|| THIS IS NOT MY BODY! || N.C ||

No se podía tener tan mala suerte. Annika Chase no podía tener tan mala suerte, no hoy. La pelirroja caminaba lo más rápido que sus piernas podían, al menos lo que le permitían al tener un tacón roto  y el otro en perfecto estado.

Correr por todo el Time Square no le fue fácil, odiaba su trabajo, odiaba aquella empresa, odiaba a su jefe, sí, sobre todo eso, no soportaba a su jefe. ¿No podía pedir un café de la cafetería de la empresa?, no. Tuvo que pedir  un Latte cremoso de vainilla, caliente del Starbucks más alejado de la zona metropolitana de Manhattan. La chica no frenaba su paso, con un café en manos y un tacón roto, necesitaba en menos de quince minuto llegar a Grey’s Diamod Company.

Grey’s Diamod Company, una de las empresas Publicistas más grande de los Estados Unidos, y la tercera con más ingresos en América y parte de Europa, conocida por sus anuncios, folletos, revistas y anuncios televisivos , fundada por el magnate Thomas Grey, y actualmente dirigida  por  Steve Grey y sus hijos Matthew y Alexander Grey. Annika había leído en Wikipedia todo aquello, para su entrevista de trabajo días atrás. La chica aun no sabía porque de todos los trabajos de medio tiempo del mundo fue a tener allá, era su segunda semana de trabajo y ya le estaba yendo mal, sólo lo hacía para costear sus estudios de arquitectura en la Universidad de Columbia.

Ya había atravesado la quinta avenida, sólo le faltaba llegar al intermedio de la calle cincuenta y siete, para llegar a su destino, detuvo su paso al sentir gotas minúsculas sobre su frente.

— ¡Oh no!, no, no, no. Por favor—rogaba  mientras las gotas se hacían más largas y más intensas.

Aquello no podía ir peor, en instantes las calles ya estaban mojadas y lluvia descendía a mares. Lo malo de aquella ciudad era eso. El clima. Como añoraba Los Ángeles. La pelirroja corría todo lo que podía, ahora descalza. Festejó mentalmente al ver las escaleras de entrada de la empresa.

Una vez atravesada la puerta de Cristal, las miradas hacia ella no se hicieron esperar. La entrada era algo amplia por lo que para ella caminar sin ser vista es imposible, tres secretarias tecleaban audazmente en sus computadores, ubicadas en la mesa de granito de la recepción. Annika no quiso ni siquiera mirarlas, aunque presentía que ella sería el tema de conversación por unos meses. Cambió de dirección y se dirigió a los ascensores, tenía que llegar en dos minutos a la oficina.

El ascensor no tardó mucho en subir, ella aun esperaba que las puertas se abrieran, tratando de no ver su aspecto en el espejo de aquel ascensor. El sonido de las puertas abriéndose hizo que ella se apresurara a salir sin mirar al frente, chocando así con algo o alguien.
— Al menos no estaba caliente—comentó la persona frente a ella.

No quería ni enterarse a quien le había derramado el café sin embargo subió la vista para encontrase con unos grandes ojos grises azulados que la miraban divertidamente.

—Yo…como lo siento, de verdad, pero tengo que llevar esto a su hermano, o al menos lo que queda de…
—Señorita Chase, no se preocupe, creo que suficiente problemas tiene—dijo mirándola, era cierto estaba hecha un desastre—Como para yo añadirle otro.
—Señor Grey, yo no quise me disculpo una vez más, debí ver… —intentaba hablar.
—Es sólo una mancha de café, tengo otro traje en mi oficina—volvió a interrumpirla, para luego entrar en forma al ascensor mientras ella salía—Lindos pies—finalizó con una enorme sonrisa para luego desaparecer tras las puertas cerradas del elevador.

Annika no dejaba de pensar como alguien como él podía ser hermano de la escoria que tenía por jefe. En cierta forma eran completamente diferentes, Alexander era un poco más alto, de cabellos rubios y ojos azul grisáceo, mientras Matthew tenía el cabello castaño oscuro, una sonrisa burlona y ojos azul profundo.

Mientras ella divagaba en todo aquello caminaba por el piso tres. No habían muchos trabajadores allí, puesto que se ubicaba una sola oficina, la del joven Matthew Grey. Frente a la puerta de la oficina del castaño, yacía otra mesa de granito, donde su compañera Natalie organizaba unos archivos y atendía al teléfono.

Cuando pasó frente al mostrador, Natalie la vio fijamente sin dejar de hablar por teléfono y articuló algo como  
«¿Qué te paso?»
«Te explico luego» Regresó, para luego agarrar la manija de la puerta.

Respiró profundo, meneó el vaso para comprobar si quedaba algo, efectivamente el café no se había botado del todo.

Sin más abrió la puerta  y entró.

Si de por si una oficina es grande, pues aquella lo era cinco veces más, parecía toda una habitación de ensueño , lo único a los ojos de Annika que le faltaba para cumplir tal característica era una cama.

Repasaba con la mirada el lugar, no había rastro de Matt. Lo iba a matar de seguro si el muy imbécil se había ido.

 — ¿Pero qué demonios te pasó? —preguntó el castaño llegando hasta ella para agarrar el vaso.

¿De dónde había salido?, todavía era un misterio para la pelirroja que se había armado de toda la fuerza de su voluntad para no explotar.

Al no obtener respuestas Matthew subió y bajó sus hombros y se dirigió a su escritorio.

—Sólo te pedí que trajeras un café, un maldito café y ¿qué es lo que me traes? —alzaba la voz mientras agitaba el vaso—Medio café y… ¿Quién se supone que es Manuel?

Annika abrió sus grandes ojos verdes, después de todo lo que había pasado había traído el café equivocado.

—Estaba repleto de gente, además caminé casi diez cuadras—se excusaba ella cruzándose de brazos.

Matthew sorbió un poco del vaso, para luego hacer un gesto de asco y dejar el envase de Strabucks en el escritorio.

—Mocaccino frío —murmuró—Jamás había visto alguien tan incompetente domo tú, sólo mírate, insisto era sólo un café —reclamaba  
— ¿Incompetente? — Alzó una ceja Annika— ¿Quiere que le recuerde, quien organizó más de cuarenta informes de cuarenta compañías de perfumes diferentes porque el niño de papi quería salir a una fiesta?
—Era el lanzamiento de la nueva cara de la revista Vogue—se excusó encogiéndose de hombros el joven empresario.
— ¿Ah sí?, ¿Quién movió cielo, mar y tierra para localizar a una banda de Jazz en New York disponibles un sábado, a un chef francés, un salón decente e invitar a más de doscientas personalidades? —Volvió a preguntar Annika fulminando a su jefe —Es indiscutible, quiero un aumento, esto no justifica lo que me pagan

Matthew soltó una carcajada.

—Son cosas fáciles, ustedes las mujeres siempre lo complican, sólo tenías que llamar a un par de personas y ya—bufó
— ¿Llamar? No puedes sólo llamar y ya, hay que convencer y…
—Pff, con un hola, y un ofrecimiento apropiado de dinero ya está, sin hablar mucho —dijo con simpleza él.
—Los hombres no sobrevivirían  ni un día, haciendo todo lo que le toca hacer a una chica.
—Pues al menos yo si cargo zapatos—comentó viéndole los pies a su secretaria
—Claro porque los hombres no soportarían tener que caminar sonriendo todo el tiempo en tacones de dieciséis centímetros, día a día—afirmó Annika para hacer reír de nuevo a Matthew.
—Pero con dieciséis centímetros no pueden matar a un ratón, una araña o una simple cucaracha, siempre tiene que ser el hombre quien vaya a su rescate—contrarrestó él
—Eso es ridículo, somos más fuertes, pasamos por mucho y sin embargo siempre estamos tratando de sonreír, además podemos andar de manos con una amiga sin que la gente piense otra cosa—concluyó con una sonrisa en sus labios.

Matthew estaba cansado de todo aquello, ni siquiera sabía de donde surgió aquella conversación, aún estaba sentado en su silla con sus pies sobre su escritorio mientras una chica le decía que era mejor que él por sólo ser una chica.

— ¡Ya basta! ¿Sí?, no sé porque sigo escuchándote, no tendrás un aumento por más que hayas caminado todo Manhattan en cincuenta metros de tacón, hayas convocado a los cinco continentes a un banquete, o sigas creyendo a la mujer más importante que al hombre, ahora veté no regreses hasta mañana y si estoy de buenas conservas tu empleo —espetó el chico dada por terminada aquella charla
— ¿Qué?
—Lo que oíste, fuera

Si la quería sacar de quicio lo había conseguido. Esa mañana Annika se fue temprano, aun cuando tenía que arreglar unos documentos y otras cosas producto del banquete ofrecido por la empresa para el sábado, pero ya no debía importarle total estaba casi que despedida.
Dejó Grey’s Diamod Company para tomar un taxi, de milagro uno se paró, nadie quiere llevar a una chica mojada, con el cabello hecho una réplica de Elvis y descalza.

Ya en su casa tomó una ducha rápida para despejar un poco su mente. No fue muy efectiva pero por lo menos ya estaba en casa. Con su toalla enrollada alrededor de su cuerpo, salió del baño no sin antes dar una mirada al espejo de la sala de su departamento.

— Sí. Adiós Afro maniaco—comentó viendo su cabello aplacado
La chica se volvió al piso pues algo había rozado su pie
— ¡No es posible! —Ahogó un grito al ver un pequeño roedor— ¡Quítate, quítate!, hahahaha.


El resplandor del sol se filtraba por las cortinas, Era Miércoles así que  sería un día laboral pesado. Annika no recordaba haberse lanzado sobre tantas almohadas, al fin y al cabo sólo tenía tres. Se removió un poco más entre sus sábanas dando paso a que los rayos del sol le iluminaran la cara, despertándola. Después de un bostezo y murmurar algunas cosas poco audibles, abrió sus grandes ojos verdes para encontrase en un sitio que no era precisamente su habitación o su departamento.

— ¿Desde cuándo mi cama es de agua?—se preguntó incorporándose en la misma la cual se movía con sólo un movimiento.

Pero todo cambió drásticamente cuando se puso de pie y comprobó  que aquella habitación parecía todo su departamento junto, la cama enorme con más de seis almohadas. Burós por todos lados, un sofá con su respectiva mesa y otras sillitas, una lámpara de araña en el techo y por su puesto la ventana, que no quiso abrirla pero se imaginó que daría a tope con una de las mejores vistas de la ciudad.

— ¡Oh por Dios!— se maravilló observando todo el lugar, aunque no sabía si sentir miedo, emoción, disgusto…

Cuando se giró se encontró con un enorme espejo, y no pudo evitar soltar un grito. ¿Era…Era Matthew? De acuerdo si aquello estaba siendo un sueño, o una pesadilla quería despertar lo más pronto posible. Empezó a darse por la cara, a palparse los brazos, era inútil que estaba pasando y lo más importante: ¡de todas las personas en la ciudad, en el país, en América, en el mundo y en el universo, vino a convertirse en Matthew Grey!

No podía salir de su asombro, disgusto, miedo, y tantas cosas mezcladas hasta que un grito proveniente de la puerta hizo que se sobresaltara. Más de lo que ya estaba.

—Matt, papá te espera abajo, dice que no olvides la junta, no otra vez idiota—Reconoció esa voz de inmediato, era Alex. Sonrió al saber que hasta su hermano le llamaba por lo que era. Un momento no tenía tiempo de reír lo que pasaba era serio…era Matthew, un hombre, la empresa, el evento del sábado sus estudios…Su vida no podía ir peor.

—Yo lo único que pedí fue un aumento, ¡no esto!

Bajo las parpadeantes luces de los reflectores y la ensordecedora música del DJ, sentados en la misma sección, lo suficientemente lejos como para no escuchar lo que decía el otro pero lo suficientemente cerca como para patearse por debajo de la mesa, se encontraban Annelise y James, mirándose con un profundo desprecio y lanzándose todo tipo de señales obscenas, cosa común entre ellos.

— Se están comiendo con la mirada —le susurro Emma a su mejor amiga—, me estoy poniendo celosa, Annie. James jamás me ha mirado así —suspiro.
— ¿Quieres que te mire con ganas de matarte? Porque yo no le veo cara de otra cosa, además, el muy idiota está pisándome los pies —se quejó Annelise, sin apartar la mirada de James—. No sabes cuánto lo odio, espero que alguien haya envenenado esa cerveza que está tomando, o por lo menos puesto algún laxante que lo haga quedarse en el baño para no tener que soportarlo el resto de la fiesta.

Annelise rio de su propia ocurrencia y Emma puso los ojos en blanco, la castaña se había asegurado de haber dicho las últimas palabras lo suficientemente alto como para que James escuchara. El chico, desde el otro extremo de la mesa, le sonrió a su enemiga al haber entendido el desagradable comentario en una de las pausas del DJ. Annelise le mostro el dedo medio y se giró hacia Emma y Clay, su hermano.

— ¿En serio tiene que quedarse en el apartamento? —le pregunto Annelise a Clay.
— Solo será una semana, Annie —contestó—. Para el próximo viernes te prometo que no tendrás que verle la cara en mucho tiempo.
— ¿Por qué lo dices? —pregunto Emma, espantada.
— La próxima semana el idiota se larga de Londres —respondió Annelise, aprovechando otra pausa del DJ para que James escuchara su insulto. Ofendido, volvió a pisarla y la castaña lo fulmino.
— Llevas tacones de aguja —intervino Clay, al ver el rostro de su hermana—, dale una patada.
— Pero no muy fuerte —le advirtió Emma—, quiero tener hijos.

Annelise puso cara de asco e imito el sonido de las arcadas. Emma la miro con desaprobación y se volvió hacia Clay, continuando con una divertida platica sobre antiguas experiencias de fiesta.
Conforme los años transcurrían, Annelise entendía menos como un chico tan desagradable como James Webber podía atraerle tanto a su mejor amiga, aceptaba que el idiota era guapo –demasiado guapo-, pero su personalidad dejaba mucho que desear. Tomo un poco de su bebida, dejo de pensar en lo asqueroso que sería que Emma fuera novia de su peor enemigo y estiro su pierna derecha para que el tacón rozara el muslo de James, provocando que este alzara la ceja y sus ojos se oscurecieran ante el contacto.

— Chicos, miren esto —dijo sonriente, atrayendo las miradas de Emma y Clay.

Los sorprendidos ojos de James seguían fijos en Annelise, pero estos se cerraron con fuerza al sentir el tacón de la zapatilla encajarse dolorosamente en una de las partes más sensibles de su cuerpo. Todas las miradas de la mesa se posicionaron en James cuando este comenzó a lanzar maldiciones y a retorcerse de dolor en su lugar, mientras Annelise tomaba de su bebida de arándanos con grata satisfacción e inocencia.

— Te advertí que no lo golpearas tan fuerte —exclamo Emma, horrorizada.
— Da lo mismo —le contestó, restándole importancia y colocando su bebida medio vacía en la mesa—. Si Derek pregunta yo no hice nada, le prometí que me portaría bien con James.
— ¡Z*rra! —grito James, acercándose peligrosamente a la castaña—, ¡Te metiste en territorio prohibido, Annelise!
— Si claro —dijo, tomando el vaso que contenía su bebida— llénalo quieres, se me está secando la garganta.

Annelise le tendió el vaso. Pero, cuando James lo tomo, no hizo más que derramar el líquido rojo sobre el hermoso vestido blanco de ella. Clay, al notar la fuerte pelea que se avecinaba, decidió intervenir.

— Chicos por favor, no den un espectáculo aquí, recuerden que es la fiesta de cumpleaños de Derek y ambos prometieron…
— ¡Porque siempre lo arruinas todo! —le interrumpió Annelise, levantándose de su lugar con el rostro tan rojo como la mancha de su vestido.
— ¿Yo arruino todo? —pregunto, ofendido—, ¡Tú fuiste la loca que me pateo!
— ¡Estabas pisándome! —se defendió.
— ¡¿Y por eso quisiste dejarme estéril?!

Ninguno de los dos se había dado cuenta que habían comenzado a gritar, incluso hacían más ruido que la música del DJ. Fue en ese momento cuando la pareja comenzó a llamar la atención de todos a su alrededor.

— No sabes lo difícil que es aguantar tus estupideces —reclamo—, ¡Ahora mi vestido esta arruinado por tu culpa!
— ¿Y comenzaras a llorar por eso?, ¿Porque rayos las mujeres son tan dramáticas? Si yo llorara por la patada que me diste o por una pequeña mancha —dijo, señalando la mancha en el vestido, que era todo menos pequeña—, me llamarían nena.
— Claro, lo dices porque a los hombres no les dicen nada por ser unos sucios, pero para una mujer es importante estar impecable —el DJ paro la música, ya que todos estaban atentos a la pelea.
— ¿Y que, me estas queriendo decir que la vida de un hombre es más sencilla?, tu no soportarías el dolor de una patada.
— Si te quejas por una simple patada, quisiera verte con dolores menstruales o con un dolor de parto.
— Yo quisiera verte a ti matando a un insecto o luchando con un ladrón. Pero estamos hablando de cosas imposibles, ¿cierto?
— Una dama no mata ni lucha.
— Pero, Annelise —se acercó a ella—, tú no eres una dama.

La ojiverde apretó los puños y se mordió el labio para no gritarle una grosería, no quería explotar en el cumpleaños de su novio. ¿Pero que más daba? Ya había roto su promesa de tratar con respeto a James y Derek terminaría por enterarse. Iba a golpear al mejor amigo de su novio.

— Por primera vez en tu vida tienes razón, James —dijo, caminando un paso hacia atrás, dada la cercanía del chico—, yo estaba equivocada, no soy una dama.

Cuando James cayo en cuenta que Annelise lo había golpeado en el rostro, este ya se encontraba tirado en el suelo con ambas manos en su nariz. Pero, al cabo de unos segundos se levantó y miro con rabia a la ojiverde.

— ¿También golpeaste a Derek para que se te declarara?

Annelise preparo el otro puño para terminar de romperle la nariz, cuando sintió un brazo pasar por su cintura y empujarla hacia atrás.

— ¡Esto no es un ring de boxeo! —le grito Derek, soltándola— ¡Y tú! —señalando a James— ¡No vuelvas a hablarle así a mi novia!, vámonos Annelise.

Derek iba a tomar su mano pero ella se hizo a un lado y se encaró a James.

— Tú no durarías ni una hora en mis zapatos—le dijo.
— Tu no durarías ni diez minutos en los míos —contra ataco.
— Esta es la pelea más extraña que han tenido —le susurro Clay a Emma.


Un fuerte grito la despertó esa mañana. No entendía por qué pero había despertado con un insoportable dolor en la nariz, sentía como si la estuvieran taladrando. Por un momento pensó que se debía al alcohol que había ingerido en la fiesta, pero después recordó que no había tomado ni una sola gota. Otro grito retumbo en el apartamento.

— ¡Suéltame, degenerado!

¿Pero quién rayos estaba gritando de esa manera?, supuso que se trataba de una chica ebria que James habría traído y hasta ahora se había dado cuenta del adefesio con el que había pasado la noche. Su mañana ya estaba arruinada con solo saber que el chico se quedaría una semana en el apartamento. Lo único que la consolaba era recordar la magnífica noche de reconciliación que tuvo con Derek después de la pelea por haber faltado a su promesa de tratar bien a James.

— Derek, amor…

Abrió completamente sus ojos al escuchar lo grave que había sonado su voz, pero lo dejo pasar pensando que tal vez iba a enfermarse, su voz siempre se hacía grave cuando estaba resfriada. Estiro su brazo para despertar a Derek pero en vez de eso cayó al frio piso de la sala. ¿Por qué estaba en la sala? Ella recordaba haberse quedado dormida en su habitación. James era el que dormiría en la sala, no ella. –Tal vez el idiota me cambio el lugar mientras yo dormía- pensó, apretando la mandíbula. El pensamiento la asqueo, ella había dormido sin ropa y el idiota tuvo que haberla visto para llevarla hasta la sala.

— James, levántate del piso maldito ebrio —le dijo una voz muy parecida a la de Clay—. Annelise se volvió loca.

¿Pero qué rayos, porque la había llamado James?

— ¿De qué hablas? Yo no me volví loca.

Su voz había sonado mucho más grave esta vez. Se levantó del piso, asustada y miro a Clay. El ojiazul la miro y soltó una carcajada.

— Creo que mi hermana te rompió la nariz —dijo entre risas—, los Bates tenemos mano dura.
— ¡No me toques! —se escuchó de nuevo.
— Será mejor que vayamos a ver qué pasa, ya después veremos qué hacer con eso —señalando su nariz—, si se lo pides de buena manera, tal vez Annie te cure.

¿Acaso se trataba de una broma de mal gusto?, era la mañana más extraña que había vivido en sus 19 años de vida. Incluso ella misma se sentía extraña, como si hubiera aumentado de peso y alguien le hubiera rapado la cabeza. Pero nunca se miró al espejo.

Siguió a Clay hasta su habitación y cuando entro vio algo que la perturbo y la hizo quedarse en estado de shock. Derek estaba delante de una chica muy parecida a ella, esta se encontraba en ropa interior y sostenía una almohada en dirección a Derek, lucia como si quisiera golpearlo. El primer pensamiento de Annelise fue que el rubio la había engañado, pero entonces recordó los gritos y lo que Clay le había dicho: “Annelise se volvió loca”. La situación la confundió más.

— Amor, baja eso —le ordeno Derek, pero ella no hizo caso, parecía que estaba sufriendo un ataque de pánico—. Clay, ayúdame.

La chica giro la mirada hacia la puerta y Annelise se quedó petrificada. Esa no era una z*rra con la que Derek la había engañado. Era ella, era su cuerpo. Pero si otra persona estaba en su cuerpo, ¿Quién era ella?, la respuesta era obvia y Annelise se sintió una tonta por no haberlo adivinado antes: James. ¿Pero sería el mismo James quien estaba en su cuerpo?, se pellizco pensando que estaba viviendo la peor de sus pesadillas.

— ¡Tu! —la señalo la cosa que había invadido su cuerpo.

La cosa se acercó y jalando de su camisa la llevo hacia la habitación de al lado, dejando sin habla a Derek y a Clay. Definitivamente era James, no sintió nada cuando la cosa le toco el pecho. Ambos entraron a la habitación y Annelise comenzó a llorar.

— No llores, mi*rda —las dudas se fueron, era James quien estaba en su cuerpo— pensaran que soy un marica.
— Maldición, James, no tenías por qué hacer tanto escándalo. Derek estará furioso conmigo —dijo, aun llorando.
— ¿Sabes lo perturbador que fue despertar, ver que estaba en tu maldito cuerpo y que Derek comenzara a manosearme? ¡Me bese con mi mejor amigo! —grito, alterado—, pero eso es otro problema. ¿Cómo demonios paso esto? 
— Solo hay una explicación —contestó, Annelise.
— ¿Cuál?
— ¡Te odio! ¡Todo esto es tú culpa, imbécil!