha formulado las palabras.
—Ya pasará, linda —susurro cerca de ella, haciendo que note que estoy ahí. Abro grande los ojos cuando me mira, pues tiene un precioso color en ellos, que hasta con malestar se ve bien. —, te daré agua —digo al instante y corro por un vaso pequeño de líquido y se lo doy—. Me alegra que estés bien, Jacq... ¿Cómo te sientes? —pregunto al final.
—Gracias —dice débilmente e intenta sentarse con algo de dificultad por lo cual pongo mis manos en su pequeña cintura -tan pequeña que siento sus huesos- para ayudarle. Me dedica una leve y degastada sonrisa y bebe el contenido del vaso—. Me siento terrible, me golpe aquí —señala su cabeza donde tiene una venda blanca manchada con un poco de sangre—, cuando esa mujer me empujó para apartarme de ti —dice apenada y me observa devolviéndole el vaso a medias— ¿Te hicieron algo? —Pregunta temerosa.
—Pequeña —susurro palmeando levemente una de sus manos e ignorando su pregunta. No porque no quisiera responderla, solo porque pensé que solo ella importaba aquí—… Te cambiarán la venda en un instante, supongo —le digo mirando a todos lados— ¿Es buena la enfermera? Escuché que es el alma mas bondadosa en todo éste lugar —sonrío un tanto burlón, viendo como la sombra de una sonrisa se asoma por la comisura de sus labios. Se encoge de hombros y refriega sus ojos suspirando.
—Paso más tiempo aquí del debido, es buena, me trata bien y me cura cada vez que alguien me lastima —traga duro acomodándose recostando su espalda en la pared y pide mi mano la cual le doy—. Espero que tú no tengas que visitar seguido este sitio —dice con una sonrisa dulce y con mi pulgar, acaricio su mano, sonriendo.
—Lo visitaré seguido si se atreven a tocarte, maltratarte o hacerte daño —suelto un leve bufido—. No soportaría verte mal de nuevo —digo ante el mal sabor de boca que me había causado verla tirada en el piso—. Me alegra que te trate bien, así puedo irme tranquilo de que alguien te cuida —la miro a los ojos y sé que debo cuidarle, pues ha pasado quizá mucho tiempo esperando por alguien que le proteja.
—No recuerdo la última vez que había hablado con alguien —confiesa tímidamente—, como tú cuando te sentaste a la mesa conmigo, muchos otros piensan que soy muda porque no respondo, pero... Tú has sido diferente, tu no me has hablado para burlarte o ser malo conmigo —baja su mirada—, Jer, tu eres un niño bueno —sonríe apenas aun tomando mi mano—, yo no sabía que existían niños buenos como tú, nunca había conocido uno —dice con tanta simpleza y convencimiento que me causa ternura y es que no puedo imaginarme como había alguien capaz de hacerle daño a un ser tan adorable e inocente—. Vete ahora —suelta mi mano—, no quiero que te vean aquí y te metas en problemas.
—Soy afortunado de encontrarme gente como tú, Jacq. Solo quiero lo mejor para mí y los que me rodean —me pongo de pie del lugar en el que estaba, pero me quedo mirándole desde ahí. — Y eres tú, la única que me rodea ahora —susurro, acercándome con rapidez a ella y dejando un pequeño beso en su mejilla—. Si quieres que me vaya, lo haré —alzo mis manos con inocencia, sonriendo de lado. Se sonroja notablemente ante mi pequeño beso en su pálida mejilla.
—Somos como... Una pequeña familia ¿No crees? —Ríe apenas con inocencia y su risa que nunca había escuchado antes es hermosa— Tú también eres el único Jer, tal vez siempre sea así —se encoge de hombros—. No quiero que te vayas, es solo que... Temo que te reten por mi culpa —dice apenada dedicándome una tierna caída de ojos.
—Y yo no quiero dejarte, así que, no me importarían un par de retos —me recuesto a su lado y paso uno de mis brazos por sobre sus hombros, abrazándola a mí—. Me gusta que seamos una familia. Eres mi pequeña hermanita —susurro cerca de ella, besando su frente. Apoya su mentón en mi hombro y me mira con ilusión.
—Nunca tuve una familia —suspira ahora apoyando se mejilla en mi hombro—, se siente lindo saber que puedo contar con alguien, nos tenemos el uno al otro, por más pequeños que seamos, un día seremos grandes y seguiremos juntos ¿Lo prometes? —Vuelve a mirarme y veo suplica en sus ojos. No puedo negar aquélla petición, pues como ella, me sentía en una familia. Ella era mi familia ahora.
— Lo prometo, Jacq. Y algún día, juntos, vamos a salir de aquí —tomo su dedo y lo entrelazo con el mío.
Su meñique es diminuto, así como todo en ella y eso causa ternura en mí. Me dedica una angelical sonrisa y de pronto un ruido nos alerta a ambos. La enfermera atraviesa la puerta para quedar viéndonos en una mueca de confusión que de inmediato cambia por una insignificante sonrisa.
 
—Niño ¿Qué haces tú aquí? Sabes que si te pillan te meterás en problemas ¿No? Bájate de esa camilla y procura que nadie te haya visto o también habrán problemas para mí.
Obedezco la orden de la señora bajándome de un salto de la camilla yendo hacia la puerta.
 
—Puedes quedarte, pero yo no te vi, eh —advierte la mujer quien se acerca a Jacqueline para cambiar su venda— ¿Cómo te sientes niña? —Pregunta preparando los implementos para sustituir la venda por una limpia.
—Mejor, gracias señora Jones —responde con su timidez característica y la mujer se dispone a curarle por lo cual protesta un poco dibujando una mueca de dolor en su rostro pero pasa pronto.
—Ya, eso no debe sangrar más, vuelves mañana y te la quito —toma la mano de la pequeña y le sonríe con amabilidad— ¿No me dirás como te hiciste eso? —Ella niega separándose para bajarse de la camilla de un salto.
— ¿Ya podemos irnos? —Cuestiona y la enfermera asiente.
—Con cuidado niños, que no los pillen —advierte y asiento tomando la mano de Jacq para salir juntos de allí.
Miro nuestras manos juntas y la llevo a uno de los patios traseros, donde apenas hay gente y me tiro en el pasto semi seco, tirándola conmigo a un lado.
 
— Tenemos poco tiempo solos sin que nos atrapen, así que... Dime, ¿Qué quieres hacer, Jacq?  —nuestras manos aún están unidas. Las miro un rato; su pálida piel se esconde por sobre la mía y aunque no sea un contraste enorme, es tierna la manera en la que nuestras pieles se distinguen.
—No lo sé —me mira con repentina pena—, no sé que hacen los niños y las niñas cuando no tienen nada que hacer porque... Yo suelo limpiar u ordenar lo que desordenan los más grandes, y los veo jugar a veces pero nunca me han dejado jugar con ellos —frunce el seño—, todos son malos aquí menos tu —aprieta mi mano débilmente.
— Entonces, creo que resultaría mejor quedarnos un rato aquí —palmeo el pasto y hago que se acerque más a mí— Somos una familia, ¿recuerdas? Jamás te dejaría a un lado...
—Nunca lo olvidaré —sonríe y se acerca recostándose sobre mi pecho de manera inocente—. Gracias Jer.
—Me encargaré de que nunca lo olvides —niego con la cabeza, mirándola entonces—… No hay nada que agradecer, pequeña e inocente Jacqueline...
Me abraza de repente por lo cual me sorprendo pero rodeo su pequeño cuerpo con mis brazos. Estar un tiempo a solas con Jacqueline, era reconfortante y me agradaba tenerla cerca para protegerle.
Cierro los ojos, pero los abro de inmediato al escuchar el carraspeo de uno de los chicos mayores, que se encontraba frente a nosotros.
 
—Vaya, si algún maestro se enterara de esto, los retendría entre las cuatro paredes —se burla y su séquito le sigue el juego. Abrazo a Jacq, mas hacia mí, sintiéndome protector a su lado. Ella me mira aterrada, no dice una palabra pero se tensa por completo.
 
—Hey, ¿Quien te crees nuevito? ¿Vienes en busca de problemas? —Se burla otro quien codea a su amigo riendo— Podrías ser de nuestro grupo, pero decidiste juntarte con la basura —ríen y siento a Jacqueline queriendo removerse de mis brazos, ella no quiere más que huir.
— ¡Ustedes son la basura! —Me pongo de pie con rapidez, frente a ellos— ¡Sólo ustedes tratarían mal a una niña! —los señalo con mi dedo índice, sin acercarme mucho a ellos. Jacqueline se esconde tras de mí y toma mis hombros temerosa.
—Déjalos Jer, te van a lastimar, vamos nos —pide casi en susurro provocando más risas de los idiotas.
—Con que la niñita no es muda ¿Eh? Además de llorar y limpiar baños puedes hablar ¡No eres tan inútil —se burla uno de ellos quien parece ser el líder del grupo.
— ¡Dejen a Jeremiah en paz! —Grita con su voz quebrada y sale detrás de mí— ¡Déjennos en paz!
—Oh estúpida niña —él quiso tomar su brazo pero lo intercepté justo bajándole la mano y haciéndola a ella hacia atrás.
—Jer —casi suplico ella que tomándome mi otro brazo cinchándolo para sacarme de allí. La miro negando con la cabeza y me acerco al "líder" mirándolo con odio.
— Ella no es estúpida —pateo su rodilla con mi puntapié, haciéndolo retorcerse un poco. Otro de los chicos se abalanza sobre mí, pero quien antes se quejaba de su dolor, lo detuvo. Larga una carcajada mirándome aún con el dolor evidente.
— Jodido niño —empuja por mis hombros y caigo al suelo bruscamente, un agudo gritillo de Jacqueline, llama la atención de los demás.
—Déjenle —grita poniéndose frente a mí causando la burla de todos.
—Quítate del medio niña tonta —la empuja a un lado y otro de los sujetos la toma de los brazos y la veo queriendo zafarse por lo cual me levanto de inmediato pero de un momento a otro, sale de mi visión ya que se ha formado una ronda a mi alrededor y del otro chico a grito de "pelea, pelea" como si fuésemos unos salvajes. Siento a Jacqueline gritar mi nombre rogándome que salga de allí pero sigo sin divisarla.
Estoy moviéndome al rededor de quienes están a nuestro perímetro, sin lograr encontrar a mi niña.
—Tranquilo... ¿Jeremiah, eres? —Frunzo el ceño, mirando con odio al mayor— Quieren que me golpees —susurra burlón, cerca de mí.
—Dejen a Jacqueline —suelto entre dientes. Parece querer ignorar lo que le digo, pues de un momento a otro, se ha tirado sobre mí y ha golpeado mi cara. Le doy un rasguño en la mejilla y ahora, me encuentro mordiendo su brazo.
Suelta un grito desgarrador, pues le muerdo con odio y de pronto, la gente que se ha acumulado, comienza a abrirle espacio a la directora del lugar.
 
— ¿¡Que está pasando aquí!? —Grita la mujer y todos comienzan a dispersarse y veo como el chico suelta a Jacqueline y esta me mira llena de temor.
—El chico nuevo empezó, por defender a la mocosa —se excusa el mayor quien toma su brazo el cual había mordido. Escupo con asco y miro a la directora aterrado, pues sé, que quien se ve peor involucrado en la situación soy yo.
—Jeremiah, ni una semana de llegado y ya me traes problemas —bufa la mujer quien voltea como si buscase a alguien con la mirada y divisa a mi pequeña niña quien palidece al ver la severa mirada de la rectora—. Y tú tenías que estar metida en el problema —suelta con desprecio, los dos, a dirección ¡Ahora! —Sentencia. Nos miramos con odio con el chico mayor que parece esta vez haberse salido con la suya— Y tu Colton no cantes victoria, ya me encargaré de ti y tus brabucones —finaliza y toma a Jacqueline de la muñeca llevándosela con ella por lo cual las sigo de inmediato.
— ¿Qué es lo que va a hacernos? – pregunto con nerviosismo, alcanzando su paso y alineándome a Jacqueline.
—No tienes derecho a hablar —me regaña, aparentando el brazo de mi pequeña—, mocosos. ¿Cómo se atreven a causar alboroto en mi institución? —bufa notoriamente molesta.
—Pero él ha comenzado —me quejo. Tomo a Jacqueline de su brazo libre con delicadeza, guiándome por ella.
— ¡No me interesa quien ha comenzado! —grita fuerte, deteniéndose en seco y sacudiendo a Jacqueline.
—Ellos siempre me molestan —dice bajando la mirada y queriendo soltarse pero la mujer la aprieta con fuerza—. Jeremiah solo me defendió —dice mirando a la mujer quien bufa con desagrado.
—No te he preguntado nada a ti —regaña, ella dirige la mirada hacia mí—. Respecto a ti —me señala—, te irás pronto de aquí, porque ya mismo te dejaré en lista de adopción —dice sin más—, y tu niña, también.
—Quiero ir con él —dice bajo pero la mujer la oye y toma su rostro apretando su mentón y haciendo que la mire bruscamente—. Escúchame mocosa, tú no tienes derecho a nada aquí, y no volverán a verse —aparta mi mano bruscamente y se la lleva por el pasillo lejos de mi.
— ¿No vernos? —Pregunto angustiado cuando menciona la lista de adopción y separarnos a Jacqueline y a mí— ¡No puede hacerlo! —le grito y me mira con molestia pero una sonrisa malvada se dibuja en su rostro.
— ¡Puedo hacer lo que yo quiero, Jeremiah! —dice hiperactiva— Eres un niñito que no puede mandarme a hacer lo que quiero o decirme lo que no puedo hacer —se acerca amenazante a mi cara y vuelve a caminar por unos pasillos casi arrastrándola.
— ¡Llévate al niño! —Ordena a un sujeto que hasta ese momento no había visto quien me toma del brazo y me arrastra en sentido contrario a Jacqueline y la rectora.
 — ¿Que le harán? —Pregunta mi pequeña con lágrimas en los ojos.
—Lo mismo que a ti, un poco de oscuridad los hará reflexionar —son las últimas palabras que oigo de la mujer antes de desaparecer con Jacqueline llorando con ella.
 
Comienzo a llorar con la finalidad de que el hombre se desespere y me haga un poco de caso.
— ¿A dónde me lleva? —Sollozo— ¿A dónde la lleva a ella? —me mira con desgano, más no está en sus planes responderme.
Al cabo de un rato, cuando su cara está colorada del enojo, me mira y dice que me llevará a un lugar cerrado, en el que las reflexiones llegan por si solas a nuestras mentes. Sé que tiene un alma buena, ese hombre, pero se ve obligado a llevarme a ese lugar.
Abre la puerta, haciéndola rechinar levemente. Me adentro al lugar y es obscuro, a penas iluminado por un par de rejas en la puerta, como las de la cárcel.
 
— ¿Va a dejarme aquí? —pregunto con tristeza. Me da una última mirada y cierra con llave.
Así, me quedo sentado en el centro, sollozando unos minutos, pues no soporto la idea de que estén lastimando a Jacqueline. De que estén lastimando a mi pequeña niña.
 

La directora me arroja bruscamente dentro de "la jaula" -como suelen llamarle- para luego cerrar con llave sin decir nada y ahí me quedo, a oscuras. Un nudo se forma en mi garganta y ya no contengo el llanto. Odiaba la oscuridad, odiaba ese lugar. Me abrazo de mis rodillas cerrando mis ojos y escondiendo mi rostro entre ellas alejando todos los fantasmas que solía ver alrededor cuando estaba sola y a oscuras. Tenía miedo, mucho miedo, podía sentir mi pequeño cuerpo temblar por el llanto y el temor que me provocaba estar allí; sola.
Los ruidos que comenzaron a escucharse, no ayudaban en nada a que me tranquilizara ni mucho menos un par de quejidos que me distraían aún más.
 
— ¿Jacq? —Escucho su leve y suave voz, que inmediatamente reconozco. Abro mis ojos y gateo tanteando que no haya nada en el suelo.
—Jeremiah ¿Eres tú? —Pregunto posando mi mano en la pared y apoyando mi oreja en esta tratando de escuchar mejor. Quería creer que no estaba alucinando.
—Oh, Jesús — le escucho susurrar con levedad—. Jacqueline, ¿Estás bien? ¿Te han hecho algo? –Pregunta con preocupación. Suspiro con cierto alivio al escuchar que es él pero vuelvo a darme cuenta que sigo en la oscuridad y que no está conmigo, que allí, estoy sola con mis miedos y la aterradora oscuridad.
—Tengo miedo —sollozo cerrando mis ojos colocándome en posición fetal contra la pared.
—Hey, no llores, cariño  –lo escucho decir, pero después, ni si quiera su respiración se oye. Comienzo a preocuparme y de pronto, escucho sus llamados—. Ven acá, Jacque —su mano se asoma hacia mi "jaula" por una pequeña ranura que separa la una de la otra.
La veo y temo en principio pero luego me acerco gateando una vez más y la tomo entrelazando nuestros dedos. Estoy temblando, pese a que haga calor porque estamos cerca de las calderas que dan calefacción a todo el orfanato. Siento el molesto sudor y paso mi mano libre por mi frente aferrándome a la suya.
 
—Creí que no volvería a hablarte, ni verte —digo triste—, estás en la lista de adopción, ella misma me lo mostró —sobo por la nariz—, y me dijo que te sacaría pronto de aquí, pero que a mí nadie me querría por lo cual ni siquiera estoy en lista —me apoyo una vez más en la pared.
—No voy a irme, Jacq —jura, aunque sé que romperá su promesa tarde o temprano, porque no depende de él—. Me quedaré contigo. Los dos o nadie, ¿Recuerdas? —Susurra acariciando mi mano con su dedo pulgar.
—No te engañes Jer, tú te irás, más temprano que tarde y yo seguiré aquí y algún día, nos volveremos a encontrar, mientras tanto, todo volverá a ser como antes —nuevamente siento las lágrimas empapando mis mejillas—. Pero no te preocupes, algún día me escaparé, y te buscaré, yo si lo prometo —digo convencida, aunque débilmente.
—No digas eso, Jacqueline —escucho como comienza a sollozar levemente—. Tú y yo, vamos a salir juntos de aquí en algún momento, ¿Entendido? —Suspira con fuerza— Juro que estaré de nuevo contigo...
—Basta Jeremiah —suelto su mano bruscamente y llevo ambas hacia mi pecho volviendo a llorar— ¡No me mientas! No tu por favor —digo ahora en tono más bajo—. No soportaría que tú me falles...
—Si llegan a adoptarme —comienza—, juro que volveré sólo por ti, Jacqueline —asoma su mano una vez más, esperando por la mía— Dame tu mano, ¿Sí? Se siente raro no tenerla entre las mías...
—Tienes la posibilidad de tener una familia que te quiera —sollozo y paso mis manos por mis ojos para luego limpiarla en mi ropa y volver a acercarla a la suya pero sin tomarla esta vez—, no quiero que vuelvas aquí, nadie merece estar aquí —no puedo evitar el llanto que sale de lo más profundo de mi ser, una enorme angustia insana para alguien que ni siquiera ha cumplido los diez años.
—Contigo, necesito estar aquí —dice—. Eres mi pequeña, Jacqueline... No puedo dejarte abandonada aquí. Tampoco lo mereces... Te quiero conmigo, Jacq...
—No todos pueden estar en esa lista Jer, aprovéchalo y... Y —rompo en llanto una vez más—… Y cuando pueda saldré de aquí e iré a buscarte y no me importará dormir bajo un puente con tal de que una vez más estés conmigo.
—No podrás ir... Yo seré quien venga por ti —acerca su mano de pronto a la mía y vuelve a tomarla—... Lo haré, aunque sea lo último que haga, volveré por ti.
Suspiro entrelazando nuestros dedos y callo. Ya no tengo ni fuerza ni ganas para seguir discutiendo por algo que sé no sucederá porque... Era totalmente consciente que él se iría, conseguiría una familia que le diese todo el amor que merecía, y como debía ser, se olvidaría de mi. Pero no yo... Yo saldría, algún día y le buscaría, porque él, sin siquiera saberlo, había devuelto la esperanza a mi vida.
 
 
La noche había pasado y Jer no se había soltado de mi mano, ni yo de la suya. Nos sujetábamos como si nuestra vida dependiera de ello.
 
— ¿Estás despierta ahora? —Lo escucho preguntar con ansias. Bostezo y abro mis ojos sin ánimos.
—Ajam —me limito a responder— ¿Pudiste dormir? —Cuestiono con mi voz un tanto ronca ya que recién despertaba— Temía ser yo quien hablase y te despierte —mis ojos vuelven a cerrarse y me acomodo apenas ya que siento mi cuerpo cansado por el mal descanso en el suelo duro. Suelta mi mano despacio y lo escucho carraspear levemente.
—Sólo esperaba a que te movieras un poco —me dice con timidez y aunque no le veo, apostaría que una leve sonrisa se había dibujado en sus labios.
—Lo siento, no quería soltarte —dejo salir una ronca risilla y me desperezo para luego frotar mis ojos y volver a bostezar— ¿Será de día ya? —Pregunto algo confusa secando el sudor de mi frente y me siento asquerosamente pegajosa— Quiero salir de aquí —me quejo entre molesta y caprichosa soltando un bufido.
—Yo igual —habla. Escucho el eco de sus pasos de lejos y después lo siento regresar—. Supongo... No creo que sea muy tarde, se oyen personas a lo lejos —dice con un tono de voz algo apagado.
— ¿Qué sucede Jer? Te escucho... Poco animado —suspiro levantándome para estirar mi cuerpo que siento tupido y todo me duele—. Aunque es entendible, este sitio apesta.
—No es nada —dice y siento una puerta cercana a nosotros abrirse, pero no es la mía.
—Vamos niño, hay alguien que quiere conocerte —dice la voz de la rectora y mi cuerpo entero se estremece.
— ¿Qué? ¿Quién? No me iré, no dejaré a...
— ¡Cállate! —Grita la mujer y ese sonido de la palma de su mano contra la mejilla de mi niño lo oigo tan claro que no necesito verlo para saber que así fue— Nos vamos —sentencia y sin que me vean, me tiro al piso a ver por aquella pequeña ranura donde nuestras manos habían estado unidas la noche entera. Lo veo luchar en contra de ello pero en cuestión de segundos, la puerta se cierra bruscamente haciendo un estruendoso ruido y una vez más, todo es oscuridad.
Ni siquiera me levanto del caluroso suelo, estoy sucia y sudada pero no me importa, cruzo mis brazos los cuales uso de almohada y cierro mis ojos mientras la angustia se apodera de mí ser. Sabía que ese día llegaría, sabía que volvería a quedarme sola, porque ese era mi destino desde el día en que nací; la soledad.