✞ Guardian Angels ✞

A medio noche asesinos y suicidas parecían aumentar mi trabajo, después del pasar del tiempo ya me daba igual si un hombre se lanzaba de un puente, si una mujer era asesinada por robarle su bolso o un viejo moría de cáncer, las almas individuales sólo eran peones en el enorme tablero del trono, era un juego de "quita y pone" que divertida a mi "señor". 



Al final y después de más de 100 años desde mi vida terranal y mi ascensión a los cielos tome mi propia partida del juego. La vida sin duda ya no significaba nada para mi, el hombre era tan insignificante que mi trabajo me era absurdo. Un ángel de la muerte sólo liberaba el alma de su cuerpo y le enseñaba a esta su camino a donde pertenecía, fuese arriba o abajo, a este lindo incluso mi nombre me era absurdo, Hunter (cazador) y Kills (matar o muertes); pero yo ya no lograba entender como era que los otros veían eso con tanta importancia, veían las almas de los seres humanos como joyas, para mi eran simples sombras polvorientas de recuerdos que sólo funcionan para juegos y tratos divertidos. 



Observe la mujer rogar a los cielos salvar la vida de su marido con la mirada fija en el techo, me encontraba del otro lado de la camilla, invisible a su vista, era uno de los pocos a los que se les permitía bajar a la tierra, tan sólo éramos 7 ángeles de la muerte, aunque desde luego sólo se nos tenía una regla para ello, ningún humano podría vernos. Sin duda yo no era alguien que cumple las normas. 



Me divertía ver como rogaban a un Dios que no planeaba cambiar sus planes, hice mi imagen visible y como era de esperarse la mujer altero su nervios, me observo aterrada, pero mi escénica angelical la calmo, somos como joyas, como diamantes que por más que veas de la nada jamás verás mal, irradiamos una empalagosa paz y tranquilidad. 



Mis alas permanecía recogidas, su tamaño no me permitiría comodidad en esa habitación de escasos metros.

—¿E...eres u...un ángel?— la reacción era demasiado conocida para mi, afirmación y pregunta en una misma frase, asentí y observe al hombre moribundo, no excedía los 35 años y ella aparentaba de 33 o 34. 

—¿Quieres salvarlo?— mi voz sonaba estúpidamente melodiosa. La mujer abrió sus ojos con esperanza y asintió frenéticamente, parecía una marioneta sacudiendose. —¿Qué has de ofrecerme por su vida?— me gustaba esta parte, pues todos los seres humanos eran iguales, me ofrecidas placeres y vienes mundanos que para mi eran insignificantes. 

—¿Qué es lo que quieres?— bueno, nos empezábamos a entender, aunque me hubiera gustado saber que era capaz de ofrecer —Puedo darte dinero, joyas, pasión lo que sea— bien, al final había tenido mi relato de materialismo humano. Soy un ángel y no necesito de placeres carnales o cosas materiales, aquellas no complacían mis gustos, a mi sólo me gustaba una cosa. 



Cuando iba a responderle una sombra apareció tras las espaldas de la mujer, mi "apreciado" compañero Baltasar me observaba con mirada de pocos amigos, su posición rígida y sus brazos cruzados le hacían un perfecto apoyo a su mirada de desaprobación. 

Observe a la mujer.



—Vuelvo después— y desaparecí para su vista, aún sin desaparecer completamente de allí. Sonreí con ironía a Baltasar y me levanté —Mi amigo tiempo sin vernos, dime ¿vuestro padre desato tu correa y te dejo bajar a visitarnos a nosotros los indeseados?— Baltasar rodó los ojos, conocía mi personalidad, sabía que estaba enojado, pero aún era mi único amigo entre ese montón de ángeles aduladores. 

—Sabes porque estoy aquí Hunter— su voz, gruesa y paternal por un momento me hizo flaquear.

—Hum... Fíjate que ya me hacían falta una vacaciones, pensaba pedirlas para la semana siguiente— la broma no pareció agradarle lo que me lleno de risa que debí aguantar, pues sus ojos parecían demasiado enojados como para soportar mi risa en su cara.

—Hunter no es tiempo para tus juegos— se acercó a mi un paso —Vengo para llevarte frente al trono, no se que habrás hecho esta vez, pero eres solicitado con mucha urgencia— suspire y rodee los ojos, siempre tan teatrales. 

—Bien, que sea rápido, hay mucho trabajo por acá— 



(...) 



Dios gustaba de presentarse de muchas formas humanas, esta vez, ante mi, lucía una imagen mayor como de un anciano de 50 años.



—Hunter pasa— entré y me senté donde pude con mis alas extendidas de par en par por toda la sala. ¡Disfrutaba demasiado de esa sensación! Sentir las alas afuera en su completa extensión era realmente satisfactorio. 

—Aquí estoy ¿Que es aquello tan imperante que debes decirme?— Dios, impasible a las emociones parecía mostrar enojo.

—Se de tu personalidad Hunter, pero no debes perder el respeto ante mi— suspiro —hiciste una promesa hace muchos años, cuando escogí tu alma para un puesto como estos es por que en tu vida humana apreciabas tanto la vida de otro ser humano como la tuya, incluso con más valor. 
>>Eras un hombre de valores específicos e importantes, aún cuando parecías un simple soldado arrogante— bufe suavemente, había nacido en los años previos a la Primera Guerra Mundial, era un hombre estúpido que veía la vida como si fuera un tesoro —Pero ahora que estas frente a mi, veo que haz perdido respeto y valor a tu trabajo, le perdiste total prestigio a lo que significa la muerte y por consiguiente la vida— me acomode en mi silla, esto empezaba a ponerse un poco tenso —Para ti una vida individual es insignificante y efectivamente para seres como nosotros lo son, pero por eso te escogí a ti para esto, porque entendías el sentido que un ser humano le daba a esta, para ellos lo es todo y en tu mejor tiempo lo supiste valorar, no se que paso Hunter —"yo si" pensé mentalmente y bloquee el recuerdo de inmediato —Pero dejaste de ser digno para esto— del asombro las alas se me crisparon y se me tensaron, esto no podía ser lo que creía, se levanto y camino hacia mi —oficialmente estas despojado de tu esencia divina y serás asignado a la protección de un alma específica— lo observe enojado, después de todo lo que tuve¿me dejarían a cargo de una insignificante alma?. Dios me observo fijo —Aprenderás el valor de una insignificante vida humana— su tono irónico al imitarme me hizo sentir pequeño y mal.

 Coloco su mano en mi cabeza y una ráfaga de luz cegó mi vista, las alas en mis espaldas fueron arrancadas en un muy doloroso rechinar, mi grito sonó en mis oídos retumbando en los mismos. Ante mis ojos mi esencia angelical se reducía como cuando la imagen de una lámpara al apagarse se colocaba en cámara lenta; el dolor en mi espalda llego a ser insoportable y mi cuerpo, desgastado, callo en un profundo sueño. 

Proteger; esa era mi única misión por el resto de la eternidad, proteger humanos y llevar por el buen camino almas que parecían no tener remedio. Dios sabía acerca de mi don, sabía que cumplía siempre con su palabra, en el cielo fui aceptado, pero todo cambió cuando el señor todo poderoso supo mi secreto mejor guardado, el que me llevé a la tumba pero no más allá de ella; mi homosexualidad. Aquello era un pecado ante sus ojos, algo que me expulsaba del paraíso, algo que me hacía diferente y no merecedor de ser un ángel. Por eso, cuando él lo supo decidió enviarme a la tierra pero no en vano, sino con una misión que cumplir, una misión que podría ayudarme a recibir su perdón, una misión que ningún ángel guardián hubiera aceptado jamás y por eso, me tocó a mi; salvar a Dylan Sparks, el mismo que había ocasionado mi muerte y gracias a su adicción al cigarrillo, al alcohol y a las carreras clandestinas podía ocasionar más muertes y hasta la suya propia.
Nadie en el cielo me creía capaz de cumplir con tal misión, y aun menos de perdonar a quien me había quitado la vida, pero yo le había otorgado mi perdón en el momento que lo vi arrepentido frente a mi cuerpo sin vida, preocupándose por que mi hermanita estuviese bien, llamando a los paramédicos y entregándose a la policía aunque no había sido del todo su culpa, ya que mi pequeña hermana fue quien se interpuso en su camino y todo terminó en aquel trágico accidente.

—Troy, si tu consigues salvar el alma de ese joven yo te otorgaré el permiso de pasar el resto de tus días como ángel guardián del mismo y viviendo en el paraíso junto con los demás ángeles.
— ¿Y si fracaso señor? —Cuestioné temeroso.
—Si fracasas, serás desterrado por el resto de la eternidad —habló con firmeza.
—No lo defraudaré señor, lo prometo.
—Hijo, no prometas algo que no sabes si puedes cumplir, y ahora prepárate, la tierra, que es casi como el mismo infierno te espera.

Dicho esto, las nubes se abrieron ante mis pies y cerré mis ojos, mis alas fueron arrancadas por lo cual solté un grito devastador y lo siguiente, fue sentir aire entrar en mis pulmones, abrí los ojos y tal como lo sospechaba, estaba en la tierra.