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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Double Rainbow
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Double Rainbow
Y no me avisaron, ta bien, ta bien. Gina de todas maneras nunca me avisa de las cosas
peralta.
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Re: Double Rainbow
esperando a Pushi a que publique el capítulo que dijo que iba a subir enseguida.
peralta.
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Re: Double Rainbow
Si me tengo que quedar hasta las 3 o 4 lo haré, pero subiré hoy, ésta noche. (?)
khaleesi.
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Re: Double Rainbow
- bonjour:
JOOOOOOOOOOOO. AL FIN. SE HIZO ESPERAR, PERO AL FIN.
Primero quiero pedir MILES DE PERDÓN por la tremenda demora que he tenido. Y perdón por no decir nada, pero es que es la primera vez que me sucede un bloqueo y tantos problemas juntos de ésta manera, y que cometo tal irresponsabilidad CATASTRÓFICA. Incluso tomé en consideración salirme de la nc, para no joderla más y porque me sentía mUY MUY MAL POR ÉSTO, pero amo mucho ésta nc y no quería. So... Los motivos, por si desean, se fueron sumando: Mi mudanza, el comienzo de clases, la distracción consecuencia de un bloque HORRIBLE. He tenido la computadora en mano desde las cuatro de la tarde hasta las dos de la mañanas y he escrito un párrafo SOLO UNO en VARIAS ocasiones. Es que tenía las ideas, pero simplemente no lograba plasmarlas a gusto. Y CUANDO LOGRÉ PLASMARLAS, COMO CINCO VECES SE ME TRABÓ LA COMPUTADORA Y NO HABÍA GUARDADO EN EL BOSQUEJO. EN UNA DE ELLAS CASI ME LARGO A LLORAR. NO ES JODA. LA FRUSTRACIÓN. Pero en fin. No la hare más larga.
Sobree el capítulo: Voy a mentir y decir que estoy satisfecha. (?) En serio, no es mi mejor trabajo y en ocasiones me ha resultado muy... nada, un capítulo en ocasiones acerbo. ugh. He puesto algunas tramas por aquí y allá, pero me han quedado varias VARIAS que luego se irán viendo de a poco. (?) Sobre eso, espero haber cumplido bien tomando prestado sus pj's y eso.
Pido perdón por si hay errores gramáticos, ortográficos dudo, pero bueno, mi YO DE LAS 4AM ES IMPREDECIBLE Y POR cualuiqer redundancia no puntualizada.
También pido perdón por la longitud GG. Es que se me va alargando y alargando y no me puedo detener, soy muy tosca e imparable en ese sentido. pero RECUERDEN, calidad, no cantidad. Que esté LARGO no significa AGRADABLE, idk. ENCIMA LO TUVE QUE DIVIDIR EN DOS PORQUE ME DECIA MENSAJE DEMASIADO LARGO, PRIMERA VEZ EN LA VIDA DE ONLYWN QUE ME PASA ESO.
Pero buaaaaaaaaano. Espero que al menos les saque una mueca, cercana a sonrisa.
ah. Eso. LAS AMO Y PERDÓN DE NUEVO. NO VOLVERÁ A SUCEDER, LO JURO.
Sigue: GINALU. <3
Brisa cálida, el Sol en pleno apogeo. Shae se sentó en aquel restaurante y suspiró triunfante al haber llegado. A pesar de haber estado trotando toda la mañana, apenas recibió una invitación de su amiga Emma para almorzar al mediodía, no dudó en aceptar. Aunque al mensaje casi no lo había recibido por una colisión que tuvo con otro chico. No lo había visto, el a ella al parecer tampoco y al final del día lo único que tuvieron en común fue el pavimento bajo sus traseros. No obstante, aquel papelón fue bastante beneficioso, prometió darle un descuento por la leve trizadura de pantalla. No era un trato acorde, ya que era, de hecho, un descuento para un auto. Y no funcionaría exactamente mil dólares menos ante un auto de veinte mil. Pero no era mala idea aceptarlo, quizás le serviría. En treinta años y cuando esté cerca de la jubilación, pero le serviría.
Su compañera rubia no llegaba cuando, según sus reglas, tendría que haber estado ahí para recibirla. No obstante, un poco de tiempo a solas (un poco más, al fin y al cabo) no era algo que le molestara.
Mientras esperaba lo que había pedido, sus ojos pasearon lentamente por aquel lugar. La variedad abundaba en cuanto a personas y situaciones: Niños comiendo ferozmente sus comidas, adultos regañando a aquellos que los dejaban en verguenza y finalmente las parejas, que incluso aunque el tenedor temblara con fideos y éstos se cayeran, no se sacaban los ojos de encima.
Uhm, que curioso. Un temblor la recorrió de pies a cabeza. Al principio pensó que era aquel sentimiento de extrañeza que tanto temía. Pero la sensatez no le podía permitir querer regresar con alguien como Rick.
Ja! Ricky, la maravilla del sexo masculino. Al menos así lo veía cuando lo conoció. El chico era perfecto a simple vista: Apuesto, amoroso, cargoso de la buena manera, de aquel amor que empalagaba y te dejaba
el dulce veinti-cuatro horas después de un beso. Por supuesto que todo aquel sueño y encanto fue pereciendo con el tiempo. Y por supuesto, éste te demuestra el lado oscuro de cada uno, en éste caso, el turbio costado de su novio. Celos, posesión, sobre-control, sobre-protección, la vida de Shae había llegado a un fin aún respirando. Pero ella no iba a desperdiciar meses, o incluso llegar al año, estando al lado de quien parecía ser el epítome de infelicidad. Por eso, con una maleta y un boleto en mano, se mudó a Chicago para su tercer comienzo.
La campana del lugar sonó y una cabellera rubia y agitada se asomó por la entrada. Echó un vistazo al general, y en el momento en que Shae levantó su mano y agitó sus dedos, alivio tomó posesión de su cuerpo.
—¡Oh, Shae! —se unieron en un abrazo y procedieron a sentarse. El mesero se acercó con ambos pedidos, uno de ellos el plato favorito de Emma. La susodicha miró a su amiga con ojos grandes y suspiró, incrédula —Eres un ángel —espetó, sabiendo que la conocía como la palma de su mano. Shae sonrió triunfante y junto a la otra rubia comenzaron a devorar aquel manjar, sin esperar la bebida. A punto de darle un enorme bocado a su triple lomo de doble carne, se detuvo solo para mirar con curiosidad a su amiga, que la miraba atónita.
—¿Qué? —preguntó, finalmente dándole un bocado a la comida que tanto esperó.
—¿No saliste a trotar ésta mañana? —interrogó, Emma. Frunció el ceño y asintió obvia —¿Entonces de qué te sirve si te pones a comer eso? —Shae sonrió y observó con gloria como venía el mesero con las bebidas.
—Por eso, mi querida Emma, ésto va acompañado de una Coca-Cola dietética —señaló el vaso, una vez que lo tuvo entre sus manos. Ambas soltaron una carcajada y siguieron con su almuerzo. Por unos minutos, se vieron sumidas en un silencio, excepto por el ocasional ruido de sus tenedores y/o servilletas. Pero no era de ese silencio incómodo donde planeabas cada palabra que saldría de tu boca, si es que salía. Era de aquel donde podías disfrutar la pura presencia de alguien, sintiéndote lo suficientemente cómoda para comer bocados enormes y sin sentirse avergonzada. Por supuesto, en algún momento deberían hablar sobre asuntos que era necesario tocar, y ese llegó al final de la comida.
—Así que... Willis me contó lo que sucedió el otro día —comenzó, Emma. Shae se tiró hacia atrás y bufó por lo bajo. Willis era un amigo que se le había presentado días atrás, la rubia le había explicado que no quería tener nada que ver con nadie, no estaba buscando a alguien por el momento, sin embargo el había insistido. Entre risas forzadas, un sarcasmo bastante doloroso y producto de verguenza ajena, las cosas terminaron astante temprano en su cita en una feria, y Shae se terminó yendo a casa con un oso gigante que terminó siendo mejor compañía que el propio chico. —Dice que fuiste algo dura con él y se sintió bastante decepcionado —prosiguió su compañera. Shae soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—¿Por qué lo haría? Seguramente se sintió abrumado por mi burbujeante personalidad —enfatizó con sarcasmo, bebiendo un poco más de su bebida. —Emma, ya te he dicho que no quiero buscar algo.
—Pero es un buen chico, Shae.
—Seguramente es una excelente persona, Emma. Pero no para mí, no en éste momento —espetó, con tranquilidad. Emma asintió con comprensión y siguieron un rato en silencio.
—¿Sabes? El otro día vi a Avery —murmuró su amiga, logrando que el cuerpo de Shae se pusiera estático y tenso. Avery, su hermano menor. Uno de los fantasmas que la perseguían y lograban que ella se atara al pasado. Su infancia había sido dura, su madre había fallecido y su padre se había metido en el alcohol, sosteniéndose en todo lo malo para superar aquella pérdida. Pero nadie había sostenido a los hermanos Baszak. Nadie los había ayudado a soportar a aquel monstruo que llamaban padre. Y ese fue el catalizador para que Shae, al cumplir los dieciocho, se largara de la casa. Avery le había rogado que lo llevara con ella, pero no pudo, siendo que él todavía era menor de edad. Prometió buscar una solución, prometió hacer todo lo que estuviera en sus manos para librarlo, prometió volver por él... No cumplió ninguna. Se acobardó, temía que el abuso se volviera a repetir, temía por ella misma, y fue tan estúpida que se olvidó del temor de aquel muchacho, que era lo único bueno que le quedaba. ¿Cómo pudo dejarlo atrás? Por más miedo, uno simplemente no esquiva a lo que ama. No se deja llevar por el terror. Sin embargo, todo lo que no tenía que hacer, lo hizo. Y perdió a la única persona que valía la pena cualquier sacrificio.
Shae suspiró y asintió con tristeza.
—Yo también lo vi... —Shae podía imaginárselo, caminando por las calles de Chicago. Suerte que iba distraído, porque estaba segura que quedarse viendo a alguien tan detenidamente no era normal.
—Shae... —Emma estiró su mano y tomó la de su amiga por encima —Algún día debes ir. Deben perdonarse. Perdonarte a ti misma —aconsejó. La rubia asintió levemente y frunció los labios. No era lo suyo ir y esconderse, esperar a que la suerte le dé una mano, pero su situación con su hermano siempre había sido diferente. ¿Notan que a pesar de todos los errores que uno puede cometer, siempre hay uno en especial que los persigue? ¿Aquel en el cual piensan y se preguntan "si tan solo hubiera hecho las cosas diferente"? Avery era el suyo. Ni siquiera su pasado con Rick era peor, porque él era una basura que se quedaría para recordarle elegir mejor a sus parejas. Pero no podía elegir a otro Avery, no quería. La familia no se cambia por nada del mundo.
—Lo sé. Y prometo que eso será pronto.
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El calor era agotador, no es que era exactamente un día como en Miami, pero su traje agregaba unos cuantos grados de sensación térmica. Levi se acomodó la corbata y continuó con su camino. Todos los días hacía su recorrido, todos los días la misma monotonía: Levantarse, trabajar y volver a casa. Si estuviera mucho más completo, sería capaz de llamarlo "hogar". Por supuesto que era un lindo lugar: Era dueño de un piso en uno de los lugares más exclusivos de la ciudad. Cama, cocina -con comida, por supuesto-, baño, ropa y un fiel compañero: Buster, su bulldog inglés de dos años. Nada era reclamable, aunque siempre le habían faltado a todas esas cosas algo más. Algo especial.
Levi negó con la cabeza y se prometió no pensar en esas cosas algo desalentadoras. Su día había comenzado bien, al menos lo suficientemente interesante. Con buenas acciones y esas anécdotas interesantes que se aparecen al azar en tu día. Primero, salvó un gatito de las alturas. No había planeado ir, pero ver a aquella chica luchando y en problemas por sacar a ese animal lo incitó a improvisar y acercarse. Su estatura fue un beneficio para poder rescatar al gato y entregárselo a la chica, quien resultó ser una persona muy simpática llamada Rose. No pudo evitar reírse cuando le preguntó si era bombero, y es que pensaba que parecía cualquier otra cosa que lo que ella mencionó. Sin embargo, sonrió y siguió su camino, no sin esperar volverse a encontrar con aquella chica. Pero su caminata inusual no terminaba ahí. Metros más adelante se chocaría con una rubia que iba trotando. Después de la sorpresa y conmoción -más la verguenza de haber tirado a la señorita al piso- le había ofrecido la mano y se había encontrado con unos ojos celestes despampanantes y una sonrisa que, aunque era algo retraída y tímida, no dejaba de resultar hipnotizante.
—Se trizó mi pantalla. La pantalla de mi celular nuevo... —había murmurado para si misma, totalmente anonada. Levi salió de su trance y antes de que pudiera decir algo, la rubia había comenzado de nuevo: —¡Oh! Que maleducada soy. Soy Shae, tu futura demandadora y la que te sacará cien dólares por éste suceso —espetó, extendiendo su mano seria. El castaño frunció el ceño, no sabiendo si aceptar su saludo, un tanto preocupado porque se hubiera encontrado con una psicópata codiciosa extremista. Pero en el momento en que aquella sonrisa se volvió a mostrar y ella extendió su mano para terminar el saludo, supo que no era así.
—Oh, vamos. No te habrás creído todo eso —Levi había sonreído, encontrándose sorprendido por el buen sentido del humor, que eventualmente se le contagiaría.
—Casi. Fue inteligente de tu parte.
—Igual tienes que pagarme —otra vez un semblante serio. Otra vez seguiría de una carcajada —Me parece extraño que no te hayan estafado ya.
—¿Quién dice que no me han estafado? —había inquirido, siguiéndole el juego. La chica había sonreído y lo había mirado detenidamente, probablemente terminando de analizar.
—Atraes muchas miradas, pero no pareces del tipo "ven y acuéstate, sácame todo el dinero mientras duermo luego de una sesión de..." bueno, tú sabes. Pareces inteligente después de todo —terminó, riendo. Levi no pudo evitar contagiarse de su risa, sintiéndose anonadado por aquellas conclusiones -y acertadas-. Después de despedirse, le había indicado que cualquier cosa que necesitara, estaba él casi siempre presente en la concesionaria. Eventualmente se saludaron y cada uno tomó su camino propio.
Levi sonrió ante tal encuentro y deseó pronto cruzarse de vuelta con aquella chica que realmente le había dado una mañana muy -muy- interesante. Además de esos dos encuentros, no había sucedido nada relevante o siquiera cercano a verdaderamente destacado, normalmente placentero. No mucho.
Como siempre.
Los minutos no se hicieron esperar y pronto se vio sentado en su oficina, en aquella concesionaria que se encontraba orgulloso de llamar como suya. Los sueños comienzan como eso: sueños. Pensamientos pasajeros de "¿Que pasaría...?", "¿Y si hago ésto...?", "Podría intentar..." y esos intentos, con esfuerzo y perseverancia, pronto se terminan convirtiendo en la realidad, una realidad antiguamente soñada. Levi desde temprana edad supo apreciar aquel sudor que se enseñaba como una consecuencia del trabajo, una buena señal de compromiso y premio. Solo necesitó su decisión y un poco de suerte y pronto estuvo trabajando en lo que sería su legado.
"Yo doy, se me devuelve" Levi siempre había creído en el balance, la justicia. No había un 'sí' sin un 'no'. No había una ida sin una llegada. Nada permanecía incompleto. Y si era así, ¿Entonces por qué a él se le hacía imposible cerrar aquel círculo de su vida?, ¿Por qué parecía no poder completarse, totalizar una etapa que tenía nombre y apellido? Nuevamente el oji-celeste dejó invadir su mente por una serie de recuerdos bastantes tormentosos.
La primera palabra, la primera sonrisa... el último beso: Ángela había sido una luz necesaria y vital. Todo el mundo los miraba con ojos soñadores, les deseaban lo mejor desde el corazón e incluso hacían predicciones acerca de cuanto durarían -siendo las bodas de oro el mínimo aniversario que compartirían-. Su historia era de película: Habían sido mejores amigos durante el bachillerato, tomaron caminos separados y luego se reencontraron, dejando florecer aquel amor que durante mucho tiempo mantuvieron oculto. El tiempo pasó, y la relación entre ellos parecía no hacer otra cosa más que fortalecerse, hacerse más grande. Levi solía tomarse atrevimientos, era parte de sus cualidades. Siempre había utilizado el riesgo a su favor, usándolo como una estrategia para el éxito. Sin embargo, el siguiente paso le había costado mucho: Días desconcentrado, noches de insomnio, discusiones internas, la dificultad de aquella decisión había tomado un nivel más allá. Pero se prometió que, sintiendo lo que sentía, tomaría las decisiones correctas y únicamente las que su alma, su corazón y su mente dictaran juntas. Y todos los caminos lo llevaban a uno solo. El pedido de compromiso tan discutido pronto se convirtió en un casamiento y le atribuyó su apellido y una promesa de vida por amarla.
Por supuesto, la sed de algo más y la insatisfacción pueden llegar a ser componentes muy poderosos... y dolorosos. Terminan, acaban y destruyen las cosas más hermosas, a las personas más puras. Ángela se dejó llevar por el interés, por lo material y lo económico. No era mentira ni secreto que Levi Jaxon había sido beneficiado con unos padres que supieron invertir y lograr llenarse de una buena cantidad de jugosos billetes sin contar su creciente empresa, era un excelente candidato. Pero aquella chica, a pesar de ansiar algo completamente superficial, aún era humana y pronto comenzaría la sed de aquel amor que no supo encontrar en Levi. Oh no, ella lo amaba. Definitivamente. Pero hay distintos tipos de amor, distintas formas de amar y emplear aquel cariño y Levi había resultado ganar el puesto de amigo y nada más.
Todo ésto se mantuvo oculto durante algún tiempo, pero todo lo oculto deja de serlo en algún momento. Y a Levi le tocó la peor manera: El engaño es horrible, tenebroso y la peor pesadilla de alguien que planifica amar a otra persona durante su tiempo vitalicio. Y justamente ese rincón oscuro le tocó visitar con Ángela, quien, al momento de enterarse, compartía con otro cinco meses de relación.
Levi lo intentó. Intentó levantar todo lo que aún tenía por todo lo que tuvieron. Pero a su prometida no le fue suficiente, y aprovechó ese momento de quebradura para terminar de romper todo e irse con quien ella amaba verdaderamente. Y él no la culpaba, ¿Por qué habría de obligarla a quedarse? Él la amaba, y ella no. A pesar de cualquier dolor, tenía que dejarla ir.
Pero él, a pesar de los años, no se dejó ir. Cuando llegar el momento de dejarse ir, respirar bien finalmente, esa sería la sorpresa grata azotando su vida. Porque desde entonces, todo lo que puede sentir es una gran piedra reprimiéndose en vez de un corazón palpitando. Tiene miedo... y le cuesta admitirlo. Le cuesta enfrentar el hecho de que su soledad es una consecuencia grave de los sucesos que tomaron lugar años atrás. Odia permitirse tan solo el pensamiento de alejarse de ella para siempre. Todavía sostiene la esperanza, esperanzas que están en vano. Pero están...
—Señor Jaxon... —levantó la cabeza, siendo despabilado por la voz de su asistente. Hubiera seguido, podría haberse dejado invadir por horribles palabras durante mucho más tiempo, probablemente hasta golpear el puño contra su escritorio y volver a comenzar. Pero estaba en el trabajo, debía permanecer concentrado; luego cuando llegara a casa se permitiría atormentarse una vez más con sus pensamientos.
—Dime —inquirió, al muchacho.
—Una señorita solicita su presencia, alega que lo va a demandar por cien dólares —soltó, más asustado probablemente que el posible "demandado". Levi sonrió y se rió internamente. De ser otro caso, hubiera salido corriendo, curioso por tal situación que nunca le había sucedido. Pero no era así. Y había una remota posibilidad, tan sola remota, que la bromista le haya sacado más sonrisa que el chiste en sí.
Y tal vez era bueno, muy bueno. Porque finalmente, poco a poco, se permitía sonreír. Quizás por una cosa estúpida, a primera vista, pero no había nada más positivo que esas señales.
Última edición por khaleesi. el Dom 29 Mar 2015, 12:03 am, editado 1 vez
khaleesi.
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Re: Double Rainbow
El viento no era desafío alguno, aunque si su pelo hubiera estado suelto, esa sería otra historia. Sin embargo, su cabello estaba envuelto en un rodete y algunos rulos rebeldes caían gloriosamente por los costado. Lilian, o amistosamente apodada Lili, caminaba plácidamente por el parque. Nada era mejor para comenzar la tarde: El despeje, la paz, el alboroto que, aún siendo lo que era, le traía tranquilidad a la peli-rubia y placer. Y también era un placer para los demás verla. Y es que Lilian Roswell era pura gracia, delicadeza, una sonrisa preciosa y natural y la feminidad en persona. Toda una señorita y una persona tremendamente hermosa. Lástima que estaba ligeramente rota por dentro. Pero eso no era complicación alguna. ¿Por qué habría de despecharse con el mundo por un problema suyo? Era egoísta vivir para mal con los demás, cuando la solución se encontraba en el bien que los demás le proporcionaban.
El sonido de sus tacos se silenció y por un momento se detuvo enfrente de la sección de juegos.
Le parecía gracioso el hecho de que si hubiera sido un hombre, viejo y con algo de barba, mirando fijamente a los niños jugando, probablemente las madres habrían empezado a susurrar entre ellas, dialogando sobre las noticias y la posibilidad de que un pedófilo anduviera suelto y acechando. Pero ella, que se paraba agraciada incluso cuando estaba terriblemente cansada, tenía -al parecer- total libertad de observar. Se río internamente y negó con la cabeza. El chiste de las apariencias, cuan viejo y cuan cierto.
Lilian ladeó la cabeza y sonrió inconscientemente cuando dos hermanitos de no más de cuatro años comenzaron a pelear. Seguramente por una ridiculez, pero a ella no le importaría. Probablemente sería una discusión que terminaría en llanto, pero ella se las arreglaría para sacarles una sonrisa de nuevo. Desgraciadamente, esa era una chance que no tenía. Era parte de un viaje que nunca podría disfrutar.
Durante un tiempo se sintió devastada, se dejó caer. Pero luego aprendió que tal dolor era innecesario. No era culpa de otros, definitivamente no fue culpa de su matrimonio pasado -que finalmente se terminó de separar, pero eso es otra historia- y tampoco de ella. Por más que así lo sintiera. ¿Por qué habrían los demás de pagar?, ¿Por qué desquitarse con el mundo? Nunca entendió la manera de enfrentar las catástrofes de la vida que algunos tenían. Aquellos que siempre estaban de mal humor, que no tenían más que ofrecer que una mueca y llanto en silencio. Que manera equivocada. Eso no solucionaría nada, simplemente alejaría el apoyo brindado y no esclarecería nada. Una sonrisa, miles de sonrisas: Lilian no tenía límites. La bondad, sus sinceridad, era un ejemplo de lo que era bien vivir con uno mismo, a pesar de los obstáculos.
Comenzó a caminar, a dar pequeños pasos sin despegar la vista de los niños, los cuales no habían durado peleados nada. Tal trance era el que tenía, que no notó que caminaba directamente a otro cuerpo, tan distraído como el de ella. La colisión fue bastante grave, tanto que perdió el equilibrio y ya se veía estampada en el piso, probablemente con una rodilla raspada y su vestido manchado. Sin embargo, una leve presión en su ante brazo le permitió asegurarse que tal desgracia no sucedería. Guiándose por la mano cerrada que la sostenía, siguió todo el camino hasta encontrarse con la persona que casi había logrado tumbarla. No fue sorpresa el hecho de que era un hombre, dado que la fuerza del impacto no podría haber provenido de una mujer.
Estudió con cautela el rostro que tenía ante suyo, aquel que era de su "salvador" -¿cuan cursi suena eso?-: Su pelo estaba sujetado por un beanie de color gris, y por el volumen de éste, podía apostar que por el volumen de éste su pelo se llegaba por lo menos hasta la barbilla, quizás un poco por encima. Su rasgos eran masculinos y a la vez delicados, daban la impresión de haber sido detallados con sumo cuidado. Apenas un poco de pelo facial se asomaba por la línea de su mandíbula. Sus labios estaban inclinados hacia un costado, casi sonriendo y una de sus cejas se encontraba levantada. La fuerza con la que lo sostenía tenía un factor de orígen y era aquel cuerpo delgado, sin embargo macizo y levemente tonificado que podía apreciar -aún con el buzo negro que llevaba encima-. Por último, revisó lo único que le faltaba por observar -se sentía extremadamente acosadora, especialmente por el hecho de que seguramente llevaba más de veinte segundos mirándolo y eso podía contar como... ¿Violación visual? No, no. Era una manía, no un plan anti-secuestro-. Sus ojos eran de las cosas más... hipnotizantes que había visto en su vida. Levemente alargados y de color marrón claro, su mirada era exótica y atrapante.
—¿Estas bien? —salió de su trance, vergonzosamente, e inmediatamente se apartó. Aprovechó para arreglarse y se aclaró la garganta, comenzando la conversación que, para su suerte, lo distraería de ese exámen que le hizo.
—Uhmm... sí, sí. Un poco agitada por el choque, pero nada que se pueda superar —bromeó. El chico rió levemente y se colocó las manos en el bolsillo.
—Lo siento, venía distraído —murmuró. Lili hizo un ademán con la mano, restándole importancia al asunto.
—Lo mismo por acá, no te preocupes —su mirada vagaba por cualquier punto y volvía a la cara del muchacho en ocasiones. En una de esas idas y vueltas, encontró un cigarrillo a medio encender tirada en el suelo. La oji-azul bufó por lo bajo, y sin importarle la presencia del prójimo, se agachó, sacó un pañuelo de su cartera y tomó aquel adictivo, para después tirarlo al tacho de basura más cercano -que se encontraba a unos pasos de ella-. Sacudiéndose las manos, se puso las manos en la cintura y se dio media vuelta, solo para encontrarse con el mismo cuerpo que la había chocado minutos atrás, cerca y mirando curioso.
—¡Oh, mierda! —apenas las palabras salieron de su boca, colocó sus palmas sobre ella, arrepintiéndose de tal acto. Y es que siendo lo señorita que era, las maldiciones eran muy -pero muy- pocos comunes y se sentía mal cuando ésto sucedía. —Se te ha hecho mala costumbre hacer eso —reclamó, apuntándole con un dedo y tratando de ocultar el rubor en sus mejillas. El chico no se inmutó ante tales acciones, parecía ser lo suficientemente poderoso para no dejarse afectar ante el enojo de Lilian Roswell -Enojo. Más bien una molestia puramente efímera-. En vez de eso, simplemente extendió su mano derecha y sonrió de costado, ganándose la confusión de Lilian. Terrible confusión.
—Soy Oliver —murmuró. Un deje de simpatía flotando en sus palabras. Oliver apuntó con la cabeza hacia el tacho y alzó una ceja —Y ese era mi último cigarrillo —un silencio los rodeó a ambos. Más que nada consecuencia del asombro de la peli-rubia. Ojos anchos, boca semi-abierta, ésta era de esas anécdotas curiosas que te perseguían de por vida, de aquellas que contabas probablemente cada dos cenas familiares y luego te ríes. Y por supuesto, la gracia no pudo evitar atacar su cuerpo, soltando una carcajada bastante sonora. El sonido de la bandada de pájaros quedó opacado por ese tono agudo que llamó la atención de varios. Oliver se le quedó mirando, quizás pensando que estaba loca, pero luego sería merecedor de una explicación.
—Oh, lo siento, lo siento... —se disculpó, apagando aquel ataque de risa con el paso del tiempo. Cuando llegó el momento, Lili se compuso, se puso seria, se colocó un rulo detrás de la oreja y extendió su mano izquierda para recibir la del chico, que se había quedado con la misma extendida, no atónito pero bastante... despabilado —Lilian Roswell —pronunció y con una mueca indicó hacia atrás —Y los cigarrillos te matan, de nada —terminó, orgullosa de si misma. Oliver bufó y negó con la cabeza, separando su saludo.
—Con el tiempo, no ahora —declaró.
—Pero te quitan varios años de vida que podrías seguir disfrutando —remató.
—Sacando de lado el hecho de que es un objeto mortal, que cuando terminas falleciendo de él, la compañía que te lo vendió está contando billetes en su piscina de lujo... —"Puntos para la señorita Roswell" victoreó —Ese cigarrillo preciado había caído al suelo.
—¿Y? —inquirió, Oliver.
—Y... Las bacterias, las enfermedades, más tópicos que rodean la muerte, Oliver.
—Pues mi último cigarrillo se cayó por sostenerte. Podría haberte dejado caer —Lilian abrió los ojos y la boca, sintiéndose ofendida. Estaba a punto de recitarle mil razones de por que él tuvo la culpa de aquella colisión, pero Oliver blanqueó los ojos y se cruzó de brazos, colocando ambas manos por debajo de sus axilas e interrumpiéndola —No, espera. No te hubiera dejado caer, no es así. Pero...
—Está bien. Te daré dinero para otro paquete y todo se soluciona, ¿Sí?
—¡No, no! —Ya había metido sus manos en la cartera, preparada para sacar los billetes verdes que -al parecer- solucionarían todos sus problemas, peo fue detenida por las de Oliver, que se negaban a dejarlas ingresar —No me pagues, es una estupidez.
—¿Seguro?
—Seguro —sonrió. Oliver encadenó ambos brazos detrás de su cabeza y se encogió de hombros —Quien sabe. Quizás hasta tome tu consejo en un futuro... —mencionó. Lili sonrió y se cruzó de brazos.
—"¿Quizás?"... —frunció el ceño, manteniéndose seria durante unos instantes. Probablemente habría seguido, pero la cara de desconcierto era demasiado tentadora y pronto ambos -contagiándose unos a otros- estallaron en risas. Más alboroto para la tarde en Chicago que ambos estaban viviendo. Sin embargo, un alboroto agradable. Un caos que se disfrutaba e incluso alegraba -si no era obvio por las sonrisas-. El momento de sonido se fue apagando, pero tan solo eso. Porque los dos se habían metido tanto en aquella conversación, indagando y razonando por aquellas tontas coincidencias, que se les había brindado algo exquisito, y esa era la habilidad de poder sonreír por dentro, sonreír con la mirada: Sonreír, al fin y al cabo.
—Algunos escriben... —comenzó, Oliver, con una voz algo baja, no obstante, decidida. Mirada en el piso, luego posada sobre Lilian: Tenía toda su atención —Otros escuchan música, hacen música... Yo fumo —a pesar de encontrarse hipnotizada por aquel repentino discurso, no pudo evitar sentirse confundida y algo alborotada por sus palabras, sin poder ordenar el verdadero significado. Por suerte, Oliver no iba a dejar aquellas oraciones a medio camino —Para pensar, despejarse, un escape. Por eso fumo. No me arruino la vida sin ningún motivo, ya tengo suficiente —espetó. La rubia abrió la boca un poco, lista para dejar palabras salir y apoyar. porque estaba segura que eso es lo que buscaba, pero inconscientemente. Podía leer su rostro y sus intenciones eran puramente informar, reflexionar, pero no buscar. Sin embargo, a pesar de cualquier negación, había encontrado. Le causaba intriga y curiosidad el hecho de que fueran desconocidos y él se hubiera abierto así, sin más. Pero a veces eso necesitaba la gente: Alguien que los escuchara, alguien que estuviera allí para ellos. Y la mayoría del tiempo, todos poseemos a ese alguien. A nuestra persona. Esa única que está siempre, que es un ancla, que nos mantiene fijos y nos indica cuando volar.
Alguien, siempre.
Lilian sonrió y se dejó llevar por toda esa movida que tomaba lugar dentro suyo:
—Todos tenemos distintas maneras de enfrentar las cosas. El truco está en eso: Enfrentarlas —murmuró, segura de sus palabras —Eso nos hace merecedores de seguir adelante. Recuerda eso —Oliver la miraba atento, no dejó que una sonrisa se formara por el simple hecho de que todavía estaba mirándola, expectante de algo que ya había recibido. Palabras cortas y poderosas. —Pues... si necesitas algo... me encuentro a unas calles, en la editorial de B-Daily. Ya sabes, la revista —Oliver levantó una ceja y sonrió.
—Oh, con que una chica editorial —observó, jugando con su empleo. Lili rió por lo bajo y negó con la cabeza.
—Tomo fotos, armo las ediciones. Tengo cancha —se palmeó la espalda, bromeando. Ambos se dejaron invadir nuevamente por las risas.
—Gracias —murmuró, Oliver. Lili sonrió y asintió con la cabeza. No necesitaba que le dijera cuales eran sus razones, ni el por que. Ella ya lo sabía y era un placer.
—No hay por qué, Oliver —la rubia se vio sorprendida por el repentino movimiento de Oliver, cuando éste giró la cabeza hacia atrás, observando algo a la vista y dándole la espalda momentáneamente. Estiró la cabeza y un niño de pelo castaño, pequeño, de no más de cinco o seis años venía corriendo, agitando su mochila en consecuencia. A medida que se acercaba, pudo observar las similitudes -casi igualdades- entre ambos.
Oh, Dios. Tenía un hijo. Y encima, ajustando su vista un poco más, venía una hermosa castaña de ojos celestes detrás de él, persiguiendo al niño con una sonrisa. Tenía una familia. No es que hubiera estado haciendo algo mal. Pero simplemente se sintió algo derrotada: Él se había quejado de su vida y tenía una familia. Y por razones obvias, eso le había propuesto una incomodidad sólida dentro suyo y algo de disgusto y amargura.
Un sabor acerbo invadió su boca y poco a poco se vio retirándose del lugar, sin dar permiso a un saludo alguno.
Mientras caminaba, pensó en todas las razones por la cual se encontraba algo molesta. Tenía una bella novia, un hermoso hijo con el cual compartir, quizás tenía otras razones por el cual encontrar un motivo con el cual disgustarse, pero ya quisiera ella tener un hijo al cual recibir de esa manera.
Quizás estaba exagerando, quizás se tomó las cosas muy a pecho. Era algo común, una familia en el parque. Oliver no podía ser un caso diferente.
Pero le había dolido.
Y mucho.
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Oliver abrió sus brazos y creó la abertura perfecta para que aquel niño se lanzara hacia él y cerrara sus brazos detrás de su cuello.
—Pequeño Timmy, te extrañé hoy —espetó, sonriendo ante tal broma. Sabía que no le gustaba que lo llamara así, y siempre lo hacía para molestarlo un poco. Las "peleas" entre ellos era algo que se disfrutaba de ambos lados, especialmente porque todo terminaba en risas. Aún con el chiquillo en brazos, y girándolo en el aire, se dio media vuelta, esperando encontrar a Lilian, quien le había otorgado un momento grato. Y esperaba compartir un poco más, cosa rara en él ya que solía ser cerrado, muy cerrado. Sin embargo, se había prometido ser más fiable en la gente y hablar un poco más, y aquella rubia había venido a caer en el momento justo y el lugar exacto. Pero no estaba más, y no pudo evitar sentir algo desalentado. ¿Por qué se había ido? Y sin despedirse. Le parecía extraño, ya que ella no parecía ser de esas personas que abandonaban como un fantasma una conversación. Pero quizás tenía algo que hacer, su trabajo, o una llamada de urgencia, cualquiera excusa mejor que simple disgusto.
—Ya te he dicho que soy grande, no pequeño —la queja del menor lo sacó de trance. Oliver le revolvió levemente los pelos de la cabeza y lo bajó al piso, solo para encontrarse con su cara haciendo un puchero y brazos cruzados en protesta.
—Oh, vamos. Sabes que te quiero, mocoso —aclaró, ganándose una sonrisa del más pequeño. Alzó la vista, y se encontró con otra presencia agradable. La muchacha lo abrazó y segundos después se separaron.
—Holly, espero que no te haya dado mucho trabajo —dijo, cruzándose de brazos y observando como Timmy se cruzaba a jugar al patio de juegos. Holly se encogió de hombros y recogió la mochila del suelo que había tirado el niño, pasando desapercibido ante tal travesura, y se la entregó al castaño.
—Pues, para ser un niño de seis años, tiene la energía de un veintiañero adicto a redbull —expresó, logrando sacar una sonrisa de orgullo y verguenza en Oliver —. Pero sabes que disfruto su compañía.
—Si te causa problemas, hablaré con él y le diré que se porte un poco mejor —sabía que Timmy podía ser un poco travieso.
—¿Un poco mejor? Vamos, Ollie. Ese niño es un ángel, y no lo digo por favor. Es algo que todo elogian. Te elogian —Holliy se acercó, y palmeó su hombro dos veces —Date un premio, estás haciendo un bueno trabajo con tu hermano —Oliver sonrió y miró hacia Timmy, que esperaba para tirarse del tobogán. Costaba que se diera crédito, costaba que reconociera todos los logros que había hecho. Pero es que muchas veces uno piensa que el triunfo se ve al final del camino, y no es así. Uno deber ir manteniendo la positividad, la cabeza alta y aplaudirse por cualquier lucha que uno tiene. Sin embargo, ese no era el caso de Oliver, y al contrario, tendría qué. Tomando en cuenta que su padre los abandonó, su madre los dejó más tarde y desde entonces, se ha hecho cargo de Timmy, solo y sin ayuda de nadie. Debido a que el abandono fue reciente -específicamente cuando cumplió sus dieciocho años y sin poder terminar sus estudios como correspondía- le costaba remarla. Nadie quería contratar a un muchacho a cargo de un niño poco más de mitad de una década. Todos exigían experiencia, ¿Pero de dónde creían que iba a sacarla si no lo dejaban siquiera intentar de una vez? Tenía la voluntad, el compromiso, las ganas, pero nadie le daba la chance. Y apestaba. Apestaba porque tenía un niño del cual encargarse, toda una vida por delante para los dos, y ni siquiera sabía si iba a tener para comer mañana.
—Lo sé —suspiró —. Es solo que me gustaría darle más.
—¿Más? —indagó, Holly —Ollie, tiene a un hermano que da todo por él, alguien que todavía lo ama con todo su ser. Bien que podrías huir y dejarlo a la deriva en un orfanato, pero acá estás. Luchando. Por los dos —Oliver giró la cabeza y se encontró con un deje de obviedad acompañado de una sonrisa —. Yo creo que por más suéter que necesite, o incluso un estúpido acondicionador de pelo, tiene mucho —expresó, con sinceridad. Oliver sonrió ampliamente y la abrazó, sin dejarle tiempo a reaccionar. Separó un poco su cabeza y dejó un beso casto sobre su coronilla.
—Gracias, por hacerme el favor de cuidarlo cuando no puedo, por todo en realidad —murmuró, sobre su pelo. Esperaba siempre transmitirle cuanto estaba agradecido por su presencia, por una de las pocas amigas verdaderas que tenía. No solo era un enorme apoyo en cuanto a lo emocional, sino también con una carga horaria que pesaba, y mucho. Debido a todas las horas que le tomaba buscar un trabajo estable, la mayoría de las veces no coincidía como para llevarlo a la escuela. Por un momento pensó en directamente no mandarlo, no era el hecho solamente de las diferencias de tiempo, sino que habría más dinero para gastar todavía. Pero no podía atrasar el futuro de su hermano -algo no tan desgraciado como aplastar el de Oliver-, no tenía porque derrumbar su entusiasmo. Así que decidió ajustarse un poco más -si es que se podía- y lo mandó a comenzar el primer año de primaria. Rindiendo sus frutos, Holly lo cuidaba, lo llevaba y lo traía cuando Oliver no podía, y Timmy estaba contento. Todos salían ganando.
—No te pongas cursi, Ollie. Hago lo que puedo.
—Pues haces mucho, y te lo agradezco —recalcó, separándose.
—Bien, bien. Te daré el gusto de halagarme —rió. La castaña sonrió y lo abrazó, para luego comenzar a retirarse —Bien, debo ir y cuidar de Harlow.
—Ve con cuidado —Holly se dio vuelta, aún caminando y sonrió.
—¿Cuándo no voy con cuidado? —mientras las castaña desaparecía entre la multitud, Oliver caminó hacia donde estaba Timmy, por tirarse del tobogán, justo para el momento donde llegaría al final del juego y lo recogería en brazos. El pequeño soltó una carcajada y se acomodó detrás de su cuello, para que lo llevara alzado, obteniendo una periferia bastante emocionante del parque.
—Soy más alto que tú —canturreó, mientras apretaba las manos del que lo sostenían. Oliver lo agarró por los hombros, y lo bajó, sosteniéndolo aún todavía y balanceándolo hacia abajo, de manera que estuviera bastante más cerca del suelo.
—¿Y ahora? —bromeó.
—Uh-uh —pronto, a pesar de la advertencia, se vio envuelto en una batalla de cosquillas, donde Timothy estaba perdiendo. Las risas se escapaban cual aire en globo, las miradas con ternura se posaban sobre los dos hermanos, era una verdadera atracción el lazo que los unía. Ya cuando vio que le empezaba a costar respirar, Oliver cesó con el acto y lo tomó de la mano, mientras se estabilizaba. Con su mano derecha, el niño se acomodó la remera y dejó escapar un "ah" suspirando, cansado y agitado por la broma. Tomó su mochila, y luego de colgársela sobre los dos hombros, alzó la cabeza y sonrió a su hermano.
—¿Vamos a casa?
—Vamos a casa, Ollie.
***
—¿Y se fue, así nomás? —el bar se encontraba repleto, para ser día de semana era raro que siquiera hubiera gente entrando y no saliendo. El movimiento era fluido, constante, risas, bailes, chistes negros: El ambiente estaba espeso y diverso. Algo que Oliver no disfrutaba regularmente, ya que lo suyo era la tranquilidad y algo bastante cercano a la soledad. El bartender les había traído un vaso de whisky a él y su amigo Michael. Ambos solían disfrutar una bebida juntos semanalmente, la mayoría del tiempo. Aquel castaño era su compañero de salidas desde hace bastante tiempo, y uno de los pocos amigos a quien le confiaba todos sus asuntos personales. Y en éste momento, le contaba acerca de la anécdota del día.
—Si... así, sin más —suspiró. Michael a su lado se rió y tomó un buen trago de aquella sustancia ardiente.
—Vaya, amigo... ¿Ni siquiera dejó caer su zapato?, ¿Por lo menos su i-phone, o algo? —bromeó. Oliver comenzó a reírse a la par de él y negó con la cabeza.
—Nada. Quizás se espantó d...
—¿De Timothy? Vamos, Oliver. ¿Quién se espantaría de él? Solo una bruja, y por lo que me has dicho, ella no es ninguna bruja —espetó, codeándolo pícaramente de costado.
—Sí, es linda... Pero es su esencia...
—¿Acaso utilizaba Chanel número cinco, tu favorito? —Oliver lo observó de costado y blanqueó los ojos, sonriendo de costado.
—No esa clase de esencia —remarcó —¿Cuántas chicas te dan hoy una conversación así de corta e interesante? Para cada palabra mía ella tenía una contra-parte.
—Vaya... brindo por tu profundidad, hermano —no era difícil que el muchacho se rompiera la cabeza por dentro, probablemente pensando en algo mil veces, cuando una doble repasada era suficiente. Sin embargo, se encontraba en una etapa diferente. No creía en el amor a primera vista, es algo puntualmente casi imposible. Existe la atracción física, pero no el amor. No obstante, deseaba volver a hablar con ella, por lo menos obtener una respuesta de su huida. Pero dudaba volver a tener un encuentro así, donde a pesar de dejarlo callado y sin palabras, quería volver a escucharla.
—Hola, guapo —una voz femenina lo sacó de su trance. A su derecha, una rubia con un vestido quizás dos tallas menos y de piernas cruzadas, mostrando sus tacos agujas, se encontraba mirándolo. Su mano se posó en aquella pierna que colgaba de la silla y Oliver se acomodó, incómodo de la situación —¿Quieres ir a bailar? —el muchacho se aclaró la voz y negó con la cabeza.
—No, gracias. Creo que tu prometido no estaría muy de acuerdo con eso —poco sabía la chica, que se había olvidado de quitarse el anillo de compromiso. Aún así, se levantó de aquella silla y se paró enfrente de él, revoleando los ojos.
—Oh, vamos, el está por ahí con sus amigos, solo un rato —de manera desprevenida, lo tomó por el brazo y lo levantó, enganchando sus brazos detrás de su espalda descubierta. Oliver comenzó a ponerse aún más nervioso. Lo último que necesitaba eran problemas. Sin embargo, el esfuerzo por apartarse no fue más que un intento de acción en vano, ya que un soplido sólido se le fue proporcionado desde el costado.
Oliver se tambaleó, pero logró mantenerse en pie. El golpe lo había desconcertado un poco, ya que lo tomó desprevenido, aún así fue lo bastante valiente de darse vuelta, mientas seguía masajeando su mejilla que probablemente se pondría morada en unos minutos. Un pelirrojo furioso con barba frondosa lo miraba, agitado y furioso. Sería una situación difícil de esquivar. Michael se encontraba a su lado, listo, rígido y a la defensiva, más con un simple toque en el hombro de parte de Ollie le indicó que le dejara todo a él. No quería que el volviera machucado también.
—Oye, no quiero problemas, tu novia solo... —a pesar de haberse acercado a poco, cauteloso y con fines pacíficos, el pelirrojo vuelve a lanzarle un izquierdazo, aunque ésta vez logra esquivarlo.
—¡Sí! Mi prometida solo estaba alejándose, pervertido —blanqueó los ojos internamente, típico caso de novio ciego. En una esquina apartada, su querida prometida seguramente estaba regocijándose en el hecho de que ambos estaban peleando y seguramente ya planeaba contarle a sus amigas mañana como dos hombres se habían golpeado por ella. Hermoso. Oliver agarró su chaqueta y negó con la cabeza.
—Bien, como sea. Me largo —a pesar de estar furioso con el suceso que había provocado la rubia hormonal, estaba en su costumbre -por más promiscua que fuera- no mandar enfrente a la señorita. Por eso simplemente evadiría el problema, y se iría a casa, sin joderla aún más.
—No te vas de aquí sin que te dé uno más —El otro chico, por supuesto, no planeaba dejarlo salir ileso -o menos golpeado, de lo que ya estaba-. Y por más precaución que tuvo, no pudo evitarlo y los nudillos del agresor contactaron directamente en su nariz. Se tambaleó hacia atrás, nuevamente, sin embargo ésta vez fue a caer a los brazos de Michael, que lo sostuvieron por abajo de los hombros y le dirigió uno murmuro claro y conciso:
—Déjalo, no vale la pena, levántate y larguémonos de aquí —Oliver sonrió de costado, limpiándose la nariz con la manga y asintió.
—Oh, claro que nos iremos —espetó. Michael sonrió satisfecho, sin embargo la confusión lo golpeó al ver como su amigo se encaminó hacia el tipo que casi le había roto la nariz. Ollie sintió la adrenalina, el coraje, la cólera y muchos otros sentimientos detonantes recorrer su sangre. No iba a dejar que ese estúpido le arruinara la noche libre y tranquila, al menos no más de lo que ya lo había hecho. Por lo cual, tomándolo un poco desprevenido, pensando que ya se iba a dar por vencido, con la derecha le plantó un golpe seco y directo a la quijada, dejándolo noqueado en el piso. La gente sostuvo un suspiro de sorpresa, algunos victoriosos otros decepcionados de la situación; de cualquier manera, ninguno influía en la mueca de orgullo y satisfacción que se había estampado en la cara de Oliver. Con la campera en su lado y tomando amistosamente por el cuello con el brazo a un Michael sorprendido, se abrió paso entre la gente, y salió hacia el exterior —Ahora si nos vamos.
***
No sabía en que momento se había re-dirigido hacia la universidad, pero allí estaba, pisando las primeras baldosas del campus a las dos de la mañana. Luego del incidente en el bar, le había dicho a Michael que podía irse a casa. Había sido difícil convencerlo, no estaba muy contento con la idea de él vagando por las calles y con la cara sucia, morada y rojiza; todo un arco iris de dolor, de hecho. Pero le había prometido que estaría bien y con unas palmadas en la espalda se despidieron. Sin embargo, a medio camino, se había dado cuenta que no podía volver así a casa, no tenía gasas, ni alcohol, y necesitaba algo con que curarse. Tampoco tenía seguro médico, por lo cual una ida al hospital era completamente ineficaz para su situación.
Oliver bufó por lo bajo, siempre había algo que lo jodía y hoy había sido un pelirrojo exaltado.
Con cautela y sin que nadie lo viera, ingresó por las dobles puertas de la entrada al edificio de las chicas y se escabulló entre los pasillos. En realidad, escabullir es una palabra mal utilizada. De hecho, caminaba con bastante tranquilidad y es que si se acercaba un guardia de seguridad, tendría más chances metiendo la excusa de alguien perdido que de alguien que se esconde. Buena táctica.
Subió por las escaleras, de dos en dos, lo más rápido y silencioso posible en ese momento, hasta llegar al piso que estaba buscando. Luego el número de habitación fue algo de simple suerte, ya que era la primera vez que visitaba a su amiga en el campus, y se doblaba la dificultad al ser de noche.
Dos golpes en la puerta fueron suficientes, esperó unos segundos, y una Salow somnolienta le había abierto la puerta.
—¿Qué suce... Oh, mierda —la maldición y la preocupación se habían interpuesto en las facciones de la muchacha. Al cerrar la puerta, se apoyó contra ella y con la luz de la luna pudo alcanzar a ver un poco el estado en el que se encontraba. Salow corrió y prendió la luz que estaba más cercana, solo para horrorizarse con la vista que tenía: Una ceja partida, una nariz ensangrentada -más las gotas que habían caído en su remera- y una mejilla hinchada y mirada. —Oh... Ollie, ¿En que mierda te metiste ahora? —inquirió, Oliver se cruzó de brazos y se encogió, algo avergonzado y sin tener mucho que decir. —Te curaré, me explicarás que pasó y luego te patearé yo el trasero, ¿Entendiste?
—Vine por tu ayuda —espetó, algo ofendido. Salow bufó y alzó una ceja.
—Sí, y es mí habitación, así que si quiero patearte el trasero, de nuevo, já, lo haré —con esas palabras, desapareció hacia otro cuarto, solo para volver con un botiquín de primeros auxilios. Con un movimiento de manos, le indicó que se sentara en el sillón, acción a la cual Oliver acató de inmediato. Salow preparó una gasa mojada en alcohol yodado y comenzó a pasársela por la ceja, ganándose una queja de parte del chico.
—¡Ouch! —Salow le dirigió una mirada, informándole en tan solo un segundo que mejor era que cerrara la boca.
—No seas nena. No duele ésta cosa, y además Rose está durmiendo, así que baja el volumen.
—Uy, estas un poco malhumorada hoy.
—Pues... no es exactamente de mi agrado que mi mejor amigo se aparezca a las tres de la mañana, ensangrentado y lloriqueando por nada —Oliver se rió y observó como, después de colocarle una pequeña cinta sobre su ceja, con otra gasa limpia le aseaba la parte inferior de la nariz. —¿Me vas a decir qué te sucedió o vas a esperar a que termine y saldrás corriendo porque no se te ocurrió ninguna excusa? —murmuró. Oliver procedió entonces a contarle aquella anécdota curiosa y lamentable. Durante aquel transcurso, Salow se limitó a asentir, levantar las cejas en sorpresa y entregarle finalmente una bolsa de hielo envuelta en un trapo para su mejilla. No sin antes terminar de regañarlo, felicitarlo por el golpe final y victorioso que le había dado al pelirrojo y luego volver a regañarlo. Lo usual en su mejor amiga.
—Listo —manifestó Salow, levantándose y tirándose en el sillón junto a Oliver. El castaño sonrió y miró hacia su costado, para luego abrazarla con el brazo derecho y atraerla hacia él para depositarle un beso en la cabeza. Satisfecho y contento con su compañía, sabía que había escogido bien su destino esa noche. Sabía que Salow no lo defraudaría y no se arrepentiría esa mañana que se acercó a ella. La muchacha había resaltado con su bronceado californiano entre los oriundos pálidos de Illinois, sumándole aquella mirada de ciervo perdido, sabía que necesitaría su ayuda. Algunas ubicaciones y más tarde un café, ambos conectarían y se convertirían en un apoyo mutuo necesario.
—¿Sabes? —balbuceó su amiga, su voz un tanto reprimida ya que su boca estaba apoyada contra su pecho y no alcanzaba mucho para hablar —Me debes tres paquetes de gasas, Oliver —El mencionado frunció las cejas y miró hacia arriba confundido.
—¿Por qué dos? Te gastaste una en mí, nomás.
—Oh, sí. Eso lo sé. Estoy en la universidad, sé contar —aclaró, levantando la cabeza y mirándolo, sin despojarse del abrazo.
—¿Y entonces, los otros paquetes, qué?
—Pues... uno para la próxima vez que te golpeen —Oliver soltó una carcajada e inmediatamente se contuvo, ya le había advertido que su compañera estaba durmiendo y no quería joder la cosa.
—No sé si eres bruja, probablemente sí, pero aunque eso sea una posibilidad, da miedo que lo digas con tanta seguridad —expresó, ganándose un golpe de parte de la castaña. Otra vez el silencio los rodeó, pero no por mucho tiempo, porque a él aún le quedaba una duda.
—Ahí van dos paquetes... ¿Y el tercero? —Salow sonrió pícaramente y se volvió a acomodar en su pecho, cerrando los ojos. Antes de que volviera a insistir, ella canturreó la respuesta que probablemente debería haber esperado, pero que aún así le causó gracia:
—Pues la tercera será cuando te pegue por haber dejado que te pegaran, Ollie. ¿Qué más?
Última edición por khaleesi. el Dom 29 Mar 2015, 8:15 pm, editado 1 vez
khaleesi.
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Re: Double Rainbow
Ay, NO. Está re largo, ahora que lo veo.
Pero bueno. (?)
#WriterGoals #Rewards
Pero bueno. (?)
#WriterGoals #Rewards
khaleesi.
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Re: Double Rainbow
Pushi, has subido y esta re-largo me pondré a leerlo cuando termine de escribir pero muchas gracias por subir, esta nc necesitaba capítulo desde hace mucho
peralta.
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