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Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
NO IMPORTA...TE ESPERAMOS, ESPERO QUE MAÑANA PUEDAS PONER CAP Y LASTIMA LO DE TU Iphone QUE MAL QUE HAYAS PERDIDO LOS CAPSAlexandra Fortune Potter escribió:Enseriooo yo no habia pueso "enserio Perdon " habia puesto mis explicaciones ! Pero como ahora veo que solo se puso eso pues bueno esque me robaron el Iphone y ahi era donde tenia escrito Todoo ! Entonses hasta ahotita que le roge ami hermano para que me prestara su Ipad ! Pero me dijo que hasta mañana ! Asique mañana les subo cap ! Enserio lo siento ! Lo siento lo siento lo siento lo siento lo siento lo siento lo siento Muaaak !
Debanhi_Malfoy
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
No te preocupes sube cuando puedas c:
Yo no dejare de ser lectora por eso xD
Atte;
Yo no dejare de ser lectora por eso xD
Atte;
# Remember.
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
ALEX VAS A SUBIR CAP HOY VERDAD YA ESPERO CON ANSIAS EL CAP ES TAN ROMANTICA TU HISTORIA I LOVE XOXO ATTE DEBANHI
Debanhi_Malfoy
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
Fue «pog» los «guindylows»… Me «atacagon»… ¡Ah, Gabguielle, pensé… pensé…!
–Tú, ven aquí -dijo la voz de la señora Pomfrey.
Agarró a Harry y, llevándolo hasta donde estaban Alexandra y los otros que se habían ido a platicar con Krum lo envolvió tan apretado en una manta que le pareció que le había puesto una camisa de fuerza, y lo obligó a beber una poción muy caliente que le hizo salir humo por las orejas.
–¡Muy bien, Harry! – gritó Hermione-. ¡Lo hiciste, averiguaste el modo, y todo por ti mismo! - Dándose cuenta que Harry lo había hecho por su cuenta -
–Bueno… -contestó Harry. Le hubiera contado lo de Neville, pero se acababa de dar cuenta de que Karkarov lo miraba. Era el único miembro del tribunal que no se había levantado de la mesa, el único que no mostraba señales de alivio al ver volver sanos y salvos a Harry, Ron y la hermana de Fleur-. Sí, es verdad -dijo Harry, elevando algo la voz para que lo oyera Karkarov.
–Tienes un «escarrabajo» en el pelo, Herr… mío… ne -dijo Krum.
Harry tuvo la impresión de que Krum intentaba
recuperar la atención de Hermione, tal vez para recordarle que había sido él quien la había rescatado del lago, pero Hermione se quitó el escarabajo del pelo con un gesto de impaciencia y continuó:
–Pero te has pasado un montón del tiempo, Harry… ¿Te costó mucho encontrarnos?
–No, los encontré sin problemas.
Harry se sentía más idiota a cada momento. Una vez fuera del agua, le parecía evidente que las medidas de seguridad de Dumbledore no habrían permitido la muerte de uno de los rehenes sólo porque el campeón no hubiera conseguido llegar a tiempo. ¿Por qué no había cogido a Ron y se había marchado con él? Habría sido el primero… Ni Cedric ni Krum habían perdido un instante preocupándose por los otros: no se habían tomado en serio canción de las sirenas.
Dumbledore estaba agachado en la orilla, trabando conversación con la que parecía la jefa de las sirenas, que tenía un aspecto especialmente feroz y salvaje. El director hacía el mismo tipo de ruidos estridentes que las sirenas y los tritones
producían fuera del agua: evidentemente, Dumbledore hablaba sirenio. Finalmente se enderezó, se volvió hacia los otros miembros del tribunal y les dijo:
–Me parece que tenemos que hablar antes de dar la puntuación.
Los miembros del tribunal hicieron un corrillo para discutir. La señora Pomfrey había ido a rescatar a Alexandra de las garras de Ginny ; lallevó con Harry y los otros, le dio una manta y un poco de poción pimentónica, y luego fue en busca de Fleur y su hermana. Fleur tenía muchos cortes en la cara y los brazos, y la túnica rasgada; pero no parecía que eso le preocupara, y no permitió que la señora Pomfrey se ocupara de ella.
–Atienda a «Gabguielle» -le dijo, y luego se volvió hacia Harry-.Enseguio gracias Haggy -
entonces la voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman retumbó junto a ellos y los sobresaltó. En las gradas, la multitud se quedó de repente en silencio.
–Damas y caballeros, hemos tomado una decisión. Murcus, la jefa sirena, nos ha explicado qué ha ocurrido exactamente en el fondo del lago, y hemos puntuado en consecuencia. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente:
»La señorita Delacour, aunque ha demostrado un uso excelente del encantamiento casco-burbuja, fue atacada por los grindylows cuando se acercaba a su meta, y no consiguió recuperar a su hermana. Le concedemos veinticinco puntos.
Aplaudieron en las tribunas.
–Me «meguezco» un «cego» -dijo Fleur con voz ronca, agitando su magnífica cabellera.
–El señor Diggory, que también ha utilizado el encantamiento casco-burbuja, ha sido el primero en volver con su rehén, aunque lo hizo un minuto después de concluida la hora.
Se escucharon unos vítores atronadores procedentes de la zona de Hufflepuff. Harry vio que, entre la multitud, Cho le dirigía a Cedric una mirada entusiasmada.
–Por tanto le concedemos cuarenta y siete puntos.
A Harry se le cayó el alma a los pies. Si Cedric había llegado demasiado tarde, él desde luego mucho más.
–El señor Viktor Krum ha utilizado una forma de transformación incompleta, que sin embargo dio buen resultado, y ha sido el segundo en volver con su rescatada. Le concedemos cuarenta puntos.
Karkarov aplaudió muy fuerte y de manera muy arrogante.
–El señor Harry Potter ha utilizado con mucho éxito las branquialgas -prosiguió Bagman-. Volvió en último lugar, y mucho después de terminado el plazo de una hora. Pero la jefa sirena nos ha comunicado que el señor Potter fue el primero en llegar hasta los rehenes, y que el retraso en su vuelta se debió a su firme decisión de salvarlos a todos, no sólo al suyo.
Tanto Alexandra como Hermione dirigieron a Harry miradas que eran en parte de exasperación, en parte de compasión.
–La mayoría de los miembros del tribunal -y aquí Bagman le dirigió a Karkarov una mirada muy desagradable- están de acuerdo en que esto demuestra una gran altura moral y que merece ser recompensado con la máxima puntuación. No obstante… la puntuación del señor Potter son cuarenta y cinco puntos.
A Harry le dio un vuelco el estómago. Estaba empatado en el primer puesto con Cedric Diggory. Ron y Hermione, muy sorprendidos, miraron a Harry; luego se rieron y empezaron a aplaudir muy fuerte con el resto de la multitud. Alexandra beso a Harry muy feliz .
–¿Has visto, Harry? – le gritó Ron por encima del estruendo-. ¡Después de todo, no fuiste tan tonto! ¡Estabas demostrando gran altura moral!
Fleur también aplaudía con mucho entusiasmo. Krum, en cambio, no parecía nada contento. Volvió a intentar entablar conversación con Hermione, pero ella estaba demasiado ocupada vitoreando a Harry para escuchar.
–La tercera y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro de junio -continuó Bagman-. A los campeones se les notificará en qué consiste dicha prueba justo un mes antes. Gracias a todos por el apoyo que les brindáis.
«Ya ha pasado», pensaba Harry algo aturdido mientras la señora Pomfrey se lo llevaba con el resto de los campeones y los rehenes de regresó al castillo, para que se pusieran ropa seca. Ya había pasado todo: había superado la prueba, y no tenía que preocuparse por nada más hasta el 24 de junio…
Mientras subía la escalinata de piedra que daba acceso al castillo, decidió que en cuanto volviera a Hogsmeade le compraría a Dobby un par de calcetines para cada día del año.Una de las mejores consecuencias de la prueba fue que después todo el mundo estaba deseando conocer los detalles de lo ocurrido bajo el agua, lo que supuso que por una vez Ron compartiera el protagonismo con Harry. Éste notó que la versión que Ron daba de los hechos cambiaba sutilmente cada vez que los contaba. Al principio dijo lo que parecía ser más o menos la verdad; por lo menos, coincidía con la versión de Alexandra y Hermione . Dumbledore había reunido en el despacho de la profesora McGonagall a todos los futuros rehenes y, después de asegurarles que no les pasaría nada y que despertarían al salir del agua, los había dormido mediante un hechizo. Una semana después, sin embargo, Ron contaba un emocionante relato de secuestro en el Alexandra y Hermione se enfrentaba a cincuenta tritones armados hasta los dientes, que habían tenido que reducirlo antes de poder atarlas.
–Pero tenían la varita oculta en la manga -le aseguraba a Padma Patil, que parecía haberse vuelto más amable con Ron cuando éste se convirtió en el centro de atención, y le hablaba cada vez que se cruzaba con él por los corredores-. Si hubieran querido me hubieran llamado y yo hubiera raptado a esos atontados .
–¿Cuándo los ibas a raptar? ¿Mientras se mondaban de risa? – le preguntó Hermione mordazmente. Estaba muy irritable porque le tomaban mucho el pelo a propósito de que fuera ella la persona a la que Viktor Krum más valoraba. Alexandra río . Le hartaba que Ron hiciera una versión diferente de lo que enrealidad paso . Y el nisiquiera estaba ahí .
Ron enrojeció hasta las orejas, y en adelante retomó la primera versión de los hechos.
Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero un viento terrible parecía despellejarles manos y cara cada vez que salían del castillo. Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino. La lechuza parda que Harry había enviado a Sirius con la fecha del permiso para ir a Hogsmeade volvió el viernes por la mañana a la hora del desayuno con la mitad de las plumas revueltas. En cuanto Harry le desprendió la carta de Sirius se escapó, temiendo que la enviaran otra vez.
La carta de Sirius era casi tan corta como la anterior:
-Id al paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges) el sábado a las dos en punto de la tarde. Llevad toda la comida que podáis.
–¡No habrá vuelto a Hogsmeade! – exclamó Ron, sorprendido.
–Eso parece -observó Hermione.
–No puedo creerlo -dijo Harry muy preocupado-. Si lo cogen…
–Hasta ahora no lo han conseguido -le recordó Alexandra-. Y el lugar ya no está lleno de dementores.
Harry plegó la carta, pensando. La verdad era que quería volver a ver a Sirius. De forma que fue a la última clase de la tarde (doble hora de Pociones) mucho más contento de lo que normalmente se sentía cuando bajaba la escalera que llevaba a las mazmorras.
Malfoy, Crabbe y Goyle habían formado un corrillo a la puerta de la clase con la pandilla de chicas de Slytherin a la que pertenecía Pansy Parkinson. Todos miraban algo que Harry no alcanzó a distinguir, y se reían por lo bajo con muchas ganas. La cara de Pansy asomó por detrás de la ancha espalda de Goyle y los vio acercarse.
–¡Ahí están, ahí están! – anunció con una risa tonta, y el corro se rompió.
Harry vio que Pansy tenía en las manos un ejemplar de la revista Corazón de bruja. La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita.
–¡A lo mejor encuentras aquí algo de tu interés, Granger! – dijo Pansy en voz alta, y le tiró la revista a Hermione, que la cogió algo sobresaltada.
En aquel momento se abrió la puerta de la mazmorra, y Snape les hizo señas de que entraran.
Hermione, Harry Alexandra y Ron se encaminaron hacia su pupitre al final de la mazmorra. En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, Hermione se apresuró a hojear la revista bajo el pupitre. Al fin, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba. Alexandra Harry y Ron se inclinaron un poco para ver mejor. Una fotografía en color de Harry encabezaba un pequeño artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»:
Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.
La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo. Desde la llegada a Hogwarts de Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos Mundiales de quidditch, la señorita Granger ha jugado con los afectos de ambos muchachos. Krum, que está abiertamente enamorado de la taimada señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra chica.
Sin embargo, podrían no ser los dudosos encantos naturales de la señorita Granger los que han conquistado el interés de estos pobres chicos. Sin embargo El señor Potter busco intereses en otra chica Alexandra Fortune Fox . Ya lo habíamos dicho en la revista anterior pero en la segunda prueba pudimos confirmarlo . Aquí declaraciones
«Es fea con ganas -nos declara Pansy Parkinson, una bonita y vivaracha alumna de cuarto curso-, pero es perfectamente capaz de preparar un filtro amoroso, porque es una sabelotodo. Supongo que así lo consigue.»
Como es natural, los filtros amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesado en investigar estas sospechas. Mientras tanto, las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él. Porque Alexandra no lo es aquí declaraciones .
- Esa chica es una zorra se le arrastra a todos los chicos - Nos dijo una chica misteriosa -
–¡Te lo advertí! – le dijo Ron a Hermione entre dientes, mientras ella seguía con la vista fija en el artículo-. ¡Te advertí que no debías picarla! ¡Te ha presentado como una especie de… de mujer fatal!
Del rostro de Hermione desapareció la expresión de aturdimiento, y en su lugar soltó una risotada.
–¿Mujer fatal? – repitió, conteniendo la risa.
–Es como las llama mi madre -murmuró Ron, ruborizándose.
–Si Rita no es capaz más que de esto, es que está perdiendo sus habilidades -dijo Hermione, volviendo a reírse y dejando el número de Corazón de bruja sobre una silla vacía-. ¡Qué montón de basura!
Alexandra Miró a los de Slytherin, que los observaban detenidamente para ver si se enfadaban con el artículo. Hermione y Alexandra les dirigión una sonrisa sarcástica y un gesto de la mano, y tanto ellas como Ron y Harry empezaron a sacar los ingredientes que necesitarían para la poción agudizadora del ingenio.
–Pero hay algo muy curioso -dijo Hermione diez minutos después, deteniendo la mano de mortero sobre el almirez lleno de escarabajos-. ¿Cómo puede haberse enterado Rita Skeeter…?
–¿De qué? – se apresuró a preguntar Ron-. Tú no has preparado filtros amorosos, ¿no?
–No seas idiota -le soltó Alexandra comenzando a machacar los escarabajos-. Quiere decir… ¿cómo se habrá enterado de que Viktor Krum la ha invitado a visitarlo este verano?
Hermione se puso como un tomate al oír asu mejor amiga explicando eso y evitó por todos los medios la mirada de Ron.
–¿Qué? – exclamó éste, dejando caer la mano de mortero, que hizo bastante ruido.
–Me lo pidió justo después de sacarme del lago -susurró Hermione-. Después de volver a transformarse la cabeza. La señora Pomfrey nos dio una manta a cada uno, y luego él me llevó aparte para que no pudieran oírnos, y me dijo que si no tenía nada pensado para el verano, tal vez me gustaría…
–¿Y qué le respondiste? – preguntó Ron, que había recuperado la mano de mortero y lo estaba usando sobre la mesa, bastante lejos de donde tenía el almirez, porque no apartaba los ojos de Hermione. Alexandra pensaba que Ron estaba evidentemente celoso.
–Y dijo que nunca había sentido lo mismo por ninguna otra chica -siguió Hermione, poniéndose tan colorada que en aquel momento Ron casi notaba el calor que desprendía Alexandra moría de la risa -. Pero ¿cómo pudo oírlo Rita Skeeter? Ella no estaba por allí, ¿o sí? A lo mejor tiene una capa invisible, a lo mejor se infiltró en los terrenos del colegio para ver la segunda prueba…
–¿Y qué le respondiste tú? – repitió Ron, pegando tan fuerte con la mano de mortero que hizo una marca en el pupitre.
–Bueno, yo estaba demasiado ocupada intentando averiguar si vosotros dos estabais bien.
–Por fascinante que sea su vida social, señorita Granger -dijo una voz fría detrás de ellos-, le rogaría que no tratara sobre ella en mi clase. Diez puntos menos para Gryffindor.
Snape se había ido acercando sigilosamente a su pupitre mientras hablaban. En aquel momento, toda la clase los observaba. Malfoy aprovechó para lucir ante Harry la inscripción «POTTER APESTA» de su insignia.
–¡Ah…! ¿También leyendo revistas bajo la mesa? – añadió Snape, cogiendo el ejemplar de Corazón de bruja-. Otros diez puntos menos para Gryffindor… Ah, claro… -Los negros ojos de Snape relucieron al dar con el artículo de Rita Skeeter-. Potter tiene que estar al día de sus apariciones en la prensa…
Las carcajadas de los de Slytherin resonaron en el aula, y una desagradable sonrisa dibujó una mueca en los delgados labios de Snape. Para indignación de Harry, comenzó a leer el artículo en voz alta.
–«La pena secreta de Harry Potter…» Vaya, vaya, Potter, ¿de qué sufre usted ahora? «Tal vez sea diferente. Pero, aun así…»
Harry notaba que le ardía la cara Alexandra quería sacar su varita y tirarle una Avada . Snape se paraba al final de cada frase para dejar que los de Slytherin se rieran. Leído por Snape, el artículo sonaba diez veces peor.
–«… las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él. Porque Alexandra no lo es . ¡Qué conmovedor! – dijo Snape con desprecio, cerrando y enrollando la revista ante las risas continuadas de los de Slytherin-. Bueno, creo que lo mejor será que los separe a los cuatro para que puedan pensar en sus pociones y olvidar por un momento sus enmarañadas vidas amorosas. Weasley, quédese donde está; señorita Granger, allá, con la señorita Parkinson; Fortune con Malfoy y Potter, a la mesa que está enfrente de la mía. Muévase, ya.
Furioso, Harry echó los ingredientes y la mochila en el caldero, y lo llevó hasta la mesa vacía que había en la parte de delante de la mazmorra. Snape lo siguió, se sentó a su mesa y observó a Harry vaciando el caldero. Decidido a no mirarlo, Harry reanudó la tarea de machacar escarabajos, imaginándose la cara de Snape en cada uno de ellos.
–Toda esta atención por parte de la prensa parece habérsele subido a la cabeza, que ya estaba bastante llena de presunción, Potter -dijo Snape en voz baja, cuando el resto de la clase había vuelto a lo suyo.
Harry no respondió. Sabía que Snape trataba de provocarlo, tal como había hecho en otras ocasiones. Sin duda, quería una excusa para quitarle a Gryffindor cincuenta puntos antes del final de la clase.
–Podrías tener la equivocada impresión de que todo el mundo mágico está pendiente de ti -siguió Snape, pasando a tutearlo y en voz tan baja que nadie más podía oírlo (Harry siguió machacando los escarabajos, aunque ya los había reducido a un polvo finísimo), pero me da igual cuántas veces aparezca tu foto en los periódicos. Para mí, Potter, no eres más que un niño desagradable que cree estar por encima de las reglas.
Harry echó el polvo de escarabajo en el caldero y se puso a cortar las raíces de jengibre. Las manos le temblaban un poco de la cólera, pero no levantaba los ojos, como si no oyera lo que Snape le decía.
–Así que te advertiré algo, Potter -prosiguió Snape, con la voz aún más suave y ponzoñosa-, seas o no una diminuta celebridad: si te pillo volviendo a entrar en mi despacho…
Y ahí fue cuando Alexandra y Harry Explotaron .
*PoV Alexis *
Esa vieja me las va a pagar ya van dos veces que publica eso .
–Tú, ven aquí -dijo la voz de la señora Pomfrey.
Agarró a Harry y, llevándolo hasta donde estaban Alexandra y los otros que se habían ido a platicar con Krum lo envolvió tan apretado en una manta que le pareció que le había puesto una camisa de fuerza, y lo obligó a beber una poción muy caliente que le hizo salir humo por las orejas.
–¡Muy bien, Harry! – gritó Hermione-. ¡Lo hiciste, averiguaste el modo, y todo por ti mismo! - Dándose cuenta que Harry lo había hecho por su cuenta -
–Bueno… -contestó Harry. Le hubiera contado lo de Neville, pero se acababa de dar cuenta de que Karkarov lo miraba. Era el único miembro del tribunal que no se había levantado de la mesa, el único que no mostraba señales de alivio al ver volver sanos y salvos a Harry, Ron y la hermana de Fleur-. Sí, es verdad -dijo Harry, elevando algo la voz para que lo oyera Karkarov.
–Tienes un «escarrabajo» en el pelo, Herr… mío… ne -dijo Krum.
Harry tuvo la impresión de que Krum intentaba
recuperar la atención de Hermione, tal vez para recordarle que había sido él quien la había rescatado del lago, pero Hermione se quitó el escarabajo del pelo con un gesto de impaciencia y continuó:
–Pero te has pasado un montón del tiempo, Harry… ¿Te costó mucho encontrarnos?
–No, los encontré sin problemas.
Harry se sentía más idiota a cada momento. Una vez fuera del agua, le parecía evidente que las medidas de seguridad de Dumbledore no habrían permitido la muerte de uno de los rehenes sólo porque el campeón no hubiera conseguido llegar a tiempo. ¿Por qué no había cogido a Ron y se había marchado con él? Habría sido el primero… Ni Cedric ni Krum habían perdido un instante preocupándose por los otros: no se habían tomado en serio canción de las sirenas.
Dumbledore estaba agachado en la orilla, trabando conversación con la que parecía la jefa de las sirenas, que tenía un aspecto especialmente feroz y salvaje. El director hacía el mismo tipo de ruidos estridentes que las sirenas y los tritones
producían fuera del agua: evidentemente, Dumbledore hablaba sirenio. Finalmente se enderezó, se volvió hacia los otros miembros del tribunal y les dijo:
–Me parece que tenemos que hablar antes de dar la puntuación.
Los miembros del tribunal hicieron un corrillo para discutir. La señora Pomfrey había ido a rescatar a Alexandra de las garras de Ginny ; lallevó con Harry y los otros, le dio una manta y un poco de poción pimentónica, y luego fue en busca de Fleur y su hermana. Fleur tenía muchos cortes en la cara y los brazos, y la túnica rasgada; pero no parecía que eso le preocupara, y no permitió que la señora Pomfrey se ocupara de ella.
–Atienda a «Gabguielle» -le dijo, y luego se volvió hacia Harry-.Enseguio gracias Haggy -
entonces la voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman retumbó junto a ellos y los sobresaltó. En las gradas, la multitud se quedó de repente en silencio.
–Damas y caballeros, hemos tomado una decisión. Murcus, la jefa sirena, nos ha explicado qué ha ocurrido exactamente en el fondo del lago, y hemos puntuado en consecuencia. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente:
»La señorita Delacour, aunque ha demostrado un uso excelente del encantamiento casco-burbuja, fue atacada por los grindylows cuando se acercaba a su meta, y no consiguió recuperar a su hermana. Le concedemos veinticinco puntos.
Aplaudieron en las tribunas.
–Me «meguezco» un «cego» -dijo Fleur con voz ronca, agitando su magnífica cabellera.
–El señor Diggory, que también ha utilizado el encantamiento casco-burbuja, ha sido el primero en volver con su rehén, aunque lo hizo un minuto después de concluida la hora.
Se escucharon unos vítores atronadores procedentes de la zona de Hufflepuff. Harry vio que, entre la multitud, Cho le dirigía a Cedric una mirada entusiasmada.
–Por tanto le concedemos cuarenta y siete puntos.
A Harry se le cayó el alma a los pies. Si Cedric había llegado demasiado tarde, él desde luego mucho más.
–El señor Viktor Krum ha utilizado una forma de transformación incompleta, que sin embargo dio buen resultado, y ha sido el segundo en volver con su rescatada. Le concedemos cuarenta puntos.
Karkarov aplaudió muy fuerte y de manera muy arrogante.
–El señor Harry Potter ha utilizado con mucho éxito las branquialgas -prosiguió Bagman-. Volvió en último lugar, y mucho después de terminado el plazo de una hora. Pero la jefa sirena nos ha comunicado que el señor Potter fue el primero en llegar hasta los rehenes, y que el retraso en su vuelta se debió a su firme decisión de salvarlos a todos, no sólo al suyo.
Tanto Alexandra como Hermione dirigieron a Harry miradas que eran en parte de exasperación, en parte de compasión.
–La mayoría de los miembros del tribunal -y aquí Bagman le dirigió a Karkarov una mirada muy desagradable- están de acuerdo en que esto demuestra una gran altura moral y que merece ser recompensado con la máxima puntuación. No obstante… la puntuación del señor Potter son cuarenta y cinco puntos.
A Harry le dio un vuelco el estómago. Estaba empatado en el primer puesto con Cedric Diggory. Ron y Hermione, muy sorprendidos, miraron a Harry; luego se rieron y empezaron a aplaudir muy fuerte con el resto de la multitud. Alexandra beso a Harry muy feliz .
–¿Has visto, Harry? – le gritó Ron por encima del estruendo-. ¡Después de todo, no fuiste tan tonto! ¡Estabas demostrando gran altura moral!
Fleur también aplaudía con mucho entusiasmo. Krum, en cambio, no parecía nada contento. Volvió a intentar entablar conversación con Hermione, pero ella estaba demasiado ocupada vitoreando a Harry para escuchar.
–La tercera y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro de junio -continuó Bagman-. A los campeones se les notificará en qué consiste dicha prueba justo un mes antes. Gracias a todos por el apoyo que les brindáis.
«Ya ha pasado», pensaba Harry algo aturdido mientras la señora Pomfrey se lo llevaba con el resto de los campeones y los rehenes de regresó al castillo, para que se pusieran ropa seca. Ya había pasado todo: había superado la prueba, y no tenía que preocuparse por nada más hasta el 24 de junio…
Mientras subía la escalinata de piedra que daba acceso al castillo, decidió que en cuanto volviera a Hogsmeade le compraría a Dobby un par de calcetines para cada día del año.Una de las mejores consecuencias de la prueba fue que después todo el mundo estaba deseando conocer los detalles de lo ocurrido bajo el agua, lo que supuso que por una vez Ron compartiera el protagonismo con Harry. Éste notó que la versión que Ron daba de los hechos cambiaba sutilmente cada vez que los contaba. Al principio dijo lo que parecía ser más o menos la verdad; por lo menos, coincidía con la versión de Alexandra y Hermione . Dumbledore había reunido en el despacho de la profesora McGonagall a todos los futuros rehenes y, después de asegurarles que no les pasaría nada y que despertarían al salir del agua, los había dormido mediante un hechizo. Una semana después, sin embargo, Ron contaba un emocionante relato de secuestro en el Alexandra y Hermione se enfrentaba a cincuenta tritones armados hasta los dientes, que habían tenido que reducirlo antes de poder atarlas.
–Pero tenían la varita oculta en la manga -le aseguraba a Padma Patil, que parecía haberse vuelto más amable con Ron cuando éste se convirtió en el centro de atención, y le hablaba cada vez que se cruzaba con él por los corredores-. Si hubieran querido me hubieran llamado y yo hubiera raptado a esos atontados .
–¿Cuándo los ibas a raptar? ¿Mientras se mondaban de risa? – le preguntó Hermione mordazmente. Estaba muy irritable porque le tomaban mucho el pelo a propósito de que fuera ella la persona a la que Viktor Krum más valoraba. Alexandra río . Le hartaba que Ron hiciera una versión diferente de lo que enrealidad paso . Y el nisiquiera estaba ahí .
Ron enrojeció hasta las orejas, y en adelante retomó la primera versión de los hechos.
Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero un viento terrible parecía despellejarles manos y cara cada vez que salían del castillo. Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino. La lechuza parda que Harry había enviado a Sirius con la fecha del permiso para ir a Hogsmeade volvió el viernes por la mañana a la hora del desayuno con la mitad de las plumas revueltas. En cuanto Harry le desprendió la carta de Sirius se escapó, temiendo que la enviaran otra vez.
La carta de Sirius era casi tan corta como la anterior:
-Id al paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges) el sábado a las dos en punto de la tarde. Llevad toda la comida que podáis.
–¡No habrá vuelto a Hogsmeade! – exclamó Ron, sorprendido.
–Eso parece -observó Hermione.
–No puedo creerlo -dijo Harry muy preocupado-. Si lo cogen…
–Hasta ahora no lo han conseguido -le recordó Alexandra-. Y el lugar ya no está lleno de dementores.
Harry plegó la carta, pensando. La verdad era que quería volver a ver a Sirius. De forma que fue a la última clase de la tarde (doble hora de Pociones) mucho más contento de lo que normalmente se sentía cuando bajaba la escalera que llevaba a las mazmorras.
Malfoy, Crabbe y Goyle habían formado un corrillo a la puerta de la clase con la pandilla de chicas de Slytherin a la que pertenecía Pansy Parkinson. Todos miraban algo que Harry no alcanzó a distinguir, y se reían por lo bajo con muchas ganas. La cara de Pansy asomó por detrás de la ancha espalda de Goyle y los vio acercarse.
–¡Ahí están, ahí están! – anunció con una risa tonta, y el corro se rompió.
Harry vio que Pansy tenía en las manos un ejemplar de la revista Corazón de bruja. La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita.
–¡A lo mejor encuentras aquí algo de tu interés, Granger! – dijo Pansy en voz alta, y le tiró la revista a Hermione, que la cogió algo sobresaltada.
En aquel momento se abrió la puerta de la mazmorra, y Snape les hizo señas de que entraran.
Hermione, Harry Alexandra y Ron se encaminaron hacia su pupitre al final de la mazmorra. En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, Hermione se apresuró a hojear la revista bajo el pupitre. Al fin, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba. Alexandra Harry y Ron se inclinaron un poco para ver mejor. Una fotografía en color de Harry encabezaba un pequeño artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»:
Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.
La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo. Desde la llegada a Hogwarts de Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos Mundiales de quidditch, la señorita Granger ha jugado con los afectos de ambos muchachos. Krum, que está abiertamente enamorado de la taimada señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra chica.
Sin embargo, podrían no ser los dudosos encantos naturales de la señorita Granger los que han conquistado el interés de estos pobres chicos. Sin embargo El señor Potter busco intereses en otra chica Alexandra Fortune Fox . Ya lo habíamos dicho en la revista anterior pero en la segunda prueba pudimos confirmarlo . Aquí declaraciones
«Es fea con ganas -nos declara Pansy Parkinson, una bonita y vivaracha alumna de cuarto curso-, pero es perfectamente capaz de preparar un filtro amoroso, porque es una sabelotodo. Supongo que así lo consigue.»
Como es natural, los filtros amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesado en investigar estas sospechas. Mientras tanto, las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él. Porque Alexandra no lo es aquí declaraciones .
- Esa chica es una zorra se le arrastra a todos los chicos - Nos dijo una chica misteriosa -
–¡Te lo advertí! – le dijo Ron a Hermione entre dientes, mientras ella seguía con la vista fija en el artículo-. ¡Te advertí que no debías picarla! ¡Te ha presentado como una especie de… de mujer fatal!
Del rostro de Hermione desapareció la expresión de aturdimiento, y en su lugar soltó una risotada.
–¿Mujer fatal? – repitió, conteniendo la risa.
–Es como las llama mi madre -murmuró Ron, ruborizándose.
–Si Rita no es capaz más que de esto, es que está perdiendo sus habilidades -dijo Hermione, volviendo a reírse y dejando el número de Corazón de bruja sobre una silla vacía-. ¡Qué montón de basura!
Alexandra Miró a los de Slytherin, que los observaban detenidamente para ver si se enfadaban con el artículo. Hermione y Alexandra les dirigión una sonrisa sarcástica y un gesto de la mano, y tanto ellas como Ron y Harry empezaron a sacar los ingredientes que necesitarían para la poción agudizadora del ingenio.
–Pero hay algo muy curioso -dijo Hermione diez minutos después, deteniendo la mano de mortero sobre el almirez lleno de escarabajos-. ¿Cómo puede haberse enterado Rita Skeeter…?
–¿De qué? – se apresuró a preguntar Ron-. Tú no has preparado filtros amorosos, ¿no?
–No seas idiota -le soltó Alexandra comenzando a machacar los escarabajos-. Quiere decir… ¿cómo se habrá enterado de que Viktor Krum la ha invitado a visitarlo este verano?
Hermione se puso como un tomate al oír asu mejor amiga explicando eso y evitó por todos los medios la mirada de Ron.
–¿Qué? – exclamó éste, dejando caer la mano de mortero, que hizo bastante ruido.
–Me lo pidió justo después de sacarme del lago -susurró Hermione-. Después de volver a transformarse la cabeza. La señora Pomfrey nos dio una manta a cada uno, y luego él me llevó aparte para que no pudieran oírnos, y me dijo que si no tenía nada pensado para el verano, tal vez me gustaría…
–¿Y qué le respondiste? – preguntó Ron, que había recuperado la mano de mortero y lo estaba usando sobre la mesa, bastante lejos de donde tenía el almirez, porque no apartaba los ojos de Hermione. Alexandra pensaba que Ron estaba evidentemente celoso.
–Y dijo que nunca había sentido lo mismo por ninguna otra chica -siguió Hermione, poniéndose tan colorada que en aquel momento Ron casi notaba el calor que desprendía Alexandra moría de la risa -. Pero ¿cómo pudo oírlo Rita Skeeter? Ella no estaba por allí, ¿o sí? A lo mejor tiene una capa invisible, a lo mejor se infiltró en los terrenos del colegio para ver la segunda prueba…
–¿Y qué le respondiste tú? – repitió Ron, pegando tan fuerte con la mano de mortero que hizo una marca en el pupitre.
–Bueno, yo estaba demasiado ocupada intentando averiguar si vosotros dos estabais bien.
–Por fascinante que sea su vida social, señorita Granger -dijo una voz fría detrás de ellos-, le rogaría que no tratara sobre ella en mi clase. Diez puntos menos para Gryffindor.
Snape se había ido acercando sigilosamente a su pupitre mientras hablaban. En aquel momento, toda la clase los observaba. Malfoy aprovechó para lucir ante Harry la inscripción «POTTER APESTA» de su insignia.
–¡Ah…! ¿También leyendo revistas bajo la mesa? – añadió Snape, cogiendo el ejemplar de Corazón de bruja-. Otros diez puntos menos para Gryffindor… Ah, claro… -Los negros ojos de Snape relucieron al dar con el artículo de Rita Skeeter-. Potter tiene que estar al día de sus apariciones en la prensa…
Las carcajadas de los de Slytherin resonaron en el aula, y una desagradable sonrisa dibujó una mueca en los delgados labios de Snape. Para indignación de Harry, comenzó a leer el artículo en voz alta.
–«La pena secreta de Harry Potter…» Vaya, vaya, Potter, ¿de qué sufre usted ahora? «Tal vez sea diferente. Pero, aun así…»
Harry notaba que le ardía la cara Alexandra quería sacar su varita y tirarle una Avada . Snape se paraba al final de cada frase para dejar que los de Slytherin se rieran. Leído por Snape, el artículo sonaba diez veces peor.
–«… las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él. Porque Alexandra no lo es . ¡Qué conmovedor! – dijo Snape con desprecio, cerrando y enrollando la revista ante las risas continuadas de los de Slytherin-. Bueno, creo que lo mejor será que los separe a los cuatro para que puedan pensar en sus pociones y olvidar por un momento sus enmarañadas vidas amorosas. Weasley, quédese donde está; señorita Granger, allá, con la señorita Parkinson; Fortune con Malfoy y Potter, a la mesa que está enfrente de la mía. Muévase, ya.
Furioso, Harry echó los ingredientes y la mochila en el caldero, y lo llevó hasta la mesa vacía que había en la parte de delante de la mazmorra. Snape lo siguió, se sentó a su mesa y observó a Harry vaciando el caldero. Decidido a no mirarlo, Harry reanudó la tarea de machacar escarabajos, imaginándose la cara de Snape en cada uno de ellos.
–Toda esta atención por parte de la prensa parece habérsele subido a la cabeza, que ya estaba bastante llena de presunción, Potter -dijo Snape en voz baja, cuando el resto de la clase había vuelto a lo suyo.
Harry no respondió. Sabía que Snape trataba de provocarlo, tal como había hecho en otras ocasiones. Sin duda, quería una excusa para quitarle a Gryffindor cincuenta puntos antes del final de la clase.
–Podrías tener la equivocada impresión de que todo el mundo mágico está pendiente de ti -siguió Snape, pasando a tutearlo y en voz tan baja que nadie más podía oírlo (Harry siguió machacando los escarabajos, aunque ya los había reducido a un polvo finísimo), pero me da igual cuántas veces aparezca tu foto en los periódicos. Para mí, Potter, no eres más que un niño desagradable que cree estar por encima de las reglas.
Harry echó el polvo de escarabajo en el caldero y se puso a cortar las raíces de jengibre. Las manos le temblaban un poco de la cólera, pero no levantaba los ojos, como si no oyera lo que Snape le decía.
–Así que te advertiré algo, Potter -prosiguió Snape, con la voz aún más suave y ponzoñosa-, seas o no una diminuta celebridad: si te pillo volviendo a entrar en mi despacho…
Y ahí fue cuando Alexandra y Harry Explotaron .
*PoV Alexis *
Esa vieja me las va a pagar ya van dos veces que publica eso .
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Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
Pues mi hermano ya me esta pidiendo el IPad así que hasta después la seguiré ¡ Gracias por esperar ¡
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Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
ME ENCANTO EL CAP ESTUVO SUPER ENVES DE ALEXANDRA QUE LE QUIERE TIRAR UN AVADA PUEDO SE YO LA QUE LE TIRE EL AVADA PLIS OKEY NO YO NO MATARA A SNAPE....LUEGO PASA SNAPEAlexandra Fortune Potter escribió:Fue «pog» los «guindylows»… Me «atacagon»… ¡Ah, Gabguielle, pensé… pensé…!
–Tú, ven aquí -dijo la voz de la señora Pomfrey.
Agarró a Harry y, llevándolo hasta donde estaban Alexandra y los otros que se habían ido a platicar con Krum lo envolvió tan apretado en una manta que le pareció que le había puesto una camisa de fuerza, y lo obligó a beber una poción muy caliente que le hizo salir humo por las orejas.
–¡Muy bien, Harry! – gritó Hermione-. ¡Lo hiciste, averiguaste el modo, y todo por ti mismo! - Dándose cuenta que Harry lo había hecho por su cuenta -
–Bueno… -contestó Harry. Le hubiera contado lo de Neville, pero se acababa de dar cuenta de que Karkarov lo miraba. Era el único miembro del tribunal que no se había levantado de la mesa, el único que no mostraba señales de alivio al ver volver sanos y salvos a Harry, Ron y la hermana de Fleur-. Sí, es verdad -dijo Harry, elevando algo la voz para que lo oyera Karkarov.
–Tienes un «escarrabajo» en el pelo, Herr… mío… ne -dijo Krum.
Harry tuvo la impresión de que Krum intentaba
recuperar la atención de Hermione, tal vez para recordarle que había sido él quien la había rescatado del lago, pero Hermione se quitó el escarabajo del pelo con un gesto de impaciencia y continuó:
–Pero te has pasado un montón del tiempo, Harry… ¿Te costó mucho encontrarnos?
–No, los encontré sin problemas.
Harry se sentía más idiota a cada momento. Una vez fuera del agua, le parecía evidente que las medidas de seguridad de Dumbledore no habrían permitido la muerte de uno de los rehenes sólo porque el campeón no hubiera conseguido llegar a tiempo. ¿Por qué no había cogido a Ron y se había marchado con él? Habría sido el primero… Ni Cedric ni Krum habían perdido un instante preocupándose por los otros: no se habían tomado en serio canción de las sirenas.
Dumbledore estaba agachado en la orilla, trabando conversación con la que parecía la jefa de las sirenas, que tenía un aspecto especialmente feroz y salvaje. El director hacía el mismo tipo de ruidos estridentes que las sirenas y los tritones
producían fuera del agua: evidentemente, Dumbledore hablaba sirenio. Finalmente se enderezó, se volvió hacia los otros miembros del tribunal y les dijo:
–Me parece que tenemos que hablar antes de dar la puntuación.
Los miembros del tribunal hicieron un corrillo para discutir. La señora Pomfrey había ido a rescatar a Alexandra de las garras de Ginny ; lallevó con Harry y los otros, le dio una manta y un poco de poción pimentónica, y luego fue en busca de Fleur y su hermana. Fleur tenía muchos cortes en la cara y los brazos, y la túnica rasgada; pero no parecía que eso le preocupara, y no permitió que la señora Pomfrey se ocupara de ella.
–Atienda a «Gabguielle» -le dijo, y luego se volvió hacia Harry-.Enseguio gracias Haggy -
entonces la voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman retumbó junto a ellos y los sobresaltó. En las gradas, la multitud se quedó de repente en silencio.
–Damas y caballeros, hemos tomado una decisión. Murcus, la jefa sirena, nos ha explicado qué ha ocurrido exactamente en el fondo del lago, y hemos puntuado en consecuencia. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente:
»La señorita Delacour, aunque ha demostrado un uso excelente del encantamiento casco-burbuja, fue atacada por los grindylows cuando se acercaba a su meta, y no consiguió recuperar a su hermana. Le concedemos veinticinco puntos.
Aplaudieron en las tribunas.
–Me «meguezco» un «cego» -dijo Fleur con voz ronca, agitando su magnífica cabellera.
–El señor Diggory, que también ha utilizado el encantamiento casco-burbuja, ha sido el primero en volver con su rehén, aunque lo hizo un minuto después de concluida la hora.
Se escucharon unos vítores atronadores procedentes de la zona de Hufflepuff. Harry vio que, entre la multitud, Cho le dirigía a Cedric una mirada entusiasmada.
–Por tanto le concedemos cuarenta y siete puntos.
A Harry se le cayó el alma a los pies. Si Cedric había llegado demasiado tarde, él desde luego mucho más.
–El señor Viktor Krum ha utilizado una forma de transformación incompleta, que sin embargo dio buen resultado, y ha sido el segundo en volver con su rescatada. Le concedemos cuarenta puntos.
Karkarov aplaudió muy fuerte y de manera muy arrogante.
–El señor Harry Potter ha utilizado con mucho éxito las branquialgas -prosiguió Bagman-. Volvió en último lugar, y mucho después de terminado el plazo de una hora. Pero la jefa sirena nos ha comunicado que el señor Potter fue el primero en llegar hasta los rehenes, y que el retraso en su vuelta se debió a su firme decisión de salvarlos a todos, no sólo al suyo.
Tanto Alexandra como Hermione dirigieron a Harry miradas que eran en parte de exasperación, en parte de compasión.
–La mayoría de los miembros del tribunal -y aquí Bagman le dirigió a Karkarov una mirada muy desagradable- están de acuerdo en que esto demuestra una gran altura moral y que merece ser recompensado con la máxima puntuación. No obstante… la puntuación del señor Potter son cuarenta y cinco puntos.
A Harry le dio un vuelco el estómago. Estaba empatado en el primer puesto con Cedric Diggory. Ron y Hermione, muy sorprendidos, miraron a Harry; luego se rieron y empezaron a aplaudir muy fuerte con el resto de la multitud. Alexandra beso a Harry muy feliz .
–¿Has visto, Harry? – le gritó Ron por encima del estruendo-. ¡Después de todo, no fuiste tan tonto! ¡Estabas demostrando gran altura moral!
Fleur también aplaudía con mucho entusiasmo. Krum, en cambio, no parecía nada contento. Volvió a intentar entablar conversación con Hermione, pero ella estaba demasiado ocupada vitoreando a Harry para escuchar.
–La tercera y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro de junio -continuó Bagman-. A los campeones se les notificará en qué consiste dicha prueba justo un mes antes. Gracias a todos por el apoyo que les brindáis.
«Ya ha pasado», pensaba Harry algo aturdido mientras la señora Pomfrey se lo llevaba con el resto de los campeones y los rehenes de regresó al castillo, para que se pusieran ropa seca. Ya había pasado todo: había superado la prueba, y no tenía que preocuparse por nada más hasta el 24 de junio…
Mientras subía la escalinata de piedra que daba acceso al castillo, decidió que en cuanto volviera a Hogsmeade le compraría a Dobby un par de calcetines para cada día del año.Una de las mejores consecuencias de la prueba fue que después todo el mundo estaba deseando conocer los detalles de lo ocurrido bajo el agua, lo que supuso que por una vez Ron compartiera el protagonismo con Harry. Éste notó que la versión que Ron daba de los hechos cambiaba sutilmente cada vez que los contaba. Al principio dijo lo que parecía ser más o menos la verdad; por lo menos, coincidía con la versión de Alexandra y Hermione . Dumbledore había reunido en el despacho de la profesora McGonagall a todos los futuros rehenes y, después de asegurarles que no les pasaría nada y que despertarían al salir del agua, los había dormido mediante un hechizo. Una semana después, sin embargo, Ron contaba un emocionante relato de secuestro en el Alexandra y Hermione se enfrentaba a cincuenta tritones armados hasta los dientes, que habían tenido que reducirlo antes de poder atarlas.
–Pero tenían la varita oculta en la manga -le aseguraba a Padma Patil, que parecía haberse vuelto más amable con Ron cuando éste se convirtió en el centro de atención, y le hablaba cada vez que se cruzaba con él por los corredores-. Si hubieran querido me hubieran llamado y yo hubiera raptado a esos atontados .
–¿Cuándo los ibas a raptar? ¿Mientras se mondaban de risa? – le preguntó Hermione mordazmente. Estaba muy irritable porque le tomaban mucho el pelo a propósito de que fuera ella la persona a la que Viktor Krum más valoraba. Alexandra río . Le hartaba que Ron hiciera una versión diferente de lo que enrealidad paso . Y el nisiquiera estaba ahí .
Ron enrojeció hasta las orejas, y en adelante retomó la primera versión de los hechos.
Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero un viento terrible parecía despellejarles manos y cara cada vez que salían del castillo. Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino. La lechuza parda que Harry había enviado a Sirius con la fecha del permiso para ir a Hogsmeade volvió el viernes por la mañana a la hora del desayuno con la mitad de las plumas revueltas. En cuanto Harry le desprendió la carta de Sirius se escapó, temiendo que la enviaran otra vez.
La carta de Sirius era casi tan corta como la anterior:
-Id al paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges) el sábado a las dos en punto de la tarde. Llevad toda la comida que podáis.
–¡No habrá vuelto a Hogsmeade! – exclamó Ron, sorprendido.
–Eso parece -observó Hermione.
–No puedo creerlo -dijo Harry muy preocupado-. Si lo cogen…
–Hasta ahora no lo han conseguido -le recordó Alexandra-. Y el lugar ya no está lleno de dementores.
Harry plegó la carta, pensando. La verdad era que quería volver a ver a Sirius. De forma que fue a la última clase de la tarde (doble hora de Pociones) mucho más contento de lo que normalmente se sentía cuando bajaba la escalera que llevaba a las mazmorras.
Malfoy, Crabbe y Goyle habían formado un corrillo a la puerta de la clase con la pandilla de chicas de Slytherin a la que pertenecía Pansy Parkinson. Todos miraban algo que Harry no alcanzó a distinguir, y se reían por lo bajo con muchas ganas. La cara de Pansy asomó por detrás de la ancha espalda de Goyle y los vio acercarse.
–¡Ahí están, ahí están! – anunció con una risa tonta, y el corro se rompió.
Harry vio que Pansy tenía en las manos un ejemplar de la revista Corazón de bruja. La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita.
–¡A lo mejor encuentras aquí algo de tu interés, Granger! – dijo Pansy en voz alta, y le tiró la revista a Hermione, que la cogió algo sobresaltada.
En aquel momento se abrió la puerta de la mazmorra, y Snape les hizo señas de que entraran.
Hermione, Harry Alexandra y Ron se encaminaron hacia su pupitre al final de la mazmorra. En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, Hermione se apresuró a hojear la revista bajo el pupitre. Al fin, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba. Alexandra Harry y Ron se inclinaron un poco para ver mejor. Una fotografía en color de Harry encabezaba un pequeño artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»:
Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.
La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo. Desde la llegada a Hogwarts de Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos Mundiales de quidditch, la señorita Granger ha jugado con los afectos de ambos muchachos. Krum, que está abiertamente enamorado de la taimada señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra chica.
Sin embargo, podrían no ser los dudosos encantos naturales de la señorita Granger los que han conquistado el interés de estos pobres chicos. Sin embargo El señor Potter busco intereses en otra chica Alexandra Fortune Fox . Ya lo habíamos dicho en la revista anterior pero en la segunda prueba pudimos confirmarlo . Aquí declaraciones
«Es fea con ganas -nos declara Pansy Parkinson, una bonita y vivaracha alumna de cuarto curso-, pero es perfectamente capaz de preparar un filtro amoroso, porque es una sabelotodo. Supongo que así lo consigue.»
Como es natural, los filtros amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesado en investigar estas sospechas. Mientras tanto, las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él. Porque Alexandra no lo es aquí declaraciones .
- Esa chica es una zorra se le arrastra a todos los chicos - Nos dijo una chica misteriosa -
–¡Te lo advertí! – le dijo Ron a Hermione entre dientes, mientras ella seguía con la vista fija en el artículo-. ¡Te advertí que no debías picarla! ¡Te ha presentado como una especie de… de mujer fatal!
Del rostro de Hermione desapareció la expresión de aturdimiento, y en su lugar soltó una risotada.
–¿Mujer fatal? – repitió, conteniendo la risa.
–Es como las llama mi madre -murmuró Ron, ruborizándose.
–Si Rita no es capaz más que de esto, es que está perdiendo sus habilidades -dijo Hermione, volviendo a reírse y dejando el número de Corazón de bruja sobre una silla vacía-. ¡Qué montón de basura!
Alexandra Miró a los de Slytherin, que los observaban detenidamente para ver si se enfadaban con el artículo. Hermione y Alexandra les dirigión una sonrisa sarcástica y un gesto de la mano, y tanto ellas como Ron y Harry empezaron a sacar los ingredientes que necesitarían para la poción agudizadora del ingenio.
–Pero hay algo muy curioso -dijo Hermione diez minutos después, deteniendo la mano de mortero sobre el almirez lleno de escarabajos-. ¿Cómo puede haberse enterado Rita Skeeter…?
–¿De qué? – se apresuró a preguntar Ron-. Tú no has preparado filtros amorosos, ¿no?
–No seas idiota -le soltó Alexandra comenzando a machacar los escarabajos-. Quiere decir… ¿cómo se habrá enterado de que Viktor Krum la ha invitado a visitarlo este verano?
Hermione se puso como un tomate al oír asu mejor amiga explicando eso y evitó por todos los medios la mirada de Ron.
–¿Qué? – exclamó éste, dejando caer la mano de mortero, que hizo bastante ruido.
–Me lo pidió justo después de sacarme del lago -susurró Hermione-. Después de volver a transformarse la cabeza. La señora Pomfrey nos dio una manta a cada uno, y luego él me llevó aparte para que no pudieran oírnos, y me dijo que si no tenía nada pensado para el verano, tal vez me gustaría…
–¿Y qué le respondiste? – preguntó Ron, que había recuperado la mano de mortero y lo estaba usando sobre la mesa, bastante lejos de donde tenía el almirez, porque no apartaba los ojos de Hermione. Alexandra pensaba que Ron estaba evidentemente celoso.
–Y dijo que nunca había sentido lo mismo por ninguna otra chica -siguió Hermione, poniéndose tan colorada que en aquel momento Ron casi notaba el calor que desprendía Alexandra moría de la risa -. Pero ¿cómo pudo oírlo Rita Skeeter? Ella no estaba por allí, ¿o sí? A lo mejor tiene una capa invisible, a lo mejor se infiltró en los terrenos del colegio para ver la segunda prueba…
–¿Y qué le respondiste tú? – repitió Ron, pegando tan fuerte con la mano de mortero que hizo una marca en el pupitre.
–Bueno, yo estaba demasiado ocupada intentando averiguar si vosotros dos estabais bien.
–Por fascinante que sea su vida social, señorita Granger -dijo una voz fría detrás de ellos-, le rogaría que no tratara sobre ella en mi clase. Diez puntos menos para Gryffindor.
Snape se había ido acercando sigilosamente a su pupitre mientras hablaban. En aquel momento, toda la clase los observaba. Malfoy aprovechó para lucir ante Harry la inscripción «POTTER APESTA» de su insignia.
–¡Ah…! ¿También leyendo revistas bajo la mesa? – añadió Snape, cogiendo el ejemplar de Corazón de bruja-. Otros diez puntos menos para Gryffindor… Ah, claro… -Los negros ojos de Snape relucieron al dar con el artículo de Rita Skeeter-. Potter tiene que estar al día de sus apariciones en la prensa…
Las carcajadas de los de Slytherin resonaron en el aula, y una desagradable sonrisa dibujó una mueca en los delgados labios de Snape. Para indignación de Harry, comenzó a leer el artículo en voz alta.
–«La pena secreta de Harry Potter…» Vaya, vaya, Potter, ¿de qué sufre usted ahora? «Tal vez sea diferente. Pero, aun así…»
Harry notaba que le ardía la cara Alexandra quería sacar su varita y tirarle una Avada . Snape se paraba al final de cada frase para dejar que los de Slytherin se rieran. Leído por Snape, el artículo sonaba diez veces peor.
–«… las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él. Porque Alexandra no lo es . ¡Qué conmovedor! – dijo Snape con desprecio, cerrando y enrollando la revista ante las risas continuadas de los de Slytherin-. Bueno, creo que lo mejor será que los separe a los cuatro para que puedan pensar en sus pociones y olvidar por un momento sus enmarañadas vidas amorosas. Weasley, quédese donde está; señorita Granger, allá, con la señorita Parkinson; Fortune con Malfoy y Potter, a la mesa que está enfrente de la mía. Muévase, ya.
Furioso, Harry echó los ingredientes y la mochila en el caldero, y lo llevó hasta la mesa vacía que había en la parte de delante de la mazmorra. Snape lo siguió, se sentó a su mesa y observó a Harry vaciando el caldero. Decidido a no mirarlo, Harry reanudó la tarea de machacar escarabajos, imaginándose la cara de Snape en cada uno de ellos.
–Toda esta atención por parte de la prensa parece habérsele subido a la cabeza, que ya estaba bastante llena de presunción, Potter -dijo Snape en voz baja, cuando el resto de la clase había vuelto a lo suyo.
Harry no respondió. Sabía que Snape trataba de provocarlo, tal como había hecho en otras ocasiones. Sin duda, quería una excusa para quitarle a Gryffindor cincuenta puntos antes del final de la clase.
–Podrías tener la equivocada impresión de que todo el mundo mágico está pendiente de ti -siguió Snape, pasando a tutearlo y en voz tan baja que nadie más podía oírlo (Harry siguió machacando los escarabajos, aunque ya los había reducido a un polvo finísimo), pero me da igual cuántas veces aparezca tu foto en los periódicos. Para mí, Potter, no eres más que un niño desagradable que cree estar por encima de las reglas.
Harry echó el polvo de escarabajo en el caldero y se puso a cortar las raíces de jengibre. Las manos le temblaban un poco de la cólera, pero no levantaba los ojos, como si no oyera lo que Snape le decía.
–Así que te advertiré algo, Potter -prosiguió Snape, con la voz aún más suave y ponzoñosa-, seas o no una diminuta celebridad: si te pillo volviendo a entrar en mi despacho…
Y ahí fue cuando Alexandra y Harry Explotaron .
*PoV Alexis *
Esa vieja me las va a pagar ya van dos veces que publica eso .
DEABNHI: AVADA KEDAVRA!!!!...CONTINUALA CUANDO PUEDAS POR CULPA DE TU HERMANO ENVIDIOSO XOXO ATTE DEBS
Debanhi_Malfoy
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
–¡Yo no me he acercado nunca a su despacho! – replicó Harry enojado, olvidando su fingida sordera.
–No me mientas -dijo Snape entre dientes, perforando a Harry con sus insondables ojos negros-. Piel de serpiente arbórea africana, branquialgas… Tanto una como otra salieron de mi armario privado, y sé quién las robó.
Harry le devolvió la mirada a Snape, intentando no pestañear ni parecer culpable. La verdad era que él no le había robado ninguna de aquellas cosas. Era Hermione quien le había cogido la piel de serpiente arbórea africana cuando estaban en segundo: la necesitaban para la poción multijugos. Y, aunque aquella vez Snape había sospechado de Harry, no había podido demostrarlo. En cuanto a las branquialgas, era evidente que las había robado Dobby.
–No sé de qué me habla -contestó Harry fríamente.
–¡No estabas en el dormitorio la noche en que entraron en mi despacho! – le dijo Snape en voz baja-. ¡Lo sé, Potter! ¡Y aunque Ojolocoaunque Ojoloco Moody haya ingresado en tu club de admiradores, no por eso toleraré tu comportamiento! Una nueva incursión nocturna en mi despacho, Potter, ¡y lo pagarás!
–Bien -repuso Harry con serenidad, volviendo a sus raíces de jengibre-, lo tendré en cuenta por si alguna vez siento impulsos de entrar.
Hubo un brillo en los ojos de Snape. Se metió la mano en la túnica negra, y por un momento Harry temió que sacara la varita y le echara una maldición allí mismo. Luego vio que lo que sacaba era un pequeño tarro de cristal con una poción que parecía agua. Harry la observó.
–¿Sabes qué es esto, Potter? – preguntó Snape, y sus ojos volvieron a brillar malévolamente.
–No -respondió Harry, aquella vez con total sinceridad.
–Es Veritaserum, una poción de la verdad tan poderosa que tres gotas bastarían para que descubrieras tus más íntimos secretos ante toda la clase -dijo Snape con la voz impregnada de odio-. Desde luego, el uso de esta poción está severamente controlado por normativa ministerial. Pero, si no vigilas tus pasos, podrías descubrir que mi mano se desliza subrepticiamente -movió un poco el tarro de cristal- hasta el zumo de calabaza de tu cena. Y entonces, Potter… sabremos si has estado o no en mi despacho.
Se oyó un bufido uno de su amada Alexandra .
Harry no dijo nada. Una vez más, volvió su atención a las raíces de jengibre, cogió el cuchillo y las partió en rodajas. No le hacía ni pizca de gracia lo de la poción de la verdad, y no dudaba de que Snape fuera capaz de echársela en el zumo. Reprimió un estremecimiento al imaginar todo lo que podría decir en ese caso. Aparte de meter en problemas a un montón de gente (para empezar, a Hermione y a Dobby), estaban todas las otras cosas que ocultaba… como el hecho de mantener contacto con Sirius y (las tripas le dieron un retortijón sólo de pensarlo) lo que sentía por Alexandra . Metió también en el caldero las raíces de jengibre, preguntándose si debería tomar ejemplo de Moody y limitarse a beber de su propia petaca.
Llamaron a la puerta de la mazmorra.
–Pase -dijo Snape en su tono habitual.
Toda la clase miró hacia la puerta. Entró el profesor Karkarov y se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
–Tenemos que hablar -dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta. Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.
–Hablaremos después de clase, Karkarov… -susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.
–Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.
–Después de clase -repitió Snape.
Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos una mirada de soslayo. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto.
Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
–Tenemos que hablar -dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta. Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.
–Hablaremos después de clase, Karkarov… -susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.
–Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.
–Después de clase -repitió Snape.
Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos una mirada de soslayo. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto.
Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
–Tenemos que hablar -dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta. Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.
–Hablaremos después de clase, Karkarov… -susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.
–Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.
–Después de clase -repitió Snape.
Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos una mirada de soslayo. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto.
Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry derramó adrede su frasco de bilis de armadillo dos minutos antes de que sonara la campana, lo que le dio una excusa para agacharse tras el caldero a limpiar el suelo mientras el resto de la clase se dirigía ruidosamente hacia la puerta.
–¿Qué es eso tan urgente? – oyó que Snape le preguntaba a Karkarov en un susurro.
–Esto -dijo Karkarov.
Echando un vistazo por el borde del caldero, Harry vio que Karkarov se subía la manga izquierda de la túnica y le mostraba a Snape algo situado en la parte interior del antebrazo.
–¿Qué te parece? – añadió Karkarov, haciendo aún el mismo esfuerzo por mover los labios lo menos posible-. ¿Ves? Nunca había estado tan clara, nunca desde…
–¡Tapa eso! – gruñó Snape, recorriendo la clase con los ojos.
–Pero tú también tienes que haber notado… -comenzó Karkarov con voz agitada.
–¡Podemos hablar después, Karkarov! – lo cortó Snape-. ¡Potter! ¿Qué está haciendo?
–Limpiando la bilis de armadillo, profesor -contestó haciéndose el inocente, al tiempo que se levantaba y le enseñaba el trapo empapado que tenía en la mano.
Karkarov giró sobre los talones y salió de la mazmorra a zancadas. Parecía tan preocupado como enojado. Como no quería quedarse a solas con un Snape excepcionalmente airado, Harry echó los libros y los ingredientes de Pociones en la mochila y salió a toda pastilla para contarles a Alexandra Ron y Hermione lo que había presenciado.
A las doce del día siguiente salieron del castillo bajo un débil sol plateado que brillaba sobre los campos. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año, y cuando llegaron a Hogsmeade los tres se habían quitado la capa y se la habían echado al hombro. En la mochila de Harry llevaban la comida que Sirius les había pedido: una docena de muslos de pollo, una barra de pan y un frasco de zumo de calabaza que les habían servido en la comida.
Fueron a Tiroslargos Moda a comprar un regalo para Dobby, y se divirtieron eligiendo los calcetines más estrambóticos que vieron, incluido un par con un dibujo de refulgentes estrellas doradas y plateadas y otro que chillaba mucho cuando empezaba a oler demasiado A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo.
Harry nunca había ido por allí. El ventoso callejón salía del pueblo hacia el campo sin cultivar que rodeaba Hogsmeade. Las casas estaban por allí más espaciadas y tenían jardines más grandes. Caminaron hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade, doblaron una curva y vieron al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca. Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardarlos. Lo reconocieron enseguida.
–Hola, Sirius -saludó Harry, cuando llegaron hasta él. Alexandra sonrió -
El perro olió con avidez la mochila de Harry, meneó la cola, y luego se volvió y comenzó a trotar por el campo cubierto de maleza que subía hacia el rocoso pie de la montaña. Alexandra Harry, Ron y Hermione traspasaron la cerca y lo siguieron.
Sirius los condujo a la base misma de la montaña, donde el suelo estaba cubierto de rocas y cantos rodados, y empezó a ascender por la ladera: un camino fácil para él, con sus cuatro patas; pero Alexandra Harry, Ron y Hermione se quedaron pronto sin aliento. Siguieron subiendo tras Sirius durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. El perro movía la cola mientras ellos sudaban bajo el sol. A Harry le dolían los hombros por las correas de la mochila.
Al final Sirius se perdió de vista, y, cuando llegaron al lugar en que había desaparecido, vieron una estrecha abertura en la piedra. Se metieron por ella con dificultad y se encontraron en una cueva fresca y oscura. Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak. Mitad caballo gris y mitad águila gigante, sus fieros ojos naranja brillaron al verlos. Los tres se inclinaron notoriamente ante él, y, después de observarlos por un momento, Buckbeak dobló sus escamosas rodillas delanteras y permitió que Alexandra se acercara y le acariciara el cuello con plumas. Harry, sin embargo, miraba al perro negro, que acababa de convertirse en su padrino.
Sirius llevaba puesta una túnica gris andrajosa, la misma que llevaba al dejar Azkaban, y estaba muy delgado. Tenía el pelo más largo que cuando se había aparecido en la chimenea, y sucio y enmarañado como el curso anterior.
–¡Pollo! – exclamó con voz ronca, después de haberse quitado de la boca los números atrasados de El Profeta y haberlos echado al suelo de la cueva.
Harry sacó de la mochila el pan y el paquete de muslos de pollo y se lo entregó.
–Gracias -dijo Sirius, que lo abrió de inmediato, cogió un muslo y se puso a devorarlo sentado en el suelo de la cueva-. Me alimento sobre todo de ratas. No quiero robar demasiada comida en Hogsmeade, porque llamaría la atención.
Sonrió a Harry, pero a éste le costó esfuerzo devolverle la sonrisa.
–¿Qué haces aquí, Sirius? – le preguntó.Alexandra - Se supone que estabas con mis padres . Alexandra estaba feliz de estar con Sirius pero no le gustaba el estado en que estaba -
–Cumplir con mi deber de padrino -respondió Sirius, royendo el hueso de pollo de forma muy parecida a como lo habría hecho un perro-. No te preocupes por mí: me hago pasar por un perro vagabundo de muy buenos modales. Y me escape de la casa de tus padres tenia que venir -
Seguía sonriendo; pero, al ver la cara de preocupación de Harry y Alexandra dijo más seriamente:
–Quiero estar cerca. Tu última carta… Bueno, digamos simplemente que cada vez me huele todo más a chamusquina. Voy recogiendo los periódicos que la gente tira, y, a juzgar por las apariencias, no soy el único que empieza a preocuparse.
Señaló con la cabeza los amarillentos números de El Profeta que estaban en el suelo. Ron los cogió y los desplegó.
Harry, sin embargo, siguió mirando a Sirius.
–¿Y si te atrapan? ¿Qué pasará si te descubren? - Preguntaron Alexis y Harry -
–Vosotros tres y Dumbledore sois los únicos por aquí que saben que soy un animago -dijo Sirius, encogiéndose de hombros y siguiendo con el pollo.
Ron le dio un codazo a Harry y le pasó los ejemplares de El Profeta. Eran dos: el primero llevaba el titular «La misteriosa enfermedad de Bartemius Crouch»; el segundo, «La bruja del Ministerio sigue desaparecida. El ministro de Magia se ocupa ahora personalmente del caso».
Harry miró el artículo sobre Crouch. Las frases le saltaban a los ojos: «No se lo ha visto en público
desde noviembre… la casa parece desierta… El Hospital San Mungo
–No me mientas -dijo Snape entre dientes, perforando a Harry con sus insondables ojos negros-. Piel de serpiente arbórea africana, branquialgas… Tanto una como otra salieron de mi armario privado, y sé quién las robó.
Harry le devolvió la mirada a Snape, intentando no pestañear ni parecer culpable. La verdad era que él no le había robado ninguna de aquellas cosas. Era Hermione quien le había cogido la piel de serpiente arbórea africana cuando estaban en segundo: la necesitaban para la poción multijugos. Y, aunque aquella vez Snape había sospechado de Harry, no había podido demostrarlo. En cuanto a las branquialgas, era evidente que las había robado Dobby.
–No sé de qué me habla -contestó Harry fríamente.
–¡No estabas en el dormitorio la noche en que entraron en mi despacho! – le dijo Snape en voz baja-. ¡Lo sé, Potter! ¡Y aunque Ojolocoaunque Ojoloco Moody haya ingresado en tu club de admiradores, no por eso toleraré tu comportamiento! Una nueva incursión nocturna en mi despacho, Potter, ¡y lo pagarás!
–Bien -repuso Harry con serenidad, volviendo a sus raíces de jengibre-, lo tendré en cuenta por si alguna vez siento impulsos de entrar.
Hubo un brillo en los ojos de Snape. Se metió la mano en la túnica negra, y por un momento Harry temió que sacara la varita y le echara una maldición allí mismo. Luego vio que lo que sacaba era un pequeño tarro de cristal con una poción que parecía agua. Harry la observó.
–¿Sabes qué es esto, Potter? – preguntó Snape, y sus ojos volvieron a brillar malévolamente.
–No -respondió Harry, aquella vez con total sinceridad.
–Es Veritaserum, una poción de la verdad tan poderosa que tres gotas bastarían para que descubrieras tus más íntimos secretos ante toda la clase -dijo Snape con la voz impregnada de odio-. Desde luego, el uso de esta poción está severamente controlado por normativa ministerial. Pero, si no vigilas tus pasos, podrías descubrir que mi mano se desliza subrepticiamente -movió un poco el tarro de cristal- hasta el zumo de calabaza de tu cena. Y entonces, Potter… sabremos si has estado o no en mi despacho.
Se oyó un bufido uno de su amada Alexandra .
Harry no dijo nada. Una vez más, volvió su atención a las raíces de jengibre, cogió el cuchillo y las partió en rodajas. No le hacía ni pizca de gracia lo de la poción de la verdad, y no dudaba de que Snape fuera capaz de echársela en el zumo. Reprimió un estremecimiento al imaginar todo lo que podría decir en ese caso. Aparte de meter en problemas a un montón de gente (para empezar, a Hermione y a Dobby), estaban todas las otras cosas que ocultaba… como el hecho de mantener contacto con Sirius y (las tripas le dieron un retortijón sólo de pensarlo) lo que sentía por Alexandra . Metió también en el caldero las raíces de jengibre, preguntándose si debería tomar ejemplo de Moody y limitarse a beber de su propia petaca.
Llamaron a la puerta de la mazmorra.
–Pase -dijo Snape en su tono habitual.
Toda la clase miró hacia la puerta. Entró el profesor Karkarov y se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
–Tenemos que hablar -dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta. Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.
–Hablaremos después de clase, Karkarov… -susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.
–Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.
–Después de clase -repitió Snape.
Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos una mirada de soslayo. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto.
Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
–Tenemos que hablar -dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta. Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.
–Hablaremos después de clase, Karkarov… -susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.
–Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.
–Después de clase -repitió Snape.
Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos una mirada de soslayo. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto.
Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
–Tenemos que hablar -dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta. Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.
–Hablaremos después de clase, Karkarov… -susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.
–Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.
–Después de clase -repitió Snape.
Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos una mirada de soslayo. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto.
Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry derramó adrede su frasco de bilis de armadillo dos minutos antes de que sonara la campana, lo que le dio una excusa para agacharse tras el caldero a limpiar el suelo mientras el resto de la clase se dirigía ruidosamente hacia la puerta.
–¿Qué es eso tan urgente? – oyó que Snape le preguntaba a Karkarov en un susurro.
–Esto -dijo Karkarov.
Echando un vistazo por el borde del caldero, Harry vio que Karkarov se subía la manga izquierda de la túnica y le mostraba a Snape algo situado en la parte interior del antebrazo.
–¿Qué te parece? – añadió Karkarov, haciendo aún el mismo esfuerzo por mover los labios lo menos posible-. ¿Ves? Nunca había estado tan clara, nunca desde…
–¡Tapa eso! – gruñó Snape, recorriendo la clase con los ojos.
–Pero tú también tienes que haber notado… -comenzó Karkarov con voz agitada.
–¡Podemos hablar después, Karkarov! – lo cortó Snape-. ¡Potter! ¿Qué está haciendo?
–Limpiando la bilis de armadillo, profesor -contestó haciéndose el inocente, al tiempo que se levantaba y le enseñaba el trapo empapado que tenía en la mano.
Karkarov giró sobre los talones y salió de la mazmorra a zancadas. Parecía tan preocupado como enojado. Como no quería quedarse a solas con un Snape excepcionalmente airado, Harry echó los libros y los ingredientes de Pociones en la mochila y salió a toda pastilla para contarles a Alexandra Ron y Hermione lo que había presenciado.
A las doce del día siguiente salieron del castillo bajo un débil sol plateado que brillaba sobre los campos. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año, y cuando llegaron a Hogsmeade los tres se habían quitado la capa y se la habían echado al hombro. En la mochila de Harry llevaban la comida que Sirius les había pedido: una docena de muslos de pollo, una barra de pan y un frasco de zumo de calabaza que les habían servido en la comida.
Fueron a Tiroslargos Moda a comprar un regalo para Dobby, y se divirtieron eligiendo los calcetines más estrambóticos que vieron, incluido un par con un dibujo de refulgentes estrellas doradas y plateadas y otro que chillaba mucho cuando empezaba a oler demasiado A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo.
Harry nunca había ido por allí. El ventoso callejón salía del pueblo hacia el campo sin cultivar que rodeaba Hogsmeade. Las casas estaban por allí más espaciadas y tenían jardines más grandes. Caminaron hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade, doblaron una curva y vieron al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca. Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardarlos. Lo reconocieron enseguida.
–Hola, Sirius -saludó Harry, cuando llegaron hasta él. Alexandra sonrió -
El perro olió con avidez la mochila de Harry, meneó la cola, y luego se volvió y comenzó a trotar por el campo cubierto de maleza que subía hacia el rocoso pie de la montaña. Alexandra Harry, Ron y Hermione traspasaron la cerca y lo siguieron.
Sirius los condujo a la base misma de la montaña, donde el suelo estaba cubierto de rocas y cantos rodados, y empezó a ascender por la ladera: un camino fácil para él, con sus cuatro patas; pero Alexandra Harry, Ron y Hermione se quedaron pronto sin aliento. Siguieron subiendo tras Sirius durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. El perro movía la cola mientras ellos sudaban bajo el sol. A Harry le dolían los hombros por las correas de la mochila.
Al final Sirius se perdió de vista, y, cuando llegaron al lugar en que había desaparecido, vieron una estrecha abertura en la piedra. Se metieron por ella con dificultad y se encontraron en una cueva fresca y oscura. Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak. Mitad caballo gris y mitad águila gigante, sus fieros ojos naranja brillaron al verlos. Los tres se inclinaron notoriamente ante él, y, después de observarlos por un momento, Buckbeak dobló sus escamosas rodillas delanteras y permitió que Alexandra se acercara y le acariciara el cuello con plumas. Harry, sin embargo, miraba al perro negro, que acababa de convertirse en su padrino.
Sirius llevaba puesta una túnica gris andrajosa, la misma que llevaba al dejar Azkaban, y estaba muy delgado. Tenía el pelo más largo que cuando se había aparecido en la chimenea, y sucio y enmarañado como el curso anterior.
–¡Pollo! – exclamó con voz ronca, después de haberse quitado de la boca los números atrasados de El Profeta y haberlos echado al suelo de la cueva.
Harry sacó de la mochila el pan y el paquete de muslos de pollo y se lo entregó.
–Gracias -dijo Sirius, que lo abrió de inmediato, cogió un muslo y se puso a devorarlo sentado en el suelo de la cueva-. Me alimento sobre todo de ratas. No quiero robar demasiada comida en Hogsmeade, porque llamaría la atención.
Sonrió a Harry, pero a éste le costó esfuerzo devolverle la sonrisa.
–¿Qué haces aquí, Sirius? – le preguntó.Alexandra - Se supone que estabas con mis padres . Alexandra estaba feliz de estar con Sirius pero no le gustaba el estado en que estaba -
–Cumplir con mi deber de padrino -respondió Sirius, royendo el hueso de pollo de forma muy parecida a como lo habría hecho un perro-. No te preocupes por mí: me hago pasar por un perro vagabundo de muy buenos modales. Y me escape de la casa de tus padres tenia que venir -
Seguía sonriendo; pero, al ver la cara de preocupación de Harry y Alexandra dijo más seriamente:
–Quiero estar cerca. Tu última carta… Bueno, digamos simplemente que cada vez me huele todo más a chamusquina. Voy recogiendo los periódicos que la gente tira, y, a juzgar por las apariencias, no soy el único que empieza a preocuparse.
Señaló con la cabeza los amarillentos números de El Profeta que estaban en el suelo. Ron los cogió y los desplegó.
Harry, sin embargo, siguió mirando a Sirius.
–¿Y si te atrapan? ¿Qué pasará si te descubren? - Preguntaron Alexis y Harry -
–Vosotros tres y Dumbledore sois los únicos por aquí que saben que soy un animago -dijo Sirius, encogiéndose de hombros y siguiendo con el pollo.
Ron le dio un codazo a Harry y le pasó los ejemplares de El Profeta. Eran dos: el primero llevaba el titular «La misteriosa enfermedad de Bartemius Crouch»; el segundo, «La bruja del Ministerio sigue desaparecida. El ministro de Magia se ocupa ahora personalmente del caso».
Harry miró el artículo sobre Crouch. Las frases le saltaban a los ojos: «No se lo ha visto en público
desde noviembre… la casa parece desierta… El Hospital San Mungo
Invitado
Invitado
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
ME ENVANTO EL CAP ENCERIO ES SUPER TU NOVE ENCERIO ME ENCANTA XOXO ATTE DEBS BYE
PD DEBES SEGUIRLA :hi: :hug:
PD DEBES SEGUIRLA :hi: :hug:
Debanhi_Malfoy
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
–¿Y si te atrapan? ¿Qué pasará si te descubren? - Preguntaron Harry y Alexandra al mismo tiempo -
–Vosotros cuatro y Dumbledore sois los únicos por aquí que saben que soy un animago -dijo Sirius, encogiéndose de hombros y siguiendo con el pollo.
Ron le dio un codazo a Harry y le pasó los ejemplares de El Profeta. Eran dos: el primero llevaba el titular «La misteriosa enfermedad de Bartemius Crouch»; el segundo, «La bruja del Ministerio sigue desaparecida. El ministro de Magia se ocupa ahora personalmente del caso».
Harry miró el artículo sobre Crouch. Las frases le saltaban a los ojos: «No se lo ha visto en público desde noviembre… la casa parece desierta… El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas rehúsa hacer comentarios… El Ministerio se niega a confirmar los rumores de enfermedad crítica…»
–Suena como si se estuviera muriendo -comentó Alexandra-.Pero no puede estar tan enfermo si se ha colado en Hogwarts…
–Mi hermano es el ayudante personal de Crouch -informó Ron a Sirius-. Dice que lo que tiene Crouch se debe al exceso de trabajo.
–Eso sí, la última vez que lo vi de cerca parecía enfermo -añadió Harry pensativamente, sin dejar el periódico-. La noche en que salió mi nombre del cáliz…
–Se está llevando su merecido por despedir a Winky -dijo Hermione con frialdad. Estaba acariciando a Buckbeak, que mascaba los huesos de pollo que Sirius iba dejando-. Apuesto a que se arrepiente de haberlo hecho. Apuesto a que ahora que ella no está para cuidarlo se da cuenta de lo que valía.
–Hermione está obsesionada con los elfos domésticos -le explicó Ron a Sirius, dirigiendo a Hermione una mirada severa.
Pero Sirius parecía interesado.
–¿Crouch despidió a su elfina doméstica?– Pregunto Sirius .-
-Si, en los Mundiales de quidditch -repuso Harry, y se puso a contar la historia de la aparición de la Marca Tenebrosa y de que habían encontrado a Winky con la varita de él en la mano, y del enojo del señor Crouch.
Cuando Harry hubo concluido, Sirius se puso de nuevo en pie y comenzó a pasear de un lado a otro de la cueva.
–A ver si lo he entendido todo bien -dijo después de un rato, blandiendo un nuevo muslo de pollo-. Primero visteis en la tribuna principal a la elfina, que le estaba guardando un sitio a Crouch, ¿no es así?
–Sí -respondieron los tres al mismo tiempo.
–Pero Crouch no apareció en todo el partido. - Ahora dijo Alexandra ya que ella no había estado en los mundiales-
–No -confirmó Harry-. Me parece que dijo que había estado muy ocupado.
Sirius paseó en silencio por la cueva. Luego preguntó:
–¿Miraste en los bolsillos si estaba la varita después de dejar la tribuna principal, Harry?
–Eh… -Harry intentó recordar-. No -contestó por fin-. No la necesité antes de llegar al bosque. Entonces metí la mano en el bolsillo, y lo único que encontré fueron los omniculares. – Miró a Sirius-. ¿Crees que el que hizo aparecer la Marca Tenebrosa me robó la varita en la tribuna principal?
–Tal vez -dijo Sirius.
–¡Winky no robó esa varita! – aseguró Hermione con vehemencia.
–La elfina no estaba sola en la tribuna principal, ¿verdad? – dijo Sirius frunciendo el entrecejo mientras seguía paseando-.
¿Quién más había sentado detrás de ti? - Pregunto Alexandra intrigada -
–Mucha gente -explicó Harry-. Funcionarios búlgaros… Cornelius Fudge… los Malfoy…
–¡Los Malfoy! – exclamó Ron de repente, tan alto que su voz retumbó en la cueva. Buckbeak sacudió la cabeza nervioso-. ¡Seguro que fue Lucius Malfoy!- "Tendré que hablar con el idiota de Draco "pensó Alexandra -
–¿Nadie más?
–Nadie -dijo Harry.
–Sí, había alguien más: Ludo Bagman -recordó Hermione.
–¡Ah, sí…!
–No sé nada de Bagman, salvo que fue golpeador en las Avispas de Wimbourne -comentó Sirius, sin dejar de pasear-. ¿Cómo es?
–Genial . Se empeña en ofrecerme ayuda para el Torneo de los tres magos.- Dijo Harry -
-De verdad? – El ceño de Sirius se hizo más profundo-. ¿Por qué lo hará?
–Dice que tiene debilidad por el - Dijo Alexandra - Aunque yo ...- Quería decir sus sospechas pero aun no estaba segura -
–Mmm. – Sirius se quedó pensativo.Y mirando a Alexandra sabia que tenia alguna sospecha -
–Lo vimos en el bosque justo antes de que apareciera la Marca Tenebrosa -le dijo Hermione a Sirius-. ¿Os acordáis? – añadió volviéndose a Ron y Harry.
–Sí, pero no se quedó en el bosque -observó Ron-. En cuanto le hablamos del altercado, se fue al campamento.
–¿Cómo lo sabes? – objetó Hermione-. ¿Cómo sabes adónde fue al desaparecerse?
–¡Vamos! – exclamó Ron en tono escéptico-. ¿Es que crees que fue Bagman el que hizo aparecer la Marca Tenebrosa?
–Antes sospecho de él que de Winky -replicó Hermione con testarudez.
–Ya te lo he dicho -señaló Ron, dirigiendo a Sirius una significativa mirada-, está obsesionada con los elfos dom…
Pero Sirius levantó la mano para que se callara.
–¿Qué hizo Crouch después de que apareció la Marca Tenebrosa y de que hubieron descubierto a su elfina con la varita de Harry?
–Se fue a mirar entre los arbustos -explicó Harry-, pero no encontró a nadie más.
–Claro -susurró Sirius, paseando de un lado a otro-, claro, quería encontrar a cualquier otro que no fuera su elfina doméstica… ¿Y entonces la despidió?
–Sí -contestó Hermione muy acalorada-, la despidió sólo porque no se había quedado en la tienda y dejado que la pisotearan.
–¡Deja en paz a la elfina, Hermione! – le dijo Ron.
Pero Sirius negó con la cabeza.
–Ella ha calado a Crouch mejor que tú, Ron. Si quieres saber cómo es alguien, mira de qué manera trata a sus inferiores, no a sus iguales.
Se pasó una mano por la cara sin afeitar, intentando pensar.
–Todas esas ausencias de Barty Crouch… Se toma la molestia de enviar a su elfina doméstica para que le guarde un asiento en los Mundiales, pero no aparece para ver el partido; - Dijo Alexandra entendiendo todo -
- trabaja muy duro para reinstaurar el Torneo, y luego también se ausenta… Nada de eso es propio de él. Si antes de esto había dejado alguna vez de ir al trabajo por enfermedad, me como a Buckbeak.
–¿Conoces a Crouch, entonces? – le preguntó Harry.
La cara de Sirius se ensombreció. De pronto pareció tan amenazador como la noche en que Harry lo había visto por primera vez, cuando aún creía que era un asesino.
–Conozco a Crouch muy bien -dijo en voz baja-. Fue el que ordenó que me llevaran a Azkaban… sin juicio.
–¿Qué? – exclamaron a la vez Ron y Hermione. -
-No puede ser - Dijo Alexandra -
–¡Bromeas! – dijo Harry.
–No, no bromeo -respondió Sirius, arrancando otro bocado al muslo de pollo-. Crouch era director del Departamento de Seguridad Mágica, ¿no lo sabíais?
Harry, Ron y Hermione negaron con la cabeza. Alexandra asintió
- Escuche a mis padres hablar sobre el . Y de que seguramente seria Ministro - Explico Alexandra -
–Todos pensaban que sería el siguiente ministro de Magia -explicó Sirius-. Barty Crouch es un gran mago y está sediento de poder. Ah, no, nunca apoyó a Voldemort -añadió, comprendiendo lo que significaba la expresión de Harry-. No, Barty Crouch fue siempre un declarado enemigo del lado tenebroso. Pero, entonces, un montón de gente que estaba también contra el lado tenebroso… Bueno, no lo entenderíais: sois demasiado jóvenes…
–Eso es lo que dijo mi padre en los Mundiales -dijo Ron con un dejo de irritación en la voz-. ¿Por qué no lo intentas?
Sirius sonrió un instante.
–Vale, lo intentaré… -Paseó unos momentos por la cueva, y luego empezó a hablar-: Imaginaos que Voldemort está ahora mismo en su momento de máximo poder. No sabéis quiénes lo apoyan, no sabéis quién es de los suyos y quién no, pero sabéis que puede controlar a la gente para que haga cosas terribles sin poder evitarlo. Tenéis miedo por vosotros mismos, por vuestra familia y por vuestros amigos. Cada semana llegan las noticias de nuevas muertes, nuevas desapariciones, nuevas torturas… El Ministerio de Magia está sumido en el caos, no sabe qué hacer, intenta que los muggles no se den cuenta de nada, pero, entre tanto, también van muriendo muggles. El terror, el pánico y la confusión cunden por todas partes… Así estaban las cosas.
»Bueno, esas situaciones sacan a la luz lo mejor de algunas personas y lo peor de otras. Las intenciones de Crouch tal vez fueran buenas al principio, no lo sé. Ascendió rápidamente en el Ministerio y empezó a aplicar medidas muy duras contra los partidarios de Voldemort. Concedió nuevos poderes a los aurores: por ejemplo, permiso para matar en vez de capturar. Y yo no fui el único al que entregaron a los dementores sin juicio previo. Crouch empleó la violencia contra la violencia, y autorizó el uso de las maldiciones imperdonables contra los sospechosos. Diría que llegó a ser tan cruel y despiadado como los que estaban en el lado tenebroso. Tenía sus partidarios, por supuesto: mucha gente que pensaba que aquél era el mejor modo de hacer las cosas, y muchos magos y brujas pedían que asumiera el poder como nuevo ministro de Magia. Cuando desapareció Voldemort, parecía que era sólo cuestión de tiempo que Crouch ocupara el cargo más alto del escalafón, pero entonces sucedió algo bastante inoportuno. – Sirius sonrió con tristeza-. El propio hijo de Crouch fue descubierto con un grupo de mortífagos que se las habían arreglado para salir de Azkaban. Según parecía, buscaban a Voldemort para reinstaurar su poder.–
- Pillaron al hijo de Crouch? – preguntó Hermione con voz entrecortada.
–Sí -contestó Sirius, tirándole a Buckbeak el hueso de pollo; luego se apresuró a coger la barra de pan y partirla por la mitad-. Un golpe duro para Barty, me imagino. Tal vez debería haber dedicado más tiempo a la familia, tal vez debería haber trabajado algo menos y vuelto a su casa antes, de vez en cuando, para conocer a su propio hijo.
Empezó a devorar el pan a grandes bocados.
–¿Su propio hijo era un mortífago? inquino Harry.
–No lo sé realmente -repuso Sirius, metiéndose más pan en la boca-. Yo ya estaba en Azkaban cuando lo llevaron. Éstas son cosas que en su mayor parte he averiguado después de haber salido. Desde luego, el muchacho fue descubierto en compañía de gente que me apostaría el cuello a que eran mortífagos, pero tal vez sólo estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado, como la elfina doméstica.
–¿Intentó liberar a su hijo? – susurró Hermione -
Sirius soltó una risa que sonó casi como un ladrido.
–¿Liberar a su hijo? ¡Creía que habías entendido cómo es, Hermione! Quería apartar del camino todo lo que pudiera manchar su reputación; había dedicado su vida entera a escalar puestos para llegar a ministro de Magia. Ya lo viste despedir a su elfina doméstica porque lo había vuelto a asociar con la Marca Tenebrosa… ¿No te da eso a entender cómo es? El amor paternal de Crouch se limitó a concederle un juicio y, según parece, no fue más que una oportunidad para demostrar lo mucho que aborrecía al muchacho… Luego lo mandó derecho a Azkaban.
–¿Entregó a su propio hijo a los dementores? – preguntó Harry en voz baja.
–Sí -respondió Sirius, y ya no estaba nada sonriente-. Vi cuando los dementores lo condujeron, los vi a través de los barrotes de mi celda. Lo metieron en una cercana a la mía. No tendría más de diecinueve años. Al caer la noche gritaba llamando a su madre. Al cabo de unos días se calmó, sin embargo… Todos terminan calmándose… salvo cuando gritan en sueños.
Por un momento, al rememorar la prisión, la mirada triste de Sirius resultó más triste que nunca. Alexandra al notar eso se acerco a Sirius y lo abrazo .
–Entonces, ¿sigue en Azkaban? – inquirió Harry.
–No -contestó Sirius con voz apagada-. No, ya no está allí. Murió un año después de entrar.
–¿Murió?
–No fue el único -dijo Sirius con amargura-. La mayoría se vuelven locos, y muchos terminan por dejar de comer. Pierden la voluntad de vivir. Se sabía cuándo iba a morir alguien porque los dementores lo sentían, se excitaban. El muchacho parecía bastante enfermo cuando llegó. Como Crouch era un importante miembro del Ministerio, él y su mujer pudieron visitarlo en el lecho de muerte. Fue la última vez que vi a Barty Crouch, casi llevando a rastras a su mujer cuando pasaron por delante de mi celda. Según parece, ella murió también poco después. De pena. Se consumió igual que el muchacho. Crouch no fue a buscar el cadáver de su hijo. Los propios dementores lo enterraron junto a la fortaleza: yo los vi hacerlo.
Sirius dejó a un lado el pan que acababa de levantar para llevárselo a la boca, y en su lugar cogió el frasco de zumo de calabaza y lo apuró.–Y de esa forma Crouch lo perdió todo justo cuando parecía que ya lo había alcanzado -continuó, limpiándose la boca con el dorso de la mano-. Había sido un héroe, preparado para convertirse en ministro de Magia; y un instante más tarde su hijo había muerto, su mujer también, el nombre de su familia estaba deshonrado y, según he escuchado después de salir de la cárcel, su popularidad había caído en picado. Cuando el chico murió, a la gente empezó a darle pena y se preguntaron por qué un chico de tan buena familia se había descarriado de aquella manera. La respuesta que encontraron fue que su padre nunca se había preocupado mucho por él. Y por eso el cargo lo consiguió Cornelius Fudge, y a Crouch lo relegaron al Departamento de Cooperación Mágica Internacional.
Hubo un prolongado silencio. Harry recordó la manera en que a Crouch se le salían los ojos de las órbitas al encontrar en el bosque a su desobediente elfina doméstica, la noche de los Mundiales de quidditch. Aquél, pues, era el motivo por el que Crouch se había excedido de tal manera al encontrar a Winky bajo la Marca Tenebrosa. Le había recordado a su hijo, el antiguo escándalo y su caída en desgracia en el Ministerio.
–Moody dice que Crouch está obsesionado con atrapar magos tenebrosos -le dijo Harry a Sirius.
–Sí, he oído que se ha convertido en una especie de manía suya -repuso Sirius, asintiendo con la cabeza-. Seguramente piensa que todavía tiene esperanzas de recobrar su antigua popularidad si atrapa algún mortífago.
–¡Y se coló en Hogwarts para registrar el despacho de Snape! – exclamó Ron eufórico, mirando a Hermione.
–Sí, y eso no tiene ningún sentido -dijo Sirius.
–¡Claro que lo tiene! – exclamó Ron emocionado.
Pero Sirius y Alexandra negaron con la cabeza.
–Mira, si Crouch quiere investigar a Snape, ¿por qué no va a las pruebas del Torneo? Sería una excusa ideal para hacer visitas regulares a Hogwarts y tenerlo vigilado.- Dijo Alexandra comprendiendo las ideas de Sirius -
–O sea, que crees que Snape se trae algo entre manos -dijo Harry, pero Hermione lo interrumpió:
–Me da igual lo que digáis. Dumbledore confía en Snape…
–Vamos, Hermione -dijo Ron impaciente-, ya sabemos que Dumbledore es muy inteligente y todo eso, pero siempre es posible que un mago tenebroso realmente listo lo pueda engañar.
–Entonces, ¿por qué Snape salvó a Harry la vida en primero, eh? ¿Por qué no lo dejó morir?
–No lo sé. A lo mejor le daba miedo que Dumbledore lo pusiera de patitas en la calle.
–¿Qué piensas tú, Sirius? – preguntó Harry, y Ron y Hermione dejaron de discutir para escuchar.
–Pienso que los dos tenéis algo de razón -contestó Sirius, mirándolos pensativamente-. En cuanto supe que Snape daba clase aquí me pregunté por qué Dumbledore lo había contratado. Snape siempre ha sentido fascinación por las artes oscuras; ya en el colegio era famoso por ello. Era un pelota empalagoso de pelo grasiento -añadió, y Harry y Ron se sonrieron el uno al otro . Alexandra río y Hermione estaba seria - Cuando llegó al colegio conocía más maldiciones que la mayoría de los que estaban en séptimo, y formó parte de una pandilla de Slytherin que luego resultaron casi todos mortífagos. – Sirius levantó los dedos y comenzó a contar con ellos los nombres-. Rosier y Wilkes: a los dos los mataron los aurores un año antes de la caída de Voldemort; los Lestrange, que son matrimonio, están en Azkaban; Avery, del que he oído que se quitó de en medio diciendo que había actuado bajo los efectos de la maldición imperius, todavía anda suelto. Pero, que yo sepa, contra Snape no hubo denuncias. No es que eso signifique gran cosa: son muchos los que nunca fueron atrapados. Y desde luego Snape es lo bastante listo y astuto para mantenerse al margen de los problemas.
–Snape conoce muy bien a Karkarov, pero lo disimula -dijo Ron.
–¡Sí, tendrías que haber visto la cara que puso Snape cuando Karkarov entró ayer en Pociones! – se apresuró a añadir Harry-. Karkarov quería hablar con Snape, y lo acusó de estar evitándolo. Parecía realmente preocupado. Le mostró a Snape algo que tenía en el brazo, pero no vi qué era.
–¿Que le mostró a Snape algo que tenía en el brazo? – repitió Sirius, desconcertado. Se pasó los dedos distraídamente por el pelo sucio, y volvió a encogerse de hombros-. Bueno, no tengo ni idea de qué puede ser… pero si Karkarov está de verdad preocupado y acude a Snape en busca de soluciones… -Sirius miró la pared de la cueva, y luego hizo una mueca de frustración-. Aún queda el hecho de que Dumbledore confía en Snape, y ya sé que Dumbledore confía en personas de las que otros no se fiarían, pero no creo que le permitiera dar clase en Hogwarts si hubiera estado alguna vez al servicio de Voldemort.
–Entonces, ¿por qué están tan interesados Moody y Crouch en su despacho? – insistió Ron.
–Bueno -dijo Sirius pensativamente-, no me extrañaría que Ojoloco hubiera entrado en el despacho de todos los profesores en cuanto llegó a Hogwarts. Se toma la Defensa Contra las Artes Oscuras muy en serio. No creo que confíe absolutamente en nadie, y no me sorprende después de todo lo que ha visto. Sin embargo, tengo que decir una cosa de Moody, y es que nunca mató si podía evitarlo: siempre cogía a todo el mundo vivo si era posible. Era un tipo duro, pero nunca descendió al nivel de los mortífagos. Crouch, en cambio, es harina de otro costal… ¿Estará de verdad enfermo? Si lo está, ¿cómo hace el esfuerzo de entrar en el despacho de Snape? Y si no lo está… ¿qué se trae entre manos? ¿Qué era tan importante en los Mundiales para que no apareciera en la tribuna principal? ¿Y qué ha estado haciendo mientras se suponía que tenía que juzgar las pruebas del Torneo?
Sirius se quedó en silencio, aún mirando la pared de la cueva. Buckbeak husmeaba por el suelo pedregoso, buscando algún hueso que hubiera pasado por alto.
Al cabo, Sirius levantó la vista y miró a Ron.
–Dices que tu hermano es el ayudante personal de Crouch… ¿Podrías preguntarle si ha visto a Crouch últimamente?
–Puedo intentarlo -respondió Ron dudando-. Pero mejor que no parezca que sospecho que Crouch puede estar tramando algo chungo. Percy lo adora.
–¿Y podrías intentar averiguar si tienen alguna pista sobre Bertha Jorkins? – dijo Sirius, señalando el segundo ejemplar de El Profeta.
–Bagman me dijo que no -observó Harry.
–Sí, lo citan en este artículo -dijo Sirius, señalando el periódico con un gesto de cabeza-. Se toma a broma lo de Bertha, y comenta su mala memoria. Bueno, puede que haya cambiado desde que yo la conocí, pero la Bertha de entonces no era nada olvidadiza, todo lo contrario. No tenía muchas luces, pero sí una memoria excelente para el chismorreo. Eso le daba un montón de problemas, porque nunca sabía tener la boca cerrada. Me imagino que en el Ministerio de Magia sería más un estorbo que otra cosa. Tal vez por eso Bagman no se ha molestado demasiado en buscarla…
Sirius exhaló un profundo suspiro y se frotó los ojos.
–¿Qué hora es?
Harry miró el reloj. Luego recordó que no funcionaba desde que se había sumergido en el lago.
–Son las tres y media -informó Hermione.
–Será mejor que volváis al colegio -dijo Sirius, poniéndose en pie-. Ahora escuchad. – Le dirigió a Harry una mirada especialmente dura-. No quiero que os escapéis del colegio para venir a verme, ¿de acuerdo? Conformaos con enviarme notas. Sigo queriendo conocer cualquier cosa rara que ocurra. Pero no salgas de Hogwarts sin permiso: resultaría una oportunidad ideal para atacarte.
–Nadie ha intentado atacarme hasta ahora, salvo un dragón y un par de grindylows -contestó Harry.
Pero Sirius lo miró con severidad.
–Me da igual… No respiraré tranquilo hasta que el Torneo haya finalizado, y eso no será hasta junio. Y no lo olvidéis: si hablais de mí entre vosotros, llamadme Hocicos, ¿vale? Y Alexandra ... No nada - Dijo Sirius dejando a Alexandra confundida -
Le entregó a Harry el frasco y la servilleta vacíos, y se despidió de Buckbeak dándole unas palmadas en el cuello.
–Iré con vosotros hasta la entrada del pueblo -dijo-, a ver si me puedo hacer con otro periódico.
Antes de salir de la cueva volvió a transformarse en el perro grande y negro, y todos juntos descendieron por la ladera de la montaña, cruzaron el campo pedregoso y volvieron al punto de la cerca donde estaban las tablas para pasarla con más facilidad. Allí les permitió que le dieran unas palmadas en el cuello en señal de despedida, antes de volverse y salir para dar una vuelta por los alrededores del pueblo.
Los tres emprendieron el camino de vuelta al castillo pasando de nuevo por Hogsmeade.
–Me pregunto si Percy sabrá todo eso de Crouch -dijo Ron, de camino al castillo-. Pero a lo mejor le da igual… a lo mejor lo admiraría más por ello. Sí, Percy adora las normas. Diría que Crouch se negó a saltárselas incluso por su propio hijo.
–Percy no entregaría a los dementores a nadie de su familia -afirmó Hermione severamente.
–No lo sé -dijo Ron-. Si pensara que nos interponíamos en su camino de ascenso… Percy es muy ambicioso, ¿sabes?
Subieron la escalinata de piedra de acceso al castillo, y, al entrar en el vestíbulo, les llegó un delicioso olor a comida procedente del Gran Comedor.
–¡Pobre Hocicos! – dijo Ron, suspirando-. Tiene que quererte mucho, Harry… ¡Imagínate, vivir a base de ratas!
Alexandra lo vio Severamente y entro al castillo agarrada de la mano de Harry .
–Vosotros cuatro y Dumbledore sois los únicos por aquí que saben que soy un animago -dijo Sirius, encogiéndose de hombros y siguiendo con el pollo.
Ron le dio un codazo a Harry y le pasó los ejemplares de El Profeta. Eran dos: el primero llevaba el titular «La misteriosa enfermedad de Bartemius Crouch»; el segundo, «La bruja del Ministerio sigue desaparecida. El ministro de Magia se ocupa ahora personalmente del caso».
Harry miró el artículo sobre Crouch. Las frases le saltaban a los ojos: «No se lo ha visto en público desde noviembre… la casa parece desierta… El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas rehúsa hacer comentarios… El Ministerio se niega a confirmar los rumores de enfermedad crítica…»
–Suena como si se estuviera muriendo -comentó Alexandra-.Pero no puede estar tan enfermo si se ha colado en Hogwarts…
–Mi hermano es el ayudante personal de Crouch -informó Ron a Sirius-. Dice que lo que tiene Crouch se debe al exceso de trabajo.
–Eso sí, la última vez que lo vi de cerca parecía enfermo -añadió Harry pensativamente, sin dejar el periódico-. La noche en que salió mi nombre del cáliz…
–Se está llevando su merecido por despedir a Winky -dijo Hermione con frialdad. Estaba acariciando a Buckbeak, que mascaba los huesos de pollo que Sirius iba dejando-. Apuesto a que se arrepiente de haberlo hecho. Apuesto a que ahora que ella no está para cuidarlo se da cuenta de lo que valía.
–Hermione está obsesionada con los elfos domésticos -le explicó Ron a Sirius, dirigiendo a Hermione una mirada severa.
Pero Sirius parecía interesado.
–¿Crouch despidió a su elfina doméstica?– Pregunto Sirius .-
-Si, en los Mundiales de quidditch -repuso Harry, y se puso a contar la historia de la aparición de la Marca Tenebrosa y de que habían encontrado a Winky con la varita de él en la mano, y del enojo del señor Crouch.
Cuando Harry hubo concluido, Sirius se puso de nuevo en pie y comenzó a pasear de un lado a otro de la cueva.
–A ver si lo he entendido todo bien -dijo después de un rato, blandiendo un nuevo muslo de pollo-. Primero visteis en la tribuna principal a la elfina, que le estaba guardando un sitio a Crouch, ¿no es así?
–Sí -respondieron los tres al mismo tiempo.
–Pero Crouch no apareció en todo el partido. - Ahora dijo Alexandra ya que ella no había estado en los mundiales-
–No -confirmó Harry-. Me parece que dijo que había estado muy ocupado.
Sirius paseó en silencio por la cueva. Luego preguntó:
–¿Miraste en los bolsillos si estaba la varita después de dejar la tribuna principal, Harry?
–Eh… -Harry intentó recordar-. No -contestó por fin-. No la necesité antes de llegar al bosque. Entonces metí la mano en el bolsillo, y lo único que encontré fueron los omniculares. – Miró a Sirius-. ¿Crees que el que hizo aparecer la Marca Tenebrosa me robó la varita en la tribuna principal?
–Tal vez -dijo Sirius.
–¡Winky no robó esa varita! – aseguró Hermione con vehemencia.
–La elfina no estaba sola en la tribuna principal, ¿verdad? – dijo Sirius frunciendo el entrecejo mientras seguía paseando-.
¿Quién más había sentado detrás de ti? - Pregunto Alexandra intrigada -
–Mucha gente -explicó Harry-. Funcionarios búlgaros… Cornelius Fudge… los Malfoy…
–¡Los Malfoy! – exclamó Ron de repente, tan alto que su voz retumbó en la cueva. Buckbeak sacudió la cabeza nervioso-. ¡Seguro que fue Lucius Malfoy!- "Tendré que hablar con el idiota de Draco "pensó Alexandra -
–¿Nadie más?
–Nadie -dijo Harry.
–Sí, había alguien más: Ludo Bagman -recordó Hermione.
–¡Ah, sí…!
–No sé nada de Bagman, salvo que fue golpeador en las Avispas de Wimbourne -comentó Sirius, sin dejar de pasear-. ¿Cómo es?
–Genial . Se empeña en ofrecerme ayuda para el Torneo de los tres magos.- Dijo Harry -
-De verdad? – El ceño de Sirius se hizo más profundo-. ¿Por qué lo hará?
–Dice que tiene debilidad por el - Dijo Alexandra - Aunque yo ...- Quería decir sus sospechas pero aun no estaba segura -
–Mmm. – Sirius se quedó pensativo.Y mirando a Alexandra sabia que tenia alguna sospecha -
–Lo vimos en el bosque justo antes de que apareciera la Marca Tenebrosa -le dijo Hermione a Sirius-. ¿Os acordáis? – añadió volviéndose a Ron y Harry.
–Sí, pero no se quedó en el bosque -observó Ron-. En cuanto le hablamos del altercado, se fue al campamento.
–¿Cómo lo sabes? – objetó Hermione-. ¿Cómo sabes adónde fue al desaparecerse?
–¡Vamos! – exclamó Ron en tono escéptico-. ¿Es que crees que fue Bagman el que hizo aparecer la Marca Tenebrosa?
–Antes sospecho de él que de Winky -replicó Hermione con testarudez.
–Ya te lo he dicho -señaló Ron, dirigiendo a Sirius una significativa mirada-, está obsesionada con los elfos dom…
Pero Sirius levantó la mano para que se callara.
–¿Qué hizo Crouch después de que apareció la Marca Tenebrosa y de que hubieron descubierto a su elfina con la varita de Harry?
–Se fue a mirar entre los arbustos -explicó Harry-, pero no encontró a nadie más.
–Claro -susurró Sirius, paseando de un lado a otro-, claro, quería encontrar a cualquier otro que no fuera su elfina doméstica… ¿Y entonces la despidió?
–Sí -contestó Hermione muy acalorada-, la despidió sólo porque no se había quedado en la tienda y dejado que la pisotearan.
–¡Deja en paz a la elfina, Hermione! – le dijo Ron.
Pero Sirius negó con la cabeza.
–Ella ha calado a Crouch mejor que tú, Ron. Si quieres saber cómo es alguien, mira de qué manera trata a sus inferiores, no a sus iguales.
Se pasó una mano por la cara sin afeitar, intentando pensar.
–Todas esas ausencias de Barty Crouch… Se toma la molestia de enviar a su elfina doméstica para que le guarde un asiento en los Mundiales, pero no aparece para ver el partido; - Dijo Alexandra entendiendo todo -
- trabaja muy duro para reinstaurar el Torneo, y luego también se ausenta… Nada de eso es propio de él. Si antes de esto había dejado alguna vez de ir al trabajo por enfermedad, me como a Buckbeak.
–¿Conoces a Crouch, entonces? – le preguntó Harry.
La cara de Sirius se ensombreció. De pronto pareció tan amenazador como la noche en que Harry lo había visto por primera vez, cuando aún creía que era un asesino.
–Conozco a Crouch muy bien -dijo en voz baja-. Fue el que ordenó que me llevaran a Azkaban… sin juicio.
–¿Qué? – exclamaron a la vez Ron y Hermione. -
-No puede ser - Dijo Alexandra -
–¡Bromeas! – dijo Harry.
–No, no bromeo -respondió Sirius, arrancando otro bocado al muslo de pollo-. Crouch era director del Departamento de Seguridad Mágica, ¿no lo sabíais?
Harry, Ron y Hermione negaron con la cabeza. Alexandra asintió
- Escuche a mis padres hablar sobre el . Y de que seguramente seria Ministro - Explico Alexandra -
–Todos pensaban que sería el siguiente ministro de Magia -explicó Sirius-. Barty Crouch es un gran mago y está sediento de poder. Ah, no, nunca apoyó a Voldemort -añadió, comprendiendo lo que significaba la expresión de Harry-. No, Barty Crouch fue siempre un declarado enemigo del lado tenebroso. Pero, entonces, un montón de gente que estaba también contra el lado tenebroso… Bueno, no lo entenderíais: sois demasiado jóvenes…
–Eso es lo que dijo mi padre en los Mundiales -dijo Ron con un dejo de irritación en la voz-. ¿Por qué no lo intentas?
Sirius sonrió un instante.
–Vale, lo intentaré… -Paseó unos momentos por la cueva, y luego empezó a hablar-: Imaginaos que Voldemort está ahora mismo en su momento de máximo poder. No sabéis quiénes lo apoyan, no sabéis quién es de los suyos y quién no, pero sabéis que puede controlar a la gente para que haga cosas terribles sin poder evitarlo. Tenéis miedo por vosotros mismos, por vuestra familia y por vuestros amigos. Cada semana llegan las noticias de nuevas muertes, nuevas desapariciones, nuevas torturas… El Ministerio de Magia está sumido en el caos, no sabe qué hacer, intenta que los muggles no se den cuenta de nada, pero, entre tanto, también van muriendo muggles. El terror, el pánico y la confusión cunden por todas partes… Así estaban las cosas.
»Bueno, esas situaciones sacan a la luz lo mejor de algunas personas y lo peor de otras. Las intenciones de Crouch tal vez fueran buenas al principio, no lo sé. Ascendió rápidamente en el Ministerio y empezó a aplicar medidas muy duras contra los partidarios de Voldemort. Concedió nuevos poderes a los aurores: por ejemplo, permiso para matar en vez de capturar. Y yo no fui el único al que entregaron a los dementores sin juicio previo. Crouch empleó la violencia contra la violencia, y autorizó el uso de las maldiciones imperdonables contra los sospechosos. Diría que llegó a ser tan cruel y despiadado como los que estaban en el lado tenebroso. Tenía sus partidarios, por supuesto: mucha gente que pensaba que aquél era el mejor modo de hacer las cosas, y muchos magos y brujas pedían que asumiera el poder como nuevo ministro de Magia. Cuando desapareció Voldemort, parecía que era sólo cuestión de tiempo que Crouch ocupara el cargo más alto del escalafón, pero entonces sucedió algo bastante inoportuno. – Sirius sonrió con tristeza-. El propio hijo de Crouch fue descubierto con un grupo de mortífagos que se las habían arreglado para salir de Azkaban. Según parecía, buscaban a Voldemort para reinstaurar su poder.–
- Pillaron al hijo de Crouch? – preguntó Hermione con voz entrecortada.
–Sí -contestó Sirius, tirándole a Buckbeak el hueso de pollo; luego se apresuró a coger la barra de pan y partirla por la mitad-. Un golpe duro para Barty, me imagino. Tal vez debería haber dedicado más tiempo a la familia, tal vez debería haber trabajado algo menos y vuelto a su casa antes, de vez en cuando, para conocer a su propio hijo.
Empezó a devorar el pan a grandes bocados.
–¿Su propio hijo era un mortífago? inquino Harry.
–No lo sé realmente -repuso Sirius, metiéndose más pan en la boca-. Yo ya estaba en Azkaban cuando lo llevaron. Éstas son cosas que en su mayor parte he averiguado después de haber salido. Desde luego, el muchacho fue descubierto en compañía de gente que me apostaría el cuello a que eran mortífagos, pero tal vez sólo estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado, como la elfina doméstica.
–¿Intentó liberar a su hijo? – susurró Hermione -
Sirius soltó una risa que sonó casi como un ladrido.
–¿Liberar a su hijo? ¡Creía que habías entendido cómo es, Hermione! Quería apartar del camino todo lo que pudiera manchar su reputación; había dedicado su vida entera a escalar puestos para llegar a ministro de Magia. Ya lo viste despedir a su elfina doméstica porque lo había vuelto a asociar con la Marca Tenebrosa… ¿No te da eso a entender cómo es? El amor paternal de Crouch se limitó a concederle un juicio y, según parece, no fue más que una oportunidad para demostrar lo mucho que aborrecía al muchacho… Luego lo mandó derecho a Azkaban.
–¿Entregó a su propio hijo a los dementores? – preguntó Harry en voz baja.
–Sí -respondió Sirius, y ya no estaba nada sonriente-. Vi cuando los dementores lo condujeron, los vi a través de los barrotes de mi celda. Lo metieron en una cercana a la mía. No tendría más de diecinueve años. Al caer la noche gritaba llamando a su madre. Al cabo de unos días se calmó, sin embargo… Todos terminan calmándose… salvo cuando gritan en sueños.
Por un momento, al rememorar la prisión, la mirada triste de Sirius resultó más triste que nunca. Alexandra al notar eso se acerco a Sirius y lo abrazo .
–Entonces, ¿sigue en Azkaban? – inquirió Harry.
–No -contestó Sirius con voz apagada-. No, ya no está allí. Murió un año después de entrar.
–¿Murió?
–No fue el único -dijo Sirius con amargura-. La mayoría se vuelven locos, y muchos terminan por dejar de comer. Pierden la voluntad de vivir. Se sabía cuándo iba a morir alguien porque los dementores lo sentían, se excitaban. El muchacho parecía bastante enfermo cuando llegó. Como Crouch era un importante miembro del Ministerio, él y su mujer pudieron visitarlo en el lecho de muerte. Fue la última vez que vi a Barty Crouch, casi llevando a rastras a su mujer cuando pasaron por delante de mi celda. Según parece, ella murió también poco después. De pena. Se consumió igual que el muchacho. Crouch no fue a buscar el cadáver de su hijo. Los propios dementores lo enterraron junto a la fortaleza: yo los vi hacerlo.
Sirius dejó a un lado el pan que acababa de levantar para llevárselo a la boca, y en su lugar cogió el frasco de zumo de calabaza y lo apuró.–Y de esa forma Crouch lo perdió todo justo cuando parecía que ya lo había alcanzado -continuó, limpiándose la boca con el dorso de la mano-. Había sido un héroe, preparado para convertirse en ministro de Magia; y un instante más tarde su hijo había muerto, su mujer también, el nombre de su familia estaba deshonrado y, según he escuchado después de salir de la cárcel, su popularidad había caído en picado. Cuando el chico murió, a la gente empezó a darle pena y se preguntaron por qué un chico de tan buena familia se había descarriado de aquella manera. La respuesta que encontraron fue que su padre nunca se había preocupado mucho por él. Y por eso el cargo lo consiguió Cornelius Fudge, y a Crouch lo relegaron al Departamento de Cooperación Mágica Internacional.
Hubo un prolongado silencio. Harry recordó la manera en que a Crouch se le salían los ojos de las órbitas al encontrar en el bosque a su desobediente elfina doméstica, la noche de los Mundiales de quidditch. Aquél, pues, era el motivo por el que Crouch se había excedido de tal manera al encontrar a Winky bajo la Marca Tenebrosa. Le había recordado a su hijo, el antiguo escándalo y su caída en desgracia en el Ministerio.
–Moody dice que Crouch está obsesionado con atrapar magos tenebrosos -le dijo Harry a Sirius.
–Sí, he oído que se ha convertido en una especie de manía suya -repuso Sirius, asintiendo con la cabeza-. Seguramente piensa que todavía tiene esperanzas de recobrar su antigua popularidad si atrapa algún mortífago.
–¡Y se coló en Hogwarts para registrar el despacho de Snape! – exclamó Ron eufórico, mirando a Hermione.
–Sí, y eso no tiene ningún sentido -dijo Sirius.
–¡Claro que lo tiene! – exclamó Ron emocionado.
Pero Sirius y Alexandra negaron con la cabeza.
–Mira, si Crouch quiere investigar a Snape, ¿por qué no va a las pruebas del Torneo? Sería una excusa ideal para hacer visitas regulares a Hogwarts y tenerlo vigilado.- Dijo Alexandra comprendiendo las ideas de Sirius -
–O sea, que crees que Snape se trae algo entre manos -dijo Harry, pero Hermione lo interrumpió:
–Me da igual lo que digáis. Dumbledore confía en Snape…
–Vamos, Hermione -dijo Ron impaciente-, ya sabemos que Dumbledore es muy inteligente y todo eso, pero siempre es posible que un mago tenebroso realmente listo lo pueda engañar.
–Entonces, ¿por qué Snape salvó a Harry la vida en primero, eh? ¿Por qué no lo dejó morir?
–No lo sé. A lo mejor le daba miedo que Dumbledore lo pusiera de patitas en la calle.
–¿Qué piensas tú, Sirius? – preguntó Harry, y Ron y Hermione dejaron de discutir para escuchar.
–Pienso que los dos tenéis algo de razón -contestó Sirius, mirándolos pensativamente-. En cuanto supe que Snape daba clase aquí me pregunté por qué Dumbledore lo había contratado. Snape siempre ha sentido fascinación por las artes oscuras; ya en el colegio era famoso por ello. Era un pelota empalagoso de pelo grasiento -añadió, y Harry y Ron se sonrieron el uno al otro . Alexandra río y Hermione estaba seria - Cuando llegó al colegio conocía más maldiciones que la mayoría de los que estaban en séptimo, y formó parte de una pandilla de Slytherin que luego resultaron casi todos mortífagos. – Sirius levantó los dedos y comenzó a contar con ellos los nombres-. Rosier y Wilkes: a los dos los mataron los aurores un año antes de la caída de Voldemort; los Lestrange, que son matrimonio, están en Azkaban; Avery, del que he oído que se quitó de en medio diciendo que había actuado bajo los efectos de la maldición imperius, todavía anda suelto. Pero, que yo sepa, contra Snape no hubo denuncias. No es que eso signifique gran cosa: son muchos los que nunca fueron atrapados. Y desde luego Snape es lo bastante listo y astuto para mantenerse al margen de los problemas.
–Snape conoce muy bien a Karkarov, pero lo disimula -dijo Ron.
–¡Sí, tendrías que haber visto la cara que puso Snape cuando Karkarov entró ayer en Pociones! – se apresuró a añadir Harry-. Karkarov quería hablar con Snape, y lo acusó de estar evitándolo. Parecía realmente preocupado. Le mostró a Snape algo que tenía en el brazo, pero no vi qué era.
–¿Que le mostró a Snape algo que tenía en el brazo? – repitió Sirius, desconcertado. Se pasó los dedos distraídamente por el pelo sucio, y volvió a encogerse de hombros-. Bueno, no tengo ni idea de qué puede ser… pero si Karkarov está de verdad preocupado y acude a Snape en busca de soluciones… -Sirius miró la pared de la cueva, y luego hizo una mueca de frustración-. Aún queda el hecho de que Dumbledore confía en Snape, y ya sé que Dumbledore confía en personas de las que otros no se fiarían, pero no creo que le permitiera dar clase en Hogwarts si hubiera estado alguna vez al servicio de Voldemort.
–Entonces, ¿por qué están tan interesados Moody y Crouch en su despacho? – insistió Ron.
–Bueno -dijo Sirius pensativamente-, no me extrañaría que Ojoloco hubiera entrado en el despacho de todos los profesores en cuanto llegó a Hogwarts. Se toma la Defensa Contra las Artes Oscuras muy en serio. No creo que confíe absolutamente en nadie, y no me sorprende después de todo lo que ha visto. Sin embargo, tengo que decir una cosa de Moody, y es que nunca mató si podía evitarlo: siempre cogía a todo el mundo vivo si era posible. Era un tipo duro, pero nunca descendió al nivel de los mortífagos. Crouch, en cambio, es harina de otro costal… ¿Estará de verdad enfermo? Si lo está, ¿cómo hace el esfuerzo de entrar en el despacho de Snape? Y si no lo está… ¿qué se trae entre manos? ¿Qué era tan importante en los Mundiales para que no apareciera en la tribuna principal? ¿Y qué ha estado haciendo mientras se suponía que tenía que juzgar las pruebas del Torneo?
Sirius se quedó en silencio, aún mirando la pared de la cueva. Buckbeak husmeaba por el suelo pedregoso, buscando algún hueso que hubiera pasado por alto.
Al cabo, Sirius levantó la vista y miró a Ron.
–Dices que tu hermano es el ayudante personal de Crouch… ¿Podrías preguntarle si ha visto a Crouch últimamente?
–Puedo intentarlo -respondió Ron dudando-. Pero mejor que no parezca que sospecho que Crouch puede estar tramando algo chungo. Percy lo adora.
–¿Y podrías intentar averiguar si tienen alguna pista sobre Bertha Jorkins? – dijo Sirius, señalando el segundo ejemplar de El Profeta.
–Bagman me dijo que no -observó Harry.
–Sí, lo citan en este artículo -dijo Sirius, señalando el periódico con un gesto de cabeza-. Se toma a broma lo de Bertha, y comenta su mala memoria. Bueno, puede que haya cambiado desde que yo la conocí, pero la Bertha de entonces no era nada olvidadiza, todo lo contrario. No tenía muchas luces, pero sí una memoria excelente para el chismorreo. Eso le daba un montón de problemas, porque nunca sabía tener la boca cerrada. Me imagino que en el Ministerio de Magia sería más un estorbo que otra cosa. Tal vez por eso Bagman no se ha molestado demasiado en buscarla…
Sirius exhaló un profundo suspiro y se frotó los ojos.
–¿Qué hora es?
Harry miró el reloj. Luego recordó que no funcionaba desde que se había sumergido en el lago.
–Son las tres y media -informó Hermione.
–Será mejor que volváis al colegio -dijo Sirius, poniéndose en pie-. Ahora escuchad. – Le dirigió a Harry una mirada especialmente dura-. No quiero que os escapéis del colegio para venir a verme, ¿de acuerdo? Conformaos con enviarme notas. Sigo queriendo conocer cualquier cosa rara que ocurra. Pero no salgas de Hogwarts sin permiso: resultaría una oportunidad ideal para atacarte.
–Nadie ha intentado atacarme hasta ahora, salvo un dragón y un par de grindylows -contestó Harry.
Pero Sirius lo miró con severidad.
–Me da igual… No respiraré tranquilo hasta que el Torneo haya finalizado, y eso no será hasta junio. Y no lo olvidéis: si hablais de mí entre vosotros, llamadme Hocicos, ¿vale? Y Alexandra ... No nada - Dijo Sirius dejando a Alexandra confundida -
Le entregó a Harry el frasco y la servilleta vacíos, y se despidió de Buckbeak dándole unas palmadas en el cuello.
–Iré con vosotros hasta la entrada del pueblo -dijo-, a ver si me puedo hacer con otro periódico.
Antes de salir de la cueva volvió a transformarse en el perro grande y negro, y todos juntos descendieron por la ladera de la montaña, cruzaron el campo pedregoso y volvieron al punto de la cerca donde estaban las tablas para pasarla con más facilidad. Allí les permitió que le dieran unas palmadas en el cuello en señal de despedida, antes de volverse y salir para dar una vuelta por los alrededores del pueblo.
Los tres emprendieron el camino de vuelta al castillo pasando de nuevo por Hogsmeade.
–Me pregunto si Percy sabrá todo eso de Crouch -dijo Ron, de camino al castillo-. Pero a lo mejor le da igual… a lo mejor lo admiraría más por ello. Sí, Percy adora las normas. Diría que Crouch se negó a saltárselas incluso por su propio hijo.
–Percy no entregaría a los dementores a nadie de su familia -afirmó Hermione severamente.
–No lo sé -dijo Ron-. Si pensara que nos interponíamos en su camino de ascenso… Percy es muy ambicioso, ¿sabes?
Subieron la escalinata de piedra de acceso al castillo, y, al entrar en el vestíbulo, les llegó un delicioso olor a comida procedente del Gran Comedor.
–¡Pobre Hocicos! – dijo Ron, suspirando-. Tiene que quererte mucho, Harry… ¡Imagínate, vivir a base de ratas!
Alexandra lo vio Severamente y entro al castillo agarrada de la mano de Harry .
Invitado
Invitado
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
ME ENCANTO EL CAP ENCERIO ME ENCANTA TU FORMA DE ESCRIBIR XOCO ATTE DEBS
Debanhi_Malfoy
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
El domingo después de desayunar, Harry,Alexandra, Ron y Hermione fueron a la lechucería para enviar una carta a Percy, preguntándole, como Sirius les había sugerido, si había visto a Crouch recientemente. Utilizaron a Hedwig, porque hacia tiempo que no le encomendaban ninguna misión. Después de observarla perderse de vista desde las ventanas de la lechucería, bajaron a las cocinas para entregar a Dobby sus calcetines nuevos.
Los elfos domésticos les dispensaron una cálida acogida, haciendo reverencias y apresurándose a prepararles un té. Dobby se emocionó con el regalo.
–¡Harry Potter es demasiado bueno con Dobby! – chilló, secándose las lágrimas de sus enormes ojos.
–Me salvaste la vida con esas branquialgas, Dobby, de verdad -dijo Harry.
–¿No hay más pastelitos de nata y chocolate? – preguntó Ron, paseando la vista por los elfos domésticos, que no paraban de sonreír ni de hacer reverencias.
–¡Acabas de desayunar! – dijo Hermione enfadada, pero entre cuatro elfos ya le habían llevado una enorme bandeja de plata llena de pastelitos. Alexandra rodó los ojos -
–Deberíamos pedir algo de comida para mandarle a Hocicos -murmuró Harry.
–Buena idea -dijo Alex - Hay que darle a Pig un poco de trabajo la lechuza de Ron necesita ejerció .¿No podríais proporcionarnos algo de comida? – preguntó a los elfos amablemente -
que había alrededor, y ellos se inclinaron encantados y se apresuraron a llevarles más.
–¿Dónde está Winky, Dobby? – quiso saber Hermione, que había estado buscándola con la mirada.
–Winky está junto al fuego, señorita -repuso Dobby en voz baja, abatiendo un poco las orejas.
–¡Dios mío! - Exclamaron Alexandra y Hermione -
Harry también miró hacia la chimenea. Winky estaba sentada en el mismo taburete que la última vez, pero se hallaba tan sucia que se confundía con los ladrillos ennegrecidos por el humo que tenía detrás. La ropa que llevaba puesta estaba andrajosa y sin lavar. Sostenía en las manos una botella de cerveza de mantequilla y se balanceaba ligeramente sobre el taburete, contemplando el fuego. Mientras la miraban, hipó muy fuerte.
–Winky se toma ahora seis botellas al día -le susurró Dobby a Harry.
–Bueno, no es una bebida muy fuerte -comentó Harry.
Pero Alexandra negó con la cabeza.
–Para una elfina doméstica sí que lo es -repuso Alexandra preocupada -
Ella volvió a hipar. Los elfos que les habían llevado los pastelitos le dirigieron miradas reprobatorias mientras volvían al trabajo.
–Winky está triste, Harry Potter -dijo Dobby apenado-. Quiere volver a su casa. Piensa que el señor Crouch sigue siendo su amo, señor, y nada de lo que Dobby le diga conseguirá persuadirla de que ahora su amo es Dumbledore.
Harry tuvo una idea brillante.
–Eh, Winky -la llamó, yendo hacia ella e inclinándose para hablarle-, ¿tienes alguna idea de lo que le pasa al señor Crouch? Porque ha dejado de asistir al Torneo de los tres magos.
Winky parpadeó y clavó en Harry sus enormes ojos. Volvió a balancearse ligeramente y luego dijo:
–¿El… el amo ha… dejado… ¡hip!… de asistir?
–Sí -dijo Harry-, no lo hemos vuelto a ver desde la primera prueba. El Profeta dice que está enfermo.
Winky se volvió a balancear, mirando a Harry con ojos enturbiados por las lágrimas.
–El amo… ¡hip!… ¿enfermo?
Le empezó a temblar el labio inferior.
–Pero no estamos seguros de que sea cierto -se apresuró a añadir Alexandra -
–¡El amo necesita a su… ¡hip!… Winky! – gimoteó la elfina-. El amo no puede ¡hip! apañárselas ¡hip! él solo.
–Hay quien se las arregla para hacer por sí mismo las labores de la casa, ¿sabes, Winky? – le dijo Hermione severamente.
–¡Winky… ¡hip!… no sólo le hacía… ¡hip!… las cosas de la casa al señor Crouch! – chilló Winky indignada, balanceándose más que antes y derramando cerveza de mantequilla por su ya muy manchada blusa-. El amo le… ¡hip!… confiaba a Winky todos sus… ¡hip!… secretos más importantes.
–¿Qué secretos? – preguntó Harry.
Pero Winky negó rotundamente con la cabeza, derramándose encima más cerveza de mantequilla.
–Winky le guarda… ¡hip!… los secretos a su amo -contestó con brusquedad, balanceándose más y poniéndole a Harry cara de pocos amigos-. Harry Potter quiere… ¡hip!… meter las narices.
–¡Winky no debería hablarle de esa manera a Harry Potter! – la reprendió Dobby enojado-. ¡Harry Potter es noble y valiente, y no quiere meter las narices en ningún lado!
–Quiere meter las narices… ¡hip!… en las cosas privadas y secretas… ¡hip!… de mi amo… ¡hip! Winky es una buena elfina doméstica… ¡hip! Winky guarda sus secretos… ¡hip!… aunque haya quien quiera fisgonear… ¡hip!… y meter las narices. – Winky cerró los párpados y de repente, sin previo aviso, se deslizó del taburete y cayó al suelo delante de la chimenea, donde se puso a roncar muy fuerte. La botella vacía de cerveza de mantequilla rodó por el enlosado.
Media docena de elfos domésticos corrieron hacia ella indignados. Mientras uno cogía la botella, los otros cubrieron a Winky con un mantel grande de cuadros y remetieron las esquinas, ocultándola.
–¡Lamentamos que hayan tenido que ver esto, señores y señoritas – dijo un elfo que tenían al lado y que parecía muy avergonzado-. Esperamos que no nos juzguen a todos por el comportamiento de Winky, señores y señoritas.
–¡Se siente desgraciada! – replicó Hermione, exasperada-.
¿Por qué no intentáis animarla en vez de taparla de la vista? - Dijo Alexandra de la misma manera -
–Le rogamos que nos perdone, señoritas -dijo el elfo doméstico, repitiendo la pronunciadísima reverencia-, pero los elfos domésticos no tenemos derecho a sentirnos desgraciados cuando hay trabajo que hacer y amos a los que servir.
–¡Por Dios! – exclamó Hermione enfadada-. ¡Escuchadme todos! ¡Tenéis el mismo derecho que los magos a sentiros desgraciados! ¡Tenéis derecho a cobrar un sueldo y a tener vacaciones y a llevar ropa de verdad! ¡No tenéis por qué obedecer a todo lo que se os manda! ¡Fijaos en Dobby!
–Le ruego a la señorita que deje a Dobby al margen de esto -murmuró Dobby, asustado.
Las alegres sonrisas habían desaparecido de la cara de los elfos. De repente observaban a Hermione como si fuera una peligrosa demente.
–¡Aquí tienen la comida! – chilló un elfo, y puso en los brazos de Harry un jamón enorme, doce pasteles y algo de fruta-. ¡Adiós!
Los elfos domésticos se arremolinaron en torno a los tres amigos y los sacaron de las cocinas, dándoles empujones en la espalda, a la altura de la cintura.
-Gracias por los calcetines, Harry Potter! – gritó Dobby con tristeza desde la chimenea, donde se encontraba junto al bulto en que había quedado convertida Winky, arrebujada en el mantel.
–¿No podías cerrar la boca, Hermione? – dijo Ron enojado, cuando la puerta de las cocinas se cerró tras ellos de un portazo-. ¡Ahora ya no querrán que vengamos a visitarlos! ¡Hemos perdido la oportunidad de sacarle algo a Winky sobre Crouch! - Alexandra también estaba enfadada a Ginny y ella les gustaba ir a platicar con los elfos -
–¡Ah, como si eso te preocupara! – se burló Hermione-. ¡Lo que a ti te gusta es que te den de comer!
Después de eso, el día se volvió inaguantable. Harry y Alexandra se hartaron hasta tal punto de que Ron y Hermione se metieran el uno con el otro mientras hacían los deberes en la sala común, que por la noche llevaron solos la comida de Sirius a la lechucería.
Pigwidgeon era demasiado pequeño para transportar un jamón a la montaña sin ayuda, así que Harry reclutó también otras dos lechuzas. Cuando se internaron en la oscuridad, componiendo una figura muy extraña las tres con el gran paquete, Harry se inclinó en el alféizar de la ventana y contempló los terrenos del colegio, las oscuras y susurrantes copas de los árboles del bosque prohibido y las velas del barco de Durmstrang ondeando al viento. Un búho real atravesó el humo que salía de la chimenea de Hagrid, se acercó al castillo, planeó alrededor de la lechucería y desapareció de su vista. Vio a Hagrid cavando enérgicamente delante de su cabaña, y se preguntó qué estaría haciendo: era como si preparara un nuevo trozo de huerta. Mientras miraba, Madame Maxime salió del carruaje de Beauxbatons y fue hacia Hagrid. Daba la impresión de que intentaba trabar conversación con él. Hagrid se apoyó en la pala, pero no parecía deseoso de prolongar la charla, porque Madame Maxime volvió a su carruaje poco después.
- Harry no me gusta que estén peleados - Dijo Alex con pesadez . Mientras se paraba a su lado y apoyaba su cabeza en su hombro - Ya no podemos estar juntos hasta Payton extraña a Hermione -
- Lose a mi tampoco me gusta que estén así - Dijo Harry . Abrazando a Alexandra por la cintura y besando y cabeza . - Te amo Alexandra
- Yo igual Harry - Respondió Alex . Después se hundieron en un profundo silencio -
No les apetecía regresar a la torre de Gryffindor y oír a Ron y Hermione gruñéndose el uno al otro, así que se No le apetecía regresar a la torre de Gryffindor y oír a Ron y Hermione gruñéndose el uno al otro, así que se quedaron observando cavar a Hagrid hasta que la oscuridad los envolvió y, a su alrededor, las lechuzas empezaron a despertar y a pasar zumbando por su lado para internarse en la noche.
Al día siguiente, para el desayuno, se había disipado el mal humor de sus amigos, y, para su alivio no se cumplieron las pesimistas predicciones de Ron de que los elfos domésticos mandarían a la mesa de Gryffindor una pésima comida por culpa de Hermione: el tocino, los huevos y los arenques ahumados estaban tan ricos como siempre.
Cuando llegaron las lechuzas, ella las miró con impaciencia; parecía que esperaba algo.
–Percy no habrá tenido tiempo de responder -dijo Ron-. Enviamos a Hedwig ayer.
–No, no es eso -repuso Hermione-. Me he suscrito a El Profeta: ya estoy harta de enterarme de las cosas por los de Slytherin.
–¡Bien pensado! – aprobó Harry, levantando también la vista hacia las lechuzas-. ¡Eh, Hermione, me parece que estás de suerte!
Una lechuza gris bajaba hasta ella.
–Pero no trae ningún periódico -comentó ella decepcionada-. Es…
Para su asombro, la lechuza gris se posó delante de su plato, seguida de cerca por cuatro lechuzas comunes, una parda y un cárabo.
–¿Cuántos ejemplares has pedido? – preguntó Alexandra agarrando la copa de Hermione antes de que la tiraran las lechuzas, que se empujaban unas a otras intentando acercarse a ella para entregar la carta primero.
–¿Qué demonios…? – exclamó Hermione, que cogió la carta de la lechuza gris, la abrió y comenzó a leerla-. Pero ¡bueno! ¡Hay que ver! – farfulló, poniéndose colorada.
–¿Qué pasa? – inquirió Ron.
–Es… ¡ah, qué ridículo…!
Le pasó la carta a Harry, que vio que no estaba escrita a mano, sino compuesta a partir de letras que parecían recortadas de El Profeta:
eRes una ChicA malVAdA. HaRRy PottEr se merEce alGo MejoR quE tú. vUelve a tU sitIO, mUggle. Y DiLe a A lA ZoRra De FoRtuNe QuE sE MuErA
–¡Son todas por el estilo! – dijo Hermione desesperada, abriendo una carta tras otra-. «Harry Potter puede llegar mucho más lejos que la gente como tú…» «Te mereces que te escalden en aceite hirviendo…» ¡Ay!
Acababa de abrir el último sobre, y un líquido verde amarillento con un olor a gasolina muy fuerte se le derramó en las manos, que empezaron a llenarse de granos amarillos.
–¡Pus de bubotubérculo sin diluir! – dijo Ron, cogiendo con cautela el sobre y oliéndolo.
Con lágrimas en los ojos, Hermione intentaba limpiarse las manos con una servilleta, pero tenía ya los dedos tan llenos de dolorosas úlceras que parecía que se hubiera puesto un par de guantes gruesos y nudosos.
–Será mejor que vayas a la enfermería -le aconsejó Harry al tiempo que echaban a volar las lechuzas-. Nosotros le explicaremos a la profesora Sprout adónde has ido…
–¡Se lo advertí! – dijo Ron mientras Hermione se apresuraba a salir del Gran Comedor, soplándose las manos-. ¡Le advertí que no provocara a Rita Skeeter! Fíjate en ésta. – Leyó en voz alta una de las cartas que Hermione había dejado en la mesa-. «He leído en Corazón de bruja cómo has jugado con Harry Potter, y quiero decirte que ese chico ya ha pasado por cosas muy duras en esta vida. Pienso enviarte una maldición por correo en cuanto encuentre un sobre lo bastante grande.» ¡Va a tener que andarse con cuidado!
Hermione no asistió a Herbología. Al salir del invernadero para ir a clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, Harry Alexandra Payton y Ron vieron a Malfoy, Crabbe y Goyle descendiendo la escalinata de la puerta del castillo. Pansy Parkinson iba cuchicheando y riéndose tras ellos con el grupo de chicas de Slytherin. Al ver a Harry, Pansy le gritó:
–Potter, ¿has roto con tu novia? ¿Por qué estaba tan alterada en el desayuno? O no que la Zorra es la novia oficial no .
Harry no le hizo caso: no quería darle la satisfacción de que supiera cuántos problemas les estaba causando el artículo de Corazón de bruja. Alexandra y Payton Querían matar a Pansy y Alexanda gol Kafka a Draco cuando lo viera .
Hagrid, que en la clase anterior les había dicho que ya habían acabado con los unicornios, los esperaba fuera de la cabaña con una nueva remesa de cajas. Al verlas, a Harry se le cayó el alma a los pies. ¿Les tocaría cuidar otra camada de escregutos? Pero, cuando llegaron lo bastante cerca para echar un vistazo, vieron un montón de animalitos negros de aspecto esponjoso y largo hocico. Tenían las patas delanteras curiosamente planas, como palas, y miraban a la clase sin dejar de parpadear, algo sorprendidos de la atención que atraían.
–Son escarbatos -explicó Hagrid cuando la clase se congregó en torno a ellos-. Se encuentran sobre todo en las minas. Les gustan las cosas brillantes… Mirad.
Uno de los escarbatos dio un salto para intentar quitarle de un mordisco el reloj de pulsera a Pansy Parkinson, que gritó y se echó para atrás.
–Resultan muy útiles como detectores de tesoros -dijo Hagrid contento-. Pensé que hoy podríamos divertirnos un poco con ellos. ¿Veis eso? – Señaló el trozo grande de tierra recién cavada en la que Harry y Alexandra lo habían visto trabajar desde la ventana de la lechucería-. He enterrado algunas monedas de oro. Tengo preparado un premio para el que coja al escarbato que consiga sacar más. Pero lo primero que tenéis que hacer es quitaros las cosas de valor; luego escoged un escarbato y preparaos para soltarlo.
Harry se quitó el reloj, que sólo llevaba por costumbre, dado que ya no funcionaba, y lo guardó en el bolsillo. Luego cogió un escarbato, que le metió el hocico en la oreja, olfateando. Era bastante cariñoso.
–Esperad -dijo Hagrid mirando dentro de una caja-, aquí queda un escarbato. ¿Quién falta? ¿Dónde está Hermione?
–Ha tenido que ir a la enfermería -explicó Ron. Derrepente Alexandra quiso matar a alguien estaba enojada con la tal Rita si la viera no dudaría en meterle un Crucio -
–Luego te lo explicamos -susurro Alexandra viendo que Pansy Parkinson estaba muy atenta.
Era con diferencia lo más divertido que hubieran visto nunca en clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Los escarbatos entraban y salían de la tierra como si ésta fuera agua, y acudían corriendo a su estudiante respectivo para depositar el oro en sus manos. El de Ron parecía especialmente eficiente. No tardó en llenarle el regazo de monedas.
–¿Se pueden comprar y tener de mascotas, Hagrid? – le preguntó emocionado, mientras su escarbato volvía a hundirse en la tierra, salpicándole la túnica.
–A tu madre no le haría gracia, Ron -repuso Hagrid sonriendo-, porque destrozan las casas. Me parece que ya deben de haberlas recuperado todas -añadió paseando por el trozo de tierra excavado, mientras los escarbatos continuaban buscando-. Sólo enterré cien monedas. ¡Ah, ahí está Hermione!
Se acercaba por la explanada. Llevaba las manos llenas de vendajes, y parecía triste. Pansy Parkinson la miró escrutadoramente. Payton pensaba que si la maldita de Pansy dice algo la golpiaria
–¡Bueno, comprobemos cómo ha ido la cosa! – dijo Hagrid-. ¡Contad las monedas! Y no merece la pena que intentes robar ninguna, Goyle -agregó, entornando los ojos de color azabache-. Es oro leprechaun: se desvanece al cabo de unas horas.
Goyle se vació los bolsillos, enfurruñado. Resultó que el que más monedas había recuperado era el escarbato de Ron, así que Hagrid le dio como premio una enorme tableta de chocolate de Honeydukes. En esos momentos sonó la campana del colegio anunciando la comida. Todos regresaron al castillo salvo Harry, Alexandra Payton Ron y Hermione, que se quedaron ayudando a Hagrid a guardar los escarbatos en las cajas. Harry se dio cuenta de que Madame Maxime los observaba por la ventanilla del carruaje.
–¿Qué te ha pasado en las manos, Hermione? – preguntó Hagrid, preocupado.
Hermione le contó lo de los anónimos que había recibido aquella mañana, y el sobre lleno de pus de bubotubérculo.
–¡Bah, no te preocupes! – le dijo Hagrid amablemente, mirándola desde lo alto de su estatura-. Yo también recibí cartas de ésas después de que Rita Skeeter escribió sobre mi madre. «Eres un monstruo y deberían sacrificarte.» «Tu madre mató a gente inocente, y si tú tuvieras un poco de dignidad, te tirarías al lago.»
–¡No! – exclamaron las tres chicas asustadas
–Sí -dijo Hagrid, levantando las cajas de los escarbatos y arrimándolas a la pared de la cabaña-. Es gente que está chiflada, Hermione. No abras ninguna más. Échalas al fuego según vengan.
–Te has perdido una clase estupenda -le dijo Harry a Hermione de camino al castillo-. Los escarbatos molan, ¿a que sí, Ron?
Pero Ron miraba ceñudo el chocolate que Hagrid le había dado. Parecía preocupado por algo.
–¿Qué pasa? – le preguntó Harry-. ¿No está bueno?
–No es eso -replicó Ron-. ¿Por qué no me dijiste lo del oro?
–¿Qué oro?
–El oro que te di en los Mundiales de quidditch -explicó Ron-. El oro leprechaun que te di en pago de los omniculares. En la tribuna principal. ¿Por qué no me dijiste que había desaparecido?
Harry tuvo que hacer un esfuerzo para entender de qué hablaba Ron.
–Ah… -dijo recordando-. No sé… no me di cuenta de que hubiera desaparecido. Creo que estaba más preocupado por la varita.
Subieron la escalinata de piedra, entraron en el vestíbulo y fueron al Gran Comedor para la comida.
–Tiene que ser estupendo -dijo Ron de repente, cuando ya estaban sentados y habían comenzado a servirse rosbif con budín de Yorkshire- eso de tener tanto dinero que uno no se da cuenta si le desaparece un puñado de galeones.
–¡Mira, esa noche tenía otras cosas en la cabeza! – contestó Harry perdiendo un poco la paciencia-. Y no era el único, ¿recuerdas?
–Yo no sabía que el oro leprechaun se desvanecía -murmuró Ron-. Creí que te estaba pagando. No tendrías que haberme regalado por Navidad el sombrero de los Chudley Cannons.
–Olvídalo, ¿quieres? – le pidió Harry.
Ron ensartó con el tenedor una patata asada y se quedó mirándola. Luego dijo:
–Odio ser pobre.
Harry Alexandra Payton y Hermione se miraron. Ninguno de los cuatro sabía qué decir.
–Es un asco -siguió Ron, sin dejar de observar la patata-. No me extraña que Fred y George quieran ganar dinero. A mí también me gustaría. Quisiera tener un escarbato.
–Bueno, ya sabemos qué regalarte la próxima Navidad -dijo Hermione para animarlo. Pero, como continuaba triste, añadió-: Vamos, Ron, podría ser peor. Por lo menos no tienes los dedos llenos de pus. – Hermione estaba teniendo dificultades para manejar el tenedor y el cuchillo con los dedos tan rígidos e hinchados-.
¡Odio a esa Skeeter! – exclamó Alexandra - ¡Me vengaré de esto aunque sea lo último que haga en la vida!
· · ·
Hermione continuó recibiendo anónimos durante la semana siguiente, y, aunque siguió el consejo de Hagrid y dejó de abrirlos, varios de ellos eran vociferadores, así que estallaron en la mesa de Gryffindor y le gritaron insultos que oyeron todos los que estaban en el Gran Comedor. Hasta los que no habían leído Corazón de bruja se enteraron de todo lo relativo al supuesto triángulo amoroso Harry-Hermione-Krum. Harry estaba harto de explicar a todo el mundo que Hermione no era su novia.Que su novia era Alexandra . Alexandra ya estaba harta que los deSlytherin le gritarn cuernuda o murmuraran Asus espaldas .
–Ya pasará -le dijo a Hermione Basta con que no hagas caso… La gente terminó por aburrirse de lo que ella escribió sobre mí.
–¡Tengo que enterarme de cómo logra escuchar las conversaciones privadas cuando se supone que tiene prohibida la entrada a los terrenos del colegio! – contestó Alexandra irritada .
Los elfos domésticos les dispensaron una cálida acogida, haciendo reverencias y apresurándose a prepararles un té. Dobby se emocionó con el regalo.
–¡Harry Potter es demasiado bueno con Dobby! – chilló, secándose las lágrimas de sus enormes ojos.
–Me salvaste la vida con esas branquialgas, Dobby, de verdad -dijo Harry.
–¿No hay más pastelitos de nata y chocolate? – preguntó Ron, paseando la vista por los elfos domésticos, que no paraban de sonreír ni de hacer reverencias.
–¡Acabas de desayunar! – dijo Hermione enfadada, pero entre cuatro elfos ya le habían llevado una enorme bandeja de plata llena de pastelitos. Alexandra rodó los ojos -
–Deberíamos pedir algo de comida para mandarle a Hocicos -murmuró Harry.
–Buena idea -dijo Alex - Hay que darle a Pig un poco de trabajo la lechuza de Ron necesita ejerció .¿No podríais proporcionarnos algo de comida? – preguntó a los elfos amablemente -
que había alrededor, y ellos se inclinaron encantados y se apresuraron a llevarles más.
–¿Dónde está Winky, Dobby? – quiso saber Hermione, que había estado buscándola con la mirada.
–Winky está junto al fuego, señorita -repuso Dobby en voz baja, abatiendo un poco las orejas.
–¡Dios mío! - Exclamaron Alexandra y Hermione -
Harry también miró hacia la chimenea. Winky estaba sentada en el mismo taburete que la última vez, pero se hallaba tan sucia que se confundía con los ladrillos ennegrecidos por el humo que tenía detrás. La ropa que llevaba puesta estaba andrajosa y sin lavar. Sostenía en las manos una botella de cerveza de mantequilla y se balanceaba ligeramente sobre el taburete, contemplando el fuego. Mientras la miraban, hipó muy fuerte.
–Winky se toma ahora seis botellas al día -le susurró Dobby a Harry.
–Bueno, no es una bebida muy fuerte -comentó Harry.
Pero Alexandra negó con la cabeza.
–Para una elfina doméstica sí que lo es -repuso Alexandra preocupada -
Ella volvió a hipar. Los elfos que les habían llevado los pastelitos le dirigieron miradas reprobatorias mientras volvían al trabajo.
–Winky está triste, Harry Potter -dijo Dobby apenado-. Quiere volver a su casa. Piensa que el señor Crouch sigue siendo su amo, señor, y nada de lo que Dobby le diga conseguirá persuadirla de que ahora su amo es Dumbledore.
Harry tuvo una idea brillante.
–Eh, Winky -la llamó, yendo hacia ella e inclinándose para hablarle-, ¿tienes alguna idea de lo que le pasa al señor Crouch? Porque ha dejado de asistir al Torneo de los tres magos.
Winky parpadeó y clavó en Harry sus enormes ojos. Volvió a balancearse ligeramente y luego dijo:
–¿El… el amo ha… dejado… ¡hip!… de asistir?
–Sí -dijo Harry-, no lo hemos vuelto a ver desde la primera prueba. El Profeta dice que está enfermo.
Winky se volvió a balancear, mirando a Harry con ojos enturbiados por las lágrimas.
–El amo… ¡hip!… ¿enfermo?
Le empezó a temblar el labio inferior.
–Pero no estamos seguros de que sea cierto -se apresuró a añadir Alexandra -
–¡El amo necesita a su… ¡hip!… Winky! – gimoteó la elfina-. El amo no puede ¡hip! apañárselas ¡hip! él solo.
–Hay quien se las arregla para hacer por sí mismo las labores de la casa, ¿sabes, Winky? – le dijo Hermione severamente.
–¡Winky… ¡hip!… no sólo le hacía… ¡hip!… las cosas de la casa al señor Crouch! – chilló Winky indignada, balanceándose más que antes y derramando cerveza de mantequilla por su ya muy manchada blusa-. El amo le… ¡hip!… confiaba a Winky todos sus… ¡hip!… secretos más importantes.
–¿Qué secretos? – preguntó Harry.
Pero Winky negó rotundamente con la cabeza, derramándose encima más cerveza de mantequilla.
–Winky le guarda… ¡hip!… los secretos a su amo -contestó con brusquedad, balanceándose más y poniéndole a Harry cara de pocos amigos-. Harry Potter quiere… ¡hip!… meter las narices.
–¡Winky no debería hablarle de esa manera a Harry Potter! – la reprendió Dobby enojado-. ¡Harry Potter es noble y valiente, y no quiere meter las narices en ningún lado!
–Quiere meter las narices… ¡hip!… en las cosas privadas y secretas… ¡hip!… de mi amo… ¡hip! Winky es una buena elfina doméstica… ¡hip! Winky guarda sus secretos… ¡hip!… aunque haya quien quiera fisgonear… ¡hip!… y meter las narices. – Winky cerró los párpados y de repente, sin previo aviso, se deslizó del taburete y cayó al suelo delante de la chimenea, donde se puso a roncar muy fuerte. La botella vacía de cerveza de mantequilla rodó por el enlosado.
Media docena de elfos domésticos corrieron hacia ella indignados. Mientras uno cogía la botella, los otros cubrieron a Winky con un mantel grande de cuadros y remetieron las esquinas, ocultándola.
–¡Lamentamos que hayan tenido que ver esto, señores y señoritas – dijo un elfo que tenían al lado y que parecía muy avergonzado-. Esperamos que no nos juzguen a todos por el comportamiento de Winky, señores y señoritas.
–¡Se siente desgraciada! – replicó Hermione, exasperada-.
¿Por qué no intentáis animarla en vez de taparla de la vista? - Dijo Alexandra de la misma manera -
–Le rogamos que nos perdone, señoritas -dijo el elfo doméstico, repitiendo la pronunciadísima reverencia-, pero los elfos domésticos no tenemos derecho a sentirnos desgraciados cuando hay trabajo que hacer y amos a los que servir.
–¡Por Dios! – exclamó Hermione enfadada-. ¡Escuchadme todos! ¡Tenéis el mismo derecho que los magos a sentiros desgraciados! ¡Tenéis derecho a cobrar un sueldo y a tener vacaciones y a llevar ropa de verdad! ¡No tenéis por qué obedecer a todo lo que se os manda! ¡Fijaos en Dobby!
–Le ruego a la señorita que deje a Dobby al margen de esto -murmuró Dobby, asustado.
Las alegres sonrisas habían desaparecido de la cara de los elfos. De repente observaban a Hermione como si fuera una peligrosa demente.
–¡Aquí tienen la comida! – chilló un elfo, y puso en los brazos de Harry un jamón enorme, doce pasteles y algo de fruta-. ¡Adiós!
Los elfos domésticos se arremolinaron en torno a los tres amigos y los sacaron de las cocinas, dándoles empujones en la espalda, a la altura de la cintura.
-Gracias por los calcetines, Harry Potter! – gritó Dobby con tristeza desde la chimenea, donde se encontraba junto al bulto en que había quedado convertida Winky, arrebujada en el mantel.
–¿No podías cerrar la boca, Hermione? – dijo Ron enojado, cuando la puerta de las cocinas se cerró tras ellos de un portazo-. ¡Ahora ya no querrán que vengamos a visitarlos! ¡Hemos perdido la oportunidad de sacarle algo a Winky sobre Crouch! - Alexandra también estaba enfadada a Ginny y ella les gustaba ir a platicar con los elfos -
–¡Ah, como si eso te preocupara! – se burló Hermione-. ¡Lo que a ti te gusta es que te den de comer!
Después de eso, el día se volvió inaguantable. Harry y Alexandra se hartaron hasta tal punto de que Ron y Hermione se metieran el uno con el otro mientras hacían los deberes en la sala común, que por la noche llevaron solos la comida de Sirius a la lechucería.
Pigwidgeon era demasiado pequeño para transportar un jamón a la montaña sin ayuda, así que Harry reclutó también otras dos lechuzas. Cuando se internaron en la oscuridad, componiendo una figura muy extraña las tres con el gran paquete, Harry se inclinó en el alféizar de la ventana y contempló los terrenos del colegio, las oscuras y susurrantes copas de los árboles del bosque prohibido y las velas del barco de Durmstrang ondeando al viento. Un búho real atravesó el humo que salía de la chimenea de Hagrid, se acercó al castillo, planeó alrededor de la lechucería y desapareció de su vista. Vio a Hagrid cavando enérgicamente delante de su cabaña, y se preguntó qué estaría haciendo: era como si preparara un nuevo trozo de huerta. Mientras miraba, Madame Maxime salió del carruaje de Beauxbatons y fue hacia Hagrid. Daba la impresión de que intentaba trabar conversación con él. Hagrid se apoyó en la pala, pero no parecía deseoso de prolongar la charla, porque Madame Maxime volvió a su carruaje poco después.
- Harry no me gusta que estén peleados - Dijo Alex con pesadez . Mientras se paraba a su lado y apoyaba su cabeza en su hombro - Ya no podemos estar juntos hasta Payton extraña a Hermione -
- Lose a mi tampoco me gusta que estén así - Dijo Harry . Abrazando a Alexandra por la cintura y besando y cabeza . - Te amo Alexandra
- Yo igual Harry - Respondió Alex . Después se hundieron en un profundo silencio -
No les apetecía regresar a la torre de Gryffindor y oír a Ron y Hermione gruñéndose el uno al otro, así que se No le apetecía regresar a la torre de Gryffindor y oír a Ron y Hermione gruñéndose el uno al otro, así que se quedaron observando cavar a Hagrid hasta que la oscuridad los envolvió y, a su alrededor, las lechuzas empezaron a despertar y a pasar zumbando por su lado para internarse en la noche.
Al día siguiente, para el desayuno, se había disipado el mal humor de sus amigos, y, para su alivio no se cumplieron las pesimistas predicciones de Ron de que los elfos domésticos mandarían a la mesa de Gryffindor una pésima comida por culpa de Hermione: el tocino, los huevos y los arenques ahumados estaban tan ricos como siempre.
Cuando llegaron las lechuzas, ella las miró con impaciencia; parecía que esperaba algo.
–Percy no habrá tenido tiempo de responder -dijo Ron-. Enviamos a Hedwig ayer.
–No, no es eso -repuso Hermione-. Me he suscrito a El Profeta: ya estoy harta de enterarme de las cosas por los de Slytherin.
–¡Bien pensado! – aprobó Harry, levantando también la vista hacia las lechuzas-. ¡Eh, Hermione, me parece que estás de suerte!
Una lechuza gris bajaba hasta ella.
–Pero no trae ningún periódico -comentó ella decepcionada-. Es…
Para su asombro, la lechuza gris se posó delante de su plato, seguida de cerca por cuatro lechuzas comunes, una parda y un cárabo.
–¿Cuántos ejemplares has pedido? – preguntó Alexandra agarrando la copa de Hermione antes de que la tiraran las lechuzas, que se empujaban unas a otras intentando acercarse a ella para entregar la carta primero.
–¿Qué demonios…? – exclamó Hermione, que cogió la carta de la lechuza gris, la abrió y comenzó a leerla-. Pero ¡bueno! ¡Hay que ver! – farfulló, poniéndose colorada.
–¿Qué pasa? – inquirió Ron.
–Es… ¡ah, qué ridículo…!
Le pasó la carta a Harry, que vio que no estaba escrita a mano, sino compuesta a partir de letras que parecían recortadas de El Profeta:
eRes una ChicA malVAdA. HaRRy PottEr se merEce alGo MejoR quE tú. vUelve a tU sitIO, mUggle. Y DiLe a A lA ZoRra De FoRtuNe QuE sE MuErA
–¡Son todas por el estilo! – dijo Hermione desesperada, abriendo una carta tras otra-. «Harry Potter puede llegar mucho más lejos que la gente como tú…» «Te mereces que te escalden en aceite hirviendo…» ¡Ay!
Acababa de abrir el último sobre, y un líquido verde amarillento con un olor a gasolina muy fuerte se le derramó en las manos, que empezaron a llenarse de granos amarillos.
–¡Pus de bubotubérculo sin diluir! – dijo Ron, cogiendo con cautela el sobre y oliéndolo.
Con lágrimas en los ojos, Hermione intentaba limpiarse las manos con una servilleta, pero tenía ya los dedos tan llenos de dolorosas úlceras que parecía que se hubiera puesto un par de guantes gruesos y nudosos.
–Será mejor que vayas a la enfermería -le aconsejó Harry al tiempo que echaban a volar las lechuzas-. Nosotros le explicaremos a la profesora Sprout adónde has ido…
–¡Se lo advertí! – dijo Ron mientras Hermione se apresuraba a salir del Gran Comedor, soplándose las manos-. ¡Le advertí que no provocara a Rita Skeeter! Fíjate en ésta. – Leyó en voz alta una de las cartas que Hermione había dejado en la mesa-. «He leído en Corazón de bruja cómo has jugado con Harry Potter, y quiero decirte que ese chico ya ha pasado por cosas muy duras en esta vida. Pienso enviarte una maldición por correo en cuanto encuentre un sobre lo bastante grande.» ¡Va a tener que andarse con cuidado!
Hermione no asistió a Herbología. Al salir del invernadero para ir a clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, Harry Alexandra Payton y Ron vieron a Malfoy, Crabbe y Goyle descendiendo la escalinata de la puerta del castillo. Pansy Parkinson iba cuchicheando y riéndose tras ellos con el grupo de chicas de Slytherin. Al ver a Harry, Pansy le gritó:
–Potter, ¿has roto con tu novia? ¿Por qué estaba tan alterada en el desayuno? O no que la Zorra es la novia oficial no .
Harry no le hizo caso: no quería darle la satisfacción de que supiera cuántos problemas les estaba causando el artículo de Corazón de bruja. Alexandra y Payton Querían matar a Pansy y Alexanda gol Kafka a Draco cuando lo viera .
Hagrid, que en la clase anterior les había dicho que ya habían acabado con los unicornios, los esperaba fuera de la cabaña con una nueva remesa de cajas. Al verlas, a Harry se le cayó el alma a los pies. ¿Les tocaría cuidar otra camada de escregutos? Pero, cuando llegaron lo bastante cerca para echar un vistazo, vieron un montón de animalitos negros de aspecto esponjoso y largo hocico. Tenían las patas delanteras curiosamente planas, como palas, y miraban a la clase sin dejar de parpadear, algo sorprendidos de la atención que atraían.
–Son escarbatos -explicó Hagrid cuando la clase se congregó en torno a ellos-. Se encuentran sobre todo en las minas. Les gustan las cosas brillantes… Mirad.
Uno de los escarbatos dio un salto para intentar quitarle de un mordisco el reloj de pulsera a Pansy Parkinson, que gritó y se echó para atrás.
–Resultan muy útiles como detectores de tesoros -dijo Hagrid contento-. Pensé que hoy podríamos divertirnos un poco con ellos. ¿Veis eso? – Señaló el trozo grande de tierra recién cavada en la que Harry y Alexandra lo habían visto trabajar desde la ventana de la lechucería-. He enterrado algunas monedas de oro. Tengo preparado un premio para el que coja al escarbato que consiga sacar más. Pero lo primero que tenéis que hacer es quitaros las cosas de valor; luego escoged un escarbato y preparaos para soltarlo.
Harry se quitó el reloj, que sólo llevaba por costumbre, dado que ya no funcionaba, y lo guardó en el bolsillo. Luego cogió un escarbato, que le metió el hocico en la oreja, olfateando. Era bastante cariñoso.
–Esperad -dijo Hagrid mirando dentro de una caja-, aquí queda un escarbato. ¿Quién falta? ¿Dónde está Hermione?
–Ha tenido que ir a la enfermería -explicó Ron. Derrepente Alexandra quiso matar a alguien estaba enojada con la tal Rita si la viera no dudaría en meterle un Crucio -
–Luego te lo explicamos -susurro Alexandra viendo que Pansy Parkinson estaba muy atenta.
Era con diferencia lo más divertido que hubieran visto nunca en clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Los escarbatos entraban y salían de la tierra como si ésta fuera agua, y acudían corriendo a su estudiante respectivo para depositar el oro en sus manos. El de Ron parecía especialmente eficiente. No tardó en llenarle el regazo de monedas.
–¿Se pueden comprar y tener de mascotas, Hagrid? – le preguntó emocionado, mientras su escarbato volvía a hundirse en la tierra, salpicándole la túnica.
–A tu madre no le haría gracia, Ron -repuso Hagrid sonriendo-, porque destrozan las casas. Me parece que ya deben de haberlas recuperado todas -añadió paseando por el trozo de tierra excavado, mientras los escarbatos continuaban buscando-. Sólo enterré cien monedas. ¡Ah, ahí está Hermione!
Se acercaba por la explanada. Llevaba las manos llenas de vendajes, y parecía triste. Pansy Parkinson la miró escrutadoramente. Payton pensaba que si la maldita de Pansy dice algo la golpiaria
–¡Bueno, comprobemos cómo ha ido la cosa! – dijo Hagrid-. ¡Contad las monedas! Y no merece la pena que intentes robar ninguna, Goyle -agregó, entornando los ojos de color azabache-. Es oro leprechaun: se desvanece al cabo de unas horas.
Goyle se vació los bolsillos, enfurruñado. Resultó que el que más monedas había recuperado era el escarbato de Ron, así que Hagrid le dio como premio una enorme tableta de chocolate de Honeydukes. En esos momentos sonó la campana del colegio anunciando la comida. Todos regresaron al castillo salvo Harry, Alexandra Payton Ron y Hermione, que se quedaron ayudando a Hagrid a guardar los escarbatos en las cajas. Harry se dio cuenta de que Madame Maxime los observaba por la ventanilla del carruaje.
–¿Qué te ha pasado en las manos, Hermione? – preguntó Hagrid, preocupado.
Hermione le contó lo de los anónimos que había recibido aquella mañana, y el sobre lleno de pus de bubotubérculo.
–¡Bah, no te preocupes! – le dijo Hagrid amablemente, mirándola desde lo alto de su estatura-. Yo también recibí cartas de ésas después de que Rita Skeeter escribió sobre mi madre. «Eres un monstruo y deberían sacrificarte.» «Tu madre mató a gente inocente, y si tú tuvieras un poco de dignidad, te tirarías al lago.»
–¡No! – exclamaron las tres chicas asustadas
–Sí -dijo Hagrid, levantando las cajas de los escarbatos y arrimándolas a la pared de la cabaña-. Es gente que está chiflada, Hermione. No abras ninguna más. Échalas al fuego según vengan.
–Te has perdido una clase estupenda -le dijo Harry a Hermione de camino al castillo-. Los escarbatos molan, ¿a que sí, Ron?
Pero Ron miraba ceñudo el chocolate que Hagrid le había dado. Parecía preocupado por algo.
–¿Qué pasa? – le preguntó Harry-. ¿No está bueno?
–No es eso -replicó Ron-. ¿Por qué no me dijiste lo del oro?
–¿Qué oro?
–El oro que te di en los Mundiales de quidditch -explicó Ron-. El oro leprechaun que te di en pago de los omniculares. En la tribuna principal. ¿Por qué no me dijiste que había desaparecido?
Harry tuvo que hacer un esfuerzo para entender de qué hablaba Ron.
–Ah… -dijo recordando-. No sé… no me di cuenta de que hubiera desaparecido. Creo que estaba más preocupado por la varita.
Subieron la escalinata de piedra, entraron en el vestíbulo y fueron al Gran Comedor para la comida.
–Tiene que ser estupendo -dijo Ron de repente, cuando ya estaban sentados y habían comenzado a servirse rosbif con budín de Yorkshire- eso de tener tanto dinero que uno no se da cuenta si le desaparece un puñado de galeones.
–¡Mira, esa noche tenía otras cosas en la cabeza! – contestó Harry perdiendo un poco la paciencia-. Y no era el único, ¿recuerdas?
–Yo no sabía que el oro leprechaun se desvanecía -murmuró Ron-. Creí que te estaba pagando. No tendrías que haberme regalado por Navidad el sombrero de los Chudley Cannons.
–Olvídalo, ¿quieres? – le pidió Harry.
Ron ensartó con el tenedor una patata asada y se quedó mirándola. Luego dijo:
–Odio ser pobre.
Harry Alexandra Payton y Hermione se miraron. Ninguno de los cuatro sabía qué decir.
–Es un asco -siguió Ron, sin dejar de observar la patata-. No me extraña que Fred y George quieran ganar dinero. A mí también me gustaría. Quisiera tener un escarbato.
–Bueno, ya sabemos qué regalarte la próxima Navidad -dijo Hermione para animarlo. Pero, como continuaba triste, añadió-: Vamos, Ron, podría ser peor. Por lo menos no tienes los dedos llenos de pus. – Hermione estaba teniendo dificultades para manejar el tenedor y el cuchillo con los dedos tan rígidos e hinchados-.
¡Odio a esa Skeeter! – exclamó Alexandra - ¡Me vengaré de esto aunque sea lo último que haga en la vida!
· · ·
Hermione continuó recibiendo anónimos durante la semana siguiente, y, aunque siguió el consejo de Hagrid y dejó de abrirlos, varios de ellos eran vociferadores, así que estallaron en la mesa de Gryffindor y le gritaron insultos que oyeron todos los que estaban en el Gran Comedor. Hasta los que no habían leído Corazón de bruja se enteraron de todo lo relativo al supuesto triángulo amoroso Harry-Hermione-Krum. Harry estaba harto de explicar a todo el mundo que Hermione no era su novia.Que su novia era Alexandra . Alexandra ya estaba harta que los deSlytherin le gritarn cuernuda o murmuraran Asus espaldas .
–Ya pasará -le dijo a Hermione Basta con que no hagas caso… La gente terminó por aburrirse de lo que ella escribió sobre mí.
–¡Tengo que enterarme de cómo logra escuchar las conversaciones privadas cuando se supone que tiene prohibida la entrada a los terrenos del colegio! – contestó Alexandra irritada .
Invitado
Invitado
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
GRACIAS ALEX ME ENCANTO EL CAP XOXO ATTE DEBS
Debanhi_Malfoy
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
Síguela pronto que me a encantado tu novela!! Maldita Rita es tan ahhh es tan Rita!!
AndyLady
Re: Irrompible Amor ( Harry Potter y tu )
ola soy tu nueva lectora y me gusta tu nove síguela porfis :D
karlalily potter malfoy
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