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AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
*Titulo: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Invitado) ADAPTADA
*Autor: J.R. Ward
*Adaptación: si (de la Saga Hermandan De La Daga Negra)
*Advertencia: no voy a subir seguido por mis estudios
*Género: erótica, suspenso, acción, ficción.
*Otras Páginas: no
SINOPSIS
En las calles de Cadwell en Nueva York se mantiene una encarnizada
lucha entre dos bandas, dos razas: La Hermandad y sus cazadores y asesinos. La
Hermandad la componen seis vampiros y guerreros que arriesgan su vida por la
protección y supervivencia de su raza, perseguida y diezmada lo que la ha situado en
una peligrosa situación, la población de vampiros ha disminuído
alarmantemente.Harry, Rhage, Zsadist, Phury, Vishous y Tohrment se han sometido
a duros entrenamientos para poder luchar y proteger a su especie. Son vampiros, son
guerreros y cada uno de ellos carga con una maldición propia que los mantiene
aislados, solos... tan solo uno de ellos Tohr tiene compañera, el resto viven solos sin
ninguna compañía.
Harry es el rey de los vampiros, es el único de toda la hermandad que es un vampiro
"puro", nacido de padre y madre vampiros. Es prácticamente ciego lo que le hace
ocultar permanentemente sus ojos con unas gafas oscuras. Como todos, viste de
cuero y es imponente, enorme, una masa de músculos y tendones duramente
entrenado para la lucha. Es el líder de la Hermandad además del rey de los
vampiros.
Poco antes de su muerte Darius, el séptimo vampiro de la Hermandad le pide a
Harry cuide de su hija _____, medio humana medio vampira que está a punto de
pasar por la transición, convertirse en vampira, pero es un proceso peligroso puede
significar su muerte o bien la conversión lo que implica un cambio de vida, estilo y
raza, abandonar su vida humana y pasar a vivir entre las sombras de la noche. Harry
se niega, pero tras la muerte de su "hermano" y amigo busca a _____ para instruirla y
advertirle....
_____ desconoce sus orígenes y procedencia. Se ha criado en casas de acogida tras la
muerte de su madre tras darle a ella a luz, nunca conoció a su padre. Es en la
actualidad una periodista que vive como una más entre la multitud de Caldwell, en
Nueva York. Pero tras la irrupción de Harry en su vida ésta sufre un vuelco de 180
grados: la entrada en una vida en la oscuridad, la conversión en vampira y... una
intensa y sensual relación con el líder de la Hermandad, pese a la inicial reticencia
por parte de ambos. ______ teme a ese enorme desconocido, Harry no quiere vínculos
ni lazos de ningún tipo, tan solo la ayudará a pasar la transición se dice, pues su
sangre es poderosa, antigua y la más fuerte... pero los planes están hechos para
romperse y el peligro les une en una ardiente y sensual relación que los vincula
irremediablemente.
Última edición por josy style el Dom 21 Sep 2014, 6:09 pm, editado 10 veces
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
PRIMERA LECTORA SÍGUELA :) POR FAVOR AME EL PROLOGO
PD:siguela :)
ATTE: Ani la chica con sueño
PD:siguela :)
ATTE: Ani la chica con sueño
Invitado
Invitado
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
ohhh genial... gracias por ttu comentariooo :corre: y si la voy a seguir y espero que sigas leyendooo
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 1
Darius miró a su alrededor en el club, y se dio cuenta, por primera vez, de
la multitud de personas semidesnudas que se contorsionaban en la pista de baile.
Aquella noche, Screamer's estaba a rebosar, repleto de mujeres vestidas de cuero y
hombres con aspecto de haber cometido varios crímenes violentos.
Darius y su acompañante encajaban a la perfección. Con la salvedad de que
ellos eran asesinos de verdad. -¿Realmente piensas hacer eso? -le preguntó
Tohrment. Darius dirigió su mirada hacia él. Los ojos del otro vampiro se
encontraron con los suyos.
-Sí. Así es.
Tohrment bebió un sorbo de su whisky escocés. Una sonrisa lúgubre asomó
a su rostro, dejando entrever, fugazmente, las puntas de sus colmillos.
-Estás loco, D.
-Tú deberías comprenderlo. Tohrment inclinó su vaso con elegancia.
-Pero estás yendo demasiado lejos. Quieres arrastrar contigo a una chica
inocente, que no tiene ni idea de lo que está sucediendo, para someterla a su
transición en manos de alguien como Harry. Es una locura.
-Él no es malo..., a pesar de las apariencias. --Darius terminó su cerveza-. Y
deberías mostrarle un poco de respeto.
-Lo respeto profundamente, pero no me parece buena idea.
-Lo necesito. -¿Estás seguro de eso?
Una mujer con una minifalda diminuta, botas hasta los muslos y un top
confeccionado con cadenas pasó junto a su mesa. Bajo las pestañas cargadas de
rímel, sus ojos brillaron con un incitante destello, mientras se contoneaba como
si sus caderas tuvieran una doble articulación.
Darius no prestó atención. No era sexo lo que tenía en mente esa noche.
-Es mi hija, Tohr.
-Es una mestiza, D. Ya sabes lo que él piensa de los humanos. -Tohrment
movió la cabeza-. Mi tatarabuela lo era, no me ves precisamente alardeando de
eso ante él.
Darius levantó la mano para llamar a la camarera y señaló su botella vacía
y el vaso de Tohrment.
-No dejaré que muera otro de mis fijos, Y menos si hay una posibilidad de
salvarla. De cualquier modo, ni siquiera estamos seguros de que vaya a cambiar.
Podría acabar viviendo una vida feliz, sin enterarse jamás de mi condición, No
sería la primera vez que sucede.
Tenía la esperanza de que su hija se librara de aquella experiencia. Porque
si pasaba por la transición y sobrevivía convertida en vampiresa, la perseguirían
para cazarla, como a todos ellos.
-Darius, si él se compromete a hacerlo, será porque está en deuda contigo.
No porque lo desee.
-Lo convenceré.
-¿Y cómo piensas enfocar el problema? Puedes acercarte por las buenas a
tu hija y decirle: «Oye, va sé que nunca me has visto, pero soy tu padre. Ah, ¿y
sabes algo más? Has ganado el premio gordo en la lotería de la evolución: eres
una vampiresa. ¡Vámonos a Disneylandia!
-En este momento te odio.
Tohrment se inclinó hacia delante; sus gruesos hombros se movieron bajo
la chaqueta de cuero negro.
-Sabes que te apoyo, pero pienso que deberías reconsiderarlo. -Hubo una
incómoda pausa-. Tal vez yo pueda encargarme de ello.
Darius le lanzó una fría mirada.
-¿Y crees que podrás regresar tranquilamente a tu casa después? Wellsie te
clavaría una estaca en el corazón. , y te dejaría secar al sol, amigo mío.
Tohrment hizo una mueca de desagrado. -Buen argumento.
-Y luego vendría a por mí. -Ambos machos se estremecieron-. Además... -
Darius se echó hacia atrás cuando la camarera les sirvió las bebidas. Esperó a
que se marchara, aunque el rap sonaba estruendosamente a su alrededor,
amortiguando cualquier conversación-. Además, son tiempos difíciles. Si algo
me sucediera...
-Yo cuidaré de ella.
Darius dio una palmada en el hombro a su amigo. -Sé que lo harás.
-Pero Harry es mejor. -No había ni un atisbo de celos en su comentario.
Sencillamente, era verdad.
-No hay otro como él.
--Gracias -a Dios -dijo Tohrment, esbozando una media sonrisa.
Los miembros de su Hermandad, un cerrado círculo de guerreros
fuertemente unidos que intercambiaban información y luchaban juntos, eran de
la misma opinión. Harry era un torrente de furia en asuntos de venganza, y
cazaba a sus enemigos con una obsesión que rayaba en la demencia. Era el
último de su estirpe, el único vampiro de sangre pura que quedaba sobre el
planeta, y aunque su raza lo veneraba como a un rey, él despreciaba su
condición.
Era casi trágico que él fuera la mejor opción de supervivencia que tenía la
hija mestiza de Darius. La sangre de Harry, tan fuerte, tan pura, aumentaría sus
probabilidades de superar la transición si ésta le causaba algún daño. Pero
Tohrment no se equivocaba. Era como entregarle una virgen a una bestia.
De repente, la multitud se desplazó, amontonándose unos contra otros,
dejando paso a alguien. O a algo.
-Maldición. Ahí viene -farfulló Tohrment. Agarró su vaso y bebió de un
trago hasta la última gota de su escocés- No te ofendas, pero me largo. No
quiero participar en esta conversación.
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
chicas porfa.... leann mi novela y comnten..... bueno no es mia es adaptada... jejej pero leean y diganme si la sigo o no... :bye: :bye:
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 2
Darius observó cómo aquella marea humana se dividía para apartarse del
camino de una imponente sombra oscura que sobresalía por encima de todos
ellos. El instinto de huir era un buen reflejo de supervivencia.
Harry medía un metro noventa y cinco de puro terror vestido de cuero. Su
cabello, largo y negro, caía directamente desde un mechón en forma de M sobre la
frente. Unas grandes gafas de sol ocultaban sus ojos, que nadie había visto jamás.
Sus hombros tenían el doble del tamaño que los de la mayoría de los machos. Con
un rostro tan aristocrático como brutal, parecía el rey que en realidad era por
derecho propio y el guerrero en que el destino lo había convertido.
Y la oleada de peligro que le precedía era su mejor carta de presentación.
Cuando el gélido odio llegó hasta Darius, éste agarró su cerveza y bebió un
largo sorbo.
Realmente esperaba estar haciendo lo correcto.
______ Randall miró hacia arriba cuando su editor apoyó la cadera sobre el
escritorio. Sus ojos estaban clavados en el escote de ______. -¿Trabajando hasta tarde-
otra vez? -murmuró. -Hola, Dick.
¿No deberías estar ya en casa con tu mujer y tus dos hijos?, agregó
mentalmente.
-¿Qué estás haciendo? -Redactando un artículo para Tom-. -¿Sabes? Hay
otras formas de impresionarme. Sí, ya se lo imaginaba.
-¿Has leído mi e-mail, Dick? Fui a la comisaría de policía esta tarde y hablé
con José y Ricky. Me han asegurado que un traficante de armas se ha trasladado a
esta ciudad. Han encontrado dos Mágnum manipuladas en manos de unos
traficantes de drogas.
Dick estiró el brazo para darle una palmadita en el hombro, acariciándolo
antes de retirar la mano.
-Tú sigue trabajando en las pequeñeces. Deja que los chicos grandes se
preocupen de los crímenes violentos. No quisiéramos que le sucediera algo a esa
cara tan bonita.
Sonrió, entrecerrando los ojos mientras su mirada se detenía en los labios
de la chica.
Esa rutina de mirarla fijamente duraba ya tres años, pensó ella, desde que
había empezado a trabajar para él.
Una bolsa de papel. Lo que necesitaba era una bolsa de papel para
ponérsela sobre la cabeza cada vez que hablaba con él. Tal vez con la fotografía de
la señora Dick pegada a ella. -¿Quieres que te lleve a tu casa? -preguntó.
Sólo si cayera una lluvia de agujas y clavos, pedazo de simio.
-No, gracias. -______ se giró hacia la pantalla de su ordenador con la
esperanza de que él entendiera la indirecta.
Al fin, se alejó, probablemente en dirección al bar del otro lado de la calle,
en donde se reunían la mayoría de los reporteros antes de irse a su casa. Caldwell,
Nueva York, no era precisamente un semillero de oportunidades para un
periodista, pero a los «chicos grandes» de Dick les gustaba aparentar que llevaban
una vida social muy agitada. Disfrutaban reuniéndose en el bar de Charlie a soñar
con los días en que trabajaran en periódicos más grandes e importantes. La mayor
parte de ellos eran como Dick: hombres de mediana edad, del montón,
competentes, pero lo que hacían estaba lejos de ser extraordinario. Caldwell era lo
suficientemente grande y estaba muy próxima a la ciudad de Nueva York para
contar con suficientes crímenes violentos, redadas por drogas y prostitución que
los mantuvieran ocupados. Pero el Caldwell Courier Journal no era el Times, y
ninguno de ellos ganaría jamás un Pulitzer. Era algo deprimente.
Sí, bueno, mírate al espejo, pensó _______. Ella era sólo una reportera de base.
Ni siquiera había trabajado nunca en un periódico de tirada nacional. Así que,
cuando tuviera cincuenta y tantos, o las cosas cambiaban mucho o tendría que
trabajar para un periódico independiente redactando anuncios por palabras y
vanagloriándose de sus días en el Caldwell Courier Journal.
Estiró la mano para alcanzar la bolsa de M&M que había estado guardando.
Aquella maldita estaba vacía. De nuevo.
Tal vez debiera irse a casa y comprar algo de comida china para llevar.
Mientras se dirigía a la salida de la redacción, que era un espacio abierto
dividido en cubículos por endebles tabiques grises, se encontró con el alijo de
chocolatinas de su amigo Tony.
Tony comía todo el tiempo. Para él no existía
desayuno, comida y cena. Consumir era una proposición binaria. Si estaba
despierto, tenía que llevarse algo a la boca, y para mantenerse aprovisionado, su
mesa era un cofre del tesoro de perversiones con alto contenido en calorías.
Sacó el papel y saboreó con fricción la chocolatina mientras apagaba las
luces y bajaba la escalera que conducía a la calle Trade. En el exterior, el calor de
julio parecía comportarse como una barrera física entre ella y su apartamento.
Doce manzanas completas de calor y humedad. Por fortuna, el restaurante chino
estaba a medio camino de su casa y contaba con un excelente aire acondicionado.
Con algo de suerte, estarían muy ocupados esa noche, y ella tendría oportunidad
de esperar un rato en aquel ambiente fresco.
Cuando terminó el chocolate, abrió la tapa de su teléfono, pulsó la
marcación rápida e hizo un pedido de carne con brécol. A medida que avanzaba,
los lúgubres y conocidos lugares iban apareciendo ante ella. A lo largo de ese
tramo de la calle Trade, sólo había bares, clubs de strip-tease y negocios de
tatuajes. Los dos únicos restaurantes eran el chino y uno mexicano. El resto de los
edificios, que habían sido utilizados como oficinas en los años veinte cuando el
centro de la ciudad era una zona próspera, estaban vacíos. Conocía cada grieta de
la acera; sabía de memoria la duración de los semáforos. Y los sonidos
entremezclados que se oían a través de las puertas y ventanas abiertas tampoco le
resultaban sorprendentes
Darius observó cómo aquella marea humana se dividía para apartarse del
camino de una imponente sombra oscura que sobresalía por encima de todos
ellos. El instinto de huir era un buen reflejo de supervivencia.
Harry medía un metro noventa y cinco de puro terror vestido de cuero. Su
cabello, largo y negro, caía directamente desde un mechón en forma de M sobre la
frente. Unas grandes gafas de sol ocultaban sus ojos, que nadie había visto jamás.
Sus hombros tenían el doble del tamaño que los de la mayoría de los machos. Con
un rostro tan aristocrático como brutal, parecía el rey que en realidad era por
derecho propio y el guerrero en que el destino lo había convertido.
Y la oleada de peligro que le precedía era su mejor carta de presentación.
Cuando el gélido odio llegó hasta Darius, éste agarró su cerveza y bebió un
largo sorbo.
Realmente esperaba estar haciendo lo correcto.
______ Randall miró hacia arriba cuando su editor apoyó la cadera sobre el
escritorio. Sus ojos estaban clavados en el escote de ______. -¿Trabajando hasta tarde-
otra vez? -murmuró. -Hola, Dick.
¿No deberías estar ya en casa con tu mujer y tus dos hijos?, agregó
mentalmente.
-¿Qué estás haciendo? -Redactando un artículo para Tom-. -¿Sabes? Hay
otras formas de impresionarme. Sí, ya se lo imaginaba.
-¿Has leído mi e-mail, Dick? Fui a la comisaría de policía esta tarde y hablé
con José y Ricky. Me han asegurado que un traficante de armas se ha trasladado a
esta ciudad. Han encontrado dos Mágnum manipuladas en manos de unos
traficantes de drogas.
Dick estiró el brazo para darle una palmadita en el hombro, acariciándolo
antes de retirar la mano.
-Tú sigue trabajando en las pequeñeces. Deja que los chicos grandes se
preocupen de los crímenes violentos. No quisiéramos que le sucediera algo a esa
cara tan bonita.
Sonrió, entrecerrando los ojos mientras su mirada se detenía en los labios
de la chica.
Esa rutina de mirarla fijamente duraba ya tres años, pensó ella, desde que
había empezado a trabajar para él.
Una bolsa de papel. Lo que necesitaba era una bolsa de papel para
ponérsela sobre la cabeza cada vez que hablaba con él. Tal vez con la fotografía de
la señora Dick pegada a ella. -¿Quieres que te lleve a tu casa? -preguntó.
Sólo si cayera una lluvia de agujas y clavos, pedazo de simio.
-No, gracias. -______ se giró hacia la pantalla de su ordenador con la
esperanza de que él entendiera la indirecta.
Al fin, se alejó, probablemente en dirección al bar del otro lado de la calle,
en donde se reunían la mayoría de los reporteros antes de irse a su casa. Caldwell,
Nueva York, no era precisamente un semillero de oportunidades para un
periodista, pero a los «chicos grandes» de Dick les gustaba aparentar que llevaban
una vida social muy agitada. Disfrutaban reuniéndose en el bar de Charlie a soñar
con los días en que trabajaran en periódicos más grandes e importantes. La mayor
parte de ellos eran como Dick: hombres de mediana edad, del montón,
competentes, pero lo que hacían estaba lejos de ser extraordinario. Caldwell era lo
suficientemente grande y estaba muy próxima a la ciudad de Nueva York para
contar con suficientes crímenes violentos, redadas por drogas y prostitución que
los mantuvieran ocupados. Pero el Caldwell Courier Journal no era el Times, y
ninguno de ellos ganaría jamás un Pulitzer. Era algo deprimente.
Sí, bueno, mírate al espejo, pensó _______. Ella era sólo una reportera de base.
Ni siquiera había trabajado nunca en un periódico de tirada nacional. Así que,
cuando tuviera cincuenta y tantos, o las cosas cambiaban mucho o tendría que
trabajar para un periódico independiente redactando anuncios por palabras y
vanagloriándose de sus días en el Caldwell Courier Journal.
Estiró la mano para alcanzar la bolsa de M&M que había estado guardando.
Aquella maldita estaba vacía. De nuevo.
Tal vez debiera irse a casa y comprar algo de comida china para llevar.
Mientras se dirigía a la salida de la redacción, que era un espacio abierto
dividido en cubículos por endebles tabiques grises, se encontró con el alijo de
chocolatinas de su amigo Tony.
Tony comía todo el tiempo. Para él no existía
desayuno, comida y cena. Consumir era una proposición binaria. Si estaba
despierto, tenía que llevarse algo a la boca, y para mantenerse aprovisionado, su
mesa era un cofre del tesoro de perversiones con alto contenido en calorías.
Sacó el papel y saboreó con fricción la chocolatina mientras apagaba las
luces y bajaba la escalera que conducía a la calle Trade. En el exterior, el calor de
julio parecía comportarse como una barrera física entre ella y su apartamento.
Doce manzanas completas de calor y humedad. Por fortuna, el restaurante chino
estaba a medio camino de su casa y contaba con un excelente aire acondicionado.
Con algo de suerte, estarían muy ocupados esa noche, y ella tendría oportunidad
de esperar un rato en aquel ambiente fresco.
Cuando terminó el chocolate, abrió la tapa de su teléfono, pulsó la
marcación rápida e hizo un pedido de carne con brécol. A medida que avanzaba,
los lúgubres y conocidos lugares iban apareciendo ante ella. A lo largo de ese
tramo de la calle Trade, sólo había bares, clubs de strip-tease y negocios de
tatuajes. Los dos únicos restaurantes eran el chino y uno mexicano. El resto de los
edificios, que habían sido utilizados como oficinas en los años veinte cuando el
centro de la ciudad era una zona próspera, estaban vacíos. Conocía cada grieta de
la acera; sabía de memoria la duración de los semáforos. Y los sonidos
entremezclados que se oían a través de las puertas y ventanas abiertas tampoco le
resultaban sorprendentes
Última edición por josy style el Vie 20 Dic 2013, 1:54 pm, editado 1 vez
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
oh me encantaron los capitulos fueron tan ahajahsjakakaja siguela :3
Invitado
Invitado
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 3
En el bar de McGrider sonaba música de blues; de la puerta de cristal del
Zero Sum salían gemidos de techo; y las máquinas de karaoke estaban a todo
volumen en Ruben's. La mayoría eran sitios dignos de confianza, pero había un
par de ellos de los que prefería mantenerse alejada, sobre todo Screamer's, que
tenía una clientela verdaderamente tenebrosa. Aquella era una puerta que nunca
cruzaría a menos que tuviera una escolta policial.
Mientras calculaba la distancia hasta el restaurante chino, sintió una oleada
de agotamiento. Dios, qué humedad. El aire estaba tan denso que le dio la
impresión de que estaba respirando a través de agua.
Tuvo la sensación de que aquel cansancio no era debido únicamente al
tiempo. Durante las últimas semanas no había dormido muy bien, y sospechaba
que se hallaba al borde de una de presión. Su empleo no la llevaba a ninguna
parte, vivía en un lugar que le importaba un comino, tenía pocos amigos, no tenía
amante y ninguna perspectiva romántica. Si pensaba en su futuro, se imaginaba
diez años más tarde estancada en Caldwell con Dick y los chicos grandes, siempre
inmersa en la misma rutina: levantarse, ir al trabajo, intentar hacer algo novedoso,
fracasar y regresar a casa sola.
Tal vez necesitase un cambio. Irse de Caldwell y del Caldwell Courier
Journal. Alejarse de aquella especie de familia electrónica conformada por su
despertador, el teléfono de su escritorio y el televisor que mantenía alejados sus
sueños mientras dormía.
No había nada que la retuviese en la ciudad salvo la costumbre. No había
hablado con ninguno de sus padres adoptivos durante varios años, así que no la
echarían de menos. Y los nuevos amigos que tenía estaban ocupados con sus
propias familias.
Al escuchar un silbido lascivo detrás de ella, entornó los ojos. Ése era el
problema de trabajar cerca de una zona como aquélla. A veces, se encontraba con
algún que otro acosador.
Luego llegaron los requiebros, y a continuación, como era de esperar, dos
sujetos cruzaron la calle para colocarse detrás de ella. Miró a su alrededor. Estaba
alejándose de los bares en dirección al largo tramo de edificios vacíos que había
antes de los restaurantes. La noche era nublada y oscura, pero por lo menos había
farolas y, de vez en cuando, pasaba algún coche.
-Me gusta tu cabello negro -dijo el más grande mientras adaptaba su paso al
de ella-. ¿Te importa si lo toco?
______ sabía que no podía detenerse. Parecían chicos de alguna fraternidad
universitaria en vacaciones de verano, pero no quería correr ningún riesgo.
Además, el restaurante chino estaba a sólo cinco manzanas.
De todos modos, buscó en su bolso su spray de pimienta. -¿Quieres que te
lleve a alguna parte? -preguntó de nuevo el mismo muchacho-. Mi coche no está
lejos. En serio, ¿por qué no vienes con nosotros? Podemos montar todos.
Sonrió abiertamente e hizo un guiño a su amigo, como si con aquella charla
melosa fuera a llevarla a la cama instantáneamente. El compinche se rió y la
rodeó, su ralo cabello rubio saltaba a cada paso que daba.
-¡Sí, montémosla! -dijo el rubio. Maldición, ¿dónde estaba el spray?
El grande estiró la mano, tocándole el cabello, y ella lo miró detenidamente.
Con su polo y sus pantalones cortos de color caqui, era realmente bien parecido.
Un verdadero producto americano.
Cuando él le sonrió, ella aceleró el paso, concentrándose en el tenue brillo
de neón del cartel del restaurante chino. Rezó para que pasara algún transeúnte,
pero el calor había ahuyenta do a los peatones hacia los locales con aire
acondicionado. No había nadie alrededor.
-¿Quieres decirme tu nombre? -preguntó el producto americano.
Su corazón empezó a latir con tuerza. Había olvidado el spray en el otro
bolso.
-Voy a escoger un nombre para ti. Déjame pensar... ¿Qué te parece «gatita»?
El rubio soltó una risita.
Ella tragó saliva y sacó su móvil, por si necesitaba llamar al 911.
Conserva la calma. Mantén el control.
Imaginó lo bien que se sentiría cuando entrara en el restaurante chino y se
viera rodeada por la ráfaga de aire acondicionado. Quizá debía esperar y llamar
un taxi, sólo para estar segura de llegar a casa sin que la molestaran.
-Vamos, gatita -susurró el producto americano-. Sé que te va a gustar.
Sólo tres manzanas más...
En el instante en que bajó el bordillo de la acera para cruzar la calle Diez, él
hombre la sujetó por la cintura. Sus pies quedaron colgando en el aire, y mientras
la arrastraba hacia atrás, le cubrió la boca con la palma de la mano. Beth luchó
como una posesa, pateando y lanzando puñetazos, y cuando acertó a propinarle
un buen golpe en un ojo, logró zafarse. Intentó alejarse lo más rápidamente
posible, taconeando con fuerza sobre el pavimento, mientras el aliento se
agolpaba en su garganta. Un coche pasó por la calle Diez, y ella gritó en cuanto
vio el destello de los faros.
Pero entonces el hombre la sujetó de nuevo.
-Vas a rogarme, perra- dijo a su oído, tapándole la boca con una mano. Le
sacudió el cuello de un lado a otro, y la arrastró hacia una zona más oscura. Podía
oler su sudor y la colonia de universitario que usaba, a medida que escuchaba las
estridentes risotadas de su amigo.
Un callejón. La estaban llevando a un callejón.
Sintió arcadas, la bilis le cosquilleaba en la garganta. Sacudió el cuerpo
furiosamente, tratando de liberarse. El pánico le daba fuerzas, pero él era más
fuerte.
La empujó detrás de un contenedor de basura y presionó su cuerpo contra
el de ella. Ésta le asestó otros cuantos codazos y puntapiés.
-¡Maldita sea, sujétale los brazos!
Consiguió darle al rubio una buena patada en el mentón antes de que le
agarrara las muñecas y las levantara por encima de su cabeza.
-Vamos, perra, esto te va a gustar -gruñó el producto americano, tratando
de introducir una rodilla entre las piernas de la chica.
Le colocó la espalda contra la pared de ladrillo del edificio, manteniéndola
inmóvil por la garganta. Tuvo que usar la otra mano para desgarrarle la blusa, y
tan pronto le dejó la boca libre, empezó a gritar. La abofeteó con fuerza,
rompiéndole el labio. Sintió el sabor de la sangre en la lengua y, un dolor
punzante. -Si haces eso de nuevo, te cortaré la lengua. -Los ojos del hombre
hervían de odio y lujuria mientras levantaba el encaje blanco del sujetador para
dejar expuestos sus senos-. Diablos, creo que lo haré de todos modos.
-Oye, ¿son de verdad? -preguntó el rubio, como si ella fuera a responderle.
Su compañero le cogió uno de los pezones y dio un tirón. Beth hizo una
mueca de dolor, las lágrimas nublaron sus ojos. O quizás estaba perdiendo la vista
porque estaba a punto de desmayarse.
El producto americano rió.
-Creo que son naturales. Pero podrás averiguarlo tú mismo cuando
termine yo.
Al escuchar al rubio reír tontamente, algo en el interior de su cerebro
entró en acción y se negó a dejar que aquello sucediera. Se obligó a sí misma a
dejar de forcejear y recurrir a su entrenamiento de defensa personal. Excepto por
la agitada respiración, su cuerpo quedó inmóvil, y el producto americano tardó
un minuto en notarlo.
-¿Quieres jugar por las buenas? -dijo, mirándola con suspicacia. -Ella
asintió lentamente-. Bien. -Se inclinó, acercando la nariz a la suya. Beth luchó
para no apartarse, asqueada por el fétido olor a cigarrillo rancio y cerveza-. Pero
si gritas otra vez, te coso a puñaladas. ¿Entiendes? -Ella asintió de nuevo-.
Suéltala.
El rubio le soltó las muñecas y se rió, moviéndose alrededor de ambos
como si buscara el mejor ángulo para observar. Su compañero le acarició
ásperamente la piel, y ella tuvo que hacer un enorme esfuerzo para conservar la
chocolatina de Tony en el estómago cuando sintió las náuseas subiendo por su
garganta. Aunque le repugnaban aquellas manos oprimiendo sus senos, estiró la
mano buscando su bragueta. Aún la sujetaba por el cuello, y ella tenía problemas
para respirar, pero en el momento en que tocó sus genitales, él gimió, aflojando
la presa.
Con un enérgico apretón, ______ le aferró los testículos, retorciéndolos tan
fuerte como pudo, y le propinó un rodillazo en la nariz mientras él se
derrumbaba. Un torrente de adrenalina atravesó su cuerpo, y durante una
décima de segundo deseó que el amigo la atacara en lugar de quedarse
mirándola estúpidamente. -¡Bastardos! -les gritó.
______ salió corriendo del callejón, sujetándose la blusa, sin detenerse hasta
llegar a la puerta de su edificio de apartamentos. Sus manos temblaban con tanta
fuerza que le costó trabajo introducir la llave en la cerradura. Y sólo cuando se
encontró ante el espejo del baño se percató de que rodaban lágrimas por sus
mejillas.
En el bar de McGrider sonaba música de blues; de la puerta de cristal del
Zero Sum salían gemidos de techo; y las máquinas de karaoke estaban a todo
volumen en Ruben's. La mayoría eran sitios dignos de confianza, pero había un
par de ellos de los que prefería mantenerse alejada, sobre todo Screamer's, que
tenía una clientela verdaderamente tenebrosa. Aquella era una puerta que nunca
cruzaría a menos que tuviera una escolta policial.
Mientras calculaba la distancia hasta el restaurante chino, sintió una oleada
de agotamiento. Dios, qué humedad. El aire estaba tan denso que le dio la
impresión de que estaba respirando a través de agua.
Tuvo la sensación de que aquel cansancio no era debido únicamente al
tiempo. Durante las últimas semanas no había dormido muy bien, y sospechaba
que se hallaba al borde de una de presión. Su empleo no la llevaba a ninguna
parte, vivía en un lugar que le importaba un comino, tenía pocos amigos, no tenía
amante y ninguna perspectiva romántica. Si pensaba en su futuro, se imaginaba
diez años más tarde estancada en Caldwell con Dick y los chicos grandes, siempre
inmersa en la misma rutina: levantarse, ir al trabajo, intentar hacer algo novedoso,
fracasar y regresar a casa sola.
Tal vez necesitase un cambio. Irse de Caldwell y del Caldwell Courier
Journal. Alejarse de aquella especie de familia electrónica conformada por su
despertador, el teléfono de su escritorio y el televisor que mantenía alejados sus
sueños mientras dormía.
No había nada que la retuviese en la ciudad salvo la costumbre. No había
hablado con ninguno de sus padres adoptivos durante varios años, así que no la
echarían de menos. Y los nuevos amigos que tenía estaban ocupados con sus
propias familias.
Al escuchar un silbido lascivo detrás de ella, entornó los ojos. Ése era el
problema de trabajar cerca de una zona como aquélla. A veces, se encontraba con
algún que otro acosador.
Luego llegaron los requiebros, y a continuación, como era de esperar, dos
sujetos cruzaron la calle para colocarse detrás de ella. Miró a su alrededor. Estaba
alejándose de los bares en dirección al largo tramo de edificios vacíos que había
antes de los restaurantes. La noche era nublada y oscura, pero por lo menos había
farolas y, de vez en cuando, pasaba algún coche.
-Me gusta tu cabello negro -dijo el más grande mientras adaptaba su paso al
de ella-. ¿Te importa si lo toco?
______ sabía que no podía detenerse. Parecían chicos de alguna fraternidad
universitaria en vacaciones de verano, pero no quería correr ningún riesgo.
Además, el restaurante chino estaba a sólo cinco manzanas.
De todos modos, buscó en su bolso su spray de pimienta. -¿Quieres que te
lleve a alguna parte? -preguntó de nuevo el mismo muchacho-. Mi coche no está
lejos. En serio, ¿por qué no vienes con nosotros? Podemos montar todos.
Sonrió abiertamente e hizo un guiño a su amigo, como si con aquella charla
melosa fuera a llevarla a la cama instantáneamente. El compinche se rió y la
rodeó, su ralo cabello rubio saltaba a cada paso que daba.
-¡Sí, montémosla! -dijo el rubio. Maldición, ¿dónde estaba el spray?
El grande estiró la mano, tocándole el cabello, y ella lo miró detenidamente.
Con su polo y sus pantalones cortos de color caqui, era realmente bien parecido.
Un verdadero producto americano.
Cuando él le sonrió, ella aceleró el paso, concentrándose en el tenue brillo
de neón del cartel del restaurante chino. Rezó para que pasara algún transeúnte,
pero el calor había ahuyenta do a los peatones hacia los locales con aire
acondicionado. No había nadie alrededor.
-¿Quieres decirme tu nombre? -preguntó el producto americano.
Su corazón empezó a latir con tuerza. Había olvidado el spray en el otro
bolso.
-Voy a escoger un nombre para ti. Déjame pensar... ¿Qué te parece «gatita»?
El rubio soltó una risita.
Ella tragó saliva y sacó su móvil, por si necesitaba llamar al 911.
Conserva la calma. Mantén el control.
Imaginó lo bien que se sentiría cuando entrara en el restaurante chino y se
viera rodeada por la ráfaga de aire acondicionado. Quizá debía esperar y llamar
un taxi, sólo para estar segura de llegar a casa sin que la molestaran.
-Vamos, gatita -susurró el producto americano-. Sé que te va a gustar.
Sólo tres manzanas más...
En el instante en que bajó el bordillo de la acera para cruzar la calle Diez, él
hombre la sujetó por la cintura. Sus pies quedaron colgando en el aire, y mientras
la arrastraba hacia atrás, le cubrió la boca con la palma de la mano. Beth luchó
como una posesa, pateando y lanzando puñetazos, y cuando acertó a propinarle
un buen golpe en un ojo, logró zafarse. Intentó alejarse lo más rápidamente
posible, taconeando con fuerza sobre el pavimento, mientras el aliento se
agolpaba en su garganta. Un coche pasó por la calle Diez, y ella gritó en cuanto
vio el destello de los faros.
Pero entonces el hombre la sujetó de nuevo.
-Vas a rogarme, perra- dijo a su oído, tapándole la boca con una mano. Le
sacudió el cuello de un lado a otro, y la arrastró hacia una zona más oscura. Podía
oler su sudor y la colonia de universitario que usaba, a medida que escuchaba las
estridentes risotadas de su amigo.
Un callejón. La estaban llevando a un callejón.
Sintió arcadas, la bilis le cosquilleaba en la garganta. Sacudió el cuerpo
furiosamente, tratando de liberarse. El pánico le daba fuerzas, pero él era más
fuerte.
La empujó detrás de un contenedor de basura y presionó su cuerpo contra
el de ella. Ésta le asestó otros cuantos codazos y puntapiés.
-¡Maldita sea, sujétale los brazos!
Consiguió darle al rubio una buena patada en el mentón antes de que le
agarrara las muñecas y las levantara por encima de su cabeza.
-Vamos, perra, esto te va a gustar -gruñó el producto americano, tratando
de introducir una rodilla entre las piernas de la chica.
Le colocó la espalda contra la pared de ladrillo del edificio, manteniéndola
inmóvil por la garganta. Tuvo que usar la otra mano para desgarrarle la blusa, y
tan pronto le dejó la boca libre, empezó a gritar. La abofeteó con fuerza,
rompiéndole el labio. Sintió el sabor de la sangre en la lengua y, un dolor
punzante. -Si haces eso de nuevo, te cortaré la lengua. -Los ojos del hombre
hervían de odio y lujuria mientras levantaba el encaje blanco del sujetador para
dejar expuestos sus senos-. Diablos, creo que lo haré de todos modos.
-Oye, ¿son de verdad? -preguntó el rubio, como si ella fuera a responderle.
Su compañero le cogió uno de los pezones y dio un tirón. Beth hizo una
mueca de dolor, las lágrimas nublaron sus ojos. O quizás estaba perdiendo la vista
porque estaba a punto de desmayarse.
El producto americano rió.
-Creo que son naturales. Pero podrás averiguarlo tú mismo cuando
termine yo.
Al escuchar al rubio reír tontamente, algo en el interior de su cerebro
entró en acción y se negó a dejar que aquello sucediera. Se obligó a sí misma a
dejar de forcejear y recurrir a su entrenamiento de defensa personal. Excepto por
la agitada respiración, su cuerpo quedó inmóvil, y el producto americano tardó
un minuto en notarlo.
-¿Quieres jugar por las buenas? -dijo, mirándola con suspicacia. -Ella
asintió lentamente-. Bien. -Se inclinó, acercando la nariz a la suya. Beth luchó
para no apartarse, asqueada por el fétido olor a cigarrillo rancio y cerveza-. Pero
si gritas otra vez, te coso a puñaladas. ¿Entiendes? -Ella asintió de nuevo-.
Suéltala.
El rubio le soltó las muñecas y se rió, moviéndose alrededor de ambos
como si buscara el mejor ángulo para observar. Su compañero le acarició
ásperamente la piel, y ella tuvo que hacer un enorme esfuerzo para conservar la
chocolatina de Tony en el estómago cuando sintió las náuseas subiendo por su
garganta. Aunque le repugnaban aquellas manos oprimiendo sus senos, estiró la
mano buscando su bragueta. Aún la sujetaba por el cuello, y ella tenía problemas
para respirar, pero en el momento en que tocó sus genitales, él gimió, aflojando
la presa.
Con un enérgico apretón, ______ le aferró los testículos, retorciéndolos tan
fuerte como pudo, y le propinó un rodillazo en la nariz mientras él se
derrumbaba. Un torrente de adrenalina atravesó su cuerpo, y durante una
décima de segundo deseó que el amigo la atacara en lugar de quedarse
mirándola estúpidamente. -¡Bastardos! -les gritó.
______ salió corriendo del callejón, sujetándose la blusa, sin detenerse hasta
llegar a la puerta de su edificio de apartamentos. Sus manos temblaban con tanta
fuerza que le costó trabajo introducir la llave en la cerradura. Y sólo cuando se
encontró ante el espejo del baño se percató de que rodaban lágrimas por sus
mejillas.
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
WOW Los capituloos fueron gahsgajshgjahg
ajajajaj BASTARDOS bien merecidos se lo tenian jajajaj
Pobre Rayis =/
Seguilaaa Prontoooo
Besos
PD: Soy nueva y fiel lectora ;)
Beli1597
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
jejeje... tienen su merecido.... y claro me paso por tu novela .... gracias por leer la mia :aah: :aah: :omg: :bye:
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Oh bastardos bien hecho rayita o beth no se cual de las 2 es xD me encantaron los capi siguela
Invitado
Invitado
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
jejej lo siento pero... en el libro es el nombre de la protagonistas Beth y yo la estoy adaptando a Harry y sus nombres_____ si por ahi se me va Beth lo sientooo...... jejejej
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 4
Butch O’Neal levantó la vista cuando sonó la radio bajo el salpicadero de
su coche patrulla sin distintivos. En un callejón no lejos de allí, un hombre se
encontraba tirado en el suelo, pero vivo.
Butch miró su reloj. Eran poco más de las diez, lo que significaba que la
diversión acababa de comenzar. Era un viernes por la noche de comienzos de
julio, y los universitarios acababan de comenzar sus vacaciones y estaban ansiosos
por competir en las Olimpiadas de la Estupidez. Imaginó que el sujeto había sido
asaltado o que le habían dado una lección.
Esperaba que fuera lo segundo.
Butch tomó el auricular y dijo al operador que acudiría a la llamada,
aunque era detective de homicidios, no patrullero. Estaba trabajando en dos casos
en ese momento, un ahogado en el Río Hudson y una persona arrollada por un
conductor que se había dado a la fuga, pero siempre había sitio para alguna cosa
más. Cuanto más tiempo pasara fuera de su casa, mejor. Los platos sucios en el
fregadero y las sábanas arrugadas sobre la cama no iban a echarlo de menos.
Encendió la sirena y pisó el acelerador mientras pensaba: Veamos qué les ha
pasado a los chicos del verano.
A medida que atravesaba Scramer's, Wrath esbozó una despectiva sonrisa
mientras la multitud tropezaba entre sí para apartarse de su camino. De sus
poros emanaba miedo y una curiosidad morbosa y lujuriosa. El vampiro inhaló
el fétido olor.
Ganado. Todos ellos.
A pesar de llevar las gafas oscuras, sus ojos no pudieron soportar las
tenues luces, y tuvo que cerrar los párpados. Su vista era tan mala que se
encontraba mucho más cómodo en total oscuridad. Concentrándose en su oído,
esquivó los cuerpos entre los compases de la música, aislando el arrastrar de
pies, el susurro de palabras, el sonido de algún vaso estrellándose contra el
suelo. Si tropezaba con algo, no le importaba. Daba igual de lo que se tratase:
una silla, una mesa, un humano..., simplemente pasaba por encima de lo que
fuese.
Notó la presencia de Darius claramente porque el suyo era el único cuerpo
de aquel maldito sitio que no apestaba a pánico. Aunque el guerrero estuviese al
límite esa noche.
Harry abrió los ojos cuando estuvo frente al otro vampiro. Darius era un
bulto informe, su color oscuro y su ropa negra eran lo único que la vista de
Harry conseguía apreciar.
-¿Adónde ha ido Tohrment? -preguntó al sentir un efluvio de whisky
escocés.
Harry se sentó en una silla. Miró fijamente al frente y observó a la
multitud ocupando de nuevo el espacio que él había abierto entre ellos.
Esperó.
Darius se distinguía por no andarse por las ramas y sabía que Harry no
soportaba que le hicieran perder el tiempo. Si guardaba silencio, era porque
algo ocurría.
Darius bebió un sorbo de su cerveza, luego respiró con fuerza.
-Gracias por venir, mi señor...
-Si quieres algo de mí, no empieces con eso -dijo Harry con voz cansina,
advirtiendo que una camarera se les aproximaba. Pudo percibir unos pechos
grandes y una franja de piel entre la ajustada blusa y la corta falda.
-¿Quieren algo de beber? -preguntó ella lentamente. Estuvo tentado de
sugerir que se acostara sobre la mesa y le dejara beber de su yugular. La sangre
humana no lo mantendría vivo mucho tiempo, pero con toda seguridad tendría
mejor sabor que el alcohol aguado.
-Ahora no -dijo.
Su hermética sonrisa espoleó la ansiedad de ella causándole, al mismo
tiempo, una ráfaga de deseo. Él pudo notar ese aroma en los pulmones.
No estoy interesado, pensó.
La camarera asintió, pero no se movió. Se quedó allí, mirándolo
fijamente, con su corto cabello rubio formando un halo en la oscuridad
alrededor de su rostro. Embelesada, parecía haber olvidado su propio nombre
y su trabajo.
Y qué molesto le resultaba aquello. Darius se revolvió impaciente.
-Eso es todo -murmuró-. Estamos bien.
Cuando la muchacha se alejó, perdiéndose entre la multitud, Harry
escuchó a Darius aclararse la garganta.
-Gracias por venir. -Eso va lo has dicho. -Sí. Claro. Eh... nos conocemos
hace tiempo. -Así es.
-Hemos luchado juntos muchas veces. Hemos eliminado a montones de
restrictores.
Harry asintió. La Hermandad de la Daga Negra había protegido la raza
contra la Sociedad Restrictiva durante generaciones. Estaban Darius, Tohrment y
los otros cuatro. Los hermanos eran superados en número por los restrictores,
humanos sin alma que servían a un malvado amo, el Omega. Pero Harry, sus
guerreros se las arreglaban para proteger a los suyos.
Darius carraspeó de nuevo. -Después de todos estos años...
-D, ve al grano. Marissa me necesita para un pequeño asunto esta noche.
-¿Quieres utilizar mi casa otra vez? Sabes que no permito que nadie más se
quede en ella. -Darius dejó escapar una risa incómoda-. Estoy seguro de que su
hermano preferiría que no aparecieras por su casa.
Harry cruzó los brazos sobre el pecho, empujando la mesa con una bota
para tener un poco más de espacio.
Le importaba un comino que el hermano de Marissa fuera demasiado
sensible y se sintiera ofendido por la vida que Harry llevaba. Havers era un esnob
y un diletante cuya insensatez sobrepasaba todos los límites. Era totalmente
incapaz de entender la clase de enemigos que tenía la raza y lo que costaba
defender a sus miembros. Y sólo porque el muchacho se sentía ofendido, Harry
no iba a jugar al caballero mientras asesinaban a civiles. Él tenía que estar en el
campo de batalla con sus guerreros, no ocupando un trono. Havers podía irse a
paseo.
Aunque Marissa no tenía por qué soportar la actitud de su hermano.
-Quizás acepte tu oferta. -Bien.
-Ahora habla. -Tengo una hija. Harry giró lentamente la cabeza. -¿Desde
cuándo?
-Desde hace algún tiempo. -¿Quién es la madre?
-No la conoces. Y ella..., ella murió.
La pena de Darius se esparció a su alrededor con un acre olor a dolor
antiguo que se superpuso al hedor a sudor humano, alcohol y sexo del club.
-¿Qué edad tiene? -exigió saber Harry. Empezaba a presentir hacia donde
se encaminaba aquel asunto. -Veinticinco.
Harry susurró una maldición.
-No me lo pidas a mí, Darius. No me pidas que lo haga. -Tengo que
pedírtelo. Mi señor, tu sangre es... -Llámame así otra vez y tendré que cerrarte la
boca. Para siempre.
-No lo entiendes. Ella es...
Harry empezó a levantarse. La mano de Darius sujetó su antebrazo y lo
soltó rápidamente.
-Es medio humana. -Por Dios...
-Es posible que no sobreviva a la transición. Escucha, si tú la ayudas, por lo
menos tendrá una oportunidad. Tu sangre es muy fuerte, aumentaría sus
probabilidades de sobrevivir al cambio siendo una mestiza. No te estoy pidiendo
que la tomes como shellan, ni que la protejas, porque, yo puedo hacerlo. Sólo
estoy tratando de... Por favor. Mis otros hijos han muerto. Ella es lo único que
quedará de mí. Y yo... amé mucho a su madre.
Si hubiera sido cualquier otro, Harry habría usado su frase favorita: Vete a
la mierda. Por lo que a él concernía, sólo había dos buenas posturas para un
humano. Una hembra, sobre su espalda. Y un macho, boca abajo y sin respirar.
Pero Darius era casi un amigo. O lo habría sido, si Harry le hubiera
permitido acercársele.
Cuando se levantó, cerró los ojos con fuerza. El odio lo embargaba
concentrándose en el centro de su pecho. Se despreció a sí mismo por marcharse
de allí, pero simplemente no era la clase de macho que ayudara a cualquier pobre
mestizo a soportar un momento tan doloroso y peligroso. La cortesía y la piedad
no eran palabras que formasen parte de su vocabulario.
-No puedo hacerlo. Ni siquiera por ti.
Butch O’Neal levantó la vista cuando sonó la radio bajo el salpicadero de
su coche patrulla sin distintivos. En un callejón no lejos de allí, un hombre se
encontraba tirado en el suelo, pero vivo.
Butch miró su reloj. Eran poco más de las diez, lo que significaba que la
diversión acababa de comenzar. Era un viernes por la noche de comienzos de
julio, y los universitarios acababan de comenzar sus vacaciones y estaban ansiosos
por competir en las Olimpiadas de la Estupidez. Imaginó que el sujeto había sido
asaltado o que le habían dado una lección.
Esperaba que fuera lo segundo.
Butch tomó el auricular y dijo al operador que acudiría a la llamada,
aunque era detective de homicidios, no patrullero. Estaba trabajando en dos casos
en ese momento, un ahogado en el Río Hudson y una persona arrollada por un
conductor que se había dado a la fuga, pero siempre había sitio para alguna cosa
más. Cuanto más tiempo pasara fuera de su casa, mejor. Los platos sucios en el
fregadero y las sábanas arrugadas sobre la cama no iban a echarlo de menos.
Encendió la sirena y pisó el acelerador mientras pensaba: Veamos qué les ha
pasado a los chicos del verano.
A medida que atravesaba Scramer's, Wrath esbozó una despectiva sonrisa
mientras la multitud tropezaba entre sí para apartarse de su camino. De sus
poros emanaba miedo y una curiosidad morbosa y lujuriosa. El vampiro inhaló
el fétido olor.
Ganado. Todos ellos.
A pesar de llevar las gafas oscuras, sus ojos no pudieron soportar las
tenues luces, y tuvo que cerrar los párpados. Su vista era tan mala que se
encontraba mucho más cómodo en total oscuridad. Concentrándose en su oído,
esquivó los cuerpos entre los compases de la música, aislando el arrastrar de
pies, el susurro de palabras, el sonido de algún vaso estrellándose contra el
suelo. Si tropezaba con algo, no le importaba. Daba igual de lo que se tratase:
una silla, una mesa, un humano..., simplemente pasaba por encima de lo que
fuese.
Notó la presencia de Darius claramente porque el suyo era el único cuerpo
de aquel maldito sitio que no apestaba a pánico. Aunque el guerrero estuviese al
límite esa noche.
Harry abrió los ojos cuando estuvo frente al otro vampiro. Darius era un
bulto informe, su color oscuro y su ropa negra eran lo único que la vista de
Harry conseguía apreciar.
-¿Adónde ha ido Tohrment? -preguntó al sentir un efluvio de whisky
escocés.
Harry se sentó en una silla. Miró fijamente al frente y observó a la
multitud ocupando de nuevo el espacio que él había abierto entre ellos.
Esperó.
Darius se distinguía por no andarse por las ramas y sabía que Harry no
soportaba que le hicieran perder el tiempo. Si guardaba silencio, era porque
algo ocurría.
Darius bebió un sorbo de su cerveza, luego respiró con fuerza.
-Gracias por venir, mi señor...
-Si quieres algo de mí, no empieces con eso -dijo Harry con voz cansina,
advirtiendo que una camarera se les aproximaba. Pudo percibir unos pechos
grandes y una franja de piel entre la ajustada blusa y la corta falda.
-¿Quieren algo de beber? -preguntó ella lentamente. Estuvo tentado de
sugerir que se acostara sobre la mesa y le dejara beber de su yugular. La sangre
humana no lo mantendría vivo mucho tiempo, pero con toda seguridad tendría
mejor sabor que el alcohol aguado.
-Ahora no -dijo.
Su hermética sonrisa espoleó la ansiedad de ella causándole, al mismo
tiempo, una ráfaga de deseo. Él pudo notar ese aroma en los pulmones.
No estoy interesado, pensó.
La camarera asintió, pero no se movió. Se quedó allí, mirándolo
fijamente, con su corto cabello rubio formando un halo en la oscuridad
alrededor de su rostro. Embelesada, parecía haber olvidado su propio nombre
y su trabajo.
Y qué molesto le resultaba aquello. Darius se revolvió impaciente.
-Eso es todo -murmuró-. Estamos bien.
Cuando la muchacha se alejó, perdiéndose entre la multitud, Harry
escuchó a Darius aclararse la garganta.
-Gracias por venir. -Eso va lo has dicho. -Sí. Claro. Eh... nos conocemos
hace tiempo. -Así es.
-Hemos luchado juntos muchas veces. Hemos eliminado a montones de
restrictores.
Harry asintió. La Hermandad de la Daga Negra había protegido la raza
contra la Sociedad Restrictiva durante generaciones. Estaban Darius, Tohrment y
los otros cuatro. Los hermanos eran superados en número por los restrictores,
humanos sin alma que servían a un malvado amo, el Omega. Pero Harry, sus
guerreros se las arreglaban para proteger a los suyos.
Darius carraspeó de nuevo. -Después de todos estos años...
-D, ve al grano. Marissa me necesita para un pequeño asunto esta noche.
-¿Quieres utilizar mi casa otra vez? Sabes que no permito que nadie más se
quede en ella. -Darius dejó escapar una risa incómoda-. Estoy seguro de que su
hermano preferiría que no aparecieras por su casa.
Harry cruzó los brazos sobre el pecho, empujando la mesa con una bota
para tener un poco más de espacio.
Le importaba un comino que el hermano de Marissa fuera demasiado
sensible y se sintiera ofendido por la vida que Harry llevaba. Havers era un esnob
y un diletante cuya insensatez sobrepasaba todos los límites. Era totalmente
incapaz de entender la clase de enemigos que tenía la raza y lo que costaba
defender a sus miembros. Y sólo porque el muchacho se sentía ofendido, Harry
no iba a jugar al caballero mientras asesinaban a civiles. Él tenía que estar en el
campo de batalla con sus guerreros, no ocupando un trono. Havers podía irse a
paseo.
Aunque Marissa no tenía por qué soportar la actitud de su hermano.
-Quizás acepte tu oferta. -Bien.
-Ahora habla. -Tengo una hija. Harry giró lentamente la cabeza. -¿Desde
cuándo?
-Desde hace algún tiempo. -¿Quién es la madre?
-No la conoces. Y ella..., ella murió.
La pena de Darius se esparció a su alrededor con un acre olor a dolor
antiguo que se superpuso al hedor a sudor humano, alcohol y sexo del club.
-¿Qué edad tiene? -exigió saber Harry. Empezaba a presentir hacia donde
se encaminaba aquel asunto. -Veinticinco.
Harry susurró una maldición.
-No me lo pidas a mí, Darius. No me pidas que lo haga. -Tengo que
pedírtelo. Mi señor, tu sangre es... -Llámame así otra vez y tendré que cerrarte la
boca. Para siempre.
-No lo entiendes. Ella es...
Harry empezó a levantarse. La mano de Darius sujetó su antebrazo y lo
soltó rápidamente.
-Es medio humana. -Por Dios...
-Es posible que no sobreviva a la transición. Escucha, si tú la ayudas, por lo
menos tendrá una oportunidad. Tu sangre es muy fuerte, aumentaría sus
probabilidades de sobrevivir al cambio siendo una mestiza. No te estoy pidiendo
que la tomes como shellan, ni que la protejas, porque, yo puedo hacerlo. Sólo
estoy tratando de... Por favor. Mis otros hijos han muerto. Ella es lo único que
quedará de mí. Y yo... amé mucho a su madre.
Si hubiera sido cualquier otro, Harry habría usado su frase favorita: Vete a
la mierda. Por lo que a él concernía, sólo había dos buenas posturas para un
humano. Una hembra, sobre su espalda. Y un macho, boca abajo y sin respirar.
Pero Darius era casi un amigo. O lo habría sido, si Harry le hubiera
permitido acercársele.
Cuando se levantó, cerró los ojos con fuerza. El odio lo embargaba
concentrándose en el centro de su pecho. Se despreció a sí mismo por marcharse
de allí, pero simplemente no era la clase de macho que ayudara a cualquier pobre
mestizo a soportar un momento tan doloroso y peligroso. La cortesía y la piedad
no eran palabras que formasen parte de su vocabulario.
-No puedo hacerlo. Ni siquiera por ti.
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AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
hla kieren maratonnn... comenten si kieren
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