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Double Rainbow
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Double Rainbow
kjdslkajklsafad u_u estoy escribiendo, ah
para mañana o viernes capi.
Ginu, bby, ¿me mandas las tramas que tenemos por mp, pls? las olvidé u_u
para mañana o viernes capi.
Ginu, bby, ¿me mandas las tramas que tenemos por mp, pls? las olvidé u_u
Invitado
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Re: Double Rainbow
gina, pajera
KDSALD es que me gusta ser cumplida y pues, escribir djakjKJSKALSA
KDSALD es que me gusta ser cumplida y pues, escribir djakjKJSKALSA
Invitado
Invitado
Re: Double Rainbow
No es ser pajera, amor :ccc, es solo que luego me distraigo en fb (porque ahí están nuestras tramas porque, je, no las guarde xd) ;___; y por eso :c
Atenea.
-------
Re: Double Rainbow
el viernes por la noche comentaré
✦ ausente.✦
pixie.
Re: Double Rainbow
- Spoiler:
- Estoy exhausta, muerta, es el capìtulo más reductive que he escrito jamás
Sigue Ginalu.
Ava se despertó, como siempre, con el sonido de su radio-estación favorita, una estación de rock alternativo nuevo-viejo que, como mucho, rebasaría cien mil oyentes en todo el estado. Eso no era problema para Ava, y mucho menos para George, el locutor de turno, que saludó alegremente a todos los rockeros y comenzó la rutina con una suave canción de Nickelback. Chad cantaba sobre una fotografía que siempre lo hacía sonreír mientras Ava estiraba los músculos y profería un bostezó que la hizo estremecerse.
Se incorporó al borde de la cama y con un suspiro comenzó la rutina. Se colocó los felpudos con orejas de conejo curtidos por el polvo pensando (como hacía cada vez que los veía) que los lavaría luego mientras se tambaleaba entre el sueño y la realidad camino al cuarto de su hermano.
Había una diferencia abismal entre su mellizo y ella respecto al sueño. Por ejemplo, Ava no podía, bajo ninguna circunstancia, dormir con el más mínimo ruido, era por eso que cada mañana, cuando George saludaba, se levantaba como resorte. Lenny, por otro lado, podría dormir entre todo el ruido y el jaleo que haría la primera y segunda guerra mundial juntas, y no haría más que cambiar de lado perezosamente sin abrir un ojo.
Cuando encontró a su mellizo, con la cama revuelta llena de libros abiertos y unos en el suelo, virutas de lápiz y borrador cubriendo el suelo y su rostro babeando en la almohada de cobertor color verde, supo que se había pasado la noche estudiando. No pudo evitar enternecerse. Pensó que si alistaba sus cuadernos rápido quizás podría alistar los de él y levantarlo cuando el desayuno estuviera listo. Eso eran treinta y cinco minutos más de descanso que quizás no merecía, pero Ava estaba dispuesta a hacerlo.
Mientras descifraba los jeroglíficos que era la caligrafía de su hermano y a la vez metía sus libros en su mochila púrpura pensaba en qué prepararle a Lenny. Ava no era la mejor cocinando, ni de cerca, pero era mejor que Lenny, y eso era algo. Además le gustaba, le gustaba bastante, con lo que con la idas a la universidad para estudiar contaduría, le quedaba tiempo para ir a clases de cocina.
Cuando introdujo el libro de física y este no se deslizó como solía hacerlo, supo que alguna basura estaría estorbando en el fondo de su maletín. Metió la mano y dio con un objeto que no logró describir al instante, sólo al sacarlo, vio qué era.
Le temblaron las manos. Un oso de felpa que solía ser blanco y ahora se acercaba más al color indigente yacía en la palma de su mano. Lo apretó y este dijo “te quiero”. No sentía las piernas. En su pecho se comprimió la parte que moría y revivía al pensar en él, en su ex.
«Ex —pensó Ava—. Qué palabra tan extraña.»
Lo llevó contra su pecho e intentó pensar en las razones por las que había terminado con él mientras las lágrimas se arremolinaban en las comisuras de sus ojos. Recitó la lista de “Por qué terminaste con Bat” que Aurora le había obsequiado en busca de que su amiga se dejara de lamentar por haber perdido tal destructiva relación.
«1. Te era infiel (dijo que era la única)
2. Era un cerdo (pero lo quería)
3. Te maltrataba (él prometió cambiar)
4. Te golpeo cuantas, ¿diez veces? (estaba muy trastornado, no era su culpa)
5. Era alcohólico (todos tenemos desperfectos)
6. Acéptalo, no tenían futuro (yo quiero creer que sí)»
Yo quiero creer que sí. Cuantas veces Ava simplemente había querido creer que sí… Extrañaba a Bat, ella sabía que en el fondo la quería, que en el fondo ella sí era la única. Sólo había tenido un pasado terrible, sólo había… sólo había tenido un pasado terrible.
«Sí, muy terrible —había gritado Lenny—. ¿Una madre sobre protectora, un padre estricto que sólo quiere lo mejor de ti? ¡El infierno! —Ava lloraba— ¡Al menos tiene padres el maldito! ¿No es así? ¡Es un maldito, un hijo de puta y no se acercará a ti jamás, aunque sea lo último que haga, Avalanna!»
Avalanna. Lenny sólo le decía Avalanna cuando estaba realmente molesto con ella. Y ese día, cielo santo, sí que estaba molesto. Y todo había empezado de la nada. Fue cuando la bufanda que Ava usaba (a pesar de estar dentro de la casa y con varios grados por encima de veinticinco) se resbaló y dio a relucir un par de marcas en forma de dedos dónde su cuello se unía a su cráneo. Lenny tardó cero coma cinco segundos en verlo y cero coma tres segundos sumar dos más dos. Lo siguiente que supo Ava era que estaba llorando mientras él le repetía que nunca, nunca volvería a ver a Bartholomew Ribbers.
Entonces estaba llorando, nuevamente, como lo había hecho ese día. Una parte en su cabeza, la más cruel que nació cuando su tío Brendon dijo (con un rostro tan decaído que no parecía ser el pariente que ella más amaba y que la hacía reír) que sus padres nunca volverían a casa, decía que ella sólo había sido buena y sumisa y que él le había pasado por encima debido a ello.
«Como siempre —replicaba la voz, cruzándose de brazos, malhumorada.»
Se limpió las lágrimas amargamente y dejó el animal ficticio sobre la mesa. Caminó hacía la cocina y comenzó a sacar las ollas. Cocinar le despejaba la cabeza. Aún no sabía qué hacer… quizás un Omelet, aunque no fuera muy buena haciéndolo. Huevo, harina, jamón y quizás un par de especias… Sí, no estaría mal.
Caminó casi por inercia, aun llorando, hacia la nevera dónde sacó cuatro huevos y los dejó sobre el mesón. Se colocó en puntillas para abrir el gabinete que contenía los platos y sacar uno hueco para echar el contenido ahí. Una vez rompió el primer huevo, todo pasó tan rápida y mecánicamente que cuando Ava se dio cuenta, estaba sirviéndolo en el plato favorito de Lenny. Sacudiéndose la mente se limpió las manos en el delantal (que no recordaba haberse puesto, pero qué más da) y tomó un fuerte suspiro.
«Que no note que estuve llorando, por favor… —pensó mientras entraba al cuarto de Lenny por segunda vez.»
Esta vez lo sacudió suavemente y este se quejó, sus ojos parpadearon y se despertó desorientado, mirando la almohada con el charco de baba sin entender qué estaba mal ahí. Esa era otra de las diferencia entre los hermanos Newton. Ava podría dormir plácidamente en un terremoto (siempre y cuando NO hubiera ruido) mientras que Lenny se levantaba al mínimo movimiento exterior.
—El desayuno está listo.
—Uhm… —murmuró pesadamente, miró al reloj—. Es tarde…
—Si te mueves rápido saldrás a tiempo —lo sacudió otra vez—. Vamos, Lenny, tienes prueba.
—Ya mujer, ya. Desperté, ¿sí? Dame cinco minutos para morir.
—Si no te levantas entonces, vendré con un balde de agua fría y… —en eso Lenny se levantó como un resorte. Sabía que Ava no mentía, entonces tallándose un ojo, enfocó el otro en su hermana melliza. Y se detuvo.
—Estuviste llorando.
—Claro que no —atacó rápidamente Ava, mirando a su alrededor.
—Soy tu hermano, tonta —se levantó, le sacaba casi una cabeza a Ava—, compartimos útero. ¿Crees que no sé cuándo lloras?
—Se enfriará tu desayuno…
—Ava.
—Lenny, vamos atrasados.
—Sabes que odio verte llorar —Ava le sonrió, agitó su cabello
—No me viste llorar. No es nada, estoy bien, lo juro —besó su mejilla (tuvo que empinarse nuevamente para ello) —. Lo que sí es algo es que sí no te apuras, llegas tarde.
—Trabajo en eso, Jefa.
—Más te vale —con una sonrisa más, salió de la habitación.
Y quince minutos después, el par estaban listos para salir. Ava checaba que la válvula del gas estuviera perfectamente cerrada y cuando salió notó que el peluche había sido movido. Sólo un par de centímetros, en realidad, nada que alguien notaría si no fuera Ava. Así que Lenny sabía por qué lloraba… bien, con que no hiciera preguntas.
«Ava —decía Bat. Ava tomó una respiración. No llores—, te quiero.»
Se colgó el maletín a medio cerrar y trotó a la salida, cerrando la puerta y persiguiendo a Lenny escaleras abajo. Vivían en un sexto piso de un edificio sin ascensor, y aunque a veces el par se quejaba de lo agotador que era subir y bajar tan infierno, Ava recalcaba que al menos le torneaba el traseo, entonces Lenny se callaba y seguían sin decir nada.
Lo alcanzó en el rellano del segundo piso. Lenny no dijo nada de Bat, por otro lado, le pidió que le deseará suerte en su prueba.
—Eres el mejor —no mentía. Siempre que Ava tenía dudas, Lenny estaba ahí con la respuesta—. Además, la suerte es para mediocres.
—Esa es mi hermanita menor…
—Lenny, fueron tres minutos, por favor.
—Hermanita dije.
― ¡Ya llegué!
El castaño pasó por la sala y comedor arrastrando los pies cual zombie hambriento. Descolgó su maletín y lo dejó encima de la mesa y fue la única medio pausa que hizo. No vio a ninguna de sus madres, aunque ellas sabrían que él había llegado. Agradeció eso, ya que al ver su cara de muerte en vida, se preguntarían qué pasaba con el pobre, y no quería preguntas y amor maternal en ese momento. Sólo quería car muerto. Y sospechaba que pronto realmente moriría. Fue gracioso lo poco que le importó.
Dante se dejó caer sobre la cama cual bulto en tanto entró a su habitación. Estaba exhausto. Tomó una fuerte respiración. Nunca tendría hijos. Ofrecerse para ayudar a cuidar a Harlow no era algo que le molestara. Le gustaba sentirse útil y eso. Pero trabajar con niños simplemente no era lo suyo, y aunque quizás se le daba bien, definitivamente, críos no estaba en sus planes.
―Wow ―escuchó a sus espaldas.
― ¿Cómo es que siempre entras con tanta facilidad a esta casa? ―dijo con la cara aún hundida en la almohada.
―Tu madre me ama. Ambas, de hecho. Creo que tienen la esperanza de que nos casemos algún día… ―sintió el colchón hundiéndose bajo un peso junto a él.
―Primero me castro de cuajo antes que casarme contigo.
― ¿Por qué? ―Pregunto finigiendo inocencia.
―Digamos que no eres mi tipo.
― ¿Demasiada clase?
―Demasiado perra. ―Pasó justo lo que él sabía que pasaría. Un codazo fue a dar a su espalda. El dolor fue casi reconfortante. Se quejó por costumbre.
―Eres un hijo de puta. ―Se incorporó en su cama. Amara lo miraba con falsa ira. Él le sonrió.
―Quizás ―comentó encogiéndose de hombros. Amara rodó los ojos arrogantemente.
―Ayer, ¿dónde estabas?
―Con Killian ―respondió bostezando―. Lo ayudaba a cuidar a Harlow.
―Ah, sí. El bebé que tuvo con Zarina… es una pena, era lindo.
― ¿Era? ¿Entonces el que sea padre quita su atractivo? ―se estiró.
―Algo así. ¿Cansado?
―Un poco.
―Ah, seguramente quieres dormir… sería una lástima que alguien te obligase a ir de compras con ella…
―Olvídalo, Amara. Lleva a tu novio-perchero Ayrton.
―Ayrton tiene clase, duh ―dijo golpeando la cabeza de Dante con un dedo―. Además me debes una.
―No, no es así. Te la pagué al convertirme en tu esclavo por dos semanas ―Dante se estremeció. Amara lo hizo sufrir sólo por diversión… a veces le sorprendía lo mucho que quería Amara aunque esta fuera tan cruel.
―Ah, verdad ―recordó ensoñadora―. Ah, qué semanas… me gustaron mucho. Venga, Dannie, por favoooor. Te deberé una ―juntó sus manos en forma de plegaria e hizo cara de perrito triste.
―Ama. No. ―Amara rodó los ojos.
―Desde que terminaste con… ―se calló. Demasiado tarde. Dante miraba duramente el suelo, evocando los recuerdos, el dolor, y la pérdida. Le dolía todo de repente, el cansancio era el doble. Se sentía viejo―. Dios, Dante, no quise.
―Estoy cansado, Amara ―dijo suavemente―, en serio estoy cansado. Si pudieras dejarme descansar, te lo agradecería mucho.
―Dannie, si quieres hablar con alguien.
―No lo dudaré ―cortó tan suave como pudo. Amara sonrió con melancolía pero no dijo nada más. Se levantó, y despidiéndose con la mano, se fue, arrastrando los pies con algo de culpa.
Dante se dejó caer sobre su cama. Su ex novia. Ah, vaya relación. En realidad que estuviera tan cansado se debía exclusivamente a que últimamente se ocupaba tanto como podía, tanto como le era posible, sólo para no pensar en su ex. Pero siempre terminaba pensando en ella.
Era extraño pensar que todo había sido realmente una mentira. La chica que veía correr hacía él, que lo abrazaba impregnándolo de su aroma, de su cariño, en realidad había fingido una vida que no tenía. Y él había creído, por idiota. La pesadez cayó en sus hombros, su cabeza era un desastre, un desastre de la A la Z. Tenía tantas cosas en mente, la universidad, su familia, Candice. Su cabeza era un auténtico desastre. Apretó los ojos y comenzó a contar hasta cien, buscando tranquilizarse. Pronto, estaba dormido.
Soñó con una Candice que se disculpaba y lo enredaba, y luego esta decía que sus hijos eran de él, pero Dante sabía que no podía ser así. Candice perdía la cabeza e intentaba matarse y Dante no sabía qué hacer. Poco después, cuando despertara, no recordaría realmente qué soñó. Y si pudiera, lo agradecería.
Caprice caminaba por los pasillos de la universidad perezosamente. Buscaba la puerta con el número que tenía escrito en su papel. Decía Zeth Zudnich justo abajo. Había llegado al casual pensamiento de que su nombre era “Z.Z”, así como el de ella, “C.C “, pero lo había tachado como estúpido e irracional, sobre todo porque no iba a hacerse amiga de este sujeto.
La razón por la que caminaba en busca de la ayuda de este chico, era porque el director, aburrido del realismo –o como él mismo había dicho, pesimismo- de la pelinegra, había dicho que iría a ver al maldito conserje o no tendría matrícula para el próximo año en esa universidad.
Caprice no quería correr el riesgo.
Finalmente, frente a la puerta, tocó tres veces. Escuchó una invitación a pasar y entró. El lugar, Caprice recordaría ese lugar como el de sus pesadillas. No, no era feo, ni siquiera era exceso de adornos. Era un lugar, simplemente. Era cálido, sencillo, descomplicado… lo odiaba. Detrás del escritorio estaba el famoso Zeth, en cuestión.
Cabello largo y desaliñado. Ropa demasiado vintage y grande para él. Delgado. Al menos era más alto. Cuando la miró y sonrió, le recordó a Chad.
Se sentó frente a él a manera de disculpa enviando el furtivo pensamiento del traidor a su profunda mente. Al parecer Zeth esperaba que ella dijera, al menos, su nombre. Pero como Caprice siempre pensaba: orgullo ante todo.
―Entonces… ―finalmente habló―. Soy Zeth.
―Lo sé.
―Hey, sólo quiero ser amable.
―Sí, también sé eso ―Zeth suspiró. Caprice sonrió pues se dio cuenta de que Zeth había descubierto que ella no era tan fácil como las desdichadas que iban a pedirle consejos voluntariamente.
―Vale, tu sabes cosas de mi. Y yo sé cosas de ti. Puedo jugar ese juego, Caprice Fallon. ―La sonrisa se borró sutilmente de su rostro.
―Clifford ―corrigió―. Caprice Clifford.
―Lo sé. ―dijo Zeth socarronamente. Caprice entornó los ojos.
―Reciclas mis métodos de evasión, qué original…
―No me dejas muchas opciones, Caprice.
―Oh, claro que las tiene, Señor Zeth ―dijo exagerando el acento británico a forma de burla, sacando la lengua―. Podemos dar esta sesión por vista y usted evita que yo les dé un paro cardíaco a mis padres. Yo me largo sin molestarle más la existencia y, hala, todos felices. ―Zeth sonrió.
―Es una buena propuesta pero… Caprice. Tienes problemas, ¿no lo ves?
―No, no lo veo. Los problemas no se ven a menos que seas un libro de matemáticas. Yo, Zeth, soy una persona.
―Me doy cuenta ―dijo sonriendo―. ¿No lo intentarás al menos, Caprice?
―Si quisiera intentarlo ―señaló―, estaría en un psiquiátrico, vo-lun-ta-ria-men-te. Como le dije, Zeth, no soy un libro de matemáticas, mis problemas no tienen por qué resolverse. —Zeth la ignoró.
―Háblame de tu apellido. Eres la hermana de Aurora Fellon, ¿no?
―Duh.
― ¿Cuál es la necesidad de cambiarte el apellido, Caprice?
―No es de tu incumbencia.
―Bueno, empecemos por ahí ―se recostó en su silla. Jugaba con un lapicero entre sus manos―. ¿Por qué no me incumbe?
―Dios. ¿Estoy perdiendo mi tiempo con un hombre de psicología barata como tú?
―No estás perdiendo tiempo, Caprice, estás ganando tiempo. ―Caprice suspiró cansada. Era verdad. Si la expulsaban, bueno. Eso no sería bueno.
Caprice era como era, y ni siquiera sabía por qué tanto drama por ella. Era de las mejores estudiantes, siempre sacando buenas notas. Sólo socializaba con un par de personas más allá de su hermana, y quizás hacía varios comentarios mordaces a las personas que las rodeaban (idiotas), pero antes no era tan así.
Todo cambió con Chad.
Claro, el amor nos cambia a todos. Caprice sacudió ese nombre por segunda vez. No pensaría en Chad. Por otro lado, se enfocó en el problema actual número uno. Zeth Zudnich. Se recostó contra la silla. ¿Ganar tiempo?, sí, podía ganar tiempo.
―Bien, tu ganas ―dijo finalmente―. Hablaré, sólo si tú hablas primero. ―El rostro de Zeth se iluminó, como si Caprice hubiese dejado de hablar chino para hablar inlgés.
― ¿Ves? Es un progreso. Es normal que quieras saber cosas de mí. Si voy a saber cosas de tu, lo normal sería que supieras cosas de mí, ¿no? ―Lucía demasiado motivado. Caprice se recordó no vomitar.
«―No obtendrás nada de mí, Zeth ―pensó arrogantemente mientras se ideaba un plan para evadirlo las próximas semanas.»
Heath salió de su casa el doble de rápido. Su madre le había dicho, toda la mañana, que debía ser más coordinada como su hermano Grayson o más rápida como su hermano Ayrton. Más motivos para odiarlos. Esa mujer los iba a volver locos, a los tres, y si no lo lograba ella, su padre lo haría sin duda alguna.
Suspiró, eternamente cansada de todo. De entrada en la universidad, chocó con una de las personas con las que más se había apegado desde su llegada a chicago.
―Killian ―saludó. El castaño le dedicó una sonrisa y se acercó para abrazarla.
―Heath. ¿Cómo te va?
―Como «siemprre» ―dijo agitando una mano, quitándole importancia al tema―. Qué bueno «verrte porr» aquí.
―Sí, ha sido una semana complicada.
―Uh, una lástima.
―No fue tan mala. Me he quedado con Harlow.
― «¡Harrlow!» ―exclamó con una sonrisa―, ¿Cómo está ese pequeño diablo?
―Está creciendo. En realidad ha crecido tan rápido.
―Si… cuando menos pienses, «estarrá» estudiando en una «univerrsidad».
―No me arruines la ilusión tan rápido, Heath. ―Heath iba a decir algo cuando la vista de Greyson y Ayrton viniendo hacia ella ensombreció su sonrisa. Sus dos no-queridos hermanos.
―Ah, ahí vienen mis «herrmanos» ―dijo con disgusto―. Me «prregunto» qué «querrán» ―se despidió de Killian con un asentimiento y caminó hacia el encuentro de sus hermanos. Los dos lucían igual de felices al tener qué hablar con ella. ¿He mencionado que los Dzveda se aman? ¿No? Bueno, porque no es cierto.
―Heath ―saludó Artyon. Heath rodó el anillo en su dedo nerviosamente. Odiaba hablar con ese par…
―«Grreyson, Ayrrton»
―Te venimos a «inforrmarr» que la próxima semana «nuestros padrres» se irán de viaje. Eso significa que estamos a «carrgo».
― ¿«Porr qué» vosotros dos? ―protestó.
―«Órrdenes» de mamá ―dijo Greyson simplemente. Heath quiso arrancarle la cabeza a esa mujer. No dijo nada, se giró y comenzó a caminar en la otra dirección. Con rapidez, más rapidez. Odiaba a su familia, la odiaba. Su pecho se oprimió.
Arvo había prometido llevarla lejos cuando regresara. Cuando regresara. Qué terrible promesa. Nunca debió creerle, pero no era como si el hecho de que morir en guerra fuera tan probable. El dolor se ensanchó. Se sentía cansada y las piernas le comenzaban a temblar.
Desde lejos vio como Lenny, otro de sus amigos, se despedía alegremente y con mucho cariño de su hermana Ava. El dolor se incrementó. Sus hermanos no sabían de Arvo, no es como si les interesara, pero le dolió, por un instante, que no fueran tan cercarnos como Ava y Lenny. Entonces caminó a dónde él y le abrazó.
― ¿De dónde sacaste a Ava y dónde consigo un «herrmano» o «herrmana» igual?
―Olvídalo, somos edición limitada ―Heath se rio y soltó el abrazo―. ¿Todo bien, calor?
―Lo «norrmal» ―Lenny asintió reflexivamente.
―Entonces todo mal.
―Algo así. ―dijo haciendo una mueca. Lenny soltó una carcajada.
―Ven calor, te invito un helado y me cuentas qué tan mal va tu vida.
―Me «parrece» bien. En lo que inician clases y eso…
Heath apreciaba ese tipo de amistades, que tenía pocas. De cualquier manera, ella sabía a qué venía y cuál era el objetivo. Nadie iba a cambiar su punto de vista. Se había esforzado por fijar una meta, conseguir un rumbo, y ahora haría lo imposible por seguirlo. Nadie la detendría.
«El cielo es el límite ―ellos dicen―, ¿pero entonces por qué hay huellas del hombre en la luna?»
Ava, que se había salido de clases sin pedir permiso, corriendo, se encontraba a horcajadas de un váter, vomitando bilis. Se sentía mareada y con un pitido en los oídos. Le dolía la cabeza y la garganta le ardía terriblemente. Desde fuera, alguien golpeó la puerta.
― ¿Ava, eres tú? ¿Estás bien? ―Aurora, al otro lado de la puerta, seguía golpeando. Ava masculló un asentimiento mientras su cuerpo volvía a la normalidad. Se sentía débil y mareada pero tiró de la cadena y salió del cubículo. Se lavó la boca y las manos, y se giró para encontrar a Aurora preocupada.
―Todo bien, Aurora ―dijo, la voz ronca por el esfuerzo―. Fue algo que comí.
Mejor dicho, algo que no comió. Ava había olvidado desayunar, y todo el jaleo y el drama por Bat, había hecho un mejunje de líquidos gástricos en su estómago. Simplemente no pudo soportarlo más y salió en busca de sacarlo de su cuerpo.
Deseó que fuera asi de fácil, pero Bat aún estaba en su cabeza y en su corazón.
Se incorporó al borde de la cama y con un suspiro comenzó la rutina. Se colocó los felpudos con orejas de conejo curtidos por el polvo pensando (como hacía cada vez que los veía) que los lavaría luego mientras se tambaleaba entre el sueño y la realidad camino al cuarto de su hermano.
Había una diferencia abismal entre su mellizo y ella respecto al sueño. Por ejemplo, Ava no podía, bajo ninguna circunstancia, dormir con el más mínimo ruido, era por eso que cada mañana, cuando George saludaba, se levantaba como resorte. Lenny, por otro lado, podría dormir entre todo el ruido y el jaleo que haría la primera y segunda guerra mundial juntas, y no haría más que cambiar de lado perezosamente sin abrir un ojo.
Cuando encontró a su mellizo, con la cama revuelta llena de libros abiertos y unos en el suelo, virutas de lápiz y borrador cubriendo el suelo y su rostro babeando en la almohada de cobertor color verde, supo que se había pasado la noche estudiando. No pudo evitar enternecerse. Pensó que si alistaba sus cuadernos rápido quizás podría alistar los de él y levantarlo cuando el desayuno estuviera listo. Eso eran treinta y cinco minutos más de descanso que quizás no merecía, pero Ava estaba dispuesta a hacerlo.
Mientras descifraba los jeroglíficos que era la caligrafía de su hermano y a la vez metía sus libros en su mochila púrpura pensaba en qué prepararle a Lenny. Ava no era la mejor cocinando, ni de cerca, pero era mejor que Lenny, y eso era algo. Además le gustaba, le gustaba bastante, con lo que con la idas a la universidad para estudiar contaduría, le quedaba tiempo para ir a clases de cocina.
Cuando introdujo el libro de física y este no se deslizó como solía hacerlo, supo que alguna basura estaría estorbando en el fondo de su maletín. Metió la mano y dio con un objeto que no logró describir al instante, sólo al sacarlo, vio qué era.
Le temblaron las manos. Un oso de felpa que solía ser blanco y ahora se acercaba más al color indigente yacía en la palma de su mano. Lo apretó y este dijo “te quiero”. No sentía las piernas. En su pecho se comprimió la parte que moría y revivía al pensar en él, en su ex.
«Ex —pensó Ava—. Qué palabra tan extraña.»
Lo llevó contra su pecho e intentó pensar en las razones por las que había terminado con él mientras las lágrimas se arremolinaban en las comisuras de sus ojos. Recitó la lista de “Por qué terminaste con Bat” que Aurora le había obsequiado en busca de que su amiga se dejara de lamentar por haber perdido tal destructiva relación.
«1. Te era infiel (dijo que era la única)
2. Era un cerdo (pero lo quería)
3. Te maltrataba (él prometió cambiar)
4. Te golpeo cuantas, ¿diez veces? (estaba muy trastornado, no era su culpa)
5. Era alcohólico (todos tenemos desperfectos)
6. Acéptalo, no tenían futuro (yo quiero creer que sí)»
Yo quiero creer que sí. Cuantas veces Ava simplemente había querido creer que sí… Extrañaba a Bat, ella sabía que en el fondo la quería, que en el fondo ella sí era la única. Sólo había tenido un pasado terrible, sólo había… sólo había tenido un pasado terrible.
«Sí, muy terrible —había gritado Lenny—. ¿Una madre sobre protectora, un padre estricto que sólo quiere lo mejor de ti? ¡El infierno! —Ava lloraba— ¡Al menos tiene padres el maldito! ¿No es así? ¡Es un maldito, un hijo de puta y no se acercará a ti jamás, aunque sea lo último que haga, Avalanna!»
Avalanna. Lenny sólo le decía Avalanna cuando estaba realmente molesto con ella. Y ese día, cielo santo, sí que estaba molesto. Y todo había empezado de la nada. Fue cuando la bufanda que Ava usaba (a pesar de estar dentro de la casa y con varios grados por encima de veinticinco) se resbaló y dio a relucir un par de marcas en forma de dedos dónde su cuello se unía a su cráneo. Lenny tardó cero coma cinco segundos en verlo y cero coma tres segundos sumar dos más dos. Lo siguiente que supo Ava era que estaba llorando mientras él le repetía que nunca, nunca volvería a ver a Bartholomew Ribbers.
Entonces estaba llorando, nuevamente, como lo había hecho ese día. Una parte en su cabeza, la más cruel que nació cuando su tío Brendon dijo (con un rostro tan decaído que no parecía ser el pariente que ella más amaba y que la hacía reír) que sus padres nunca volverían a casa, decía que ella sólo había sido buena y sumisa y que él le había pasado por encima debido a ello.
«Como siempre —replicaba la voz, cruzándose de brazos, malhumorada.»
Se limpió las lágrimas amargamente y dejó el animal ficticio sobre la mesa. Caminó hacía la cocina y comenzó a sacar las ollas. Cocinar le despejaba la cabeza. Aún no sabía qué hacer… quizás un Omelet, aunque no fuera muy buena haciéndolo. Huevo, harina, jamón y quizás un par de especias… Sí, no estaría mal.
Caminó casi por inercia, aun llorando, hacia la nevera dónde sacó cuatro huevos y los dejó sobre el mesón. Se colocó en puntillas para abrir el gabinete que contenía los platos y sacar uno hueco para echar el contenido ahí. Una vez rompió el primer huevo, todo pasó tan rápida y mecánicamente que cuando Ava se dio cuenta, estaba sirviéndolo en el plato favorito de Lenny. Sacudiéndose la mente se limpió las manos en el delantal (que no recordaba haberse puesto, pero qué más da) y tomó un fuerte suspiro.
«Que no note que estuve llorando, por favor… —pensó mientras entraba al cuarto de Lenny por segunda vez.»
Esta vez lo sacudió suavemente y este se quejó, sus ojos parpadearon y se despertó desorientado, mirando la almohada con el charco de baba sin entender qué estaba mal ahí. Esa era otra de las diferencia entre los hermanos Newton. Ava podría dormir plácidamente en un terremoto (siempre y cuando NO hubiera ruido) mientras que Lenny se levantaba al mínimo movimiento exterior.
—El desayuno está listo.
—Uhm… —murmuró pesadamente, miró al reloj—. Es tarde…
—Si te mueves rápido saldrás a tiempo —lo sacudió otra vez—. Vamos, Lenny, tienes prueba.
—Ya mujer, ya. Desperté, ¿sí? Dame cinco minutos para morir.
—Si no te levantas entonces, vendré con un balde de agua fría y… —en eso Lenny se levantó como un resorte. Sabía que Ava no mentía, entonces tallándose un ojo, enfocó el otro en su hermana melliza. Y se detuvo.
—Estuviste llorando.
—Claro que no —atacó rápidamente Ava, mirando a su alrededor.
—Soy tu hermano, tonta —se levantó, le sacaba casi una cabeza a Ava—, compartimos útero. ¿Crees que no sé cuándo lloras?
—Se enfriará tu desayuno…
—Ava.
—Lenny, vamos atrasados.
—Sabes que odio verte llorar —Ava le sonrió, agitó su cabello
—No me viste llorar. No es nada, estoy bien, lo juro —besó su mejilla (tuvo que empinarse nuevamente para ello) —. Lo que sí es algo es que sí no te apuras, llegas tarde.
—Trabajo en eso, Jefa.
—Más te vale —con una sonrisa más, salió de la habitación.
Y quince minutos después, el par estaban listos para salir. Ava checaba que la válvula del gas estuviera perfectamente cerrada y cuando salió notó que el peluche había sido movido. Sólo un par de centímetros, en realidad, nada que alguien notaría si no fuera Ava. Así que Lenny sabía por qué lloraba… bien, con que no hiciera preguntas.
«Ava —decía Bat. Ava tomó una respiración. No llores—, te quiero.»
Se colgó el maletín a medio cerrar y trotó a la salida, cerrando la puerta y persiguiendo a Lenny escaleras abajo. Vivían en un sexto piso de un edificio sin ascensor, y aunque a veces el par se quejaba de lo agotador que era subir y bajar tan infierno, Ava recalcaba que al menos le torneaba el traseo, entonces Lenny se callaba y seguían sin decir nada.
Lo alcanzó en el rellano del segundo piso. Lenny no dijo nada de Bat, por otro lado, le pidió que le deseará suerte en su prueba.
—Eres el mejor —no mentía. Siempre que Ava tenía dudas, Lenny estaba ahí con la respuesta—. Además, la suerte es para mediocres.
—Esa es mi hermanita menor…
—Lenny, fueron tres minutos, por favor.
—Hermanita dije.
+++
― ¡Ya llegué!
El castaño pasó por la sala y comedor arrastrando los pies cual zombie hambriento. Descolgó su maletín y lo dejó encima de la mesa y fue la única medio pausa que hizo. No vio a ninguna de sus madres, aunque ellas sabrían que él había llegado. Agradeció eso, ya que al ver su cara de muerte en vida, se preguntarían qué pasaba con el pobre, y no quería preguntas y amor maternal en ese momento. Sólo quería car muerto. Y sospechaba que pronto realmente moriría. Fue gracioso lo poco que le importó.
Dante se dejó caer sobre la cama cual bulto en tanto entró a su habitación. Estaba exhausto. Tomó una fuerte respiración. Nunca tendría hijos. Ofrecerse para ayudar a cuidar a Harlow no era algo que le molestara. Le gustaba sentirse útil y eso. Pero trabajar con niños simplemente no era lo suyo, y aunque quizás se le daba bien, definitivamente, críos no estaba en sus planes.
―Wow ―escuchó a sus espaldas.
― ¿Cómo es que siempre entras con tanta facilidad a esta casa? ―dijo con la cara aún hundida en la almohada.
―Tu madre me ama. Ambas, de hecho. Creo que tienen la esperanza de que nos casemos algún día… ―sintió el colchón hundiéndose bajo un peso junto a él.
―Primero me castro de cuajo antes que casarme contigo.
― ¿Por qué? ―Pregunto finigiendo inocencia.
―Digamos que no eres mi tipo.
― ¿Demasiada clase?
―Demasiado perra. ―Pasó justo lo que él sabía que pasaría. Un codazo fue a dar a su espalda. El dolor fue casi reconfortante. Se quejó por costumbre.
―Eres un hijo de puta. ―Se incorporó en su cama. Amara lo miraba con falsa ira. Él le sonrió.
―Quizás ―comentó encogiéndose de hombros. Amara rodó los ojos arrogantemente.
―Ayer, ¿dónde estabas?
―Con Killian ―respondió bostezando―. Lo ayudaba a cuidar a Harlow.
―Ah, sí. El bebé que tuvo con Zarina… es una pena, era lindo.
― ¿Era? ¿Entonces el que sea padre quita su atractivo? ―se estiró.
―Algo así. ¿Cansado?
―Un poco.
―Ah, seguramente quieres dormir… sería una lástima que alguien te obligase a ir de compras con ella…
―Olvídalo, Amara. Lleva a tu novio-perchero Ayrton.
―Ayrton tiene clase, duh ―dijo golpeando la cabeza de Dante con un dedo―. Además me debes una.
―No, no es así. Te la pagué al convertirme en tu esclavo por dos semanas ―Dante se estremeció. Amara lo hizo sufrir sólo por diversión… a veces le sorprendía lo mucho que quería Amara aunque esta fuera tan cruel.
―Ah, verdad ―recordó ensoñadora―. Ah, qué semanas… me gustaron mucho. Venga, Dannie, por favoooor. Te deberé una ―juntó sus manos en forma de plegaria e hizo cara de perrito triste.
―Ama. No. ―Amara rodó los ojos.
―Desde que terminaste con… ―se calló. Demasiado tarde. Dante miraba duramente el suelo, evocando los recuerdos, el dolor, y la pérdida. Le dolía todo de repente, el cansancio era el doble. Se sentía viejo―. Dios, Dante, no quise.
―Estoy cansado, Amara ―dijo suavemente―, en serio estoy cansado. Si pudieras dejarme descansar, te lo agradecería mucho.
―Dannie, si quieres hablar con alguien.
―No lo dudaré ―cortó tan suave como pudo. Amara sonrió con melancolía pero no dijo nada más. Se levantó, y despidiéndose con la mano, se fue, arrastrando los pies con algo de culpa.
Dante se dejó caer sobre su cama. Su ex novia. Ah, vaya relación. En realidad que estuviera tan cansado se debía exclusivamente a que últimamente se ocupaba tanto como podía, tanto como le era posible, sólo para no pensar en su ex. Pero siempre terminaba pensando en ella.
Era extraño pensar que todo había sido realmente una mentira. La chica que veía correr hacía él, que lo abrazaba impregnándolo de su aroma, de su cariño, en realidad había fingido una vida que no tenía. Y él había creído, por idiota. La pesadez cayó en sus hombros, su cabeza era un desastre, un desastre de la A la Z. Tenía tantas cosas en mente, la universidad, su familia, Candice. Su cabeza era un auténtico desastre. Apretó los ojos y comenzó a contar hasta cien, buscando tranquilizarse. Pronto, estaba dormido.
Soñó con una Candice que se disculpaba y lo enredaba, y luego esta decía que sus hijos eran de él, pero Dante sabía que no podía ser así. Candice perdía la cabeza e intentaba matarse y Dante no sabía qué hacer. Poco después, cuando despertara, no recordaría realmente qué soñó. Y si pudiera, lo agradecería.
+++
Caprice caminaba por los pasillos de la universidad perezosamente. Buscaba la puerta con el número que tenía escrito en su papel. Decía Zeth Zudnich justo abajo. Había llegado al casual pensamiento de que su nombre era “Z.Z”, así como el de ella, “C.C “, pero lo había tachado como estúpido e irracional, sobre todo porque no iba a hacerse amiga de este sujeto.
La razón por la que caminaba en busca de la ayuda de este chico, era porque el director, aburrido del realismo –o como él mismo había dicho, pesimismo- de la pelinegra, había dicho que iría a ver al maldito conserje o no tendría matrícula para el próximo año en esa universidad.
Caprice no quería correr el riesgo.
Finalmente, frente a la puerta, tocó tres veces. Escuchó una invitación a pasar y entró. El lugar, Caprice recordaría ese lugar como el de sus pesadillas. No, no era feo, ni siquiera era exceso de adornos. Era un lugar, simplemente. Era cálido, sencillo, descomplicado… lo odiaba. Detrás del escritorio estaba el famoso Zeth, en cuestión.
Cabello largo y desaliñado. Ropa demasiado vintage y grande para él. Delgado. Al menos era más alto. Cuando la miró y sonrió, le recordó a Chad.
Se sentó frente a él a manera de disculpa enviando el furtivo pensamiento del traidor a su profunda mente. Al parecer Zeth esperaba que ella dijera, al menos, su nombre. Pero como Caprice siempre pensaba: orgullo ante todo.
―Entonces… ―finalmente habló―. Soy Zeth.
―Lo sé.
―Hey, sólo quiero ser amable.
―Sí, también sé eso ―Zeth suspiró. Caprice sonrió pues se dio cuenta de que Zeth había descubierto que ella no era tan fácil como las desdichadas que iban a pedirle consejos voluntariamente.
―Vale, tu sabes cosas de mi. Y yo sé cosas de ti. Puedo jugar ese juego, Caprice Fallon. ―La sonrisa se borró sutilmente de su rostro.
―Clifford ―corrigió―. Caprice Clifford.
―Lo sé. ―dijo Zeth socarronamente. Caprice entornó los ojos.
―Reciclas mis métodos de evasión, qué original…
―No me dejas muchas opciones, Caprice.
―Oh, claro que las tiene, Señor Zeth ―dijo exagerando el acento británico a forma de burla, sacando la lengua―. Podemos dar esta sesión por vista y usted evita que yo les dé un paro cardíaco a mis padres. Yo me largo sin molestarle más la existencia y, hala, todos felices. ―Zeth sonrió.
―Es una buena propuesta pero… Caprice. Tienes problemas, ¿no lo ves?
―No, no lo veo. Los problemas no se ven a menos que seas un libro de matemáticas. Yo, Zeth, soy una persona.
―Me doy cuenta ―dijo sonriendo―. ¿No lo intentarás al menos, Caprice?
―Si quisiera intentarlo ―señaló―, estaría en un psiquiátrico, vo-lun-ta-ria-men-te. Como le dije, Zeth, no soy un libro de matemáticas, mis problemas no tienen por qué resolverse. —Zeth la ignoró.
―Háblame de tu apellido. Eres la hermana de Aurora Fellon, ¿no?
―Duh.
― ¿Cuál es la necesidad de cambiarte el apellido, Caprice?
―No es de tu incumbencia.
―Bueno, empecemos por ahí ―se recostó en su silla. Jugaba con un lapicero entre sus manos―. ¿Por qué no me incumbe?
―Dios. ¿Estoy perdiendo mi tiempo con un hombre de psicología barata como tú?
―No estás perdiendo tiempo, Caprice, estás ganando tiempo. ―Caprice suspiró cansada. Era verdad. Si la expulsaban, bueno. Eso no sería bueno.
Caprice era como era, y ni siquiera sabía por qué tanto drama por ella. Era de las mejores estudiantes, siempre sacando buenas notas. Sólo socializaba con un par de personas más allá de su hermana, y quizás hacía varios comentarios mordaces a las personas que las rodeaban (idiotas), pero antes no era tan así.
Todo cambió con Chad.
Claro, el amor nos cambia a todos. Caprice sacudió ese nombre por segunda vez. No pensaría en Chad. Por otro lado, se enfocó en el problema actual número uno. Zeth Zudnich. Se recostó contra la silla. ¿Ganar tiempo?, sí, podía ganar tiempo.
―Bien, tu ganas ―dijo finalmente―. Hablaré, sólo si tú hablas primero. ―El rostro de Zeth se iluminó, como si Caprice hubiese dejado de hablar chino para hablar inlgés.
― ¿Ves? Es un progreso. Es normal que quieras saber cosas de mí. Si voy a saber cosas de tu, lo normal sería que supieras cosas de mí, ¿no? ―Lucía demasiado motivado. Caprice se recordó no vomitar.
«―No obtendrás nada de mí, Zeth ―pensó arrogantemente mientras se ideaba un plan para evadirlo las próximas semanas.»
+++
Heath salió de su casa el doble de rápido. Su madre le había dicho, toda la mañana, que debía ser más coordinada como su hermano Grayson o más rápida como su hermano Ayrton. Más motivos para odiarlos. Esa mujer los iba a volver locos, a los tres, y si no lo lograba ella, su padre lo haría sin duda alguna.
Suspiró, eternamente cansada de todo. De entrada en la universidad, chocó con una de las personas con las que más se había apegado desde su llegada a chicago.
―Killian ―saludó. El castaño le dedicó una sonrisa y se acercó para abrazarla.
―Heath. ¿Cómo te va?
―Como «siemprre» ―dijo agitando una mano, quitándole importancia al tema―. Qué bueno «verrte porr» aquí.
―Sí, ha sido una semana complicada.
―Uh, una lástima.
―No fue tan mala. Me he quedado con Harlow.
― «¡Harrlow!» ―exclamó con una sonrisa―, ¿Cómo está ese pequeño diablo?
―Está creciendo. En realidad ha crecido tan rápido.
―Si… cuando menos pienses, «estarrá» estudiando en una «univerrsidad».
―No me arruines la ilusión tan rápido, Heath. ―Heath iba a decir algo cuando la vista de Greyson y Ayrton viniendo hacia ella ensombreció su sonrisa. Sus dos no-queridos hermanos.
―Ah, ahí vienen mis «herrmanos» ―dijo con disgusto―. Me «prregunto» qué «querrán» ―se despidió de Killian con un asentimiento y caminó hacia el encuentro de sus hermanos. Los dos lucían igual de felices al tener qué hablar con ella. ¿He mencionado que los Dzveda se aman? ¿No? Bueno, porque no es cierto.
―Heath ―saludó Artyon. Heath rodó el anillo en su dedo nerviosamente. Odiaba hablar con ese par…
―«Grreyson, Ayrrton»
―Te venimos a «inforrmarr» que la próxima semana «nuestros padrres» se irán de viaje. Eso significa que estamos a «carrgo».
― ¿«Porr qué» vosotros dos? ―protestó.
―«Órrdenes» de mamá ―dijo Greyson simplemente. Heath quiso arrancarle la cabeza a esa mujer. No dijo nada, se giró y comenzó a caminar en la otra dirección. Con rapidez, más rapidez. Odiaba a su familia, la odiaba. Su pecho se oprimió.
Arvo había prometido llevarla lejos cuando regresara. Cuando regresara. Qué terrible promesa. Nunca debió creerle, pero no era como si el hecho de que morir en guerra fuera tan probable. El dolor se ensanchó. Se sentía cansada y las piernas le comenzaban a temblar.
Desde lejos vio como Lenny, otro de sus amigos, se despedía alegremente y con mucho cariño de su hermana Ava. El dolor se incrementó. Sus hermanos no sabían de Arvo, no es como si les interesara, pero le dolió, por un instante, que no fueran tan cercarnos como Ava y Lenny. Entonces caminó a dónde él y le abrazó.
― ¿De dónde sacaste a Ava y dónde consigo un «herrmano» o «herrmana» igual?
―Olvídalo, somos edición limitada ―Heath se rio y soltó el abrazo―. ¿Todo bien, calor?
―Lo «norrmal» ―Lenny asintió reflexivamente.
―Entonces todo mal.
―Algo así. ―dijo haciendo una mueca. Lenny soltó una carcajada.
―Ven calor, te invito un helado y me cuentas qué tan mal va tu vida.
―Me «parrece» bien. En lo que inician clases y eso…
Heath apreciaba ese tipo de amistades, que tenía pocas. De cualquier manera, ella sabía a qué venía y cuál era el objetivo. Nadie iba a cambiar su punto de vista. Se había esforzado por fijar una meta, conseguir un rumbo, y ahora haría lo imposible por seguirlo. Nadie la detendría.
«El cielo es el límite ―ellos dicen―, ¿pero entonces por qué hay huellas del hombre en la luna?»
+++
Ava, que se había salido de clases sin pedir permiso, corriendo, se encontraba a horcajadas de un váter, vomitando bilis. Se sentía mareada y con un pitido en los oídos. Le dolía la cabeza y la garganta le ardía terriblemente. Desde fuera, alguien golpeó la puerta.
― ¿Ava, eres tú? ¿Estás bien? ―Aurora, al otro lado de la puerta, seguía golpeando. Ava masculló un asentimiento mientras su cuerpo volvía a la normalidad. Se sentía débil y mareada pero tiró de la cadena y salió del cubículo. Se lavó la boca y las manos, y se giró para encontrar a Aurora preocupada.
―Todo bien, Aurora ―dijo, la voz ronca por el esfuerzo―. Fue algo que comí.
Mejor dicho, algo que no comió. Ava había olvidado desayunar, y todo el jaleo y el drama por Bat, había hecho un mejunje de líquidos gástricos en su estómago. Simplemente no pudo soportarlo más y salió en busca de sacarlo de su cuerpo.
Deseó que fuera asi de fácil, pero Bat aún estaba en su cabeza y en su corazón.
Última edición por Felidae. el Sáb 11 Oct 2014, 12:49 am, editado 2 veces
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Re: Double Rainbow
- steph:
primero disculparme por no comentar antes, verdaderamente lo siento pero este último año me trae loca ;-;
bueno, me encanta como has empezado con la comparación de volver a casa de una guerra por que has hecho que con ello quiera leer más y es una forma de que se pueda uno meter con el personaje y entenderloal menos para mies duro volver a casa y más en una situación así.
awww me ha dado penita, mucha penita el pobre Killian, ahí sin comer ni nada que estaba y su hijo es el que le da la alegría. Y que atento y de todo es con el bebe jops, luego la otra que llega y le da al bebe para largarse y ya, pues siento mucho por mi vocabulario pero menuda ZORRA.
Luego la pequeña discusión familiar que siempre hace que nos de nostalgia de la familia, por que si no hay discusiones como esas no es familia(?) okno pero me resultó agradable. además la parte en que le da saltitos al bebé con la pierna me lo imagino y es muy cuteeeeeee
Ahora con aurora -nombre de la bella princesa disney? okno- bueno me ha parecido una chica cúl. Yo también odio levantarme temprano por las mañanas, las mañanas deberían estar hechas para dormir xD
no se como explicarlo pero aurora me cae bien, ademas por su parte el hecho de comprometerse a lo del comedor social es bello y ah de nuevo peleas familiares, ¡y dios caprice es una versión futura de mi hermana lo juro! si le acaban de regalar el primer movil y está como loca, además de que la edad del pavo ahora es más pronto. y noah pareció muy cute con sus gafas y todo, se me hace semejante a un actor creo... idk.
Vale el profesor de killian, es el más majo que he visto en mi vida :hee
buenísimo, me lo imaginé y todo. esa referencia definitivamente me matóhook escribió:
—Holly, ya han pasado siete meses. No quiero enfadarte más con Frozen pero..., Let it go.
—No lo haré, lo sabes Aurora. —La chica volvió a mirar por encima del hombro de Aurora. —Decide, ¿vienes conmigo o te quedas aquí? —La menor suspiro.
✦ ausente.✦
pixie.
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