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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Double Rainbow
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Double Rainbow
Que no se muera esta hermosa nc u_______________u
debo el comentario de mily ;___;
EMS, CAPI
debo el comentario de mily ;___;
EMS, CAPI
Atenea.
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cap. 13
- Spoiler:
- holis
Lamento la tardanza, lamento no haber comentado aun los caps, lamento no estar tan activa, lamento todo. T.T Espero que les guste Me faltaron tramas, pero lo deje hasta ahi .-. SEAN MAS ACTIVAS, NO QUIERO QUE ESTO SE ESTANQUE. Las quiero
Sigue:....no se.... .-.
Para Jedd, volver al país, al estado, en el cual su vida prácticamente se volvió tan miserable que tuvo que trasladarse al otro lado del Atlántico, no era de lo mas sencillo. Se repetía mil veces que dejara de pensar en eso, de siquiera comenzar a considerar la posibilidad de volver a encontrase con ella. Sin embargo, con una mente como la suya, era imposible. Para alguien que acostumbraba dar muchas vueltas a los detalles —aunque por fuera pareciese todo menos eso— era difícil dejar de sobre-pensar las cosas.
Solo había algo seguro —no dejaría que eso lo consumiera. Hace ya demasiado tiempo se había prometido a sí mismo que no volvería a dejar que algo así le ocurriera, no se iba a arriesgar a perderse a sí mismo otra vez. Con la ayuda de Roger (el cual desistió después de ver que Jedd no iba a deshacer su plan de irse de Irlanda) y de su hermana, consiguió un departamento a unas cuadras de la Universidad y planificó varias entrevistas para dos días después, de personas interesadas en convivir con él en el departamento. Necesitaba vivir con un compañero para repartir gastos, porque sus ahorros irían en la mayoría a su Maestría en camino.
Se encaminó hacia la enorme puerta del Aeropuerto, con su carro de maletas en mano y en búsqueda de su familia. No estaba seguro de si sus padres vendrían a recogerlo, porque a pesar de que se oyeron más que emocionados cuando les contó sobre su regreso, conducir desde Springfield hasta el Aeropuerto no era tan fácil. Pero todos esos pensamientos se vieron esfumados cuando escuchó su nombre y segundos después, su madre casi lo tacleaba de un abrazo. Y uno juraría que por ser mayor ya no tendrían tanta fuerza.
—¡Jedd, nho shabes lo fheliz...! —trató de exclamar, pero un sollozo se atravesó y ya no pudo seguir hablando.
Al pelinegro se le movió el corazón, cosa que le sucedía cuando su madre se ponía sentimental.
—Tranquila, ma, estoy aquí —la calmó, dándole un beso en la frente.
Acercándose a ellos estaban su padre, canoso y sonriente, y su hermana menor. Al ver a Jordan recordó como hace un par de días le había contado sobre lo que realmente había ocurrido entre ella y Gordon, los que una vez estuvieron tan enamorados de que los llegó a imaginar casados. Y solo de verla, se llenó de ira contra el castaño-rubio. De las razones más idiotas que existían, la de él fue una de las peores.
—Bienvenido, hijo —esta vez fue su padre quien lo abrazó y le palmeó la espalda duramente.
El departamento no era ni muy grande ni muy pequeño —lo habitual para dos personas estudiantes o en proceso de comenzar a buscar trabajo luego de graduarse (o ambas). Tenía dos habitaciones con sus baños, otra más pequeña de servicio (una que pensaba en convertir una oficina para mi futuro compañero de piso y yo), el baño de visitas, cocina y sala-comedor.
—Si te ayudo a decorar, ¿podrías hacerme una oficina a mi también? —cuestionó Jordan mientras seguía a su hermano hacia la cocina.
—Tengo una idea mejor, ¿por qué no se lo pides a papá? Estoy seguro de que te va a consentir —sonrió burlón, sonrisa que aumentó al ver la irritación en la expresión de la pelinegra.
La chica rodó los ojos.
—¡No quiero! Ya es tiempo de que vaya independizándome de-
—Creo que tienes un mal concepto de independización, hermana —la interrumpió— Porque no quieres que tu padre haga el trabajo, ¿pero tu hermano sí? —chasqueó la lengua— Es lo mismo.
La miró por unos segundos, mientras ella fruncía los labios, tratando de encontrar algo que decir para defenderse. Sin embargo, ya sabían quién tenía la razón.
—Entonces, ¿qué vamos a comer hoy? —preguntó Jedd, girándose hacia la cocina semi-vacía. Aún tenía mucho que comprar.
—Idiota —masculló Jordan— ¿Pedimos pizza? No podemos salir a comer, se nos puede hacer tarde para las entrevistas.
Le había pedido que le ayudase con las personas que vendrían a ser entrevistadas, porque dos cabezas piensan mejor que una. Y quién sabe, ella podría presentir si alguien tiene problemas psicópatas con el sexto sentido extraño ese que tenían todas las mujeres. Le habría gustado heredar eso de su madre.
Y claro, Jordan aceptó gustosa luego de que él prometiera pagarle el almuerzo.
Entró un chico caminando tan elegante como lo haría una modelo de Victoria’s Secret. O más. Tenía el cabello castaño con las puntas rubias, más corto en los lados y con un copete. Ropa normal, bastante fashion. Sin embargo, solo bastó con la mirada más que llena de deseo que le dirigó a Jedd para darse cuenta de que no podría convivir con él (además de que se relamió los labios gustosamente). No es que fuera homofóbico —pero no le gustaban los hombres y menos que uno se le insinuara descaradamente. Lo ponía más incómodo que cualquier otra cosa.
Al parecer, su mirada lo delató porque escucho la risita de Jordan a su derecha.
Jedd se aclaró la garganta y procedió a leer el ‘curriculum’, si se le podía decir así, que le pidió a todos los interesados que llenasen. El siguiente chico fue uno con pinta de atleta super obsesionado en una manera muy impertinente.
—Hey —saludó y sonrió de lado— Soy Wyatt —se sentó en la silla en frente de Jedd.
Bien, hasta ahora todo bien.
—Soy Jedd —asintió con la cabeza— Y esta es mi hermana... —su voz se apagó porque al parecer Wyatt se había percatado de la presencia de su hermana, y no despegaba sus ojos de ella— Jordan.
El chico la inspeccionó de pies a cabeza como lo hacía un depredador a su presa. Jedd entrecerró sus ojos, tensó la quijada y ladeó la cabeza. Al ver que pasaron segundos y el acoso visual continuaba, decidió manejar el asunto a su manera.
—Muy bien —aplaudió, llamándo la atención del chico. Soltó el curriculum y se levantó de la silla— Encantado de hablar contigo, muy buena entrevista. Pero ya es hora de que te vayas —lo levantó de un jalón y le mostró el camino hacia la puerta.
—¿Qué? Pero si aún no hablamos...
—Oh, amigo, ya sé todo lo que necesito —lo interrumpió, sonriéndole falsamente— Así que hasta nunca —le cerró la puerta en la cara sin dudarlo.
—¿Estás loco? —preguntó Jordan cuando regresó a la sala.
—Ese tipo casi te viola con la mirada —replicó.
—Pero no-
—Era eso o sacarlo a batazos —se encogió de hombros, apresurándose a interrumpirla— Vamos con el siguiente.
—Qué rudo eres —rodó los ojos, pero sonrió sin poder evitarlo— Ahora tenemos a...¿Leslie? Es nombre de chica.
—¿Ah, si? —el ojiverde alzó una ceja con interés.
Sin duda, era una chica. Pero no era nada de lo que esperó. Cabello corto, naranja y un aura un poco intimidante. Solo bastó con observar sus ojos, grises y vacíos, mirando todo como si quisiera poder quemarlo con sus pensamientos.
—Y...¿qué nos puedes decir de ti? ¿Tus hobbies?
—Fumar, protestar contra el maltrato animal, fumar —enumeró con voz lenta y pesada, como si odiase tener que mover la boca para expresarse— Oh, y tener sexo. Soy fanática del roleplay.
—¿Roleplay? —Jordan alzó las cejas mientras que Jedd solo masculló un ‘Oh’.
—Ya sabes, disfraces de policía, enfermera, cosas como...
—Okey, cero detalles —la chica alzó la mano e hizo una mueca.
Leslie parpadeó y desvió la mirada a Jedd, igual de inexpresiva que como cuando entró.
—Bien, fue un gusto —dijo, esperando que no se notara sus ganas de sacarla de su departamento— Eso es todo, puedes irte.
Ambos duraron en silencio unos minutos, luego de que Leslie saliera del lugar, para volver a la normalidad.
—Eso fue...perturbador.
—Para la próxima, pon un anuncio con especificaciones —comenzó a decir su hermana— Cero gays acosadores, cero chicos violadores de hermanas menores, cero psicópatas con fantasías sexuales abiertas a todo mundo, cero-
El timbre la interrumpió y Jedd prosiguió a abrirle a la siguiente persona. Ya estaba cansándose de las personas extrañas. Así pasó la tarde, con sus plegarias sin ser escuchadas. Tom: el chico con una obsesión con los gatos (llevó dos de sus quince gatos a la entrevista, porque serían evaluadores del lugar —al final, destrozaron el papel del baño y una toalla de manos—); Steve, el nerd irritante criticón (crítico el departamento desde la alfombra de entrada hasta la pintura del techo, y habló sobre científicos que ninguno escuchó en su vida); Aaron, el ruidoso del tic del ojo (hablaba gritando, como si estuvieran a kilómetros de distancia y guiñaba un ojo cada par de minutos). Estaba a pocos segundos de arrancarse los cabellos.
—Esto es más horrible de lo que pensé —se quejó Jordan.
—Que ni se te ocurra inventarte una excusa para irte, Jordan —la señaló con el índice— Dijiste que me ayudarías. Y me hiciste pagarte el almuerzo, más el postre.
—Tengo tarea que hacer, ¿sabes?
—Debiste pensar en eso antes de decirme que sí —se cruzó de brazos— No te irás de aquí hasta que terminemos y yo encuentre alguien que no me vaya a traumar viviendo conmigo.
—Creo que eso está un poco difícil —se rió— dado que no hemos encontrado a nadie y ya solo queda un chico.
—Gracias por el voto de confianza, eh —rodó los ojos.
Hattie se encontraba dumiendo cómodamente en su cama, habiéndose acostado tarde viendo NCIS porque hoy no tendría que levantarse temprano para trabajar, lo que significaba un día de relajación total.
Hasta que su celular comenzó a sonar.
La melodía de Elvis retumbó por las cuatro paredes de la habitación, algo que habría despertado a cualquiera con sueño ligero. Lo cual no era el caso de la pelirroja. Para su mala suerte, Ava ya sabía como manejar aquello, así que continuó esperando pacientemente hasta que la melodía lograse despertarla.
—hmmmmm —respondió la chica, sin siquiera ver la pantalla. Solo tanteó su mesa de noche hasta encontrar su celular y contestó.
—Levántate, Hattie, tenemos que ir a Ragsdale —le ordenó su pequeña amiga desde el otro lado de la línea.
—¿Hm? —frunció el ceño, creyendo haber escuchado mal— ¿Dhojnde? ¿Porjque? Eshtoy durdmiendo —se quejó, irritada.
Para ella no había nada más frustante que limitar sus horas de sueño.
—Tenemos reunión ahora, Hattie, Dominic lo dijo anoche —le explicó la chica lentamente para que su semi-dormida amiga lo comprendiese.
—Pero...esh deh madrrugadah —se quejó, girando sobre su estómago y enterrando la cabeza más en su almohada.
—Son las 9, es que tu habitación tiene el blackout.
—Esho esh de madrrugadah, esh domingo.
—Si no vienes, ya sabes como se pondrá Dominic. Y no voy a cubrirte, es algo importante —le avisó y colgó la llamada.
Hattie suspiró y se quedó inmóvil, por un momento casi durmiéndose nuevamente. No obstante, recordó lo fácil de exaltar que era su jefe y la seriedad con la que se tomaba las reuniones. Así que, reuniendo fuerzas, rodó fuera de su cama y avanzó hacia el baño. Estúpido sueño.
Cuarenta minutos después, la chica estaba duchada, cambiada, desayunada y en camino hacia su trabajo. Le dejó comida y agua a Donner antes de salir, al igual que preparó su embase de café para el camino y la reunión. Estaba segura de que estaria cabeceando la mitad del tiempo que estuviesen allí. Es decir, ¿quién hacía reuniones tan temprano? ¿Un domingo?
Recuerda que casi no dormiste, tonta.
Dio varios sorbos de su café mientras caminaba hacia Ragsdale, admirando la remodelación que le hicieron al letrero de afuera, haciendo que parezca algo más que un simple café. El ambiente dentro era hogareño y sencillo, algo que le encantaba. Piso de mandera, mesas de madera. En ambos costados del mostrador instalaron mesetas largas, con sillas altas, dándole un toque más rústico. Al entrar, el lugar estaba casi vacío, porque afuera decía cerrado por remodelación aunque ésta ya estaba casi terminada.
Se encontró con un Miguel sentado en una de las sillas altas, con su cabeza y parte de su pecho desplomado en la meseta. Sus bajos ronquidos era lo único que se escuchaba de él. Elliot y Ava estaban conversando sobre algo de cómo poner el cuadro del dueño del lugar, la sra. Garcia estaba relatándole a Miko alguna de sus aventuras de su época (y Miko parecía querer huir de allí). Y, finalmente, Dominic se encontraba de brazos cruzados mirándola con reproche desde que puso un pie en el loca.
—Llegas tarde, Devine —acusó, su rostro inexpresivo.
—Lo sé, lo siento —mordió su labio— Es que se me olvidó que hoy era la reunión.
Siendo sincera, ella ni siquiera recordaba cuando Dominic dijo la fecha de la misma. Pero ya que Ava había dicho que era ese día, le creyó.
—Incluso el chico Miguelino llegó más temprano que tú, aunque esté durmiendo como un oso por ahí —manoteó en el aire, restándole importancia.
—En mi defensa —se apresuró a decir, antes de que él comenzara con su discurso sobre la importancia de la puntualidad— Ayer terminé todos los encargos para el hospital y fui a entregarlos. Y me pidieron otros más que haré en unos días. Dijeron que enviarían el dinero hoy antes de la hora del almuerzo.
Aguantó la sonrisa que quería curvar sus labios al ver el rostro de Dominic distorsionarse. Ahora no podría castigarla o reprocharla de ningún modo, porque había hecho más de lo que tenía que hacer sin que se lo pidieran. Ragsdale hacía pedidos a Hospitales y Hogares de niños y Ancianos de vez en cuando, además de los que ella hacía por su cuenta. Y mientras más hicieran, más ganancias y fama tendría el lugar. Así que ahora él no podía objetar en su contra.
—Eres una pilla, Hattie —comentó Elliot, interrumpiendo el silencio.
La contagiosa risa de la chica hizo que Miguel despertara y casi se cayera de su sitio.
—Bien, te la dejaré pasar esta vez —refunfuñó Dominic.
Realmente, no era la primera vez que ella llegaba tarde. Pero casi siempre se las arreglaba para tener una excusa lo suficientemente justificable consigo.
Al final, resultó ser que Ragsdale estaba comenzando a expandirse en todos los sentidos. Es decir, según Dominic, ahora sería más que un café (cosa que había presentido con las remodelaciones). Habría noches de jazz y cosas por el estilo, razón por la cual tendríamos que ampliar el personal y el menú. El hombre ya tenía todo planeado en su cabeza, solo faltaba ponerlo en marcha de manera adecuada.
—Bien, Uriah ¿no? —le preguntó Miguel a nuestro más reciente empleado.
El chico era algo callado, pero parecía amigable y se le veían ganas de querer trabajar. Yo le había indicado la mayoría de las cosas antes de que Dominic oficialmente lo dejara trabajar aquí.
El castaño asintió con la cabeza para asegurar a Miguel.
—Te voy a explicar cómo funcionan las cosas aquí, mas o menos —le pasó un brazo por los hombros con un gesto amistoso— Antes que nada, te diré que tienes que ir familiarizándote con todos, porque lo quieras o no, vas a tener que aguantar a esta recua de babosos por un buen tiempo, ¿okey? —aclaró, indicando con su mano libre hacia donde estban todos.
Se encontraban en la habitación de los casilleros, donde cada quien guardaba lo suyo y se colocaba el uniforme. A veces, donde venían a tomarse un descanso.
—¿Y tú por qué no te incluyes en el paquete, eh? —exigió Miko, cruzándose de brazos.
—Obvio, porque soy una dulzura de persona —sonrió.
—Eres el más baboso de todos —replicó la sra. García, tomándolos por sorpresa y haciendo que todos menos Miguel, rieran.
Solo después de que se encontraba en el Edificio donde le había dicho que vivía, luego de que estaba en frente de su departamento, con la bolsa del regalo de Irlanda, fue que Jedd se preguntó a sí mismo qué haría si Melany no se encontraba en casa. Pero de acuerdo con su memoria, no tenía clases o trabajo hasta una hora y algo.
Bah, al diablo.
Presionó el timbre del departamente tres veces y esperó pacientemente. Unos minutos después, la puerta se abrió lentamente y detrás de ella, salió su delgada amiga con el rostro en shock. Ni siquiera parpadeaba y su boca estaba semi-abierta.
—Sorpresa —sonrió Jedd.
—Oh, por, ¡Dios! —chilló Melany y se acercó a abrazarlo— ¡Estás aquí!
—Estoy aquí —dijo, devolviéndole el abrazo.
—¡Y no es Navidad!
Eso lo hizo sonreír.
—No, no es navidad —rodó los ojos.
—Es que...¡No lo creo! —chilló de nuevo. Se separó de él y apretó sus cachetes, como queriendo confirmar que era él y no una ilusión— Oh vaya. Pasa, bienvenido —se hizo a un lado para que entrara.
—Te traje algo —le ofreció la bolsa antes de que la pelimarrón comenzara a bombardearlo con preguntas sobre su llegada inesperada al país.
—¿Tú qué? —cuestionó, confundida— Pero no tenías qué...
—Ábrelo —insistió.
La chica tomó la bolsa entre sus manos, pero en vez de abrirla, la colocó encima del desayunador. Se sentó en una de las silla y le indicó a Jedd que hiciera lo mismo.
—Lo haré luego. Primero lo primero: ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué? ¿Por qué no me avisaste? ¿Cuándo te vas? ¿Quién más...?
—Para, para —levantó las mano— Una cosa a la vez, Mel.
Comenzó a contarle todo lo sucedido. Realmente extrañaba su país, sus amigos, su familia. Y lo de Irlanda, realmente, nunca fue algo que planeó para que durase por el resto de su vida. Ya encontraría como verse con Roger, su más cercano amigo de aquel país. Luego de la charla y de que ella le ofreciera jugo, abrió el regalo. No sabía muy bien que traerle, así que al final optó por un portalápices con diseños Irlandeses y un cuaderno de dibujar con dibujos la historia de los duendes y su suerte en la portada.
—Realmente tuve que llamar a Jordan para que me ayudara en eso, no sabía qué traer. Es-
—¡Me encanta! —dejó los regalos a un lado y lo tacleó con un abrazo.
Como lo había dicho, Hattie se encontraba llevando junto con Elliot, los rollos de canela que habían encargado para la cafetería del Hospital. Al parecer, a los pacientes les habían gustado muchísimo y se los acabaron en un dos por tres. Elliot conducía el camión de Ragsdale mientras la pelirroja buscaba una buena estación de música.
—¿Ya has visto en qué univerisdad harás tu Especialidad? —le preguntó mientras entraban a la zona del hospital, realmente no quedaba tan lejos.
—No tengo idea —se encogió de hombros— Solo sé que será en Europa. ¿Tú?
—Me gustaría París, pero es demasiado costoso —susrpiró— No haré que mis padres costeen eso, demasiado tienen encima.
—Lo mismo con los míos, por eso trabajo —lo miró de reojo, sonriendo— Y hago encargos independientes. Deberías hacerlo, tus empanadas son vida.
—Eso lo dices porque eres mi amiga —bufó. Sin embargo, Hattie notó el sonrojo por debajo de sus pecas.
—Lo digo porque es verdad. Y tus pizzas, panes...y realmente todo lo que haces, Elliot. No me hagas golpearte.
—Amor y paz, Hattie —se encogió de solo imaginarse uno de los puñetazos suyos— Ya, bajemos y terminemos con esto. Dominic dijo que regresemos rápido.
Hattie dejó a Elliot encargándose del final del papeleo, con el encargado de recibir la comida, para escabullirse por el Hospital hasta llegar al área de psicología. Poco le importaba andar con su uniforme y manchas de harina y canela en el cuerpo, el mundo estaba lleno de locuras. Entre sus manos traía una caja de plástico con uno de los postres que más le encantaban dentro. El ‘David Lebovitz’s Chocolate Orbit Cake with Blackberry-Cassis Sauce’. Algún días sería tan buena, que inventaría su propio postre y tendría su nombre, al igual que con David.
Encontró la oficina de Zeth, segura de que aún faltaban unos veinte minutos para que sus pacientes comenzaran a llegar, por lo que tocó la puerta repetidas veces. Escuchó el ‘pase’, así que giró la perilla y se adentró al lugar. Nunca había estado allí antes, pero solo con mirarla una vez podía afirmar algunas cosas. Una de ellas siendo que su pelinegro amigo no tenía nada allí que revelase algo sobre su vida personal —y no estaba segura de si eso la preocupaba o no.
Miró hacia el frente y se percató de que él aún no se daba cuenta de quien era. A lo mejor pensaba que era un paciente. Sonrió y se acercó silenciosamente, hasta sentarse en frente de él.
—Veo que has llegado temprano...—su voz se cortó cuando sus ojos captaron una mancha de algo blanco en el pantalón de la persona. ¿Harina?
Subió la mirada y se encontró con los ojos marrones llenos de diversión de Hattie, que lo miraban sonriente. La verdad es que había pasado un tiempo desde la última vez que se vieron. Y aunque su última conversación no fue la mejor, ambos se alegraban de verse nuevamente.
—Buenas tardes, licenciado Zeth —habló con un acento británico mal fingido— Te traje esto, para que comiences con tu trabajo de mejor buen humor —coloco la caja, junto con la cuchara y la servilleta encima de su escritorio.
La boca de Zeth se hizo agua al ver el postre y no pudo evitar sonreír ante el gesto de la chica. Le alegraba tener alguien como ella. De repente, Hattie se levantó de la silla. ¡Había olvidado que Dominic los esperaba!
—Ya me tengo que ir, chico alemán —se acercó a abrazarlo.
—A veces, no sé que haría sin ti, Hattie —suspiró el chico.
—Yo sí: te morirías de hambre, siempre te hago postres gratis —se rió de su propio chiste— No fumes hoy, por favor. Y deja de pensar que te tengo lástima. Es empatía, y me preocupo por ti —pasó una mano por su frente y cabello en gesto maternal.
Zeth no respondió a eso. Ella había acertado en decir lo que él pensaba sin que él se lo dijera. A veces, subestimaba a Hattie.
—No necesitas preocuparte —se encogió de hombros y besó su mejilla.
—Lo haré siempre, así que ve adaptándote —sonrió— ¡Nos vemos!
Cuando se volteó, se encontró con la mirada inexpresiva —o no— de una chica con cabello negro y puntas azules. Curiosidad cruzó por dentro de ella con la mirada que les dedicó a ella y a Zeth, pero decidió hacerlo a un lado. Tenía que irse.
Jordan, Zarina con Harlow en sus hombros y Alec se encontraban entrando en el local para cuando Elliot y Hattie llegaron. La chica solo tuvo con ver al bebé en sus brazos para salir disparada a antender la mesa. ¡Era una ternura!
—Buenas tardes, seré su mesera de hoy —sonrió a todos.
—Hablas como si no nos conociéramos, Hattie —se mofó Zarina, moviendo al pequeño entre sus brazos.
—Ustedes sí —señaló a Jordan y a Zarina— Él chico acá de los ojos lindos, no.
Un sonrojo cubrió las mejillas de Alec, provocando la risa entre las chicas. Y Harlow, al ver la diversión, también sonrió como pudo.
—¡Míralo, sonríe! —aplaudió Hattie emocionada.
—Creo que se enamoró de tu hijo, Zarina —comentó Jordan sonriendo de lado— Éste es Alec. Alec, ella es Hattie, quien hace nuestros días lindos cuando estamos aquí.
—Qué linda eres, Jordan —palmeó su cabeza— Un gusto, ojitos lindos. Te diré así de ahora en adelante —sonrió.
Alec soltó una risotada.
—El gusto es mío.
—Bien, ¿ya saben que van a ordenar? —preguntó, sujetando el lapicero y la libreta.
—Para nosotras, lo mismo de siempre. Y esa batida de chocolate que haces para Harlow, le encanta —pidió Zarina.
—Yo quiero el pie de la casa con una batida de banana —pidió Alec— Y también tengo una pregunta. Es acerca del anuncio de que buscan personal para-
—¿Te gustaría trabajar aquí? —lo interrumpió emocionada. No podía evitar alegrarse cada vez que alguien se interesaba en trabajar en Ragsdale— Después de que lleve sus órdenes, te diré todo lo que necesites saber.
—Bien, gracias por eso. Pero no dejes de trabajar por algo así, no quiero traerte problemas.
—Oigan, ustedes dos —llamó la antención de Jordan y Zarina, que juagaban con el bebé— Andan con una dulzura de chico, ¿sabían? —Alec volvió a sonrojarse— No te preocupes, Dominic sabrá entender si estás interesado en trabajar aquí. Dominic es el jefe. Te explicaré como funciona todo, pero no soy la encargada de elegirte o algo así, ¿okey?
Días después, Hattie tuvo el placer de volver a ver al hermoso de Harlow. Solo que esta vez, estaba con Killian. Le encantaba tanto ver que seguía pasando tiempo con su hijo, a pesar de que ya no estaba con Zarina. Le daba una esperanza de que no todos los hombres eran perros, ver que él seguía amando a su hijo con todo. Y que aún lo quería en su vida.
—Vas a tener que enseñarme como hacer eso, ¿sabes? —le dijo mientras la veía preparar la batida de fresa, esta vez, en el biberón de Harlow— Se la toma más rápido que la leche normal.
—Eso es secreto de la casa —guiñó un ojo— Además, si te digo la receta, eso significa pérdida para Ragsdale. No puedo hacer eso.
—¿Y si me haces unas cuantas de gratis, fuera de aquí? —intentó, mirándola suplicante.
—No vas a hacerme ceder con esa cara, Killian —sentenció.
Así que el pelimarrón hizo lo siguiente. Sujetó a Harlow de forma que ambos quedaran frente a Hattie, colocó su rostro junto al de él y volvió a hacerle ojitos.
—Vamos, a esto no puedes resistirte —insistió— Es doble ternura, ¿no ves?
Sonrió, sin poder evitarlo, y sacudió la cabeza ante el comportamiento de su amigo. Le pasó el biberón de Harlow y apoyó los codos sobre la meseta. Killian decidió desistir por el momento y comenzó a alimentar a su preciado bebé.
—Te voy a presentar a alguien —soltó ella de la nada. El ruloso la miró confundido, para luego volver la atención a su hijo— Aunque vas a tener que hacer algo, como que ser papá te ha bajado el encanto.
Por sus ojos cruzó un destello de diversión, más aún cuando vio la leve irritación en Killian.
—¿Qué dices? Claro que no.
—Claro que sí. Te cansas rápido, andas en el limbo muchas veces, te vuelves olvidadizo —enumeró ladeando la cabeza— Hasta creo que te pondrás gordito —se mordió el labio para no reírse. Pero al Killian fulminarla con la mirada, no lo pudo evitar.
—No estoy gordito.
—Yo creo que sí.
—Qué molesta, Hattie.
—Acepte la verdad como un macho —infló su pecho, imitando a un fortachón y luego soltó una carcajada.
Al final, la risa contagiosa de la chica se le pegó a Killian. No podía enojarse con ella. En cambio, Hattie, se alegró de verlo sonreír. En eso se estaba enfocando últimamente, hacer a sus amigos sonreír sinceramente. Odiaba verlos tristes, aunque por razones justificables. Pero no merecían sufrir. O dejarse perder por el sufrimiento.
hange.
Re: Double Rainbow
OMG EMS no he leído completo pero vi por ahí nombre de Melany y bueno me pueden los filz (? ahqe, prometo comentar bonito y largo cuando pueda
Kurisu
Re: Double Rainbow
aY QUE HERMOSO NO NO NO ;-; lo amé Ems, ya quiero escribir acá comentaré bien en unos días más, pero lo amé muchísimo en verdad, gracias por subir—Vamos, a esto no puedes resistirte —insistió— Es doble ternura, ¿no ves?
Sonrió, sin poder evitarlo, y sacudió la cabeza ante el comportamiento de su amigo. Le pasó el biberón de Harlow y apoyó los codos sobre la meseta. Killian decidió desistir por el momento y comenzó a alimentar a su preciado bebé.
—Te voy a presentar a alguien —soltó ella de la nada. El ruloso la miró confundido, para luego volver la atención a su hijo— Aunque vas a tener que hacer algo, como que ser papá te ha bajado el encanto.
Por sus ojos cruzó un destello de diversión, más aún cuando vio la leve irritación en Killian.
—¿Qué dices? Claro que no.
—Claro que sí. Te cansas rápido, andas en el limbo muchas veces, te vuelves olvidadizo —enumeró ladeando la cabeza— Hasta creo que te pondrás gordito —se mordió el labio para no reírse. Pero al Killian fulminarla con la mirada, no lo pudo evitar.
—No estoy gordito.
—Yo creo que sí.
—Qué molesta, Hattie.
—Acepte la verdad como un macho —infló su pecho, imitando a un fortachón y luego soltó una carcajada.
SIGUE: KATE.
peralta.
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Re: Double Rainbow
Esta noche comento vuestros hermosos capítulos
y entre mañana y el domingo subo mi capítulo
y entre mañana y el domingo subo mi capítulo
indigo.
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Re: Double Rainbow
- TEPH:
- Como sabes estaba hasta arriba de exámenes y no he tenido tiempo de comentar hasta ahora, pero lo leí en cuanto lo subiste. Uriah se ha convertido en mi personaje preferido, junto con Abby, de los que tienesTessa. escribió:- Dime Uriah, ¿Cuándo la vas a volver a ver? - pregunto el señor con cara de aburrimiento, revisando sin cesar algunos papeles de su escritorio.
- Para empezar, querido padre - imito un tono británico haciendo que el señor Clare hiciera una mueca de desesperación - ni si quiera me dio su teléfono, entonces tengo la detestable noticia de que no puedo ni ponerme en contacto con ella.
Ah, noté tanto sarcasmo en el "querido padre", creo que Uriah será, bueno en realidad, es un gran personaje. A mí me da muchos feels y creo que es tierno divertido y todo a la vez. Me encanta, como digo Su padre me cae mal, es que un personaje así tiene que caerte mal, por eso de que obliga a su hijo a hacer cosas que no quiere por sus negocios.Tessa. escribió:La lista era demasiado extensa y se sorprendió pensar que también podía odiar a aquel castaño de su secundaria cuando le aplasto el dedo con su casillero, aunque sus intenciones eran pedirle una cita, digamos que eso no termino bien después.
Y Abby, es un personaje tan tan tan genial. Me encanta la personalidad fuerte y sarcástica que tiene, pero que en realidad sea un trocito de pan por dentro que sufre. Y ese momento con Jared cuando se conocen, y él todo chulo y ella en plan "eres tonto, niño". Esta es la parte que más he amado (porque he amado todas) en esta parte de la narración.Tessa. escribió:- Vaya generosidad, diez minutos - se burló ladeando la cabeza - de todos modos, ya me tengo que ir - se levantó de la silla y se colgó el bolso que llevaba a la universidad - un gusto conocerte, Jared, alias presa de fantasías sexuales del noventa y cinco por ciento de mujeres - sonrió con malicia viendo como el chico palidecía al ver a una señora de sesenta años guiñarle el ojo, Abby no pudo contener la carcajada que había guardado.
- Un gusto, Abby del cinco por ciento - ambos sonrieron y cada quien tomo su camino.
Es una de estas conversaciones que merecen ser citadas, no sé, como digo lo he amado.Y después con el pobre Killian, que la tuvo que perseguir y Abby riéndose de él porque se ha cansado. Me encanta la relación que hay entre ellos dos, creo que es re lindaTessa. escribió:Si pensarás algo en lo que poder gastar parte de tus ahorros al llegar a un nuevo lugar, seguramente pensarías en ahorrarlo o en gastarlo moderadamente para no quedarte sin fondos en menos de lo que tenías planeado. Pero claro, las cosas en esta ocasión eran muy diferentes, Douglas era diferente.
Me encanta Douglas (sí, hay muchos "me encanta" en mis comentarios), tiene la misma capacidad para ahorrar que yo. Siempre me han encantado las escenas en las que la música tiene algo que ver o que simplemente, alguien se conozca gracias a ella. Y Douglas todo caballeroso invitando a Aurora al concierto Y luego la sorpresa de que Douglas y Abby son primos, ella después le lleva al apartamento y Mel la tiene montada una buena a su querida mejor amiga. Yo soy como Mel, no se me puede dejar sola en casa ajena.
La parte de Mel y Uriah me ha encantado, me la imaginé en mi cabeza según leía y no pude parar de reír al verla a ella en pijama y a él todo borracho. Fue genial en serio.Tessa. escribió:- Créeme amigo, este día no ha sido ni el mejor ni el peor, y sin ofender, pero no quiero quedarme con un alcohólico - giro sobre sus talones encaminándose a la puerta, había hecho su obra caritativa del mes.
- Pero yo si quiero quedarme con una castaña en pijama de osos - alcanzo a gritar cuando ella cerró la puerta a sus espaldas.
Después me brindas otro gran momento entre Jared y Abby y a mí se me cae la baba con ellos dos y me río y me palpita el corazón y todo, Teph, eres una genia. Lo que desde luego no me esperaba es que Uriah fuese a buscar trabajo y en el mismo sitio que trabaja Hattie
Y me reafirmo al decir que amo completamente la relación de amigos que tienen Killian y Abby, ese momento en el que él la llama para pedirle ayuda con los pañales y ella diciéndole que puede. Y y y, que me encanta.
Para terminar, termino con un me encanta, como no podía ser de otra manera. Un gran capítulo Teph, estoy deseando saber más sobre cómo evolucionan tus personajes. Un beso
- Ems:
- A ti no te pido perdón por tardar en comentar porque lo subiste ayer y me creo flashie de nuevo porque llevo años luz sin comentar decentemente un capítulo tan rápido. Así que después de mi regodeo interno, comencemos:
El comienzo del capítulo ha sido genial, pero la parte que de verdad me ha removido algo por dentro ha sido esta.Deeper. escribió:Solo había algo seguro —no dejaría que eso lo consumiera. Hace ya demasiado tiempo se había prometido a sí mismo que no volvería a dejar que algo así le ocurriera, no se iba a arriesgar a perderse a sí mismo otra vez
Siempre me encantan tus personajes, y Jedd ya me gustaba desde antes, pero después de esto me ha terminado de gustar. Ya me emociono cuando veo su nombre y todas esas cosas de fangirl que me hacen sentir tus personajes Y me lo dejaste perfecto para meter nuestra trama de Jedd y Dylan El reencuentro con su familia ha sido precioso, la madre toda emocionada, y me los imaginé a los padres todos viejitos y tiernos...Deeper. escribió:—Si te ayudo a decorar, ¿podrías hacerme una oficina a mi también? —cuestionó Jordan mientras seguía a su hermano hacia la cocina.
—Tengo una idea mejor, ¿por qué no se lo pides a papá? Estoy seguro de que te va a consentir —sonrió burlón, sonrisa que aumentó al ver la irritación en la expresión de la pelinegra.
Este momento me ha gustado mucho, me recuerda a mí a mi hermano, porque soy una egocéntrica y todos los momentos de hermanos me recuerdan a los míos.Deeper. escribió:—¡No quiero! Ya es tiempo de que vaya independizándome de-
—Creo que tienes un mal concepto de independización, hermana —la interrumpió— Porque no quieres que tu padre haga el trabajo, ¿pero tu hermano sí? —chasqueó la lengua— Es lo mismo.
Eso es Jedd, imponte a tu hermana, que luego agarramos manías y queremos que nos lo hagan todo
El momento de las entrevistas fallidas sí que me ha gustado. Wyatt el acosador visual, Jedd ejerciendo de hermano mayor, Leslie la aspirante a piromana del roleplay y todos los demás. Es que me ha encantado esta escena, me imagina a Jedd y a Jordan sentados con ganas de salir corriendo del lugar cuanto antes. Ah, y el chico que queda es mi chico, MI CHICO. Olvida este momento, se me fue la cabeza.
Ayyy y mi Hattie, es tan linda, durmiendo tarde por ver NCSI y luego Ava que la despierta con Elvis porque se le había olvidado la reunión JAJAJAJ y luego Miguel roncando en la cafetería.Deeper. escribió:—Incluso el chico Miguelino llegó más temprano que tú, aunque esté durmiendo como un oso por ahí —manoteó en el aire, restándole importancia.
—En mi defensa —se apresuró a decir, antes de que él comenzara con su discurso sobre la importancia de la puntualidad— Ayer terminé todos los encargos para el hospital y fui a entregarlos. Y me pidieron otros más que haré en unos días. Dijeron que enviarían el dinero hoy antes de la hora del almuerzo.
Hablaré con Hattie para que me ayude a domar a mi jefe, porque es que no hay manera de que deje de gritarnos, es como si no tuviera un tono de voz menos elevado. Y luego Elliot diciéndole que es una pilla Owwww y apareció Uriah de nuevo.Deeper. escribió:—Te voy a explicar cómo funcionan las cosas aquí, mas o menos —le pasó un brazo por los hombros con un gesto amistoso— Antes que nada, te diré que tienes que ir familiarizándote con todos, porque lo quieras o no, vas a tener que aguantar a esta recua de babosos por un buen tiempo, ¿okey? —aclaró, indicando con su mano libre hacia donde estban todos.
Y Miguel, me encanta MiguelDeeper. escribió:—Sorpresa —sonrió Jedd.
—Oh, por, ¡Dios! —chilló Melany y se acercó a abrazarlo— ¡Estás aquí!
—Estoy aquí —dijo, devolviéndole el abrazo.
—¡Y no es Navidad!
Ohhh y Melany toda contenta porque Jedd había regresado, pensando que era Navidad. Que reencuentro más bonito, aunque este tiene un punto cómico que ha hecho que me gustase mucho más.Deeper. escribió:Poco le importaba andar con su uniforme y manchas de harina y canela en el cuerpo, el mundo estaba lleno de locuras.
Eso es Hattie, eres la menos loca de todas por ir manchada de canela, no te preocupes xd. Awwwww y el momento con Alec, y Hattie diciendo que es una dulzura. Un momento muy dulce. Yo tengo una duda que es muy tonta, que no te corresponde a ti responder, pero como te estoy haciendo el comentario a ti; ¿Cuántos meses tiene Harlow? #DudasExistenciales.Deeper. escribió:—¿Qué dices? Claro que no.
—Claro que sí. Te cansas rápido, andas en el limbo muchas veces, te vuelves olvidadizo —enumeró ladeando la cabeza— Hasta creo que te pondrás gordito —se mordió el labio para no reírse. Pero al Killian fulminarla con la mirada, no lo pudo evitar.
—No estoy gordito.
—Yo creo que sí.
—Qué molesta, Hattie.
—Acepte la verdad como un macho —infló su pecho, imitando a un fortachón y luego soltó una carcajada.
Creo que esta ha sido mi parte preferida de todo el capítulo. Hattie parecía una comandante. Sin embargo, el último párrafo le sigue de cerca. Porque Hattie es una persona realmente maravillosa, que se centra en hacer sonreír a sus amigos y en que estén bien. He amado tu capítulo Ems, como siempre, no es ninguna novedad. Besos
indigo.
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Re: Double Rainbow
pido disculpas, leí todos los capitulos
- steph aka capitan hook(?):
¿Por que eres tan cruel hija de mi vida? okno pero tu capítulo fue hermoso muuuuuuuy hermoso
Empezaré a comentar las partes genialsosas, si es que puedo separarlo.
Bueno al principio me quedé como en shock por que básicamente no tenía ni zorra de quien era scarlett -nombre que por cierto a mi personalmente me encanta- soy muy mala con los nombres por lo que siempre tiendo a mirar los expedientes xd Claro luego cuando ya la llamaron por su nombre de pila "bunny" ya dije ah vale.
1.no tenía la pobre bastante con sus pensamientos, ay olvidó el cumpleaños de su amigo. 2.omg supimos como se conocieron 3.tengo un dilema con su padre, por que me pareció tolerable con lo del cumple de su bbf pero un poco manipulador con lo de presentarle a hijos de amigos/compañeros
—Lo sé madre, pero juro que no me acordaba de que hoy es también el cumpleaños de Ayrton.
—Está bien —su padre habló, sorprendiendo tanto a ella como a su madre. —Si me dejas presentarte a una persona en la velada, podrás irte temprano al cumpleaños de Ayrton. —Bunny suspiró para sus adentros, todos los intentos fallidos de su padre acerca de juntarla con el hijo de un socio simplemente no funcionaban. Especialmente cuando todavía era reciente lo de Tim.
Y también porque así había conocido a Tim.
No tuvo otra opción que aceptar.
La historia de por que la llaman bunny me encantó. me resultó graciosa y muy buena (la parte en la que imita al conejo plz)
la aplaudo infinitamente por su reacción ¡si señor, lástima que no haya llegado a abofetearle! y lo de la mirada de psicópata me mató, probablemente hubiera reaccionado igual.
Se fue derecho con Tim, su caminata era rápida pero trataba de no perder el estilo. Quería abofetearlo a él, luego a ella, quería herirlo verbalmente y luego físicamente unas cuántas veces. Quería hacerle tantas cosas para que se hubieras arrepentido de haberla presionado para tener sexo y luego dejarla descubrir que la engañaba desde principio de la relación. Pero su padre se interceptó en su camino.
—Ni lo pienses, Scarlett. Déjalo, tengo preparado algo mejor que la paliza que estás planeando darle.
—¿Cómo sabes…? —Su padre apuntó a sus manos, estaban hechas puño y luego a sus ojos.
—Tus ojos están rojos, tus puños están cerrados, tienes esa mirada de psicópata.
pobre killian ¿como puede estar sobreviviendo así? me da tanta tristeza verlo así. Y luego cuando se mira en el espejo -ay es que me lo imagino como en una película con tonos palidos- y se ve tan demagrado.
Estaba siendo duro consigo mismo, había acostumbrado a su organismo a ingerir una pequeña cantidad de licor por día y ahora no estaba tomando nada. Se había mantenido sobrio por dos semanas, pero su cuerpo comenzaba a respingar.
debo admitirlo ese momento para mi fue cómico por que entre ellos se hablen así es una relación tan familiar. Fue como "abrochate la camisa para verte como una persona decente" "ok, no quiero ser decente" idk,
—¿Cuándo vas a vestirte apropiadamente?
—Cuando dejes de ser tan molesta conmigo, ¡oh! Eso no pasará nunca. —Volvió a desabrocharse la camisa blanca. Holly lo miró mal.
Lo primero es que soy tan, no se pervertidoescandalosa que me lo imaginé con una bata roja tipo magnus bane al recibir a clary, es decir así como satén y bueno el como la hecha cerrandole la puerta en la cara sin dejarle decir una sola palabra era como reirse y pensar a la vez ¿cabrón?
Red se despertó y se puso una bata color rojo para salir de la habitación al resto del departamento. Debía de hacer un cuento corto para el final del semestre y si quería hacerlo bien era mejor empezar desde ahorita. Pero no había tenido nada en mente en esa semana.
—Samantha, es hora de irte.
La relación entre gordon y red es una de mis favoritas entre muchas, no se son las típicas digamos pullitas ente amigos e idk me encantan como son. Y bueno no creo que sea muy cómodo convivir con red si es tan... activo sexual.
—¿Es sábado? —Tomó un sorbo de su café, Gordon se tapó el rostro con ambas manos.
—Quedaste de verte con alguien. —El timbre sonó, Red se dirigió a la puerta. —Y ese alguien ya está aquí, ¿no debería de ser al revés? O sea, tú buscarla a ella. —Abrió la entrada y miró a Alec. —Oh, no es una ella. ¿Seguro que eres heterosexual? —Dejó pasar al oji-azul.
Me ha gustado en cierto modo verle frustrado como escritor. además de ver como se basaba en su anterior relación con sam para escribir, dale quiero saber más
El amor puede ser despiadado cuando se lo propone, el unir dos personas no significa que todo saldrá bien o que acabará en matrimonio. Eso él lo sabía perfectamente, pero ella no tenía ni una pista de lo que el destino les tenía preparado, ninguno de los dos en realidad.
Y de algo él estaba seguro: los opuestos no se atraen.
fangirleo con esto, que dulzura.
Aurora adoraba pasar el tiempo con Noah, él era la persona perfecta para tener un buen rato divertido cuando hacía sus actos de caridad. Noah, simplemente era carismático, siempre tenía una sonrisa en el rostro y claramente notaba que adoraba lo que hacía. A veces sentía que agobiaba a Ava hablando de él todo el tiempo.
—Creo que te he abrumado todo al contarte todas estas cosas de Noah. —Dijo Aurora.
*CITO LA CONVERSACIÓN ENTERA ENTRE KILLIAN Y ZEEVTH*
me ha gustado mucho, en cierto modo me imaginaba que reacionara así con el psicólogo. es algo que sinceramente creo que más bien los adolescentes tienden a hacer cuando lo visitan por no abrirse demasiado. pero sin embargo que pusieras lo que realmente pensaba me fascinó.
ay esta escena fue como muy por que pensaba que iba a tener como una riña con abby por haber perdido tanto tiempo pero al encontrarse con zarina juro que se me errizó la piel. aun que he de reconocer que el dialogo de ella me izo que pensar, y quiero saber más por que creo que como la juzgué mal. no se a ambos se les ve mal y me pone mal—Dios, Abby, mierda. —Se fue corriendo hacia los dormitorios en el campus, Dante estaba corriendo detrás de él sin saber que era lo que pasaba. Llegaron sin aliento, y justo cuando Zarina se despedía de Abby con el bebé en brazos.
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—¿Y tú qué? ¿Crees que yo no estoy en la misma situación que tú? ¿Solamente tú eres el que está sufriendo en… Esto? —Killian tragó duro cuando miró las lágrimas en los ojos de Zarina.
—Por favor, Zarina. Créeme. No quería que nada de esto pasara. Mira, deja recompensártelo. —Cuando su ex-novia soltó una risa sarcástica, supo que no podía hacer nada.
+1 me apunto a ese trago que yo también necesito.
—Necesito un trago.
—Eso ya nos hace dos.
—Tres. —Escucharon a Abby. —Perdí un examen por cuidar a Harlow, así que necesito un gran… Trago. —El chico cerró los ojos, fuertemente, al escuchar eso.
—¡¿Por qué no me llamaste?!
—Lo hice. —El chico revisó su celular, más de diez llamadas perdidas. Se cubrió la cara con ambas manos, lo había apagado cuando estaba con Zeth. —No te preocupes Killian, para que están los amigos.
—No están para hacerte perder un examen en lo que ya es tu vida profesional, para eso no están. —Le dijo. Unas cuántas gotas cayeron en su nariz y solo bastó unos cuántos segundos para que empezara a llover fuertemente. Los tres se quedaron parados en medio de la plaza mirando a sus compañeros correr en busca de refugio.
—Genial, ahora con mayor razón necesito ese trago.
en resumen un capítulo sublime
✦ ausente.✦
pixie.
Re: Double Rainbow
- hola:
- bueno aquí está mi capítulo, espero que os guste. Traté de meter el mayor número de tramas posibles, pero aún así me quedaron algunas. Perdón si hay alguna falta o incoherencia. Un beso.
De niña, se hizo una herida en el pie con el cristal de un vaso roto, poco después la herida cicatrizó, como era de esperar. Tiempo más tarde, volvió a romper un vaso y se cortó en el mismo lugar. Entonces la herida se abrió de nuevo, mucho más profunda y dolorosa. Aquella segunda vez tardó mucho más tiempo en sanar.
Salow Krouse tenía una teoría: las heridas nunca llegan a sanar completamente, por eso nos quedan cicatrices, que esperan pacientemente para reabrirse. Mucho más profundas, dolorosas y con un tiempo de sanación más extenso que las anteriores.
La Gran Herida de Salow estaba abierta de nuevo, y era más insoportable y difícil de ignorar a como ella recordaba. Sin embargo, Salow trataba de no dejarse inducir hacia ella. Porque conocía muy bien aquella sensación, la sensación de que si la tragaba, ya no sería capaz de salir.
Por eso había abandonado su vida en California para mudarse a Chicago, donde el frío y el cielo mortecino encajaban más con su estado de ánimo pusilánime. Pensó que sería buena idea lanzarse hacia un nuevo comienzo para poner un punto en la relación con Fred. Un gran punto y final. Como también pensó que alejarse de lo conocido y cobijarse en lo desconocido aceleraría notoriamente el «proceso de desintoxicación», como bien lo había llamado Harry, su hermano mayor. Uno de los mayores defectos de Salow era pensar, creer y suponer, como si esos factores fueran a proporcionarle la fórmula infalible para que las cosas se hicieran realidad o sucedieran como ella esperaba.
Así que ahí estaba aquel viernes por la noche, en la que era su primera semana en Chicago, sentada en un taburete escuchando la deprimente música de Ella Fitzgerald mientras trataba de llenar su Gran Herida con whisky.
―Ponme otro, Hattie―el vaso de cristal vacío resonó fuertemente contra la madera de la barra cuando Salow lo depositó.
Había conocido a Hattie aquella misma semana y también, a causa de la desolación había decidido contarle los motivos por los que se mudó a Illinois. Salow había estado con la guardia baja aquel día, porque de otra manera, por muy bien que se le diese conocer gente, nunca le hubiera contado nada. Pretendía que Fred y su traición, pasaran a ser un tema tabú en su existencia.
Hattie, que en aquel momento estaba atendiendo a otro cliente, le dirigió una mirada reprobatoria desde la distancia.
―Llevas dos copas, ¿no te parece suficiente?―rebatió entre el gentío, posicionándose frente a Salow.
Salow negó enérgicamente con la cabeza, provocando que su corta melena bailase junto a ella.
―Has subestimado la capacidad alcohólica de una chica de Hollywood.―Respondió, tendiéndole el vaso.
Hattie le caía bien, después de todo era la primera persona con la que había entablado una conversación de más de dos minutos desde que llegó. Pero le molestó que tratara de disuadirla de beber, no porque no apreciara el gesto, sino porque no estaba acostumbrada a que le dijeran lo que estaba bien o estaba mal. Sus padres eran de ese tipo que soltaba a sus hijos en el mundo permitiéndoles equivocarse sin represión. Quizá, si Amstrong y Gideon hubieran sido más autoritarios, Salow no se encontraría en aquella situación.
―Está bien―suspiró Hattie cogiendo la botella de whisky, rellenando al fin el vaso, aunque con mucha menos cantidad que la vez anterior.
Salow no era alcohólica (a pesar de que pudiera parecer lo contrario), de hecho, tenía la regla de no sobrepasar nunca su límite de dos copas. Sin embargo, aquella noche lo necesitaba fervientemente, al día siguiente ya buscaría una forma mucho más sana de matar el tiempo libre.
Cuando Salow iba a dar el primer trago, un chico se sentó en el taburete contiguo al suyo. Era bastante guapo (al menos de perfil), tenía el pelo largo y a la chica le encantaban los chicos con el pelo largo.
―Buenas noches―saludó el susodicho girándose hacia ella, realizando una leve inclinación de cabeza.
―Hola―masculló Salow al constatar el parecido que guardaban los ojos de aquel chico con los de Fred. Al ser esa la segunda vez que pensaba
en el causante de que esa noche estuviera bebiendo, sintió como si una taladradora le perforase el pecho.
Necesitaría mucho más alcohol para paliar tanto dolor. Y sin más dilación, extendió el brazo hacia delante realizando un patético brindis con el aire. Aunque ese segundo intento también se vio frustrado, puesto que el desconocido volvió a hablar:
―¿Por qué brindas?―le preguntó, como si se conociesen de toda la vida.
―No sé, ―Salow se encogió de hombros, con la vista fija en el líquido ambarino―¿cómo te llamas?
―Killian Beeler.
―Entonces brindo por ti, Killian Beeler.―Después de todo, no tenía un motivo mejor por el que hacerlo―. Y por todos los de tu raza, que nos prometéis la luna cuando ni siquiera sois capaces de levantar la taza del váter para mear.
―Yo levanto la tapa del váter―dijo Killian, con una sonrisa burlona que provocaba la aparición de dos pequeños hoyuelos en su rostro (cabía decir que la sonrisa no alcanzó sus ojos).
A Salow le gustó su actitud.
―Touché.
En aquella ocasión, logró beberse el whisky, que la incendió por dentro. Ese ardor era mucho mejor que el de las lágrimas pugnando por salir de sus ojos. Aquella noche no quería darle a Fred el privilegio de llorar. Aquella noche, prefería enfrentarse a la resaca del alcohol que a la del desamor.
―No pareces el tipo de chica que ahoga sus penas en whisky barato.―Observó Killian. Otra de las cosas que odiaba Salow; que hicieran suposiciones sobre ella. Pero en ese momento, intentó obviar las cosas que odiaba.
―¿Y a ti qué te hace pensar que estoy ahogando mis penas?―las palabras salieron con más dificultad de su boca, puesto que el alcohol comenzaba a llevar acabo su cometido. Una copa más y al día siguiente no sería persona.
Killian se encogió de hombros.
―Porque yo he venido a lo mismo… ¡Hattie ponme lo mismo que a ella!―exclamó a viva voz para hacerse oír entre el gentío.
A pesar de ser una cafetería, aquella era el primer día de Noches de Jazz en el local y la verdad es que estaba teniendo bastante éxito, porque en el rato que llevaba Salow allí, el local se había llenado notoriamente.
Hattie regresó junto a ellos en cuanto tuvo oportunidad, sirviendo el whisky en un vaso para Killian.
―Veo que ya os habéis conocido―comentó mientras llenaba el vaso―. Pero no sé si eso es bueno o malo.
―Es bueno, desde luego―Killian agarró su vaso y volvió a mirar a Salow, la cual se entretenía quitando el esmalte de sus uñas―. Y dime, ¿cuál es tu nombre?
―Salow Krouse.
―Muy bien, ahora soy yo el que brinda por ti, Salow Krouse. ―Killian, repitiendo el mismo movimiento que la chica, alzó la copa en su dirección―Y por todas las mujeres que me han roto el corazón―. También vacío el contenido de un trago, frunciendo sus labios debido a la acidez.
«Otra persona más con el corazón roto», reflexionó. Si Salow se paraba a pensarlo con detenimiento, conocía a más gente con el corazón partido que a personas que disfrutasen de una relación sin complicaciones.
―Salud―Salow levantó el vaso también, compadeciéndose de su compañero.
―¡Oye, no se brinda con el vaso vacío, da mala suerte!―exclamó Killian, que parecía mucho más animado tras la copa.
Salow suspiró, sopesando sus opciones. En un principio había acudido allí para estar sola. O mejor dicho, para regodearse en su dolor hasta que no fuera consciente de nada. Y ya no era consciente de nada y ahí estaba Killian, tan dispuesto a entablar una conversación. Además, una cosa era alejarse de las personas que conocía y otra muy diferente, no conocer a nadie más en su vida.
―Hattie…―pidió con una sonrisa a la chica, que había presenciado la conversación de ambos en silencio.
En lugar de rebatir, la chica dejó la botella de whisky entre los dos chicos, para que se sirviesen por sí mismos cuando quisieran.
―Tened cuidado, no quiero tener que arrastraros a casa a ninguno de los dos―les advirtió con un dedo amenazador viajando entre Salow y Killian.
Salow guiñó un ojo a su reciente amiga cuando ésta se estaba marchando. A continuación, destapó la botella y llenó los vasos.
―De acuerdo, ¿ahora por qué brindamos?―le preguntó a Killian, que de un momento a otro había parecido quedarse ausente, sumido en sus pensamientos.
―Mmm… porque la noche mejore.
―Por fin estamos de acuerdo en algo.
Esta vez, en lugar de brindar con el aire, sus copas entrechocaron provocando un sonido agudo y hueco, que se mezcló con la canción de Ella Fitzgerald.
De hecho, la noche sí que mejoró, contra todo pronóstico. En gran parte gracias a las siete copas que había tomado, y también gracias a Killian, que resultó ser un chico bastante dado a la conversación. Y lo mejor de todo, había conseguido expulsar a Fred de su mente casi por completo.
―¿Así que solo llevas una semana aquí?―comentó Killian cuando Salow terminó de hablar.
Sin saber cómo, había pasado de hablar del último libro de uno de sus escritores preferidos, a hablar de ella misma. Le había contado a Killian que se había criado en Hollywood, entre los platós de televisión en los que trabajaba Gideon, uno de sus padres, y las fiestas que éste mismo organizaba.
―Sí, terminé la mudanza oficialmente hace dos días―Salow se vio obligada a reprimir un hipido.
En un momento de la noche, ya no recordaba cual, había comenzado a ver todo lo de su alrededor brillante, del mismo modo que sus oídos zumbaban. Salow se sentía como una peonza, y todo transcurría borroso a su alrededor. Salvo Killian, que había sido su punto de referencia para no marearse y vomitar en medio del local hasta la última papilla. Quizá por eso parecía estar mirándole de una manera tan ansiosa, como si quisiera comerle.
Killian, que también estaba borracho como una cuba, iba a responder en el preciso momento que su vista se fijó en un punto a la espalda de Salow.
―Dame un momento―se incorporó torpemente del taburete y se marchó.
Salow se hubiera girado de buen agrado para ver qué era lo que había llamado la atención de Killian, pero no quería terminar dándose de bruces contra el suelo. El chico regresó segundos después, acompañado por dos personas más. Justo cuando Salow pensaba que era el momento de marcharse a la cama.
―Chicos, esta es Salow, y acaba de mudarse a Illinois desde Hollywood―. Killian se situó entre ella y los nuevos asistentes―. Salow, estos son Kayden y Abby.
Salow trató de enderezarse lo máximo posible, al igual que trató de no pensar en el aspecto lamentable que debía presentar; probablemente estarían pensando en la lástima que daba y en que le gustaba la botella más que a un tonto un lápiz. Contra todo pronóstico, la chica, Abby, tiró de las comisuras de sus labios y le brindó una bonita sonrisa.
―Encantada de conocerte Salow.
―Lo mismo digo―respondió de manera lenta y deliberada, para que no se le trabara la lengua.
Abby le dio un codazo al chico (que se quedó en un intento de disimulo), Salow no recordaba el nombre. Pero aun borracha como estaba, sabía que nunca olvidaría la profundidad de aquella mirada triste y rasgada. Triste como la suya, como la de Killian y como la de todas personas que
se han enamorado en su vida y han salido mal paradas.
―Encantado―murmuró el chico, sin mirarla a los ojos.
Killian dio una palmada que casi provocó que Salow se cayera del taburete.
―Vamos a seguir bebiendo.
Salow se fijó en que le recién llegado le lanzaba una mirada reprobatoria a Killian, en total desacuerdo con su propuesta. Tenía una cara de perro que casi le llegaba hasta el suelo. Mientras tanto, Abby había cogido un taburete y se había sentado entre Salow y Killian.
―Y dime, ¿qué te ha traído a Chicago?―preguntó en tono animoso. A Salow le cayó bien, aunque se hubieran conocido dos minutos atrás.
―Un programa de Filología Inglesa excelente.
«Y un actor de pacotilla llamado Fred que se lía con cuarentonas adineradas y famosas para ganar popularidad», añadió para sí misma.
―Así que te has apuntado a la Universidad, nosotros también vamos.
―Parece que vamos a ser compañeros de campus―Killian le guiñó un ojo a Salow, que pasó inadvertido para los demás.
―Eso parece.―A Salow le estaba entrando un sueño de los mil demonios, así que pensó que ese gesto por parte de Killian se lo estaba imaginando.
―Sí bueno, si necesitas ayuda con algo, es mejor que me lo digas a mí.
―¿Me estás menospreciando?―exclamó Killian entre lo que parecía la risa y la indignación. Probablemente solo se tratase de la risilla hilarante que caracteriza a todos los borrachos.
―Claro que no, Killian―dijo Abby con sarcasmo, dándole una palmadita en la espalda, pero Salow vio como le lanzaba una mirada cariñosa a su amigo.
La conversación con Abby se hizo más agradable de lo que esperaba. No pararon de hablar en las horas siguientes, de todo. Incluso se enteró de que ella tampoco era de allí, sino de Canadá. Y entre información e información, Salow se dedicó a observar al chico mudo, el tal Kayden. Que estaba sentado en la barra al lado de Killian observando la nada, a pesar de las insistencias de su amigo porque se uniera a la conversación.
―Oye, ¿vuestro amigo es mudo?―susurró Salow de manera cómplice a Abby.
La chica negó con la cabeza y miró con frustración a Kayden.
―No es mudo, él es así de… bueno sí, es un poco mudo. Pero tranquila, no muerde.
―Vengo de Hollywood, trato con perros todos los días.
―Puedo ser mudo, pero no sordo―intervino Kayden, que miró a Salow con cara de pocos amigos.
Salow no entendía esa actitud. Sí, tenía cara de estar pasándolo mal, pero ella también tenía una herida abierta, que estaba a punto de alcanzar la envergadura de un agujero negro. Y sí, tenía ganas de hibernar bajo sus sábanas. Pero ahí estaba, y por muy triste que estuviera, no tenía derecho de pagar su desdicha con los demás.
Salow se incorporó del taburete. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, la visión del local tornó a una difusión en la que le era casi imposible distinguir las siluetas. Se sentía como si flotase un palmo sobre el suelo, y bien podría pasarle un camión por encima que Salow no sentiría nada de lo borracha que esta. Killian, viendo la torpeza de Salow, la sostuvo por el codo.
―Bien, ha llegado el momento de que me retire a mi cueva.
―¡Pero si es muy pronto!―. Exclamó Abby.
En realidad, eran las tres de la madrugada.
―Tenía que haberme ido hace tres copas, en serio, sino no seré capaz de encontrar el camino a casa―se lamentó encogiéndose de hombros.
―Está bien, déjame tu teléfono―Salow lo sacó del bolsillo de sus pantalones y se lo tendió―. Te he apuntado mi número.
Salow inclinó la cabeza sonriendo, después, estiró el brazo para recoger su chaqueta y se dio cuenta de que Killian seguía agarrándola. Se soltó con delicadeza y se enfundó su enorme anorak de plumas color negro, uno de los regalos de Amstrong por la mudanza. El frío, era algo a lo que sabía que tardaría tiempo en acostumbrarse.
―Ha sido un placer conoceros a todos―se despidió.
Killian se incorporó del taburete y también cogió su abrigo.
―Te acompaño.
―No es necesario, la universidad está aquí al lado.
Killian sonrío de lado.
―Sé dónde está la universidad, voy todos los días―Salow hizo una mueca con los labios, dirigiéndole una mirada que ni ella misma sabía cómo catalogar―. Te acompañaré de todas formas.
―Adiós―se despidieron al unísono.
De camino a la salida, Salow tuvo tiempo de alzar la mano y despedirse de Hattie efusivamente. En la puerta, había un pequeño escalón y Killian le agarró la mano para que no tropezara. Comenzaron a andar y Salow estaba sumida en sus pensamientos que no se percató de que sus manos seguían entrelazadas, no se soltó. Al alzar la vista nuevamente se encontró con los ojos de Killian y tuvo una reminiscencia de Fred, de las veces que habían paseado de la mano. De los helados compartidos a media noche en la parcela de su casa, mirando las estrellas. Salow lo había dado todo en esa relación y Fred se había dedicado a realizar su mejor actuación.
Salow apartó la mirada, con las lágrimas calientes pugnando por salir. Había alcanzado ese momento de la borrachera en el que hasta la muerte de un mosquito te hace llorar.
―Ningún tipo que no levante la tapa del váter para mear merece tus lágrimas―trató de consolarla Killian.
La chica rio en una especie de hipido lastimoso. Llenó sus pulmones con el aire frío y regresó la mirada a Killian, pues en realidad buscaba que esos ojos la trasladasen de nuevo a ese pasado idílico.
―Mi padre dice que todo lo que merece la pena en la vida nos hace sufrir.
«¡Genial y ahora te pones a citar a tu santo padre!», se dijo así misma indignada, debía de estar presentando una imagen muy lamentable, más si cabía. Pero le consoló el hecho de que Killian parecía más borracho que ella.
―Pero yo creo que lo que merece de verdad la pena, es buscar alguien que nos evite sufrimiento.
Killian la observó con el ceño fruncido.
―¿Siempre te pones así de reflexiva cuando estás borracha?
En ese momento llegaron a la residencia de chicas de la universidad. Salow sacó su tarjeta y pasó la llave por la cerradura electrónica, soltando la mano del chico. Se sorprendió de nuevo al ver que en lugar de despedirse, Killian se coló por la puerta entreabierta.
―Nadie me va a secuestrar de camino al segundo piso, puedes irte.
Una de las cosas que cohibían a Salow era que la acompañasen a los sitios, no había un motivo real para ello, era una de esas manías sin fundamento.
―Nunca se sabe―Killian pasó a su lado y comenzó a subir las escaleras, agarrado a la barandilla. Salow lo siguió.
La habitación de Salow se encontraba situada al final del pasillo, junto a una planta seca y una ventana llena de polvo. Caminó a tientas hasta el lugar, más rápido de lo esperado para su poca coordinación, pero ella ya se había visualizado en la cama. Tras llegar a la puerta apoyó la espalda contra ésta, quedando frente a Killian, que la observaba de pie a la luz de la noche. Las sombras partían su rostro por la mitad, lo cual acrecentaba su atractivo.
―Gracias por acompañarme―murmuró, mordiendo su labio inferior.
Killian se posicionó a dos centímetros de su cara antes de que se diese cuenta. Todo lo que veía eran sus ojos, esos ojos que quería que fueran de otra persona, que deseaba fervientemente que la miraran así para siempre y sanasen su herida de nuevo.
―Ha sido un placer conocerte.― ¡Qué caballeroso!, pensó la parte desinhibida de Salow, que proseguía apresando su labio inferior con los dientes―. Tenemos que salir más a menudo.
A tientas, Salow pasó la tarjeta por la cerradura, abriendo la puerta. Como si sus terminaciones nerviosas presintieran lo que sucedería a continuación. Y lo que pasó a continuación es que Killian la besó y ella a él también. Se estaban besando, y eso no era ni bueno ni malo, simplemente estaba sucediendo. Y ambos estaban tan borrachos que no pensaban en lo que hacían.
Salow rodeó el cuello de Killian con sus manos temblorosas, él apegó sus caderas a las suyas, juntando sus entrepiernas. Eso fue suficiente para que Salow, de una patada, abriese la puerta de la habitación. Killian la cargó en sus caderas y entre lametones en el cuello y más besos llegaron a la cama de Salow.
Lo único en lo que le dio tiempo a pensar antes de que Killian prácticamente, le arrancase el anorak y el resto de su vestimenta superior, fue que era una suerte que Rossie, su compañera de habitación, ya estuviese en su dormitorio.
Salow Krouse tenía una teoría: las heridas nunca llegan a sanar completamente, por eso nos quedan cicatrices, que esperan pacientemente para reabrirse. Mucho más profundas, dolorosas y con un tiempo de sanación más extenso que las anteriores.
La Gran Herida de Salow estaba abierta de nuevo, y era más insoportable y difícil de ignorar a como ella recordaba. Sin embargo, Salow trataba de no dejarse inducir hacia ella. Porque conocía muy bien aquella sensación, la sensación de que si la tragaba, ya no sería capaz de salir.
Por eso había abandonado su vida en California para mudarse a Chicago, donde el frío y el cielo mortecino encajaban más con su estado de ánimo pusilánime. Pensó que sería buena idea lanzarse hacia un nuevo comienzo para poner un punto en la relación con Fred. Un gran punto y final. Como también pensó que alejarse de lo conocido y cobijarse en lo desconocido aceleraría notoriamente el «proceso de desintoxicación», como bien lo había llamado Harry, su hermano mayor. Uno de los mayores defectos de Salow era pensar, creer y suponer, como si esos factores fueran a proporcionarle la fórmula infalible para que las cosas se hicieran realidad o sucedieran como ella esperaba.
Así que ahí estaba aquel viernes por la noche, en la que era su primera semana en Chicago, sentada en un taburete escuchando la deprimente música de Ella Fitzgerald mientras trataba de llenar su Gran Herida con whisky.
―Ponme otro, Hattie―el vaso de cristal vacío resonó fuertemente contra la madera de la barra cuando Salow lo depositó.
Había conocido a Hattie aquella misma semana y también, a causa de la desolación había decidido contarle los motivos por los que se mudó a Illinois. Salow había estado con la guardia baja aquel día, porque de otra manera, por muy bien que se le diese conocer gente, nunca le hubiera contado nada. Pretendía que Fred y su traición, pasaran a ser un tema tabú en su existencia.
Hattie, que en aquel momento estaba atendiendo a otro cliente, le dirigió una mirada reprobatoria desde la distancia.
―Llevas dos copas, ¿no te parece suficiente?―rebatió entre el gentío, posicionándose frente a Salow.
Salow negó enérgicamente con la cabeza, provocando que su corta melena bailase junto a ella.
―Has subestimado la capacidad alcohólica de una chica de Hollywood.―Respondió, tendiéndole el vaso.
Hattie le caía bien, después de todo era la primera persona con la que había entablado una conversación de más de dos minutos desde que llegó. Pero le molestó que tratara de disuadirla de beber, no porque no apreciara el gesto, sino porque no estaba acostumbrada a que le dijeran lo que estaba bien o estaba mal. Sus padres eran de ese tipo que soltaba a sus hijos en el mundo permitiéndoles equivocarse sin represión. Quizá, si Amstrong y Gideon hubieran sido más autoritarios, Salow no se encontraría en aquella situación.
―Está bien―suspiró Hattie cogiendo la botella de whisky, rellenando al fin el vaso, aunque con mucha menos cantidad que la vez anterior.
Salow no era alcohólica (a pesar de que pudiera parecer lo contrario), de hecho, tenía la regla de no sobrepasar nunca su límite de dos copas. Sin embargo, aquella noche lo necesitaba fervientemente, al día siguiente ya buscaría una forma mucho más sana de matar el tiempo libre.
Cuando Salow iba a dar el primer trago, un chico se sentó en el taburete contiguo al suyo. Era bastante guapo (al menos de perfil), tenía el pelo largo y a la chica le encantaban los chicos con el pelo largo.
―Buenas noches―saludó el susodicho girándose hacia ella, realizando una leve inclinación de cabeza.
―Hola―masculló Salow al constatar el parecido que guardaban los ojos de aquel chico con los de Fred. Al ser esa la segunda vez que pensaba
en el causante de que esa noche estuviera bebiendo, sintió como si una taladradora le perforase el pecho.
Necesitaría mucho más alcohol para paliar tanto dolor. Y sin más dilación, extendió el brazo hacia delante realizando un patético brindis con el aire. Aunque ese segundo intento también se vio frustrado, puesto que el desconocido volvió a hablar:
―¿Por qué brindas?―le preguntó, como si se conociesen de toda la vida.
―No sé, ―Salow se encogió de hombros, con la vista fija en el líquido ambarino―¿cómo te llamas?
―Killian Beeler.
―Entonces brindo por ti, Killian Beeler.―Después de todo, no tenía un motivo mejor por el que hacerlo―. Y por todos los de tu raza, que nos prometéis la luna cuando ni siquiera sois capaces de levantar la taza del váter para mear.
―Yo levanto la tapa del váter―dijo Killian, con una sonrisa burlona que provocaba la aparición de dos pequeños hoyuelos en su rostro (cabía decir que la sonrisa no alcanzó sus ojos).
A Salow le gustó su actitud.
―Touché.
En aquella ocasión, logró beberse el whisky, que la incendió por dentro. Ese ardor era mucho mejor que el de las lágrimas pugnando por salir de sus ojos. Aquella noche no quería darle a Fred el privilegio de llorar. Aquella noche, prefería enfrentarse a la resaca del alcohol que a la del desamor.
―No pareces el tipo de chica que ahoga sus penas en whisky barato.―Observó Killian. Otra de las cosas que odiaba Salow; que hicieran suposiciones sobre ella. Pero en ese momento, intentó obviar las cosas que odiaba.
―¿Y a ti qué te hace pensar que estoy ahogando mis penas?―las palabras salieron con más dificultad de su boca, puesto que el alcohol comenzaba a llevar acabo su cometido. Una copa más y al día siguiente no sería persona.
Killian se encogió de hombros.
―Porque yo he venido a lo mismo… ¡Hattie ponme lo mismo que a ella!―exclamó a viva voz para hacerse oír entre el gentío.
A pesar de ser una cafetería, aquella era el primer día de Noches de Jazz en el local y la verdad es que estaba teniendo bastante éxito, porque en el rato que llevaba Salow allí, el local se había llenado notoriamente.
Hattie regresó junto a ellos en cuanto tuvo oportunidad, sirviendo el whisky en un vaso para Killian.
―Veo que ya os habéis conocido―comentó mientras llenaba el vaso―. Pero no sé si eso es bueno o malo.
―Es bueno, desde luego―Killian agarró su vaso y volvió a mirar a Salow, la cual se entretenía quitando el esmalte de sus uñas―. Y dime, ¿cuál es tu nombre?
―Salow Krouse.
―Muy bien, ahora soy yo el que brinda por ti, Salow Krouse. ―Killian, repitiendo el mismo movimiento que la chica, alzó la copa en su dirección―Y por todas las mujeres que me han roto el corazón―. También vacío el contenido de un trago, frunciendo sus labios debido a la acidez.
«Otra persona más con el corazón roto», reflexionó. Si Salow se paraba a pensarlo con detenimiento, conocía a más gente con el corazón partido que a personas que disfrutasen de una relación sin complicaciones.
―Salud―Salow levantó el vaso también, compadeciéndose de su compañero.
―¡Oye, no se brinda con el vaso vacío, da mala suerte!―exclamó Killian, que parecía mucho más animado tras la copa.
Salow suspiró, sopesando sus opciones. En un principio había acudido allí para estar sola. O mejor dicho, para regodearse en su dolor hasta que no fuera consciente de nada. Y ya no era consciente de nada y ahí estaba Killian, tan dispuesto a entablar una conversación. Además, una cosa era alejarse de las personas que conocía y otra muy diferente, no conocer a nadie más en su vida.
―Hattie…―pidió con una sonrisa a la chica, que había presenciado la conversación de ambos en silencio.
En lugar de rebatir, la chica dejó la botella de whisky entre los dos chicos, para que se sirviesen por sí mismos cuando quisieran.
―Tened cuidado, no quiero tener que arrastraros a casa a ninguno de los dos―les advirtió con un dedo amenazador viajando entre Salow y Killian.
Salow guiñó un ojo a su reciente amiga cuando ésta se estaba marchando. A continuación, destapó la botella y llenó los vasos.
―De acuerdo, ¿ahora por qué brindamos?―le preguntó a Killian, que de un momento a otro había parecido quedarse ausente, sumido en sus pensamientos.
―Mmm… porque la noche mejore.
―Por fin estamos de acuerdo en algo.
Esta vez, en lugar de brindar con el aire, sus copas entrechocaron provocando un sonido agudo y hueco, que se mezcló con la canción de Ella Fitzgerald.
De hecho, la noche sí que mejoró, contra todo pronóstico. En gran parte gracias a las siete copas que había tomado, y también gracias a Killian, que resultó ser un chico bastante dado a la conversación. Y lo mejor de todo, había conseguido expulsar a Fred de su mente casi por completo.
―¿Así que solo llevas una semana aquí?―comentó Killian cuando Salow terminó de hablar.
Sin saber cómo, había pasado de hablar del último libro de uno de sus escritores preferidos, a hablar de ella misma. Le había contado a Killian que se había criado en Hollywood, entre los platós de televisión en los que trabajaba Gideon, uno de sus padres, y las fiestas que éste mismo organizaba.
―Sí, terminé la mudanza oficialmente hace dos días―Salow se vio obligada a reprimir un hipido.
En un momento de la noche, ya no recordaba cual, había comenzado a ver todo lo de su alrededor brillante, del mismo modo que sus oídos zumbaban. Salow se sentía como una peonza, y todo transcurría borroso a su alrededor. Salvo Killian, que había sido su punto de referencia para no marearse y vomitar en medio del local hasta la última papilla. Quizá por eso parecía estar mirándole de una manera tan ansiosa, como si quisiera comerle.
Killian, que también estaba borracho como una cuba, iba a responder en el preciso momento que su vista se fijó en un punto a la espalda de Salow.
―Dame un momento―se incorporó torpemente del taburete y se marchó.
Salow se hubiera girado de buen agrado para ver qué era lo que había llamado la atención de Killian, pero no quería terminar dándose de bruces contra el suelo. El chico regresó segundos después, acompañado por dos personas más. Justo cuando Salow pensaba que era el momento de marcharse a la cama.
―Chicos, esta es Salow, y acaba de mudarse a Illinois desde Hollywood―. Killian se situó entre ella y los nuevos asistentes―. Salow, estos son Kayden y Abby.
Salow trató de enderezarse lo máximo posible, al igual que trató de no pensar en el aspecto lamentable que debía presentar; probablemente estarían pensando en la lástima que daba y en que le gustaba la botella más que a un tonto un lápiz. Contra todo pronóstico, la chica, Abby, tiró de las comisuras de sus labios y le brindó una bonita sonrisa.
―Encantada de conocerte Salow.
―Lo mismo digo―respondió de manera lenta y deliberada, para que no se le trabara la lengua.
Abby le dio un codazo al chico (que se quedó en un intento de disimulo), Salow no recordaba el nombre. Pero aun borracha como estaba, sabía que nunca olvidaría la profundidad de aquella mirada triste y rasgada. Triste como la suya, como la de Killian y como la de todas personas que
se han enamorado en su vida y han salido mal paradas.
―Encantado―murmuró el chico, sin mirarla a los ojos.
Killian dio una palmada que casi provocó que Salow se cayera del taburete.
―Vamos a seguir bebiendo.
Salow se fijó en que le recién llegado le lanzaba una mirada reprobatoria a Killian, en total desacuerdo con su propuesta. Tenía una cara de perro que casi le llegaba hasta el suelo. Mientras tanto, Abby había cogido un taburete y se había sentado entre Salow y Killian.
―Y dime, ¿qué te ha traído a Chicago?―preguntó en tono animoso. A Salow le cayó bien, aunque se hubieran conocido dos minutos atrás.
―Un programa de Filología Inglesa excelente.
«Y un actor de pacotilla llamado Fred que se lía con cuarentonas adineradas y famosas para ganar popularidad», añadió para sí misma.
―Así que te has apuntado a la Universidad, nosotros también vamos.
―Parece que vamos a ser compañeros de campus―Killian le guiñó un ojo a Salow, que pasó inadvertido para los demás.
―Eso parece.―A Salow le estaba entrando un sueño de los mil demonios, así que pensó que ese gesto por parte de Killian se lo estaba imaginando.
―Sí bueno, si necesitas ayuda con algo, es mejor que me lo digas a mí.
―¿Me estás menospreciando?―exclamó Killian entre lo que parecía la risa y la indignación. Probablemente solo se tratase de la risilla hilarante que caracteriza a todos los borrachos.
―Claro que no, Killian―dijo Abby con sarcasmo, dándole una palmadita en la espalda, pero Salow vio como le lanzaba una mirada cariñosa a su amigo.
La conversación con Abby se hizo más agradable de lo que esperaba. No pararon de hablar en las horas siguientes, de todo. Incluso se enteró de que ella tampoco era de allí, sino de Canadá. Y entre información e información, Salow se dedicó a observar al chico mudo, el tal Kayden. Que estaba sentado en la barra al lado de Killian observando la nada, a pesar de las insistencias de su amigo porque se uniera a la conversación.
―Oye, ¿vuestro amigo es mudo?―susurró Salow de manera cómplice a Abby.
La chica negó con la cabeza y miró con frustración a Kayden.
―No es mudo, él es así de… bueno sí, es un poco mudo. Pero tranquila, no muerde.
―Vengo de Hollywood, trato con perros todos los días.
―Puedo ser mudo, pero no sordo―intervino Kayden, que miró a Salow con cara de pocos amigos.
Salow no entendía esa actitud. Sí, tenía cara de estar pasándolo mal, pero ella también tenía una herida abierta, que estaba a punto de alcanzar la envergadura de un agujero negro. Y sí, tenía ganas de hibernar bajo sus sábanas. Pero ahí estaba, y por muy triste que estuviera, no tenía derecho de pagar su desdicha con los demás.
Salow se incorporó del taburete. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, la visión del local tornó a una difusión en la que le era casi imposible distinguir las siluetas. Se sentía como si flotase un palmo sobre el suelo, y bien podría pasarle un camión por encima que Salow no sentiría nada de lo borracha que esta. Killian, viendo la torpeza de Salow, la sostuvo por el codo.
―Bien, ha llegado el momento de que me retire a mi cueva.
―¡Pero si es muy pronto!―. Exclamó Abby.
En realidad, eran las tres de la madrugada.
―Tenía que haberme ido hace tres copas, en serio, sino no seré capaz de encontrar el camino a casa―se lamentó encogiéndose de hombros.
―Está bien, déjame tu teléfono―Salow lo sacó del bolsillo de sus pantalones y se lo tendió―. Te he apuntado mi número.
Salow inclinó la cabeza sonriendo, después, estiró el brazo para recoger su chaqueta y se dio cuenta de que Killian seguía agarrándola. Se soltó con delicadeza y se enfundó su enorme anorak de plumas color negro, uno de los regalos de Amstrong por la mudanza. El frío, era algo a lo que sabía que tardaría tiempo en acostumbrarse.
―Ha sido un placer conoceros a todos―se despidió.
Killian se incorporó del taburete y también cogió su abrigo.
―Te acompaño.
―No es necesario, la universidad está aquí al lado.
Killian sonrío de lado.
―Sé dónde está la universidad, voy todos los días―Salow hizo una mueca con los labios, dirigiéndole una mirada que ni ella misma sabía cómo catalogar―. Te acompañaré de todas formas.
―Adiós―se despidieron al unísono.
De camino a la salida, Salow tuvo tiempo de alzar la mano y despedirse de Hattie efusivamente. En la puerta, había un pequeño escalón y Killian le agarró la mano para que no tropezara. Comenzaron a andar y Salow estaba sumida en sus pensamientos que no se percató de que sus manos seguían entrelazadas, no se soltó. Al alzar la vista nuevamente se encontró con los ojos de Killian y tuvo una reminiscencia de Fred, de las veces que habían paseado de la mano. De los helados compartidos a media noche en la parcela de su casa, mirando las estrellas. Salow lo había dado todo en esa relación y Fred se había dedicado a realizar su mejor actuación.
Salow apartó la mirada, con las lágrimas calientes pugnando por salir. Había alcanzado ese momento de la borrachera en el que hasta la muerte de un mosquito te hace llorar.
―Ningún tipo que no levante la tapa del váter para mear merece tus lágrimas―trató de consolarla Killian.
La chica rio en una especie de hipido lastimoso. Llenó sus pulmones con el aire frío y regresó la mirada a Killian, pues en realidad buscaba que esos ojos la trasladasen de nuevo a ese pasado idílico.
―Mi padre dice que todo lo que merece la pena en la vida nos hace sufrir.
«¡Genial y ahora te pones a citar a tu santo padre!», se dijo así misma indignada, debía de estar presentando una imagen muy lamentable, más si cabía. Pero le consoló el hecho de que Killian parecía más borracho que ella.
―Pero yo creo que lo que merece de verdad la pena, es buscar alguien que nos evite sufrimiento.
Killian la observó con el ceño fruncido.
―¿Siempre te pones así de reflexiva cuando estás borracha?
En ese momento llegaron a la residencia de chicas de la universidad. Salow sacó su tarjeta y pasó la llave por la cerradura electrónica, soltando la mano del chico. Se sorprendió de nuevo al ver que en lugar de despedirse, Killian se coló por la puerta entreabierta.
―Nadie me va a secuestrar de camino al segundo piso, puedes irte.
Una de las cosas que cohibían a Salow era que la acompañasen a los sitios, no había un motivo real para ello, era una de esas manías sin fundamento.
―Nunca se sabe―Killian pasó a su lado y comenzó a subir las escaleras, agarrado a la barandilla. Salow lo siguió.
La habitación de Salow se encontraba situada al final del pasillo, junto a una planta seca y una ventana llena de polvo. Caminó a tientas hasta el lugar, más rápido de lo esperado para su poca coordinación, pero ella ya se había visualizado en la cama. Tras llegar a la puerta apoyó la espalda contra ésta, quedando frente a Killian, que la observaba de pie a la luz de la noche. Las sombras partían su rostro por la mitad, lo cual acrecentaba su atractivo.
―Gracias por acompañarme―murmuró, mordiendo su labio inferior.
Killian se posicionó a dos centímetros de su cara antes de que se diese cuenta. Todo lo que veía eran sus ojos, esos ojos que quería que fueran de otra persona, que deseaba fervientemente que la miraran así para siempre y sanasen su herida de nuevo.
―Ha sido un placer conocerte.― ¡Qué caballeroso!, pensó la parte desinhibida de Salow, que proseguía apresando su labio inferior con los dientes―. Tenemos que salir más a menudo.
A tientas, Salow pasó la tarjeta por la cerradura, abriendo la puerta. Como si sus terminaciones nerviosas presintieran lo que sucedería a continuación. Y lo que pasó a continuación es que Killian la besó y ella a él también. Se estaban besando, y eso no era ni bueno ni malo, simplemente estaba sucediendo. Y ambos estaban tan borrachos que no pensaban en lo que hacían.
Salow rodeó el cuello de Killian con sus manos temblorosas, él apegó sus caderas a las suyas, juntando sus entrepiernas. Eso fue suficiente para que Salow, de una patada, abriese la puerta de la habitación. Killian la cargó en sus caderas y entre lametones en el cuello y más besos llegaron a la cama de Salow.
Lo único en lo que le dio tiempo a pensar antes de que Killian prácticamente, le arrancase el anorak y el resto de su vestimenta superior, fue que era una suerte que Rossie, su compañera de habitación, ya estuviese en su dormitorio.
▪ ▫ ▪ ▫ ▪ ▫
Kayden no sabía muy bien qué estaba haciendo en el Ragsdale a esas horas de la noche. Bueno, sí lo sabía, Abby le había arrastrado, casi literalmente, de los pelos hasta allí. Apelando a su razonamiento de que por mucho que su relación con Vera hubiera tocado fin, su vida no tenía por qué hacerlo. Sin embargo, Kayden sí creía que su vida había tocado fin. Desde hacía dos semanas, que era el tiempo transcurrido desde que había roto su relación de seis años con Vera, se sentía poco menos que una sombra.
Los días pasaban lentos y rápidos, sentía todo y nada. La sensación de que había cometido el mayor error de su vida, no lo abandonaba, se aferraba a él con garras invisibles. Pero la opción de volver con Vera tampoco era factible, porque en el último año lo que tenían se había convertido en un caída en picado hacia el suelo, que nadie podía salvar. Se había quedado sin opciones y la nada no lo ayudaba a calmar su dolor.
Kayden se sentía atrapado en una especie de limbo, sin poder salir de aquel sitio.
La noche empezó a pasar como solía pasar todo últimamente, ajena a él. Kayden permanecía sentado en la barra, mirando el efecto que provocaba la tenue luz sobre la madera, sin hacer caso a las insistencias de Abby y Killian para integrarse en la conversación con la chica borracha, la tal Salow, que lo había comparado con un perro.
Deseaba fervientemente hallarse en otro lugar, precisamente, deseaba estar en el sofá de segunda mano que había comprado con Vera poco después de irse a vivir juntos. Viendo La Bella Durmiente (la película preferida de Vera), una vez más. Deseaba que ella se quedase dormida en su hombro, que su respiración la calmara. Después llevarla a la cama y que se acurrucase junto a él.
Su padre le había dicho el día anterior que se acostumbraría, que en realidad, lo que echaba de menos era la rutina de tenerla junto a él. «Es como cuando pierdes el brazo, al principio sientes un enorme vacío y experimentas lo que se conoce como miembro fantasma. Pero con el tiempo creas una nueva rutina, y dejas de echarlo de menos». Estar sin Vera no era como perder un brazo, era perder todos los miembros de su cuerpo.
Desbloqueó el móvil por tercera vez en dos minutos, esperando encontrar un mensaje de la chica. Era algo que hacía con mucha frecuencia, esperando que todo hubiese sido una pesadilla y que pronto terminara. Aunque en el fondo, bajo esa ficción que mantenía su esperanza despierta, Kayden conocía la verdad: su relación había terminado por mutuo acuerdo, ninguno llamaría.
Kayden no podía darle a Vera más de lo que le daba y ella necesitaba más. «¿Qué más puede querer?», se encontró preguntándose de nuevo. Él siempre le había dado todo, y no había sido suficiente. Quizá eso era lo que más le dolía, que después de tantos años, hubiese dejado de ser algo suficiente.
―Era simpática, ¿verdad?
El rostro de Abby apareció frente al suyo de súbito, sobresaltándolo y liberándolo de su regodeo interno. Kayden alzó la vista. Alcanzó a ver como Killian y la chica abandonaban el local. Hizo un gesto reprobatorio con la cabeza, sabía muy bien que cuando su amigo acompañaba a una chica a casa, no era de manera desinteresada.
―Estaba borracha, todos lo somos en ese estado.
―Entonces, tú deberías emborracharte más a menudo, te estás convirtiendo en un muermo.
―Siempre he sido un muermo, has sido tú la que me ha obligado a venir.
Abby miró con pena a su amigo, Kayden sabía que a su amiga no le gustaba verlo de aquella manera y menos si la culpable era Vera, quien nunca le había caído bien. De hecho, Abby fue una de las que lo incitó a tomar la decisión de separarse.
―Sí y ahora voy a obligarte a que te lo pases bien.
Abby se incorporó del taburete y tiró de Kayden hacia la pista de baile, donde la gente danzaba. Hacía rato que habían sustituido a Ella Fitzgerald por una música más atronadora. Mientras su amiga comenzaba a coger ritmo, él permaneció de pie como una estatua. Pero no por mucho tiempo más, pues la alegría de Abby era fácil de contagiarse y poco a poco, fue abandonando su estado estático para bailar también.
Concentrarse en que sus pasos no resultaran torpes, ayudó a que dejara la mente en blanco. Por primera vez en días, se sentía relajado.
―A veces tengo ganas de arrancarte la cabeza―le gritó a Abby al oído―. Pero eres una buena amiga.
Ella le guiñó un ojo divertida y siguió bailando. Sin embargo, lo que Kayden no sabía, es que aquel estado de relajación iba a durar poco. Porque mientras él bailaba, a su teléfono llegó un mensaje de Vera que lo complicaría todo.
Los días pasaban lentos y rápidos, sentía todo y nada. La sensación de que había cometido el mayor error de su vida, no lo abandonaba, se aferraba a él con garras invisibles. Pero la opción de volver con Vera tampoco era factible, porque en el último año lo que tenían se había convertido en un caída en picado hacia el suelo, que nadie podía salvar. Se había quedado sin opciones y la nada no lo ayudaba a calmar su dolor.
Kayden se sentía atrapado en una especie de limbo, sin poder salir de aquel sitio.
La noche empezó a pasar como solía pasar todo últimamente, ajena a él. Kayden permanecía sentado en la barra, mirando el efecto que provocaba la tenue luz sobre la madera, sin hacer caso a las insistencias de Abby y Killian para integrarse en la conversación con la chica borracha, la tal Salow, que lo había comparado con un perro.
Deseaba fervientemente hallarse en otro lugar, precisamente, deseaba estar en el sofá de segunda mano que había comprado con Vera poco después de irse a vivir juntos. Viendo La Bella Durmiente (la película preferida de Vera), una vez más. Deseaba que ella se quedase dormida en su hombro, que su respiración la calmara. Después llevarla a la cama y que se acurrucase junto a él.
Su padre le había dicho el día anterior que se acostumbraría, que en realidad, lo que echaba de menos era la rutina de tenerla junto a él. «Es como cuando pierdes el brazo, al principio sientes un enorme vacío y experimentas lo que se conoce como miembro fantasma. Pero con el tiempo creas una nueva rutina, y dejas de echarlo de menos». Estar sin Vera no era como perder un brazo, era perder todos los miembros de su cuerpo.
Desbloqueó el móvil por tercera vez en dos minutos, esperando encontrar un mensaje de la chica. Era algo que hacía con mucha frecuencia, esperando que todo hubiese sido una pesadilla y que pronto terminara. Aunque en el fondo, bajo esa ficción que mantenía su esperanza despierta, Kayden conocía la verdad: su relación había terminado por mutuo acuerdo, ninguno llamaría.
Kayden no podía darle a Vera más de lo que le daba y ella necesitaba más. «¿Qué más puede querer?», se encontró preguntándose de nuevo. Él siempre le había dado todo, y no había sido suficiente. Quizá eso era lo que más le dolía, que después de tantos años, hubiese dejado de ser algo suficiente.
―Era simpática, ¿verdad?
El rostro de Abby apareció frente al suyo de súbito, sobresaltándolo y liberándolo de su regodeo interno. Kayden alzó la vista. Alcanzó a ver como Killian y la chica abandonaban el local. Hizo un gesto reprobatorio con la cabeza, sabía muy bien que cuando su amigo acompañaba a una chica a casa, no era de manera desinteresada.
―Estaba borracha, todos lo somos en ese estado.
―Entonces, tú deberías emborracharte más a menudo, te estás convirtiendo en un muermo.
―Siempre he sido un muermo, has sido tú la que me ha obligado a venir.
Abby miró con pena a su amigo, Kayden sabía que a su amiga no le gustaba verlo de aquella manera y menos si la culpable era Vera, quien nunca le había caído bien. De hecho, Abby fue una de las que lo incitó a tomar la decisión de separarse.
―Sí y ahora voy a obligarte a que te lo pases bien.
Abby se incorporó del taburete y tiró de Kayden hacia la pista de baile, donde la gente danzaba. Hacía rato que habían sustituido a Ella Fitzgerald por una música más atronadora. Mientras su amiga comenzaba a coger ritmo, él permaneció de pie como una estatua. Pero no por mucho tiempo más, pues la alegría de Abby era fácil de contagiarse y poco a poco, fue abandonando su estado estático para bailar también.
Concentrarse en que sus pasos no resultaran torpes, ayudó a que dejara la mente en blanco. Por primera vez en días, se sentía relajado.
―A veces tengo ganas de arrancarte la cabeza―le gritó a Abby al oído―. Pero eres una buena amiga.
Ella le guiñó un ojo divertida y siguió bailando. Sin embargo, lo que Kayden no sabía, es que aquel estado de relajación iba a durar poco. Porque mientras él bailaba, a su teléfono llegó un mensaje de Vera que lo complicaría todo.
▪ ▫ ▪ ▫ ▪ ▫
A los seis años Vera Weaver aprendió algo: que vivimos en un mundo que cambia cada día y por ende, las personas cambiamos con él. Por eso, siempre había tratado de enfrentar los cambios con la mejor de las sonrisas, acoplándose a ellos lo más rápido posible para que las cosas regresaran a la normalidad. Sin embargo, los últimos cambios de su vida le quedaban muy grandes como para sonreírles.
―No puedo hacerlo.
Vera se dejó caer en la cama de su antigua habitación. Mientras encontraba un trabajo estable y un apartamento, había decidido mudarse de nuevo a casa de su madre. Tenía el rostro escondido entre sus manos y las piernas le temblaban sin control. Bunny se sentó a su lado, posando una mano apaciguadora sobre su hombro. Vera, aun con el rostro entre las manos, separó los dedos, por los que se entreveían sus ojos azules, ahora brillantes a causa de la amenaza de las lágrimas, amenaza que la acompañaba de manera constante desde hacía días.
―Tienes que salir de dudas―dijo Bunny.
«Tienes que salir de dudas», Vera había perdido la cuenta de las veces que se repitió aquella misma frase en la última semana. Y mientras la duda prosiguiera, Vera se consolaba con que todo seguiría igual. Sin embargo, no había sido hasta aquella misma mañana, cuando Bunny había tenido que agarrarla para que no se desplomase contra el suelo a causa de un mareo inoportuno, que se había decidido a resolver sus dudas.
―No puedo hacerlo―repitió.
Bunny suspiró con pesar, había tenido que invertir mucho tiempo en convencer a su amiga para que llegar a ese momento y no estaba dispuesta a ceder, no era un tema que pudiera retrasarse más.
―Está bien.― Bunny se levantó de la cama y caminó hacia el baño―. Lo haré yo.
Tras sus palabras, un sudor frío recorrió la columna de Vera, muy parecido al que había tenido tras su última conversación con Kayden.
Kayden… al pensar en él, al sudor frío se sumaron un par de lágrimas traviesas que osaron recorrer sus mejillas. Vera las secó rápidamente, no quería pensar en Kayden en aquel momento, porque si no iba a darle un ataque de nervios como la noche anterior.
En esos minutos, a Bunny le había dado tiempo a volver del baño y ahora se encontraba frente a Vera, sosteniendo la prueba entre sus manos. A Vera la embargó la sensación de hallarse frente a un juez que estaba a punto de dictaminar su futuro, y en cierto modo, así era.
―¿Cuál es el resultado?―se atrevió a preguntar, con la voz entrecortada.
Bunny portaba un gesto circunspecto en su rostro, del que no se podía dilucidar nada. Los segundos que transcurrieron antes de que su amiga hablara, fueron los más largos de toda su vida.
―Positivo, estás embarazada.
Y ahí estaba la atronadora verdad, la que llevaba tiempo tratando de eludir. Solo que ya no había manera, la duda estaba disipada y no había forma de volver a ella. Estaba embarazada. Vera rompió a llorar, sin poder evitarlo.
―No, no puedo estar embarazada.
Bunny se sentó a su lado y la rodeó con el brazo, sin saber qué hacer o decir para calmarla. Sabía que una vez pasada la sorpresa, Vera se calmaría e iría aceptando su nueva situación poco a poco, pero hasta el momento, era como una tormenta tropical. Los minutos pasaron, al igual que las lágrimas. Vera dejó de convulsionarse y se quedó quieta, retorciéndose las manos. Estaba embarazada y no tenía ni idea de lo que iba a hacer.
―Vera, no te lo tomes a mal, pero tengo que hacerte esta pregunta…―Bunny se sentó de lado para quedar frente a ella― ¿Quién es el padre?
―Kayden, no he estado con otro chico en vida.
―Tenía que preguntarlo.
Iba a tener un hijo con Kayden, qué irónico. Ambos habían estado dispuestos a separarse y ahora iban a estar unidos de por vida. Aquello hizo que el pánico regresara al cuerpo de Vera, pensando en cómo darle la noticia a Kayden.
―Debes decírselo―era como si Bunny le hubiera leído el pensamiento, algo que ocurría muy a menudo.
―Va a ser todo muy raro…
Pero en realidad, lo que Vera quería decir es que tenía miedo de que Kayden no lo aceptara, que la dejara sola con todo el asunto del embarazo.
―Lo raro sería que estuvieseis juntos, hoy en día es más normal ver padres separados.
―Tu manera de animarme es única―una pequeña risa salió por sus labios.
―Lo sé y resulta que después de todo, sí que consigo animarte.
Vera se levantó de la cama para coger su teléfono, aunque primero tuvo que encenderlo. Había decidido apagarlo para evitar llamar a Kayden. Una vez encendido, le escribió el siguiente mensaje: «Tenemos que hablar, llámame cuando puedas». A continuación abandonó el móvil a su lado.
―Voy a ser mamá...―murmuró para sí misma, sin acabar de creerlo todavía.
―No puedo hacerlo.
Vera se dejó caer en la cama de su antigua habitación. Mientras encontraba un trabajo estable y un apartamento, había decidido mudarse de nuevo a casa de su madre. Tenía el rostro escondido entre sus manos y las piernas le temblaban sin control. Bunny se sentó a su lado, posando una mano apaciguadora sobre su hombro. Vera, aun con el rostro entre las manos, separó los dedos, por los que se entreveían sus ojos azules, ahora brillantes a causa de la amenaza de las lágrimas, amenaza que la acompañaba de manera constante desde hacía días.
―Tienes que salir de dudas―dijo Bunny.
«Tienes que salir de dudas», Vera había perdido la cuenta de las veces que se repitió aquella misma frase en la última semana. Y mientras la duda prosiguiera, Vera se consolaba con que todo seguiría igual. Sin embargo, no había sido hasta aquella misma mañana, cuando Bunny había tenido que agarrarla para que no se desplomase contra el suelo a causa de un mareo inoportuno, que se había decidido a resolver sus dudas.
―No puedo hacerlo―repitió.
Bunny suspiró con pesar, había tenido que invertir mucho tiempo en convencer a su amiga para que llegar a ese momento y no estaba dispuesta a ceder, no era un tema que pudiera retrasarse más.
―Está bien.― Bunny se levantó de la cama y caminó hacia el baño―. Lo haré yo.
Tras sus palabras, un sudor frío recorrió la columna de Vera, muy parecido al que había tenido tras su última conversación con Kayden.
Kayden… al pensar en él, al sudor frío se sumaron un par de lágrimas traviesas que osaron recorrer sus mejillas. Vera las secó rápidamente, no quería pensar en Kayden en aquel momento, porque si no iba a darle un ataque de nervios como la noche anterior.
En esos minutos, a Bunny le había dado tiempo a volver del baño y ahora se encontraba frente a Vera, sosteniendo la prueba entre sus manos. A Vera la embargó la sensación de hallarse frente a un juez que estaba a punto de dictaminar su futuro, y en cierto modo, así era.
―¿Cuál es el resultado?―se atrevió a preguntar, con la voz entrecortada.
Bunny portaba un gesto circunspecto en su rostro, del que no se podía dilucidar nada. Los segundos que transcurrieron antes de que su amiga hablara, fueron los más largos de toda su vida.
―Positivo, estás embarazada.
Y ahí estaba la atronadora verdad, la que llevaba tiempo tratando de eludir. Solo que ya no había manera, la duda estaba disipada y no había forma de volver a ella. Estaba embarazada. Vera rompió a llorar, sin poder evitarlo.
―No, no puedo estar embarazada.
Bunny se sentó a su lado y la rodeó con el brazo, sin saber qué hacer o decir para calmarla. Sabía que una vez pasada la sorpresa, Vera se calmaría e iría aceptando su nueva situación poco a poco, pero hasta el momento, era como una tormenta tropical. Los minutos pasaron, al igual que las lágrimas. Vera dejó de convulsionarse y se quedó quieta, retorciéndose las manos. Estaba embarazada y no tenía ni idea de lo que iba a hacer.
―Vera, no te lo tomes a mal, pero tengo que hacerte esta pregunta…―Bunny se sentó de lado para quedar frente a ella― ¿Quién es el padre?
―Kayden, no he estado con otro chico en vida.
―Tenía que preguntarlo.
Iba a tener un hijo con Kayden, qué irónico. Ambos habían estado dispuestos a separarse y ahora iban a estar unidos de por vida. Aquello hizo que el pánico regresara al cuerpo de Vera, pensando en cómo darle la noticia a Kayden.
―Debes decírselo―era como si Bunny le hubiera leído el pensamiento, algo que ocurría muy a menudo.
―Va a ser todo muy raro…
Pero en realidad, lo que Vera quería decir es que tenía miedo de que Kayden no lo aceptara, que la dejara sola con todo el asunto del embarazo.
―Lo raro sería que estuvieseis juntos, hoy en día es más normal ver padres separados.
―Tu manera de animarme es única―una pequeña risa salió por sus labios.
―Lo sé y resulta que después de todo, sí que consigo animarte.
Vera se levantó de la cama para coger su teléfono, aunque primero tuvo que encenderlo. Había decidido apagarlo para evitar llamar a Kayden. Una vez encendido, le escribió el siguiente mensaje: «Tenemos que hablar, llámame cuando puedas». A continuación abandonó el móvil a su lado.
―Voy a ser mamá...―murmuró para sí misma, sin acabar de creerlo todavía.
▪ ▫ ▪ ▫ ▪ ▫
Mudarse a otro país era la cosa más temeraria que había hecho Dylan en su vida. Y se sentía perdido, pero no en sentido figurado, sino literal. Estaba parado en medio de la calle, decidiendo qué rumbo tomar, sin decidirse. Llevaba dos semanas en Chicago y las había pasado recluido en su habitación de hotel. No se incorporaría a las clases hasta tres días después y no tenía a ningún sitio al que salir en aquel lugar desconocido.
Sin embargo, ese día se había visto obligado a hacerlo, pues tenía una entrevista para encontrar piso. Dylan poseía los ahorros suficientes para sobrevivir un tiempo en Illinois hasta que encontrase trabajo, pero si continuaba alimentándose del servicio de habitaciones, quizá terminaría en la calle. Y el otro día leyendo el periódico había visto un anuncio en el que se solicitaba compañero de piso. El alquiler no era excesivamente caro y estaba lo suficientemente cerca de la universidad. El problema era que el hotel se hallaba bastante lejos y a pesar de las indicaciones del amable botones, Dylan había terminado por perderse.
Se decidió a preguntar a un hombre vestido de traje que aguardaba en la parada de autobús. Dylan era de los que preferían valerse por sí mismos antes de pedir ayuda, pero llegaba tarde a la jornada de entrevistas y no quería perder la oportunidad.
―Disculpe―habló cuando se posicionó a su lado.
El hombre del traje lo miró por encima del hombro, como si Dylan fuese una mosca cojonera que perturbaba su calma.
―¿Qué?
Sin embargo, eso no cohibió a Dylan, pues él era la persona más impávida de la faz de la tierra.
―¿Puede decirme cómo llegar hasta aquí?―le tendió el papel arrugado en el que había apuntado la dirección.
El hombre miró el papel y después a Dylan, como si sufriese un retraso mental. Se limitó a señalar el edificio que había al otro lado de la calle y le devolvió el papel. Dylan se marchó sin decir nada, molesto, no era culpa suya que en aquel país no pusieran los nombres de las calles a la vista.
Llegó al portal que salía en la dirección poco después. Llamó al telefonillo y aguardó impaciente a que alguien respondiera. Solo pasaban cinco minutos de las siete (hora a la que terminaba el periodo de entrevistas), no creía que le pusieran mucho problema por ello.
―¿Diga?―respondió una voz de hombre al otro lado.
―Vengo por el anuncio de compañero de piso.
La respuesta fue el sonido de la cerradura al abrirse, Dylan empujó la puerta hacia dentro y en lugar de esperar el ascensor ascendió los cuatro pisos por las escaleras. Al llegar arriba la puerta estaba entreabierta. La abrió de manera deliberada, lo primero que encontró fue a dos personas sentadas la una junto a la otra en dos sillas. Un chico y una chica.
―Hola, ¿puedo pasar?―preguntó educadamente.
―Por supuesto, entra―dijo la chica.
Dylan caminó a su encuentro y se sentó en la silla vacía que había frente a ellos. Si le habían atendido, quería decir que todavía no había encontrado compañero de piso.
―Eres Dylan Whittle, ¿no es así?―en esa ocasión fue el chico quien habló.
―Sí, soy yo.
Dylan no pudo evitar fijarse en la chica, no por nada en especial, sino porque se parecía a Emelié, la causante de que Dylan se encontrase en Illinois, tan lejos de su casa. Em le había pedido espacio antes de decidirse a comprometerse con él, así que Dylan, gustoso, se lo había dado.
―Bien…―comenzó a decir el chico.
―Vale, voy a serte sincera, por aquí acaba de pasar un desfile de tíos raros que ha terminado con mi paciencia, así que vamos al grano, ¿tienes algún hobby que implique quemar objetos?, ¿adoras a algún demonio?, ¿tiras de la cadena?
―Jordan―masculló entre dientes el chico, que le dirigió una mirada de disculpa a Dylan.
Él permaneció quieto, sin sorprenderse ni ofenderse.
―No a todas las preguntas, creo que lo más raro de mi vida es el póster de Pamela Anderson que me regaló mi padre cuando tenía quince años.
―Es el más normal, Jedd.
―Lo sé.
Dylan se dedicó a mirar el lugar, parecía un sitio agradable en el que vivir.
―¿Y bien?―quiso saber cuando volvió a prestar atención a los inquilinos.
―Me parece que vamos a ser compañeros de piso, me llamo Jedd, por cierto.
―Un placer.
Sin embargo, ese día se había visto obligado a hacerlo, pues tenía una entrevista para encontrar piso. Dylan poseía los ahorros suficientes para sobrevivir un tiempo en Illinois hasta que encontrase trabajo, pero si continuaba alimentándose del servicio de habitaciones, quizá terminaría en la calle. Y el otro día leyendo el periódico había visto un anuncio en el que se solicitaba compañero de piso. El alquiler no era excesivamente caro y estaba lo suficientemente cerca de la universidad. El problema era que el hotel se hallaba bastante lejos y a pesar de las indicaciones del amable botones, Dylan había terminado por perderse.
Se decidió a preguntar a un hombre vestido de traje que aguardaba en la parada de autobús. Dylan era de los que preferían valerse por sí mismos antes de pedir ayuda, pero llegaba tarde a la jornada de entrevistas y no quería perder la oportunidad.
―Disculpe―habló cuando se posicionó a su lado.
El hombre del traje lo miró por encima del hombro, como si Dylan fuese una mosca cojonera que perturbaba su calma.
―¿Qué?
Sin embargo, eso no cohibió a Dylan, pues él era la persona más impávida de la faz de la tierra.
―¿Puede decirme cómo llegar hasta aquí?―le tendió el papel arrugado en el que había apuntado la dirección.
El hombre miró el papel y después a Dylan, como si sufriese un retraso mental. Se limitó a señalar el edificio que había al otro lado de la calle y le devolvió el papel. Dylan se marchó sin decir nada, molesto, no era culpa suya que en aquel país no pusieran los nombres de las calles a la vista.
Llegó al portal que salía en la dirección poco después. Llamó al telefonillo y aguardó impaciente a que alguien respondiera. Solo pasaban cinco minutos de las siete (hora a la que terminaba el periodo de entrevistas), no creía que le pusieran mucho problema por ello.
―¿Diga?―respondió una voz de hombre al otro lado.
―Vengo por el anuncio de compañero de piso.
La respuesta fue el sonido de la cerradura al abrirse, Dylan empujó la puerta hacia dentro y en lugar de esperar el ascensor ascendió los cuatro pisos por las escaleras. Al llegar arriba la puerta estaba entreabierta. La abrió de manera deliberada, lo primero que encontró fue a dos personas sentadas la una junto a la otra en dos sillas. Un chico y una chica.
―Hola, ¿puedo pasar?―preguntó educadamente.
―Por supuesto, entra―dijo la chica.
Dylan caminó a su encuentro y se sentó en la silla vacía que había frente a ellos. Si le habían atendido, quería decir que todavía no había encontrado compañero de piso.
―Eres Dylan Whittle, ¿no es así?―en esa ocasión fue el chico quien habló.
―Sí, soy yo.
Dylan no pudo evitar fijarse en la chica, no por nada en especial, sino porque se parecía a Emelié, la causante de que Dylan se encontrase en Illinois, tan lejos de su casa. Em le había pedido espacio antes de decidirse a comprometerse con él, así que Dylan, gustoso, se lo había dado.
―Bien…―comenzó a decir el chico.
―Vale, voy a serte sincera, por aquí acaba de pasar un desfile de tíos raros que ha terminado con mi paciencia, así que vamos al grano, ¿tienes algún hobby que implique quemar objetos?, ¿adoras a algún demonio?, ¿tiras de la cadena?
―Jordan―masculló entre dientes el chico, que le dirigió una mirada de disculpa a Dylan.
Él permaneció quieto, sin sorprenderse ni ofenderse.
―No a todas las preguntas, creo que lo más raro de mi vida es el póster de Pamela Anderson que me regaló mi padre cuando tenía quince años.
―Es el más normal, Jedd.
―Lo sé.
Dylan se dedicó a mirar el lugar, parecía un sitio agradable en el que vivir.
―¿Y bien?―quiso saber cuando volvió a prestar atención a los inquilinos.
―Me parece que vamos a ser compañeros de piso, me llamo Jedd, por cierto.
―Un placer.
▪ ▫ ▪ ▫ ▪ ▫
Si bien la noche anterior Salow había sentido que era una mota de polvo flotante, al despertarse a la mañana siguiente, sentía como si todo el peso del edificio recayera por completo en su cuerpo. Los ojos le ardían a causa del maquillaje que no se había quitado y en su cabeza se había acoplado toda la Filarmónica de Londres al completo.
«No más whisky, tengo que decirle a Hattie que me pegue con un palo la próxima vez que le pida una copa».
Decidió estirarse para terminar parcialmente con el agarrotamiento, y en el momento que lo hizo, su mano derecha se topó con el torso desnudo de alguien. Se incorporó como un resorte y espantada miró a su lado. Allí estaba Killian, babeando sobre su almohada. Entonces fue cuando los recuerdos de las últimas horas de la noche la abordaron, provocando que escondiera la cara entre sus manos (y que aparecieran unas crecientes ganas de golpearse). Se había acostado con Killian.
«Definitivamente, no más whisky».
La tercera persona agradable que conocía en Illinois y Salow se acostaba con él, y ahora que se encontraba en sus cabales, se arrepentía de haberlo hecho.
―Killian.―Murmuró para despertarlo.
Él no se movió.
―Killian.―Le dio un toquecito en el hombro.
Nada.
Salow recurrió a la táctica que siempre empleaba con la marmota de su hermano; le tapó la nariz. Y la falta de aire hizo que Killian, por fin, abriera los ojos. Al menos, parcialmente. El chico sonrió por inercia, como si se despertasen el uno al lado del otro todas las mañanas. Después, su cara pasó por varias fases; aturdimiento, reconocimiento y arrepentimiento.
―Genial, he vuelto a cagarla―se lamentó hundiendo el rostro entre la almohada.
―Y que lo digas―Salow le dio unas palmaditas consoladoras en la espalda.
Se quedaron en silencio, escuchando el sonido del pasar de los segundos. Salow pensaba en si decirle que se marchara era de mala educación. Cuando de pronto, Killian se incorporó, quedando de rodillas sobre el colchón.
―¡Mierda!―su mirada viajaba frenética por la habitación, buscando algo―. ¿Qué hora es?
Salow estiró la mano hacia la mesilla para coger su despertador. Lo posicionó frente a su pecho, para que Killian viese la hora. Eran las once de la mañana.
―Llego tarde a buscar a Harlow, Dios… Zarina va a matarme.
―¿Quién es Harlow, tu perro?―preguntó Salow, curiosa.
Killian la fulminó con la mirada, vamos que de ser posible, la hubiese derretido con sus ojos.
―Es mi hijo.
Salow se quedó blanca, del mismo blanco que la pared. Su error alcanzaba límites insospechados. Ya era malo acostarse con un casi desconocido, pero eso…
―¡Cómo he podido caer tan bajo, me he acostado con un casado!―se lamentó muerta de la vergüenza.
Killian, que estaba dando vueltas sobre sí mismo a la pata coja, tratando de ponerse le pantalón, se paró en seco al escuchar sus palabras.
―No estoy casado, estoy separado, además, no es necesario casarse para tener un hijo con alguien.
El peso plomizo que estaba dominando a Salow se disolvió. Y aquel pequeño mal entendido, la puso de buen humor. Saber que no había caído tan bajo como creía era todo un alivio. También se incorporó de la cama y corrió a su armario empotrado.
―Te llevo, tengo coche.
El dinero para el coche había sido el regalo que Gideon le había hecho a Salow por la mudanza. Últimamente la llenaban mucho de regalos consoladores.
―Gracias.―Killian estaba frente al espejo del tocador, tratando de domar sus rizos.
Salow cogió una sudadera, unos vaqueros y se puso sus zapatillas de deporte. Antes de que a Killian le diera un ataque al corazón por el retraso, le dio tiempo a lavarse los dientes para quitarse el mal sabor de boca y hacerse una coleta. Abandonaron el piso a la carrera y también a la carrera, llegaron al Miata color rojo de Salow, que estaba aparcado frente a la residencia.
El trayecto en coche fue estresante, sobre todo porque Killian no paraba de repetir las mismas indicaciones cada pocos segundos y de gritar a todo aquel que les retrasase. Salow estaba de los nervios cuando aparcó frente al complejo de apartamentos que le había dicho Killian. En la puerta, había una chica preciosa sujetando a un bebé, esa debía ser Zarina. La cual, al ver que Killian llegaba con ella, le dirigió a Salow una mirada amenazadora.
«Genial, tienes el récord de ganarte el odio de la gente sin siquiera conocerte», Salow se deslizó por el asiento, quedando libre del radio de miradas. Mientras tanto, Killian ya había salido disparado del coche para ir al encuentro de su hijo. Desde la lejanía Salow pudo ver como Zarina le gritaba y él agachaba la cabeza. En uno de los momentos, la chica señaló hacia el coche, seguro que estaba diciendo barbaridades acerca de Salow.
―¿Dónde me he metido?―masculló para sí, mirando hacia el frente.
Tuvieron que pasar unos diez minutos antes de que la chica se diese la vuelta furiosa y le entregase el niño a Killian. Éste regresó al coche con Harlow cargado en un brazo, la bolsa en el hombro y el portabebés en su mano libre. Salow salió del coche para abrirle la puerta. La mirada de desolación que traía Killian le encogió el corazón.
―Cógelo un segundo.
Le tendió a su hijo y Salow lo agarró por debajo de los hombros. Era blandito y calentito, pero la miraba como si fuese el Coco. A Salow se le daban fatal los niños. Afortunadamente, Killian puso el portabebés en menos de un minuto y la liberó. Colocó a su hijo en la silla y le dio un beso en la frente antes de incorporarse y cerrar la puerta con delicadeza. Se desplomó contra el coche. La chica esperó paciente a que se serenase.
―Oye respecto a lo de ayer…―empezó a decir, cohibido.
―Un error fatal, lo sé. ¿Y sabes?, soy mejor amiga que amante.
Killian le gustaba, pero no de la forma de la noche anterior, sino como persona. Y por haberse acostado juntos no quería perder la oportunidad de forjar una amistad con él. El chico suspiró fuertemente y el aura gris que le acompañaba se disipó un poco cuando se decidió a sonreír.
―Vamos, te invito a un café para recompensarte. Así me cuentas quien es el capullo que te rompió el corazón y yo me distraigo de mi propia desgracia.
―Eso van a ser más de dos cafés, mis desgracias no son un espectáculo gratuito.
Salow Krouse tenía otra teoría: o se reía de lo patética que había sido al entregarle el corazón a Fred o iba a terminar por perderse, más de lo que ya estaba.
«No más whisky, tengo que decirle a Hattie que me pegue con un palo la próxima vez que le pida una copa».
Decidió estirarse para terminar parcialmente con el agarrotamiento, y en el momento que lo hizo, su mano derecha se topó con el torso desnudo de alguien. Se incorporó como un resorte y espantada miró a su lado. Allí estaba Killian, babeando sobre su almohada. Entonces fue cuando los recuerdos de las últimas horas de la noche la abordaron, provocando que escondiera la cara entre sus manos (y que aparecieran unas crecientes ganas de golpearse). Se había acostado con Killian.
«Definitivamente, no más whisky».
La tercera persona agradable que conocía en Illinois y Salow se acostaba con él, y ahora que se encontraba en sus cabales, se arrepentía de haberlo hecho.
―Killian.―Murmuró para despertarlo.
Él no se movió.
―Killian.―Le dio un toquecito en el hombro.
Nada.
Salow recurrió a la táctica que siempre empleaba con la marmota de su hermano; le tapó la nariz. Y la falta de aire hizo que Killian, por fin, abriera los ojos. Al menos, parcialmente. El chico sonrió por inercia, como si se despertasen el uno al lado del otro todas las mañanas. Después, su cara pasó por varias fases; aturdimiento, reconocimiento y arrepentimiento.
―Genial, he vuelto a cagarla―se lamentó hundiendo el rostro entre la almohada.
―Y que lo digas―Salow le dio unas palmaditas consoladoras en la espalda.
Se quedaron en silencio, escuchando el sonido del pasar de los segundos. Salow pensaba en si decirle que se marchara era de mala educación. Cuando de pronto, Killian se incorporó, quedando de rodillas sobre el colchón.
―¡Mierda!―su mirada viajaba frenética por la habitación, buscando algo―. ¿Qué hora es?
Salow estiró la mano hacia la mesilla para coger su despertador. Lo posicionó frente a su pecho, para que Killian viese la hora. Eran las once de la mañana.
―Llego tarde a buscar a Harlow, Dios… Zarina va a matarme.
―¿Quién es Harlow, tu perro?―preguntó Salow, curiosa.
Killian la fulminó con la mirada, vamos que de ser posible, la hubiese derretido con sus ojos.
―Es mi hijo.
Salow se quedó blanca, del mismo blanco que la pared. Su error alcanzaba límites insospechados. Ya era malo acostarse con un casi desconocido, pero eso…
―¡Cómo he podido caer tan bajo, me he acostado con un casado!―se lamentó muerta de la vergüenza.
Killian, que estaba dando vueltas sobre sí mismo a la pata coja, tratando de ponerse le pantalón, se paró en seco al escuchar sus palabras.
―No estoy casado, estoy separado, además, no es necesario casarse para tener un hijo con alguien.
El peso plomizo que estaba dominando a Salow se disolvió. Y aquel pequeño mal entendido, la puso de buen humor. Saber que no había caído tan bajo como creía era todo un alivio. También se incorporó de la cama y corrió a su armario empotrado.
―Te llevo, tengo coche.
El dinero para el coche había sido el regalo que Gideon le había hecho a Salow por la mudanza. Últimamente la llenaban mucho de regalos consoladores.
―Gracias.―Killian estaba frente al espejo del tocador, tratando de domar sus rizos.
Salow cogió una sudadera, unos vaqueros y se puso sus zapatillas de deporte. Antes de que a Killian le diera un ataque al corazón por el retraso, le dio tiempo a lavarse los dientes para quitarse el mal sabor de boca y hacerse una coleta. Abandonaron el piso a la carrera y también a la carrera, llegaron al Miata color rojo de Salow, que estaba aparcado frente a la residencia.
El trayecto en coche fue estresante, sobre todo porque Killian no paraba de repetir las mismas indicaciones cada pocos segundos y de gritar a todo aquel que les retrasase. Salow estaba de los nervios cuando aparcó frente al complejo de apartamentos que le había dicho Killian. En la puerta, había una chica preciosa sujetando a un bebé, esa debía ser Zarina. La cual, al ver que Killian llegaba con ella, le dirigió a Salow una mirada amenazadora.
«Genial, tienes el récord de ganarte el odio de la gente sin siquiera conocerte», Salow se deslizó por el asiento, quedando libre del radio de miradas. Mientras tanto, Killian ya había salido disparado del coche para ir al encuentro de su hijo. Desde la lejanía Salow pudo ver como Zarina le gritaba y él agachaba la cabeza. En uno de los momentos, la chica señaló hacia el coche, seguro que estaba diciendo barbaridades acerca de Salow.
―¿Dónde me he metido?―masculló para sí, mirando hacia el frente.
Tuvieron que pasar unos diez minutos antes de que la chica se diese la vuelta furiosa y le entregase el niño a Killian. Éste regresó al coche con Harlow cargado en un brazo, la bolsa en el hombro y el portabebés en su mano libre. Salow salió del coche para abrirle la puerta. La mirada de desolación que traía Killian le encogió el corazón.
―Cógelo un segundo.
Le tendió a su hijo y Salow lo agarró por debajo de los hombros. Era blandito y calentito, pero la miraba como si fuese el Coco. A Salow se le daban fatal los niños. Afortunadamente, Killian puso el portabebés en menos de un minuto y la liberó. Colocó a su hijo en la silla y le dio un beso en la frente antes de incorporarse y cerrar la puerta con delicadeza. Se desplomó contra el coche. La chica esperó paciente a que se serenase.
―Oye respecto a lo de ayer…―empezó a decir, cohibido.
―Un error fatal, lo sé. ¿Y sabes?, soy mejor amiga que amante.
Killian le gustaba, pero no de la forma de la noche anterior, sino como persona. Y por haberse acostado juntos no quería perder la oportunidad de forjar una amistad con él. El chico suspiró fuertemente y el aura gris que le acompañaba se disipó un poco cuando se decidió a sonreír.
―Vamos, te invito a un café para recompensarte. Así me cuentas quien es el capullo que te rompió el corazón y yo me distraigo de mi propia desgracia.
―Eso van a ser más de dos cafés, mis desgracias no son un espectáculo gratuito.
Salow Krouse tenía otra teoría: o se reía de lo patética que había sido al entregarle el corazón a Fred o iba a terminar por perderse, más de lo que ya estaba.
indigo.
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Re: Double Rainbow
kATE ES MEJOR DE LO QUE ME LO HE IMAGINADO ;-;
YA ME PONGO A TERMINAR LOS COMENTARIOS QUE DEBO Y ;-; KATE LO HE AMADO MUCHISIMO, SE ME HA HECHO TAN TIERNA LA PARTE DE SALOW Y KILLIAN Y AY, FEELSS
YA ME PONGO A TERMINAR LOS COMENTARIOS QUE DEBO Y ;-; KATE LO HE AMADO MUCHISIMO, SE ME HA HECHO TAN TIERNA LA PARTE DE SALOW Y KILLIAN Y AY, FEELSS
peralta.
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Re: Double Rainbow
Los capítulos me están dejando sin vida los ame como no tienen idea en cuanto pueda comento bien
Kurisu
Re: Double Rainbow
No tengo la menor idea de porque puse que seguía Kate si la siguiente era Zoe lo lamento u_u bueno sigue Zoe después de ella seguiré yo porque ni Pushi, Elena o Yaz se han pasado por el tema. Y no sé si Vale vaya a poder subir capítulo tampoco.
peralta.
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Re: Double Rainbow
ya yo también lo vi pero me daba lo mismo, y como se que kate sube muy rápido no dije nada. esta noche enviaré los comentarios que tengo a mitad y me pondré a escribir por que me gustaría acabar antes de entrar en exámenes entre semana :skip:
✦ ausente.✦
pixie.
Re: Double Rainbow
que yo si me he pasado por el tema, STEPHO. MI COMENTARIO ESTÁ. He estado haciendo tramas con ginalu también. no acusais.
me faltan poquitos capítulos y tengo comentarios para todos.
ah, porque tan alterada.
yo estoy presente y bueno, me pondré a trabajar para que cuando suba zoe no se me ataree.
me faltan poquitos capítulos y tengo comentarios para todos.
ah, porque tan alterada.
yo estoy presente y bueno, me pondré a trabajar para que cuando suba zoe no se me ataree.
khaleesi.
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Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
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Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.