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La huida de una princesa Joey Tu

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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por andreita Miér 21 Dic 2011, 12:25 pm

ME ENCANTO E CAP
ESTUVO SUPER
Y JOE JUMM QUE BESOSO JAJAA
SIGUELA
andreita
andreita


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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por -Lizz- Miér 21 Dic 2011, 2:51 pm

Vaya!
Que encuentro el de Joe con _____!
Ahora tendré cuidado cuando me lo tope algun día... Me besará...Lo sacaré del hotel a escondidas, nos conoceremos, YO lo besaré, me invitará a cenar & luego tendremos muchos hijos (? okno._.

Sigueela!
-Lizz-
-Lizz-


https://www.facebook.com/?ref=home#!/

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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por Let's Go Miér 21 Dic 2011, 6:49 pm

#ola
me gusto el cap estuvo genial
seguila!!!
Let's Go
Let's Go


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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por Val's Matth. Miér 21 Dic 2011, 9:47 pm

Capítulo
2





LAS PRINCESAS no debían autoinvitarse a cenar! No debían
decir que no y, al minuto siguiente, correr detrás de un hombre y decir que sí.
Pero no había podido perder la oportunidad. Gerald la había llamado para
informarle de que había decidido irse directo a París para dormir bien antes de
volar a Montreal.



–Te veré a la vuelta
–le había dicho Gerald–. La semana que viene. Tenemos que hablar.



–Bien. Te estaré
esperando.



____ colgó casi sin
dejar que Gerald se despidiera, porque temía perder de vista a Joe, que estaba
a punto de doblar una esquina. Nunca antes había corrido detrás de un hombre. Y
sabía bien que no debería hacerlo.



Pero que Joe Jonas la
invitara a cenar no era algo que sucediera todos los días... y justo cuando su
príncipe la había dejado plantada.



Además, sólo sería
una cena. Pasarían juntos nada más una hora o dos.



Joe Jonas y ella. Aquello
era como un sueño hecho realidad. ¿Cuántas mujeres podían decir que las había
invitado a cenar el hombre del que habían tenido un póster en la pared a los
dieciocho años?



Él se giró con la
mandíbula apretada y fiera mirada.



____ se quedó helada.



Entonces, al verla, Joe
relajó la mandíbula. Y le dedicó la misma sonrisa que había hecho que millones
adolescentes, adultas y ancianas se derritieran ante la pantalla.



–____.


A ella se le aceleró
el corazón al escuchar su nombre en labios de él.



–¿Has cambiado de
idea? –preguntó él con tono esperanzado.



–Si no te importa...


–¿Importarme?
–repitió él con una sonrisa aún mayor–. Entonces, ¿cenamos?



–No quiero tomarme la
libertad de...



–Tómate todas las
libertades que quieras –repuso él y sonrió. Al mirar a su alrededor, se dio
cuenta de que algunos viandantes estaban empezando a reconocerlo. Un grupo de
adolescentes lo señaló y comenzaron a dar grititos, corriendo hacia él.



Durante un instante, Joe
se sintió como un zorro perseguido por los perros. Pero fue sólo un momento.



–Espera, ¿de acuerdo?
Lo siento, pero...



–Lo entiendo –replicó
____. Nadie entendía mejor las exigencias del público que una mujer criada para
ser princesa.



Joe no había tenido
la misma preparación que ella, sin embargo. De todos modos, siempre había
manejado bien la situación, pensó ____. Incluso en las trágicas circunstancias
de la muerte de su esposa, se había mostrado educado y correcto.



Joe recibió a sus
admiradoras con una sonrisa. Ellas lo rodearon entre risitas.



Igual que las chicas,
____ se quedó cautivada al escucharlo hablar con ellas.



Joe había sido muy
atractivo de joven. Pero ____ lo encontraba todavía más imponente en la
actualidad. Su rostro había madurado. Su mandíbula era más fuerte y definida.
Una barba incipiente acentuaba su aspecto de duro, el mismo que había tenido
representando el papel del espía Luke St. Angier. Ella nunca se había perdido
esa serie de televisión en sus años de adolescente.



Al mirarlo en ese
momento, al contemplar su seductora sonrisa y sus ojos arrebatadores, a ____ no
le resultó difícil recordar por qué.



Pero no sólo era
impresionante su aspecto, también era cautivadora la manera en que interactuaba
con sus ansiosas fans.



Joe podía haber huido
de la insistencia de una actriz desesperada, pero se mostraba amable con esas
jóvenes que no querían más que una sonrisa y unos minutos de conversación con
su héroe de Hollywood.



Él se interesó por
cada una de las chicas, no sólo por las más bonitas. Habló con todas, escuchó a
todas. Rió con ellas. Les hizo sentir especiales.



Eso impresionó a ____.
Se preguntó dónde habría aprendido él a hacerlo o si sería algo que le salía de
forma natural.



Qué extraño era todo,
pensó ____, apoyada en la pared de un edificio mientras observaba la escena.
Iba a cenar con Joe Jonas, se dijo, recorrida por un escalofrío de emoción y
placer. Era increíble y maravilloso.



Se preguntó qué diría
Gerald si se lo contara.



En cualquier caso, ____
estaba segura de que a Gerald no esperaría que su futura esposa cenara con Joe.
Aunque no le importaría. Ni le haría sentir amenazado.



Por supuesto, no
tenía ninguna razón para sentirse amenazado, pensó ella. Joe no iba a raptarla.



Mientras, la multitud
que rodeaba a Joe seiba haciendo mayor. Él seguía hablando, respondiendo
preguntas, pero de vez en cuando se giraba y miraba a ____. Sus fans se
multiplicaban por momentos.



–¿Un taxi? –gesticuló
Joe con los labios, mirando a ____.



Ella asintió y buscó
en la calle. De pronto, apareció uno vacío y lo paró.



–¡Joe!


Él levantó la vista,
vio el taxi, ofreció sus disculpas a sus admiradoras y consiguió meterse en el
coche.



–Lo siento –dijo él–.
A veces, esto es una locura.



–Ya lo veo.


–Son gajes del
oficio. Normalmente, mis admiradoras tienen buenas intenciones. Están
interesadas en mí, les importo. Y yo se lo agradezco –explicó él–. Además, son
quienes pagan mi sueldo. Estoy en deuda con ellas –añadió y se recostó en el
asiento, cansado–. Aunque, en ocasiones, es un poco abrumador.



–Sobre todo cuando
has estado un tiempo apartado de todo.



Él la miró un momento
con curiosidad y se encogió de hombros.



–Así es –admitió Joe.



El conductor, que
había esperado con paciencia, los miró por el retrovisor y preguntó adónde
iban.



–¿Adónde quieres ir?
–le preguntó Joe a ____–. A un sitio tranquilo, si puede ser.



–¿Tienes hambre?
–inquirió ____.



–No mucha. Pero no
estoy de humor para paparazis. ¿Conoces algún lugar discreto?



–Sí. Hay un pequeño
restaurante en Le Soquet, que no es un destino nada turístico –indicó ____ y lo
miró un momento mientras se le ocurría una idea–. ¿No quieres hablar con nadie?



–Quiero hablar
contigo –repuso él, arqueando una ceja.



Encantada, ____
sonrió.



–Muy halagador.
Estaba pensando que, si no tienes hambre todavía y no te importa hablar con
unos cuantos chicos... no son periodistas, ni paparazis, sólo unos niños a los
que les encantaría conocerte...



–¿Tienes hijos?
–preguntó él, perplejo.



–No. Colaboro como
voluntaria en una clínica para niños paralíticos. He estado allí esta tarde.
Estaba teniendo una conversación con uno de los chicos sobre héroes de
películas de acción y...



–¿Habláis sobre
películas de acción?



–A Frank le gusta
hablar de todo. Le gusta discutir. Es su entretenimiento favorito. Cada vez que
digo algo, él dice lo contrario.



–¿No tiene hermanos?


–Es hijo único.


–Una pena.


____ pensaba lo
mismo. Su madre no había podido tener más hijos y había muerto cuando ella
tenía doce años. Hacía siete años, su padre se había casado con Charlise y
habían tenido tres hijos: Alexandre, Raoul y David. Y, aunque era mucho mayor,
ella disfrutaba mucho de tener hermanos.



–Frank se distrae de
su soledad charlando conmigo –explicó ____–. Y estaba pensando que sería todo
un éxito si te llevara a la clínica. Tú debes de saber mucho más que yo sobre
héroes de película y podrás conversar con él. Después, podríamos cenar.



Era una propuesta
demasiado presuntuosa, se dijo ____. Lo más probable era que Joe la rechazara.



–Me parece bien.
Vamos allá.









La mirada de Frank cuando entraron en la habitación mereció
la pena. Se quedó boquiabierto.



____ intentó contener
una sonrisa y se giró hacia Joe.



–Quiero presentarte a
un amigo mío. Éste es Frank Villiers. Frank, éste es...



–Sé quién es –la
interrumpió Frank, atónito.



Joe le tendió la
mano.



–Encantado de
conocerte.



Durante un instante,
Frank no se la estrechó. Luego, cuando lo hizo, se quedó mirando absorto la
mano del otro hombre, como si no pudiera creerlo.



Entonces, el chico
volvió el rostro hacia ____.



–¿Vas a casarte con
él?



–¡No! –exclamó ella,
sonrojándose.



–Me dijiste que
tenías que irte antes porque habías quedado con tu prometido.



–S-se retrasó mucho
–explicó ____, balbuceante–. No pudo venir a la cita –añadió y miró a Joe.



–Así que yo la he
invitado a cenar –concluyó Joe.



Frank se incorporó en
las almohadas.



–No me habías dicho
que conocieras a Luke St. Angier... quiero decir, a él –indicó el muchacho y se
sonrojó por haber confundido su nombre con el de su personaje.



–Nos acabamos de
conocer –señaló Joe como si tal cosa–. ____ me ha hablado de vuestra discusión.
No puedo creer que MacGyver te parezca más astuto que Luke St. Angier.



Frank miró a ____ y
se puso rígido. Ella contuvo la risa.



–¿Podría Luke St.
Angier hacer una bomba con una tostadora, media docena de palillos de dientes y
un mechero?



–Claro que sí
–contestó Joe–. Creo que tú y yo tenemos que hablar.



Tal vez fue porque Joe
trataba a Frank como trataría a cualquier otra persona o, tal vez, porque era
Luke St. Angier... el caso es que al momento siguiente Frank estaba charlando
con él animadamente.



Intercambiaron sus
puntos de vista. Primero, sobre hacer bombas, luego sobre guiones, diálogos y
personajes. Joe puso toda su atención y su interés en la conversación.



____ había pensado
que podrían pasar media hora allí... como mucho. Frank solía cansarse
enseguida. Pero no con Joe. Una hora después, seguían charlando.



–Odio interrumpir, pero
tenemos que ver a unas cuantas personas más antes de irnos –señaló ella.



Frank hizo una mueca.



–De acuerdo. Podemos
continuar mañana –indicó Joe, poniéndose en pie.



–¿Mañana? ¿Lo dices
en serio?



–Claro que lo digo en
serio –aseguró Joe–. Eres la primera persona que muestra tanto interés en Luke
desde hace años.



A Frank le brillaron
los ojos. Los siguió con la mirada cuando se iban hacia la puerta y le dijo a ____
algo que ella nunca pensó que saldría de sus labios.



–Gracias.


Una vez en el pasillo,
____ miró a Joe.



–Le has hecho muy
feliz. Pero no es necesario que vuelvas si no quieres. Yo podría explicárselo.



–Pienso volver
–repuso él meneando la cabeza–. Vayamos a conocer a los demás.



Por supuesto, Joe los
dejó encantados a todos. Y, aunque muchos de ellos no sabían que era famoso,
les gustó mucho recibir su atención. Habló de coches de juguete con el pequeño
Francois. Escuchó las historias del gatito de Olivia. Les hizo un truco de
cartas a las chicas mayores, que terminaron todas locamente enamoradas de él.



Eran más de las nueve
y media cuando al fin salieron a la calle.



–No pensaba
acapararte tanto tiempo –se disculpó ella, sintiéndose culpable.



–Si no hubiera
querido estar aquí, me habría inventado una manera de escaparme –repuso él con
firmeza y la miró a los ojos–. Créeme, ____.



–Sí, bueno, gracias.
No ha sido muy adecuado traerte, pero...



–Ha sido muy
adecuado. De nada. Y ahora, ¿qué pasa con la cena?



–¿Estás seguro de que
te apetece? Es tarde ya.



–Todavía no es medianoche,
por si piensas convertirte en calabaza –bromeó él, sonriendo.



–No –dijo ella–. Al
menos, eso espero.



–Me alegro –afirmó él
y, con voz más suave, añadió–: ¿Estás arrepintiéndote, ____? ¿Temes que tu
prometido se entere?



–A él no le importaría.
No es de esa clase de hombres –señaló ella y tragó saliva.



–¿Eso es bueno?
–preguntó, ladeando la cabeza.



____ sabía que no
quería un marido celoso. Pero quería un marido a quien le importara lo que ella
hiciera.



–Es un hombre bueno
–dijo ella al fin.



–Seguro que sí
–replicó él con gesto grave–. Bueno, si te prometo ser bueno yo también,
¿cenarás conmigo?



Joe le dio la mano
mientras esperaba una respuesta y le sostuvo la mirada.



–Sí –afirmó ____–. Me
gustaría.



–Y a mí, también.


Entonces, Joe le
apretó la mano, haciendo que ella se sintiera recorrida por una corriente de
excitación.









Él no quería soltarle la mano.


¿Cómo era posible?,
se preguntó Joe. Se sentía como un adolescente y no como el adulto serio y
razonable que era.



Sumido en sus
pensamientos, se metió las manos en los bolsillos mientras caminaba junto a ____
_______. Ella estaba prometida y, por lo tanto, sólo estaría interesada en
cenar, nada más.



A pesar de ello, él
no podía ignorar su deseo. Hacía más de dos años que no había tenido ganas de
darle la mano a una mujer.



Pero, desde que había
besado a ____ _______ esa tarde, se había despertado en su interior algo que él
había creído muerto hacía tiempo. Descubrir que no era así le sobresaltó.



Desde siempre, Joe se
había sentido atraído por las mujeres. Y siempre había tenido facilidad para
conquistarlas. Su éxito con el sexo opuesto no había hecho más que aumentar
cuando, después de estudiar en la escuela de cine, había aceptado una oferta
como modelo para ganar algo de dinero mientras conseguía un papel de actor.
Entonces, su rostro se había dado a conocer y todo el mundo había querido
contratarlo.



Había conquistado a
los directores de cine. Y al público.



Pronto, le habían
llegado papeles más importantes, como el de Luke St. Angier. Aquella serie de
televisión le había dado fama y fortuna y halagos. Además, le habían llovido
las ofertas de películas y las ofertas de mujeres, incluida Lissa Conroy.



Ella había sido la
última mujer que Joe había deseado, la última que le había importado.



Joe levantó la vista
mientras ____ se acercaba para hablar con el camarero del pequeño restaurante
al que habían llegado. Sólo había unas pocas mesas en el interior y cuatro más
en una terraza en la calle.



–Aquí me conocen
–señaló ____ cuando hubo terminado de hablar con el camarero–. La comida es
buena. La moussaka es fantástica. Y no es un destino turístico. Tienen
un sitio junto a la cocina. No es la mejor mesa del restaurante, así que si
prefieres ir a otra parte...



–No, está bien.


Aunque no era una
mesa perfecta porque estaba justo detrás de la puerta de la cocina, estaba bien
porque allí nadie les prestaba atención. Nadie los miraba. El camarero les
llevó las cartas de inmediato y una lista de vinos.



–¿Vienes aquí a menudo?



–Cuando no quiero
cocinar, vengo aquí –respondió ella.



Joe se rindió a la
tentación de pedir moussaka. Nadie la cocinaba como su madre, pero él
llevaba casi tres años sin ir a ver su familia. Apenas había hablado con sus
padres después del funeral de Lissa.



Joe no había sido
capaz de enfrentarse a ellos después de...



Había sido más fácil
mantenerse alejado de todo.



Al menos, hasta que
consiguiera estar en paz consigo mismo.



Y lo estaba
consiguiendo, ¿no era así?, se dijo. Había regresado con un guión escrito por
él. Con una película que había llevado al prestigioso festival de Cannes. Otra
vez estaba dando entrevistas, firmando autógrafos, sonriendo a diestro y
siniestro.



Por eso, le apetecía
comer moussaka. Captó su olor proveniente de la cocina. Le recordaba a
otros tiempos más felices, a su juventud.



Tal vez, cuando
terminara en Cannes, iría a ver a Theo y Martha en Santorini. Luego, regresaría
a Estados Unidos y visitaría a sus padres.



Cuando levantó la
vista, vio que ____ lo observaba sonriendo.



–¿Qué?


–Nada. Sólo es que me
parece muy curioso estar aquí. Contigo.



–Es el destino
–comentó él y probó el vino que les habían servido.



–¿Crees eso?


–No. Pero también soy
guionista. Me gustan los puntos de inflexión –señaló él.



____ sonrió.


–Así que estás
escribiendo una tesis... Trabajas como voluntaria en una clínica. Tienes novio.
¿Qué más debería saber de ____ _______?



Ella titubeó, como si
no se sintiera cómoda hablando de sí misma. Aquello le resultó muy atractivo a Joe.



Lissa siempre había
sido el centro de atención. Pero ____ se limitó a encogerse de hombros.



–Tenía un póster tuyo
en la pared de mi habitación cuando tenía dieciocho años.



Joe se tapó los ojos.
Sabía a qué póster se refería. Era un desnudo artístico en el que no se veía
nada íntimo, que había hecho como favor a un joven amigo fotógrafo.



Sus amigos y sus
hermanos se habían burlado con él a cuento del póster durante años. Seguían
haciéndolo. Pero a las chicas parecía gustarles.



–Era joven y tonto –se
excusó él, meneando la cabeza.



–Pero muy guapo
–admitió ella con franqueza.



–Gracias –repuso él y
parpadeó. Al pensar que una mujer como ____ se había sentido atraída por él, su
nivel hormonal se disparó–. Cuéntame algo más aparte de eso. ¿Cómo conociste a
tu novio?



En realidad, Joe no
quería saberlo, pero le pareció un buen tema de conversación, para recordarle a
sus hormonas cuál era la situación.



–Lo conozco desde
pequeña.



–¿Era tu vecino?


–No exactamente.
Bueno, algo parecido.



–Conocer bien a la
otra persona ayuda –señaló Joe y pensó que a él lo habría ayudado mucho saber
cómo había sido Lissa en realidad. Si lo hubiera sabido, habría salido
corriendo en la dirección opuesta.



–Sí –respondió ella y
bajó la vista a su ensalada.



Joe intuyó, entonces,
que era mejor cambiar de tema.



–Háblame de esas
pinturas rupestres. ¿Te queda mucho para terminar la tesis?



____ se mostró más
habladora. Sus ojos se iluminaron al contarle todo sobre su trabajo. Y más
cuando empezó a hablar de los niños y la clínica.



Joe se contagió de su
entusiasmo y le habló también de la película que había llevado a Cannes.



____ sabía escuchar.
Hacía buenas preguntas. Y sabía qué no preguntar. No mencionó los dos años que
él había estado lejos de la vida pública. Y nada sobre su matrimonio y la
muerte de Lissa.



–Siento lo de tu
esposa –fue lo único que dijo ella, cuando él comentó que llevaba dos años sin
ir a Cannes.



–Gracias.


Comieron la ensalada
y una deliciosa moussaka. Y, como Joe no quería que la velada terminara
aún, sugirió tomar un pedazo de pastel de manzana con el café.



–Yo un pedazo pequeño
–aceptó ella–. Cuando vengo aquí, siempre como demasiado.



A Joe le gustaba que ____
comiera con apetito. Y que no estuviera tan esquelética como Lissa y como otras
tantas actrices. Ella tenía aspecto saludable y atractivo, tenía el peso justo
y podían adivinársele las curvas debajo de la blusa y la falda.



No había duda de que
las hormonas de Joe estaban despiertas.



El camarero trajo
pastel de manzana con dos tenedores.



–Tú, primero –dijo él
y le acercó el plato.



Ella cortó un pequeño
pedazo y se lo llevó a la boca. Cerró los ojos y suspiró.



–Está delicioso –dijo
ella y se pasó la lengua por los labios. Luego, abrió los ojos–. Pruébalo.



Lo que él quería era
probarla a ella. Pero se aclaró la garganta y centró la atención en el pastel.



Estaba rico. Ella lo
observó mientras saboreaba su pedazo.



–Te toca.


–Sólo quería
probarlo, nada más –repuso ella, meneando la cabeza.



–Está delicioso –le
recordó él.



–Pero ya he comido
bastante por hoy –señaló ____ y dejó el tenedor–. De verdad. Por favor,
termínatela tú.



Joe se tomó su
tiempo, no sólo para saborear el pastel, sino la velada. Era la primera vez que
salía con una mujer después de Lissa. Bueno, aunque no estaba saliendo con ____
exactamente. Ni pensaba volver a salir con ninguna mujer para nada más que para
irse a la cama con ella.



De todos modos, Joe
estaba disfrutando. No era difícil, pues ____ era muy agradable, comedida y
atractiva. Le gustaba su tranquilidad y lo cómoda que ella parecía y, al mismo
tiempo, sentía la tentación de romper esa serenidad.



¿Por qué diablos
pensaba esas cosas?, se reprendió a sí mismo. Se metió el último pedazo de
pastel en la boca y tomó un rápido trago de café.



–Me he dado cuenta de
que te estoy haciendo esperar –indicó él, tras limpiarse la boca con la
servilleta–. Es casi medianoche –añadió, sorprendido por lo rápido que había
pasado el tiempo.



–Quizá me convierta
en una calabaza.



–¿Puedo verlo?
–preguntó él, sonriendo.



–El príncipe azul
nunca ve esas cosas, ¿recuerdas?



Joe lo recordaba. Y
sabía que, por muy bien que lo estuviera pasando, su encuentro no llegaría
aninguna parte. Él no quería. Ella no quería. Tal vez, por eso estaba
disfrutando tanto.



–¿Nos vamos?


____ asintió,
pensativa.



Joe pagó la cuenta,
felicitó al camarero por la comida y se sorprendió un poco cuando éste apenas
lo miró y dedicó una gran sonrisa a ____.



–Nos ha encantado que
viniera esta noche, siempre será bienvenida –le dijo el camarero a ____ y le
besó la mano.



En la calle, ____ se
detuvo y le tendió la mano a Joe.



–Gracias. Por la
cena. Por venir a la clínica. Por todo. Lo he pasado muy bien.



Joe le tomó la mano,
pero negó con la cabeza.



–No voy a dejarte en
la calle.



–Mi casa está cerca.
No hace falta que...



–Voy a acompañarte
hasta la puerta –puntualizó él–. Así que vamos.



Él no le soltó la
mano. Mantuvo sus dedos entrelazados mientras caminaba con ella por las
callejuelas.



En la distancia, se
oía el ruido del tráfico y la música de los bares. A su lado, ____ caminaba en
silencio. No dijo ni una palabra y eso, por sí mismo, era toda una novedad para
él. Todas las chicas con las que había estado habían sido expertas en no parar
de hablar hasta despedirse.



____ no abrió la boca
hasta que se detuvo delante de un edificio de cuatro pisos con balcones de
hierro forjado.



–Ya hemos llegado
–dijo ella, sacó una llave y abrió la gran puerta de la entrada.



Joe había esperado
que ella lo despidiera en ese momento, pero ____ debía de esperar que la
acompañara a la puerta de su propio piso, porque lo guió por una escalera sin
decir nada más.



Enseguida, llegaron
ante una puerta.



–La puerta de mi casa
–dijo ella con una sonrisa–. Gracias. Ha sido muy agradable –añadió y le tendió
la mano.



–Así es –afirmó él
con sinceridad. Había sido la noche más agradable que había pasado en muchos
años–. He tenido suerte de raptarte del Ritz.



–Y yo –repuso ella
con ojos brillantes.



Se miraron el uno al
otro un largo instante.



Joe sabía lo que
debía hacer. Estrecharle la mano, soltarla y decirle adiós. O, tal vez, darle
un beso. Después de todo, la había besado incluso antes de conocerla.



Pero las cosas habían
cambiado. Él sabía quién era ella. Una joven dulce, amable y cálida... que
tenía novio. La clase de mujer a la que no debería perseguir.



A pesar de todo, Joe
acercó la cabeza y decidió que la besaría un momento en los labios. Sería un
beso suave, nada más... Necesitaba saborearla. Recordarla.



Despacio, Joe posó
sus labios en los de ella. ____ sabía a vino, a manzana y a dulce, un sabor que
debía de ser su distintivo. Una vez que hubo empezado, no pudo parar, como un
hombre sediento en el desierto al que le ofrecieran el agua más cristalina del
mundo.



Habría parado si ella
se hubiera resistido.



Pero ella se agarró a
su camisa con todas sus fuerzas, como si no quisiera dejarlo marchar.



Ambos igualmente
sorprendidos, dieron un paso atrás.



Joe intentó ignorar
sus hormonas, pero los latidos de su corazón eran demasiado fuertes.



–Buenas noches, ____ _______
–dijo él con voz ronca.



Durante un momento,
ella pareció perpleja. Sonrió a duras penas y tragó saliva.



–Buenas noches.


Hubo otro silencio.
Entonces, Joe le dio un suave beso de despedida.



–Estoy en deuda
contigo.



–¿Qué? –preguntó
ella, parpadeando.



–Eres mi rescatadora,
¿recuerdas?



Ella negó con la
cabeza.



–Me has invitado a
cenar. Y has ido a ver a Frank.



Y ella le había dado
la primera noche de alegría en tres años, pensó Joe. Pero, por supuesto, no lo
dijo.



–Estoy en deuda
contigo, ____ _______ –repitió él–. Si puedo hacer algo por ti, pídemelo.



Ella lo miró a los
ojos, muda.



Él se sacó una
tarjeta de visita del bolsillo, garabateó en el reverso su número de móvil y se
la tendió.



–Sea lo que sea.
Cuando sea. Sólo tienes que pedírmelo, ¿de acuerdo?



____ asintió con los
ojos muy abiertos. Unos ojos tan seductores...



–Buenas noches –dijo
él con firmeza, como si quisiera convencerse a sí mismo de que debían
separarse. Esperó a que ____ cerrara la puerta tras ella.



Entonces, Joe de
dirigió de vuelta a las escaleras. Antes de llegar al primer escalón, la puerta
se abrió detrás de él.



–¿Joe? –llamó ella
con suavidad.



Él se quedó quieto. Y
se giró.



–¿Qué?


____ se acercó, tanto
que él pudo oler su aroma a pastel de manzana y a champú de limón.



Ella levantó la vista
y lo miró a los ojos.



–¿Cualquier cosa?


–¿Qué? –preguntó él,
confundido.



–¿Dijiste que podía
pedirte cualquier cosa?



–Sí.


–¿Puedo pedirte lo
que sea?



–Sí –repitió él con
seguridad.



–Hagamos el amor.
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por adina Miér 21 Dic 2011, 10:35 pm

y la dejas asi, estas loca sube uno mas plissssssssss
adina
adina


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Mensaje por jonatic&diectioner Jue 22 Dic 2011, 5:13 am

wooooooooooooooooooooooooooooowwwwwwwwwwwwww La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 167695056
me quede inotizada con el cap.....
pero por que la dejas ahi mujer??????????????????
siguela....
jonatic&diectioner
jonatic&diectioner


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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por andreita Jue 22 Dic 2011, 6:53 am

omj que hagan el que??
Dios porfavro siguela esta suepr
quiero maraton si porfavor maraton!!!
andreita
andreita


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Mensaje por Let's Go Jue 22 Dic 2011, 8:52 am

porque la dejas ahi
quiero saber que pasa
me encanto el capi
seguila!!!
Let's Go
Let's Go


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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por andreita Jue 22 Dic 2011, 12:41 pm

me ecanta
andreita
andreita


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Mensaje por locasxjonas Jue 22 Dic 2011, 4:46 pm

OMG !
COMO LA DEJAS ASI ?
:| ELLA LE PIDO ESO ? KJNFSKDJNFJSDF
SIGUELA *O*
PORFIS!
locasxjonas
locasxjonas


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Mensaje por Val's Matth. Jue 22 Dic 2011, 10:03 pm

Capítulo
3





____ no podía creer que hubiera dicho esas palabras en voz
alta.



Aunque las sentía. Y
esperaba que se hicieran realidad.



¿Pero cómo se había
atrevido a pedirle a Joe Jonas que le hiciera el amor?



¡No era posible!


Al instante, ____ se
arrepintió y deseó poder dar marcha atrás. Se sonrojó. Se quedó aturdida al
comprender lo que había hecho.



¿Qué mosca la había
picado? Una princesa no hablaba de esa manera. Sin duda, todos sus antepasados
se estarían revolviendo en sus tumbas por lo que acababa de hacer.



–Lo siento. No quería
decir... –balbuceó ella y comenzó a apartarse.



Pero Joe le agarró la
mano.



–¿No querías
decir...?



–No... no debí
haberlo dicho.



–Vas a casarte –dijo
él en voz baja.



–Sí –asintió ella,
tragando saliva.



–¿Y quieres tener una
aventura pasajera y superficial conmigo antes de casarte?



–No sería una
aventura superficial. Para mí, no.



–¿Por qué? ¿Porque
tenías mi póster en tu pared? ¿Porque soy una estrella de cine y crees que
quedaría bien en tu lista de conquistas? –le espetó él, furioso.



–¡No! No es... por ti
–negó ____, intentando poner en palabras el sentimiento que había estado
creciendo dentro de ella durante toda la noche–. En realidad, no.



–¿No? De acuerdo.
Entonces, ¿por qué es?



–Es por lo que me has
hecho recordar –admitió ella y respiró hondo.



–¿Y de qué se trata?
–preguntó él y se apoyó en la pared, listo para escuchar.



–Es... complicado
–balbuceó ella y suspiró–. Y no... no puedo explicártelo aquí en medio del
pasillo. No quiero molestar a mis vecinos a estas horas de la noche.



–Pues invítame a
pasar.



Eso era lo que
acababa de hacer, ¿o no?, pensó ____. Ella se encogió de hombros y lo guió a su
puerta de nuevo. Señaló a un sofá.



–Siéntate. ¿Quieres
una taza da café?



–No creo que ninguno
de los dos queramos café, ____ –rezongó él.



–No.


Era cierto. ____ lo
deseaba y mucho, aunque él pareciera una pantera encerrada dando vueltas por la
habitación. Al fin, Joe decidió estarse quieto y se sentó en el sofá.



____ no se atrevió a
sentarse en el sofá a su lado. Prefirió el sillón que había junto al balcón. Se
sentó y agachó la cabeza, intentando pensar qué decir. Cuando levantó la vista
hacia él, supo al instante que la única escapatoria que tenía era decir la
verdad.



–No me caso por amor
–afirmó ella llanamente.



–El amor suele
sobreestimarse –repuso él con tono amargo.



____ se quedó
mirándolo, sorprendida. ¿Era ése el hombre que había formado la pareja del año
con su esposa?



–Pero tú...


–No estamos hablando
de mí, ¿recuerdas? –la interrumpió él.



–No. Tienes razón.
Soy yo quien... te pidió... –murmuró ella y bajó la mirada un momento–. Sólo
estaba recordando quién solía ser... mis sueños y mis esperanzas, mis ideales
de juventud –explicó e hizo una pausa, rezando porque él la comprendiera–. Hoy,
cuando te vi, recordé a esa chica que era yo. Y esta noche, bueno, me sentí
como si hubiera vuelto a ser la de antes. ¡Tú me hiciste recordarlo!



____ se sintió como
una idiota y esperó que él se riera en su cara. Pero Joe no se rió. Ni dijo
nada durante largo rato. Su expresión era inescrutable.



–¿Pretendías
recuperar los ideales de tu juventud? –preguntó él al fin, intrigado.



Con reticencia, ____
asintió.



–Sí. Entonces, cuando
me dijiste que harías por mí cualquier cosa... Recordé esos sueños y cómo había
renunciado a ellos. Y sólo quise... abrazarlos una última vez antes... antes...
–titubeó ella y se encogió de hombros–. Ahora suena estúpido. No pretendía
ponerte en un aprieto. Pero esta noche ha sido como sacada de un cuento de
hadas –continuó y se sonrojó–. Y sólo quería...



Joe se inclinó hacia
delante, apoyando los codos en las rodillas.



–¿Entonces por qué
vas a casarte con él?



–Tengo... razones
–respondió ella. Podría explicárselas, pero eso significaría confesar su
identidad. Y no quería que Joe la creyera una princesita malcriada que siempre
quería salirse con la suya. Por esa noche, quería ser nada más una mujer. No la
hija de su padre. Ni una princesa. Sólo ____.



–¿Buenas razones?


Ella asintió
despacio.



–¿Y el amor no es una
de ellas?



–Tal vez, llegará con
el tiempo –opinó ella con tono esperanzado–. Quizá, no le he dado la
oportunidad de conocerme. Él es un poco mayor que yo. Esviudo. Su primera
esposa murió. Él... él la amaba.



–Mejor que mejor
–señaló Joe con amargura.



–Ésa es otra de las
razones por la que te lo he pedido –admitió ella–. Pensé que si pasaba esta
noche contigo... y él no llegaba a quererme nunca... al menos, yo... habría
tenido esto. Es sólo una noche. Sin ataduras. Sin obligaciones. No espero nada
más –añadió, intentando convencerlo.



Joe se quedó en
silencio.



Pasaron segundos.
Minutos. ¿Cómo era posible que la noche más maravillosa hubiera acabado
convirtiéndose en una pesadilla?, se dijo ella. Afuera, se oyó un coche que
pasaba por la calle. El reloj de pared dio la hora. Al fin, él tomó aliento.



–Bien, ____ _______
–dijo Joe, se puso en pie y se acercó hasta ella para tenderle la mano–.
Hagámoslo.



____ se quedó
mirándolo embobada.



Miró su mano
extendida. Luego, posó la vista en su ancho pecho, en su mandíbula con barba
incipiente, en su apetitosa boca, en sus impresionantes ojos verdes, más
brillantes que nunca. Y tragó saliva.



–A menos que hayas
cambiado de idea –añadió él, al ver que ella no se movía.



Pero ____ no iba a
cambiar de idea. Después de toda una vida llena de obligaciones y
responsabilidades y ante la perspectiva de un matrimonio sin amor, necesitaba
con desesperación otra cosa. Algo que la ayudara a sobrellevar su futuro, que
le hiciera recordar la pasión y la felicidad en las que había creído de niña.



Necesitaba algo a lo
que agarrarse.



Sería su secreto.


Así que tomó la mano
de Joe. Se puso en pie y se lanzó a sus brazos.



–No he cambiado de
idea.









Cuando ella se deslizó entre sus brazos, Joe se sintió en la
gloria. Era como la bendición de sumergirse en el agua después de un día
abrasador. Era algo hermoso.



Sintió cómo su cuerpo
despertaba de un largo letargo, mientras ____ le ofrecía sus labios.



Joe la besó. Primero,
con suavidad, probándola poco a poco.



En el pasado, se
había entregado a los besos traidores de Lissa. Pero ella no era Lissa. Sus
besos no eran experimentados. Y sus labios eran infinitamente suaves. Dulces.



Joe bebió de esa
dulzura. Se tomó su tiempo, disfrutando de cada sensación, recordando cómo era
besar con esperanza, con alegría y con algo parecido a la inocencia.



Eso era lo que iban a
darse el uno al otro esa noche... un recordatorio de lo que habían sido en su
juventud. Un recordatorio de sus sueños, ideales y esperanzas.



Joe ya no tenía
esperanzas. Lissa las había aplastado y enterrado. Pero, en ese momento, al
besar a ____, recordó los tiempos en que había sido joven y lleno de sueños.



Era una sensación muy
poderosa y seductora. ¿Por qué no disfrutar de ella sin más?



¿Por qué no rendirse
al placer de estar con esa mujer, que sabía a pastel de manzana y a sol, a
limón y a vino tinto, a algo embriagador y especiado, algo que él no había
probado nunca?



Joe profundizó su besó,
intentando descubrir más sobre ella, sobre su sabor. Sus lenguas se
acariciaron.



En ese instante, el
cuerpo de él respondió con una pasión inesperada.



Su cuerpo sabía muy
bien lo que quería.



Quería tener a ____.
Sin demoras.



Pero, por mucho que
deseara llevarla a la cama, no quería reducirlo todo a un ejercicio de rápida
gratificación sexual.



Había comprendido las
razones de ____ y, si aquella noche iba a quedarse en su memoria, quería que
fuera un buen recuerdo.



Por eso, Joe respiró
hondo y se dijo que debía tomarse su tiempo. Le recorrió los brazos con las
manos, le acarició la espalda.



Era una mujer suave y
cálida. Y llevaba demasiada ropa.



Joe fue quitándole
las ropas muy despacio, deleitándose a cada paso. Primero, le quitó la chaqueta,
deslizándola con lentitud por sus brazos. Deslizó los dedos debajo de su blusa
y le acarició la piel, más sedosa que la seda.



La besó en el cuello.
Y le acarició por debajo del sujetador. Luego, le rozó los pezones con los
dedos y sonrió cuando la respiración de ella se aceleró.



Joe apartó la cara
para observarla. Ella lo miró con la boca abierta y él no pudo resistirse y se
inclinó para besarla en los labios.



En esa ocasión, fue ____
quien aventuró la lengua en la boca de él primero. Y el cuerpo de él respondió
al instante. Joe deseó arrancarle las ropas y penetrarla con toda la fuerza y
velocidad que fuera capaz. Pero se contuvo.



–¿Dónde tienes la
cama, ____ _______? –murmuró él.



Ella sonrió y le
recorrió los labios con la lengua antes de darle la mano.



–Por aquí.








____ se había atrevido a hacer lo que no debía... no en
busca de un final feliz, sino por disfrutar de la belleza de una sola noche.



Sería una noche que
recordar para siempre. Una noche que guardaría como un tesoro cuando estuviera
rodeada de obligaciones reales, atrapada en un matrimonio sin amor, sin pasión.



Sí, había una pequeña
posibilidad de que Gerald la amara igual que había amado a Ofelia. Pero, en el
fondo, ____ sabía que eso no iba a suceder nunca.



Gerald había tenido
tiempo más que de sobra para enamorarse de ella. Había tenido años. Y ella,
también. Pero no había sido así.



Y ____ quería conocer
el amor, aunque sólo fuera una vez. No pedía amor eterno. Sólo una noche... con
Joe Jonas.



Hacer el amor con él
no podría equipararse al profundo amor que Gerald había sentido por Ofelia. ____
lo sabía. Además de una conversación agradable, Joe y ella no tenían nada en
común.



Pero, desde que él la
había sacado del hotel esa mañana, se había creído protagonista de un cuento
encantado en el que todo había parecido posible.



Era como si el
destino lo hubiera puesto en su camino por una razón.



Y ésa era la razón,
se dijo ____, tumbándose junto a él en la cama.



Ella no era una
amante experimentada. Se ponía rígida cada vez que Gerald le pasaba el brazo
por la cintura o la besaba en los labios. Pero, cuando Joe la besaba, se
derretía.



En ese momento, Joe
le acarició debajo de la blusa y la besó con suavidad bajo el sujetador de
encaje.



Con un rápido
movimiento, él le quitó la blusa por encima de la cabeza. ____ pensó en la
cantidad de mujeres a las que habría desnudado, mujeres hermosas y mucho más
experimentadas que ella.



Sin embargo, él
parecía concentrado sólo en ella. Y ____ se sintió como la única mujer en el mundo.



Joe le recorrió el
torso con dedos ligeramente temblorosos. Luego, le desabrochó el sujetador, se
arrodilló a su lado en la cama y le besó los hombros desnudos, bajando hasta
sus pechos. Sentir su boca sobre la piel era lo más erótico que ____ había
experimentado nunca. Ella le apretó los brazos.



Mientras la besaba, ____
inspiró y se dejó inundar por el olor de su pelo, a mar y a pino, esperando no
olvidarlo nunca.



Joe comenzó a bajar
hacia su vientre. Cuando deslizó los dedos debajo de la cintura de la falda, ____
contuvo el aliento y meneó la cabeza.



Él levantó la cara,
todo despeinado, frunciendo el ceño.



–¿No?


–Sí –lo tranquilizó
ella–. Pero no quiero ser... la única que está desnuda –se aventuró a añadir,
sin saber si estaba siendo demasiado atrevida. Lo sabía todo sobre protocolo
real, pero nada sobre qué hacer en la cama.



Joe sonrió, se sentó
sobre los talones y dejó caer las manos.



–Soy todo tuyo.


____ tragó saliva.
Luego, se incorporó contra el cabecero. Alargó las manos y comenzó a
desabotonarle la camisa.



Con las puntas de los
dedos, le acarició el pecho desnudo, cubierto de vello rizado hasta la cintura.



Él apretó la
mandíbula, observándola con atención. Tragó saliva, como si estuviera
conteniéndose para no moverse.



–¿Estás bien?
–preguntó ella, preocupada.



–Oh, sí. Más que bien
–repuso él y se terminó de quitar la camisa con un solo movimiento.



De forma instintiva, ____
acercó la cara y posó los labios en su pecho. Lo besó, sintiendo el calor de su
piel. Poco a poco, fue subiendo, besándolo en los hombros, en el cuello, la
mandíbula. Le mordisqueó el lóbulo de la oreja, haciéndolo estremecer.



____ sonrió excitada
al comprender que la deseaba tanto como ella a él.



Al instante, Joe la
tumbó en la cama de nuevo y le quitó los pantalones de lino. La recorrió con la
mirada, pero ____ no tuvo vergüenza. Sólo sentía deseo.



En cuestión de
segundos, Joe se quedó desnudo también y se colocó entre las piernas de ella.



Lissa había sido una
amante experimentada. Pero a él no le había hecho demasiada gracia saber que
había conseguido su experiencia acostándose con docenas de hombres. Sin
embargo, por la forma en que ____ lo tocaba, Joe se dio cuenta de que ella no
era muy experta.



Con sus tímidas y
suaves caricias, ____ le había hecho sentir de nuevo, arder de deseo de una
manera hacía mucho tiempo olvidada. Los dos estaban reviviendo su adolescencia,
pensó él, mientras le recorría el muslo con las manos.



____ se estremeció.
Él, también.



Ella le posó una mano
sobre el pecho y comenzó a bajar. Cuando, con suavidad, le rozó su erección, él
se quedó casi sin aliento.



–Ten cuidado
–advirtió él con voz temblorosa–. Está muy ansiosa esta noche. Hace mucho
tiempo que...



–¡Oh! Lo siento –se
disculpó ella y apartó la mano al instante, abriendo los ojos como platos–. No
pretendía... No debí...



Joe le sujetó la
mano, llevándola al mismo sitio.



–No pasa nada
–aseguró él–. Lo estoy deseando.



Pero ____ no parecía
convencida.



–No pensaba que...


–No es momento de
pensar.



Él la despojó de sus
braguitas y se quitó los calzoncillos. Ella observó su erección y tragó saliva.
Luego, lo acarició.



–Espera –rogó él y
buscó un preservativo en la cartera que llevaba en los pantalones. Con dedos
apresurados, se lo puso y se colocó entre las piernas de ____.



Joe deseaba
penetrarla sin más, perderse en su calor y su suavidad. Pero sabía que debía
obligarse a ir despacio. Hundió los dedos entre sus muslos y observó cómo ella
abría mucho los ojos y se quedaba sin respiración.



Estaba húmeda,
preparada, moviéndose contra su mano. Su respiración era rápida y jadeante. La
de él, también. Se moría de deseo, pero aun así, se contuvo un poco más.



–¡Sí! ¡Ahora!
–suplicó ella–. Necesito...



–¿Qué necesitas?
–preguntó Joe, sin aliento.



–¡Te necesito a ti!


Joe no pudo seguir
conteniéndose y se sumergió dentro de ella. ____ se puso rígida y soltó un
grito.



Él se quedó
petrificado. ¡No era posible! ¿Era virgen? ¿Por qué diablos le había entregado
su virginidad a él?



No tenía sentido,
pensó. Pero el deseo era demasiado fuerte.



____ se movió un
poco, acomodándolo en su interior, y lo envolvió con sus piernas, abriéndose a
él.



Joe gimió. Debía de
haberse equivocado, se dijo. No podía ser virgen. De todos modos, se movió
despacio, con cuidado.



–Está bien –aseguró ____
entre dientes, animándolo–. Todo está bien.



–¿Estás segura? ¿No
eres...? Pensé que eras...



Pero ____ empezó a
moverse debajo de él, seduciéndolo con su cuerpo, volviéndolo loco. Sin
remedio, Joe se dejó llevar hasta llegar al clímax.



–¡Oh! –dijo ella.


–¿Oh? –preguntó él,
levantando la cabeza para mirarla.



–Ha sido...
maravilloso –dijo ella, sonriendo.



–No ha sido
maravilloso –repuso él con tono abrupto.



La sonrisa de ____ se
desvaneció.



–Lo siento. Pensé que
habías...



–Sí, yo, sí. Y ha
sido increíble para mí –le aseguró él–. Pero eso no justifica mi falta de
autocontrol.



Ella sonrió y le
acarició un brazo.



–Me ha gustado... tu
falta de autocontrol.



–No entiendo por qué
–murmuró él, sin comprender nada.



–Porque... porque...
–balbuceó ____, incapaz de explicarlo. Para ella, había sido bastante saber que
él la había deseado tanto como para perderse en ella–. Me has hecho feliz.



–¿Sí? –preguntó él,
sin poder creerlo–. Pues te voy a hacer más feliz.



Y eso fue lo que
empezó a hacer Joe. Si su primer encuentro había sido corto y desesperado, Joe
comenzó a demostrar en el segundo toda su destreza. La besó, tomándose su
tiempo, disfrutando de sus gemidos de placer.



Ella era perfecta,
inocente, hermosa y sensible. Y Joe estaba decidido a dejarle un buen recuerdo.



Cuando le hizo el
amor, él pensó en la joven que ella habría sido y deseó haberla conocido
entonces.



Mientras Joe se
deleitaba en darle placer, ella llegó al clímax y, al instante, él la siguió,
enterrado en su cuerpo.









Hacer el amor con Joe era todo con lo que ____ había soñado.
Y más. Era tan perfecto como la noche de Cenicienta en el baile.



Quería llorar y, al
mismo tiempo, nunca se había sentido tan feliz en toda su vida. Era una sensación
demasiado maravillosa. Pero no podía durar.



Ella lo había elegido
de forma consciente. Era lo que había querido, sólo algo que recordar.



Bueno, pues nunca
olvidaría esa noche. La saborearía cientos, miles de veces. Durante toda la
vida.



En ese momento,
tumbada bajo Joe, acariciándole la espalda húmeda por el sudor, intentó
memorizar cada sensación: el sonido de la respiración de él, el peso de su
cuerpo, el contacto de sus piernas velludas, su aroma a mar, la barba
incipiente de sus mejillas.



No tenía ninguna
prisa por apartarse de él.



Y, cuando él se
apartó, una terrible sensación de pérdida la poseyó. Quiso aferrarle a él,
suplicarle más.



Pero no lo hizo.
Había tenido lo que había pedido. Él le había ofrecido la noche más memorable
de su vida. Debía estar agradecida y satisfecha, se dijo.



–Gracias –murmuró
ella.



Joe la miró
sorprendido. Esbozó una sonrisa de medio lado.



–Creo que soy yo
quien debería darte las gracias. A pesar de la seriedad de él, ____ se alegró
porque hubiera disfrutado también haciendo el amor con ella.



–Me has dado algo muy
hermoso que recordar –le aseguró ella.



–Bien –repuso él tras
un momento.



Joe no se movió. ____,
tampoco. Se miraron el uno al otro. Ella se avergonzó de pronto. No tenía ni
idea de cómo debía ponerle fin a su encuentro.



–Debería irme –dijo Joe.



Ella no se lo
impidió. Se quedó en la cama, viendo cómo se vestía, sin parpadear para no
perderse nada.



Joe no volvió a
hablar hasta que se hubo vestido. Entonces, la miró a los ojos.



–Tal vez deberías
replantearte tu boda.



____ no respondió. No
quería estropear el momento pensando en el futuro. En silencio, se levantó de
la cama y se embutió en su bata. Se acercó a él y le tomó las manos.



–Gracias –repitió
ella, ignorando el comentario de él.



Joe abrió la boca,
como si fuera a decir algo, pero la cerró de nuevo y meneó la cabeza.



–Es tu vida.


–Sí –asintió ella,
obligándose a sonreír.









Cuando llegó al hotel, Joe se tumbó en la cama, mirando al
techo. No estaba seguro de qué pensar.



Sólo una cosa estaba
clara: las mujeres eran los seres más confusos del mundo.



No debía
sorprenderle, después de haber estado casado con Lissa, se dijo él. Pero ____
parecía por completo distinta. Para empezar, parecía más cuerda.



De todos modos, cuando
habían estado cenando, ni se le había pasado por la cabeza que ella hubiera
estado pensando en llevarlo a la cama.



Pero, cuando ____ se
lo había explicado, él lo había comprendido. Él también había echado de menos
los viejos tiempos, en los que había tenido sueños y esperanzas.



Sin embargo, había
dejado de creer en el amor. Y no buscaba una relación seria. Ya lo había
intentado con Lissa. Y había fracasado.



Nunca más tropezaría
con la misma piedra. Jamás. Nada de esperanzas. Ni de sueños. Ni de promesas de
un final feliz.



Para colmo, ¡ella iba
a casarse! Eso sí que era difícil de entender. ¿Qué diablos impulsaba a una
joven hermosa e inteligente a casarse por obligación?



Lo que sí podía
comprender era que alguien quisiera casarse con ella. Cualquier hombre que
creyera en el matrimonio querría casarse con una mujer como ____.



Sin embargo, si él
hubiera sido su prometido, estaba seguro de que no habría dejado que ella se
sintiera tan desesperada como para invitar a otro hombre a su cama.



Por otra parte, ella
no parecía muy habituada a hacer el amor.



Joe juraría que ____
había sido virgen. Pero eso no tenía sentido. Ojalá pudiera comprenderlo.



¿Se casaría ____ por
dinero?



Fueran cuales fueran
sus razones, ____ no se casaba por voluntad propia. ¿Por qué iba a hacerlo
entonces?



¡Debía parar de
pensar en eso!, se reprendió a sí mismo. No era su problema.



Joe había hecho lo
que le había pedido. Le había hecho el amor y le había dado algo que recordar.



Y, muy a su pesar, él
también lo recordaba. Todavía podía verla con sus ojos brillantes, sonriente,
dulce y serena, apasionada y sensible.



Eran recuerdos mucho
más agradables que los que tenía de Lissa.



Debería relajarse, se
dijo. Su cuerpo estaba saciado. Pero su mente no dejaba de revivir lo que había
pasado esa noche.



Joe dio vueltas y más
vueltas en la cama. Al fin, dejó de intentar dormir, se levantó y abrió la
ventana que daba al mar.



No pensaba
preocuparse por ninguna mujer nunca más, se prometió a sí mismo. Ni siquiera
por la sonriente y radiante ____ _______ y su matrimonio sin amor.



Eran casi las cinco.


Joe había quedado
para desayunar a las ocho de la mañana con Rollo Mikkelsen, encargado de la
distribución de Estudios Starlight. Necesitaba tener la mente despejada. No necesitaba
seguir pensando en ____ _______.



Entonces, decidió
que, si corría un poco, conseguiría relajarse. Se puso unos pantalones de
chándal y una camiseta y salió del hotel. La mañana era fresca. Las calles
estaban vacías. Pronto, se llenarían de gente y de actividad.



Después de su cita
con Rollo, Joe tendría más reuniones. Había quedado para comer con un productor
con el que le gustaría trabajar. Y, por la tarde, se proyectaría su película.



Después de eso, iría
a ver a Frank. Tenía la tentación de invitarle a ver la película, pero no era
de acción y lo más probable era que no le gustara. Era, más bien, un drama, lo
único que había podido escribir después de la muerte de Lissa.



No era una película
adecuada para un adolescente que tenía toda la vida por delante, reflexionó.
No. Mejor, iría a ver a Frank después de la proyección.



¿Estaría ____ en la
clínica?



Eso no debía
importarle, se dijo. Lo suyo no había sido más que una aventura de una noche.



Había terminado y
debía seguir con su vida.
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por Yhosdaly Vie 23 Dic 2011, 9:41 am

Awuaaaa estuvieron juntos, no quiero q la rayis se case!!! :(

siguelaaaa
megaa amo sta nocee!!! *_*

siguelaaaaaaa :)
aaT: tu mega fiel lectoraa!!
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por jonatic&diectioner Vie 23 Dic 2011, 10:51 am

wowwwwwwwwwwwwww......... el cap me encanto siguelaaaaaaaaaaaa
jonatic&diectioner
jonatic&diectioner


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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por andreita Vie 23 Dic 2011, 1:04 pm

me encanto el cap
yo tampo quiero que ella se case
porfavor
siguela
andreita
andreita


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La huida de una princesa Joey Tu - Página 2 Empty Re: La huida de una princesa Joey Tu

Mensaje por locasxjonas Vie 23 Dic 2011, 2:28 pm

AWWWWWWWWWWWWWW !
ME ENCANTO ! ME ENCANTO !
SIGUELA PORFIS !
locasxjonas
locasxjonas


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