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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 5
La angustia de Darius lo golpeó como una gran oleada, y Harry se
tambaleó ante la fuerza de semejante emoción. Entonces, apretó el hombro del
vampiro.
-Si en verdad la amas, hazle un favor: pídeselo a otro. Harry se dio la vuelta y
salió del local. De camino a la puerta borró la imagen de sí mismo de la corteza
cerebral de todos los humanos que había en el lugar. Los más fuertes pensarían que
lo habían soñado. Los débiles ni siquiera lo recordarían.
Al salir a la calle, se dirigió a un rincón oscuro detrás de Scramer's para
poder des materializarse. Pasó junto a una mujer que le hacía una mamada a un
sujeto entre las sombras. A escasos metros, un vagabundo borracho dormitaba en
el suelo y, un traficante de drogas discutía por el móvil el precio del crack. Harry
supo de inmediato que lo seguían y quién era. El dulce olor a talco para bebés lo
delataba sin remedio.
Sonrió ampliamente, abrió su chaqueta de cuero y sacó uno de sus hira
shuriken. La estrella arrojadiza de acero inoxidable se acomodaba perfectamente a
la palma de su mano. Casi cien gramos de muerte preparados para salir volando.
Con el arma en la mano, Harry no alteró el paso, aunque su deseo era
ocultarse rápidamente en la oscuridad. Estaba ansioso por pelear después de dejar
plantado a Darius, y aquel miembro de la Sociedad Restrictiva había llegado en el
momento justo.
Matar a un humano sin alma era precisamente lo que necesitaba para
mitigar su malestar.
A medida que atraía al restrictor a la densa oscuridad, el cuerpo de Harry
se iba preparando para la lucha, su corazón latía pausadamente, los músculos de
sus brazos y muslos se contrajeron. Percibió el ruido de un arma siendo
amartillada y calculó la dirección del proyectil. Apuntaba a la parte trasera de su
cabeza.
Con un rápido movimiento, giró sobre sí mismo en el momento en que la
bala salía del cañón. Se agachó y lanzó la estrella, que con un destello plateado
comenzó a trazar un arco mortífero. Acertó al restrictor exactamente en el cuello,
cercenándole la garganta antes de continuar su camino hacia la oscuridad. La
pistola cayó al suelo, chocando ruidosamente contra el pavimento.
El restrictor se sujetó el cuello con ambas manos y cayó de rodillas.
Harry se aproximó a él, le revisó los bolsillos y se guardó la cartera y el
teléfono que llevaba.
Luego sacó un largo cuchillo negro de una funda que llevaba en el pecho.
Sentía que la lucha no hubiera durado más, pero a juzgar por el cabello oscuro y
rizado y el ataque relativamente torpe, se trataba de un novato. Con un rápido
empujón, puso al restrictor boca arriba, arrojó el cuchillo al aire, y aferró la empuñadura
con un rápido giro de muñeca. La hoja se hundió en la carne, atravesó el
hueso y llegó hasta el negro vacío donde había estado el corazón.
Con un sonido apagado, el restrictor se desintegró en un destello de luz.
Harry limpió la hoja en sus pantalones de cuero, la deslizó dentro de la
funda y se puso de pie, mirando a su alrededor. Acto seguido, se desmaterializó.
Darius bebió una tercera cerveza. Una pareja de fanáticos del estilo gótico
se aproximó a él, buscando una oportunidad de ayudarlo a olvidar sus problemas.
Él rechazó la invitación.
Salió del bar y se encaminó hacia su BMW 6501 aparcado en el callejón de
detrás del club. Como cualquier vampiro que se precie, él podía des
materializarse a voluntad y atravesar grandes distancias, pero era un truco difícil
de ejecutar si se cargaba con algo pesado. Y no era algo que uno quisiera hacer en
público. Además, un coche elegante siempre era digno de admiración.
Subió al automóvil y cerró la puerta. Del cielo empezaron a caer gotas de
lluvia, manchando el parabrisas como gruesas lágrimas.
No había agotado sus opciones. La charla sobre el hermano de Marissa lo
había dejado pensativo. Havers era un médico totalmente entregado a la raza.
Quizás él pudiera ayudarle. Ciertamente, valía la pena intentarlo.
Ensimismado en sus pensamientos, Darius introdujo la llave en el contacto
y la hizo girar. El encendido hizo un sonido ronco. Giró la llave de nuevo, y en el
instante en que escuchó un rítmico tictac, tuvo una terrible premonición.
La bomba, que había sido acoplada al chasis del coche y conectada al
sistema eléctrico, explotó.
Mientras su cuerpo ardía con un estallido de calor blanco, su último
pensamiento fue para la hija que aún no lo conocía. Y que ya nunca lo haría.
_______ estuvo bajo la ducha cuarenta y cinco minutos, utilizo medio bote de
gel, y casi derritió el barato papel pintado de las paredes del baño debido al
intenso calor del agua. Se secó, se puso una bata e intentó no mirarse otra vez al
espejo. Su labio tenía un feo aspecto.
Salió a la única habitación que poseía su pequeño apartamento. El aire
acondicionado se había estropeado hacía un par de semanas, y el ambiente de la
estancia era tan sofocante como el del baño. Miró hacia las dos ventanas y la
puerta corredera que conducía a un desangelado patio trasero. Tuvo el impulso
de abrirlas todas; sin embargo, se limitó a revisar los cierres.
Aunque sus nervios estaban destrozados, al menos su cuerpo estaba
recuperándose rápidamente. Su apetito había vuelto en busca de venganza,
como si estuviera molesto por no haber cenado, así que se dirigió directamente a
la cocina. Incluso las sobras de pollo de hacía cuatro noches parecían apetitosas,
pero cuando rompió el papel de aluminio, percibió un efluvio de calcetines
húmedos. Arrojó a la basura todo el paquete y colocó un recipiente de comida
congelada en el microondas. Comió los macarrones con queso de pie, sosteniendo
la pequeña bandeja de plástico en la mano con un guante de cocina. No fue
suficiente, así que tuvo que prepararse otra ración.
La idea de engordar diez kilos en una sola noche era tremendamente
atrayente; vaya si lo era. No podía hacer nada con el aspecto de su rostro, pero
estaba dispuesta a apostar que su misógino atacante neandertal prefería a sus
víctimas delgadas y atléticas.
Parpadeó, tratando de sacarse de la cabeza la imagen de su propio rostro.
Dios, aún podía sentir sus manos, ásperas y desagradables, manoseándole los
pechos.
Tenía que denunciarlo. Se acercaría a la comisaría. Aunque no quería salir
del apartamento. Por lo menos hasta que amaneciera.
Se dirigió hasta el futón que usaba como sofá y cama y se colocó en
posición fetal. Su estómago tenía dificultades para digerir los macarrones con
queso y una oleada de náusea seguida por una sucesión de escalofríos recorrió
su cuerpo.
Un suave maullido le hizo levantar la cabeza.
-Hola, Boo -dijo, chasqueando los dedos con desgana. El pobre animal
había huido despavorido cuando ella había entrado como una tromba por la
puerta rasgándose la ropa y arrojándola por toda la habitación.
Maullando nuevamente, el gato negro se aproximó. Sus grandes ojos
verdes parecían preocupados mientras saltaba con elegancia hacia su regazo.
-Lamento todo este drama -murmuró ella, haciéndole sitio.
El animal frotó la cabeza contra su hombro, ronroneando. Su cuerpo
estaba tibio, apenas pesaba. No supo el tiempo que permaneció allí sentada
acariciando su suave pelaje, pero cuando el teléfono sonó, tuvo un sobresalto.
Mientras trataba de alcanzar el auricular, se las arregló para seguir
acariciando a su mascota. Los años de convivencia habían conseguido que su
coordinación gato/teléfono rozara niveles de perfección.
-¿Hola? -dijo, pensando en que era más de medianoche, lo que descartaba
a los vendedores telefónicos y sugería algún asunto de trabajo o algún psicópata
ansioso.
-Hola, señorita B. Ponte tus zapatillas de baile. El coche de un individuo
ha saltado por los aires al lado de Screamer's. Él estaba dentro.
______ cerró los ojos y quiso sollozar. José de la Cruz era uno de los
detectives de la policía de la ciudad, pero también un gran amigo.
Aunque tenía que decir que le sucedía lo mismo con la mayoría de los
hombres y mujeres que llevaban uniforme azul. Como pasaba tanto tiempo en la
comisaría, había llegado a conocerlos bastante bien, pero José era uno de sus
favoritos.
-Hola, ¿estás ahí?
Cuéntale lo que ha sucedido. Abre la boca.
La vergüenza y el horror de lo ocurrido le oprimían las cuerdas vocales.
-Aquí estoy, José. -Se apartó el oscuro cabello de la cara y carraspeó-. No
podré ir esta noche.
-Sí, claro. ¿Cuándo has dejado pasar una buena información? --Rió
alegremente-. Ah, pero tómatelo con calma. El Duro lleva el caso.
El Duro era el detective de homicidios Brian O'Neal, más conocido como
Butch. O simplemente señor.
-En serio, no puedo... ir ahí esta noche.
-¿Estás ocupada con alguien? -La curiosidad hizo que la voz fuera
apremiante. José estaba felizmente casado, pero ella sabía que en la comisaría
todos especulaban a su costa. ¿Una mujer con un cuerpazo como el suyo sin un
hombre? Algo tenía que ocurrir-. ¿Y bien? ¿Lo estás?
-Por Dios, no. No.
Hubo un silencio antes de que el sexto sentido de policía de su amigo se
pusiera alerta.
-¿Qué sucede?
-Estoy- bien. Un poco cansada. Iré a la comisaría mañana.
Presentaría la denuncia entonces. Al día siguiente se sentiría lo
suficientemente fuerte para recordar lo que había pasado sin derrumbarse.
-¿Necesitas que vaya a verte?
-No, pero te lo agradezco. Estoy bien, de verdad. Colgó el auricular.
Quince minutos después se había puesto un par de vaqueros recién
lavados y una amplia camisa que ocultaba sus espléndidas curvas. Llamó a un
taxi, pero antes de salir hurgó en el armario hasta encontrar su otro bolso. Cogió
el spray de pimienta y lo apretó con fuerza en la mano mientras se dirigía a la
calle. En el trayecto entre su casa y el lugar donde había estallado la bomba,
recuperaría la voz y se lo contaría todo a José. Por mucho que detestara la idea de
recordar la agresión, no iba a permitir que aquel imbécil siguiera libre haciéndole
lo mismo a otra persona. Y aunque nunca lo atrapasen, al menos habría hecho
todo lo posible para tratar de capturarlo.
La angustia de Darius lo golpeó como una gran oleada, y Harry se
tambaleó ante la fuerza de semejante emoción. Entonces, apretó el hombro del
vampiro.
-Si en verdad la amas, hazle un favor: pídeselo a otro. Harry se dio la vuelta y
salió del local. De camino a la puerta borró la imagen de sí mismo de la corteza
cerebral de todos los humanos que había en el lugar. Los más fuertes pensarían que
lo habían soñado. Los débiles ni siquiera lo recordarían.
Al salir a la calle, se dirigió a un rincón oscuro detrás de Scramer's para
poder des materializarse. Pasó junto a una mujer que le hacía una mamada a un
sujeto entre las sombras. A escasos metros, un vagabundo borracho dormitaba en
el suelo y, un traficante de drogas discutía por el móvil el precio del crack. Harry
supo de inmediato que lo seguían y quién era. El dulce olor a talco para bebés lo
delataba sin remedio.
Sonrió ampliamente, abrió su chaqueta de cuero y sacó uno de sus hira
shuriken. La estrella arrojadiza de acero inoxidable se acomodaba perfectamente a
la palma de su mano. Casi cien gramos de muerte preparados para salir volando.
Con el arma en la mano, Harry no alteró el paso, aunque su deseo era
ocultarse rápidamente en la oscuridad. Estaba ansioso por pelear después de dejar
plantado a Darius, y aquel miembro de la Sociedad Restrictiva había llegado en el
momento justo.
Matar a un humano sin alma era precisamente lo que necesitaba para
mitigar su malestar.
A medida que atraía al restrictor a la densa oscuridad, el cuerpo de Harry
se iba preparando para la lucha, su corazón latía pausadamente, los músculos de
sus brazos y muslos se contrajeron. Percibió el ruido de un arma siendo
amartillada y calculó la dirección del proyectil. Apuntaba a la parte trasera de su
cabeza.
Con un rápido movimiento, giró sobre sí mismo en el momento en que la
bala salía del cañón. Se agachó y lanzó la estrella, que con un destello plateado
comenzó a trazar un arco mortífero. Acertó al restrictor exactamente en el cuello,
cercenándole la garganta antes de continuar su camino hacia la oscuridad. La
pistola cayó al suelo, chocando ruidosamente contra el pavimento.
El restrictor se sujetó el cuello con ambas manos y cayó de rodillas.
Harry se aproximó a él, le revisó los bolsillos y se guardó la cartera y el
teléfono que llevaba.
Luego sacó un largo cuchillo negro de una funda que llevaba en el pecho.
Sentía que la lucha no hubiera durado más, pero a juzgar por el cabello oscuro y
rizado y el ataque relativamente torpe, se trataba de un novato. Con un rápido
empujón, puso al restrictor boca arriba, arrojó el cuchillo al aire, y aferró la empuñadura
con un rápido giro de muñeca. La hoja se hundió en la carne, atravesó el
hueso y llegó hasta el negro vacío donde había estado el corazón.
Con un sonido apagado, el restrictor se desintegró en un destello de luz.
Harry limpió la hoja en sus pantalones de cuero, la deslizó dentro de la
funda y se puso de pie, mirando a su alrededor. Acto seguido, se desmaterializó.
Darius bebió una tercera cerveza. Una pareja de fanáticos del estilo gótico
se aproximó a él, buscando una oportunidad de ayudarlo a olvidar sus problemas.
Él rechazó la invitación.
Salió del bar y se encaminó hacia su BMW 6501 aparcado en el callejón de
detrás del club. Como cualquier vampiro que se precie, él podía des
materializarse a voluntad y atravesar grandes distancias, pero era un truco difícil
de ejecutar si se cargaba con algo pesado. Y no era algo que uno quisiera hacer en
público. Además, un coche elegante siempre era digno de admiración.
Subió al automóvil y cerró la puerta. Del cielo empezaron a caer gotas de
lluvia, manchando el parabrisas como gruesas lágrimas.
No había agotado sus opciones. La charla sobre el hermano de Marissa lo
había dejado pensativo. Havers era un médico totalmente entregado a la raza.
Quizás él pudiera ayudarle. Ciertamente, valía la pena intentarlo.
Ensimismado en sus pensamientos, Darius introdujo la llave en el contacto
y la hizo girar. El encendido hizo un sonido ronco. Giró la llave de nuevo, y en el
instante en que escuchó un rítmico tictac, tuvo una terrible premonición.
La bomba, que había sido acoplada al chasis del coche y conectada al
sistema eléctrico, explotó.
Mientras su cuerpo ardía con un estallido de calor blanco, su último
pensamiento fue para la hija que aún no lo conocía. Y que ya nunca lo haría.
_______ estuvo bajo la ducha cuarenta y cinco minutos, utilizo medio bote de
gel, y casi derritió el barato papel pintado de las paredes del baño debido al
intenso calor del agua. Se secó, se puso una bata e intentó no mirarse otra vez al
espejo. Su labio tenía un feo aspecto.
Salió a la única habitación que poseía su pequeño apartamento. El aire
acondicionado se había estropeado hacía un par de semanas, y el ambiente de la
estancia era tan sofocante como el del baño. Miró hacia las dos ventanas y la
puerta corredera que conducía a un desangelado patio trasero. Tuvo el impulso
de abrirlas todas; sin embargo, se limitó a revisar los cierres.
Aunque sus nervios estaban destrozados, al menos su cuerpo estaba
recuperándose rápidamente. Su apetito había vuelto en busca de venganza,
como si estuviera molesto por no haber cenado, así que se dirigió directamente a
la cocina. Incluso las sobras de pollo de hacía cuatro noches parecían apetitosas,
pero cuando rompió el papel de aluminio, percibió un efluvio de calcetines
húmedos. Arrojó a la basura todo el paquete y colocó un recipiente de comida
congelada en el microondas. Comió los macarrones con queso de pie, sosteniendo
la pequeña bandeja de plástico en la mano con un guante de cocina. No fue
suficiente, así que tuvo que prepararse otra ración.
La idea de engordar diez kilos en una sola noche era tremendamente
atrayente; vaya si lo era. No podía hacer nada con el aspecto de su rostro, pero
estaba dispuesta a apostar que su misógino atacante neandertal prefería a sus
víctimas delgadas y atléticas.
Parpadeó, tratando de sacarse de la cabeza la imagen de su propio rostro.
Dios, aún podía sentir sus manos, ásperas y desagradables, manoseándole los
pechos.
Tenía que denunciarlo. Se acercaría a la comisaría. Aunque no quería salir
del apartamento. Por lo menos hasta que amaneciera.
Se dirigió hasta el futón que usaba como sofá y cama y se colocó en
posición fetal. Su estómago tenía dificultades para digerir los macarrones con
queso y una oleada de náusea seguida por una sucesión de escalofríos recorrió
su cuerpo.
Un suave maullido le hizo levantar la cabeza.
-Hola, Boo -dijo, chasqueando los dedos con desgana. El pobre animal
había huido despavorido cuando ella había entrado como una tromba por la
puerta rasgándose la ropa y arrojándola por toda la habitación.
Maullando nuevamente, el gato negro se aproximó. Sus grandes ojos
verdes parecían preocupados mientras saltaba con elegancia hacia su regazo.
-Lamento todo este drama -murmuró ella, haciéndole sitio.
El animal frotó la cabeza contra su hombro, ronroneando. Su cuerpo
estaba tibio, apenas pesaba. No supo el tiempo que permaneció allí sentada
acariciando su suave pelaje, pero cuando el teléfono sonó, tuvo un sobresalto.
Mientras trataba de alcanzar el auricular, se las arregló para seguir
acariciando a su mascota. Los años de convivencia habían conseguido que su
coordinación gato/teléfono rozara niveles de perfección.
-¿Hola? -dijo, pensando en que era más de medianoche, lo que descartaba
a los vendedores telefónicos y sugería algún asunto de trabajo o algún psicópata
ansioso.
-Hola, señorita B. Ponte tus zapatillas de baile. El coche de un individuo
ha saltado por los aires al lado de Screamer's. Él estaba dentro.
______ cerró los ojos y quiso sollozar. José de la Cruz era uno de los
detectives de la policía de la ciudad, pero también un gran amigo.
Aunque tenía que decir que le sucedía lo mismo con la mayoría de los
hombres y mujeres que llevaban uniforme azul. Como pasaba tanto tiempo en la
comisaría, había llegado a conocerlos bastante bien, pero José era uno de sus
favoritos.
-Hola, ¿estás ahí?
Cuéntale lo que ha sucedido. Abre la boca.
La vergüenza y el horror de lo ocurrido le oprimían las cuerdas vocales.
-Aquí estoy, José. -Se apartó el oscuro cabello de la cara y carraspeó-. No
podré ir esta noche.
-Sí, claro. ¿Cuándo has dejado pasar una buena información? --Rió
alegremente-. Ah, pero tómatelo con calma. El Duro lleva el caso.
El Duro era el detective de homicidios Brian O'Neal, más conocido como
Butch. O simplemente señor.
-En serio, no puedo... ir ahí esta noche.
-¿Estás ocupada con alguien? -La curiosidad hizo que la voz fuera
apremiante. José estaba felizmente casado, pero ella sabía que en la comisaría
todos especulaban a su costa. ¿Una mujer con un cuerpazo como el suyo sin un
hombre? Algo tenía que ocurrir-. ¿Y bien? ¿Lo estás?
-Por Dios, no. No.
Hubo un silencio antes de que el sexto sentido de policía de su amigo se
pusiera alerta.
-¿Qué sucede?
-Estoy- bien. Un poco cansada. Iré a la comisaría mañana.
Presentaría la denuncia entonces. Al día siguiente se sentiría lo
suficientemente fuerte para recordar lo que había pasado sin derrumbarse.
-¿Necesitas que vaya a verte?
-No, pero te lo agradezco. Estoy bien, de verdad. Colgó el auricular.
Quince minutos después se había puesto un par de vaqueros recién
lavados y una amplia camisa que ocultaba sus espléndidas curvas. Llamó a un
taxi, pero antes de salir hurgó en el armario hasta encontrar su otro bolso. Cogió
el spray de pimienta y lo apretó con fuerza en la mano mientras se dirigía a la
calle. En el trayecto entre su casa y el lugar donde había estallado la bomba,
recuperaría la voz y se lo contaría todo a José. Por mucho que detestara la idea de
recordar la agresión, no iba a permitir que aquel imbécil siguiera libre haciéndole
lo mismo a otra persona. Y aunque nunca lo atrapasen, al menos habría hecho
todo lo posible para tratar de capturarlo.
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 6
Harry se materializó en el salón de la casa de Darius. Maldición, ya había
olvidado lo bien que vivía el vampiro. Aunque D era un guerrero, se comportaba
como un aristócrata, y a decir verdad, tenía una cierta lógica. Su vida había empezado
como un princeps de alta alcurnia, y todavía conservaba el gusto por el
buen vivir. Su mansión del siglo XIX estaba bien cuidada, llena de antigüedades y
obras de arte. También era tan segura como la cámara acorazada de un banco.
Pero las paredes amarillo claro del salón hirieron sus ojos.
-Qué agradable sorpresa, mi señor.
Fritz, el mayordomo, apareció desde el vestíbulo e hizo una profunda
reverencia mientras apagaba las luces para aliviar los ojos de Harry. Como
siempre, el viejo macho iba vestido con librea negra. Había estado con Darius
alrededor de cien años, y era un doggen, lo que significaba que podía salir a la luz
del día pero envejecía más rápido que los vampiros. Su subespecie había servido a
los aristócratas y guerreros durante muchos milenios. -¿Se quedará con nosotros
mucho tiempo, mi señor? Harry negó con la cabeza. No si podía evitarlo. -Unas
horas.
-Su habitación está preparada. Si me necesita, señor, aquí estaré.
Fritz se inclinó de nuevo y caminó hacia atrás para salir de la habitación,
cerrando las puertas dobles tras él.
Harry se dirigió hacia un retrato de más de dos metros de altura del que le
habían dicho que había sido un rey francés. Colocó sus manos sobre el lado
derecho del pesado marco dorado. El lienzo giró sobre su eje para revelar un
oscuro pasillo de piedra iluminado con lámparas de gas.
Al entrar, bajó por unas escaleras hasta las profundidades de la tierra. Al
final de los escalones había dos puertas. Una iba a los suntuosos aposentos de
Darius, la otra se abrió a lo que Harry consideraba un sustituto de su hogar. La
mayoría de los días dormía en un almacén de Nueva York, en una habitación interior
hecha de acero con un sistema de seguridad muy similar al de Fort Knox.
Pero él nunca invitaría allí a Marissa. Ni a ninguno de los hermanos. Su
privacidad era demasiado valiosa.
Cuando entró, las lámparas sujetas a las paredes se encendieron por toda la
habitación a voluntad suya. Su resplandor dorado alumbraba sólo tenuemente el
camino en la oscuridad. Como deferencia a la escasa visión de Harry, Darius
había pintado de negro los muros y el techo de seis metros de altura. En una esquina,
destacaba una enorme cama con sábanas de satén negro y un montón de
almohadas. Al otro lado, había un sillón de cuero, un televisor de pantalla grande
y una puerta que daba a un baño de mármol negro. También había un armario
lleno de armas ropa.
Por alguna razón, Darius siempre insistía en que se quedara en la mansión.
Era un maldito misterio. No se trataba de que lo defendiera, porque Darius podía
protegerse a sí mismo. Y la idea de que un vampiro como D sufriera de soledad
era absurda. Harry percibió a Marissa antes de que entrara en la habitación. El
aroma del océano, una limpia brisa, la precedía. Terminemos con esto de una vez,
pensó. Estaba ansioso por regresar a las calles. Sólo había saboreado un bocado de
batalla, y esa noche quería atiborrarse.
Se dio la vuelta.
Mientras Marissa inclinaba su menudo cuerpo hacia él, sintió devoción e
inquietud flotando en el aire alrededor de la hembra. -Mi señor-dijo ella.
Por lo poco que podía ver, llevaba puesta una prenda ligera de gasa blanca,
y su largo cabello rubio le caía en cascada sobre los hombros y la espalda. Sabía
que se había vestido para complacerlo, y deseó en lo más íntimo de su ser que no
se hubiera esforzado tanto.
Se quitó la chaqueta de cuero y la funda donde llevaba sus dagas.
Malditos fuesen sus padres. ¿Por qué le habían dado una hembra como
ella? Tan... frágil.
Aunque, pensándolo bien, considerando el estado en que se encontraba
antes de su transición, quizás temieron que otra más fuerte pudiera causarle
daño.
Harry flexionó los brazos, sus bíceps mostraron su grosor, uno de sus
hombros crujió debido al esfuerzo.
Si pudieran verlo ahora. Su escuálido cuerpo se había transformado en el
de un frío asesino.
Tal vez sea mejor que estén muertos, pensó. No habrían aprobado en lo que
se había convertido ahora.
Pero no pudo evitar pensar que si ellos hubieran vivido hasta una edad
avanzada, él habría sido diferente.
Marissa cambió de sitio nerviosamente.
-Lamento molestarte. Pero no puedo esperar más. Harry se dirigió al
baño.
-Me necesitas, y yo acudo.
Abrió el grifo y se subió las mangas de su camisa negra. Con el vapor
elevándose, se lavó la suciedad, el sudor y- la muerte de sus manos. Luego frotó
la pastilla de jabón por los brazos, cubriendo de espuma los tatuajes rituales que
adornaban sus antebrazos. Se enjuagó, se secó y caminó hasta el sillón. Se sentó
y esperó, rechinando los dientes.
¿Durante cuánto tiempo habían hecho aquello? Siglos. Pero Marissa
siempre necesitaba algún tiempo para poder aproximársele. Si hubiera sido otra,
su paciencia se habría agotado de inmediato, pero con ella era un poco más
tolerante.
La verdad era que sentía pena por ella porque la habían forzado a ser su
shellan. Él le había dicho una y otra vez que la liberaba de su compromiso para
que encontrara un verdadero compañero, uno que no solamente matara todo lo
que le amenazara, sino que también la amara.
Lo extraño era que Marissa no quería dejarlo, por muy frágil que fuera. Él
imaginaba que ella probablemente temía que ninguna otra hembra querría estar
con él, que ninguna alimentaría a la bestia cuando lo necesitara y su raza
perdería su estirpe más poderosa. Su rey. Su líder, que carecía de la voluntad de
liderar. Sí, era un maldito inconveniente. Permanecía alejado de ella a menos
que necesitara alimentarse, lo cual no sucedía con frecuencia debido a su linaje.
La hembra nunca sabía dónde estaba él, o qué estaba haciendo. Pasaba los largos
días sola en la casa de su hermano, sacrificando su vida para mantener vivo al
último vampiro de sangre pura, el único que no tenía ni una sola gota de sangre
humana en su cuerpo.
Francamente, no entendía cómo soportaba eso... ni cómo lo soportaba a él.
De repente, sintió ganas de maldecir. Aquella noche parecía ser muy
apropiada para alimentar su ego. Primero Darius y ahora ella.
Los ojos de Harry la siguieron mientras ella se movía por la habitación,
describiendo círculos a su alrededor, acercándosele. Se obligó a relajarse, a
estabilizar su respiración, a inmovilizar su cuerpo. Aquella era la peor parte del
proceso. Le daba pánico no tener libertad de movimientos, y sabía que cuando
ella empezara a alimentarse, la sofocante sensación empeoraría.
-¿Has estado ocupado, mi señor? -dijo suavemente. Él asintió, pensando
que si tenía suerte, iba a estar más ocupado antes del amanecer.
Marissa finalmente se irguió frente a él, y el vampiro pudo sentir su hambre
prevaleciendo sobre su inquietud. También sintió su deseo. Ella lo quería, pero él
bloqueó ese sentimiento de la hembra.
Bajo ningún concepto tendría relaciones sexuales con ella. No podía
imaginar someter a Marissa a las cosas que había hecho con otros cuerpos
femeninos. Y él nunca la había querido de esa manera. Ni siquiera al principio.
-Ven aquí-dijo, haciendo un gesto con la mano. Y Dejo caer el antebrazo
sobre el muslo, con la muñeca hacia arriba-. Estás hambrienta. No deberías
esperar tanto para llamarme.
Marissa descendió hasta el suelo cerca de sus rodillas, su vestido se
arremolinó alrededor de su cuerpo y sus pies. Él sintió la tibieza de los dedos
sobre su piel mientras ella recorría sus tatuajes con las manos, acariciando los
negros caracteres que detallaban su linaje en el antiguo idioma. Estaba lo
suficientemente cerca para captar los movimientos de su boca abriéndose, sus
colmillos destellaron antes de hundirlos en la vena.
Harry cerró los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras ella bebía.
El pánico lo inundó rápida y fuertemente.
Dobló el brazo libre alrededor del borde del sillón, tensionando los
músculos al tiempo que aferraba la esquina para mantener el cuerpo en su
lugar. Calma, necesitaba conservar la calma. Pronto terminaría, y entonces
sería libre.
Cuando Marissa levantó la cabeza diez minutos después, él se irguió de
un salto y aplacó la ansiedad caminando, sintiendo un alivio enfermizo
porque no podía moverse. En cuanto se sosegó, se acercó a la hembra. Estaba
saciada, absorbiendo la fuerza que la embargaba a medida que su sangre se
mezclaba. A él no le agradó verla en el suelo, de modo que la levantó, y
estaba pensando en llamar a Fritz para que la llevara a la casa de su hermano,
cuando unos rítmicos golpes sonaron en la puerta.
Harry se materializó en el salón de la casa de Darius. Maldición, ya había
olvidado lo bien que vivía el vampiro. Aunque D era un guerrero, se comportaba
como un aristócrata, y a decir verdad, tenía una cierta lógica. Su vida había empezado
como un princeps de alta alcurnia, y todavía conservaba el gusto por el
buen vivir. Su mansión del siglo XIX estaba bien cuidada, llena de antigüedades y
obras de arte. También era tan segura como la cámara acorazada de un banco.
Pero las paredes amarillo claro del salón hirieron sus ojos.
-Qué agradable sorpresa, mi señor.
Fritz, el mayordomo, apareció desde el vestíbulo e hizo una profunda
reverencia mientras apagaba las luces para aliviar los ojos de Harry. Como
siempre, el viejo macho iba vestido con librea negra. Había estado con Darius
alrededor de cien años, y era un doggen, lo que significaba que podía salir a la luz
del día pero envejecía más rápido que los vampiros. Su subespecie había servido a
los aristócratas y guerreros durante muchos milenios. -¿Se quedará con nosotros
mucho tiempo, mi señor? Harry negó con la cabeza. No si podía evitarlo. -Unas
horas.
-Su habitación está preparada. Si me necesita, señor, aquí estaré.
Fritz se inclinó de nuevo y caminó hacia atrás para salir de la habitación,
cerrando las puertas dobles tras él.
Harry se dirigió hacia un retrato de más de dos metros de altura del que le
habían dicho que había sido un rey francés. Colocó sus manos sobre el lado
derecho del pesado marco dorado. El lienzo giró sobre su eje para revelar un
oscuro pasillo de piedra iluminado con lámparas de gas.
Al entrar, bajó por unas escaleras hasta las profundidades de la tierra. Al
final de los escalones había dos puertas. Una iba a los suntuosos aposentos de
Darius, la otra se abrió a lo que Harry consideraba un sustituto de su hogar. La
mayoría de los días dormía en un almacén de Nueva York, en una habitación interior
hecha de acero con un sistema de seguridad muy similar al de Fort Knox.
Pero él nunca invitaría allí a Marissa. Ni a ninguno de los hermanos. Su
privacidad era demasiado valiosa.
Cuando entró, las lámparas sujetas a las paredes se encendieron por toda la
habitación a voluntad suya. Su resplandor dorado alumbraba sólo tenuemente el
camino en la oscuridad. Como deferencia a la escasa visión de Harry, Darius
había pintado de negro los muros y el techo de seis metros de altura. En una esquina,
destacaba una enorme cama con sábanas de satén negro y un montón de
almohadas. Al otro lado, había un sillón de cuero, un televisor de pantalla grande
y una puerta que daba a un baño de mármol negro. También había un armario
lleno de armas ropa.
Por alguna razón, Darius siempre insistía en que se quedara en la mansión.
Era un maldito misterio. No se trataba de que lo defendiera, porque Darius podía
protegerse a sí mismo. Y la idea de que un vampiro como D sufriera de soledad
era absurda. Harry percibió a Marissa antes de que entrara en la habitación. El
aroma del océano, una limpia brisa, la precedía. Terminemos con esto de una vez,
pensó. Estaba ansioso por regresar a las calles. Sólo había saboreado un bocado de
batalla, y esa noche quería atiborrarse.
Se dio la vuelta.
Mientras Marissa inclinaba su menudo cuerpo hacia él, sintió devoción e
inquietud flotando en el aire alrededor de la hembra. -Mi señor-dijo ella.
Por lo poco que podía ver, llevaba puesta una prenda ligera de gasa blanca,
y su largo cabello rubio le caía en cascada sobre los hombros y la espalda. Sabía
que se había vestido para complacerlo, y deseó en lo más íntimo de su ser que no
se hubiera esforzado tanto.
Se quitó la chaqueta de cuero y la funda donde llevaba sus dagas.
Malditos fuesen sus padres. ¿Por qué le habían dado una hembra como
ella? Tan... frágil.
Aunque, pensándolo bien, considerando el estado en que se encontraba
antes de su transición, quizás temieron que otra más fuerte pudiera causarle
daño.
Harry flexionó los brazos, sus bíceps mostraron su grosor, uno de sus
hombros crujió debido al esfuerzo.
Si pudieran verlo ahora. Su escuálido cuerpo se había transformado en el
de un frío asesino.
Tal vez sea mejor que estén muertos, pensó. No habrían aprobado en lo que
se había convertido ahora.
Pero no pudo evitar pensar que si ellos hubieran vivido hasta una edad
avanzada, él habría sido diferente.
Marissa cambió de sitio nerviosamente.
-Lamento molestarte. Pero no puedo esperar más. Harry se dirigió al
baño.
-Me necesitas, y yo acudo.
Abrió el grifo y se subió las mangas de su camisa negra. Con el vapor
elevándose, se lavó la suciedad, el sudor y- la muerte de sus manos. Luego frotó
la pastilla de jabón por los brazos, cubriendo de espuma los tatuajes rituales que
adornaban sus antebrazos. Se enjuagó, se secó y caminó hasta el sillón. Se sentó
y esperó, rechinando los dientes.
¿Durante cuánto tiempo habían hecho aquello? Siglos. Pero Marissa
siempre necesitaba algún tiempo para poder aproximársele. Si hubiera sido otra,
su paciencia se habría agotado de inmediato, pero con ella era un poco más
tolerante.
La verdad era que sentía pena por ella porque la habían forzado a ser su
shellan. Él le había dicho una y otra vez que la liberaba de su compromiso para
que encontrara un verdadero compañero, uno que no solamente matara todo lo
que le amenazara, sino que también la amara.
Lo extraño era que Marissa no quería dejarlo, por muy frágil que fuera. Él
imaginaba que ella probablemente temía que ninguna otra hembra querría estar
con él, que ninguna alimentaría a la bestia cuando lo necesitara y su raza
perdería su estirpe más poderosa. Su rey. Su líder, que carecía de la voluntad de
liderar. Sí, era un maldito inconveniente. Permanecía alejado de ella a menos
que necesitara alimentarse, lo cual no sucedía con frecuencia debido a su linaje.
La hembra nunca sabía dónde estaba él, o qué estaba haciendo. Pasaba los largos
días sola en la casa de su hermano, sacrificando su vida para mantener vivo al
último vampiro de sangre pura, el único que no tenía ni una sola gota de sangre
humana en su cuerpo.
Francamente, no entendía cómo soportaba eso... ni cómo lo soportaba a él.
De repente, sintió ganas de maldecir. Aquella noche parecía ser muy
apropiada para alimentar su ego. Primero Darius y ahora ella.
Los ojos de Harry la siguieron mientras ella se movía por la habitación,
describiendo círculos a su alrededor, acercándosele. Se obligó a relajarse, a
estabilizar su respiración, a inmovilizar su cuerpo. Aquella era la peor parte del
proceso. Le daba pánico no tener libertad de movimientos, y sabía que cuando
ella empezara a alimentarse, la sofocante sensación empeoraría.
-¿Has estado ocupado, mi señor? -dijo suavemente. Él asintió, pensando
que si tenía suerte, iba a estar más ocupado antes del amanecer.
Marissa finalmente se irguió frente a él, y el vampiro pudo sentir su hambre
prevaleciendo sobre su inquietud. También sintió su deseo. Ella lo quería, pero él
bloqueó ese sentimiento de la hembra.
Bajo ningún concepto tendría relaciones sexuales con ella. No podía
imaginar someter a Marissa a las cosas que había hecho con otros cuerpos
femeninos. Y él nunca la había querido de esa manera. Ni siquiera al principio.
-Ven aquí-dijo, haciendo un gesto con la mano. Y Dejo caer el antebrazo
sobre el muslo, con la muñeca hacia arriba-. Estás hambrienta. No deberías
esperar tanto para llamarme.
Marissa descendió hasta el suelo cerca de sus rodillas, su vestido se
arremolinó alrededor de su cuerpo y sus pies. Él sintió la tibieza de los dedos
sobre su piel mientras ella recorría sus tatuajes con las manos, acariciando los
negros caracteres que detallaban su linaje en el antiguo idioma. Estaba lo
suficientemente cerca para captar los movimientos de su boca abriéndose, sus
colmillos destellaron antes de hundirlos en la vena.
Harry cerró los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras ella bebía.
El pánico lo inundó rápida y fuertemente.
Dobló el brazo libre alrededor del borde del sillón, tensionando los
músculos al tiempo que aferraba la esquina para mantener el cuerpo en su
lugar. Calma, necesitaba conservar la calma. Pronto terminaría, y entonces
sería libre.
Cuando Marissa levantó la cabeza diez minutos después, él se irguió de
un salto y aplacó la ansiedad caminando, sintiendo un alivio enfermizo
porque no podía moverse. En cuanto se sosegó, se acercó a la hembra. Estaba
saciada, absorbiendo la fuerza que la embargaba a medida que su sangre se
mezclaba. A él no le agradó verla en el suelo, de modo que la levantó, y
estaba pensando en llamar a Fritz para que la llevara a la casa de su hermano,
cuando unos rítmicos golpes sonaron en la puerta.
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
chicass necesito lectoras....... :lloro: :wut: :lloro: :lloro: :wut: :muere: :muere: :misery:
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 7
Harry se volvió a mirar al otro lado de la habitación, la trasladó a la
cama y allí la recostó.
-Gracias, mi señor -murmuró ella-. Volveré, a casa por mis propios
medios. Él hizo una pausa, y luego colocó una sábana sobre las piernas de la
vampiresa antes de abrir la puerta de golpe.
Fritz estaba muy agitado por algo.
Harry salió, cerrando la puerta tras de sí. Estaba a punto de preguntar
qué demonios podía justificar tal interrupción, cuando el olor del mayordomo
impregnó su irritación.
Supo, sin preguntar, que la muerte había hecho otra visita. Y Darius
había desaparecido.
-Señor...
-¿Cómo ha sido? -gruñó. Ya se ocuparía del dolor más tarde. Primero
necesitaba detalles.
-Ah, el coche... -Estaba claro que el mayordomo tenía problemas para
conservar la calma, y su voz era tan débil y quebradiza como su viejo cuerpo-.
Una bomba, no señor. El coche... Al salir del club. Tohrment ha llamado. Lo
vio todo. Harry pensó en el restrictor que había eliminado. Deseó saber si
había sido él quien había perpetrado el atentado. Aquellos bastardos ya no
tenían honor. Por lo menos sus precursores, desde hacía siglos, habían
luchado como guerreros. Esta nueva raza estaba compuesta por cobardes que
se escondían detrás de la tecnología.
-Llama a la Hermandad-vociferó--. Diles que vengan de inmediato.
-Sí, por supuesto. Señor... Darius me pidió que le diera esto -el
mayordomo extendió algo-, si usted no estaba con él cuando muriera.
Harry cogió el sobre y regresó al aposento, sin poder ofrecer compasión
alguna ni a Fritz ni a nadie. Marissa se había marchado, lo cual era bueno para
ella.
Metió la última carta de Darius en el bolsillo de su pantalón de cuero.
Y dio rienda suelta a su ira.
Las lámparas explotaron y cayeron hechas añicos mientras un torbellino
de ferocidad giraba a su alrededor, cada vez más fuerte, más rápido, más oscuro,
hasta que el mobiliario se elevó del suelo trazando círculos alrededor del
vampiro. Echó hacia atrás la cabeza y rugió.
Cuando el taxi dejó a ______ frente a Scramer's, la escena del crimen se
encontraba en plena actividad. Destellos de luces azules y blancas salían de los
coches patrulla que bloqueaban el acceso al callejón. El cuadrado vehículo
blindado de los artificieros va había llegado. El lugar estaba atestado de agentes
tanto de uniforme como vestidos de civil. Y la habitual multitud de curiosos
ebrios, se había adueñado de la periferia del escenario fumando y charlando. En
todos los años que llevaba como reportera, había descubierto que un homicidio
era un acontecimiento social en Caldwell. Evidentemente Para todos menos para
el hombre o mujer que había muerto. Para la víctima, imaginaba, la muerte era un
asunto bastante solitario, aunque hubiese visto frente a frente la cara de su
asesino. Algunos puentes hay que cruzarlos solos, sin importar quién nos empuje
por el borde.
______ se cubrió la boca con la manga. El olor a metal quemado, un punzante
hedor químico, invadió su nariz.
-¡Oye, ______! -Uno de los agentes le hizo senas-. Si quieres acercarte más,
entra a Screamer's y sal por la puerta trasera. Hay un corredor...
-De hecho, he venido a ver a José. ¿Está por aquí? El agente estiró el cuello,
buscando entre la multitud. -Estaba aquí hace un minuto. Tal vez haya vuelto a la
comisaría. ¡Ricky! ¿Has visto a José?
Butch O'Neal se paró frente a ella, silenciando al otro policía con una
sombría mirada.
-Vaya sorpresa.
______ dio un paso atrás. El Duro era un buen espécimen de hombre.
Cuerpo grande, voz grave, presencia arrolladora. Suponía que muchas mujeres
se sentirían atraídas por él, porque no podía negar que era bien parecido, de una
manera tosca, ruda. Pero Beth nunca había sentido saltar una chispa.
No es que los hombres no le hicieran sentir nada, pero aquel hombre, en
concreto, no le interesaba.
-Y bien, Randall, ¿qué te trae por aquí? -Se llevó un trozo de chicle a la
boca y arrugó el papel formando una bolita. Su mandíbula se puso a trabajar
como si estuviera frustrado; no masticaba, machacaba.
-Estoy aquí por José. No por el crimen.
-Claro que sí. -Entrecerró los ojos. Con sus cejas de color castaño y sus ojos
profundos, parecía siempre un poco enfadado, pero, bruscamente, su expresión
empeoró-. ¿Puedes venir conmigo un segundo?
-En realidad necesito ver a José...
EI le sujeto el brazo con un fuerte apretón.
-Sólo ven aquí. -Butch la llevó a un rincón aislado del callejón, lejos del
bullicio-. ¿Qué diablos te ha pasado en la cara?
Ella alzó la mano y se cubrió el labio herido. Todavía debía de estar
conmocionada, porque se había olvidado de todo. -Repetiré la pregunta -dijo-.
¿Qué diablos te ha pasado?
-Yo, eh... -La garganta se le cerró-. Estaba... -No iba a llorar. No delante
del Duro-. Necesito ver a, José.
-No está aquí, así que no podrás contar con él. Ahora habla.
Butch le inmovilizó los brazos a los lados, como si presintiera que podía
salir corriendo. Él medía sólo unos pocos centímetros más que ella, pero la
retenía con 30 kilos de músculo por lo menos.
El miedo se instaló en su pecho corno si quisiera perforarla, pero ya estaba
harta de ser maltratada físicamente esa noche.
-Retírate, O'Neal - Colocó la palma de la mano en el pecho del hombre y
empujó. El se movió un poco.
-______, dime...
-Si no me sueltas... -su mirada sostuvo la de él-, voy a publicar un artículo
sobre tus técnicas de interrogatorio. Ya sabes, las que necesitan rayos X y
escayola cuando has terminado.
Los ojos de O'Neal se entrecerraron de nuevo. Apartó los brazos de su
cuerpo y levantó las manos como si se estuviera rindiendo.
-Está bien. -La dejó y regresó a la escena del crimen. Beth apoyó la espalda
contra el edificio, y sintió que sus piernas flaqueaban. Miró hacia abajo, tratando
de reunir fuerzas, y vio algo metálico. Dobló las rodillas y se inclinó. Era una estrella
arrojadiza de artes marciales.
-¡Oye, Ricky! -llamó. El policía se acercó, y ella señaló al suelo-. Pruebas.
Le dejó hacer su trabajo y se dirigió a toda prisa a la calle Trade para coger
un taxi. Simplemente, ya no podía soportarlo más.
Al día siguiente presentaría una denuncia oficial con José. A primera hora
de la mañana.
Cuando Wrath reapareció en el salón, había recuperado el control. Sus
armas estaban en sus respectivas fundas y su chaqueta pesaba en la mano, llena
de las estrellas arrojadizas y cuchillos que le gustaba utilizar.
Tohrment fue el primero de la Hermandad en llegar. Tenía los ojos
encendidos, el dolor y la venganza hacían que el azul oscuro brillara de manera
tan vívida que incluso Harry pudo captar el destello de color.
Mientras Tohr se recostaba contra una de las paredes amarillas de Darius,
Vishous entró en la habitación. La perilla que se había dejado crecer hacía poco y
daba un aspecto más siniestro de lo habitual, aunque era el tatuaje alrededor de
su ojo izquierdo lo que realmente lo situaba en el campo de lo terrorífico. Esa
noche tenía bien calada la gorra de los Red Sox y las complejas marcas de las
sienes casi no se veían. Como siempre, su guante negro de conductor, que usaba
para que su mano izquierda no entrara en contacto con nadie inadvertidamente,
estaba en su lugar.
Lo cual era algo bueno. Un maldito servicio público.
Le siguió Rhage. Había suavizado su actitud arrogante como deferencia al
motivo de la convocatoria de aquella reunión. Rhage era un macho muy alto,
enorme, poderoso, más fuerte que el resto de los guerreros. También era una
leyenda sexual en el mundo de los vampiros, apuesto como un galán de cine y
con un vigor capaz de rivalizar con un rebaño de sementales. Las hembras, tanto
vampiresas como humanas, pisotearían a sus propias crías para llegar a él.
Por lo menos hasta que vislumbraran su lado oscuro. Cuando la bestia de
Rhage salía a la superficie, todos, hermanos incluidos, buscaban refugio y
empezaban a rezar.
Phury era el último. Su cojera resultaba casi imperceptible. Su pierna
ortopédica había sido reemplazada hacía poco, y ahora estaba compuesta por
una aleación de titanio y carbono de última tecnología. La combinación de
barras, articulaciones y pernos estaba atornillada a la base del muslo derecho.
Con su fantástica melena de cabellos multicolores, Phury hubiera debido
estar acompañado de actrices y modelos, pero se había mantenido fiel a su voto
de castidad. Sólo había sitio para un único amor en su vida, Y éste lo había
estado matando lentamente durante años.
-¿Dónde está tu gemelo? -preguntó Harry. -Z está de camino.
El que Zsadist llegara el último no era ninguna sorpresa. Z era un
gigantesco y violento peligro para el mundo. Un maldito bastardo que
blasfemaba a todas horas y que llevaba el odio, especialmente hacia las hembras,
a nuevos niveles. Por fortuna, entre su cara cubierta de cicatrices y, su cabello
cortado al rape, tenía un aspecto tan aterrador como realmente era, de modo que
la gente solía apartarse de su camino.
Raptado de su familia cuando era un niño, había acabado como esclavo de
sangre, y el maltrato a manos de su ama había sido brutal en todos los sentidos.
A Phury le había lleva do casi un siglo encontrar a su gemelo, y Z había sido
torturado hasta el punto de que fue dado por muerto antes de ser rescatado.
Una caída en el salado océano había grabado las heridas en la piel de
Zsadist, y además del laberinto de cicatrices, aún exhibía los tatuajes de esclavo,
así como varios piercings que él mismo había añadido, sólo porque le gustaba la
sensación de dolor.
Con toda certeza, Z era el más peligroso de los miembros de la
Hermandad. Después de lo que había soportado, no le importaba nada ni nadie.
Ni siquiera su hermano.
Incluso Haryy protegía su espalda en presencia de aquel guerrero.
Sí, la Hermandad de la Daga Negra era un grupo diabólico. Lo único que
se interponía entre la población de vampiros civiles y los restrictores.
Cruzando los brazos, Harry paseó la mirada por la habitación,
observando a cada uno de los guerreros, pensando en sus fuerzas, pero también
en sus maldiciones.
Con la muerte de Darius, recordó que, aunque sus guerreros estaban
propinando duros golpes a las legiones de asesinos de la Sociedad, había muy
pocos hermanos luchando contra una inagotable y autogeneradora reserva de
restrictores.
Porque Dios era testigo de que había muchos humanos con interés y
aptitudes para el asesinato.
La balanza simplemente no se inclinaba a favor de la raza. Él no podía
eludir el hecho de que los vampiros no vivían eternamente, que los hermanos
podían ser asesinados y que el equilibrio podía romperse en un instante a favor
de sus enemigos.
Demonios, el cambio va había comenzado. Desde que el Omega había
creado la Sociedad Restrictiva hacía una eternidad, el número de vampiros había
disminuido de tal manera que sólo quedaban unos cuantos enclaves de
población. Su especie rozaba la extinción. Aunque los hermanos fueran
mortalmente buenos en lo que hacían.
Si Harry hubiera sido otra clase de rey, como su padre, que deseaba ser el
adorado y reverenciado por parte de las familias de la especie, quizás el futuro
hubiera sido más prometedor. Pero él no era como su padre. Wrath era un
luchador, no un líder, 'v se desenvolvía mejor con una daga en la mano que
sentado, siendo objeto de adoración.
Se concentró de nuevo en los hermanos. Cuando los guerreros le
devolvieron la mirada, se notaba que esperaban sus instrucciones. Y aquella
consideración lo puso nervioso.
-Me he tomado la muerte de Darius como un ataque personal -dijo.
Hubo un sordo gruñido de aprobación entre sus compañeros.
Harry sacó la cartera y el móvil del miembro de la Sociedad Restrictiva que
había matado.
-Esto lo llevaba un restrictor que ha tropezado conmigo esta misma noche
detrás de Screamer's. ¿Quién quiere hacer los honores?
Los lanzó al aire. Phury atrapó ambos objetos y pasó el teléfono a Vishous.
Harry empezó a caminar de un lado a otro. -Tenemos que salir de cacería
de nuevo.
-Tienes toda la razón -gruñó Rhage. Hubo un movimiento metálico y luego
el sonido de un cuchillo al clavarse en una mesa-. Tenemos que atraparlos donde
entrenan, donde viven.
Lo cual significaba que los hermanos tendrían que hacer un reconocimiento
del terreno. Los miembros de la Sociedad Restrictiva no eran estúpidos.
Cambiaban su centro de operaciones con regularidad, trasladando
constantemente sus instalaciones de reclutamiento y entrenamiento de un lugar a
otro. Por este motivo, los guerreros vampiros consideraban que era más eficaz actuar
como señuelos y luchar contra todo aquel que acudiera a atacarlos.
Ocasionalmente, la Hermandad había realizado algunas incursiones,
matando a docenas de restrictores en una sola noche. Pero esa clase de táctica
ofensiva era rara. Los ataques a gran escala eran eficaces, pero también llevaban
aparejadas algunas dificultades. Los grandes combates atraían a la policía, y tratar
de pasar inadvertidos era vital para todos.
Harry se volvió a mirar al otro lado de la habitación, la trasladó a la
cama y allí la recostó.
-Gracias, mi señor -murmuró ella-. Volveré, a casa por mis propios
medios. Él hizo una pausa, y luego colocó una sábana sobre las piernas de la
vampiresa antes de abrir la puerta de golpe.
Fritz estaba muy agitado por algo.
Harry salió, cerrando la puerta tras de sí. Estaba a punto de preguntar
qué demonios podía justificar tal interrupción, cuando el olor del mayordomo
impregnó su irritación.
Supo, sin preguntar, que la muerte había hecho otra visita. Y Darius
había desaparecido.
-Señor...
-¿Cómo ha sido? -gruñó. Ya se ocuparía del dolor más tarde. Primero
necesitaba detalles.
-Ah, el coche... -Estaba claro que el mayordomo tenía problemas para
conservar la calma, y su voz era tan débil y quebradiza como su viejo cuerpo-.
Una bomba, no señor. El coche... Al salir del club. Tohrment ha llamado. Lo
vio todo. Harry pensó en el restrictor que había eliminado. Deseó saber si
había sido él quien había perpetrado el atentado. Aquellos bastardos ya no
tenían honor. Por lo menos sus precursores, desde hacía siglos, habían
luchado como guerreros. Esta nueva raza estaba compuesta por cobardes que
se escondían detrás de la tecnología.
-Llama a la Hermandad-vociferó--. Diles que vengan de inmediato.
-Sí, por supuesto. Señor... Darius me pidió que le diera esto -el
mayordomo extendió algo-, si usted no estaba con él cuando muriera.
Harry cogió el sobre y regresó al aposento, sin poder ofrecer compasión
alguna ni a Fritz ni a nadie. Marissa se había marchado, lo cual era bueno para
ella.
Metió la última carta de Darius en el bolsillo de su pantalón de cuero.
Y dio rienda suelta a su ira.
Las lámparas explotaron y cayeron hechas añicos mientras un torbellino
de ferocidad giraba a su alrededor, cada vez más fuerte, más rápido, más oscuro,
hasta que el mobiliario se elevó del suelo trazando círculos alrededor del
vampiro. Echó hacia atrás la cabeza y rugió.
Cuando el taxi dejó a ______ frente a Scramer's, la escena del crimen se
encontraba en plena actividad. Destellos de luces azules y blancas salían de los
coches patrulla que bloqueaban el acceso al callejón. El cuadrado vehículo
blindado de los artificieros va había llegado. El lugar estaba atestado de agentes
tanto de uniforme como vestidos de civil. Y la habitual multitud de curiosos
ebrios, se había adueñado de la periferia del escenario fumando y charlando. En
todos los años que llevaba como reportera, había descubierto que un homicidio
era un acontecimiento social en Caldwell. Evidentemente Para todos menos para
el hombre o mujer que había muerto. Para la víctima, imaginaba, la muerte era un
asunto bastante solitario, aunque hubiese visto frente a frente la cara de su
asesino. Algunos puentes hay que cruzarlos solos, sin importar quién nos empuje
por el borde.
______ se cubrió la boca con la manga. El olor a metal quemado, un punzante
hedor químico, invadió su nariz.
-¡Oye, ______! -Uno de los agentes le hizo senas-. Si quieres acercarte más,
entra a Screamer's y sal por la puerta trasera. Hay un corredor...
-De hecho, he venido a ver a José. ¿Está por aquí? El agente estiró el cuello,
buscando entre la multitud. -Estaba aquí hace un minuto. Tal vez haya vuelto a la
comisaría. ¡Ricky! ¿Has visto a José?
Butch O'Neal se paró frente a ella, silenciando al otro policía con una
sombría mirada.
-Vaya sorpresa.
______ dio un paso atrás. El Duro era un buen espécimen de hombre.
Cuerpo grande, voz grave, presencia arrolladora. Suponía que muchas mujeres
se sentirían atraídas por él, porque no podía negar que era bien parecido, de una
manera tosca, ruda. Pero Beth nunca había sentido saltar una chispa.
No es que los hombres no le hicieran sentir nada, pero aquel hombre, en
concreto, no le interesaba.
-Y bien, Randall, ¿qué te trae por aquí? -Se llevó un trozo de chicle a la
boca y arrugó el papel formando una bolita. Su mandíbula se puso a trabajar
como si estuviera frustrado; no masticaba, machacaba.
-Estoy aquí por José. No por el crimen.
-Claro que sí. -Entrecerró los ojos. Con sus cejas de color castaño y sus ojos
profundos, parecía siempre un poco enfadado, pero, bruscamente, su expresión
empeoró-. ¿Puedes venir conmigo un segundo?
-En realidad necesito ver a José...
EI le sujeto el brazo con un fuerte apretón.
-Sólo ven aquí. -Butch la llevó a un rincón aislado del callejón, lejos del
bullicio-. ¿Qué diablos te ha pasado en la cara?
Ella alzó la mano y se cubrió el labio herido. Todavía debía de estar
conmocionada, porque se había olvidado de todo. -Repetiré la pregunta -dijo-.
¿Qué diablos te ha pasado?
-Yo, eh... -La garganta se le cerró-. Estaba... -No iba a llorar. No delante
del Duro-. Necesito ver a, José.
-No está aquí, así que no podrás contar con él. Ahora habla.
Butch le inmovilizó los brazos a los lados, como si presintiera que podía
salir corriendo. Él medía sólo unos pocos centímetros más que ella, pero la
retenía con 30 kilos de músculo por lo menos.
El miedo se instaló en su pecho corno si quisiera perforarla, pero ya estaba
harta de ser maltratada físicamente esa noche.
-Retírate, O'Neal - Colocó la palma de la mano en el pecho del hombre y
empujó. El se movió un poco.
-______, dime...
-Si no me sueltas... -su mirada sostuvo la de él-, voy a publicar un artículo
sobre tus técnicas de interrogatorio. Ya sabes, las que necesitan rayos X y
escayola cuando has terminado.
Los ojos de O'Neal se entrecerraron de nuevo. Apartó los brazos de su
cuerpo y levantó las manos como si se estuviera rindiendo.
-Está bien. -La dejó y regresó a la escena del crimen. Beth apoyó la espalda
contra el edificio, y sintió que sus piernas flaqueaban. Miró hacia abajo, tratando
de reunir fuerzas, y vio algo metálico. Dobló las rodillas y se inclinó. Era una estrella
arrojadiza de artes marciales.
-¡Oye, Ricky! -llamó. El policía se acercó, y ella señaló al suelo-. Pruebas.
Le dejó hacer su trabajo y se dirigió a toda prisa a la calle Trade para coger
un taxi. Simplemente, ya no podía soportarlo más.
Al día siguiente presentaría una denuncia oficial con José. A primera hora
de la mañana.
Cuando Wrath reapareció en el salón, había recuperado el control. Sus
armas estaban en sus respectivas fundas y su chaqueta pesaba en la mano, llena
de las estrellas arrojadizas y cuchillos que le gustaba utilizar.
Tohrment fue el primero de la Hermandad en llegar. Tenía los ojos
encendidos, el dolor y la venganza hacían que el azul oscuro brillara de manera
tan vívida que incluso Harry pudo captar el destello de color.
Mientras Tohr se recostaba contra una de las paredes amarillas de Darius,
Vishous entró en la habitación. La perilla que se había dejado crecer hacía poco y
daba un aspecto más siniestro de lo habitual, aunque era el tatuaje alrededor de
su ojo izquierdo lo que realmente lo situaba en el campo de lo terrorífico. Esa
noche tenía bien calada la gorra de los Red Sox y las complejas marcas de las
sienes casi no se veían. Como siempre, su guante negro de conductor, que usaba
para que su mano izquierda no entrara en contacto con nadie inadvertidamente,
estaba en su lugar.
Lo cual era algo bueno. Un maldito servicio público.
Le siguió Rhage. Había suavizado su actitud arrogante como deferencia al
motivo de la convocatoria de aquella reunión. Rhage era un macho muy alto,
enorme, poderoso, más fuerte que el resto de los guerreros. También era una
leyenda sexual en el mundo de los vampiros, apuesto como un galán de cine y
con un vigor capaz de rivalizar con un rebaño de sementales. Las hembras, tanto
vampiresas como humanas, pisotearían a sus propias crías para llegar a él.
Por lo menos hasta que vislumbraran su lado oscuro. Cuando la bestia de
Rhage salía a la superficie, todos, hermanos incluidos, buscaban refugio y
empezaban a rezar.
Phury era el último. Su cojera resultaba casi imperceptible. Su pierna
ortopédica había sido reemplazada hacía poco, y ahora estaba compuesta por
una aleación de titanio y carbono de última tecnología. La combinación de
barras, articulaciones y pernos estaba atornillada a la base del muslo derecho.
Con su fantástica melena de cabellos multicolores, Phury hubiera debido
estar acompañado de actrices y modelos, pero se había mantenido fiel a su voto
de castidad. Sólo había sitio para un único amor en su vida, Y éste lo había
estado matando lentamente durante años.
-¿Dónde está tu gemelo? -preguntó Harry. -Z está de camino.
El que Zsadist llegara el último no era ninguna sorpresa. Z era un
gigantesco y violento peligro para el mundo. Un maldito bastardo que
blasfemaba a todas horas y que llevaba el odio, especialmente hacia las hembras,
a nuevos niveles. Por fortuna, entre su cara cubierta de cicatrices y, su cabello
cortado al rape, tenía un aspecto tan aterrador como realmente era, de modo que
la gente solía apartarse de su camino.
Raptado de su familia cuando era un niño, había acabado como esclavo de
sangre, y el maltrato a manos de su ama había sido brutal en todos los sentidos.
A Phury le había lleva do casi un siglo encontrar a su gemelo, y Z había sido
torturado hasta el punto de que fue dado por muerto antes de ser rescatado.
Una caída en el salado océano había grabado las heridas en la piel de
Zsadist, y además del laberinto de cicatrices, aún exhibía los tatuajes de esclavo,
así como varios piercings que él mismo había añadido, sólo porque le gustaba la
sensación de dolor.
Con toda certeza, Z era el más peligroso de los miembros de la
Hermandad. Después de lo que había soportado, no le importaba nada ni nadie.
Ni siquiera su hermano.
Incluso Haryy protegía su espalda en presencia de aquel guerrero.
Sí, la Hermandad de la Daga Negra era un grupo diabólico. Lo único que
se interponía entre la población de vampiros civiles y los restrictores.
Cruzando los brazos, Harry paseó la mirada por la habitación,
observando a cada uno de los guerreros, pensando en sus fuerzas, pero también
en sus maldiciones.
Con la muerte de Darius, recordó que, aunque sus guerreros estaban
propinando duros golpes a las legiones de asesinos de la Sociedad, había muy
pocos hermanos luchando contra una inagotable y autogeneradora reserva de
restrictores.
Porque Dios era testigo de que había muchos humanos con interés y
aptitudes para el asesinato.
La balanza simplemente no se inclinaba a favor de la raza. Él no podía
eludir el hecho de que los vampiros no vivían eternamente, que los hermanos
podían ser asesinados y que el equilibrio podía romperse en un instante a favor
de sus enemigos.
Demonios, el cambio va había comenzado. Desde que el Omega había
creado la Sociedad Restrictiva hacía una eternidad, el número de vampiros había
disminuido de tal manera que sólo quedaban unos cuantos enclaves de
población. Su especie rozaba la extinción. Aunque los hermanos fueran
mortalmente buenos en lo que hacían.
Si Harry hubiera sido otra clase de rey, como su padre, que deseaba ser el
adorado y reverenciado por parte de las familias de la especie, quizás el futuro
hubiera sido más prometedor. Pero él no era como su padre. Wrath era un
luchador, no un líder, 'v se desenvolvía mejor con una daga en la mano que
sentado, siendo objeto de adoración.
Se concentró de nuevo en los hermanos. Cuando los guerreros le
devolvieron la mirada, se notaba que esperaban sus instrucciones. Y aquella
consideración lo puso nervioso.
-Me he tomado la muerte de Darius como un ataque personal -dijo.
Hubo un sordo gruñido de aprobación entre sus compañeros.
Harry sacó la cartera y el móvil del miembro de la Sociedad Restrictiva que
había matado.
-Esto lo llevaba un restrictor que ha tropezado conmigo esta misma noche
detrás de Screamer's. ¿Quién quiere hacer los honores?
Los lanzó al aire. Phury atrapó ambos objetos y pasó el teléfono a Vishous.
Harry empezó a caminar de un lado a otro. -Tenemos que salir de cacería
de nuevo.
-Tienes toda la razón -gruñó Rhage. Hubo un movimiento metálico y luego
el sonido de un cuchillo al clavarse en una mesa-. Tenemos que atraparlos donde
entrenan, donde viven.
Lo cual significaba que los hermanos tendrían que hacer un reconocimiento
del terreno. Los miembros de la Sociedad Restrictiva no eran estúpidos.
Cambiaban su centro de operaciones con regularidad, trasladando
constantemente sus instalaciones de reclutamiento y entrenamiento de un lugar a
otro. Por este motivo, los guerreros vampiros consideraban que era más eficaz actuar
como señuelos y luchar contra todo aquel que acudiera a atacarlos.
Ocasionalmente, la Hermandad había realizado algunas incursiones,
matando a docenas de restrictores en una sola noche. Pero esa clase de táctica
ofensiva era rara. Los ataques a gran escala eran eficaces, pero también llevaban
aparejadas algunas dificultades. Los grandes combates atraían a la policía, y tratar
de pasar inadvertidos era vital para todos.
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
WOW me encantarooon los capiiss =D
Perdon por no comentar antes es que no tengo internet en mi casa y no me puedo pasar mucho por acaaa
Seguilaaaa Prontoooo
Besos
Beli1597
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Hola chicas por un tiempo no voy a subír cap xk estoy sin mi compu pero me voy a coger un ratito y les subo cap y si kieren maratón comenten y por recomienden mi novela a sus amigos y eso me pone triste no tener muchas lectoras bye
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Holiiiiis!!!! nueva lectora.....wow me costo un poquito terminar de leerlo, pero por fin lo hice jejeje ......el oficial Duro no me agrada para nada..... no confió en el , hay algo sospechoso respecto a el ..... y Harry tiene una Shellan!!! :muere: creo que estoy celosa haha me encanta, siguela pronto, besos!!
D.A. Torrez.
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Hola!!! Me encantarooon los caps
Seguilaaa Prontooo
Besos
Seguilaaa Prontooo
Besos
Beli1597
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
holas holas... ya regrese........ jejej por fin me devolvieron mi compu... :aah: :aah: :aah: y les voy a subir capitulos jejeej tres y porfa recomienden mi novela..... gracias :bye: :bye: :bye: :bye:
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 8
-Aquí hay un permiso de conducir -murmuró Phury-. Investigaré la
dirección. Es local.
-¿Qué nombre figura? -preguntó Harry. -Robert Strauss.
Vishous soltó una maldición mientras examinaba el teléfono.
-Aquí no hay mucho. Sólo alguna cosa en la memoria de llamadas, unas
marcaciones automáticas. Averiguaré en el ordenador quién ha llamado y qué
números se marcaron.
Harry rechinó los dientes. La impaciencia y la ira eran un cóctel difícil de
digerir.
-No necesito decirte que trabajes lo más rápido posible. No hay manera de
saber si el restrictor que he eliminado esta noche ha sido el autor de la muerte de
Darius, así que pienso que tenemos que limpiar completamente toda la zona.
Hay que matarlos a todos, sin importarnos los problemas que pueda plantearnos.
La puerta principal se abrió de golpe, y Zsadist entró en la casa.
Harry lo miró sardónico.
-Gracias por venir, Z. ¿Has estado muy ocupado con las hembras?
-¿Qué tal si me dejaras en paz?
Zsadist se dirigió a un rincón y permaneció alejado del resto.
-¿Dónde vas a estar tú, mi señor?-preguntó Tohrment suavemente.
El bueno de Tohr. Siempre tratando de mantener la paz, ya fuera
cambiando de tema, interviniendo directamente o, simplemente, por la fuerza.
-Aquí. Permaneceré aquí. Si el restrictor que mató a Darius está vivo e
interesado en jugar un poco más, quiero estar disponible y fácil de encontrar.
Cuando los guerreros se fueron, Harry se puso la chaqueta. Se dio cuenta
entonces de que todavía no había abierto el sobre de Darius, y lo sacó del
bolsillo. Había una franja de tinta escrita en él. Harry imaginó que se trataba de
su nombre. Abrió la solapa. Mientras sacaba una hoja de papel color crema, una
fotografía cayó revoloteando al suelo. La recogió y tuvo la vaga impresión de
que la imagen poseía un cabello largo y negro. Una hembra.
Harry miró fijamente el papel. Era una caligrafía continua, un garabateo
ininteligible y borroso que no tenía esperanza de descifrar, por mucho que
entornara los ojos.
-¡Fritz! -llamó.
El mayordomo llegó corriendo. -Lee esto.
Fritz tomó la hoja y dobló la cabeza. Leyó en silencio. -¡En voz alta! -
rugió Harry.
-Oh. Mil perdones, amo. -Fritz se aclaró la garganta. Si no he tenido
tiempo de hablar contigo, Tohrment te proporcionará todos los detalles. Avenida
Redd, número 11 88, apartamento 1-B. Su nombre es _______ Randall. Posdata: La
casa y Fritz son tuyos si ella no sobrevive a la edad adulta. Lamento que el final haya
llegado tan pronto D. -Hijo de perra-murmuró Harry.
______ se había puesto su atuendo nocturno, consistente en unos
pantalones cortos y una camiseta sin mangas, y estaba abriendo el futón
cuando Boo empezó a maullar en la puerta corredera de cristal. El gato daba
vueltas en un estrecho círculo, con los ojos fijos en algo que había en el
exterior.
-¿Quieres pelear otra vez con el minino de la señora Gio? Ya lo hemos
hecho una vez y el resultado no fue muy bueno, ¿recuerdas?
Unos golpes en la puerta principal le hicieron girar la cabeza con un
sobresalto.
Se dirigió allí y acercó un ojo a la mirilla. Cuando vio quién estaba al
otro lado, se dio la vuelta y apoyó la espalda contra la madera.
Los golpes volvieron a oírse.
-Sé que estás ahí -dijo el Duro-. Y no pienso marcharme.
______ descorrió el cerrojo N, abrió la puerta de golpe. Antes de que
pudiera decirle que se fuera al diablo, pasó a su lado y entró.
Boo arqueó el lomo y siseó.
-Yo también estoy encantado de conocerte, pantera negra. -El vozarrón
atronador de Butch parecía totalmente fuera de lugar en su apartamento.
-¿Cómo has entrado en el edificio? -preguntó ella mientras cerraba la
puerta.
-Forcé la cerradura.
-¿Hay alguna razón en particular para que hayas decidido irrumpir en
este edificio, detective?
Él se encogió de hombros y se sentó en un andrajoso sillón. -Pensé que
podía visitara una amiga.
-¿Entonces por qué me molestas a mí?
-Tienes un bonito apartamento -dijo él, mirando sus cosas.
-Vaya mentiroso.
-Oye, por lo menos está limpio. Que es más de lo que puedo decir de mi
propio cuchitril. -Sus oscuros ojos castaños la miraron directamente a la cara-.
Ahora, hablemos de lo que sucedió cuando saliste del trabajo esta noche,
¿quieres?
Ella cruzó los brazos sobre el pecho. Él se rió entre dientes.
-Dios, ¿qué tiene José que no tenga yo? -¿Quieres lápiz y papel? La lista
es larga.
-Auch. Eres fría, ¿lo sabías? -Su tono era divertido--. Dime, ¿sólo te
gustan los que no están disponibles? -Escucha, estoy agotada...
-Sí, saliste tarde del trabajo. A las nueve y cuarenta y cinco, más o
menos. Hablé con tu jefe. Dick me dijo que todavía estabas en tu mesa cuando
él se marchó a Charlie's. Viniste a tu casa caminando, ¿no? Por la calle Trade
seguramente, presumo, como haces todas las noches. Y durante un buen rato,
ibas sola.
______ tragó saliva cuando un leve ruido hizo que desviara la mirada hacia
la puerta corredera de cristal. Boo había empezado de nuevo a ir de un lado a
otro y a maullar, escudriñando algo en la oscuridad.
-Ahora, ¿me contarás qué ocurrió cuando llegaste al cruce de Trade y la
Diez? -Su mirada se suavizó.
-¿Cómo sabes...?
-Dime lo que pasó, y te prometo que me cercioraré de que ese hijo de
perra tenga lo que se merece.
Harry permaneció inmóvil, sumergido en las sombras de la serena noche,
mirando fijamente la silueta de la hija de Darius. Era alta para una hembra
humana, y su cabello era negro, pero eso era todo lo que podía percibir con sus
pobres ojos. Respiró el aire de la noche, pero no pudo captar su olor. Sus puertas y
ventanas estaban cerradas, y el viento que soplaba del oeste traía el olor afrutado
de la basura putrefacta.
Pero podía escuchar el murmullo de su voz a través de la puerta cerrada.
Estaba hablando con alguien. Un hombre en quien ella, aparentemente, no
confiaba, o no le agradaba, porque sólo pronunciaba monosílabos.
-Procuraré que esto te resulte lo más fácil posible -decía el hombre.
Harry vio cómo la muchacha se acercaba y miraba hacia fuera a través de la
puerta de cristal. Sus ojos estaban fijos en él, pero sabía que no podía verlo. La
oscuridad lo envolvía por completo.
-Aquí hay un permiso de conducir -murmuró Phury-. Investigaré la
dirección. Es local.
-¿Qué nombre figura? -preguntó Harry. -Robert Strauss.
Vishous soltó una maldición mientras examinaba el teléfono.
-Aquí no hay mucho. Sólo alguna cosa en la memoria de llamadas, unas
marcaciones automáticas. Averiguaré en el ordenador quién ha llamado y qué
números se marcaron.
Harry rechinó los dientes. La impaciencia y la ira eran un cóctel difícil de
digerir.
-No necesito decirte que trabajes lo más rápido posible. No hay manera de
saber si el restrictor que he eliminado esta noche ha sido el autor de la muerte de
Darius, así que pienso que tenemos que limpiar completamente toda la zona.
Hay que matarlos a todos, sin importarnos los problemas que pueda plantearnos.
La puerta principal se abrió de golpe, y Zsadist entró en la casa.
Harry lo miró sardónico.
-Gracias por venir, Z. ¿Has estado muy ocupado con las hembras?
-¿Qué tal si me dejaras en paz?
Zsadist se dirigió a un rincón y permaneció alejado del resto.
-¿Dónde vas a estar tú, mi señor?-preguntó Tohrment suavemente.
El bueno de Tohr. Siempre tratando de mantener la paz, ya fuera
cambiando de tema, interviniendo directamente o, simplemente, por la fuerza.
-Aquí. Permaneceré aquí. Si el restrictor que mató a Darius está vivo e
interesado en jugar un poco más, quiero estar disponible y fácil de encontrar.
Cuando los guerreros se fueron, Harry se puso la chaqueta. Se dio cuenta
entonces de que todavía no había abierto el sobre de Darius, y lo sacó del
bolsillo. Había una franja de tinta escrita en él. Harry imaginó que se trataba de
su nombre. Abrió la solapa. Mientras sacaba una hoja de papel color crema, una
fotografía cayó revoloteando al suelo. La recogió y tuvo la vaga impresión de
que la imagen poseía un cabello largo y negro. Una hembra.
Harry miró fijamente el papel. Era una caligrafía continua, un garabateo
ininteligible y borroso que no tenía esperanza de descifrar, por mucho que
entornara los ojos.
-¡Fritz! -llamó.
El mayordomo llegó corriendo. -Lee esto.
Fritz tomó la hoja y dobló la cabeza. Leyó en silencio. -¡En voz alta! -
rugió Harry.
-Oh. Mil perdones, amo. -Fritz se aclaró la garganta. Si no he tenido
tiempo de hablar contigo, Tohrment te proporcionará todos los detalles. Avenida
Redd, número 11 88, apartamento 1-B. Su nombre es _______ Randall. Posdata: La
casa y Fritz son tuyos si ella no sobrevive a la edad adulta. Lamento que el final haya
llegado tan pronto D. -Hijo de perra-murmuró Harry.
______ se había puesto su atuendo nocturno, consistente en unos
pantalones cortos y una camiseta sin mangas, y estaba abriendo el futón
cuando Boo empezó a maullar en la puerta corredera de cristal. El gato daba
vueltas en un estrecho círculo, con los ojos fijos en algo que había en el
exterior.
-¿Quieres pelear otra vez con el minino de la señora Gio? Ya lo hemos
hecho una vez y el resultado no fue muy bueno, ¿recuerdas?
Unos golpes en la puerta principal le hicieron girar la cabeza con un
sobresalto.
Se dirigió allí y acercó un ojo a la mirilla. Cuando vio quién estaba al
otro lado, se dio la vuelta y apoyó la espalda contra la madera.
Los golpes volvieron a oírse.
-Sé que estás ahí -dijo el Duro-. Y no pienso marcharme.
______ descorrió el cerrojo N, abrió la puerta de golpe. Antes de que
pudiera decirle que se fuera al diablo, pasó a su lado y entró.
Boo arqueó el lomo y siseó.
-Yo también estoy encantado de conocerte, pantera negra. -El vozarrón
atronador de Butch parecía totalmente fuera de lugar en su apartamento.
-¿Cómo has entrado en el edificio? -preguntó ella mientras cerraba la
puerta.
-Forcé la cerradura.
-¿Hay alguna razón en particular para que hayas decidido irrumpir en
este edificio, detective?
Él se encogió de hombros y se sentó en un andrajoso sillón. -Pensé que
podía visitara una amiga.
-¿Entonces por qué me molestas a mí?
-Tienes un bonito apartamento -dijo él, mirando sus cosas.
-Vaya mentiroso.
-Oye, por lo menos está limpio. Que es más de lo que puedo decir de mi
propio cuchitril. -Sus oscuros ojos castaños la miraron directamente a la cara-.
Ahora, hablemos de lo que sucedió cuando saliste del trabajo esta noche,
¿quieres?
Ella cruzó los brazos sobre el pecho. Él se rió entre dientes.
-Dios, ¿qué tiene José que no tenga yo? -¿Quieres lápiz y papel? La lista
es larga.
-Auch. Eres fría, ¿lo sabías? -Su tono era divertido--. Dime, ¿sólo te
gustan los que no están disponibles? -Escucha, estoy agotada...
-Sí, saliste tarde del trabajo. A las nueve y cuarenta y cinco, más o
menos. Hablé con tu jefe. Dick me dijo que todavía estabas en tu mesa cuando
él se marchó a Charlie's. Viniste a tu casa caminando, ¿no? Por la calle Trade
seguramente, presumo, como haces todas las noches. Y durante un buen rato,
ibas sola.
______ tragó saliva cuando un leve ruido hizo que desviara la mirada hacia
la puerta corredera de cristal. Boo había empezado de nuevo a ir de un lado a
otro y a maullar, escudriñando algo en la oscuridad.
-Ahora, ¿me contarás qué ocurrió cuando llegaste al cruce de Trade y la
Diez? -Su mirada se suavizó.
-¿Cómo sabes...?
-Dime lo que pasó, y te prometo que me cercioraré de que ese hijo de
perra tenga lo que se merece.
Harry permaneció inmóvil, sumergido en las sombras de la serena noche,
mirando fijamente la silueta de la hija de Darius. Era alta para una hembra
humana, y su cabello era negro, pero eso era todo lo que podía percibir con sus
pobres ojos. Respiró el aire de la noche, pero no pudo captar su olor. Sus puertas y
ventanas estaban cerradas, y el viento que soplaba del oeste traía el olor afrutado
de la basura putrefacta.
Pero podía escuchar el murmullo de su voz a través de la puerta cerrada.
Estaba hablando con alguien. Un hombre en quien ella, aparentemente, no
confiaba, o no le agradaba, porque sólo pronunciaba monosílabos.
-Procuraré que esto te resulte lo más fácil posible -decía el hombre.
Harry vio cómo la muchacha se acercaba y miraba hacia fuera a través de la
puerta de cristal. Sus ojos estaban fijos en él, pero sabía que no podía verlo. La
oscuridad lo envolvía por completo.
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 9
______ abrió la puerta y asomó la cabeza, impidiendo con el pie que el gato
saliera al exterior.
Harry sintió que su respiración se hacía más lenta al percibir el aroma de la
mujer. Olía verdaderamente bien. Corno una flor exquisita. Quizás corno esas
rosas que florecen por la noche. Introdujo más aire en sus pulmones y cerró los
ojos al tiempo que su cuerpo reaccionaba y su sangre se agitaba. Darius estaba en
lo cierto; se acercaba a su transición. Podía olfatearlo en ella. Mestiza o no, iba a
producirse su transformación.
Harry deslizó la puerta mientras se giraba hacia el Hombre. Su voz era
mucho más clara con la puerta abierta, y a Harry le gustó su ronco sonido.
-Se me acercaron desde el otro lado de la calle. Eran dos. El más alto me
arrastró hacia el callejón y... -El vampiro prestó atención de inmediato-. Traté de
defenderme con todas mis fuerzas, pero él era más corpulento que yo, y además
su amigo me sujetó los brazos. -Empezó a sollozar-. Me dijo que me cortaría la
lengua si gritaba. Pensé que iba a matarme, en serio. Luego me rasgó la blusa y
tiró del sujetador hacia arriba. Estuve muy cerca de que me... Pero conseguí
liberarme y corrí. Tenía los ojos azules, cabello castaño y un pendiente en la oreja
izquierda. Llevaba un polo azul oscuro y pantalones cortos de color caqui. No
pude ver bien sus zapatos. Su amigo era rubio, cabello corto, sin pendientes,
vestido con una camiseta blanca con el nombre de esa banda local, los Comedores
de Tomates.
El hombre se levantó y se le acercó. La rodeó con un brazo, tratando de
atraerla contra su pecho, pero ella retrocedió apartándose de él.
-¿De verdad piensas que podrás atraparlo? -preguntó. El hombre asintió.
-Sí, por supuesto que sí.
Butch salió del apartamento de ______ Randall de mal humor. Ver a una
mujer que había sido golpeada en la cara no era una parte de su trabajo que le
gustara. Y en el caso de ______ lo encontraba particularmente perturbador, porque
la conocía desde hacía bastante tiempo y se sentía algo atraído por ella. El hecho
de que fuera una mujer extraordinariamente hermosa no hacía las cosas más fáciles.
Pero el labio inflamado y los cardenales alrededor de la garganta eran daños
evidentes frente a la perfección de sus facciones. ______ Randall era absolutamente
preciosa. Tenía el negro cabello largo y abundante, unos ojos azules con un brillo
imposible, una piel color crema y una boca hecha exactamente para el beso de un
hombre. Y vaya cuerpo: piernas largas, cintura estrecha y senos perfectamente
proporcionados.
Todos los hombres de 1a comisaría estaban enamorados de ella, y Butch
tuvo que reconocer que tenía un enorme mérito: nunca usaba su atractivo para
obtener información confidencial de los muchachos. Lo manejaba todo a un nivel
muy profesional. Nunca había tenido una cita con ninguno de ellos, aunque la
mayoría habría renunciado a su testículo izquierdo por sólo cogerla de la mano.
De una cosa sí estaba seguro: su atacante había cometido un tremendo error
al elegirla. Toda la fuerza policial saldría en persecución de aquel imbécil en
cuanto averiguaran su identidad. Y Butch tenía una boca muy grande.
Subió a su coche y condujo hasta las instalaciones del Hospital Saint
Francis, al otro lado de la ciudad. Aparcó sobre el bordillo de la acera frente a la
sala de urgencias y entró.
El guardia de la puerta giratoria le sonrió.
-¿Se dirige al depósito, detective? -No. Vengo a visitar a un amigo. El
hombre asintió y se apartó.
Butch atravesó la sala de espera de urgencias con sus plantas de plástico,
revistas con las páginas arrancadas y personas con cara de preocupación. Empujó
unas puertas dobles y se dirigió al estéril y blanco entorno clínico. Saludó con una
ligera inclinación de cabeza a las enfermeras y médicos que conocía y se acercó al
control. -Hola, Doug, ¿recuerdas al tipo que trajimos con la nariz rota?
El empleado levantó la vista de un gráfico que estaba mirando.
-Sí, están a punto de darle el alta. Se encuentra atrás, habitación veintiocho.
-El internista soltó una risita-. Lo de la nariz era el menor de sus problemas. No
cantará notas bajas durante algún tiempo.
-Gracias, amigo. A propósito, ¿cómo va tu esposa? -Bien. Dará a luz en una
semana.
-Avísame cuando nazca el niño.
Butch se dirigió a la parte de atrás. Antes de entrar en la habitación
veintiocho, revisó el pasillo con la mirada en ambas direcciones. Todo tranquilo.
No había personal médico a la vista, ni visitantes, ni pacientes.
Abrió la puerta y asomó la cabeza.
Billy Riddle levantó la mirada desde la cama. Un vendaje blanco le subía
por la nariz, como si estuviera evitando que se le saliera el cerebro.
-¿Qué pasa, oficial? ¿Ya ha encontrado al individuo que me golpeó? Van a
darme de alta y me sentiría mejor sabiendo que lo tiene bajo custodia.
Butch cerró la puerta y corrió el cerrojo silenciosamente. Sonrió mientras
cruzaba la habitación fijándose en el pendiente de diamantes cuadrado que el
sujeto lucía en el lóbulo izquierdo.
-¿Cómo va esa nariz, Billy?
-Bien. Pero la enfermera se ha portado como una bruja... Butch cogió su
polo y lo arrojó a sus pies. Luego lanzó al atacante de ______ contra la pared, con
tanta fuerza que la maquinaria ubicada detrás de la cama se bamboleó.
Butch acercó tanto su cara a la del joven que podían haberse besado.
-¿Te divertiste anoche?
Los grandes ojos azules se encontraron con los suyos. -¿De qué está
hablan...?
Butch lo estrelló de nuevo contra la pared.
-Alguien te ha identificado. La mujer a la que trataste de violar.
-¡No fui yo!
-Claro que fuiste tú. Y si tengo en cuenta tu pequeña amenaza sobre su
lengua con tu cuchillo, podría ser suficiente para enviarte a Dannemora.
¿Alguna vez has tenido novio, Billy? Apuesto a que serás muy popular. Un
bonito chico blanco como tú.
El sujeto se puso tan pálido como las paredes. -¡No la toqué!
-Te diré una cosa, Billy. Si eres sincero contraigo y me dices dónde está tu
amigo, es posible que salgas caminando de aquí. De lo contrario, te llevaré a la
comisaría en una camilla.
Billy pareció considerar el trato unos instantes, y luego las palabras
salieron de su boca con extraordinaria rapidez: -¡Ella lo deseaba! Me rogó...
Butch levantó la rodilla y la presionó contra la entrepierna de Billy. Un
chillido salió de su garganta.
-¿Por eso tendrás que orinar sentado toda esta semana? Cuando el matón
empezó a farfullar, Butch lo soltó y observó cómo se deslizaba lentamente hasta
el suelo. Al ver relucir las esposas, su gimoteo cobró intensidad.
Butch le dio vuelta bruscamente y sin mayores consideraciones le colocó
las esposas.
-Estás arrestado. Cualquier cosa que digas puede, y será, usada en tu
contra en un tribunal. Tienes derecho a un abogado...
-¿Sabe quién es mi padre? -gritó Billy como si hubiera conseguido tomar
aire durante un segundo-. ¡Él hará que le despidan!
-Si no puedes pagarlo, se te proporcionará uno. ¿Entiendes estos derechos
que te he indicado?
-¡A la mierda!
Billy gimió y asintió con la cabeza, dejando una mancha de sangre fresca
sobre el suelo.
-Bien. Ahora vamos a arreglar el papeleo. Detestaría no seguir el
procedimiento apropiado.
Boo! ¿Puedes dejar de hacer eso? -______ le dio un golpe a la almohada y
giró sobre sí misma para poder ver al gato.
El animal la miró y maulló. Con el resplandor de la luz de la cocina, que
había dejado encendida, lo vio dando zarpazos en dirección a la puerta de
cristal.
-Ni lo sueñes, Boo. Eres un gato doméstico. Confía en mí, el aire libre no
es tan bueno como parece.
Cerró los ojos, y cuando ovó el siguiente maullido lastimero, soltó una
maldición y arrojó las sábanas a un lado. Se dirigió hasta la puerta y escudriñó el
exterior.
______ abrió la puerta y asomó la cabeza, impidiendo con el pie que el gato
saliera al exterior.
Harry sintió que su respiración se hacía más lenta al percibir el aroma de la
mujer. Olía verdaderamente bien. Corno una flor exquisita. Quizás corno esas
rosas que florecen por la noche. Introdujo más aire en sus pulmones y cerró los
ojos al tiempo que su cuerpo reaccionaba y su sangre se agitaba. Darius estaba en
lo cierto; se acercaba a su transición. Podía olfatearlo en ella. Mestiza o no, iba a
producirse su transformación.
Harry deslizó la puerta mientras se giraba hacia el Hombre. Su voz era
mucho más clara con la puerta abierta, y a Harry le gustó su ronco sonido.
-Se me acercaron desde el otro lado de la calle. Eran dos. El más alto me
arrastró hacia el callejón y... -El vampiro prestó atención de inmediato-. Traté de
defenderme con todas mis fuerzas, pero él era más corpulento que yo, y además
su amigo me sujetó los brazos. -Empezó a sollozar-. Me dijo que me cortaría la
lengua si gritaba. Pensé que iba a matarme, en serio. Luego me rasgó la blusa y
tiró del sujetador hacia arriba. Estuve muy cerca de que me... Pero conseguí
liberarme y corrí. Tenía los ojos azules, cabello castaño y un pendiente en la oreja
izquierda. Llevaba un polo azul oscuro y pantalones cortos de color caqui. No
pude ver bien sus zapatos. Su amigo era rubio, cabello corto, sin pendientes,
vestido con una camiseta blanca con el nombre de esa banda local, los Comedores
de Tomates.
El hombre se levantó y se le acercó. La rodeó con un brazo, tratando de
atraerla contra su pecho, pero ella retrocedió apartándose de él.
-¿De verdad piensas que podrás atraparlo? -preguntó. El hombre asintió.
-Sí, por supuesto que sí.
Butch salió del apartamento de ______ Randall de mal humor. Ver a una
mujer que había sido golpeada en la cara no era una parte de su trabajo que le
gustara. Y en el caso de ______ lo encontraba particularmente perturbador, porque
la conocía desde hacía bastante tiempo y se sentía algo atraído por ella. El hecho
de que fuera una mujer extraordinariamente hermosa no hacía las cosas más fáciles.
Pero el labio inflamado y los cardenales alrededor de la garganta eran daños
evidentes frente a la perfección de sus facciones. ______ Randall era absolutamente
preciosa. Tenía el negro cabello largo y abundante, unos ojos azules con un brillo
imposible, una piel color crema y una boca hecha exactamente para el beso de un
hombre. Y vaya cuerpo: piernas largas, cintura estrecha y senos perfectamente
proporcionados.
Todos los hombres de 1a comisaría estaban enamorados de ella, y Butch
tuvo que reconocer que tenía un enorme mérito: nunca usaba su atractivo para
obtener información confidencial de los muchachos. Lo manejaba todo a un nivel
muy profesional. Nunca había tenido una cita con ninguno de ellos, aunque la
mayoría habría renunciado a su testículo izquierdo por sólo cogerla de la mano.
De una cosa sí estaba seguro: su atacante había cometido un tremendo error
al elegirla. Toda la fuerza policial saldría en persecución de aquel imbécil en
cuanto averiguaran su identidad. Y Butch tenía una boca muy grande.
Subió a su coche y condujo hasta las instalaciones del Hospital Saint
Francis, al otro lado de la ciudad. Aparcó sobre el bordillo de la acera frente a la
sala de urgencias y entró.
El guardia de la puerta giratoria le sonrió.
-¿Se dirige al depósito, detective? -No. Vengo a visitar a un amigo. El
hombre asintió y se apartó.
Butch atravesó la sala de espera de urgencias con sus plantas de plástico,
revistas con las páginas arrancadas y personas con cara de preocupación. Empujó
unas puertas dobles y se dirigió al estéril y blanco entorno clínico. Saludó con una
ligera inclinación de cabeza a las enfermeras y médicos que conocía y se acercó al
control. -Hola, Doug, ¿recuerdas al tipo que trajimos con la nariz rota?
El empleado levantó la vista de un gráfico que estaba mirando.
-Sí, están a punto de darle el alta. Se encuentra atrás, habitación veintiocho.
-El internista soltó una risita-. Lo de la nariz era el menor de sus problemas. No
cantará notas bajas durante algún tiempo.
-Gracias, amigo. A propósito, ¿cómo va tu esposa? -Bien. Dará a luz en una
semana.
-Avísame cuando nazca el niño.
Butch se dirigió a la parte de atrás. Antes de entrar en la habitación
veintiocho, revisó el pasillo con la mirada en ambas direcciones. Todo tranquilo.
No había personal médico a la vista, ni visitantes, ni pacientes.
Abrió la puerta y asomó la cabeza.
Billy Riddle levantó la mirada desde la cama. Un vendaje blanco le subía
por la nariz, como si estuviera evitando que se le saliera el cerebro.
-¿Qué pasa, oficial? ¿Ya ha encontrado al individuo que me golpeó? Van a
darme de alta y me sentiría mejor sabiendo que lo tiene bajo custodia.
Butch cerró la puerta y corrió el cerrojo silenciosamente. Sonrió mientras
cruzaba la habitación fijándose en el pendiente de diamantes cuadrado que el
sujeto lucía en el lóbulo izquierdo.
-¿Cómo va esa nariz, Billy?
-Bien. Pero la enfermera se ha portado como una bruja... Butch cogió su
polo y lo arrojó a sus pies. Luego lanzó al atacante de ______ contra la pared, con
tanta fuerza que la maquinaria ubicada detrás de la cama se bamboleó.
Butch acercó tanto su cara a la del joven que podían haberse besado.
-¿Te divertiste anoche?
Los grandes ojos azules se encontraron con los suyos. -¿De qué está
hablan...?
Butch lo estrelló de nuevo contra la pared.
-Alguien te ha identificado. La mujer a la que trataste de violar.
-¡No fui yo!
-Claro que fuiste tú. Y si tengo en cuenta tu pequeña amenaza sobre su
lengua con tu cuchillo, podría ser suficiente para enviarte a Dannemora.
¿Alguna vez has tenido novio, Billy? Apuesto a que serás muy popular. Un
bonito chico blanco como tú.
El sujeto se puso tan pálido como las paredes. -¡No la toqué!
-Te diré una cosa, Billy. Si eres sincero contraigo y me dices dónde está tu
amigo, es posible que salgas caminando de aquí. De lo contrario, te llevaré a la
comisaría en una camilla.
Billy pareció considerar el trato unos instantes, y luego las palabras
salieron de su boca con extraordinaria rapidez: -¡Ella lo deseaba! Me rogó...
Butch levantó la rodilla y la presionó contra la entrepierna de Billy. Un
chillido salió de su garganta.
-¿Por eso tendrás que orinar sentado toda esta semana? Cuando el matón
empezó a farfullar, Butch lo soltó y observó cómo se deslizaba lentamente hasta
el suelo. Al ver relucir las esposas, su gimoteo cobró intensidad.
Butch le dio vuelta bruscamente y sin mayores consideraciones le colocó
las esposas.
-Estás arrestado. Cualquier cosa que digas puede, y será, usada en tu
contra en un tribunal. Tienes derecho a un abogado...
-¿Sabe quién es mi padre? -gritó Billy como si hubiera conseguido tomar
aire durante un segundo-. ¡Él hará que le despidan!
-Si no puedes pagarlo, se te proporcionará uno. ¿Entiendes estos derechos
que te he indicado?
-¡A la mierda!
Billy gimió y asintió con la cabeza, dejando una mancha de sangre fresca
sobre el suelo.
-Bien. Ahora vamos a arreglar el papeleo. Detestaría no seguir el
procedimiento apropiado.
Boo! ¿Puedes dejar de hacer eso? -______ le dio un golpe a la almohada y
giró sobre sí misma para poder ver al gato.
El animal la miró y maulló. Con el resplandor de la luz de la cocina, que
había dejado encendida, lo vio dando zarpazos en dirección a la puerta de
cristal.
-Ni lo sueñes, Boo. Eres un gato doméstico. Confía en mí, el aire libre no
es tan bueno como parece.
Cerró los ojos, y cuando ovó el siguiente maullido lastimero, soltó una
maldición y arrojó las sábanas a un lado. Se dirigió hasta la puerta y escudriñó el
exterior.
josy style
AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Capítulo 10
Fue entonces cuando vio al hombre. Estaba de pie junto al muro trasero
del patio, una silueta oscura mucho más grande que las otras sombras, ya
familiares, que proyectaban los cubos de basura y la mesa de picnic cubierta de
musgo.
Con manos temblorosas revisó el cerrojo de la puerta y luego pasó a las
ventanas. Ambas estaban aseguradas también. Bajó las persianas, cogió el
teléfono inalámbrico y regresó al lado de Boo.
El hombre se había movido. ! Mierda!
Venía hacia ella. Revisó de nuevo el cerrojo y, retrocedió, tropezando con
el borde del futón. Al caer, el teléfono se soltó de su mano, saltando lejos. Se
golpeó fuertemente contra el colchón, lo que hizo que su cabeza rebotara debido
al impacto. Increíblemente, la puerta corredera se abrió como si nunca hubiera
tenido el cerrojo puesto, como si ella nunca hubiera cerrado el pasador.
Aún yaciendo sobre su espalda, agitó las piernas violentamente, enredando
las sábanas al tratar de empujar su cuerpo para alejarse de él. Era enorme, sus
hombros anchos como vigas, sus piernas tan gruesas como el torso de la
muchacha. No podía ver su cara, pero el peligro que emanaba de él era como una
pistola apuntando hacia su pecho.
Rodó al suelo entre gemidos y gateó para alejarse, arañándose las rodillas y
las manos contra el duro suelo de madera. Las pisadas del hombre detrás de ella
resonaban como truenos, cada vez más cerca. Encogida como un animal, cegada
por el miedo, chocó contra la mesa del pasillo y no sintió dolor alguno.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras imploraba
piedad, tratando de llegar a la puerta principal... ______ despertó. Tenía la boca
abierta y un alarido terrible rompía el silencio del amanecer.
Era ella. Estaba gritando con toda la tuerza de sus pulmones. Cerró
firmemente los labios, y de inmediato los oídos dejaron de dolerle. Saltó de la
cama, fue hasta la puerta del patio y, saludó los primeros rayos del sol con un
alivio tan dulce que casi se marea. Mientras los latidos de su corazón disminuían,
respiró profundamente y revisó la puerta.
El cerrojo estaba en su lugar. El patio vacío. Todo estaba en orden.
Se rió por lo bajo. No era extraño que tuviera pesadillas después de lo que
había sucedido la noche anterior. Seguramente iba a sentir escalofríos durante
algún tiempo.
Se dio la vuelta y se dirigió a la ducha. Estaba agotada, pero no quería
quedarse sola en su apartamento. Anhelaba el bullicio del periódico, quería estar
junto a todos sus compañeros, teléfonos y papeles. Allí se sentiría más segura.
Estaba a punto de entrar en el baño cuando sintió una punzada de dolor en
el pie. Levantó la pierna y extrajo un pedazo de cerámica de la áspera piel del
talón. Al inclinarse, encontró el jarrón que tenía sobre la mesa hecho añicos en el
suelo.
Frunciendo el ceño, recogió los trozos.
Lo más probable era que lo hubiera tirado cuando entró la primera vez,
después de haber sido atacada.
Cuando Harry descendió a las profundidades de la tierra bajo la mansión
de Darius, se sentía agotado. Cerró la puerta con llave tras él, se desarmó, y sacó
un ajado baúl del armario. Abrió la tapa, gruñendo mientras levantaba una losa
de mármol negro. Medía casi un metro cuadrado y tenía diez centímetros de grosor.
La colocó en medio de la habitación, volvió al baúl y recogió una bolsa de
terciopelo, que arrojó sobre la cama.
Se desnudó, se duchó y se afeitó y luego volvió desnudo a la habitación.
Cogió la bolsa, desató la cinta de satén que la cerraba, y sacó unos diamantes sin
tallar, del tamaño de guijarros, sobre la losa. La bolsa vacía resbaló de su mano al
suelo.
Inclinó la cabeza y pronunció las palabras en su lengua materna, haciendo
subir y bajar las sílabas con la respiración, rindiendo tributo a sus muertos.
Cuando terminó de hablar, se arrodilló sobre la losa, sintiendo las piedras
cortándole la carne. Desplazó el peso de su cuerpo a los talones, colocó las palmas
de las manos sobre los muslos y cerró los ojos.
El ritual de muerte requería que pasara el día sin moverse, soportando el
dolor, sangrando en memoria de su amigo. Mentalmente, vio a la hija de Darius.
No debía haber entrado en su casa de esa forma. Le había dado un susto de
muerte, cuando lo único que quería era presentarse y explicarle por qué iba a
necesitarlo pronto. También había planeado decirle que iba a perseguir a ese
macho humano que se había propasado con ella.
Sí, había manejado la situación maravillosamente. Con la delicadeza de un
elefante en una cacharrería.
En el instante en que entró, ella enloqueció de terror. Había tenido que
despojarla de sus recuerdos y sumergirla en un ligero trance para calmarla.
Cuando la hubo depositado sobre la cama, su intención había sido marcharse de
inmediato, pero no pudo hacerlo. Permaneció cerca de ella, evaluando el difuso
contraste entre su cabello negro y la blanca funda de la almohada, inhalando su
aroma.
Sintiendo un cosquilleo sexual en las entrañas.
Antes de irse, se había cerciorado de que las puertas y ventanas quedaran
aseguradas. Y luego se había vuelto a mirarla una vez más, pensando en su padre.
Harry se concentró en el dolor que va se estaba adueñando de sus muslos.
Mientras su sangre teñía de rojo el mármol, vio el rostro de su guerrero
muerto y sintió el vínculo que habían compartido en vida.
Tenía que hacer honor a la última voluntad de su hermano. Era lo menos
que le debía a aquel macho por todos los años que habían servido juntos a la raza.
Mestiza o no, la hija de Darius nunca más volvería a caminar por la noche
desprotegida. Y no pasaría sola por su transición.
Que Dios la ayudara.
Butch terminó de fichar a Billy Riddle alrededor de las seis de la mañana. El
individuo se había mostrado muy ofendido porque lo había puesto en la celda con
traficantes de drogas y, delincuentes, así que Butch puso mucho cuidado en
cometer tantos errores tipográficos como le fue posible en sus informes. Y para su
sorpresa, la central de procesamiento de datos se confundía continuamente sobre
la clase de formularios que debían ser cubiertos con exactitud.
Y después, todas las impresoras se estropearon. Las veintitrés que había.
A pesar de todo, Riddle no pasaría mucho tiempo en la comisaría. Su padre
era en verdad un hombre poderoso, un senador. Así que un elegante abogado le
sacaría de allí en un abrir y cerrar de ojos. No creía que pudiera retenerle más de
una hora. Porque así actuaba el sistema judicial para algunos. El dinero manda,
permitiendo a los canallas salir en libertad.
A Butch no le quedó más remedio que reconocer con amargura que ésa era
la realidad.
Al salir al vestíbulo, se encontró con una de las habituales visitantes
nocturnas de la comisaría. Cherry Pie acababa de ser liberada de los calabozos
femeninos. Su verdadero nombre era Mary Mulcahy, y por lo que Butch había
oído, trabajaba en las calles desde hacía dos años.
-Hola, detective-ronroneó. La barra de labios roja se había concentrado en
las comisuras de su boca, y el rimel negro formaba un manchón alrededor de sus
ojos. Seguramente su aspecto mejoraría y sería bonita, pensó él, si dejaba la pipa
de crack y dormía durante todo un mes-. ¿Se va a su casa solo? -Como siempre. -
Sostuvo la puerta abierta para ella al salir.
-¿No se le cansa la mano izquierda después de un tiempo? Butch se rió
mientras ambos se detenían y levantó la vista hacia las estrellas.
- ¿Cómo te va, Cherry? -Siempre bien.
Se puso un cigarrillo entre los labios y lo encendió mientras lo miraba.
-Si le salen demasiados pelos en la palma de la mano, puede llamarme. Se
lo haré gratis, porque usted es un hijo de perra muy bien parecido. Pero no le diga
a mi chulo que le he dicho eso.
Soltó una nube de humo y, con expresión ausente, se tocó con el dedo su
oreja izquierda desgarrada. Le faltaba la mitad superior.
Dios, ese proxeneta era todo un perro rabioso. Empezaron a bajar los
escalones.
-¿Ya has consultado ese programa del que te hablé? -preguntó Butch
cuando llegaron a la acera. Estaba ayudando a un amigo a poner en marcha un
grupo de apoyo para prostitutas que quisieran liberarse de sus proxenetas y llevar
otra vida.
-Ah, sí, claro. Buena cosa. -Le lanzó una sonrisa-. Lo veré después.
-Cuídate.
Ella le dio la espalda, dándose una palmada en la nalga derecha.
-Piénselo, esto puede ser suyo.
Butch la observó contonearse calle abajo durante un rato. Luego se dirigió a
su coche, y siguiendo un impulso, condujo hasta el otro lado de la ciudad,
volviendo al barrio de Screamer's. Aparcó frente a McGrider's. Unos quince
minutos después una mujer enfundada en unos ajustados vaqueros y un top
negro salió del cuchitril. Parpadeó como si fuera miope ante la brillante luz.
Cuando vio el coche, se sacudió su cabellera castaña y fue caminando hacia él.
Butch abrió la ventanilla y ella se inclinó, besándolo en los labios.
-Cuánto tiempo sin verte. ¿Te sientes solitario, Butch? -dijo ella apretada
contra su boca.
Olía a cerveza rancia y a licor de cerezas, el perfume de todo cantinero al
final de una larga noche.
-Entra -dijo él.
La mujer rodeó el coche por el frente y se deslizó junto a él. Habló de
cómo le había ido durante la noche mientras él conducía hasta la orilla del río,
contándole lo decepcionada que es taba porque las propinas otra vez habían sido
escasas y que los pies la estaban matando de tanto ir de un lado a otro de la
barra. Estacionó bajo uno de los arcos del puente que cruzaba el río Hudson y
unía las dos mitades de Caldwell, cerciorándose de quedar a suficiente distancia
de los indigentes acostados sobre sus improvisadas camas de cartones. No había
necesidad de tener público.
Y había que reconocer que Abby era rápida. Ya le había desabrochado los
pantalones y manipulaba su miembro erecto con embates firmes antes de que él
hubiera apagado el motor. Mientras empujaba hacia atrás el asiento, ella se subió
a horcajadas y le acarició el cuello con la boca. Él miró el agua, más allá de su
sensual cabello rizado.
La luz del amanecer era hermosa, pensó cuando ésta inundó la superficie
del río.
-¿Me amas, cariño?-susurró ella a su oído. -Sí, claro.
Le alisó el cabello hacia atrás y la miró a los ojos. Estaban vacíos. Podía
haber sido cualquier hombre, por eso su relación funcionaba.
Su corazón estaba tan vacío como aquella mirada.
Fue entonces cuando vio al hombre. Estaba de pie junto al muro trasero
del patio, una silueta oscura mucho más grande que las otras sombras, ya
familiares, que proyectaban los cubos de basura y la mesa de picnic cubierta de
musgo.
Con manos temblorosas revisó el cerrojo de la puerta y luego pasó a las
ventanas. Ambas estaban aseguradas también. Bajó las persianas, cogió el
teléfono inalámbrico y regresó al lado de Boo.
El hombre se había movido. ! Mierda!
Venía hacia ella. Revisó de nuevo el cerrojo y, retrocedió, tropezando con
el borde del futón. Al caer, el teléfono se soltó de su mano, saltando lejos. Se
golpeó fuertemente contra el colchón, lo que hizo que su cabeza rebotara debido
al impacto. Increíblemente, la puerta corredera se abrió como si nunca hubiera
tenido el cerrojo puesto, como si ella nunca hubiera cerrado el pasador.
Aún yaciendo sobre su espalda, agitó las piernas violentamente, enredando
las sábanas al tratar de empujar su cuerpo para alejarse de él. Era enorme, sus
hombros anchos como vigas, sus piernas tan gruesas como el torso de la
muchacha. No podía ver su cara, pero el peligro que emanaba de él era como una
pistola apuntando hacia su pecho.
Rodó al suelo entre gemidos y gateó para alejarse, arañándose las rodillas y
las manos contra el duro suelo de madera. Las pisadas del hombre detrás de ella
resonaban como truenos, cada vez más cerca. Encogida como un animal, cegada
por el miedo, chocó contra la mesa del pasillo y no sintió dolor alguno.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras imploraba
piedad, tratando de llegar a la puerta principal... ______ despertó. Tenía la boca
abierta y un alarido terrible rompía el silencio del amanecer.
Era ella. Estaba gritando con toda la tuerza de sus pulmones. Cerró
firmemente los labios, y de inmediato los oídos dejaron de dolerle. Saltó de la
cama, fue hasta la puerta del patio y, saludó los primeros rayos del sol con un
alivio tan dulce que casi se marea. Mientras los latidos de su corazón disminuían,
respiró profundamente y revisó la puerta.
El cerrojo estaba en su lugar. El patio vacío. Todo estaba en orden.
Se rió por lo bajo. No era extraño que tuviera pesadillas después de lo que
había sucedido la noche anterior. Seguramente iba a sentir escalofríos durante
algún tiempo.
Se dio la vuelta y se dirigió a la ducha. Estaba agotada, pero no quería
quedarse sola en su apartamento. Anhelaba el bullicio del periódico, quería estar
junto a todos sus compañeros, teléfonos y papeles. Allí se sentiría más segura.
Estaba a punto de entrar en el baño cuando sintió una punzada de dolor en
el pie. Levantó la pierna y extrajo un pedazo de cerámica de la áspera piel del
talón. Al inclinarse, encontró el jarrón que tenía sobre la mesa hecho añicos en el
suelo.
Frunciendo el ceño, recogió los trozos.
Lo más probable era que lo hubiera tirado cuando entró la primera vez,
después de haber sido atacada.
Cuando Harry descendió a las profundidades de la tierra bajo la mansión
de Darius, se sentía agotado. Cerró la puerta con llave tras él, se desarmó, y sacó
un ajado baúl del armario. Abrió la tapa, gruñendo mientras levantaba una losa
de mármol negro. Medía casi un metro cuadrado y tenía diez centímetros de grosor.
La colocó en medio de la habitación, volvió al baúl y recogió una bolsa de
terciopelo, que arrojó sobre la cama.
Se desnudó, se duchó y se afeitó y luego volvió desnudo a la habitación.
Cogió la bolsa, desató la cinta de satén que la cerraba, y sacó unos diamantes sin
tallar, del tamaño de guijarros, sobre la losa. La bolsa vacía resbaló de su mano al
suelo.
Inclinó la cabeza y pronunció las palabras en su lengua materna, haciendo
subir y bajar las sílabas con la respiración, rindiendo tributo a sus muertos.
Cuando terminó de hablar, se arrodilló sobre la losa, sintiendo las piedras
cortándole la carne. Desplazó el peso de su cuerpo a los talones, colocó las palmas
de las manos sobre los muslos y cerró los ojos.
El ritual de muerte requería que pasara el día sin moverse, soportando el
dolor, sangrando en memoria de su amigo. Mentalmente, vio a la hija de Darius.
No debía haber entrado en su casa de esa forma. Le había dado un susto de
muerte, cuando lo único que quería era presentarse y explicarle por qué iba a
necesitarlo pronto. También había planeado decirle que iba a perseguir a ese
macho humano que se había propasado con ella.
Sí, había manejado la situación maravillosamente. Con la delicadeza de un
elefante en una cacharrería.
En el instante en que entró, ella enloqueció de terror. Había tenido que
despojarla de sus recuerdos y sumergirla en un ligero trance para calmarla.
Cuando la hubo depositado sobre la cama, su intención había sido marcharse de
inmediato, pero no pudo hacerlo. Permaneció cerca de ella, evaluando el difuso
contraste entre su cabello negro y la blanca funda de la almohada, inhalando su
aroma.
Sintiendo un cosquilleo sexual en las entrañas.
Antes de irse, se había cerciorado de que las puertas y ventanas quedaran
aseguradas. Y luego se había vuelto a mirarla una vez más, pensando en su padre.
Harry se concentró en el dolor que va se estaba adueñando de sus muslos.
Mientras su sangre teñía de rojo el mármol, vio el rostro de su guerrero
muerto y sintió el vínculo que habían compartido en vida.
Tenía que hacer honor a la última voluntad de su hermano. Era lo menos
que le debía a aquel macho por todos los años que habían servido juntos a la raza.
Mestiza o no, la hija de Darius nunca más volvería a caminar por la noche
desprotegida. Y no pasaría sola por su transición.
Que Dios la ayudara.
Butch terminó de fichar a Billy Riddle alrededor de las seis de la mañana. El
individuo se había mostrado muy ofendido porque lo había puesto en la celda con
traficantes de drogas y, delincuentes, así que Butch puso mucho cuidado en
cometer tantos errores tipográficos como le fue posible en sus informes. Y para su
sorpresa, la central de procesamiento de datos se confundía continuamente sobre
la clase de formularios que debían ser cubiertos con exactitud.
Y después, todas las impresoras se estropearon. Las veintitrés que había.
A pesar de todo, Riddle no pasaría mucho tiempo en la comisaría. Su padre
era en verdad un hombre poderoso, un senador. Así que un elegante abogado le
sacaría de allí en un abrir y cerrar de ojos. No creía que pudiera retenerle más de
una hora. Porque así actuaba el sistema judicial para algunos. El dinero manda,
permitiendo a los canallas salir en libertad.
A Butch no le quedó más remedio que reconocer con amargura que ésa era
la realidad.
Al salir al vestíbulo, se encontró con una de las habituales visitantes
nocturnas de la comisaría. Cherry Pie acababa de ser liberada de los calabozos
femeninos. Su verdadero nombre era Mary Mulcahy, y por lo que Butch había
oído, trabajaba en las calles desde hacía dos años.
-Hola, detective-ronroneó. La barra de labios roja se había concentrado en
las comisuras de su boca, y el rimel negro formaba un manchón alrededor de sus
ojos. Seguramente su aspecto mejoraría y sería bonita, pensó él, si dejaba la pipa
de crack y dormía durante todo un mes-. ¿Se va a su casa solo? -Como siempre. -
Sostuvo la puerta abierta para ella al salir.
-¿No se le cansa la mano izquierda después de un tiempo? Butch se rió
mientras ambos se detenían y levantó la vista hacia las estrellas.
- ¿Cómo te va, Cherry? -Siempre bien.
Se puso un cigarrillo entre los labios y lo encendió mientras lo miraba.
-Si le salen demasiados pelos en la palma de la mano, puede llamarme. Se
lo haré gratis, porque usted es un hijo de perra muy bien parecido. Pero no le diga
a mi chulo que le he dicho eso.
Soltó una nube de humo y, con expresión ausente, se tocó con el dedo su
oreja izquierda desgarrada. Le faltaba la mitad superior.
Dios, ese proxeneta era todo un perro rabioso. Empezaron a bajar los
escalones.
-¿Ya has consultado ese programa del que te hablé? -preguntó Butch
cuando llegaron a la acera. Estaba ayudando a un amigo a poner en marcha un
grupo de apoyo para prostitutas que quisieran liberarse de sus proxenetas y llevar
otra vida.
-Ah, sí, claro. Buena cosa. -Le lanzó una sonrisa-. Lo veré después.
-Cuídate.
Ella le dio la espalda, dándose una palmada en la nalga derecha.
-Piénselo, esto puede ser suyo.
Butch la observó contonearse calle abajo durante un rato. Luego se dirigió a
su coche, y siguiendo un impulso, condujo hasta el otro lado de la ciudad,
volviendo al barrio de Screamer's. Aparcó frente a McGrider's. Unos quince
minutos después una mujer enfundada en unos ajustados vaqueros y un top
negro salió del cuchitril. Parpadeó como si fuera miope ante la brillante luz.
Cuando vio el coche, se sacudió su cabellera castaña y fue caminando hacia él.
Butch abrió la ventanilla y ella se inclinó, besándolo en los labios.
-Cuánto tiempo sin verte. ¿Te sientes solitario, Butch? -dijo ella apretada
contra su boca.
Olía a cerveza rancia y a licor de cerezas, el perfume de todo cantinero al
final de una larga noche.
-Entra -dijo él.
La mujer rodeó el coche por el frente y se deslizó junto a él. Habló de
cómo le había ido durante la noche mientras él conducía hasta la orilla del río,
contándole lo decepcionada que es taba porque las propinas otra vez habían sido
escasas y que los pies la estaban matando de tanto ir de un lado a otro de la
barra. Estacionó bajo uno de los arcos del puente que cruzaba el río Hudson y
unía las dos mitades de Caldwell, cerciorándose de quedar a suficiente distancia
de los indigentes acostados sobre sus improvisadas camas de cartones. No había
necesidad de tener público.
Y había que reconocer que Abby era rápida. Ya le había desabrochado los
pantalones y manipulaba su miembro erecto con embates firmes antes de que él
hubiera apagado el motor. Mientras empujaba hacia atrás el asiento, ella se subió
a horcajadas y le acarició el cuello con la boca. Él miró el agua, más allá de su
sensual cabello rizado.
La luz del amanecer era hermosa, pensó cuando ésta inundó la superficie
del río.
-¿Me amas, cariño?-susurró ella a su oído. -Sí, claro.
Le alisó el cabello hacia atrás y la miró a los ojos. Estaban vacíos. Podía
haber sido cualquier hombre, por eso su relación funcionaba.
Su corazón estaba tan vacío como aquella mirada.
josy style
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
SEguilaaaaa prontooooo
Me encantan los capituloos
Perdon por desaparecer tanto tiempo
pero es que me fui de viaje y no podia coinectarme
seguilaaa prontooo
Me encantan los capituloos
Perdon por desaparecer tanto tiempo
pero es que me fui de viaje y no podia coinectarme
seguilaaa prontooo
Beli1597
Re: AMANTE OSCURO (Harry Styles Y Tu) ADAPTADA
Me presento, soy tu nueva lectore, me llamo Lola y soy de españa :) Me encanta esta novela, siguiela por favooor
:lloro:
:lloro:
thgcalum
Página 2 de 4. • 1, 2, 3, 4
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