Reencarnación

La reencarnación es un tema del que se habla mucho estos años, ha sido algo que ni la ciencia puede explicar, pero los únicos que lo saben hasta ahora son estos chicos. Ellos han perdido sus vidas sin si quiera cumplir sus deseos, aunque su primer objetivo sea la felicidad en el amor. Pero ahora tienen la oportunidad de cumplirla con quienes desearon. Se han ido para regresar una vez mas y encontrarse con quien soñaron vivir una vez, y darse cuenta de que su meta fue tener una vida perfecta junto a su persona ideal.


1. Cada una debe dar de su parte, la RESPONSABILIDAD.
2. Se puede discutir un tema determinado que tenga que ver con la novela. Más si este no tiene absolutamente nada que ver, y se trata de problemas propios, es mejor que se abstengan a decirlo, pero si necesitan tiempo se puede dar. A esto le llamaríamos TOLERANCIA.
3. Deben practicar el valor del RESPETO, ya que aquí hay diferentes ideas y serán toleradas cada una de ellas.
4. La ORTOGRAFÍA es algo fundamental en este tema, deben usar el guión largo (—), no de teatro (-).
5. Usar la cabecera de más abajo.
6. Se puede comentar si leen la novela.
7. No me gustaría que la novela quede estancada.

ESCRITORAS:

CABECERA:

Cuando hablamos de reencarnación pensamos justamente en nosotros, ¿como me vería?, ¿cuál sería mi nombre?, ¿con quién me casaría?, ¿tendría hijos?, entre otras. Pero, esto ha sido un mito que los muertos no pueden decirnos; ¿como sabríamos si es real o no?
Aunque siempre estuvo la posibilidad de que reencarnáramos en nosotros mismos pero en un mundo diferente, ¿esa sería nuestra última vida? ¿Quién dice que no es la tercera vez que reencarnamos?
Algunas religiones creen que, si reencarnas, es porque no has cumplido tu sueño de vida, y al terminarlo, morirás. Y también se dice, que las muertes jóvenes, se deben a que estas personas no tienen un sueño, y por lo tanto, nada que cumplir.
Estos chicos tienen la posibilidad de afirmarlo, ¿pero y el amor? Ese es definitivamente, su sueño de vida.

12 de diciembre de 1923
Boston, Massachusetts.

Caminé a través de la habitación dando vueltas por doquier. Hoy no era ningún día feliz como solían ser los demás..., tal vez ayer, antier, pero hoy no.
Podía sentir los sollozos de mi madre en el cuarto siguiente. Ella escribía cartas para alguien desconocido para mi, pues dijo que era una amiga suya que le ayudaría a mi padre a encontrar un trabajo. Claramente eramos una de las familias mejor acomodadas económicamente en todo Boston, pero ahora ha venido una racha de mala suerte para todos, empezando por que han despedido a mi padre de su trabajo para contratar personas más jóvenes, que enseguida, serían despedidas también; luego, mi abuela estaba muriendo en el hospital, por complicaciones que le han traído su vejez, y ahora, mi hermana no podrá estudiar medicina como ella quiere ya que no hay dinero suficiente para pagar su escuela.
Nadie vendrá a visitarme ni decirte ''nieto'', no podré preguntarle a mi hermana lo que ha aprendido en su escuela ni decirme todas las amistades que ha hecho, ni tampoco podré preguntarle a mi padre como le ha ido en el trabajo.
—Hijo —mi madre abrió la puerta dejando al descubierto sus ojos rojos—, por favor no duermas tarde, debes ir a la escuela. Iré con tu padre y nos quedaremos en el hospital con tu abuela. No salgas por favor. Si necesitas algo, tu hermana está en su habitación y Killian está dormido en su cuna. Hasta luego.
—Está bien.
Más bien mi contestación salió como un susurro al ver lo mal que estaba mi madre, posiblemente ella esté peor que yo.
Ella salió y yo no tuve ganas de nada más.
No tenía sueño, ni hambre, ni ganas de ninguna actividad externa, ni siquiera bañarme. Me bañé ayer, ¿por qué debería hacerlo hoy?
Siempre me sacaban de clase y me castigaban por platicar o contestarle a los profesores, recuerdo que mi madre se preocupaba por mi y me regañaba, pero yo no hacia nada, solo reía y nada mas, lo volvía a hacer. Una vez al ver mis calificaciones me pegó una bofetada pero luego se disculpó, yo solo dije que no lo volvería a hacer pero no fue una promesa, de todos modos no la habría cumplido.
Estaba completamente ''loco'' como dice mi hermana, de un chico llamado Silas. Era de una familia de enfrente. El era un hombre y yo estaba consciente de esto. Pero el me gustaba, Silas era genial. Tenía unos ojos azules hermosos, era irresistible para mi. Solo había hablado con el en la escuela y me di cuenta de lo amigable y divertido que era.
—Bueno, em... ¿te dije mi nombre? —río.
—Como cuatro veces —digo—. Silas.
—¡Exacto! —exclama sonriente—, Ephraim, ¿no?
Dios mío, ¿el sabía mi nombre? ¡Sabía mi nombre!
—Si —estoy seguro de mi sonrojo.
—Lindo nombre, Eph.
¡Me puso un apodo! ¡AHH!
Quería salir a tomar aire y librarme de todo por esta noche.
Pero recordé las palabras de mi madre: ''No salgas por favor''.
Yo soy muy rebelde como para hacerle caso a mis padres, ¿o no?
Salí y escuché llorar a mi hermana en la habitación de mi hermano menor, Killian. El estaba dormido y ella solo soltaba leves sollozos y lo observaba tierna-mente desde su lugar.
Bajé la mirada y salí de la casa sin avisarle, no habría problemas si ella estaba demasiado ocupada.
Al volver a subir mi vista, me fijé en las estrellas; generalmente eran brillantes y una historia por ver en cada una de ellas. Pero hoy estaban apagadas, la oscuridad predominaba el lugar y los faros iluminaron las calles. Vi un par de autos pasar a través de la noche y crucé la calle llegando al callejón mas cercano.
Sentí miradas tras de mi y al voltear, no me encontré con nada más de a las hojas caer. Me abracé a mi mismo intentando sacar más calor de mi abrigo negro, que era lo único que me protegía del invierno.
Oí un ruido en un basurero del callejón, uno en especial, oscuro y sin salida.
Me acerqué a pasos lentos y descuidados, chocando con algunas bolsas de basura que tapaban mi camino. El ruido se hacía más fuerte y al llegar frente a el, salté hacia atrás cuando sentí algo salir del contenedor: nada más y nada menos que un gato.
El animal maulló y salió rápidamente para cruzar la calle y perderse entre el montón de casas.
Yo había caído al suelo y suspiré antes de tratar de levantarme, pero una soga en mis manos me detuvieron. Mi corazón paró por un momento mientras yo estaba más que asustado. Otra mano cubría mi boca.
—No grites si quieres salir de esta —la voz tras de mi sonaba dura, como de un hombre mayor.
Me jaló hacia arriba y yo tuve que levantarme. No me equivoqué, el hombre tenía por lo menos unos 35 años, no muy viejo pero ya era mayor. Tenía barba de días y su poco cabello era color negro, al igual que sus ojos, los cuales no se notaban bien en la oscuridad.
Forcejé un poco y el hombre me empujó hacia adelante, guiándome al final del callejón.
—No me ayudas, niño. Basta.
—Por favor —atiné a decir bajo.
El hombre solo negó y rió.
—Calla y camina. —Me empujó aun mas fuerte— ¡Vamos!
Asentí varias veces asustado y de forma rápida. Escuché al hombre reír de nuevo.
Sentí una pistola cargarse y subí la mirada para ver a otro hombre llegar y apuntarme justo en la frente. Caminó más cerca de mi.
—¡Rápido, danos todas tus pertenencias! —ordenó.
—¡No tengo nada!—dije, al parecer el hombre no me creyó.
—¡Hazlo!
El hombre de atrás me sacó mi reloj y se lo guardó. Me pegó fuertemente a la pared haciendo que choque mi cara contra el fuerte material. Podía sentir un dolor en mi nariz, y sangre caer de ella.
El segundo, sacó mi billetera del pantalón y la guardó igual, yo no traía nada mas que eso. Al notarlo, el hombre ajustó su abrigo y bajó un poco el arma.
—¿No traes nada más? —pregunta.
—No, no —dije rápido.
Estaba seguro de que rompería y lloraría en cualquier momento.
—Vamos, niño. Tienes un minuto para irte —dijo preocupado—. No quiero hacerte daño, y mi jefe viene para acá. Vete, por favor.
El hombre de atrás quitó la soga de mis manos y yo sobé mis muñecas rojas sin saber que hacer.
Pero antes de que corriera una voz llegar a mis oídos.
—¡Aquí nadie se irá! —un tercer hombre más mayor llegó y al correr tomó el arma del otro. Este hombre debía ser su jefe, era gordo, rubio y se veía fuerte.
—Por favor, señor. No es necesario...
—¡Claro que lo es! —habló alterado.
Me apuntó con el arma y sin que yo esperara, me disparó.
Sentí un dolor en mi pecho, insoportable. No podía resistirlo, caí al suelo. El dolor era tan fuerte que ya ni podía sentirlo, solo una opresión y como mi pechó dejaba de funcionar. Mi aire de iba y cada vez podía respirar menos.
Mi vista se nublaba y mi corazón paraba.
Toqué mi pecho, mi mano se llenó de mi propia sangre y yo solo miré a los hombres mientras trataba de tomar aire.
Podía escuchar sus gritos.
—¡Pero, señor. Es el hijo de Greg! —grita.
—¡No lo sabrá nadie! —responde.
Mi padre era conocido por muchos y tal vez también por ellos.
—¡Estaremos en muchos problemas!
Los oigo. Mi vista está negra ahora. Solo oigo, gritos y ninguna palabra que yo pueda entender.
Si tan solo hubiera escuchado a mi madre.
''No salgas, por favor''
Mi rebeldía me ha llevado a todo esto.
¿Cómo estarán mis hermanos, mi abuela, mis padres? ¿Que me sucederá ahora? ¿Y Silas? ¿Lo dejaré?
Los hombres se iban corriendo y sentí otros pasos, pasos lentos.
—¿Eph?
Podía reconocer su voz, era Silas.
—¡Ephraim, despierta! —grita.
Mi consciencia se iba y no vi ninguna luz, solamente me fui, lo dejé.
Perdí mis sentidos y simplemente no volví a sentir ni pensar nada.
Había muerto.

NOTA:

Sigue: Zarek.