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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Without you (Louis Tomlinson)
O W N :: Fanfiction :: Fanfiction :: One Shot's
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Without you (Louis Tomlinson)
Título: Without you.
Autor: Mariella Salazar.
Adaptación: Nop.
Género: Romance y más romance.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: No.
Autor: Mariella Salazar.
Adaptación: Nop.
Género: Romance y más romance.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: No.
without you
just come back, darling
Veo ojos azules, tan azules como el cielo resplandeciente en verano. Y después aquella sonrisa que provocaba que mis rodillas flaqueasen, aquella que me hacía sentir en casa. Segura, protegida… Amada.
Abro los ojos de par en par, con el sol pegándome de lleno en la cara. Mascullo una maldición y bostezo escandalosamente, escuchando el cantar de los pajarillos. Odio que los días sean tan bellos y soleados cuando mi ánimo está peor que el cielo atravesando una lluvia torrencial.
Me despojo de las ligeras sábanas y me siento en la orilla de la cama, frotándome el ojo derecho. Aún tengo mucho sueño, pero no quiero seguir soñando con él. No cuando no lo tengo a mi lado. ¿Cómo fue capaz de abandonarme? ¡A mí! A su mejor amiga, su confidente, su madre en ocasiones, su alma gemela… su prometida.
Los ojos se me vuelven agua y echo un vistazo al calendario.
17 de Marzo.
Ha pasado un año entero. Un año entero sin saber de él. 365 días, 21,900 horas, 1 millón 314 mil minutos. Y mi cerebro ya no funciona para sacar los segundos.
Me levanto, maldiciendo el momento en que dijo el patético: “Necesito tiempo, Lynn”. ¡Tiempo! ¿Cuánto quiere? ¿80 años? Para ese entonces estaré decrépita, quizá muerta. No es justo. No es justo para mi pobre y tonto corazón, ese corazón que no entiende que el ya no está, pero; sigue amándolo como la primera vez en que aleteó al verlo en el patio del secundario.
Con su flequillo en la frente, la camisa fuera del pantalón del instituto, el corbatín colgando todo desprolijo por su cuello y sus siempre amados Vans.
Estaría mintiendo si dijera que lo extraño. Eso es corto, malditamente corto.
Termino de ducharme y cojo el teléfono celular para verificar que ya se olvidó de mí. El correo de voz está lleno de respiraciones de 3 segundos de duración y el contestador con una simple llamada de mi madre. Contándome entre risillas y gritos agudos que ha ganado miles de dólares en el casino la noche anterior y que invertirá en su nuevo negocio del Tarot.
Está loca. Pero los años no pasan en balde y no se lleva demasiado bien con la menopausia.
Me meto en mis viejos vaqueros azules después de colocarme la ropa interior, y me martirizo a mí misma; colocándome la vieja camiseta de Lou, la que utilizó en su último torneo de fútbol de la Universidad. La camiseta que llevaba cuando apareció mi cara en la pantalla y él se arrodilló en medio de la cancha, sosteniendo una pequeña caja de terciopelo, con mi anillo de compromiso.
Fuegos artificiales salieron disparados cuando el equipo entero de futbolistas y los chicos pintaron sus abdómenes con letras rojas, citando un: ¿Te quieres casar conmigo?
Vierto el café recién hecho directo a la taza y el humo me humedece la nariz. Doy un sorbo al mismo tiempo que enciento el televisor y me encuentro con un viejo episodio de FRIENDS. Su serie favorita. Largo un pesado suspiro, cojo de la alacena un paquete de galletas y me escurro hasta el sofá, riéndome de las ocurrencias de los personajes.
Hay fotografías de nosotros en las repisas de mi apartamento. Dondequiera que voltee hay algo de Louis Tomlinson aquí, comenzando con el hueco que dejó en mi pecho.
El teléfono de casa me vuelve a Tierra firme, así que levanto el auricular y respondo la llamada, sabiendo quién es el propietario de ese número.
— ¿Aló? —trato de sonar alegre, no quiero escuchar sus terapias matutinas. Suficiente tengo con el 17 de cada mes. Él me acogió como un cachorro abandonado el 14 de Febrero, ignorando las incesantes llamadas a su celular. Por ello es el mejor, ahora entiendo por qué él lo quería tanto.
— ¿Estás bien? —lo que me queda de corazón se hace pequeño, lleno de gratitud y cariño.
—Sí, Hazz —hago una pausa, evitando que las lágrimas se acumulen en mis ojos— Gracias por llamar, me has alegrado el día entero —escucho la sonrisa a través del aparato, y me invado de una sensación inexplicablemente hermosa. Es el mejor en todo el planeta— ¿Te he dicho ya lo mucho que te adoro, pequeño? —suelta una risotada cargada de humor y suspira.
—Todo menos pequeño, nena —ambos nos reímos como idiotas y después de un tiempo, me dice finalmente:— Hay una reunión con los chicos y sus respectivas parejas en el Bar donde siempre frecuentamos, al parecer Niall se animará a proponerle matrimonio a Sussie —expando los ojos y me pongo de cabeza, dejando que mi cabello llegue al suelo. Cruzo los tobillos sobre el respaldo del sofá y sonrío como idiota.
— ¿Niall? ¿Estás bromeando? —Harry vuelve a reír.
—Te lo digo en serio… sé que es asombrosamente increíble, pero, el pequeño duende se ha dado cuenta que ella quiere algo en serio con él —suelta un suspiro— ¿Cuándo llegará el día en que una chica, igual de perfecta como todas ustedes, me atrape por fin? —pongo los ojos en blanco y gruño. Toda huraña posible.
—Has tenido más oportunidades que un gato en sus 7 vidas… eres el chico más maravilloso que he conocido —hago una ligera pausa y sus orbes azules me impactan como un rayo— Además de Louis. Créeme que no faltan chicas que quieran formalizar con el cotizado Harry Styles.
—Cállate Lynn —él sabe que es verdad, nunca superará lo de Soph, por más que lo intente. Ella ha sido la única en su vida; y él lo echó a perder desde el momento en que le dijo que no estaba preparado para darle un anillo de compromiso. Pobre chica, se había convertido en nuestra compinche…
—Bueno, deja de lloriquear y dime a qué hora es el evento.
—A las 5 de la tarde, en la mesa 8, ya sabes… em, esa… la que siempre reservamos —achico la mirada y mordisqueo la uña de mi dedo meñique. El tono de voz que ha utilizado es ese tipo tono de voz que llevo conociendo de hace más de seis años. Es el mismo tono que hace cuando estamos en problemas; como cuando nos paró la policía hace unos meses y él estaba tan borracho que casi se echa a llorar y se orina en los pantalones.
—Sí, sí… donde hemos comido, cenado e inclusive desayunado desde que estábamos en la facultad —trago saliva y frunzo las cejas— Harry, te conozco demasiado bien como para dejarlo pasar… ¿qué ocurre? ¿Me estás ocultando algo?
— ¿Yo? —chilla, y alejo el teléfono de mi oreja.
—Maldición, Styles —gruño— Sí, me estás ocultando algo —afirmo y me recuesto, recargando la cabeza en el reposabrazos— Dime qué ocurre si quieres conservar al amiguito que vive entre tus pantalones…
— ¡Lynn! —grita enfurruñado, suspirando como un chiquillo— Perdona lo que te diré, pero; eres igual que Louis… no sé por qué al idiota —de pronto se calla y yo me pongo de pie, dando un paso fuera de la sala de estar.
— ¿Qué ocurre, Harry?
Mi corazón se desboca.
—Tengo que dejarte, Worton. Te esperamos a las 5 allá —se le juntan las palabras y se despide con un atropellado:— Cuídate.
Qué sonó más como “coida…” y letras mezcladas.
Le saco la lengua al teléfono y lo coloco en su base.
Me decidí por un crop top azul, mis viejas botas estilo militar y un delgado suéter negro. Camino hasta la acera y vuelvo ligeramente el torso, estirando el brazo para colocarle la alarma al auto. En cuanto el pitido inunda mis oídos, impacto contra un duro pecho y trastabillo, yéndome de espaldas.
Antes de impactar contra el suelo, un brazo se enrosca en mi cintura y una mano se cierne en mi cabeza, enterrando unos largos dedos entre mi pelo. El corazón me trabaja el tripe de rápido que lo de costumbre y vuelvo lentamente la cara, enrojecida, hacia él. El aire se queda estancado en lo más profundo de mi garganta y me olvido de cómo respirar.
¡Es él! ¡Louis! ¡Louis Tomlinson! ¡El prometido fugado!
—Lynn —susurra, endureciendo su agarre. Nos vemos a los ojos como por una eternidad, cómo no sabiendo qué hacer o qué decir, hasta que me atrae a su pecho y me abraza. Un abrazo lleno de sentimientos que provocan que, traicioneras mariposas se junten en mi estómago. Lágrimas pican entre mis párpados y me aferro a su ancha espalda. Sus brazos son más musculosos que antes, su cabello está peinado y estilizado hacia arriba, tiene más tatuajes y una sensual barba adorna su mentón.
Jesús, cuánto lo amo.
—Eres un idiota —es lo primero que sale de mis labios, y su pecho vibra debajo del mío, inundando a mis sentidos con su risa, esa risa que siempre me había pertenecido— ¿Por qué tardaste tanto? —me alejo de él, removiendo de mi mejilla una solitaria lágrima. Comienzo a darle de puñetazos contra su pecho, mientras sollozos escapan de mis labios— ¿Quién te dio el derecho de lastimarme de esta forma? He pasado largas horas preguntándomelo… —él me coge de los brazos y estampa su boca contra la mía. Soy gelatina temblorosa entre sus manos, me adhiero a él como una estampilla y disfruto de su beso. Nos separamos lentamente, ambos con la respiración entrecortada, y su mano acaricia mi rostro húmedo y ruborizado.
—No sabes cuánto te extrañé —hago un infantil gesto con mi labio inferior y me echo a llorar como un bebé. Me aferro a su cuerpo, deseando que nunca más me deje y le perdono cada segundo que sufrí por su ausencia— Perdóname Lynn… he sido un estúpido, pero… he regresado para no irme nunca más.
—¿Me lo prometes? —pregunto con la voz temblorosa. Vuelvo ligeramente la mirada hacia el ventanal del Bar, y todos nuestros amigos yacen pegados a él, observando la escena con ojos suplicantes.
Hazz articula un “vuelvan” y ahora todo cobra sentido.
¡Este era su plan!
Le fulmino con mis ojos azules y alejo los mechones de mi cabello, enfocando la mirada en el amor de mi vida.
—Te lo juro por todas las zanahorias —me carcajeo levemente, pues así era cómo ambos hacíamos promesas desde el secundario y termino por sonreír como boba— Estas… 20,000 horas separados…
—21,900 —susurro, aferrándome a sus brazos.
—21,900 —masculla, poniendo los ojos en blanco— Sabes que soy malo con las matemáticas…
—Embustero —chillo— Te dedicas prácticamente a eso —se vuelve a reír y me abraza, escondiendo el rostro en la curva de mi cuello. Rodeo su estrecha cintura con mis brazos y su dedo pulgar traza círculos en la piel desnuda de mi espalda.
—Bueno… estas 21,900 horas se multiplicarán por infinito de ahora en adelante, estando juntos... —de pronto se arrodilla y toma mis manos entre las suyas, besando el dorso de la izquierda. Pasa el dedo por el anillo de compromiso y sus ojos se cristalizan— No te lo has quitado —susurra sorprendido, dándome un apretón. Yo niego con la cabeza, muy llorona como para hablar— Lynda Worton… ¿me harías el honor de ser tu esposo lo que reste de tu vida? ¿Me harías el honor de compartir a tu lado las siguientes horas, días, años… de tu existencia? ¿Con este tonto que te ama con fulgor?
—Te has pasado las semanas —río, sorbiendo la nariz. Él vuelve a poner los ojos en blanco y me mira suplicante— Sí, Louis Tomlinson, sí quiero compartir lo que resta de mi vida contigo.
— ¡Genial! —grita, poniéndose de pie y envolviéndome en un abrazo, me hace volar por los aires, mientras ambos nos carcajeamos e ignoramos al resto del mundo. Su boca se acerca a la mía y yo le detengo…
—Te han faltado las semanas, dije.
—Cállate y bésame —ambos nos volvemos a reír y envuelvo su cuello con mis brazos, perdiéndome una vez más en su boca, volviéndome insaciable a sus labios perfectos, míos, hechos a mi medida. Juntamos nuestras frentes y sonríe de medio lado— Y —echa un vistazo al reloj en su muñeca— Aquí van los primeros 19 minutos de nuestra vida juntos —mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas y rozamos nuestras narices.
—Te amo, Lou —sonríe sobre mis labios y, en un susurro, apunto de besarme; dice:
—Te amo, Lynn. Por y para siempre.
Abro los ojos de par en par, con el sol pegándome de lleno en la cara. Mascullo una maldición y bostezo escandalosamente, escuchando el cantar de los pajarillos. Odio que los días sean tan bellos y soleados cuando mi ánimo está peor que el cielo atravesando una lluvia torrencial.
Me despojo de las ligeras sábanas y me siento en la orilla de la cama, frotándome el ojo derecho. Aún tengo mucho sueño, pero no quiero seguir soñando con él. No cuando no lo tengo a mi lado. ¿Cómo fue capaz de abandonarme? ¡A mí! A su mejor amiga, su confidente, su madre en ocasiones, su alma gemela… su prometida.
Los ojos se me vuelven agua y echo un vistazo al calendario.
17 de Marzo.
Ha pasado un año entero. Un año entero sin saber de él. 365 días, 21,900 horas, 1 millón 314 mil minutos. Y mi cerebro ya no funciona para sacar los segundos.
Me levanto, maldiciendo el momento en que dijo el patético: “Necesito tiempo, Lynn”. ¡Tiempo! ¿Cuánto quiere? ¿80 años? Para ese entonces estaré decrépita, quizá muerta. No es justo. No es justo para mi pobre y tonto corazón, ese corazón que no entiende que el ya no está, pero; sigue amándolo como la primera vez en que aleteó al verlo en el patio del secundario.
Con su flequillo en la frente, la camisa fuera del pantalón del instituto, el corbatín colgando todo desprolijo por su cuello y sus siempre amados Vans.
Estaría mintiendo si dijera que lo extraño. Eso es corto, malditamente corto.
Termino de ducharme y cojo el teléfono celular para verificar que ya se olvidó de mí. El correo de voz está lleno de respiraciones de 3 segundos de duración y el contestador con una simple llamada de mi madre. Contándome entre risillas y gritos agudos que ha ganado miles de dólares en el casino la noche anterior y que invertirá en su nuevo negocio del Tarot.
Está loca. Pero los años no pasan en balde y no se lleva demasiado bien con la menopausia.
Me meto en mis viejos vaqueros azules después de colocarme la ropa interior, y me martirizo a mí misma; colocándome la vieja camiseta de Lou, la que utilizó en su último torneo de fútbol de la Universidad. La camiseta que llevaba cuando apareció mi cara en la pantalla y él se arrodilló en medio de la cancha, sosteniendo una pequeña caja de terciopelo, con mi anillo de compromiso.
Fuegos artificiales salieron disparados cuando el equipo entero de futbolistas y los chicos pintaron sus abdómenes con letras rojas, citando un: ¿Te quieres casar conmigo?
Vierto el café recién hecho directo a la taza y el humo me humedece la nariz. Doy un sorbo al mismo tiempo que enciento el televisor y me encuentro con un viejo episodio de FRIENDS. Su serie favorita. Largo un pesado suspiro, cojo de la alacena un paquete de galletas y me escurro hasta el sofá, riéndome de las ocurrencias de los personajes.
Hay fotografías de nosotros en las repisas de mi apartamento. Dondequiera que voltee hay algo de Louis Tomlinson aquí, comenzando con el hueco que dejó en mi pecho.
El teléfono de casa me vuelve a Tierra firme, así que levanto el auricular y respondo la llamada, sabiendo quién es el propietario de ese número.
— ¿Aló? —trato de sonar alegre, no quiero escuchar sus terapias matutinas. Suficiente tengo con el 17 de cada mes. Él me acogió como un cachorro abandonado el 14 de Febrero, ignorando las incesantes llamadas a su celular. Por ello es el mejor, ahora entiendo por qué él lo quería tanto.
— ¿Estás bien? —lo que me queda de corazón se hace pequeño, lleno de gratitud y cariño.
—Sí, Hazz —hago una pausa, evitando que las lágrimas se acumulen en mis ojos— Gracias por llamar, me has alegrado el día entero —escucho la sonrisa a través del aparato, y me invado de una sensación inexplicablemente hermosa. Es el mejor en todo el planeta— ¿Te he dicho ya lo mucho que te adoro, pequeño? —suelta una risotada cargada de humor y suspira.
—Todo menos pequeño, nena —ambos nos reímos como idiotas y después de un tiempo, me dice finalmente:— Hay una reunión con los chicos y sus respectivas parejas en el Bar donde siempre frecuentamos, al parecer Niall se animará a proponerle matrimonio a Sussie —expando los ojos y me pongo de cabeza, dejando que mi cabello llegue al suelo. Cruzo los tobillos sobre el respaldo del sofá y sonrío como idiota.
— ¿Niall? ¿Estás bromeando? —Harry vuelve a reír.
—Te lo digo en serio… sé que es asombrosamente increíble, pero, el pequeño duende se ha dado cuenta que ella quiere algo en serio con él —suelta un suspiro— ¿Cuándo llegará el día en que una chica, igual de perfecta como todas ustedes, me atrape por fin? —pongo los ojos en blanco y gruño. Toda huraña posible.
—Has tenido más oportunidades que un gato en sus 7 vidas… eres el chico más maravilloso que he conocido —hago una ligera pausa y sus orbes azules me impactan como un rayo— Además de Louis. Créeme que no faltan chicas que quieran formalizar con el cotizado Harry Styles.
—Cállate Lynn —él sabe que es verdad, nunca superará lo de Soph, por más que lo intente. Ella ha sido la única en su vida; y él lo echó a perder desde el momento en que le dijo que no estaba preparado para darle un anillo de compromiso. Pobre chica, se había convertido en nuestra compinche…
—Bueno, deja de lloriquear y dime a qué hora es el evento.
—A las 5 de la tarde, en la mesa 8, ya sabes… em, esa… la que siempre reservamos —achico la mirada y mordisqueo la uña de mi dedo meñique. El tono de voz que ha utilizado es ese tipo tono de voz que llevo conociendo de hace más de seis años. Es el mismo tono que hace cuando estamos en problemas; como cuando nos paró la policía hace unos meses y él estaba tan borracho que casi se echa a llorar y se orina en los pantalones.
—Sí, sí… donde hemos comido, cenado e inclusive desayunado desde que estábamos en la facultad —trago saliva y frunzo las cejas— Harry, te conozco demasiado bien como para dejarlo pasar… ¿qué ocurre? ¿Me estás ocultando algo?
— ¿Yo? —chilla, y alejo el teléfono de mi oreja.
—Maldición, Styles —gruño— Sí, me estás ocultando algo —afirmo y me recuesto, recargando la cabeza en el reposabrazos— Dime qué ocurre si quieres conservar al amiguito que vive entre tus pantalones…
— ¡Lynn! —grita enfurruñado, suspirando como un chiquillo— Perdona lo que te diré, pero; eres igual que Louis… no sé por qué al idiota —de pronto se calla y yo me pongo de pie, dando un paso fuera de la sala de estar.
— ¿Qué ocurre, Harry?
Mi corazón se desboca.
—Tengo que dejarte, Worton. Te esperamos a las 5 allá —se le juntan las palabras y se despide con un atropellado:— Cuídate.
Qué sonó más como “coida…” y letras mezcladas.
Le saco la lengua al teléfono y lo coloco en su base.
(+)
Termino de dar el último retoque a mis pestañas y le sonrío al espejo del coche, colocándolo de vuelta en su lugar. Cojo mi bolso, pasando los dedos por mi ahora alaciado cabello y salgo a la calle, cerrando la portezuela. Me acomodo mis vaqueros negros de tiro alto y aseguro la correa de mi bolso en el hombro.Me decidí por un crop top azul, mis viejas botas estilo militar y un delgado suéter negro. Camino hasta la acera y vuelvo ligeramente el torso, estirando el brazo para colocarle la alarma al auto. En cuanto el pitido inunda mis oídos, impacto contra un duro pecho y trastabillo, yéndome de espaldas.
Antes de impactar contra el suelo, un brazo se enrosca en mi cintura y una mano se cierne en mi cabeza, enterrando unos largos dedos entre mi pelo. El corazón me trabaja el tripe de rápido que lo de costumbre y vuelvo lentamente la cara, enrojecida, hacia él. El aire se queda estancado en lo más profundo de mi garganta y me olvido de cómo respirar.
¡Es él! ¡Louis! ¡Louis Tomlinson! ¡El prometido fugado!
—Lynn —susurra, endureciendo su agarre. Nos vemos a los ojos como por una eternidad, cómo no sabiendo qué hacer o qué decir, hasta que me atrae a su pecho y me abraza. Un abrazo lleno de sentimientos que provocan que, traicioneras mariposas se junten en mi estómago. Lágrimas pican entre mis párpados y me aferro a su ancha espalda. Sus brazos son más musculosos que antes, su cabello está peinado y estilizado hacia arriba, tiene más tatuajes y una sensual barba adorna su mentón.
Jesús, cuánto lo amo.
—Eres un idiota —es lo primero que sale de mis labios, y su pecho vibra debajo del mío, inundando a mis sentidos con su risa, esa risa que siempre me había pertenecido— ¿Por qué tardaste tanto? —me alejo de él, removiendo de mi mejilla una solitaria lágrima. Comienzo a darle de puñetazos contra su pecho, mientras sollozos escapan de mis labios— ¿Quién te dio el derecho de lastimarme de esta forma? He pasado largas horas preguntándomelo… —él me coge de los brazos y estampa su boca contra la mía. Soy gelatina temblorosa entre sus manos, me adhiero a él como una estampilla y disfruto de su beso. Nos separamos lentamente, ambos con la respiración entrecortada, y su mano acaricia mi rostro húmedo y ruborizado.
—No sabes cuánto te extrañé —hago un infantil gesto con mi labio inferior y me echo a llorar como un bebé. Me aferro a su cuerpo, deseando que nunca más me deje y le perdono cada segundo que sufrí por su ausencia— Perdóname Lynn… he sido un estúpido, pero… he regresado para no irme nunca más.
—¿Me lo prometes? —pregunto con la voz temblorosa. Vuelvo ligeramente la mirada hacia el ventanal del Bar, y todos nuestros amigos yacen pegados a él, observando la escena con ojos suplicantes.
Hazz articula un “vuelvan” y ahora todo cobra sentido.
¡Este era su plan!
Le fulmino con mis ojos azules y alejo los mechones de mi cabello, enfocando la mirada en el amor de mi vida.
—Te lo juro por todas las zanahorias —me carcajeo levemente, pues así era cómo ambos hacíamos promesas desde el secundario y termino por sonreír como boba— Estas… 20,000 horas separados…
—21,900 —susurro, aferrándome a sus brazos.
—21,900 —masculla, poniendo los ojos en blanco— Sabes que soy malo con las matemáticas…
—Embustero —chillo— Te dedicas prácticamente a eso —se vuelve a reír y me abraza, escondiendo el rostro en la curva de mi cuello. Rodeo su estrecha cintura con mis brazos y su dedo pulgar traza círculos en la piel desnuda de mi espalda.
—Bueno… estas 21,900 horas se multiplicarán por infinito de ahora en adelante, estando juntos... —de pronto se arrodilla y toma mis manos entre las suyas, besando el dorso de la izquierda. Pasa el dedo por el anillo de compromiso y sus ojos se cristalizan— No te lo has quitado —susurra sorprendido, dándome un apretón. Yo niego con la cabeza, muy llorona como para hablar— Lynda Worton… ¿me harías el honor de ser tu esposo lo que reste de tu vida? ¿Me harías el honor de compartir a tu lado las siguientes horas, días, años… de tu existencia? ¿Con este tonto que te ama con fulgor?
—Te has pasado las semanas —río, sorbiendo la nariz. Él vuelve a poner los ojos en blanco y me mira suplicante— Sí, Louis Tomlinson, sí quiero compartir lo que resta de mi vida contigo.
— ¡Genial! —grita, poniéndose de pie y envolviéndome en un abrazo, me hace volar por los aires, mientras ambos nos carcajeamos e ignoramos al resto del mundo. Su boca se acerca a la mía y yo le detengo…
—Te han faltado las semanas, dije.
—Cállate y bésame —ambos nos volvemos a reír y envuelvo su cuello con mis brazos, perdiéndome una vez más en su boca, volviéndome insaciable a sus labios perfectos, míos, hechos a mi medida. Juntamos nuestras frentes y sonríe de medio lado— Y —echa un vistazo al reloj en su muñeca— Aquí van los primeros 19 minutos de nuestra vida juntos —mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas y rozamos nuestras narices.
—Te amo, Lou —sonríe sobre mis labios y, en un susurro, apunto de besarme; dice:
—Te amo, Lynn. Por y para siempre.
wanweird
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