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Double Rainbow
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Double Rainbow
Estoy escribiendo, steph T[^T es que y mucho que quiero abarcar asdg!slfms!f
Invitado
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Re: Double Rainbow
- Gomenasai!:
En serio que sí:c literalmente estoy desde el colegio subiendo capíutlo xd ventajas de usar google docs, pls.
Obviamente no es todo el capítulo, falta la otra parte que subiré a más tardar en la noche, aunque intentaré que sea en la tarde.
Me di cuenta de que he escrito mucho y xd adivinen xd al menos la mitad lo escribí en mi CELULAR ah
soy una dura(????)
de nuevo lo siento T-T
ps; AVAAAA
Cuando el tercer par de vaqueros no le cerró en la cadera, Ava supo que tenía que bajarle a los carbohidratos. Deslizó los vaqueros hasta el suelo y hurgó en su armario hasta encontrar una falda que no era del todo horrenda y con un elástico que acomodó perfecto en su cadera. No se veía tan mal, de hecho el conjunto iba bien y lucía femenina. Bueno, claro que el conjunto se veía bien, lo había comprado Zarina. Suspiró ante su reflejo en el espejo, ¿hace cuánto ya?, dos meses. Se sentía una eternidad. Tocó su cuello, donde hace un par de semanas aún habían cardenales, se estremeció.
— ¡Ava! ¡Llegaremos tarde! —Ava tomó su maleta y salió de su habitación.
—Lo siento, Lenny. —dijo y besó su mejilla.
—Wow, Ava, no sé si lo notaste pero estás usando una falda.
—Cállate. —Lenny le sacó la lengua. Ava revisó que la llave del gas estuviera cerrada mientras Lenny se subía el maletín a los hombros, todo estaba bajo orden y era la hora de ir a la universidad. Bajaron los cuatro pisos sin hablar mucho y, cuando salieron, Ava divisó a Zeth caminando a la parada del autobús. Se detuvo en seco.
— ¿Ahora te pones virginal? —le dirigió una mirada ofendida.
—Hm. ¿Caminamos a la Universidad?
— ¡Vamos! ¿Cuántos años tienes? —Ava suspiró.
—Bien, pago un taxi. —Lenny enarcó una ceja. Ava se encogió de hombros y evitó el contacto visual con su gemelo.
—Vale, vamos en taxi. —Ava suspiró tranquila. El moreno detuvo un taxi y le abrió la puerta a su hermana, Ava entró y trató de controlarse. Lenny se hizo en el lado del copiloto y le indicó al taxista a dónde iban. Ava comenzó a ordenar su horario mentalmente. Después de clases iría directamente a la casa de Jo y Zarina, allá cocinaría. Después, tenía que cumplir dos horas en el restaurante. «Bien —pensó—, todo bien.»
Había despertado con los sentidos activos y eso, a lo largo de los años, lo había aprendido a interpretar como un tipo de presagio que sólo podía significar una cosa: sería un día feo. Primero, el agua caliente simplemente no saldría. Segundo, su ropa ya no le había quedado, lo que sólo podía significar una cosa en el lenguaje femenino: había engordado. Y aunque eso era todo lo que estaba pasando "por el momento", quiso evitarse alguna vergüenza con Zeth. Motivo por el cual había insistido en no cruzarlo en la parada del autobús. Ojalá Lenny pudiera entender ese tipo de cosas, pero le faltaba el sexto sentido femenino (no por sonar feminista) que le falta a casi todos los hombres. Se reclinó en el asiento y miró por la ventana. Pasaron por dónde estaba Zeth.
—Deténgase un momento —dijo Lenny al conductor, éste obedeció y Lenny se asomó por la ventana—. ¡Zeth, sube!
¿Qué?, ¡¿Qué?!, simplemente ¡¿QUÉ?! Ava giró y vio a Zeth acercarse al taxi por el vidrio trasero. Maldijo en voz baja y se agazapó en un lado del auto. Si lo pensaba, tenía sentido. Lenny nunca se hacía adelante a menos que hubiera necesidad y NO la había. Maldijo a su hermano y su maldad insensible, sintió su corazón acelerarse. Se sobresaltó un poco cuando la puerta chasqueó abriéndose, entonces Zeth se sentó junto a ella, y le regaló una sonrisa.
—Ava, Lenny.
—Continúe —dijo Lenny y el taxi avanzó.
—Hola —su voz sonó como un hilo. Zeth frunció el ceño.
— ¿Te sientes bien? —Ava asintió y apretó un poco el maletín en sus manos —, hoy luces adorable.
—Gracias.
—No que todos los días no lo hagas... ¡Por cierto! Zarina me dijo que preparaste mi pastel de cumpleaños.
— ¿Eso dijo? —Ava supo a quién mataría después de a Lenny. Le dijo específicamente que no mencionara quién hizo el pastel.
—Muchas gracias, quedó deliciosa.
—Oh, bueno. No fue nada. Me gusta cocinar.
—Y lo haces muy bien.
—Tengo aspectos por mejorar —finalmente se atrevió a mirarlo y él le regaló una sonrisa. Ella miró por la ventana, sabiendo que lo que mejor hacía era analizar a las personas, sabiendo que tal vez la estaba analizando en ese momento—, aunque no te deseé un feliz cumpleaños de manera indicada.
—El pastel fue una felicitación más que aceptable.
—Está bien.
—Y como vamos con ese asunto. —Ava miró sus manos, «"Ese asunto" —pensó—, sustitutos.» Había dejado de ir a sus terapias (aunque sólo fue durante una semana) porque se había sentido fuertemente atraída por él. Ella, más que nadie, sabía que era temporal. Cuando una mujer termina una relación de cierta duración, se va a sentir atraída a la siguiente persona que sea amable con ella, porque las hormonas de la relación siguen ahí. Zeth se había mostrado reacio a que ella lo abandonara, y Ava tuvo que recordarse que lo hacía porque ese era su trabajo, preocuparse por las personas. Él le recordó que podía verlo si lo necesitaba y, honestamente, sí lo necesitaba. Pero no se lo diría, bajo ninguna circunstancia. Entonces sonrió forzosamente, la sonrisa de alguien que está en una lucha, solo para no ser tan obvia, y asintió levemente.
—Genial, sí.
— ¿Ya son dos meses?
—Más o menos.
— ¿Ha intentado contactarte? —Ava miró de reojo a Lenny, que lucía un poco tenso. Imágenes se proyectaron en su cerebro de cuando enfureció al ver las marcas en su cuello. Volvió su atención a Zeth—. Te noto distante.
—Uh, no. Quiero decir, no ha contactado conmigo. Debió creerse lo que Lenny le dijo.
—Bueno, eso está bien. —«No, no está bien.»—. ¿Has considerado volver a terapia? —Ava evadió la pregunta sacudiendo la mano.
—Lenny me convenció de volvernos judíos.
—Interesante elección. ¿Cómo te sientes al respecto?
—Es... Interesante. Tú mismo lo dijiste.
—Sí, pero "interesante" no es un sentimiento. —pronto llegarían, pronto llegarían. Sólo había que esperar un poco más. Un pinchazo que apareció en la parte trasera de su cráneo comenzó a nublar poco a poco sus sentidos. Su estómago se contrajo, sentía su cerebro dar vueltas en su cráneo, la bilis le subió a la garganta y la sangre comenzó a empujar agresivamente contra sus sienes—. Palideciste —Zeth colocó una mano en su frente y Ava se estremeció—. Ava...
—Estoy bien —hablar significa gastar esfuerzo necesario para contener las arcadas que su cuerpo comenzaba a producir. No quería hablar, ni que Zeth la tocara. Tampoco quería que Bat la tocara, ni Lenny. Sintió que estaría mejor bajo el cálido abrazo de su padre y los arrullos de su madre, intentó respirar profundo pero el vómito no se detendría. Se inclinó hacia adelante, notando los bordes de su vista borrosos. Lenny se había girado a ver qué pasaba y Zeth había colocado una mano en su espalda, como un apoyo. Contener las náuseas era un esfuerzo sobrehumano.
—Llegamos. —anunció el taxista, lo cual sonó a sus oídos como un eco desvanecido, Ava abrió torpemente su puerta y se tambaleó fuera de la cabina del auto, ya sentía el vómito llenando su boca y sintió su cabeza dar vueltas agresivamente. Las arcadas, feroces, finalmente fueron liberadas. Ava se descargó detrás de los arbustos de la entrada de su Universidad, los tironazos que sentía en sus músculos quemaban y las lágrimas salían de sus ojos empapando su rostro. Sintió como un par de manos sujetaban su cabello y otro par acariciaba su espalda. Pronto su estómago estaba vacío. Ella se incorporó, jadeando, y alguien le ofreció un paño desechable, limpió su boca y la arrugó en su puño, estaba temblando. Cuando se giró, ahí estaban todos, mirándola preocupados. Zarina, Jo, Lenny y Zeth. Oh, ahí estaba su número tres: vomitó frente a Zeth.
—Ava, perdón que te pregunte esto, pero, ¿cuándo fue tu último periodo? —las palabras de Zarina tardaron un segundo tomar sentido y cayó en cuenta con un latido. Sintió el vacío en su estómago volcarse, su corazón se aceleró y sintió el peso de la realidad aplastarla contra el mundo.
—Mierda —dijo después de un silencio prolongado y apretó los ojos—, ¡Maldita sea! —se llevó las manos al cabello—, ¿dónde está la maldita farmacia más cercana?
Pedirle a Zeth y a Lenny que le compraran una prueba de embarazo fue embarazoso. Esperar cinco minutos, orinar sobre una delgada barra de plástico y tener a todos esperando (y perdiendo clase) fuera del baño no era mejor. Estaba en el suelo, de cara al lavamanos, apoyada contra la pared metálica de uno de los tres únicos cubículos de ese baño, la luz era enfermiza, desde dónde estaba no veía su reflejo, pero seguramente luciría ansiosa. Se sentía ansiosa, maldita sea. Intentó recordar su última relación sexual con Bat, definitivamente hace tres meses, esa vez que la había llamado inútil por no poder llegar a su casa a tiempo debido al trabajo, luego ella se disculpó, él habló de su día, y luego tuvieron sexo. Pensándolo bien, ella ni siquiera se vino. Cuando la puerta sonó, se sobresaltó.
—Ya pasó el tiempo, Avie —la voz de Lenny era suave. Ella siseó un afirmativo y respiró profundo, un bulto había crecido en su garganta y amenazaba con hacerla llorar. Se ayudó de sus manos y las sacudió cuando se encontró en sus pies. Había metido la barra en la caja para no verla directamente cuando se levantara, su ansiedad aumentó cuando la tomó y escuchaba su corazón latir rápidamente, cerró los ojos al cerrar sus dedos en la barra y la colocó a la altura de sus ojos. Abrió uno primero y luego el otro, sintió su estómago caer al suelo y perdió fuerza en las piernas. La puerta volvió a sonar.
—Avs, alguien necesita usar el baño. —aunque las chicas podían esperar adentro con ella, Ava las hizo esperar afuera con Lenny y, sí, Zeth, que en algún punto (y por culpa de su gemelo) se había convertido en parte de eso. Tomó la caja y la prueba y caminó a la puerta, quitó el seguro vacilante y salió. Todos se levantaron y se congregaron a su alrededor, Ava no pudo mirar a nadie a los ojos mientras apretaba la caja.
— ¿Qué dice, Avie? —Lenny pasó un mechón detrás de su oreja, y besó su frente. Fue cuando Ava se rompió, comenzó sollozando de a poco—. Sh, sh, sh. Está bien. —Lenny la abrazó contra su pecho y acarició su espalda—. Él o ella crecerá rodeada de amor, ¡seré tío, Ava! Le enseñaré muchas cosas, y tú serás la mejor madre/cocinera del mundo. No llores, está bien. Estás conmigo, y no te dejaré sola.
—Creo que esa es la mejor reacción del mundo —murmuró Zarina. Jo asintió. La rubia se acercó a Ava y acarició su espalda— ¡Mira! Harlow estará feliz de tener un compañero de juegos, y si es niña, tal vez crezca y los emparejemos. ¿No sería adorable?
—Deberías tomarte el día libre, Lanny. —dijo Jo, cruzándose de brazos.
—Yo puedo llevarla —dijo Zeth—, igualmente mi maestro no me dejará entrar por lo tarde que es, ustedes, vayan a clases. —Lenny besó la frente de Ava nuevamente y limpió sus lágrimas.
—Todo va a estar bien. —«Fácil decirlo —pensó—, tú no tienes un bulto en tu estómago.» Limpió sus lágrimas y sintió como Zeth la rodeó con un brazo.
El día estaba brillante, no lo recordaba brillante. Tal vez estuvo mucho tiempo encerrada con esa luz mortecina, o tal vez sus ojos irritados por el agua salada no se habían acostumbrado a la luz. Fuera como fuera, el corazón de Ava latía lento, y estaba en el más perplejo shock. Como si aún fuera externo, como si no fuera ella a quién la prueba casera le marcó positivo, como si no haberse levantado de la cama habría evitado todo lo que estaba pasando. No tenía voz para hablar, y aunque hablara no había nada que decir. Todo estaba dicho, sería madre. Se estremeció ante la idea y posibles imágenes de un futuro pasaban frente a sus ojos, intentaba recordar como respirar.
Caprice abrió la puerta de golpe y encontró a Zeth fumando. El chico no se sorprendió al verla, pero apagó el cigarrillo. Abrió la boca pero Caprice lo interrumpió golpeando una mano en el escritorio. La miró impasible.
—Nada de "¿Qué tal tu día?" vine para decir que hoy no vengo a la sesión. Maldición, quizá ya no regrese jamás.
—Caprice, si haces eso tendré que decirle al director y...
— ¡No me importa! ¿Crees que me importa? Que me expulsen de la maldita universidad, ¡háganlo por favor! Hazlo, por favor. Así al menos sabría que sientes lástima.
—Estás alterada, cálmate...
— ¿Que me calme? —entrecerró los ojos—, vete al infierno. ¿Crees que puedes arreglarme? ¡Nadie puede! Porque estoy jodida desde fuera. Porque no soy Aurora, ¿sabes? No, yo no puedo sentarme y pretender que la vida es bella. Y no puedo soportarlo más. Así que sí, que me expulsen, sería lo mejor que pasaría hoy. —se dio cuenta que estaba gritando porque hubo un silencio que llenó sus oídos cuando se calló. También estaba llorando. Miró a Zeth un momento, no pudo descifrar su mirada y suspiró irritada. Se dio media vuelta y salió dando zancadas furiosas y secando su rostro, tenía que salir de ahí, perderse si era necesario. No supo cuando empezó a correr pero sintió que le faltaba el aliento y sus piernas ardían. Cerró los ojos y la vio, la vio en sus párpados, sonriendo, feliz, como si no fuera la prueba irrefutable de que su vida estaba jodida.
Se acabó, Caprice.
Estaba sola, definitivamente sola, se calmó un poco y buscó su teléfono celular, sus dedos temblaban cuando lo deslizó de la parte trasera de sus vaqueros. Marcó el número de su hermana y se llevó el celular a la oreja, Aurora respondió al segundo tono.
— ¿Caprice? —la pelinegra sonrió ante la reacción de su hermana. Era obvio, ella sólo la llamaría si algo malo pasaba. Sí, Caprice calificaba eso como muy malo.
— ¿Re-recuerdas esa vez que vimos el álbum de fotos de nuestros padres?
—Caprice, me estás asustando.
—Hoy vi una réplica de mi madre caminando por la calle, pero no una réplica de su actual imagen. Juro por dios, era como si la maldita foto hubiera cobrado vida. —silencio. Caprice volvía a respirar con fuerza.
—Bueno, puede haber una explicación...
—Estamos hablando de mamá, Aurora. Maldición, estamos hablando de nuestra familia. —silencio.
—Caprice, cálmate un poco, ¿quieres?
Apretó los ojos. "Cálmate, cálmate", tan fácil decirlo. Colgó la llamada y tomó aire. No tenía ni idea por dónde se había metido, ella solo había caminado y luego corrido hasta que simplemente no pudo más. ¿Por qué tenía que cargar con los problemas de su familia de esa manera? Se recostó contra un muro y se cubrió el rostro, una gran nube pasó ocultando el sol. El dolor en su pecho, el nudo en su garganta, nadie nunca sanaría eso. Chad la hacía olvidarse, por un instante, de que la vida era una mierda. Él era el único que la entendía realmente... hasta que ya no lo hizo y la dejó. Bonito desenlace. «Bien —se dijo—, recobra la compostura.» Descubrió su rostro y miró a su alrededor, lo primero era saber dónde estaba. Parpadeó un par de veces y se encontró con que desconocía la calle, ¿cuántas veces había doblado esquinas? ¿cuántas veces había cruzado calles? No recordaba, su corazón siguió latiendo fuerte aunque no estaba agitada, su celular sonó y contestó de inmediato.
— ¿Dónde estás?
—Ojalá lo supiera.
—Esto te ganas por impulsiva, Caprice.
—Gracias, hermanita.
—Activa el gps, te rastrearé de inmediato, ¿vale? No te muevas. —hizo como su hermana le ordenó, se recostó contra un muro de una residencia y esperó durante largos veinte minutos hasta que decidió que era demasiado, entonces se incorporó para caminar. Justo en eso un taxi frenó frente a ella, de este se bajó un hombre pálido y de cabello negro. Caprice odió a Aurora con todo su ser.
—Sube.
—Zeth, no. —se miraron fijamente, él aún tenía la mano en la parte superior de la puerta del taxi, lucia impasible como siempre, Caprice lo odió con todo su ser, la sangre comenzó a bullir en sus venas; no quería verlo, no lo quería cerca, no lo quería en su vida.
—Aún tenemos veinte minutos...
— ¡Hablar de mis problemas no hará nada! Lo mejor es ignorarlos, siempre es lo mejor, lo que me ha servido. ¿Cómo crees que he sobrevivido tanto tiempo? —estaba temblando, tenía miedo. Hubo un silencio y solo se sintió tonta. «No le agradas, y para colmo le haces un berrinche en público.»—Solo dejame.
—No puedo hacer eso.
— ¿Crees que puedes hacerme creer que te importa? Zeth, tu trabajo es decirle a las personas que te "importa", pero a mi no me engañas, no te importa en lo absoluto. A nadie le importa. No le importa a mis padres. No le importa a Aurora... No me importa a mi.
Caprice no esperó respuesta, abrió la puerta del copiloto y se disculpó por el drama, el señor le respondió con una sonrisa y el taxi arrancó segundos después. Caprice pegó la cabeza contra el vidrio de la ventana, y observó el paisaje urbano en lo que se acercaba a su universidad. Diez minutos después (¿cuándo corrió tanto?), ahí estaban. Caprice se bajó primero, pronto sintió a Zeth pisándole los talones. Miró su reloj y suspiró.
—Soy menor que Aurora, siempre he tenido mejor conexión con mi madre que con mi padre, Aurora es la niña de papi y yo la de mami. Aún así, sé que quieren más a Aurora, es más... Ella. Me recuerda a la princesa, aunque bueno, no tiene mucho que ver. Yo soy más como... Daria. Hm. Ella y yo tenemos una buena relación, supongo. Es mi hermana, confío en ella. Mis padres... No sé porqué están juntos, mi padre engaña a mi madre con la secretaria, mi madre, descubrí que tiene otra hija, dios. No lo sé. Yo... Crecí odiando el mundo, crecí odiando las personas, crecí desconfiando y guardándome todo. Y... Chad, bueno, ya sabes esa historia. ¿Quieres que sea sincera? Lo extraño, lo extraño mucho. Me duele me que haya dejado, me hace pensar que sólo fui una tonta por amarlo, pero lo hice, más de lo que me amaré a mi misma —tomó el borde de su chaqueta sweater y lo enrolló, para descubrir en su antebrazo unas pálidas cicatrices, diminutas y casi invisibles, rápidamente lo volvió a cubrir. Y le mostró el reloj a Zeth, oficialmente su sesión había terminado—. No quiero seguir siendo una molestia, nunca pedí serlo.
—Si no quieres ser una molestia, no dejes de venir a verme.
—Zeth. —el chico tomó su mano, y la miró seriamente a los ojos, fueron los ojos más severos con los que la había mirado nunca, una imagen mental le vino a la cabeza, una tonalidad de ojos más oscura mirándola con el mismo ceño, las palabras en su cabeza, «No eres una molestia, es una molestia el que creas que eres una.»
—Te pareces a él, ahora. Te pareces a él.
— ¿Chad? —se estremeció y se aferró a la caja torácica de Zeth, lágrimas comenzaron a escurrir sus ojos y apretó la cabeza contra la camisa, mientras él la rodeó con sus brazos, suspirando de alivio.
—Por fin lo hiciste, Caprice. Has sido sincera conmigo, pero más importante, contigo misma.
—Cállate.
Se sintió bien, por una vez, quitarse esa carga de encima. Bueno, no era del todo cierto puesto que la carga seguía ahí, de eso no hay duda, pero al menos no se sentía como un lazo alrededor del cuello, cortando sus palabras. Estaba temblando, llorando y se sintió protegida por una vez en mucho tiempo. Estaba llorando a Chad, cosa que juró que no haría.
—Para alguien quien no llora, eres bastante llorona, Caprice.
—Vete al infierno. —Zeth se rió y ella sintió su caja torácica moverse. Una sonrisa se formó en sus labios al ver que la trataba igual que antes.
A diferencia de muchas personas, Heath casi añoraba el dolor. Para ella, este formaba parte de un aspecto importante en la vida, y además nos proveía de experiencia. Aprender del daño para no volver a sufrirlo, claro. Y aunque todo eso era cierto, el dolor sería, día tras día, aquella cosa que le recordaría que estaba viva. Era por eso que estaba prácticamente reventándose las rodillas contra el asfalto mientras intentaba andar en un par de patines.
El dolor rasgó en sus rodillas y envió corrientes hacia su estomago, cuando se levantó, ardieron en llamas, y supo que se había hecho una herida que tardaría dos semanas en sanar, poco después, cuando notó una mancha rojiza en sus vaqueros rotos.
—Quítatelos ya.
—Alec, no es justo. Aún no sé patinar...
—Heath, estás sangrando.
—Un poco más... —hizo pucheros pero Alec se negó rotundamente, Heath no insistió más, se apoyó contra Alec y él la llevó hacia un muro dónde se sentó, suspirando. Le dolía. El chico se inclinó y observó sus rodillas, lucía alarmado y eso hizo sonreír a Heath un poco. El chico desató sus patines y sus pies quedaron colgando en el aire. Suspiró, claro que dolía—. En casa tengo desinfectante.
—Wow, ¿ir a tu casa?
—Sí, mis padres no están. Lo más probable es que esté mi hermano.
— ¿Segura?
—Son como cinco minutos caminando.—dijo animada, bajando del muro, no recordando lo imprudente que había sido. Sus rodillas, magulladas y sangrando, flaquearon bajo su peso y Alec no vaciló en sujetarla—. Estoy bien.
—Claro que no.
— ¿Qué propones, capitán Alec? —el chico cabeceó, pensando.
—Te llevaré en mi espalda.
—De ninguna manera.
—Heath, no hay forma humanamente posible en la que yo permita que camines. —la rubia rodó los ojos, entonces asintió.
—Hazlo bajo tu propio riesgo.
Cinco minutos de camino se volvieron ocho debido a que Heath detenía un poco el paso de Alec. Se ganaron miradas extrañas naturalmente, pero especialmente debido a las rodillas de la rubia a las cuales miraban aterrados.
—Mencionaste que tus padres están fuera.
—Oh, sí. Alguna cursilería sobre revivir su luna de miel.
—Vaya, qué lindo. Bien por tus padres, debes estar feliz por ellos.
—Bueno, mi tía se quedará con nosotros, aunque dudo que esté en casa, y en todo caso eso me hace feliz a porque es la mejor tía. Y no me malentiendas, amo a mi madre. Somos muy unidas y todo el asunto. —Heart mentía porque la sola idea de que Alec se sintiera mal al saber de su familia de mierda le revolvía el estómago.
—Una lástima que no los pueda conocer.
—Será la próxima. —esperaba que no.
Definitivamente iba a alejar a Alec lo más posible de sus monstruosos padres. Se aferró con un poco más de fuerza y descansó la cabeza en el cuello del moreno, su aroma le llegaba levemente, observó el vecindario que aún no terminaba de conocer, se incorporó un poco y señaló una casa un poco más adelante. Hogar dulce hogar.
—Esa es.
—Linda. —Heath notó que ha estaba cansado y que hablar le costó un poco, sonrió arrogantemente cuando la bajó y exhaló de alivio.
—Tomaré eso como aviso para bajarle a la comida.
—N-no, Heath. Es que... —Heath no lo dejó terminar porque abrió la puerta de su casa. Cojeó dejando los dos maletines, el suyo y el de Alec, colgados en el pechero y dejó las llaves en el ból sobre la mesa de noche en el recibidor.
— ¡Estoy en casa! —le gritó a Ayrton. Su hermano había tenido un bajón emocional severo porque al parecer su prometida lo engañó y más aún, su mejor amiga lo sabía y decidió callar. Heath no podía hacer nada, tanto porque no sabía como lidiar con una situación así, como porque ella y su hermano eran prácticamente desconocidos.
Dejando el drama familiar a ub lado, se volvió a Alec quien observaba la pulcreza del hogar fascinado.
—Mi madre tiene TOC, así que todo pulcro y ordenado aunque no esté en casa. Si me viera en este momento, moriría.
—Oh.
—Alec, cariño, ¿podrías traer el botiquín de primeros auxilios? Está en el baño. Iría yo pero, en serio me duele.
—Eh, claro. Dónde...
—La puerta junto al pasillo. —dijo señalando más adentro de su casa. Alec vaciló y caminó incómodo hasta que se perdió de la vista de Heath, había un silencio terrible así que escuchó cuando Alec abrió la puerta, a los pocos segundos escuchó algo cayendo y a Alec maldiciendo. Se le escapó una risa pero antes de preguntar si estaba bien escuchó un chillido y supo qué se había caído. Entonces comenzó a reírse, luego vio a Alec pálido regresando rápidamente con el botiquín entre manos.
—Es de mi madre.
—Me lo figuré. —Heath contuvo la risa ante la sonrisa incómoda de Alec. La rubia se sentó en el sofá y con ayuda de Alec arremangó los vaqueros dejando sus rodillas al aire. El dolor era enviciante. Alec se sentó frente a ella y comenzó a separar algunas motas de algodón con desinfectante—. Eh, Heath...
— ¿Si mi madre sufre TOC como puede tener relaciones con mi padre y más aún tener cosas como juguetes sexuales? —Alec se sonrojó mientras aplicaba desinfectante, Heath saltó un poco—. Conoció a mi padre cuando era virgen, así que no fue problema. Nunca, ninguno de los dos, ha tenido sexo con alguien más. En todo caso, madre usaría esa cosa una vez y luego la desinfectaría para desecharla. Fui yo quién la dejó ahí para fastidiarla. —Alec levantó la mirada hacia Heath y ella sonrió, con lo que él le devolvió la sonrisa.
—Tendré que vendar tus rodillas.
—Meh —se recostó en el sofá —. Oh, hola. —Alec levantó rápidamente la cabeza y vio a un chico pálido caminando hacia ellos, no parecía muy interesad hasta que notó las heridas de Heath, aún así vaciló.
—Hey, ¿como te hiciste eso?
—Sólo resulta que soy un poco desequilibrada.
— ¿Te duele?
—Sólo un poco, Tony. ¿Vas a salir?
—Oh, sí. Sí. ¿Necesitas que compre algo?
—No. No, sólo... ten cuidado. —Ayrton asintió y siguió caminando, cuando pasó junto a Heath, alargó una mano para acariciar su cabeza, pero vaciló y se detuvo a medio camino, ahí miró a Alec quién lo miraba a él, fijamente por unos segundos y compartieron miradas, Ayrton dejó caer el brazo y se giró.
—Me voy.
Heath giró y vio a su hermano alejarse, entonces volvió a mirar a Alec con un interrogante en los ojos, pero el chico ya estaba vendando sus rodillas.
— ¿Quieres hacer algo después?
—Que no involucre movimientos agresivos, por favor.
—Podemos jugar videojuegos.
—No soy muy bueno, pero suena como un plan.
— ¡Ava! ¡Llegaremos tarde! —Ava tomó su maleta y salió de su habitación.
—Lo siento, Lenny. —dijo y besó su mejilla.
—Wow, Ava, no sé si lo notaste pero estás usando una falda.
—Cállate. —Lenny le sacó la lengua. Ava revisó que la llave del gas estuviera cerrada mientras Lenny se subía el maletín a los hombros, todo estaba bajo orden y era la hora de ir a la universidad. Bajaron los cuatro pisos sin hablar mucho y, cuando salieron, Ava divisó a Zeth caminando a la parada del autobús. Se detuvo en seco.
— ¿Ahora te pones virginal? —le dirigió una mirada ofendida.
—Hm. ¿Caminamos a la Universidad?
— ¡Vamos! ¿Cuántos años tienes? —Ava suspiró.
—Bien, pago un taxi. —Lenny enarcó una ceja. Ava se encogió de hombros y evitó el contacto visual con su gemelo.
—Vale, vamos en taxi. —Ava suspiró tranquila. El moreno detuvo un taxi y le abrió la puerta a su hermana, Ava entró y trató de controlarse. Lenny se hizo en el lado del copiloto y le indicó al taxista a dónde iban. Ava comenzó a ordenar su horario mentalmente. Después de clases iría directamente a la casa de Jo y Zarina, allá cocinaría. Después, tenía que cumplir dos horas en el restaurante. «Bien —pensó—, todo bien.»
Había despertado con los sentidos activos y eso, a lo largo de los años, lo había aprendido a interpretar como un tipo de presagio que sólo podía significar una cosa: sería un día feo. Primero, el agua caliente simplemente no saldría. Segundo, su ropa ya no le había quedado, lo que sólo podía significar una cosa en el lenguaje femenino: había engordado. Y aunque eso era todo lo que estaba pasando "por el momento", quiso evitarse alguna vergüenza con Zeth. Motivo por el cual había insistido en no cruzarlo en la parada del autobús. Ojalá Lenny pudiera entender ese tipo de cosas, pero le faltaba el sexto sentido femenino (no por sonar feminista) que le falta a casi todos los hombres. Se reclinó en el asiento y miró por la ventana. Pasaron por dónde estaba Zeth.
—Deténgase un momento —dijo Lenny al conductor, éste obedeció y Lenny se asomó por la ventana—. ¡Zeth, sube!
¿Qué?, ¡¿Qué?!, simplemente ¡¿QUÉ?! Ava giró y vio a Zeth acercarse al taxi por el vidrio trasero. Maldijo en voz baja y se agazapó en un lado del auto. Si lo pensaba, tenía sentido. Lenny nunca se hacía adelante a menos que hubiera necesidad y NO la había. Maldijo a su hermano y su maldad insensible, sintió su corazón acelerarse. Se sobresaltó un poco cuando la puerta chasqueó abriéndose, entonces Zeth se sentó junto a ella, y le regaló una sonrisa.
—Ava, Lenny.
—Continúe —dijo Lenny y el taxi avanzó.
—Hola —su voz sonó como un hilo. Zeth frunció el ceño.
— ¿Te sientes bien? —Ava asintió y apretó un poco el maletín en sus manos —, hoy luces adorable.
—Gracias.
—No que todos los días no lo hagas... ¡Por cierto! Zarina me dijo que preparaste mi pastel de cumpleaños.
— ¿Eso dijo? —Ava supo a quién mataría después de a Lenny. Le dijo específicamente que no mencionara quién hizo el pastel.
—Muchas gracias, quedó deliciosa.
—Oh, bueno. No fue nada. Me gusta cocinar.
—Y lo haces muy bien.
—Tengo aspectos por mejorar —finalmente se atrevió a mirarlo y él le regaló una sonrisa. Ella miró por la ventana, sabiendo que lo que mejor hacía era analizar a las personas, sabiendo que tal vez la estaba analizando en ese momento—, aunque no te deseé un feliz cumpleaños de manera indicada.
—El pastel fue una felicitación más que aceptable.
—Está bien.
—Y como vamos con ese asunto. —Ava miró sus manos, «"Ese asunto" —pensó—, sustitutos.» Había dejado de ir a sus terapias (aunque sólo fue durante una semana) porque se había sentido fuertemente atraída por él. Ella, más que nadie, sabía que era temporal. Cuando una mujer termina una relación de cierta duración, se va a sentir atraída a la siguiente persona que sea amable con ella, porque las hormonas de la relación siguen ahí. Zeth se había mostrado reacio a que ella lo abandonara, y Ava tuvo que recordarse que lo hacía porque ese era su trabajo, preocuparse por las personas. Él le recordó que podía verlo si lo necesitaba y, honestamente, sí lo necesitaba. Pero no se lo diría, bajo ninguna circunstancia. Entonces sonrió forzosamente, la sonrisa de alguien que está en una lucha, solo para no ser tan obvia, y asintió levemente.
—Genial, sí.
— ¿Ya son dos meses?
—Más o menos.
— ¿Ha intentado contactarte? —Ava miró de reojo a Lenny, que lucía un poco tenso. Imágenes se proyectaron en su cerebro de cuando enfureció al ver las marcas en su cuello. Volvió su atención a Zeth—. Te noto distante.
—Uh, no. Quiero decir, no ha contactado conmigo. Debió creerse lo que Lenny le dijo.
—Bueno, eso está bien. —«No, no está bien.»—. ¿Has considerado volver a terapia? —Ava evadió la pregunta sacudiendo la mano.
—Lenny me convenció de volvernos judíos.
—Interesante elección. ¿Cómo te sientes al respecto?
—Es... Interesante. Tú mismo lo dijiste.
—Sí, pero "interesante" no es un sentimiento. —pronto llegarían, pronto llegarían. Sólo había que esperar un poco más. Un pinchazo que apareció en la parte trasera de su cráneo comenzó a nublar poco a poco sus sentidos. Su estómago se contrajo, sentía su cerebro dar vueltas en su cráneo, la bilis le subió a la garganta y la sangre comenzó a empujar agresivamente contra sus sienes—. Palideciste —Zeth colocó una mano en su frente y Ava se estremeció—. Ava...
—Estoy bien —hablar significa gastar esfuerzo necesario para contener las arcadas que su cuerpo comenzaba a producir. No quería hablar, ni que Zeth la tocara. Tampoco quería que Bat la tocara, ni Lenny. Sintió que estaría mejor bajo el cálido abrazo de su padre y los arrullos de su madre, intentó respirar profundo pero el vómito no se detendría. Se inclinó hacia adelante, notando los bordes de su vista borrosos. Lenny se había girado a ver qué pasaba y Zeth había colocado una mano en su espalda, como un apoyo. Contener las náuseas era un esfuerzo sobrehumano.
—Llegamos. —anunció el taxista, lo cual sonó a sus oídos como un eco desvanecido, Ava abrió torpemente su puerta y se tambaleó fuera de la cabina del auto, ya sentía el vómito llenando su boca y sintió su cabeza dar vueltas agresivamente. Las arcadas, feroces, finalmente fueron liberadas. Ava se descargó detrás de los arbustos de la entrada de su Universidad, los tironazos que sentía en sus músculos quemaban y las lágrimas salían de sus ojos empapando su rostro. Sintió como un par de manos sujetaban su cabello y otro par acariciaba su espalda. Pronto su estómago estaba vacío. Ella se incorporó, jadeando, y alguien le ofreció un paño desechable, limpió su boca y la arrugó en su puño, estaba temblando. Cuando se giró, ahí estaban todos, mirándola preocupados. Zarina, Jo, Lenny y Zeth. Oh, ahí estaba su número tres: vomitó frente a Zeth.
—Ava, perdón que te pregunte esto, pero, ¿cuándo fue tu último periodo? —las palabras de Zarina tardaron un segundo tomar sentido y cayó en cuenta con un latido. Sintió el vacío en su estómago volcarse, su corazón se aceleró y sintió el peso de la realidad aplastarla contra el mundo.
—Mierda —dijo después de un silencio prolongado y apretó los ojos—, ¡Maldita sea! —se llevó las manos al cabello—, ¿dónde está la maldita farmacia más cercana?
Pedirle a Zeth y a Lenny que le compraran una prueba de embarazo fue embarazoso. Esperar cinco minutos, orinar sobre una delgada barra de plástico y tener a todos esperando (y perdiendo clase) fuera del baño no era mejor. Estaba en el suelo, de cara al lavamanos, apoyada contra la pared metálica de uno de los tres únicos cubículos de ese baño, la luz era enfermiza, desde dónde estaba no veía su reflejo, pero seguramente luciría ansiosa. Se sentía ansiosa, maldita sea. Intentó recordar su última relación sexual con Bat, definitivamente hace tres meses, esa vez que la había llamado inútil por no poder llegar a su casa a tiempo debido al trabajo, luego ella se disculpó, él habló de su día, y luego tuvieron sexo. Pensándolo bien, ella ni siquiera se vino. Cuando la puerta sonó, se sobresaltó.
—Ya pasó el tiempo, Avie —la voz de Lenny era suave. Ella siseó un afirmativo y respiró profundo, un bulto había crecido en su garganta y amenazaba con hacerla llorar. Se ayudó de sus manos y las sacudió cuando se encontró en sus pies. Había metido la barra en la caja para no verla directamente cuando se levantara, su ansiedad aumentó cuando la tomó y escuchaba su corazón latir rápidamente, cerró los ojos al cerrar sus dedos en la barra y la colocó a la altura de sus ojos. Abrió uno primero y luego el otro, sintió su estómago caer al suelo y perdió fuerza en las piernas. La puerta volvió a sonar.
—Avs, alguien necesita usar el baño. —aunque las chicas podían esperar adentro con ella, Ava las hizo esperar afuera con Lenny y, sí, Zeth, que en algún punto (y por culpa de su gemelo) se había convertido en parte de eso. Tomó la caja y la prueba y caminó a la puerta, quitó el seguro vacilante y salió. Todos se levantaron y se congregaron a su alrededor, Ava no pudo mirar a nadie a los ojos mientras apretaba la caja.
— ¿Qué dice, Avie? —Lenny pasó un mechón detrás de su oreja, y besó su frente. Fue cuando Ava se rompió, comenzó sollozando de a poco—. Sh, sh, sh. Está bien. —Lenny la abrazó contra su pecho y acarició su espalda—. Él o ella crecerá rodeada de amor, ¡seré tío, Ava! Le enseñaré muchas cosas, y tú serás la mejor madre/cocinera del mundo. No llores, está bien. Estás conmigo, y no te dejaré sola.
—Creo que esa es la mejor reacción del mundo —murmuró Zarina. Jo asintió. La rubia se acercó a Ava y acarició su espalda— ¡Mira! Harlow estará feliz de tener un compañero de juegos, y si es niña, tal vez crezca y los emparejemos. ¿No sería adorable?
—Deberías tomarte el día libre, Lanny. —dijo Jo, cruzándose de brazos.
—Yo puedo llevarla —dijo Zeth—, igualmente mi maestro no me dejará entrar por lo tarde que es, ustedes, vayan a clases. —Lenny besó la frente de Ava nuevamente y limpió sus lágrimas.
—Todo va a estar bien. —«Fácil decirlo —pensó—, tú no tienes un bulto en tu estómago.» Limpió sus lágrimas y sintió como Zeth la rodeó con un brazo.
El día estaba brillante, no lo recordaba brillante. Tal vez estuvo mucho tiempo encerrada con esa luz mortecina, o tal vez sus ojos irritados por el agua salada no se habían acostumbrado a la luz. Fuera como fuera, el corazón de Ava latía lento, y estaba en el más perplejo shock. Como si aún fuera externo, como si no fuera ella a quién la prueba casera le marcó positivo, como si no haberse levantado de la cama habría evitado todo lo que estaba pasando. No tenía voz para hablar, y aunque hablara no había nada que decir. Todo estaba dicho, sería madre. Se estremeció ante la idea y posibles imágenes de un futuro pasaban frente a sus ojos, intentaba recordar como respirar.
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Caprice abrió la puerta de golpe y encontró a Zeth fumando. El chico no se sorprendió al verla, pero apagó el cigarrillo. Abrió la boca pero Caprice lo interrumpió golpeando una mano en el escritorio. La miró impasible.
—Nada de "¿Qué tal tu día?" vine para decir que hoy no vengo a la sesión. Maldición, quizá ya no regrese jamás.
—Caprice, si haces eso tendré que decirle al director y...
— ¡No me importa! ¿Crees que me importa? Que me expulsen de la maldita universidad, ¡háganlo por favor! Hazlo, por favor. Así al menos sabría que sientes lástima.
—Estás alterada, cálmate...
— ¿Que me calme? —entrecerró los ojos—, vete al infierno. ¿Crees que puedes arreglarme? ¡Nadie puede! Porque estoy jodida desde fuera. Porque no soy Aurora, ¿sabes? No, yo no puedo sentarme y pretender que la vida es bella. Y no puedo soportarlo más. Así que sí, que me expulsen, sería lo mejor que pasaría hoy. —se dio cuenta que estaba gritando porque hubo un silencio que llenó sus oídos cuando se calló. También estaba llorando. Miró a Zeth un momento, no pudo descifrar su mirada y suspiró irritada. Se dio media vuelta y salió dando zancadas furiosas y secando su rostro, tenía que salir de ahí, perderse si era necesario. No supo cuando empezó a correr pero sintió que le faltaba el aliento y sus piernas ardían. Cerró los ojos y la vio, la vio en sus párpados, sonriendo, feliz, como si no fuera la prueba irrefutable de que su vida estaba jodida.
Se acabó, Caprice.
Estaba sola, definitivamente sola, se calmó un poco y buscó su teléfono celular, sus dedos temblaban cuando lo deslizó de la parte trasera de sus vaqueros. Marcó el número de su hermana y se llevó el celular a la oreja, Aurora respondió al segundo tono.
— ¿Caprice? —la pelinegra sonrió ante la reacción de su hermana. Era obvio, ella sólo la llamaría si algo malo pasaba. Sí, Caprice calificaba eso como muy malo.
— ¿Re-recuerdas esa vez que vimos el álbum de fotos de nuestros padres?
—Caprice, me estás asustando.
—Hoy vi una réplica de mi madre caminando por la calle, pero no una réplica de su actual imagen. Juro por dios, era como si la maldita foto hubiera cobrado vida. —silencio. Caprice volvía a respirar con fuerza.
—Bueno, puede haber una explicación...
—Estamos hablando de mamá, Aurora. Maldición, estamos hablando de nuestra familia. —silencio.
—Caprice, cálmate un poco, ¿quieres?
Apretó los ojos. "Cálmate, cálmate", tan fácil decirlo. Colgó la llamada y tomó aire. No tenía ni idea por dónde se había metido, ella solo había caminado y luego corrido hasta que simplemente no pudo más. ¿Por qué tenía que cargar con los problemas de su familia de esa manera? Se recostó contra un muro y se cubrió el rostro, una gran nube pasó ocultando el sol. El dolor en su pecho, el nudo en su garganta, nadie nunca sanaría eso. Chad la hacía olvidarse, por un instante, de que la vida era una mierda. Él era el único que la entendía realmente... hasta que ya no lo hizo y la dejó. Bonito desenlace. «Bien —se dijo—, recobra la compostura.» Descubrió su rostro y miró a su alrededor, lo primero era saber dónde estaba. Parpadeó un par de veces y se encontró con que desconocía la calle, ¿cuántas veces había doblado esquinas? ¿cuántas veces había cruzado calles? No recordaba, su corazón siguió latiendo fuerte aunque no estaba agitada, su celular sonó y contestó de inmediato.
— ¿Dónde estás?
—Ojalá lo supiera.
—Esto te ganas por impulsiva, Caprice.
—Gracias, hermanita.
—Activa el gps, te rastrearé de inmediato, ¿vale? No te muevas. —hizo como su hermana le ordenó, se recostó contra un muro de una residencia y esperó durante largos veinte minutos hasta que decidió que era demasiado, entonces se incorporó para caminar. Justo en eso un taxi frenó frente a ella, de este se bajó un hombre pálido y de cabello negro. Caprice odió a Aurora con todo su ser.
—Sube.
—Zeth, no. —se miraron fijamente, él aún tenía la mano en la parte superior de la puerta del taxi, lucia impasible como siempre, Caprice lo odió con todo su ser, la sangre comenzó a bullir en sus venas; no quería verlo, no lo quería cerca, no lo quería en su vida.
—Aún tenemos veinte minutos...
— ¡Hablar de mis problemas no hará nada! Lo mejor es ignorarlos, siempre es lo mejor, lo que me ha servido. ¿Cómo crees que he sobrevivido tanto tiempo? —estaba temblando, tenía miedo. Hubo un silencio y solo se sintió tonta. «No le agradas, y para colmo le haces un berrinche en público.»—Solo dejame.
—No puedo hacer eso.
— ¿Crees que puedes hacerme creer que te importa? Zeth, tu trabajo es decirle a las personas que te "importa", pero a mi no me engañas, no te importa en lo absoluto. A nadie le importa. No le importa a mis padres. No le importa a Aurora... No me importa a mi.
Caprice no esperó respuesta, abrió la puerta del copiloto y se disculpó por el drama, el señor le respondió con una sonrisa y el taxi arrancó segundos después. Caprice pegó la cabeza contra el vidrio de la ventana, y observó el paisaje urbano en lo que se acercaba a su universidad. Diez minutos después (¿cuándo corrió tanto?), ahí estaban. Caprice se bajó primero, pronto sintió a Zeth pisándole los talones. Miró su reloj y suspiró.
—Soy menor que Aurora, siempre he tenido mejor conexión con mi madre que con mi padre, Aurora es la niña de papi y yo la de mami. Aún así, sé que quieren más a Aurora, es más... Ella. Me recuerda a la princesa, aunque bueno, no tiene mucho que ver. Yo soy más como... Daria. Hm. Ella y yo tenemos una buena relación, supongo. Es mi hermana, confío en ella. Mis padres... No sé porqué están juntos, mi padre engaña a mi madre con la secretaria, mi madre, descubrí que tiene otra hija, dios. No lo sé. Yo... Crecí odiando el mundo, crecí odiando las personas, crecí desconfiando y guardándome todo. Y... Chad, bueno, ya sabes esa historia. ¿Quieres que sea sincera? Lo extraño, lo extraño mucho. Me duele me que haya dejado, me hace pensar que sólo fui una tonta por amarlo, pero lo hice, más de lo que me amaré a mi misma —tomó el borde de su chaqueta sweater y lo enrolló, para descubrir en su antebrazo unas pálidas cicatrices, diminutas y casi invisibles, rápidamente lo volvió a cubrir. Y le mostró el reloj a Zeth, oficialmente su sesión había terminado—. No quiero seguir siendo una molestia, nunca pedí serlo.
—Si no quieres ser una molestia, no dejes de venir a verme.
—Zeth. —el chico tomó su mano, y la miró seriamente a los ojos, fueron los ojos más severos con los que la había mirado nunca, una imagen mental le vino a la cabeza, una tonalidad de ojos más oscura mirándola con el mismo ceño, las palabras en su cabeza, «No eres una molestia, es una molestia el que creas que eres una.»
—Te pareces a él, ahora. Te pareces a él.
— ¿Chad? —se estremeció y se aferró a la caja torácica de Zeth, lágrimas comenzaron a escurrir sus ojos y apretó la cabeza contra la camisa, mientras él la rodeó con sus brazos, suspirando de alivio.
—Por fin lo hiciste, Caprice. Has sido sincera conmigo, pero más importante, contigo misma.
—Cállate.
Se sintió bien, por una vez, quitarse esa carga de encima. Bueno, no era del todo cierto puesto que la carga seguía ahí, de eso no hay duda, pero al menos no se sentía como un lazo alrededor del cuello, cortando sus palabras. Estaba temblando, llorando y se sintió protegida por una vez en mucho tiempo. Estaba llorando a Chad, cosa que juró que no haría.
—Para alguien quien no llora, eres bastante llorona, Caprice.
—Vete al infierno. —Zeth se rió y ella sintió su caja torácica moverse. Una sonrisa se formó en sus labios al ver que la trataba igual que antes.
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A diferencia de muchas personas, Heath casi añoraba el dolor. Para ella, este formaba parte de un aspecto importante en la vida, y además nos proveía de experiencia. Aprender del daño para no volver a sufrirlo, claro. Y aunque todo eso era cierto, el dolor sería, día tras día, aquella cosa que le recordaría que estaba viva. Era por eso que estaba prácticamente reventándose las rodillas contra el asfalto mientras intentaba andar en un par de patines.
El dolor rasgó en sus rodillas y envió corrientes hacia su estomago, cuando se levantó, ardieron en llamas, y supo que se había hecho una herida que tardaría dos semanas en sanar, poco después, cuando notó una mancha rojiza en sus vaqueros rotos.
—Quítatelos ya.
—Alec, no es justo. Aún no sé patinar...
—Heath, estás sangrando.
—Un poco más... —hizo pucheros pero Alec se negó rotundamente, Heath no insistió más, se apoyó contra Alec y él la llevó hacia un muro dónde se sentó, suspirando. Le dolía. El chico se inclinó y observó sus rodillas, lucía alarmado y eso hizo sonreír a Heath un poco. El chico desató sus patines y sus pies quedaron colgando en el aire. Suspiró, claro que dolía—. En casa tengo desinfectante.
—Wow, ¿ir a tu casa?
—Sí, mis padres no están. Lo más probable es que esté mi hermano.
— ¿Segura?
—Son como cinco minutos caminando.—dijo animada, bajando del muro, no recordando lo imprudente que había sido. Sus rodillas, magulladas y sangrando, flaquearon bajo su peso y Alec no vaciló en sujetarla—. Estoy bien.
—Claro que no.
— ¿Qué propones, capitán Alec? —el chico cabeceó, pensando.
—Te llevaré en mi espalda.
—De ninguna manera.
—Heath, no hay forma humanamente posible en la que yo permita que camines. —la rubia rodó los ojos, entonces asintió.
—Hazlo bajo tu propio riesgo.
Cinco minutos de camino se volvieron ocho debido a que Heath detenía un poco el paso de Alec. Se ganaron miradas extrañas naturalmente, pero especialmente debido a las rodillas de la rubia a las cuales miraban aterrados.
—Mencionaste que tus padres están fuera.
—Oh, sí. Alguna cursilería sobre revivir su luna de miel.
—Vaya, qué lindo. Bien por tus padres, debes estar feliz por ellos.
—Bueno, mi tía se quedará con nosotros, aunque dudo que esté en casa, y en todo caso eso me hace feliz a porque es la mejor tía. Y no me malentiendas, amo a mi madre. Somos muy unidas y todo el asunto. —Heart mentía porque la sola idea de que Alec se sintiera mal al saber de su familia de mierda le revolvía el estómago.
—Una lástima que no los pueda conocer.
—Será la próxima. —esperaba que no.
Definitivamente iba a alejar a Alec lo más posible de sus monstruosos padres. Se aferró con un poco más de fuerza y descansó la cabeza en el cuello del moreno, su aroma le llegaba levemente, observó el vecindario que aún no terminaba de conocer, se incorporó un poco y señaló una casa un poco más adelante. Hogar dulce hogar.
—Esa es.
—Linda. —Heath notó que ha estaba cansado y que hablar le costó un poco, sonrió arrogantemente cuando la bajó y exhaló de alivio.
—Tomaré eso como aviso para bajarle a la comida.
—N-no, Heath. Es que... —Heath no lo dejó terminar porque abrió la puerta de su casa. Cojeó dejando los dos maletines, el suyo y el de Alec, colgados en el pechero y dejó las llaves en el ból sobre la mesa de noche en el recibidor.
— ¡Estoy en casa! —le gritó a Ayrton. Su hermano había tenido un bajón emocional severo porque al parecer su prometida lo engañó y más aún, su mejor amiga lo sabía y decidió callar. Heath no podía hacer nada, tanto porque no sabía como lidiar con una situación así, como porque ella y su hermano eran prácticamente desconocidos.
Dejando el drama familiar a ub lado, se volvió a Alec quien observaba la pulcreza del hogar fascinado.
—Mi madre tiene TOC, así que todo pulcro y ordenado aunque no esté en casa. Si me viera en este momento, moriría.
—Oh.
—Alec, cariño, ¿podrías traer el botiquín de primeros auxilios? Está en el baño. Iría yo pero, en serio me duele.
—Eh, claro. Dónde...
—La puerta junto al pasillo. —dijo señalando más adentro de su casa. Alec vaciló y caminó incómodo hasta que se perdió de la vista de Heath, había un silencio terrible así que escuchó cuando Alec abrió la puerta, a los pocos segundos escuchó algo cayendo y a Alec maldiciendo. Se le escapó una risa pero antes de preguntar si estaba bien escuchó un chillido y supo qué se había caído. Entonces comenzó a reírse, luego vio a Alec pálido regresando rápidamente con el botiquín entre manos.
—Es de mi madre.
—Me lo figuré. —Heath contuvo la risa ante la sonrisa incómoda de Alec. La rubia se sentó en el sofá y con ayuda de Alec arremangó los vaqueros dejando sus rodillas al aire. El dolor era enviciante. Alec se sentó frente a ella y comenzó a separar algunas motas de algodón con desinfectante—. Eh, Heath...
— ¿Si mi madre sufre TOC como puede tener relaciones con mi padre y más aún tener cosas como juguetes sexuales? —Alec se sonrojó mientras aplicaba desinfectante, Heath saltó un poco—. Conoció a mi padre cuando era virgen, así que no fue problema. Nunca, ninguno de los dos, ha tenido sexo con alguien más. En todo caso, madre usaría esa cosa una vez y luego la desinfectaría para desecharla. Fui yo quién la dejó ahí para fastidiarla. —Alec levantó la mirada hacia Heath y ella sonrió, con lo que él le devolvió la sonrisa.
—Tendré que vendar tus rodillas.
—Meh —se recostó en el sofá —. Oh, hola. —Alec levantó rápidamente la cabeza y vio a un chico pálido caminando hacia ellos, no parecía muy interesad hasta que notó las heridas de Heath, aún así vaciló.
—Hey, ¿como te hiciste eso?
—Sólo resulta que soy un poco desequilibrada.
— ¿Te duele?
—Sólo un poco, Tony. ¿Vas a salir?
—Oh, sí. Sí. ¿Necesitas que compre algo?
—No. No, sólo... ten cuidado. —Ayrton asintió y siguió caminando, cuando pasó junto a Heath, alargó una mano para acariciar su cabeza, pero vaciló y se detuvo a medio camino, ahí miró a Alec quién lo miraba a él, fijamente por unos segundos y compartieron miradas, Ayrton dejó caer el brazo y se giró.
—Me voy.
Heath giró y vio a su hermano alejarse, entonces volvió a mirar a Alec con un interrogante en los ojos, pero el chico ya estaba vendando sus rodillas.
— ¿Quieres hacer algo después?
—Que no involucre movimientos agresivos, por favor.
—Podemos jugar videojuegos.
—No soy muy bueno, pero suena como un plan.
Invitado
Invitado
Re: Double Rainbow
VALERIA, TU CAPITULO, AY MI MADRE SANTA ;____________; AVA EMBARAZADA pero como dijo Lenny "el bebe crecera rodeado de amor" y Harlow tendra un nuevo compañero/a de juegos y Caprice yyyy Zeth, y no se, amo a esos dos ;____; aunque Caprice se niegue a hablar de sus problemas Y LUEGO HEATH CON ALEC ¿ya te dije que los amo? ¿no? pues lo hago, en serio son hermosos, aunque sean solo amigos yyyy, me mato cuando apareció Ayrton yyy el bae quería acariciarle la cabeza a Heath, pero se detuvo y fue muy ME ROMPIÓ EL CORAZÓN ESO SABES PORQUE SE QUE LOS TRES (AYRTON, HEATH Y GREYSON) NO SON UNIDOS Y ES lo ame ;___; aunque digas que falta la otra parte
Atenea.
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Re: Double Rainbow
VALUUUUUUUUUUU, AMÉ TU CAP MUJER AVA Y SU EMBARAZO Y OMG NO, Y LENNY TAN BELLO, SERÁ EL MEJOR TÍO, DIOS Y luego Caprice siendo Caprice y Zeth siendo Zeth, ese chico tiene una paciencia ay omg Y AYRTON OMG NO, TAN DEPRIMIDO Y Heath y Alec se me hacen tan tiernos mujer
comentaré más lindo más adelante díganme que no sigo yo(?
comentaré más lindo más adelante díganme que no sigo yo(?
hange.
Re: Double Rainbow
sigue Mile(? Pero pues. Considerando que aún me falta la otra parte ;-; xd
Invitado
Invitado
Re: Double Rainbow
Creo que despues de vos valu sigue sofi, y de ahi ems, pero ya no estoy segura del orden
y quiero la otra parte
y quiero la otra parte
Atenea.
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Re: Double Rainbow
Dante seguía cuestionando porqué estaba ahí, en la mitad de un parque demasiado brillante, con aves trinando y niños riendo, mientras su mejor amiga estaba sintiéndose terrible en su casa. Por algún motivo sintió que necesitaba darle espacio a la chica y se encontró deambulando hasta dar con la banca en la que estaba sentado. Últimamente era así, se sentía un zombie la mayoría del tiempo, y no podía explicarse por qué, pero una gran cantidad de vitalidad se había evaporado de su cuerpo.
Suspiro y se frotó el rostro, era una mentira decir que no sabía, claro que sabía.
Amara le había pedido que fuera a una cita con una chica de la que no recordaba su nombre para que ésta no dijera que Amara era una infiel, él había aceptado a regañadientes pero lo había olvidado convenientemente con los días debido a que tenía memoria de pez dorado. Lo siguiente que supo es que era demasiado tarde y que Amara estaba destrozada por su culpa.
Soltó un largo suspiro y un platillo cayó a sus pies, lo tomó y recordó a la chica rubia a la que había golpeado hace una semana. ¿Qué sería de ella? Mientras la recordaba mirando fijamente el platillo verde pálido, lleno de rayones y un poco sucio, no notó que un chico rubio se acercaba para reclamar su pertenencia.
—Eh, disculpa —cuando miró al chico, se sintió abatido por un momento, el chico vaciló —. Eh, ese es mi platillo...
—Oh —miró al objeto entre sus manos y tuvo sentido—. Oh. Sí. Trata de no lanzarlo tan lejos, ¿sí?
—Está bien, gracias.
— ¿Hay algún problema, Rory? —Dante tragó en seco cuando sus miradas se conectaron, entendió por qué había quedado en blanco al ver al crío, sintió que la temperatura de su cuerpo disminuía—. Dante.
—Amanda. —el chiquillo corrió a su madre y se abrazó de sus piernas, ella acarició su cabellera y miró a Dante con dolor.
—Es bueno ver que estás bien.
— ¿Disculpa? —esas palabras lo llenaron de indignación y se levantó lentamente de la banca, dispuesto a irse.
—Rory, ve con tus hermanos —el chico asintió, se despidió de Dante con la mano y se fue corriendo. Amanda se cruzó de brazos y se acercó un poco a Dante, el corazón del moreno latía pesado, doloroso—. Sí, bueno. Es que tiendes a ser muy pasional, dios sabe que te amé por eso, y...
— ¿Amarme? Tú no me amaste, Amanda. Lo que tú me hiciste no se le hace a alguien a quién amas. No me amaste nunca, ni amas a tu esposo, ni amas a tus hijos y nunca amarás a nadie que no seas tú misma.
—Dante —ahora lucía un poco molesta, exactamente como se ponía cuando Dante discutía mucho tiempo por algo sin sentido, como si fuera otro de sus hijos y comenzara a perder la paciencia.
— ¡Cariño, aquí estás! —alguien se colgó de su brazo—. Ya todo está preparado, así que vamos a comer.
— ¿Qué?
—Cariño, el picnic, duh. —cuando se giró bien, vio a la rubia en la que estaba pensando hace poco, la que escribió su nombre con los elementos de la tabla periódica. Heath. Se sintió desorientado, pero vio cómo la rubia le pedía con la mirada que le siguiera el juego, así que lo hizo—. Oh, ¿eres amiga de Dante?
—Eh, sí. ¿Tú eres?
—Su novia, por supuesto. Llevamos saliendo un par de meses ya. Es un gusto conocerte y me encantaría quedarme a platicar, pero tenemos cosas que hacer, ¿verdad, cariño?
—Uh huh.
—Bueno, ¡da svidan'ya! —la rubia tiró de Dante suavemente y comenzaron a caminar, él aún estaba en blanco y no asimilaba mucho lo que pasó, sólo que Heath acaba de salvarlo—. Eh, ¿estás bien?
—No lo sé.
—Perdona si me entrometí, es que te vi con una expresión tan triste que supuse que sería alguna ex. Espero no estar equivocada. En todo caso, con esas personas es mejor demostrar que para ti la vida sigue adelante.
—Sí, Heath. Algo así. —suspiró con mucha pesadez, siguió caminando con Heath hasta que llegaron junto a Alec.
—Hey, Alighieri.
Se encontraban sobre una manta al pie de las raíces de un árbol, Alec observaba su teléfono un par de veces, Heath tiró de Dante para que se sentara y así comenzó la comunión.
—Entonces, ¿cómo conociste a la rusa?
—La rusa, está aquí, Alec. —dijo Heath mordiendo una galleta salada.
—La golpeé con un platillo.
—Sí, suena como algo que harías.
—Gracias, Alec.
—No es mi culpa que seas Torpedzilla, Dante.
—En todo caso, me alegra ver que estás bien. —dijo ahora a Heath, ella se sonrojó.
—Sí, ese día fue un poco extraño, me disculpo por eso.
—Creyeron que te dejé y que por eso saliste corriendo. Absolutamente todos me miraron mal.
— ¿Qué pasó?, no entiendo.
—Tuve un ataque de pánico, eso es todo. Estoy mejor ahora. —sin darse cuenta, estaba girando el anillo en su dedo, un poco nerviosa—. Ah, pero estamos a mano ahora.
— ¿Qué? Oh, sí. Eh, me encontré con Amanda hace un par de minutos, fue...
— ¿Incómodo? —completó Alec.
—Iba a decir extraño. Sí, incómodo también.
— ¿Y estás bien?
¿Lo estaba? No. ¿Quería preocupar a sus amigos? No. Por eso asintió, cambió el tema y pasó una buena hora y media hablando con el par. Al final Alec fue el primero en irse, dejando a Heath y Dante con el trabajo de recoger todo. El clima había calmado un poco, el sol no era tan brillante y una suave brisa comenzó a silbar entre las hojas para cuando se dirigía camino a casa. Heath cojeaba un poco por lo que Dante se ofreció a llevarlo todo y no se pudo negar.
—De nuevo, ¿cómo te hiciste eso?
—Siendo muy torpe.
—Ya veo. Únete al club.
—En serio lamento lo del otro día, Dante.
—Ya da igual, con que estés bien, Heath. Aunque no hablamos mucho. Entonces, ¿eres rusa? Eso explica tu acento.
—Sí, sí.
— ¿Familia? ¿Hermanos? ¿Novio?
—Uh, sí. Papá y mamá. Dos hermanos, soy la menor. Novio, eh, no.
—Bueno. Yo tengo dos madres, y es genial. Tengo un hermano, ambos somos adoptados, por cierto. Y no tengo novia.
— ¿Dos madres? Asombroso.
—Puedes ir a conocerlas, creo que hoy están en casa.
—Oh, no, no quiero ser molestia.
—Para nada, adoran que lleve amigos. Estarán preparando un montón de comida, les encanta cocinar. Pero mejor vamos en taxi, esto está poniéndose pesado.
Justo como Dante imaginó, sus madres estaban cocinando y Melanie, quien abrió la puerta, adoró a Heath en tanto la vio. Rápidamente notó sus vendajes y sonó preocupada, incómodando a la rubia mientras ella sonreía. Dante dejó las cosas de Heath junto a la puerta cuando escuchó risas al fondo.
— ¿Hay alguien, Má? ¿Hattie está de visita?
—Oh, no cariño. Es Amara.
—Oh. —Dante observó a Heath ponerse un poco incómoda.
—Le avisaré a Emily que ponga otro plato en la mesa, la cena ya estará lista. —Melanie se fue, su cabello dorado rebotando en ondas. Dante se acercó a Heath quién lucía un poco molesta.
—Es una buena amiga. —aclaró.
—Sé quién es, Dante.
—Oh, ¿la conoces?
—Sí. Es la ex prometida de mi hermano.
Ni bien dijo eso, Emily se asomó curiosa de ver quién era la nueva amiga de su hijo, una mujer con piel más oscura, cabello entre cobre y rojizo y con un puñado de pecas en la nariz y pómulos sonrió con una hilera perfecta de dientes y ojos oliva que se arrugaron. Era muy sencilla, no usaba maquillaje, era su otra Má.
Tras ella, Amara se asomó curiosa igualmente y se quedó en piedra al ver a la rubia. Claro que la reconoció.
—Soy Emily, mucho gusto —estrechó su mano—. ¿Heather, cierto?
—Sólo Heath está bien, señora Gaskarth.
—Bueno, bienvenida. Mel ya está poniendo la mesa, así que llegas a buena hora y... oh, cariño, ¿qué le pasó a tus rodillas?
—Má —dijo Dante rodando los ojos.
—Claro. Terminaré la cena, pero siéntete como en casa, Heath.
Emily se fue dejando una densa atmósfera, Dante no sabía muy bien qué estaba pasando y menos sabía que hacer, no entendía como podía haber tan mala suerte en el mundo. Se acercó a Amara ya dispuesto a decir algo cuando ella misma habló.
— ¿Cómo está? —Heath se cruzó de brazos.
—Bien, en realidad. Digo, ésta semana ha sido especialmente dura para él, y casi no salió pero, hoy incluso fue al centro comercial.
—Oh... ¿podrías decirle que...?
— ¿Sinceramente? Creo que está muchísimo mejor sin saber nada de ti por el momento, Amara.
—Creo que tienes razón.
—Mira, no hay rencores. De cualquier manera, no encajas en el perfil de un Dzvezda. Mi madre te habría vuelto loca. Quisiera decir que fue culpa de Tony por ser tan pasional cuando de trata de sentimientos hacia otras personas, aunque si no sentías nada por él... —Heath suspiró—. Está bien, Amara. Va a estar bien, así que no te mortifiques por mi hermano, por favor. Él es fuerte.
— ¿Estás bien, Ama? —Amara parecía estar conteniendo el aliento.
—Sí. Estoy bien.
Fue una cena tranquila, sus madres no se callaron y contaron anécdotas que Amara ya había escuchado pero de las cuales se seguía riendo como si fuera la primera vez que las escucha. Después de eso, charlaron un poco y el teléfono de Heath demandó que volviera a casa, con lo que se despidió y se fue en un taxi. Cuando Dante volvió a su cuarto, Amara estaba en el tejado. Él se sentó junto a ella y la abrazó pegándola a su cuerpo.
—Heather, Heath. Debí saberlo. Es una buena chica. —Dante no quería hablar de ella. Besó la mejilla de Amara y apoyó el mentón en su cabeza.
—Hoy me encontré con Amanda.
—Zorra.
—Estaba con sus hijos y probablemente su marido.
—Hmp.
—Me habló como si nada hubiera pasado.
—Debes dejarla ir.
Oh, pero Dante la había dejado ir hacer mucho. No había nadie en su corazón, al menos no de esa forma.
Ya era de noche, hacía frío y las estrellas cubrían el cielo, los ruidos nocturnos, automóviles, televisores, llenaban el ambiente. Ninguno de los dos habló más, pero él encontró ese silencio reconfortante. La sentía respirar contra su pecho, la apretó suavemente mientras sentía su pecho llenarse de ella, mientras sentía lo horrible del día escurrirse de sus hombros, como si ella se llevara todas sus preocupaciones, como si todo fuera a estar bien si la seguía sujetando así. Y ese cuerpo más pequeño y femenino que el suyo, esos brazos, esas piernas eran las únicas a las que quería aferrarse esa noche.
Y siempre.
Vanilla odiaba sus ojos miopes. Los frotó, completamente frustrada de no poder ver la hora en el reloj sobre la pizarra de salón de clases. Suspiró y se recostó contra el asiento pues seguramente en cualquier momento sonaría la campana. Se quería ir lo más pronto posible, entre otras razones, porque siempre era acosada por chicos a la salida solo por ser la mayor, la castaña rechazaba amablemente sus avances, pero realmente ya se estaba hartando de la situación; pensaba hablar con el director al respecto, aunque sabía que no había mucho que hacer. Se levantó rápidamente de su puesto en tanto sonó la campana y se escabulló entre las personas para salir lo antes posible de la escuela. Se despidió de un par de chicas y comenzó a buscar las llaves en su maletín mientras se dirigía al parqueadero detrás de la escuela.
Si no hubiera estado tan distraída habría notado que alguien la seguía, sin embargo sólo se percató de aquello cuando el chico en cuestión tiró de ella para llamar su atención.
—Oi, eso duele —el chico apretó con fuerza alrededor de la muñeca de la castaña quien se estremeció ante el apretón—. Ugh, Dwayne, ¿qué quieres=
—Pues a ti, por supuesto.
—Ugggggh, uno creería que después de rechazarte trece veces te darías por vencido, ¿no tienes dignidad, Dwayne? —comenzó a retroceder para soltarse de él pero Dwayne apretó su mano y tiró de ella, con más fuerza, más cerca, y Vanilla comenzó a preocuparse—. Déjame ir.
El tipo no dijo nada, sólo colocó una mano en su cintura, pegándola aún más a él, entonces Vanilla comenzó a forcejear de verdad, su corazón latiendo rápido.
—Idiota, déjame ir. ¡Oi!, ¡¿Dónde estás tocando?! Dwayne, ¡suéltame!
De pronto alguien tiró de ella con fuerza, lastimándola, sí, pero al menos liberándola del agarre del idiota en el proceso.
—La chica dijo que la soltaras.
— ¿Y qué tienes que ver tú en todo esto? ¡Métete en tus propios asuntos!
— ¿Y convertirme en el cómplice de un crimen? No gracias.
—Oh, por favor, ¡a ella le gusta! ¿No ves que es una...! —fue interrumpido por el golpe que Vanilla dirigió directo a su mandíbula. El dolor estalló en sus nudillos pero la ira, indignación y vergüenza que bullía en su sangre hizo que fuera más ameno.
—Te voy a denunciar, hijo de puta. Estás jodido.
Consciente de su situación, el tipo se fue corriendo, una mano sujetando su mandíbula, mientras decía algo sobre jurar venganza. Vanilla suspiró aliviada y casi empezó a llorar. Se giró ante el chico que la ayudó.
—Gracias, no sé qué habría pasado sí... ¿Avery Oh, por dios. Soy Vanilla, ¿Vanilla Olympe? ¿Me recuerdas?
— ¿Vanilla...? —la castaña vio como el reconocimiento brilló en sus ojos y se sintió emocionada de volver a ver a su amigo. Se sentía dentro de un manga—, dios, Vanilla. ¡Mira qué cambiada estás!
— ¿En serio? Tú no has cambiado tanto, dios —risa—, ¿qué posibilidad hay, dios mío? Oh, por dios, tengo que invitarte a comer. Vamos —sacudió las llaves frente a él—, yo invito. Sin peros.
Y sin esperar respuesta, tomó al rubio del brazo y tiró de él hasta su auto, desbloqueó las puertas y se deslizó dentro de su auto. Avery abrió la puerta y se inclinó hacia adelante.
— ¡Escucha a las personas cuando hablan, Vanilla!
— ¿Estabas hablando? Oh, cállate y sube de una vez. No todos los días ves a un amigo de infancia.
—Podría decirse que ese aspecto tuyo no ha cambiado nada, nunca escuchas a nadie cuando te emocionas.
— ¡¿Cómo no voy a estar emocionada?!
— ¿Por que acabas de ser atacada?
—Nah, no dejaré que ese idiota me amargue el día. —lanzó el maletín a la parte trasera del auto y lo encendió. Respiró profundo y arrancó el auto.
—No sé si vi bien, ¿pero era un chico de secundaria? Vani, ¿estás en secundaria aún?
Ese "aún" dolía. Suspiro mientras se inclinaba para ver que ningún auto viniera. Era un tema un poco complicado, la mayoría de gente no lo entendía y siempre salía con excusas. Pero sentado junto a ella estaba Avery Baszack, un chico que había vivido cerca de su casa cuando era una niña en Canadá, habían sido cercanos y luego él se mudó. Le parecía irreal que pudiera encontrárselo en tal pueblo, definitivamente se sentía dentro de un manga.
—Bueno, sí. Es un tema complicado. A ti puedo decírtelo, claro. Sabes que desde siempre he sido propensa a enfermedades. Los últimos cuatro años fueron especialmente difíciles, eh, mi riñón izquierdo dejó de funcionar y fui hospitalizada durante meses y meses. Al final tuve que repetir muchos cursos. Oh, pero ahora estoy mejor y ya finalmente estoy en el último año, así que no te vayas a preocupar.
—Oh, Vani.
—No, tranquilo. Ha sido divertido. Y bueno, transfirieron a mis padres aquí, ya sabes que trabajan juntos. Les está yendo súper bien, ¡incluso me compraron un auto!, bueno, no es mío per se, lo comparto con mi hermana. Claro que ella apenas si sale de casa, es una perezosa, así que más lo uso yo.
—Tu hermana...
—Capuccine, sí.
—Claro. Sí, la recuerdo.
—Venga, pero suficiente sobre mi. Hablame de ti, Avery.
—No hay mucho qué hablar.
—No me vengas con evasivas.
—No son evasivas es... la verdad. —la castaña entornó los ojos al chico—. ¡Mira por dónde conduces, Vanilla!
Ante la reacción de Avery, la castaña soltó una carcajada y frenó en un semáforo en rojo. No presionó más el asunto sobre Avery, sabiendo que eso no funcionaría. En su lugar, encendió la radio y comenzaron a hablar sobre temas aleatorios mientras llegaban al McDonalds más cercano. Al llegar y pedir la comida, se convirtió en una charla de un sólo lado.
—Sabes que no soy mucho de ir a fiestas —dijo sobre el ruido—, pero entonces Maggy, ¿mi amiga la del accidente del perro en el parque?, me convence que vaya —tomó un sorbo de su gaseosa—, hay putas, bebida, la cual no puedo ni ver debido a que sólo tengo un riñón—gracias, música a tope y ahí estoy, sintiéndome como un pez fuera del agua. Después de ser acosada varias veces decido que tengo suficiente y salgo por la puerta trasera. Estoy caminando y hay un sujeto en la esquina viendo su teléfono, cuando de pronto aparece alguien y, no vas a creer, ¡comenzó a apuñalarlo! —Avery abrió los ojos, sorprendido—, le robó todo y se marchó, y lo dejó en piso sangrando y ahí estoy, en él más completo shock, temblando, un grito sale de mi garganta y me pego contra la pared aterrada. Todo estaba tan borroso, fue horrible, mi cabeza estaba en otro lado y quería vomitar. Digo, sabía que tenía que pedir ayuda, sabía que tenía que hacer algo, pero mi cuerpo no respondía. No me di cuenta de que estaba gritando hasta que sentí mi garganta ardiendo, entonces alguien me sujetó y trató de tranquilizarme.
—Toda una damisela en apuros.
—Uh-hm.Sí. Oh, pero era tan... lindo. Su nombre es Ace. ¿Sabes por qué lo recuerdo? Hizo este gracioso juego de palabras, "Vanilla Ace", y en ese momento se me antojó.
—Dios mio, Vanilla. Te pasa cada cosa...
— ¡Lo sé!, lo sé. ¿No lo conoces de casualidad?
—No me suena... —Vanilla dio una última mordida y sacudió sus manos. Avery ya había acabado.
—Pediré que me empaquen esto, tengo que ir a hacer la denuncia y seguramente tendrás cosas que hacer.
—Eh, puedo acompañarte.
—No, no. No tienes que ir a tal lugar tan horrible. Yo puedo sola, tú sólo dime dónde te dejo y yo con mucho gusto. Me encantó volver a verte, Avery, ¡hagamoslo otra vez!
Después de dejar a Avery fue hasta la estación de policías e hizo la denuncia, el oficial delgado demasiado menudo para el uniforme que tenía dijo que si eso continuaba, podía pedir una orden de alejamiento. Aunque la idea le gustaba a Vanilla la idea, supo que era para problemas, así que dijo que la próxima vez lo haría. Después, desanimada y un poco aburrida, ignoró la montaña de tarea que tenía y decidió ir a cine para despejar su mente, no quería ir todavía a casa.
Estacionó su preciado auto y se estiró para buscar la billetera en la guantera, entonces un destello llamó su atención y vio pasar, frente a ella, a Ace. Iba con una chica, se iban riendo, ¿su novia? Tomó la billetera y un pensamiento desagradable cruzó su mente. Negó la cabeza y salió del auto, el clima estaba tranquilo. Le gustaba.
Pensó que ir al cine sola era deprimente así que sacó su móvil y texteó a Maggy mientras caminaba. Cuando levantó la mirada, vio a Ace mirándola. Una sonrisa se le escapó y le agitó una mano en saludo que él devolvió incómodo. Volvió a mirar su celular, Maggy venía de camino. Compró dos boletas y perdió de vista a la pareja hasta la cafetería. Se inclinó sobre el mostrador cerca de ellos pero no tanto, en la siguiente línea, el dependiente le sonrió y ella le devolvió la sonrisa.
— ¿Puedo tomar su orden?
—Oh, no. Sólo un ICEE estará bien. De limón, gracias~
La sonrisa no cabía en su rostro. Rápidamente un envase plástico con granizado le fue entregado y ella pagó, justo cuando ellos tomaban sus palomitas y bebidas. Se giró y vio una cabellera roja saltando hacia ella.
— ¡Vani! Lo siento. ¿Tardé mucho? Ow, ya pediste.
—No importa, la peli empieza en diez minutos, ¿quieres palomitas?
Capuccine estaba esperando a su hermana a las afueras del cine porque necesitaba el auto. No paraba de suspirar exasperada porque le había dicho con anterioridad al respecto y la muy cabeza hueca lo había olvidado. Irritada, caminó hasta la cafetería, estaba completamente lleno y en la mesa más vacía había un rubio mirando un celular. Estaba demasiado molesta como para importarle, caminó hasta la mesa y se sentó.
— ¿Te molesta? La cafetería está llena.
— ¿Qué? Oh, no. —le regaló una sonrisa nerviosa, Capuccine sacó su celular y navegó entre los contactos—. Soy Mitchell, por cierto.
—Capuccine.
—Uh —al levantar la mirada de su celular, encontró a Mitchell mirándola extrañado.
—Es mi nombre, Capuccine. Sí, es raro. —Mitchell se rió vívidamente.
—Es lindo.
—Prueba llamarte así veintiún años de tu vida. Ya verás que no es tan lindo. —suspiró y bloqueó su celular—. Mi hermana se llama Vanilla.
—Veo que a tus padres les gustan los sabores.
—Mucho. —la rubia sonrió—. ¿Puedo preguntar qué haces aquí?
— ¿Yo? Bueno, terminaba de hacer un par de cosas e iba a verme con mi hermana. Como sea, acababa de cancelar cuando tú llegaste.
—Ah, hermanas. —apoyó los codos sobre la mesa—. La mía y yo compartimos auto, la dejo usarla más de lo que debería dado a que apenas salgo, pero hoy lo necesitaba y la muy idiota se viene a ver cine. ¡Lo olvidó por completo!
— ¿Necesitas ir a algún lado?
—Los de mi escuela de arte se reunían en una tertulia hoy. De cualquier manera ya es tarde, y no quiero llegar en medio de la situación. Ahora estoy contigo. —le sonrió.
El ruido del lugar hacia un ambiente perfecto, Capuccine despidió un mensaje a Vanilla diciendo que ya no se preocupara por ella, y añadió un posdata jugando que se vengaría. En algún momento Mitchell se levantó para pedir dos cafés (para Capuccine con leche) y ahora conversaban.
Decir que Capuccine lo encontraba interesante, era mentira. La rubia tenía íntereses muy peculiares y casi cualquier cosa le parecía ordinaria, Mitchell estaba entre esas cosas. Por otro lado, debido a su nerviosismo y lo descuidado que su personalidad desbordaba de sus acciones, le pareció increíblemente adorable, y como quién ve un perrito en una tienda de mascotas y le gusta, decidió que lo conservaría.
Capuccine se levantó de su asiento y se apoyó sobre la mesa, se inclinó y acercó su rostro al de Mitch, éste se sonrojó y tartamudeó cuando pareció que lo iba a besar. A un par de centímetros, Capuccine echó para atrás riendo.
— ¡Eres una belleza! —se volvió a sentar, tomó la pajilla de su café y lo revolvió con la derecha mientras que con la izquierda apoyaba su rostro sobre su puño mientras le dirigía una profunda mirada a Mitchell, curvó sus labios juguetona—. Me gustas, Mitch.
Así los enganchaba a sí misma. Bebió el café, dulce en su lengua, mirando a Mitch incomodarse. El chico podía no ser excepcional, era lindo, lo normal, tenía ojos azules. Capuccine no podía esperar a que con su boca la llamara 'hermosa', su corazón latió rápido emocionado.
Todos eran ordinarios. Pocos eran especiales, ella era uno de esos pocos. Sólo los especiales se dan cuenta de que son especiales, por ende los ordinarios deben alabar a los especiales. Había que saber tomar la situación. Algunos se molestaban por no ser alabados, esto los dirigía a la locura. Capuccine no, ella era inteligente. Iba a hacer alabada, poco a poco, ganándose a los ordinarios, por muy especial que fuera, tenía que bajar de su pedestal para que los ordinarios notaran lo que ella sabía de nacimiento, así le era fácil meterse en sus cabezas. Incluso le divertía hacerlo, se rió suavemente mientras mordía la pajilla.
Zev se fue en tanto Ava se lo pidió, y eso le alivió, que respetara su espacio. Lo primero que hizo fue colocar una mano en su vientre, y guardó silencio, respiró muy suavecito, como esperando que algo pasara. Estaba nerviosa, ansiosa, y sin saberlo comenzó a acariciar su piel. El corazón comenzó a latir fuertemente, y se llenó de una especie de calor. Por un instante, su instinto maternal salió a flote y se enterneció con la criatura creciendo en su interior. Iba a ser madre. Qué sensación más hórrida y hermosa era.
Sin poder seguir quieta se levantó y decidió ir a comprar ingredientes para preparar algo de comer, lo que fuera. Así que tomó las llaves, su bolso, y caminó hasta la parada de autobús, el cual tardó sólo unos minutos en llegar. El viaje fue tranquilo porque estaba casi vacío y sólo eran quince minutos. Observó con recelo el asiento especial para mujeres embarazadas, ancianos y discapacitados, tanto que casi se pasa de parada, pero cayó en sus sentidos justo a tiempo para bajarse frente al centro comercial. Repleto de personas, la hizo sentirse más tranquila el ambiente, respiraba profundo, canasta colgada del brazo, mientras observaba las marcas de la masa para hacer panqueques. Había una que ni a ella ni a su hermano le gustaba porque nunca se cocinaba del todo. Tomó un frasco de miel de maple y justo entonces vio su marca predilecta... en la cima del estante que le sacaba una cabeza. Maldijo ser tan enana, se empinó lo más que pudo y sus dedos apenas tocaban el paquete. Saltó un par de veces y casi tumbó un montón de productos en los estantes de abajo, suspiró irritada dispuesta a rendirse cuando sintió una mano en su cintura, un cuerpo contra ella y otra mano alcanzando el paquete y dejándolo en sus manos. Se giró para ver al chico del otro día, quien le sonrió.
—Mi héroe. —dijo devolviendole la sonrisa, él por su parte hizo una reverencia.
—Mi lady. —dejó caer el paquete en la canasta—. ¿Compras mensuales?
—Eh, no, bueno, sí. Quería un poco de ingredientes frescos, tengo qué cocinar algo o perderé la cabeza.
— ¿Cocinas?
—Un poco, sí. Repostería, principalmente, aunque puedo hacer un platillo o dos. —comenzaron a caminar y más adelante tomó un paquete de harina.
— ¿Y eres buena?
—Eso dicen, yo no estaría tan segura.
—Bueno, tendré que probarlo para dar el gusto bueno.
— ¿Estás coqueteando conmigo, chico con novia? —dijo mientras comparaba dos marcas de polvo para hornear. Al no escuchar respuesta, se giró hacia Ayrton, sólo para verlo observando un punto ciego, los ojos desenfocados. Supo inmediatamente que había dicho algo que no debió—. Oh.
—Sí, oh.
—Lo siento, Ayrton. No quise traer ese tema, sólo pensé... como lo siento, qué torpe soy... eh, te invitó a cenar esta noche, ¿sí? No puedes decir que no, así que ayúdame a comprar los ingredientes.
—No te culpes, Ava. ¿Cómo podrías saberlo? —la sonrisa que le regaló fue completamente plastificada—. Eh, ¿qué tenemos que comprar?
—Hm. —observó su canasta—. Huevos, algunas verduras, eh, ¿te gusta el tomate?
— ¿No lo estás pensando demasiado?
—Lo siento. Sí, sólo serán panqueques para cenar. —dejó caer un caja de polvo para hornear en la canasta y la otra la dejó en el estante—. Entonces ya estamos listos. ¿Asumo que es un sí a lo de comer panqueques?
—Claramente.
Ayrton no tenía la energía con la que lo conoció, lucía un poco pálido, sombras aparecieron bajo sus ojos y parecía cansado. Ava reconocía esos sentimientos en ella misma, así que intentó ser lo más comprensible posible. Cuando iban en el bus, camino a casa, charlaban sobre una película que se había estrenado hace poco cuando Ayrton dejó caer la bomba.
—Amara me engañó. —otra vez vio sus ojos desenfocados, Ava colocó una mano en su brazo mientras su estómago se contraía y un gran "¿¡qué!?" se articulaba en la parte de atrás de su garganta. Ayrton pronto lució un par de años mayor, se le veía a punto de desfallecer, Ava apretó la boca preocupada, sin saber si debía callarlo o dejar que siguiera hablando—. Esa no es la peor parte, porque, le pedí matrimonio, ¿sabes? Mi mejor amiga lo supo todo el tiempo. Pudo haberme advertido, evitar que hiciera tal locura, pero se puso del lado de ella. No dijo nada... y con eso dijo todo, supongo. —suspiró y se frotó el puente de la nariz—. Apesta, ¿cierto?
—Esta es mi parada, Ayrton. Vamos. —tomó su mano y tiró de él suavemente, caminaron el corto pasillo y bajaron las escaleras, la tarde comenzaba a asentarse. Caminaron un poco más hasta su edificio y subieron los seis pisos, Ava comentaba tan animadamente como podía la vez que casi quemó la casa.
—Bueno, hogar dulce hogar. No es muy grande, pero Lenny y yo no necesitamos mucho. —dijo abriendo la puerta principal.
—Oh, ¿sus padres viven aparte?
—Eh... no. Mis padres están muertos. Fue hace mucho, era sólo una bebé.
—No quise ser grosero.
—No lo fuiste, Ayrton. Como dije, fue hace mucho. Eh, siéntete como en casa. —caminó hasta la cocina y comenzó a sacar lo que necesitaba después de dejar la bolsa sobre el mesón. Ayrton se recostó en el marco de la puerta, cruzado de brazos—. Mi tío, Brendon, nos cuidó hasta hace dos años, luego siguió su deseo de conocer el mundo y sabrá Yahveh en qué selva del planeta estará metido, y bueno... —estaba de cuclillas, frente a los gabinetes del mesón, observando las ollas relucientes cuando se quedó sin aliento y su corazón comenzó a latir rápido. Por un instante se sintió como en las nubes, ajena a todo lo que la rodeaba, como si fuera alguien más observando desde una vasija, como si no le estuviera pasando nada a ella, cuando se dio cuenta de esto se quiso reír. Ya era muy vieja como para seguir huyendo. No. Ella debía enfrentarlo, todo, desde hoy lo haría.
—Estoy embarazada.
— ¿Disculpa, qué? No alcancé a oírte. —Ava se incorporó lentamente, batidor en mano y miró a Ayrton con lágrimas en los ojos, sonrió incómoda mientras los secaba.
—Estoy embarazada. —el matices de expresiones en el rostro de Ayrton la hicieron reír, del desconcierto hasta la sorpresa y el no-sé-qué-decir—. Fue inoportuno, lo siento. Estabas siendo tan sincero que pensé que deberías saber algo de mí también. —se giró al mesón y abrió la bolsa que llevaba los nuevos ingredientes—. Si te preguntas por el padre, bueno, era un maltratador, pero yo no podía dejarlo, eh, Lenny lo denunció por mi porque nunca tuve el valor de hacerlo y, bueno, yo creí que me amaba... eh, debo tener dos meses y ya varios pantalones me han dejado de ajustar así que si me ves gorda en un par de semanas, no es porque esté comiendo mucho, eh... —se calló porque Ayrton la abrazó. Fue extraño, porque lo conocía desde hace poco y sin embargo su abrazo fue cálido, reconfortante. De alguna manera, la máscara que se había puesto desde que salió del baño esa mañana se cayó a pedazos, su estómago tembló de nervios y miedo y se aferró de los brazos del castaño, llorando.
Fue gracioso explicarlo luego a su hermano, sus amigas y Zev, pero como de costumbre Ava hizo más comida de la necesaria, los invitó a comer, aunque Jo y Zarina rechazaron la oferta y se fueron corriendo después de asegurarse que su "vaina de guizantes" estaba bien. Zev y Ayrton se fueron al rato.
—Aún no entiendo lo de la vaina de guizantes —dijo Ava mientras cortaba el pancake.
—Que eres pequeña, Avie.
— ¡Qué no me digas Avie! —dijo frunciendo el ceño, pero el gesto perdió fuerza porque justo entonces sonó el timbre.
—Abre, Avie. Yo limpio.
—Oye, escucha a las personas cuando hablan... —le reprendió mientras se levantaba de su asiento y camiaba hasta la puerta. La abrió sin observar por la mirilla quién era y se encontró con una sonrisa peculiar—. Capuccine.
—Ava, cariño. Tranquila, sólo vine a devolver este tupperware, como siempre, gracias por la comida. —la rubia le entregó los envases plásticos—. ¿Mañana puedo pasarme un rato? Es sólo y aburrido en mi apartamento y mi hermana tiene club de estudio.
—Sí, no creo que a Lenny le moleste. De hecho será genial tenerte haciéndome compañía.
— ¿Puedo traer a Frapuccine?
—Si no araña los muebles. —advirtió, levantando el dedo índice. Capuccine rió en la puerta.
—Suenas como mi madre. —Ava parpadeó y sintió como si le cayera agua fría. Se había distraído tanto que había olvidado que estaba embarazada—. En fin, me voy. Nuevamente, gracias por la comida. Adios!~
Ava se quedó en la puerta, viendo como Capuccine entraba a su casa y cerraba tras ella, pronto fue demasiado consciente de la situación. Cerró silenciosamente y se encaminó a la cocina, donde encontró a Lenny con las manos llenas de espuma, lavando los platos. Dejó los envases sobre el mesón y se cruzó de brazos mientras apoyaba su cadera contra este.
—Hey. ¿Algo mal?
—No sé por dónde empezar, Lenny. —el chico abrió la llave para lavar sus manos con un suspiro, las agitó para retirar el exceso de agua y se giró para encararla. Ava se estremeció, hace bastante no lo veía tan serio.
—Ava, todo va a estar bien.
—Lo sé, sabes que lo sé. Pero se ve tan lejano... tan lejano. Y no sé qué está pasando o cómo dejé que esto me pasara. Tío Brendon siempre lo dijo y yo... —se quedó fría cuando Lenny se acercó y colocó una mano en su vientre, sobre su ropa.
— ¿Te molesta?
—Uh, no. —observó la mano de su hermano—. Je. Aunque vienen enseñándome sobre cómo se hacen los bebés desde que tengo nueve años, aún me parece imposible que de verdad ahí se esté formando una persona.
—Es emocionante, ¿no crees?
—Y aterrador —estuvo de acuerdo—, sobre todo aterrador.
—Estaremos bien, Avie —despeinó a la castaña al pasar de largo—. Qué tal si descansamos por hoy.
—Sí, me parece bien. —revisó que la llave del gas estuviera apagada y salió de la cocina. Sabía que tenía que llamar a Jo y Zarina, ver si habían llegado bien a casa. También tendría que llamar a varios compañeros y esperar que no se hubiera perdido mucho. Pero decidió que quería dormir más que todo eso, así que lo ignoró y siguió caminando perezosamente hasta su cuarto.
—Descansa, Lenny —dijo en la puerta de su cuarto, frotándose un ojo, sintiendo el cansancio repentino de un día agotador. Se colocó una pijama rápidamente y se deslizó en su cama. En tanto su cabeza golpeó la almohada, a pesar de que su vecina estaba viendo un programa de televisión con el volumen un poco demasiado alto, concilió sueño sin mayor problema.
Suspiro y se frotó el rostro, era una mentira decir que no sabía, claro que sabía.
Amara le había pedido que fuera a una cita con una chica de la que no recordaba su nombre para que ésta no dijera que Amara era una infiel, él había aceptado a regañadientes pero lo había olvidado convenientemente con los días debido a que tenía memoria de pez dorado. Lo siguiente que supo es que era demasiado tarde y que Amara estaba destrozada por su culpa.
Soltó un largo suspiro y un platillo cayó a sus pies, lo tomó y recordó a la chica rubia a la que había golpeado hace una semana. ¿Qué sería de ella? Mientras la recordaba mirando fijamente el platillo verde pálido, lleno de rayones y un poco sucio, no notó que un chico rubio se acercaba para reclamar su pertenencia.
—Eh, disculpa —cuando miró al chico, se sintió abatido por un momento, el chico vaciló —. Eh, ese es mi platillo...
—Oh —miró al objeto entre sus manos y tuvo sentido—. Oh. Sí. Trata de no lanzarlo tan lejos, ¿sí?
—Está bien, gracias.
— ¿Hay algún problema, Rory? —Dante tragó en seco cuando sus miradas se conectaron, entendió por qué había quedado en blanco al ver al crío, sintió que la temperatura de su cuerpo disminuía—. Dante.
—Amanda. —el chiquillo corrió a su madre y se abrazó de sus piernas, ella acarició su cabellera y miró a Dante con dolor.
—Es bueno ver que estás bien.
— ¿Disculpa? —esas palabras lo llenaron de indignación y se levantó lentamente de la banca, dispuesto a irse.
—Rory, ve con tus hermanos —el chico asintió, se despidió de Dante con la mano y se fue corriendo. Amanda se cruzó de brazos y se acercó un poco a Dante, el corazón del moreno latía pesado, doloroso—. Sí, bueno. Es que tiendes a ser muy pasional, dios sabe que te amé por eso, y...
— ¿Amarme? Tú no me amaste, Amanda. Lo que tú me hiciste no se le hace a alguien a quién amas. No me amaste nunca, ni amas a tu esposo, ni amas a tus hijos y nunca amarás a nadie que no seas tú misma.
—Dante —ahora lucía un poco molesta, exactamente como se ponía cuando Dante discutía mucho tiempo por algo sin sentido, como si fuera otro de sus hijos y comenzara a perder la paciencia.
— ¡Cariño, aquí estás! —alguien se colgó de su brazo—. Ya todo está preparado, así que vamos a comer.
— ¿Qué?
—Cariño, el picnic, duh. —cuando se giró bien, vio a la rubia en la que estaba pensando hace poco, la que escribió su nombre con los elementos de la tabla periódica. Heath. Se sintió desorientado, pero vio cómo la rubia le pedía con la mirada que le siguiera el juego, así que lo hizo—. Oh, ¿eres amiga de Dante?
—Eh, sí. ¿Tú eres?
—Su novia, por supuesto. Llevamos saliendo un par de meses ya. Es un gusto conocerte y me encantaría quedarme a platicar, pero tenemos cosas que hacer, ¿verdad, cariño?
—Uh huh.
—Bueno, ¡da svidan'ya! —la rubia tiró de Dante suavemente y comenzaron a caminar, él aún estaba en blanco y no asimilaba mucho lo que pasó, sólo que Heath acaba de salvarlo—. Eh, ¿estás bien?
—No lo sé.
—Perdona si me entrometí, es que te vi con una expresión tan triste que supuse que sería alguna ex. Espero no estar equivocada. En todo caso, con esas personas es mejor demostrar que para ti la vida sigue adelante.
—Sí, Heath. Algo así. —suspiró con mucha pesadez, siguió caminando con Heath hasta que llegaron junto a Alec.
—Hey, Alighieri.
Se encontraban sobre una manta al pie de las raíces de un árbol, Alec observaba su teléfono un par de veces, Heath tiró de Dante para que se sentara y así comenzó la comunión.
—Entonces, ¿cómo conociste a la rusa?
—La rusa, está aquí, Alec. —dijo Heath mordiendo una galleta salada.
—La golpeé con un platillo.
—Sí, suena como algo que harías.
—Gracias, Alec.
—No es mi culpa que seas Torpedzilla, Dante.
—En todo caso, me alegra ver que estás bien. —dijo ahora a Heath, ella se sonrojó.
—Sí, ese día fue un poco extraño, me disculpo por eso.
—Creyeron que te dejé y que por eso saliste corriendo. Absolutamente todos me miraron mal.
— ¿Qué pasó?, no entiendo.
—Tuve un ataque de pánico, eso es todo. Estoy mejor ahora. —sin darse cuenta, estaba girando el anillo en su dedo, un poco nerviosa—. Ah, pero estamos a mano ahora.
— ¿Qué? Oh, sí. Eh, me encontré con Amanda hace un par de minutos, fue...
— ¿Incómodo? —completó Alec.
—Iba a decir extraño. Sí, incómodo también.
— ¿Y estás bien?
¿Lo estaba? No. ¿Quería preocupar a sus amigos? No. Por eso asintió, cambió el tema y pasó una buena hora y media hablando con el par. Al final Alec fue el primero en irse, dejando a Heath y Dante con el trabajo de recoger todo. El clima había calmado un poco, el sol no era tan brillante y una suave brisa comenzó a silbar entre las hojas para cuando se dirigía camino a casa. Heath cojeaba un poco por lo que Dante se ofreció a llevarlo todo y no se pudo negar.
—De nuevo, ¿cómo te hiciste eso?
—Siendo muy torpe.
—Ya veo. Únete al club.
—En serio lamento lo del otro día, Dante.
—Ya da igual, con que estés bien, Heath. Aunque no hablamos mucho. Entonces, ¿eres rusa? Eso explica tu acento.
—Sí, sí.
— ¿Familia? ¿Hermanos? ¿Novio?
—Uh, sí. Papá y mamá. Dos hermanos, soy la menor. Novio, eh, no.
—Bueno. Yo tengo dos madres, y es genial. Tengo un hermano, ambos somos adoptados, por cierto. Y no tengo novia.
— ¿Dos madres? Asombroso.
—Puedes ir a conocerlas, creo que hoy están en casa.
—Oh, no, no quiero ser molestia.
—Para nada, adoran que lleve amigos. Estarán preparando un montón de comida, les encanta cocinar. Pero mejor vamos en taxi, esto está poniéndose pesado.
Justo como Dante imaginó, sus madres estaban cocinando y Melanie, quien abrió la puerta, adoró a Heath en tanto la vio. Rápidamente notó sus vendajes y sonó preocupada, incómodando a la rubia mientras ella sonreía. Dante dejó las cosas de Heath junto a la puerta cuando escuchó risas al fondo.
— ¿Hay alguien, Má? ¿Hattie está de visita?
—Oh, no cariño. Es Amara.
—Oh. —Dante observó a Heath ponerse un poco incómoda.
—Le avisaré a Emily que ponga otro plato en la mesa, la cena ya estará lista. —Melanie se fue, su cabello dorado rebotando en ondas. Dante se acercó a Heath quién lucía un poco molesta.
—Es una buena amiga. —aclaró.
—Sé quién es, Dante.
—Oh, ¿la conoces?
—Sí. Es la ex prometida de mi hermano.
Ni bien dijo eso, Emily se asomó curiosa de ver quién era la nueva amiga de su hijo, una mujer con piel más oscura, cabello entre cobre y rojizo y con un puñado de pecas en la nariz y pómulos sonrió con una hilera perfecta de dientes y ojos oliva que se arrugaron. Era muy sencilla, no usaba maquillaje, era su otra Má.
Tras ella, Amara se asomó curiosa igualmente y se quedó en piedra al ver a la rubia. Claro que la reconoció.
—Soy Emily, mucho gusto —estrechó su mano—. ¿Heather, cierto?
—Sólo Heath está bien, señora Gaskarth.
—Bueno, bienvenida. Mel ya está poniendo la mesa, así que llegas a buena hora y... oh, cariño, ¿qué le pasó a tus rodillas?
—Má —dijo Dante rodando los ojos.
—Claro. Terminaré la cena, pero siéntete como en casa, Heath.
Emily se fue dejando una densa atmósfera, Dante no sabía muy bien qué estaba pasando y menos sabía que hacer, no entendía como podía haber tan mala suerte en el mundo. Se acercó a Amara ya dispuesto a decir algo cuando ella misma habló.
— ¿Cómo está? —Heath se cruzó de brazos.
—Bien, en realidad. Digo, ésta semana ha sido especialmente dura para él, y casi no salió pero, hoy incluso fue al centro comercial.
—Oh... ¿podrías decirle que...?
— ¿Sinceramente? Creo que está muchísimo mejor sin saber nada de ti por el momento, Amara.
—Creo que tienes razón.
—Mira, no hay rencores. De cualquier manera, no encajas en el perfil de un Dzvezda. Mi madre te habría vuelto loca. Quisiera decir que fue culpa de Tony por ser tan pasional cuando de trata de sentimientos hacia otras personas, aunque si no sentías nada por él... —Heath suspiró—. Está bien, Amara. Va a estar bien, así que no te mortifiques por mi hermano, por favor. Él es fuerte.
— ¿Estás bien, Ama? —Amara parecía estar conteniendo el aliento.
—Sí. Estoy bien.
Fue una cena tranquila, sus madres no se callaron y contaron anécdotas que Amara ya había escuchado pero de las cuales se seguía riendo como si fuera la primera vez que las escucha. Después de eso, charlaron un poco y el teléfono de Heath demandó que volviera a casa, con lo que se despidió y se fue en un taxi. Cuando Dante volvió a su cuarto, Amara estaba en el tejado. Él se sentó junto a ella y la abrazó pegándola a su cuerpo.
—Heather, Heath. Debí saberlo. Es una buena chica. —Dante no quería hablar de ella. Besó la mejilla de Amara y apoyó el mentón en su cabeza.
—Hoy me encontré con Amanda.
—Zorra.
—Estaba con sus hijos y probablemente su marido.
—Hmp.
—Me habló como si nada hubiera pasado.
—Debes dejarla ir.
Oh, pero Dante la había dejado ir hacer mucho. No había nadie en su corazón, al menos no de esa forma.
Ya era de noche, hacía frío y las estrellas cubrían el cielo, los ruidos nocturnos, automóviles, televisores, llenaban el ambiente. Ninguno de los dos habló más, pero él encontró ese silencio reconfortante. La sentía respirar contra su pecho, la apretó suavemente mientras sentía su pecho llenarse de ella, mientras sentía lo horrible del día escurrirse de sus hombros, como si ella se llevara todas sus preocupaciones, como si todo fuera a estar bien si la seguía sujetando así. Y ese cuerpo más pequeño y femenino que el suyo, esos brazos, esas piernas eran las únicas a las que quería aferrarse esa noche.
Y siempre.
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Vanilla odiaba sus ojos miopes. Los frotó, completamente frustrada de no poder ver la hora en el reloj sobre la pizarra de salón de clases. Suspiró y se recostó contra el asiento pues seguramente en cualquier momento sonaría la campana. Se quería ir lo más pronto posible, entre otras razones, porque siempre era acosada por chicos a la salida solo por ser la mayor, la castaña rechazaba amablemente sus avances, pero realmente ya se estaba hartando de la situación; pensaba hablar con el director al respecto, aunque sabía que no había mucho que hacer. Se levantó rápidamente de su puesto en tanto sonó la campana y se escabulló entre las personas para salir lo antes posible de la escuela. Se despidió de un par de chicas y comenzó a buscar las llaves en su maletín mientras se dirigía al parqueadero detrás de la escuela.
Si no hubiera estado tan distraída habría notado que alguien la seguía, sin embargo sólo se percató de aquello cuando el chico en cuestión tiró de ella para llamar su atención.
—Oi, eso duele —el chico apretó con fuerza alrededor de la muñeca de la castaña quien se estremeció ante el apretón—. Ugh, Dwayne, ¿qué quieres=
—Pues a ti, por supuesto.
—Ugggggh, uno creería que después de rechazarte trece veces te darías por vencido, ¿no tienes dignidad, Dwayne? —comenzó a retroceder para soltarse de él pero Dwayne apretó su mano y tiró de ella, con más fuerza, más cerca, y Vanilla comenzó a preocuparse—. Déjame ir.
El tipo no dijo nada, sólo colocó una mano en su cintura, pegándola aún más a él, entonces Vanilla comenzó a forcejear de verdad, su corazón latiendo rápido.
—Idiota, déjame ir. ¡Oi!, ¡¿Dónde estás tocando?! Dwayne, ¡suéltame!
De pronto alguien tiró de ella con fuerza, lastimándola, sí, pero al menos liberándola del agarre del idiota en el proceso.
—La chica dijo que la soltaras.
— ¿Y qué tienes que ver tú en todo esto? ¡Métete en tus propios asuntos!
— ¿Y convertirme en el cómplice de un crimen? No gracias.
—Oh, por favor, ¡a ella le gusta! ¿No ves que es una...! —fue interrumpido por el golpe que Vanilla dirigió directo a su mandíbula. El dolor estalló en sus nudillos pero la ira, indignación y vergüenza que bullía en su sangre hizo que fuera más ameno.
—Te voy a denunciar, hijo de puta. Estás jodido.
Consciente de su situación, el tipo se fue corriendo, una mano sujetando su mandíbula, mientras decía algo sobre jurar venganza. Vanilla suspiró aliviada y casi empezó a llorar. Se giró ante el chico que la ayudó.
—Gracias, no sé qué habría pasado sí... ¿Avery Oh, por dios. Soy Vanilla, ¿Vanilla Olympe? ¿Me recuerdas?
— ¿Vanilla...? —la castaña vio como el reconocimiento brilló en sus ojos y se sintió emocionada de volver a ver a su amigo. Se sentía dentro de un manga—, dios, Vanilla. ¡Mira qué cambiada estás!
— ¿En serio? Tú no has cambiado tanto, dios —risa—, ¿qué posibilidad hay, dios mío? Oh, por dios, tengo que invitarte a comer. Vamos —sacudió las llaves frente a él—, yo invito. Sin peros.
Y sin esperar respuesta, tomó al rubio del brazo y tiró de él hasta su auto, desbloqueó las puertas y se deslizó dentro de su auto. Avery abrió la puerta y se inclinó hacia adelante.
— ¡Escucha a las personas cuando hablan, Vanilla!
— ¿Estabas hablando? Oh, cállate y sube de una vez. No todos los días ves a un amigo de infancia.
—Podría decirse que ese aspecto tuyo no ha cambiado nada, nunca escuchas a nadie cuando te emocionas.
— ¡¿Cómo no voy a estar emocionada?!
— ¿Por que acabas de ser atacada?
—Nah, no dejaré que ese idiota me amargue el día. —lanzó el maletín a la parte trasera del auto y lo encendió. Respiró profundo y arrancó el auto.
—No sé si vi bien, ¿pero era un chico de secundaria? Vani, ¿estás en secundaria aún?
Ese "aún" dolía. Suspiro mientras se inclinaba para ver que ningún auto viniera. Era un tema un poco complicado, la mayoría de gente no lo entendía y siempre salía con excusas. Pero sentado junto a ella estaba Avery Baszack, un chico que había vivido cerca de su casa cuando era una niña en Canadá, habían sido cercanos y luego él se mudó. Le parecía irreal que pudiera encontrárselo en tal pueblo, definitivamente se sentía dentro de un manga.
—Bueno, sí. Es un tema complicado. A ti puedo decírtelo, claro. Sabes que desde siempre he sido propensa a enfermedades. Los últimos cuatro años fueron especialmente difíciles, eh, mi riñón izquierdo dejó de funcionar y fui hospitalizada durante meses y meses. Al final tuve que repetir muchos cursos. Oh, pero ahora estoy mejor y ya finalmente estoy en el último año, así que no te vayas a preocupar.
—Oh, Vani.
—No, tranquilo. Ha sido divertido. Y bueno, transfirieron a mis padres aquí, ya sabes que trabajan juntos. Les está yendo súper bien, ¡incluso me compraron un auto!, bueno, no es mío per se, lo comparto con mi hermana. Claro que ella apenas si sale de casa, es una perezosa, así que más lo uso yo.
—Tu hermana...
—Capuccine, sí.
—Claro. Sí, la recuerdo.
—Venga, pero suficiente sobre mi. Hablame de ti, Avery.
—No hay mucho qué hablar.
—No me vengas con evasivas.
—No son evasivas es... la verdad. —la castaña entornó los ojos al chico—. ¡Mira por dónde conduces, Vanilla!
Ante la reacción de Avery, la castaña soltó una carcajada y frenó en un semáforo en rojo. No presionó más el asunto sobre Avery, sabiendo que eso no funcionaría. En su lugar, encendió la radio y comenzaron a hablar sobre temas aleatorios mientras llegaban al McDonalds más cercano. Al llegar y pedir la comida, se convirtió en una charla de un sólo lado.
—Sabes que no soy mucho de ir a fiestas —dijo sobre el ruido—, pero entonces Maggy, ¿mi amiga la del accidente del perro en el parque?, me convence que vaya —tomó un sorbo de su gaseosa—, hay putas, bebida, la cual no puedo ni ver debido a que sólo tengo un riñón—gracias, música a tope y ahí estoy, sintiéndome como un pez fuera del agua. Después de ser acosada varias veces decido que tengo suficiente y salgo por la puerta trasera. Estoy caminando y hay un sujeto en la esquina viendo su teléfono, cuando de pronto aparece alguien y, no vas a creer, ¡comenzó a apuñalarlo! —Avery abrió los ojos, sorprendido—, le robó todo y se marchó, y lo dejó en piso sangrando y ahí estoy, en él más completo shock, temblando, un grito sale de mi garganta y me pego contra la pared aterrada. Todo estaba tan borroso, fue horrible, mi cabeza estaba en otro lado y quería vomitar. Digo, sabía que tenía que pedir ayuda, sabía que tenía que hacer algo, pero mi cuerpo no respondía. No me di cuenta de que estaba gritando hasta que sentí mi garganta ardiendo, entonces alguien me sujetó y trató de tranquilizarme.
—Toda una damisela en apuros.
—Uh-hm.Sí. Oh, pero era tan... lindo. Su nombre es Ace. ¿Sabes por qué lo recuerdo? Hizo este gracioso juego de palabras, "Vanilla Ace", y en ese momento se me antojó.
—Dios mio, Vanilla. Te pasa cada cosa...
— ¡Lo sé!, lo sé. ¿No lo conoces de casualidad?
—No me suena... —Vanilla dio una última mordida y sacudió sus manos. Avery ya había acabado.
—Pediré que me empaquen esto, tengo que ir a hacer la denuncia y seguramente tendrás cosas que hacer.
—Eh, puedo acompañarte.
—No, no. No tienes que ir a tal lugar tan horrible. Yo puedo sola, tú sólo dime dónde te dejo y yo con mucho gusto. Me encantó volver a verte, Avery, ¡hagamoslo otra vez!
Después de dejar a Avery fue hasta la estación de policías e hizo la denuncia, el oficial delgado demasiado menudo para el uniforme que tenía dijo que si eso continuaba, podía pedir una orden de alejamiento. Aunque la idea le gustaba a Vanilla la idea, supo que era para problemas, así que dijo que la próxima vez lo haría. Después, desanimada y un poco aburrida, ignoró la montaña de tarea que tenía y decidió ir a cine para despejar su mente, no quería ir todavía a casa.
Estacionó su preciado auto y se estiró para buscar la billetera en la guantera, entonces un destello llamó su atención y vio pasar, frente a ella, a Ace. Iba con una chica, se iban riendo, ¿su novia? Tomó la billetera y un pensamiento desagradable cruzó su mente. Negó la cabeza y salió del auto, el clima estaba tranquilo. Le gustaba.
Pensó que ir al cine sola era deprimente así que sacó su móvil y texteó a Maggy mientras caminaba. Cuando levantó la mirada, vio a Ace mirándola. Una sonrisa se le escapó y le agitó una mano en saludo que él devolvió incómodo. Volvió a mirar su celular, Maggy venía de camino. Compró dos boletas y perdió de vista a la pareja hasta la cafetería. Se inclinó sobre el mostrador cerca de ellos pero no tanto, en la siguiente línea, el dependiente le sonrió y ella le devolvió la sonrisa.
— ¿Puedo tomar su orden?
—Oh, no. Sólo un ICEE estará bien. De limón, gracias~
La sonrisa no cabía en su rostro. Rápidamente un envase plástico con granizado le fue entregado y ella pagó, justo cuando ellos tomaban sus palomitas y bebidas. Se giró y vio una cabellera roja saltando hacia ella.
— ¡Vani! Lo siento. ¿Tardé mucho? Ow, ya pediste.
—No importa, la peli empieza en diez minutos, ¿quieres palomitas?
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Capuccine estaba esperando a su hermana a las afueras del cine porque necesitaba el auto. No paraba de suspirar exasperada porque le había dicho con anterioridad al respecto y la muy cabeza hueca lo había olvidado. Irritada, caminó hasta la cafetería, estaba completamente lleno y en la mesa más vacía había un rubio mirando un celular. Estaba demasiado molesta como para importarle, caminó hasta la mesa y se sentó.
— ¿Te molesta? La cafetería está llena.
— ¿Qué? Oh, no. —le regaló una sonrisa nerviosa, Capuccine sacó su celular y navegó entre los contactos—. Soy Mitchell, por cierto.
—Capuccine.
—Uh —al levantar la mirada de su celular, encontró a Mitchell mirándola extrañado.
—Es mi nombre, Capuccine. Sí, es raro. —Mitchell se rió vívidamente.
—Es lindo.
—Prueba llamarte así veintiún años de tu vida. Ya verás que no es tan lindo. —suspiró y bloqueó su celular—. Mi hermana se llama Vanilla.
—Veo que a tus padres les gustan los sabores.
—Mucho. —la rubia sonrió—. ¿Puedo preguntar qué haces aquí?
— ¿Yo? Bueno, terminaba de hacer un par de cosas e iba a verme con mi hermana. Como sea, acababa de cancelar cuando tú llegaste.
—Ah, hermanas. —apoyó los codos sobre la mesa—. La mía y yo compartimos auto, la dejo usarla más de lo que debería dado a que apenas salgo, pero hoy lo necesitaba y la muy idiota se viene a ver cine. ¡Lo olvidó por completo!
— ¿Necesitas ir a algún lado?
—Los de mi escuela de arte se reunían en una tertulia hoy. De cualquier manera ya es tarde, y no quiero llegar en medio de la situación. Ahora estoy contigo. —le sonrió.
El ruido del lugar hacia un ambiente perfecto, Capuccine despidió un mensaje a Vanilla diciendo que ya no se preocupara por ella, y añadió un posdata jugando que se vengaría. En algún momento Mitchell se levantó para pedir dos cafés (para Capuccine con leche) y ahora conversaban.
Decir que Capuccine lo encontraba interesante, era mentira. La rubia tenía íntereses muy peculiares y casi cualquier cosa le parecía ordinaria, Mitchell estaba entre esas cosas. Por otro lado, debido a su nerviosismo y lo descuidado que su personalidad desbordaba de sus acciones, le pareció increíblemente adorable, y como quién ve un perrito en una tienda de mascotas y le gusta, decidió que lo conservaría.
Capuccine se levantó de su asiento y se apoyó sobre la mesa, se inclinó y acercó su rostro al de Mitch, éste se sonrojó y tartamudeó cuando pareció que lo iba a besar. A un par de centímetros, Capuccine echó para atrás riendo.
— ¡Eres una belleza! —se volvió a sentar, tomó la pajilla de su café y lo revolvió con la derecha mientras que con la izquierda apoyaba su rostro sobre su puño mientras le dirigía una profunda mirada a Mitchell, curvó sus labios juguetona—. Me gustas, Mitch.
Así los enganchaba a sí misma. Bebió el café, dulce en su lengua, mirando a Mitch incomodarse. El chico podía no ser excepcional, era lindo, lo normal, tenía ojos azules. Capuccine no podía esperar a que con su boca la llamara 'hermosa', su corazón latió rápido emocionado.
Todos eran ordinarios. Pocos eran especiales, ella era uno de esos pocos. Sólo los especiales se dan cuenta de que son especiales, por ende los ordinarios deben alabar a los especiales. Había que saber tomar la situación. Algunos se molestaban por no ser alabados, esto los dirigía a la locura. Capuccine no, ella era inteligente. Iba a hacer alabada, poco a poco, ganándose a los ordinarios, por muy especial que fuera, tenía que bajar de su pedestal para que los ordinarios notaran lo que ella sabía de nacimiento, así le era fácil meterse en sus cabezas. Incluso le divertía hacerlo, se rió suavemente mientras mordía la pajilla.
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Zev se fue en tanto Ava se lo pidió, y eso le alivió, que respetara su espacio. Lo primero que hizo fue colocar una mano en su vientre, y guardó silencio, respiró muy suavecito, como esperando que algo pasara. Estaba nerviosa, ansiosa, y sin saberlo comenzó a acariciar su piel. El corazón comenzó a latir fuertemente, y se llenó de una especie de calor. Por un instante, su instinto maternal salió a flote y se enterneció con la criatura creciendo en su interior. Iba a ser madre. Qué sensación más hórrida y hermosa era.
Sin poder seguir quieta se levantó y decidió ir a comprar ingredientes para preparar algo de comer, lo que fuera. Así que tomó las llaves, su bolso, y caminó hasta la parada de autobús, el cual tardó sólo unos minutos en llegar. El viaje fue tranquilo porque estaba casi vacío y sólo eran quince minutos. Observó con recelo el asiento especial para mujeres embarazadas, ancianos y discapacitados, tanto que casi se pasa de parada, pero cayó en sus sentidos justo a tiempo para bajarse frente al centro comercial. Repleto de personas, la hizo sentirse más tranquila el ambiente, respiraba profundo, canasta colgada del brazo, mientras observaba las marcas de la masa para hacer panqueques. Había una que ni a ella ni a su hermano le gustaba porque nunca se cocinaba del todo. Tomó un frasco de miel de maple y justo entonces vio su marca predilecta... en la cima del estante que le sacaba una cabeza. Maldijo ser tan enana, se empinó lo más que pudo y sus dedos apenas tocaban el paquete. Saltó un par de veces y casi tumbó un montón de productos en los estantes de abajo, suspiró irritada dispuesta a rendirse cuando sintió una mano en su cintura, un cuerpo contra ella y otra mano alcanzando el paquete y dejándolo en sus manos. Se giró para ver al chico del otro día, quien le sonrió.
—Mi héroe. —dijo devolviendole la sonrisa, él por su parte hizo una reverencia.
—Mi lady. —dejó caer el paquete en la canasta—. ¿Compras mensuales?
—Eh, no, bueno, sí. Quería un poco de ingredientes frescos, tengo qué cocinar algo o perderé la cabeza.
— ¿Cocinas?
—Un poco, sí. Repostería, principalmente, aunque puedo hacer un platillo o dos. —comenzaron a caminar y más adelante tomó un paquete de harina.
— ¿Y eres buena?
—Eso dicen, yo no estaría tan segura.
—Bueno, tendré que probarlo para dar el gusto bueno.
— ¿Estás coqueteando conmigo, chico con novia? —dijo mientras comparaba dos marcas de polvo para hornear. Al no escuchar respuesta, se giró hacia Ayrton, sólo para verlo observando un punto ciego, los ojos desenfocados. Supo inmediatamente que había dicho algo que no debió—. Oh.
—Sí, oh.
—Lo siento, Ayrton. No quise traer ese tema, sólo pensé... como lo siento, qué torpe soy... eh, te invitó a cenar esta noche, ¿sí? No puedes decir que no, así que ayúdame a comprar los ingredientes.
—No te culpes, Ava. ¿Cómo podrías saberlo? —la sonrisa que le regaló fue completamente plastificada—. Eh, ¿qué tenemos que comprar?
—Hm. —observó su canasta—. Huevos, algunas verduras, eh, ¿te gusta el tomate?
— ¿No lo estás pensando demasiado?
—Lo siento. Sí, sólo serán panqueques para cenar. —dejó caer un caja de polvo para hornear en la canasta y la otra la dejó en el estante—. Entonces ya estamos listos. ¿Asumo que es un sí a lo de comer panqueques?
—Claramente.
Ayrton no tenía la energía con la que lo conoció, lucía un poco pálido, sombras aparecieron bajo sus ojos y parecía cansado. Ava reconocía esos sentimientos en ella misma, así que intentó ser lo más comprensible posible. Cuando iban en el bus, camino a casa, charlaban sobre una película que se había estrenado hace poco cuando Ayrton dejó caer la bomba.
—Amara me engañó. —otra vez vio sus ojos desenfocados, Ava colocó una mano en su brazo mientras su estómago se contraía y un gran "¿¡qué!?" se articulaba en la parte de atrás de su garganta. Ayrton pronto lució un par de años mayor, se le veía a punto de desfallecer, Ava apretó la boca preocupada, sin saber si debía callarlo o dejar que siguiera hablando—. Esa no es la peor parte, porque, le pedí matrimonio, ¿sabes? Mi mejor amiga lo supo todo el tiempo. Pudo haberme advertido, evitar que hiciera tal locura, pero se puso del lado de ella. No dijo nada... y con eso dijo todo, supongo. —suspiró y se frotó el puente de la nariz—. Apesta, ¿cierto?
—Esta es mi parada, Ayrton. Vamos. —tomó su mano y tiró de él suavemente, caminaron el corto pasillo y bajaron las escaleras, la tarde comenzaba a asentarse. Caminaron un poco más hasta su edificio y subieron los seis pisos, Ava comentaba tan animadamente como podía la vez que casi quemó la casa.
—Bueno, hogar dulce hogar. No es muy grande, pero Lenny y yo no necesitamos mucho. —dijo abriendo la puerta principal.
—Oh, ¿sus padres viven aparte?
—Eh... no. Mis padres están muertos. Fue hace mucho, era sólo una bebé.
—No quise ser grosero.
—No lo fuiste, Ayrton. Como dije, fue hace mucho. Eh, siéntete como en casa. —caminó hasta la cocina y comenzó a sacar lo que necesitaba después de dejar la bolsa sobre el mesón. Ayrton se recostó en el marco de la puerta, cruzado de brazos—. Mi tío, Brendon, nos cuidó hasta hace dos años, luego siguió su deseo de conocer el mundo y sabrá Yahveh en qué selva del planeta estará metido, y bueno... —estaba de cuclillas, frente a los gabinetes del mesón, observando las ollas relucientes cuando se quedó sin aliento y su corazón comenzó a latir rápido. Por un instante se sintió como en las nubes, ajena a todo lo que la rodeaba, como si fuera alguien más observando desde una vasija, como si no le estuviera pasando nada a ella, cuando se dio cuenta de esto se quiso reír. Ya era muy vieja como para seguir huyendo. No. Ella debía enfrentarlo, todo, desde hoy lo haría.
—Estoy embarazada.
— ¿Disculpa, qué? No alcancé a oírte. —Ava se incorporó lentamente, batidor en mano y miró a Ayrton con lágrimas en los ojos, sonrió incómoda mientras los secaba.
—Estoy embarazada. —el matices de expresiones en el rostro de Ayrton la hicieron reír, del desconcierto hasta la sorpresa y el no-sé-qué-decir—. Fue inoportuno, lo siento. Estabas siendo tan sincero que pensé que deberías saber algo de mí también. —se giró al mesón y abrió la bolsa que llevaba los nuevos ingredientes—. Si te preguntas por el padre, bueno, era un maltratador, pero yo no podía dejarlo, eh, Lenny lo denunció por mi porque nunca tuve el valor de hacerlo y, bueno, yo creí que me amaba... eh, debo tener dos meses y ya varios pantalones me han dejado de ajustar así que si me ves gorda en un par de semanas, no es porque esté comiendo mucho, eh... —se calló porque Ayrton la abrazó. Fue extraño, porque lo conocía desde hace poco y sin embargo su abrazo fue cálido, reconfortante. De alguna manera, la máscara que se había puesto desde que salió del baño esa mañana se cayó a pedazos, su estómago tembló de nervios y miedo y se aferró de los brazos del castaño, llorando.
Fue gracioso explicarlo luego a su hermano, sus amigas y Zev, pero como de costumbre Ava hizo más comida de la necesaria, los invitó a comer, aunque Jo y Zarina rechazaron la oferta y se fueron corriendo después de asegurarse que su "vaina de guizantes" estaba bien. Zev y Ayrton se fueron al rato.
—Aún no entiendo lo de la vaina de guizantes —dijo Ava mientras cortaba el pancake.
—Que eres pequeña, Avie.
— ¡Qué no me digas Avie! —dijo frunciendo el ceño, pero el gesto perdió fuerza porque justo entonces sonó el timbre.
—Abre, Avie. Yo limpio.
—Oye, escucha a las personas cuando hablan... —le reprendió mientras se levantaba de su asiento y camiaba hasta la puerta. La abrió sin observar por la mirilla quién era y se encontró con una sonrisa peculiar—. Capuccine.
—Ava, cariño. Tranquila, sólo vine a devolver este tupperware, como siempre, gracias por la comida. —la rubia le entregó los envases plásticos—. ¿Mañana puedo pasarme un rato? Es sólo y aburrido en mi apartamento y mi hermana tiene club de estudio.
—Sí, no creo que a Lenny le moleste. De hecho será genial tenerte haciéndome compañía.
— ¿Puedo traer a Frapuccine?
—Si no araña los muebles. —advirtió, levantando el dedo índice. Capuccine rió en la puerta.
—Suenas como mi madre. —Ava parpadeó y sintió como si le cayera agua fría. Se había distraído tanto que había olvidado que estaba embarazada—. En fin, me voy. Nuevamente, gracias por la comida. Adios!~
Ava se quedó en la puerta, viendo como Capuccine entraba a su casa y cerraba tras ella, pronto fue demasiado consciente de la situación. Cerró silenciosamente y se encaminó a la cocina, donde encontró a Lenny con las manos llenas de espuma, lavando los platos. Dejó los envases sobre el mesón y se cruzó de brazos mientras apoyaba su cadera contra este.
—Hey. ¿Algo mal?
—No sé por dónde empezar, Lenny. —el chico abrió la llave para lavar sus manos con un suspiro, las agitó para retirar el exceso de agua y se giró para encararla. Ava se estremeció, hace bastante no lo veía tan serio.
—Ava, todo va a estar bien.
—Lo sé, sabes que lo sé. Pero se ve tan lejano... tan lejano. Y no sé qué está pasando o cómo dejé que esto me pasara. Tío Brendon siempre lo dijo y yo... —se quedó fría cuando Lenny se acercó y colocó una mano en su vientre, sobre su ropa.
— ¿Te molesta?
—Uh, no. —observó la mano de su hermano—. Je. Aunque vienen enseñándome sobre cómo se hacen los bebés desde que tengo nueve años, aún me parece imposible que de verdad ahí se esté formando una persona.
—Es emocionante, ¿no crees?
—Y aterrador —estuvo de acuerdo—, sobre todo aterrador.
—Estaremos bien, Avie —despeinó a la castaña al pasar de largo—. Qué tal si descansamos por hoy.
—Sí, me parece bien. —revisó que la llave del gas estuviera apagada y salió de la cocina. Sabía que tenía que llamar a Jo y Zarina, ver si habían llegado bien a casa. También tendría que llamar a varios compañeros y esperar que no se hubiera perdido mucho. Pero decidió que quería dormir más que todo eso, así que lo ignoró y siguió caminando perezosamente hasta su cuarto.
—Descansa, Lenny —dijo en la puerta de su cuarto, frotándose un ojo, sintiendo el cansancio repentino de un día agotador. Se colocó una pijama rápidamente y se deslizó en su cama. En tanto su cabeza golpeó la almohada, a pesar de que su vecina estaba viendo un programa de televisión con el volumen un poco demasiado alto, concilió sueño sin mayor problema.
Última edición por Ramona. el Sáb 09 Ene 2016, 6:50 pm, editado 1 vez
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Re: Double Rainbow
NECESITO AIRE VALERIA, TU CAPITULO FUE HERMOSO. MIS FILS. MIS PUTOS FILZ YYYYYY AVA PLS,, Y DANTE CON HEATH Y SU MALA SUERTE PORQUE APARECE AMARA, Y AMO A HEATH Y DANTE, Y LOS QUIERO JUNTOS kdjasdnaja en serio, se me hacen muy monos ;___; yyyy luego vanilla ay, me encanto la chica, srsly jajaja, igual capuccine, y sus nombres pls JAJAJAJAJAJA, y lo que dijo Mitch de que "a tus padres les deben gustar los sabores" Y LUEGO AVA CON AYRTON, MUERO, LOS AMO, SON MONOS JUNTOS, AUNQUE SUFREN PERO IGUAL SON HERMOSOS skjdnasjnas
comento bien mañana
comento bien mañana
Atenea.
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Re: Double Rainbow
chicas !!! gin tengo que comentar tu cap, valu-chan tengo que leer y comentar el tuyo. mañana me voy a la playa de vacaciones wi y vuelvo en 9 días y termino de escribir radisimo y subo así que eso, es una espera cortita i promise )-: les quiero
nayeon.
Re: Double Rainbow
¡CHICAS! Estamos en segundo lugar de novelas colectivas, lloremos todas juntas
peralta.
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