Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA

por **yessi jobrOss** Vie 06 Ene 2012, 3:46 pm

Capítulo 13 1/2

Un bebé dormido puede hacerte creer
que la paz sobre la tierra es posible.
Aforismo de _____

Cloc, cloc.
No, ella no era una gallina, pensó con una mueca mientras enviaba un mensaje a Lori Jean, su hermanastra menor, que vivía en Dallas. Probablemente al padre de la chica le daría un ataque si se enteraba de que su palomita inmaculada mantenía correspondencia con el desastre de su hermana. Dos años antes, al reencontrarse, Lori Jean, Katie y ella habían jurado mantenerse en contacto. A _____ no le gustaba engañarlas, pero no le había contado lo de Willy a ninguna de las dos. Querrían ayudarla y le pedirían explicaciones. Y a ella le dolía la cabeza ante la mera idea de tratar de contarles todo. Tal vez lo mejor sería darles la sorpresa por Navidad.
Cuando apagó el ordenador, su mente volvió a Nick. Esa voz sensual e insinuante le había resonado en el cerebro durante todo el día, pero el sabelotodo de Nick Jonas estaba muy equivocado.
Después de echarlo se había quedado tan furiosa que lamentó no tener otra caja de huevos, pero habría preferido arrojarlos contra la puerta de su vecino. O contra su cara.
Cogió un puñado de M&M's, gruñendo, y pensó que debía reponer las reservas. Luego recogió las bolsas con todo lo comprado a la hora del almuerzo. En un principio fueron latas de leche y comida para bebés, pero junto al supermercado había una tienda para niños. Continuó con unos pijamas muy bonitos y un conjunto completo, con gorra y todo. Además, encontró un juguete de cuerda que sin duda le encantaría, una pelota musical, dos libros, algo para colgar en la cuna…
Con la pelota musical en la mano, _____ sonrió ligeramente. «Regalos de Navidad. Ahora debo comprar un calcetín…»
La puerta se abrió de par en par. Guy Crandall apareció allí como una pesadilla.
Su presencia era una nube negra contra el gozo de haber comprado esos regalos para el niño. _____ sintió un brote de resentimiento.
—¿Qué hace usted aquí? Sé que mi cheque no lo han rechazado, pues ese dinero ya no está en mi cuenta.
Él se acercó un poco más al escritorio. Luego miró hacia atrás, como si temiera que alguien lo hubiera seguido.
—Necesito más dinero.
—¿Más? —repitió ella, incrédula—. ¡Pero si le extendí un cheque grande! ¡Bien grande!
Él apretó los labios.
—Pero se retrasó. Y por eso yo pagué tarde a algunos de mis…, eh…, acreedores.
—Pero le di más de lo que…
—Eso no importa —la interrumpió él, impaciente—. Necesito más. Si quiere que mantenga la boca cerrada fírmeme otro cheque. La mitad de lo que me dio la vez pasada.
Hubo un torrente de frustración. _____ se levantó.
—¿Por qué no busca un buen empleo, como todo el mundo?
A él se le oscurecieron los ojos de ira.
—Basta de cháchara, bruja. Deme ese cheque.
Impotente, odiándose por estar a merced de ese hombre, ella volvió a sentarse y sacó el talonario de su bolso.
—Ya veo que usted está acostumbrado a tratar con Kevin, pero yo no soy como él —dijo, mientras rellenaba el cheque—. No estoy forrada y tengo otras responsabilidades.
La pelota que había comprado para Willy se bamboleó en el escritorio con un sonido musical. Él le arrebató el cheque de la mano.
—Volveré dentro de quince días —le dijo.
Y salió del despacho dando grandes zancadas. Ella se quedó con un gusto horrible en la boca y una sensación opresiva en el pecho. Echó un vistazo a las bolsas de regalos, mordiéndose el labio. No quería devolverlos. Al comprar esas pequeñeces para Willy se había sentido feliz por primera vez desde la muerte de Kevin. La ternura que le despertaba el bebé la cogía por sorpresa. Siempre había pensado que sería una madre pésima. La suya había sido afectuosa pero alocada y _____ había perdido el contacto con ella cuando era muy pequeña. Su padre, tiránico y condenador, vivía empeñado en aniquilar en ella cualquier evidencia de los genes maternos. Satisfacerlo era imposible.
_____ sofocó una risa: «Lo siento, papaíto». Aunque la influencia de su madre hubiese durado poco, su amor había perdurado. Pensó en Willy, en su dulce sonrisa; recordó cómo se le iluminaba la cara cuando la veía entrar. Quizá no fuera tan mala madre al fin y al cabo. Tal vez podría tener un hogar, hijos…
Se frenó en seco. Nada de viajes al país de la fantasía. Tenía problemas acuciantes que resolver.
Debía encontrar la manera de parar a Guy. No quería saber qué vicio era el que le hacía necesitar dinero con tanta desesperación. Sin duda no eran los M&M's. Debía de haber una manera de controlarlo, pero esa vez arrojar huevos no serviría de nada.

Esa noche, después de darle la cena, meció a Willy y lo acunó con la canción que su madre solía cantarle: «Eres mi sol». Con una sonrisa de contento, él alargó una mano para tocarle la cara. Movía la boca y emitía sonidos desafinados, como si tratase de cantar con ella. _____ no pudo sino reír ante esos encantadores esfuerzos; entonces él también rio.
El cuerpecito se fue relajando poco a poco hasta dormirse. Ella continuó meciéndolo. Era un momento tan apacible que habría querido congelarlo; así habría podido experimentarlo otra vez cuando estuviera a punto de tirarse de los pelos. Así debían de ser las iglesias, pensó: silenciosas, apacibles, seguras.
Lo puso en la cuna, blando y relajado, y se quedó mirándolo. Había gritado de gozo al verla entrar. Aunque fuera una tontería, ella sintió como si el peso que llevaba sobre los hombros se aligerara en varios kilos. Ahora él dormía, con el pequeño trasero en alto y el pulgar flojo en la boca.
Una sensación dulce, sorprendente, le llenó el pecho: Willy se sentía a salvo. _____ trató de recordar algún momento en que se hubiera sentido realmente a salvo. El recuerdo de las palizas que le daba su padre fue una punzada dolorosa. Desechó el pensamiento. Nada de sensiblerías.
Ahora que el pequeño dormía, ella podría disfrutar de la tranquilidad de la noche. Siempre que no se acordara de Guy, Demi o Nick. No los recordaría.
Calentó en el microondas una cena saludable, baja en grasas, en calorías y en sabor; la completó con una galleta de menta bañada de chocolate. Luego se preparó un cóctel de champán, puso un compacto en el reproductor portátil, encendió diez o doce velas perfumadas y cerró la puerta del cuarto de baño.
Al sumergirse en el jacuzzi dejó escapar un gemido. Si tenía que mudarse echaría de menos esa bañera. «No pienses en eso.» Luego cogió el libro Ópera para tontos y lo hojeó perezosamente.
Media hora después, mientras bebía un sorbo de su cóctel, distinguió algo en la periferia de su campo visual. Nick. Mientras se arrancaba los auriculares lo fulminó con la mirada.
—La puerta del cuarto de baño estaba cerrada. ¿No sabes captar las indirectas?
Iba hacia ella, aflojándose la corbata.
—He llamado a la puerta. Como no respondías he temido que te hubieras ahogado.
_____, en un arrebato de alarma, estuvo a punto de salir del agua.
—¡No me digas que has despertado al bebé!
—No. Apenas he tocado, sin golpear. ¿No es lo que haría cualquier hombre inteligente?
—Supongo que sí —reconoció ella de mala gana—. Vale. Ya ves que estoy muy bien. No me he ahogado. Por el contrario, todo iba muy bien antes de que entraras. Vete —ordenó sin rodeos.
Él paseó la vista por las velas.
—Qué bonito. ¿Necesitabas más luz para leer?
«Para leer.» Al recordar el título del volumen que estaba leyendo _____ se sintió invadida por la timidez. Estaba completamente desnuda, pero más que la desnudez la avergonzaba el tema de su libro. Estiró los dedos contra la cubierta y lo acercó más al agua.
—He puesto un par de velas a mi lado, ¿ves? —carraspeó—. Anda, lárgate.
—Es que esta fiestecita tuya parece invitarlo a uno…
—Nada de eso. La fiesta es para el patito y para mí. Donde hay tres sobra uno. Lárgate.
—Por tu manera de hablar se diría que no me quieres aquí.
—Es exactamente…
—Qué poco hospitalaria —comentó él, mientras se desabotonaba la camisa.
Ella se alarmó. El tío parecía dispuesto a meterse en la bañera.
—¿No me entiendes? Quiero pasar la velada cómoda y en paz. Tú molestas. Eres un incordio. Y no quiero volver a acostarme contigo, ¿recuerdas?
Él se quitó la camisa a tirones y continuó con el cinturón, lo cual provocó en _____ un leve ataque cardiaco.
—Todavía no has comprobado del todo lo agradable que es mi compañía.
—En efecto. Y esta noche me gustaría pasar la experiencia por alto. ¿No puedes marcharte ahora mismo? —preguntó ella, frustrada al ver que Nick se bajaba los pantalones.
—Juro por mi honor que no seré una molestia.
_____ puso los ojos en blanco. Luego se los tapó. Cielo santo, qué persistente era ese hombre. Espió por entre dos dedos y cerró los ojos. La única manera de librarse de él era permitir que entrara en la bañera. Por mucho que detestase abandonar su santuario, su vecino ya lo había invadido. Tendría que ser ella la que saliese.
—De acuerdo. Puedes quedarte en el agua cinco minutos. Luego te irás. Y no pases de mis pies.
—Trato hecho —aceptó él. Se oyó el chapoteo del agua—. Ah…
La chica le arrojó una mirada tenebrosa. Luego evaluó la postura relajada de la cabeza, los anchos hombros y el vello del pecho musculoso.
—Me alegra que lo disfrutes. Cuatro minutos y cuarenta y cinco segundos.
—Pues entonces no hay tiempo que perder. —Él se incorporó para mirarla a los ojos—. ¿Cómo te ha ido hoy?
—Bien, mal y bien.
—¿Qué ha sido lo bueno y lo bueno?
_____ sonrió.
—La primera cosa buena ha sido que hoy ha venido María, la niñera maravilla. Lo segundo, que a la hora del almuerzo he comprado regalos de Navidad para Willy.
Él asintió.
—¿Y lo malo?
—De eso prefiero no hablar.
—Vale. —Nick movió las manos bajo el agua y le tocó un pie.
—¿Qué estás…?
—Has dicho que no debo acercarme más allá de tus pies. —Lo sujetaba con firmeza en la palma.
—Eso no significa que puedas tocarlo.
Le frotó la planta, provocándole una oleada de placer en todo el cuerpo. Luego aplicó las dos manos a masajearle el arco; _____ no pudo contener un suspiro. La presión de los pulgares contra la base de los dedos hizo que se mordiera los labios. Nick hizo una pausa.
—¿Quieres que pare?
—No —respondió ella al instante. Le hacía tanto bien… Además era sólo el pie, no sus partes femeninas más secretas. Sólo el pie.
Él dejó oír una risa apagada y continuó frotándole el pie hasta convertirlo en masilla. Una vez satisfecha, _____ levantó el otro para someterlo a sus atenciones.
—Ya han pasado los cinco minutos —la provocó Nick.
—Si no atiendes el otro me sentiré desigual.
Comenzó a frotarle el otro pie. La chica apoyó la cabeza contra la bañera.
—Sabes mucho de pies, pese a ser un incordio.
—También sé mucho de otras partes, ¿recuerdas?
Ella hizo un gesto despectivo.
—Ten cuidado con el libro, que se te moja. ¿Qué lees?
_____, tensa, lo dejó caer junto a la bañera.
—Nada. Algo que he cogido en el instituto. Hemos creado una sección de libros.
Nick continuó masajeándole el pie; cuando pasó al tobillo la chica cerró los ojos.
—¿Esto lo has aprendido en algún curso? Si la abogacía no funciona puedo contratarte en el instituto. Siempre que no te moleste pintar también las uñas de los pies.
Él rio entre dientes.
—¿Me contratarías?
_____ se encogió de hombros.
—Tal vez. Nuestro masajista más requerido es hombre. Y qué hombre, por Dios. Simpático, muy simpático.
—¿Lo conoces bien?
—No conozco la historia de su vida. Nos llevamos bien. Trabaja todo el día pero siempre está de buen humor. No está chiflado como la esteticista.
Aquella mano trepó hasta la pantorrilla. Obviamente había pasado la barrera de los pies, pero ella no consiguió protestar. Se sentía lánguida y relajada.
—¿Qué pasa con la esteticista?
—Es muy posesiva. Los tratamientos faciales son su territorio y no permite que nadie lo invada. Para que aceptase contratar y conservar a un par de ayudantes, he tenido que darle una pequeña participación en los beneficios.
—Qué idea tan sagaz.
—Lo aprendí de Dinero(Kevin). Él era sagaz.
—Pero no demasiado, pues a ti no te gustan los hombres muy sagaces —comentó Nick, avanzando hasta la rodilla.
Tenía que detenerlo, sin duda. Y lo haría. Dentro de un minuto.
—Era muy sagaz, sí, pero no me hacía sentirme tonta. —Sonrió al recordar una de sus conversaciones con él—. Me hacía creer que era capaz de cualquier cosa.
Al sentir una mano en la suya abrió los ojos. Nick había pasado definitivamente el límite de los pies y la observaba.
—Eres capaz de hacer cualquier cosa que desees, ¿no? —preguntó él, muy serio.
Ella esperaba que le guiñara el ojo, que riera, que pusiera los ojos en blanco, pero no hubo nada de eso. Ni siquiera parpadeaba. La miraba como si realmente la creyera capaz de hacer cualquier cosa. El estómago le dio un vuelco.
—Todavía trabajo en eso —logró decir, por fin; pero ella misma notó lo sensual que sonaba su voz—. Se ha acabado el tiempo. Y has pasado el límite de mi pie.
—Sí —reconoció él. Sus ojos parecían estar abriéndole un agujero a fuego.
_____ contuvo el aliento.
Nick le soltó la mano y retrocedió. Luego salió de la bañera, poniendo al descubierto su cuerpo desnudo. Había que ser ciega para no ver que estaba excitado. Y al volverse le brindó una buena vista de su firme trasero.
Empezaba a sudar. Ay, Dios… Esa noche podría tenerlo de nuevo en su cama si quería. Pero no quería; se obligó a recordarlo. Lo contempló mientras él se secaba y se ponía calzoncillos, pantalones y camisa. Luego lo vio recoger el resto de la ropa con una mano y girar hacia ella.
—¿He sido un incordio?
Se removió, incómoda y sacudida por demasiadas emociones sin nombre.
—No —admitió con voz débil.
—¿Te ha gustado el masaje de pies?
—Sí —susurró.
La saludó con un cabezazo.
—Buenas noches.
—'nas noches —balbuceó ella.
Lo oyó salir del cuarto de baño y cruzar el vestíbulo. En cuanto la puerta del apartamento se cerró tras él, _____ se sumergió por completo bajo el agua.
Ay, Dios…

por **yessi jobrOss** Vie 06 Ene 2012, 3:49 pm

Capítulo 13 2/2

Demi contempló el diamante de dos quilates que centelleaba en su dedo y se dio un pellizco. Aún no podía creer que estuviera comprometida para casarse con Joe Jonas. En el coche, a oscuras, desvió hacia él una mirada furtiva; el corazón le aleteó salvajemente en el pecho.
Iba a casarse con él.
Apenas podía dominar la excitación. Percibía que los sentimientos de Joe no eran tan fuertes como los suyos, pero estaba decidida a arreglar eso. Juró para sus adentros ser la mejor esposa que Joe pudiera imaginar. Sería exactamente lo que él necesitaba. Y eso incluía librar su vida de basura… De _____ Montague.
Joe desvió el coche hacia la calzada de la casa de Demi y apagó el motor. Luego le tocó la cabellera.
—Tu pelo es tan bonito…
El mérito era de la peluquera del instituto.
—Gracias. Estás más callado que de costumbre. ¿Tienes algún problema?
—Lo de siempre —dijo él—. La campaña.
Demi asintió; trataba de ignorar la pequeña desilusión de que él no la incluyera en sus pensamientos. Se estiró hacia él.
—Me ha encantado acompañarte esta noche.
A su novio se le iluminaron los ojos.
—¿De verdad? —Le cogió un mechón de pelo para acercarla y bajó la cabeza—. Qué dulce eres —murmuró, moviendo los labios sobre los de ella.
A ella le zumbaron. Había otras partes de su cuerpo que también zumbaban. Quería más. Apretó la boca contra la de Joe y él la recompensó con la lengua.
Demi, con un suspiro, la frotó tímidamente con la suya. Él profundizó en el beso y la acercó un poco más. Los pechos le escocían de excitación; su piel quemaba bajo el abrigo de invierno. Oyó un gemido grave; luego, otro. Después de un largo rato comprendió que era ella misma quien emitía esos ruidos tan sensuales.
Acalorada, inquieta, deseaba que Joe le tocara los pechos. Habría querido que le arrancara la ropa y le hiciera salvajemente el amor. Que…
Como si él le hubiera leído los pensamientos, le apoyó una mano en el pecho, por encima del abrigo. Demi tiró de la prenda; quería sentir esa mano más cerca. Los dedos se escurrieron. Ella habría podido llorar en señal de protesta. La desesperación le dio audacia: levantó la mano de Joe hasta su jersey y de inmediato el pulgar buscó el pezón endurecido.
Él emitió un grave murmullo de aprobación.
—¿Quieres quedarte a pasar la noche conmigo, Joe? —susurró, con el corazón acelerado.
Él continuó masajeándole el pezón hasta que la chica, sin poder ya resistir, cedió al impulso de retorcerse.
—Vaya, Demi, cómo me tientas.
«Gracias a Dios», pensó ella.
—Quiero que te quedes. —Le aplicó un beso con lengua bien profundo.
Joe, gimiendo, se apartó un poco.
—Es que eres tan dulce, Demi, tan inocente… No quiero aprovecharme de ti.
«Aprovéchate, hombre, por favor.»
—¡Pero si estamos prometidos! ¿Cómo podrías aprovecharte?
—No lo sé. ¿No quieres esperar a la noche de bodas?
¿Quién querría esperar? Tragó saliva.
—¿Te parece?
Él apoyó la frente contra la de ella.
—Eres tan inocente, Demi… Quiero hacer lo que sea mejor para ti.
—Cuando estoy contigo todo es lo mejor —dijo ella.
Veinte minutos después, con el cuerpo todavía en llamas, Demi se arrancaba la ropa junto a la cama. Estaba sola, con excepción de Maxine, que la observaba cautelosamente debajo de la cama. La frustración rugía en ella como un incendio en el bosque. Necesitaba que Joe apagara ese fuego.
Su urgencia era abrumadora, tanto la sexual como la emotiva. Bajo la suave iluminación del cuarto echó un vistazo al espejo del tocador, donde se reflejaba su cuerpo semidesnudo. Tenía los ojos negros de excitación y las mejillas arreboladas. Levantó las manos hasta los pechos doloridos. Estaban henchidos de deseo y con las puntas sensibles. Su aspecto era el de una mujer lista para el acto sexual.
Volvió la espalda al espejo con un chillido de frustración. Estaba más que lista para la acción, sí, pero su prometido no colaboraba. Se llevó una mano a la frente. Tal vez Joe no consumaba la relación porque, en realidad, su compromiso afectivo no era total.
Demi necesitaba una garantía física del compromiso afectivo mutuo. Echó una mirada al anillo de diamantes que lucía en el dedo. Eso debería haber bastado, pero no era así. Quería sentir el cuerpo de Joe apretando el suyo. Entonces sí estaría más segura.

_____, despierta en su cama, se preguntaba si una noche más de sexo rápido, apasionado y libre con Nick serviría para aliviar en parte la frustración que la carcomía. Aún le escocían los pies por su contacto. Y también otras partes, pensó con un gemido mientras se daba la vuelta nuevamente en el colchón.
Aún estaba sorprendida por la manera en que él le había tocado los pies, como si supiera con precisión qué puntos tocar para aliviar la tensión nerviosa, qué grado exacto de presión le brindaría el máximo placer.
Eso la llevó a recordar cómo había tocado otras partes suyas. Y su propio cuerpo. Su temperatura subía. Ay, Dios… _____ se cubrió la cabeza con la sábana.
Tal vez debía dejarse de rodeos y tumbarse nuevamente en la cama con él. Aunque se había comportado muy honrosamente en casi todos los tramos del camino, ella no se hacía ilusiones: lo que compartía con Nick jamás sería otra cosa que una aventura pasajera. Y ella no quería más que eso. Luego recordó cómo la había hecho temblar al hacerle el amor. Con Nick no sería sólo sexo apasionado. Y eso le fastidiaba de verdad.

—¿Hemos terminado por hoy? —preguntó Paul a Sara.
Ella echó un vistazo al reloj y asintió. Sin duda Paul tenía prisa por lanzarse a su vida de soltero. Con toda seguridad, cada vez que entraba a un bar todas las cabezas femeninas giraban hacia él.
—Estás progresando mucho —ponderó mientras se levantaba de la silla. Estaban en el comedor de su casa, que estaba reformando desde que se había separado de su marido. Aunque no tenía mucho dinero, le encantaba tomar decisiones para decorar la pequeña vivienda a su gusto.
—Es que tengo una gran profesora —dijo él. Se levantó al mismo tiempo; un hoyuelo le partía una mejilla.
—Gracias. —El corazón de Sara se detuvo por un instante, pero no había que hacerle caso. Paul Woodward era estupendo para flirtear. Si se presentaba la oportunidad era capaz de flirtear hasta con una anciana de noventa años.
—He dejado algo en el coche, pero si te parece bien, te lo traeré ahora mismo.
Ella, sorprendida, se encogió de hombros.
—Como quieras.
—Vale —dijo Paul, mientras iba hacia la puerta—. No cierres, que vuelvo en seguida.
—De acuerdo. —Ella, curiosa, lo siguió hasta la puerta.
Antes de salir, el joven giró bruscamente. Sara, desprevenida, se tambaleó. Él la sujetó por los hombros.
—No mires. Es una sorpresa.
Ella no pudo dejar de sonreír ante ese entusiasmo.
—Vale.
—Vuelve a la mesa.
—¿Es una orden?
—Sí. Ya que tú me has dado tantas, ahora me toca a mí.
Ante su actitud juguetona, Sara tuvo la sensación de que alguien había encendido una luz dentro de ella.
—De acuerdo —dijo.
Volvió a la mesa y se apretó con las manos las mejillas calientes, exasperada consigo misma. Él le hacía sentirse de nuevo adolescente, aunque probablemente no lo sospechaba. ¡Pero qué tonta era! Se sorprendía de que él quisiera recibir clases con tanta frecuencia, prácticamente cada dos días. Y esperaba con miedo el momento en que Paul decidiera que ya no necesitaba su ayuda.
Él entró por la puerta con una enorme sonrisa en la cara. Con una mano en la espalda, se acercó y se detuvo frente a ella. Entonces mostró un bello ramo de flores rosadas.
Sara, muy sorprendida, se llevó una mano al cuello.
—Madre mía, qué belleza.
—¿Te gustan?
—Por supuesto. —Lo miraba con incredulidad—. Pero no tenías por qué molestarte.
—Ha sido un gusto. Te he robado mucho tiempo. Y tú has sido tan paciente, me has animado tanto…
—Pero si ha sido un gran placer —protestó ella—. Para mí ha sido muy satisfactorio ver que progresabas tan deprisa.
Aquella hermosa cara se puso seria.
—Pero el beneficiado he sido yo. Esto sólo es una muestra de agradecimiento. Acéptalas, por favor.
—Sí, claro —dijo Sara, llena de emociones en conflicto. Estaba encantada, pero también tenía miedo—. Debo ponerlas en agua.
Cogió las flores y fue al armario en busca de un jarrón donde cupieran. Por fin halló un vaso de cristal blanco para leche que llenó de agua. Sentía el pecho ceñido por un nudo desconcertante. Por lo general, se dan las gracias cuando el favor está hecho. ¿Eso significaba que Paul consideraba las clases terminadas?
Tragó saliva con dificultad.
—Son preciosas —murmuró para llenar el silencio y disimular su nerviosismo—. Espero que duren mucho… Pero no deberías haberte… —Se le quebró la voz; horrorizada, se mordió los labios.
—¿Sara?
Lo sintió acercarse por detrás; la seriedad de su voz le hizo perder otro poco de autodominio.
—Son preciosas —repitió. Pero ella misma percibía lo inseguro de su voz.
—Sara, ¿qué pasa? ¿Eres alérgica? ¿Te recuerdan a tu marido?
—No, no, no. —Se le escapó una risa ahogada que podría haber pasado por sollozo, pero reunió valor para afrontarlo con una sonrisa—. No soy alérgica. Y no recuerdo que mi marido me haya traído flores en su vida, salvo después de haberlo abandonado. —Se le estranguló otra vez la garganta, pero estaba decidida a continuar sonriendo—. Es que… —Cogió un poco de aliento—. No tengo experiencia en esto y me siento muy orgullosa de ti. Pero no sabía que hubiéramos… —A pesar de su decisión le tembló la voz y se le humedecieron los ojos—. No sabía que hubiéramos terminado.
—Estás llorando —observó él, sorprendido. Y le tocó la mejilla con el pulgar.
Ella cerró los ojos, interiormente acobardada, y sintió que por la mejilla se le deslizaba una lágrima.
—Disculpa. Ya sé que es una tontería, que…
—Mírame.
Sara se mordió los labios.
—Otra orden.
—Por favor.
Como si fuera posible rechazarlo. Abrió los ojos, rogando que Paul no se diera cuenta de que su profesora estaba perdidamente enamorada de él.
El masajista siguió el curso de la lágrima con el pulgar; luego tocó el labio inferior. Ella contuvo el aliento. La miraba con una pregunta sensual en los ojos que estuvo a punto de aflojarle las rodillas.
—Soy demasiado mayor para ti —susurró.
Paul sacudió la cabeza.
—No, no es cierto. —Bajó la boca para cogerle los labios en el más dulce de los besos. Allí había suavidad. Y deseo.
Sara percibió todo eso bajo la superficie, retumbando entre los dos; la había cogido desprevenida. Se apartó.
—No creo poder tomarme las cosas como tú.
Él frunció el entrecejo.
—¿Qué dices?
—Que no puedo tomarme estas cosas… —Buscó a ciegas una palabra adecuada—. A la ligera, como tú.
Paul la miró con una convicción sensual que la habría hecho caer, a no ser porque él la sujetaba por los hombros.
—A ti no te tomo en absoluto a la ligera, Sara.

por **yessi jobrOss** Vie 06 Ene 2012, 3:51 pm

ok chikas aqui les deje el capi :D
mas alrato subo otro
Disfrutenlo y se les kiere :hug:

por **Annabeth** Vie 06 Ene 2012, 6:54 pm

Aaaaaaaaaay! que amor lo se Sara *-* y lo de la rayis con Nick baba

, tienes que subir más *-*

por **Belencita** Vie 06 Ene 2012, 7:04 pm

ufffffffffffffffff
voliviste...
ya te extrañabamos
me encantaron los capitulos
espero verte mas por estos lados
xoxo

por **aranzhitha** Sáb 07 Ene 2012, 1:07 pm

siiii regresaste que bien me encantaron los capis solo que me cae mal Demi como odia a la rayiz si ella solo la esta protegiendo y ayudando ahww y nick todo un amor siguela pronto

por **yessi jobrOss** Sáb 07 Ene 2012, 4:17 pm

Belencita escribió:ufffffffffffffffff
voliviste...
ya te extrañabamos
me encantaron los capitulos
espero verte mas por estos lados
xoxo

Sip ya regrese :P y ya subire
capis mas seguido :)
ahh yo tmb las extrñaba :hug:
gracias por comntar

por **yessi jobrOss** Sáb 07 Ene 2012, 4:20 pm

aranzhitha escribió:siiii regresaste que bien me encantaron los capis solo que me cae mal Demi como odia a la rayiz si ella solo la esta protegiendo y ayudando ahww y nick todo un amor siguela pronto

jum jum si tienes razon Demi cae mal :|
pobre de la rayis jaja pero ella no se deja 8)
Muchas gracias po comntar :L:

por **yessi jobrOss** Sáb 07 Ene 2012, 4:23 pm

InYourDreams escribió:Aaaaaaaaaay! que amor lo se Sara *-* y lo de la rayis con Nick , tienes que subir más *-*

ahhh see Sara y Paul amores :arre: jajajajja
y si estuvo interesant lo de Nick :twisted: xD
Gracias por leer y comntar la novel :(L):
ahora subo otro capi

por **yessi jobrOss** Sáb 07 Ene 2012, 4:28 pm

Capítulo 14

Para los hombres: si quieres lograr que a una mujer se
le aflojen las rodillas (y caiga de espaldas), trátala como si
fuera agua y tú llevaras varios días sin beber una gota.
Aforismo de _____

Comprar regalos de Navidad para Willy era tan divertido que casi podía reemplazar al sexo, pensó _____ mientras le ponía el pijama nuevo de Papá Noel y bailaba con él al compás de una canción infantil. Puesto que faltaba una semana para Acción de Gracias, tal vez estaba anticipando un poco la cuestión de la Navidad.
Sonó el teléfono. Ella lo cogió.
—¿_____? Ya estaba temiendo que te hubiera pasado algo malo.
Hizo un gesto de dolor al reconocer la voz de su hermana mayor. Por lo general le encantaba conversar con Katie, pero ahora no sabía cómo explicarle todo lo que le había sucedido en los dos últimos meses.
—Estoy bien —dijo—, pero terriblemente ocupada.
Willy dejó escapar un chillido. Ella contuvo una maldición.
—¿Qué ha sido eso? Parecía un bebé —exclamó Katie—. No me digas que has…
—Por supuesto que no. Es la televisión. —_____ puso al niño en el parque, le dio una galleta y salió al vestíbulo. Willy chilló otra vez y ella tuvo que salir al pasillo.
—Dime, ¿tienes algún problema? Se te oye agitada.
Ella arrugó la frente. Su hermana era demasiado observadora y perceptiva.
—No me pasa nada. Es que el instituto me tiene ocupadísima. Y tú, ¿cómo estás? ¿Y Michael? —Se refería al marido de Katie, que era asesor de seguridad—. ¿Y Jeremy? —agregó, con el corazón oprimido al pensar en su hermano pequeño, que tenía problemas de audición.
—Michael y yo estamos bien. Jeremy pasa aquí todos los fines de semana. Estamos pensando en tener niños —informó Katie.
—¡Mira qué bien! —exclamó _____, llena de confusos sentimientos. La presencia de Willy la inducía a preguntarse cómo sería tener un bebé, un marido. Y la idea la había cogido con la guardia baja—. Como tuviste que hacer de madre tanto tiempo, ya pensaba que lo retrasarías indefinidamente.
—Yo pensaba lo mismo —dijo Katie—. Pero Michael me ha convencido. Es tan hábil con Jeremy… Y le gustaría que yo aprovechara el embarazo y los primeros años del niño para estudiar en la universidad. Y a mí también me gustaría.
_____ sintió una punzada de envidia. Sabía que su hermana y Michael compartían un raro amor, algo que el común de los mortales nunca llegaba a experimentar. Ella, por cierto, no tenía esperanzas de vivir algo así.
—Queremos que pases Acción de Gracias con nosotros, aquí en Philadelphia —dijo Katie.
Ella meneó la cabeza.
—No sé. En estos momentos tengo demasiado que hacer.
—Pero es una fiesta familiar. Deberías pasarla con tu familia.
—Ya lo sé, pero en el instituto hay demasiado trabajo.
Se hizo un silencio.
—Prometimos continuar juntas —advirtió su hermana. Le recordaba el emotivo reencuentro que habían compartido dos años atrás. Ella sintió el aguijonazo profundo de la culpa.
—Ya lo sé. Es que en estos momentos estoy muy atareada. Ya te contaré todo por Navidad.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. Recuerdos a Michael y a Jeremy. Dile a Jeremy que siga con sus mensajes electrónicos.
—¿Sabes algo de Lori Jean?
—Por e mail, sí. Se está volviendo loca en ese colegio femenino donde la ha metido su padre. Si él no suelta un poco las riendas, la chica acabará por rebelarse y la veremos en algún video pornográfico.
Katie rio por lo bajo.
—Está empeñado en mantenerla más pura que nieve al viento.
—Sí, pero olvida que en nuestro árbol genealógico no hay ninguna Blanca nieves. —Inquieta por haber dejado solo a Willy en su parque, _____ entreabrió la puerta—. Oye, debo cortar. Gracias por llamar. No me dejes sin noticias.
—Vale —dijo su hermana—. ¡Y no te eches atrás con lo de Navidad!
A _____ se le atenazó el corazón. Como la habían separado de sus hermanas a edad tan tierna, no estaba habituada a la idea de tener una familia.
—No me echaré atrás, te lo prometo. Cuídate. Adiós. —Cortó y se quedó mirando el teléfono.
—¿Estás esperando que salga algún genio de ahí? —preguntó Nick a su espalda.
Ella levantó la vista. Algo en su interior se relajó ante esas facciones firmes y esa mirada serena.
—Me vendría bien poder pedir tres deseos —confesó mientras entraba en su vestíbulo.
Él detuvo la puerta para seguirla.
—¿Hablabas con alguno de esos bobos con los que sales?
_____ lo miró de soslayo.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Quienquiera que fuese, no has querido que oyera a Willy.
Irritada por esa deducción, que en parte era acertada, ella estuvo a punto de dejarle pensar lo peor, pero algo se lo impidió.
—Era mi hermana, la que vive en Philadelphia. Tiene un sentido de la responsabilidad hiperdesarrollado. Sería capaz de venir corriendo a rescatarme. —De vez en cuando a _____ le habría gustado que la rescataran.
Echó un vistazo al niño, que se había untado alegremente la cara y el pijama con galleta babeada.
—Veo que has disfrutado de tu galleta de la cabeza a los pies —bromeó, sonriente.
El bebé le respondió con otra sonrisa y saltó sobre el trasero.
—No digas nada por lo de la galleta —advirtió _____ a Nick antes de que él abriera la boca—. Después de pasarse todo el día echando los dientes el pobre se la tiene bien ganada.
—¿Y tú? Después de pasarte todo el día en el instituto, ¿qué te has ganado?
—Un cóctel de champán o un rato en el jacuzzi. —Hizo una mueca ante lo aburrido de su vida—. Dormir también es buena idea.
—Debo pedirte un favor.
Ella lo miró con desconfianza.
—Dime.
—Me han invitado a una fiestecilla, mañana por la noche. ¿Vendrías conmigo?
Ella ahogó una exclamación de sorpresa.
—¿Qué clase de fiesta?
—Mi hermano acaba de prometerse. Mi familia está organizando una reunión de unas cincuenta personas para celebrarlo.
_____ sintió la bofetada de la sorpresa. ¡Una fiesta de compromiso!
Parpadeó.
—Conque él se ha decidido. ¿Demi Bradford?
Nick asintió con la cabeza.
«¡Hala! Puede que los planes para la boda alejen a Demi del instituto. Pero ¿qué pasará si Guy suma la fortuna de Demi a la de Joe y pide más dinero?»
—Dime, ¿vendrás o no?
_____ volvió a parpadear.
—¿A la fiesta de compromiso? —Se le escapó una risa histérica. Por tragarse la siguiente carcajada estuvo a punto de morir sofocada. ¡Por Dios, qué estupenda ironía! Bien podía imaginar los colores que pasarían por la cara de Demi si la veía entrar con Nick. Negó con la cabeza, carraspeando.
—No, no puedo. Creo que no conviene dejar a Willy por la noche, por ahora. Con tantos cambios como ha sufrido me parece mejor respetar su horario.
—Podrías traerlo contigo.
—¡Vaya idea, llevarlo a una fiesta de compromiso en casa de tu madre! Sería como ir a la ópera con un extraterrestre aullador.
—No sería el primer bebé que vieran en mi casa. Mi madre ha tenido un par y todo.
—Sí, pero supongo que tú y tu hermano nunca tuvisteis un cólico, no llorabais más de cinco minutos seguidos y dormíais toda la noche en cuanto ella volvía del hospital. Apostaría a que tampoco erais alérgicos a los pañales desechables.
—Y nunca escupíamos el puré de guisantes cuando la niñera nos lo ponía en la boquita con la cuchara de plata —agregó él, siguiéndole la corriente.
—Lo has dicho tú mismo. —Ella se encogió de hombros. Por su mente pasaba una perversa imagen del cuerpo desnudo, casi perfecto, de su vecino. Él acercó ese cuerpo casi perfecto, le cogió la mano y frotó con el pulgar el sitio donde se delataba su pulso acelerado.
—¿Qué hace falta para que me digas la verdad? —preguntó, mientras apretaba los labios contra la palma de _____—. No sé por qué me parece tan importante conseguir que la digas.
—A mí también —logró replicar ella. Y retiró la mano. Apenas podía resistirse al impulso de frotarse la sensación del beso—. Ya hemos quedado en que yo no soy tu tipo y tú no eres el mío.
—En ese caso, dime, ¿por qué pienso en ti cuando estoy en medio de una clase?
—Porque el tema de tu clase es muy aburrido —replicó ella, sin rodeos.
Nick rio entre dientes.
—Puede ser. Pero si no soy tu tipo de hombre, ¿por qué lees libros sobre ópera?
_____ lo miró con fijeza. Su cerebro se atascó. Se sintió desnuda, aún más allá de la piel. Pero su piel ardía aún más que cuando se había quemado por nadar en el lago, cuando era niña. ¡Qué horror, se estaba ruborizando! Maldijo por lo bajo.
—Porque mis clientes hablan de ópera —murmuró. ¿Por qué no aparecía ese genio del teléfono que él había mencionado un minuto antes?
Nick meneó lentamente la cabeza.
—Cómo no sentirme fascinado por una mujer que me rescata, se hace cargo de un bebé ajeno y lee en secreto un libro sobre ópera…
El corazón de la chica giró en un remolino y se puso a palpitar al ver su expresión.
—No era tan en secreto, obviamente —gruñó—. No te des por aludido.
—Cómo no. Pero ¿por qué has escogido un libro para tontos, si tú no eres nada tonta?
_____ trató de resistir el efecto que él le causaba, pero ya sentía las entrañas sospechosamente viscosas. «Porque no quiero sentirme tonta», pensó. Claro que no lo diría en voz alta.
Sin embargo, él lo adivinó. Ella se lo leyó en los ojos.
—No eres tonta —insistió en voz baja.
_____ contuvo el aliento ante la oleada de emoción que la recorría. Era tan dulce, tan potente, que le llenaba los ojos de lágrimas. Ningún hombre se le había acercado tanto en toda su vida. Nick era diferente. Cuando estaba con él tenía otra opinión de sí misma. Cuando estaba con él pensaba de otra manera. En momentos secretos, al verlo con Willy en los brazos, se había preguntado cómo sería tener un hijo suyo. No sabía si le gustaba del todo el rumbo que tomaban su cabeza y su corazón. No, no le gustaba. Sin duda el sexo era menos íntimo que eso.
Al respirar para tranquilizarse captó una vaharada algo picante. Arrugó la nariz para identificarla, pero en seguida oyó que Willy gruñía.
Entonces meneó la cabeza. ¿Quién habría pensado que la rescataría un pañal sucio?
—Creo que Willy acaba de responder a la llamada de la naturaleza. Claramente tengo que cambiarle el pañal. —«Vete ya, vete», agregó en silencio.
Como él no se movía, cruzó el vestíbulo y abrió la puerta.
—Lamento no poder acompañarte a esa fiesta —mintió—. Gracias por pensar en mí.
Como Nick se acercaba a grandes pasos, ordenó a su corazón que no brincara.
—Avísame cuando hayas acabado ese libro —dijo él—. Cuando lo termines te llevaré a ver una ópera.
«Por nada del mundo», pensó ella. Pero dijo:
—Buenas noches. —Y cerró la puerta.

De pie junto a Joe, Demi aceptaba las enhorabuenas y las felicitaciones de los veinticinco parientes y amigos más íntimos de los Jonas.
—Es encantadora —dijo una mujer, mientras estrechaba la mano al novio—. Estoy segura de que será una excelente compañera para ti.
—Sin duda, señora Burton —respondió él—. Me alegra que haya podido venir.
—Gracias —murmuró Demi. La mujer le estrechó la mano y se acercó a los padres de Joe.
—¿Qué tal te va? —preguntó él en voz baja.
—Bien, pero necesitaría unos cuantos carteles. ¿Cómo voy a hacer para recordar tantos nombres?
—Prueba a repetir tres veces el nombre de cada persona mientras hablas con ella. Y busca algo en su aspecto para asociarlo con su nombre —aconsejó él.
La chica le sonrió, impresionada.
—¿Cómo se te ha ocurrido esa idea?
—Lo leí en alguna parte. Yo tenía una terrible memoria para los nombres. Y si quería presentarme a las elecciones debía mejorarla.
—¿Cómo haces para recordar el nombre de la señora Burton?
—Júrame que guardarás el secreto.
—Lo juro.
—Bu de búho —explicó él.
La chica rio, pues realmente la mujer parecía un búho. Joe, riendo entre dientes, le cogió la mano y le hizo sentir una pizca del contacto que ansiaba.
En el curso de la velada los novios se separaron. Las sonrisas de las mujeres empezaron a confundirse. La risa del futuro suegro sonaba un poco más estentórea de lo debido. Ella se sentía como si la estuvieran exhibiendo en medio de un desfile de carnaval.
—Demi. —Una voz masculina se abrió paso a través de su aturdimiento.
Al levantar la vista se encontró con los ojos de su futuro cuñado. Al desencanto se unió el alivio.
—Ven, te conseguiré una copa de vino —dijo Nick.
Demi lo había visto unas cuantas veces. Tenía aire de inteligencia y aplomo; a juzgar por lo que decía Joe, no solía ceder a las presiones familiares. Vivía a su manera. Aun en esa fiesta algo lo distinguía de la multitud.
Como ya se sentía claustrofóbica, se dejó conducir lejos de esa cloqueante muchedumbre femenina.
—Gracias —murmuró—. ¿Dónde está Joe?
—Rodeado por algunos de sus benefactores —respondió él, seco—. ¿Vino blanco o champán? Pronto mi padre propondrá un brindis.
—Champán —dijo ella—. Me conviene reunir fuerzas.
—¿Te sientes bien? Parecías algo confundida —comentó él, mientras cogía de una bandeja una copa de champán para ofrecérsela.
Demi bebió un largo sorbo del líquido burbujeante, rogando que se le subiera a la cabeza. Había supuesto que estaría en éxtasis, que una vez prometida con Joe nunca más volvería a sentirse sola. Sin embargo, se sentía más aislada que nunca.
—Supongo que es el calor. —Logró sonreír—. Esto se parece un poco a un circo.
—Y apenas acaba de empezar —le advirtió su futuro cuñado—. No te dejes empujar hacia nada que no quieras hacer.
—Lo que quiero es casarme con Joe.
Él asintió con la cabeza sin decir nada.
—A veces dudo de él —confesó la muchacha. Pero se interrumpió abruptamente, avergonzada de lo que había revelado—. Qué tonta soy. Ha de ser por tantas emociones. Mira, tu padre hace señas al camarero. Debe de ser el momento del brindis.
—¡Demi, sal de ese rincón y ponte aquí con Joe! —ordenó el señor Jonas, con voz tunante.
Ella respiró profundamente y se acercó a su novio, que le tendió la mano, gracias a Dios. La suya temblaba.
—Mi esposa y yo tenemos el inmenso placer de anunciar el compromiso de Joe Jonas y Demi Bradford. Ojalá sean la pareja perfecta.
—¡Bien, muy bien! —exclamaron varias voces.
Demi bebió el champán a grandes sorbos. Luego apretó la mano a Joe, mientras rogaba que esa noche se quedara con ella.

En el momento en que Willy empezaba a adormecerse en brazos de _____ alguien llamó al timbre. Ella recibió la intromisión con un gesto ceñudo. No podía ser Nick, puesto que él nunca tocaba el timbre: entraba, simplemente, como si fuera el dueño de casa. Pues sí, pronto sería el dueño.
Se apoyó cuidadosamente al bebé contra el hombro para acostarlo en la cuna. El timbre sonó otra vez y ella corrió al vestíbulo, rugiendo por lo bajo. Después de mirar por la mirilla se quedó parpadeando, espantada.
Ante la puerta estaba Julia Conde, pasando el peso del cuerpo de un pie a otro. _____ trató de adivinar por qué estaba allí la madre de Willy. Ninguno de los motivos que se le ocurrían le resultó muy grato.
Con el estómago hecho un nudo, abrió la puerta de mala gana. Julia se mordió el labio y dijo:
—Me equivoqué.

uhuh que quera decir Julia??

Comnten chikas :D
Se les kiere

por **aranzhitha** Sáb 07 Ene 2012, 9:48 pm

nooooo, :evil: no me digas que se quiere llevar a willi, ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 880909

no eso no seria justo despues que lo abandono como si fuera un objeto no puede regresar y decir simplemente "me equivoque" ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 134392

''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 134392

quiero a mi hijo de vuelta o algo por el estilo, ahora pertenece willi a la rayiz ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 384426

ash me voy a volver loca no se lo puede quitar :bounce: es de ella ademas :x eso la destrosaria y ya se encariño con el ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 450641

''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 450641

al igual que nick ademas hacen una linda familia los tres ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 188110

awww siguela pronto ya quiero saber ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA - Página 10 967624

por **chelis** Sáb 07 Ene 2012, 10:28 pm

PERO .. PRETENDE QUITARLE AL NIÑOOO????
AAAIII SIGUELA PORFAAAAAAAA

por **Belencita** Dom 08 Ene 2012, 7:24 pm

ay nooooo!!
no nos vayas a salir con que se lleva al niño
me muero
saludos

por **chelis** Dom 08 Ene 2012, 8:19 pm

ESPERANDO CAAPIIIISSS

por **Dorin** Lun 09 Ene 2012, 8:33 pm

no no no la dejes hay siguelaaa

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