Narnia. Una nueva y diferente aventura

• Título: Narnia. Una nueva y diferente aventura

• Autor: Harley Alabama

• Adaptación: Si de la película "Las crónicas de Narnia y el príncipe Caspian", pero voy a inventar algunas cosas.

• Género: Acción | Romance | Fantasia

• Contenido: No

• Advertencias: Intentaré subir consecutivamente, pero dentro de poco empiezo bachillerato.

• Otras páginas: En Wattpad con el mismo nombre. 

Se hizo de noche rápidamente y más gente… bueno, criaturas… Narnianos, se unieron a nosotros. Eran tantos y tan diferentes los unos de los otros. A nuestro alrededor había centauros, minotauros, faunos, enanos… y toda clase de animales parlantes como osos y ardillas.

Me había quedado tan fascinada con la diversidad de especies, que no me di cuenta que nos tenían rodeados.

– ¡Matadles! –Gritó un centauro.

– ¡Asesinos! –Gritaban otros.

– ¡Mentirosos!

– ¡Marcharos de una vez!

Caspian me rodeaba los hombros con su brazo izquierdo, mientras que mantenía la mano derecha en la empuñadura de su espada aún envainada, dispuesto a protegerme a toda costa.

– Lo único que demuestra ese estúpido cuerno es que nos lo han robado también – Dijo Nikabrik. Estúpido enano gruñón.

– Nosotros no os hemos robado nada –Gritó mi hermano.

Unos cuantos más nos gritaron que éramos unos mentirosos.

– ¿Qué no habéis robado nada? –Gritó esta vez un minotauro– ¿Os nombramos todo lo que nos habéis robado?

– ¡Las casas! –Grito un centauro hembra.

– ¡Las tierras!

– ¡La libertad!

Y una serie más de quejas y gritos siguieron.

– ¡Nos habéis robado Narnia!

– ¿Nos responsabilizáis de los crímenes de nuestro pueblo? –Pregunté ya harta de tantas acusaciones.

– Y también, os castigaremos –Dijo Nikabrik. ¿He dicho ya que le odio?

– Es irónico viniendo de ti enano –Le dijo Reepicheep–. ¿O has olvidado que fue tu gente la que luchó al lado de la bruja blanca?

¿Nos estaba defendiendo el ratón?

– ¡Y volvería a hacerlo! Con tal de deshacernos de estos… ¡Barbaros!

– Menos mal que no está en tu mano hacer que vuelva... ¿O estas sugiriendo a los chicos que se enfrenten a Aslan? –Habló Buscatrufas. Muchos gritos nos abuchearon, pero no sé si estaban de acuerdo con que nos enfrentáramos a Aslan o con que no. Aunque no entendía de donde había salido tal idea–. Tal vez lo hayas olvidado, pero yo recuerdo muy bien que Narnia nunca fue feliz, salvo cuando reino un hijo de Adán.

– Es un Telmarino, ¿por qué lo queríamos como rey?

Se volvieron a oír un montón de abucheos.

– Porque puedo ayudaros –Le respondió Caspian al enano. De golpe se hizo silencio y Caspian me miró sorprendido–. Más allá del bosque, soy un príncipe, el trono Telmarino me pertenece. Si me ayudáis, haré que vuelva a reinar la paz.

Todo el mundo, hasta yo, nos quedamos fascinados con lo que dijo mi hermano. El silencio continuo unos segundos más, hasta que habló el que parecía el líder de los centauros.

– Es cierto. Ha llegado la hora. Yo observo los cielos, pues está en mi naturaleza hacerlo, al igual que en la tuya recordar, Tejón. El señor de la Victoria y la señora de la Paz, vuelven a estar juntos en el firmamento. Y ahora aquí, se ha vuelto a alzar un hijo de Adán. Para devolvernos la libertad.

– ¿Es posible? ¿Podría reinar la paz? –Preguntó una ardilla desde una rama– ¿Creéis que eso podría pasar?

– Hace dos días, yo no creía que existieran animales que hablaran, ni enanos, ni centauros… Y aquí estáis… Sois tantos que los Telmarinos jamás lo habríamos imaginado –Dije.

– Este cuerno –Continuó mi hermano mostrándolo a todos–, sea mágico o no, nos ha reunido y juntos podemos recuperar aquello que es nuestro.

– Si queréis guiarnos, todos mis hijos y yo –Dijo el centauro líder levantando su espada–, os ofrecemos nuestras espadas.

Todos los centauros y demás criaturas y animales levantaron espadas y manos, ofreciéndose a la causa.

– Las tropas de Miraz están a punto de alcanzarnos alteza.

– Si vamos a combatir, tenemos que reunir soldados y armas… No van a tardar mucho en llegar.

************

– ¿Aún estás despierta, Sophia? – Preguntó Caspian, mientras cerraba la tela, que simulaba un puerta, de la tienda de campaña.

Habíamos acampado en el mismo claro en el que habíamos estado rodeados pocas horas antes. Ahora, nos encontrabamos en una tienda de campaña elegante. Estos narnianos nos trataron como reyes desde el momento en que decidieron aceptar la oferta de Caspian. Unirse y luchar contra los demás Telmarinos. No sabía si realmente era un buena idea o no. Yo era partidaria de ayudar a los narnianos, de devolverles lo que era suyo, pero no teníamos tiempo. Caspian había estado hablando con el líder de los centauros, con Reepicheep y con otros soldados narnianos, durante una hora, en otra tienda. Antes de que Caspian decidiera que era lo suficiente tarde y que necesitaba descansar, había estado con él allí. Los narnianos habían proporcionado mapas de Narnia y pergaminos, preparados ya para pensar un ataque.

– Aún no me ha dado el tiempo de asimilar todo lo que hemos pasado en las últimas horas. Ahora lo estoy empezando a hacer y no puedo dormir.

– No te preocupes por lo que ha pasado. Estás a salvo, no dejaré que nada te pase.

– Estamos a salvo –Dije remarcando la entonación en la primera palabra –. Sabes que yo tampoco dejaría que te pasara nada, Casp.

El rió por lo bajo. Su risa me recordó los buenos momentos que habíamos pasado juntos en el castillo. Todos esos momentos en los que habíamos sido felices. Descubrir de golpe que esos momentos no se volverán a repetir, que han sido arruinados, es muy duro. Caspian nota que algo me pasa de verdad y se sienta a mi lado en la cama.

– De verdad, pequeña, no te preocupes.

– Lo intento, pero es que no puedo evitarlo.

Caspian me estuvo abrazando hasta que me empecé a dormir. Un poco más tarde note como él se levantaba y me tapaba con la fina sabana, que no era tan suave como la del castillo.

– Descansa –Me susurro–-. Mañana será un día muy largo.

Había parado a descansar. Llevaba un buen rato andando porque mi caballo iba un poco cargado con cosas que necesitaríamos y con Buscatrufas, más herido de gravedad que yo. Me había quedado atrás e iba pensado, de nuevo, en todo lo que había pasado en poco tiempo: el nacimiento del bebé, la huida y persecución, el encuentro con los narnianos, su aceptación para luchar juntos… Todo esto en dos días. ¡Y yo seguía en camisón y capa!

Estaba distraída pensado en todo aquello cuando de repente oí una voz. ¿Era de una niña? Que yo supiera no había ninguna niña en el grupo de narnianos. Cuando decidí echar un vistazo detrás de unos árboles, alguien me empujó contra estos y apoyo su peso en mi cuerpo. Al apoyar su cuerpo, tenía que hacer más fuerza con el mío para poder aguantarme de pie. El tobillo me estaba matando. Estaba tan sorprendida que me quede quieta y observé que tenía la hoja de una espada bien afilada a milímetros de mi garganta.

Cuando observé a la clase de inútil que me había matado de un susto, me sorprendí de nuevo. Era un joven rubio que no había visto nunca. Iba vestido con ropa cómoda, pero se notaba a leguas que era cara. La espada era increíble, con la empuñadura en forma de león y un mensaje tallado en la hoja. Cuando me volví a fijar en el muchacho, nuestros ojos se encontraron. Los suyos eran de un azul muy claro y me recordaban al agua del río que habíamos tenido que cruzar hace poco rato.

De repente dejé de ver sus ojos ya que el chico quito la espada de mi cuello y se dio la vuelta al oír como alguien le gritaba que tuviera cuidado. Yo me desplome hacia el suelo.

Mi hermano había aparecido de la nada y ahora estaba luchando con el muchacho que me había atacado. Sus espadas no dejaban de chocha entre gritos y giros. Segundos después, el muchacho rubio le había quitado la espada a mi hermano de un golpe, cayendo esta al suelo. Cuando Caspian la intento coger, el muchacho le ataco directamente a la cabeza, pero mi hermano, con sus buenos reflejos, esquivo el ataque y la espada quedo clavada en el tronco de una árbol.

Caspian le dio una patada en el estomago cuando el desconocido intentaba sacar su espada del tronco, haciendo que este cayera al suelo. Oí a alguien gritar. Y mientras mi hermano intentaba quitar el solo la espada del árbol para volverle a atacar, el rubio se levanto del suelo, roca en mano, dispuesto a darle en la cabeza.

No pude reaccionar, pero una voz lo hizo por mí.

– ¡No! ¡Basta!

El chico se detuvo y los tres volteamos hacia aquella voz. Una niña de cabellos castaños salió del arbusto situado detrás de los arboles al que yo me dirigía antes de que empezara todo esto.

Estaba tan agradecida de que hubiera gritado.

Con todo el ruido que habían montado ese par, vinieron algunos narnianos a buscarnos, entre ellos minotauros y centauros. Él joven desconocido empezó a mirar a su alrededor, sorprendido por los que acababan de llegar. Luego volvimos a encontrarnos con la mirada, la cual yo aparté segundos después al ver que él no lo hacía.

– ¿Príncipe Caspian? –Preguntó ahora mirando a mi hermano.

Si sus ojos me encantaron, su voz aún más, aunque creía que eso no fuera posible.

– Sí –Respondió mi hermano– ¿Y tú quien eres?

– ¡Peter! –Gritó una voz femenina.

Aquella voz pertenecía a una muchacha de cabello oscuro y ojos azules que acababa de llegar junto con otro chico con el mismo color de cabello de ella, pero con los ojos oscuros como la noche. Los dos recién llegados llamaron la atención de todos.

Caspian y yo miramos sorprendidos al cuarteto que teníamos en frente de nosotros y que iba acompañado del enano que se llevaron los soldados hace dos noches. Una parte de mi creía que ya estaría muerto.

Mi hermano miró la espada que tenía en la mano, fijándose primero en el mensaje de la hoja y luego en la empuñadura de león que tanto me había sorprendido minutos antes – Eres el sumo monarca… – Dijo.

– Creo que me has llamado.

– Egocéntrico –Susurré. Y aunque sabía que lo había dicho flojo, la niña pequeña me miro y sonrió.

– Sí, pero… te creía mayor.

– Si lo prefieres, volvemos en unos años –Volvió a decir serio.

– No, no importa –Dijo rápidamente Caspian–. Es solo…

– Que no sois como esperábamos –Acabé yo la frase por él.

– Tampoco vosotros –Habló por primera vez el otro muchacho.

– Esperábamos con ansias vuestro regreso, alteza –Dijo Reepicheep acercándose al “sumo monarca”–. Mi gente y yo estamos a vuestro servicio –Al finalizar hizo una reverencia, a lo que “el sumo monarca” respondió con una sonrisa, resultado de estar aguantándose la risa al ver ese ratón tan leal y servicial.

– Hay que reconocer que es muy mono –Susurró la pequeña a la otra chica.

– ¿¡Quién ha dicho eso!? –Gritó el ratón desenvainando su espada.

– Perdona…

– Oh… Ah… Majestad, con el debido respeto… opino que valiente, cortés o caballeroso son más apropiados para un soldado de Narnia.

Todos soltamos unas risas. Me volví a fijar en el muchacho de los ojos azules. Su sonrisa era aun mejor que sus ojos…

– Al menos, algunos sabéis manejar la espada – Contestó.

De acuerdo, su egocentrismo rompía la buena imagen que daba. Mi hermano suspiró a mi lado.

– Sin duda –Contestó Reepicheep, sin darse cuenta de que era una indirecta–. Y he hecho gala de ello recopilando armas para vuestro ejército, señor.

– Bien. Porque nos van a hacer mucha falta –Dijo mirando a mi hermano esta vez.

– Entonces, probablemente quieras recuperarla –Y le tendió su espada.

El “sumo monarca” cogió su espada con desgana y la guardó. Se dio media vuelta y camino hacia la delantera de la marcha.

– Por cierto, ¿este caballo no será vuestro por casualidad? –Dijo el otro muchacho.

– ¡Alegre! –Grité yo acercándome cojeando al caballo de mi hermano.

Todo el mundo empezó a andar de nuevo y el muchacho y yo les seguimos.

– Veo que es tuyo –Dijo tendiéndome las riendas–. Soy Edmund.

– Gracias, yo soy Sophia… En realidad es el caballo de mi hermano, pero mi alegría se debe a que en sus alforjas llevo mi ropa. Desapareció cuando huíamos de los soldados de mi tío.

El chico me miro la ropa, y por primera vez en todo este tiempo me dio vergüenza ir en camisón.

– ¿Quieres qué te ayude?

– ¿¡Qué!? –Pregunté sobre saltada. Había estado pensando en la vergüenza que me daba ahora ir en camisón, que no me había dado cuenta de lo que había dicho el muchacho.

– Que he notado que vas cojeando, así que seguramente estás herida. ¿Quieres qué te ayude a subir al caballo? Vamos a estar caminado seguramente un buen rato…

Acepté su oferta y con su ayuda me subí al caballo. Era raro ir subida en alegre, ya que siempre iba con el mío, pero podría hacer una excepción. Alegre era más despistada y más fuerte, así que era un problema ya que se paraba cada dos por tres a comer y no podía apartarla de las hierbas.

Edmund me ayudó durante todo el camino y a mitad de este, Lucy, su hermana pequeña monto conmigo porque empezaba a estar cansada.

– Sabes –Dijo ella–. Mi hermano no es así.

– ¿Qué quieres decir? –Pregunté mirando a Edmund. El chico iba hablando con un fauno metros más adelante.

– Quiero decir, que Peter no es un egocéntrico, lo que pasa es que está afectado por lo que ha pasado con Narnia, como todos, y está demasiado alterado… Pero él no es así.

– Ya… Pero mi hermano no tiene la culpa.

– Lo sé –Dijo la pequeña– Y Peter también, seguramente luego se disculpará.

Y eso esperaba. Que se disculpara con mi hermano, él no había hecho nada malo y yo tampoco. ¡Encima casi me degolla!

¡Enhorabuena! ¡Ya se conocieron!

¡Esto hay que celebrarlo...!   

Por Aslan, Peter casi degolla a Sophia... y la joven princesa, mientras tanto, pensando en lo lindo que eran sus ojos y su perfecta sonrisa

Además, tuvo una breve plática con Lucy... y Edmund  

ElMocosoPerfectoRulea

¡Espero el próximo capítulo!

¡Saludos!

Lucy y yo nos adelantamos con sus hermanos y el mío al principio de la marcha, ahora dirigida por Caspian y Peter, que hablaban sobre soldados, armas y demás. Susan –sabía su nombre gracias a Lucy, ya que aun no había hablado con ella– iba detrás de los dos chicos junto a Edmund, los dos en silencio. Pensé que debían estar afectados con todos los cambios que había sufrido Narnia desde su tiempo. Detrás de nosotras ahora estaban los dos enanos y Buscatrufas conversando.

– ¿Y bien? –Dijo el animal– ¿Cómo son? –Preguntó, claramente hablando de los reyes de los tiempos pasados. Realmente los narnianos les tenían verdadera estima.

– Rebeldes, quejicas… y también tercos como mulas.

– Entonces –Dijo el más gruñón– te caerán bien.

Segundos más tarde el otro enano contestó – Muy bien –. Y Lucy y yo empezamos a reírnos, obviamente en voz baja. Esta niña era encantadora.

Veinte minutos más tarde, vi como Caspian y Peter dejaban de caminar. Delante de ellos una enorme pradera de color verde comenzaba y muy adelante, una montaña –O eso parecía desde nuestra posición– y otro bosque finalizaba la extensión de la pradera.

Seguimos andando –esta vez Lucy y yo también– hacia la montaña. Con cada paso más cerca de ella, y cada gruñido de dolor, me di cuenta que no era una simple montaña, sino una cueva, más bien un templo. Tenía un camino de piedra que te guiaba a una entrada de piedra un poco inferior al suelo de la pradera.

Al llegar justo delante, los centauros se adelantaron y se pusieron a los lados de aquel camino, elevando sus espadas. Los reyes del pasado, ahora los cuatro en fila, se adelantaron y continuaron caminando firmemente y sin dudar hasta entrar. Caspian y yo, con narnianos incluidos, les seguimos, siempre dos metros por detrás.

Dentro ya había gente instalada. Había herreros forjando armas, escuderos contando escudos… Por todos lados había gente y los recién llegados ya estaban buscando tareas con las que ayudar. Los dos reyes y mi hermano y yo nos paramos en medio de la sala principal de aquella gran galería de cuevas, mientras que Susan seguía a Lucy quien ya estaba investigando el lugar.

– Estaréis acostumbrados a otra cosa –Les dijo Caspian– pero es defendible.

– ¡Peter! –Gritó Susan, que ahora estaba un poco alejada de nosotros, mirando uno de los pasillos.

Peter camino hacia ella y los dos se adentraron en el pasillo. Caspian les siguió, igual que Edmun y yo.

Peter empezó a alumbrar todas las paredes del pasillo hasta el final con una de las antorchas que había por allí. En las paredes había dibujos. Uno era el de dos niñas a lomos de un león corriendo. Otro, el de cuatro reyes, dos chicas y dos chicos, junto a sus tronos.

– Somos nosotros –Dijo Susan sorprendida, mirando a sus hermanos.

Cuando me fijé en los demás, pude comprobar que tenían la misma o más cara de sorpresa que su hermana.

– ¿Qué es este lugar? –Nos preguntó Lucy.

– ¿No lo conocéis? –Dijo Caspian. Y a continuación cogió otra antorcha y continuó andado por el pasillo. Lucy empezó a caminar a mi lado.

Más dibujos comenzaron a aparecer. Como el de un fauno con paraguas junto a un farol. Después de bajar unas escaleras, llegamos a la sala final. Caspian encendió allí una gran antorcha que iluminó toda la sala, mostrando que las paredes de este cuarto tenían relieves con retratos de personas animales y de un león, Aslan.

Los cuatro chicos se quedaron más sorprendidos, si es que eso podía ser posible. En frente de ellos, en el centro de la sala, se hallaba una mesa de piedra rota. Lucy caminó lentamente hasta ella y la tocó. Cuando volteó hacia sus hermanos habló.

– Sabrá porque lo hace.

No sabía de quien hablaban, hasta que vi como Susan dirigía la mirada hacia el retrato del león, situado delante suyo. Peter también lo miraba, pero a la vez negaba con la cabeza.

– Ahora es cosa nuestra –Dijo el joven mirando a sus hermanos.

No está de más decir que Caspian y yo nos sentíamos fuera de lugar, así que nos marchamos, dejando a los cuatro hermanos espacio e intimidad.

–Creo que deberías ir a cambiarte –Me susurró mi hermano mientras nos íbamos.

Sí, aún estaba vestida con aquel ridículo camisón.