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Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
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Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
- Ficha de nataliadirectioner:
- por [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Hoy a las 10:09 pm
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• Nombres: Katherine Campbell y Wayne Lewis
• Roll: Desordenes alimenticios
• Link directo a capítulo de tu autoría: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ficha Aceptada.
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Bart Simpson
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
por [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Hoy a las 8:41 pm
Cuando empieza la novee?
Una vez que cierre las audiciones y elija a las escritoras. ;)
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Bart Simpson
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
• Nombres: Noah Jesse Bunsen & Deborah Giselle Holey.
• Roll: Envuelto en las drogas.
• Link directo a capítulo de tu autoría: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
oktubre.
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
Hola me llamo Brisa, muchos me dicen Bri n.n bueno, me gusta la idea y te dejo la ficha.
Besos xox
Besos xox
oktubre.
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
• Nombres: Jane Lynett Green {Ellen Page. Mathew Robinson {Alex Pettyfer. .
• Roll: La cléptomana.
• Link directo a capítulo de tu autoría:
• Roll: La cléptomana.
• Link directo a capítulo de tu autoría:
- Spoiler:
- —¡NO! ¡ME NIEGO! —chillé con energía, golpeando con el puño cerrado la mesa haciendo saltar el vaso lleno de lápides donde se leía El mejor padre del mundo.
El director dió un bote, sobresaltado y sorprendido.
—Tranquila, Hayleé —intentó tranquilizarme, moviendo las manos en gesto de que bajara el tono de voz pero eso me hizo enfurecer más—. Intenta respirar profundamente y serenarte.
Suspiré, reconociendo mi familiar tick nervioso en el ojo izquierdo, haciéndome latir el párpado. Contar de uno al diez no serviría, ya lo sabía yo. La furia hervia mi sangre y sentia el color de mis ojos aclararse, cosa que solo pasaba cuando yo realmente estaba cabreada.
—Toma asiento y déjame explicarte, Hayleé —dijo el director.
Obedecí, cayendo sobre la silla y mirando intensamente al director. Este se removió en su asiento, claramente incómodo. Crucé mis brazos sobre el pecho y quedé en silencio. No iba a hablar porque no tuviera nada que decir, si no porque las palabras que se me pasaban por la cabeza no deberían de oirse por el bien de todos.
—¿Y bien? —gruñí, tensando la mandíbula.
Él tomo aire y entrelazo sus dedos, colocando los codos sobre la mesa. Sus ojos, de color marrón me observaban, con miedo. Sentía su terror hacia mi persona.
—Ahora mismo, los chicos no tienen lugar donde reunirse para hacer las estrategias de fútbol...
—¿Y qué? —enarqué una ceja—. Hay decenas, ¡cientas de aulas disponibles! —me levanté bruscamente, tirando la silla a mi espalda y apoyando las manos en la mesa—. ¿Por qué diablos tienen que utilizar MI aula para hablar de estrategias de monos? —apreté los dientes.
El director tembló bajo mis palabras.
—Por ahora todas las aulas estan u ocupadas por otros clubs o reformándose y no es sano que nuestros jugadores estrella enfermen por estar rodeados por el olor a pintura...
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¿Acaso me interesa?
—Es por la imagen del instituto, Hayleé.
—¿Y por qué no ocupan otra aula? ¿Por qué no le molestan a otra?
Mi pecho subía y bajaba con rápidez. Mi respiración estaba agitada y mi corazón bombardeando con intensidad.
—Debes de comprender que... Tu club es el que menos miembros tienen y siempre pueden reunirse en otra aula...
—¿¡EN OTRA AULA!? —vale, me dejé la voz en ese grito—. NO PUEDE SER OTRO AULA.
—Serenate, por favor. Entiende que simplemente, vosotros no estais en las estatales y poca gente os tiene tomado en cuenta. Creo que la mayoría de las personas que permanecen en el instituto desconoce de vuestra existencia y... —se detuvo. Creo que pudo entender lo que sus palabras me hacian sentir.
—Claro y por eso mejor que nos den a nosotras por el culo, porque no somos "importantes" para este instituto lleno de machistas y sumisas. Como no —solté una risa amarga, moviéndome de un lado para otro, inquieta—. Pero que yo recuerde, director Smithers, el gimnasio o los vestuarios son un explendido lugar para formar jugadas.
El director suspiró y murmuró:
—¿Pero has olido como huele el vestuario de fútbol?
Me detuve, con los puños apretados. Las ganas de gritar se habían esfumado y ahora había pasado a mi lado pasivo. Al límite de mis rabietas. El brillo engañoso del hielo antes de desquebrajarse bajo tu peso.
—¿Ha oído hablar de algo llamado ducharse o desodorante —cuestioné tranquila—. Es algo higienico, ya sabe. Debería de darle una charla a sus pequeñas estrellas del zoologico al respecto. Quizá así su vestuarios no olerían a leoneras y podrían hablar allí de sus cosas, en vez de molestar a otros clubs —sonreí, sintiendome completamente orgullosa de mi ironía.
El director abrió la boca, dispuesto a protestar cuando le corté, dispuesta a soltar otra caja bomba de las mias. Me llevé una mano a la barbilla, de forma pensativa y dije:
—Además, ahora que lo recuerdo, el equipo FEMENINO de soccer, hace sus jugadas en los vestuarios o en la casa de alguna de las jugadoras. ¿Por qué ellos no pueden hacerlo?
Su boca rápidamente se cerró.
Oh, pobre señor Smithers, le había dejado sin argumentos donde sostenerse. pensé con sorna.
—No es lo mismo. Ellos...
—Si claro, son muy importantes. Iconos famosisimos, por favor. Coger un coche para hablar de golpearse y llevar una pelotita para marcar puntos es un gran riesgo. Mejor arruinen un club —agarré mi mochila, dispuesta a marcharme antes de destrozar algo o cometer un asesinato—. Esto no quedará así. Ya se lo digo yo. Vaya pensando en otra solución o habrá consecuencias.
Me marché de allí, con la cabeza bien alta y dando un portazo que retumbo por todas partes. La secretaria del director pronto desvió la mirada al darse cuenta de que la había pillado espiando nuestra "agradable" conversación. Ella dirigió la atención a la pantalla del ordenador y preguntó, apenas audiblemente:
—¿Ya acabo con el director, señorita Scott?
—Sí, me voy a clase. Buenas tardes, Cornelia.
Caminé por los pasillos, orgullosa de mi misma por como había manejado la situación. Me reventaba bastante el hecho de que siempre anteponían a los clubs masculinos antes de nosotras solamente por el hecho de que el mundo daba más importancia a las victorias de los hombres. Llevaba desde siempre en este instituto y no podía recordar algún día en el que los hombres no brillaran más que nosotras. Era desagradable y más para mi, que era una feminista en toda regla. De todas formas, tenía en mi mano al director, por el hecho de que le daba miedo. Mi aspecto, algo así como medio gótico, medio heavy asustaba a veces. Me hacía verme como una chica peligrosa y extraña y eso mantenía alejado a todos los estúpidos con dos neuronas —hablamos de especimes con suerte— que querían meterse en mis pantalones.
De todas formas, me molestaba. Vale, había que admitirlo: mi club no era el más númeroso, o el mejor del mundo pero me había costado lo suyo conseguir ser aceptadas. Tuve que luchar meses enteros por un aula, por un nombre y por ganarnos un mínimo presupuesto para nuestro material y excursiones. Sudor y sangre. Y no, claro que no estaba dispuesta a que ahora mi esfuerzo fuera tirado a la basura porque a nuestros animales personales les apeteciera. Que su aula estuviera en reformas, no era de mi incumbecia y tampoco debería de salpicarme a mi todo eso.
Toqué la puerta de mi clase de Arte, rezando a mi Diosa para que pudiera entrar y no perderme mi asignatura favorita. Pronto escuché algo así como un Adelante y abrí la puerta, encontrándome con mi profesora con una ceja arqueada, mirandome interrogante. Yo conocía esa mirada. Era una que decia [i[¿en qué clase de problemas de has metido esta vez, justiciera Hayleé?[/i]
Pronto me topé con las curiosas vistas de mis compañeros de clase, apartando la atención de sus blogs de dibujo y poniendo la oreja, esperando coger alguna jugosa información que espandir por el instituto, como si ellos fueran el viento de primavera y la razón por la que el director me había retenido en su despacho durante dos clases fuera el polen. Les lancé una rápida mirada envenenada, poniendo cara de qué miras. Algunos volvieron a sus quehaceres incomodados pero los más curiosos permanecieron en sus posiciones.
Me acerque a la profesora, con una sonrisa de disculpa.
—¿Qué ha pasado esta vez, Hunter? —me dijo, con tono materno.
Me encogí de hombros, indiferente.
—Ya sabes. El director queria hablar sobre mi club y algunas cosas más. Lo siento —murmuré, en tono confidencial—. ¿Aún puedo unirme a tu clase o debería de esperar a que acabara?
La señora Brooks sonrió.
—Puedes unirte, Hunter. Toma asiento.
Asentí y obedecí. Me senté al final de la clase, sola y me puse mis abriculares, con la intención de escuchar mucho Evanescence, We are the Fallen y Nocturna. Su música me concentraba demasiado. Eran sus voces y las guitarras lo que me adentraban en mi pequeño mundo. La señora Brooks nunca me decía nada respecto a marginarme con música al fondo de la clase. Era como su alumna preferida. Tenía grandes esperanzas depositadas en mi.
Saqué mi blog de dibujo y un lápiz y me decanté por seguir esta vez el modelo que se situaba plasmado en la pizarra, en forma de foto. Entrecerré los ojos y me dejé llevar por Bury me alive. Simplemente, desconecté del mundo real. Me encantaba el hecho que después de esto, las clases acababan y tenía reunión con mi club de ocultismo.{...}
—¿Qué ocurrió? —preguntó Wesly al instante cuando pasé por el umbral de la puerta, entrando en el aula.
Arrugué el ceño, no muy segura de lo a qué se refería.
—Nos han contado que tuviste una "agradable" charla con el director —anunció Amy, espectrante.
Sonreí.
—Ah, eso —solté una risita estúpida y dejé la bandolera en un lado, encendiendo un par de velas—. Nada interesante —volteé, mirando a las siete chicas que me miraban interesadas, con sus ojos embargados de curiosidad.
Tome asiento, sentándome en uno de los cojines del suelo.
—Venga, no vayas con estas. Algo pasó —insistió Salem, con sus brazos cruzados frente a su pecho.
—Eso —le dió la razón Jem.
—Cuentan que torturaste al director. Se escuchaban muchos gritos desde su despacho —comentó Hanna.
Yo me reí, divertida. A veces, los chismes que recorrían el instituto eran realmente estúpidos. De un nivel tan absurdo que eran cómicos.
—Ojala —confesé.
—¿Entonces? —preguntó Amy.
Me encogí de hombros, indispuesta a hablar. Sabía que si sacaba el tema, volvería a cabrearme y ellas también lo harían y posiblemente acabariamos pinchándole las ruedas del coche al director, o haciendo la tópica jugarreta de tirar huevos a su casa. La idea en si era agradable pero no quería acabar en comisaria.
—Tonterias —respondí.
Todas callaron.
—Eres la jefa de todo esto. Ya sabes, la fundadora. Nosotras te somos sinceras y si tiene que ver algo con el club, también va con nosotras —soltó Roxana.
La miré sorprendida por sus palabras. Roxana no era de esas que hablaban en abundancia por eso me caía bien. Sabia apreciar los silencios y mantenerlos, sin tener que llenarlos de muletillas estúpidas.
Suspiré derrotada y dije, tapándome la cara:
—Probablemente tendremos que pensar en cambiar de sitio por un tiempo —froté mis ojos, con cansacio—. Los chimpances de fútbol necesitan un lugar donde reunirse y hacer el animal y el maravilloso director, tan noble y considerado como siempre ha decidido darle nuestra aula por el simple hecho de que somos el club menos númeroso.
Pronto estallaron las réplicas y las quejas.
—¿Y no pueden usar sus maravillosos vestuarios o el gimnasio? —graznó Salem, furiosa.
—Eso mismo sugerí yo pero al parecer, nuestras estrellas desconocen lo que es la higiene personal.
—¿Y por qué no se reunen en otra aula?
—Porque o estan ocupadas las clases o en obras y mejor que nos muramos nosotras por intoxificación que un par de inútiles que no saben sumar dos más dos sin calculadora.
—¿Y por qué no van fuera, al aire libre? —sugirió Jem.
La miré horrorizada, y me llevé una mano al pecho, dramaticalmente:
—¿Y exponer a nuestras estrellas a enfrentarse a una brisilla fresca? ¿Y si pillan una pulmonía? ¡Ay, no! —chillé, imitando una voz de niña pija, de esas que admiraban a los chicos—. No quiero que mis amados Ethan, Kurt o Luca se costipen y no puedan hacerme cosas cochinas en el armario del conserje —pasé una mano por mi cuerpo, haciéndo el idiota y consiguiendo que el ambiente tenso se esfumará.
Se escucharon un par de carcajadas.
—Bueno, ¿y piensas ganar esta batalla? —cuestionó Eath.
—Claramente —conteste de inmediato—. No voy a parar hasta conseguir que esos insectos vayan a otra parte a reunirse además, ¿qué harian con nuestro material y decorado? Seguramente lo destrozarían.
Gran mayoría de las chicas pusieron caras de horror. Tampoco entendí por qué nuestra aula. Era pequeña, con el tamaño justo para nosotras y ambientada a nuestro estilo. Una cortina con bolitas en la entrada, colgando frente a la puerta; millones de dibujos místicos en las paredes hechos por nosotras, junto a uno que otro poster de algún grupo de música o con una frase fisologica de la vida; atrapasueños colgando en cada ventana, con sus plumas bailando al son del viento; estanterias llenas de libros sobre magia, curación, mitología y demás; velas perfumadas en todas partes y un casete para poner música, para la hora de meditar... Era un aula apartada, técnicamente marginada del sonido y con vistas al patio trasero, donde yacían los árboles y a lo lejos un jardín botánico pequeño.
Amaba ese sitio. Por la mañana el sol entraba cálido, sin pasarse en exceso y por la tarde, al anochecer había unas vistas preciosas de la puesta de sol además de que ese sitio parecía mágico. Dudaba bastante que un número de subnormales supieran apreciar semejante joya.
Antes de poder inicar la hora, un fuerte jaleo procedente del pasillo llamó nuestra atención. Eran pasos y gritos. Chillidos masculinos. Mi mandíbula se tensó y caminé hacia la puerta pero antes de que pudiera tocar el pomo ésta se abrió con brusquedad tirándome al suelo y apagando las llamas de las velas de un soplido.
—¡Joder! Que oscuro esta esto —comentó una voz masculina.
Sentí la ira crecer en mi, al ver a un grupo de animales sin neuronas en el umbral de la puerta, contemplándonos sorprendidos.
—¿Quién llamo para que tuvieramos compañía esta tarde? —preguntó uno al aire, juguetonamente.
La madre que me pario pensé, completamente cabreada.
Black Widow.
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
- Ficha de Oktubre.:
- por [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Hoy a las 8:33 am
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• Nombres: Noah Jesse Bunsen & Deborah Giselle Holey.
• Roll: Envuelto en las drogas.
• Link directo a capítulo de tu autoría: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ficha Aceptada.
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Bart Simpson
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
- Ficha de sweet sacrifice.:
- por [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Hoy a las 12:48 pm
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] [/center]• Nombres: Jane Lynett Green {Ellen Page. Mathew Robinson {Alex Pettyfer. .
• Roll: La cléptomana.
• Link directo a capítulo de tu autoría:
Spoiler:—¡NO! ¡ME NIEGO! —chillé con energía, golpeando con el puño cerrado la mesa haciendo saltar el vaso lleno de lápides donde se leía El mejor padre del mundo.[size]
El director dió un bote, sobresaltado y sorprendido.
—Tranquila, Hayleé —intentó tranquilizarme, moviendo las manos en gesto de que bajara el tono de voz pero eso me hizo enfurecer más—. Intenta respirar profundamente y serenarte.
Suspiré, reconociendo mi familiar tick nervioso en el ojo izquierdo, haciéndome latir el párpado. Contar de uno al diez no serviría, ya lo sabía yo. La furia hervia mi sangre y sentia el color de mis ojos aclararse, cosa que solo pasaba cuando yo realmente estaba cabreada.
—Toma asiento y déjame explicarte, Hayleé —dijo el director.
Obedecí, cayendo sobre la silla y mirando intensamente al director. Este se removió en su asiento, claramente incómodo. Crucé mis brazos sobre el pecho y quedé en silencio. No iba a hablar porque no tuviera nada que decir, si no porque las palabras que se me pasaban por la cabeza no deberían de oirse por el bien de todos.
—¿Y bien? —gruñí, tensando la mandíbula.
Él tomo aire y entrelazo sus dedos, colocando los codos sobre la mesa. Sus ojos, de color marrón me observaban, con miedo. Sentía su terror hacia mi persona.
—Ahora mismo, los chicos no tienen lugar donde reunirse para hacer las estrategias de fútbol...
—¿Y qué? —enarqué una ceja—. Hay decenas, ¡cientas de aulas disponibles! —me levanté bruscamente, tirando la silla a mi espalda y apoyando las manos en la mesa—. ¿Por qué diablos tienen que utilizar MI aula para hablar de estrategias de monos? —apreté los dientes.
El director tembló bajo mis palabras.
—Por ahora todas las aulas estan u ocupadas por otros clubs o reformándose y no es sano que nuestros jugadores estrella enfermen por estar rodeados por el olor a pintura...
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¿Acaso me interesa?
—Es por la imagen del instituto, Hayleé.
—¿Y por qué no ocupan otra aula? ¿Por qué no le molestan a otra?
Mi pecho subía y bajaba con rápidez. Mi respiración estaba agitada y mi corazón bombardeando con intensidad.
—Debes de comprender que... Tu club es el que menos miembros tienen y siempre pueden reunirse en otra aula...
—¿¡EN OTRA AULA!? —vale, me dejé la voz en ese grito—. NO PUEDE SER OTRO AULA.
—Serenate, por favor. Entiende que simplemente, vosotros no estais en las estatales y poca gente os tiene tomado en cuenta. Creo que la mayoría de las personas que permanecen en el instituto desconoce de vuestra existencia y... —se detuvo. Creo que pudo entender lo que sus palabras me hacian sentir.
—Claro y por eso mejor que nos den a nosotras por el culo, porque no somos "importantes" para este instituto lleno de machistas y sumisas. Como no —solté una risa amarga, moviéndome de un lado para otro, inquieta—. Pero que yo recuerde, director Smithers, el gimnasio o los vestuarios son un explendido lugar para formar jugadas.
El director suspiró y murmuró:
—¿Pero has olido como huele el vestuario de fútbol?
Me detuve, con los puños apretados. Las ganas de gritar se habían esfumado y ahora había pasado a mi lado pasivo. Al límite de mis rabietas. El brillo engañoso del hielo antes de desquebrajarse bajo tu peso.
—¿Ha oído hablar de algo llamado ducharse o desodorante —cuestioné tranquila—. Es algo higienico, ya sabe. Debería de darle una charla a sus pequeñas estrellas del zoologico al respecto. Quizá así su vestuarios no olerían a leoneras y podrían hablar allí de sus cosas, en vez de molestar a otros clubs —sonreí, sintiendome completamente orgullosa de mi ironía.
El director abrió la boca, dispuesto a protestar cuando le corté, dispuesta a soltar otra caja bomba de las mias. Me llevé una mano a la barbilla, de forma pensativa y dije:
—Además, ahora que lo recuerdo, el equipo FEMENINO de soccer, hace sus jugadas en los vestuarios o en la casa de alguna de las jugadoras. ¿Por qué ellos no pueden hacerlo?
Su boca rápidamente se cerró.
Oh, pobre señor Smithers, le había dejado sin argumentos donde sostenerse. pensé con sorna.
—No es lo mismo. Ellos...
—Si claro, son muy importantes. Iconos famosisimos, por favor. Coger un coche para hablar de golpearse y llevar una pelotita para marcar puntos es un gran riesgo. Mejor arruinen un club —agarré mi mochila, dispuesta a marcharme antes de destrozar algo o cometer un asesinato—. Esto no quedará así. Ya se lo digo yo. Vaya pensando en otra solución o habrá consecuencias.
Me marché de allí, con la cabeza bien alta y dando un portazo que retumbo por todas partes. La secretaria del director pronto desvió la mirada al darse cuenta de que la había pillado espiando nuestra "agradable" conversación. Ella dirigió la atención a la pantalla del ordenador y preguntó, apenas audiblemente:
—¿Ya acabo con el director, señorita Scott?
—Sí, me voy a clase. Buenas tardes, Cornelia.
Caminé por los pasillos, orgullosa de mi misma por como había manejado la situación. Me reventaba bastante el hecho de que siempre anteponían a los clubs masculinos antes de nosotras solamente por el hecho de que el mundo daba más importancia a las victorias de los hombres. Llevaba desde siempre en este instituto y no podía recordar algún día en el que los hombres no brillaran más que nosotras. Era desagradable y más para mi, que era una feminista en toda regla. De todas formas, tenía en mi mano al director, por el hecho de que le daba miedo. Mi aspecto, algo así como medio gótico, medio heavy asustaba a veces. Me hacía verme como una chica peligrosa y extraña y eso mantenía alejado a todos los estúpidos con dos neuronas —hablamos de especimes con suerte— que querían meterse en mis pantalones.
De todas formas, me molestaba. Vale, había que admitirlo: mi club no era el más númeroso, o el mejor del mundo pero me había costado lo suyo conseguir ser aceptadas. Tuve que luchar meses enteros por un aula, por un nombre y por ganarnos un mínimo presupuesto para nuestro material y excursiones. Sudor y sangre. Y no, claro que no estaba dispuesta a que ahora mi esfuerzo fuera tirado a la basura porque a nuestros animales personales les apeteciera. Que su aula estuviera en reformas, no era de mi incumbecia y tampoco debería de salpicarme a mi todo eso.
Toqué la puerta de mi clase de Arte, rezando a mi Diosa para que pudiera entrar y no perderme mi asignatura favorita. Pronto escuché algo así como un Adelante y abrí la puerta, encontrándome con mi profesora con una ceja arqueada, mirandome interrogante. Yo conocía esa mirada. Era una que decia [i[¿en qué clase de problemas de has metido esta vez, justiciera Hayleé?[/i]
Pronto me topé con las curiosas vistas de mis compañeros de clase, apartando la atención de sus blogs de dibujo y poniendo la oreja, esperando coger alguna jugosa información que espandir por el instituto, como si ellos fueran el viento de primavera y la razón por la que el director me había retenido en su despacho durante dos clases fuera el polen. Les lancé una rápida mirada envenenada, poniendo cara de qué miras. Algunos volvieron a sus quehaceres incomodados pero los más curiosos permanecieron en sus posiciones.
Me acerque a la profesora, con una sonrisa de disculpa.
—¿Qué ha pasado esta vez, Hunter? —me dijo, con tono materno.
Me encogí de hombros, indiferente.
—Ya sabes. El director queria hablar sobre mi club y algunas cosas más. Lo siento —murmuré, en tono confidencial—. ¿Aún puedo unirme a tu clase o debería de esperar a que acabara?
La señora Brooks sonrió.
—Puedes unirte, Hunter. Toma asiento.
Asentí y obedecí. Me senté al final de la clase, sola y me puse mis abriculares, con la intención de escuchar mucho Evanescence, We are the Fallen y Nocturna. Su música me concentraba demasiado. Eran sus voces y las guitarras lo que me adentraban en mi pequeño mundo. La señora Brooks nunca me decía nada respecto a marginarme con música al fondo de la clase. Era como su alumna preferida. Tenía grandes esperanzas depositadas en mi.
Saqué mi blog de dibujo y un lápiz y me decanté por seguir esta vez el modelo que se situaba plasmado en la pizarra, en forma de foto. Entrecerré los ojos y me dejé llevar por Bury me alive. Simplemente, desconecté del mundo real. Me encantaba el hecho que después de esto, las clases acababan y tenía reunión con mi club de ocultismo.
[center]{...}
—¿Qué ocurrió? —preguntó Wesly al instante cuando pasé por el umbral de la puerta, entrando en el aula.
Arrugué el ceño, no muy segura de lo a qué se refería.
—Nos han contado que tuviste una "agradable" charla con el director —anunció Amy, espectrante.
Sonreí.
—Ah, eso —solté una risita estúpida y dejé la bandolera en un lado, encendiendo un par de velas—. Nada interesante —volteé, mirando a las siete chicas que me miraban interesadas, con sus ojos embargados de curiosidad.
Tome asiento, sentándome en uno de los cojines del suelo.
—Venga, no vayas con estas. Algo pasó —insistió Salem, con sus brazos cruzados frente a su pecho.
—Eso —le dió la razón Jem.
—Cuentan que torturaste al director. Se escuchaban muchos gritos desde su despacho —comentó Hanna.
Yo me reí, divertida. A veces, los chismes que recorrían el instituto eran realmente estúpidos. De un nivel tan absurdo que eran cómicos.
—Ojala —confesé.
—¿Entonces? —preguntó Amy.
Me encogí de hombros, indispuesta a hablar. Sabía que si sacaba el tema, volvería a cabrearme y ellas también lo harían y posiblemente acabariamos pinchándole las ruedas del coche al director, o haciendo la tópica jugarreta de tirar huevos a su casa. La idea en si era agradable pero no quería acabar en comisaria.
—Tonterias —respondí.
Todas callaron.
—Eres la jefa de todo esto. Ya sabes, la fundadora. Nosotras te somos sinceras y si tiene que ver algo con el club, también va con nosotras —soltó Roxana.
La miré sorprendida por sus palabras. Roxana no era de esas que hablaban en abundancia por eso me caía bien. Sabia apreciar los silencios y mantenerlos, sin tener que llenarlos de muletillas estúpidas.
Suspiré derrotada y dije, tapándome la cara:
—Probablemente tendremos que pensar en cambiar de sitio por un tiempo —froté mis ojos, con cansacio—. Los chimpances de fútbol necesitan un lugar donde reunirse y hacer el animal y el maravilloso director, tan noble y considerado como siempre ha decidido darle nuestra aula por el simple hecho de que somos el club menos númeroso.
Pronto estallaron las réplicas y las quejas.
—¿Y no pueden usar sus maravillosos vestuarios o el gimnasio? —graznó Salem, furiosa.
—Eso mismo sugerí yo pero al parecer, nuestras estrellas desconocen lo que es la higiene personal.
—¿Y por qué no se reunen en otra aula?
—Porque o estan ocupadas las clases o en obras y mejor que nos muramos nosotras por intoxificación que un par de inútiles que no saben sumar dos más dos sin calculadora.
—¿Y por qué no van fuera, al aire libre? —sugirió Jem.
La miré horrorizada, y me llevé una mano al pecho, dramaticalmente:
—¿Y exponer a nuestras estrellas a enfrentarse a una brisilla fresca? ¿Y si pillan una pulmonía? ¡Ay, no! —chillé, imitando una voz de niña pija, de esas que admiraban a los chicos—. No quiero que mis amados Ethan, Kurt o Luca se costipen y no puedan hacerme cosas cochinas en el armario del conserje —pasé una mano por mi cuerpo, haciéndo el idiota y consiguiendo que el ambiente tenso se esfumará.
Se escucharon un par de carcajadas.
—Bueno, ¿y piensas ganar esta batalla? —cuestionó Eath.
—Claramente —conteste de inmediato—. No voy a parar hasta conseguir que esos insectos vayan a otra parte a reunirse además, ¿qué harian con nuestro material y decorado? Seguramente lo destrozarían.
Gran mayoría de las chicas pusieron caras de horror. Tampoco entendí por qué nuestra aula. Era pequeña, con el tamaño justo para nosotras y ambientada a nuestro estilo. Una cortina con bolitas en la entrada, colgando frente a la puerta; millones de dibujos místicos en las paredes hechos por nosotras, junto a uno que otro poster de algún grupo de música o con una frase fisologica de la vida; atrapasueños colgando en cada ventana, con sus plumas bailando al son del viento; estanterias llenas de libros sobre magia, curación, mitología y demás; velas perfumadas en todas partes y un casete para poner música, para la hora de meditar... Era un aula apartada, técnicamente marginada del sonido y con vistas al patio trasero, donde yacían los árboles y a lo lejos un jardín botánico pequeño.
Amaba ese sitio. Por la mañana el sol entraba cálido, sin pasarse en exceso y por la tarde, al anochecer había unas vistas preciosas de la puesta de sol además de que ese sitio parecía mágico. Dudaba bastante que un número de subnormales supieran apreciar semejante joya.
Antes de poder inicar la hora, un fuerte jaleo procedente del pasillo llamó nuestra atención. Eran pasos y gritos. Chillidos masculinos. Mi mandíbula se tensó y caminé hacia la puerta pero antes de que pudiera tocar el pomo ésta se abrió con brusquedad tirándome al suelo y apagando las llamas de las velas de un soplido.
—¡Joder! Que oscuro esta esto —comentó una voz masculina.
Sentí la ira crecer en mi, al ver a un grupo de animales sin neuronas en el umbral de la puerta, contemplándonos sorprendidos.
—¿Quién llamo para que tuvieramos compañía esta tarde? —preguntó uno al aire, juguetonamente.
La madre que me pario pensé, completamente cabreada.[/size]
Ficha Aceptada.
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Bart Simpson
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
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• Nombres: Jayden Wayne {Lily Collins ; Ryder Holwoth {Alex Pettyfer.
• Roll: Desordenes Alimenticios.
• Link directo a capítulo de tu autoría: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Spoiler:
- Jayden había aprendido hacia tiempo que cuando se encerraba en el baño, lo primero que debía hacer era abrir la canilla para dejar correr el agua y así simular que se estaba bañando cuando la realidad era otra. También sabia que no debía escaparse minutos después de haberse tragado una hamburguesa con papas fritas y gaseosa, y que su madre la tenia vigilada las veinticuatro horas del día, pisándole los talones cuando estaba en su casa y obligando a su amigas a controlarla cuando estaba en el colegio, todo por un estúpido descuido, hacia ya un año, de su parte cuando olvido por completo quien era y que hacia en la mitad del pasillo de su escuela cayendo por inercia al suelo antes de ser derivada al hospital y por supuesto, a un psicólogo.
Pero sobre todas las cosas, sabia que no había podido prenderse su pantalón favorito, que una pequeña estría comenzaba a formarse en su cadera, y que su novio la había notado mas gorda esa semana.
Volvió a meter dos dedos en su boca y rogó al cielo para que funcionara esta vez. Debía sacarse de encima esas mil quinientas calorías consumidas por obligación. Ya no le importaba su madre, que amenazaba con tirar la puerta abajo si no salia, ni lo que el psicólogo opinara después de eso. Había pasado demasiado tiempo ocultando el hecho de que no se había mejorado, ya que al menos una vez por semana me escabullía y retomaba ese viejo habito, y le dolía... casi como cuando era pequeña y se raspaba las rodillas.
—Jayden, es la última vez que lo repito. Quiero que salgas de ahí en este preciso momento o...
—¿O que?—gritó dejándose caer sobre sus pies. Se sentía débil y su cabeza no paraba de dar vueltas. Quizás había olvidado una parte importante: las pastillas. Eso aceleraba el proceso de una manera extraordinaria y era justamente por eso que Jayden las consideraba sus aliadas, menos en este momento. Las pastillas se encontraban en su habitación, debajo de una tabla floja que cubría el piso y no se atrevía a salir. No con su madre dispuestas a saltarle encima, tomarla de los pelos y arrastrarla hasta el hospital mas cercano. —¿Que no ves como estoy? ¿No ves que me odio?
Su madre ahogo un grito al otro lado de la puerta. No era la respuesta mas acertada en ese momento puesto que Jay era consciente de todo lo que su progenitora estaba luchando para sacarla a flote sin mencionar lo triste de debía ser ver a tu propia hija en esa situación.
Ahí entraba en juego el ser egoísta y pensar en uno mismo, en sus sentimientos y en nada mas, o hacer como si nada hubiese pasado y sonreír. Jay no estaba a favor de ninguna de las dos opciones. Ella simplemente vivía para los demás, hasta que explotaba y era ahí cuando ya no podía controlarse y huía de todo y todos. Ahora, por ejemplo, había salido corriendo luego de que su madre menciono todo lo que había comido.
Se metió los dedos una vez mas mientras las lagrimas caían por sus mejillas y esta vez su organismo reacciono.
Dejo salir el odio a si misma, el hecho de que Derek hubiese mencionado la pequeña pancita que se le había formado, su viaje al centro comercial en busca de ropa dos tallas mas grandes que las que usaba generalmente, y el botón que no había podido prenderse hacia un par de horas atrás.
—¡Jayden! —ahora era su padre quien estaba golpeando la puerta con desesperación, la misma que tenia ella en ese momento.—Córrete, Lilian, abriré la puerta cueste lo que cueste...—pudo escuchar lo que su padre decía.
—¿Que piensas hacer?
—Llama a la ambulancia mujer, no te quedes para ahí.
Los tacos de su madre retumbaron en el pasillo y luego se perdieron en las escaleras.
—Jayden, dime que estas bien—susurro su padre. Parecía un deja vu, solo que esta vez estaba en la comodidad de su casa.
—Déjame, papá. Déjame.
Otra vez el sabor amargo lleno su boca invitándola a despedir un poco mas. Ya no sabia si era su almuerzo o parte del desayuno. No importaba. Debía salir.
—No esta bien, Jay. Lo que haces es terrible...
—¿Y que hay de lo que siento?—Silencio. Su padre no supo que contestarlo o mejor aun, no quiso decir nada. La situación ya era demasiado patética para todos. —Solo déjame...
Limpio sus lagrimas con el dorso de su campera, dos tallas mas grandes, y luego se puso de pie con ayuda del lavamanos. Sus piernas temblaban como una hoja al mismo tiempo que un escalofrió corría por su columna. Tuvo que apoyarse contra la pared para evitar caerse.
—Solo déjame—repitió.
A penas podía distinguir su rostro en el espejo que colgaba frente al lavamanos, su principal enemigo, y la verdad es que no le gustaba nada. ¿Cuando se había vuelto ese monstruo? Las ojeras debajo de sus ojos parecían hacerse mas grande cada día que pasaba, su labios resecos, sus pómulos hundidos, y su piel blanquecina sin brillo alguno.
"Monstruo"
Jay llevo sus manos a sus oídos y presionó como si eso pudiera callar el ser interior que le repetía a diario lo fea que se veía.
"Monstruo"
—Basta—gritó.
"Monstruo"
Sus manos se movieron solas hacia el espejo, tomándolo para luego dejarlo caer al suelo provocando que se rompiera en millones de pedacitos que reflejaban un millón de veces su cara.
"Monstruo"
La puerta del baño se abrió de golpe. Sus padres la miraban con preocupación y miedo a la vez.
—Jay—la voz de su madre logro devolverla al mundo en el que vivía. Sus manos sangraban un poco y un hombre desconocido había interrumpido en la habitación con una jeringa en una mano un pedacito de algodón en la otra.
Tembló de miedo, y también por una parte de ella había estado resistiéndose durante todo ese tiempo a terminar de esa manera.
—Mamá—Y entonces no puedo decir o hacer mas nada. Las sombras la habían consumido de nuevo.
Se que es corto, pero si necesitas algo mas, no tengo problema en dejarlo.
Última edición por O'neill el Jue 16 Oct 2014, 8:25 pm, editado 2 veces
wang.
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
Aceptaré tu ficha en cuanto coloques el link a tu escrito.
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Bart Simpson
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
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• Nombres: Julie Michales & Aroon Smith.
• Roll: Adicta a las Compras.
• Link directo a capítulo de tu autoría: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
¡me encanta la idea! es interesante, y pues me vengo a audicionar, aquí queda mi ficha, espero los resultados.
Invitado
Invitado
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
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• Nombres: Connie Sullivan y Scott Thomson
• Roll:Envuelto en las drogas
• Link directo a capítulo de tu autoría:[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Insane.
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
- Ficha de Sofie.:
- por [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] el Miér Oct 08, 2014 12:19 pm
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• Nombres: Julie Michales & Aroon Smith.
• Roll: Adicta a las Compras.
• Link directo a capítulo de tu autoría: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]¡me encanta la idea! es interesante, y pues me vengo a audicionar, aquí queda mi ficha, espero los resultados.
Ficha Aceptada.
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Bart Simpson
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
- Ficha de »Lovestruck.:
- por [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Ayer a las 10:14 pm
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• Nombres: Connie Sullivan y Scott Thomson
• Roll:Envuelto en las drogas
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Ficha Aceptada.
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Bart Simpson
Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
Cora, cariño
Amé la idea. En serio, es hermosa, al igual que vos.
Ya te dejo mi ficha, sólo dejame pensar que pongo, aunque ya sepás como escribo, pero bue. Jaja. Ily.
pd. soy ally.
Amé la idea. En serio, es hermosa, al igual que vos.
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I'm just not sure whether my heart is working. And yours is beating double time. Cole & Ro. New Rules
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Kida
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Re: Camp Ukiki |NC| Audiciones Cerradas |
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• Nombres: Mackenzie Hills & Stanley Fink
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Kida
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