Black ice

Hola, mi nombre es Lia. Esta es mi galeria de estúpidez y media, lit pondré aquí las cosas que pasen por mi cabeza. Comenten si gustan. Bai bai 

la tormenta eléctrica azotaba la ciudad, las personas corrían a buscar refugio del agua que caía de los cielos.
Él no, él tenía los brazos extendidos a los lados de su cuerpo, su rostro hacia el cielo recibía las gotas de lluvia sobre su anguloso rostro, su cabellos perfectamente negro como la noche caía un poco sobre su frente. Pero no le importaba, como tampoco le importaba terminar empapado de agua, por lo contrario, agradecía esas pequeñas sensaciones que le hacían saber que estaba vivo.
Y necesitaba más que disfrutar de los pequeños placeres de la vida como aquel.

Calor, era lo único que se podía sentir. Un calor sofocante entre toda la multitud de jóvenes bailando, si Camila no encontraba rápido a su chico saldría corriendo de aquel lugar, aunque fuera absurdo ella huiría de allí, ella odiaba los lugares públicos. Ella quería creer que por el hecho que ser claustrofobia no quería estar entre gente que no le importaba si estaba demasiado cerca de ti. Caminó hasta la barra, no había señales de él, por ningún parte. Empezó a alterase un poco, y cuando una mano se posó tranquilamente sobre su cintura sentía que su corazón se iba salir de su pecho y dio un pequeño grito de susto.
—Tranquila Cam, sólo soy yo— dijo él contra su oído. Ella sintió un escalofrío cuando escucho la voz grave y arrastrada de Diego.
Cuando ella volteó y lo vio con su quinto vaso de vodka se sintió desfallecer, el estaba ebrio, eso no era nada bueno.

ella sabía que estaba maldita mente enamorada de él, y que él nunca le haría caso. Tenía qué olvidarlo de alguna manera, como toda chica adolescente se decidió por superarlo y no leyendo, por que ella sabía que los personajes ficticios eran perfectos, pero eran eso personajes ficticios.  
Así qué con salió de su casa camino a la casa de Meredid, hablaría con ella y su hermana mayor Lizet, les contaría que ya no aguantaba más estar tan jodido mente enamorada de Oliver, ya no lo soportaba. Él sólo la traba mal sabiendo que al final ella lo perdonaría por ser él "Oliver Smith el chico deseado". Por supuesto que era codiciado, el era alto, Moreno de ojos claros y cabello obscuro, sus hombros eran anchos y sus brazos tan fuertes como sus corpulentas piernas. Por supuesto que era guapo, pero ella odiaba lo soberbio que era, lo egoísta y grosero que llegaba a ser con personajes desconocidas, era molesto.
En cuánto llego a casa de Meredid escucho la música sonar desde afuera, seguro Lizet había querido hacer otro ensallo de música. Tomó su celular del bolsillo trasero de sus jeans y llamó a Mere y le dijo que estaba fuera de su casa por lo cual ella soltó algunas maldiciones ocacionando la risa de Marion.

Las frías calles de Endimburgo estaban cubiertas por una fina capa de nieve. Gabrielle Difiorelli caminaba por estas calles, estaba perdida. El viento corría y se colaba por la ropa que llebaba y le calaba hasta los huesos. La piel pálida de sus mejillas estaba ligeramente sonrojadas, sus ojos grises estaban lagrimosos, tenía miedo. Estaba en una ciudad completamente desconocida y se había bajado una estación antes del bus. La chamarra rompe vientos negra que traía parecía no servir ya que cada paso que daba sentía más frío.
Siguió caminando, ya había anochecido y aún no lograba encontrar el hotel en donde se había hospedado, había preguntado a un señor por la dirección y este gustoso respondió, Gabrielle empezaba a pensar que ese viejo sólo quería engañarla. Se sorprendió así misma abrazando se fuertemente y apretando los dientes, soltó un largo suspiro y miro a su alrededor, todos los edificios eran iguales tenían una pinta colonial y todos eran de colores obscuros.
Escuchó  que alguien caminaba muy serca de ella mientras ella buscaba el camino hacia su hotel, aceleró el paso y dobló la esquina, siguió escuchando los pasos tras de ella. Su respiración se empezó a alterar y ella pensaba que el sonido de su corazón retumbaba en la desolada calle. Ella no se había dado cuenta de lo rápido que caminaba hasta que casi cae en un charco de agua, soltó un pequeño grito y posó una mano sobre su pecho.
Entonces un mano se posó sobre su cintura, ella  dio un salto y salió corriendo de aquel lugar, sabía que la seguían, podía escuchar la respiración entrecortada del desconocido. La idea de cruzar la calle apareció en su cabeza y lo hizo, pero con los tacones negros que usaba esa noche calló de bruces al suelo.
—Wow, ¿estas bien?— dijo una voz masculina, gruesa y arrastrada que le causo a Gabrielle un escalofrío, el venía de la calle frente a ella. Alzo la cabeza  para encarar al hombre de la sensual voz. Los ojos grises de Gabrielle se pasearon por la musculosa figura y sin quererlo suspiro. Él era alto, moreno y musculoso. Le tendió la mano y ella la tomó
—había—dijo ella entrecortadamente— alguien me perseguía.— al parecer eso le causo gracia ya que una pequeña risa se escapó que sus labios carnosos.
—pequeña, en este lugar no hay nadie— le dijo mientas la estudiaba con los ojos y la ayudaba a pararse.
—¿qué?— dijo ella atónita y volteó la cabeza para ver la calle, y certeramente no había ni un alma ahí.
—tranquila, debieron ser alucinaciones por el frío— dijo y le sonrió— ¿gustas un café? – a la castaña le fallo la respiración y tartamudeando dijo:
—yo no te conozco— él la miro y sonrió
—soy un maleducado.— dijo y le extendió la mano que estaba cubierta por un guante— Mikhail Van Sant.
—Gabrielle.— contestó mientras tomaba su mano.

El sonido de la música retumbaba en mis oidos, y podía sentir como mi corazón latía al ritmo de la canción. Vi a mi amiga bailando con su novio, me reí de los alocados pasos de Carolina. Di unos pasos para acercarme a ellos, Monica llegó a mi lado con una botella de tequila. Le dí un gran trago esperando el ardor tan común del tequila, pero no llegó. Quizá es por mi gusto excesivo por la bebida que ya no tiene efecto en mi.
Dany Ocean comenzó a sonar, mi corazón se encogió. No podía sacarme de la cabeza su estúpido nombre, odiaba no poder olvidarle, y no poder odiarlo.-Estúpido,Fernando...- murmuré y volví a tomar un trago de la botella de Tequila.